La sala de conferencias del Fondo Monetario Internacional en Washington, DC, estaba sumida en un murmullo escéptico. Aquella mañana de octubre de 2023. Los analistas intercambiaban miradas cómplices mientras revisaban sus tablets, algunos conteniendo sonrisas apenas disimuladas.

México enviaba a su nueva secretaria de Hacienda a presentar las proyecciones económicas del país y los rumores sobre su inexperiencia circulaban como corriente eléctrica entre los asientos de cuero negro. Rogelio Ramírez de la O había renunciado apenas dos meses atrás, dejando un vacío que muchos consideraban imposible de llenar.

La expectativa no era de admiración, sino de un espectáculo incómodo que confirmaría las predicciones pesimistas sobre la economía mexicana. En el podio vacío descansaba un micrófono solitario esperando a quien muchos consideraban una designación política más que técnica. Los representantes del Banco Mundial conversaban en voz baja con sus colegas del departamento del tesoro estadounidense. Nadie esperaba ser sorprendido.

México arrastraba meses de volatilidad cambiaria, tensiones comerciales con Estados Unidos y cuestionamientos sobre su política fiscal. La narrativa estaba escrita antes de que comenzara la presentación. Sería otra confirmación de que los países emergentes carecían de la sofisticación necesaria para navegar las aguas turbulentas de la economía global post pandemia.
Pero nadie en aquella sala conocía realmente a Rosy Ramírez Gutiérrez. Nadie sabía que detrás de ese nombre relativamente desconocido en los círculos internacionales se escondía una de las mentes económicas más brillantes que México había producido en décadas.

Graduada con honores del Instituto Tecnológico Autónomo de México, con maestría en Economía por la Universidad de Columbia y doctorado en políticas públicas por Harvard, Rossy había construido su carrera lejos de los reflectores mediáticos. Prefería los números a las entrevistas, los modelos econométricos, a las declaraciones públicas.

 Durante 15 años trabajó en el Banco de México, especializándose en política monetaria y estabilidad financiera, desarrollando proyecciones que resultaron inquietantemente precisas durante la crisis financiera de 2008. Su nombramiento como secretaria de Hacienda había tomado por sorpresa incluso a los observadores más atentos de la política mexicana.

 No era figura pública, no tenía presencia en redes sociales, raramente aparecía en los medios. Algunos columnistas especularon que su designación respondía a cuotas de género más que a capacidad técnica. Otros sugirieron que era una figura de transición, alguien maleable que seguiría instrucciones sin cuestionar. Las apuestas en algunos círculos financieros de Ciudad de México daban por hecho que no duraría más de 6 meses en el cargo.

 Demasiado joven, decían, demasiado académica, sin experiencia política real. Lo que nadie sabía era que Rossy había pasado los últimos dos meses preparándose para este momento con una intensidad que rayaba en la obsesión. apenas dormía 4 horas diarias, dedicando el resto de su tiempo a analizar cada dato, cada proyección, cada posible cuestionamiento que pudiera surgir.

 Había estudiado las presentaciones anteriores de México en el FMI, identificando patrones en las preguntas más agresivas, anticipando las dudas que los analistas más escépticos plantearían. contrató a tres economistas independientes para que atacaran sus proyecciones desde todos los ángulos posibles, buscando debilidades, inconsistencias, cualquier resquicio que pudiera ser explotado durante la sesión de preguntas y respuestas.

 Su equipo le advirtió que moderara su lenguaje técnico, que simplificara las explicaciones para hacerlas más digeribles. Pero Rossy tenía una estrategia diferente. Había notado que las presentaciones latinoamericanas anteriores eran frecuentemente interrumpidas, cuestionadas, diseccionadas, con una agresividad que raramente se observaba cuando hablaban representantes europeos o asiáticos.

 La condescendencia estaba codificada en el protocolo, disfrazada de rigor técnico. Decidió que no facilitaría el trabajo a quienes esperaban encontrarla vulnerable. Si querían cuestionarla, tendrían que elevarse a su nivel técnico, no al revés. La noche anterior a su presentación, Rosey apenas probó bocado en la cena.

 Su asistente le había reservado mesa en uno de los restaurantes mexicanos más prestigiosos de Washington, pensando que le reconfortaría probar sabores de casa. Pero ella pidió únicamente un té de manzanilla y pasó 3 horas en su habitación de hotel, repasando cada diapositiva, cada cifra, cada transición.

 Su madre la había llamado desde Guadalajara para desearle suerte con esa mezcla de orgullo y preocupación que solo las madres mexicanas saben expresar. Vas a callarles la boca a todos esos creídos”, le había dicho. Rosy sonrió recordando esas palabras mientras ajustaba su traje azul marino frente al espejo. No se trataba de callarle la boca a nadie.

 Se trataba de representar dignamente a su país, de demostrar que México merecía ser tomado en serio. A las 8 de la mañana, Rossy entró al edificio del FMI con paso firme, cargando únicamente una carpeta delgada y su laptop. Rechazó la oferta de su equipo de acompañarla hasta la sala de conferencias. Necesitaba esos minutos de soledad para centrarse, para recordar por qué estaba ahí.

 No por ella, no por demostrar nada a quienes dudaban, sino por los millones de mexicanos que merecían una representación económica competente por las mujeres que vendrían después y necesitarían ver que era posible ocupar estos espacios sin pedir permiso, sin disculparse por estar ahí. Cuando las puertas de la sala de conferencias se abrieron, el murmullo no cesó inmediatamente.

Algunos analistas continuaron tecleando en sus dispositivos, otros terminaron sus conversaciones en voz baja. Rossie caminó hacia el podio sin prisa, colocó su laptop, ajustó el micrófono y esperó. simplemente esperó con una calma que comenzó a inquietar a algunos de los presentes.

 Su mirada recorrió la sala con deliberada lentitud, estableciendo contacto visual con varios de los analistas más reconocidos por su dureza. No sonríó nerviosamente, no se disculpó por hacerlos esperar. Cuando el silencio finalmente se instaló completamente, cuando hasta el último susurro se extinguió, Rosy Ramírez Gutiérrez abrió la boca y pronunció las primeras palabras que cambiarían el curso de aquella mañana.

 “Permítanme comenzar dirigiéndome al elefante en la habitación”, dijo Rossy, “en un inglés impecable, sin rastro del acento que muchos esperaban. Ustedes no me conocen y probablemente muchos de ustedes esperan una presentación mediocre que confirme sus prejuicios sobre la capacidad técnica de México para manejar su economía en tiempos turbulentos. La sala reaccionó con una mezcla de sorpresa e incomodidad.

 Algunos analistas intercambiaron miradas rápidas. No era el inicio esperado. Los protocolos diplomáticos en el FMI raramente permitían confrontación directa, mucho menos desde el primer minuto. Pero quiero ser absolutamente clara desde este momento. No estoy aquí para cumplir sus expectativas. Estoy aquí para presentar datos, proyecciones fundamentadas y un plan económico que probablemente desafíe varias de las suposiciones que han estado circulando en sus reportes sobre México durante los últimos 6 meses. El representante del Banco Mundial, un economista británico

llamado Jeremy Thorton, conocido por su actitud particularmente crítica hacia América Latina, se removió en su asiento. Rossy lo notó. Había estudiado su historial, leído cada uno de sus artículos cuestionando las políticas fiscales mexicanas, anticipado cada objeción que probablemente plantearía. La primera diapositiva apareció en la pantalla gigante detrás de ella.

 No contenía los gráficos coloridos y simplificados, típicos de presentaciones gubernamentales diseñadas para audiencias no especializadas. Era una matriz compleja de indicadores macroeconómicos, series temporales, correlaciones multivariadas que solo economistas avanzados podrían descifrar a primera vista.

 Comencemos con la deuda pública”, continuó Rossy, su voz adquiriendo un tono técnico pero accesible. Los informes recientes han sugerido que México está entrando en una trayectoria insostenible, proyectando que alcanzaremos 52.3% del producto interno bruto para 2025. Sin embargo, estas proyecciones se basan en supuestos fundamentalmente erróneos sobre tres variables críticas: la tasa de crecimiento económico real, la evolución de los ingresos tributarios postre reforma fiscal y la reestructuración del gasto público que implementamos en julio de este año.

Avanzó a la siguiente diapositiva sin dar tiempo a que la información anterior fuera completamente procesada. Permítanme desagregar estos supuestos y mostrarles por qué las proyecciones pesimistas están calculando incorrectamente la capacidad fiscal mexicana.

 Durante los siguientes 20 minutos, Rossy desplegó un análisis técnico de tal profundidad y sofisticación que incluso los analistas más escépticos comenzaron a tomar notas furiosamente. No estaba simplemente presentando cifras gubernamentales optimistas. estaba desmontando, variable por variable las metodologías utilizadas en los informes negativos sobre México, señalando errores específicos en la ponderación de factores, ajustes estacionales mal aplicados, correlaciones asumidas que los datos históricos no respaldaban. Cada objeción potencial era anticipada y respondida

antes de que pudiera formularse. Cada punto débil en el argumento mexicano era reconocido abiertamente, pero contextualizado dentro de un marco más amplio que mostraba su irrelevancia relativa. Jeremy Thorton levantó la mano solicitando interrumpir. El moderador miró a Rossy, quien asintió con calma.

 Secretaria Ramírez, comenzó Torton con un tono que intentaba ser cortés, pero transparentaba con descendencia. Sus cifras sobre crecimiento económico proyectan 3.2% para 2024, significativamente por encima de las proyecciones del FMI de 2.1%. ¿Podría explicar qué factores específicos justifican esta divergencia tan considerable? Porque francamente parece más optimismo político que análisis económico riguroso.

 Algunos en la sala asintieron ligeramente. Era el tipo de cuestionamiento que típicamente desarmaba presentaciones gubernamentales forzando respuestas evasivas o admisiones de debilidad metodológica. Rossy no pareció perturbada. De hecho, una leve sonrisa apareció brevemente en sus labios. Excelente pregunta, Sr. Thorton, y me alegra que la plantee porque precisamente su más reciente artículo en el Journal of Development Economics comete el mismo error metodológico que acaba de sugerir podría estar cometiendo yo. La sala se tensó visiblemente. Confrontar directamente a

Jeremy Thorton era poco común. El británico se enderezó en su asiento, su expresión endureciéndose en su artículo de agosto pasado. Continuó Rossy mientras avanzaba a una nueva diapositiva que, para sorpresa de todos, mostraba extractos del paper de Thornton.

 Usted proyecta crecimiento para México usando un modelo econométrico que pondera excesivamente la inversión extranjera directa como variable predictora. asumiendo una correlación histórica de 0.72. Sin embargo, si se extiende su serie temporal más allá de 2015, algo que curiosamente no hizo en su análisis, esa correlación cae dramáticamente a 0.38. ¿Por qué? Porque la estructura económica mexicana cambió sustancialmente después del TMEC.

 La inversión extranjera directa sigue siendo importante, pero su capacidad predictiva sobre crecimiento general se diluyó significativamente. El silencio en la sala era ahora absoluto. Thornton abrió la boca para responder, pero Rosy continuó antes de que pudiera articular palabra. Mi proyección de 3.2% no se basa en optimismo político, señor Thontton. se basa en un modelo multivariado que incorpora siete variables macroeconómicas con ponderaciones actualizadas para reflejar la estructura económica postpandémica de México.

 Y si le interesa revisarlo, mi equipo puede enviarle el paper completo con toda la metodología, datos y código de replicación esta misma tarde. De hecho, agregó con un tono que mezclaba profesionalismo con un desafío apenas velado, le agradecería sus comentarios técnicos. Siempre es valioso el escrutinio de economistas de su trayectoria, especialmente cuando se fundamenta en revisión metodológica seria y no en suposiciones preconcebidas sobre la capacidad técnica de economistas del sur global. La tensión era palpable. Varios representantes de

países latinoamericanos presentes en la sala intercambiaban miradas de sorpresa y satisfacción apenas contenida. No era frecuente ver a analistas del norte global ser cuestionados tan directamente y mucho menos con tal precisión técnica. Jeremy Thorton, claramente no acostumbrado a ser desafiado públicamente de esta manera, simplemente asintió con rigidez y se reclinó en su asiento.

 Rossy había establecido algo fundamental en ese intercambio. No sería intimidada, no aceptaría cuestionamientos basados en autoridad más que en sustancia y tenía las herramientas técnicas para defenderse en cualquier terreno que eligieran sus interlocutores. El resto de la presentación fluyó con una autoridad renovada.

 Rossy abordó la política monetaria explicando las decisiones del Banco de México sobre tasas de interés con un nivel de detalle que revelaba su profundo conocimiento interno de esa institución. discutió la volatilidad cambiaria no como un problema aislado, sino como parte de patrones globales postalecimiento del dólar, contextualizando la depreciación del peso dentro de movimientos similares en monedas de países emergentes con fundamentos económicos sólidos.

 Cada dato era respaldado por fuentes técnicas impecables, cada afirmación vinculada a evidencia empírica que podía ser verificada. cuando abordó la desigualdad económica y los programas sociales. Territorio típicamente usado para criticar a gobiernos latinoamericanos como populistas y fiscalmente irresponsables, Rossy desplegó un análisis costo beneficio tan riguroso que incluso los más escépticos tuvieron dificultad para encontrar flancos débiles.

 mostró como ciertos programas sociales no eran simplemente gasto redistributivo, sino inversión en capital humano con retornos económicos medibles en productividad futura. Presentó estudios longitudinales que demostraban correlaciones entre reducción de pobreza infantil y incrementos en participación económica adulta 15 años después.

 No estaba defendiendo políticas con retórica ideológica. estaba demostrando su racionalidad económica con el mismo rigor que aplicaría a cualquier otra inversión pública. La sesión de preguntas y respuestas que siguió a la presentación inicial fue donde el verdadero temple de Rossy Ramírez se reveló completamente.

 Durante 45 minutos, analistas de diferentes instituciones la bombardearon con cuestionamientos técnicos, algunos genuinamente interesados en clarificaciones, otros claramente intentando encontrar inconsistencias o debilidades en su argumento. Cada pregunta era respondida con precisión quirúrgica, frecuentemente con más detalle del que el cuestionador había anticipado.

 Cuando un representante del Departamento del Tesoro estadounidense preguntó sobre las implicaciones del near shoring para la balanza comercial mexicana, Rossy no solo respondió la pregunta directa, sino que desplegó un análisis de tres escenarios posibles con probabilidades asignadas y rangos de confianza estadísticos, pero fue durante el último intercambio cuando el momento definitorio de aquella mañana ocurrió.

Una analista del FMI llamada Margaret Shen, respetada por su rigurosidad técnica y conocida por su imparcialidad, planteó una pregunta compleja sobre sostenibilidad fiscal de largo plazo. Secretaria Ramírez, aprecio profundamente el rigor técnico de su presentación, comenzó Chen con genuina admiración en su voz.

 Pero me gustaría que abordara algo que no ha sido mencionado explícitamente. Las proyecciones que presenta asumen estabilidad política relativa durante los próximos 3 años. Sin embargo, México enfrenta elecciones presidenciales en 2024 con considerable incertidumbre sobre continuidad de políticas económicas.

 ¿Cómo incorpora este factor de riesgo político en sus modelos? Porque históricamente las transiciones políticas en México han generado volatilidad significativa en mercados financieros y confianza inversionista. Era una pregunta legítima, formulada sin hostilidad, pero tocando una de las vulnerabilidades reales del análisis económico mexicano. Rossy tomó un momento antes de responder y en ese breve silencio la sala completa pareció contener la respiración.

 Doctora Chen, agradezco su pregunta porque me permite abordar algo fundamental sobre cómo concebimos la política económica en México actualmente. Comenzó con un tono más reflexivo que técnico. Usted tiene razón en señalar que las transiciones políticas han generado históricamente volatilidad, pero permítame sugerir que esta observación, aunque válida empíricamente para el pasado, puede estar subestimando cambios estructurales importantes en las instituciones económicas mexicanas.

 Rossy avanzó a una nueva diapositiva que mostraba la evolución de la autonomía institucional en México durante las últimas tres décadas. Desde la autonomía del Banco de México en 1993, pasando por la creación de instituciones fiscales independientes y la profesionalización del servicio civil en áreas económicas clave, México ha construido gradualmente una arquitectura institucional que reduce la discrecionalidad política sobre decisiones económicas fundamentales.

 Su voz adquirió una intensidad apasionada. que no había mostrado durante la parte más técnica de su presentación. No estoy siendo ingenua sobre riesgos políticos, pero estoy sugiriendo que juzgar a México únicamente por patrones históricos de volatilidad política sin reconocer estos cambios institucionales, es analíticamente incompleto.

 Sería como proyectar la estabilidad económica de España basándose únicamente en su historial preunión europea. La analogía era poderosa y varios en la sala lo reconocieron con asentimientos casi imperceptibles, pero Rossy no había terminado. Ahora bien, dicho esto, nuestros modelos sí incorporan factores de riesgo político, no como variables discretas, sino como incrementos en bandas de incertidumbre alrededor de nuestras proyecciones centrales.

 Los rangos de confianza que presenté no son artificialmente estrechos. reflejan volatilidad real, incluyendo escenarios políticos adversos. Pero incluso en nuestro escenario más pesimista, que asume discontinuidad política significativa y retroceso en reformas estructurales, las métricas fiscales fundamentales de México permanecen dentro de rangos manejables.

 ¿Por qué? Porque los fundamentos económicos subyacentes son más sólidos de lo que muchos análisis externos reconocen. Margaret Chen asintió con evidente satisfacción ante la respuesta. Gracias, secretaria. Es exactamente el tipo de reconocimiento de incertidumbre que esperaría ver en un análisis serio. Pero antes de que Chen pudiera sentarse completamente, Jeremy Thortton solicitó nuevamente la palabra.

 El moderador pareció dudar, consciente de que el tiempo asignado había sido excedido, pero Rosy indicó que permitiera la intervención. Había algo en la postura de Thornton que sugería que esta no sería una pregunta técnica ordinaria, era personal. Secretaria Ramírez, comenzó Thorton con un tono que había abandonado cualquier pretensión de cordialidad profesional.

 Aprecio la confianza en su análisis. De verdad lo hago, pero no puedo evitar notar que gran parte de su presentación ha consistido en atacar análisis externo sobre México, particularmente aquellos que sugieren cautela. Usted ha cuestionado metodologías, señalado lo que considera errores, incluso ha sugerido que algunos de nosotros operamos con prejuicios sobre países del sur global.

 La sala se tensó nuevamente. Thornton estaba llevando el intercambio a un territorio más confrontacional. Entonces, déjeme preguntarle esto directamente. Es posible que sea usted quien está operando con prejuicio, que su necesidad de defender a México esté nublando su juicio técnico.

 que desde mi perspectiva lo que he visto esta mañana es una funcionaria gubernamental muy talentosa, haciendo exactamente lo que se espera que haga, presentar la versión más optimista posible de su economía, pero eso no es análisis independiente, es promoción. El silencio que siguió fue diferente a los silencios anteriores. Este estaba cargado de incomodidad.

Thton había cruzado una línea cuestionando no solo el análisis de Rosy, sino su integridad profesional. Varios representantes latinoamericanos lucían visiblemente molestos. El moderador intervino rápidamente. Señor Thornton apreciaría que mantuviéramos el intercambio en terreno técnico y no personal, pero Rosey levantó su mano suavemente indicando que respondería.

 Su expresión era serena, pero algo había cambiado en sus ojos. La diplomacia cuidadosa de los intercambios anteriores fue reemplazada por algo más directo, más personal. “Señor Thornton”, comenzó con una voz que era simultáneamente calmada y cortante. Agradezco su honestidad al hacer explícito lo que otros en esta sala probablemente han pensado, pero no se han atrevido a verbalizar.

 Así que permítame ser igualmente honesta con usted. Caminó ligeramente alejándose del podio. Un gesto inusual que captó la atención de todos. Usted pregunta si mi necesidad de defender a México nubla mi juicio. La respuesta es no. Pero déjeme explicarle algo sobre lo que es crecer como economista mexicana en el sistema académico global que usted y yo compartimos.

 Su tono no era defensivo, era educativo, casi como si estuviera dando una clase. Cuando estudié en Columbia y Harvard, era frecuentemente la única mexicana en mis clases de macroeconomía avanzada. Y sabe qué aprendí rápidamente, que cada vez que presentaba un análisis sobre América Latina, el estándar de rigor que se me aplicaba era significativamente más alto que cuando mis colegas estadounidenses o europeos presentaban análisis sobre sus propias economías. Rossy hizo una pausa dejando que sus palabras se asentaran.

No estoy sugiriendo que esto fuera maltrato deliberado. Era más sutil. era la suposición automática de que probablemente estaba siendo parcial, que mi análisis requería escrutinio extra, que mi interpretación de datos necesitaba verificación adicional. Así que, ¿sabe qué hice? Me volví mejor.

 Aprendí a anticipar cada objeción posible. Desarrollé el hábito de someter mi trabajo a estándares más rigurosos que los que se aplicaban a otros, porque sabía que de otra manera no sería tomada en serio. Su mirada se clavó directamente en Thorton. Así que cuando usted sugiere que estoy siendo parcial en mi análisis sobre México, le respondo esto.

 Mi trabajo ha sido sometido a más escrutinio metodológico en las últimas 2 horas que probablemente cualquier análisis sobre economías desarrolladas que se presente en este foro durante un año completo. Y ha resistido ese escrutinio. La sala estaba absolutamente inmóvil. Incluso aquellos que podrían haber estado de acuerdo con Thornton parecían incómodos con la dirección que había tomado el intercambio, pero Rosy no había terminado.

 Ahora usted también sugiere que estoy simplemente haciendo mi trabajo como funcionaria gubernamental, presentando la versión más optimista y sí, represento a mi gobierno. Pero permítame señalar algo. Cuando usted escribe artículos cuestionando políticas latinoamericanas, también está representando una perspectiva particular, una formación particular, un conjunto de asunciones particulares sobre cómo deberían funcionar las economías.

 La diferencia es que su perspectiva está tan normalizada en estos espacios que no se percibe como parcialidad, se percibe como objetividad neutral. Pero no lo es. Es simplemente la perspectiva dominante. Jeremy Thorton parecía estar formulando una respuesta, pero Rosy continuó antes de que pudiera interrumpir.

 “Déjeme darle un ejemplo concreto de lo que estoy describiendo”, dijo mientras regresaba al podio y abría rápidamente una nueva carpeta en su laptop. La pantalla cambió mostrando dos papers académicos lado a lado. Estos son dos artículos publicados en la misma revista económica en 2022. El primero analiza la respuesta fiscal de Alemania durante la pandemia de COVID.

 El segundo analiza la respuesta fiscal de Brasil. Amplió las secciones de metodología de ambos papers. Ambos países expandieron su gasto público significativamente. Alemania en aproximadamente 4.5% del PIB. Brasil en 3.8%. Ahora observen cómo se enmarcan estos análisis. La diferencia era notable incluso para quienes no eran economistas especializados.

 El paper sobre Alemania usaba lenguaje como respuesta fiscal prudente, medidas contracíclicas apropiadas, inversión estratégica en capital humano. El paper sobre Brasil empleaba términos como expansión fiscal preocupante, presiones inflacionarias riesgosas, sostenibilidad cuestionable, mismo contexto pandémico, expansión fiscal similar en términos relativos, pero narrativas completamente diferentes, señaló Rossy.

 ¿Por qué? Porque existe una asunción subyacente de que cuando países desarrollados expanden su gasto fiscal es política contracíclica responsable. Cuando países latinoamericanos hacen lo mismo, es populismo irresponsable. Esta doble vara no es necesariamente maliciosa, pero es real y afecta cómo se interpretan datos idénticos dependiendo de qué país estemos discutiendo.

 Margaret Shen, quien había permanecido en silencio durante este intercambio más tenso, intervino con una pregunta que pareció buscar bajar la temperatura de la sala. Secretaria Ramírez, creo que ha planteado un punto importante sobre sesgos implícitos en análisis económico, pero volviendo a la sustancia de las proyecciones mexicanas, me gustaría entender mejor sus supuestos sobre el sector energético.

 México ha tomado decisiones controversiales en este ámbito que han generado preocupación entre inversionistas. ¿Cómo incorpora estas decisiones en sus proyecciones de crecimiento? Era una pregunta técnica legítima que permitía a la conversación regresar a terreno más neutral sin invalidar la confrontación anterior.

 Rossy agradeció el cambio de dirección con un asentimiento sutil hacia Chen. “Excelente pregunta que merece una respuesta detallada”, respondió mientras preparaba nuevas diapositivas. El sector energético mexicano ha sido efectivamente fuente de controversia y no voy a pretender que todas las decisiones de política hayan sido óptimas. Sería deshonesto hacerlo.

 Esta admisión de imperfección pareció sorprender a algunos. Pero lo que sí puedo hacer es contextualizar esas decisiones dentro de objetivos más amplios de soberanía energética y mostrarles cómo nuestros modelos incorporan tanto los costos como los potenciales beneficios de largo plazo de esta estrategia.

 Durante los siguientes 15 minutos, Rosy desplegó un análisis matizado del sector energético mexicano que no evadió críticas legítimas, pero las colocó dentro de un marco más complejo que reconocía tradeoffs reales entre diferentes objetivos de política. Lo que hizo especialmente efectiva esta porción de su presentación fue su disposición a reconocer incertidumbre y limitaciones.

 Nuestras proyecciones sobre el sector energético tienen los rangos de confianza más amplios de todo nuestro modelo”, admitió abiertamente. que francamente la estrategia es relativamente no convencional y no tenemos tantos casos comparables históricos para calibrar parámetros con precisión. Esto es una admisión de incertidumbre genuina, no una evasión.

 Esta honestidad, paradójicamente fortaleció su credibilidad más que haberla debilitado. Mostraba que estaba dispuesta a distinguir entre certeza técnica donde existía evidencia sólida e incertidumbre, donde los datos no permitían conclusiones definitivas. A medida que la sesión continuaba, algo notable comenzó a ocurrir. El tono de las preguntas cambió gradualmente.

 Los primeros cuestionamientos habían sido escépticos, algunos abiertamente hostiles, pero conforme Rossy demostraba consistentemente su dominio técnico y su disposición, tanto a defender sus análisis cuando estaban bien fundamentados como a reconocer limitaciones cuando existían, los analistas comenzaron a tratarla como un par intelectual más que como un objetivo a desacreditar.

 Las preguntas se volvieron más sofisticadas, asumiendo mayor conocimiento técnico compartido. Varios analistas comenzaron sus intervenciones reconociendo explícitamente puntos válidos que Rosy había hecho anteriormente. Uno de los momentos más reveladores llegó cuando un economista francés del FMI, conocido por su rigor metodológico, pero también por su apertura a desafiar ortodoxias, comentó, “Secretaria Ramírez, debo admitir que vine a esta sesión con expectativas relativamente bajas, no porque dudara de su capacidad personal, sino porque históricamente las

presentaciones gubernamentales en este foro tienden a ser más políticas que técnicas. Usted ha subvertido completamente esa expectativa. Este ha sido el intercambio técnico más riguroso que he presenciado en este edificio en meses. Y creo que muchos de nosotros, incluyéndome, tenemos que reflexionar sobre los sesgos implícitos que traemos a estas conversaciones cuando el presentador viene de un país latinoamericano versus cuando viene de una economía desarrollada. El comentario generó asentimientos visibles de varios

participantes. Incluso Jeremy Thornton, aunque no dijo nada, parecía menos combativo que al inicio del intercambio. Rosie respondió con gracia. Aprecio sus palabras, Dr. Bumont, y quiero ser clara. No estoy sugiriendo que todos los análisis críticos sobre México o América Latina sean producto de prejuicio.

 Existen problemas reales, desafíos genuinos, áreas donde nuestras políticas son legítimamente cuestionables. Mi punto es simplemente que deberíamos aplicar los mismos estándares de rigor y el mismo beneficio de la duda que aplicamos cuando evaluamos economías desarrolladas. Eso es todo lo que pido. Escrutinio riguroso, absolutamente, pero escrutinio equitativo también.

 La sesión formal concluyó cerca de las 2 de la tarde, 3 horas después de su inicio programado. Normalmente estas presentaciones duraban 90 minutos como máximo. La extensión reflejaba el nivel de engagement que Rose había generado. Cuando el moderador agradeció formalmente su participación, la sala estalló en aplausos, un evento inusual en un foro, típicamente caracterizado por formalidad reservada.

 Rosí hizo una reverencia leve, recogió sus materiales y comenzó a alejarse del podio. Pero antes de que pudiera salir del estrado, Margaret Chen se acercó rápidamente extendiendo su mano. Secretaria, eso fue magistral, absolutamente magistral. ¿Estaría dispuesta a compartir sus modelos econométricos con nuestro equipo técnico? Creo que hay metodologías ahí que deberíamos estar aplicando más ampliamente.

 Rosy estrechó su mano con calidez genuina. Por supuesto, doctora Chen. Mi compromiso es total transparencia metodológica. pueden tener acceso completo a nuestros modelos, datos y código. Varios otros analistas se acercaron con preguntas técnicas adicionales, solicitudes de colaboración, expresiones de admiración. Rossy se tomó el tiempo de responder a cada uno con la misma seriedad que había aplicado durante la presentación formal.

 No mostraba prisa por salir, no daba señales de fatiga a pesar de la intensidad del intercambio de las últimas horas. Para ella, este era el trabajo fundamental, construir puentes técnicos entre comunidades de economistas, establecer respeto mutuo basado en rigor compartido. Cuando finalmente salió de la sala de conferencias, su equipo la estaba esperando en el pasillo.

 Su subsecretario técnico, un economista mexicano que había trabajado con ella en el Banco de México, la abrazó con entusiasmo contenido. Rossy, eso fue, “No tengo palabras, los dejaste sin argumentos.” Ella sonrió cansadamente. No se trataba de ganar un debate, Carlos.

 Se trataba de establecer que México merece ser tomado en serio técnicamente. Eso es todo. Pero incluso mientras lo decía sabía que algo más significativo había ocurrido en aquella sala. había desafiado no solo proyecciones económicas específicas, sino supuestos más profundos sobre quién posee autoridad técnica, quién merece ser escuchado sin escepticismo automático, quién puede hablar con voz propia sin tener que pedir permiso para ocupar ese espacio.

 Las repercusiones de la presentación de Rossy en el FMI comenzaron casi inmediatamente para media tarde del mismo día. Varios medios financieros especializados habían publicado artículos sobre lo que algunos calificaban como una de las presentaciones más técnicamente rigurosas y políticamente desafiantes que el FMI ha presenciado de un funcionario latinoamericano en años.

Bloomberg tituló su cobertura. La nueva secretaria de Hacienda de México redefine expectativas con dominio técnico sorprendente. El Financial Times fue más directo. Rosy Ramírez silencia escépticos con datos y determinación en Debut Internacional. Para la noche, el video de la sesión que el FMI había transmitido en vivo según protocolo estándar había acumulado vistas inusualmente altas. para contenido de política económica técnica.

 Pero la reacción más interesante no vino de medios internacionales, sino de México mismo. Las redes sociales mexicanas explotaron con orgullo nacional. Clips de los momentos más tensos de la sesión, particularmente el intercambio con Jeremy Thornton, se volvieron virales. Jóvenes economistas mexicanos compartían segmentos con comentarios como esto es lo que significa representar a México con excelencia técnica y por fin alguien que les responde con datos, no con excusas.

 El contraste con presentaciones gubernamentales anteriores, frecuentemente caracterizadas por evasión o lenguaje diplomático vago, era notable. Rosy no había evadido preguntas difíciles, las había enfrentado directamente, algunas veces reconociendo limitaciones, otras veces desafiando las premisas mismas de los cuestionamientos.

 Lo que particularmente resonó con audiencias mexicanas fue su disposición a nombrar el elefante en la habitación sobre sesgos implícitos en análisis económico internacional. Durante décadas, economistas y funcionarios latinoamericanos habían experimentado lo que Rosy describió, pero raramente lo articulaban explícitamente en foros internacionales, temiendo ser percibidos como defensivos o poco profesionales.

Verla hacerlo con tal claridad, respaldada por evidencia concreta de dobles estándares en literatura académica, generó una catarsis colectiva. no estaba inventando agravios, estaba documentando patrones reales con la misma rigurosidad metodológica que aplicaba a cualquier otra cuestión económica.

 Los periódicos mexicanos de la mañana siguiente dedicaron portadas al evento. El titular de El Universal rezaba. Ramírez Gutiérrez pone en su lugar a analistas que subestimaban a México. Reforma optó por con datos y firmeza, así defendió México su nueva secretaria de Hacienda en Washington. Pero quizás la cobertura más reveladora vino de medios económicos especializados mexicanos que habían sido escépticos de su nombramiento.

 El economista, que dos meses atrás había publicado un editorial cuestionando si Rossy tenía la experiencia política necesaria para el puesto, ahora reconocía nos equivocamos. Ramírez demostró que la competencia técnica puede ser la mejor herramienta política en foros internacionales donde México ha sido frecuentemente subestimado.

 Dentro del propio FMI, las conversaciones de pasillo revelaban un cambio palpable en percepciones. Economistas que antes de la presentación veían a México como problemático, técnicamente ahora solicitaban reuniones bilaterales para entender mejor las metodologías mexicanas. Algunos reconocían privadamente que habían subestimado la sofisticación técnica del análisis económico mexicano, asumiendo que sería similar a presentaciones anteriores más enfocadas en narrativa política que en sustancia.

econométrica. La disposición de Rossi a compartir completamente sus modelos y datos, una transparencia inusual entre funcionarios gubernamentales celosos de mantener información propietaria generó respeto adicional. Pero no toda la reacción fue positiva.

 Algunos sectores empresariales mexicanos, particularmente aquellos críticos del gobierno actual, expresaron preocupación de que Rossy hubiera sido demasiado combativa y que su confrontación con analistas internacionales pudiera generar represalias sutiles en calificaciones crediticias o flujos de inversión. Un editorial en un periódico conservador sugería que, aunque técnicamente impresionante, el tono confrontacional de la secretaria Ramírez podría tener costos políticos para México en el largo plazo. Era el eterno dilema de funcionarios de países periféricos.

Defender tu país vigorosamente arriesgaba ser percibido como poco cooperativo. Aceptar pasivamente críticas cuestionables era percibido como profesional. Roge leyó estas críticas en su vuelo de regreso a Ciudad de México, la noche siguiente a su presentación.

 Su asistente había preparado un paquete con cobertura mediática, tanto positiva como negativa. Ella tomó notas meticulosas en los márgenes, no defensivamente, sino analíticamente, considerando qué lecciones podían extraerse sobre cómo había manejado los intercambios más tensos. Había cruzado alguna línea innecesariamente.

 Había momentos donde podría haber sido igualmente efectiva sin confrontación directa. Estas no eran preguntas retóricas. Rosy genuinamente buscaba mejorar su aproximación para futuras interacciones internacionales. El objetivo nunca había sido ganar debates por orgullo personal, sino avanzar los intereses económicos de México de la manera más efectiva posible.

 Cuando el avión aterrizó en Ciudad de México cerca de la medianoche, Rosey esperaba poder salir discretamente del aeropuerto y regresar a casa para finalmente descansar. Había dormido apenas 10 horas en los últimos 4 días, pero al salir de la sección de llegadas internacionales encontró un grupo pequeño, pero entusiasta esperándola. Eran principalmente jóvenes economistas.

Varios de ellos estudiantes de posgrado sosteniendo carteles improvisados con mensajes como “Gracias por representarnos con excelencia y orgullo mexicano en Washington. Rossy se detuvo genuinamente sorprendida y visiblemente emocionada. Había anticipado reacciones políticas, análisis mediáticos, quizás críticas de sectores opositores, pero no esto.

 Una joven economista se acercó tímidamente, presentándose como estudiante de doctorado en el SIDE. Secretaria Ramírez, solo queríamos agradecerle. Soy la primera de mi familia en estudiar economía avanzada. Y bueno, usted no sabe lo que significa vernos representados así. Ver que una mujer mexicana puede estar en ese podio y no solo defenderse, sino dominar técnicamente.

 Nos da esperanza de que podemos aspirar a esos espacios sin tener que disculparnos por existir. Rossy abrazó a la joven, sus propios ojos humedecidos. No tienes que agradecerme nada”, respondió suavemente. “Solo prométeme que cuando llegues a esos espacios y llegarás, recuerda ser generosa con quienes vienen detrás de ti. Ese es el único favor que te pido.

” El grupo pequeño aplaudió cuando Rossy finalmente se despidió y caminó hacia su auto. Carlos, su subsecretario, quien la había acompañado en el viaje, comentó mientras se alejaban del aeropuerto, “¿Sabes que acabas de convertirte en símbolo, verdad? Ya no eres solo la secretaria de Hacienda, eres algo más grande que eso.

” Rossy miró por la ventana las luces de Ciudad de México, considerando las palabras de Carlos. Símbolos son útiles, respondió finalmente, pero símbolos sin sustancia son vacíos. Mi trabajo no es ser inspiradora. Mi trabajo es hacer que la economía mexicana funcione mejor. Si eso inspira a algunas personas en el camino, maravilloso. Pero no puedo perder de vista la responsabilidad fundamental.

Los días siguientes trajeron una avalancha de solicitudes de entrevistas. invitaciones a conferencias internacionales, peticiones de reuniones con líderes empresariales y organizaciones civiles. El equipo de Rossi tuvo que implementar un sistema de triaje para manejar el volumen.

 Ella aceptó selectivamente, priorizando aquellas plataformas donde podía avanzar conversaciones sustantivas sobre política económica mexicana más que simplemente celebrar su momento viral. Una entrevista que sí aceptó fue con un podcast de economía popular en México dirigido principalmente a jóvenes interesados en entender temas económicos sin jerga técnica excesiva.

 Le preguntaron cómo se había preparado para enfrentar el escrutinio internacional. Creo que la mejor defensa contra ser subestimada”, explicó Rosy en el podcast es simplemente ser innegablemente competente. No puedes controlar los prejuicios que otros traen al encuentro, pero puedes controlar tu nivel de preparación. Puedes asegurarte de conocer tu material que cualquier posible cuestionador.

 Puedes anticipar objeciones y tener respuestas fundamentadas listas. Y cuando haces eso consistentemente, eventualmente incluso los más escépticos tienen que reconocer que no estás operando en base a narrativa, sino a datos sólidos. Fue un momento de honestidad que resonó ampliamente. El clip fue compartido extensamente en redes sociales, particularmente entre estudiantes mujeres en campos STEM y economía.

 Tres semanas después de su presentación en Washington, Rosey enfrentaba un desafío diferente, pero igualmente significativo. El Banco de México debía tomar una decisión sobre tasas de interés en un contexto de inflación persistente y señales mixtas sobre crecimiento económico.

 Tradicionalmente, la Secretaría de Hacienda mantenía distancia de estas decisiones, respetando la autonomía del Banco Central. Pero Rossy había desarrollado durante años en su trabajo previo en el Banco de México, una reputación de entender profundamente la interacción entre política fiscal y política monetaria. Su opinión, aunque no vinculante, tendría peso. La presión política era intensa.

 Sectores empresariales pedían reducción de tasas para estimular inversión. El presidente expresaba públicamente frustración con tasas altas que encarecían el crédito, pero Rossy sabía que rendirse a estas presiones sin justificación técnica sólida erosionaría exactamente la credibilidad institucional que había defendido en Washington.

 preparó un memorando técnico detallado para el gobernador del Banco de México, argumentando por mantener tasas estables temporalmente mientras se evaluaba si la reciente desaceleración inflacionaria era sostenible o simplemente volatilidad temporal. No era la posición políticamente popular, pero era la técnicamente correcta según su análisis de datos.

 Cuando el Banco de México anunció su decisión de mantener tasas estables exactamente como Rossy había recomendado, algunos medios criticaron la medida como excesivamente cautelosa, pero Rossy defendió la decisión públicamente, explicando en lenguaje accesible por qué reducir tas prematuramente podría generar presiones inflacionarias que requerirían incrementos más dolorosos.

 Posteriormente, la política económica responsable no siempre es la políticamente popular en el corto plazo, explicó en una conferencia de prensa. Pero proteger la estabilidad macroeconómica de México requiere que tomemos decisiones basadas en evidencia económica, no en preferencias políticas. Eso es lo que significa la autonomía institucional que defendí en Washington.

 No es solo un concepto abstracto, tiene implicaciones concretas para cómo tomamos decisiones día a día. Su disposición a defender posiciones técnicas, incluso cuando generaban fricción política, fortaleció su credibilidad entre economistas profesionales, tanto nacionales como internacionales.

 Los mismos analistas que la habían cuestionado en Washington ahora citaban sus declaraciones en sus propios reportes sobre México, reconociéndola como una voz técnica seria. Margaret Chen del FMI publicó un artículo en una revista especializada analizando cómo México había logrado mantener credibilidad macroeconómica durante periodos de volatilidad política, citando extensamente el marco institucional que Rossy había defendido y el liderazgo técnico que ella representaba.

 Pero el verdadero test llegó cuando proyecciones económicas del tercer trimestre mostraron crecimiento ligeramente por debajo de las estimaciones de Rossi, no dramáticamente inferior, pero suficiente para que críticos argumentaran que sus proyecciones en Washington habían sido excesivamente optimistas. enfrentó presión de su propio equipo para revisar las cifras discretamente, ajustar metodologías para que las desviaciones parecieran menores. Rossy se negó.

 En su lugar publicó un análisis técnico transparente, explicando las razones de la desviación, factores externos imprevistos, particularmente debilidad en crecimiento estadounidense que afectó exportaciones mexicanas más de lo anticipado, y volatilidad climática que impactó producción agrícola.

 Cuando hice mis proyecciones en Washington, explicó en un comunicado público, especifiqué claramente rangos de incertidumbre y reconocí áreas de mayor volatilidad. El crecimiento del tercer trimestre está dentro del rango inferior de esas proyecciones, no fuera de él. Esto no invalida la metodología, simplemente refleja que vivimos en un mundo de incertidumbre inherente, donde incluso los mejores modelos tienen limitaciones predictivas.

 Esta transparencia sobre limitaciones metodológicas, lejos de debilitar su credibilidad, la fortaleció. Demostraba que estaba comprometida con honestidad intelectual por encima de proteger su reputación personal. Jeremy Thornton, quien había sido su antagonista más visible en Washington, publicó sorprendentemente un artículo reconociendo la integridad técnica de Rosy.

 Aunque mantengo diferencias metodológicas con algunas aproximaciones de la secretaria Ramírez escribió, “Debo reconocer que su disposición a admitir abiertamente cuando proyecciones no se materializan exactamente como anticipado, en lugar de revisar discretamente cifras o buscar excusas, establece un estándar de honestidad técnica que desearía ver más frecuentemente en funcionarios.

gubernamentales de cualquier país. Es fácil defender tus análisis cuando resultan correctos. requiere carácter defender tu integridad metodológica cuando enfrentas desviaciones. El artículo de Thorton generó conversaciones importantes dentro de comunidades de economistas sobre estándares de transparencia y honestidad en análisis económico aplicado.

 Varios economistas académicos publicaron respuestas explorando cómo la presión política frecuentemente incentiva opacidad metodológica entre funcionarios gubernamentales. Y como el ejemplo de Rossy sugería que transparencia extrema podría ser estratégicamente superior, incluso desde perspectiva puramente pragmática de mantener credibilidad de largo plazo.

 se estaba convirtiendo en caso de estudio no solo sobre México específicamente, sino sobre cómo se conduce política económica con integridad técnica. Dentro de México, su popularidad pública continuaba creciendo, especialmente entre demografías jóvenes y urbanas, pero también enfrentaba resistencia creciente de sectores políticos tradicionales que se sentían amenazados por su independencia técnica.

 Algunos legisladores comenzaron a cuestionar públicamente si era demasiado académica para entender realidades políticas, si su enfoque en rigor técnico estaba desconectado de necesidades sociales urgentes. Rossy respondía a estas críticas no con defensas abstractas de tecnocracia, sino con ejemplos concretos de cómo análisis económico riguroso servía precisamente para diseñar programas sociales más efectivos, para identificar dóe recursos públicos limitados podían generar mayor impacto en reducción de pobreza y desigualdad. En una sesión particularmente tensa con el Congreso,

un legislador la confrontó directamente. Secretaria, usted habla de modelos econométricos y proyecciones técnicas, pero hay millones de mexicanos que no les importan sus modelos, les importa si pueden alimentar a sus familias. ¿No cree que su enfoque es demasiado frío, demasiado desconectado de la realidad que vive la gente? La pregunta estaba diseñada para crear una imagen de Rossy como tecnócrata desconectada, pero ella respondió con una pasión que sorprendió a muchos en la sala. Con todo respeto, diputado, sugiero exactamente lo

opuesto, precisamente porque me importan esos millones de mexicanos, es que insisto en rigor técnico. Sabe que es frío y desconectado implementar programas sociales que suenan bien políticamente, pero que no funcionan porque nadie se molestó en analizar rigurosamente si el diseño era correcto. es desperdiciar recursos públicos que podrían haber cambiado vidas reales.

 Su voz se elevó ligeramente, cargada de emoción genuina. Cada peso del presupuesto público viene de impuestos que pagan mexicanos trabajadores. Tengo una obligación moral con ellos de asegurarme de que ese dinero se use de la manera más efectiva posible. Y la única manera de hacer eso es con análisis riguroso, con evaluación constante, con disposición a admitir cuando algo no funciona y corregir curso.

 Los modelos econométricos no son abstracciones frías, son herramientas para entender realidad compleja y tomar mejores decisiones que afectan vidas reales. Rechazar análisis técnico no es ser más humano, es ser irresponsable con recursos que no nos pertenecen, sino que administramos en nombre del pueblo mexicano. La sala quedó en silencio después de su respuesta.

 Incluso legisladores, opositores parecían impactados por la intensidad de su convicción. No era la respuesta calculada de una política profesional, era la declaración apasionada de alguien que genuinamente creía en lo que hacía, que veía conexión directa entre excelencia técnica y justicia social.

 Un legislador del Partido Oficialista comenzó a aplaudir, seguido gradualmente por otros, incluso algunos de oposición. No era acuerdo universal con sus políticas, era reconocimiento de sinceridad, de compromiso genuino con servicio público entendido como responsabilidad técnica y moral simultáneamente.

 Esa noche el clip de su intercambio con el legislador se viralizó nuevamente en redes sociales, pero esta vez la audiencia era diferente. solo jóvenes economistas o profesionales urbanos, eran ciudadanos ordinarios que raramente seguían debates sobre política económica, pero que respondían a la autenticidad emocional de sus palabras.

 Comentarios en redes sociales reflejaban sorpresa. No sabía que los funcionarios de gobierno podían hablar así. Finalmente, alguien que explica por qué el trabajo técnico importa para gente normal. Esto es lo que significa realmente servicio público. Rossy estaba logrando algo inusual, hacer que análisis económico riguroso se sintiera relevante y accesible, sin sacrificar complejidad, sin simplificar excesivamente.

6 meses después de su presentación en Washington, Rosy enfrentaba el desafío más complejo de su gestión. México necesitaba renegociar aspectos técnicos del TMEC relacionados con reglas de origen en sector automotriz, un tema técnicamente arcano pero económicamente crucial. Estados Unidos presionaba por interpretaciones restrictivas que beneficiarían a sus productores.

 Canadá tenía sus propios intereses y México necesitaba defender una posición que protegiera empleos manufactureros sin alienar a sus socios comerciales. Las negociaciones serían conducidas por la Secretaría de Economía, pero Rossi sería pieza clave en modelar implicaciones económicas de diferentes escenarios.

 se reunió extensamente con representantes de la industria automotriz mexicana, desde grandes armadoras hasta proveedores medianos, escuchando sus preocupaciones sin hacer promesas que no podía cumplir. Luego pasó semanas con su equipo construyendo modelos de equilibrio general computable que permitieran evaluar cuantitativamente cómo diferentes reglas de origen afectarían empleo, inversión, comercio y bienestar agregado en los tres países.

No era suficiente argumentar que México necesitaba protección. Necesitaba demostrar que las reglas que proponía generarían resultados. mutuamente beneficiosos, que existía un espacio de negociación donde los tres países podían mejorar su posición respecto al estatus quo.

 La primera ronda de negociaciones técnicas fue frustrante. Los representantes estadounidenses llegaron con posiciones maximalistas, aparentemente esperando que México aceptaría términos desfavorables por temor a conflicto comercial mayor. Pero Rosy había aprendido en Washington que ceder terreno sin resistencia técnica simplemente invitaba a demandas adicionales.

 en reuniones técnicas bilaterales desplegó el mismo rigor analítico que había usado en el FMI, demostrando con datos precisos cómo las propuestas estadounidenses generarían distorsiones en cadenas de suministro que afectarían negativamente la competitividad de toda la región norteamericana frente a competidores asiáticos. utilizó una estrategia interesante.

 En lugar de enmarcar el desacuerdo como México contra Estados Unidos, lo presentó como diferentes visiones sobre cómo maximizar competitividad regional conjunta. Mostró como reglas excesivamente restrictivas incentivarían relocalizaciones hacia Asia en lugar de consolidar producción norteamericana, precisamente el opuesto del objetivo declarado del TMEC.

 Esta reorientación del debate desde conflicto distributivo hacia optimización conjunta cambió la dinámica. Funcionarios estadounidenses técnicamente sofisticados, aunque no podían ignorar presiones políticas domésticas, encontraron en los argumentos de Rossi una justificación técnica para moderar demandas maximalistas de sectores proteccionistas.

 Las negociaciones se extendieron por meses con momentos de aparente impaz. Hubo presión intensa sobre Rossi para que fuera más flexible, para que aceptara concesiones que facilitarían acuerdo rápido, pero ella mantuvo su posición argumentando que un mal acuerdo sería peor que no tener acuerdo, que México no podía sacrificar intereses económicos fundamentales por aparentar cooperación.

 Esta firmeza generó tensión con algunos sectores políticos mexicanos que preferían evitar conflicto, pero también generó respeto entre negociadores estadounidenses y canadienses, quienes aprendieron que no podían simplemente presionar para obtener concesiones fáciles. Tendrían que negociar genuinamente. El punto de inflexión llegó durante una sesión técnica donde Rossy presentó una propuesta creativa, un sistema de reglas de origen dinámicas que se ajustarían gradualmente basándose en métricas objetivas de inversión regional en

capacidad productiva. Era más complejo administrativamente que reglas estáticas, pero ofrecía algo atractivo para todos. flexibilidad inicial que protegía cadenas de suministro existentes con incentivos incorporados para incrementar contenido regional a lo largo del tiempo. Estados Unidos obtenía trayectoria hacia mayor regionalización.

México mantenía flexibilidad operativa para empresas existentes. Canadá, que había estado mayormente observando el conflicto bilateral, encontraba protecciones para sus propios intereses en componentes especializados. La propuesta no fue aceptada inmediatamente. Requirió semanas adicionales de refinamiento técnico, ajustes en umbrales específicos, negociación de métricas de monitoreo, pero había establecido una nueva dirección para las conversaciones. Cuando finalmente se alcanzó acuerdo, 3 meses después incorporaba elementos

centrales de la propuesta de Rossy. fue victoria completa para ninguna de las partes, que es precisamente lo que caracteriza a negociaciones exitosas. Pero México había defendido sus intereses fundamentales sin deteriorar la relación comercial trilateral. Y Rossy había demostrado nuevamente que combinar rigor técnico con creatividad en diseño de política podía generar resultados que la confrontación pura o la concesión pasiva nunca lograrían.

 La prensa económica internacional cubrió el acuerdo extensamente con varios artículos destacando específicamente el rol de Rossy en encontrar solución técnica a lo que había sido impaz político. The Economist publicó un perfil titulado La economista, que está redefiniendo como México negocia en el escenario global. El artículo exploraba como su aproximación, fundamentada en transparencia metodológica extrema y disposición a compartir análisis completo con contrapartes negociadoras generaba confianza que facilitaba compromisos mutuos. Ramírez Gutiérrez ha

demostrado que la mejor diplomacia económica no consiste en ocultar cartas, sino en mostrar claramente tu análisis y confiar en que resistirá escrutinio”, concluía el artículo. Pero quizás el reconocimiento más significativo vino de lugar inesperado.

 Jeremy Thornton, su antiguo antagonista de Washington, publicó un artículo académico coescrito con Margaret Chen, analizando las negociaciones del TMEC como caso de estudio sobre cómo aproximaciones técnicas sofisticadas pueden resolver conflictos comerciales complejos, citaban extensamente el trabajo de Rossy, reconociendo explícitamente que habían subestimado inicialmente sus capacidades.

 En la conclusión escribieron algo notable. Este caso demuestra que prejuicios implícitos en comunidades de análisis económico internacional sobre capacidades técnicas de países del sur global no son solo moral y políticamente problemáticos, son analíticamente costosos, cegándonos a innovaciones metodológicas y soluciones creativas que emergen contextos que desestimamos prematuramente.

El artículo generó debates importantes en conferencias académicas de economía sobre representación geográfica en producción de conocimiento económico, sobre cómo estructuras de poder en instituciones internacionales afectan qué voces son tomadas en serio, sobre la necesidad de diversificar no solo demografías, sino también geografías en posiciones de liderazgo técnico.

 Rossy había inadvertidamente catalizado una conversación más amplia que trascendía su caso individual. Se trataba de repensar supuestos fundamentales sobre dónde reside expertiz económica, quién merece ser escuchado sin escepticismo automático, cómo las instituciones globales deben evolucionar para reflejar realidad multipolar del siglo XXI. Un año después de su memorable presentación en Washington, Rossy fue invitada a dar la conferencia magistral en el encuentro anual de secretarios de Hacienda de América Latina y el Caribe, un evento que tradicionalmente había sido

ceremonial más que sustantivo. Los organizadores esperaban que ella hablara sobre la experiencia mexicana con política fiscal, quizás compartiera algunas lecciones aprendidas, pero Rossy tenía una agenda diferente. quería usar la plataforma para articular una visión más amplia sobre cómo países latinoamericanos podían colectivamente elevar su influencia en instituciones económicas globales, no a través de confrontación, sino mediante excelencia técnica sistemática que hiciera imposible ignorar sus voces. Su discurso comenzó reconociendo fracasos históricos.

Durante décadas, América Latina ha sido tratada en foros económicos internacionales como objeto de análisis más que como participante igual en conversaciones técnicas. Y seamos honestos con nosotros mismos, no siempre hemos ayudado a cambiar esa percepción. Demasiadas veces nuestras delegaciones llegaban con preparación insuficiente, con argumentos más retóricos que técnicos, con datos cuestionables que facilitaban descarte de nuestras posiciones. No podemos solo culpar a prejuicios externos cuando nosotros

mismos no siempre cumplíamos estándares técnicos que exigíamos que otros respetaran. Era un inicio brutalmente honesto que generó incomodidad visible entre algunos presentes, pero Rossy continuó pivotando hacia lo que consideraba posible. Sin embargo, la realidad es que América Latina tiene comunidades económicas técnicamente sofisticadas, investigación académica de calidad mundial, capacidad analítica que rivaliza con cualquier región.

 Lo que históricamente nos ha faltado no es talento, sino plataformas. No es competencia técnica, sino confianza para exigir ser tomados en serio. No es capacidad, sino coordinación. Si cada uno de nosotros en nuestros respectivos países nos comprometemos con estándares de transparencia metodológica y rigor técnico extremos, si compartimos abiertamente nuestros datos y modelos invitando escrutinio si reconocemos limitaciones cuando existen, pero defendemos vigorosamente análisis bien fundamentados colectivamente, podemos

cambiar las dinámicas de poder en instituciones globales. Propuso iniciativas concretas, establecer una red latinoamericana de revisión técnica donde economistas de diferentes países evaluarían rigurosamente proyecciones y análisis de otros antes de presentaciones internacionales, identificando debilidades que podrían ser explotadas y fortaleciendo argumentos.

 crear repositorio abierto de metodologías y datos económicos latinoamericanos que facilitara investigación comparativa y transparencia, desarrollar protocolos comunes para comunicar incertidumbre en proyecciones económicas, evitando tanto optimismo no fundamentado que destruye credibilidad como pesimismo defensivo, que se convierte en profecía autocumplida.

 No se trata de crear bloque político, aclaró. Se trata de elevar colectivamente estándares técnicos de manera que nuestras voces individuales sean tomadas más en serio. La reacción inicial fue mixta. Algunos secretarios de Hacienda, particularmente de países con gobiernos técnicamente sofisticados como Chile y Colombia respondieron entusiastamente.

 Otros, de contextos políticos más complejos, expresaban escepticismo sobre viabilidad de mantener independencia técnica bajo presión política intensa. Pero la conversación que Rossy había iniciado continuó en pasillos, en reuniones bilaterales, en intercambios posteriores.

 Había plantado una semilla sobre posibilidad de cooperación técnica latinoamericana que no requería alineación política, pero que podría generar beneficios mutuos en términos de credibilidad internacional. Tres meses después, cinco países latinoamericanos, incluyendo México, lanzaron formalmente la red de excelencia técnica latinoamericana, una plataforma para compartir metodologías, revisar mutuamente análisis económicos antes de presentaciones internacionales y desarrollar estándares comunes de transparencia.

 No era ambicioso en alcance geográfico inicial. Solo cinco países participaban. pero establecía principio y creaba infraestructura que podría expandirse. La primera prueba llegó cuando Brasil preparaba presentación importante para inversores internacionales sobre sostenibilidad de deuda pública. Solicitó revisión técnica de economistas mexicanos y chilenos, quienes identificaron varias debilidades metodológicas que podrían haber sido explotadas en sesión de preguntas.

 Brasil ajustó su presentación, que fue recibida mucho más positivamente de lo que analistas internacionales anticipaban. Rusie observaba estos desarrollos con satisfacción tranquila. No buscaba crédito personal. De hecho, deliberadamente mantenía perfil bajo sobre su rol en catalizar la red, permitiendo que otros secretarios de Hacienda recibieran reconocimiento.

 Para ella, el objetivo nunca había sido construir reputación personal, sino cambiar dinámicas estructurales que habían limitado históricamente influencia latinoamericana en política económica global. Si eso ocurría con ella en primer plano o en segundo plano era irrelevante. Lo que importaba eran resultados concretos, países latinoamericanos siendo tomados más en serio técnicamente, sus análisis siendo citados en lugar de descartados, sus propuestas siendo consideradas genuinamente en lugar de toleradas diplomáticamente. Su trabajo doméstico en México

continuaba siendo intenso. La economía enfrentaba presiones persistentes, volatilidad en precios de petróleo que afectaban ingresos fiscales, tensiones comerciales globales que creaban incertidumbre para exportadores mexicanos. Demandas sociales por mayor gasto en salud y educación chocando con restricciones fiscales.

 Cada semana traía nuevas crisis pequeñas. Cada mes requería decisiones difíciles sobre priorización de recursos limitados. Rossy navegaba estos desafíos con la misma combinación de rigor técnico y honestidad que había caracterizado su trabajo internacional. No pretendía tener soluciones mágicas. Reconocía tradeoffs, pero siempre basaba decisiones en mejor evidencia disponible.

 siempre explicaba transparentemente su razonamiento. Su estilo generaba tanto admiración como frustración, admiración de quienes valoraban integridad técnica y disposición a tomar decisiones impopulares cuando eran correctas. Frustración de quienes preferían funcionarios más maleables políticamente, más dispuestos a sacrificar rigor técnico por conveniencia política.

 Rossie había aprendido a vivir con esta tensión. entendía que no podía satisfacer a todos, que el compromiso con excelencia técnica inevitablemente generaría conflictos con quienes priorizaban otros valores. Pero también sabía que rendirse en ese compromiso la convertiría en otro funcionario más, indistinguible de docenas antes de ella, olvidada tan pronto dejara el cargo.

 años después de aquel día transformador en Washington, Rosy estaba nuevamente en un podio internacional, esta vez en la reunión anual del Banco Mundial en Marraquech, Marruecos. El contexto era diferente. Ya no era la desconocida que nadie esperaba. Era figura reconocida, respetada por su rigor técnico y temida por su disposición a cuestionar ortodoxias cuando los datos las contradecían.

 Su presentación ese día trataba sobre financiamiento climático para países en desarrollo, tema técnicamente complejo y políticamente sensible, donde conflictos entre países desarrollados y en desarrollo habían bloqueado progreso por años. Lo notable no fue solo lo que dijo, sino quién estaba en la audiencia escuchando atentamente.

 Jeremy Thornton, quien dos años atrás la había confrontado con escepticismo apenas velado, estaba en primera fila tomando notas. Margaret Chen moderaba la sesión habiendo solicitado específicamente que Rossy fuera invitada como presentadora principal. La sala incluía representantes de ministerios de finanzas de docenas de países, economistas del Banco Mundial y FMI, investigadores académicos, representantes de organizaciones climáticas, todos ahí voluntariamente para escuchar lo que Rossy Ramírez Gutiérrez tenía que decir sobre un

problema complejo. Su presentación fue característica, técnicamente rigurosa, metodológicamente transparente, con disposición a reconocer limitaciones, pero también a desafiar supuestos convenientes que países desarrollados usaban para evitar compromisos financieros serios.

 Mostró como estimaciones convencionales sobre necesidades de financiamiento climático para países en desarrollo estaban sistemáticamente subestimadas. porque ignoraban costos de adaptación y transición justa. Pero también propuso mecanismos innovadores de financiamiento que podrían movilizar capital privado sin depender únicamente de transferencias gubernamentales, mecanismos que distribuirían riesgos de manera que hicieran proyectos climáticos más atractivos para inversionistas sin sacrificar objetivos de desarrollo. Durante la sesión de preguntas, algo

remarcable ocurrió. Las preguntas no eran escépticas o confrontacionales, eran genuinamente curiosas, buscando clarificación sobre aspectos técnicos, explorando cómo sus propuestas podrían aplicarse en diferentes contextos nacionales. El tono era de colegas técnicos discutiendo problema complejo, no de escépticos intentando desacreditar análisis.

 Rossy había logrado algo extraordinario, cambiar fundamentalmente cómo era percibida en estos espacios, no a través de autopromoción, sino a través de consistencia inquebrantable en excelencia técnica. Había ganado algo más valioso que admiración. Había ganado respeto profesional profundo que trascendía acuerdos o desacuerdos sobre posiciones específicas.

 Después de la sesión, mientras Rossy conversaba con participantes, Jeremy Thornton se acercó. Secretaria Ramírez, tendría algunos minutos para conversar en privado. Ella asintió intrigada. Se alejaron a un rincón más tranquilo del salón. Dorton parecía inusualmente incómodo, algo completamente fuera de carácter para alguien tan seguro de sí mismo como él normalmente era.

 “Quiero disculparme”, comenzó sin preámbulos por Washington, por cómo la traté durante su primera presentación. No estuve bien. Operé con suposiciones que no tenían base técnica y más importante, fui condescendiente de una manera que es francamente imperdonable entre colegas profesionales. Rossy lo miró con sorpresa genuina. No había esperado esto. Jeremy, aprecio sus palabras.

 genuinamente lo hago, pero también quiero que sepa que no guardo resentimiento. Usted me desafió técnicamente y aunque el tono fue duro, ese desafío me hizo mejor. Me forzó a asegurarme de que cada aspecto de mi análisis fuera defendible. En cierta manera, usted me hizo un favor. Thorton sonrió con alivio evidente. Eso es generoso viniendo de usted.

 Pero quiero que entienda algo. El trabajo que ha hecho, no solo técnicamente, sino en cuestionar dinámicas de poder implícitas en cómo se conducen estos foros, ha forzado a muchos de nosotros a hacer autoexamen incómodo. He comenzado a notar patrones en mi propio trabajo que antes no veía. ¿Cómo aplico estándares diferentes dependiendo de qué país estoy analizando? ¿Cómo mis supuestos sobre competencia técnica están influenciados por geografía de maneras que no tienen justificación real? Eso es revelación humillante pero necesaria. conversaron

por 20 minutos más, intercambiando ideas sobre cómo instituciones internacionales podrían evolucionar para ser más inclusivas sin sacrificar rigor técnico. Como diversidad geográfica en liderazgo económico no era solo cuestión de equidad, sino de efectividad analítica, porque traía perspectivas diferentes que enriquecían comprensión de problemas complejos.

 Cuando se despidieron, Thornton le dijo algo que Rossy nunca olvidaría. Usted ha cambiado cómo funciona este espacio, probablemente más de lo que se da cuenta. Y no solo para mexicanos o latinoamericanos, para todos nosotros que nos tomamos en serio el análisis económico, ha elevado el estándar. Rossy simplemente respondió, ese siempre fue el objetivo, solo elevar el estándar para todos.

 Esa noche, sola en su habitación de hotel, Rossy reflexionaba sobre el viaje de los últimos dos años. Había comenzado con preparación obsesiva para una presentación que muchos esperaban sería mediocre. Había continuado con defensa consistente de rigor técnico, incluso cuando generaba fricción política. había evolucionado hacia construir coaliciones latinoamericanas para excelencia técnica colectiva y había culminado en este momento donde ya no necesitaba pelear por ser tomada en serio. Su competencia era asumida, su voz valorada, sus contribuciones

bienvenidas. Pero lo que más satisfacción le generaba no era reconocimiento personal, era saber que había creado pequeñas grietas en estructuras que históricamente habían marginado voces del sur global en política económica internacional. pensó en la joven economista que la había recibido en el aeropuerto de Ciudad de México dos años atrás en estudiantes que le escribían contándole cómo su ejemplo les había dado confianza para perseguir carreras en economía internacional en funcionarios de otros países latinoamericanos que ahora se sentían

empoderados para defender sus análisis más vigorosamente. El impacto real de su trabajo no estaba en los titulares o los artículos académicos que citaban sus contribuciones. Estaba en estos efectos multiplicadores, silenciosos, en las pequeñas maneras en que había hecho el camino ligeramente más fácil para quienes vendrían después de ella.

No había roto todas las barreras, muchas permanecían intactas, pero había demostrado que era posible ocupar estos espacios con autenticidad, sin sacrificar identidad o valores, sin tener que conformarse a expectativas de cómo debería comportarse alguien de su geografía. Su teléfono vibró con un mensaje. Era de su madre en Guadalajara.

Mi hija, acabo de ver en las noticias que presentaste en Marruecos. Tu papá y yo estamos tan orgullosos, pero espero que estés durmiendo suficiente. Siempre te desvelas demasiado. Cuídate, te amamos. Rossy sonríó, sus ojos humedeciéndose ligeramente en medio de todos los reconocimientos internacionales, las invitaciones prestigiosas, los artículos académicos, lo que realmente importaba era saber que había honrado la confianza de su familia, de su país, de todos aquellos que la habían apoyado en un camino nada fácil. Respondió simplemente, “Los amo también.” Y sí,

prometo dormir esta noche. Ha sido un día largo, pero bueno. Pero antes de dormir, Rossy abrió su laptop una última vez. Había proyecciones económicas que revisar para una reunión la semana siguiente. Un modelo nuevo que su equipo había desarrollado y que necesitaba evaluar.

Email de colegas internacionales con preguntas técnicas que requerían respuestas cuidadosas. El trabajo nunca terminaba realmente, pero eso no la molestaba. Este era el trabajo que había elegido, la responsabilidad que había aceptado. y mientras pudiera seguir haciéndolo con integridad, mientras pudiera seguir contribuyendo a que México y América Latina fueran tomados en serio técnicamente en el escenario global, mientras pudiera ser parte de cambiar gradualmente las dinámicas de poder en instituciones económicas internacionales, seguiría adelante. una proyección a la vez, un

modelo a la vez, una presentación a la vez.