Paloma González sube corriendo la escalera de la mansión de los Montemayor cuando escucha gritos que vienen del segundo piso. Es su tercer día como empleada doméstica y reconoce esa voz. Es Manuelita la hija del patrón. Empuja la puerta del cuarto y ve una escena que va a marcar su vida para siempre. Deja de llorar.
Ya naciste defectuosa, por lo menos no seas llorona también. Rebeca Sandoval, la suegra de Alejandro, está de pie al lado de una silla de ruedas pequeñita. En el piso, Manuelita, de 6 años, se arrastra tratando de alcanzar la silla que la abuela puso lejos a propósito. La niña nació sin las piernitas de las rodillas para abajo, teniendo solamente los muslitos. Por favor, abuelita, ayúdame a subir.
Tienes que aprender que en este mundo nadie te va a tener lástima. Rebeca empuja la silla aún más lejos. Paloma no puede quedarse quieta. Hola, princesa. Te ayudo. Manuelita se esconde detrás de sus bracitos. No me mires, soy fea. Paloma se agacha despacito, quedando a la altura de los ojos de la niña.
Fea, tienes los ojitos más bonitos que he visto en mi vida. Manuelita deja de llorar por un segundo. Nadie nunca le había dicho que era bonita. Paloma carga a la niña hasta la silla de ruedas. Cuando Manuelita se acomoda, una sonrisita aparece en su rostro. Listo, ahora estás en tu trono de princesa. Es ahí cuando Rebeca explota. ¿Quién te crees que eres? No ayudes a esa inútil. Tiene que aprender que en este mundo nadie le va a tener lástima.
Rebeca agarra el brazo de Paloma y la empuja lejos de Manuelita. Te pagamos para que limpies, no para que juegues a las muñecas con esta discapacitada. Ponte de rodillas hasta que aprendas tu lugar. Paloma mira a Manuelita asustada y toma una decisión. Se arrodilla así mismito en el piso es donde gente como tú debe estar.
Rebeca obliga a Paloma a limpiar el piso con sus propias manos, sin trapo, sin nada. Las lágrimas escurren por el rostro de Paloma, pero no se rinde. El lugar de los pobres es de rodillas. Aprende de una vez. El ruido de la puerta principal abriéndose hace eco por la casa. Alejandro Montemayor sube la escalera y se para en la puerta del cuarto.
Ve a Paloma de rodillas en el piso llorando. Manuelita encogidita en la silla de ruedas aterrorizada, y Rebeca de pie como una reina cruel. Los ojos de Alejandro se encuentran con los de Paloma por primera vez. Y en ese momento decide que necesita descubrir qué realmente pasa en su casa.
¿Qué está pasando aquí? La voz de Alejandro sale más dura de lo que pretendía. Rebeca rápidamente cambia la expresión. Ay, Alejandro, qué bueno que ya llegaste. Esta muchacha estaba entorpeciendo el desarrollo de Manuelita. Alejandro mira a su hija, que tiene el rostro rojito de tanto llorar. Papá. La vocecita frágil de Manuelita llama la atención de todos.
Cuando Alejandro se acerca, ella susurra algo que solo él escucha. La abuelita escondió mi silla otra vez. Alejandro mira a Rebeca, después a la silla que está lejos de la cama. ¿Por qué la silla de Manuelita estaba lejos? Le estaba enseñando a ser independiente. En el mundo de afuera nadie la va a estar cargando en brazos.
Alejandro siente una molestia creciendo en el pecho. Cuando Rebeca sale del cuarto, se acerca a Paloma. Discúlpame por lo que pasó. A veces mi suegra se pone muy estresada. Más tarde, cuando Alejandro sale a trabajar, Paloma se queda solita con Manuelita. ¿Te gusta jugar? La abuelita dice que no puedo jugar, que los juguetes son para niños normales. ¿Y tú le crees? Sé que soy diferente.
Mi mami murió porque nací mal. ¿Quién te dijo eso? La abuelita dijo que mi mami se puso muy triste cuando nací sin los piececitos. Paloma cierra los puños. ¿Qué tipo de persona le dice eso a una niña? Manuelita, tu mami te amaba muchísimo y tú no naciste mal, naciste especial. Por primera vez desde que llegó a esa casa. Manuelita sonríe de verdad.
Paloma toma algunos trapos de limpieza y le enseña a Manuelita a hacer muñequitas. Por primera vez en meses, el cuarto se llena de risitas. Es en ese momento que Rebeca aparece en la puerta. ¿Qué está pasando aquí? Manuelita se encoge y esconde las muñequitas. Perdóname, abuelita. Ah, Paloma.
Deberías estar limpiando, no llenándole la cabeza a esta niña con tonterías. Rebeca toma las muñequitas de trapo y las tira a la basura. Manuelita empieza a llorar. Y tú, llorona, te vas al closet y no quiero escuchar ni pío. Paloma ve a Manuelita siendo empujada al closet pequeño y oscuro. La puerta se cierra.
Tú entrometida, si te vuelvo a encontrar llenándole la cabeza a mi nieta con tonterías, vas a conocer la calle. Esa noche, Alejandro encuentra a Dolores Hernández, la cocinera en la cocina. Doña Lolita, ¿puedo decirle algo? Es sobre Manuelita. Alejandro se sienta a la mesa. Dolores trabaja en la casa desde hace 15 años. La señora Rebeca no trata muy bien a Manuelita cuando usted no está.
¿Cómo que no? Esconde la silla de la niña como castigo. La deja en el piso sin poder moverse, a veces por horas. Alejandro siente la sangre el árele y hay más. Le dice cosas a Manuelita que la señora Carolina murió por culpa de ella, que es una carga. Alejandro cierra los puños sobre la mesa. Y hoy fue la primera vez que vi a Manuelita sonriendo en meses por la muchacha nueva, Paloma.
Alejandro se queda en silencio procesando todo. Su hija está sufriendo en su propia casa y él ni se había dado cuenta. Esa noche va hasta el cuarto de Manuelita. Está durmiendo, pero el rostro todavía tiene marquitas de lágrimas secas. Papá va a protegerte, princesa, te lo prometo.
Pero en el pasillo, escondida detrás de la puerta, Rebeca escucha todo y no le gusta nada lo que está oyendo. En la mañana siguiente, Paloma llega tempranito y encuentra la puerta del cuarto de Manuelita cerrada con llave. Manuelita, ¿estás ahí, Paloma, de verdad regresaste? Claro que regresé. No te dije que me iba a quedar. La puerta se abre y Manuelita aparece en la silla con la carita hinchadita de llorar. La abuelita dijo que te había ido.
Aquí estoy, ¿verdad? Paloma tiene una idea. Va hasta el tocador y toma un maquillaje infantil. ¿Quieres jugar a arreglarte? Los ojitos de Manuelita brillan. Paloma le pone un labialito clarito en los labios y un ruborcito en las mejillas. Ahora mírate en el espejo. Órale, soy yo misma.
¿Eres tú la princesa más linda del mundo? Es ahí cuando la puerta se abre de par en par. Rebeca entra como un huracán. ¿Qué payasada es esta? Rebeca toma un pañuelo y empieza a tallar el rostro de Manuelita con fuerza. ¿Crees que el maquillaje va a esconder que eres defectuosa? Tu madre se mató manejando porque no soportaba tener una hija así. Paloma ya no aguanta más. No le hable así. Carolina estaba huyendo de casa el día del accidente.
¿Quieres saber por qué? Porque ya no soportaba ver a esta cosa. Del pasillo viene el sonido de pasos. Alejandro llega y escucha la discusión. Rebeca, dijiste que Carolina estaba huyendo el día del accidente, dije. Pero iba al médico de Manuelita, al ortopedista. Rebeca se queda sin respuesta por un segundo. No recuerdas bien, Alejandro.
El accidente te confundió, pero Alejandro sí recuerda. Carolina estaba animada ese día. Había encontrado un médico que podía ayudar a Manuelita a caminar mejor. Carolina nunca huyó de casa y amaba a Manuelita. Alejandro, estás muy emocional. Rebeca sale del cuarto, pero antes mira a Manuelita.
Como castigo, te vas a quedar sin la silla el resto del día, Rebeca, no. Pero ya se había ido llevándose la silla. Alejandro toma a Manuelita en brazos y la lleva hasta la silla de repuesto. A partir de hoy, tu silla no sale de tu cuarto. Esa tarde Paloma está con Manuelita en el jardín cuando ve a Rebeca conversando con un hombre de traje en la terraza.
Manuelita, ¿quién es ese señor? Es el tío Roberto. Él se encarga de los papeles de papá. Armando Del Villar se acerca a ellas. Tú debes ser la nueva empleada. Sí, señor. Paloma. Armando no ofrece la mano. Rebeca me contó que te has estado involucrando mucho con los cuidados de Manuelita. Solo ayudo cuando puedo. Sí, pero sabes que una niña con discapacidad necesita cuidados profesionales, ¿verdad? Personas calificadas, no cualquier persona.
El tono de él es una amenaza clara. Solo hago mi trabajo. Órale, qué bueno que sigas así. Esa noche Dolores se acerca a Paloma en la cocina. Paloma, ten cuidado con la señora Rebeca y con el licenciado Armando. No les gusta cuando alguien se acerca mucho a la familia. ¿Por qué? Desde que murió la señora Carolina, ellos controlan todo aquí.
¿Estaba usted aquí el día que murió la señora Carolina? Estaba. Fue muy extraño. La señora Carolina salió tempranito, muy animada. Dijo que iba al médico de Manuelita. Y luego el licenciado Armando llegó aquí antes de cualquier noticia, como si ya supiera lo que había pasado. Y la señora Rebeca estaba demasiado calmada para alguien que acababa de perder a su nuera.
Paloma siente un escalofrío. Algo no está bien. Cuando se está yendo, Paloma pasa por la ventana del cuarto de Manuelita. La niña está solita mirando hacia afuera. Paloma toca despacito el vidrio. Manuelita sonríe y susurra. Buenas noches, Paloma. Gracias por hacerme sentir bonita hoy. Paloma se va con el corazón oprimido, pero también con una sensación extraña, como si estuviera empezando a descubrir algo muy peligroso.
Al día siguiente, Paloma llega a la mansión y ve varios carros estacionados. Por la ventana de la sala ve a un grupo de personas conversando muy seriamente. En la cocina, Dolores está agitada. La señora Rebeca llamó a unas personas para una reunión sobre el futuro de Manuelita. Paloma siente un escalofrío. Sube al cuarto de Manuelita. La niña está jugando con un osito viejito.
Manuelita, ¿sabes qué está pasando allá abajo? La abuelita llamó a mucha gente para hablar de mí. ¿Y sabes de qué van a hablar? La abuelita dijo que van a decidir si puedo seguir viviendo aquí, que hay lugares especiales para niños como yo. ¿Y tú quieres irte? No, quiero quedarme con papá y contigo.
Paloma baja y se queda cerca de la puerta de la sala escuchando. La voz de Armando hace eco. Niños con discapacidades severas como la de Manuelita necesitan cuidados especializados. Una voz de mujer responde, “¿Y ustedes creen que el padre no puede ofrecer esos cuidados?” Rebeca entra en la conversación.
“Mi yerno trabaja muchísimo y últimamente se está dejando influenciar por personas inadecuadas, empleadas que le llenan la cabeza a Manuelita con ilusiones.” Armando continúa, “La institución está especializada, sería más saludable.” Y el padre está de acuerdo. Alejandro está pasando por un momento muy difícil. Todavía no se recupera de la muerte de su esposa.
Una tercera voz pregunta y económicamente Armando responde, con Manuelita institucionalizada, la administración de sus bienes sería más sencilla. Yo, como abuela, podría administrar la herencia. Paloma se tapa la boca para no gritar. Están planeando deshacerse de Manuelita. Las personas empiezan a irse. Solo se quedan Rebeca y Armando.
¿Crees que Alejandro va a aceptar? Va a tener que aceptar, especialmente después de lo que planeamos para su empleadita. Eh, ¿cuál es el plan? Vamos a probar que ella es una influencia negativa para Manuelita. Para el final de la semana, Alejandro va a estar rogando que nos deshagamos de ella. Paloma escucha pasos. Corre a la cocina fingiendo lavar platos.
Armando aparece en la puerta de la cocina y la observa con una sonrisa fría. Paloma, ¿verdad? Espero que hayas entendido nuestra conversación de hoy. ¿Qué conversación? Sobre lo que es mejor para Manuelita. A veces personas que se meten donde no deben terminan lastimándose, armándose acerca a ella.
Sería una lástima si algo te pasara. Los accidentes domésticos son tan comunes. Paloma trata de disimular el miedo, pero su voz tiembla. Solo trabajo aquí. Órale, sigue así. Y recuerda, en esta casa los que mandamos somos nosotros. Armando sale de la cocina dejando a Paloma sola con una certeza aterrorizante. Ella y Manuelita están en peligro real.
Alejandro no puede dormir después de la conversación con Dolores. Tempranito en la mañana va directo al cuarto de Manuelita. La niña está despierta jugando quietecita con el osito. Hola, princesa. ¿Dormiste bien? Hola, papá. No mucho. Alejandro se sienta en la orilla de la cama. ¿Por qué no dormiste bien? Manuelita duda mirando hacia el pasillo.
Papá, ¿puedo contarte algo? Claro, mi amor. La abuelita a veces se enoja muchísimo conmigo. Alejandro siente el corazón oprimírsele. Enojada, ¿cómo dice? Que soy fea y que por mi culpa mi mami se fue. Manuelita, mírame. No eres fea. Eres la niña más linda del mundo. Pero la abuelita dijo, la abuelita está equivocada. Manuelita abraza a su padre.
Papá, ¿te gusta paloma? La pregunta toma a Alejandro por sorpresa. ¿Por qué preguntas eso? Porque es la única que es buena conmigo. Dice que soy bonita y juega conmigo. Alejandro se queda pensativo. Es verdad. Desde que llegó Paloma, Manuelita parece más feliz. En ese momento, Paloma aparece en la puerta. Buenos días, señor Alejandro. Buenos días, Manuelita. Paloma.
Manuelita abre una sonrisa enorme. Alejandro observa la reacción de su hija. Es como si todo el cuarto se iluminara. Paloma, ¿puedes quedarte con Manuelita? Necesito resolver unas cosas. Claro que sí. Cuando Alejandro sale, Paloma se sienta al ladito de Manuelita. Y qué tal, princesa? ¿Cómo estás hoy? Mejor ahora que llegaste.
Paloma empieza a contar una historia de una princesa que era diferente a las otras, pero que por ser diferente tenía poderes especiales. Desde el pasillo, Alejandro escucha la conversación. Se queda ahí parado observando como Paloma logra hacer sonreír a su hija.
Cuando Paloma termina la historia, Manuelita pregunta, “Paloma, ¿crees que yo también tengo poderes especiales? Estoy segura. Tu poder es hacer que las personas se enamoren de ti. Alejandro siente algo moverse en el pecho. No es solo cariño por su hija, es algo más. Entra al cuarto. Paloma, cuando termines aquí puedes encontrarme en el jardín. Claro, señor Alejandro.
Una hora después, Paloma encuentra a Alejandro en el jardín. ¿Quería hablar conmigo? Siéntate aquí, por favor. Paloma se sienta dejando espacio entre ellos. Quería agradecerte. ¿Por qué? Por cuidar a Manuelita, por hacerla sonreír. No necesita agradecerme. Es facilísimo cuidarla. No todo mundo ve eso. Se quedan en silencio. Alejandro mira a Paloma y se da cuenta de lo bonita que es.
Paloma, ¿puedo hacerte una pregunta personal? Claro. ¿Tienes familia? No, mis papás murieron cuando era pequeña. Lo siento muchísimo. Está bien. La vida nos enseña a ser fuertes, ¿verdad? Alejandro admira la sencillez de ella. ¿Y usted cómo es cuidar a Manuelita solito? Muy difícil.
Desde que murió Carolina como que me perdí. Pero es un papá maravilloso. ¿Tú crees? Estoy segura. Alejandro mira a los ojos de Paloma. ¿Sabes? Desde que llegaste la casa está diferente, más ligera. Sí, sí. Y Manuelita está más feliz y yo también. El momento se pone un poquito incómodo. Es cuando Rebeca aparece en la ventana de la sala mirándolos con mucho coraje.
Señor Alejandro, creo que mejor regreso al trabajo. Claro, pero Paloma. Sí, gracias, de verdad. Rebeca ve la escena desde la ventana y se pone furiosa. Toma el teléfono y marca. Armando, tenemos un problema. Esa empleada se está acercando demasiado a Alejandro. Necesitas hacer algo ahorita mismo.
En la mañana siguiente, Alejandro despierta con una sensación buena. Hace tiempo que no se siente así. Va a desayunar y encuentra a Rebeca en la cocina con cara preocupada. Buenos días, Rebeca. ¿Todo bien? No, Alejandro, no está. ¿Qué pasó? Es sobre las joyas de Carolina. Alejandro frunce el seño. ¿Qué tienen? Desaparecieron algunas piezas, las más valiosas.
¿Cómo que desaparecieron? Fui a revisar la caja de seguridad anoche y faltaban cosas. El collar de perlas, los aretes de diamante. Alejandro siente la sangre el árele. ¿Estás segura? Completamente. Alguien robó. Pero, ¿quién tendría acceso? Rebeca hace cara de quien no quiere hablar. Alejandro no quería sospechar, pero la única persona nueva aquí es esa empleada. Paloma.
¿Crees que fue ella? No quiero acusar sin pruebas, pero es la única extraña. Rebeca Paloma no es ladrona. ¿Cómo puedes estar seguro? La conoces desde hace menos de una semana. Alejandro se queda confundido. Es verdad, no conoce a Paloma desde hace mucho tiempo. Voy a llamar a Armando.
Media hora después, Armando llega con cara de funeral. Alejandro, lo siento muchísimo. Rebeca me contó. Armando, ¿de verdad crees que fue Paloma? Mira, seamos realistas. es la única persona nueva. Armando jala a Alejandro a un lado. Hagamos una búsqueda discreta en su cuarto. Si no encontramos nada, por lo menos quedará claro. Alejandro no le gusta la idea, pero no puede quitarse la duda de la cabeza.
Está bien, pero si no encontramos nada, no quiero más sospechas. Cuando Paloma llega a trabajar, Alejandro no puede mirarla a los ojos. Buenos días, señor Alejandro. Buenos días. Paloma se da cuenta de que algo está mal, pero sube al cuarto de Manuelita. Alejandro, Rebeca y Armando suben para hacer la búsqueda. Armando revisa en las gavetas, en el ropero. No hay nada aquí. Busca mejor.
Armando sigue buscando. De repente abre una gaveta y encuentra una bolsita de terciopelo. Alejandro, ven acá. Alejandro se acerca. Armando abre la bolsita y adentro están las joyas de Carolina. Dios mío. Alejandro toma el anillo de compromiso de Carolina. Siente que se le viene el mundo abajo. Voy a llamar a la policía ahorita. No, Armando, déjame hablar con ella primero.
En ese momento, Paloma aparece en el pasillo. Señor Alejandro, Manuelita lo está llamando. Alejandro la mira y siente el corazón partido. Paloma, necesito hablar contigo. Alejandro le muestra la bolsita. ¿Puedes explicarme esto? Paloma mira sin entender. ¿Qué es? Son las joyas de mi esposa. Estaban en tu cuarto. Paloma se pone blanca.
en mi cuarto, pero yo nunca he visto eso en mi vida. Paloma, por favor, no mientas. Ey, señor Alejandro, le juro que nunca tomé nada. Las lágrimas empiezan a escurrir. Por favor, tiene que creerme. Alejandro quiere creer. Pero las joyas estaban ahí. Papá, ¿qué está pasando? Manuelita aparece en la silla de ruedas. Regresa a tu cuarto, Manuelita.
¿Pero por qué está llorando Paloma? Armando se acerca. Alejandro, voy a llamar a la policía. No, Manuelita grita. Paloma no es ladrona, ella es buena. Es cuando aparece Dolores. ¿Qué escándalo es este? Armando le explica. Dolores mira la bolsita después a Paloma.
Señor Alejandro, ¿puedo decir algo? ¿Qué? Anoche vi al licenciado Armando subiendo la escalera de los cuartos. Bien tardecito. Todos miran a Armando. Yo vine a buscar unos documentos. ¿Qué documentos? Unos contratos. Alejandro mira a Armando con desconfianza. ¿Y por qué no me dijiste? Pensé que no era importante. Alejandro va al despacho y prende el sistema de seguridad.
En la pantalla aparece Armando subiendo la escalera yendo directo al cuartito de empleada. Armando, ¿qué estabas haciendo en el cuarto de Paloma? Armando se queda sin respuesta. Puedo explicar. Entonces explica, Alejandro, tienes que entender. Esa mujer se está aprovechando de ti, poniendo las joyas en su cuarto.
Solo quería mostrarte qué tipo de persona es. Alejandro no puede creerlo. Tú armaste esto. Lo hice por tu bien. Alejandro mira a Paloma, que está llorando en el rincón. Paloma, ¿yo perdonas? Ya está perdonado. Manuelita aplaude desde la silla. Yo sabía que Paloma no había hecho nada. Alejandro se voltea hacia Armando.
Quiero que salgas de mi casa. Alejandro, lárgate. Armando se va, pero no sin antes darle una mirada amenazadora a Paloma. Cuando se quedan solos, Alejandro se acerca a Paloma. Discúlpame, en serio. Debía haber confiado en ti. Usted no podía saber. Sí podía. Mi corazón lo sabía. Los ojos de los dos se encuentran. Desde que llegaste siento que puedo confiar en ti, no solo con mi trabajo, sino con lo que tengo más preciado.
Señor Alejandro, ¿puedes llamarme solo Alejandro? Paloma sonríe. Alejandro, yo nunca lastimaría a usted o a Manuelita. Ustedes son la familia que siempre quise tener. Afuera de la casa, Armando le habla por teléfono a Rebeca. El plan no funcionó. Alejandro descubrió todo. Entonces vamos al plan B.
Si no logramos separarlos con mentiras, vamos a tener que usar la fuerza. En los días siguientes, todo cambia en la mansión. Alejandro contrata otro abogado y despide a Armando oficialmente. Rebeca se queda más callada, pero Paloma se da cuenta de que siempre está observando. Alejandro y Paloma empiezan a platicar más. Primero sobre Manuelita, después sobre todo. Una tarde están en el jardín mientras Manuelita juega en la silla.
Nunca había cantado antes. Nunca. Nunca. Desde que murió Carolina se quedó muy calladita. Y ahora, ahora está volviendo a ser niña. Eso es gracias a ti. No, es gracias al amor que se tienen una a la otra. Tienes una forma especial de ver las cosas. ¿Qué forma? Con el corazón. Alejandro se queda pensativo. Paloma, ¿puedo preguntarte algo? Claro.
¿Cómo era, Carolina? Era luz. Siempre veía el lado bueno de todo y amaba a Manuelita más que a nada. Debe ser difícil perder a alguien así. Sí, pero sabes que es más difícil es empezar a sentir que tal vez sea posible ser feliz otra vez y eso está mal. No sé, a veces me siento culpable. ¿Culpable de qué? De estar empezando a gustar de alguien.
El corazón de Paloma se acelera. Alejandro, sé que puede parecer una locura. Nos conocemos desde hace poquito tiempo, pero desde que llegaste recordé cómo es sonreír. Manuelita que estaba jugando, para y mira a los dos. Papá, ¿te gusta paloma? Alejandro se pone rojo. Manuelita, me gustaría que te gustara. Así ella podría ser mi mami. Las palabras hacen eco en el jardín.
Paloma siente los ojos llenársele de lágrimas. Manuelita, no es así como funciona. ¿Por qué no? Tú la quieres. Yo la quiero. Ella nos quiere. ¿No es así como se forma una familia? Alejandro y Paloma se miran. Paloma, tú. Yo los quiero a los dos. Muchísimo. En serio, muchísimo. Alejandro se acerca despacito. Puedo besarte, Paloma asiente.
El beso es dulce, delicadito, lleno de cariño y esperanza. Manuelita aplaude. Ahora somos una familia de verdad. se separan riéndose. Por un momento todo parece perfecto, pero desde la ventana de la sala, Rebeca observa con odio en la mirada, toma el teléfono. Armando, la payasada del besito ya pasó.
Ahora se creen que son noviecitos. Es hora del plan definitivo. ¿Qué tipo de plan? El tipo que va a acabar con esta historia de una vez por todas y esta vez no puede fallar. Por la noche, cuando Paloma está arreglando la cocina, Dolores se acerca. Paloma, necesito contarte algo. ¿Qué pasó? Es sobre la señora Carolina. Paloma deja de lavar los platos.
¿Qué tipo de cosa? Cosas que nunca le he contado a nadie. Cuéntame. El día que murió, tempranito en la mañana, bajó aquí. Estaba agitada. Agitada. ¿Cómo? ¿Cómo? quien había descubierto algo importante y dijo algo. Dijo que iba al médico de Manuelita, pero que antes iba a parar en otro lugar. ¿Qué lugar? En la notaría. Dijo que iba a revisar unos documentos.
Paloma frunce el seño. ¿Qué tipo de documentos? No sé, pero traía un folder lleno de papeles y parecía preocupada. ¿Precupada de qué? dijo algo extraño, que si algo le pasaba, yo debía cuidar a Manuelita, que no dejara a la señora Rebeca sola con la niña. Paloma siente un escalofrío.
¿Por qué dijo eso? No sé, pero fue como si supiera que algo podía pasar. Dolores, ¿crees que la muerte de Carolina fue realmente un accidente? Hay muchas cosas extrañas en esa historia. ¿Có qué? Su carro nunca dio problemas, era nuevo y el día del accidente de repente los frenos dejan de funcionar. Y después la señora Rebeca se encargó de todo.
No dejó que el señor Alejandro ni viera el carro. Dijo que era traumático y el carro. Se fue al yonke al día siguiente. Paloma se queda pensativa. Dolores, ¿estás segura de que Armando llegó antes de la noticia? segurísima. ¿Cómo podía saber? A menos que ya supiera lo que iba a pasar. Las dos se quedan en silencio. Paloma, ¿crees que ellos no sé dolores, pero lo voy a averiguar.
Al día siguiente, Alejandro sale temprano para una junta. Rebeca también sale. Solo quedan Paloma, Manuelita y Dolores. Paloma espera a que Manuelita se duerma después de comer. Dolores. Voy arriba a resolver unas cosas. Sube al pasillo. El cuarto de Carolina está al final, siempre cerrado. Para su sorpresa, no está con llave.
El cuarto es elegante, pero tiene aire abandonado, todo cubierto con sábanas blancas. Paloma va hasta el tocador. Hay fotos de Carolina con Alejandro, con Manuelita bebé. Revisa en las gavetas. En la tercera, en el fondo debajo de pañuelos, siente algo diferente, una carta. Paloma la abre con las manos temblando.
Mi querido Alejandro, si estás leyendo esto es porque algo me pasó. Descubrí cosas graves sobre personas cercanas a nosotros. No puedo hablar todavía porque necesito más pruebas, pero si algo me pasa, busca en el lugar donde guardamos nuestros sueños. Ahí vas a encontrar la verdad. Protege a nuestra Manuelita. Ella también puede estar en peligro. Te amo para siempre, Carolina.
Paloma siente que el mundo le da vueltas. Carolina sabía que estaba en peligro. De repente escucha ruido de carro. Mira por la ventana y ve a Rebeca llegando. Paloma guarda la carta y escucha pasos en la escalera. No va a poder salir sin que la vean. Se esconde en el closet. La puerta del cuarto se abre.
Sabía que alguien iba a venir a usmear aquí. Es Rebeca y Armando está con ella. ¿Crees que fue la empleada? Estoy segura. Anda usmeando donde no debe. Armando camina por el cuarto. ¿Estás segura de que Carolina escondió a algo aquí? Dijo que había descubierto cosas sobre nosotros. Nunca encontramos nada.
Tal vez inventó para asustarnos. No, Carolina no era de inventar. Rebeca abre gavetas buscando. Tiene que estar aquí en algún lugar. Desde el closet, Paloma escucha todo. El corazón le late tan fuerte que tiene miedo de que la oigan. ¿Y ahora qué? ¿Qué hacemos con la empleada? Lo mismo que hicimos antes. Los accidentes pasan.
Y después, después convenzo a Alejandro de internar a la niña. Con ella fuera del camino todo es más fácil. Armando se ríe bajito. Perfecto. Vámonos. Después regresamos a buscar bien. Los pasos se alejan. La puerta se cierra. Paloma espera unos minutos antes de salir del closet. Está temblando. Mataron a Carolina y ahora quieren hacerle lo mismo a ella.
Necesita avisarle a Alejandro, pero ¿cómo probarlo? Es su palabra contra la de ellos. Paloma mira la carta en su mano. Carolina habló sobre un lugar donde guardaban sus sueños. ¿Qué habrá querido decir? Una cosa es segura. Ella y Manuelita están en peligro real y Paloma necesita actuar rápido antes de que sea demasiado tarde.
Paloma baja las escaleras con la carta de Carolina en el bolsillo. El corazón le late tan fuerte que tiene miedo de que todos lo oigan. En la cocina, Dolores se da cuenta de que algo está mal. Paloma, estás pálida. ¿Qué pasó? Dolores, necesitamos platicar, pero no aquí. Van al jardín lejos de oídos curiosos. Entré al cuarto de Carolina. Dolores abre los ojos enormes.
Muchacha, ¿qué hiciste? Encontré una carta. Carolina sabía que iba a morir. Paloma le muestra la carta. Dolores la lee y se queda sin color. Dios mío. Entonces sí descubrió algo y escuché a Rebeca platicando con Armando. Están planeando matarme también.
¿Cómo? Hablaron sobre accidente, que me iban a hacer lo mismo que hicieron antes. Dolores se sienta en la banca temblando. Paloma, necesitas salirte de esta casa. No puedo abandonar a Manuelita, pero si te mueres no vas a poder ayudar a nadie. En ese momento, Alejandro llega a casa. Paloma decide contarle todo. Alejandro, necesito hablarte. Le muestra la carta. Alejandro la lee con la cara cada vez más seria.
¿Dónde encontraste esto? En el tocador de Carolina. Estaba escondida. habla sobre personas cercanas y sobre el lugar donde guardábamos nuestros sueños. ¿Sabes qué lugar es ese? Alejandro se queda pensativo. Hay un cuartito en el desván. Carolina le decía el lugar de nuestros sueños porque quería escribir un libro sobre nuestra historia ahí. Necesitamos ir ahí ahorita. Alejandro la mira.
¿Por qué? ¿Qué más sabes? Paloma le cuenta sobre la conversación entre Rebeca y Armando. Alejandro se va poniendo cada vez más tenso. ¿Estás segura de lo que escuchaste? Segurísima. Mataron a Carolina. Alejandro. Vamos a subir a ese desván. Suben a la casa. Manuelita todavía duerme y Rebeca no ha regresado.
En el desván polvoriento, Alejandro encuentra un sobre grueso en la gaveta de la mesita. La primera carta está fechada una semana antes de la muerte de Carolina. Alejandro, conseguí algunas pruebas. Rebeca y Armando te han estado robando durante años, pero hay algo peor que todavía necesito confirmar. Si algo me pasa, busca al comandante Martínez. Alejandro deja de leer. Está pálido.
No puede ser verdad. Paloma toma otro documento. Alejandro, mira, tus papás verdaderos se llamaban Eduardo y Elena Montemayor, pero yo recuerdo que Rebeca me crió. Tal vez consiguió tu custodia después de que murieron. Alejandro se sienta en la sillita confundido. Entonces, ¿no es mi mamá de verdad? Parece que no.
En ese momento escuchan que la puerta de la casa se abre. Ya llegó. Alejandro junta los documentos. Voy a probarla a ver cómo reacciona. Y si se da cuenta de que sabemos, vamos a fingir normalidad hasta decidir qué hacer. Bajana al primer piso. Rebeca está en la sala con cara desconfiada. ¿Dónde estaban? Alejandro disimula. Enseñándole la casa a Paloma. Y necesitaban a Dolores también.
Ella conoce la historia mejor que yo. Rebeca no parece convencida. Alejandro, necesito hablarte en privado. Alejandro mira a Paloma y va al despacho. Paloma se queda cerca de la puerta tratando de escuchar. Alejandro, esa empleada les está volteando la cabeza a todos. Paloma es una buena persona. Buena persona. Llegó aquí, se acercó a Manuelita y ahora estás enamorado.
Muy conveniente. Rebeca, ya decidí sobre Paloma. ¿Qué decisión? Le voy a pedir que se case conmigo. Silencio total. ¿Vas a hacer qué? Me voy a casar con ella. Manuelita va a tener una mamá de verdad. Alejandro, ¿te volviste loco? No, por primera vez en años estoy pensando claro, esa mujer va a destruir a nuestra familia.
Nuestra familia, ¿desde cuándo te importa tanto? El tono de él cambió. Se puso más frío. Claro que me importa. Eres mi hijo. De verdad, Rebeca. Otro silencio más largo. ¿Qué pregunta es esa? Una pregunta que debía haber hecho hace mucho tiempo. Alejandro, me estás asustando.
¿Por qué nunca me contaste sobre mis papás biológicos? Rebeca se queda completamente en silencio. Tus papás biológicos. Yo soy tu mamá. No, Rebeca, tú no eres. La voz de él ahora está firme. Sé la verdad sobre ti, sobre Armando, sobre Carolina. El ruido de una silla cayendo hace eco por el despacho. Alejandro, no sabes de qué estás hablando. Sí sé. Y ahora me vas a explicar cómo mataste a mi esposa. Ya basta.
El grito de Rebeca hace eco por la casa. Paloma escucha la puerta del despacho abriéndose violentamente. Alejandro sale detrás. Rebeca. Pero ya se había escapado. Alejandro se escapó. se escapó. Probablemente fue a avisarle a Armando. Paloma siente un escalofrío. Necesitamos llamar a la policía. Ya intenté. Dijeron que llegan en 2 horas.
2 horas es demasiado tiempo. ¿Por qué? Porque ahora saben que descubrimos todo, como si fuera premonición. En ese momento escuchan un grito del cuarto de Manuelita, papá. Corren escaleras arriba. Encuentran a Dolores desmayada en el piso y Manuelita no está por ningún lado. “Manuelita!” Alejandro grita desesperado.
Paloma se agacha al lado de Dolores tratando de despertarla. Dolores, despierta. ¿Qué pasó? Dolores abre los ojos despacito. Ay, mi cabeza. ¿Qué? ¿Dónde está Manuelita? Manuelita Dolores trata de sentarse. Estaba durmiendo. Alejandro revisa todo el cuarto. No está aquí. Paloma ayuda a Dolores a levantarse. Cuéntanos qué pasó. Estaba cuidando a la niña.
De repente alguien me pegó en la cabeza por detrás. Alejandro se pasa la mano por el cabelo desesperado. Fue Rebeca. Se llevó a mi hija. El teléfono suena. Alejandro corre a contestar. Bueno, Alejandro, mi querido hijastro. La voz de Rebeca cambió completamente. Ahora está fría, calculadora. Rebeca, ¿dónde está mi hija? Tu hija está conmigo y va a seguir conmigo hasta que hagas lo que yo mande. Te volviste loca.
Es solo una niña, una niña que vale mucho dinero y que está estorbando mis planes. Alejandro le hace señas a Paloma para que se acerque. ¿Qué quieres? Primero mandas a esa empleada lejos, muy lejos, y después, después firmas unos documentos. Documentos que transfieren tu fortuna para mí. Y si no lo hago, si no lo haces, nunca más vas a ver a tu hija. Alejandro cierra los puños.
No harías eso. No haría. Alejandro, ¿crees que alguien que llegó hasta aquí iba a dudar ahora? Rebeca, por favor. Nada de por favor. Tienes una hora para decidir. ¿Dónde están? En el granero viejo del rancho de tu abuelo. ¿Te acuerdas, verdad? Donde jugabas cuando eras niño. Alejandro conoce. Es un lugar aislado, lejos de todo.
Una hora, Alejandro, y vienes solo. Si traes a alguien, la niña paga. La llamada se corta. Alejandro se queda parado sosteniendo el teléfono. No puedes ir solo. ¿Y qué más puedo hacer? Tiene a mi hija. Llamamos a la policía. Escuchaste lo que dijo. Si aparece la policía, lastima a Manuelita. Paloma le toma la mano. Alejandro, escucha.
Rebeca está desesperada. La gente desesperada comete errores. ¿Qué tipo de errores? Cree que vas a ir solo. Pero, ¿qué tal si vamos también escondidos? ¿Cómo? Tú vas solo como ella pidió, pero Dolores y yo vamos también sin que se dé cuenta. Alejandro mueve la cabeza. No, es demasiado peligroso. Alejandro, ¿A Manuelita? Claro. Y yo también la amo.
No me voy a quedar aquí mientras está en peligro. Dolores, que había estado callada, habla. Paloma tiene razón, solo no tienes oportunidad. Alejandro se queda pensativo. Aunque vayan ustedes, ¿qué podemos hacer? Son dos y pueden estar armados. Paloma tiene una idea. ¿Conoces bien ese granero? Lo conozco. Jugué ahí toda mi infancia. Tiene otras entradas.
Tiene una ventana rota en un lado y una puerta trasera. Perfecto. Tú entras por el frente, yo entro por el lado. Mientras están concentrados en ti, yo agarro a Manuelita y yo me quedo en el carro. Si no salen en 20 minutos, voy al pueblo a pedir ayuda. Alejandro mira a Paloma.
¿Estás segura de que quieres hacer esto? Segurísima. Manuelita también es mi hija ahora. Alejandro siente el corazón oprimírsele. Está bien, vamos a intentar. Se preparan rápidamente. Alejandro toma una linterna. Paloma toma un cuchillo de la cocina. Alejandro, cuando llegues ahí, trata de hacerlos hablar. Que confiesen. ¿Por qué? Paloma le muestra el celular.
Lo voy a dejar grabando. Si conseguimos una confesión, no pueden negarlo después. Buena idea. Alejandro va hasta el cuarto de Manuelita y toma el osito de peluche. ¿Para qué eso? Cuando la encontremos va a estar asustada. El osito la va a calmar. Se suben al carro. El rancho está a 40 minutos.
Durante el camino nadie habla mucho, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Cuando llegan cerca del rancho, Alejandro para en un caminito de tierra. De aquí vamos caminando. Caminan 15 minutos hasta ver el granero a lo lejos. Es una construcción vieja de madera con tejas rotas. Ahí, Alejandro señala, “La ventana lateral está del lado izquierdo y yo me quedo aquí escondida detrás de los árboles.” Paloma prende la grabadora del celular.
Recuerda, haz que confiesen, se abrazan. Si no nos vemos más, nos vamos a ver y nos vamos a casar y ser felices con Manuelita. ¿Prometes? Prometo. Alejandro besa a Paloma. Un beso lleno de miedo, pero también de esperanza. Vamos a buscar a nuestra hija. Alejandro camina hacia la entrada principal.
El corazón le late tan fuerte que parece que se le va a salir del pecho. Paloma va por el lado escondiéndose detrás del monte. Cuando llega cerca de la ventana rota, logra espiar el interior. Manuelita está ahí sentada en una silla vieja con las manos amarradas. No está llorando, pero se ve que tiene mucho miedo. Rebeca está a su lado. Cambió completamente. Ya no parece la señora elegante.
El cabello está despeinado y tiene una expresión de locura en el rostro. Armando está del otro lado, mirando por la ventana del frente. Ya viene Armando. Habla. Órale. Y la empleada. No veo a nadie con él. Mejor todavía. Alejandro llega a la puerta y toca. Rebeca, soy yo. Puedes entrar. Alejandro empuja la puerta.
El granero es grande y oscuro, iluminado solo por algunas rendijas de luz. Cuando ve a Manuelita amarrada, siente una rabia que nunca había sentido en la vida. Papá. Manuelita grita, “¡Hola princesa! Papá vino a buscarte.” Alejandro hace de acercarse, pero Armando le muestra una pistola. Quédate ahí, Alejandro, bien paradito. No necesitas esa arma. Vine a hacer lo que quieren. En serio.
¿Y dónde están los documentos? ¿Qué documentos? Rebeca se ríe. Los documentos que prueban nuestros crímenes, los encontraste, ¿verdad? Alejandro trata de ganar tiempo. No sé de qué están hablando. Claro que sabes. Tu esposa escondió papeles acusándonos. Carolina murió hace 3 años. ¿Qué papeles? Armando se acerca. Ya basta de fingir. Sabemos que fuiste al desván.
Alejandro se sorprende. Tenemos ojos en todos lados. Rebeca explica, “Sabemos todo lo que pasa cuando no estamos cerca. Entonces saben que sé la verdad. Sabemos, por eso vas a morir hoy.” Y Paloma, Rebeca sonríe de una manera que da escalofríos. Después de que terminemos con ustedes, vamos a ir por ella también.
Desde afuera, Paloma escucha todo por el celular en el bolsillo de Alejandro. Rebeca. ¿Por qué hiciste todo esto? Porque me lo merecía, Alejandro. Tu familia tenía dinero, tenía todo y yo no tenía nada. Entonces, ¿ataste a mis papás? Era necesario. Eras pequeño, no te acordabas de nada. Falsifiqué documentos, me volví tu mamá. Alejandro siente asco.
¿Y Carolina? Carolina era demasiado lista. Hizo demasiadas preguntas. Entonces la mataron. Era necesario. Armando saca papeles del bolsillo. Ya basta de plática. Alejandro firma aquí. No voy a firmar nada. Sí vas a firmar porque si no firmas tu hija muere primero. Alejandro mira a Manuelita que llora bajito. Está bien, firmo.
En ese momento, Paloma ve su oportunidad. Armando y Rebeca están concentrados en los documentos. Sale de detrás de las cajas. viejas y va despacito hacia Manuelita. Alejandro termina de firmar. Listo, ahora suelten a mi hija. Claro que la vamos a soltar. Rebeca toma la pistola de Armando. La vamos a soltar de la vida. Apunta el arma hacia Manuelita. Es cuando Paloma actúa. Suéltala.
Salta de detrás de las cajas y se avienta encima de Rebeca. Las dos ruedan en el piso peleando por la pistola. Alejandro aprovecha la confusión para tirar a Armando. Sale un disparo, pero no le pega a nadie. Papá. Manuelita grita. Alejandro logra desamarrar a su hija. Todo está bien, princesa.
Mientras tanto, Paloma y Rebeca siguen peleando. Entometida, destruiste todo. Salvé a esta familia. Armando trata de levantarse, pero Alejandro toma una tabla y le pega en la cabeza. Armando se desmaya. Rebeca logra agarrar la pistola otra vez. Ahora te mueres. Apunta hacia Paloma. Es cuando escuchan sirenas a lo lejos. La policía.
Paloma sonríe. ¿Cómo? Nadie llamó. Dolores aparece en la puerta. Yo llamé cuando los escuché hablando sobre el granero. Detrás de ella vienen policías armados. Policía, tire el arma. Rebeca mira a los policías, después a Alejandro y Paloma. Por un momento parece que se va a rendir, pero entonces sonríe de esa manera loca. Si yo no puedo tener nada, nadie puede.
Apunta el arma hacia Manuelita una última vez. Pero los policías son más rápidos. Uno de ellos le dispara en la mano a Rebeca, haciendo que tire la pistola. Se acabó, Rebeca. Rebeca cae al piso, agarrándose la mano herida y gritando. No saben con quién se están metiendo. Los policías la esposan. Está arrestada por secuestro, intento de homicidio y asesinato.
Armando despierta mareado y también es arrestado. Alejandro corre a abrazar a Manuelita. Todo está bien, princesa. Se acabó, papá. Tuve mucho miedo. Lo sé, mi amor, pero ahora todo está bien. Paloma se acerca a los dos. Manuelita, ¿estás lastimada? No, solo tenía miedo. Alejandro abraza a Paloma también. Fuiste increíble. Salvaste a mi hija.
Nuestra hija. El comandante Martínez llega y Alejandro le entrega todos los documentos que encontraron. Con estas pruebas van a estar presos por mucho tiempo. Y el dinero robado, vamos a recuperar todo. Va a tardar unos meses, pero vas a recuperar todo lo que es tuyo. Rebeca, aunque esposada, todavía trata de hablar.
Alejandro, no entiendes. Yo te cuidé. Yo, mataste a mis papás, mataste a mi esposa y casi matas a mi hija. Pero te amé como a un hijo. No sabes qué es el amor. Alejandro le da la espalda. Comandante, pueden llevárselos. Mientras se llevan a Rebeca y Armando, ella grita, “¿Te vas a arrepentir, Alejandro? Sin míes nada.
” Pero nadie más escucha. Alejandro está abrazado con Paloma y Manuelita. Y ahora Paloma pregunta, ahora nos vamos a casa y vamos a ser una familia de verdad. Papá, Paloma va a ser mi mami de verdad. Alejandro mira a Paloma. Si ella quiere. Claro que quiero. Para siempre. Manuelita aplaude desde la silla de ruedas.
Entonces ahora somos una familia. En el camino de regreso a casa, Dolores comenta, “Todavía no puedo creer que todo esto pasó.” Yo tampoco, pero por lo menos se acabó. Alejandro, ¿puedo preguntarte algo? Claro, ¿estás bien? Descubrir que Rebeca no era tu mamá debe haber sido terrible. Alejandro se queda pensativo. Fue difícil, pero sabes una cosa, siempre supe que algo estaba mal.
Nunca me sentí realmente su hijo. Y ahora, ahora sé que la familia no es solo sangre, es amor y yo las tengo a ustedes. Mira a Paloma y Manuelita, y eso es todo lo que necesito. Cuando llegan a casa, la mansión parece diferente, más ligera, como si un peso se hubiera quitado de encima de todos. Papá, ¿puedo pedirte algo? Claro, princesa.
Quiero que Paloma duerma en el cuarto al lado del mío para saber que está siempre cerquita. Alejandro sonríe. Claro, puede escoger el cuarto que quiera. Y puedo escoger el tuyo. Paloma se pone roja. Alejandro se ríe. Deja que nos casemos primero. No, ¿cuándo se van a casar? Alejandro mira a Paloma. Cuando tú quieras. Quiero pronto, mañana mismo.
Mañana es muy rápido. ¿Qué tal la próxima semana? Perfecto. Manuelita aplaude. Voy a ser la damita. Sí, la damita más linda del mundo. Esa noche, cuando Manuelita ya estaba durmiendo, Alejandro y Paloma se quedan en el jardín platicando. ¿Estás segura de lo que estás haciendo? ¿Casarte conmigo? ¿Adoptar a Manuelita? Alejandro, mírame. Él la mira. Nunca he estado tan segura de algo en mi vida.
Ustedes son mi familia, mi corazón, mi vida y la diferencia social. Yo soy rico. Tú, yo también soy rica, rica de amor. Y eso vale más que cualquier dinero. Alejandro besa a Paloma bajo las estrellas. Te amo. Yo también te amo. Desde la ventana del cuarto, Manuelita observa a los dos y sonríe. Finalmente va a tener una familia completa otra vez y esta vez una familia de verdad, una familia hecha de amor.
A partir de ahora, solo van a haber días felices en la mansión de los Montor. Una semana pasó desde el arresto de Rebeca y Armando. La mansión de los Montemayor parece un lugar completamente nuevo, más ligero, más alegre, como si un peso gigante hubiera sido quitado de encima de todos. Alejandro despierta temprano un jueves soleado. Hoy es el día que viene planeando desde hace semanas.
va a pedirle a Paloma que se case con él oficialmente con anillo y todo. Baja a la cocina y encuentra a Paloma preparando el café cantando bajito. Alejandro se queda parado en la puerta solo observando. Todavía no puede creer que logró encontrar el amor otra vez. Buenos días, mi amor. Paloma se voltea y sonríe. Buenos días. Te levantaste temprano hoy. Es que hoy es un día especial.
¿Por qué? Alejandro se acerca nervioso, aunque sabe que ella va a decir que sí, el corazón le late disparado. Paloma González se arrodilla ahí mismo en la cocina y saca una cajita del bolsillo. Alejandro, ¿estás? ¿Aceptas casarte conmigo? Dentro de la cajita hay un anillo sencillo pero lindo.
No es el más caro del mundo, pero fue escogido con todo el cariño. Sé que ya platicamos sobre esto, pero quería hacerlo bien, de rodillas, con anillo, pidiendo tu mano en serio. Paloma mira la cajita con los ojos brillando. Es perfecto. Entonces, ¿aceptas? Sí, acepto. Alejandro le pone el anillo en el dedo y se levanta para besarla. Es un beso lleno de promesas y sueños. Órale.
El grito emocionado viene de la escalera. Es Manuelita en la silla de ruedas bajando por elevador que Alejandro mandó instalar. Se comprometieron de verdad. Sí, princesa. ¿Puedo ver el anillo? Paloma se agacha para enseñarle. Manuelita examina el anillo como si fuera una experta. Padrísimo, ahora vas a ser mi mami para siempre. Sí, si tú quieres.
Quiero muchísimo. ¿Cuándo se van a casar? Alejandro y Paloma se miran. ¿Qué tal el sábado que viene? El sábado, pero es muy rapidito. No queremos fiesta grande, solo una ceremonia pequeña aquí en el jardín. Y puedo ser la damita, claro, la damita más importante del mundo. Dolores aparece en la cocina con una canasta de ropa.
Qué escándalo es este tan temprano. Paloma y papá se comprometieron. Qué maravilloso. Déjame ver ese anillo. Dolores examina el anillo y sonríe aprobando. Lindo, sencillo y elegante, igual que ustedes dos. Dolores, ¿nos vas a ayudar a organizar todo. Claro que sí. Va a ser un honor. Nada muy complicado, solo una ceremonia en el jardín, unas 20 personas máximo.
Y el vestido. Ya pensaste en el vestido. Paloma se queda pensativa. Todavía no. Ni se me había ocurrido. Entonces, hoy mismo salimos a comprar. Y tú también, Manuelita, necesitas un vestido padrísimo para ser damita. ¿Puedo escoger el color? Claro que sí, princesa. Alejandro observa a las tres mujeres más importantes de su vida planeando la boda y siente una felicidad que ni sabía que existía.
Después de que murió Carolina pensó que nunca más iba a sentir esa alegría de tener una familia, de planear el futuro con alguien. Alejandro, ¿estás bien? Te quedaste calladito. Estoy padrísimo. Solo estaba pensando en lo afortunado que soy. Paloma se acerca a él. La suerte es nuestra, mía y de Manuelita. Durante el resto de la mañana hacen listas de lo que necesita organizarse.
Es impresionante cuántas cosas hay que organizar, aunque sea una fiesta pequeña. Vamos a necesitar flores, decoración, un juez de paz, música y comida. Manuelita completa. La comida la dejo en mis manos. Dolores asegura. Voy a hacer un banquete que nunca van a olvidar. Alejandro le habla por teléfono al Dr.
Ricardo, un juez de paz que es amigo de la familia desde hace años. Dr. Ricardo, habla, Alejandro. Le hablo para pedirle un favor. Hola, Alejandro. Qué gusto escucharte. ¿Cómo estás? Estoy bien, la verdad estoy padrísimo. Quería saber si puedes celebrar mi boda el sábado que viene. Boda, Alejandro, qué noticia tan buena. Claro que puedo, cuéntame todo.
Alejandro cuenta toda la historia. Cómo conoció a Paloma, cómo cambió su vida y la de Manuelita, cómo descubrieron la verdad sobre Rebeca. Qué historia tan impresionante, Alejandro, y qué bueno que encontraste la felicidad otra vez. Gracias, Dr. Ricardo.
Usted siempre ha sido como un papá para mí y tú como un hijo. Va a ser un honor celebrar esta boda. Por la tarde las mujeres salen a comprar los vestidos. Alejandro se queda en casa cuidando los preparativos del jardín. Quiere que todo sea perfecto, no porque necesite impresionar a alguien, sino porque Paloma se merece tener la boda más linda del mundo.
Mientras arregla las plantas y piensa en la decoración, Alejandro se acuerda de Carolina. ¿Estará de acuerdo? ¿Se alegraría de saber que encontró el amor otra vez? En el fondo del corazón está seguro de que sí. Carolina siempre quiso que fuera feliz y que Manuelita tuviera una mamá. Suena el teléfono. Es el comandante Martínez.
Alejandro, ¿cómo estás? Bien, comandante. ¿Y usted? Bien. También le hablo para darle una buena noticia. ¿Qué noticia? Logramos recuperar prácticamente todo el dinero que fue robado. Va a ser depositado en su cuenta para el lunes. Qué bueno saberlo. Y hay algo más. Rebeca y Armando confesaron todo.
Todos los crímenes van a estar presos por mucho tiempo. ¿Cuánto tiempo? Cadena perpetua. Descubrimos que le hicieron esto a otras familias también. Alejandro siente un escalofrío. Otras familias, por lo menos tres casos que pudimos comprobar, eran especialistas en infiltrarse en familias ricas y robarles todo. Órale, pero ya se acabó, Alejandro.
Nunca más van a lastimar a nadie. Cuando las muchachas regresan de las compras están radiantes. ¿Cómo les fue? Padrísimo. Manuelita grita, “El vestido de paloma es el más lindo del mundo.” En serio, sí, pero solo lo vas a ver el día de la boda. ¿Y tu vestido? Rosa clarito con flores bordadas. Parezco una princesa. Alejandro sonríe.
Todo está saliendo bien. Por la noche, cuando Manuelita ya está durmiendo, Alejandro y Paloma se quedan en el jardín platicando. ¿Estás nerviosa? Un poquito. ¿Y tú también? Pero son nervios buenos. ¿Estás seguro de que no quieres una fiesta más grande? Estoy seguro.
Solo te quiero a ti, a mí, a Manuelita, a Dolores y unas cuantas personas especiales más. De mi familia no hay nadie a quien invitar. Entonces nosotros vamos a ser tu familia para siempre. Para siempre. Se besan bajo las estrellas en el mismo lugar donde se besaron por primera vez. Dentro de dos días van a estar casados. Dentro de dos días van a ser una familia oficialmente.
El sábado llegó más rápido de lo que cualquiera esperaba. Alejandro despertó con el sol entrando por la ventana y una sonrisa en el rostro. Hoy es el día más importante de su vida. El jardín está precioso. Dolores despertó a las 5 de la mañana para terminar los últimos detalles de la decoración. Flores blancas y amarillas adornan cada rincón.
Las sillas están acomodadas en semicírculo y un pequeño altar fue montado debajo del árbol donde Alejandro y Paloma se besaron por primera vez. Buenos días, novio. Dolores aparece en la cocina con una sonrisa enorme. Buenos días, Dolores. ¿Cómo está todo? Perfecto. El jardín está lindo, la comida casi lista. Solo falta que ustedes dos se casen y paloma está arriba arreglándose y no puedes verla hasta la hora de la ceremonia. ¿Por qué? Tradición, da mala suerte.
Alejandro se ríe. Dolores siempre ha sido supersticiosa. Ve a arreglarte que en dos horas empieza todo. Alejandro sube al cuarto y encuentra a Manuelita en el pasillo, ya vestida con el vestido rosa. Órale, princesa, estás lindísima. Gracias. Tú también vas a estar guapísimo cuando te arregles. Estoy nervioso. Bien.
¿Por qué amas a Paloma, verdad? Muchísimo. ¿Y ella te ama? Sí. Entonces, no hay por qué estar nervioso. Una boda es cuando dos personas que se aman deciden quedarse juntas para siempre. Alejandro se queda impresionado con la sabiduría de su hija de 8 años. ¿Cómo te volviste tan lista? Paloma me enseñó.
dice que el amor es sencillo, es querer el bien de la otra persona y querer estar cerca de ella. Exactamente. Entonces, deja de estar nervioso y ve a arreglarte. Alejandro se ríe y va al cuarto. Cuando termina de ponerse el traje, se mira en el espejo y ve a un hombre completamente diferente, un hombre feliz, realizado, listo para empezar una nueva vida.
Dos horas después, los invitados empiezan a llegar. Son pocas personas, pero todas especiales. Algunos amigos cercanos, compañeros de trabajo, vecinos que siempre han sido cariñosos con Manuelita. El Dr. Ricardo llega puntualmente a las 2 de la tarde. Alejandro, mis felicitaciones. Estoy muy contento por ti. Gracias, Dr. Ricardo. Significa mucho tenerlo aquí.
¿Y dónde está la novia? Todavía arreglándose. A las 2:30 empieza la música. Un amigo de Alejandro toca guitarra. Una melodía suave y bonita. Primero baja Manuelita en la silla de ruedas, tirando pétalos de rosa por el camino. Está radiante, sonriendo de oreja a oreja. Después le toca a Paloma.
Cuando Alejandro la ve bajando la escalera de la terraza, el mundo se detiene. Está usando un vestido blanco sencillo pero elegante. El cabello lo trae suelto con una flor natural al lado. Está tan linda que Alejandro necesita parpadear varias veces para asegurarse de que no está soñando. Paloma camina despacio hasta el altar, mirando solo a Alejandro. Cuando llega cerca de él, susurra, “Hola, futuro esposo.
Hola, futura esposa.” El Dr. Ricardo Carraspea para llamar la atención. Bueno, vamos a empezar esta ceremonia. Queridos amigos. Estamos aquí reunidos para celebrar la unión de Alejandro y Paloma, una unión que nació del amor, creció en la confianza y hoy se consagra en la promesa de una vida juntos. Alejandro y Paloma se miran tomados de las manos, completamente concentrados uno en el otro.
Alejandro, ¿tienes algo que decirle a Paloma? Alejandro respira profundo. Paloma, cuando llegaste a mi vida estaba perdido. No sabía cómo ser feliz. No sabía cómo ser papá. Me enseñaste que amarte no significa amar a quien ya se fue. Significa tener más amor en el corazón. Prometo amarte, respetarte y hacer todo lo que esté a mi alcance para hacerte feliz todos los días de nuestra vida.
Paloma se seca una lágrima antes de hablar. Alejandro, tú y Manuelita me dieron una familia. Me enseñaron que merezco ser amada, que tengo valor. Prometo ser la mejor esposa y mamá que pueda. Prometo amarlos a los dos sin condiciones y convertir esta casa en un lugar aún más lleno de alegría. El Dr. Ricardo sonríe emocionado. Alejandro, ¿aceptas a Paloma como tu esposa para amarla y respetarla en la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad? En la riqueza y en la pobreza.
Acepto. Paloma. ¿Aceptas a Alejandro como tu esposo para amarlo y respetarlo en la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza? Acepto. Entonces, por el poder que me fue conferido, los declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia. Alejandro besa a Paloma bajo los aplausos emocionados de todos.
Es un beso lleno de promesas, lleno de futuro, lleno de amor verdadero. Órale, ahora somos una familia de verdad. Manuelita grita desde la silla de ruedas aplaudiendo. Todos se ríen y aplauden aún más. Después de la ceremonia hay un almuerzo sabroso en el jardín, nada muy elaborado, pero todo hecho con cariño por Dolores. Durante el almuerzo, el Dr.
Ricardo hace un brindis. Conozco a Alejandro desde que era adolescente. Lo vi pasar por momentos muy difíciles, especialmente después de que perdió a Carolina. Pero hoy viéndolo aquí con Paloma y Manuelita, puedo decir que nunca lo había visto tan feliz. Salud por los novios. Salud.
Cuando los invitados se van al final de la tarde, se queda solo la familia. Alejandro, Paloma, Manuelita y Dolores. Y ahora Paloma pregunta girando la argolla en el dedo. Ahora disfrutamos nuestra primera noche como familia oficialmente casada. Pasan el resto del día jugando en el jardín. Alejandro empuja la silla de Manuelita mientras ella tira pétalos de rosa que sobraron de la ceremonia. Paloma corre detrás de ellos riéndose.
Parece cosa de película, pero es real. Es su vida ahora. Cuando anochece, Manuelita está cansada, pero no se quiere ir a dormir. Puedo dormir en el cuarto de ustedes hoy. Alejandro y Paloma se miran y sonríen. Claro, princesa. Hoy es un día especial. Le hacen una camita en el piso del cuarto de la pareja y Manuelita duerme ahí cerquita de sus papás.
Alejandro, mm, ¿crees que Carolina está contenta viendo todo esto? Alejandro se queda pensativo por un momento. Estoy seguro de que sí. Carolina solo quería vernos felices y nunca he sido tan feliz como ahora. Yo tampoco. Se quedan dormidos abrazados con Manuelita durmiendo en el piso al lado.
Y por primera vez en mucho tiempo, Alejandro tiene la certeza absoluta de que mañana va a ser un día aún mejor. 6 meses pasaron desde la boda y la vida en la mansión de los Montemayor está padrísima. Manuel cambió de escuela a una que entiende mejor sus necesidades. Ahora llega a casa todos los días llena de historias que contar sobre sus nuevos amigos y las cosas que aprendió.
Paloma ya no trabaja como empleada doméstica. Está estudiando pedagogía por las noches y durante el día cuida la casa como dueña, no como empleada. La diferencia es gigantesca. Alejandro volvió a tener gusto por el trabajo porque sabe que tiene una familia feliz esperándolo en casa y Dolores sigue siendo el corazón de la casa, cuidando a todos con cariño de abuela.
Este jueves por la mañana, Paloma está en el jardín cuidando las plantas cuando suena el teléfono. Bueno, ¿puedo hablar con la señora Paloma Montemayor? El corazón de ella todavía se acelera cuando escucha, “Señora Montemor, todavía no se acostumbra del todo. Soy yo.” Habla de la escuela de Manuelita. Necesitamos platicar con usted. Paloma siente un nudo en el estómago.
¿Pasó algo? No es nada grave, pero queremos hablar con usted personalmente. ¿Puede venir? Claro, ya voy para allá. Paloma cuelga preocupada y le habla a Alejandro. Alejandro, la escuela habló. ¿Quieren platicar conmigo? ¿Pasó algo con Manuelita? No sé. Dijeron que no es grave, pero quieren conversar. ¿Quieres que vaya contigo? No es necesario.
Tienes junta importante. Hoy voy yo y después te cuento. Está bien, pero cualquier cosa me hablas inmediatamente. Paloma va a la escuela ansiosa. Cuando llega, la directora la recibe con una sonrisa. Señora Montemayor, gracias por venir tan rápido. ¿Qué pasó con Manuelita? Siéntese aquí, por favor. Paloma se sienta todavía tensa.
Manuelita no hizo nada malo, todo lo contrario. ¿Cómo? Pasó algo hoy que me dejó muy impresionada con su hija. La directora cuenta que llegó un niño nuevo a la escuela, Pedrito de 7 años, que también usa silla de ruedas. Estaba muy tímido y asustado, escondiéndose de los otros compañeros durante el recreo.
¿Y sabe qué hizo Manuelita? ¿Qué? fue directo hacia él, se presentó y pasó todo el recreo enseñándole a divertirse en la silla de ruedas. Le enseñó cómo jugar basquetbol adaptado, lo llevó a los mejores lugares de la escuela, se lo presentó a los otros compañeros. Paloma sonríe orgullosa. Al final del recreo, Pedrito estaba completamente integrado.
Ya no tenía miedo, ya no se sentía raro. Qué bueno. Pero lo que más me impresionó fue lo que le dijo. ¿Qué le dijo? Le dijo, “No te pongas triste por la silla. La silla no es un problema. Es solo una manera diferente de caminar. Lo que importa es lo que tienes aquí adentro. y se señaló el corazón. Paloma siente los ojos llenársele de lágrimas.
Señora Montemayor, en 20 años trabajando en educación, nunca había visto a una niña tan segura de sí misma, tan generosa. Alguien le enseñó a esta niña a amarse de verdad. Manuelita siempre ha sido especial. Sí, pero este tipo de autoestima no nace de la nada. Alguien trabajó mucho para que se sintiera así. Cuando Paloma sale de la escuela está radiante de orgullo.
Para en el supermercado, compra todo lo que le gusta a la familia y regresa a casa para preparar una cena especial. Alejandro llega del trabajo y encuentra la mesa puesta con velas y flores. ¿Qué es todo esto? Estamos celebrando. ¿Celebrando qué? Paloma le cuenta sobre la conversación en la escuela. Alejandro se emociona.
Nuestra hija es realmente increíble. Sí. ¿Y sabes por qué? ¿Por qué? Porque tiene un papá que siempre le demostró que es perfecta como es. Un papá que la ama sin condiciones y una mamá que le enseñó a valorarse. Manuelita llega de la escuela en ese momento. Hola, papá. Hola, mami. Hola, princesa. ¿Cómo estuvo la escuela? Estuvo padrísima. Hay un niño nuevo en mi salón.
Se llama Pedrito y también usa silla de ruedas. ¿Y cómo le fue en su primer día? Al principio estaba medio triste, pero fui y le enseñé que usar silla de ruedas puede ser divertido. Y le gustó, le gustó. Ya somos amigos. Hasta me invitó a ir a su casa el sábado. Alejandro y Paloma intercambian miradas orgullosas.
Manuelita, la directora le habló a tu mami hoy. Habló. ¿Hice algo malo? No, princesa. Habló para elogiarte. En serio. En serio. Dijo que fuiste muy gentil con Pedrito. Ay, no fue nada del otro mundo. Solo me acordé de cuando yo estaba triste, igual que él. ¿Y qué pensaste? Pensé, si mi mami estuviera aquí, ¿qué le diría? Entonces le dije que es perfecto como es, que la silla no define quién es.
Paloma se arrodilla frente a la silla. Manuelita, sabes que te amo muchísimo, ¿verdad? Sé. Y yo también te amo, mami. Eres la hija más increíble del mundo. Ya sé. Todos se ríen de su respuesta tan segura. Durante la cena, Alejandro levanta la copa. Quiero hacer un brindis por nuestra hija, que hoy demostró tener el corazón más generoso del mundo.
Y yo quiero brindar por nuestra familia que me enseñó qué es el amor de verdad. Y yo quiero brindar por nuestra casa que ahora siempre está llena de alegría. Después de que Manuelita se va a dormir, Alejandro y Paloma se quedan en la sala platicando. Alejandro, ¿puedo preguntarte algo? Claro.
¿Te arrepientes de algo? De haberte casado conmigo, de haber cambiado toda nuestra vida. Alejandro la mira como si hubiera escuchado la tontería más grande del mundo. Paloma, mírame. Ella lo mira. Nunca me he arrepentido de nada tanto como me arrepiento de haber tardado en pedirte que te casaras conmigo. ¿Por qué? Porque cada día contigo es mejor que el anterior.
Cada día te amo más. Me siento más orgulloso de la mujer que eres. En serio. En serio. ¿Y sabes qué es lo mejor? ¿Qué? Que todavía tenemos toda la vida por delante, toda una vida para ser felices, para ver crecer a Manuelita. para construir nuestra historia juntos. Paloma abraza fuerte a Alejandro. Te amo tanto que a veces hasta me da miedo. Yo también te amo.
Amo la familia que construimos. Se quedan dormidos abrazados en el sofá y cuando Dolores viene a apagar las luces, les pone una manta encima. Gracias, Dios, por traer tanta felicidad a esta casa. Un año entero pasó desde la boda y la familia Montemayor está más unida que nunca. Manuelita, ahora de 9 años, se volvió una de las niñas más queridas de la escuela.
No solo porque es carismática y lista, sino porque tiene un talento natural para ayudar a compañeros que pasan por dificultades. Paloma se graduó en pedagogía y consiguió trabajo en la misma escuela de Manuelita trabajando con niños especiales. Descubrió que tiene un don real para la educación. Alejandro expandió la empresa, pero lo más importante es que aprendió a equilibrar trabajo y familia.
Nunca más se pierde una presentación de la escuela o un momento importante de las muchachas. Y Dolores sigue siendo el alma de la casa, cuidando a todos con cariño de familia de verdad. Este domingo por la mañana están todos en el jardín. Alejandro le está enseñando a Manuelita a jugar damas. Paloma está plantando flores nuevas. Dolores está preparando un almuerzo especial.
Papá, ¿puedo preguntarte algo? Claro, princesa. ¿Todavía piensas en Rebeca a veces? Alejandro para el juego y se queda pensativo. Es raro que Manuelita toque ese tema. A veces. ¿Por qué te pones triste cuando piensas en ella? Ya no. Al principio sí, porque fue parte de mi vida por mucho tiempo, pero ahora solo siento alivio.
Alivio por qué. Porque ya no puede lastimar a nuestra familia. Manuelita sonríe. Qué bueno, porque nuestra familia es perfecta como es. Paloma se acerca a ellos quitándose los guantes de jardinería. ¿De qué están hablando? De nuestra familia perfecta. Ah, sí. ¿Y qué tiene de perfecta? Manuelita piensa por un segundo.
Todo el papá que me ama como soy, la mami que me enseñó a amarme, Dolores que nos cuida y nuestra casa que siempre está llena de risas. Alejandro mira a Paloma, después a Manuelita, después a la casa donde viven. ¿Sabes una cosa, princesa? Tienes razón. Nuestra familia sí es perfecta. Van. ¿Y saben por qué? ¿Por qué? Paloma pregunta. Porque nos escogimos, decidimos amarnos.
Alejandro se queda impresionado con la sabiduría de su hija. Exacto. La familia no es solo sangre, es elección, es amor, es cuidado. Rebeca era de tu sangre, pero nunca fue familia de verdad. Mami no es de nuestra sangre, pero es más familia que cualquier persona. Paloma siente los ojos llenársele de lágrimas de emoción. Gracias por haberme escogido.
Gracias a ti por habernos escogido también. Manuelita aplaude desde la silla. Ya basta de sentimentalismos. Vamos a terminar este juego. Todos se ríen. Dolores aparece en la puerta de la casa. El almuerzo está listo y tengo una sorpresa. ¿Qué sorpresa? Hice el pastel de chocolate que tanto le gusta a Manuelita, pero no es cumpleaños de nadie.
No necesita ser cumpleaños para celebrar. Hoy es domingo. Están todos aquí sanos y felices. Eso ya es motivo suficiente. Durante el almuerzo, Alejandro hace un brindis. Quiero brindar por un año de matrimonio, el año más feliz de mi vida. Y yo quiero brindar por nuestra hija, que todos los días me enseña algo nuevo sobre el amor.
Y yo quiero brindar por mi papá y mi mami, que son los mejores papás del mundo. Y yo quiero brindar por esta familia linda que Dios me dio el honor de cuidar. Después del almuerzo, cuando Manuelita está jugando en el jardín, Alejandro y Paloma se quedan en la terraza platicando. Alejandro, ¿ya te pusiste a pensar en todo lo que pasó? ¿Cómo? Hace un año y medio yo era solo una empleada doméstica. Tú eras un viudo triste.
Manuelita era una niña lastimada. Y ahora, ahora somos una familia feliz. Tú volviste a sonreír. Yo encontré mi lugar en el mundo. Manuelita está floreciendo. Alejandro le toma la mano. ¿Sabes qué aprendí? ¿Qué? Que a veces las cosas malas pasan para que valoremos las cosas buenas. Si Rebeca no hubiera hecho todo lo que hizo, tal vez nunca te habría contratado y nunca nos habríamos conocido.
Es verdad. Entonces, al final hasta el sufrimiento sirvió para algo. Paloma sonríe. ¿Crees que nuestra historia va a tener final feliz para siempre? Estoy seguro, porque aprendimos que la felicidad no es ausencia de problemas, es tener amor suficiente para enfrentar cualquier cosa juntos. Te amo tanto, Alejandro. Yo también te amo.
Y amo la familia que construimos. Se besan en la terraza viendo a Manuelita jugar en el jardín donde todo empezó. Mami, papá, vengan a jugar conmigo. Ya vamos, princesa. Alejandro y Paloma bajan al jardín tomados de la mano. Manuelita está aventando una pelota hacia arriba desde la silla y tratando de atraparla.
Vamos a hacer una ronda, Manuelita sugiere. ¿Cómo vamos a hacer ronda si estás en la silla? Alejandro pregunta jugando fácil. Ustedes caminan alrededor de mí mientras yo giro la silla. Pasan toda la tarde jugando juntos como una familia de verdad, como siempre soñaron que fuera. Cuando el sol empieza a meterse, Dolores aparece con un jugo helado para todos.
Qué tarde tan linda pasaron. La mejor tarde de mi vida, Manuelita declara. ¿Por qué la mejor? Paloma pregunta, porque tengo todo lo que siempre quise. Un papá que me ama, una mami que me cuida, una casa llena de alegría y una abuela Dolores que hace el mejor pastel del mundo.
Alejandro siente el corazón llenársele de gratitud. Princesa, ¿sabes que tu mami Carolina también te amaba muchísimo, verdad? Sí, sé, pero ahora tengo dos mamis. una que vive en el cielo y me cuida desde allá y una que está aquí a mi lado todos los días. Paloma abraza a Manuelita y sabes que te voy a cuidar para siempre, ¿verdad? Sé.
Y yo voy a cuidarlos a ustedes también cuando estén viejitos. Todos se ríen. Ya estoy viejita. Dolores bromea. Entonces ya voy a empezar a cuidar a la señora. Cuando anochece entran a la casa. Manuelita se va a dormir a su propio cuarto. Ya creció y ahora quiere privacidad de niña grande.
Alejandro y Paloma se quedan en la sala viendo una película vieja en la televisión. Alejandro. Mm. Gracias porque esta vez por haberme dado la oportunidad de ser mamá, por haberme demostrado que soy capaz de ser amada. Gracias a ti por haberme salvado de la tristeza. por haber devuelto la alegría a mi vida. Nos salvamos mutuamente. Es verdad.
Alejandro mira la casa alrededor, las flores que plantó Paloma, los dibujos de Manuelita en el refrigerador, las fotos de la familia por toda la sala. ¿Sabes una cosa? ¿Qué? Esta casa nunca había sido tan hogar como ahora. ¿Por qué? Porque ahora tiene amor de verdad en cada rincón. Paloma se acurruca en el pecho de Alejandro y es solo el comienzo.
Todavía tenemos toda una vida por delante, toda una vida de amor, de risas, de familia y de desafíos también, porque la vida siempre tiene desafíos. Pero vamos a enfrentar todo juntos. Juntos. Se quedan dormidos, abrazados en el sofá, como hacen casi todas las noches. Y Dolores cuando viene a apagar las luces, los mira y susurra, “Gracias, Dios, por haber convertido esta casa en un hogar de verdad.
” A la mañana siguiente, Alejandro despierta temprano y encuentra a Manuelita ya en la cocina desayunando con dolores. Buenos días, familia. Buenos días, papá. Buenos días, señor Alejandro. ¿Dónde está Paloma? Todavía está durmiendo. Déjela descansar. Alejandro se sienta a la mesa de la cocina y mira alrededor. Este es el momento que más le gusta del día.
Cuando toda la familia está junta, sin prisa, solo disfrutando la compañía unos de otros. Papá, ¿puedo decirte algo? Claro, princesa. Estaba pensando, podríamos adoptar un hermanito para mí. Alejandro casi se atraganta con el café. Un hermanito. Sí, hay tantos niños que necesitan familia. ¿Podríamos ayudar a uno de ellos? Dolores sonríe desde el fregadero.
Esta niña tiene el corazón más grande que el cuerpo. Pero estaría padrísimo, papá. Imagínate cuántos niños les gustaría tener una familia como la nuestra. Alejandro se queda pensativo. La idea no es absurda. Tienen amor de sobra, tienen condiciones económicas, tienen una casa grande. Voy a platicar con tu mami sobre esto. En serio, si te animarías.
Sí, me animaría si tu mami está de acuerdo y si es bueno para todos. Manuelita aplaude emocionada. Qué padre, siempre quise tener un hermano o hermana. En ese momento, Paloma aparece en la cocina en pijama y con el cabello despeinado. Buenos días, familia. ¿De qué están hablando? Manuelita tuvo una idea. Alejandro le cuenta sobre la conversación. Paloma se sienta al lado de ellos.
¿Y qué opinas, Alejandro? Pregunta, me parece padrísimo. Siempre soñé con tener una familia grande. En serio, mami, ¿sí te animarías a adoptar a un niño? Claro que me animaría. Nuestra casa tiene amor suficiente para una persona más. Manuelita se pone radiante. Entonces vamos a ser una familia aún más grande. Alejandro. Mira a Paloma, que sonríe y asiente con la cabeza.
Entonces está decidido. Vamos a informarnos sobre adopción. Órale. Manuelita celebra. Dolores se acerca a la mesa. ¿Saben que voy a tener que cocinar para una persona más, verdad? Le molesta. Paloma pregunta. Molestarme va a ser una alegría. Mientras más gente en esta casa, mejor. Alejandro mira a su familia reunida en la cocina. Paloma con la sonrisa más linda del mundo.
Manuelita radiante de felicidad. Dolores emocionada con la posibilidad de cuidar a un niño más. Hace dos años esta cocina era silenciosa y triste. Ahora es el lugar más alegre de la casa. Alejandro, ¿en qué estás pensando? Paloma pregunta. Estoy pensando en cómo la vida puede cambiar tan rápido. Para bien, muchísimo para bien.
Y va a seguir mejorando, Manuelita asegura, porque ahora sabemos el secreto. ¿Qué secreto? El secreto para ser feliz es amar y dejarse amar. Alejandro abraza a su hija. ¿Cómo te volviste tan sabia? Aprendí de ustedes dos. Me enseñaron que el amor lo cura todo y sí lo cura paloma completa. Cura la tristeza, cura el miedo, cura la soledad, dolores agrega y cura los corazones rotos. Alejandro termina mirando a Paloma.
Se quedan abrazados en la cocina por unos minutos, solo sintiendo la felicidad de estar juntos. Esta es la historia de la familia Montemayor. Una historia que empezó con dolor, pasó por el miedo, pero terminó con amor. Una historia que prueba que la familia no es quien nace contigo, sino quien decide quedarse a tu lado.
una historia que demuestra que el amor verdadero siempre gana al final y que a veces las mejores cosas de la vida vienen disfrazadas de las peores. Porque si Rebeca no hubiera sido mala, Paloma nunca habría sido contratada. Si Alejandro no hubiera perdido a Carolina, tal vez nunca habría valorado el amor de Paloma.
Si Manuelita no hubiera sufrido, tal vez nunca se habría vuelto tan fuerte y generosa. Al final, todo sirvió para algo. Todo tuvo un propósito. Y el propósito era esta familia linda, unida por el amor más puro que existe. A partir de hoy solo existen días felices en la mansión de los Montemor, porque cuando hay amor de verdad, todos los días son especiales, todos los momentos son preciosos y todas las historias tienen final feliz.
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