Claudia Shainbaum llama al Omar Harfuch a las 3 aasta que el Omar Harf esto. El teléfono vibró con furia sobre la mesa de noche. Omar Harfuch abrió los ojos de golpe, la habitación aún sumergida en oscuridad. El reloj digital marcaba las 3:07 a. Solo cinco personas tenían ese número privado y ninguna llamaría a esa hora sin un motivo grave. Harfuch contestó con voz seca, completamente despierto en cuestión de segundos. Omar, soy yo. La voz de la presidenta Claudia Shainbo sonaba tensa, desprovista de cualquier formalidad.

Necesito que vengas a Los Pinos ahora mismo. Ha ocurrido algo. No puedo discutirlo por teléfono. El estómago de Harfuch se contrajo. En sus años como secretario de seguridad había aprendido que las llamadas a estas horas nunca traían buenas noticias. Nivel de emergencia máximo. El país podría cambiar después de esta noche. La comunicación se cortó antes de que pudiera responder. Harfuch se levantó de un salto, su mente procesando posibilidades mientras se vestía mecánicamente. Atentado terrorista. Crisis diplomática, detención de un capo importante.

Su teléfono volvió a vibrar. Un mensaje de texto. Ven solo. Ni escoltas ni chóeres. Entrada norte. 20 minutos después, Harfuch conducía su vehículo personal, un sedán negro sin distintivos oficiales. La Ciudad de México dormía bajo una fina capa de neblina que difuminaba las luces de la metrópoli. Las calles desiertas permitían avanzar rápidamente por avenidas normalmente congestionadas. Su mente trabajaba a toda velocidad, repasando los informes de inteligencia de las últimas 72 horas, buscando alguna señal que hubiera pasado por alto.

Al acercarse a la residencia presidencial notó algo inusual. Los puestos de control habituales parecían reducidos al mínimo. Solo dos guardias en la entrada norte, cuando normalmente habría al menos seis. Los hombres lo reconocieron de inmediato y con un gesto tenso le indicaron avanzar sin el procedimiento estándar de revisión. La residencia estaba inusualmente silenciosa. Un asistente lo esperaba en la entrada lateral, su rostro una máscara impenetrable. Por aquí, señor secretario, lo condujo no hacia el despacho oficial, sino hacia una sala de conferencias subterránea que Harfuch conocía bien, la Cámara Segura, donde solo se discutían los asuntos más sensibles de seguridad nacional.

El espacio estaba completamente aislado de señales exteriores a prueba de escuchas. Al entrar encontró a la presidenta Shane Baum de pie junto a una mesa de conferencias. No estaba sola. Tres personas más ocupaban asientos alrededor de la mesa. El general Jiménez, jefe del Estado Mayor Conjunto, Elena Vargas, directora del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, y sorprendentemente el embajador estadounidense Robert Miller. “Omar”, dijo la presidenta sin preámbulos, “siéntate.” Tarfuch obedeció estudiando los rostros a su alrededor. Todos mostraban la misma expresión grave.

Hace dos horas comenzó Shaba. Recibimos información crítica de nuestros aliados. Asintió hacia el embajador. Lo que voy a decirte no puede salir de esta habitación. Miller deslizó una tableta hacia Harf. En la pantalla apareció una serie de fotografías satelitales y lo que parecían ser transcripciones de comunicaciones encriptadas. Hace aproximadamente 6 horas, continuó la presidenta, una unidad de inteligencia conjunta México Estados Unidos interceptó comunicaciones que indican un complot para asesinar a tres figuras clave del gobierno mexicano en las próximas 48 horas.

Hizo una pausa. Yo soy el objetivo principal. Tú eres el segundo. Harf mantuvo su expresión neutra mientras revisaba los documentos. Las comunicaciones interceptadas eran fragmentarias pero alarmantes. Códigos que reconoció asociados con la federación, una alianza entre los carteles más poderosos que había emergido en los últimos años. ¿Qué hay del tercer objetivo?, preguntó la presidenta. Intercambió una mirada con Vargas. El fiscal general, respondió la directora del SISEN. Ya hemos implementado medidas de protección para él, pero hay otro problema.

Vargas presionó un botón y una imagen apareció en la pantalla principal de la sala. Un hombre de rostro severo que Harfuch reconoció al instante. Creemos que tenemos un infiltrado en los niveles más altos de la administración. El rostro era el de Santiago Mendoza, secretario de Gobernación y uno de los hombres más poderosos del gabinete presidencial. una persona en quien Harfuch nunca había confiado completamente, pero cuyas credenciales parecían impecables. “Evidencia”, preguntó Harfuch, su voz manteniendo una calma profesional que contrastaba con la tormenta interior que sentía.

Patrones de comunicación sospechosos, respondió Miller, y movimientos financieros que no hemos podido rastrear completamente. Pero lo más preocupante es esto. Deslizó otro documento. Hace tres semanas información clasificada sobre las rutas de seguridad presidencial fue comprometida. Solo ocho personas tenían acceso a esa información y Mendoza es una de ellas, concluyó Harfuch. La presidenta asintió lentamente. Omar, necesito que te encargues personalmente de esto, nadie más. Si hay un topo en mi gabinete, no puedo confiar en los canales regulares.

¿Qué sugiere exactamente, señora presidenta? La mirada de Shane Baum se endureció. Necesito que lo investigues y si es necesario lo detengas, sin alertarlo, sin procesos formales por ahora, solo tú y un equipo mínimo de tu absoluta confianza. Harfuch sintió el peso de lo que le pedía. Era una solicitud que bordeaba los límites de la legalidad, incluso para el secretario de seguridad. Tengo 48 horas para evitar un magnicidio y detener a un posible traidor en el gabinete”, resumió Harfush.

“¿Alguna restricción en mis métodos?” “Solo una”, respondió la presidenta. “No falles. ” El amanecer comenzaba a filtrar sus primeras luces cuando Omar Harfuch dejó los pinos. Su mente trabajaba metódicamente evaluando opciones, descartando escenarios, construyendo un plan. La magnitud de lo que enfrentaba era abrumadora, un complot de asesinato contra la cúpula del poder mexicano y un posible traidor en el círculo más cercano a la presidenta. La Ciudad de México comenzaba a despertar. Vendedores ambulantes preparaban sus puestos. Trabajadores madrugadores abordaban el metro.

La enorme maquinaria urbana se ponía en marcha sin saber que en las sombras se gestaba una amenaza que podría desestabilizar al país entero. Harfuch se detuvo en un café anónimo en la colonia Condesa. Necesitaba pensar fuera de los espacios oficiales. Ordenó un café negro y se sentó en una esquina con vista a la calle. su espalda contra la pared, vieja costumbre de quien ha sobrevivido a un atentado. Santiago Mendoza. El nombre resonaba en su mente. Político de carrera con tres décadas en el servicio público, respetado, temido incluso, amigos en todos los sectores, desde empresarios hasta líderes sindicales.

Un hombre astuto cuya lealtad siempre había sido cuestionable, al menos para Harfuch. habían chocado en el pasado sobre estrategias de seguridad, pero nada que sugiriera una traición de esta magnitud. Su teléfono vibró. Un mensaje encriptado de Elena Vargas. Archivo listo. Protocolo Águila. El Protocolo Águila era un sistema de comunicación de emergencia diseñado para situaciones exactamente como esta. significaba que podía acceder a información clasificada a través de un servidor seguro y temporal. Harfó el café y caminó tres cuadras hasta llegar a un hotel de mediana categoría.

Reservó una habitación en efectivo usando una de sus identidades alternativas oficiales. Una vez dentro, sacó una laptop especial de su maletín diseñada por el Seen para comunicaciones ultraseguras. Al acceder al servidor temporal encontró un archivo masivo sobre Santiago Mendoza, movimientos financieros, registros telefónicos itinerarios de los últimos 6 meses, propiedades, contactos conocidos y sospechosos. Algo llamó su atención casi de inmediato. Tres viajes a Sinaloa en los últimos dos meses, solo uno de ellos registrado oficialmente. Los otros dos aparecían como visitas personales en la agenda privada de Mendoza, pero coincidían con movimientos significativos en cuentas bancarias offshore vinculadas indirectamente a él.

También había registros de llamadas a un número en particular. Siempre desde teléfonos desechables, nunca desde su línea oficial. El número pertenecía a un empresario aparentemente legítimo, Fernando Altamirano, dueño de una cadena de hoteles de lujo. Pero Harfuch reconoció el nombre de inmediato. Inteligencia llevaba años sospechando que Altamirano era un lavador de dinero para la federación. Otra pieza del rompecabezas encajó cuando revisó los movimientos de Mendoza en la última semana. Había cancelado dos compromisos oficiales para reunirse con asesores privados en una finca en las afueras de la ciudad.

Los nombres de estos asesores no aparecían en ningún registro. Su instinto le decía que ahí estaba la clave. Necesitaba saber quiénes eran esos asesores y qué se había discutido en esa finca, pero investigar al secretario de Gobernación, sin alertarlo, requeriría recursos que no podía movilizar oficialmente. Harfuch tomó una decisión, marcó un número que raras veces usaba. Necesito verte ahora, dijo cuando respondieron. 40 minutos después, Harfuch entraba por la puerta trasera de un taller mecánico en Istapalapa. El lugar era una fachada, lo sabían pocos.

En el sótano operaba uno de los centros de inteligencia no oficiales que Harfuch había establecido cuando era jefe de la policía de la Ciudad de México. Lo recibió Marcos Vega, exmilitar de operaciones especiales, reconvertido en uno de sus agentes de confianza. A su lado estaba Sofía Durán, la mejor analista de datos que Jarfuch había conocido, y Diego Robles, experto en vigilancia electrónica. Los tres formaban parte de su equipo personal, personas que le debían lealtad directamente a él, no al gobierno.

“Señor”, saludó Vega con formalidad militar. “El equipo está completo.” Harfuch observó la sala. Equipos de vigilancia avanzados, estaciones de trabajo, armamento discreto, todo fuera de los registros oficiales. Tenemos 46 horas para evitar una catástrofe, comenzó y no podemos confiar en nadie fuera de esta habitación, les explicó la situación omitiendo solo los detalles más sensibles. Les mostró la información sobre Mendoza y las conexiones sospechosas. Sofía dijo dirigiéndose a Durán, “Necesito todo sobre esa finca en las afueras. Propietarios reales, entradas y salidas, sistema de seguridad.

Diego, quiero vigilancia completa sobre Mendoza. Cada llamada, cada mensaje, cada movimiento sin que lo detecte. Marcos, prepara un equipo de intervención. Cuatro hombres los mejores. Si confirmamos la traición, actuaremos inmediatamente. Mientras el equipo se ponía en movimiento, Harfuch contemplaba el siguiente paso. Necesitaba evidencia concreta antes de acusar al segundo hombre más poderoso del gobierno mexicano y necesitaba obtenerla antes de que los asesinos hicieran su movimiento. Hay algo más”, dijo Sofía, que ya había comenzado a analizar los datos.

Mendoza tiene programada una reunión hoy a las 2 pm. No aparece en su agenda oficial, pero reservó una sala privada en el restaurante Pujol. ¿Con quién? Es lo extraño. La reserva está a nombre de Roberto Sánchez. Harfuch frunció el ceño. El periodista. Roberto Sánchez era uno de los periodistas de investigación más respetados del país, conocido por sus reportajes sobre corrupción gubernamental y vínculos con el narcotráfico. Había ganado premios internacionales por destapar escándalos que involucraban a políticos de alto nivel.

Un hombre con reputación intachable. “¿Por qué Mendoza se reuniría en secreto con Sánchez?”, murmuró Harfuch. Tal vez está filtrando información”, sugirió Diego. “O tal vez Harfuch completó el pensamiento. O tal vez Sánchez también está involucrado. La idea era perturbadora, pero en este juego nadie estaba por encima de toda sospecha. Marcos, cambio de planes. Tú y yo iremos a esa reunión. Necesito escuchar lo que dicen. Señor, si me permite, intervino Sofía, creo que tengo una forma más segura de hacerlo.

A las 13:45, Omar Harfuch estaba sentado en una mesa discreta del restaurante Pujol, uno de los más exclusivos de la Ciudad de México. Vestía un traje gris conservador y gafas de lectura con montura discreta, no para mejorar su visión, sino porque contenían una microcámara conectada al centro de operaciones improvisado. El restaurante, famoso por su cocina de autor, ofrecía salas privadas para encuentros que requerían discreción. La estrategia de Sofía había sido brillante en su simplicidad, hacerse con la reservación contigua a la de Mendoza.

Señor Navarro, su mesa está lista”, dijo el anfitrión utilizando el alias temporal de Harfuch. Lo guiaron a un gabinete privado separado de la sala adyacente por un biombo de madera artesanal diseñado para crear intimidad, pero permitiendo que el sonido atravesara lo suficiente si uno prestaba atención. Confirmen audio”, murmuró Harfuch ajustándose la corbata donde ocultaba un micrófono miniaturizado. “Cristalino”, respondió la voz de Diego en el pequeño auricular que llevaba. Mendoza acaba de llegar. Está en la entrada. Sánchez ya está dentro.

Llegó hace 5 minutos. Carfuch ordenó un whisky que no tenía intención de beber y desplegó documentos sobre la mesa fingiendo ser un hombre de negocios esperando a un socio. Del otro lado del biombo escuchó movimiento, voces saludándose. Reconoció al instante el tono grave y pausado de Santiago Mendoza. “Roberto, gracias por venir con tan poco aviso”, dijo Mendoza. Tu mensaje sonaba urgente”, respondió una voz que presumiblemente pertenecía al periodista. Aunque debo decir que me sorprendió. No es habitual que el secretario de Gobernación solicite reuniones secretas con periodistas que investigan corrupción gubernamental.

Una risa corta y seca de Mendoza. Vivimos tiempos inusuales. Harfuch escuchó el sonido de líquido siendo servido, copas chocando. Al grano, Santiago, que es tan importante que no podía esperar. Un silencio. Luego la voz de Mendoza notablemente más baja. Tengo información sobre un golpe de estado en desarrollo. Harfuch se tensó, su mano apretando involuntariamente el vaso frente a él. Un golpe. La incredulidad era evidente en la voz de Sánchez. Militar, no exactamente. Más bien una purga interna orquestada por elementos dentro del propio gobierno, específicamente por Omar Harfch.

Harf conuvo una exclamación. La acusación era tan inesperada como absurda. Mendoza intentaba desviar la atención acusándolo a él. Esa es una acusación extraordinaria. dijo Sánchez, su voz cautelosa. Harfá el brazo derecho de la presidenta. Precisamente está usando esa posición para eliminar a sus rivales políticos. Comenzó a construir un expediente falso contra mí hace meses y no soy el único en su lista. ¿Tienes pruebas? Las tengo. Documentos que demuestran que Harfuch ha estado fabricando evidencia, manipulando investigaciones. Está construyendo un caso para acusarme de vínculos con el crimen organizado.

¿Por qué me cuentas esto a mí? Porque eres el único periodista en México con la credibilidad y el valor para publicar algo así. Si me arrestan mañana, quiero que la verdad salga a la luz. Harfuch escuchaba incrédulo. Era una jugada brillante. Mendoza estaba anticipándose, preparando una defensa pública en caso de ser descubierto. Cualquier acción contra él parecería confirmar su historia. Te escucho, Santiago, pero necesitaré ver esos documentos”, dijo Sánchez y corroborar la información por mi cuenta. Por supuesto, el sonido de un maletín abriéndose.

Aquí tienes copias de todo, nombres, fechas, transacciones bancarias falsificadas con mi nombre, comunicaciones interceptadas ilegalmente, un completo trabajo de fabricación. Hubo un silencio mientras presumiblemente Sánchez revisaba los documentos. “Esto es sustancial”, dijo finalmente el periodista, “Pero también explosivo. Estamos hablando del secretario de seguridad, un hombre con apoyo popular considerable. Por eso necesito tu ayuda, Roberto. La presidenta confía ciegamente en él. Yo solo no puedo enfrentarlo sin que parezca una simple rivalidad política. ¿Y qué hay de este supuesto golpe?

¿Cuál es el objetivo final según tú? Control total del aparato de seguridad. Harfush ha estado consolidando poder desde que asumió el cargo. Ha colocado a su gente en posiciones clave. Ha creado unidades operativas que le responden solo a él. está construyendo un estado paralelo dentro del estado. Harfuch apretó los dientes. La narrativa que Mendoza estaba tejiendo mezclaba hábilmente verdades parciales con mentiras completas. Efectivamente, Harfch había creado unidades especiales fuera de la estructura regular, precisamente para casos como este, donde la corrupción podía haber penetrado los canales oficiales.

¿Y cuál sería el próximo paso de Harfuch?, preguntó Sánchez. un incidente fabricado, algo dramático que justifique medidas extremas, un atentado quizás o una amenaza creíble contra la presidenta, algo que le dé carta blanca para proteger al gobierno, eliminando a quienes considera obstáculos. Arfuch sintió un escalofrío. Mendoza no solo estaba cubriéndose las espaldas, estaba describiendo exactamente lo que estaba sucediendo, pero invirtiendo los papeles. Cualquier medida que Jarfou tomara ahora encajaría perfectamente en la narrativa del golpe que Mendoza estaba construyendo.

“Roberto, ¿hay algo más que debes saber?”, continuó Mendoza bajando aún más la voz. “Creo que mi vida corre peligro. Si algo me sucede en los próximos días, sabrás quién es el responsable. ¿Has informado a la presidenta de tus sospechas? Una pausa. He intentado hablar con ella, pero Harfuch ha limitado efectivamente mi acceso. Cualquier acusación directa sin pruebas sólidas sería suicidio político. Harfuch había escuchado suficiente, murmuró en su micrófono. Diego, necesito todo lo que tengan sobre Roberto Sánchez.

conexiones, finanzas, comunicaciones, todo. La conversación al otro lado continuaba, pero Harfuch ya había captado la estrategia. Mendoza estaba creando un seguro de vida mediático. Si Harfuch lo detenía ahora, la historia de Sánchez confirmaría aparentemente las acusaciones de un golpe interno. Arfouch debía moverse con extrema cautela. Si Mendoza realmente estaba trabajando con la federación para un atentado contra la presidenta, el tiempo se agotaba. Pero acusarlos sin pruebas irrefutables ahora sería desastroso. Necesitaba evidencia concreta que vinculara a Mendoza directamente con el complot de asesinato y la necesitaba antes de que fuera demasiado tarde.

Cuando la reunión entre Mendoza y Sánchez terminó, Harfuch esperó prudentemente antes de salir. Yo a Mendoza abandonar el restaurante, su rostro compuesto y confiado, sin mostrar ni un atismo de la traición que posiblemente estaba orquestando. “Señor, la voz de Sofía sonó en su oído. Tenemos algo sobre la finca. no va a creer quién es el verdadero propietario. La tarde caía sobre la Ciudad de México cuando Harfch llegó al punto de encuentro, un almacén abandonado reconvertido en centro de operaciones temporal en la zona industrial de Vallejo.

El lugar, antiguo depósito de una empresa textil quebrada ofrecía la combinación perfecta de aislamiento y accesibilidad que necesitaban. Marcos Vega lo esperaba en la entrada, su postura tensa revelando que las noticias no eran buenas. “La finca pertenece a Joaquín Salazar”, anunció Sofía sin preámbulos en cuanto Harfuch entró a la sala principal. El nombre cayó como una bomba. Joaquín Salazar, hermano menor de Ricardo el Tigre Salazar, uno de los líderes más brutales de la federación. Oficialmente, Joaquín era un empresario legítimo dedicado a la agricultura de exportación.

En realidad, todos los servicios de inteligencia sabían que era el principal operador financiero del cártel. ¿Estás completamente segura?, preguntó Harfuch, aunque ya conocía la respuesta. Sofía nunca compartía información sin verificarla exhaustivamente. La propiedad está registrada a nombre de Inversiones Altiplano, una empresa fantasma constituida en Panamá”, explicó Sofía proyectando documentos en una pantalla improvisada. “Pero seguimos el rastro del dinero a través de tres capas de empresas hasta llegar a Corporativo Salazar, donde Joaquín es el accionista principal. ” Harf estudió los documentos, su mente procesando las implicaciones.

Si Mendoza se había reunido en una propiedad vinculada directamente con la federación, la evidencia circunstancial se fortalecía considerablemente. ¿Qué sabemos sobre estas reuniones? Tenemos registros, fotografías. Diego avanzó con su laptop. La finca tiene un sistema de seguridad impresionante. Cámaras, guardias armados. inhibidores de señal, pero una sonrisa de satisfacción cruzó su rostro. Cometieron un error. Su sistema CSTV está conectado a un servidor en la nube para almacenamiento. Tomó tiempo, pero logramos acceso. En la pantalla aparecieron imágenes de vigilancia fechadas tres días atrás.

Mendoza entrando a la finca saludando cordialmente a dos hombres. Uno de ellos era inconfundible, Joaquín Salazar, el otro, “Fernando Altamirano”, murmuró Harfuch, reconociendo al supuesto empresario hotelero sospechoso de lavado de dinero. “No hay audio”, explicó Diego. “Pero tenemos aproximadamente 2 horas de video de esa reunión.” Las imágenes mostraban a los tres hombres en lo que parecía ser una discusión intensa. En un momento, Salazar desplegó lo que parecían ser planos sobre una mesa. Mendoza los estudió con atención, señalando puntos específicos.

“Necesitamos identificar esos documentos”, dijo Harfuch. Sofía, amplia esa sección y mejora la resolución. Trabajaron durante varios minutos intentando clarificar las imágenes pixeladas. Finalmente, con ayuda de software de mejora, lograron distinguir algunos detalles. “Son planos arquitectónicos,”, confirmó Sofía. “y por la estructura diría que Los Pinos”, completó Harfuch reconociendo el diseño de la residencia presidencial. Están planeando el ataque. La evidencia era ahora mucho más sólida, aunque todavía insuficiente para una acusación formal. Necesitaban más. ¿Qué hay sobre Roberto Sánchez?, preguntó Harfuch recordando la reunión que había presenciado.

Es complicado, respondió Diego. Su historial es impecable. 20 años como periodista, premios nacionales e internacionales. Ha expuesto casos de corrupción que han llevado a la caída de políticos poderosos. Pero intervino Sofía, encontramos algo irregular en sus finanzas personales. En los últimos tres meses ha recibido transferencias significativas a una cuenta en Islas Caimán. El origen aparente es una fundación para la libertad de prensa, pero cuando investigamos más a fondo, déjame adivinar, dijo Harfuch. La fundación está vinculada a inversiones altiplano.

Sofía asintió. No directamente, pero siguiendo la cadena de propiedad. Sí, parece que han estado comprando al periodista. La pieza final encajaba. Mendoza no solo estaba preparando su defensa pública, sino que lo hacía a través de un periodista respetado que ya había sido corrompido por la organización. “Tenemos suficiente para actuar contra Mendoza”, dijo Marcos verbalizando lo que todos pensaban. Harfuch negó con la cabeza. No es tan simple. Tenemos evidencia circunstancial fuerte, pero no prueba definitiva del complot de asesinato.

Y si movemos ficha ahora, Sánchez publicará su historia sembrando dudas sobre nuestras motivaciones. Entonces, ¿qué hacemos?, preguntó Diego. El tiempo se acaba. Arfouch guardó silencio por un momento, considerando sus opciones. Finalmente tomó una decisión. Necesitamos infiltrar esa finca, obtener pruebas directas de la conspiración. Es prácticamente una fortaleza objetó Marcos. Guardias armados, sistemas de vigilancia. Precisamente por eso no esperarán que alguien intente entrar, respondió Harfch. Y tenemos una ventaja. Conocemos sus sistemas gracias al acceso que obtuvo Diego.

El plan que Harfuch esbozó era arriesgado. Marcos y él se infiltrarían en la finca esa misma noche. Mientras tanto, Sofía y Diego continuarían buscando más conexiones entre Mendoza y la Federación. Una cosa más, añadió Harfouch, necesito que investiguen específicamente los movimientos de Mendoza en las próximas 24 horas. Si están planeando un atentado, probablemente intentará establecer una coartada sólida. Mientras ultimaban los detalles, Harfuch recibió un mensaje encriptado de la presidenta Shane Baum. Informe de situación requerido. Oficina privada 20 erorera.

Esto complicaba las cosas. La infiltración en la finca tendría que esperar hasta después de la reunión con la presidenta. Y Harf aún no tenía pruebas concluyentes para presentarle. Preparen todo para esta noche, ordenó Harfuch. Pero no actúen hasta que yo regrese. Cuando salía del almacén, notó un vehículo negro estacionado a cierta distancia. Podría ser coincidencia, pero sus años en seguridad le habían enseñado a desconfiar de las coincidencias. Marcos dijo en voz baja, creo que nos están vigilando.

Vehículo negro, tres coches más adelante. Verifica y reporta. Zin esperar respuesta. Harfuch se dirigió hacia su auto, manteniendo una apariencia de normalidad. Si realmente los estaban observando, lo último que necesitaban era alertarlos. Mientras conducía hacia la residencia presidencial para su reunión con Shaba, una pregunta inquietante persistía en su mente. ¿Qué sabía exactamente Mendoza sobre la investigación en su contra? ¿Y hasta qué punto se había infiltrado en las estructuras de seguridad del gobierno? La respuesta, sospechaba Harfuch, podría determinar si viviría lo suficiente para ver el amanecer.

Los Pinos se erguía imponente bajo el manto nocturno, sus luces tenues, proyectando sombras alargadas sobre los jardines meticulosamente cuidados. Carfuch atravesó los múltiples controles de seguridad, notando con aprobación que los protocolos de máxima seguridad estaban activados. Guardias adicionales, revisiones más rigurosas, rutas alternativas. Claudia Shabown lo esperaba en su despacho privado, un espacio sobrio que reflejaba la personalidad pragmática de la presidenta. A diferencia de sus predecesores, Shimbaum había rechazado los lujos tradicionales, prefiriendo un ambiente funcional que algunos críticos consideraban austero.

Omar lo saludó sin levantarse de su escritorio. Cierra la puerta. Arfuch obedeció que estaban completamente solos, sin asistentes ni personal de seguridad dentro del despacho, una rareza para las reuniones presidenciales. “Tengo entendido que has estado muy ocupado hoy”, dijo Shainbaum, su tono neutral, pero sus ojos escudriñando cada reacción de Harfuch, siguiendo sus instrucciones. “Señora presidenta, ¿y qué has descubierto?” Harf consideró cuidadosamente su respuesta. Necesitaba ser franco sin alarmar innecesariamente a la presidenta. Y más importante aún, necesitaba su autorización para proceder con acciones que técnicamente podrían considerarse extrajudiciales.

La amenaza es real, comenzó. Y Santiago Mendoza está involucrado explicó metódicamente los hallazgos. Las reuniones con miembros conocidos de la federación, los planos de Los Pinos, las transferencias financieras sospechosas, la reunión con el periodista Sánchez, Shain Baum lo escuchó sin interrumpir, su rostro cada vez más grave. Entonces Mendoza está organizando un atentado contra mí y simultáneamente preparándose para acusarte si lo descubres, resumió la presidenta. Una estrategia elaborada. Así parece, señora presidenta. ¿Tienes pruebas concluyentes? ¿Algo que podamos presentar ante un juez?

Evidencia circunstancial fuerte, pero no la pistola humeante, admitió Harfush. Necesito más tiempo. Shane Baum se levantó y caminó hacia la ventana, contemplando brevemente el jardín iluminado por la luna. Cuando se volvió, su expresión se había endurecido. No tenemos más tiempo, Omar. Según inteligencia, el atentado podría ocurrir en cualquier momento en las próximas 36 horas, posiblemente durante mi visita a Oaxaca mañana. Esto era nueva información para Harf. visita a Oaxaca. No estaba en su agenda oficial. Se añadió esta tarde inauguración de un hospital.

Shinbaum hizo una pausa y Santiago insistió en acompañarme. Las implicaciones eran claras. Si Mendoza había logrado modificar la agenda presidencial e incluirse en el viaje, el ataque podría estar planeado para Oaxaca, no para la Ciudad de México. “Debe cancelar ese viaje”, dijo Harf inmediatamente. “No puedo,”, respondió Shainbaum. sería mostrar nuestra mano. Si Mendoza sospecha que lo hemos descubierto, podría acelerar sus planes o desaparecer temporalmente, dejándonos sin pruebas y sin poder neutralizar la amenaza completamente. Harf comprendió la lógica, aunque no le gustaba el riesgo.

“Entonces, permítame detenerlo esta noche”, propuso. “Tenemos suficiente para una detención preventiva bajo protocolos de seguridad nacional. La presidenta negó con la cabeza políticamente sería desastroso, sin evidencia incontrovertible. Mendoza tiene aliados poderosos en el Congreso y el Poder Judicial, sin mencionar su plan de respaldo con el periodista. ¿Qué sugiere entonces? Que vengas conmigo a Oaxaca. Respondió Shimbaum. Quiero a Santiago cerca donde puedas vigilarlo, y quiero descubrir quiénes son sus cómplices en terreno. Estaríamos usando a la presidenta como cebo objetó Harfush, algo que raramente hacía con su superior.

Estaré protegida por el mejor equipo de seguridad del país, encabezado por ti, replicó Shabom. Y mientras tanto, tu equipo puede obtener las pruebas definitivas que necesitamos. Harfuch sopesó la propuesta, era arriesgada, pero también ofrecía una oportunidad única de atrapar a Mendoza infraganti. Con su permiso, necesitaré libertad total de acción en caso de emergencia, dijo. Finalmente, Shane Baum asintió comprendiendo lo que pedía. La tienes. Haz lo necesario para garantizar la seguridad nacional. Obera, en efecto, una autorización para actuar fuera de los canales habituales si la situación lo requería.

Una cosa más, añadió Harfuch. Necesito acceso completo a los planes de seguridad del viaje y quiero hacer cambios de último momento que solo conoceremos usted y yo. Autorizado, respondió la presidenta. Ahora ve y prepara todo. Salimos a las 7 a. Cuando Harfuch salió del despacho presidencial, su mente ya estaba planificando la compleja operación. Necesitaba coordinar con su equipo la infiltración en la finca, mientras él mismo se preparaba para acompañar a la presidenta a lo que podría ser una trampa mortal.

Al llegar a su vehículo, encontró un mensaje encriptado de Marcos. Confirmado. Éramos vigilados. Neutralizamos al observador. Es uno de los nuestros. Seguridad interna. Harfuch maldijo en silencio. Si seguridad interna lo estaba vigilando, significaba que las sospechas de Mendoza ya habían contaminado los canales oficiales. O peor, que Mendoza tenía aliados en el departamento encargado de vigilar a los propios agentes de seguridad, respondió brevemente. Mantenénlo aislado. Interrogatorio completo. Cambio de planes. reunión de emergencia en punto de respaldo alfa en 30 minutos.

Mientras conducía tratando de determinar si también lo seguían ahora, Harfuch recibió otra comunicación, esta vez de Sofía. Descubrimos algo sobre el ataque. No es solo la presidenta. Hay una lista. Cinco objetivos. Código en clave, limpieza total. La noche avanzaba cuando Harfuch llegó al punto de respaldo Alfa, un departamento anónimo en la colonia Roma que mantenía bajo una identidad falsa precisamente para situaciones como esta. El lugar austero y funcional contenía lo esencial: Equipos de comunicación seguros, armamento y provisiones básicas.

Su equipo llegó en intervalos calculados, usando diferentes rutas para evitar ser rastreados. Marcos fue el último en aparecer, trayendo consigo un hombre esposado y con los ojos vendados, el agente de seguridad interna que los había estado vigilando. “Su nombre es Javier Montero”, informó Marcos, empujando al hombre hacia una silla. 10 años en el servicio, actualmente asignado a la unidad de contrainteligencia. Lo encontramos con equipo de vigilancia avanzada monitoreando nuestras comunicaciones. Harfush observó a la gente cautivo. Era joven, probablemente 30 y pocos años, con el físico tenso de alguien entrenado para operaciones de campo.

¿Quién dio la orden de vigilarnos?, preguntó Harfuch sin preámbulos. Montero mantuvo la compostura. Estoy operando bajo protocolos oficiales. Mi detención constituye un delito federal. Estamos más allá de protocolos en este momento, respondió Harfouch, su voz calmada pero implacable. La seguridad nacional está en juego, así que repito, ¿quién dio la orden? Autorización directa del director de seguridad interna, Gabriel Izquierdo. Izquierdo. Un nombre que Harfuch conocía bien. Un burócrata competente pero cauteloso. No el tipo de persona que iniciaría una operación contra el secretario de seguridad sin una autorización de muy alto nivel.

¿Por qué nos vigilaban? Montero dudó, pero algo en la mirada de Harfuch debió convencerlo de que no tenía sentido resistirse. Hay preocupaciones sobre sus actividades extraoficiales, señor secretario, rumores de que está operando una unidad paralela sin supervisión adecuada. ¿Y quién planteó estas preocupaciones? Vino desde arriba. No tengo esa información. Harfch intercambió una mirada con Marcos. Ambos sabían que desde arriba probablemente significaba Santiago Mendoza. ¿Qué sabe sobre la operación Limpieza total? Preguntó abruptamente Harfuch. La reacción fue inmediata.

Un ligero ensanchamiento de los ojos, un tensamiento de la mandíbula. Montero conocía el código. “No sé de qué está hablando”, respondió, pero su lenguaje corporal lo traicionaba. Harfush se acercó invadiendo deliberadamente el espacio personal de la gente. Voy a ser muy claro, Montero. En este momento podría estar colaborando con una conspiración para asesinar a la presidenta. Eso es traición. ¿Y sabes cuál es la pena para ese delito? Yo no, comenzó Montero, pero Harfuch lo interrumpió. O puedes cooperar ahora, ayudarnos a detener esta conspiración y yo personalmente garantizaré tu protección cuando todo esto termine.

La oferta quedó suspendida en el aire mientras Montero evaluaba sus opciones. Finalmente, con un suspiro de derrota, el agente habló. No sé todos los detalles, solo que hay una operación clasificada llamada limpieza total. supuestamente es un esfuerzo coordinado para eliminar a cinco altos funcionarios considerados comprometidos con el crimen organizado. ¿Y quién autoriza esta operación? Presionó Harfch. Se presenta como una iniciativa conjunta entre la Secretaría de Gobernación y Agencias Extranjeras. La documentación parece legítima. Documentación que vino a través de Mendoza.

Montero asintió lentamente. El secretario Mendoza personalmente entregó los archivos al director izquierdo hace tres días. Dijo que eran ojos solamente, máxima clasificación. Las piezas encajaban. Mendoza había infiltrado la narrativa del complot dentro de los propios servicios de seguridad, disfrazándolo como una operación legítima contra funcionarios corruptos. brillante y aterrador a la vez. ¿Quiénes son los cinco objetivos? preguntó Harfuch, aunque ya sospechaba la respuesta. La presidenta Shainbaum, usted, el fiscal general, el comandante de las fuerzas armadas y Montero dudó.

¿Y quién más? El propio secretario Mendoza, completó Montero. Según los documentos, él también está en la lista de objetivos, presuntamente para darle credibilidad a la operación. Harf casi admiró la astucia. Mendoza se había incluido a sí mismo como objetivo para desviar sospechas. Si sobrevivía al atentado, podría emerger como un héroe. Si los otros eran eliminados, asumiría el control en medio del caos. ¿Cuándo está programado el ataque? preguntó Sofía interviniendo por primera vez. Mañana durante la visita presidencial a Oaxaca, respondió Montero.

Los detalles operativos están compartimentados. Mi unidad solo recibió la orden de vigilar a Harf porque se le considera un riesgo para la operación. Harf se giró hacia su equipo. Tenemos que actuar ahora, Sofía. Necesito todos los detalles de la visita a Oaxaca. Rutas, personal de seguridad, locaciones, todo. Diego sigue con la infiltración al sistema de la finca. Necesitamos saber si hay comunicaciones actuales entre Mendoza y sus cómplices. Se volvió hacia Marcos. ¿Qué hay del infiltrado en la finca?

Listo para entrar esta noche. Solo esperaba tu autorización. Harfuch asintió. Procede, pero con extrema cautela. Si descubren a nuestro hombre, perderemos nuestra mejor oportunidad de obtener pruebas concretas. Se dirigió nuevamente a Montero. Vas a ayudarnos a detener esto. Comenzando por contarme exactamente quiénes en seguridad interna están involucrados en esta operación. El interrogatorio continuó durante otra hora, cada respuesta revelando más capas de la conspiración. Mendoza había sido meticuloso, infiltrando su narrativa en múltiples niveles de la estructura de seguridad.

Había creado una operación fantasma que parecía legítima, incluso para agentes experimentados como Montero. Cuando finalmente tuvieron toda la información que Montero podía proporcionar, Harfuch tomó una decisión difícil. Manténganlo seguro, pero incomunicado ordenó a Marcos. No podemos arriesgarnos a que alerte a sus superiores. Mientras su equipo continuaba trabajando, Harfuch se apartó para hacer una llamada encriptada a la presidenta. La situación era aún más peligrosa de lo que habían anticipado. No solo enfrentaban una amenaza externa, sino también una subversión interna de sus propias fuerzas de seguridad.

Señora presidenta, dijo cuando Shimba respondió, “La situación ha evolucionado. Creo que debemos reconsiderar el viaje a Oaxaca. Explícate”, respondió Shainbaum, su voz tensa. Harfuch le relató sus descubrimientos, incluyendo la infiltración en seguridad interna y la verdadera naturaleza de limpieza total. Un largo silencio siguió antes de que Shane Bound respondiera, “Si cancelamos, Mendoza sabrá que lo hemos descubierto. Podría desaparecer y sus cómplices con él. El riesgo es demasiado alto”, insistió Harfuch. “Hemos confirmado que el ataque está planeado para Oaxaca.

Precisamente por eso debemos continuar según lo planeado, respondió Shin Baum sorprendiéndolo. Pero con un cambio, tú no vendrás conmigo. ¿Qué? Con todo respeto, señora presidenta, mi lugar está a su lado en este momento. No, Omar, tu lugar está deteniendo a Mendoza y desmantelando esta conspiración desde la raíz. Si vienes a Oaxaca, estarás exactamente donde ellos esperan. Necesito que actúes donde no te esperan. El plan que Shainbound procedió a delinear era audaz y peligroso, pero Harfuch reconoció su lógica implacable.

La presidenta haría el viaje como estaba programado, pero con un equipo de seguridad completamente reconfigurado, compuesto exclusivamente por elementos de confianza absoluta. Mientras tanto, Harf tendría libertad para actuar contra Mendoza en la Ciudad de México. Es arriesgado, observó Harfuch. Gobernar siempre lo es, respondió Shanbaum con una calma que Harfuch no pudo evitar admirar. Haz lo que debas hacer, Omar. México cuenta contigo. Cuando la llamada terminó, Harfuch se encontró enfrentando la noche más crítica de su carrera. En las próximas horas debía desmantelar una conspiración que amenazaba con desestabilizar al país entero y para hacerlo tendría que cruzar líneas que nunca antes había cruzado.

Marcos llamó su decisión tomada. Prepara al equipo. Vamos a detener a Santiago Mendoza esta noche. La medianoche había pasado cuando el operativo se puso en marcha. La ciudad dormía ajena al drama que se desarrollaba en sus entrañas. Harf, vestido completamente de negro, dirigía personalmente la operación desde un vehículo sin identificación estacionado a dos cuadras de la residencia de Santiago Mendoza en Las Lomas. Perímetro asegurado informó Marcos a través del canal encriptado. Cuatro guardias en total, dos en la entrada principal, uno en la parte trasera, uno patrullando.

¿Sistemas de seguridad?, preguntó Harfch. Diego ha neutralizado las alarmas y cámaras, respondió Sofía desde la unidad móvil donde monitoreaba la operación. Tendrás un lapso de 15 minutos antes de que el sistema realice su verificación automática. 15 minutos para entrar, detener a Mendoza y salir. Un margen estrecho, pero suficiente. Procedan, ordenó Harfuch. El equipo de cuatro operativos se movió como sombras. Los guardias fueron neutralizados silenciosamente con dardos tranquilizantes. No querían bajas, solo control de la situación. En menos de 3 minutos el perímetro exterior estaba asegurado.

Entrando, informó Marcos, liderando el primer equipo hacia la puerta trasera. Harf esperó la confirmación de ingreso antes de moverse él mismo. Este no era un procedimiento estándar. Normalmente el secretario de seguridad no participaba directamente en arrestos, pero esta no era una situación normal y Harfuch necesitaba manejar personalmente el encuentro con Mendoza. Casa asegurada, primer nivel despejado, llegó la confirmación. Sin personal de servicio, procedemos al segundo piso. Harfanzó entonces, ingresando a la lujosa residencia por la puerta trasera.

El interior revelaba el gusto refinado de Mendoza. Arte contemporáneo, muebles de diseñador, una mezcla perfecta de tradición mexicana y modernidad internacional. Se unió a su equipo al pie de la escalera principal. Con señas silenciosas, indicó el plan. Dos agentes cubrirían la escalera. Marcos y él avanzarían hacia el dormitorio principal. Subieron con cautela cada paso calculado para minimizar el ruido. Al llegar al pasillo superior, Marcos señaló la puerta al final, el dormitorio principal, según los planos que habían estudiado.

Se posicionaron a ambos lados de la puerta. Harfuch hizo una señal y Marcos probó el picaporte cerrado. Con movimientos practicados, Marcos sacó un dispositivo de apertura electrónica. En segundos, el mecanismo cedió con un clic apenas audible. Arfuch empujó la puerta, arma en mano, preparado para cualquier resistencia. La habitación estaba vacía. La cama perfectamente hecha mostraba signos de haber sido usada esa noche. Una lámpara de lectura seguía encendida junto a un libro abierto. Despejado murmuró Harfuch sintiendo una creciente inquietud.

Registren toda la casa. Ahora el equipo se dispersó revisando metódicamente cada habitación, cada armario, cada posible escondite. 5 minutos después, la conclusión era inevitable. Santiago Mendoza no estaba en casa. “Señor”, llamó uno de los agentes desde el estudio. “Debería ver esto.” Harf entró a la elegante oficina privada de Mendoza. El agente señalaba la pantalla de una computadora encendida. Estaba así cuando entramos. No la tocamos. En la pantalla un documento abierto parecía un borrador de carta de renuncia.

Harf leyó rápidamente, “Estimada presidenta Shainbaum, con profundo pesar presento mi renuncia irrevocable al cargo de secretario de Gobernación efectiva de inmediato. Circunstancias personales me obligan a tomar esta difícil decisión. Es una distracción”, murmuró Harfuch. “Sabía que vendríamos. Su teléfono vibró. Era Sofía. Señor, tenemos problemas. Acabo de recibir información de nuestro contacto en el aeropuerto. Un jet privado registrado a nombre de corporativo Altamirano despegó hace 40 minutos con destino a Guatemala. Pasajeros. La lista registra a Fernando Altamirano y dos acompañantes no identificados.

Mendoza estaba escapando, o peor, dirigiéndose a otro lugar para coordinar el ataque. ¿Qué hay de la finca?, preguntó Harfuch. Nuestro infiltrado ha reportado. Esa es la otra noticia”, respondió Sofía, su voz tensa. “Perdimos contacto hace 30 minutos. Su último mensaje era críptico. Cambio de planes. Adelantado. Águila en movimiento. Águila, el código para la presidenta. Están adelantando el ataque”, comprendió Jarfouch. No será en Oaxaca mañana, será esta noche. ¿Dónde está la presidenta ahora? En la residencia oficial, según el protocolo, respondió Sofía, el viaje a Oaxaca está programado para las 7 am.

Tarfuch actuó con decisión instantánea. Marcos, quédate con dos hombres. Sigan registrando. Busquen cualquier evidencia sobre los planes específicos. Diego, necesito localización en tiempo real de Mendoza. Usa todos los recursos. Hackea lo que necesites. Te cubro. se dirigió hacia la salida mientras marcaba el número de emergencia directa de la presidenta. Tres tonos. Cuatro. Sin respuesta. Sofía, contacta a seguridad presidencial. Código escudo total. Que nadie entre o salga de la residencia hasta que yo llegue. Señor, la voz de Sofía sonaba alarmada.

No puedo contactar con el jefe de seguridad presidencial. Todas las líneas oficiales están fuera de servicio. Un escalofrío recorrió la espalda de Harf. Las comunicaciones de seguridad presidencial nunca se cortaban. Tenían múltiples sistemas redundantes, precisamente para evitar situaciones como esta. Moviliza todas nuestras unidades hacia Los Pinos. Ahora, mientras corría hacia su vehículo, otra pieza del rompecabezas encajó en su mente. La información sobre Mendoza escapando en avión podría ser otra distracción. No estaría huyendo. Estaría dirigiéndose directamente a la residencia presidencial.

Diego llamó mientras arrancaba el motor. Necesito acceso a las cámaras de tráfico entre las lomas y los pinos. Busca vehículos oficiales, especialmente caravanas gubernamentales moviéndose a esta hora. Conducía a toda velocidad por las calles desiertas cuando Diego respondió, “Lo tengo. Convoy de tres vehículos oficiales, placas gubernamentales, pasó por Reforma hace 10 minutos.” Dirección Los Pinos. Identifica al pasajero segundos después, que parecieron eternos. Confirmado. Es Mendoza. Va con al menos seis hombres armados. Credenciales. Seguridad interna según los distintivos de los vehículos.

Harfush maldijo mientras presionaba aún más el acelerador. Mendoza no solo había infiltrado a seguridad interna para vigilarlo a él, los había reclutado para su ataque. Tiempo estimado de llegada a Los Pinos. Ya deberían haber llegado, respondió Diego. Harfuch. tomó una decisión drástica. Marcó directamente el número del general Ramírez, comandante supremo de las fuerzas armadas. Otro de los objetivos en la lista de limpieza total. General habla Harfuch. Código negro. Repito, código negro. La presidenta está bajo ataque. Necesito unidades de respuesta inmediata en Los Pinos y general no confíe en seguridad interna.

El código negro era la señal de máxima alerta, amenaza directa e inmediata contra los líderes de la nación. Solo se había activado dos veces en la historia moderna de México. Confirmado, secretario, respondió el general con la calma que solo décadas de servicio militar pueden forjar. Fuerzas especiales desplegándose en 3 minutos. Estoy movilizando personalmente. Mientras Harfuch se aproximaba a Los Pinos, una nueva llamada entró. El número estaba bloqueado. Harfuch respondió sin reducir la velocidad. Siempre tan predecible, Omar.

La voz de Santiago Mendoza sonaba casi divertida, corriendo al rescate como el fiel guardián que eres. ¿Dónde está la presidenta? Una risa suave, está a salvo por ahora. aunque confundida sobre quién representa realmente una amenaza para ella. Si le haces daño, por favor, Omar, no seas melodramático. No soy un villano de telenovela. El tono de Mendoza se endureció. Soy un patriota haciendo lo necesario para salvar a nuestro país de influencias corruptas, incluido tú. ¿Dónde estás? exigió Harf intentando ganar tiempo mientras se acercaba a la residencia presidencial, donde necesito estar.

Y tú estás exactamente donde quería que estuvieras, persiguiendo fantasmas mientras la verdadera acción ocurre en otro lugar. La llamada se cortó. Harf sintió un vacío en el estómago. Otro lugar, si los pinos era una distracción, ¿dónde estaba realmente la presidenta? Sofía gritó al comunicador. La residencia oficial es una distracción. Necesito la ubicación actual de la presidenta. Ahora el rastreador de la presidenta indica que sigue en Los Pinos informó Sofía. Su voz traicionando la atención del momento, pero no está respondiendo a ningún canal de comunicación.

Y el convoy de Mendoza confirmado en las cámaras de seguridad ingresó a Los Pinos hace 7 minutos. utilizaron los protocolos de autorización correctos, nadie los detuvo. Los protocolos correctos. Eso significaba que Mendoza tenía acceso a los códigos de seguridad presidencial más recientes. La infiltración era aún más profunda de lo que habían imaginado. Harf llegó a las inmediaciones de Los Pinos en tiempo récord. En dos cuadras de distancia ya podía ver el inusual despliegue de vehículos frente a la entrada principal.

Tres SUVs negras con placas gubernamentales y al menos dos patrullas regulares. Demasiado tranquilo para ser un asalto, demasiado irregular para ser una visita oficial normal. Estoy en posición, informó. No veo signos de confrontación. ¿Dónde están las fuerzas especiales del general Ramírez? Eta 3 minutos respondió Sofía. Harfuch no podía esperar. Cada segundo contaba. Se comunicó con Marcos, que seguía investigando en la residencia de Mendoza. Encontraron algo útil. Posiblemente, respondió Marcos. Hay una agenda encriptada en su computadora personal.

Diego está intentando acceder remotamente. Concéntrense en las últimas 24 horas. Necesitamos saber dónde planeaba estar Mendoza. Esta noche, mientras avanzaba con cautela hacia el perímetro de seguridad, Harfalu sus opciones. Entrar directamente sería suicida, sin saber qué lo esperaba dentro. Pero esperar podría significar llegar demasiado tarde. Fue entonces cuando su teléfono vibró nuevamente. Un mensaje de texto de un número desconocido. Norte 45. 7, oeste 193. Si quieres salvarla, ven solo. Tienes 30 minutos coordenadas y una trampa obvia.

Sofía, necesito ubicación de estas coordenadas. Ahora, mientras esperaba, observó movimiento en la entrada de Los Pinos. Dos hombres con el uniforme de seguridad interna salían escoltando a una mujer que incluso a distancia reconoció como la asistente personal de la presidenta Mariana Torres. Las coordenadas corresponden a una propiedad privada en Santa Fe, informó Sofía, residencia registrada a nombre de Inmobiliaria Pacífico, otra empresa fantasma, probablemente vinculada al entramado de Mendoza y la Federación. En ese momento, Diego se unió a la comunicación.

Tengo acceso a la agenda de Mendoza. Había una reunión programada para esta noche 2 am en una dirección en Santa Fe, la misma ubicación de las coordenadas. ¿Quiénes asistirían? Solo dice entrega especial y hay un código, jaula de oro. Arfuch procesó la información rápidamente. Los indicios apuntaban a que la presidenta no estaba en Los Pinos, o si lo estaba, no era donde ocurriría el verdadero enfrentamiento. Sofía, mantenme informado sobre los pinos. Voy a las coordenadas. Señor, podría ser una trampa, advirtió Sofía.

Lo sé, por eso no iré solo, a pesar de las instrucciones. Se dirigió a Marcos. Reúnete conmigo en Santa Fe con todo el equipo disponible. Tenemos menos de 30 minutos. Mientras conducía a toda velocidad hacia el oeste de la ciudad, Harfch recibió la confirmación de que las fuerzas especiales habían llegado a Los Pinos y estaban asegurando el perímetro, pero el informe preliminar era desconcertante. No había señales de violencia ni resistencia. El personal de seguridad regular seguía en sus puestos, aunque claramente confundido por el despliegue militar repentino.

“Ubicación de Mendoza”, preguntó Harfouch. “Negativa, respondió Diego. Los vehículos siguen frente a Los Pinos, pero no hay confirmación visual de Mendoza. Las cámaras interiores están misteriosamente fuera de servicio. Y la presidenta, según el jefe de seguridad presidencial, que finalmente respondió, la presidenta no está en la residencia. Aparentemente salió hace aproximadamente una hora para una reunión privada no programada. ¿Con quién? Con el secretario de Gobernación. Todo encajaba. Mendoza había sacado a la presidenta de la seguridad de Los Pinos usando su autoridad oficial.

Probablemente le había presentado alguna emergencia ficticia que requería su atención inmediata. Al acercarse a Santa Fe, el distrito financiero y residencial de lujo en el poniente de la ciudad, Harf notó que las calles estaban inusualmente vacías, incluso para esa hora de la madrugada, sin tráfico, sin policías patrullando, demasiado conveniente. de 500 met alrededor de las coordenadas, ordenó a Marcos, que ya estaba en camino con el equipo. Aproximación sigilosa, sin luces ni sirenas. Quiero francotiradores en los puntos elevados y un equipo médico en espera.

La propiedad en cuestión resultó ser una mansión modernista en una de las zonas más exclusivas de Santa Fe. Muros altos, sistema de seguridad visible, portón electrónico, típico refugio de lujo para narcotraficantes y políticos corruptos. Harfuch detuvo su vehículo a una distancia prudente analizando la situación. No había vigilancia visible en el exterior, lo que resultaba sospechoso para una propiedad de ese calibre. Análisis térmico. Solicitó cuando Marcos llegó con el equipo táctico. Utilizando un dispositivo de imagen térmica avanzado, escanearon la propiedad.

Detecto al menos siete presencias humanas, informó el técnico. Cinco en movimiento en el primer piso, dos inmóviles en lo que parece ser un sótano o nivel inferior. Armamento. Las figuras en movimiento tienen perfiles térmicos consistentes con personas portando armas largas. Los dos individuos inmóviles no muestran signos de armamento. Uno de esos dos sería casi ciertamente la presidenta y el otro Mendoza o quizás otra víctima. El tiempo se agotaba. Según el ultimátum quedaban menos de 10 minutos. Sofía, necesito los planos de esa propiedad.

Trabajando en ello, respondió, parece que ha habido modificaciones significativas desde los planos originales registrados. Hay un sótano que no aparecía en el diseño inicial, un búnker improvisado, probablemente, el lugar perfecto para un asesinato que después se atribuiría a criminales desconocidos. Harf tomó su decisión. Marcos, tu equipo tomará la entrada principal. distraerán a los guardias mientras yo entro por la parte trasera. Objetivo principal, llegar al sótano. Es demasiado arriesgado que vayas solo, objeto Marcos. No tenemos opción. Si enviamos demasiada gente, podrían matar a la presidenta ante la primera señal de asalto.

Mientras el equipo se preparaba para el operativo, el teléfono de Harfush vibró nuevamente. Otro mensaje del mismo número desconocido. Se te acaba el tiempo, Omar. ¿Dónde está tu lealtad? ¿Con México o con ella? Seguido inmediatamente por otro mensaje más perturbador. Te estamos esperando. Sabían que estaba allí. La pregunta era, ¿por qué querían que entrara? ¿Qué trampa habían preparado? No había tiempo para especulaciones. Con señales silenciosas, Harfuch coordinó con su equipo la sincronización del asalto. A mi señal, 3 2 1.

El operativo se puso en marcha como una máquina bien aceitada. El equipo principal avanzó hacia la entrada mientras Harfuch, solo se deslizaba por un flanco hacia la parte posterior de la propiedad. Escaló el muro con la agilidad de alguien que, a pesar de su posición administrativa actual, mantenía el entrenamiento físico de sus años operativos. El jardín trasero estaba desierto, iluminado tenuemente por luces ornamentales. Harfuch avanzó en cuclillas, moviéndose de sombra en sombra hasta llegar a una puerta lateral cerrada como era de esperarse.

En su oído, la voz de Marcos. Contacto frontal iniciado. Tienen resistencia moderada. Están respondiendo exactamente como esperábamos. demasiado predecible. La sensación de estar caminando directamente hacia una trampa se intensificaba con cada paso. Usando herramientas especializadas, Harfuch forzó la cerradura de la puerta lateral. Entró a lo que parecía ser una cocina lujosa, completamente vacía. El silencio en esta parte de la casa contrastaba con los sonidos amortiguados del enfrentamiento en la entrada principal. Estoy dentro”, murmuró buscando acceso al sótano.

Avanzó con extrema cautela, arma en mano, cada sentido alerta. La casa estaba decorada con un lujo ostentoso. Arte contemporáneo, muebles de diseñador, toques de opulencia que gritaban dinero del narco. Encontró lo que buscaba en el estudio principal, una puerta disimulada detrás de una estantería. Típico escondite de película, pero efectivo, la puerta no estaba cerrada. Otra señal de alarma. le estaban facilitando el camino. “He localizado el acceso al sótano”, informó. “Procedo a descender.” “Ten cuidado”, respondió Marcos, su voz tensa por el esfuerzo del combate.

“Hemos neutralizado a tres hostiles, pero hay más en el interior. Se están replegando, no avanzando. Es como si como si solo intentaran ganar tiempo,” completó Harfouch. “Mantenlos ocupados. Voy a por la presidenta. Al abrir la puerta, reveló una escalera que descendía hacia la oscuridad. Carfuch encendió una linterna táctica y comenzó el descenso, cada paso medido y silencioso. Al llegar al final de la escalera, se encontró frente a otra puerta, esta de metal reforzado. También estaba desbloqueada. respiró profundamente, preparándose para lo que pudiera encontrar del otro lado.

Con un movimiento fluido, abrió la puerta y entró en posición de combate arma lista. Lo que vio lo dejó momentáneamente paralizado. En el centro de una habitación amplia y bien iluminada, sentada en una silla con las manos atadas, estaba la presidenta Claudia Shainbaum. A su lado, de pie y sin restricciones, Santiago Mendoza. y apuntando un arma directamente a la cabeza de la presidenta, una figura que Harfuch reconoció con horror, Roberto Sánchez, el respetado periodista. Bienvenido a la verdad, Omar, dijo Mendoza con una sonrisa fría.

Llegas justo a tiempo para nuestra pequeña revelación. El tiempo pareció detenerse en el sótano convertido en búnker. Harf mantenía su arma en posición, evaluando rápidamente la situación. La presidenta Shane Baum, aunque visiblemente tensa, mantenía la compostura que la caracterizaba. Sus ojos comunicaban un mensaje claro. Cautela. Baja el arma, Omar, dijo Mendoza con calma estudiada. O nuestro amigo periodista decorará las paredes con los pensamientos brillantes de nuestra querida presidenta. Sánchez, el respetado periodista, mantenía su pistola firmemente contra la haciend de Shane Baum.

su rostro una máscara de determinación. “¿Qué ganas con esto, Santiago?”, preguntó Harfuch sin bajar su arma. “Poder, dinero, ya tienes ambos. Qué decepcionante, Omar. Después de tantos años sigues pensando en términos tan simplistas. ” Mendoza dio un paso hacia Harfuch, manteniendo una distancia prudente. Esto no se trata de ganancias personales, se trata de salvar a México asesinando a su presidenta legítimamente electa. A veces la democracia elige mal, intervino Sánchez hablando por primera vez. Y alguien debe corregir el rumbo.

Harf estudió al periodista. El hombre que durante décadas había construido una reputación como defensor de la verdad y la democracia, ahora se revelaba como algo completamente distinto. “Eres parte de la federación”, afirmó Harfuch, las piezas encajando finalmente. Una sonrisa torcida apareció en el rostro de Sánchez. La federación, el gobierno, los medios son solo etiquetas, Omar, estructuras de poder. Lo que importa es quién las controla y para qué. Basta de filosofía. Cortó Mendoza. Aquí está la situación, Omar.

En este momento, equipos similares están posicionados para eliminar al fiscal general y al comandante de las fuerzas armadas. un lamentable ataque terrorista coordinado que conmocionará a la nación. Y tú emergerás como el héroe doliente, listo para tomar el control y restaurar el orden, completó Harfuch. Precisamente el país necesita mano firme, Omar, alguien dispuesto a hacer lo necesario, aliándote con narcotraficantes. Mendoza soltó una risa breve y seca. Qué término tan anticuado. La federación no es un simple cártel, es un poder económico y político, una realidad con la que hay que negociar, no combatir inútilmente.

Por primera vez la presidenta habló, su voz sorprendentemente firme, dadas las circunstancias. Lo que propones es rendición, Santiago, no negociación. Entregar el país a criminales. Lo que propongo es pragmatismo, Claudia. El Estado mexicano lleva décadas perdiendo una guerra que no puede ganar. Yo ofrezco paz. Paz de cementerio, replicó Shinbaum. Harf utilizaba este intercambio para evaluar opciones. La distancia, los ángulos, las posibles rutas de escape. Sus posibilidades de neutralizar a Sánchez antes de que pudiera disparar eran mínimas.

Necesitaba ganar tiempo. Y yo, ¿dónde encajo en tu nuevo orden, Santiago? Ese, respondió Mendoza, es el motivo de nuestra charla. Siempre te he respetado, Omar. Tu inteligencia, tu dedicación, tu eficiencia. Serías un activo invaluable en la reestructuración que se avecina. Me estás ofreciendo un puesto. Te estoy ofreciendo un futuro, el mismo que le ofrecía Roberto aquí presente hace años. un lugar en la historia de México. Arfuch miró brevemente a Sánchez comprendiendo, “Nunca fuiste corrompido recientemente. Has sido su hombre desde el principio.

Preferimos el término aliado estratégico,” respondió Sánchez. “Mis exposiciones de corrupción fueron reales, solo selectivas. Destruías a los enemigos de la federación mientras protegías a sus aliados. El periodismo siempre requiere elecciones editoriales, respondió Sánchez con una sonrisa cínica. Volvamos al punto, intervino Mendoza. Tienes dos opciones, Omar. Únete a nosotros. Ayúdanos a construir un México nuevo y pragmático. O muere aquí como un mártir olvidado en la narrativa que controlaremos. Harfush mantuvo su expresión impasible, aunque su mente trabajaba a toda velocidad.

En su oído, el comunicador silencioso vibraba con actualizaciones tácticas. Su equipo había neutralizado a la mayoría de los guardias y estaba acercándose al sótano, pero no llegarían a tiempo si Mendoza decidía actuar ahora. ¿Cuál es tu respuesta, Omar? Presionó Mendoza. Vida o muerte, ¿pagmatismo o idealismo inútil? Antes de decidir, respondió Harfou, necesito entender completamente en qué me estaría involucrando. Si voy a traicionar mis principios, al menos debería saber el precio exacto. Era una táctica dilatoria transparente, pero funcionó.

Mendoza, complacido por lo que interpretaba como vacilación, comenzó a explicar su visión con detalle. Un México dividido en zonas de influencia controladas por las diferentes facciones de la federación. Un gobierno que actuaría como administrador y facilitador, no como antagonista. Paz social a cambio de ceder soberanía. Mientras Mendoza hablaba, Harfch notó un cambio sutil en la postura de Sánchez. El periodista parecía distraerse momentáneamente con la elaborada exposición de su cómplice, el cañón de su pistola, alejándose ligeramente de la 100 de la presidenta.

Sería su única oportunidad. Con un movimiento explosivo, Harfuch disparó. No a Sánchez. La distancia y el ángulo hacían imposible un tiro limpio sin riesgo para Shainbaum, sino a las luces del techo. La habitación se sumió instantáneamente en oscuridad, solo interrumpida por destellos de los disparos subsecuentes. Harf se lanzó hacia la posición de la presidenta, escuchando el caos de gritos y movimientos desorientados. Un disparo resonó en la oscuridad, luego otro. Harf alcanzó la silla donde había estado Shainba solo para encontrarla vacía.

En la penumbra distinguió movimiento hacia un rincón. Presidenta llamó aquí, respondió Shaba su voz viniendo de algún lugar a su derecha. En ese momento, las luces de emergencia se activaron, bañando la escena en un resplandor rojizo. Shainbaum estaba agachada tras un escritorio, sus manos aún atadas, pero evidentemente había logrado librarse de la silla en la confusión. Sánchez yacía en el suelo, un charco de sangre expandiéndose bajo su cuerpo. Y Mendoza, Mendoza, había desaparecido. “Está escapando!”, gritó Harfuch en su comunicador.

Mendoza se dirige a la superficie. Intercéptenlo. Se movió rápidamente hacia Shab cortando sus ataduras. Está herida, presidenta. Estoy bien, respondió ella frotándose las muñecas. Ve tras él, Omar. No puede escapar. En ese preciso instante, la puerta del búnker se abrió violentamente. Marcos y dos agentes entraron en formación táctica. Armas listas. Protejan a la presidenta, ordenó Harfuch. Yo voy por Mendoza. Sin esperar confirmación, Harfuch se lanzó hacia la escalera. La persecución había comenzado. En la planta superior el caos era absoluto.

Los guardias restantes intentaban reagruparse mientras el equipo de Harfuch los mantenía a raya. A través del intercambio de disparos y el humo de las granadas de aturdimiento, Harfuch distinguió una figura familiar dirigiéndose hacia una salida lateral. “Mendoa, detente!”, gritó sabiendo que sería ignorado. El secretario de Gobernación fugitivo desapareció por la puerta. Arfush lo siguió emergiendo a un jardín lateral donde un helicóptero esperaba con los rotores ya en movimiento. Era una vía de escape preparada con antelación. Mendoza corría hacia la aeronave mientras un hombre armado desde la puerta del helicóptero proporcionaba fuego de cobertura, obligando a Harfuch a buscar refugio detrás de una estatua ornamental.

El rugido de los rotores aumentaba mientras el helicóptero se preparaba para despegar. Si Mendoza lograba subir a bordo, desaparecería, probablemente hacia algún refugio en Guatemala o más allá. Harfuch tomó una decisión. Emergiendo de su cobertura, disparó con precisión quirúrgica hacia el piloto visible a través del parabrisas del helicóptero. El hombre se desplomó sobre los controles, causando que la aeronave oscilara peligrosamente. Mendoza, a pocos metros de alcanzar su escape, se detuvo en seco al ver lo sucedido. El hombre armado en la puerta continuaba disparando, pero ahora con menos precisión debido a la inestabilidad de la plataforma.

Aprovechando la distracción, Harfuch avanzó disparando en movimiento. El guardia en el helicóptero cayó hacia atrás, alcanzado en el pecho. Mendoza, viendo su escape comprometido, cambió abruptamente de dirección, corriendo hacia un garaje anexo. Harfuch lo persiguió determinado a no perderlo. El sonido de un motor rugiendo indicó que Mendoza había encontrado un vehículo alternativo. Segundos después, un deportivo negro emergió violentamente del garaje, derribando la puerta y dirigiéndose hacia el portón principal de la propiedad. “Bloqueen la salida”, ordenó Harfuch por su comunicador, corriendo hacia su propio vehículo.

El Deportivo de Mendoza envistió el portón abriéndose paso por pura fuerza. Harfuch arrancó su vehículo y se lanzó en persecución. Las llantas chirriando sobre el asfalto. La persecución atravesó las calles desiertas de Santa Fe, dos vehículos a velocidades mortales, curvas tomadas al límite de la adherencia. Mendoza conducía con la desesperación del hombre que lo ha perdido todo y no tiene nada que perder. Arfuch con la determinación fría del cazador que sabe que su presa no puede escapar.

Todas las unidades ordenó Harfuch mientras conducía. Cierre en perímetro en reforma. Se dirige al centro. Efectivamente, Mendoza había tomado la ruta hacia el corazón de la ciudad. buscaba perderse en el laberinto urbano o tenía otro punto de escape preparado. La respuesta llegó cuando el Deportivo de Mendoza giró bruscamente hacia la entrada del elipuerto de un edificio corporativo, uno de los rascacielos más exclusivos de la zona con plataforma de aterrizaje en la azotea. Tiene otro helicóptero esperando, comprendió Harf.

Bloqueen el acceso a la azotea del edificio Milenio. Repito, bloqueen el acceso a la azotea. Pero sabía que sus órdenes posiblemente llegarían demasiado tarde. Mendoza había planeado rutas de escape alternativas, anticipando cada contingencia. Harfuch abandonó su vehículo y corrió hacia la entrada del edificio donde Mendoza ya había desaparecido. El guardia de seguridad yacía inconsciente en su puesto. Tomando las escaleras de emergencia, el ascensor sería demasiado lento y vulnerable. Harfuch comenzó subir los 50 pisos hacia la azotea, su resistencia física puesta a prueba como nunca antes, piso tras piso, escalón tras escalón, impulsado por pura fuerza de voluntad.

En su oído, el comunicador le informaba que unidades policiales rodeaban el edificio, pero que no había señal de helicópteros en las cercanías. Al llegar al último tramo, escuchó el inconfundible sonido de rotores sobre su cabeza. Aceleró, empujando su cuerpo al límite. Emergió a la azotea, el viento azotando su rostro, justo a tiempo para ver a Mendoza subiendo a un helicóptero negro sin identificación. Santiago gritó por encima del rugido de los motores. Mendoza se volvió. su rostro una mezcla de sorpresa y resignación al ver a Harfuch.

Por un instante, sus miradas se cruzaron a través de la distancia, décadas de historia compartida condensadas en ese momento fugaz. Harfuch levantó su arma. Mendoza esbozó una sonrisa triste. “México te necesitará, Omar”, gritó Mendoza. Sus palabras apenas audibles sobre el ruido. Cuando todo se derrumbe, recuerda esta conversación. Harfuch mantuvo su arma en alto, el dedo en el gatillo. Podría disparar. Debería disparar. Pero la voz de la presidenta resonó en su memoria. Lo necesitamos vivo, Omar. Necesitamos saber quiénes son todos sus cómplices.

El helicóptero comenzó a elevarse. Harfuch ajustó su puntería apuntando a los rotores en lugar de a Mendoza. Disparó tres veces con precisión. El helicóptero osciló violentamente, perdiendo altitud por un momento antes de estabilizarse y continuar su ascenso. Dañado, pero aún volando. Mientras la aeronave se alejaba en el horizonte nocturno, Harfuch bajó su arma. Esta batalla había terminado, pero la guerra continuaba. Su comunicador vibró. Era Marcos. La presidenta está segura, señor. El perímetro está asegurado. Mendoza escapó, respondió Harfuch, su voz reflejando agotamiento, pero no derrota.

Por ahora. El amanecer encontró a la Ciudad de México en un estado de alerta tensa, pero controlada. Las primeras luces revelaban un despliegue discreto, pero masivo de fuerzas de seguridad en puntos estratégicos de la capital. A diferencia de otras crisis, no había pánico en las calles, no había ciudadanos corriendo a vaciar los cajeros automáticos o formando filas en supermercados. La mayoría de la población dormía ajena a la tormenta que había estado a punto de desatarse durante la noche.

En un salón blindado del Centro de Inteligencia Nacional, Omar Harfuch permanecía de pie junto a una mesa de conferencias circular. Sus ojos ardían por la falta de sueño, pero su mente seguía funcionando con precisión mecánica, evaluando, planificando, anticipando el próximo movimiento. La presidenta Shabum, sentada a la cabecera de la mesa, mostraba pocos signos visibles del trauma de la noche anterior. Vestida con un traje sobrio, su postura erguida y su mirada directa comunicaban un mensaje claro. El gobierno continuaba funcionando.

La República no había sido quebrada. Alrededor de la mesa se sentaban los miembros del gabinete de seguridad y los jefes de las fuerzas armadas, el general Ramírez, la directora del CISEN Elena Vargas, el fiscal general, todos los que habían sido objetivos en la lista de limpieza total. Todos habían sobrevivido la noche, aunque los intentos contra el fiscal y el general habían sido reales y solo frustrados por las alertas tempranas que Harfch había activado. “El reporte completo está frente a ustedes”, dijo Harfudch concluyendo su briefing exhaustivo sobre los eventos.

Santiago Mendoza ha huído del país presumiblemente hacia Guatemala, aunque el helicóptero dañado podría haberlo obligado a aterrizar antes. Equipos de búsqueda están peinando la región y Roberto Sánchez, preguntó el fiscal general. Muerto en la escena respondió Harfouch, aparentemente por fuego cruzado durante la confusión, aunque la autopsia determinará la causa exacta. Lo que Harfuch no mencionó fue su sospecha de que Mendoza mismo había eliminado a Sánchez, un cabo suelto menos, un testigo menos. “Los otros conspiradores identificados están siendo detenidos en este momento,” continuó.

Hasta ahora hemos confirmado la participación de siete funcionarios de alto nivel, incluyendo el director de seguridad interna y dos embajadores. Y la federación, inquirió el general Ramírez. Joaquín Salazar logró escapar, pero hemos capturado a Fernando Altamirano y a tres lugarenientes importantes. Los documentos incautados en la finca y en la mansión de Santa Fe nos proporcionan información invaluable sobre sus operaciones. La presidenta, que había escuchado en silencio, intervino finalmente. ¿Cuál es su evaluación de la amenaza actual, secretario Harfuch?

La conspiración inmediata. ha sido desarticulada”, respondió Harfuch con cautela. “Pero sería ingenuo asumir que todos los elementos han sido neutralizados. La federación ha demostrado tener infiltración en niveles que no habíamos anticipado, medios, gobierno, seguridad. Estamos ante una amenaza sistémica, no incidentes aislados.” La presidenta asintió gravemente. Exactamente. Y esa es la verdadera batalla que enfrentamos ahora. Se puso de pie. un gesto que automáticamente centró la atención de todos los presentes. Lo que ocurrió anoche no fue simplemente un intento de golpe de estado, fue una declaración de guerra de un poder paralelo que ha crecido silenciosamente dentro de nuestras instituciones.

Su voz, aunque controlada, llevaba una intensidad que pocos le habían escuchado. Hemos estado jugando un juego defensivo durante demasiado tiempo, respondiendo a sus movimientos, conteniendo daños. Eso cambia hoy. La presidenta se acercó a un mapa digital de México proyectado en la pared. A partir de este momento, pasamos a la ofensiva total, operación limpieza real. La ironía del nombre, una apropiación deliberada del código usado por los conspiradores, no pasó desapercibida. Vamos a erradicar esta infección de cada rincón de nuestro gobierno, nuestras fuerzas de seguridad, nuestros medios.

AE procedió a delinear una estrategia de contraataque que sorprendió incluso a Harf audacia y alcance, reestructuración completa de las agencias de inteligencia, comisiones especiales con poderes extraordinarios de investigación, despliegue militar en regiones estratégicas, cooperación internacional reforzada para seguir el rastro del dinero y para encabezar este esfuerzo, concluyó Yo, volviéndose hacia Harfuch, necesito a alguien que haya demostrado lealtad inquebrantable a México por encima de cualquier interés personal. Alguien que conozca al enemigo desde dentro, pero que nunca haya cedido a sus tentaciones.

La mirada de Shanba se clavó en Harf con intensidad. Omar, te nombro coordinador nacional de seguridad con poderes especiales directamente supervisados por la presidencia. Tendrás autoridad sobre todas las agencias federales de seguridad y coordinación directa con las fuerzas armadas. Un murmullo recorrió la mesa. Era un nombramiento sin precedentes, una concentración de poder que en otras circunstancias habría generado resistencia inmediata. “Señora presidenta, respondió Harfuch, consciente del peso histórico del momento. Acepto la responsabilidad, pero con una condición. La sorpresa fue visible en los rostros alrededor de la mesa.

Nadie condicionaba un nombramiento presidencial. “¿Cuál sería esa condición, secretario?”, preguntó Shainbaum, sin mostrar irritación, sino genuina curiosidad. Que este nombramiento tenga un límite temporal estricto, un año, no más. El poder concentrado es necesario en crisis, pero peligroso como estructura permanente. Lo que combatimos comenzó exactamente así, con buenas intenciones y poderes extraordinarios que eventualmente se corrompieron. Shane Baum sostuvo su mirada por un largo momento antes de que una leve sonrisa de aprobación apareciera en su rostro. Precisamente por esa respuesta es que eres la persona correcta para el puesto.

Asintió con firmeza. Un año con revisión trimestral en el Congreso y cuando termine rendición de cuentas completa ante la nación. La reunión continuó con detalles operativos, asignación de recursos, estrategias de comunicación. El país necesitaba saber lo suficiente para entender la gravedad de lo ocurrido, pero no tanto como para generar pánico innecesario. Tres horas después, cuando los funcionarios comenzaban a dispersarse con sus respectivas asignaciones, Shin Baum hizo un gesto a Harfush para que permaneciera. Cuando quedaron solos, la presidenta se permitió por primera vez un momento de vulnerabilidad.

se dejó caer en su silla, pasando una mano por su rostro en un gesto de agotamiento. “Anoche estuvimos al borde del abismo, Omar”, dijo en voz baja, “no solo como gobierno, sino como nación.” Harfuch asintió. La estrategia de Mendoza era brillante en su simplicidad. un solo golpe para decapitar el liderazgo nacional y crear un vacío que la federación llenaría sin disparar un solo tiro adicional. Lo que no entiendo, confesó Shanbaum, es cómo alguien como Santiago llegó a este punto.

Lo conozco, lo conocía desde hace décadas. Un hombre brillante, patriota a su manera. El poder corrompe, respondió Harfuch. Pero creo que con Mendoza fue algo más insidioso. Él genuinamente cree que lo que propone es la única solución viable para México. Una rendición negociada, disfrazada de paz. La paz de los cementerios. repitió Shinbaum la frase que había usado durante su cautiverio. Exactamente. Y lo más peligroso es que su argumento tiene fuerza persuasiva. La guerra contra el narcotráfico ha costado cientos de miles de vidas con resultados cuestionables.

Es tentador pensar que existe una solución fácil, pero tú nunca caíste en esa tentación, observó Shinba. A pesar de todo lo que has visto, nunca consideraste rendirte. Harfush guardó silencio por un momento pensando en cómo formular su respuesta. No es cuestión de terquedad o idealismo ciego dijo. Finalmente es cuestión de memoria histórica. Ninguna nación ha prosperado entregando su soberanía a criminales, por muy pragmático que parezca a corto plazo. El costo humano puede parecer menor inicialmente, pero a la larga es incalculablemente mayor.

Shinbaum se levantó y caminó hacia la ventana blindada que ofrecía una vista panorámica de la Ciudad de México. El solto, bañando la urve de más de 20 millones de habitantes en luz dorada. ¿Crees que lo lograremos, Omar? ¿Realmente podremos derrotar a algo tan profundamente arraigado en nuestras instituciones? Era una pregunta honesta, de líder a líder, no una búsqueda de falsas seguridades. No será fácil ni rápido respondió Harfch con la misma honestidad. La federación tiene décadas de ventaja, redes internacionales, recursos financieros prácticamente ilimitados, pero tienen una debilidad fundamental, cual no pueden ofrecer un verdadero futuro, solo miedo disfrazado de orden.

Y a largo plazo ninguna sociedad acepta vivir así indefinidamente. Shane Baum asintió girándose para mirarlo. Entonces, nuestra tarea no es solo perseguir criminales, es reconstruir la confianza completó Harfush. Demostrar con acciones que existe un camino alternativo viable, que el Estado puede proteger efectivamente a sus ciudadanos, que la justicia no es solo una palabra bonita en discursos, una revolución desde dentro, murmuró Shinbaum. Exactamente. Y como toda revolución verdadera comenzará con decisiones difíciles. Harfuch hizo una pausa. ¿Está preparada para lo que viene, señora presidenta?

Habrá resistencia no solo de los criminales, sino de sectores respetables que se benefician del estatus quo. La expresión de Shanbaum se endureció mostrando la determinación que la había llevado a ser la primera mujer en gobernar México. Asumí este cargo jurando defender la Constitución y servir al pueblo mexicano. Noche, Santiago y sus cómplices casi me arrebatan esa responsabilidad. Su voz adquirió un filo acerado. No habrá negociaciones, no habrá zonas grises. Si la historia me juzga que sea por exceso de determinación, no por falta de ella.

Carfuch asintió, reconociendo en sus palabras la misma convicción que él sentía. Hay algo más, añadió Shimbaum. Las últimas palabras de Mendoza para ti. Diego recuperó el audio de tu comunicador. Harfuch recordó el momento en la azotea, el helicóptero elevándose, la voz de Mendoza apenas audible sobre el rugido de los rotores. México te necesitará, Omar, cuando todo se derrumbe. Recuerda esta conversación. ¿Qué crees que significan? Preguntó Shinbaum. No es una amenaza convencional. respondió Harfuch tras considerarlo. Es una predicción.

Mendoza realmente cree que su camino es el único viable, que eventualmente nos veremos obligados a seguirlo. ¿Y tú qué crees? Creo, dijo Harfuch convicción tranquila, que subestima gravemente la resiliencia del pueblo mexicano. No sería el primer poderoso en cometer ese error. Un asistente llamó discretamente a la puerta indicando que los reporteros estaban listos para la conferencia de prensa, donde la presidenta anunciaría las medidas de emergencia nacional. Antes de salir, Shain Baum se detuvo junto a Harfuch. Omar.

Anoche salvaste más que mi vida, salvaste la posibilidad de un México libre. No lo olvidaré. Solo cumplí con mi deber, señora presidenta, y seguirás haciéndolo, afirmó ella, no como pregunta, sino como certeza. Porque mientras hombres y mujeres como tú sigan poniendo a México por encima de todo, Mendoza y quienes piensan como él nunca ganarán realmente. Con estas palabras, Shain Baum salió para enfrentar a la prensa y a la nación, dejando a Harfuch con la monumental tarea que tenía por delante.

En su teléfono un mensaje encriptado de Marcos. Helicóptero localizado, frontera sur, sin pasajeros, sangre en el asiento del piloto. Mendoza había escapado por ahora, pero la cacería apenas comenzaba. Mientras Harfuch guardaba su teléfono, miró por la ventana hacia la ciudad que había jurado proteger. Una ciudad de contrastes brutales, de injusticias históricas, pero también de una vitalidad y esperanza inextinguibles. La guerra contra la federación sería larga y costaría más sacrificios, pero por primera vez en décadas se libraría con determinación inequívoca desde las más altas esferas del poder, sin compromisos, sin zonas grises.

Harfuchch recordó las palabras de su madre, la actriz María Sorté, cuando él había decidido entrar a la academia de policía tantos años atrás. Hijo, en México elegir servir a la ley es elegir el camino más difícil. Asegúrate de tener la fuerza para recorrerlo hasta el final. Ahora, mientras se preparaba para la batalla más importante de su vida, sentía que finalmente comprendía el verdadero significado de aquella advertencia y estaba listo para demostrar que el camino difícil también podía ser el correcto.