Esposa escuchó la confesión de su marido minutos antes del aniversario. Lo que hizo después dejó a todos en silencio. 10 años de matrimonio. 10 años de amor sincero, 10 años de una mentira elaborada. Beatriz Mendoza se ajustaba el vestido azul marino que había elegido especialmente para celebrar su décimo aniversario de bodas con Mauricio.

Habían reservado en el restaurante más elegante de la ciudad, el mismo donde él le propuso matrimonio hace 11 años. Todo parecía perfecto hasta que escuchó voces en el estudio de su casa. La puerta estaba entreabierta y reconoció la voz grave de su esposo hablando por teléfono. Al principio no prestó atención, pero algo en su tono la hizo detenerse.

“Mira, ya llevo 10 años fingiendo este matrimonio”, decía Mauricio con una frialdad que le heló la sangre. Beatriz es conveniente nada más. Su familia tiene contactos que necesito para expandir el negocio. Beatriz sintió que las piernas le temblaban. Se acercó más a la puerta, conteniendo la respiración. Amor, ¿qué amor? Continuó Mauricio riéndose amargamente. Nunca la amé.

 Es aburrida, predecible, pero su padre controla la mitad de los contratos gubernamentales en la ciudad. La voz al otro lado del teléfono murmuró algo que Beatriz no alcanzó a escuchar. Claro que seguiré fingiendo. Esta noche celebraremos nuestro feliz aniversario y mañana firmaré el nuevo contrato de construcción gracias a sus conexiones familiares.

 Beatriz se cubrió la boca para no gritar. Sus sospechas más terribles se confirmaron. Su matrimonio había sido una farsa calculada desde el primer día. No te preocupes, Mauricio, continuó. En unos años, cuando ya no la necesite, me divorciaré y me quedaré con la mitad de sus bienes. Será el mejor negocio. Beatriz escuchó como colgaba el teléfono y rápidamente corrió al baño a encerrarse.

 Se miró al espejo, el maquillaje perfecto, el vestido elegante, todo preparado para celebrar lo que creía era un amor verdadero, pero no lloró. En cambio, algo frío se instaló en su pecho. Si Mauricio había estado actuando durante 10 años, ella también podía hacerlo. Se retocó el maquillaje, sonrió al espejo ensayando la expresión perfecta y salió del baño.

 ¿Listo para nuestra cena especial, amor?, preguntó con la voz más dulce que pudo fingir. Mauricio se acercó y la besó en la mejilla. Por supuesto, mi vida, estos 10 años han sido los más felices de mi existencia. Las palabras que antes la habrían emocionado, ahora le sonaron huecas y calculadas. Mauricio dijo finalmente tomando su mano.

 También tengo algo especial que decirte, algo sobre amor, sobre mentiras, sobre venganza. Él sonríó expectante. Probablemente esperaba alguna declaración romántica. He estado tanzando mucho últimamente sobre nosotros, sobre nuestro futuro, sobre lo que realmente significa el amor verdadero. ¿A qué te refieres? Preguntó aún sin sospechar nada.

 Beatriz sacó su teléfono y lo puso sobre la mesa. En la pantalla se veía claramente que había estado grabando durante los últimos minutos. Me refiero a que el amor verdadero se basa en la honestidad, Mauricio, y creo que es hora de que seamos completamente honestos el uno con el otro. El color desapareció del rostro de su esposo.

 No entiendo que balbució. Por ejemplo, interrumpió Beatriz con calma glacial. Creo que debería ser honesto sobre la conversación telefónica que tuviste hace una hora en tu estudio. Mauricio tragó saliva. Sus ojos se dirigieron al teléfono que seguía grabando. Beatriz, yo sabes qué es lo más triste de todo esto? Que realmente te amé.

 Durante 10 años te entregué mi corazón completo mientras tú calculabas fríamente cómo usarme. El silencio se instaló en la mesa. Otros comensales comenzaron a notar la atención. Pero, ¿sabes que también, Mauricio? Resulta que soy mucho más inteligente de lo que pensaste. Y durante estos 10 años, mientras tú planeabas cómo usarme, yo también aprendí algunas cosas.

Mauricio intentó tomar su mano, pero ella la retiró. Los contratos que tanto necesitas de mi familia, ¿sabes quién los maneja realmente? Yo. Desde hace 5 años tengo poder legal sobre todos los negocios familiares. Los ojos de Mauricio se abrieron como platos. ¿Y sabes qué más? sonríó fríamente. Mañana por la mañana todos esos contratos que esperabas firmar serán cancelados no solo contigo, sino con cualquier empresa que lleve tu nombre.

Mauricio se levantó abruptamente tirando la copa de champaña. No puedes hacer eso susurró desesperado. Puedo y lo haré, respondió Beatriz, manteniéndose sentada. Imperturbable. Pero eso no es todo. Sacó un sobre bolso y lo puso sobre la mesa mojada. Estos son los papeles de divorcio. Ya están firmados por mi parte.

 Y como podrás ver, dado que tengo pruebas de tu matrimonio fraudulento y tus intenciones de estafarme, no recibirás absolutamente nada de mis bienes. Mauricio tomó el sobre con manos temblorosas. 10 años, Mauricio”, dijo Beatriz levantándose elegantemente. 10 años fingiste amarme para robarme, pero resulta que fuiste tú quien perdió el tiempo porque yo tenía el control desde el principio.

 Se dirigió hacia la salida del restaurante, pero se detuvo y regresó a la mesa. “¡Ah! Y una cosa más”, dijo inclinándose para que solo él pudiera escucharla. La grabación de tu confesión ya está en manos de mi abogado. Si intentas cualquier cosa contra mí o mi familia, no solo perderás todo profesionalmente, sino que enfrentarás cargos legales por fraude matrimonial.

Mauricio se quedó sentado pálido, viendo como la mujer que había subestimado durante una década caminaba hacia la libertad con la cabeza en alto. El mesero se acercó tímidamente. Señor, ¿desea que traiga la cuenta? Pero Mauricio ya no escuchaba. Había perdido todo en una sola noche. Su matrimonio falso, sus planes, su futuro financiero y, sobre todo, había subestimado gravemente a la única persona que realmente lo había amado.

 Beatriz, mientras tanto, caminaba por las calles nocturnas sintiéndose libre por primera vez en años. La venganza más dulce había sido simple, darle a su esposo exactamente lo que él le había dado a ella. Nada. Al llegar a su casa encontró las maletas de Mauricio aún desempacadas del viaje de negocios de la semana anterior.

 Ahora entendía por qué había estado tan ansioso por regresar. No era por extrañarla, sino por la reunión de mañana con los contratistas. Sonrió irónicamente mientras marcaba el número de su abogado. Fernando. Soy Beatriz. Sí, ya está hecho. Quiero que mañana a primera hora envíes los documentos de cancelación de contratos y procedas con el divorcio.

 También quiero una orden de restricción temporal. Después llamó a su padre. Papá, tenemos que hablar urgentemente sobre Mauricio y los negocios familiares. Su padre había sospechado algo durante meses. La intuición empresarial que lo llevó al éxito también le advertía sobre su yerno. Esa noche, Beatriz empacó las pertenencias de Mauricio en cajas ordenadamente, no por despecho, sino por eficiencia.

Cuando él regresara, encontraría sus cosas en la puerta y las cerraduras cambiadas. El teléfono sonó. Era Mauricio. Beatriz, por favor, podemos hablar. Fue un malentendido. No hay nada que hablar, Mauricio. Tienes hasta mañana al mediodía para recoger tus cosas. Después de eso, cualquier comunicación será a través de abogados.

Colgó y apagó el teléfono. La venganza perfecta no requería gritos ni lágrimas, solo inteligencia fría y paciencia infinita. Mauricio había jugado ajedrez creyendo que ella jugaba damas, sin darse cuenta de que ella ya había planeado el jaque mate desde mucho antes. La venganza perfecta no es gritar ni llorar, es demostrar que siempre fuiste más fuerte.