¿Qué pasaría si te dijera que un equipo de mexicanas sin presupuesto entrenando en campos prestados derrotó 112 a las invencibles campeonas mundiales de Estados Unidos en la final del clásico mundial de béisbol femenil? Esta no es una película de Hollywood, es la historia real de como las Águilas de México, lideradas por una pitcher de Sonora que lanzaba a 95 millas por hora con una bola remendada, humillaron al equipo más poderoso del béisbol femenil en su propia casa.
Lo que están a punto de presenciar hizo que ESPN cortara la transmisión por problemas técnicos, que las jugadoras gringas lloraran en el DGout y que 30 millones de mexicanos salieran a las calles a celebrar la venganza deportiva más dulce de nuestra historia.
Si no estás listo para sentir el orgullo mexicano corriendo por tus venas como fuego líquido, mejor vete a ver otra cosa. Hermosillo, Sonora. Campo de béisbol, El Toro, Valenzuela. 5:30 AM. El sol del desierto aún no quemaba, pero Daniela, la cobra Rodríguez, ya estaba lanzando su picheo número 200 del día.
A sus 23 años, su brazo derecho era una ametralladora que escupía rectas a 95 mill porh, sliders que rompían rodillas y cambios de velocidad que hacían dudar de la física. Mi abuelo me enseñó a lanzar con naranjas podridas, recuerda Daniela, mientras sus ojos negros brillan con determinación. No teníamos para pelotas.
Las naranjas que no se vendían en el mercado se volvían mis proyectiles. Si podía controlar una naranja medio deshecha, una pelota sería pan comido. El béisbol femenil en México era en 2023 un deporte fantasma sin liga. Prof. sin patrocinios, sin transmisiones. Las jugadoras pagaban sus propios uniformes, viajaban en camiones de tercera a los torneos, dormían en los duggouts cuando no había para hoteles.
Mientras tanto, al otro lado de la frontera, USA Baseball Women tenía un presupuesto de 50 millones de dólares anuales. Patricia Paatti Mendoza, la coach de 58 años que había jugado cuando ni siquiera dejaban a las mujeres usar pantalones en el diamante, reunió a su equipo esa mañana en Hermosillo. Había recibido una llamada que cambiaría todo.

“Muchas”, dijo con voz ronca por años de gritar jugadas. “Nos invitaron al clásico mundial femenil.” Pero hay un problema. Tenemos que pagar el viaje, hospedaje, todo. La federación dice que no hay presupuesto. El silencio fue sepulcral. El clásico mundial era el torneo más prestigioso del béisbol femenil. Estados Unidos lo había ganado las últimas siete ediciones.
Japón y Canadá completaban el podio siempre. México nunca había pasado de cuartos de final. ¿Cuánto necesitamos, coach? preguntó Sofía la bala Hernández, la catcher que había rechazado una beca en Arizona State para quedarse en México. 3 millones de pesos para 25 jugadoras, staff, equipo, viajes, dos meses de preparación y torneo.
Era una cantidad imposible. La mayoría de las jugadoras trabajaban en maquiladoras, supermercados o dando clases de educación física en escuelas públicas. Pero entonces sucedió algo hermoso. Lupita Morales, la veterana de 35 años que jugaba segunda base, se paró. Mi tío tiene unos terrenos en Mexicali. Si los vende, saca millón y medio.
Dice que prefiere ver a México ganar que tener tierras sin usar. Una por una, las jugadoras empezaron a aportar. familias vendiendo carros, sacando ahorros, haciendo carne asadas para recaudar fondos. Los medios locales se enteraron. Las guerreras, que venden todo por un sueño, titularon. La historia se volvió viral.
En una semana, México tenía equipo, dinero, apenas suficiente, y algo más importante, hambre de gloria. El roster era peculiar comparado con las superatletas estadounidenses. Daniela Rodríguez, la piter estrella, trabajaba en una gasolinera. Sofía Hernández catcher era maestra de primaria.
Carmen Speedy González, la centerfield más rápida de América Latina, entregaba pizzas en motocicleta. Alejandra Power Martínez, que había conectado 47 jonrones en la Liga amater mexicana, era albañil en la construcción de su papá. “No somos atletas de tiempo completo como las gringas”, explicaba Paty Mendoza.
Pero tenemos algo que ellas no tienen. Sabemos lo que es luchar por todo. Cada juego para nosotras el último, porque literalmente podría serlo. El entrenamiento fue brutal. Sin instalaciones profesionales improvisaron. Corrían en el desierto a las 5 a cuando el calor era soportable. Hacían pesas con blocs de construcción.
practicaban deslizadas en la tierra sin protecciones porque no había presupuesto para rodilleras extras. “Las gringas entrenan en instalaciones con aire acondicionado”, decía Daniela mientras lanzaba bajo el sol de 45 gr. “Nosotras entrenamos en el infierno. Cuando juguemos en sus estadios bonitos va a ser como vacaciones. La química del equipo era especial.
No eran solo compañeras. Eran hermanas forjadas en la adversidad. Compartían comida cuando alguien no tenía. Se quedaban en casa de quien viviera más cerca del campo. Los uniformes los lavaban entre todas porque la lavandería era un lujo. Tres semanas antes del clásico llegó la noticia que él haría la sangre.
Estados Unidos había contratado a Jessica Matthews, la mejor piter del mundo, quien lanzaba consistentemente a 98 millas por hora. Su récord en internacionales era 1272. Las dos derrotas habían sido hace 10 años, cuando recién empezaba. Perfecto, dijo Daniela cuando escuchó la noticia. Quiero vencer a la mejor. Si vamos a hacer historia que sea épica.
Team USA Baseball Women era más que un equipo, era una máquina de destrucción diseñada para aplastar sueños. Su sede en San Diego, California, era un complejo de 100 millones de dólares con ocho campos profesionales, dormitorios de lujo, nutriólogos, psicólogos deportivos y tecnología de análisis biomecánico que costaba más que el presupuesto anual del béisbol mexicano completo. Jessica Matthews, 28 años, 1.
83 83 m de pura fibra muscular era el rostro del béisbol femenil mundial. Hija de un exjador de grandes ligas y una medallista olímpica de softball. Había sido criada para dominar. Su fastball había sido cronometrada a 99.4 millas por hora, récord mundial femenil. Su curva rompía 18 pulgadas. Su cambio de velocidad había hecho llorar a bateadoras. japonesas.
México en primera ronda dijo Jessica en la conferencia de prensa previa al torneo con esa sonrisa de superioridad que caracterizaba al Team USA. Será un buen calentamiento. Escuché que juntaron dinero vendiendo tamales o algo así. Es cute. La burla no fue sutil. Los medios estadounidenses se rieron. Ese espén proyectaba una victoria de USA por 15-0.
Fox Sports fue más generoso. 12 en Las Vegas Bedding Line. Tenía a México como 501 underdogs para ganar el torneo. Pero había algo que los gringos no sabían. En un almacén abandonado en Tijuana, un antiguo coach de las ligas mexicanas del Pacífico había estado trabajando con el equipo mexicano en secreto.
Sergio, el profe Valenzuela, hermano menor del legendario Fernando, había desarrollado algo especial. “Los gringos juegan béisbol de fuerza”, explicaba el profe a sus jugadoras. Powering, power pitching. Pero se les olvida que el béisbol nació en campos polvorientos con estrategia, con corazón. Vamos a jugar béisbol mexicano, small ball, robo de bases, toques de bola, presión psicológica.
Vamos a volverlas locas. El plan era revolucionario. Mientras USA esperaba un duelo de poder, México jugaría como David contra Goliat, con inteligencia, velocidad y precisión quirúrgica. Ey, raza, desde dónde nos están viendo? Comenten su ciudad y estado, los de Sonora, Sinaloa, Chihuahua, todos los estados donde se respira béisbol. Quiero ver esos comentarios lloviendo como jonronazos.
El primer partido del torneo, México versus República Dominicana. Las dominicanas eran el tercer mejor equipo del mundo. El estadio de San Diego tenía 5,000 personas. 4500 eran latinos que habían cruzado la frontera o vivían en California. Cuando sonó el himno mexicano, el estadio se simbró. Daniela subió al montículo. Primera bateadora dominicana. Ponche en tres lanzamientos.
Segunda, elevado al cuadro. Tercera, roletazo a primera. Tres arriba, tres abajo. Nueve lanzamientos. Las dominicanas no entendían qué había pasado. En la ofensiva, México ejecutó el plan a la perfección. Carmen González abrió con toque de bola perfectamente colocado, safe en primera, robo de segunda en el primer lanzamiento.
Sofía Hernández la trajo a Home con sencillo al jardín derecho. 1-0 México en la primera entrada. El juego terminó 8-3. México había vencido al tercer mejor equipo del mundo, pero los medios estadounidenses lo minimizaron. Dominicana tuvo un mal día. México tuvo suerte. Esperen a que enfrenten a equipos de verdad. Segundo juego, México versus Japón. Las japonesas eran conocidas por su disciplina y técnica perfecta.
Habían vencido a México 24 veces consecutivas en los últimos 15 años. El manager japonés ni siquiera puso a su mejor pitcher. Error garrafal. México anotó cuatro carreras en la primera entrada. Alejandra Martínez conectó un honrón de tres carreras que salió del estadio. La pitcher japonesa fue sacada llorando.
Daniela lanzó juego de dos hits. Victoria 91. Ahora sí, los gringos prestaron atención. ESPN mandó a su equipo principal de comentaristas. México está jugando inspirado, pero es cuestión de tiempo antes de que la realidad los alcance. Tercer juego, México versus Canadá. En semifinales, Canadá tenía el mejor bateo del torneo, promediando 12 carreras por juego.
Se esperaba una masacre. Las jugadoras canadienses habían dicho en entrevistas que respetaban el esfuerzo de México, pero el talento siempre gana. Patti Mendoza reunió al equipo antes del juego. ¿Saben qué me dijeron en 1975 cuando quise jugar béisbol? Que las mujeres no podíamos. ¿Saben qué nos dijeron cuando pedimos apoyo para venir? Que no valía la pena.
¿Saben qué dicen ahora? Que no tenemos talento. Muchachas, hemos escuchado no toda nuestra vida. Hoy vamos a gritar sí tan fuerte que lo van a oír hasta en Hermosillo. El juego fue una guerra. Canadá anotó dos en la primera. México respondió con tres en la segunda. Canadá empató en la quinta. El juego se fue a extras.
En la entrada 11, con dos outs y las bases llenas, Lupita Morales, la veterana que había convencido a su tío de vender sus tierras, estaba al bat. El conteo llegó a 32. El estadio contenía la respiración. La piter canadiense lanzó su mejor slider. Lupita esperó, esperó y conectó. La pelota voló, voló y voló. Grand Slam.
México ganaba 7-3. Las mexicanas lloraban en el diamante. Los 2000 mexicanos en las gradas cantaban El cielito lindo. En México a las 2 a la gente salió a las calles a celebrar. Por primera vez en la historia México estaba en la final del clásico mundial y su rival sería exactamente quien todos esperaban, Estados Unidos.
Jessica Mattheus versus Daniela Rodríguez. El imperio contra las guerreras, David contra Goliat. Pero esta vez David tenía un slider que rompía sueños y un equipo que había vendido todo por estar ahí. San Diego, California. 11 de agosto del 2024. Hotel Motel 6 en las afueras de la ciudad.
Mientras el Team USA dormía en el Hilton del centro con camas king size y servicio a la habitación, las mexicanas compartían cuartos de A4 en un motel de carretera donde el aire acondicionado funcionaba cuando quería. Daniela no podía dormir. Salió al estacionamiento a las 3 a con su guante y una pelota. Ahí encontró a Sofía, su catcher, sentada en el cofre de un carro rentado mirando las estrellas.
¿Tampoco puedes dormir, manita?”, preguntó Sofía. “Es que no me la creo,”, respondió Daniela. “mañana vamos a jugar contra Jessica Matthews, la morra que tenía su póster en mi cuarto cuando era niña, y ahora la voy a enfrentar en la final del clásico mundial.” “¿Tenías su póster?”, Sofía se rió.
“¡Qué poca madre! Yo tenía el tuyo dibujado con crayolas porque no había dinero para pósters.” Se rieron. era su manera de lidiar con la presión. En unas horas, 50,000 personas estarían en el Petco Park. La transmisión mundial llegaría a 500 millones de hogares. Era el juego de béisbol femenil más importante de la historia. En la habitación del coach Paty Mendoza se desarrollaba una junta de emergencia.
El profe Valenzuela había estado estudiando videos toda la noche. Había descubierto algo. Jessica Matthus tiene un tel, dijo emocionado. Cuando va a lanzar su recta de 98 millas, mueve el pulgar izquierdo dos veces. Cuando va a tirar curva, lo mueve una vez. Es casi imperceptible, pero está ahí.
Era una ventaja microscópica, pero en un juego de milímetros podría ser la diferencia. Hay algo más, añadió Patty. Me llamó un reportero de ESPN México. Dice que si ganamos quieren hacer un documental, patrocinar al equipo todo el paquete, pero si perdemos, si perdemos, volvemos a vender tamales para el próximo torneo. Completó Alejandra Martínez.
No hay presión, ¿verdad? A las 6 a, el equipo completo estaba en el restaurante del motel, un Denis que había visto mejores días. Mientras desayunaban huevos con bacon que sabían a cartón, llegó una sorpresa. Fernando Valenzuela entró por la puerta. Escuché que mi carnalito las está entrenando dijo el toro con su sonrisa característica. Vine a decirles algo.
En 1981, cuando llegué a las Grandes Ligas, nadie creía que un mexicano gordito dehuaquila podría dominar. Demostré que estaban equivocados. “Ustedes van a hacer lo mismo hoy.” Les firmó pelotas, tomó fotos y antes de irse le susurró algo a Daniela. Tu slider es mejor que el mío, úsalo sin miedo.
El camión del equipo, sí, un camión escolar pintado de verde, blanco y rojo, llegó al Petco Park a las 3 pm. El juego era a las 7 pm. Cuando bajaron vieron la diferencia. El team USA llegaba en tres autobuses de lujo con escoltas policiales. Las gringas bajaron con audífonos bits personalizados, uniformes que parecían recién salidos de una pasarela y esa actitud de ya ganamos, solo venimos a recoger el trofeo.
Jessica Matthews pasó junto a Daniela en el túnel, la miró de arriba a abajo y dijo, “Nice uniforms, very authentic. Did you wash them in the river?” Las jugadoras estadounidenses se rieron. Daniela no respondió, solo sonrió. Sofía tuvo que detenerla físicamente para que no le soltara un madrazo ahí mismo.
En el vestidor mexicano el ambiente era tenso pero determinado. Los uniformes efectivamente se veían viejos comparados con los de USA. Algunos números estaban despintados. Los spikes de varias jugadoras estaban remendados con cinta adhesiva, pero cada mancha, cada remiendo contaba una historia de sacrificio.
“Miren sus uniformes”, dijo Paty en su discurso previo. “Cada mancha de pasto es una barrida extra que dieron en entrenamiento. Cada remiendo es una práctica más cuando no había dinero para equipo nuevo. Ellas tienen uniformes bonitos. Nosotras tenemos historia. en cada fibra. 50 pm. Práctica de bateo. Las gringas pegaban bombazos que salían del estadio.
La gente aplaudía. México pegaba líneas, rollings, toques. La gente murmuraba así piensan ganarle a USA. 67 PM. El estadio empezó a llenarse y entonces sucedió algo hermoso. Caravanas de mexicanos de Los Ángeles, Phoenix, Tijuana, Mexicali, empezaron a llegar. Para las 6:45 30,000 de los 50,000 asistentes eran mexicanos o latinos.
El Petco Park se había convertido en el estadio Azteca, 6:50 pm, los himnos nacionales. Cuando sonó el mexicano, 30,000 voces lo cantaron. Los jugadores de los padres de San Diego que estaban viendo desde los palcos, se pusieron de pie. Manny Machado gritó, “¡Vamos México!” 6:58 pm, las alineaciones. USA salía con su lineup de siempre, puro poder.
México sorprendió. Paty puso a María la Veloz Jiménez de primera bateadora, una chica de 19 años de Culiacán que nadie conocía. ¿Estás segura?, preguntó el profe. Confía, respondió Paty. Tengo una corazonada. 7 pm. Jessica Matthew tomó la pelota. Daniela Rodríguez se dirigió al círculo de calentamiento. 50,000 personas de pie en México.
30 m0000 frente a sus pantallas. En el motel 6, la señora de la limpieza, doña Carmen, había puesto un altar con veladoras. El Umpire gritó Play Ball y comenzó la batalla que cambiaría la historia del béisbol femenil para siempre. Primera entrada, parte alta. México al bat. María La Veloz Jiménez, 19 años, 1.55 m. Se paró en la caja de bateo. Jessica Matthews la miró con desdén.
Primera lanzamiento, recta a 97 millas por hora. María ni se movió. Strike 1. Las gringas se rieron desde el duout. Segundo lanzamiento. Curva que rompió 15 pulgadas. María la vio pasar. Strike 2. Los comentaristas de ESPN en inglés. México looks overwhelmed already. This might get ugly fast. Pero Sofía desde el dogout había notado el tel.
Gritó en clave, “Águila!” Era la señal para recta. Jessica movió el pulgar dos veces. Lanzó 98 millas por hora. María estaba esperándola. Conectó un línea al jardín izquierdo. Sencillo. El estadio explotó. Primera bateadora, primer hit contra Jessica Matthews. En 47 entradas. Carmen González Albat. Toque de sacrificio perfecto. María en segunda.
Un out. Sofía Hernández, la catcher que sabía todos los secretos de Jessica porque la había estudiado por años. Conteo 22. Jessica lanzó su mejor slider. Sofía esperó, esperó y conectó. Doble a la esquina del jardín derecho. María anotó. 10 México. Los 30,000 mexicanos estaban de pie gritando. Jessica Matthew estaba en shock. No había recibido carrera en los primeros innings en 3 años.
Alejandra Martínez, la albañil con manos que podían romper bloques o pelotas. Primer swing. Jonrón a las gradas del jardín izquierdo. 3-0 México. El manager de USA pidió tiempo. Fue al montículo. It’s okay. Yes. Jess. Lucky down. Daniela Rodríguez Albat. Piter contra Pitcher. Jessica lanzó con rabia.
Ponche en tres lanzamientos, pero el daño estaba hecho. Parte baja de la primera. USA al bat. Daniela subió al montículo. El Petco Park se silenció. Sara Thompson, la mejor bateadora de USA, tres veces MVP, se paró en la caja. Primera lanzamiento de Daniela. Slider que pintó la esquina exterior. Strike. Lucky Peach, gritó Thompson. Segunda, cambio de velocidad que la hizo quedar en ridículo. Strike 2.
Tercera, recta a 94 millas por hora. Adentro. Thompson la voló. Fou. Cuarta. La curva que el toro Valenzuela le había enseñado. Thompson abaniqueó. Ponche. El dugout mexicano estalló. Daniela había ponchado a la mejor bateadora del mundo en cuatro lanzamientos. Siguieron Jennifer Collins y Ashley Martínez.
Sí, Martínez, pero nacida en Connecticut y tan gringa como el Apple Pie. Elevado al cuadro, roletazo a tercera, tres arriba, tres abajo. Segunda entrada. México no anotó, pero USA tampoco. Daniela estaba en la zona. Sus lanzamientos eran pinturas. El radar marcaba consistentemente 9395 millas. No era la velocidad de Jessica, pero la ubicación era perfecta.
Tercera entrada. Arriba. Lupita Morales abrió con sencillo. Carmen González la movió a segunda con otro toque perfecto. Los comentaristas gringos empezaron a entender Mexico is playing small. They’re not trying to match power with power. Sofía Hernández al bat contra una Jessica Matthews furiosa. La Piter gringa lanzó adentro, muy adentro.
Sofía tuvo que tirarse al suelo. Bal 1. El umpire le advirtió a Jessica. Siguiente lanzamiento. Volvió a tirar adentro. Sofía otra vez al suelo. Los mexicanos empezaron a abuchear. Paty Mendoza salió furiosa del duck out. Está tratando de pegarle a mi jugadora. El Umpire expulsó a Patty.
Primera expulsión en una final del clásico mundial. Paty se fue, pero no sin antes gritarle a Jessica. Scared, that’s why you’re throwing at my players. El profe Valenzuela tomó el mando y entonces hizo algo genial. le dijo a Sofía, “Párate pegada al plato, no te va a pegar con todos viendo y cuando tire afuera para evitarte, la sacas del parque.” Exactamente eso pasó.
Jessica, nerviosa por las advertencias, tiró una recta justo sobre el plato. Sofía la destruyó. Jonrón de dos carreras, 5-0 México. Abajo de la tercera. Usa desesperada, pero Daniela estaba intratable. Ponche, ponche. Línea atrapada por Lupita Morales con un clavado espectacular. Después de tres innings, México 5co, USA cer.
El duout de USA era un caos. Nunca habían estado abajo 5-0 en ningún juego internacional en 10 años. Las jugadoras gritaban entre ellas. Jessica Matthews pateó el waterc cooler. Su catcher, Rebecca Johnson, le gritó, “Get your shit together, making us look like amateurs.
” Mientras tanto, en el dagout mexicano reinaba la calma tensa. Sabían que quedaba mucho juego. US no era campeón por casualidad. El contraataque vendría. No se confíen”, les dijo el profe. “El monstruo está herido no muerto. Ahora es cuando más peligroso es.” Cuarta entrada. El manager de USA, Tom Bradley, exjugador de Grandes Ligas con cara de Marine enojado, reunió a su equipo antes de salir a batear. “Listen up, we team fucking USA.
We don’t lose to nobody, especially not to a team that had to sell burritos to get here. Wake the fuck up. El discurso funcion. Rebecca Johnson abrió con doble. Sarah Thompson la trajo a home con triple. 51. Jennifer Collins conectó sencillo. 52. De repente, Daniela no se veía invencible. El profe fue al montículo. Respira, mija, están swinging a todo.
Usa el cambio de velocidad, hazlas quedar mal. Ashley Martínez al bat. Daniela lanzó el cambio. Martínez se barrió completamente. Strike 3. Pero el daño estaba hecho. USA había despertado. Quinta entrada. Jessica Matius había encontrado su ritmo. Ponchó a las tres mexicanas que enfrentó con nueve lanzamientos.
Sus rectas tocaron 99 millas. La curva era imposible de batear. El momentum estaba cambiando. Parte baja de la quinta. USA cargando. Primera bateadora, Jonron solitario de Madison Clark. 53. Las gringas en las gradas empezaron su cántico. Usa, usa, usa. Daniela estaba cansada. 78 lanzamientos bajo el sol de California con la presión de 130 millones de mexicanos.
Su velocidad bajó a 91 millas y USA lo olió como tiburones huelen sangre. Doble sencillo. Una carrera más. 54. Corredora en tercera, un out. El profe visitó el montículo. ¿Cómo estás? Tengo para más, mintió Daniela. Su brazo estaba muerto, pero su orgullo estaba vivo. Sarah Thompson al bat con la carrera del empate en tercera.
Conteo completo. El estadio contenía la respiración. Daniela lanzó con todo lo que le quedaba. Slider a 88 millas. Thomson conectó línea al jardín central. Carmen González corrió, corrió, se lanzó y la atrapó. Doble play para terminar la entrada. México mantenía la ventaja mínima. Sexta entrada.
México necesitaba carreras desesperadamente. María Jiménez volvió a abrir con Hit. Su tercero del juego contra Jessica Matthews. La pitcher gringa estaba fuera de sí. lanzó la bola al suelo en frustración. Carmen González intentó otro toque. Esta vez USA estaba lista. Aut en primera. María quedó en segunda. Sofía Hernández. La batalla del juego.
10 lanzamientos. Foul, foul, foul. Jessica lanzó todo su arsenal. Sofía peleó cada pitch. En el lanzamiento 11, Jessica cometió el error recta sobre el plato. Sofía la mandó al jardín central. María anotó corriendo como gasela. 6 4 México. Órale, cabrona! gritó Sofía mientras tocaba a primera base.
Jessica la miró con odio puro. Alejandra Martínez fue golpeada accidentalmente. Primera base, dos en base para Natalia Cervantes. La tercera base que había estado callada todo el juego. Primer swing, jonrón de tres carreras al segundo deck. 94 México. El DGout mexicano explotó. Las jugadoras salieron a recibir a Natalia.
En las gradas los mexicanos cantaban Sí se puede, sí se puede. Tom Bradley sacó a Jessica Matthews. La mejor pitcher del mundo, salió llorando de rabia. Había recibido nueve carreras. Su peor actuación en la vida, parte baja de la sexta. Daniela no tenía nada. El profe no tuvo opción. La sacó. Entró Rosa, la zurda Villareal.
piter de relevo que trabajaba en una tortillería en Tijuana, USA olió sangre fresca. Jonrón doble, sencillo, 96. Las bases llenas, Nad out. Rosa respiró profundo. Pensó en las 4 a levantándose a hacer tortillas. Pensó en su hija de 5 años viendo el juego en Tijuana. Pensó en todas las veces que le dijeron que el béisbol no era para mujeres.
Ponche, ponche, ponche. Tres ponches consecutivos con las bases llenas. El Petco Park no lo podía creer. Rosa gritó hacia el duggout de USA. El béisbol es nuestro deporte, gringas. Séptima entrada. El Lucky Seven del béisbol. México no anotó, pero Yusa tampoco. Rosa estaba en llamas. Su slider zurdo era criptonita para las bateadoras derechas de USA.
31,000 mexicanos cantando, 19,000 gringos en silencio. En México calles vacías, todos frente a una pantalla. Octava entrada arriba. México al bat buscando seguro. Carmen González robó su cuarta base del juego. Récord para una final del clásico. Sofía la trajo con sencillo. 106. Octava entrada abajo. USA no se rendía.
Dos carreras más. 108. Rosa estaba agotada. Solo quedaba una entrada. Tres outs para la gloria o el colapso más grande en la historia del béisbol mexicano. Novena entrada. Parte alta. México al bat con ventaja de 108. El bulpen de US estaba destruido. Habían usado cinco piters.
Ahora lanzaba Ctherine Brown, su cerradora, quien no había permitido carrera en 2 años en situaciones de salvamento. Pero esto no era una situación de salvamento, era supervivencia. Alejandra Martínez abrió. La albañil tomó su bat como si fuera un martillo de construcción. Primera bola adentro, segunda afuera, 20. Brown no quería darle nada bueno para batear. Tercera, Slider que no rompió.
Alejandra esperó, midió y conectó. La pelota voló, voló. Jonrón 118 México. Alejandra dio la vuelta a las bases lentamente, saboreando cada paso. Cuando tocó home, señaló al cielo, “Para ti, jefito,” dedicándoselo a su padre, que había muerto dos años antes y nunca la vio jugar en un torneo importante. USA pidió tiempo. Tom Bradley fue al montículo. One fucking out.
Get one out and will score quar in the bottom. Pero México no había terminado. Lupita Morales, la veterana, conectó doblete. María Jiménez la trajo con sencillo. 128. El Petco Park era un manicomio. Los mexicanos cantaban, lloraban, se abrazaban. Finalmente, tres outs después, México había anotado dos más. 138.
Cinco carreras de ventaja para la última media entrada. El profe reunió al equipo antes de salir a defender. Escúchenme bien, USA ha remontado déficits más grandes. No celebren todavía. Estos son los tres outs más importantes de sus vidas de la historia del béisbol mexicano. Miró a Rosa Villareal. ¿Puedes dar tres outs más? Rosa, con el brazo colgando como trapo, asintió. Aunque sea con los dientes.
No, Daniela, vas a cerrar. Daniela Rodríguez, que había descansado tres entradas, tomó la pelota. Su brazo derecho todavía dolía, pero su corazón estaba listo. Parte baja de la novena. USA Albat. Últimos tres outs. Sara Thompson abrió. La mejor bateadora de USA. Triple coronada. MVP tres veces.
Daniela la miró directamente a los ojos. No había miedo, solo determinación. Primer lanzamiento, recta a 91 millas, todo lo que tenía afuera. Ball. Segundo, Slider que no rompió completamente. Thompson la destruyó. Foul por pulgadas. Tercero, cambio de velocidad. Thompson esperó, conectó. Línea al jardín izquierdo. Hit.
Corredora en primera, nadie out. El estadio se tensó. Los gringos empezaron a creer. Usá. Usá, USA. Jennifer Collins Albat, la segunda mejor bateadora de USA. Daniela la había ponchado en la primera entrada, pero eso fue hace una eternidad. El profe le hizo señas desde el dagout, curva. Daniela negó.
Quería lanzar su recta a 91 millas contra una bateadora que machacaba cualquier cosa bajo 95. Era una locura. lanzó. Collins conectó elevado profundo al jardín central. Carmen González corrió hacia atrás. Hacia atrás. Saltó contra la pared y la atrapó. Un out. Thompson tuvo que regresar a primera. Ashley Martínez al bat representando la carrera del inicio del rally.
Daniela lanzó cinco bolas seguidas afuera de la zona. Martínez no mordió. Base por bolas. Corredoras en primera y segunda, un out. Madison Clark al bat. Había conectado John Ron antes. Podía empatar el juego con un swing. Sofía fue al montículo. ¿Qué tienes? Nada, admitió Daniela.
El brazo está muerto, pero tengo corazón, manita, y tengo a México en mi espalda. Entonces, lanza con el corazón. Primera lanzamiento. Curva lenta a 76 millas. Strike mirando. Clark no lo podía creer. Segunda, la misma curva. Clark abanicó. Strike dos. Tercera, Daniela miró al dugut mexicano. Sus compañeras estaban tomadas de las manos.
Miró a las gradas 31,000 mexicanos de pie. Pensó en su abuelo, en las naranjas podridas, en Hermosillo. Lanzó, recta a 88 millas, nada de velocidad, pero perfectamente ubicada en la esquina baja. Clark abanicó. Dos outs, las corredoras avanzaron por ball. Segunda y tercera, Rebeca Johnson Albat, la capitana de Yusa, la mujer que había dicho en conferencia que México era un equipo simpático, pero no élite.
El conteo llegó a 32, todo o nada. Daniela no tenía nada en el brazo, solo voluntad. Tomó la bola, la apretó, sintió las costuras, pensó en cada mexicana que había soñado con este momento, pensó en las niñas viendo en México, pensó en las que vendrían después. Lanzó Slider a 82 millas por hora, la bola más lenta lanzada en una final del clásico mundial.
Johnson abanicó tan fuerte que casi se cae. Strike 3, juego terminado. México 13, USA 8, campeonas del mundo. El Petco Park explotó en una cacofonía de gritos, llantos y éxtasis puro. Daniela cayó de rodillas en el montículo, las manos cubriéndose la cara mientras lloraba. Sofía corrió y la abrazó tan fuerte que ambas cayeron al suelo.
En segundos, todo el equipo mexicano estaba sobre ellas en una montaña de uniformes verdes, lágrimas y tierra. En las gradas 31,000 mexicanos cantaban el cielito lindo mientras lloraban. Abuelos que nunca habían visto a México ganar nada importante en sus vidas. Niñas con sus guantes de béisbol viendo a sus nuevas heroínas.
Hombres rudos limpiándose las lágrimas con sus camisetas de la selección. El team Yusa estaba en shock. Jessica Matthew, que había regresado al Dougout, lloraba de frustración. Sarah Thompson pateó el cooler de agua. Rebecca Johnson se quedó parada en Homepate mirando la celebración mexicana incapaz de procesar que habían perdido.
Tom Bradley, el manager de Gusa, fue el primero en reaccionar con clase. Caminó hacia el montículo donde las mexicanas seguían celebrando y extendió su mano a Patti Mendoza, quien había regresado corriendo al campo después de su expulsión. Hell of a Game, coach. You out played us. Patty con lágrimas corriendo por sus mejillas curtidas por el sol respondió, “We didn’t outplay you. We out hearted you.
” En México, el país literalmente estalló. En el Zócalo, 200,000 personas que habían estado viendo en pantallas gigantes invadieron las calles. En Hermosillo cerraron las calles principales para una celebración espontánea. En San Juan Chamula, Chiapas, donde ni siquiera había tradición beisbolera, la gente salió a celebrar porque ganamos nosotros los mexicanos.
La transmisión de ESPN en inglés cortó abruptamente por problemas técnicos, justo cuando las mexicanas empezaron a cantar, Estados Unidos ya se va, ya se va para su casa en el campo. Pero ESPN Deportes siguió transmitiendo cada segundo de la celebración.
Fernando Valenzuela bajó al campo, abrazó a su hermano, el profe abrazó a Daniela, tomó el micrófono. Esto es para todos los mexicanos que dijeron que sí se podía, para los que creyeron cuando nadie creía. Viva México, cabrones. La premiación fue surrealista. Las jugadoras mexicanas con sus uniformes remendados y sucios recibiendo el trofeo de oro más prestigioso del béisbol femenil mundial.
Jessica Matthews tuvo que entregarle el trofeo de MVP a Daniela Rodríguez. La imagen de la piter gringa de 1.83 entregándole el premio a la mexicana de 1.67 se volvió icónica. Congrats”, dijo Jessica secamente. “Thanks, better luck next time”, respondió Daniela en perfecto inglés, algo que nadie sabía que hablaba.
En la conferencia de prensa, los medios estadounidenses trataron de minimizar la victoria. “¿Fue suerte?”, preguntó un reportero de Fox Sports. “¿Creen que en una serie de siete juegos USA ganaría?” Sofía Hernández tomó el micrófono. Mire, Señor, nosotras vendimos tamales, lavamos carros, vendimos nuestras cosas para estar aquí.
Entrenamos en campos de tierra, viajamos en camiones de tercera y les metimos 13 carreras a su equipo de 50 millones de dólares. Si eso es suerte, entonces la suerte habla español. El vestidor mexicano era una fiesta. Cerveza Corona. el único patrocinador mexicano que habían conseguido y solo les había dado 50,000 pesos, siendo rociada por todos lados.
Las jugadoras cantando El rey de Vicente Fernández. Alejandra Martínez había conseguido un speaker Bluetooth y pusieron corridos tumbados. “¡E!”, gritó Carmen González. ¿Saben qué es lo mejor? Que los gringos van a tener que ver nuestra foto en su Hollow of Fame para siempre. Mientras tanto, en el vestidor de USA, el ambiente era fúnebre.
Por primera vez en ocho ediciones del clásico mundial no habían ganado. Peor aún, habían perdido por cinco carreras contra un equipo que ellas consideraban amat. “This is fucking embarrassing”, murmuraba Madison Clark. to a team that practices on dirt. Pero Rebeca Johnson, la capitana, tras procesar la derrota, dijo algo importante.
No, we lost to a team that wanted it more. Money doesn’t buy heart. They had more heart. A las 2 a.m., Cuando el estadio estaba vacío, excepto por personal de limpieza, Daniela regresó al montículo. Sola se sentó en el mismo lugar donde había lanzado el último out. Sacó su teléfono y llamó a su abuelo en Hermosillo. Abuelo, ganamos.
Lo sé, mija, todo México lo sabe. Pero dime, ¿lanaste con las naranjas podridas en mente? Cada lanzamiento, abuelo, cada uno. Entonces, no ganaste. Nosotros ganamos. Todos los que te enseñamos a no rajarte. Tu victoria es nuestra. El vuelo de San Diego a Ciudad de México fue pagado por el gobierno mexicano después de que el presidente viera el juego y ordenara, “Traigan a esas guerreras en el avión presidencial. Se lo merecen.
Por primera vez en sus vidas, las jugadoras viajaron en primera clase. Daniela no podía dormir. Miraba por la ventana mientras sus compañeras roncaban en asientos de cuero que costaban más que su salario anual. Tenía el trofeo de MVP en sus piernas todavía sin creer que era real.
“No lo sueltas ni para mear, ¿verdad?”, le dijo Sofía despertando. Es que siento que si lo suelto voy a despertar en mi cama en Hermosillo y todo habrá sido un sueño. El piloto anunció por el intercomunicador, “Señoras y señores, llevamos a bordo a las nuevas campeonas mundiales de béisbol. ¡Viva México! Todo el avión aplaudió. Las azafatas lloraban. Un empresario en primera clase se paró.
La cena de hoy va por mi cuenta y que traigan todo el tequila que tengan. Cuando el avión aterrizó en el AICM a las 7 a, nadie esperaba lo que encontrarían. 10,000 personas esperando en el aeropuerto. Mariachis, pancartas, niñas con uniformes de béisbol. Era un mar de verde, blanco y rojo. La primera en bajar fue Patti Mendoza llevando el trofeo. El rugido fue ensordecedor.
Cuando apareció Daniela, la gente empezó a corear. Cobra, cobra, cobra. Tardaron 3 horas en salir del aeropuerto. Cada jugadora firmó cientos de autógrafos. Tomaron miles de fotos. abrazaron a niñas que les decían, “Quiero ser como ustedes.” El presidente las esperaba en Palacio Nacional.
Por primera vez en la historia, un equipo femenil sería recibido con honores de estado. Mientras el convoy avanzaba por reforma, las calles estaban llenas, gente que había pedido permiso en el trabajo, escuelas que llevaron a sus estudiantes. Era día laboral, pero parecía festivo. En Palacio Nacional, el presidente dio un discurso emotivo.
Estas mujeres nos enseñaron que no hay imposibles, que el talento mexicano, con corazón y determinación puede vencer cualquier obstáculo. Hoy decreto el 13 de agosto como el día nacional del béisbol femenil. Cada jugadora recibió la medalla al mérito deportivo y un bono de 500,000 pesos. Para muchas era más dinero del que habían visto en su vida. Alejandra Martínez tomó el micrófono.
Señor presidente, con todo respeto, no queremos solo medallas, queremos una liga profesional femenil. Queremos que las niñas que nos vieron ganar tengan donde jugar. El presidente, sorprendido, asintió. Tienen mi palabra. Para 2025, México tendrá liga profesional de béisbol femenil.
La gira de medios fue intensa, desayuno con Brozo, entrevista con Adela Micha, la saga con Eugenio Dervz. De repente, estas mujeres que nadie conocía una semana antes eran las personas más famosas de México. Pero el momento más emotivo llegó cuando cada jugadora regresó a su ciudad natal. Daniela llegó a Hermosillo, escoltada por la policía estatal, porque había 50,000 personas esperándola en el aeropuerto. La ciudad le organizó un desfile.
Cuando llegó al campo El Toro Valenzuela, donde todo empezó, su abuelo la esperaba en el montículo. “Mi hija”, le dijo con voz quebrada, “me enseñaste que las naranjas podridas sí pueden convertirse en oro.” Sofía en Guadalajara fue recibida como heroína.
Su escuela primaria, donde seguía siendo maestra porque el salario de béisbol no alcanzaba, le organizó una asamblea. Cuando entró al auditorio, 500 niños cantaron. Maestra Sofía, campeona mundial. Carmen González en Mexicali fue nombrada ciudadana distinguida. Le dieron las llaves de la ciudad y nombraron una calle en su honor, Avenida La Veloz González. Alejandra Martínez volvió a la construcción de su papá en Puebla.
Sus compañeros albañiles la recibieron con cascos pintados de verde y un letrero. Aquí trabaja la jonronera que humilló a las gringas. Pero no todo era celebración. El cansancio acumulado, la presión liberada y la realidad las alcanzaron. Muchas tuvieron que regresar a sus trabajos normales después de una semana porque necesitaban el dinero.
El bono presidencial ayudaba, pero no resolvía sus vidas. ESPN finalmente tuvo que reconocer la victoria mexicana. Hicieron un especial de 30 minutos. El titular era revelador The Day America struck out how Mexico shock the baseball world. Jessica Matthews fue entrevistada.
They out played us period their pitcher Daniela special. Never faced someone who threw so slow and was so effective. It’s Humbling. Tres meses después del triunfo, la realidad golpeó duro. El furor mediático había bajado. Los patrocinadores que prometieron millones solo dieron miles. La Liga Profesional Femenil que prometió el presidente se atoró en burocracia.
La mitad del equipo campeón mundial seguía trabajando en sus empleos de siempre. Daniela estaba en la gasolinera a las 5 a atendiendo camioneros que no tenían idea que la mujer que les cobraba había vencido a Estados Unidos. Oiga, ¿no es usted la piter esa?, preguntó un trailero. Sí, soy yo.
¿Y qué hace aquí? Los trofeos no pagan la renta, jefe. La historia se viralizó cuando alguien tomó una foto de Daniela en su uniforme de gasolinera y la publicó. La MVP del clásico mundial trabaja en un Oxo porque México no apoya a sus atletas. La indignación fue masiva. Daniela no merece esto trending mundial. Ofertas llegaron de todos lados. Japón ofreció para que jugara en su liga.
Taiwán 150.000. Incluso un equipo de softball de Estados Unidos ofreció 300.000. Pero Daniela rechazó todo. Si me voy, ¿quién va a luchar porque las niñas mexicanas tengan jugar? Prefiero trabajar en la gasolinera y entrenar a las chavitas en las tardes que irme a ganar dólares y abandonar el sueño.
El equipo se reunió en diciembre en el mismo Denis, donde habían desayunado antes de la final. Ahora eran famosas, pero seguían sin dinero. “Tenemos que hacer algo”, dijo Sofía. No podemos dejar que esto muera. Pati Mendoza, siempre la estratega, propuso, hagamos nuestra propia liga, sin esperar al gobierno, sin esperar patrocinadores, liga de barrio, como empezó el béisbol. Así nació la Liga Águilas de México.
Seis equipos en diferentes estados, las mismas jugadoras organizándolo todo, vendiendo boletos a 20 pesos, jugando en campos municipales, transmitiendo por Facebook Live con un celular. El primer juego fue en Hermosillo. Daniela lanzando para las Jaquis de Sonora contra Sofía, bateando para las charras de Jalisco. 3,000 personas llenaron el modesto estadio.
No era el Petco Park, pero era suyo. Esto es mejor que ganarle a las gringas, dijo Lupita Morales, porque esto es construir futuro. La liga creció de seis equipos a 12, de 3000 espectadores a 10,000. Ne. México finalmente ofreció patrocinio real, 10 millones de pesos anuales. Coca-Cola entró con otros 5 millones. No era mucho comparado con otras ligas, pero era un inicio.
El momento decisivo llegó cuando MLB anunció que el próximo clásico mundial femenil tendría premio de 5 millones de dólares para el campeón y que México como campeón defensor era sede de la región América. Van a venir aquí a nuestra casa a querer quitarnos la corona”, dijo Daniela en conferencia de prensa. USA ya anunció que viene con todo.
Contrataron psicólogos, analistas, hasta un chef francés. ¿Saben qué? Nosotras vamos a entrenar igual en la tierra, con el sol, con frijoles y tortillas y les vamos a volver a ganar. El documental 138. El día que México voló. Se estrenó en Netflix, número uno en 47 países. Las jugadoras lloraron viéndolo. Era su historia, pero parecía fantasía.
Jessica Matthews fue entrevistada para el documental. Su confesión fue reveladora. That team changed how I see baseball. They didn’t have our resources, our training, our anything. But they had something we lost. Joy. They played with pure joy. That’s why they won. El anuncio llegó en febrero.
La Universidad de Sonora ofrecía becas completas a 50 niñas para estudiar y jugar béisbol. El programa sería dirigido por Daniela Rodríguez, quien finalmente dejaría la gasolinera. No es solo béisbol, explicó Daniela, es educación, es futuro. Es demostrarle a las niñas que pueden ser profesionistas y atletas.
Agosto 13, 2025, exactamente un año después de la victoria histórica. Estadio Alfredo Jarelu, Ciudad de México. 25,000 personas. México versus Estados Unidos. Final del clásico mundial femenil 2025. Las mismas protagonistas. Daniela en el montículo, Jessica Matthews al bat. Pero todo había cambiado. México ya no era la sorpresa, era el equipo a vencer.
USA había llegado con un equipo reconstruido, hambriento de venganza. El juego fue épico. 15 entradas, 4 horas y 47 minutos. USA ganó 76 con Jonron de Jessica Matthews contra Daniela, poético y doloroso. Pero cuando Jessica cruzó Homepate, no celebró, caminó directo a Daniela y la abrazó. Thank you for making me better. This rivalry is special because of you.
México perdió la corona, pero había ganado algo más grande, respeto permanente y un lugar en la élite mundial. 5 años después, la Liga Mexicana de Béisbol Femenil es profesional con 16 equipos. Las jugadoras ganan salarios dignos. Los juegos se transmiten en televisión nacional. Niñas en cada estado sueñan con ser peloteras.
Daniela Rodríguez se retiró a los 30 años con récord de 14723 internacionalmente. Su número 19 fue retirado por la selección mexicana. Ahora dirige la Academia de picheo más grande de Latinoamérica. Su slider es estudiado en MIT como fenómeno físico inexplicable. Sofía Hernández es comentarista en ESPEN, primera mujer mexicana con ese puesto. Sus frases son legendarias.
Ese bateador tiene menos contacto que yo con mi ex. Se volvió viral. Carmen González rompió el récord mundial de bases robadas. Luego se volvió senadora por Baja California, peleando por presupuesto para deporte femenil. Alejandra Martínez construyó un complejo deportivo en Puebla con sus ganancias.
Estadio de las guerreras, entrada gratuita para niñas. 500 futuras campeonas entrenan ahí diariamente. Lupita Morales, la veterana, escribió un libro Vendí todo por un sueño y valió la pena. Bestseller en 12 países. Hollywood compró los derechos. Salma Hayek la interpretará.
Paty Mendoza fue incluida en el salón de la fama del béisbol, primera mujer latinoamericana con ese honor. En su discurso dijo, “Esto no es mío. Es de cada niña que le dijeron que el béisbol no era para ella y no hizo caso. El profe Valenzuela murió en 2027. Su funeral fue transmitido nacionalmente. Daniela habló. me enseñó que el béisbol mexicano no es copiar a USA, es jugar con inteligencia, corazón y picardía.
Gracias, profe, por creer cuando nadie creía. Jessica Matthews y Daniela Rodríguez son ahora amigas, tienen un podcast juntas. Rivales Forever. Millones de escuchas semanales. Su episodio sobre la final del 2024 tiene 50 millones de reproducciones. That game didn’t just change women’s baseball, dice Jessica. It changed sports. It proved that money doesn’t win championships. Heart does.
El campo donde entrenan las niñas en Hermosillo ahora se llama Diamante Daniela Rodríguez. Tiene pasto artificial, gradas techadas, todo de primera. Pagado con las ganancias del equipo del 2024. Cada 13 de agosto, día nacional del béisbol femenil, se juega el clásico 138, las campeonas actuales de México versus una selección de leyendas. El equipo del 2024 ha ganado todos.
viejitas, panzoncitas, algunas, pero todavía con esa magia. En el museo del Deporte Mexicano hay una sala completa dedicada a ese equipo. El uniforme remendado de Daniela, el bat roto de Alejandra, que conectó tres jonrones, la manopla de Sofía, reliquias de cuando David venció a Goliat. Pero el verdadero legado está en los campos polvorientos de México, miles de niñas lanzando, bateando, soñando, sabiendo que sí se puede, que una vez un grupo de mexicanas, sin nada más que corazón humillaron al imperio y que pueden volver a hacerlo. Porque esa es la magia
del béisbol mexicano. No necesitamos millones, solo necesitamos creer.
News
Mi Hijo Me Mandó A Vivir A La Azotea… No Imaginó Lo Que Encontré En El Último Cajón De Mi Esposo
Mi nombre es Rosario Gutiérrez, tengo 72 años y toda mi vida la dediqué a formar una familia Nachi en…
Gasté US$ 19.000 En La Boda De Mi Hijo — Lo Que Hizo Después Te Va a Impactar…
Gasté $19,000 en la boda de mi hijo. Pagué cada centavo de esa fiesta y en plena recepción él tomó…
Mi Hijo Me Prohibió Ir Al Viaje Familiar. Me Reí Cuando El Piloto Dijo: “Bienvenida a Bordo, Señora”
Esta viaje es solo para la familia”, me dijo Orlando con esa frialdad que me helaba la sangre. Yo estaba…
¡No deberías haber venido, te invitamos por lástima!” — me dijo mi nuera en su boda con mi hijo…
No deberías haber venido. Te invitamos por lástima”, me dijo mi nuera en su boda con mi hijo. Yo solo…
Esposo Me Acusa De Infiel Con Cinturón. 😠 Proyecté En Tv El Acto Íntimo De Su Suegra Y Cuñado. 📺🤫.
La noche más sagrada del año, la nochebuena. Mientras toda la familia se reunía alrededor de la mesa festiva, el…
Me DESPRECIARON en la RECEPCIÓN pero en 4 MINUTOS los hice TEMBLAR a todos | Historias Con Valores
Me dejaron esperando afuera sin saber que en 4 minutos los despediría a todos. Así comienza esta historia que te…
End of content
No more pages to load






