Señor Mendoza, usted está acabado”, gritó la fiscal Fernanda Cruz desde su mesa agitando un folder lleno de documentos.
Las pruebas son claras: fraude millonario, evasión fiscal, soborno a funcionarios.
Su cliente no tiene escapatoria.
Diego Mendoza miró hacia la mesa donde debería estar su abogado, pero la silla estaba vacía.
Julián Vega había desaparecido justo cuando más lo necesitaba, llevándose consigo todos los documentos de la defensa.
¿Dónde está su representante legal?, preguntó el juez Ramírez con impaciencia, revisando su reloj.
No podemos continuar sin Se fue, su señoría, interrumpió Diego levantándose con las manos temblorosas.
No sé por qué, pero se fue.
La fiscal sonrió con satisfacción.
En la galería, los periodistas ya preparaban sus titulares.
Heredero multimillonario, culpable de fraude masivo.
Mara, Isabela Torres, la elegante novia de Diego, se inclinó hacia delante desde su asiento en primera fila, susurrando algo al hombre que tenía al lado.
Sus ojos brillaban con una extraña emoción que no parecía preocupación.
En ese caso, dijo el juez Ramírez, no me queda más remedio que declarar, yo puedo defenderlo todos giraron hacia la voz que había interrumpido.
En la última fila de la galería, una niña de apenas 8 años se puso de pie.
Era Camila Reyes, con su vestido sencillo y su cabello recogido en dos coletas.
Llevaba un cuaderno gastado apretado contra su pecho.
“Esto es ridículo”, exclamó la fiscal cruz.
¿Quién dejó entrar a esa niña? Yo he estado viniendo todas las semanas, dijo Camila con voz firme, caminando hacia el frente.
Y he visto cosas que ustedes no han visto.
El juez Ramírez se quitó los lentes.
Incrédulo.
Niña, esto es un tribunal, no un juego.
Regresa a tu asiento.
No es un juego.
Camila alzó la voz.
Mi papá me enseñó que cuando alguien está en problemas y es inocente, hay que ayudarlo.
Y él es inocente.
Diego la miraba sin entender.
Nunca había visto a esa niña en su vida.
¿Cómo puedes estar tan segura? Preguntó acercándose a ella.
Camila abrió su cuaderno y mostró páginas llenas de anotaciones con letra infantil, pero ordenada, porque yo sí estuve prestando atención y vi cuando su novia y su abogado se pasaban papeles en secreto, y cuando ella le daba dinero a ese señor de allá, señaló hacia un hombre en la galería que inmediatamente se puso nervioso.
Y cuando pusieron algo en su maleta, mientras usted no veía, el silencio se apoderó del tribunal.
Isabela se había puesto pálida.
Esto es absurdo! Gritó la fiscal.
Vamos a creer las fantasías de una niña.
No son fantasías, intervino una voz desde atrás.
La detective Laura Morales se acercó mostrando su placa.
Yo también he estado observando este caso y hay muchas cosas que no cuadran.
El juez Ramírez miró a Camila, luego a Diego, después a la detective.
Detective Morales, ¿qué está sugiriendo? Que tal vez deberíamos escuchar lo que esta niña tiene que decir antes de tomar cualquier decisión final.
Camila se irguió sintiendo que por primera vez en mucho tiempo alguien la tomaba en serio.
“Yo he estado viniendo aquí desde que empezó el juicio”, comenzó.
“Mi mamá trabaja limpiando oficinas en el edificio de al lado y yo la espero aquí.
Al principio solo venía por curiosidad, pero después me di cuenta de que algo estaba muy mal.
¿Qué notaste exactamente?, preguntó Diego acercándose más.
Su novia no actúa como alguien que está preocupada.
Siempre está sonriendo cuando cree que nadie la ve.
Y su abogado, él recibe llamadas de ella y después cambia toda su estrategia.
Isabela se levantó bruscamente.
No voy a quedarme aquí escuchando acusaciones de una niña.
Siéntese, señorita Torres, ordenó el juez.
Quiero escuchar esto.
Camila pasó las páginas de su cuaderno hasta llegar a una que tenía dibujos y horarios.
Aquí anoté todo.
El martes pasado vi cuando ella le dio un sobre al señor de la camisa azul y después él fue a hablar con los testigos que dijeron cosas malas sobre usted.
La detective Laura se acercó para ver el cuaderno.
¿Puedo? Camila asintió.
Estas anotaciones son muy detalladas.
Como una niña de tu edad.
Mi papá era policía”, dijo Camila con orgullo.
Él me enseñó a observar y a anotar todo lo importante.
Me decía que los detalles pequeños pueden resolver casos grandes.
Diego sintió un nudo en la garganta.
Esta niña desconocida, estaba luchando por él con más determinación que su propio abogado.
“¿Dónde está tu papá ahora?”, preguntó suavemente.
Los ojos de Camila se llenaron de lágrimas, pero su voz siguió firme.
Murió hace dos años, pero antes de morir me dio un número secreto.
Me dijo que si alguna vez veía algo malo pasando y nadie me creía, llamara a ese número.
La fiscal cruz se había quedado callada revisando sus documentos con nerviosismo.
“Su señoría, dijo la detective Laura.
Solicito un receso para investigar estas acusaciones.
No, gritó Isabela, esto es una pérdida de tiempo.
Pero el juez Ramírez ya había tomado su decisión.
Se suspende la audiencia por 48 horas.
Detective Morales, quiero un informe completo sobre estas alegaciones.
Cuando todos empezaron a salir, Diego se acercó a Camila.
¿Por qué haces esto por mí? Ni siquiera me conoces.
Camila cerró su cuaderno y lo miró con ojos serios.
Porque mi papá me enseñó que cuando sabes la verdad tienes que decirla y yo sé que usted no hizo nada malo.
La detective Laura Morales se quedó en el tribunal después de que todos se fueran, observando como Camila organizaba cuidadosamente sus papeles dentro del cuaderno gastado.
“¿Puedes mostrarme exactamente qué has estado anotando?”, preguntó Laura sentándose a la altura de la niña.
Camila abrió el cuaderno en la primera página donde había escrito con letra clara caso Diego Mendoza.
Día 1.
Empecé a venir aquí hace 6 semanas, explicó.
Al principio solo estaba aburrida esperando a mi mamá, pero después noté que la señora Isabela actuaba muy raro.
Diego se acercó aún sin poder creer que una niña de 8 años hubiera estado más atenta que todos los adultos en el tribunal.
¿Qué tipo de comportamiento raro? Preguntó.
Mire, Camila señaló una página llena de pequeños dibujos.
Aquí dibujé como ella siempre se sienta en el mismo lugar, pero nunca mira hacia usted cuando habla el abogado.
Siempre está viendo hacia la puerta como si esperara a alguien.
Laura examinó los dibujos.
Eran simples pero precisos, mostrando la disposición del tribunal y las posiciones de cada persona.
¿Y esto qué significa? Preguntó Diego, señalando unas líneas que conectaban diferentes figuras.
Esas son las veces que vi a su novia hablando con otras personas.
Mire, aquí está el día que habló con el señor Julián Vega, su abogado.
Pero no era una conversación normal.
Camila pasó la página y mostró una anotación que decía, “Isabela le dio papel blanco a Julián.
Él lo leyó y se puso nervioso.
Después guardó el papel en su bolsillo izquierdo.
¿Cómo puedes recordar tantos detalles? preguntó Laura impresionada.
Mi papá me enseñó un juego.
Él me decía que observara a las personas por 5 minutos y después le contara todo lo que había visto.
Al principio era difícil, pero después se volvió fácil.
Diego sintió una mezcla de admiración y tristeza.
Esta niña había perdido a su padre, pero había conservado sus enseñanzas para ayudar a un extraño.
¿Hay algo más que notaste sobre Julián?, preguntó Laura.
Camila pasó varias páginas hasta encontrar lo que buscaba.
Sí, aquí anoté que él siempre llegaba tarde los primeros días, pero después empezó a llegar temprano y se quedaba hablando con la fiscal Fernanda Cruz.
Y una vez los vi riéndose juntos en el pasillo.
Riéndose, Diego frunció el ceño.
Se supone que son adversarios.
Exacto.
Dijo Camila.
Por eso lo anoté.
Mi papá me decía que cuando las personas actúan diferente a lo que se supone que deben hacer, hay que prestar atención.
Laura tomó notas mientras Camila continuaba explicando sus observaciones.
¿Y qué hay de los testigos? mencionaste algo sobre eso.
Ah, sí.
Camila buscó otra página.
Aquí tengo los nombres de todas las personas que vinieron a decir cosas malas sobre el señor Diego, pero mire esto.
Mostró una lista de nombres con horarios al lado.
Todos llegaron el mismo día, a la misma hora, en el mismo carro.
Y antes de entrar se reunieron con Isabela en el estacionamiento.
Yo los vi desde la ventana del segundo piso.
Diego se quedó callado.
No podía creer que su propia novia hubiera estado organizando una conspiración contra él.
¿Tienes más pruebas de esto?, preguntó Laura.
Camila asintió y sacó de su cuaderno una servilleta doblada.
Cuando terminaron de hablar en el estacionamiento, Isabela tiró esto a la basura.
Yo lo recogí después.
Desdobló la servilleta que tenía números escritos con tinta azul.
¿Sabes qué significan estos números? preguntó Diego.
No estoy segura, pero creo que son cuentas de banco.
Mi papá me enseñó que los números largos como estos casi siempre son cuentas de banco o teléfonos y como tienen muchos ceros, probablemente son cuentas de banco.
Laura fotografió la servilleta con su teléfono.
Esto es evidencia muy importante, Camila.
¿Hay algo más que debamos saber? Camila dudó por un momento.
Después abrió el cuaderno en la última página escrita.
“Hay algo que me da miedo”, dijo en voz baja.
Ayer, cuando terminó el juicio, vi a Isabela hablando por teléfono en el pasillo.
Estaba muy enojada y decía cosas como, “Tiene que desaparecer y ya no podemos esperar más.
¿Escuchaste algo más de esa conversación?”, preguntó Laura preocupada.
dijo un nombre.
Dijo, “Don Alfonso no puede despertar.
” ¿Quién es don Alfonso? Diego palideció.
Es mi papá.
Está internado en una clínica privada.
Ha estado enfermo.
¿Qué tipo de enfermedad? Preguntó Laura.
Los doctores dicen que es depresión severa, pero Diego hizo una pausa.
Ahora que lo pienso, se enfermó justo después de que Isabela y yo anunciáramos nuestro compromiso.
Camila cerró su cuaderno y miró a Diego con ojos serios.
Creo que su papá no está enfermo.
Creo que alguien lo está lastimando para que no pueda ayudarlo.
Laura se puso de pie.
Necesitamos ir a esa clínica ahora mismo.
Y Camila, ¿puedes llamar a tu mamá? ¿Vas a venir con nosotros? ¿Por qué? Preguntó Diego.
¿Por qué? Respondió Laura.
Esta niña ha visto cosas que ningún adulto notó.
Si hay más pistas que encontrar, ella las va a ver.
Camila sonrió por primera vez desde que había empezado a hablar.
De verdad puedo ayudar.
Ya nos has ayudado más de lo que imaginas”, dijo Diego.
“Ahora vamos a encontrar la verdad completa.
” Isabela Torres se quedó en el tribunal después de que terminara el receso, fingiendo revisar unos documentos mientras observaba como Camila hablaba con la detective Laura Morales y Diego.
Sus manos temblaban ligeramente mientras marcaba un número en su teléfono celular.
Tenemos un problema”, susurró al teléfono.
La niña sabe demasiado.
La voz al otro lado de la línea sonaba tensa.
¿Qué tanto sabe exactamente? Suficiente para arruinar todo.
Vio las reuniones con los testigos.
Tiene anotaciones de todo y ahora la detective la está tomando en serio.
¿Y Julián, ¿dónde está? Desapareció como acordamos, pero la situación se está saliendo de control.
Isabela terminó la llamada y guardó el teléfono en su bolsa.
Necesitaba salir de ahí antes de que las cosas empeoraran.
Mientras tanto, Camila le mostraba a Laura una página específica de su cuaderno.
“Aquí anoté algo muy importante”, dijo la niña.
“Ayer vi cuando Isabela guardó unos papeles en la maleta del señor Diego, pero él no estaba cerca cuando ella lo hizo.
” Diego frunció el ceño.
“¿Qué tipo de papeles? eran blancos y tenían un sello rojo.
Ella los sacó de su bolsa y los puso en el compartimento de arriba de su maleta.
Después cerró la maleta y se fue.
Laura se incorporó inmediatamente.
¿Dónde está tu maleta ahora, Diego? En mi carro, en el estacionamiento.
Siempre la dejo ahí durante los juicios.
Tenemos que revisarla ahora mismo.
Los tres se dirigieron hacia la salida, pero cuando pasaron por donde estaba sentada Isabela, Camila se detuvo.
“Esperen”, susurró.
Ella está actuando muy nerviosa.
Laura miró disimuladamente hacia Isabela, quien se había levantado y caminaba hacia la salida opuesta.
Tiene razón.
Está tratando de irse sin que la veamos.
Diego sintió que su mundo se desmoronaba.
La mujer con quien pensaba casarse estaba huyendo del tribunal como una criminal.
¿Qué hacemos? Preguntó.
Tú y Camila vayan a revisar la maleta.
Yo voy a seguir a Isabela dijo Laura.
Si encuentran algo, me llaman inmediatamente.
Camila tomó la mano de Diego.
Vamos.
Yo sé exactamente dónde puso los papeles.
Mientras corrían hacia el estacionamiento, Isabela llegó a la salida del tribunal.
Un hombre con traje oscuro la esperaba junto a un carro negro.
“Listo”, preguntó Isabela.
“Todo está preparado, pero tienes que irte ya.
La detective viene hacia acá.
” Isabela subió al carro, pero antes de que pudieran arrancar, Laura apareció corriendo.
Alto, policía.
El conductor pisó el acelerador y el carro salió disparado del estacionamiento.
Laura sacó su radio.
Necesito apoyo.
Tengo un vehículo en fuga, placas.
Pero el carro ya había desaparecido entre el tráfico de la ciudad.
En el estacionamiento, Diego abrió su maleta con manos temblorosas.
Camila señaló exactamente donde había visto a Isabela poner los documentos.
Ahí en ese compartimento pequeño, Diego abrió el compartimento y encontró varios documentos que nunca había visto antes.
Eran contratos falsos con su firma falsificada y transferencias bancarias a cuentas que no reconocía.
“Esto es imposible”, exclamó.
“Esta no es mi firma.
” Camila examinó los documentos.
“Pero se parece mucho.
¿Alguien más conoce como usted firma?” Diego pensó por un momento.
Isabela, ella me ha visto firmar cientos de veces.
Incluso me ayudaba con los papeles de la empresa cuando Julián estaba ocupado.
Y el señor Julián también conocía su firma.
Por supuesto, él era mi abogado desde hace 3 años.
En ese momento, el teléfono de Diego sonó.
Era Laura.
¿Encontraron algo?, preguntó la detective.
Sí, documentos falsos con mi firma.
Isabela los plantó en mi maleta.
Como pensaba, escuchen, ella se escapó, pero no va a llegar lejos.
Tengo a toda la policía de la ciudad buscándola.
Camila se acercó al teléfono.
Detective Laura, creo que sé a dónde fue.
¿Cómo puedes saber eso? Porque en mi cuaderno anoté que ella siempre mencionaba un lugar cuando hablaba por teléfono.
Decía clínica.
y tercera planta.
Y también mencionaba el nombre don Alfonso.
Diego se quedó helado.
Mi papá va a ir a la clínica donde está mi papá.
¿Por qué iría ahí? Preguntó Laura.
Camila revisó sus notas porque ayer la escuché decir que tenía que terminar el trabajo antes de que fuera demasiado tarde.
Y también dijo algo sobre documentos importantes.
Diego empezó a entender los documentos de la herencia.
Mi papá tiene que firmar algunos papeles para transferir la empresa a mi nombre.
Si ella llega primero, puede hacer que tu papá firme documentos que le den el control a ella.
Completó Laura.
Vamos a la clínica ahora mismo.
Camila cerró su cuaderno y miró a Diego.
¿Cree que llegamos a tiempo? Gracias a ti, creo que sí, respondió Diego.
Tu papá estaría muy orgulloso de ti.
Los tres subieron al carro de Laura y se dirigieron hacia la clínica sin saber que Isabela ya había llegado y se estaba preparando para el último paso de su plan.
En la clínica, una mujer con uniforme de psicóloga y cabello diferente se dirigía hacia la habitación de don Alfonso Mendoza.
Llevaba una maleta llena de documentos legales y una jeringa concedante.
Isabela había cambiado su apariencia, pero no había cambiado su determinación de apoderarse de la fortuna de los Mendoza.
La clínica San Rafael era un edificio elegante de tres pisos, rodeado de jardines bien cuidados.
Cuando Diego, Camila y la detective Laura Morales llegaron, el lugar parecía completamente tranquilo.
“¿En qué habitación está tu papá?”, preguntó Laura mientras se estacionaban.
Tercera planta, habitación 312, respondió Diego.
“Pero no entiendo por qué Isabela vendría aquí.
Mi papá está sedado la mayor parte del tiempo.
Camila abrió su cuaderno y revisó sus notas.
Tal vez por eso mismo.
Si está sedado, no puede defenderse.
Laura frunció el seño.
¿Hace cuánto que está internado? 4 meses.
Diego suspiró.
Después de que anuncié mi compromiso con Isabela, empezó a actuar muy extraño.
Decía que no confiaba en ella, que algo estaba mal.
Los doctores dijeron que era depresión severa por mi matrimonio próximo.
¿Y quién decidió internarlo? Preguntó Camila.
Diego se quedó callado por un momento.
Isabela me ayudó a encontrar esta clínica.
Dijo que conocía al doctor Herrera, que era muy bueno con este tipo de casos.
Laura y Camila se miraron.
¿No te parece extraño que tu novia fuera quien encontrara el lugar donde internara a tu papá?, preguntó Laura.
En ese momento no.
Yo estaba muy preocupado.
Isabela parecía querer ayudar.
Camila escribió algo en su cuaderno.
¿Puedo preguntarle algo? Su papá era muy inteligente con los negocios.
Sí, era brillante.
Construyó toda la empresa desde cero.
Nunca tomaba decisiones importantes sin pensarlas muy bien.
Entonces, ¿por qué de repente empezó a actuar raro? Justo cuando usted se iba a casar, Diego se dio cuenta de lo que Camila estaba sugiriendo.
¿Crees que él se dio cuenta de algo sobre Isabela? Creo que su papá es muy inteligente y vio algo que los demás no vieron.
Por eso alguien tuvo que callarlo.
Laura se bajó del carro.
Vamos a averiguarlo, pero tienen que prometerme que van a hacer exactamente lo que yo diga.
Entraron a la clínica por la puerta principal.
La recepcionista, una mujer mayor con lentes, los saludó cordialmente.
Buenas tardes.
¿En qué puedo ayudarlos? Venimos a ver a don Alfonso Mendoza.
Dijo Diego.
Soy su hijo.
Por supuesto, señor Mendoza, pero me temo que hoy no va a ser posible.
¿Por qué no? El doctor Herrera está con él en este momento realizando una sesión muy importante.
Pidió que no fuera interrumpido.
Laura mostró su placa.
Soy detective.
Necesito hablar con don Alfonso inmediatamente.
La recepcionista se puso nerviosa.
No puedo.
El doctor fue muy claro.
Nadie puede entrar hasta que termine.
Camila se acercó al escritorio.
¿Hace cuánto tiempo está el doctor con él? Llegó hace una hora, pero no era el doctor Herrera habitual, era una nueva psicóloga que vino a hacer una evaluación especial.
Diego se alarmó.
Una psicóloga.
¿Cómo se llama? Doctora.
La recepcionista revisó sus papeles.
Doctora Martínez.
Dijo que venía enviada por el doctor Herrera.
Laura se acercó más.
Puede describirla.
Mujer joven, cabello castaño, lentes, llevaba una maleta grande y parecía muy profesional.
Camila tuvo un presentimiento.
¿Usaba algún anillo especial? Sí, ahora que lo menciona, un anillo dorado muy llamativo en la mano derecha.
Diego palideció.
Es Isabela.
Ese es el anillo que le regalé para nuestro compromiso.
Laura se dirigió hacia los elevadores.
¿Dónde están las escaleras? Vamos a subir sin usar el elevador.
¿Por qué? Preguntó Camila.
Porque si está haciendo algo malo, probablemente tiene cómplices vigilando los elevadores.
Subieron corriendo las escaleras hasta el tercer piso.
El pasillo estaba vacío y silencioso.
Cuando llegaron a la habitación 312, Laura les hizo una seña para que se quedaran atrás.
“Voy a escuchar primero”, susurró.
se acercó a la puerta y pegó el oído.
Desde adentro se escuchaba una voz de mujer hablando en tono urgente.
Don Alfonso, necesito que firme estos documentos ahora.
Son muy importantes para Diego.
No, no puedo.
Estoy muy cansado.
La voz del anciano sonaba débil y confundida.
Solo firme aquí en estas líneas, después podrá descansar.
Laura les hizo una seña a Diego y Camila para que se acercaran.
Está tratando de hacerlo firmar algo, susurró.
Tenemos que entrar ya.
Diego asintió, pero Camila lo tomó del brazo.
Espere, déjeme ver algo primero.
Se acercó a la ventana que daba a la habitación.
A través de la cortina semitransparente pudo ver a una mujer de espaldas inclinada sobre la cama.
Es ella, confirmó.
Pero tiene diferente cabello y ropa.
Está disfrazada.
¿Cómo puedes estar tan segura? Preguntó Laura.
Por el anillo y por la forma en que mueve las manos.
Lo anoté en mi cuaderno la primera vez que la vi.
En ese momento escucharon la voz de la mujer desde adentro.
Perfecto, don Alfonso.
Ahora solo necesito que tome esta medicina para que se sienta mejor.
Laura no esperó más.
abrió la puerta de golpe.
Alto, policía.
La mujer se volteó rápidamente tratando de esconder una jeringa detrás de su espalda, pero Camila ya había visto todo lo que necesitaba ver.
Es Isabela! Gritó.
Reconozco el anillo.
Isabela Torres se quedó inmóvil por un segundo cuando la detective Laura Morales irrumpió en la habitación.
Llevaba una peluca castaña, lentes grandes y un traje formal que la hacía ver completamente diferente.
¿Quién es Isabela? Preguntó con voz fingida.
Yo soy la doctora Martínez.
Ustedes no pueden entrar aquí durante una sesión médica.
Don Alfonso Mendoza estaba en la cama con los ojos entreabiertos y aspecto confundido.
En la mesa de noche había varios documentos desplegados y una pluma.
Papá, ¿estás bien? Diego corrió hacia la cama.
Diego, hijo.
La voz del anciano sonaba débil.
Esta doctora dice que tengo que firmar, pero no entiendo.
Camila se acercó a la mujer disfrazada, observándola cuidadosamente.
Usted no es ninguna doctora dijo con voz firme.
Reconozco ese anillo.
Es el mismo que tenía Isabela en el tribunal.
La mujer se quitó los lentes y miró a Camila con irritación.
No sé de qué hablas, niña.
¿Estás confundida? No estoy confundida.
Camila abrió su cuaderno.
Mire, aquí dibujé el anillo hace tres semanas.
Tiene tres piedras azules y una forma especial.
Es exactamente igual al que usted trae.
Laura se acercó a la mujer.
¿Puede mostrarme alguna identificación, doctora Martínez? Por supuesto, la mujer buscó en su bolsa, pero solo encontró documentos médicos falsos.
Debe estar en mi otra bolsa, en el carro.
Diego examinó los documentos sobre la mesa.
Estos son los papeles de transferencia de la empresa, exclamó.
Si mi papá los firma, toda la compañía pasaría a nombre de leyó el documento Isabela Torres.
La mujer retrocedió hacia la ventana.
No sé de qué hablan.
Yo solo vine a hacer una evaluación psicológica rutinaria.
Camila se fijó en algo más.
¿Y por qué tiene una jeringa en la mano? Todos miraron hacia la mano derecha de la mujer, donde efectivamente tenía una jeringa medio escondida.
Esto es es vitamina para ayudar al paciente a sentirse mejor.
Laura le quitó la jeringa.
Vamos a ver qué tipo de vitamina es esta.
Don Alfonso trató de incorporarse en la cama.
Diego, esta mujer no es doctora.
Llegó diciendo que eras tú quien la mandaba, pero algo no estaba bien.
¿Qué te dijo exactamente, papá? Que tenías problemas legales muy graves.
Que si no firmaba estos papeles ibas a ir a la cárcel, pero yo sabía que algo estaba mal.
La mujer aprovechó que todos estaban distraídos y corrió hacia la puerta, pero Laura fue más rápida y la detuvo.
Ya fue suficiente.
Quítese esa peluca.
Forcejeron por un momento hasta que la peluca se cayó al suelo revelando el cabello rubio de Isabela Torres.
Isabela.
Diego no podía creer lo que veía.
¿Cómo pudiste hacer esto? Tú no entiendes nada, gritó Isabela.
Tu familia tiene millones.
Y tú solo los desperdicias.
Yo merezco esa fortuna más que tú.
Camila se acercó a don Alfonso.
Señor, ¿se siente mejor ahora? ¿Puede pensar con claridad? Sí, niña, mucho mejor.
Desde que llegó esta mujer no me han dado las pastillas que me hacían sentir confundido.
Laura entendió inmediatamente.
¿Qué pastillas? Unas pastillas azules que me daba la enfermera todos los días.
Decía que eran para la depresión, pero yo me sentía cada vez peor.
Diego se dirigió hacia Isabela.
Tú estabas haciendo que lo drogaran.
Él se opuso a nuestro matrimonio desde el principio.
Isabela ya no trataba de ocultar nada.
Decía que yo solo quería su dinero.
Tenía que mantenerlo callado hasta que pudiéramos casarnos.
Y después, ¿qué? Lo ibas a mantener sedado para siempre.
Después del matrimonio ya no importaba.
Con los documentos correctos yo podría ser su tutora legal.
Camila revisó sus notas y el señor Julián también estaba ayudándola.
Julián era débil.
Le ofrecí dinero y aceptó, pero después se asustó y quiso echarse para atrás.
Laura esposó a Isabela.
¿Dónde está Julián ahora? No lo sé.
desapareció después de que esa niña empezó a hacer preguntas en el tribunal.
Don Alfonso se sentó en la cama con más fuerza.
Diego, necesito decirte algo importante.
Hace meses, cuando empecé a sospechar de Isabela, contraté a un investigador privado.
Él encontró evidencia de que ella había hecho esto antes.
¿Qué quieres decir? Que tú no eres su primera víctima.
Ella estuvo comprometida con otros hombres ricos en otras ciudades.
Todos terminaron perdiendo su dinero de maneras misteriosas.
Isabela se puso pálida.
Eso es mentira.
¿Dónde está ese investigador ahora, papá? Preguntó Diego.
Se llama Roberto Vega.
Es hermano de Julián.
Julián lo amenazó para que dejara de investigar, pero Roberto escondió todas las pruebas en un lugar seguro.
Laura tomó notas rápidamente.
¿Dónde escondió las pruebas? En una caja de seguridad en el banco.
Roberto me dio la llave antes de desaparecer.
Camila cerró su cuaderno.
Entonces tenemos todo lo que necesitamos para demostrar que el señor Diego es inocente.
No tan rápido dijo Isabela con una sonrisa extraña.
Ustedes no saben cuántas personas están involucradas en esto.
Yo no soy la única.
Laura la miró seriamente.
¿Qué quieres decir? Que si piensan que esto termina conmigo, están muy equivocados.
Hay gente mucho más poderosa que yo detrás de todo esto.
Isabela Torres fue llevada a una sala de interrogatorios provisional que la detective Laura Morales improvisó en una oficina vacía de la clínica.
Aunque tenía las esposas puestas, su actitud seguía siendo desafiante.
¿Quiénes son esas personas más poderosas de las que hablas? Preguntó Laura.
¿Crees que voy a decírtelo así de fácil? Isabela se recostó en la silla.
Ustedes no tienen idea de en qué se están metiendo.
Diego se acercó a la mesa.
Isabela, yo confié en ti.
Te iba a dar todo lo que quisieras.
¿Por qué hacer esto? Porque todo lo que quisiera no era suficiente.
Yo quería el control total, no depender de tus caprichos.
Camila estaba sentada en una esquina escribiendo en su cuaderno todo lo que escuchaba.
Algo en el comportamiento de Isabela la preocupaba.
Detective Laura, dijo la niña.
¿Puedo hablar con usted un momento? Laura se acercó a Camila.
¿Qué pasa? Ella está actuando como si no le importara que la hayan atrapado, como si supiera que no va a estar en problemas por mucho tiempo.
Laura miró hacia Isabela, quien efectivamente parecía demasiado tranquila para alguien que acababa de ser arrestada.
¿Qué crees que significa eso? Creo que está esperando que alguien venga a ayudarla o que tiene un plan de respaldo.
En ese momento, el teléfono de Laura sonó.
Era el jefe de la policía.
Detective Morales, necesito que traiga a la sospechosa a la estación central inmediatamente.
Hay complicaciones.
¿A qué tipo de complicaciones? Mejor hablamos en persona.
Pero traiga también al señor Mendoza y a la niña.
Van a necesitar protección.
Laura colgó el teléfono preocupada.
Tenemos que irnos.
Ahora, mientras salían de la clínica, Isabela susurró algo que solo Camila alcanzó a escuchar.
La niña sabe demasiado.
Alguien va a tener que hacer algo al respecto.
Camila se quedó helada, pero no dijo nada hasta que estuvieron en el carro.
Diego, ¿puedo quedarme en su casa esta noche? No quiero ir a la mía.
¿Por qué? ¿Qué pasó? Isabela me dijo algo que me asustó.
Creo que alguien me quiere lastimar.
Diego la miró por el espejo retrovisor.
Nadie va a lastimarte.
Yo te voy a proteger y mi mamá, ella también va a estar bien.
Laura intervino.
Vamos a mandar una patrulla a cuidar a tu mamá, no te preocupes.
Cuando llegaron a la estación de policía, el ambiente era tenso.
El jefe de la policía, comandante Ruiz, los esperaba con cara seria.
Detective Morales, tenemos un problema.
Acaban de llamar del juzgado.
El juez Ramírez quiere suspender el caso indefinidamente.
¿Por qué? Dice que hay irregularidades en el procedimiento y que la participación de una menor como testigo no es válida.
Diego se indignó.
Pero ella fue quien descubrió toda la verdad.
Lo sé, pero el juez tiene la autoridad para tomar esa decisión.
Camila se acercó al comandante.
Señor, mi papá me enseñó algo muy importante.
Me dijo que cuando los adultos no quieren escuchar la verdad es porque alguien les está pagando para que se hagan sordos.
El comandante la miró con curiosidad.
¿Qué quieres decir? ¿Que tal vez el juez Ramírez también está trabajando con las personas malas? Laura se dio cuenta de la posibilidad.
Comandante, ¿podemos investigar las cuentas bancarias del juez? Eso es muy delicado.
Necesitaríamos una orden especial.
En ese momento, Camila recordó algo importante.
Esperen gritó.
Yo tengo el número secreto que me dio mi papá.
Sacó de su bolsillo un papel arrugado con números escritos.
Él me dijo que si alguna vez veía corrupción en el sistema judicial llamara a este número.
Dijo que era gente que podía ayudar cuando los jueces y policías no hacían bien su trabajo.
El comandante examinó el número.
Esto es esto es el número directo de la Fiscalía Federal.
Como tu papá tenía este número.
Él trabajaba en casos especiales, casos donde había policías y jueces malos.
Laura entendió inmediatamente.
Tu papá era un informante federal.
No sé qué es eso, pero él me dijo que era muy peligroso y que por eso tenía que mantenerlo en secreto.
Diego se acercó a Camila.
¿Crees que por eso mataron a tu papá? Los ojos de Camila se llenaron de lágrimas.
Él me dijo que había gente muy mala que no quería que él dijera la verdad y que si algo le pasaba, yo tenía que ser valiente y continuar su trabajo.
El comandante tomó el papel con el número.
Voy a llamar ahora mismo.
Si tu papá era quien creo que era, esto cambia todo.
¿Quién era mi papá? Preguntó Camila.
Carlos Reyes era uno de los mejores investigadores encubiertos del país.
Estaba trabajando en una red de corrupción que incluía jueces, abogados y empresarios.
Y por eso lo mataron, probablemente.
Pero ahora su hija va a terminar el trabajo que él empezó.
Laura se acercó a Camila.
¿Estás segura de que quieres hacer esto? Puede ser muy peligroso.
Camila cerró su cuaderno y lo apretó contra su pecho.
Mi papá me enseñó que cuando sabes la verdad tienes que decirla sin importar lo que pase.
Y yo sé la verdad.
¿Cuál es la verdad? Que hay mucha gente mala tratando de robarle el dinero al señor Diego y que van a lastimar a más personas si no los paramos.
El comandante terminó de marcar el número.
Fiscalía federal.
Aquí, comandante Ruiz, tengo información sobre la red de corrupción que estaba investigando Carlos Reyes.
Camila sonrió por primera vez en días.
Finalmente, alguien iba a escuchar lo que su papá había querido decir, pero en la celda del sótano, Isabela también sonreía.
Había logrado enviar un mensaje secreto y sabía que pronto alguien vendría a rescatarla.
El agente Ricardo Vázquez de la Fiscalía Federal llegó a la estación de policía en menos de una hora.
Era un hombre serio, de unos 40 años, con el uniforme impecable y una mirada que inspiraba confianza.
Comandante Ruiz, recibí su llamada.
¿Dónde está la hija de Carlos Reyes? Camila se acercó tímidamente, llevando su cuaderno bajo el brazo.
Soy yo, señor.
El agente se agachó para estar a su altura.
Camila, tu papá era un héroe.
Él estaba ayudándonos a encontrar a gente muy mala que robaba dinero y lastimaba a personas inocentes.
¿Usted conocía a mi papá? Sí.
Trabajamos juntos por más de 2 años.
Él me habló mucho de ti.
Decía que eras muy inteligente y que algún día serías una gran detective.
Los ojos de Camila se llenaron de lágrimas, pero mantuvo la voz firme.
Él me enseñó a observar y a escribir todo lo importante.
Eso puede ayudar mucho.
¿Puedes mostrarme tu cuaderno? Camila le entregó el cuaderno.
El agente Vázquez lo revisó página por página, cada vez más impresionado.
Esto es increíble.
Tienes evidencia de toda una red de corrupción.
Diego se acercó.
¿Qué quiere decir? Que según las notas de Camila, el juez Ramírez, el abogado Julián Vega, la fiscal Fernanda Cruz y varios testigos están trabajando juntos para robar el dinero de su familia.
Laura frunció el seño.
La fiscal cruz también está involucrada.
Miren esta página.
El agente señaló una de las notas de Camila.
Ella anotó que vio a la fiscal recibir dinero de Isabela en el estacionamiento del tribunal.
Camila asintió.
Fue el miércoles de la semana pasada.
Isabela le dio un sobre amarillo y después la fiscal cambió toda su estrategia en el juicio.
El agente Vázquez sacó su teléfono.
Necesito hablar con mis superiores.
Esto es más grande de lo que pensábamos.
Mientras hablaba por teléfono, Camila se acercó a Diego.
¿Cree que mi papá estaría orgulloso de mí? Estoy seguro de que sí.
Eres muy valiente.
A veces tengo miedo, pero después pienso en lo que él me enseñó, que los niños también pueden ayudar a hacer justicia.
El agente terminó su llamada.
Muy bien, la Fiscalía Federal va a tomar el caso, pero necesitamos que Camila testifique oficialmente sobre todo lo que vio.
Eso es peligroso, preguntó Diego.
Vamos a protegerla, pero su testimonio es clave para arrestar a toda la red.
En ese momento, el comandante Ruiz se acercó corriendo.
Agente Vázquez, tenemos un problema.
Isabela Torres escapó.
¿Cómo? Alguien sobornó al guardia de la celda.
Cuando fuimos a buscarla ya no estaba.
Laura se alarmó.
¿Cuánto tiempo hace que se fue? Máximo 30 minutos.
Pero ya tenemos a toda la ciudad vigilada.
Camila abrió su cuaderno en una página específica.
Yo sé a dónde fue.
¿Cómo puedes saberlo? Porque aquí anoté todos los lugares que ella mencionó cuando hablaba por teléfono.
Siempre decía tres lugares: el tribunal, la clínica y el almacén del puerto.
El agente Vázquez se interesó, “¿Qué más dijo sobre ese almacén? Que ahí tenían documentos importantes y que era su lugar seguro si algo salía mal.
” Diego se dio cuenta de algo.
El puerto.
Mi empresa tiene varios almacenes en el puerto.
Isabela conoce las llaves porque me ayudaba con el inventario.
¿Cuál almacén específicamente? El número 47 es donde guardamos los documentos viejos de la empresa.
El agente Vázquez organizó rápidamente un operativo.
Comandante, necesito que rodee el almacén 47 del puerto y que nadie se acerque hasta que llegue nuestro equipo.
¿Nosotros también podemos ir? Preguntó Camila.
Tú no, pequeña.
Es demasiado peligroso.
Pero yo puedo reconocer a las personas.
Hay gente que ustedes no conocen, pero yo los vi en el tribunal.
Laura intervino.
Tiene razón.
Camila ha sido nuestros ojos en este caso.
Podemos llevarla, pero se queda en el carro con protección.
El agente lo pensó por un momento.
Está bien, pero con protección completa.
Cuando llegaron al puerto, el lugar estaba lleno de contenedores y almacenes.
El almacén 47 era un edificio grande de metal con las ventanas cubiertas.
Ahí está el carro de Isabela, señaló Diego.
Y hay otros dos carros que no reconozco, agregó Laura.
Camila observó desde el carro patrulla.
Ese carro azul lo he visto antes.
Es del hombre que siempre se sienta en la tercera fila del tribunal.
Qué hombre.
El que siempre usa traje gris y tiene una cicatriz en la cara.
Él le pasaba papeles a la fiscal cruz.
El agente Vázquez se preparó para entrar al almacén.
Muy bien, vamos a entrar, pero quiero que todos tengan mucho cuidado.
Estas personas ya han matado antes.
¿Cómo sabe eso?, preguntó Diego.
Porque Carlos Reyes, el papá de Camila, no fue el único.
Han matado a otros investigadores y testigos que trataron de exponer esta red.
Camila apretó su cuaderno contra su pecho.
Entonces tenemos que atraparlos hoy para que no lastimen a más papás.
Exactamente, dijo el agente.
Hoy terminamos con esto de una vez por todas.
Cuando se acercaron al almacén, pudieron escuchar voces discutiendo adentro.
Isabela estaba gritando que todo se había arruinado por culpa de una niña entrometida.
Camila sonrió desde el carro patrulla.
Su papá tenía razón.
Los detalles pequeños podían resolver casos grandes.
El agente Ricardo Vázquez y su equipo rodearon el almacén 47 del puerto.
Desde el carro patrulla, Camila observaba todo con su cuaderno en las manos, identificando a las personas que salían del edificio.
“Ese es el señor de la cicatriz”, gritó cuando vio a un hombre tratando de escapar por la puerta trasera.
Y esa es la fiscal Fernanda Cruz.
Los agentes federales arrestaron a ambos antes de que pudieran llegar a sus carros.
Dentro del almacén, Isabela Torres estaba destruyendo documentos desesperadamente.
“Es demasiado tarde”, gritaba esa niña.
Arruinó todo.
El juez Ramírez estaba sentado en una silla contando fajos de dinero.
“Cálmate, Isabela.
Podemos arreglar esto.
Tengo contactos en policía federal, todos al suelo.
El operativo fue rápido y eficiente.
En menos de 10 minutos toda la red había sido arrestada.
Los agentes encontraron cajas llenas de documentos falsos, dinero en efectivo y evidencia de otros crímenes.
Diego se acercó al carro donde estaba Camila.
¿Cómo te sientes? Bien.
Creo que mi papá estaría contento.
¿Por qué? Porque él siempre me decía que la verdad siempre gana, pero que a veces hay que ser muy valiente para ayudarla a ganar.
El agente Vázquez regresó con una caja de documentos.
Camila, encontramos algo que creo que te va a interesar.
Abrió la caja y sacó un folder con el nombre Carlos Reyes, escrito en la portada.
Esto es todo lo que tu papá había investigado sobre esta red.
Él sabía que el juez Ramírez estaba recibiendo dinero para declarar culpables a personas inocentes y por eso lo mataron.
Sí, pero también dejó toda esta evidencia para que algún día pudiéramos atrapar a los criminales.
Camila abrió el folder y vio fotos, documentos y notas con la letra de su papá.
¿Puedo quedármelo? Por supuesto, es tuyo.
Mientras los criminales eran llevados a la cárcel, Isabela se acercó a Camila.
Esto es culpa tuya.
Eres solo una niña entrometida.
No soy entrometida, respondió Camila con calma.
Soy la hija de Carlos Reyes y él me enseñó a no dejar que la gente mala lastime a los buenos.
Isabela fue subida a la patrulla, pero antes de irse gritó, “No creas que esto termina aquí.
Hay más gente involucrada.
” El agente Vázquez se acercó a Camila.
¿Te preocupa lo que dijo? No, porque si hay más gente mala, nosotros los vamos a encontrar también.
Tr meses después, Camila estaba en el tribunal, pero esta vez como testigo principal en el juicio contra toda la red de corrupción.
Llevaba un vestido nuevo que Diego le había comprado, pero su cuaderno gastado seguía en sus manos.
El nuevo juez, magistrado López, le sonrió desde su escritorio.
Camila, ¿puedes contarnos cómo descubriste esta red criminal? Sí, señor.
Todo empezó porque yo prestaba atención a los detalles, como me enseñó mi papá.
Durante dos horas, Camila explicó todo lo que había observado y anotado.
Su testimonio fue tan claro y detallado que no hubo duda de la culpabilidad de todos los involucrados.
Al final del juicio, el juez López pronunció las sentencias Isabela Torres, 15 años de prisión por fraude, extorsión y conspiración criminal.
Julián Vega, 10 años de prisión por traición a la confianza y corrupción.
Juez Ramírez, 20 años de prisión por corrupción judicial y obstrucción de la justicia.
Fiscal Fernanda Cruz, 12 años de prisión por corrupción y conspiración criminal.
Cuando terminó el juicio, Diego se acercó a Camila.
¿Cómo te sientes? Contenta, pero también triste.
¿Por qué triste? Porque me hubiera gustado que mi papá estuviera aquí para ver esto.
Laura Morales, quien había sido promovida a Detective Jefe, se acercó a ellos.
Camila, tu papá está viendo esto y está muy orgulloso.
¿De verdad lo cree? Estoy segura y tengo algo que creo que te va a gustar.
Laura le entregó una placa pequeña que decía, “Camila Reyes, detective honoraria, policía de la Ciudad de México.
De verdad puedo ser detective cuando seas mayor, si quieres, pero por ahora solo quiero que seas una niña normal.
” Diego se arrodilló frente a Camila.
Camila, he estado pensando en algo.
Mi papá ya está mejor y mi familia está muy agradecida contigo.
¿Te gustaría, te gustaría ser mi hermana adoptiva? Los ojos de Camila se llenaron de lágrimas de alegría.
De verdad, de verdad, si tu mamá está de acuerdo, por supuesto.
María Reyes, la mamá de Camila, se acercó desde donde había estado observando.
Hija, ¿qué opinas? Que sí, pero con una condición.
¿Cuál? Que me dejen seguir usando mi cuaderno para observar cosas.
Nunca se sabe cuándo va a hacer falta otra vez.
Todos se rieron.
Camila había salvado a una familia, destapado una red de corrupción y honrado la memoria de su papá.
Pero lo más importante era que había aprendido que sin importar la edad, cualquiera puede hacer la diferencia si tiene el valor de decir la verdad.
Un año después del juicio, Camila Reyes Mendoza caminaba por los pasillos de la antigua clínica San Rafael, que ahora se había convertido en el centro comunitario Carlos Reyes.
Llevaba su uniforme escolar y, por supuesto, su cuaderno bajo el brazo, aunque ahora era uno nuevo que Diego le había regalado.
“¿Cómo te sientes viniendo aquí?”, preguntó Diego, quien la acompañaba junto con don Alfonso y María, su mamá.
Bien, me gusta que ahora sea un lugar donde ayudan a las familias en lugar de lastimarlas.
La clínica había sido transformada en un centro donde familias pobres podían recibir atención médica gratuita, asesoría legal y apoyos educativos.
En la entrada principal había una placa que decía en memoria del detective Carlos Reyes, quien dio su vida por la justicia.
Laura Morales, ahora jefa de detectives, se acercó a saludarlos.
Camila, ¿cómo va la escuela? Muy bien.
Aunque a veces mis compañeros me preguntan si es cierto que ayudé a atrapar criminales.
¿Y qué les dices? Que sí es cierto, pero que no soy especial.
Solo presté atención, como me enseñó mi papá.
Don Alfonso sonró.
El anciano había recuperado completamente su salud mental después de que los doctores descubrieron las drogas que le habían estado dando sin su consentimiento.
Camila, ¿sabes qué es lo que más me gusta de tenerte como nieta? Qué abuelo, que siempre dices la verdad, sin importar si es fácil o difícil.
Caminaron hasta el tercer piso, donde antes estaba la habitación donde Isabela había tratado de hacer firmar los documentos falsos.
Ahora era una biblioteca infantil llena de libros y mesas pequeñas donde los niños podían hacer sus tareas.
¿Extrañas tu vida de antes?, preguntó María a su hija.
A veces extraño vivir solo con usted, mamá, pero me gusta tener una familia grande ahora.
¿Y no te parece raro vivir en una casa tan grande? Al principio sí, pero Diego y el abuelo me dijeron que puedo decorar mi cuarto como yo quiera y tengo mi propio escritorio para mis cuadernos.
Laura se acercó a una ventana que daba al puerto.
¿Sabes qué pasó con el almacén donde atrapamos a Isabela? No.
¿Qué pasó? Diego lo donó para que sea un centro de capacitación laboral.
Van a enseñar oficios a jóvenes que no pueden pagar la universidad.
Camila abrió su cuaderno nuevo y escribió algo.
¿Qué anotas ahora?, preguntó Diego.
¿Qué es bonito cuando los lugares malos se convierten en lugares buenos y ya no investigas casos criminales? Por ahora no.
Laura me dijo que disfrute ser niña, pero si alguna vez veo algo sospechoso, voy a anotarlo.
Don Alfonso se sentó en una de las sillas pequeñas de la biblioteca.
Camila, ¿qué quieres ser cuando seas grande? No estoy segura.
Tal vez detective como mi papá o tal vez abogada para ayudar a gente inocente o tal vez doctora para curar a personas enfermas.
¿Y por qué no las tres cosas? ¿Se puede? Claro, puedes estudiar muchas cosas, pero lo más importante es que sigas siendo valiente y honesta.
María se acercó a su hija.
¿Hay algo que extrañes de antes del juicio? Camila pensó por un momento.
Extraño a mi papá.
Pero ahora siento que él está conmigo de otra manera.
¿Cómo? Cada vez que uso las cosas que me enseñó para ayudar a alguien, es como si él estuviera ayudando también.
Laura revisó su reloj.
¿Listos para la ceremonia? Bajaron al primer piso donde había una pequeña multitud reunida.
El alcalde de la ciudad estaba presente junto con el agente Ricardo Vázquez y varios policías y detectives.
Hoy inauguramos oficialmente este centro comunitario”, anunció el alcalde y queremos agradecer especialmente a una joven ciudadana que nos recordó que el valor y la justicia no tienen edad.
Camila se acercó al micrófono.
“Gracias por hacer este lugar para ayudar a las familias.
Mi papá siempre decía que la justicia no es solo atrapar a los malos, sino también ayudar a que los buenos puedan vivir mejor.
La pequeña audiencia aplaudió.
Después de la ceremonia, la familia Mendoza Reyes regresó a casa en el mismo carro.
¿Sabes qué es lo mejor de todo esto?, preguntó Diego mientras manejaba.
¿Qué? ¿Que ahora somos una familia de verdad? Camila miró por la ventana hacia la ciudad que ahora conocía también.
Diego, sí, gracias por creer en mí cuando nadie más lo hacía.
Gracias a ti por enseñarme que a veces los héroes más grandes vienen en paquetes muy pequeños.
Esa noche Camila escribió en su cuaderno.
Hoy fue un buen día.
Mi papá tenía razón.
Cuando haces lo correcto, siempre pasan cosas buenas al final.
cerró el cuaderno y lo puso en su mesita de noche.
Mañana sería otro día y quién sabe qué aventuras le esperaban a Camila Reyes Mendoza, la niña que había demostrado que la verdad siempre encuentra la manera de salir a la luz.
Qué increíble historia la de Camila, ¿verdad? Una niña de solo 8 años que con su valentía y las enseñanzas de su papá logró desenmascarar toda una red de corrupción.
Esta historia nos demuestra que no importa la edad que tengas, siempre
puedes hacer la diferencia si tienes el valor de decir la verdad.
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