En el espléndido palacio de Walesmer un rey viudo dejó en manos de su hija la elección de una nueva madre entre las damas de la nobleza pero en un giro que estremeció al reino la Pequeña Princesa señaló a una humilde criada secretos ocultos amores imposibles y pasiones prohibidas cambiarán para siempre su destino hoy quiero saludar con cariño a doña Elisa que nos escucha desde Brasil ¿y tú desde dónde acompañas esta historia cuéntame en los comentarios y si deseas aparecer aquí como doña Elisa envía tu foto o un pequeño vídeo disfrutando nuestros romances al correo
que aparece aquí abajo ahora acomódate y prepárate para emocionarte la historia está a punto de comenzar el invierno había caído como un manto de plata sobre los vastos dominios de Walesmer desde la alta torre del palacio de Lismon las tierras se extendían en un tapiz de campos helados ríos dormidos y bosques desnudos que se mecían bajo un cielo de plomo era el año de 1837 y aunque la estación anunciaba renovación en el corazón de la naturaleza en las piedras de palacio se respiraba un aire denso pesado como si
cada eco en los corredores cargara con el peso de una historia que no hallaba alivio en la gran sala del consejo bajo las bóvedas adornadas con frescos de victorias pasadas el rey Edric de Balesmer permanecía de pie junto a las altas ventanas las manos cruzadas a la espalda la mirada perdida más allá de los ventanales empañados por la escarcha su silueta imponente enfundada en un jubón de terciopelo oscuro parecía tallada en mármol imperturbable para quienes no sabían reconocer la tormenta que agitaba su interior ante él en semicírculo los miembros del Consejo
Real esperaban en silencio sus rostros marcados por una impaciencia apenas contenida lord Halvin de Saurel el veterano de los consejeros carraspeó levemente rompiendo el mutismo que se había vuelto casi insoportable “majestad” dijo inclinándose con respeto el reino necesita una reina la estabilidad de Balesmer y la futura sucesión de la corona dependen de ello la voz de Halvin resonó en la sala como un eco inevitable de la lógica fría inapelable edric cerró los ojos un instante respirando hondo como si aquel simple acto de vivir bajo la mirada expectante de tantos fuera ya una carga demasiado
pesada habían pasado tres inviernos desde la muerte de la reina Elena tres largos años en los que había gobernado envuelto en un luto que no solo ennegrecía sus ropas sino también su espíritu elena no había sido solamente su esposa sino su compañera en cada batalla silenciosa su ancla en medio del vendabal de intrigas palaciegas su ausencia aún palpable en cada rincón de Lismon era una herida que ni el tiempo ni la corona conseguían sanar el silencio volvió a caer espeso hasta que Edrick giró lentamente para enfrentar a sus consejeros su mirada de
acero recorrió uno por uno los rostros ansiosos expectantes de aquellos hombres que veían en su duelo no un respeto sino un obstáculo “aceptaré sus razones” dijo finalmente su voz grave como un trueno contenido “pero si he de tomar una nueva esposa no será producto de ambiciones ni pactos de conveniencia” los murmullos comenzaron a agitarse como alas de cuervo pero Edrick alzó una mano implacable imponiendo orden “mi hija Amelie” continuó con una firmeza que no admitía réplica elegirá a quien habrá de ser su nueva madre un estremecimiento casi
imperceptible recorrió la sala los hombres intercambiaron miradas de desconcierto y desaprobación pero ninguno se atrevió a cuestionarlo abiertamente solo Lord Halvin entrecerró los ojos midiendo las implicaciones de aquel gesto inusual edric sabía lo que hacía en un mundo donde cada alianza era una moneda de poder donde los matrimonios se negociaban como tratados confiar en la inocencia de una niña era un acto de fe o de desesperación pero para un hombre que había enterrado la mitad de su alma junto al cuerpo de su amada reina era el único camino posible la decisión sin embargo no tardó en
filtrarse más allá de los muros del palacio como ráfagas de viento helado los rumores cruzaron las calles de Valesmir se deslizaron por los corredores de las casas nobles viajaron en carruajes cubiertos de emblemas dorados y atravesaron las puertas de las embajadas extranjeras las damas de alta cuna aquellas que durante meses habían bordado sus mejores galas soñando con ceñirse la corona recibieron la noticia con una mezcla de horror y renovada ambición los padres intrigantes los diplomáticos perspicaces y los oportunistas disfrazados de servidores del reino comenzaron a moverse en las sombras
dispuestos a manipular seducir o incluso amenazar con tal de guiar la elección de la pequeña princesa hacia sus propios designios mientras tanto en una ala apartada del palacio ajena aún al torbellino que se desataría una joven de cabellos castaños recogidos en un moño sencillo y vestido de lino limpio pero austero inclinaba la cabeza para recibir instrucciones de una institutriz severa su nombre era Liana Berdene y aunque sus manos portaban las marcas de un destino humilde en sus ojos dormía la serenidad de quien sin saberlo estaba a punto de cambiar el destino de
un reino sí en medio de las murallas cubiertas de escarcha entre ecos de viejas glorias y futuros inciertos comenzaba a tejerse la trama de un amor improbable un amor que desafiaría no solo las reglas de sangre sino también las cicatrices del corazón el amanecer de aquel día crucial llegó envuelto en una neblina tenue que parecía querer ocultar el rostro mismo de Ballesmer los jardines del palacio de Lismont se cubrían de diminutas gotas de rocío y los vitrales de la capilla anexa destilaban hilos de humedad como si el mismo edificio presintiera que su historia estaba a punto de cambiar para
siempre en el interior de la gran sala del trono el ambiente era una amalgama de solemnidad y nerviosa expectación las llamas de los candelabros se agitaban lanzando destellos dorados sobre las tapicerías los retratos de antiguos monarcas y las columnas de mármol que se alzaban como centinelas mudos nobles de altos linajes embajadores de tierras lejanas y cortesanos vestidos con sus mejores galas ocupaban sus lugares en la galería mientras susurros apenas contenidos formaban un murmullo constante semejante al rumor del viento
entre los árboles invernales al pie del estrado la princesa Amelie ataviada con un delicado vestido azul celeste y un lazo de satén en el cabello sostenía un pequeño ramo de lirios blancos su rostro iluminado por la inocencia propia de sus 6 años contrastaba con la tensión que se respiraba en el aire a pocos pasos el rey Edric se mantenía erguido sus ojos oscuros recorriendo la sala con la gravedad de quien sabe que cada gesto será interpretado cada palabra pesada la ceremonia había sido convocada con un propósito claro permitir que la hija del
rey eligiera ante testigos ilustres a la mujer que ocuparía el trono vacante se esperaba por supuesto que la niña debidamente instruida por tutores y damas de compañía se inclinara por alguna de las jóvenes damas de noble cuna presentes todas ellas preparadas desde semanas atrás para este momento algunas sonreían con fingida modestia otras incapaces de ocultar su ansiedad jugueteaban nerviosamente con los encajes de sus mangas la música cesó un heraldo de voz grave anunció el inicio del acto con la solemnidad de quien despierta a un
gigante dormido el murmullo se extinguió como una vela al viento edric avanzó hasta el centro de la sala con pasos medidos que resonaron sobre el mármol se detuvo frente a Amely e inclinándose levemente hacia ella le habló con una voz que apenas fue un susurro para los presentes pero que llegó nítida a los oídos de su hija “elige pequeña mía escoge a aquella a quien desees como madre.
” Amelí alzó la mirada hacia su padre buscando en sus ojos la aprobación que aunque severa siempre hallaba luego giró sobre sus talones con una gracia infantil que enterneció incluso a los más endurecidos cortesanos sus pasos ligeros la llevaron a recorrer la primera fila de damas una tras otra las jóvenes inclinaron la cabeza sonriendo con dulzura ensayada sosteniendo la respiración en una mezcla de esperanza y temor pero Amelie tras detenerse un breve instante frente a cada una parecía no hallar aquello que buscaba los murmullos comenzaron a elevarse nuevamente como una marea contenida
algún que otro noble arrugó el ceño mientras una duquesa de cabello platinado apretaba los labios en desaprobación los ojos de Edric siguieron cada movimiento de su hija su mandíbula tensa sus manos cerradas en puños discretos entonces en un acto tan inesperado como inconcebible Amelí se apartó del grupo de damas y avanzó hacia un rincón de la sala donde se hallaban reunidas las criadas que asistían discretamente al evento allí de pie con las manos entrelazadas sobre el regazo y la cabeza ligeramente inclinada en señal de respeto se encontraba Liana Berde vestía un sencillo vestido gris
perla sin adornos apenas realzado por un pequeño broche de madre perla en el cuello sus cabellos castaños recogidos en un moño bajo dejaban al descubierto la delicadeza de sus facciones la serenidad de su porte y la dignidad callada que parecía envolverla como un manto invisible amelí se detuvo frente a ella levantó su pequeño ramo de lirios y con una sonrisa luminosa lo ofreció a Liana el silencio que cayó sobre la sala fue absoluto ni el más leve crujido de un vestido ni el más tímido suspiro turbó la quietud que siguió al gesto de la niña era como si al mismo tiempo
hubiera contenido la respiración los rostros de las damas nobles se tornaron lívidos algunos caballeros intercambiaron miradas atónitas los labios de la duquesa Melisán de Brevón temblaron apenas antes de curvarse en una mueca de desdén en el estrado Edric se mantuvo inmóvil pero sus ojos oscuros como la tormenta que precede a la tempestad se clavaron en la escena con una intensidad casi insoportable liana confundida y abrumada abrió ligeramente los labios como para protestar para excusarse pero los ojos de Amelí tan
llenos de fe y ternura la desarmaron por completo con manos temblorosas aceptó el pequeño ramo haciendo una reverencia profunda que no pasó desapercibida a nadie la corte estalló en sus surros como un campo de trigo sacudido por un viento repentino palabras como imposible escándalo y afrenta flotaron en el aire impregnándolo de veneno edric por un instante que pareció eterno cerró los ojos recordó entonces su propia promesa hecha en voz alta ante su consejo y ante el mismísimo cielo que respetaría la elección de su hija respiró hondo endureciendo su
rostro como un guerrero que se lanza al campo de batalla avanzó con paso firme hasta situarse junto a Amelie y Liana y alzando la voz para que todos lo escucharan proclamó “Sea cumplida la voluntad de mi hija liana Verdene será por designio de la princesa heredera mi prometida.
” Un estremecimiento recorrió la sala como un trueno sordo antes de una tormenta el heraldo tras una breve vacilación repitió la proclamación con voz temblorosa la formalidad del acto se cumplía aunque el desconcierto pintara los rostros de todos los presentes los embajadores extranjeros calculadores intercambiaron miradas cargadas de nuevos intereses los nobles más antiguos fruncieron el seño en señal de desaprobación apenas disimulada las damas que hasta ese momento soñaban con una corona se retiraron en sus asientos heridas en su orgullo edric giró apenas el rostro
hacia Liana su mirada dura como el acero templado encontró los ojos de la joven que sostenía su ramo de lirios como quien sostiene un escudo contra el mundo entre ellos no hubo palabras solo una tensión silenciosa densa que impregnó el aire como un perfume amargo la desconfianza brillaba en los ojos del rey fría e implacable la incertidumbre teñida de un atisbo de temor latía en la mirada de Liana así bajo la mirada atónita de la corte entera se selló un compromiso que ni el destino ni la razón ni la sangre habrían podido prever un compromiso nacido no de la
ambición ni de la diplomacia sino de la pureza de una niña y del primer movimiento de un amor que aún no sabía que existía en las altas ventanas la niebla comenzaba a disiparse dejando entrever un sol pálido tímido como si el cielo mismo dudara del camino que acababa de iniciarse en el corazón de Ballesy una nueva era se alzaba silenciosa y temblorosa bajo los muros dorados del palacio y aunque nadie en aquel momento pudo preverlo la elección de una niña cambiaría para siempre el curso de un reino entero el eco de los pasos resonaba en los corredores de mármol
multiplicándose en las bóvedas como un susurro que parecía traer consigo todas las habladurías todas las murmuraciones que el palacio entero ya tejía en torno a su nombre liana avanzaba con la cabeza erguida sosteniendo entre sus manos cruzadas el pequeño atado que contenía sus pocas pertenencias el vestido gris perla que usaba aunque limpio y correctamente ajustado delataba aún su condición de servidumbre solo el delantal había sido retirado como si con ese gesto torpe se pretendiera borrar de su piel la
historia que hasta el día anterior la había definido dos doncellas la guiaban en silencio ambas con rostros inexpresivos aunque no escapó a sus oídos el breve intercambio de miradas y los susurros contenidos que surgían tras su paso la noticia de su inesperado compromiso había corrido más rápido que el viento llevando consigo asombro burla y una indignación apenas disimulada el palacio de Lismond majestuoso en su solemnidad ancestral parecía haber mutado desde aquel momento las altas galerías adornadas con tapices históricos los ventanales emplomados que
dejaban filtrar una luz mortescina de invierno y los jardines silenciosos tras los cristales todo se había vuelto más frío más implacable liana no ignoraba las miradas sabía que cada criado que inclinaba apenas la cabeza cada dama que apretaba los labios al verla pasar cada caballero que desviaba la vista con fingido desinterés eran testigos de su nueva posición y de su improbable osadía finalmente llegaron a una sección del ala este reservada para los huéspedes de honor pero notablemente alejada de los
aposentos reales la habitación que le fue asignada era amplia con paredes cubiertas de paneles de madera oscura cortinas de terciopelo azul profundo y un lecho de columnas talladas que parecía más un altar que un simple mueble sobre la repisa de la chimenea una lámpara de aceite lanzaba un resplandor cálido y trémulo insuficiente para disipar por completo la frialdad que impregnaba el aire cuando las doncellas la dejaron sola Liana permaneció un instante de pie en medio de la estancia respirando con lentitud la fragancia acera quemada y
lavanda flotaba en el ambiente mezcla de lujo y tradición aquello no era su mundo y sin embargo era ahora el escenario donde su destino se vería forjado o quebrado se acercó al ventanal apoyando ligeramente la mano en el cristal helado desde allí se divisaban los jardines interiores donde los arbustos recortados en formas geométricas y los setos de laureles parecían adormilados bajo la capa de escarcha una sombra se movió entre los árboles liana entrecerró los ojos reconociendo la silueta de un grupo de cortesanos que
probablemente comentaban con mordacidad la ceremonia de la mañana un golpe suave en la puerta la hizo girar su majestad desea hablar con usted” anunció una doncella evitando mirarla directamente con un leve asentimiento Liana dejó a un lado su pequeño atado y siguió a la joven por los corredores hasta una sala de recepción privada donde el fuego ardía con vigor en una chimenea de piedra labrada allí de pie junto a una de las ventanas el rey Edric aguardaba envuelto en su capa de terciopelo negro ribeteada de plata la gravedad de su porte parecía
impregnar la misma atmósfera volviéndola espesa difícil de respirar liana se detuvo a una distancia prudente realizando una reverencia perfecta sencilla sin afectación edric no habló de inmediato mantuvo la mirada fija en algún punto invisible más allá de la ventana como si buscara en el horizonte respuestas que su corazón todavía en guerra no podía ofrecerle finalmente giró sobre sus talones y enfrentó a Liana su mirada intensa y contenida recorrió su figura con una mezcla de análisis y desconfianza entiendo dijo con voz baja pero firme
que no ha buscado este destino la afirmación cargada más de acusación que de compasión cayó entre ambos como un peso muerto liana recogiendo toda la dignidad que su alma podía reunir alzó suavemente el rostro no majestad no lo he buscado su respuesta simple y sincera pareció irritar aún más al monarca como si su falta de ambición desbaratara la lógica amarga que había construido para soportar aquella situación debe comprender continuó Edrick acercándose un paso que su posición será observada juzgada medida con una
severidad que ni siquiera una reina de noble cuna podría soportar sin quebrarse liana sostuvo la mirada del rey sintiendo en su interior una mezcla de temor y determinación “lo comprendo majestad” susurró y haré cuanto esté en mi mano para no deshonrar la confianza de la princesa ni la de vuestra majestad por un instante una sombra de asombro cruzó los ojos de Edrick no era la respuesta de una cortesana adiestrada en el arte de complacer ni la súplica servil de quien mendiga un favor era una promesa serena y firme nacida de un
lugar más profundo que el miedo el rey asintió brevemente como si aquella pequeña concesión fuera todo lo que estaba dispuesto a ofrecer puede retirarse liana volvió a inclinarse y salió de la sala sintiendo la quemazón de una mirada clavada en su espalda hasta el último instante de regreso en sus aposentos encontró sobre la cama un vestido nuevo un modelo sobrio en tercio pelo verde oscuro con modestos bordados en hilo de oro en los puños y el escote un gesto sin duda ordenado por protocolo para adecuarla a su nueva condición pero que en su silencio encerraba una
advertencia debía comportarse como correspondía a quien aunque indeseada había sido elegida la noticia de su traslado y de su primer encuentro con el rey se expandió por el palacio como una llamarada en los pasillos las damas de compañía cuchicheban tras abanicos enados en las cocinas los sirvientes intercambiaban historias aderezadas con exageraciones en los salones privados los nobles tejían teorías sobre el futuro del reino al caer la noche durante la cena formal la atmósfera era espesa como la niebla liana sentada en un extremo de la
mesa destinada a los miembros de la corte sintió las miradas fijas sobre ella algunas cargadas de abierta hostilidad otras de fingida curiosidad no probó bocado limitándose a beber pequeños orbos de agua mientras su estómago se retorcía no de hambre sino de aprensión desde la cabecera Edrick apenas dirigió una mirada hacia su futura prometida su gesto era impenetrable su conversación escasa sin embargo en un instante fugaz mientras los sirvientes servían una nueva tanda de platos sus ojos se encontraron fue solo un segundo apenas
un rose invisible pero suficiente para que una corriente de emociones no dichas pasara entre ellos el deber la desconfianza el resentimiento y oculto muy en el fondo algo más algo aún sin nombre cuando la música comenzó a sonar en el salón adyacente y los primeros bailes se organizaron Liana fue consciente de que aquella batalla apenas había comenzado cada sonrisa cada palabra cada gesto sería una prueba y ella sola entre muros dorados y enemigos silenciosos debía aprender a sobrevivir en un mundo que no le perdonaría ni el más pequeño
error mientras la orquesta llenaba el aire con acordes de melancólica elegancia Liana erguida en su asiento como una reina sin corona juró en silencio que aunque el peso de todas las miradas la aplastara no se dejaría vencer en algún rincón de su alma una semilla de fuerza comenzaba a germinar una semilla que quizás algún día lograría quebrar los muros de hielo que rodeaban el corazón del rey y así bajo la mirada implacable de los nobles de Wallesmer se escribía una nueva página en la historia del reino una página teñida de escándalo esperanza y un
destino aún incierto la escarcha aún cubría los campos de Wallesmir cuando las primeras sombras del resentimiento comenzaron a extender sus tentáculos invisibles por los corredores de Lismond no era un odio ruidoso no era un escándalo inmediato era algo más sutil más venenoso que se infiltraba en las rendijas del protocolo y se disfrazaba bajo sonrisas corteses y reverencias medidas la duquesa Melisand de Brevón flor marchita de una familia de linaje intachable y ambiciones desmedidas fue la primera en percibir la magnitud de la afrenta que representaba Liana Berdene
no solo se trataba de la humillación de ver su propia candidatura al trono desvanecida ante una simple criada sino del mensaje que aquel acto enviaba a toda la nobleza la sangre azul podía ser reemplazada la cuna no era garantía de poder en su alcoba privada bajo la tenue luz de una lámpara de aceite y rodeada de retratos ancestrales que parecían observarla con muda censura Melisande reunió a su círculo de fieles entre ellos se encontraban el visconde de Ester Mont hombre de fortuna menguante y ambiciones intactas la varonesa de Belencurt cuya hija cazadera había sido
humillada por la elección de la princesa y el joven marqués de Tresñac espíritu irble y voluble siempre dispuesto a alimentar cualquier fuego que prometiera destruir lo que envidiaba la duquesa de pie junto a la chimenea vestida de terciopelo negro y encaje marfil habló con una voz dulce como la miel pero afilada como una daga el reino puede permitir semejante afrenta a su sangre sentenció mientras sus ojos de un azul helado brillaban con una determinación feroz no podemos permitir que una advenediza profane la corona que generaciones enteras han forjado con su
sacrificio los presentes asintieron en silencio sabían que Melisande no proponía una rebelión abierta sabían que su arma predilecta era el rumor la insinuación la herida invisible que sangra en silencio así comenzaron las pequeñas humillaciones en la primera cena de Gala tras el anuncio del compromiso Liana fue situada en la mesa de honor pero en un lugar estratégicamente alejado del rey las miradas cruzadas los cuchicheos tras los abanicos los brindis sutilmente omitidos en su dirección fueron como alfileres invisibles clavándose en su carne cuando caminaba por los corredores
las damas apartaban la vista con fingida indiferencia o soltaban risitas ahogadas apenas pasaba en las recepciones los saludos a Liana eran tan breves tan fríamente correctos que sus palabras aunque impecables llevaban la carga punzante del desdén pero fue durante una velada musical en los salones dorados del ala sur donde la malicia de la corte alcanzó nuevas alturas la princesa Amelie sentada junto a Liana pidió inocentemente que su futura madre cantara una canción para ella la sala llena hasta los candelabros
de aristócratas deseosos de presenciar algún desliz contuvo la respiración liana sonrojada pero serena aceptó se adelantó hacia el clavicébalo inclinó levemente la cabeza en señal de respeto y con voz clara y melodiosa entonó una antigua balada que hablaba de ríos que nunca se detenían y corazones que nunca se rendían la belleza sencilla de su canto fue como una bofetada para quienes esperaban la risa el error la humillación pero apenas terminó antes de que el silencio emocionado pudiera transformarse en aplausos la duquesa de Brevón sentada en
un sillón elevado dejó caer su abanico al suelo con un suspiro audible “¡qué dulzura tan campesina” murmuró sin molestarse en bajar la voz una risilla contenida surgió de varios rincones de la sala liana aún de pie sintió como el rubor subía a sus mejillas pero sostuvo la mirada sin permitir que el temblor de sus manos traicionara la herida abierta en su alma desde su asiento elevado el rey Edric había presenciado toda la escena su rostro inescrutable como una máscara tallada no reveló pensamiento alguno
solo su mirada fija y dura como una espada envainada recorrió la sala como si memorizara los rostros de quienes se atrevían a burlarse de su promesa aquella noche al retirarse a sus aposentos Liana se detuvo un momento en el corredor principal junto a un tapizaba la coronación de un antiguo rey observó el bordado dorado los rostros bordados en seda que aunque congelados en un instante de triunfo parecían ajenos a su sufrimiento ¿qué derecho tenía ella nacida sin título criada entre la servidumbre de ocupar un lugar que tantos consideraban sagrado ¿hasta dónde
podría resistir sin quebrarse el sonido de pasos firmes la sacó de sus pensamientos se volvió encontrándose de frente con el rey Edric por un instante ninguno de los dos habló la distancia entre ellos aunque mínima se sintió inmensa llena de todo lo que no podían decirse finalmente Edrick habló con una voz que no admitía compasión pero sí quizás un atisbo de respeto no les des el placer de verte caer liana sostuvo su mirada descubriendo en ella no la ternura de un enamorado ni la simpatía de un aliado
sino algo más crudo y valioso reconocimiento con una leve inclinación de cabeza Liana respondió “Jamás majestad.” El rey asintió una sola vez y se alejó su capa de terciopelo negro arrastrándose sobre las losas del suelo con un susurro que parecía prometer batallas aún por librar esa noche en su habitación mientras el viento del invierno ahullaba contra los vitrales y las velas proyectaban sombras titilantes en las paredes Liana se sentó junto a la ventana y escribió en su diario con letra firme no permitiré que me doblen no
permitiré que me rompan mi valor no está en mi sangre ni en mi apellido sino en la fuerza de lo que soy más allá de las murallas del palacio la luna se alzaba en el cielo testigo silenciosa de una joven que sin espadas ni ejércitos había decidido luchar su propia guerra una guerra de dignidad una guerra de resistencia silenciosa y aunque aún no lo sabía aquella noche en la soledad de su alcoba Liana Verdene comenzó a convertirse no solo en la prometida del rey sino en la reina que Ballesmer aún no sabía que necesitaba la primavera con su aliento
tibio y perfumado comenzaba a insinuarse entre los muros de piedra del palacio de Lismond aunque aún persistía el frescor de los amaneceres pequeños brotes verdes asomaban en los jardines interiores retando al invierno a retirarse era una estación tímida aún pero decidida como un susurro de esperanza entre las cicatrices del frío en uno de los rincones más apartados del jardín principal bajo un viejo roble de ramas aún desnudas la princesa Amelí se acurrucaba junto a Liana sobre un banco de piedra cubierto de musgo liana con un chal de lana
grisáceo cubriéndole los hombros sostenía entre sus manos un pequeño libro de tapas gastadas su voz suave y melódica flotaba en el aire mientras relataba una historia de princesas valientes bosques encantados y promesas hechas bajo la luna amely con las manos enguantadas entrelazadas en su regazo escuchaba embelezada sus ojos grandes y claros reflejando cada emoción que la narración suscitaba la niña que hasta hacía poco se mostraba inquieta y temerosa desde la pérdida de su madre encontraba en Liana un refugio silencioso que las palabras de
cortesanos y preceptores jamás habían logrado ofrecerle a unos metros de distancia oculto tras una hilera de rosales aún sin florecer el rey Edric observaba la escena en silencio el crepitar de una rama bajo su bota pasó desapercibido para las dos figuras absortas en su pequeño mundo de cuentos y ternura había algo en aquella imagen que desarmaba a Edrick de maneras que no alcanzaba a comprender del todo no era solo la dulzura con la que Liana acariciaba el cabello de Amelí cuando esta se acurrucaba contra su costado ni
la serenidad con la que susurraba promesas de finales felices era la naturalidad con que la joven sin títulos ni ambiciones había conquistado un lugar en el corazón de su hija una punzada de algo cercano al remordimiento le atravesó el pecho ¿qué derecho tenía él de juzgar con tanta dureza a quien sin buscarlo había traído luz a un hogar tan lleno de ausencias la voz de Amelie clara como una campanilla rompió sus pensamientos ¿crees que las princesas de verdad pueden ser felices Liana liana cerró el libro con delicadeza y sonrió una sonrisa que no era del todo alegre pero sí infinitamente
sincera creo que la felicidad no depende de coronas ni castillos pequeña mía respondió la felicidad se encuentra en los corazones que saben amar en la bondad que damos sin esperar recompensa amelie meditó esas palabras en silencio mientras un rayo de sol fugaz acariciaba su cabello dorado edric dio un paso atrás como si temiera profanar aquel instante de pureza con su sola presencia sus hombros normalmente rectos como los de un soldado en formación se hundieron levemente bajo el peso invisible de sus
propias dudas aquella noche después de la cena cuando los candelabros iluminaban los corredores con su luz dorada y las sombras bailaban en las paredes tapizadas Amelí corrió hacia su padre en la galería del alaeste sin ceremonia alguna se abrazó a su cintura como solía hacer de pequeña antes de que la muerte y el dolor erigieran muros invisibles entre ellos edric sorprendido depositó una mano temblorosa sobre la cabeza de su hija ¿qué sucede pequeña preguntó su voz más suave de lo habitual amely levantó el rostro sus
ojos brillando con una confianza que él no había visto en mucho tiempo quería darte las buenas noches papá y decirte que estoy feliz el rey tragó saliva sintiendo como aquella simple declaración removía viejas heridas que aún palpitaban bajo su armadura de hierro se agachó hasta quedar a su altura y por un instante permitió que la dureza de su rostro se disolviera feliz repitió como si aquella palabra le resultara ajena sí afirmó Amelie con una sonrisa que parecía encender toda la galería porque Liana me cuenta historias bonitas
y porque tú estás menos triste edric cerró los ojos un breve instante dejando escapar un suspiro que arrastraba años de culpa y soledad “he cometido errores Amelí” murmuró “y Temo Temo volverá a hacerlo.” La niña en su infinita sabiduría infantil le rodeó el cuello con sus brazos delgados “no tengas miedo papá.
” Mamá decía que el amor verdadero siempre encuentra el camino edric sintió que algo muy dentro de su pecho crujía no era dolor era otra cosa algo olvidado algo que aún latía terco contra todo pronóstico se incorporó tomando la mano de su hija entre las suyas y caminó junto a ella por el corredor silencioso mientras las velas derramaban su luz trémula sobre sus sombras entrelazadas esa noche en sus aposentos Edric permaneció largo rato de pie junto a la ventana observando como la luna se alzaba sobre los tejados de Lismont
envolviendo el palacio en un velo plateado en sus pensamientos la imagen de Liana contando historias a su hija bajo el viejo roble regresaba una y otra vez como una melodía que no podía ni quería olvidar por primera vez en mucho tiempo Edric permitió que la posibilidad de un futuro distinto rozara su mente un futuro en el que la risa de Amelí llenara los corredores en el que su corazón marcado por la pérdida pudiera atreverse a latir de nuevo no era amor todavía no era redención todavía pero era un comienzo y en los jardines aún adormilados de Walesmere
donde los primeros capullos aguardaban el calor para abrirse algo muy parecido a la esperanza empezaba también a germinar en el alma del rey los días se sucedían en el palacio de Lismund con la cadencia solemne de un reloj antiguo la primavera en su avance silencioso había vestido los jardines de verde tierno perfumando los senderos empedrados con los primeros brotes de Azahar sin embargo entre los muros dorados del palacio la atmósfera seguía cargada de silencios y miradas medidas como si la propia naturaleza del lugar
desconfiara de los cambios que comenzaban a germinar en su interior ana a pesar de las humillaciones veladas y del aislamiento calculado había logrado conservar su serenidad su vestido había cambiado discretamente ahora llevaba un modelo de terciopelo verde musgo de líneas sencillas pero elegante caída adornado apenas por una cinta de seda en la cintura un pequeño broche de madre perla sujetaba el chal sobre sus hombros testimonio silencioso de una transición que se daba más en el alma que en las apariencias aquella tarde el rey Edric
había convocado una reunión informal con algunos de sus consejeros de confianza en el salón de los tapices una estancia cálida y discreta donde el crepitar del fuego y el aroma de la madera vieja creaban una atmósfera de íntima gravedad era un encuentro destinado a discutir los preparativos de la próxima temporada de cosechas asunto vital para la estabilidad económica del reino de pie junto a la gran mesa de roble escuchaba con semblante imperturbable las exposiciones de Lord Halvin de Saurel Lord Reynard y Sir Baldwin
quienes en su acostumbrada competencia de oratorias grandilocuentes exponían planes complicados y onerosos para mejorar las rutas comerciales y aumentar los tributos liana sentada en un extremo de la sala había sido invitada por deferencia hacia la princesa Amelie quien insistía en su presencia en casi todos los eventos familiares sin embargo su presencia no era más que tolerada y muchos de los presentes la miraban como quien observa a un invitado inoportuno en una fiesta privada mientras las voces se alzaban y se entrecruzaban en torno a cifras
impuestos y alianzas comerciales Liana permanecía en silencio sus manos reposando tranquilamente sobre su regazo sus ojos claros siguiendo cada argumento con atención casi devocional fue en un momento de confusión cuando Lord Reynard proponía un aumento de los gravámenes al campesinado que Edrick quizás impulsado por un impulso retador o por mera curiosidad se volvió hacia ella ¿y vos señorita Verdene preguntó su voz impregnada de una cortesía fría ¿qué opina de todo esto un silencio abrupto cayó sobre el salón los consejeros se
miraron entre sí algunos ocultando mal una sonrisa esperando sin duda un titubeo o una respuesta ingenua que confirmara su desprecio hacia la joven pero Liana no bajó la mirada ni tartamudió con una calma sorprendente se puso de pie alizó su falda con un gesto breve y tras inclinar ligeramente la cabeza en señal de respeto respondió con una voz firme y serena majestad señores inició pienso que grabar aún más al campesinado podría resultar contraproducente ellos ya soportan el peso de los tributos anteriores y cualquier incremento podría llevarlos a la desesperación cuando un hombre ve su
esfuerzo recompensado apenas con la supervivencia pierde la fe en sus gobernantes y un reino que pierde la fe de su pueblo siembra rebelión en sus campos antes que trigo la claridad de sus palabras la lógica simple pero demoledora de su argumento dejó a los presentes momentáneamente sin aliento incluso Lord Halvin hombre curtido en las intrigas del poder entrecerró los ojos evaluándola con nueva atención edric que hasta entonces había mantenido los brazos cruzados sobre el pecho dejó caer las manos a los costados
y la observó largamente no era solo la inteligencia en sus palabras sino la dignidad tranquila con que las había pronunciado como si no buscara impresionar ni complacer sino simplemente decir la verdad una chispa de algo indefinible respeto admiración interés brilló en los ojos del rey “vuestro punto es válido” concedió con gravedad y digno de ser considerado liana hizo una nueva reverencia y regresó a su asiento sintiendo las miradas posarse sobre ella como el sol de un mediodía de verano algunas curiosas otras desconfiadas unas
pocas abiertamente hostiles la reunión continuó pero el aire había cambiado cada palabra cada propuesta posterior parecía pesar más como si la franqueza de Liana hubiera puesto en evidencia la artificiosidad de los discursos anteriores cuando al fin la asamblea se disolvió y los consejeros abandonaron la sala entre murmullos y cabeceos forzados Edric permaneció junto a la chimenea la mirada absorta en las llamas liana obedeciendo al protocolo se acercó para despedirse “habéis hablado con sabiduría esta tarde” dijo él sin mirarla directamente liana sorprendida por la
inusual suavidad de su tono inclinó levemente la cabeza “solo dije lo que consideré justo majestad.” Un silencio denso se instaló entre ellos luego algo casi imperceptible sucedió una ligera sonrisa fugaz como el destello de una estrella antes de desvanecerse en el amanecer curvó apenas los labios de Edrick liana sintió como su corazón latía con fuerza pero mantuvo el control de su expresión sabiendo que aquel pequeño gesto aquel resplandor casi imperceptible era un triunfo mayor que cualquier aplauso público edric apartó la vista como si aquel atisbo de emoción
lo incomodara más que una herida abierta “podéis retiraros” ordenó aunque su voz carecía de la habitual frialdad liana hizo una última reverencia y se alejó dejando tras de sí un rastro de perfume suave a la banda y esperanza contenida al cruzar el umbral de la sala no pudo evitar mirar brevemente por encima del hombro edric seguía allí de espaldas inmóvil frente al fuego como un guerrero fatigado que por fin comenzaba a bajar su espada esa noche en sus aposentos mientras cepillaba su cabello ante el espejo Liana recordó aquella sonrisa apenas
esbozada y permitió que una tímida ilusión anidara en su corazón no era amor todavía no era redención todavía pero era un primer resplandor y en un mundo donde el linaje dictaba el valor de las personas aquel pequeño destello de respeto de reconocimiento auténtico era el mayor de los tesoros el viento de la primavera colándose por la ventana entornada trajo consigo el rumor de nuevas promesas como si la misma naturaleza celebrara el lento despertar de un destino que aunque incierto comenzaba a perfilarse bajo el manto de las estrellas la noche del gran baile de
máscaras había llegado a Lismond trayendo consigo un aire de expectación cargada de promesas y peligros el palacio iluminado por centenares de candelabros de cristal y cubierto de sedas escarlatas y doradas parecía vibrar con una vida propia como si las mismas paredes respiraran los secretos que iban a tejerse esa noche los pasillos resonaban con el crujir de los brocados y el tintinear de las joyas mientras los invitados envueltos en disfraces suntuosos y antifaces de encaje se desplazaban como figuras de un antiguo tapiz animado la música vibrante y melancólica llenaba el
aire con acordes de violines y clavees marcando un compás que parecía dictar no solo los pasos de la danza sino también los suspiros y las intrigas liana con el corazón golpeando con fuerza en su pecho avanzó por el corredor principal hasta el gran salón de baile vestía un sencillo vestido de seda azul profundo de corte elegante pero sin ostentación decorado apenas con un delicado bordado de hilos plateados en los puños y el escote un antifaz de encaje azul oscuro ocultaba parcialmente su rostro aunque no lo suficiente para que su identidad pasara
desapercibida desde su entrada las miradas comenzaron a seguirla algunas eran de abierta hostilidad otras de descarada curiosidad muy pocas de genuina cortesía sabía que esa noche no sería fácil sabía que aunque su posición había comenzado a elevarse discretamente gracias a su cercanía con la princesa Amelí y las recientes atenciones del rey los enemigos que había cosechado entre la nobleza no dejarían pasar la oportunidad de humillarla y entre todos ellos brillaba con particular intensidad la figura de la duquesa Melisand de Brevón
melisande ataviada con un vestido de terciopelo carmesí y un antifaz de plumas negras se movía entre los invitados como una araña en su tela tejiendo sus hilos invisibles de desprecio y conspiración había dispuesto todo cuidadosamente había instruido a los caballeros para que no invitaran a Liana a bailar había organizado a las damas para que la apartaran con gestos sutiles había sembrado la humillación como quien siembra veneno en un jardín florido cuando el primer bals resonó en el salón las parejas comenzaron a formarse con risas y susurros liana de
pie junto a una de las columnas doradas esperó su espalda recta su mirada firme tras el antifaz pasaron minutos que se sintieron como eternidades nadie se acercó a su alrededor los grupos se cerraban dejando vacíos invisibles que la excluían con una precisión cruel algunas damas se permitieron mirarla de reojo ocultando sonrisas maliciosas tras sus abanicos enados un caballero joven y arrogante fingió tropezar cerca de ella solo para alejarse riendo bajo su máscara dorada liana sintió el calor subirle a las mejillas pero no dio un solo paso atrás
apretó los dedos contra las costuras de su vestido anclándose a la dignidad que había prometido jamás abandonar no derramaría una lágrima no daría a nadie el placer de verla quebrarse desde el extremo opuesto del salón Edric observaba vestía un traje de gala en terciopelo negro con bordados de hilos de plata que brillaban como filamentos de luna bajo la luz de los candelabros su antifaz igualmente negro acentuaba la severidad de sus rasgos haciéndolo parecer aún más inaccesible más imponente sus ojos sin embargo no abandonaban a Liana vio como su figura erguida pero sola
resistía el desprecio del salón entero vio el temblor casi imperceptible de sus manos el brillo contenido en sus ojos y algo en su interior algo que llevaba demasiado tiempo encadenado se reveló sin pedir consejo sin anunciarse sin detenerse siquiera a considerar las consecuencias Edric avanzó entre la multitud los murmullos se alzaron como un vendaval cuando con una reverencia impecable el rey de Balesmir se detuvo frente a la joven olvidada “concededme este baile” dijo su voz grave rompiendo el aire denso como un trueno suave liana alzó los ojos sorprendida buscando
en los de Edrick una burla una trampa no encontró nada de eso solo seriedad solo una promesa muda de amparo con manos temblorosas colocó la suya sobre la de él y juntos avanzaron hacia el centro del salón el murmullo se transformó en un oleaje de incredulidad las damas palidecieron tras sus máscaras los caballeros fruncieron el ceño melisande desde su trono improvisado junto a la fuente de mármol apretó los labios hasta que se volvieron una línea blanca la orquesta obedeciendo al gesto apenas perceptible del maestro de ceremonias cambió de compás una
melodía lenta de acordes largos y melancólicos llenó el salón bailaron liana sintió que el mundo desaparecía a su alrededor como si solo existieran ella el rey y la música el calor de la mano de Edrick sobre su espalda la presión firme de sus dedos en su cintura el rose de sus cuerpos manteniendo la distancia justa para no escandalizar pero lo suficientemente próxima para que cada respiración compartida fuera una confesión silenciosa en un giro la falda de Liana se abrió como una ola de seda en otro el antifaz de Edrick rozó levemente su
mejilla enviando un estremecimiento hasta lo más profundo de su ser una mirada apenas un instante un rose fugaz de manos y en ese contacto breve en esa chispa que cruzó de uno a otro como un relámpago contenido se dijo más que con 1000 palabras cuando la música cesó Edrick soltó lentamente la mano de Liana inclinándose en una reverencia que aunque formal contenía una reverencia mucho más profunda la de un hombre que por primera vez en mucho tiempo reconocía la valentía la dignidad y la belleza allí donde el mundo solo quería ver una falta liana con el corazón latiendo desbocado
devolvió la inclinación sabiendo que aquella noche sin una sola promesa sin un solo juramento algo había cambiado irrevocablemente entre ellos mientras regresaba a su sitio sintiendo las miradas atónitas y la tensión casi palpable en el aire supo que el camino por delante seguiría siendo arduo pero ya no estaría sola porque en un mundo de máscaras donde las apariencias lo eran todo Edrick había visto más allá de la seda del linaje de la impostura había visto a ella y ese reconocimiento silencioso pero absoluto sería el faro que guiaría sus pasos en
las oscuras aguas que aún quedaban por navegar la claridad dorada de la primavera había comenzado a adueñarse de los jardines de Lismond pero en los corredores sombríos del palacio el ambiente era todo menos luminoso un veneno invisible se esparcía entre los muros destilado en susurros miradas cargadas de doble sentido y sonrisas demasiado educadas para ser sinceras desde el gran baile de máscaras donde el rey había osado desafiar a la corte al bailar con Liana las habladurías habían adquirido una nueva ferocidad lo que
antes era desdén disfrazado ahora se convertía en un torrente de rumores insidiosos que corría por las cocinas los salones incluso las estancias más apartadas se decía con voz baja pero insistente que Liana no era la criatura inocente que aparentaba ser que había atrapado el corazón de la pequeña princesa con artimañas dulces y que a través de la niña había tendido una red de engaños para ascender en la escala social algunos más atrevidos murmuraban incluso que no era de sangre limpia que sus orígenes eran oscuros y vergonzosos que
su madre había sido una criada descarriada y su padre algún aventurero sin nombre ni honor todo era falso y sin embargo en un mundo donde la apariencia lo era todo la verdad importaba menos que la persistencia del rumor la duquesa Melisá de Brevón en el centro de esa marea venenosa tejía su complot con la paciencia de una experta había reunido a su alrededor a varios criados resentidos a damas de compañía desplazadas por la presencia de Liana y a caballeros menores cuyas hijas habían sido ignoradas por el rey cada palabra que salía de sus labios era una semilla de
discordia cuidadosamente plantada pero Melisande no se conformaba con rumores sabía que en la corte las palabras volaban pero los documentos podían condenar así fue como una tarde de abril en la penumbra de una antecámara oculta tras el salón de música entregó a un sirviente temeroso un paquete cuidadosamente preparado contenía varias cartas falsificadas supuestamente escritas por Liana en las que se insinuaban ambiciones inconfesables propuestas deshonestas y un desprecio absoluto por la corona y la
nobleza debes dejarlas en los aposentos del rey ordenó Melisand su voz un susurro venenoso que las encuentre por casualidad que vea con sus propios ojos la verdadera naturaleza de la criatura a la que pretende elevar el criado tentado por una generosa promesa de oro y aterrorizado por la ira de su poderosa patrona obedeció mientras tanto ajena al alcance total de la traición que se hurdía a su alrededor Liana continuaba su vida en palacio con la misma dignidad silenciosa que había sido su escudo desde el principio cada día era una prueba de resistencia
soportar las miradas cargadas de juicio las cortesías que rozaban la crueldad las exclusiones disfrazadas de protocolo y sin embargo cada mañana al ver la sonrisa radiante de Amelí y al recibir de parte del rey esos silenciosos gestos de respeto creciente una inclinación de cabeza una mirada sostenida un instante más de lo debido encontraba fuerzas para seguir adelante pero ni siquiera su fortaleza le habría preparado para el golpe que estaba por venir fue en una tarde particularmente silenciosa cuando Edrick de pie en su
estudio privado encontró el paquete no había sellos ni marcas solo su nombre escrito con una caligrafía precisa sobre un pergamino sencillo al abrirlo el mundo pareció inclinarse a su alrededor leyó cada carta con una creciente sensación de incredulidad y furia las palabras eran veneno destilado confesiones de ambición burlas al dolor del rey promesas de manipular a la princesa Amelí para asegurar su propia posición la mano de Edrick fuerte y firme en la batalla tembló al sostener el último pergamino no quería creerlo y sin embargo las dudas como serpientes
comenzaron a enroscarse en su mente ¿no era demasiado perfecta la dulzura de Liana ¿no había sido demasiado conveniente su aparente humildad su entrega incondicional a la niña no era posible que detrás de esa serenidad se ocultara una voluntad férrea capaz de cualquier engaño durante largas horas Edrick caminó de un extremo a otro de la estancia con la mandíbula apretada y el ceño fruncido luchando contra sí mismo finalmente incapaz de condenar sin pruebas tomó una decisión esa misma noche en el más absoluto
secreto ordenó a Lord Halvin que organizara una investigación discreta debían indagar en los orígenes de Liana Verdin en cada rincón de su pasado en cada nombre que alguna vez se hubiera asociado a ella no quiero escándalos advirtió con una voz más áspera que el acero nadie debe saberlo ni siquiera ella quiero la verdad y la quiero pronto lord Halvin astuto como un zorro viejo inclinó la cabeza sin hacer preguntas entendía mejor que nadie la gravedad de la situación mientras las ruedas invisibles de la
investigación comenzaban a girar en los pasillos de Lismon los ecos de traición seguían propagándose alimentados por la malicia de quienes preferían destruir antes que aceptar la posibilidad de un cambio y en medio de esa tormenta silenciosa Liana sin saberlo se mantenía erguida su corazón limpio su mirada clara ignorante del filo de la espada que pendía sobre su destino en la distancia el campanario del palacio anunció la medianoche y con cada tañido el destino de una joven y el de un reino entero parecían acercarse inexorablemente a un cruce de caminos
del que ninguno saldría indemne la tarde se desplomaba sobre Lismont con una melancolía que parecía presagiar la tormenta que se gestaba en los cielos los ventanales del palacio vibraban con el viento inclemente y los primeros relámpagos desgarraban el horizonte como augurios de una noche inevitablemente marcada por la tempestad en el gran salón donde se celebraba una recepción menor destinada a apaciguar las tensiones crecientes en la corte las conversaciones eran superficiales y tensas liana ataviada
con un vestido de tercio pelo verde botella de corte sencillo pero digno se mantenía en su sitio acorralada por miradas cargadas de veneno disfrazado de cortesía cada palabra que le dirigían estaba impregnada de esa amabilidad cortante que buscaba herir más que alagar cada gesto cada sonrisa forzada le recordaban que para muchos ella no era más que una intrusa con un lugar usurpado una copa de vino volcó junto a ella manchando el dobladillo de su vestido la varonesa de Belencurt una de las aliadas de Melisande soltó una risilla apenas disimulada mientras fingía disculparse con palabras que
resumaban burla qué lástima” dijo secando el vino derramado con un pañuelo de encaje a veces la seda más fina no basta para ocultar los orígenes humildes el comentario pronunciado con una dulzura cortante se clavó como un puñal en el corazón de Liana sintió que la sangre le abandonaba el rostro pero se obligó a sonreír con dignidad a inclinar apenas la cabeza como quien no ha escuchado el insulto sin embargo dentro de ella la herida abierta por semanas de desprecio y humillaciones sangró más profusamente que nunca la
música continuaba la corte danzaba pero para Liana el salón entero comenzó a cerrarse como una prisión dorada con un susurro de seda se apartó de la multitud su vestido todavía húmedo por la mancha sus pasos temblorosos pero decididos atravesó los corredores en dirección a los jardines sin prestar atención a los sirvientes ni a los guardias que se hacían a un lado al verla pasar solo necesitaba aire solo necesitaba huir del peso invisible que parecía aplastarla dentro de aquellas paredes opulentas al cruzar las puertas de hierro forjado la lluvia la recibió como un bautismo
cruel el agua caía en cortinas densas empapándola en cuestión de segundos pegando el tercio pelo a su piel oscureciendo el verde de su vestido hasta volverlo casi negro pero Liana no se detuvo avanzó entre los senderos de grava bajo los álamos retorcidos y los setos anegados hasta llegar al pequeño pabellón de piedra junto al estanque allí bajo el techo que apenas la protegía de la furia de la tormenta se dejó caer en un banco de mármol y hundió el rostro entre las manos por primera vez que había comenzado su descenso en aquel mundo de máscaras y
cuchillos ocultos dejó escapar un soyoso no era un llanto histérico ni una lamentación ruidosa era un gemido bajo contenido como el susurro desesperado de un corazón roto no oyó los pasos que la siguieron a través de la lluvia no percibió la figura oscura que se detuvo a unos metros de distancia debatiéndose entre la prudencia y el impulso edric había visto su huida desde el salón había observado desde la distancia como la crueldad de su corte la golpeaba una y otra vez y había sentido la punzada incómoda de la vergüenza ahora de pie bajo la lluvia que calaba su capa y empapaba sus cabellos oscuros
la contemplaba en silencio luchando contra las barreras que durante tanto tiempo había erigido entre él y cualquier emoción verdadera finalmente avanzó liana alzó la cabeza al sentir su presencia sus ojos enrojecidos por el llanto se encontraron con los de Edrick y por un instante todo el dolor toda la humillación toda la soledad que había soportado se reflejaron en esa mirada como en un espejo quebrado no hubo necesidad de palabras al principio solo el estruendo de la lluvia y el latido acelerado de dos corazones
heridos edric se detuvo frente a ella sus manos vacilando en el aire entre el impulso de tocarla y el miedo de quebrarla aún más ¿por qué no me defendiste?” susurró Liana su voz rota más por la tristeza que por el reproche edric cerró los ojos como si cada palabra de ella fuera un golpe certero “no era el momento” murmuró no sabía cómo liana se puso de pie su figura empapada parecía más etérea que humana bajo la tormenta “¿no querías saber cómo?” replicó sin elevar la voz es más fácil mirar hacia otro lado es más fácil no arriesgar nada edric abrió los ojos y la
miró y en esa mirada había más emociones de las que jamás se había permitido sentir culpa dolor deseo admiración no soy como ellos Liana dijo su voz áspera por la emoción pero he vivido demasiado tiempo entre máscaras olvidé como ser yo mismo liana tembló no de frío sino por la intensidad contenida en sus palabras la lluvia seguía cayendo empapando sus cabellos resbalando por su rostro como lágrimas que ya no necesitaba derramar edric alzó una mano dudando apenas y retiró un mechón de cabello mojado de la mejilla de Liana su rose fue leve casi irreverente pero en ese
contacto mínimo se desató una corriente eléctrica que les atravesó el alma ella no se apartó y entonces con una lentitud infinita como si el tiempo mismo se detuviera para contemplarlos Edric inclinó el rostro y rozó sus labios contra los de ella fue un beso apenas un suspiro compartido entre dos seres rotos que encontraban consuelo en la soledad del otro un beso de promesa de rendición de una esperanza que aún no se atrevía a nombrarse cuando se separaron sus frentes quedaron apoyadas una contra otra respirando el mismo aire cargado de lluvia y emociones no
dichas edric cerró los ojos y murmuró como un juramento no volveré a fallarte liana no respondió con palabras no hacía falta su mano temblorosa pero firme se posó sobre la de él sellando con ese gesto sencillo todo lo que aún no podían pronunciar en el horizonte la tormenta comenzaba a amainar y en el cielo rasgado de nubes un primer rayo de luna asomaba tímidamente era un presayo de que aún en medio de la oscuridad la luz encontraba siempre el modo de abrirse paso y aquella noche bajo la lluvia dos almas solitarias comenzaron a entrelazarse no como prisioneras de su
pasado sino como arquitectos de un destino que aunque incierto prometía ser construido juntos la niebla de la mañana se aferraba a los jardines de Lismond como un velo obstinado cubriendo las estatuas y los setos recortados en un silencio expectante el palacio entero parecía contener la respiración ajeno aún a la noticia que estaba a punto de trastocar sus cimientos en el despacho privado del rey el fuego chisporroteaba en la chimenea proyectando sombras irregulares sobre los muros cubiertos de tapices
históricos edric vestido con una levita de lana oscura permanecía de pie junto a la ventana sus manos cruzadas a la espalda su silueta recortándose contra el cristal empañado no había dormido esa noche las confesiones bajo la lluvia el beso compartido con Liana la vulnerabilidad que había dejado escapar después de tanto tiempo todo ello lo había mantenido prisionero de sus pensamientos el crujido de la puerta lo sacó de su abstracción se volvió lentamente para encontrar a Lord Halvin de Saurel su consejero más antiguo que se acercaba
con un grueso legajo de pergaminos entre las manos su rostro habitualmente imperturbable estaba marcado por una seriedad aún más profunda que de costumbre “majestad saludó Halvin inclinando la cabeza he traído los resultados de la investigación.
” Edric asintió con un leve movimiento su rostro una máscara de severidad “hablad” ordenó su voz grave como un trueno contenido jalvin se aclaró la garganta y comenzó eligiendo cuidadosamente cada palabra “liana Verdene no es quien la corte cree que es” dijo “ni tampoco quien ella misma cree ser.” Edric frunció el ceño cruzando los brazos sobre el pecho “¿qué queréis decir?” Su madre Annelis Berdin sirvió como dama de compañía en la casa de los duques de Elmridge una de las familias más antiguas y poderosas de Balesmir halvin hizo una pausa significativa fue allí donde conoció al joven duque Leontius de
Elmridge edric sintió que un presentimiento oscuro se aferraba a su pecho y fruto de una relación prohibida continuó Calvin nació Liana hija ilegítima sí pero de sangre noble e indiscutible la sala pareció oscilar por un instante edric inspiró profundamente luchando contra la oleada de pensamientos contradictorios que amenazaban con abrumarlo el duque fue acusado de conspirar contra la corona y ejecutado hace casi 20 años prosiguió Halvin su voz baja como temiendo que las paredes escucharan para proteger a la niña de
las represalias políticas su madre la ocultó bajo su propio apellido negándose a revelar jamás la verdad incluso bajo juramento edric cerró los ojos por un momento dejando que el peso de aquella revelación descendiera sobre él liana hija de traición y nobleza un linaje roto oculto bajo humildad y silencio ella lo sabe preguntó su voz apenas un susurro no respondió Halvin según nuestros informes Anelis Berdén murió sin confesarle su origen liana ha crecido creyéndose simplemente una hija de criada un silencio espeso cayó entre ellos roto solo por el crepitar del fuego edrick caminó lentamente hasta el
escritorio y apoyó ambas manos sobre la superficie de roble encorvábándose ligeramente bajo el peso de la decisión que ahora lo aplastaba si obedecía las leyes no escritas de la corte debía renunciar a ella aunque su sangre fuera noble el estigma de la ilegitimidad era un veneno difícil de purgar la nobleza jamás aceptaría como reina a una mujer nacida fuera de matrimonio y asociada aunque de manera involuntaria a un traidor pero si seguía su corazón Edrick apretó los dientes seguir su corazón significaba desafiar siglos de tradición arriesgar
la estabilidad de su reino enfrentarse a los mismos hombres y mujeres que lo habían apoyado en los momentos más oscuros de su reinado y sin embargo pensar en Liana recordar la pureza de su mirada bajo la lluvia el temblor contenido de sus labios la dignidad feroz que había sostenido a pesar de todos los ultrajes hacía que cualquier argumento racional se quebrara como cristal bajo el martillo del sentimiento no era solo deseo lo que sentía por ella era algo más profundo más irrenunciable halvin percibiendo la tormenta que agitaba el alma del rey se atrevió a añadir en un tono más humano de lo
habitual majestad no olvidéis que la corona también exige justicia y a veces justicia y tradición no son el mismo camino edric levantó la vista sus ojos oscuros encendidos con una resolución que comenzaba a nacer entre la duda y el dolor “justicia” repitió casi para sí miró hacia la ventana donde el sol comenzaba a desgarrar los girones de niebla iluminando los jardines aún húmedos de la tormenta de la noche anterior allí entre los setos renacidos entre los senderos empedrados que brillaban como espejos podía imaginar a Liana caminando ajena todavía a la
verdad que se cernía sobre su destino la amaba lo supo con la certeza de quien reconoce una verdad grabada en sus entrañas la amaba no por su sangre no por su belleza no por la ternura con que había conquistado a su hija sino por la fortaleza que escondía tras su sonrisa por la luz que no había permitido que se apagara ni siquiera en medio de la más cruel oscuridad cerró los puños sobre el escritorio como si pudiera así la única certeza que no estaba dispuesto a negociar haré lo correcto” dijo en voz baja pero con una firmeza inquebrantable halvin inclinó la cabeza
sabiendo que no habría marcha atrás edric se volvió la capa negra ondeando tras él como un estandarte de guerra “preparad todo” ordenó si debo enfrentar la tempestad lo haré de frente mientras el consejero se retiraba en silencio Edrick caminó hacia la puerta su corazón latiendo con la fuerza de quien ha encontrado su propósito aunque el camino que se extienda ante él esté lleno de espinas allá afuera más allá de las galerías doradas más allá de los corredores sombríos donde aún resonaban ecos de traición lo esperaba una joven mujer que
sin saberlo se había convertido en el corazón mismo del reino y aunque el precio fuera su corona su legado incluso su vida Edric sabía que no retrocedería porque por primera vez en mucho tiempo entendía que un reino sin justicia un amor negado por el miedo era una traición mucho mayor que cualquier conspiración y él había jurado no fallar de nuevo el cielo de Ballesmer se había teñido de un azul profundo al caer la tarde y el palacio de Lismond resplandecía bajo un millar de luces encendidas para la celebración del gran
banquete de la primavera era una noche que debía simbolizar renovación concordia esperanza tras un invierno difícil y sin embargo bajo la opulencia de los tapices de brocado y los techos dorados una sombra invisible se cernía tejiendo hilos de traición liana vestida con un sencillo pero elegante vestido de seda azul medianoche caminaba al lado de Amelí hacia el salón principal la niña emocionada sujetaba con fuerza la mano de la joven ajena al abismo que se abría bajo sus pies liana mantenía una sonrisa serena aunque en su pecho latía una
inquietud vaga como un presentimiento imposible de acallar el salón adornado con guirnaldas de flores frescas y candelabros de cristal rebosaba de nobles embajadores y cortesanos la música de los violines llenaba el aire y las copas de vino relucían como joyas líquidas entre las manos enguantadas sonrisas cortes se cruzaban en el ambiente pero detrás de cada palabra amable se ocultaba la fría agudeza de la política desde un rincón del salón la duquesa Melisand de Brevón observaba la escena con una sonrisa que no alcanzaba
sus ojos ataviada con un vestido carmesí que brillaba como sangre bajo las luces sujetaba un abanico de plumas negras que agitaba lentamente como si marcara el ritmo de una danza macabra todo estaba dispuesto había pasado semanas surdiendo el plan perfecto manipular cartas falsificar documentos sembrar la sospecha de que Liana esa criada elevada a alturas indebidas conspiraba contra el rey para asegurarse el trono un veneno más sutil que el de cualquier copa el de la duda el de la mancha sobre el honor y esta noche sería el golpe final liana invitada de honor por deseo
expreso de Edrick fue llevada a la mesa central junto al trono del rey la música descendió a un murmullo las conversaciones se silenciaron y por un momento el salón entero pareció contener el aliento edric enfundado en un traje de gala de tercio pelo negro bordado en plata se volvió hacia ella con una leve inclinación de cabeza sus ojos oscuros y serios buscaron los suyos como si quisieran transmitirle un mensaje mudo que solo ella pudiera comprender confía liana respondió con una leve reverencia su vestido azul ondeando como una sombra de agua a su alrededor el brindis comenzó copas
alzadas sonrisas forzadas promesas huecas y entonces justo cuando el maestro de ceremonias anunciaba la primera danza el capitán de la Guardia Real irrumpió en el salón su armadura brillando con un fulgor amenazante el silencio cayó como una losa por orden del Consejo Real proclamó el capitán su voz resonando en los muros se arresta a la señorita Liana Verdene acusada de conspiración contra la corona un murmullo de asombro y escándalo recorrió la sala como un relámpago las damas se cubrieron la boca con los
abanicos los caballeros susurraron entre sí los embajadores extranjeros se miraron con calculada curiosidad liana se quedó inmóvil incapaz de comprender lo que escuchaba sintió la mano de Amelie aferrarse aún más fuerte a la suya no susurró la niña su voz temblorosa no es verdad edric se levantó de su asiento su rostro de piedra apenas disimulando la furia que bullía bajo la superficie pero antes de que pudiera intervenir Melisande avanzó su vestido carmesí deslizándose como una mancha viva sobre el mármol “majestad” dijo haciendo una reverencia impecable “el Consejo ha
reunido pruebas irrefutables para preservar el honor de Wallesmir es necesario actuar con celeridad.” Edric la fulminó con la mirada pero comprendió que en ese momento cualquier palabra suya solo alimentaría los rumores el veneno ya había sido vertido en la copa y cualquier intento de detenerlo parecería una confirmación de la culpa el capitán de la guardia se acercó a Liana extendiendo una mano para apresarla amelí se interpuso con lágrimas corriendo por su rostro ella es buena” gritó “ella me cuida ella nunca haría daño a
nadie.” Liana recobrando el control con una dignidad que asombró a todos se agachó y abrazó a la niña susurrándole algo al oído que solo Amelí pudo escuchar luego con una serenidad que solo podía provenir de la certeza de su inocencia se puso de pie y extendió las manos no tengo nada que ocultar” dijo su voz firme resonando en el salón “si he de ser juzgada que sea bajo la luz de la verdad.
” El capitán la esposó con gestos ceremonios pero visibles para escarnio público liana bajó la cabeza no por vergüenza sino para proteger su alma de la marea de miradas que se abatía sobre ella edric rígido como una estatua apretó los puños hasta que sus nudillos palidecieron cada fibra de su ser clamaba por intervenir por arrancarla de entre las garras de la ignominia pero sabía que debía esperar que un paso en falso ahora no solo pondría en peligro a Liana sino también al trono mismo mientras los guardias escoltaban a Liana fuera del salón la multitud se partió a su paso como un mar de hipocresía algunos apartaron la mirada otros la
observaban con un morbo disfrazado de piedad y entre ellos Melisande sonreía tras su abanico satisfecha como una arpía al contemplar su obra amelí con el corazón roto y las mejillas surcadas de lágrimas se volvió hacia Edrick sus ojos grandes y suplicantes “papá” susurró “debemos salvarla.
” Edric se agachó para abrazarla conteniendo el temblor que amenazaba con romper su máscara de rey “lo haremos pequeña mía” prometió en voz baja su mirada fija en las puertas por donde Liana había desaparecido “lo juro por mi vida.” Mientras las luces del salón seguían parpadeando como estrellas indiferentes en algún lugar del palacio bajo la sombra de la injusticia una joven mujer valiente caminaba hacia su prueba más cruel pero no estaba sola no esta vez y aunque el camino sería largo y sembrado de espinas el amor aquel amor que había
nacido en silencio que había resistido las tempestades del alma y las intrigas de la corte ya había echado raíces profundas en sus corazones raíces que ni la mentira ni el miedo lograrían arrancar la mañana amaneció cubierta de un velo gris como si el cielo mismo lamentara el drama que estaba a punto de desplegarse en las frías salas de justicia de Lismont la ciudad aún envuelta en la humedad de la reciente tormenta parecía contener el aliento mientras las campanas de la Torre del Consejo comenzaban a repicar llamando a los ciudadanos a presenciar
uno de los acontecimientos más escandalosos que la memoria reciente recordaba el salón del consejo real vasto y solemne se hallaba dispuesto como para una ceremonia de estado tapices de colores apagados colgaban de las paredes y largos ventanales dejaban pasar una luz pálida y acerada que confería a todo un aire de irrealidad al fondo en un estrado elevado los consejeros vestidos con sus túnicas negras de gala ocupaban sus asientos como un coro de cuervos expectantes el presidente del Consejo Lord Beelin presidía la sesión con su
mirada pétrea las manos cruzadas sobre el regazo como un juez que ya había dictado su sentencia en silencio a un lado Edric rey de Balesmare ocupaba su sitial dorado rígido como una estatua el rostro impasible pero los ojos oscuros como pozos en los que ardía una furia contenida estaba allí como espectador prisionero de su propio deber sin poder intervenir sin quebrar las reglas seculares del reino en el centro de la sala una figura solitaria aguardaba liana vestida con un sencillo vestido de tercio pelo gris perla su única joya era el pequeño medallón de plata que Amelie
le había regalado no llevaba velo ni adorno en el cabello recogido en un moño bajo sin ornamentos se presentó ante el consejo como era en esencia desnuda de títulos pero vestida de una dignidad que ningún tribunal podría arrancarle su mirada serena y limpia recorrió la sala allí estaban los rostros conocidos de la nobleza que había aprendido a despreciarla en silencio también los ojos brillantes de los plebellos invitados a llenar las galerías superiores susurrando entre sí con una mezcla de morvo y compasión había incluso enviados de reinos vecinos
atraídos por la posibilidad de ver al trono de Ballesm tambalearse bajo el peso del escándalo el escribano del consejo se puso de pie y comenzó a leer las acusaciones en voz alta se la acusaba de haber conspirado para seducir al rey manipular a la princesa Amely y finalmente debilitar la estabilidad del reino desde dentro las pruebas eran cartas falsificadas testigos comprados rumores cuidadosamente sembrados y ahora presentados como verdades irrefutables cuando terminó la lectura un murmullo recorría la sala como el zumbido de una colmena
perturbada lord Beelin pidió silencio golpeando su bastón contra el suelo “lana Berdene” dijo su voz resonando entre las columnas de mármol “¿Cómo os declaráis ante estas acusaciones?” Un silencio absoluto cayó sobre la estancia liana inspiró hondo sus labios temblaron apenas antes de pronunciar las palabras que cambiarían su destino “culpable” dijo en voz firme un estallido de voces sacudió la sala algunos nobles sonrieron con satisfacción apenas disimulada otros más prudentes intercambiaron miradas de desconcierto desde la galería popular se alzaron suspiros y exclamaciones
ahogadas edric cerró los ojos un instante como si el dolor de aquella palabra le hubiese atravesado el pecho liana mantuvo la mirada fija en el estrado no pidió clemencia no se excusó no ofreció justificación alguna su silencio era más elocuente que cualquier defensa en lo alto entre la multitud Amelí luchaba por contener las lágrimas sujetaba la mano de Lord Halvin con fuerza comprendiendo más de lo que un niño debería jamás comprender liana había elegido sacrificarse para protegerlos a todos lord Beelin consultó con los otros
consejeros en un murmullo breve luego se volvió de nuevo hacia Liana teniendo en cuenta vuestra confesión dijo con tono grave y para salvaguardar la estabilidad del reino este consejo propone que seáis desterrada de la corte y enviada a un convento donde pasaréis el resto de vuestros días en reflexión y penitencia un nuevo murmullo de conmoción recorrió la sala destierro muerte civil para una joven que apenas había comenzado a vislumbrar la luz liana inclinó la cabeza en señal de aceptación no lloró no imploró se
mantuvo de pie sola como una estatua de mármol golpeada por los vientos de la injusticia edric desde su sitial luchaba contra la cadena de hierro que era su deber sus dedos se crispaban sobre los apoyabrazos su mandíbula estaba tan tensa que parecía tallada en piedra si rompía el protocolo ahora la legitimidad del consejo podría ser cuestionada y sus enemigos aprovecharían para derrocarlo debía esperar debía encontrar la grieta en esa fortaleza de mentiras y derribarla de un solo golpe sin comprometer el trono ni el futuro de Amelí mientras tanto en la
galería los murmullos del pueblo crecían no todos creían en la culpa de Liana no todos eran tan ciegos como los nobles querían suponer el rumor creció y aunque no era aún clamor era un germen de duda plantado en la conciencia popular liana fue escoltada hacia las puertas del salón por dos guardias cada paso que daba resonaba en el suelo como un eco solemne firme como si su andar mismo se negara a doblegarse los guardias colocaron las manos sobre los serrajes para abrir las enormes puertas de roble liana de pie en
el umbral respiró hondo estaba a un solo paso del exilio de la oscuridad y entonces cuando las hojas comenzaron a separarse con un gemido grave una voz infantil rasgó el silencio como un relámpago no es verdad la sala entera se volvió hacia el origen del grito y en ese instante suspendido el destino de Liana quedó pendiente de un hilo durante un segundo eterno la sala del consejo real quedó paralizada todos los rostros se volvieron hacia la galería superior donde una figura menuda vestida de blanco descendía corriendo las escaleras ignorando los intentos de los guardias
por detenerla era Amelie la princesa con el rostro encendido de valor y las mejillas surcadas de lágrimas avanzó hasta el centro del salón con la determinación de quien no teme a los gigantes la conmoción fue tal que ni los nobles ni los consejeros reaccionaron de inmediato lord Beelin golpeó el bastón contra el suelo intentando recuperar el control “detengan a esa niña” ordenó pero Edric poniéndose en pie con autoridad incontestable tronó “déjenla hablar.
” Los guardias se detuvieron inseguros permitiendo que Amelí avanzara hasta quedar frente al estrado la pequeña alzó el rostro su voz resonó clara cargada de una fuerza que desmentía su edad “mienten no ha hecho nada malo” exclamó su mirada encendida de convicción “yo lo vi yo escuché desde un lado Lord Halvin más pálido que de costumbre se acercó apresuradamente sosteniendo un pequeño fajo de documentos un murmullo nervioso se extendió entre los asistentes lord Beyn frunció el ceño incómodo ¿de qué habla Alteza preguntó con tono
condescendiente amelí alzó la barbilla con la dignidad de una reina vi a la duquesa Melisanda hablando con los sirvientes les pagó para decir mentiras sobre Liana declaró volviéndose hacia la multitud las mejillas sonrojadas por la emoción ella no hizo nada malo solo nos protegía la sala estalló en un clamor de voces entre los murmullos crecientes un nuevo aire de duda y escándalo comenzó a recorrer el salón como un viento indomable lord Halvin recobrando la compostura avanzó hasta quedar junto a Amelie en sus manos temblaban los
documentos “majestad” dijo dirigiéndose a Edric “he investigado discretamente estos papeles prueban la falsificación de las cartas presentadas contra la señorita Verdén y los testimonios de los criados obtenidos bajo amenaza o soborno han sido refutados.” Edric descendió del sitial con pasos firmes su capa ondeando tras él como la sombra de su cólera tomó los documentos de manos de Halvin y leyó rápidamente los sellos las firmas falsas las confesiones arrancadas su rostro habitualmente reservado se contrajo en una expresión
de furia pura se volvió hacia Melisande que en su rincón había palidecido notablemente su sonrisa altiva borrada como un espejismo “¿qué tiene que decir en su defensa Duquesa?” preguntó Edric su voz tan cortante como el acero melisande viendo como el suelo se desmoronaba bajo sus pies intentó componer una expresión de inocencia “majestad ha de ser un error yo jamás.
” Edric alzó una mano silenciándola con un solo gesto basta ordenó se volvió hacia el capitán de la guardia arresten a la duquesa Melisand de Brevón y a todos los implicados en esta conspiración que se enfrenten al mismo juicio que intentaron burlar el capitán con visible alivio obedeció de inmediato mientras los conspiradores eran escoltados fuera del salón un murmullo creciente de aprobación comenzó a recorrer al pueblo reunido la imagen de Amelí defendiendo a Liana con tanta bravura había encendido algo que ni la corrupción ni el miedo pudieron sofocar la fe en la justicia edric se volvió entonces hacia Liana
ella seguía inmóvil como si temiera que todo fuera apenas un sueño frágil que pudiera deshacerse con el menor suspiro sus ojos se encontraron y en ese cruce de miradas no hubo necesidad de palabras amely corrió hacia Liana y se abrazó a su cintura con fuerza liana finalmente cerró los ojos y dejó que una lágrima solitaria surcara su mejilla la puerta por donde Liana debía haber salido desterrada seguía abierta pero ahora su destino cambiaba no por un título no por una sangre que aún desconocía sino por la verdad por el
amor edric se acercó su andar resuelto pero cargado de una ternura contenida ven conmigo” le dijo en voz baja liana temblando asintió edric tomó su mano la misma que tantas veces había deseado estrechar y que ahora al fin podía sostener sin cadenas visibles ni invisibles salieron juntos del salón seguidos de cerca por Amely y Lord Halvin atravesaron pasillos silenciosos hasta llegar a una galería privada donde el bullicio de la corte no podía alcanzarlos allí bajo la luz suave que caía a través de los vitrales Edrick se volvió hacia
ella “hay algo más que debes saber” dijo su voz grave pero cargada de emoción liana lo miró aún desconcertada su corazón tambaleándose entre la esperanza y el miedo edric sacó de su levita un pequeño pergamino sellado “investigamos tu pasado” continuó no para herirte sino porque necesitaba comprender a quién estaba entregando mi alma liana parpadeó confundida mi pasado él asintió eres hija de Annelis Berdin sí pero también de Leontius de Elmridge duque de una de las casas más antiguas de Ballesmer el silencio que siguió fue absoluto solo se escuchaba el batir
tenue de las cortinas movidas por la brisa liana retrocedió un paso llevándose una mano al pecho eso no puede ser murmuró mi madre jamás tu madre te protegió ocultándolo dijo Edri con suavidad temía por tu vida temía por ti pero tu sangre es noble Liana tanto como la de cualquier dama que hoy te despreció liana dejó caer la vista sus labios temblaban no quiero su aceptación susurró no la necesito edric se acercó y con una ternura infinita levantó su barbilla para obligarla a mirarlo tienes la mía dijo y la del
pueblo no por tu linaje sino por quién eres liana dejó que las lágrimas por fin rodaran libres y cuando Edrick la atrajo hacia sí en un abrazo que fue promesa y refugio Liana supo con una certeza nueva y luminosa que su lugar en el mundo no estaba en un título ni en un apellido su lugar estaba allí en el corazón de aquel hombre que contra todo había elegido verla y amarla como era la mañana siguiente amaneció limpia casi como si la naturaleza misma hubiese querido purificar el aire que durante semanas había pesado sobre Ballesmir las campanas del palacio
repicaban con solemnidad convocando a la corte completa a una asamblea extraordinaria en el gran salón del trono el ambiente sin embargo era muy distinto al que había reinado durante los últimos eventos públicos esta vez un murmullo expectante recorría los corredores como si todos los corazones latieran con la intuición de que algo irreversible estaba a punto de suceder el salón majestuoso en su arquitectura de altos vitrales y columnas marmórias se hallaba atestado los nobles vestidos con sus galas más formales murmuraban entre sí en un torbellino de conjeturas
tensiones y temores el pueblo representado discretamente en los balcones superiores también había sido invitado a presenciar lo que sería recordado como uno de los días más insólitos en la historia del reino las puertas principales se abrieron con estruendo edric apareció enfundado en una levita azul oscura bordada en plata la capa de armiño ondeando tras él su porte era el de un monarca consciente de su poder pero sus ojos oscuros intensos reflejaban la emoción contenida de quien no estaba dispuesto a ceder ni una pulgada más ante la hipocresía de los suyos tras él escoltados por la Guardia
Real marchaban Melisand de Brevón y sus cómplices entre ellos dos varones menores y un secretario del consejo todos encadenados por muñecas doradas símbolo de su caída sin posibilidad de redención el contraste entre sus ricas vestiduras y las cadenas que los ataban era un espectáculo que ningún presente olvidaría jamás el presidente del consejo Lord Beelin intentó levantarse para hablar pero Edrick alzó una mano y el gesto bastó para imponer silencio “hoy,” comenzó el rey su voz resonando en la inmensidad del salón no venimos a dirimir disputas de protocolo
ni a debatir fórmulas de etiqueta hoy venimos a restaurar el honor mancillado de esta corte y a limpiar con justicia las heridas que la ambición y la mentira han causado el silencio era absoluto no había siquiera un susurro solo la respiración contenida de cientos de almas pendiendo de cada palabra edric descendió los escalones de su trono y se detuvo frente a los prisioneros melisánde de Brevón dijo su voz un látigo envuelto en tercio pelo vos que nacisteis en una de las casas más antiguas de Balesmer habéis mancillado vuestro nombre con actos indignos habéis
falsificado pruebas sobornado testigos y atentado contra la vida moral del reino melisande pálida pero aún altiva abrió la boca para responder pero Edric no le dio la oportunidad por mandato real y en nombre del pueblo de Valesmer continuó sois despojada de vuestro título de vuestras propiedades y enviada al exilio perpetuo nunca más volveréis a pisar estas tierras un murmullo de asombro y aprobación recorrió la sala como un viento liberador el mismo destino fue anunciado para los demás conspiradores que no se atrevieron a levantar los ojos del suelo
los guardias los escoltaron fuera bajo la mirada gélida de la corte que asistía quizás por primera vez al castigo ejemplar de uno de los suyos sin posibilidad de negociación ni perdón cuando la última figura desapareció tras las puertas Edric volvió a su sitial pero no se sentó en su lugar se volvió hacia la multitud reunida su capa ondeando suavemente a sus espaldas un murmullo de expectación recorrió la sala y entonces con la solemnidad de quien entiende la magnitud de sus actos Edrick habló de nuevo no basta con castigar a
los culpables dijo su voz ahora más grave más íntima es necesario también honrar a los inocentes a quienes a pesar de la vileza que los rodeaba supieron mantenerse firmes nobles dignos el corazón de Liana situada discretamente entre la pequeña comitiva real la tía Desbocado edric extendió una mano hacia ella liana Berdene pronunció su nombre con una claridad que retumbó en los muros de mármol vos que fuisteis objeto de humillaciones calumnias y traiciones habéis demostrado con vuestra conducta una grandeza que pocos aquí podrían
siquiera aspirar a igualar los nobles intercambiaron miradas incómodas algunos bajaron la vista otros menos hipócritas asintieron en silencio reconociendo en sus corazones la verdad innegable de aquellas palabras edric descendió los escalones cruzó el salón con paso firme y ante los ojos atónitos de la corte entera se arrodilló ante Liana un murmullo primero de sorpresa luego de admiración recorrió la sala “os amo” dijo con una sencillez que hizo temblar el aire “no por vuestra sangre aunque noble sea no por vuestra
belleza aunque ilumine mis días sino por el coraje de vuestro espíritu por la pureza de vuestro corazón por la fuerza de vuestra alma.” Liana temblando llevó una mano a sus labios incapaz de contener la emoción que le llenaba los ojos de lágrimas “deseo ante todos los aquí reunidos” prosiguió Edric levantándose sin apartar la mirada de ella “desposaros no por deber sino por amor no por conveniencia sino por necesidad de alma.
” Un susurro de aprobación comenzó a crecer entre el pueblo expandiéndose como un fuego entre hojas secas lord Beelin visiblemente incómodo intentó interceder majestad las normas dictan que Edric lo interrumpió sin mirarlo siquiera las normas existen para proteger al reino y el mayor tesoro de un reino es su humanidad no permitiré que la rigidez de la costumbre ahogue la verdad de este momento se volvió entonces hacia el consejo completo os pregunto ¿quién se atreverá a oponerse a esta unión viendo lo que hemos visto oyendo lo que hemos oído el silencio que siguió fue ensordecedor nadie se atrevió ni uno solo de los consejeros
levantó la voz en protesta finalmente el presidente del Consejo con un suspiro resignado anunció por aclamación y por mandato real el compromiso entre su majestad Edrick de Balesmer y la señorita Liana Verdene queda aprobado un estallido de júbilo surgió de las galerías del pueblo por primera vez en mucho tiempo las barreras invisibles entre las clases parecieron disolverse y un mismo clamor de esperanza y celebración llenó el aire edric tomó la mano de Liana entre las suyas llevándola a sus labios en un gesto de reverencia y
devoción ella aún temblando no apartó la mirada de él en aquel instante bajo los altos vitrales teñidos por la luz de un sol nuevo Balesmer no presenció solo la proclamación de una unión presenció el nacimiento de una nueva era una era donde el amor y no el miedo sería la corona de los corazones habían transcurrido casi 6 meses desde aquella mañana en que Edrick desafiando las convenciones y el peso de la historia había declarado su amor por Liana ante toda la corte seis meses en los que Valesmir había aprendido a mirar con nuevos ojos a su futuro y en los que
el corazón del reino había comenzado a latir con un ritmo diferente más libre más humano la primavera vestía los jardines y las calles de la ciudad con una opulencia de colores y aromas rosas trepaban los muros de piedra antigua jazmines cubrían los pórticos y lilas derramaban su fragancia sobre los senderos empedrados el palacio real por su parte se transformaba a día en un escenario digno de un cuento de hadas desde días antes los criados iban y venían cargados de arreglos florales tapices bordados a mano candelabros pulidos hasta el brillo perfecto las
cocinas trabajaban sin descanso y las costureras afinaban los últimos detalles en los trajes de gala que vestirían tanto nobles como plebellos invitados a la celebración era la boda del siglo decían todos pero no por la pompa ni siquiera por la magnitud de los preparativos era la boda que sellaría el renacimiento de un reino la unión entre un rey marcado por el dolor y una joven que había conquistado no solo su corazón sino el respeto y la esperanza de todo un pueblo liana observaba todo aquel ajetreo desde una galería en sombra su silueta enmarcada por los vitrales
coloridos vestía aún con sencillez fiel a su esencia aunque en sus ropas y en su porte se adivinaba ya la majestad callada de quien ha encontrado su lugar en el mundo su cabello más largo y suelto que de costumbre caía sobre sus hombros como un manto de hilos de cobre oscuro en sus ojos la misma serenidad que había sostenido durante los días más oscuros ahora iluminada por destellos de una felicidad tímida como una flor que apenas comienza a abrirse sintió pasos acercándose a su espalda y antes de volverse ya sabía quién era edric apareció en la galería
vestido con una sencilla levita azul profundo sin más adornos que el emblema real bordado en hilo de plata en el pecho sus ojos se suavizaron al encontrarlos de ella y en su sonrisa había una ternura que Liana aún no terminaba de acostumbrarse a recibir ¿te agrada todo este despliegue preguntó él en voz baja como si temiera romper la quietud sagrada del momento liana sonrió apenas bajando la mirada “me sobrecoge” admitió no por la fastuosidad sino por lo que representa edric se acercó lentamente dejando entre ellos el espacio justo
para que la tensión invisible de su atracción contenida llenara el aire “representa un nuevo comienzo,” dijo “para ti para mí para todo Balesmer.” Liana levantó los ojos y la intensidad de la mirada de Edrick hizo que el corazón le latiera con fuerza por un instante parecieron ser los únicos habitantes del mundo más allá de las columnas de las flores de los preparativos existía un universo íntimo tejido solo para ellos edric extendió una mano con gesto solemne “caminaré a tu lado” prometió no como tu rey como tu igual como tu
compañero en cada paso que demos de aquí en adelante liana con un leve temblor depositó su mano en la suya la calidez de su contacto traspasó la piel y encendió una llama silenciosa que ambos reconocieron y atesoraron sin necesidad de palabras a lo lejos el repicar de las campanas anunció que los invitados comenzaban a llegar a la ciudad desde las calles el murmullo creciente del pueblo llenaba el aire de una emoción casi palpable banderas de colores sondeaban desde los balcones niños corrían entre la multitud agitando ramilletes de flores y los músicos
afinaban sus instrumentos en las esquinas balesmer celebraba no solo una boda celebraba la promesa de un futuro distinto menos encoretado por el peso de los prejuicios y más abierto a la posibilidad de la felicidad verdadera esa tarde mientras el sol comenzaba a inclinarse hacia el horizonte Edric llevó a Liana a recorrer los jardines interiores ahora convertidos en un tapiz vivo de tulipanes lirios y magnolias caminaron sin prisas hablando poco dejando que sus silencios se llenaran de promesas en un claro del jardín Edric se
detuvo y tomándola por la cintura la atrajo hacia sí con una delicadeza reverente “mañana” susurró rozando su frente contra la de ella “cuando entres en la catedral y camines hacia mí sabré que todo ha valido la pena cada herida cada sacrificio liana cerró los ojos sintiendo el latido firme de su corazón contra el suyo “te amo” dijo apenas un susurro pero tan lleno de certeza que Edrick sintió que el mundo entero se inclinaba ante aquella verdad él no respondió con palabras sus manos su respiración contenida la forma en que su frente permaneció apoyada contra la de ella hablaron en un
idioma más antiguo y más verdadero que cualquier voto permanecieron así largo rato hasta que el último rayo de sol tiñó el cielo de tonos dorados y violetas cuando regresaron al palacio las antorchas ya ardían en los patios y la música de los laudes y los violines comenzaba a elevarse sobre la noche como un anuncio de lo que vendría la víspera de su boda la víspera de un renacimiento mientras ascendían las escaleras de mármol Liana sintió la mirada de Edrick sobre ella y supo sin necesidad de volver la cabeza que en su expresión no había ya dudas ni temores
solo amor solo fe solo el principio de todo lo que aún quedaba por construir y en el fondo de su corazón Liana agradeció cada lágrima cada humillación cada noche de soledad porque sin ellas no habría llegado a este instante perfecto en el que por fin se sabía amada por quién era no por su sangre no por su nombre sino simplemente por ser ella la ciudad de Ballesmer despertó aquel día envuelta en un aura casi irreal los primeros rayos del sol filtraban su luz dorada entre los vitrales de las casas y una brisa suave impregnada de aromas a jazmín y la banda recorría las calles
adoquinadas el murmullo de las fuentes el repicar lejano de las campanas y los suspiros contenían una expectación que impregnaba el aire como un perfume invisible era el día de la boda real desde muy temprano el pueblo se congregaba en las plazas ataviado con sus mejores galas las calles habían sido engalanadas con guirnaldas de flores banderas ondeaban en lo alto de los edificios y los músicos afinaban sus instrumentos en los rincones listos para acompañar con melodías jubilosas cada instante de aquel día
memorable la gran catedral de Balesmer corazón espiritual del reino se erguía imponente en el centro de la ciudad sus torres alcanzando el cielo límpido como brazos extendidos en oración las puertas labradas en roble macizo y adornadas con relieves dorados estaban abiertas de par en par invitando a todos a ser testigos de un momento que quedaría inscrito en los anales de la historia en el interior la catedral había sido transformada en un jardín celestial bajo la vasta cúpula central miles de flores blancas rosas lirios peonías colgaban formando una
nube etérea que flotaba sobre los asistentes la luz tamizada por los vitrales caía en ases multicolores que parecían bendecir con su fulgor cada rincón del sagrado recinto los bancos estaban repletos de nobles diplomáticos y ciudadanos destacados todos vestidos con ropajes que rivalizaban en esplendor sin embargo a pesar del lujo y la magnificencia había en el ambiente una sencillez conmovedora como si todos comprendieran que lo que allí iba a celebrarse trascendía las riquezas materiales al pie del altar mayor Edric
esperaba vestía una levita de corte impecable en tonos marfil y oro pálido sin excesos con la sobriedad digna de un rey que había elegido gobernar no solo con la cabeza sino también con el corazón su porte era el de un hombre que había enfrentado las tormentas de la vida y había encontrado finalmente su puerto seguro sus ojos oscuros como la noche antes del amanecer se mantenían fijos en la entrada de la catedral donde en cualquier momento aparecería la mujer que cambiaría para siempre no solo su vida sino el destino de todo un reino el órgano comenzó a entonar los primeros
acordes de la marcha nupsial y entonces bajo el arco dorado de la puerta apareció Liana vestía un sencillo vestido de seda marfil sin bordados ni encajes recargados apenas ceñido a su esbelta figura dejando que su propia luz interior fuera el único adorno necesario la falda amplia y vaporosa rozaba el suelo como una caricia sobre su cabello recogido en un moño bajo adornado apenas con algunas flores silvestres reposaba un velo de tullúcido que caía hasta la mitad de su espalda en sus manos un pequeño ramillete de lirios blancos cada paso
que daba resonaba en el silencio expectante de la catedral como un latido los corazones de quienes la observaban parecían sincronizarse con el ritmo sereno de su andar edric contuvo la respiración jamás ni en sus sueños más secretos la había visto tan hermosa no por el vestido ni por el velo sino por la serenidad la fuerza y la ternura que emanaban de ella envolviéndola en una luz que ningún orfebre podría jamás forjar a medida que se acercaba los rostros de los presentes se volvían hacia ella con una mezcla de respeto
admiración y emoción sincera en aquel instante todas las barreras sociales todos los prejuicios se desvanecieron como niebla ante el sol cuando Liana llegó junto a Edrick sus ojos se encontraron y en esa mirada cabía la historia entera de su amor el dolor la esperanza la lucha silenciosa y la victoria silenciosa pero absoluta el sacerdote un hombre de cabellos blancos y voz serena inició la ceremonia las palabras sagradas fluyeron como un río manso invocando bendiciones recordando deberes llamando a la fidelidad y al amor eterno pero para Edric y Liana el mundo
exterior se había desdibujado solo existían ellos dos de pie ante el altar sus almas entrelazadas más allá de cualquier juramento humano llegado el momento el sacerdote les pidió que intercambiaran votos edric tomó la mano de Liana entre las suyas sus dedos firmes y cálidos envolvieron los de ella con una ternura que hizo temblar su corazón “te elijo” dijo su voz grave resonando en la inmensidad de la catedral no por deber no por deber ser sino porque mi vida no tendría sentido sin ti liana con lágrimas brillando en sus ojos
respondió “te elijo” susurró no por la corona que portas sino por el hombre que eres y por el amor que me has enseñado a creer un suspiro emocionado recorrió la asamblea cuando el sacerdote los declaró unidos Edric levantó lentamente el velo de Liana su rostro bañado por la luz de los vitrales parecía el de un ángel que hubiera descendido a la tierra solo para iluminarlo todo con su presencia con una lentitud reverente Edrick inclinó la cabeza sus labios rozaron los de Liana en un beso leve contenido pero cargado de toda la fuerza de su amor un
beso que no era solo un gesto sino una promesa silenciosa un pacto sellado no con tinta ni con firmas sino con la sangre misma de sus corazones la catedral estalló en aplausos campanas repicaron en lo alto la música de los violines y los laudes llenó el aire mientras el pueblo reunido fuera en la plaza vitoreaba con júbilo balesmer por fin renacía y su renacimiento no estaba escrito en tratados ni en conquistas sino en la pureza de un amor que había sido capaz de desafiarlo todo y salir victorioso fedric y Liana descendieron juntos los escalones del altar avanzando
por el pasillo central entre una lluvia de pétalos blancos sus manos entrelazadas sus rostros iluminados por una felicidad serena y profunda eran la imagen viva de una nueva esperanza al salir al atrio la luz del mediodía los envolvió en un abrazo dorado y mientras las campanas seguían repicando y el pueblo celebraba su unión con lágrimas de emoción y gritos de alegría Edric y Liana supieron con una certeza inquebrantable que su historia apenas comenzaba no como rey y súbdita no como noble y plebella sino como dos almas que
contra todo pronóstico se habían encontrado en medio del torbellino del mundo y habían elegido juntos el amor y ese amor puro y verdadero sería el corazón palpitante de un reino que al fin recordaría que su grandeza no radicaba en sus riquezas ni en su poder sino en su humanidad y así bajo un velo de seda Balesmer renació y con él un amor destinado a iluminar generaciones el tiempo con su paso lento pero inexorable había tejido una nueva faz sobre el reino de Ballesmere la ciudad antaño rígida en sus costumbres y dividida por la sombra de los prejuicios respiraba ahora un aire
distinto las calles vibraban con una alegría más sencilla más auténtica como si la esperanza sembrada años atrás hubiera florecido en cada rincón bajo el cielo tibio de una mañana de verano los jardines del palacio real resplandecían con una belleza serena las magnolias alzaban sus copas perfumadas al sol los estanques brillaban como espejos y las risas infantiles rompían la quietud con melodiosa naturalidad en medio de aquel paraíso Liana caminaba descalza sobre la hierba fresca su falda de lino claro agitándose
suavemente al compás de la brisa su rostro madurado por los años conservaba aún la dulzura de la joven que había conquistado un trono pero en sus ojos brillaba ahora la profunda calma de quien había vivido amado y resistido a pocos pasos una niña de cabellos dorados recogía flores en un pequeño cesto tarareando una melodía que solo ella conocía su vestido blanco manchado de hierba y polen era el retrato vivo de la felicidad inocente se llamaba Elian y era la primogénita de Edrick Liana un poco más allá un niño de cabello oscuro como el azabache intentaba construir un castillo de tierra bajo la
sombra de un roble la lengua asomando entre los dientes en señal de concentración profunda su nombre era Marius y su risa franca era la música favorita de la corte edric observaba aquella escena desde el umbral del jardín recostado contra el marco de piedra su cabello mostraba ya algunas hebras de plata en las cienes y las líneas de su rostro se habían profundizado pero en su mirada ardía la misma luz que 10 años atrás cuando había tomado la mano de Liana ante toda Balesmer se acercó en silencio sus botas
hundiéndose apenas en la hierba liana al sentirlo se volvió y sonrió no dijeron nada no lo necesitaban 10 años de batallas compartidas de noches de confesiones y de mañanas de esperanza habían tejido entre ellos un lenguaje más fuerte que las palabras el amor que los había unido no solo había resistido el paso del tiempo había crecido fortalecido por las heridas sanadas por las victorias pequeñas y los silencios cómplices la sociedad también había cambiado las antiguas casas nobiliarias humilladas en su orgullo habían
aprendido a inclinarse ante valores que iban más allá del linaje los matrimonios por amor ya no eran una rareza y los hijos de campesinos podían aspirar si su mérito lo demostraba a cargos que antes les estaban vedados balesmer no era un reino perfecto pero era un reino vivo y eso sabían todos era gracias a una mujer de origen humilde que había enseñado al rey y a su pueblo a mirar más allá de las apariencias en cuanto a los personajes que alguna vez intentaron destruirlos sus destinos fueron variados la duquesa Melisande tras su exilio encontró refugio en una corte
lejana donde su nombre no cargaba aún el peso de la traición vivió allí sus últimos años rica en bienes pero pobre en afectos rodeada de falsos aduladores y de un silencio cada vez más opresivo su castigo no fue la muerte sino el olvido lord Beelin el presidente del antiguo Consejo Real pasó sus últimos días retirado en una propiedad rural lejos de las intrigas de la corte nunca buscó la redención pública pero según rumores en sus noches solitarias lamentaba no haber defendido la verdad cuando tuvo la oportunidad amelie la niña que una vez
desafió a un reino entero por amor y justicia creció bajo la tutela amorosa de Edrick Iliana convertida en una joven de espíritu indómito y noble corazón estaba destinada a dejar también su propia marca en la historia de Balesmer aquella tarde cuando el sol comenzó a descender y la brisa perfumada trajo consigo el canto lejano de los ruiseñores Liana se recostó en el césped junto a Edric él tomó su mano entrelazando sus dedos con los de ella como había hecho una vez tantos años atrás bajo el peso de los vitrales de la
catedral ¿te arrepientes de algo preguntó Edric su voz baja y cargada de una ternura inmensa liana giró el rostro hacia él sus ojos reflejando la última luz del día “solo de no haberte amado aún más en cada instante” susurró edric sonrió y besó su frente los niños siguieron jugando ajenos a la inmensidad de aquel instante y en lo alto el cielo de Ballesmer teñido de oro y de nostalgia parecía bendecirlos una vez más porque al final no era la corona lo que había renacido era el amor era el alma de un pueblo era la promesa de que mientras existiera un corazón valiente dispuesto
a creer siempre habría un nuevo amanecer siempre habría un nuevo comienzo y sobre todo siempre habría un lugar para los que como Edric y Liana habían elegido amarse a pesar de todo a pesar del mundo a pesar del tiempo y para siempre esta no fue solo una historia de amor fue una lección viva de que el coraje la dignidad y la verdad tienen el poder de transformar no solo una vida sino todo un reino liana nos enseñó que no importa de dónde venimos ni cuántos muros quieran levantarse ante nosotros cuando el amor es verdadero cuando el corazón es firme ninguna barrera puede detener nuestro
destino edric nos mostró que un alma noble no se mide por el linaje sino por la valentía de amar sin miedo y Vales Mere aquel reino una vez dividido por el prejuicio nos recuerda hoy que el verdadero renacimiento empieza en el corazón de quienes eligen amar más allá de las apariencias ahora quiero invitarte a que me cuentes qué fue lo que más te conmovió de esta historia la fuerza de Liana la ternura de Edrick la inocencia valiente de Amelí déjame tu comentario me encantará leerte y si llegaste hasta aquí escribe la palabra renacimiento en los comentarios
así sabré que formas parte de los corazones valientes que como Edric y Liana creen en el poder del amor verdadero además te invito a seguir disfrutando de otras narraciones inolvidables que estoy dejando en las tarjetas al final del video historias llenas de emoción coraje y sueños que no se rinden recuerda el amor que desafía al mundo es el amor que cambia el mundo nos vemos en la próxima historia hasta pronto
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