La niña arruina la boda de su madre y revela una verdad impactante sobre el novio. Valeria se sentó junto a la ventana con la mirada fija en el automóvil lujoso que acababa de detenerse frente a la puerta. Un hombre bajó del auto y sonrió con una perfección impecable al ver a Elena esperando en el umbral. Elena, ¿estás hermosa? Como siempre, dijo Andrés mientras se acercaba y besaba suavemente la mejilla de la madre de la niña.

Elena soltó una risa. La risa radiante de una mujer enamorada. Siempre tan alagador, respondió. Valeria cruzó los brazos frente al pecho y observó en silencio. No sabía por qué, pero había algo en Andrés que no la hacía sentir cómoda. Era demasiado perfecto, demasiado cortés y había algo muy falso en él. Andrés se volvió hacia Valeria sonriendo con dulzura. Hola, Valeria, ¿cómo estás hoy? Normal contestó la niña de manera seca, sin apartar los ojos de él. Valeria, no seas grosera, le reprendió suavemente Elena frunciendo el ceño.

Andrés soltó una risa despreocupada, sin parecer molesto. No te preocupes, es normal a su edad, pero Valeria, espero que podamos ser amigos. La niña no respondió, limitándose a mirarlo fijamente. Por primera vez notó un destello fugaz en los ojos de él, tan rápido que no estaba segura de haberlo visto realmente. Era una mirada fría. Esa noche, cuando Andrés ya se había ido, Valeria tomó la mano de su madre, su voz llena de sospecha. Mamá, ¿de verdad crees que él es una buena persona?

Elena miró a su hija y suspiró. Otra vez con eso, Valeria. Andrés es un buen hombre, no puede seguir tratándolo así, pero es raro. ¿No has notado que siempre me mira mucho? Elena se echó a reír. ¿Te lo imaginas? Andrés te quiere mucho. Valeria mordió su labio a punto de insistir, pero decidió detenerse. Su madre amaba a Andrés, eso era evidente. No podía cambiarlo solo por su instinto. A la mañana siguiente, en la escuela, Valeria buscó a su mejor amiga, Camila.

Te lo juro, hay algo raro con Andrés, susurró Valeria mientras ambas se apoyaban en la cerca de la cancha de basquetbol. Camila puso los ojos en blanco. No te cae bien porque no quieres que tu mamá se case con otro, ¿verdad? No es eso. Tengo mis razones. Camila suspiró apoyando las manos en su cintura. Valeria, entiendo cómo te sientes, pero a veces tienes que dejar que tu mamá sea feliz. ¿Y si él es peligroso? Camila se echó a reír.

Es un empresario exitoso, maneja un auto carísimo, usa ropa de marca y le regala cosas lujosas a tu mamá. ¿Qué clase de peligro podría ser? Valeria no supo que responder. Era cierto, Andrés tenía todo eso, pero entonces, ¿por qué seguía sintiendo que había algo mal? Esa noche, Valeria estaba en su cuarto leyendo cuando por casualidad vio a Andrés en el espejo. Él estaba en el pasillo, mirando directamente hacia ella a través del reflejo. Su sonrisa estaba torcida.

El corazón de Valeria latió con fuerza. Se giró rápidamente, pero el pasillo estaba vacío. Se estremeció. Estaba segura de haberlo visto. Pero, ¿a dónde se había ido? Esa noche no pudo dormir. La sensación de miedo se aferraba a ella como si hubiera una sombra escondida en la casa. A la mañana siguiente, mientras Elena preparaba el desayuno, Valeria decidió intentarlo una vez más. Mamá, de verdad siento que hay algo raro con Andrés. Elena dejó la taza de café sobre la mesa y se masajeó las cienes con cansancio.

Otra vez con eso, pero tengo razones. Ayer lo vi parado en el pasillo mirándome a través del espejo, y cuando me giré había desaparecido. Elena se echó a reír. Valeria, estás imaginando cosas. Tienes que dejar de hacer esto. Andrés es un buen hombre, pero nada de peros. La voz de Elena se endureció. No puede seguir faltándole el respeto. Valeria apretó los labios con rabia. Sabía que tenía razón, pero su madre jamás le creería. Por la tarde, cuando Elena salió, Valeria se metió escondidas en la habitación de su madre, buscando cualquier cosa que le diera información sobre Andrés.

Abrió la laptop de su madre y trató de buscar información sobre él. No había nada, ni un solo artículo, ninguna información personal, absolutamente nada sobre un hombre llamado Andrés Cortés. Su corazón empezó a latir con fuerza. Un empresario exitoso debería tener huellas en internet. Pero, ¿por qué Andrés no tenía ninguna? Se estremeció. Esa noche durante la cena, Andrés volvió a la casa. Valeria, ¿quieres probar esto? Le ofreció un trozo de carne. Valeria lo miró fijamente y luego negó con la cabeza.

No, gracias. Andrés sonrió, pero había algo en esa sonrisa que le provocó escalofríos. “Siempre ha sido tan terca, Elena”, preguntó él con voz cariñosa. Elena sonrió. “Solo necesita tiempo para acostumbrarse a ti.” “Así es”, respondió Andrés, dejando el tenedor sobre la mesa y mirando a Valeria. Aunque espero que no sea demasiado lista, porque a veces ser demasiado lista no es bueno. Valeria se quedó paralizada. Sus palabras, junto con la forma en que la miraba, le pusieron la piel de gallina.

En ese momento supo que no podía dejar que ese hombre siguiera formando parte de sus vidas. Pero, ¿qué podía hacer si su madre no le creía? Al día siguiente, Valeria caminaba rápidamente por el pasillo de la escuela, escaneando con la mirada a los estudiantes. Estaba buscando a Camila. Finalmente la vio junto a su casillero, conversando y riendo con Diego, un compañero de clase. Valeria corrió hacia ella y le tomó del brazo. ¿Qué pasa?, preguntó Camila sorprendida. Tenemos que hablar ahora mismo.

Camila frunció el ceño, pero asintió. Ambas se alejaron del pasillo y fueron al patio trasero, donde casi no había nadie. Otra vez sobre Andrés, dijo Camila cruzándose de brazos. Sí, Camila, estoy segura de que hay algo raro en él. Ayer busqué en internet y no hay ninguna información sobre él. Camila suspiró. Valeria, eso tiene sentido. Un empresario rico sin ningún rastro en la red. Exactamente, ese es el problema. Un hombre exitoso como él debería tener cientos de artículos sobre su empresa, pero no encontré nada.

Camila levantó las cejas. ¿Y qué piensas? No sé, pero tengo un mal presentimiento. Tienes que creerme, Camila. Andrés no es una buena persona. Camila guardó silencio un momento y luego suspiró. ¿Qué quieres que haga? Ayúdame a investigar, dijo Valeria con determinación. Tenemos que averiguar quién es realmente Andrés. Camila miró a su mejor amiga durante un largo rato y luego asintió. Está bien, pero te lo advierto. Si todo esto es solo tu imaginación, no pienso seguir ayudándote. No es imaginación, aseguró Valeria apretando los puños.

Empezamos esta noche. Esa noche, Valeria abrió con cuidado la puerta de la habitación de su madre. Sabía que Elena dormía profundamente, así que entró sin hacer ruido, buscando su celular. lo tomó con el corazón golpeándole el pecho y revisó la lista de contactos. Encontró el número de Andrés y lo anotó rápidamente. Luego regresó a su habitación y le envió un mensaje a Camila. Tengo su número. ¿Puedes intentar averiguar algo? Menos de un minuto después, Camila respondió, “Déjame intentar.” Valeria esperó con ansiedad.

Unos 15 minutos después, Camila volvió a escribir. No hay información sobre ese número. No está registrado a nombre de nadie. No está vinculado a ninguna cuenta. Valeria sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. No puede ser. Tiene dinero. Tiene posición. ¿Por qué no hay nada? No lo sé, pero creo que tienes razón. Hay algo raro. Valeria tragó saliva. No quería tener razón en esto. A la mañana siguiente, Valeria bajó a la cocina más temprano de lo habitual, decidida a contarle a su madre lo que había descubierto.

Pero al entrar vio a Andrés sentado a la mesa tomando café con Elena. Él levantó la vista y sonrió. Buenos días, Valeria. Valeria apretó los puños y respondió a regañadientes. Buenos días. Elena sonrió. Andrés vino temprano porque hoy quiere llevarme a comprar cosas para la boda. Valeria se quedó helada. La boda estaba cada vez más cerca. Respiró hondo, decidida a hablar de inmediato. Mamá, necesito hablar contigo a solas. Elena parpadeó. ¿Qué pasa? Valeria miró de reojo a Andrés.

Él seguía bebiendo café con calma, pero había algo en su mirada que la hizo estremecerse. Es importante. ¿Podemos salir un momento? Elena miró a Andrés y luego a su hija. Está bien. Ambas salieron al patio trasero. Valeria tomó la mano de su madre con fuerza. Mamá. Busqué información sobre Andrés. Elena frunció el ceño. ¿Por qué hiciste eso? Porque tengo un mal presentimiento. Y tenía razón. No hay ninguna información sobre él en internet. Ni siquiera su número de teléfono está registrado a nombre de alguien.

¿No te parece extraño? Elena suspiró. Valeria, ¿estás exagerando, mamá? Por favor, créeme. No quiero que te cases con alguien de quien no sabemos nada. Elena negó con la cabeza. Solo es porque no quieres que tenga una nueva vida. Valeria abrió los ojos herida. No es eso. Solo quiero protegerte. No hace falta. Conozco a Andrés mejor de lo que piensas”, dijo Elena fríamente. Valeria iba a responder cuando escucharon una voz detrás de ellas. ¿Qué pasa aquí? Las dos se giraron.

Andrés estaba en la puerta mirándolas. Elena sonrió. Nada, amor. Andrés caminó hacia ellas y sonrió a Valeria, pero sus ojos eran fríos y aterradores. Valeria, ¿no te gusto? Valeria apretó los labios. Solo no quiero que mi mamá se case con alguien que no conozco bien. Andrés sonrió, se inclinó y puso una mano sobre su hombro. Eres muy lista. Pero, ¿sabes? A veces saber demasiado no es bueno. Las palabras de él dejaron a Valeria congelada. Elena se echó a reír.

No asustes a la niña. Andrés se enderezó, pero no apartó los ojos de Valeria. Ella entendió. Era una amenaza. Esa noche Valeria no pudo dormir. Se revolvía en la cama con una sensación de angustia que le oprimía el pecho. Alrededor de la medianoche escuchó pasos en el pasillo. Su corazón empezó a latir con fuerza. se levantó lentamente, caminó hasta la puerta de su cuarto y la abrió apenas un poco y lo vio. Andrés estaba frente a la puerta de la habitación de su madre, mirando fijamente como si pensara en algo.

El corazón de Valeria la tía desbocado. De repente, Andrés giró la cabeza, la miró directamente. Aleria cerró la puerta de golpe, el corazón a punto de salírsele del pecho. La niña temblaba. ¿Cuánto tiempo había estado Andrés parado allí? ¿Y en qué estaba pensando? Sabía algo con certeza. Él no era una buena persona. Pero, ¿qué podía hacer si su mamá no le creía? Valeria se sentó en su cama, el corazón aún latiéndole desbocado después de cerrar la puerta de su habitación.

Andrés la había mirado directamente. Esa mirada ya no tenía nada del hombre educado ni amoroso con la familia. Era la mirada de un depredador. Apretó la sábana con fuerza, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda, aunque la habitación estaba completamente cerrada y sin corrientes de aire. tenía que hacer algo. A la mañana siguiente, en cuanto su mamá salió de la casa para irse a probarse el vestido de novia, Valeria llamó de inmediato a Camila. Camila, estoy segura de que Andrés no es una buena persona.

Anoche estaba parado afuera del cuarto de mi mamá a medianoche, mirando fijamente la puerta como si estuviera planeando hacer algo. Y cuando abrí la puerta me miró directo. Camila guardó silencio unos segundos al otro lado de la línea y luego respondió despacio. ¿Estás segura? ¿Segura? Segurísima. Ya no aguanto más. Necesito pruebas para que mi mamá me crea. Camila bajó la voz como si se pusiera más seria. Entonces, ¿qué piensas hacer ahora? Tengo que encontrar lo que él está ocultando.

¿Cómo? Él no ha dejado ninguna pista. Valeria apretó los labios y respiró hondo. Voy a revisar su celular. Camila se quedó en silencio, atónita. ¿Qué? ¿Estás loca? No, no estoy loca. No me queda otra opción. Si no encuentro algo, mi mamá se va a casar con él. Y si él es realmente peligroso, no puedo dejar que eso pase. Camila suspiró. Estás completamente loca. Pero bien, te voy a ayudar. Esa noche Andrés volvió a cenar a la casa.

Él y su mamá estaban sentados a la mesa riendo y conversando como si fueran una pareja perfecta. Valeria no podía soportar ver a su madre sonreírle a un demonio disfrazado de humano. Sus ojos se dirigieron al celular de Andrés, que estaba justo sobre la mesa. “Con permiso, me voy a mi cuarto”, dijo Valeria de pronto. Elena la miró. No vas a comer más. Ya estoy llena. Andrés sonrió. Está bien, que duermas bien, Valeria. Ella no respondió. Se dio la vuelta y se fue, pero en vez de subir a su cuarto, se desvió hacia la cocina, desde donde podía ver la mesa del comedor a través de una rendija en la puerta.

Esperó 5 minutos, 10 minutos. Cuando Andrés y su madre estaban absortos en la conversación, Valeria salió sigilosamente rodeando la silla donde él estaba sentado. Respiró hondo y con rapidez estiró la mano para tomar el celular de Andrés. Apenas lo tocó, la mano de Andrés se extendió de repente y la sujetó con fuerza por la muñeca. Valeria se sobresaltó y levantó la vista. Andrés seguía sonriendo, pero sus ojos se habían oscurecido. ¿Qué estás haciendo, Valeria?, preguntó con una voz grave y baja.

Elena los miró a ambos sorprendida. ¿Qué pasa? Valeria tragó saliva. Yo solo quería darte el teléfono, respondió. Andrés la miró durante un largo rato antes de soltarle la muñeca. No hace falta. Todavía lo estoy usando”, dijo despacio sin apartar la mirada de ella. Valeria retiró la mano rápidamente, sintiendo la piel aún helada donde él la había tocado. Elena se echó a reír. “Seguro solo quería ayudarte, ¿verdad, Valeria?” Valeria asintió con rigidez. “Sí, eso era.” Se dio la vuelta y subió a su cuarto sin mirar atrás.

cerró la puerta y su corazón latía desbocado. Lo sabía. Él ya sospechaba de ella y eso era lo más peligroso de todo. A la mañana siguiente, Valeria se encontró con Camila en la escuela. “¿No pudiste tomarle el celular?”, preguntó Camila. Valeria negó con la cabeza. Me atrapó. Los ojos de Camila se agrandaron. ¿Y qué hizo? ¿Te hizo algo? No, pero sé que ahora sospecha de mí. Camila suspiró. Deberías dejar esto, Valeria. No, cada vez estoy más segura de que él esconde algo.

Camila se mordió el labio y murmuró, “¿Hay otra forma? Conozco a alguien que puede ayudar.” Valeria frunció el ceño. ¿Quién? Camila miró a su alrededor y bajó la voz. Manuel. Valeria parpadeó. Manuel, el que a que a computadoras en la clase de matemáticas. Sí, él puede ayudarnos a investigar a Andrés. Si hay algo raro, él lo encontrará. Valeria dudó unos segundos y luego asintió. De acuerdo. Consigue una cita con él. Esa tarde Valeria y Camila se reunieron con Manuel en un café cerca de la escuela.

Manuel era un chico algo delgado, de lentes y siempre estaba pegado a la pantalla de su laptop. ¿Cuál es el plan? Preguntó Manuel mientras daba un sorbo a su café. Necesitamos investigar a alguien, explicó Camila. ¿A quién? Camila miró a Valeria. Andrés Cortés, dijo Valeria con voz firme. Manuel escribió el nombre en su computadora. ¿Qué hace ese tipo? Está a punto de casarse con mi mamá. Manuel se quedó en silencio unos segundos y luego siguió escribiendo. Pasaron unos minutos.

Él frunció el ceño. Qué raro. No hay nada de información sobre él. Valeria sintió un escalofrío recorriéndole el cuerpo. “Nada”, preguntó Camila. “Nada, ni siquiera hay datos de su número de teléfono. Es como si no existiera.” Valeria apretó los puños. “¿Hay otra forma de investigar?” Manuel asintió. “¿Puedo intentar rastrear la dirección IP de las últimas llamadas que hizo. Si hay algo sospechoso, lo encontraré. Valeria respiró hondo. Hazlo. Esa noche Valeria recibió un mensaje de Manuel. Encontré una pista.

Su corazón latió con fuerza. ¿Qué cosa? Su número fue usado para comunicarse con otro número. Este número pertenece a una mujer que desapareció hace dos años. Valeria se quedó helada. Ella lo sabía. sabía que él no era normal, pero ¿qué podía hacer ahora? Se quedó sentada en la cama apretando el celular en su mano. Su corazón latía sin control mientras leía una y otra vez el mensaje de Manuel. Su número fue usado para comunicarse con una mujer que desapareció hace dos años.

Tragó saliva, las manos temblándole. Ella sabía que había algo extraño en Andrés, pero esto, él estaba relacionado con una desaparición, ya no podía quedarse callada. A la mañana siguiente, en la escuela, Valeria corrió directamente a buscar a Camila. Camila, ya tengo pruebas. Camila estaba frente a su casillero y levantó la vista. ¿Qué pruebas? Acabo de hablar con Manuel. encontró un número de teléfono que se comunicó con Andrés y la persona dueña de ese número desapareció hace dos años.

Los ojos de Camila se agrandaron. ¿Estás hablando en serio? Totalmente. Ahora me crees. Camila tragó saliva dudosa. ¿Y ahora qué hacemos? Tenemos que decírselo a mi mamá. Camila vaciló. ¿Y crees que te va a creer? Valeria apretó los puños. Tiene que hacerlo. Esa tarde, cuando volvió a casa, Valeria fue a la cocina donde Elena preparaba la cena. “Mamá, necesito hablar contigo.” Elena la miró de reojo y suspiró. “Otra vez sobre Andrés.” “No, esta vez, mamá. Es algo serio.

Elena dejó el cuchillo sobre la tabla y se cruzó de brazos. Habla. Valeria respiró hondo. Tengo pruebas de que Andrés se comunicó con una mujer que desapareció. Elena parpadeó. ¿Qué estás diciendo? Es verdad. Un amigo mío revisó su número de teléfono y encontró que había hablado con una mujer desaparecida hace dos años. Elena negó con la cabeza. Valeria, ¿de qué estás hablando? Te lo digo en serio. Tienes que creerme. Elena suspiró y se frotó las cienes. Solo quieres evitar que me case con Andrés, ¿verdad?

Valeria se quedó inmóvil. No, esto no es un juego. ¿No te parece aterrador? Elena la miró en silencio por un momento, luego habló en voz baja. ¿Tienes alguna prueba además de lo que dice tu amigo? Valeria se quedó helada. Yo no tenía nada más que el mensaje de Manuel. Elena suspiró nuevamente. Valeria, sé que estás preocupada, pero no puedes acusar a alguien sin pruebas concretas. Valeria sintió como si un huracán le atravesara el pecho. ¿Por qué su mamá no le creía?

Apretó los puños con fuerza. Te vas a arrepentir, mamá. Elena miró a su hija con los ojos llenos de cansancio. No quiero seguir discutiendo contigo. Valeria se mordió el labio sintiendo que las lágrimas le llenaban los ojos. Solo quiero protegerte. Elena se dio vuelta. No necesito protección, Valeria. Sé muy bien lo que estoy haciendo. Esa noche, Valeria se quedó en su habitación sintiéndose desesperada. Nadie le creía. Ni su mamá, ni sus amigas, nadie. ¿Qué podía hacer ahora?

Su celular vibró. Era un mensaje de Manuel. Conseguí más información sobre la mujer desaparecida. Se llamaba Adriana Gómez. Voy a seguir investigando sobre ella. Valeria respondió de inmediato. Gracias. Voy a encontrar la forma de conseguir más información sobre Andrés. Se levantó de un salto. Había llegado el momento de actuar. Al día siguiente, Valeria observó a Andrés desde lejos. Sabía que no podía acercarse a él directamente, pero había otra manera. Él había dejado el auto estacionado justo frente a la casa.

¿Y si lograba encontrar algo en su auto? Valeria miró a su alrededor. Su mamá estaba en su habitación y Andrés sentado en la sala hablando por teléfono. Tenía unos 10 minutos. Con el corazón a mil por hora, Valeria salió de la casa en puntillas y se dirigió al auto. Tiró suavemente de la manija de la puerta cerrada. Maldición. Miró alrededor otra vez y notó que una de las ventanas del auto estaba entreabierta. Si lograba meter la mano.

Se estiró lo más que pudo tratando de alcanzar el seguro de la puerta. Sus dedos apenas tocaron el pestillo cuando, “¿Qué estás haciendo?” Una voz grave y baja sonó justo detrás de ella. Valeria se quedó congelada. El corazón casi le deja de latir. Se giró lentamente. Andrés estaba parado justo detrás de ella. La miraba fijamente con los ojos oscuros y penetrantes. ¿Qué haces aquí, Valeria? Preguntó con voz suave, pero cargada de peligro. Valeria trató de mantenerse tranquila, solo quería ver cómo era por dentro el auto.

Andrés alzó una ceja. ver cómo es. ¿Qué esperabas encontrar en el auto de tu tío? Valeria tragó saliva. Nada. Andrés dio un paso hacia ella, inclinándose un poco más. Valeria, creo que estás mintiendo. La niña retrocedió con el corazón latiendo desbocado. No estoy mintiendo. Andrés sonrió, pero sus ojos seguían fríos. Eres muy inteligente, Valeria, pero a veces ser demasiado lista no es bueno. Sus palabras la dejaron paralizada. Él lo sabía. Sabía que ella sospechaba de él y eso era peligroso.

Esa noche Valeria no se atrevió a salir de su cuarto. Sentía que había cruzado un límite peligroso. Su celular vibró. Un mensaje de Manuel. Encontré un artículo viejo sobre Riana. Tenía novio. ¿Adivina quién era? Valeria tragó saliva, el corazón latiendo con fuerza. ¿Cómo se llamaba su novio? Andrés Cortés. Valeria sintió que el frío le invadía el cuerpo. Él había salido con esa mujer y ella había desaparecido. Sabía que debía hacer algo. Tenía que encontrar la manera de obtener pruebas.

Pero, ¿cómo si Andrés ya sospechaba de ella? Valeria se recostó en la cama, mirando fijamente al techo. No podía dormir. Todo estaba sucediendo más rápido de lo que había imaginado. Andrés no solo era sospechoso, podía ser un asesino. Adriana Gómez, la mujer que había desaparecido dos años atrás, había sido su novia y ahora su mamá iba a casarse con él. ¿Qué podía hacer? Su celular vibró de nuevo. Manuel, encontré un artículo viejo sobre la desaparición de Adriana.

Hay un detalle importante. Valeria respondió enseguida. Valeria, ¿cuál, Manuel? Antes de desaparecer, ella llamó a una amiga y le dijo que sentía que la estaban siguiendo. El corazón de Valeria golpeaba con fuerza en su pecho. Valeria, alguien investigó al novio. Manuel, no había pruebas suficientes. Nunca lo acusaron. Valeria apretó el celular con fuerza. Si la policía no había podido hacer nada, entonces tendría que hacerlo ella misma. A la mañana siguiente, cuando Valeria bajó a la cocina, vio a Andrés sentado a la mesa tomando café.

Él levantó la vista y le sonrió. Buenos días, Valeria. Ella se esforzó por mantener la calma. Buenos días. Elena estaba ocupada en la cocina sin notar la tensión. Andrés dejó la taza de café en la mesa y la dió la cabeza para mirarla mejor. ¿Dormiste bien anoche? Valeria se puso rígida. Él la estaba poniendo a prueba. Respiró hondo. Como siempre. Andrés sonrió, pero no había calidez en sus ojos. Valeria sabía que no podía dejar que sospechara de sus planes.

Tenía que actuar como si todo estuviera normal. En la escuela, Valeria arrastró a Camila a un rincón y le susurró al oído. Tenemos que conseguir su celular. Camila frunció el ceño otra vez. La última vez casi te atrapa, pero esta vez tengo un plan. Camila cruzó los brazos. ¿Qué plan? Valeria bajó la voz aún más. Esta noche Andrés va a venir a cenar a casa. Cuando él esté en la sala voy a sacar el celular de su abrigo.

Los ojos de Camila se abrieron como platos. Estás loca. Y si te descubre, por eso necesito tu ayuda. Camila suspiró. ¿Qué tengo que hacer? Vas a llamar a mi mamá y le vas a inventar una urgencia para que salga de la sala. Así tendré la oportunidad. Camila dudó unos segundos y luego asintió. Está bien, pero tenés que ser super cuidadosa. Esa noche comenzó el plan. Andrés estaba sentado en el sofá conversando con Elena sin prestarle atención a Valeria.

Ella estaba cerca de la puerta con los ojos fijos en el abrigo de él colgado en el perchero. Entonces sonó el teléfono. Elena contestó, “Hola, era Camila.” Elena frunció el seño. ¿Qué? Camila. Habla más despacio. Miró a Andrés. Espérame un momento, amor. Andrés sonrió. Por supuesto, cariño. Elena salió de la sala yendo a la cocina para seguir hablando. El corazón de Valeria latía con fuerza. Era su única oportunidad. Se acercó rápido al perchero y metió la mano en el bolsillo del abrigo de Andrés.

Sus dedos apenas rozaron el celular cuando, ¿qué estás haciendo? La voz grave sonó detrás de ella. Valeria se quedó helada. Se giró despacio. Andrés estaba parado ahí mismo, con la mirada fría como el hielo. No podía dejar que él viera su miedo. Valeria se forzó a mantenerse serena. Solo buscaba el celular de mi mamá. Ella dijo que lo había dejado en el bolsillo de tu abrigo. Andrés la miró en silencio durante varios segundos y luego sonrió de lado.

El celular de tu mamá avanzó un paso, sacó su propio celular del bolsillo y lo levantó. ¿Te referías a este? Valeria se mordió el labio buscando qué decir. Me equivoqué. Andrés se inclinó un poco, sus ojos clavados en ella. ¿De verdad crees que soy idiota? Valeria se quedó paralizada. Andrés soltó una risa baja y susurró, “¿Estás jugando un juego peligroso?” Valeria apretó los puños. “No sé de qué habla.” Él soltó una carcajada suave. Sí que lo sabes.

Después se enderezó y guardó el celular en su bolsillo. Valeria sintió que acababa de escapar de una serpiente venenosa. En ese momento, Elena volvió. ¿Qué pasa? Andrés giró hacia ella con una sonrisa amable. Nada importante. Valeria solo tenía curiosidad por mi celular. Elena se rió. Mi hija siempre ha sido muy curiosa. Valeria apretó los puños aún más fuerte. ¿Qué debía hacer ahora? Esa noche recibió otro mensaje de Manuel. Manuel, tengo una forma de obtener los datos de su celular sin tocarlo.

Valeria se sentó de golpe en la cama. Valeria, ¿cómo, Manuel? Tengo un dispositivo que se conecta al celular de él cuando se conecta a la misma redafa. Valeria, ¿y qué tengo que hacer? Manuel, voy a darte el dispositivo. Solo tienes que esconderlo cerca de él cuando esté en tu casa. Valeria tragó saliva. Esta vez iba a conseguir pruebas, pero podría hacerlo sin que él se diera cuenta. Valeria sostenía el pequeño dispositivo en su mano, el corazón golpeándole el pecho.

Esa mañana Manuel se lo había entregado en secreto en la escuela. Solo colócalo cerca de Andrés cuando esté conectado al waffa de tu casa. El aparato captará automáticamente los datos de su celular. Las palabras de Manuel seguían resonando en su cabeza. Esa noche Andrés volvería a la casa. Era su única oportunidad. Tenía que ser más cuidadosa que nunca. Esa noche, cuando Andrés entró en la casa, Valeria mantuvo su expresión lo más normal posible. Él sonrió saludándola como siempre.

Buenas noches, Valeria. Ella asintió. Hola. Él no sospechaba nada. Bien. Elena fue a la cocina a preparar la cena. Andrés se sentó en el sofá y sacó su celular para revisar algo. Valeria respiró hondo, se acercó y fingió agacharse para amarrarse los cordones. Con cuidado deslizó el pequeño dispositivo debajo de la silla. Su corazón latía con fuerza. Listo. Ahora solo quedaba esperar a que Manuel le diera resultados. La cena transcurrió con normalidad, pero Valeria no podía concentrarse en la comida.

Miraba constantemente su celular, esperando un mensaje de Manuel. Mientras tanto, Andrés conversaba con su madre, mostrándose dulce como siempre. Estaba pensando que después de la boda podríamos mudarnos a la nueva casa que preparé. Elena sonrió radiante. De verdad, ya encontraste el lugar perfecto. Sí, un sitio tranquilo donde nadie nos moleste. Valeria sintió un escalofrío recorrerle la espalda, un sitio donde nadie los moleste. ¿Qué planeaba hacer allí? Después de la cena, Andrés se despidió y salió de la casa.

Valeria corrió a su habitación, cerró la puerta y revisó su celular. Había un mensaje de Manuel. Manuel, ya me conecté. Estoy descargando los datos de su celular. Valeria apretó el teléfono con fuerza. Valeria, ¿encontraste algo? Pasaron varios minutos antes de que Manuel respondiera. Manuel, sí, pero tienes que verlo con tus propios ojos. El corazón de Valeria latía desbocado. Valeria, ¿qué encontraste, Manuel? Unas fotos. Al día siguiente, Valeria se reunió con Manuel en el café cerca de la escuela.

Él colocó su laptop sobre la mesa, tecleó un par de veces y luego giró la pantalla hacia ella. Valeria tragó saliva y se inclinó para mirar. Las imágenes aparecieron en la pantalla. Ella se quedó congelada. Eran fotos de Adriana Gómez, la mujer desaparecida. Pero no solo eso, había fotos de ella atada, encerrada en una habitación oscura y las últimas fotos mostraban el cadáver de Adriana. Valeria sintió que el estómago se le revolvía. “Dios mío”, susurró Manuel. Asintió el rostro pálido.

Él la mató. Valeria sentía todo el cuerpo helado. Era un asesino y su madre estaba a punto de casarse con él. Camila también estaba allí. Su rostro estaba blanco como el papel. ¿Y qué vas a hacer? Murmuró Camila. Valeria apretó el puño. Tengo que ir a la policía. Manuel asintió. Sí, pero necesitas pruebas más sólidas. Estas fotos pueden ser negadas por él. Valeria frunció el seño. ¿Qué quieres decir? Manuel habló despacio. Necesitamos algo directo de él, una confesión o algo que no pueda negar.

Camila se mostró nerviosa. ¿Y cómo vas a lograr que confiese? Valeria se quedó pensando un largo rato hasta que se le ocurrió una idea. Voy a atenderle una trampa. Esa noche Valeria se quedó en su habitación planeando todo. Necesitaba que Andrés dijera la verdad. Tenía que provocarlo y la única manera era enfrentarlo directamente. Su celular vibró. Era Andrés. Ella se quedó helada. Él nunca la había llamado antes. Respiró hondo y contestó. La voz de él sonó grave y peligrosa.

Valeria, ¿crees que no sé lo que estás haciendo? El corazón de Valeria latía como loco. No sé de qué hablas, respondió tratando de sonar tranquila. Él se rió. Eres una niña lista, pero esta es la única advertencia que te daré. No te metas en asuntos de adultos. Valeria tragó saliva. Él lo sabía y tenía la sensación de que él no iba a quedarse de brazos cruzados. Al día siguiente fue a ver a Manuel y a Camila. Necesito un grabador de voz.

Manuel asintió. Tengo uno. Es pequeño. Puedes esconderlo en el bolsillo de tu camisa. Camila se veía preocupada. ¿Qué piensas hacer? Valeria miró a sus amigos con decisión. Voy a hacer que confiese. Valeria apretó con fuerza el pequeño grabador en su mano. Era su única oportunidad. Necesitaba una confesión de Andrés. Él había matado a Adriana. Podía hacer lo mismo con su madre y si no actuaba ahora, tal vez no tendría otra oportunidad. respiró hondo. No iba a tener miedo.

Esa noche Andrés volvió a la casa. Elena estaba ocupada en la cocina mientras él se sentaba solo en la sala revisando su celular. Valeria se acercó fingiendo tranquilidad. ¿Puede hablar conmigo un momento? Andrés levantó la vista y sonrió de lado. Por supuesto. Ella se sentó frente a él, sintiendo cada latido de su corazón golpearle el pecho. Sé que estás ocultando algo. El ladeó la cabeza. Su mirada se volvió afilada. ¿Qué dijiste? Valeria apretó los puños mirándolo directo a los ojos.

Adriana Gómez. Hubo un segundo de silencio mortal. Los ojos de Andrés se oscurecieron. ¿Qué sabes sobre ella? Sé que fuiste su novio. Sé que ella desapareció. Sé que tú fuiste la última persona que la vio con vida. Él se recostó en el sofá sonriendo con desdén. ¿Dónde escuchaste eso? Valeria forzó una sonrisa. No importa. Lo que importa es que tengo pruebas. Andrés parpadeó. Por un instante, su expresión calmada desapareció. Había mordido el anzuelo. Valeria continuó. Sé lo que hiciste.

Y si no quieres que vaya a la policía, deberías decirme la verdad ahora mismo. Él la observó durante un largo rato y de repente soltó una risa grave y peligrosa. Valeria, ¿de verdad crees que eres tan inteligente? Andrés ladeó la cabeza, su tono apenas un susurro. Valeria tragó saliva, pero no retrocedió. Sé la verdad. Él sonrió con frialdad. Ah, sí. ¿Y sabes cuál es esa verdad? Valeria respiró hondo. ¿Qué mataste a Adriana? ¿Y qué planeas hacerle lo mismo a mi mamá?

Los ojos de Andrés destellaron con peligro. se puso de pie y caminó lentamente hacia ella. Dime, niña, ¿qué piensas hacer? Valeria apretó el grabador oculto en su bolsillo, el corazón a punto de estallar. Tengo pruebas. Si no confiesas, voy a entregarlas a la policía. Andrés se detuvo y la miró en silencio, y luego volvió a reír. Elena llamó de repente. Valeria se sobresaltó. No. Su madre salió de la cocina mirándolos con desconcierto. ¿Qué pasa? Andrés la miró con dulzura.

Tu hija acaba de decirme algo muy interesante. Elena frunció el seño. ¿Qué cosa? Andrés suspiró y negó con la cabeza. ¿Cree que soy un asesino? Elena se quedó boqueabierta. ¿Qué? Valeria se levantó de un salto. Mamá, no le creas. Él es realmente un asesino. Tengo pruebas. Elena la miró seria. Valeria, otra vez con esto. Mamá, por favor, escúchame. Andrés suspiró de nuevo. Amor, creo que tu hija está obsesionada con esto. Nunca he hecho nada malo. Elena negó con la cabeza.

No tienes que explicar nada. Yo confío en ti. Valeria sintió que la cabeza le iba a explotar. ¿Por qué no me crees, mamá? Tengo pruebas. Te las mostraré ahora mismo. Valeria metió la mano en su bolsillo, pero la grabadora ya no estaba. El corazón de Valeria dejó de latir. Rebuscó con desesperación en su bolsillo. No había nada. No, no podía ser. Alzó la mirada y vio a Andrés. Él estaba sonriendo. Lo comprendió al instante. Él la había tomado.

El mundo entero se le vino abajo. Andrés negó con la cabeza su voz cargada de lástima. Pobrecita. está obsesionada con estas fantasías. Elena suspiró. Valeria, te lo advertí. Tienes que parar. Valeria sintió que las lágrimas le llenaban los ojos. No, no podía dejar que él ganara. Respiró hondo, mirando directo a su madre. Si te casas con él, te arrepentirás el resto de tu vida. Elena negó con la cabeza. No quiero seguir escuchando. Y se dio la vuelta.

Andrés esbozó una sonrisa torcida, lanzándole a Valeria una última mirada. Él había ganado. Valeria regresó a su habitación cerrando la puerta de un portazo. Se sentía más impotente que nunca. Él le había arrebatado su oportunidad. Su madre se casaría con él. ¿Y después qué pasaría? Su teléfono vibró. Era Manuel. Se enjugó las lágrimas antes de contestar. Hola. La voz de Manuel sonó apresurada. ¿Estás bien? No recibí nada tuyo. Valeria temblaba. Él me quitó la grabadora. Manuel soltó una maldición.

lo sabía. Valeria apretó el teléfono con fuerza. ¿Qué hago ahora? Manuel guardó silencio unos segundos y luego habló despacio. Encontraremos otra forma. Valeria cerró los ojos. No podía rendirse. No iba a dejar que Andrés dañara a su mamá. Pasara lo que pasara. Sentada en la cama, sujetaba el teléfono como si su vida dependiera de ello. No iba a permitir que todo terminara así. Andrés le había quitado su prueba más importante. Había hecho que su mamá creyera que ella estaba paranoica, pero no se iba a rendir.

Un mensaje apareció en la pantalla. Manuel, tengo una idea, pero tienes que ser muy cuidadosa. Valeria, ¿qué es, Manuel? Vamos a atenderle una trampa. El corazón de Valeria latía con fuerza. Valeria. ¿Cómo, Manuel? Tenemos que lograr que él confiese, pero esta vez sin que pueda negarlo. Valeria mordió su labio pensando. La única forma de hacer que una bestia mostrara su verdadera cara era arrinconándola y ella sabía exactamente qué hacer. A la mañana siguiente, Valeria bajó a la cocina donde su mamá preparaba café.

Elena la miró y suspiró. ¿Sigues molesta por lo de ayer? Valeria mantuvo la expresión más calmada que pudo. No, solo quiero disculparme. Elena se sorprendió. De verdad. Valeria asintió. Creo que me preocupé demasiado. Si tú eres feliz, yo también te apoyaré. Elena sonrió aliviada. Sé que solo quieres lo mejor para mí. Me alegra que lo entiendas. Entonces, ¿puedes hacer algo por mí? Elena frunció el seño. ¿Qué cosa? Valeria respiró hondo. ¿Puedes invitar a Andrés esta noche? Quiero hablar a solas con él.

Elena dudó un momento. ¿Estás segura? La niña asintió con firmeza. Segurísima. Esa noche, Andrés llegó a la casa como siempre. Valeria le abrió la puerta sonriendo. ¿Podemos hablar un momento a solas? Él la miró largo rato, luego sonrió de medio lado. Por supuesto. La siguió hasta la sala y se sentó en el sofá. Valeria se sentó frente a él y colocó el celular sobre la mesa. Quiero hacerte una pregunta. Andrés sonrió. Adelante. Valeria respiró hondo. Si alguien mata a otra persona, ¿alguna vez se arrepiente?

Los ojos de Andrés se entrecerraron. ¿Por qué preguntas eso? Solo por curiosidad se encogió de hombros. Alguien como tú lo entendería. Él se echó a reír. ¿Estás tratando de provocarme, Valeria? Ella lo miró directo a los ojos. Quizás. Andrés ladeó la cabeza. Su voz bajó de tono. Niña, no sabes con quién te estás metiendo. No importa. Me gustan los retos. De pronto, Andrés se levantó y se acercó a ella. Valeria permaneció sentada sin retroceder. ¿Piensas que eres más lista que yo?

No necesariamente, pero sé una cosa. Tienes miedo de que la verdad salga a la luz. La mirada de él se oscureció. ¿Qué pruebas tienes? Valeria sonrió levemente. No eres tú quien va a decirlas. Andrés arqueó una ceja. ¿Cómo estás tan segura? Valeria tomó el teléfono de la mesa y apretó un botón. La voz de Andrés salió del altavoz. Niña, ¿crees que no sé lo que estás haciendo? No te metas en asuntos de adultos. El rostro de Andrés se endureció.

Valeria sonrió de lado. Siempre tengo un plan de respaldo. Él la miró con la mandíbula apretada. Valeria siguió. Tengo esta grabación y ya envié una copia a Manuel. Si algo me pasa, la policía la recibirá de inmediato. Andrés guardó silencio. La tensión en la sala era sofocante. Entonces, de repente él soltó una risa baja y peligrosa. No esperaba que tuvieras tanto coraje. Valeria no dijo nada, observándolo con atención. Andrés se acercó más, inclinándose hasta quedar a su altura.

Pero, ¿de verdad crees que me quedaré de brazos cruzados? Ella apretó el celular en su mano sin perder la calma. No necesito que te quedes quieto. Solo necesito que sepas que no te tengo miedo. Él la observó largo rato. Luego su expresión cambió. Ya no fingía ser el hombre amable. Su rostro se tornó oscuro y sus ojos parecían cuchillas. Acabas de cometer un gran error, niña, y tú cometiste uno aún mayor. Valeria presionó otro botón en el celular.

La puerta de la sala se abrió. Elena estaba ahí, pálida como el papel, con los ojos abiertos de par en par. Andrés se quedó inmóvil. Valeria giró la cabeza, su tono firme. ¿Has escuchado suficiente, mamá? Elena avanzó temblando, su mirada llena de terror. ¿Qué? ¿Qué acabas de decir, Andrés? Andrés intentó recuperar la compostura, pero ya era demasiado tarde. Elena, ¿puedo explicarlo? No hace falta, gritó ella, su voz quebrada. He escuchado más que suficiente. Andrés apretó los puños.

Amor, no escuches a esta niña. Está tratando de tenderme una trampa. Elena negó con la cabeza, las lágrimas cayendo. Confié en ti. Puse mi futuro en tus manos. ¿Y qué eres? Un asesino. Andrés rechinó los dientes. Valeria retrocedió, su corazón golpeando su pecho. Elena respiraba entrecortadamente. Mataste a Adriana. Es cierto. Él no respondió. Un segundo. Dos segundos. Y entonces sonrió. Tal vez. Elena cayó al suelo cubriéndose el rostro con las manos. Valeria la sostuvo apretándole la mano con fuerza.

Todo había terminado, pero aún quedaba algo por hacer. Afuera se escucharon las sirenas de la policía. El sonido de las sirenas llenaba la calle. Valeria apretó la mano de su madre mientras Elena seguía temblando. Andrés ya no sonreía. Giró bruscamente hacia la ventana, sus ojos llenos de oscuridad. La policía ya llegó, murmuró. Valeria tragó saliva. ¿Qué haría él ahora? Elena soyozaba cubriéndose la boca con la mano, los ojos desorbitados. Yo, yo te amé y tú eres un monstruo.

Andrés parpadeó, luego esbosó una sonrisa seca. Elena, tienes que escucharme. Valeria apretó los dientes. No hay nada que explicar. Ya confesaste. Los golpes en la puerta retumbaron en la casa. Policía, abrán la puerta. Andrés giró hacia ellas, sus ojos peligrosos. No necesitamos llevar esto demasiado lejos, ¿cierto? Su voz era suave, aterradora. Valeria se adelantó protegiendo a su madre. Esto ya ha ido demasiado lejos. ¿Vas a ir a prisión? Andrés frunció el ceño. No lo creo. Y entonces se lanzó hacia ellas.

Todo ocurrió demasiado rápido. Andrés agarró a Valeria apretándole la muñeca con fuerza. Ah! Gritó ella. Elena se abalanzó sobre él. Suéltala. Déjala. Él la empujó al suelo. Desde afuera, los policías seguían golpeando la puerta. Valeria, ¿estás bien?”, jadeó Elena intentando levantarse. La niña forcejeaba, pero la fuerza de Andrés era demasiado. Valeria apretó los dientes. “¿No vas a escapar?” Él sonrió con frialdad. “Creo que sí.” Arrastró a Valeria hacia la puerta trasera. Elena gritaba desesperada. “¡No! Por favor, alguien ayúdela.

De pronto, la puerta principal se abrió de golpe. Los policías irrumpieron en la casa. “Suelte a la niña ahora”, ordenó uno de los agentes apuntando su arma. Andrés se quedó paralizado. Valeria aprovechó y mordió su brazo con fuerza. Él gruñó de dolor y la soltó. Ella corrió directo hacia los policías. Agárrenlo!”, gritó un agente. Andrés giró e intentó escapar por la puerta trasera, pero ya había oficiales bloqueándole el paso. Sacó un cuchillo de su chaqueta. “No se acerquen.

Tira el arma ahora”, le ordenó uno de los policías. Elena lloraba mientras abrazaba a Valeria. Por favor, atrápenlo. Andrés miraba alrededor como un animal acorralado. No tenía salida. Un policía se abalanzó desde atrás y golpeó con fuerza la mano de Andrés, haciendo que el cuchillo cayera al suelo. Él cayó de rodillas y fue inmovilizado por tres oficiales. Las esposas apretaron sus muñecas. Estás arrestado por asesinato. Valeria respiraba agitadamente mientras observaba la escena frente a ella. Lo habían capturado.

Una hora después, en la estación de policía, Elena y Valeria estaban sentadas frente al inspector mientras Andrés era llevado a la sala de interrogatorios. El inspector Morales colocó un documento sobre la mesa. Hemos revisado su teléfono, las fotos, los mensajes. Valeria, lo hiciste muy bien. Elena aún temblaba. Yo no puedo creer que alguna vez lo amé. Valeria apretó la mano de su madre. Mamá, ya pasó todo. Elena miró a su hija con lágrimas rodándole por el rostro.

Si no hubiera sido por ti, nunca habría sabido la verdad. Valeria esposó una leve sonrisa. Solo hice lo que tenía que hacer. Morales asintió. Esta niña es muy valiente. Si no fuera por ella, tal vez él seguiría cometiendo crímenes. Elena apretó la mano de su hija conmovida. Te debo mucho, Valeria. Valeria negó con la cabeza. Solo necesitamos olvidarnos de él, empezar de nuevo. Elena respiró hondo y luego asintió. Sí, tú y yo vamos a empezar desde cero.

Tres días después, Valeria y Elena entraron en la casa, sintiendo por primera vez en mucho tiempo un alivio inmenso. Elena miró a su hija. Nos vamos a mudar. Vamos a irnos de aquí. Valeria levantó la vista. De verdad. Elena asintió con la mirada firme. No quiero que quede ningún recuerdo de él. Solo quiero que seamos felices las dos. Valeria sonrió. Estoy de acuerdo. Elena respiró profundamente. Y voy a dedicarte más tiempo. Ya no habrá nadie que se meta en nuestras vidas.

Valeria sintió una calidez profunda invadirle el corazón. Por primera vez en mucho tiempo se sentía segura. Una semana después, Valeria estaba de pie en el balcón de su nueva casa, mirando el cielo rojo del atardecer. Su madre salió y le puso una mano en el hombro. ¿En qué piensas? Valeria sonrió. Solo disfruto de esta sensación de paz. Elena sonrió también y abrazó a su hija. Te debo mucho, Valeria. Me salvaste. La niña apoyó la cabeza en el hombro de su madre.

Solo quiero que seas feliz, mamá. Elena susurró. Ya encontré la felicidad. Las dos se quedaron allí disfrutando de un nuevo capítulo en sus vidas sin la sombra de Andrés. Él había sido arrestado. La justicia se había cumplido. Todo finalmente había terminado. La historia de Valeria nos muestra que la intuición y el coraje pueden salvarnos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos. A pesar de la duda de quienes la rodeaban, ella persistió en buscar la verdad y protegió a su madre de un hombre peligroso.

La confianza ciega puede llevarnos a caer en una trampa, pero la lucidez y la lucha hasta el final traerán justicia. Además, esta historia enfatiza que la verdadera familia es el lugar donde existe comprensión y cuidado, no una ilusión de felicidad falsa.