Big Shaq Salva a una Mujer de un Incendio—Sin Saber que Ella Una Vez Le Salvó la Vida

La ciudad nunca duerme realmente. Incluso a las 2 a.m., las sirenas suenan, las luces parpadean, y en algún lugar, alguien está persiguiendo problemas o huyendo de ellos. Big Shaq no era de esos. Siempre corría hacia ellos.

El fuego comenzó pequeño—una chispa fugaz en medio de la noche, deslizándose por la vieja estructura de madera de Holloway Heights, un complejo de apartamentos envejecido en el lado oeste de la ciudad. Para cuando la alarma llegó a la estación, ya había consumido la mitad del edificio. Las llamas naranjas rugían contra el cielo negro, el espeso humo se retorcía en el aire como un monstruo vivo y respirante. Shaq apretó su casco, asegurándose de que estuviera bien colocado mientras el camión de bomberos chirriaba al detenerse. El calor lo golpeó incluso desde la distancia, una ola sofocante de destrucción.

El Radio crackeó: “Se confirma que hay ocupantes dentro. Tenemos reportes de al menos una persona atrapada en el tercer piso. Las escaleras están comprometidas.”

Shaq no dudó. “Tercer piso. Voy a entrar,” dijo, moviéndose antes de que alguien pudiera detenerlo.

“¡Shaq, espera!” gruñó su capitán, pero él ya había pasado la barricada, desapareciendo en el infierno.

El segundo en que entró, el mundo se transformó en caos. El humo espeso quemaba sus pulmones debajo de la máscara de oxígeno. Las llamas lamían las paredes, los pisos de madera crujían bajo el peso del fuego. La estructura completa estaba a punto de colapsar, pero Shaq se movía rápido, sus botas pesadas golpeando los tablones que crujían bajo sus pies.

Un grito—débil, apenas audible sobre el rugido del fuego.

Giró rápidamente, escaneando la niebla cambiante de humo. Allí—una figura acurrucada cerca de una ventana rota, tosiendo violentamente. Shaq se lanzó hacia ella, esquivando apenas una sección del techo que se desplomaba detrás de él. La mujer estaba encorvada contra el calor, su brazo protegiendo su rostro, el cabello rubio manchado de hollín.

La alcanzó en dos zancadas, cayendo de rodillas. “Oye, ¿me oyes?”

Ella levantó la vista, los ojos vidriosos, desenfocados. El humo la estaba asfixiando. No aguantaría mucho más. Shaq no perdió ni un segundo. La levantó en sus brazos, protegiéndola de los escombros que caían. Ella era ligera, frágil, su respiración superficial contra su pecho.

El edificio temblaba a su alrededor, gimiendo bajo el ataque implacable del fuego. “Mantente conmigo,” murmuró, corriendo de vuelta hacia la salida. Las llamas se enrollaban a lo largo de las paredes, serpenteando hacia él como si pudieran sentir el oxígeno fresco.

Las escaleras se habían ido—nada más que madera ardiendo y una caída mortal abajo. No había tiempo para pensar, solo moverse. Shaq ajustó su agarre, la sostuvo más cerca y tomó la única salida.

Por la ventana.

El vidrio estalló alrededor de ellos cuando Shaq se lanzó hacia adelante, atravesando el toldo del segundo piso antes de aterrizar violentamente sobre el pavimento. El dolor le recorrió el hombro, pero lo ignoró. La mujer se movió en sus brazos, tosiendo—pero estaba respirando.

Los paramédicos llegaron rápidamente, voces frenéticas, manos alcanzando para colocarla sobre una camilla. Alguien le dio una palmada en la espalda a Shaq, gritando algo sobre un gran rescate, pero él apenas lo registró.

Porque mientras el rostro de la mujer se inclinaba hacia las luces parpadeantes de la calle, algo en su mente encajó en su lugar. La conocía. O al menos, creía que sí.

La mujer fue llevada rápidamente hacia la ambulancia, su rostro cubierto por una máscara de oxígeno, parcialmente oculta por el hollín. Ella no lo miró, ni siquiera pareció darse cuenta de su presencia. Pero Shaq—él no pudo apartar la mirada. Y por primera vez en años, sintió como si hubiera visto un fantasma.

El fuego rugía detrás de ellos, pero Shaq ya no pensaba en eso. Su pecho estaba apretado, su respiración desigual. No por el humo, sino por algo más profundo. Algo que no podía explicar.

La forma en que se veía. La forma en que su cabello rubio caía sobre su mejilla.

No era solo familiaridad.

Era certeza.

Había visto esa cara antes.

Pero, ¿dónde?

La Conexión Oculta

Ellie Carter despertó en una cama de hospital, su respiración agitada. El sonido de los monitores y las luces suaves la rodeaban, creando una atmósfera tranquilizadora pero extraña. Cuando sus ojos se enfocaron, vio a un hombre de pie junto a la ventana, observándola. Alto, de hombros anchos, vestido con ropa oscura. Su silueta era imponente, pero su postura algo inquietante. No solo la miraba, la estudiaba, como si fuera un rompecabezas con una pieza faltante.

Ellie tragó saliva, su garganta seca. “¿Quién…?”

El hombre dio un paso lento hacia ella. Shaq.

Ella no sabía su nombre, pero había algo—algo familiar—en la forma en que se comportaba. Seguro, pero reservado. Sus ojos oscuros parpadeaban con algo indescifrable, como si estuviera atrapado entre el reconocimiento y la incredulidad.

“Despiertas,” dijo, su voz baja.

Ellie lamió sus labios. “¿Lo hiciste tú…?”

“Te saqué de ahí.”

Las palabras se quedaron pesadas entre ellos.

“Gracias,” susurró. Se sintió demasiado pequeña, demasiado insignificante para lo que él había hecho.

Shaq no reaccionó. Solo siguió mirándola.

Ellie se movió incómoda bajo su mirada. “¿Nos conocemos?”

La mandíbula de Shaq se tensó. Abrió la boca, luego la cerró de nuevo—como si estuviera ponderando su respuesta. Finalmente, exhaló.

“No,” dijo. “No lo creo.”

Pero la forma en que lo dijo, hizo que Ellie dudara de su respuesta.

El Pasado que No Puede Ser Olvidado

El fuego se apagaba, pero una misteriosa chispa se encendía. Shaq sabía una cosa con certeza: Ellie Carter no era solo otro rescate. Ella formaba parte de su pasado. Y si el fuego no fue un accidente, eso significaba una cosa.

Alguien quería que ella fuera borrada.

Y ahora, Shaq tenía que averiguar por qué.

Antes de que terminen lo que empezaron.