El sol de la mañana apenas se filtraba por las persianas del imponente hospital San Ángel, cuando Marisol Vega cruzó sus puertas con paso vacilante a sus 23 años con el cabello negro recogido en una coleta despeinada y unas zapatillas deportivas gastadas, no parecía el tipo de persona que frecuentara la zona más exclusiva de la Ciudad de México.
Sin embargo, ahí estaba con un folleto arrugado en la mano que prometía 500 pesos a cambio de una donación de sangre. ¿Qué más da?, pensó mientras se dirigía al mostrador de recepción. El alquiler de su pequeño departamento en Iztapalapa vencía en tres días y después de perder su trabajo como mesera, cualquier ingreso era bienvenido. “Buenos días.
Vengo por lo de la donación”, dijo Marisola, “La recepcionista, una mujer de mediana edad con expresión severa. Llene este formulario y espere hacer llamada”, respondió secamente, deslizando una tablilla con papeles sin levantar la mirada. Marisol se sentó en la sala de espera, rodeada de lujos que le resultaban ajenos, mármol reluciente, fuentes decorativas y obras de arte que probablemente costaban más que todo lo que ella había ganado en su vida.
Mientras completaba el formulario, no pudo evitar notar el alboroto contenido entre el personal médico, que entraba y salía apresuradamente de un ala privada del hospital. ¿Sabes qué está pasando?, preguntó a un joven enfermero que parecía menos estresado que el resto.
Es Alejandro Montero”, susurró el enfermero inclinándose hacia ella. El CEO de Grupo Montero está ingresado en estado crítico. Necesita una transfusión urgente, pero tiene un tipo de sangre rarísimo. Marisola sintió sin darle mayor importancia. Los problemas de los millonarios no eran sus problemas. Ella solo necesitaba esos 500 pesos para sobrevivir una semana más.
Cuando finalmente la llamaron para los análisis previos, una doctora de aspecto cansado revisó sus resultados con creciente interés. Señorita Vega, ¿alguna vez le habían dicho que tiene un tipo de sangre extremadamente raro? No, nunca me había hecho pruebas antes, confesó Marisol súbitamente preocupada.
Hay algo malo conmigo, al contrario, respondió la doctora ya marcando un número en su teléfono. Tiene usted el tipo de sangre bombai, una variación que afecta a menos de una persona en millón y casualmente es compatible con nuestro paciente en el pabellón VIP. Antes de que Marisol pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, se encontró en medio de una borágine de actividad.
La doctora, ahora identificada como la doctora Fuentes, jefa de hematología, le explicaba rápidamente la situación mientras la conducían a otra sala. El señor Montero necesita una transfusión urgente. Su condición es crítica y no tenemos donantes compatibles en nuestro banco de sangre. Su donación podría literalmente salvarle la vida.
Pero yo solo vine por los 500 pesos, murmuró Marisol, abrumada por la repentina atención. La doctora Fuentes se detuvo y la miró directamente. Le pagaremos 10 veces esa cantidad si acepta donar ahora mismo. Es una emergencia. Con 5000 pesos, Marisol podría pagar su renta y sobrevivir hasta encontrar otro trabajo. No tuvo que pensarlo demasiado. Mientras la preparaban para la extracción, escuchó fragmentos de conversaciones sobre el poderoso paciente Alejandro Montero, 35 años.
soltero, heredero del Imperio inmobiliario más grande de México, ahora ampliado a tecnología y energías renovables. Un accidente durante un viaje de negocios había provocado hemorragias internas que los médicos apenas podían controlar. Durante la donación, Marisol cerró los ojos ignorando el pinchazo en su brazo. Pensó en su madre, quien había fallecido dos años atrás, dejándola completamente sola en el mundo.
Si puedo ayudar a que alguien no pierda a un ser querido, vale la pena. Se dijo a sí misma. Lo que Marisol no sabía era que en ese preciso momento, en la habitación de lujo, al final del pasillo, Alejandro Montero luchaba entre la vida y la muerte, delirando con fiebre, mientras los médicos se preparaban para recibir su sangre salvadora. Tres días después, Marisol regresaba a su rutina. Había pagado el alquiler y comprado víveres suficientes para la semana.
El incidente del hospital comenzaba a aparecer un sueño lejano cuando el timbre de su deteriorado apartamento sonó insistentemente. Al abrir la puerta se encontró con un hombre de traje impecable que la miraba con expresión indescifrable. “Señorita Marisol Vega”, preguntó con voz grave. Sí, soy yo,”, respondió ella repentinamente nerviosa.
“Mi nombre es Ricardo Lozano, asistente personal del señor Alejandro Montero. Mi jefe desea conocer personalmente a la persona que le salvó la vida.” Marisol parpadeó confundida. “Debe haber un error. Yo solo doné sangre. Cualquiera lo habría hecho. No cualquiera tiene el tipo de sangre que usted posee, señorita.
El señr Montero insiste en invitarla a su residencia mañana. Extendió una tarjeta con dirección y hora. Un auto pasará a recogerla. Antes de que pudiera responder, el hombre se había marchado, dejándola con mil preguntas y un presentimiento inquietante de que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
Mientras observaba la elegante tarjeta en sus manos, Marisol no podía imaginar que al día siguiente se encontraría cara a cara con un hombre cuyos ojos oscuros la mirarían como si hubiera encontrado un tesoro perdido, ni que ese mismo hombre pronunciaría unas palabras que alterarían el curso de su existencia. “Tú tienes algo que necesito, algo más que tu sangre.
” El automóvil que recogió a Marisol a la mañana siguiente era tan lujoso que ella dudó en sentarse sobre los inmaculados asientos de cuero. El chóer, un hombre mayor de expresión amable, le sonrió por el espejo retrovisor. No se preocupe, señorita. El señor Montero es exigente, pero justo. Durante el trayecto hacia las afueras de la ciudad, Marisol observaba el paisaje cambiante desde los barrios populares hasta las exclusivas zonas residenciales de Santa Fe.
Había elegido su mejor ropa, un sencillo vestido azul que había comprado en oferta y unos zapatos prestados de su vecina. Aún así, sentía que nada en su guardarropa podría prepararla para el mundo al que se dirigía. La residencia Montero resultó ser una imponente construcción contemporánea de cristal y concreto suspendida sobre un acantilado con vistas panorámicas del Valle de México.
Al llegar, Ricardo Lozano la esperaba en la entrada. Bienvenida, señorita Vega. El señor Montero la recibirá en la terraza. Mientras seguía a Ricardo por los amplios pasillos decorados con arte contemporáneo mexicano, Marisol notó que sus manos temblaban ligeramente. ¿Qué podría querer de ella un hombre que lo tenía todo? La terraza era un espacio abierto con vegetación cuidadosamente dispuesta y una piscina de borde infinito que parecía fundirse con el horizonte.
Allí, de espaldas a ella, un hombre contemplaba la ciudad. Al escuchar sus pasos, se giró lentamente. Alejandro Montero no era como Marisol lo había imaginado. Alto y de complexión atlética, su piel mostraba una palidez que delataba su reciente convalescencia. Su rostro, de facciones marcadas y ojos intensamente negros, reflejaba una mezcla de determinación y vulnerabilidad que la desconcertó.
“Así que tú eres mi ángel de la guarda”, dijo él con una voz más cálida de lo que esperaba. Solo doné sangre, señor Montero. No hice nada extraordinario”, respondió ella, incómoda ante su mirada penetrante. Alejandro indicó un juego de sillones donde ambos tomaron asiento. Ricardo desapareció discretamente, dejándolos solos. “Los médicos dicen lo contrario.
Sin tu sangre, yo no estaría aquí.” Hizo una pausa. “¿Sabes por qué te pedí que vinieras?” Marisol negó con la cabeza. Quiero conocer a la persona cuya sangre corre ahora por mis venas. Quiero entender qué tipo de vida ha llevado, qué circunstancias la obligaron a donar sangre por dinero. El comentario, aunque dicho sin malicia, hizo que Marisol se tensara.
No todos nacemos en una cuna de oro, señor Montero. Algunos tenemos que sobrevivir como podemos. En lugar de ofenderse, Alejandro sonrió con genuino interés. Tienes carácter. Eso me agrada. Cuéntame sobre ti, Marisol Vega. Durante la siguiente hora, Marisol se sorprendió a sí misma revelando detalles de su vida que rara vez compartía.
Su infancia en un pequeño pueblo de Oaxaca, la muerte temprana de su padre, el esfuerzo de su madre para darle educación, su migración a la capital buscando oportunidades y finalmente la enfermedad que se llevó a su madre dejándola completamente sola. Desde entonces he estado sobreviviendo”, concluyó incómoda por haber hablado tanto.
Alejandro la escuchó con atención, haciendo preguntas ocasionales, pero principalmente observándola con una intensidad desconcertante. “¿Y tú?”, preguntó ella finalmente. “¿Qué se siente ser el hombre que lo tiene todo?” Una sombra cruzó el rostro de Alejandro. Esa es una percepción errónea. Tengo un imperio empresarial, sí, pero está construido sobre expectativas aplastantes. Mi padre falleció hace 5 años dejándome al frente de todo con la condición de que multiplicara su valor.
“No hay espacio para el fracaso ni para relaciones genuinas”, hizo una pausa. “Todas las personas que me rodean quieren algo de mí.” Hasta mi reciente prometida resultó estar más interesada en las acciones de la empresa que en mi recuperación. ¿Prometida? Preguntó Marisol repentinamente curiosa. Exprometida corrigió él con amargura.
Daniela Olmedo, heredera de Grupo Olmedo. Nuestro matrimonio habría sido la fusión empresarial del año. Cuando sufrí el accidente y los médicos dudaban de mi recuperación, ella comenzó a reunirse con los accionistas a mis espaldas. Terminé el compromiso desde la cama del hospital. Marisol sintió una inesperada compasión por él.
A pesar de sus mundos distintos, ambos conocían la soledad. El almuerzo fue servido en la terraza por un equipo de personal que aparecía y desaparecía con discreción impecable. Parisol nunca había probado platillos tan elaborados, pero intentó mantener la compostura como si frecuentara regularmente lugares elegantes.
“Tienes una honestidad refrescante”, comentó Alejandro mientras terminaban el postre. “En mi mundo eso es más valioso que cualquier cuenta bancaria.” Al atardecer, cuando Marisol se preparaba para marcharse, Alejandro la detuvo con una propuesta inesperada. “Necesito tu ayuda, Marisol.” Los médicos me han explicado que mi condición sanguínea es más compleja de lo que pensaban.
Existe la posibilidad de que requiera más transfusiones en el futuro y tú eres la única donante compatible que han encontrado en todo el país. Puedo donar cuando lo necesite, respondió ella desconcertada por su tono urgente. No es tan simple. Alejandro se acercó. Quiero proponerte un acuerdo. Necesito que estés disponible cerca de mí por si surge una emergencia. Marisol lo miró con suspicacia.
¿Qué estás sugiriendo exactamente? Un contrato. Te ofrezco un trabajo como mi asistente personal para asuntos culturales. La empresa está iniciando varios proyectos de responsabilidad social en comunidades rurales y con tu origen y sensibilidad serías perfecta para coordinarlos. Pero yo no tengo experiencia en Aprenderás.
La interrumpió. Te ofrezco un salario que multiplicaría por 20 lo que ganabas como mesera, un apartamento en una zona segura y la oportunidad de hacer algo significativo. Marisol sintió que le faltaba el aire. Era una oferta imposible de rechazar, pero intuía que había algo más.
¿Cuál es el verdadero motivo, señor Montero? ¿Podría simplemente mantener mi contacto y llamarme si necesita una transfusión? Alejandro la miró directamente con una intensidad que la hizo estremecer. La verdad, Marisol, es que desde que desperté después de recibir tu sangre, algo ha cambiado en mí. Sueño con lugares que nunca he visitado. Tengo impulsos que nunca antes sentí.
Los médicos dicen que es imposible, pero siento una conexión contigo que no puedo explicar. Hizo una pausa. Quiero entenderlo. Quiero entenderte a ti. Un escalofrío recorrió la espalda de Marisol. Lo que Alejandro describía sonaba a superstición, no al razonamiento de un empresario pragmático. “Piénsalo”, añadió él entregándole una tarjeta. “Mi oferta estará abierta hasta mañana.
” De regreso en su pequeño apartamento, Marisol contemplaba la tarjeta con el número privado de Alejandro. Su propuesta era tentadora y aterradora a partes iguales. Lo que no sabía era que mientras ella deliberaba en la mansión Montero, Daniela Olmedo exigía ver a Alejandro, furiosa por los rumores sobre la misteriosa mujer que había sido vista en la residencia.
¿Quién es ella?, gritaba Daniela, la donante. Es por eso que cancelaste nuestro compromiso por una cualquiera que vendió su sangre. Alejandro la observaba con fría calma. Te sugiero que tengas cuidado con lo que dices sobre ella, Daniela. Y sí, cancelé nuestro compromiso porque finalmente vi tu verdadera naturaleza.
Ahora, por favor, retírate. Lo que ninguno de los tres podía prever que las pruebas médicas de Alejandro revelaban algo mucho más inquietante que una rara compatibilidad sanguínea, algo que pondría a Marisol en el centro de una tormenta que ni siquiera el poder de los Monteros podría controlar fácilmente. Tres meses habían pasado desde que Marisol aceptara la propuesta de Alejandro.
Su vida había dado un giro radical. Ahora ocupaba un elegante apartamento en Polanco, conducía un auto asignado por la empresa y coordinaba proyectos de desarrollo comunitario para la Fundación Montero. El trabajo resultó ser mucho más satisfactorio de lo que había imaginado, permitiéndole ayudar a comunidades similares a la que la vio crecer. Sin embargo, no todo era color de rosa.
La presencia de Marisol en el círculo cercano de Alejandro generaba todo tipo de especulaciones. La prensa sensacionalista la apodaba la donante, insinuando un romance secreto con el millonario. Peor aún, los ejecutivos de Grupo Montero la miraban con desconfianza, especialmente Santiago Vidal, el vicepresidente y amigo de la infancia de Alejandro. No entiendo qué hace una mesera sin educación.
formal dirigiendo proyectos millonarios le había dicho Santiago durante una reunión sin molestarse en bajar la voz. Alejandro había defendido a Marisol, pero esto solo aumentaba las tensiones. La situación se complicó aún más cuando Daniela Olmedo comenzó a difundir rumores sobre el estado mental de Alejandro tras su accidente. “El pobre ya no es el mismo,” decía a otros empresarios.
Está tomando decisiones irracionales, rodeándose de gente inadecuada. Su sangre está contaminada. Aquella mañana de jueves, Marisol se encontraba en la oficina principal del grupo Montero, revisando los avances de un proyecto de escuelas rurales cuando recibió una llamada urgente. Señorita Vega, el señor Montero solicita su presencia inmediata en el hospital San Ángel. La voz de Ricardo sonaba tensa.
Ha sufrido un colapso durante una junta directiva. El corazón de Marisol dio un vuelco. Durante estos meses, Alejandro había requerido una transfusión menor, pero su recuperación parecía ir bien. ¿Qué había cambiado? Al llegar al hospital, encontró a la doctora Fuentes esperándola con expresión grave. El señor Montero ha desarrollado anticuerpos que están atacando sus propios glóbulos rojos.
Es una reacción autoinmune extraña, posiblemente desencadenada por la transfusión inicial. Necesitamos su sangre nuevamente, pero esta vez también necesitamos realizar pruebas adicionales en usted. ¿Qué tipo de pruebas?, preguntó Marisol desconcertada. Genéticas principalmente, respondió la doctora evitando su mirada.
Hay irregularidades que necesitamos entender. Después de la transfusión y las pruebas, Marisol fue conducida a la habitación privada donde Alejandro descansaba. Verlo nuevamente vulnerable, conectado a monitores, le provocó una angustia inesperada. Durante estos meses habían desarrollado una relación extraña, profesional en apariencia, pero con una cercanía que trascendía lo laboral.
Largas conversaciones, cenas ocasionales, confidencias compartidas. Marisol se había esforzado en mantener las distancias emocionales, consciente del abismo social que lo separaba, pero no podía negar la conexión especial que sentían. “Gracias por venir”, murmuró Alejandro al verla intentando sonreír.
“Es parte del contrato, ¿recuerdas?”, bromeó ella tratando de aligerar el ambiente. “Nunca fue solo un contrato para mí, Marisol. La intensidad de su mirada la desconcertó. Hay algo que debo confesarte. Antes de que pudiera continuar, la puerta se abrió de golpe. Santiago Vidal entró seguido por dos hombres de aspecto oficial. Alejandro, los resultados preliminares han llegado dijo Santiago, ignorando completamente a Marisol.
Tenías razón sobre las inconsistencias genéticas. El laboratorio confirma que hay coincidencias imposibles de explicar por casualidad. Alejandro se incorporó en la cama, su rostro pálido pero determinado. Marisol, te presento al detective Morales de la Fiscalía Especializada en Personas desaparecidas, dijo con voz tensa. Él puede explicarte mejor lo que está sucediendo.
El detective Morales, un hombre de mediana edad con expresión compasiva, se acercó a Marisol. Señorita Vega, los análisis genéticos realizados hoy muestran una coincidencia familiar. con un caso abierto de hace 25 años. Una niña recién nacida fue robada del hospital central de Oaxaca. Esa niña era la hija de Carlos Montero.
El hermano menor de Esteban Montero, padre de Alejandro, Marisol, sintió que el mundo se detenía. Las palabras del detective resonaban distantes, como si estuviera sumergida en agua. Estamos casi seguros de que usted es esa niña, Marisol. Usted es una montero. Imposible. logró articular Marisol. Mi madre, ella me crió en Oaxaca. Tengo recuerdos de mi infancia.
La mujer que la crió, Luisa Vega, trabajaba como enfermera auxiliar en el hospital donde nació la hija de Carlos Montero”, explicó el detective suavemente. Después del secuestro renunció y desapareció de la región. reaparece años después en un pueblo cercano con una niña pequeña que presentaba como su hija. No. Marisol se dejó caer en una silla abrumada.
Ella me amaba. Era mi madre. Probablemente la amaba. Sí, asintió el detective. Los casos de secuestro infantil son complejos. Muchas veces los secuestradores desarrollan un vínculo genuino con los niños. Alejandro extendió su mano hacia ella. Por eso sentíamos esa conexión inexplicable, Marisol. No era la sangre transfundida. Somos familia. Eres mi prima hermana.
Las pruebas de ADN lo confirmarán definitivamente, añadió Santiago. Pero las coincidencias sanguíneas y genéticas preliminares son demasiado significativas para ser casualidad. La habitación empezó a dar vueltas alrededor de Marisol. Toda su identidad, todos sus recuerdos ahora estaban en cuestión.
La mujer que amó como madre había sido una secuestradora y ella era en realidad parte de una de las familias más poderosas de México. “Necesito aire”, murmuró levantándose abruptamente. Nadie intentó detenerla cuando salió de la habitación. En los jardines del hospital, Marisol intentaba procesar el impacto de las revelaciones. Si era cierto, su madre biológica había muerto en el parto y su padre biológico, Carlos Montero, había fallecido dos años después en un accidente devastado por la pérdida de su esposa y la desaparición de su hija. “Te encontré finalmente.
” La voz de Daniela Olmedo interrumpió sus pensamientos. La elegante mujer la observaba con desdén. La sirvienta que se convirtió en princesa. Qué conmovedor. No estoy de humor, señorita Olmedo, respondió Marisol intentando alejarse. Deberías estarlo. Daniela bloqueó su camino. Ya sé todo sobre tu pequeño secreto familiar. Santiago me lo contó.
Ahora entiendo por qué Alejandro está tan obsesionado contigo. No es solo la conexión sanguínea, ¿verdad? ¿Hay algo más entre ustedes? Somos familia”, respondió Marisol incómoda, primos lejanos, apenas un parentesco legal. Daniela sonrió maliciosamente, lo suficientemente distante para que los sentimientos de Alejandro hacia ti sean complicados.
“¿No lo has notado? Te mira como nunca me miró a mí.” Las palabras de Daniela provocaron un escalofrío en Marisol. Sí. Había notado la intensidad en los ojos de Alejandro. Pero siempre lo había atribuido a su peculiar situación o a su personalidad intensa. “No sabes de qué hablas”, murmuró, “pero la duda ya estaba sembrada. Cuando se confirme que eres una montero, tendrás derecho a una parte del imperio.
” Continuó Daniela. “Los accionistas entrarán en pánico. Las acciones caerán. A menos que a menos que qué, a menos que desaparezcas.” Daniela se acercó amenazadoramente. Te ofrezco millones de dólares para que renuncies a cualquier reclamación y te vayas del país. Es una oferta generosa. Marisol la miró incrédula.
No quiero su dinero. Ni siquiera sé si soy quien dicen que soy. Las pruebas lo confirmarán. Daniela entrecerró los ojos. Y cuando lo hagan, descubrirás que ser una amontero es tanto una bendición como una maldición. Hay secretos en esa familia que ni siquiera tú podrías imaginar. Secretos que Alejandro aún no conoce. Antes de que Marisol pudiera responder, Ricardo apareció buscándola.
Señorita Vega, el señor Montero solicita su presencia urgentemente. Ha habido un desarrollo importante. De regreso en la habitación, Marisol encontró a Alejandro visiblemente alterado, sosteniendo unos documentos. Encontraron el diario de mi padre, dijo sin preámbulos. Sabía sobre tu existencia, Marisol. Sabía que estabas viva y dónde encontrarte.
¿Qué? Marisol sintió que le faltaba el aire. Mi padre sabía que la hija de Carlos había sobrevivido. Contrató investigadores privados que te localizaron cuando tenías 5 años, pero decidió no recuperarte. La voz de Alejandro temblaba de rabia contenida. En su diario escribe que temía que si regresabas a la familia estarías en peligro, que el accidente de Carlos tal vez no fue un accidente.
¿Qué estás diciendo? Estoy diciendo, Alejandro la miró intensamente, que quizás tu secuestro y la muerte de mi tío estén relacionados con una lucha interna por el control de Grupo Montero y que esa lucha continúa hasta hoy. Un escalofrío recorrió la espalda de Marisol mientras las palabras de Daniela resonaban en su mente.
Hay secretos en esa familia. Santiago ha convocado una reunión de emergencia del consejo directivo para mañana, continuó Alejandro. Quieren determinar cómo proceder con la situación, con tu situación. ¿Y qué quieres tú?, preguntó Marisol, sintiendo que su mundo se desmoronaba por segunda vez en un día.
Alejandro tomó su mano, sus ojos, reflejando una mezcla de emociones indescifrable. Quiero la verdad, Marisol, y quiero protegerte, aunque eso signifique enfrentarme a personas que consideraba familia, porque ahora tú eres mi familia de una forma que nunca imaginé posible.
Lo que ninguno de los dos sabía era que en ese preciso momento Santiago Vidal cerraba la puerta de su oficina y hacía una llamada. La han encontrado después de todos estos años. La hija de Carlos está viva y Alejandro ya lo sabe todo. Debemos actuar rápido. La sala de juntas de Grupo Montero nunca había presenciado una reunión tan tensa. En un extremo de la larga mesa de Caoba, Alejandro Montero, aún pálido por su reciente recaída, pero con mirada decidida, presidía la sesión extraordinaria.
A su derecha, Marisol ocupaba un lugar que jamás habría imaginado, vestida con un traje sastre que Ricardo había seleccionado para ella. “Los resultados de ADN son concluyentes”, declaró Alejandro deslizando carpetas hacia los miembros del consejo. Marisol Vega es en realidad Elena Montero Guzmán, hija de mi tío Carlos y única heredera directa de su participación en el grupo. Los murmullos recorrieron la sala.
Santiago Vidal, sentado frente a Marisol, mantenía una expresión inescrutable. Esto representa un 17% de las acciones totales, continuó Alejandro. Acciones que han estado en fideicomiso desde la muerte de Carlos, administradas por mi padre y posteriormente por mí, bajo la premisa de que Elena había fallecido junto con sus padres. Una ejecutiva mayor, Pilar Méndez, levantó la mano.
Con todo respeto, Alejandro, esto parece sacado de una telenovela. ¿Cómo podemos estar seguros de que no es una impostora que ha manipulado las pruebas? Las pruebas fueron realizadas por tres laboratorios independientes, respondió Alejandro con frialdad.
Además, tenemos el diario de mi padre, donde confiesa haber descubierto la ubicación de Elena años atrás y haber decidido no reintegrarla a la familia por razones de seguridad. Marisol o Elena, como debería acostumbrarse a llamarse, observaba las reacciones de cada miembro del consejo. Algunos mostraban genuina sorpresa, otros calculaban mentalmente las implicaciones financieras y Santiago Santiago la miraba como si estuviera evaluando una amenaza.
Esto no cambia nada fundamentalmente, intervino Santiago. La señorita Vegas o Montero, como prefiera llamarse, no tiene experiencia en los negocios. Propongo que sus acciones sigan siendo administradas en fideicomiso hasta que demuestre capacidad para Eso no será necesario, interrumpió Alejandro. Como presidente ejecutivo he decidido nombrar a Elena, codirectora de la Fundación Montero, posición que ha estado desempeñando efectivamente durante los últimos meses.
Sus acciones serán transferidas a su control pleno. La tensión era palpable. Marisol sintió que debía hablar, afirmar su presencia en este nuevo mundo al que había sido arrojada. “No pretendo alterar el funcionamiento de una empresa que apenas estoy conociendo”, dijo con voz clara.
“Pero tampoco permitiré que se me trate como a una niña incapaz de tomar decisiones sobre mi propia herencia.” Santiago se levantó abruptamente. Necesito un momento para consultar con nuestros asesores legales. Esto tiene implicaciones que debemos considerar cuidadosamente. Cuando la reunión se suspendió temporalmente, Alejandro condujo a Marisol a su oficina privada.
“Lo estás manejando admirablemente”, dijo cerrando la puerta. “Pero debemos ser cautelosos. Santiago está actuando extraño. Más que extraño, parece asustado, observó Marisol, como si mi aparición representara una amenaza personal. He estado revisando los documentos financieros de los últimos años. Alejandro le mostró unos archivos en su computadora.
Hay transferencias sospechosas que coinciden con la época en que mi padre enfermó justo antes de mi ascenso a la presidencia. Transferencias que podrían indicar desvío de fondos. ¿Crees que Santiago está robando a la empresa? Creo que es más complicado. Alejandro se pasó una mano por el cabello. El diario de mi padre sugiere que sospechaba de un complot mayor.
Temía que la muerte de Carlos no fuera accidental y que las mismas personas responsables pudieran intentar algo contra él. Un escalofrío recorrió la espalda de Marisol. ¿Estás sugiriendo que Santiago La puerta se abrió de golpe. Daniela Olmedo entró como una tormenta seguida por Ricardo que intentaba detenerla. Lo siento, señor”, se disculpó Ricardo. Insistió en que tenía información urgente.
“Deberías escucharme, Alejandro.” Daniela sonreía con malicia. “Tengo algo que tu primita debería ver.” Arrojó un sobre en el escritorio. Dentro había fotografías antiguas. Una mujer joven con un bebé y otra de la misma mujer con Santiago Vidal, mucho más joven. ¿Quién es?, preguntó Marisol confundida.
Luisa Vega, tu supuesta madre”, respondió Daniela. “y hombre que la abraza tan cariñosamente es Santiago hace unos 25 años. Curioso, ¿no?” Alejandro tomó las fotografías, su rostro transformándose por la ira. “¿De dónde sacaste esto? Santiago y yo estuvimos comprometidos brevemente hace años.” Daniela se encogió de hombros. Conservo algunos recuerdos. Cuando escuché el nombre de Luisa Vega. Me pareció familiar.
Santiago solía mencionarla como una amiga especial de su juventud. Las piezas comenzaron a encajar en la mente de Marisol. La mujer que la había criado como hija. La mujer que realmente había amado. Tenía una conexión con Santiago Vidal. Él lo sabía murmuró Marisol. Santiago sabía quién era yo desde el principio. Alejandro se levantó, su expresión sombría.
Voy a confrontarlo ahora mismo. Espera. Marisol lo detuvo. Si realmente está involucrado en algo tan oscuro como sospechas, podría ser peligroso. Ya he contactado al detective Morales, intervino Ricardo desde la puerta. Está en camino con una orden para revisar los registros financieros de la empresa. Lo que sucedió después pareció desarrollarse en cámara lenta. Alarmas comenzaron a sonar en todo el edificio.
Las luces parpadearon y se apagaron. dejando solo la iluminación de emergencia. Es el protocolo de seguridad, explicó Alejandro alarmado. Alguien lo ha activado manualmente. Todas las salidas se sellan. Ricardo recibió una llamada que atendió con expresión grave. Señor, hay un incendio en el área de servidores.
Los guardias reportan que vieron a Santiago dirigirse allí justo antes de que comenzara. Está destruyendo evidencia. Alejandro se dirigió a la puerta. Marisol, quédate aquí con Ricardo. Daniela, será mejor que te vayas. No pienso irme ahora que las cosas se ponen interesantes, respondió Daniela. Marisol se interpuso en el camino de Alejandro. No vas a ir solo.
Si Santiago está realmente involucrado en la muerte de mi padre y en mi secuestro, esto también me concierne. El humo comenzaba a filtrarse por los pasillos cuando llegaron al centro de datos. Santiago estaba allí eliminando archivos frenéticamente mientras las llamas crecían en un rincón. “Se acabó, Santiago”, dijo Alejandro. “Sabemos todo.
” Santiago se giró sorprendido, pero rápidamente recuperando la compostura. “No sabes nada, Alejandro. Tu padre era débil, igual que Carlos. Iban a vender la empresa a extranjeros. Todo lo que he hecho ha sido para proteger el legado Montero, incluso orquestar el secuestro de una bebé. La voz de Marisol temblaba. Usar a Luisa, manipularla para que me robara.
Santiago la miró con desprecio. Luisa te amaba de verdad. Eso no estaba planeado. Se suponía que simplemente debías desaparecer para que la participación de Carlos revirtiera a la empresa. Pero ella se encariñó contigo y huyó. ¿Me tomó años encontrarla nuevamente y el accidente de Carlos? Preguntó Alejandro. También fue obra tuya. Fue necesario.
La frialdad en la voz de Santiago hizo que Marisol se estremeciera. Carlos iba a vender sus acciones. Tu padre estaba enfermo y no podía detenerlo. Yo salvé esta empresa. El humo se espesaba, los rociadores se activaron empapándolos a todos. Y ahora planeas eliminarnos también, ¿verdad? Alejandro dio un paso hacia él.
Un incendio conveniente, dos muertes trágicas. Santiago sacó una pistola de su chaqueta. Lo siento, Alejandro. Realmente te consideraba como un hermano menor, pero no puedo permitir que lo destruyas todo. Lo que Santiago no vio fue a Ricardo acercándose silenciosamente por detrás. Con un movimiento rápido, el asistente lo derribó. La pistola se disparó, la bala rozando el hombro de Alejandro antes de incrustarse en la pared.
Los guardias de seguridad y el detective Morales irrumpieron en la habitación. Santiago fue reducido y esposado mientras los bomberos comenzaban a controlar el incendio. Horas más tarde, en el hospital, Marisol sostenía la mano de Alejandro mientras un médico atendía su herida superficial.
“¿Sabes? Durante años me pregunté quién era realmente”, dijo ella en voz baja. “Ahora que lo sé, no estoy segura de cómo sentirme.” “Eres quien siempre ha sido, Marisol”, respondió Alejandro apretando su mano. “Tu nombre puede cambiar. Tu historia puede ser más compleja de lo que pensabas, pero tu esencia sigue siendo la misma.
” Tres meses después, la mansión Montero acogía una celebración íntima. Tras un juicio rápido, Santiago había sido condenado por múltiples delitos, incluyendo homicidio y secuestro. La verdad sobre el pasado de la familia Montero había sacudido a la sociedad mexicana, pero también había traído una extraña paz a Marisol. había decidido conservar su nombre, honrando a la mujer que, a pesar de todo, la había amado y criado lo mejor que pudo.
Pero también había aceptado su herencia como Elena Montero, asumiendo la codirección de la fundación y utilizando su influencia para crear programas de apoyo a comunidades marginadas en la terraza. Observando el atardecer sobre Ciudad de México, Alejandro se unió a ella. ¿Lista para el viaje a Oaxaca mañana?, preguntó ofreciéndole una copa de vino. Nerviosa, pero lista, respondió ella.
Quiero conocer el pueblo donde nací realmente, visitar las tumbas de mis padres biológicos. Alejandro la observó con ternura. Has transformado una tragedia en algo hermoso, Marisol. La fundación nunca había tenido tanto impacto como bajo tu dirección. Tener recursos, ayuda, sonríó ella, pero también tener propósito. ¿Y qué hay de nosotros?, preguntó él acercándose.
Estos meses han sido complicados. Marisol sintió el familiar aleteo en su pecho. Su relación con Alejandro había evolucionado de forma inesperada. El vínculo familiar, en lugar de distanciarlos, había creado una base de confianza sobre la cual había florecido algo más profundo. “Somos primos lejanos, apenas un parentesco legal.
” repitió las palabras que Daniela había usado, pero ahora con una sonrisa, lo suficientemente distante para que lo que siento por ti sea apropiado. Alejandro tomó su rostro entre sus manos. Cuando estuve al borde de la muerte y tu sangre me devolvió la vida, algo cambió en mí. Sentí una conexión que no podía explicar.
Ahora sé que era el destino, reuniendo a dos almas que nunca debieron separarse. Suenas muy poético para ser un despiadado empresario. Bromeó ella acercándose más. Tú me has cambiado, Marisol. ¿Me has recordado qué es lo verdaderamente importante? El beso que compartieron fue una promesa, un nuevo comienzo.
Bajo el cielo estrellado de México, la chica pobre, cuya sangre había salvado al millonario moribundo, encontraba finalmente su lugar en el mundo, no como la princesa rescatada de un cuento de hadas, sino como una mujer fuerte que había transformado su destino con sus propias manos. Semanas después, mientras preparaban la ampliación de la Fundación Montero a nivel internacional, Alejandro le entregaría un anillo de compromiso, no como el SEO de un imperio empresarial buscando una alianza conveniente, sino como un hombre enamorado de la mujer que había revolucionado su mundo. Y Marisol, que una vez había donado sangre por 500
pesos para pagar un alquiler atrasado, diría así: no al dinero o al apellido, sino al hombre que había visto más allá de las circunstancias, reconociendo el valor que siempre había estado dentro de ella. A veces el destino tiene formas extrañas de reunir a las personas que están destinadas a encontrarse.
En su caso, había sido a través de una rara compatibilidad sanguínea y una serie de circunstancias improbables. Pero como Marisol le recordaba frecuentemente a Alejandro, “No fue tu sangre azul lo que me atrajo, sino tu corazón rojo, tan humano y vulnerable como el mío. Esa quizás era la verdadera transfusión que ambos habían necesitado.
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