Capítulo 1: El peso invisible
La primera vez que vi el vestido de novia en la boutique vintage del centro, sentí una mezcla de emoción y nerviosismo. El local era pequeño, casi oculto entre dos tiendas de antigüedades. Las vitrinas estaban llenas de encajes amarillentos, guantes de seda y sombreros antiguos. La anciana que atendía, con el cabello recogido y una sonrisa amable pero distante, me recibió como si supiera exactamente a lo que venía.
—¿Buscas algo especial, querida? —me preguntó, con voz rasposa.
—Un vestido de novia —dije, casi susurrando. Me sentía fuera de lugar, como si estuviera invadiendo un espacio privado.
Ella asintió, moviéndose con lentitud por los pasillos, hasta que llegó a un perchero cubierto por una funda blanca. Lo abrió con delicadeza, dejando ver el vestido: de encaje, corte sencillo, pero con una elegancia atemporal.
—Solo se ha usado una vez —comentó—. Está limpio, completo. Es especial.
No pregunté más. El precio era justo, y mi presupuesto ajustado no me permitía ser exigente. Me lo llevé a casa, agradecida por la oportunidad de lucir algo tan bonito en mi gran día.
Esa noche, colgué el vestido en mi habitación y lo observé durante horas. Imaginaba el pasillo, la música, a Daniel esperándome al final. Estaba enamorada, joven, tonta y feliz.

Capítulo 2: El descubrimiento
Los días previos a la boda fueron una mezcla de ansiedad y alegría. Cada noche, antes de dormir, me quedaba mirando el vestido, soñando con el futuro. Pero la noche antes de la boda, mientras lo planchaba con vapor y revisaba si tenía alguna arruga, noté algo extraño.
Debajo del forro, cerca del dobladillo, había una protuberancia pequeña, plana y dura. Me detuve, sintiendo un escalofrío. ¿Un defecto? ¿Un trozo de tela mal cosido?
La curiosidad fue más fuerte que el miedo. Busqué una aguja y abrí el forro con cuidado. Lo que encontré fue una carta, doblada varias veces, el papel antiguo y descolorido.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Desdoblé la carta con manos temblorosas y leí:
“SI ESTÁS LEYENDO ESTO, NO TE CASES CON ÉL. TE LO SUPLICO. ES PELIGROSO. YO SOLO LOGRÉ ESCAPAR ESA NOCHE. — M.”
Sentí que el vestido caía de mis manos. Me quedé helada, leyendo una y otra vez esas palabras. En el reverso, había una advertencia:
“SI ÉL TE REGALÓ ESTE VESTIDO, SIGNIFICA QUE YA LO HA HECHO ANTES.”
Pero… él no me lo había comprado. Lo compré yo. ¿Verdad? O… ¿fue él quien me sugirió ese lugar? La memoria se volvió confusa, los recuerdos se mezclaron.
Tomé mi teléfono y busqué la boutique en internet. Nada. Ni página web, ni dirección actualizada. Busqué en Google Maps. Nada. El escalofrío aumentó.

Capítulo 3: La búsqueda de la verdad
No podía quedarme tranquila. Conduje hasta la boutique, aunque era de noche y mi boda sería al día siguiente. El local estaba cerrado, abandonado. Las ventanas sucias, el interior cubierto de polvo. No había rastro de la anciana ni de ningún negocio reciente.
Toqué la puerta del local de al lado. Un chico joven abrió, con cara de recién despertado.
—Disculpa… ¿aquí había una boutique? —le pregunté.
Frunció el ceño.
—¿Boutique?
—Sí, de novias vintage. Una señora mayor la atendía…
Negó con la cabeza.
—Hermana… eso lleva cerrado como veinte años.
Sentí un escalofrío. La carta, el vestido, todo parecía imposible.
—Pero… yo acabo de comprar un vestido allí. Hace solo unos días.
El chico salió al pasillo, me miró de arriba abajo y susurró:
—Eres la tercera mujer en cinco años que pregunta lo mismo.
Me quedé helada.
—¿Qué pasó con las otras?
Se encogió de hombros.
—Una canceló la boda… y desapareció. La otra se casó. Lo último que supe es que desapareció en la luna de miel.
Corrí. Regresé al coche. Me quedé en silencio durante casi veinte minutos, intentando procesar lo que estaba ocurriendo.

Capítulo 4: La llamada
La carta seguía en mis manos. No sabía qué hacer. ¿Era una advertencia? ¿Una broma macabra? ¿O algo más?
Llamé a mi prometido, Daniel. No mencioné la carta, ni la boutique, ni al vecino. Solo le hice una pregunta sencilla:
—¿De dónde dijiste que venías antes de que nos conociéramos?
Hubo silencio. Luego respondió:
—¿Por qué me preguntas eso de repente?
Sentí que todo encajaba. Supe que la carta no era un accidente. Que el vestido de novia no era una coincidencia. Y que… mañana podría ser mi último día con vida.

Capítulo 5: El pasado oculto
Esa noche, no dormí. Me senté en la cama, con el vestido doblado a mi lado y la carta en la mano. Recordé cada momento con Daniel, cada conversación, cada gesto. ¿Había señales que no vi? ¿Secretos que ignoré?
Busqué en internet su nombre, su historia, sus redes sociales. Todo parecía normal. Pero la inquietud no se disipaba.
Pensé en la advertencia: “Si él te regaló este vestido, significa que ya lo ha hecho antes”. ¿Cuántas mujeres antes que yo habían recibido ese vestido? ¿Cuántas habían desaparecido?
La ansiedad me consumía. La imagen de la boutique abandonada, el vecino, la carta… todo se mezclaba en mi mente.

Capítulo 6: El día de la boda
El amanecer llegó rápido. Mi madre y mi hermana llegaron temprano para ayudarme a prepararme. Fingí normalidad, sonreí, acepté los cumplidos. Pero por dentro, el miedo era cada vez más fuerte.
Me puse el vestido, sintiendo el peso invisible de la historia que llevaba encima. Mi madre me abrazó, emocionada. Mi hermana me arregló el velo.
—Estás preciosa —dijeron.
Pero yo solo pensaba en la carta, en la advertencia, en las mujeres que desaparecieron.
La ceremonia fue sencilla, en una iglesia pequeña. Daniel me esperaba en el altar, sonriente, seguro. Pero sus ojos tenían algo diferente. Algo que nunca había notado antes.
Durante la ceremonia, sentí que el vestido pesaba más. Cada paso hacia Daniel era una lucha contra el miedo, contra la duda.

Capítulo 7: La decisión
Al salir de la iglesia, los invitados aplaudieron, lanzaron arroz y flores. Daniel me tomó de la mano, susurrando palabras dulces. Pero yo apenas podía respirar.
En la recepción, intenté disfrutar, bailar, reír. Pero el peso del vestido y el recuerdo de la carta me impedían sentirme feliz.
Mi hermana se acercó, preocupada.
—¿Estás bien? Pareces nerviosa.
—Solo estoy cansada —mentí.
Pero sabía que tenía que tomar una decisión. ¿Debía seguir adelante? ¿Podía confiar en Daniel?
Recordé las palabras del vecino: “Una canceló la boda… y desapareció. La otra se casó. Lo último que supe es que desapareció en la luna de miel.”

Capítulo 8: La confrontación
Esa noche, en la habitación del hotel, Daniel y yo estábamos solos. El vestido seguía puesto, como una armadura que no podía quitarme.
Daniel se acercó, tomó mis manos.
—¿Estás feliz? —preguntó.
—Sí —respondí, pero mi voz tembló.
Él me miró fijamente, como si intentara leer mis pensamientos.
—Sabes… nunca te he contado todo sobre mi pasado.
Sentí que el corazón se me detenía.
—¿Por qué no?
—No quería asustarte. Pero hay cosas que es mejor no saber.
Me aparté, sintiendo el miedo crecer.
—¿Qué cosas?
Daniel suspiró, bajando la mirada.
—He perdido a personas importantes. Mujeres que amé. Nunca supe qué pasó con ellas.
La carta, la advertencia, todo resonaba en mi cabeza.
—¿Por qué desaparecieron?
Él me miró, con una tristeza profunda.
—No lo sé. Pero siempre fue después de la boda.
El silencio se hizo pesado.

Capítulo 9: El vestido y la carta
Me quité el vestido con manos temblorosas. Saqué la carta y se la mostré a Daniel.
—¿Reconoces esto?
Él la leyó, palideciendo.
—¿Dónde la encontraste?
—Cosida en el forro del vestido.
Daniel se quedó en silencio, con los ojos fijos en la carta.
—No sabía que estaba ahí.
—¿Conoces a M.?
Negó con la cabeza.
—No. Pero… ese vestido lo compré para mi primera esposa. Ella desapareció la noche de la boda. Nunca la encontré.
Sentí que el mundo se derrumbaba.
—¿Por qué me sugeriste esa boutique?
Daniel me miró, confundido.
—No lo recuerdo. Solo pensé que sería especial.

Capítulo 10: La verdad
El miedo se transformó en rabia. Sentí que había sido manipulada, que mi vida estaba en peligro.
—¿Qué me estás ocultando? —exigí.
Daniel suspiró, derrotado.
—No lo sé. Juro que no lo sé. Solo sé que cada vez que me caso, algo pasa. Las mujeres desaparecen. El vestido… siempre está presente.
Me senté en la cama, temblando.
—¿Y la boutique?
—Nunca la he visto abierta. Solo la encontré la primera vez, hace veinte años.
La carta parecía una advertencia de otro tiempo, de otra vida.

Capítulo 11: La decisión final
Tenía que elegir. ¿Debía quedarme? ¿Debía huir?
Pensé en las mujeres que desaparecieron, en la boutique fantasma, en la anciana que me vendió el vestido. ¿Era todo una maldición? ¿Un ciclo sin fin?
Llamé a mi hermana y le pedí que viniera. Le conté todo, la carta, el vestido, la historia de Daniel.
—Tienes que irte —me dijo, decidida—. No puedes quedarte aquí.
Empaqué mis cosas, dejé el vestido en la habitación y salí del hotel. Daniel intentó detenerme, pero no lo permití.
—No puedo seguir contigo —le dije—. Hay algo oscuro en todo esto. No quiero ser la próxima en desaparecer.
Salí corriendo, sintiendo que escapaba de un destino escrito hace años.

Capítulo 12: El regreso
Regresé a casa de mi madre, temblando, llorando. Le conté todo. Ella me abrazó, rezando por mi seguridad.
Los días pasaron. Daniel intentó contactarme, pero nunca respondí. La boutique seguía cerrada, abandonada. Nadie sabía nada de la anciana.
La carta seguía conmigo, como un recordatorio de lo cerca que estuve de desaparecer.

Capítulo 13: Las otras mujeres
Busqué en archivos, en periódicos antiguos, en foros de internet. Encontré menciones de mujeres desaparecidas tras sus bodas, todas con vestidos vintage, todas relacionadas con la misma boutique.
Contacté a familiares de las desaparecidas. Sus historias eran similares: ilusión, miedo, desaparición.
La policía nunca encontró pruebas. Los casos quedaron abiertos, sin resolver.

Capítulo 14: El ciclo roto
Decidí publicar mi historia en redes sociales, advertir a otras mujeres. Recibí mensajes de agradecimiento, de miedo, de solidaridad.
La boutique se volvió leyenda urbana. Nadie volvió a ver a la anciana. El vestido desapareció. Daniel se mudó, nadie supo más de él.
Sentí que había roto el ciclo. Que, por primera vez, alguien había escapado.

Capítulo 15: Epílogo
Años después, sigo pensando en el vestido, en la carta, en la advertencia. Sigo buscando respuestas, pero aprendí a vivir con el misterio.
Mi vida siguió adelante. Encontré el amor, la paz, la felicidad. Pero nunca olvido lo cerca que estuve de desaparecer.
Cada vez que veo un vestido de novia en una tienda vintage, siento el peso invisible del pasado. Y rezo para que ninguna mujer vuelva a caer en la trampa.
Porque el vestido prestado nunca fue solo un vestido. Era una advertencia, una historia, una vida salvada.

FIN