NINGÚN HOMBRE ERA SUFICIENTE EN LA CAMA PARA ELLA, SIEMPRE LO DESEO (El Secreto de Uma)

Episodio 1
En el tranquilo pueblo de Umo, vivía una hermosa joven llamada Uma, admirada por todos en el pueblo.

Hombres de todas partes acudían a pedir su mano, cautivados por su piel radiante, su sonrisa radiante y su mirada amable.

Era la comidilla del pueblo, pero por muchos pretendientes que se le acercaran, Uma no podía decir que sí. En cambio, pasaba tiempo con ellos, solo para despedirlos cuando terminaba.

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No era porque no quisiera amor; Uma albergaba un profundo secreto, uno que solo podía compartir con sus dos mejores amigos, Uso y Ken, en quienes confiaba plenamente.

Desde los 15 años, Uma sentía un extraño ardor en el cuerpo que la inquietaba. Buscaba hombres para calmar el fuego, pero hacía lo que hiciera, la sensación no desaparecía.

Para cuando cumplió 25, el problema había empeorado. Había perdido la cuenta de cuántas veces buscó ayuda, pero nadie sabía cómo ayudarla.

Uma había estado con casi todos los hombres de su pueblo, impulsada por un fuego incontrolable entre sus piernas que exigía satisfacción constante.

Profundamente avergonzada, incluso había pagado a hombres para que estuvieran con ella y calmaran el ardor, pero nada funcionaba. Todas las noches, yacía en la cama llorando, preguntándose por qué estaba maldita con este terrible secreto.

Sus padres, ignorantes de los problemas de su hija, a menudo la presionaban para que se casara, diciéndole: “Uma, eres tan hermosa.

¿Por qué no te casas con un buen hombre?”. Pero Uma no podía decirles la verdad. ¿Cómo podía explicarles que un solo hombre nunca sería suficiente?

¿Cómo iba a casarse si necesitaba a varios hombres a diario? Así que guardó el secreto, diciéndoles a sus padres que no estaba lista para el matrimonio, aunque la verdadera razón era mucho más oscura.

NINGÚN HOMBRE ERA SUFICIENTE PARA ELLA EN LA CAMA, SIEMPRE LO DESEO (El Secreto de Uma)

Episodio 2: Esperanza para Uma

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Un día, al salir de un pequeño café, Uma se topó con un joven llamado Chima. Era amable y gentil, y por primera vez, Uma sintió algo diferente: su corazón se aceleró y sus mejillas se sonrojaron.

Chima sonrió y dijo: “No te preocupes, ¿estás bien?”. Incapaz de hablar, Uma asintió rápidamente. Cuando Chima se ofreció a llevarla a casa, aceptó sin dudarlo.

Esa noche, no podía dejar de pensar en él. Por primera vez, sintió esperanza: tal vez Chima podría ser diferente.

Con el paso de los días, Uma y Chima se acercaron más. Pasaron más tiempo juntos, y pronto Chima le confesó su amor. Uma estaba rebosante de alegría, creyendo que podría tener una vida normal.

Quizás este amor extinguiría el fuego que sentía en su interior. Pero no fue así. A pesar de su profundo amor por Chima, el deseo ardiente persistía. Intentó ocultarlo, pero pronto se vio escabulléndose para conocer a otros hombres a diario.

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Se odiaba por ello, pero la atracción era demasiado fuerte. La culpa la consumía; cada vez que estaba con Chima, sentía que le mentía. Quería ser fiel, pero el fuego la abrumaba.

Una noche, Chima sorprendió a Uma con una propuesta. De rodillas, le preguntó: “¿Quieres casarte conmigo?”. Impresionada y llena de alegría, Uma dijo que sí.

Estaba deseando compartir la noticia con Uso y Kene. Los tres amigos se encontraron en su lugar habitual al día siguiente, donde Uma mostró con orgullo su anillo de compromiso, con una sonrisa amplia y radiante.

Uso y Kene la vitorearon, abrazándola con fuerza y celebrando este logro. Bebieron y rieron, imaginando la hermosa vida que Uma estaba a punto de tener con Chima.

Pero en el fondo, Kene sentía algo oscuro. Siempre había estado a la sombra de Uma y luchaba por encontrar el amor.

Ahora, no podía entender cómo Uma, con su oscuro secreto, podía tenerlo todo mientras ella no tenía nada. Los celos comenzaron a consumir a Kene, sembrando las semillas de un plan siniestro.

Episodio 3: El fuego revelado

Las semanas siguientes al compromiso fueron un torbellino para Uma. Preparativos, visitas familiares, risas, flores… y culpa. Mucha culpa.

Cada noche, mientras Chima dormía a su lado tras besarle la frente con ternura, Uma se escabullía en la oscuridad, devorada por el deseo que no podía apagar. Cada regreso era peor. El fuego no cedía. Al contrario, crecía, como si se burlara de ella.

Comenzó a perder peso. Su rostro reflejaba ansiedad. Chima lo notaba, pero Uma sonreía, fingía, decía que era solo el estrés de la boda.

Hasta que una noche, su cuerpo no aguantó más.

Cayó al suelo del baño, temblando. Su piel ardía. Sentía que algo dentro de ella se rompía.

Y entonces, escuchó una voz.

Una voz que no era humana.

Una voz dentro de su mente.

“Hija mía… ha llegado el momento.”

El espejo del baño tembló. Las luces parpadearon. Uma se arrastró hasta el lavabo y miró su reflejo. Sus ojos estaban encendidos, como brasas vivas.

“¿Qué eres?” —susurró con terror.

“No soy maldición. Soy legado. Eres de sangre encendida. Heredera de las Damas del Fuego.”

Confundida, Uma vio cómo en su piel se dibujaban símbolos ancestrales, como tatuajes invisibles revelados por la verdad. De pronto lo entendió: ella no era una mujer común. Era parte de una antigua línea de guardianas sensuales, cuya energía sexual no era una debilidad… sino una fuente de poder.


Al día siguiente, aún temblando por la revelación, Uma fue a ver a su tía abuela, Nneka —una mujer misteriosa a quien casi nadie visitaba.

Nneka no se sorprendió.

—Ya despertaste —dijo, sirviendo té de hibisco—. Todas pasamos por eso. El fuego es tu don, no tu castigo.

Uma, con los ojos llorosos, preguntó:

—¿Pero por qué me consume? ¿Por qué me hace romper promesas?

—Porque lo has negado. Lo has escondido. El fuego debe canalizarse… o te destruye.

Entonces Nneka le habló del templo de las Damas del Fuego, un santuario oculto donde mujeres como Uma aprendían a dominar su don. Allí, transformaban su deseo en energía, su energía en sabiduría, y su sabiduría en sanación para otras.


Pero Uma sabía que debía hacer una elección: o aceptaba su destino… o seguía fingiendo una vida que la estaba matando lentamente.

Y aún más difícil: debía decirle la verdad a Chima.

Esa noche, lo llevó a su rincón favorito, bajo el viejo árbol baobab. Le tomó las manos con fuerza.

—Chima… tengo algo que confesarte.

Chima la miró con amor.

—Lo que sea, Uma. Estoy contigo.

Uma cerró los ojos.

—No soy como otras mujeres. Lo que tú ves como deseo… es una parte de mí que no puedo controlar. No te he sido fiel. No porque no te ame. Sino porque… hay algo dentro de mí que no puedes entender.

Silencio.

El rostro de Chima se endureció. Apartó lentamente sus manos.

—¿Me has engañado?

—Sí —susurró Uma—. Pero no fue por falta de amor.

Chima se levantó, con los ojos llenos de rabia y dolor.

—Entonces no me amas lo suficiente.

Y se fue.


Uma volvió a casa rota.

Pero al mirar al espejo esa noche, ya no sintió vergüenza. Sintió fuego… y fuerza.

Sabía que tenía que partir. Debía encontrar ese templo. Comprender su linaje. Abrazar su verdad.

La boda fue cancelada. El pueblo murmuró, como siempre. Pero esta vez, Uma no huyó. Caminó con la cabeza en alto. Y al caer la noche, se despidió de Uso con un abrazo largo… pero no dijo nada a Kene.

Lo que Uma no sabía, era que Kene ya había hablado con Chima. Que ya había sembrado veneno.

Y que su traición… apenas comenzaba.

EPISODIO 4: “Un hilo rojo entre las lágrimas”

El hospital olía a desinfectante y soledad.

Mientras el sol se deslizaba entre las persianas del amanecer, Kira abrió los ojos por primera vez en días. Estaba débil, pero viva. A su lado, Daniel sujetaba su mano con una fuerza temblorosa, como si temiera que desapareciera en cualquier momento.

—Estás bien… estás viva —susurró, su voz quebrada por el insomnio y el remordimiento.

Kira lo miró, confundida, como si aún estuviera entre dos mundos. Entonces, lentamente, las imágenes volvieron: la boda, la traición, la carretera, la carta escondida en el vestido…

—¿Dónde está Emma? —preguntó con voz ronca.

Daniel bajó la mirada.

—No quiso venir. Cree que lo hicimos a propósito… que fue un complot.

El silencio se volvió punzante. Pero antes de que Kira pudiera responder, una enfermera entró apresurada.

—Señorita, tiene una visita.

Y allí estaba. Emma.

Con el rostro demacrado por el llanto, el vestido de novia aún arrugado, y una expresión de derrota que partía el alma. Caminó despacio hacia la cama de Kira.

—Me mentiste… —dijo con voz apagada—. ¿Por qué no me lo dijiste?

Kira hizo un gesto para que se acercara. Le tomó la mano.

—Porque quería que tuvieras el final feliz que yo nunca tuve.

Emma rompió a llorar.

—¡Pero no a costa de tu vida, Kira! ¡Eras mi hermana… mi mejor amiga!

—Y también soy la hija de Sofía —dijo Kira con voz temblorosa—. Lo descubrí por la carta. Por eso ese vestido me quedaba tan bien. Era de mi madre… y también la tuya.

Emma se quedó inmóvil. El mundo pareció detenerse.

—¿Qué… qué estás diciendo?

—Somos hermanas, Emma. De sangre. Mamá me dio en adopción cuando era bebé… y guardó esa carta en el vestido. Cuando lo encontraste y me lo prestaste… sin saberlo, me devolviste mi historia.

Emma cayó de rodillas, sollozando.

Daniel, incapaz de soportar más, salió de la habitación.

Una semana después…

Las dos mujeres caminaban juntas por el parque. Kira con un bastón, recuperándose aún. Emma con los ojos hinchados, pero en paz.

—¿Y Daniel? —preguntó Kira.

Emma suspiró.

—Se fue. Dijo que necesitaba encontrarse a sí mismo. Creo que, al final, él también era parte del caos.

—¿Y tú? —preguntó Kira con suavidad.

Emma se detuvo. Sonrió.

—Voy a empezar de nuevo. Y esta vez, contigo a mi lado.

Kira la abrazó.

Las heridas no habían sanado del todo, pero algo había comenzado a florecer: perdón, amor, y una verdad que, aunque dolorosa, les había dado un nuevo comienzo.

FIN.

🌸 EXTRA: “Años después, frente al espejo”

El sol de primavera se filtraba por las ventanas de aquel pequeño taller en el centro de Sevilla. Las paredes estaban decoradas con fotos antiguas, bastidores de encaje, y bocetos de vestidos que parecían salidos de cuentos de hadas.

Kira, con el cabello recogido en un moño suelto y algunos hilos plateados entremezclados, terminaba de ajustar el velo de una joven novia frente al espejo. Sus dedos, firmes pero suaves, dieron los últimos toques con una delicadeza que sólo dan los años… y las cicatrices sanadas.

—¿Te gusta? —preguntó, sonriendo.

La joven novia se giró, con lágrimas en los ojos.

—Es perfecto, señora Kira… siento como si este vestido tuviera alma.

Kira sonrió, con los ojos brillantes. Sí. Sí que la tiene.

Porque era un vestido hecho con retazos de historias pasadas: encaje de su madre, hilo rojo de su propio vestido, y una perla bordada a mano que pertenecía a Emma. Cada puntada contenía un fragmento de las mujeres que la habían moldeado.

Justo entonces, sonó una campanita en la entrada del taller. Kira alzó la vista y vio a una mujer entrar con un niño pequeño de la mano.

—¡Tía Kira! —gritó el niño, corriendo hacia ella.

Kira se agachó y lo abrazó con fuerza.

Emma apareció detrás, más radiante que nunca. Su rostro ya no estaba marcado por la tristeza, sino por la calma de quien ha hecho las paces con el pasado.

—Pensé que podrías necesitar ayuda para la entrega —dijo Emma, levantando una caja envuelta en tul.

—Siempre necesito tu ayuda, hermana —respondió Kira, tocándole el brazo con cariño.

Emma se acercó al vestido.

—¿Sabes? Cada vez que una novia se prueba uno de tus diseños… siento que mamá sonríe desde algún lugar.

Kira asintió, con los ojos brillantes.

—Y cada vez que tú entras por esa puerta… sé que todo valió la pena.

El niño tiró de la mano de Kira.

—¿Tía Kira? Cuando me case, ¿tú harás el vestido de mi novia?

Las dos mujeres rieron, juntas.

—Prometido, campeón —dijo Kira—. Pero sólo si ella tiene buen gusto.

El taller se llenó de risas, hilos de luz, y la suave música de una máquina de coser que, como el corazón de Kira, seguía funcionando… una puntada a la vez, un recuerdo a la vez.


FIN DEL EXTRA.