Eres una niña torpe, mira lo que has hecho”, gritó Mónica con los ojos llenos de rabia, señalando los pedazos del jarrón de cristal esparcidos por el suelo de mármol. “Este jarrón era muy caro.” Valentina, de apenas 6 años, temblaba junto a los cristales rotos. Sus pequeñas manos intentaban juntar los pedazos mientras las lágrimas caían sobre el piso frío de la mansión en Guadalajara.

“Lo siento, madrastra Mónica.” Fue sin querer. Yo solo quería. ¡Cállate!” Mónica la miró con dureza. “Ahora vas a limpiar este desastre y tendrás que aprender a ser más cuidadosa.” La niña miró hacia la puerta esperando que su papá apareciera, pero Alejandro Torres, el millonario dueño de la cadena hoteliera más importante de México, llevaba tres semanas de viaje de negocios.

Valentina estaba completamente sola con la mujer que fingía amarla cuando él estaba presente. “Ya no puedo más”, soyó Valentina, su vocecita quebrándose en el silencio de la enorme casa vacía. En ese preciso momento, el sonido de una llave en la puerta principal hizo que ambas se congelaran.

Alejandro había regresado antes de tiempo y estaba a punto de descubrir la verdad que cambiaría todo para siempre. Hay mucho más por venir que también podría conmoverte. La puerta principal de la mansión Torres se abrió lentamente.

 Alejandro entró cargando su maletín de cuero y una pequeña caja envuelta en papel rosa brillante. Había decidido cancelar las últimas reuniones en Cancún para sorprender a su hija Valentina. Después de tres semanas sin verla, su corazón de padre no podía esperar más. El silencio de la casa lo extrañó.

 Normalmente cuando llegaba de viaje escuchaba risas, música o al menos los pasos de Valentina corriendo hacia él gritando, “¡Papá!” Pero esta vez todo estaba demasiado quieto. Dejó el maletín en la mesa del recibidor y caminó hacia la sala principal. Sus zapatos italianos resonaban contra el mármol pulido. La mansión ubicada en las afueras de Guadalajara era su orgullo.

 Techos altos, ventanas enormes que daban al jardín y muebles elegantes que había elegido personalmente cuando se mudó ahí con Valentina hace dos años. De repente escuchó un llanto ahogado que venía de la sala. Alejandro aceleró el paso y al doblar la esquina, la escena lo golpeó como un puño en el estómago.

 Su pequeña Valentina estaba en el suelo, rodeada de cristales rotos, con las mejillas empapadas de lágrimas. Mónica estaba de pie junto a ella, con los brazos cruzados y una expresión de fastidio. ¿Qué está pasando aquí?, preguntó Alejandro con voz tensa. Mónica se volteó rápidamente y por un segundo Alejandro pudo ver algo en sus ojos que nunca había notado antes.

 Algo frío, pero tan rápido como apareció, desapareció, reemplazado por su sonrisa habitual. “Amor, no sabía que regresarías hoy”, dijo Mónica caminando hacia él con los brazos extendidos. Valentina tuvo un pequeño accidente. Ya sabes cómo son los niños, siempre tocando lo que no deben. Alejandro no le devolvió el abrazo.

 Sus ojos estaban fijos en su hija, que lo miraba con una expresión que le partió el alma. No era solo tristeza, era miedo. Valentina, ven acá, le dijo, arrodillándose y abriendo los brazos. La niña se levantó lentamente, evitando los cristales, y corrió hacia él. Cuando la abrazó, sintió como temblaba.

 Su vestido rosa estaba sucio y arrugado, muy diferente de como Mónica solía mantenerla cuando él estaba en casa. ¿Estás bien, princesa? Le susurró al oído. Valentina asintió contra su pecho, pero no habló. Eso también era extraño. Su hija siempre tenía mil cosas que contarle cuando regresaba de viaje. “Mónica, ¿qué jarrón era ese?”, preguntó Alejandro, señalando los pedazos mientras seguía abrazando a Valentina.

El de cristal azul que trajiste de Venecia, ya sabes, el que estaba en la mesa del comedor. Alejandro frunció el ceño. Ese jarrón lo había puesto en una repisa alta específicamente para que Valentina no pudiera alcanzarlo. ¿Cómo llegó Valentina hasta ahí arriba? Estaba subida en una silla”, respondió Mónica rápidamente.

 “Le dije mil veces que no lo hiciera, pero no me hizo caso.” Alejandro miró a su hija. Valentina siempre había sido obediente, especialmente cuando se trataba de las cosas caras de la casa. Él mismo le había enseñado a no tocar nada frágil. “¿Es cierto eso, Valentina?”, le preguntó suavemente.

 La niña levantó la vista hacia él, luego miró a Mónica y volvió a bajar la mirada. asintió en silencio. Algo no encajaba, pero Alejandro decidió no presionar en ese momento. Primero tenía que asegurarse de que su hija estuviera bien. Vamos a limpiar esto y después cenaremos juntos. Sí, dijo poniéndose de pie con Valentina en brazos.

 Ya ordené que trajeran la cena, dijo Mónica. Pensé que llegarías mañana. Durante la cena, Alejandro observó atentamente. Mónica le servía a Valentina pequeñas porciones, mucho más pequeñas de lo que él recordaba.

 Y cada vez que la niña intentaba hablar, Mónica la interrumpía con algún comentario sobre lo cansado que debía estar Alejandro o lo difícil que había sido cuidar a Valentina sola. Valentina comía en silencio, masticando lentamente cada bocado como si tuviera miedo de hacer ruido. Sus ojos se dirigían constantemente hacia Mónica y Alejandro notó que sus pequeñas manos temblaban ligeramente al tomar el vaso de agua.

 “Valentina, ¿cómo te has ido en la escuela?”, preguntó Alejandro tratando de que su hija hablara. “Bien, papá. respondió en voz muy baja. Solo bien. Cuéntame más. ¿Qué es lo que más te ha gustado? Valentina abrió la boca para responder, pero Mónica la interrumpió. Ay, amor. La pobre ha tenido problemas para concentrarse. La maestra dice que está muy distraída últimamente.

 Alejandro notó como Valentina bajó la cabeza cuando Mónica dijo eso. Sus hombros se hundieron como si esas palabras la hubieran aplastado. Después de la cena, mientras Mónica lavaba los platos, Alejandro llevó a Valentina a su cuarto. La habitación estaba perfectamente ordenada, demasiado ordenada para ser el cuarto de una niña de 6 años. Los juguetes estaban alineados en los estantes como si nadie los hubiera tocado en semanas.

 “¿No has estado jugando, princesa?”, le preguntó sentándose en su cama. “Sí, papá. Es que me gusta tener todo ordenado.” Alejandro sabía que eso no era cierto. Valentina siempre había sido una niña alegre y algo desordenada. Su cuarto solía estar lleno de dibujos pegados en las paredes, libros abiertos por todas partes y muñecas en diferentes rincones creando pequeñas historias.

 ¿Dónde están tus dibujos nuevos? ¿Los qué haces para mí cuando no estoy? Valentina dudó antes de responder. Los guardé en el cajón para que no se ensucien. Abrió el cajón de su escritorio y sacó una pila de hojas. Alejandro las revisó una por una. Los dibujos habían cambiado. Antes Valentina dibujaba familias sonrientes, casas con jardines coloridos y arcoiris. Ahora sus dibujos eran más oscuros.

 Había una niña sola en una habitación, una casa con las ventanas cerradas y figuras grises sin rostros. En uno de los dibujos había una mujer alta con el pelo negro gritándole a una niña pequeña. Alejandro sintió un nudo en el estómago. ¿Quién es esta señora Valentina? Preguntó señalando la figura. Valentina miró el dibujo y después a su papá. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

 Es solo un dibujo, papá, de mi imaginación. Alejandro la abrazó y sintió como su hija se aferraba a él como si fuera su salvavidas. En ese momento supo que algo estaba muy mal en su casa y que había sido un idiota por no darse cuenta antes. Valentina, le susurró, quiero que sepas que papá siempre va a protegerte. Está bien. Si algo te molesta o te da miedo, puedes decírmelo.

 La niña asintió contra su pecho, pero no dijo nada más. Alejandro la arropó y le dio un beso en la frente antes de salir del cuarto. Esa noche, mientras Mónica dormía a su lado, Alejandro se quedó despierto pensando, los dibujos, el silencio de Valentina, su miedo, los temblores, todo apuntaba a algo que no quería creer.

 Se levantó silenciosamente y fue hasta la cocina por un vaso de agua. Cuando pasó por el cuarto de Valentina, escuchó un sonido que le heló la sangre. Su hija estaba llorando quedito, tratando de no hacer ruido. Alejandro abrió la puerta suavemente y se acercó a la cama. Valentina tenía los ojos abiertos mirando al techo.

 No puedes dormir, princesa. Valentina se volteó hacia él sorprendida. Papá, pensé que estabas dormido. No puedo dormir tampoco. ¿Quieres que te cuente un cuento? La niña asintió y se hizo a un lado en la cama para que él se sentara.

 Alejandro notó que tenía su osito de peluche apretado contra el pecho, el mismo que le había regalado cuando cumplió 4 años. ¿Sabes qué, Valentina? Te extrañé mucho durante este viaje. Yo también te extrañé, papá. Mucho, mucho. ¿Por qué no me llamaste? Siempre te digo que puedes llamarme cuando quieras. Valentina bajó la mirada. Mónica dijo que estabas muy ocupado con cosas importantes y que no debía molestarte. Alejandro sintió una punzada en el pecho.

 Escúchame bien, mi amor. Tú nunca, nunca me molestas. Tú eres lo más importante en mi vida, ¿entiendes? Más importante que cualquier trabajo o reunión. De verdad, de verdad. Prométeme que la próxima vez me vas a llamar si me extrañas o si necesitas algo. Te lo prometo, papá. Alejandro le contó el cuento de la princesa valiente que salvó a todo su reino.

 Y cuando terminó, Valentina ya se había quedado dormida con una pequeña sonrisa en los labios. Mientras regresaba a su cuarto, Alejandro tomó una decisión. Mañana comenzaría a buscar respuestas y esta vez no pararía hasta descubrir toda la verdad. En su mente ya se formaba un plan.

 Hablaría con la maestra de Valentina, revisaría las cámaras de seguridad de la casa y, más importante aún, pasaría más tiempo observando cómo se comportaba Mónica cuando pensaba que nadie la veía. Su hija había sufrido suficiente. Era hora de actuar como el padre que debería haber sido desde el principio. ¿Qué crees que descubrirá Alejandro sobre lo que realmente ha estado pasando en su casa? Déjanos una palabra en los comentarios que describa cómo te sientes después de este primer capítulo.

 Y si quieres saber cómo continúa esta historia, suscríbete al canal para no perderte los próximos capítulos. A la mañana siguiente, Alejandro se despertó antes que todos. Había tomado una decisión durante la noche. Cancelaría todos sus compromisos de trabajo por una semana para quedarse en casa y obseraba entender qué había estado pasando realmente con su hija. Bajó a la cocina y encontró a Carmen, la empleada doméstica que trabajaba en la casa desde hacía 5 años preparando el desayuno.

 Carmen era una mujer de 50 años, discreta y trabajadora, que siempre había mostrado especial cariño por Valentina. Buenos días, señor Torres”, le dijo Carmen con una sonrisa, pero Alejandro notó algo diferente en su expresión, una tristeza que no había visto antes. “Buenos días, Carmen. ¿Cómo has estado?” “Bien, señor.

 ¿Va a desayunar temprano hoy?” “Sí, y Carmen”, Alejandro dudó un momento. “¿Cómo ha estado Valentina mientras yo no estaba?” Carmen se quedó inmóvil por un segundo con la sartén en la mano. Pues la niña ha estado bien, señor Carmen. Tú conoces a Valentina desde que era bebé. ¿Puedes hablarme con confianza? La mujer bajó la mirada y siguió cocinando en silencio.

 Alejandro notó que sus manos temblaban ligeramente. Señor Torres, yo solo soy la empleada. No me corresponde opinar sobre Carmen. Mírame, le dijo Alejandro con voz suave, pero firme. Valentina es mi hija y si algo le está pasando, necesito saberlo. Los ojos de Carmen se llenaron de lágrimas. Ay, señor, yo he querido decirle muchas veces, pero la señora Mónica me dijo que me echaría si hablaba con usted.

 El corazón de Alejandro comenzó a latir más rápido. ¿Qué ha estado pasando, Carmen? La niña, la niña ha cambiado mucho, señor. Antes era tan alegre, siempre cantando y riendo. Ahora está siempre asustada. Come muy poco porque la señora Mónica le dice que está gorda y que debe hacer dieta.

 Alejandro sintió que la sangre se le helaba en las venas. Dieta. Valentina tiene 6 años. Sí, señor. Y cuando usted no está, la señora la hace quedarse en su cuarto por horas. le dice cosas muy feas, que es una molestia, que ojalá nunca hubiera nacido. Dios mío. Alejandro tuvo que apoyarse en la mesa para no tambalearse. ¿Por qué no me dijiste antes? Lo intenté, señor, pero usted siempre estaba ocupado y la señora Mónica siempre estaba cerca.

 Una vez traté de llamarlo cuando usted estaba de viaje, pero ella me quitó el teléfono y me amenazó con despedirme. En ese momento, Valentina apareció en la puerta de la cocina. Llevaba puesto su uniforme escolar y su mochila, pero se veía muy pequeña y frágil. “Buenos días, papá”, dijo con voz que dita. Alejandro se acercó y la abrazó fuerte. “Buenos días, mi amor.

 ¿Dormiste bien?” Valentina asintió, pero Alejandro notó las ojeras bajo sus ojos. Su hija no había dormido bien en mucho tiempo. “¿Desayunaste ya?”, le preguntó. Mónica dice que no tengo hambre en las mañanas”, respondió Valentina automáticamente. Alejandro miró a Carmen, quien negó con la cabeza discretamente. “Pues hoy sí vas a desayunar”, dijo Alejandro con determinación.

 “Carmen, prepara pancakes con miel para Valentina, por favor.” “Sí, señor”, respondió Carmen con entusiasmo. Los ojos de Valentina se iluminaron por primera vez. “¿De verdad puedo comer pancakes, papá?” “Claro que sí, princesa. Puedes comer todo lo que quieras. Mientras Carmen preparaba los pancakes, Mónica bajó las escaleras.

 Llevaba puesta una bata de seda azul y el cabello perfectamente peinado como siempre. Buenos días, amor, le dijo a Alejandro dándole un beso en la mejilla. Luego miró a Valentina comiendo y frunció el ceño. Pancakes.

 Alejandro, ¿sabes que Valentina no debe comer tanto azúcar por las mañanas? Valentina está creciendo y necesita alimentarse bien”, respondió Alejandro firmemente. Mónica forzó una sonrisa. “Claro, pero yo la he estado cuidando estos días y sé lo que le conviene. Además, tiene que caber en su vestido para la obra de la escuela.” Alejandro notó como Valentina dejó de masticar y bajó la vista al plato. Su alegría se desvaneció instantáneamente. “Valentina, come todos los pancakes”, le dijo su papá con voz cálida.

 Estás perfecta tal como eres. Durante el desayuno, Alejandro observó cada gesto, cada mirada. Vio como Mónica controlaba cada movimiento de Valentina con la mirada, como la niña pedía permiso con los ojos antes de tomar un sorbo de jugo, como se tensaba cada vez que Mónica hablaba. Después de que Valentina se fue a la escuela con el chóer, Alejandro le dijo a Mónica que tenía algunas llamadas importantes que hacer en su oficina de la casa.

 En lugar de eso, se dirigió al cuarto de seguridad donde estaba el sistema de cámaras. La casa tenía cámaras en todas las áreas comunes, sala, cocina, pasillos, jardín. Las había instalado por seguridad cuando se mudaron. Alejandro comenzó a revisar las grabaciones de los últimos días. Al principio no vio nada extraño, pero entonces llegó a las grabaciones de la mañana anterior a su regreso.

 Lo que vio lo dejó sin respiración. En la pantalla, Mónica tenía a Valentina parada en una esquina de la sala, mirando hacia la pared. La niña estaba llorando silenciosamente mientras Mónica le gritaba, “Eres una niña mala. Tu papá se va a cansar de ti y te va a mandar lejos.” Valentina se volteó hacia ella.

 No, por favor, madrastra Mónica, yo me voy a portar bien. No me hables. Date la vuelta y quédate ahí hasta que yo diga. Alejandro vio como su hija obedecía temblando de miedo. Mónica se fue de la sala y dejó a Valentina parada ahí por más de dos horas. Siguió revisando más grabaciones. Vio a Mónica quitándole el plato de comida a Valentina cuando apenas había comido tres bocados.

 Vio a su hija pidiendo agua y a Mónica ignorándola. vio a Valentina tratando de jugar con sus muñecas y a Mónica gritándole que hiciera silencio, pero la grabación que más lo destrozó fue una de hace una semana. Valentina había dibujado algo y se lo enseñó a Mónica con una sonrisa.

 Mónica tomó el dibujo, lo rompió en pedazos y le dijo, “Tu papá no quiere ver estas porquerías. Él está ocupado con cosas importantes. Tú no eres importante para él.” Valentina se puso a llorar y le preguntó, “Mi papá no me quiere.” te soporta porque no tiene opción, pero si sigues siendo molesta, un día te va a mandar a un orfanato. Alejandro tuvo que detener la grabación. Sus manos temblaban de rabia.

 Durante todos estos meses, mientras él trabajaba para darle una buena vida a su hija, esa mujer la había estado destruyendo emocionalmente. Se dirigió hacia la sala, donde encontró a Mónica hablando por teléfono con una de sus amigas, riéndose de algo que le contaba. “Mónica”, le dijo con voz fría. Ella se volteó y al ver su expresión su sonrisa desapareció.

 “Te llamo luego, Ana”, le dijo a su amiga y colgó. “¿Qué pasa, amor? Te ves muy serio. Necesitamos hablar ahora.” Alejandro la llevó a su oficina y cerró la puerta. Durante los siguientes 30 minutos le mostró extractos de las grabaciones. Con cada video, la cara de Mónica se ponía más pálida. “Alejandro, ¿puedo explicarte todo?” “No hay nada que explicar.” La interrumpió. Vi todo lo que necesitaba ver.

 Estás exagerando. Yo solo estaba tratando de educarla. Los niños necesitan disciplina. Disciplina. Alejandro se levantó de su silla. Le dijiste que no era importante para mí. Le dijiste que la iba a mandar a un orfanato. Yo estaba molesta ese día. No lo decía en serio. Una niña de 6 años no entiende eso, Mónica. Para ella, cada palabra que dijiste fue real. Mónica se puso de pie.

su máscara de dulzura finalmente cayendo por completo. ¿Sabes qué? Tienes razón. Estoy cansada de fingir. Esa niña es insoportable, siempre quejándose, siempre necesitando atención. Yo no soy su madre, Alejandro. Yo me casé contigo, no con tu hija problemática. Mi hija no es problemática.

 Es una niña de 6 años que necesitaba amor y protección y en lugar de eso le diste miedo y rechazo. Pues entonces quédate con tu preciosa hija, pero no esperes que yo siga fingiendo que me importa. Alejandro la miró fijamente. No te preocupes, no tendrás que fingir más. Esa tarde, cuando Valentina regresó de la escuela, encontró a su papá esperándola en la sala con los brazos abiertos.

 Por primera vez en meses, corrió hacia él sin miedo. ¿Cómo te fue en la escuela, princesa? Bien, papá. Maestra Elena dijo que mi dibujo del árbol estuvo muy bonito. ¿Me lo puedes enseñar? Valentina sacó el dibujo de su mochila. Era un árbol grande con muchas flores de colores y dos figuras tomadas de la mano debajo de él, una grande y una pequeña.

“Somos tú y yo, papá”, le dijo con una sonrisa tímida. Alejandro sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Es el dibujo más hermoso que he visto en mi vida. Esa noche, mientras cenaban solos los dos, Alejandro le dijo a Valentina, “Mi amor, ¿te gustaría que fuéramos de vacaciones solo tú y yo?” Los ojos de Valentina se iluminaron. De verdad, papá, de verdad.

 Y quiero que sepas algo muy importante. Tú eres lo más valioso que tengo en la vida. Te amo más que a nada en el mundo. Valentina se levantó de su silla y corrió a abrazarlo. Yo también te amo, papá, muchísimo. Por primera vez en meses, la casa se llenó de risa, pero Alejandro sabía que la batalla apenas comenzaba. Mónica no se iba a ir sin pelear y él tenía que estar preparado para proteger a su hija de lo que viniera.

 Los siguientes tres días fueron los mejores que Valentina había tenido en meses. Alejandro canceló todas sus reuniones y se dedicó completamente a su hija. Fueron al parque, comieron helado, vieron películas juntos y por las noches él leía cuentos hasta que se quedaba dormida con una sonrisa. Mónica había desaparecido de la casa.

 Se había ido a pensar las cosas a casa de su hermana, según le dijo a Alejandro. Pero él sabía que estaba planeando algo. La conocía lo suficiente para saber que no se iba a dar por vencida fácilmente. El miércoles por la mañana, mientras Alejandro preparaba el desayuno para Valentina, sonó el teléfono de la casa.

 Señor Torres, era una voz femenina que no reconocía. Sí, habla Alejandro Torres. Soy la licenciada Patricia Hernández del Departamento de Protección Infantil. Recibimos una denuncia anónima sobre posible maltrato infantil en su hogar. Necesitamos realizar una visita de inspección. El corazón de Alejandro se detuvo. Una denuncia. ¿De qué tipo? No puedo dar detalles por teléfono, señor Torres.

 ¿Estaría disponible para recibirnos hoy a las 2 de la tarde? Por supuesto. Estaré aquí. Cuando colgó, Alejandro supo inmediatamente quién había hecho la denuncia. Mónica había jugado su primera carta. Llamó a su abogado Ricardo Mendoza, un hombre de 60 años que había sido amigo de su padre y que manejaba todos los asuntos legales de la familia Torres. Ricardo, necesito verte urgentemente. Alguien denunció maltrato infantil en mi casa.

 Maltrato, Alejandro, eso es muy serio. ¿Quién pudo haber? Tengo mis sospechas. ¿Puedes venir antes de las dos? Voy para allá. Cuando Valentina bajó a desayunar, Alejandro trató de actuar normal, pero la niña inmediatamente notó que algo estaba diferente. ¿Estás bien, papá? ¿Te ves preocupado? Estoy bien, princesa. Es solo trabajo.

 Después de desayuno, mientras Valentina dibujaba en la sala, llegó Ricardo. Era un hombre alto y distinguido, con cabello gris y una presencia que inspiraba confianza. Alejandro, cuéntame exactamente qué ha estado pasando. Durante la siguiente hora, Alejandro le contó todo.

 Los maltratos de Mónica, las grabaciones de las cámaras de seguridad, el estado emocional de Valentina y su decisión de confrontar a su esposa. Entiendo, dijo Ricardo tomando notas. Mónica está contraatacando, pero tengo que preguntarte algo importante. ¿En algún momento tú perdiste el control con ella? ¿Hubo gritos, discusiones fuertes? Sí. Cuando le mostré las grabaciones, me alteré mucho. Le grité que era una maltratadora.

 Valentina presenció eso ella estaba en la escuela. Bien, eso nos ayuda. Ahora necesitamos preparar la documentación, las grabaciones, el testimonio de Carmen y sería conveniente que un psicólogo evaluara a Valentina. A las 2 en punto sonó el timbre. Alejandro abrió la puerta y encontró a una mujer de unos 40 años vestida de manera formal. acompañada por un hombre más joven.

Señor Torres, soy Patricia Hernández y él es mi asistente, Miguel Santos. Agradecemos que nos reciba. Por favor, pasen. Mi abogado también está presente. Se sentaron en la sala donde Valentina seguía dibujando en el suelo. La niña levantó la vista curiosamente, pero siguió con su actividad. “Señor Torres”, comenzó Patricia.

 Recibimos una denuncia que indica que su hija ha sido víctima de gritos, castigos severos y posible negligencia. alimentaria. También se menciona que usted ha mostrado comportamiento violento en el hogar. Eso es completamente falso, respondió Alejandro calmadamente. De hecho, mi hija fue víctima de maltrato emocional, pero por parte de mi esposa, no mía. ¿Puede proporcionar evidencia de esa afirmación? Ricardo intervino.

 Tenemos grabaciones de video que muestran claramente el maltrato emocional hacia la menor. Patricia miró a Valentina, quien seguía dibujando, aparentemente ajena a la conversación. “¿Podríamos hablar con la niña en privado?” Alejandro sintió un nudo en el estómago, pero asintió. “Valentina, esta señora quiere platicar contigo un ratito. ¿Está bien?” Valentina miró a su papá con un poco de nerviosismo, pero asintió.

Patricia se sentó en el suelo junto a Valentina. “Hola, ¿cómo te llamas?” “Valentina Torres”, respondió la niña con voz suave. “¿Y cuántos años tienes?” “Seis. ¿Me puedes platicar sobre tu familia, Valentina?” La niña miró hacia donde estaba su papá. “Vivo con mi papá. Él me quiere mucho.

 ¿Y vive alguien más contigo?”, Valentina dudó. Antes vivía la madrastra Mónica, pero ya no está. ¿Cómo era vivir con Mónica? Los ojos de Valentina se llenaron de lágrimas instantáneamente. Ella ella me decía cosas feas. Me decía que mi papá no me quería y que me iba a mandar lejos. Patricia tomó notas mientras hablaba.

 ¿Te pegaba, Mónica? No me pegaba, pero me gritaba mucho y no me dejaba comer cuando tenía tu papá te grita o te pega. No, respondió Valentina rápidamente. Mi papá es bueno. Él me protege y me da abrazos. Patricia habló con Valentina durante 20 minutos. más preguntándole sobre su rutina diaria, sus sentimientos y sus miedos. La niña respondió todas las preguntas con honestidad, describiendo los meses de maltrato emocional que había sufrido, pero dejando muy claro que se sentía segura con su papá.

 Después, Patricia revisó la casa, especialmente el cuarto de Valentina, la cocina y las áreas donde la niña pasaba tiempo. Señor Torres, dijo finalmente, las declaraciones de su hija son consistentes con maltrato emocional, pero no hacia usted, sino proveniente de su esposa. Sin embargo, necesitamos ver esas grabaciones que menciona.

 Alejandro los llevó a su oficina y les mostró varios extractos de las cámaras de seguridad. El rostro de Patricia se endureció mientras veía como Mónica maltrataba emocionalmente a Valentina. Esto es evidencia muy clara de abuso emocional”, dijo Patricia. “¿Dónde está su esposa actualmente? Se fue de la casa hace tres días. Está en casa de su hermana. Entiendo.

Necesitaremos hablar con ella también.” Después de que se fueron los trabajadores sociales, Alejandro se sintió más tranquilo, pero sabía que la batalla apenas comenzaba. Esa tarde, mientras cenaban, Valentina le preguntó, “Papá, ¿por qué esa señora me preguntó tanto sobre Mónica? Alejandro eligió sus palabras cuidadosamente.

 A veces los adultos tenemos problemas, princesa, pero quiero que sepas que siempre voy a protegerte. Mónica va a regresar. No lo sé, mi amor, pero si regresa, no va a lastimarte más, te lo prometo. Dos días después llegó la segunda jugada de Mónica. El teléfono sonó a las 8 de la mañana. Señor Torres, habla el director Ramírez de la escuela de Valentina.

 Necesitamos que venga urgentemente. Ha habido un incidente. El corazón de Alejandro se aceleró. ¿Qué tipo de incidente? ¿Está bien, Valentina? La niña está físicamente bien, pero prefiero explicarle en persona. Alejandro llevó a Valentina a la escuela y en el camino la niña le contó lo que había pasado.

 Papá, cuando llegué al salón, la maestra Elena me dijo que mi mamá había venido a hablar con ella. Tu mamá, Valentina. Tu mamá murió cuando eras bebé. Sí, pero yo le dije eso a la maestra y ella me dijo que había hablado con Mónica y que Mónica le había dicho que tú me pegas y que me das miedo. Alejandro sintió que la rabia le subía por el pecho. Mónica había ido a la escuela a mentir sobre él.

 En la oficina del director, Alejandro se encontró con Elena Ruiz, la maestra de Valentina y el director Ramírez. Señor Torres, comenzó el director. Ayer recibimos la visita de la señora Mónica Castillo, quien se identificó como la madre de Valentina. Nos dijo que usted había comenzado a tener comportamientos agresivos en casa y que la niña tenía miedo de regresar.

Director, eso es completamente falso. Mónica no es la madre de Valentina, es mi esposa y ella es quien ha estado maltratando emocionalmente a mi hija durante meses. La maestra Elena intervino. Señor Torres, tengo que decirle que en las últimas semanas sí había notado cambios en Valentina.

 Estaba muy callada, comía poco y parecía asustada. Exactamente. Pero esos cambios eran porque Mónica la maltrataba cuando yo no estaba en casa. Ahora que Mónica no vive con nosotros, Valentina ha vuelto a ser la niña alegre de siempre. Es cierto, admitió Elena. En los últimos días la he visto mucho mejor, más participativa y sonriente.

 Alejandro les explicó toda la situación y se ofreció a proporcionarles copias de las grabaciones y el reporte del Departamento de Protección Infantil. Valentina, ¿se siente segura con usted, señor Torres?, preguntó el director. Pregúntenle a ella. Trajeron a Valentina a la oficina y le preguntaron directamente si se sentía segura con su papá y si tenía miedo de ir a casa. “Claro que no tengo miedo”, respondió Valentina con firmeza.

 “Mi papá me cuida y me protege.” Mónica era la mala, no mi papá. Después de esa reunión, Alejandro supo que Mónica iba a seguir atacando desde todos los frentes posibles. Esa noche, mientras leía un cuento a Valentina, ella le dijo, “Papá, ¿por qué Mónica está diciendo mentiras sobre ti? Hay personas que cuando hacen cosas malas, en lugar de admitirlo y disculparse, prefieren culpar a otros.

Ella va a seguir diciendo mentiras. Tal vez princesa, pero la verdad siempre gana al final y nosotros tenemos la verdad de nuestro lado. Valentina se acurrucó contra él. Papá, no dejes que me separen de ti. Alejandro la abrazó fuerte. Nadie va a separarnos, mi amor. Nadie. Pero en el fondo de su corazón sabía que lo más difícil estaba por venir. El mejor aún está por venir.

 La batalla legal apenas comienza y Mónica no se va a rendir fácilmente. ¿Lograrán padre e hija mantenerse unidos? No olvides suscribirte al canal para no perderte los próximos capítulos de esta historia. Una semana después, Alejandro recibió los papeles que había estado temiendo.

 Mónica había iniciado un proceso legal demandando la custodia compartida de Valentina, alegando que él era violento y emocionalmente inestable. “Esto es ridículo”, le dijo a Ricardo mientras revisaban los documentos en su oficina. Mónica no es la madre biológica de Valentina, no tiene ningún derecho legal sobre ella.

 En México, cuando alguien se casa con una persona que tiene hijos menores, puede solicitar custodia si demuestra que ha actuado como figura parental y que el padre biológico representa un peligro, explicó Ricardo. Mónica está argumentando que durante los dos años que estuvo casada contigo, fungió como madre de Valentina. Pero tengo las grabaciones que prueban que la maltrataba. Lo sé.

 Y esas grabaciones son nuestra mejor defensa. Pero Alejandro, tengo que advertirte. Mónica contrató a Eduardo Salinas como su abogado. Alejandro sintió un escalofrío. Eduardo Salinas era conocido por ser despiadado y por ganar casos que parecían imposibles. Era caro, pero muy efectivo. ¿Cómo puede costear un abogado así? Mónica no tiene dinero propio. Esa es una buena pregunta.

 Voy a investigar quién está financiando su demanda. Esa tarde, mientras Valentina hacía su tarea en la sala, sonó el timbre. Alejandro abrió la puerta y se encontró con un hombre joven vestido de traje. Señor Alejandro Torres, sí, soy yo. Le traigo una citación judicial. Debe presentarse el lunes a las 10 de la mañana en el juzgado familiar número 3.

 Después de que el hombre se fue, Alejandro se quedó mirando los papeles. El lunes tendría que enfrentarse a Mónica en los tribunales. “Papá, ¿quién era?”, preguntó Valentina desde la sala. Nadie importante, princesa. Ven, vamos a revisar tu tarea. Pero esa noche, cuando Valentina ya estaba dormida, Alejandro llamó a Ricardo.

 Ricardo, necesito saber qué tan fuerte es el caso de Mónica. Honestamente, Alejandro, es más fuerte de lo que me gustaría. Ella tiene testigos que declararán que tú estabas siempre ausente, que dejabas todo el cuidado de Valentina en sus manos y que cuando regresaste de tu último viaje te pusiste violento con ella.

 ¿Qué testigos? Su hermana, dos amigas suyas y Carmen. Carmen, nuestra empleada doméstica. Al parecer la presionaron. Mónica la amenazó con deportarla si no declara a su favor. Carmen no tiene papeles en regla. Alejandro. Alejandro se sintió derrotado. Carmen había sido testigo de todo el maltrato hacia Valentina, pero ahora no podría declarar la verdad por miedo a ser deportada. El fin de semana fue tenso.

 Alejandro trató de actuar normal frente a Valentina, pero la niña percibió su nerviosismo. “Papá, ¿estás enojado conmigo?”, le preguntó el domingo por la noche. “¿Por qué dices eso, princesa?” “Porque has estado muy callado, como cuando Mónica vivía aquí y tú llegabas de viaje preocupado.

” Alejandro se arrodilló frente a ella y la tomó de las manos. Valentina, escúchame bien. Nunca, nunca podría estar enojado contigo. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Es solo que los adultos a veces tenemos problemas que resolver. Son problemas por mi culpa. No, mi amor. Los problemas no son por tu culpa. Tú eres perfecta tal como eres.

 El lunes por la mañana, Alejandro dejó a Valentina en la escuela y se dirigió al juzgado con Ricardo. El edificio era imponente, con pasillos largos y fríos. que hacían eco con cada paso. En la sala de audiencias vio a Mónica sentada junto a Eduardo Salinas. Ella llevaba un vestido negro conservador y el cabello recogido, proyectando una imagen de madre preocupada y sufriente.

 Cuando sus ojos se cruzaron, Mónica le dirigió una sonrisa fría que le heló la sangre. El juez Martínez era un hombre de unos 60 años con expresión seria y mirada penetrante. Estamos aquí para revisar la solicitud de custodia compartida presentada por la señora Mónica Castillo respecto a la menor Valentina Torres, anunció el juez.

 Eduardo Salinas se levantó primero. Su señoría, mi clienta ha fungido como madre de la menor durante dos años. ha sido quien la ha cuidado, alimentado y educado mientras el padre biológico se ausentaba por largos periodos debido a sus compromisos laborales. “Señor Salinas, entiendo que su clienta no es la madre biológica de la menor.

” “Correcto, su señoría, pero en el derecho familiar mexicano se reconoce la figura del padre o madre afí cuando han ejercido funciones parentales de manera continua.” Ricardo se levantó. Su señoría, tenemos evidencia de que la señora Castillo maltrataba emocionalmente a la menor durante las ausencias de mi cliente.

 ¿Qué tipo de evidencia? Grabaciones de video que muestran claramente los maltratos, así como el testimonio de trabajadores sociales que confirmaron el abuso emocional. Eduardo intervino rápidamente. Su señoría, esas supuestas grabaciones fueron obtenidas sin consentimiento y en el contexto de una discusión matrimonial acalorada. Además, mi clienta nunca fue notificada de la existencia de cámaras en el hogar. El juez revisó algunos documentos.

 Señor Mendoza, su cliente informó a su esposa sobre las cámaras de seguridad. Ricardo dudó. Su señoría, las cámaras fueron instaladas por motivos de seguridad en áreas comunes de la casa. Pero la señora Castillo tenía conocimiento de su existencia. No específicamente su señoría. Entiendo. Procederemos a escuchar a los testigos. La primera en declarar fue Carmen.

 Con voz temblorosa y evitando mirar a Alejandro, relató una versión distorsionada de los hechos. El señor Torres siempre estaba de viaje. La señora Mónica era quien se ocupaba de todo. La niña era difícil, muy caprichosa. La señora tenía que ser firme con ella. ¿Presenció usted algún acto de violencia por parte del señor Torres? Carmen bajó la mirada. Cuando regresó de su último viaje, escuché gritos. La señora Mónica salió llorando de la oficina.

 ¿Y cómo describiría el comportamiento del señor Torres con la menor? Él, él casi no estaba. Cuando estaba, la niña se comportaba diferente, más nerviosa. Alejandro sintió que el mundo se desplomaba. Carmen estaba mintiendo por miedo, pero el juez no podía saberlo. Después declaró Ana Sánchez, la hermana de Mónica.

 Mi hermana se desvivía por esa niña, la llevaba a la escuela, la ayudaba con las tareas, le compraba ropa, pero Alejandro siempre la criticaba, le decía que no hacía las cosas bien. ¿Prenció usted algún episodio específico? Sí, su señoría. Una vez estaba en la casa cuando Alejandro llegó de viaje. La niña había roto algo, no recuerdo qué, y él se puso furioso. Le gritó terriblemente a mi hermana, culpándola de no cuidar bien a su hija.

 Era mentira tras mentira, pero sonaban creíbles. Finalmente, Mónica subió al estrado. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras hablaba. Su señoría, yo amé a esa niña como si fuera mi propia hija. Cuando me casé con Alejandro, Valentina era muy pequeña y yo me convertí en la única madre que conoció. Describa la relación entre el señor Torres y la menor.

 Alejandro ama a su hija. No lo dudo, pero su trabajo siempre fue más importante. Valentina pasaba días enteros preguntando cuándo regresaría papá. Yo era quien la consolaba, quien se quedaba despierta con ella cuando tenía pesadillas. ¿Qué cambió en los últimos meses? Mónica se limpió una lágrima que rodó por su mejilla. Alejandro comenzó a volverse más agresivo. Me culpaba por cosas que no eran mi culpa.

 Decía que yo no sabía educar a Valentina y ella comenzó a tenerle miedo. La menor le tenía miedo a su padre. Sí, su señoría. En las últimas semanas, cuando él llegaba a casa, Valentina se escondía en su cuarto. Era una actuación perfecta. Mónica lloraba en el momento justo.

 Su voz se quebraba cuando hablaba de Valentina y proyectaba la imagen de una mujer desesperada por proteger a una niña. Cuando llegó el turno de Alejandro, se sintió como si estuviera luchando contra una corriente imposible. “Señor Torres”, le preguntó Eduardo Salinas durante el contrainterrogatorio. ¿Es cierto que estuvo ausente de casa por periodos de hasta un mes? Sí, por motivos de trabajo.

 ¿Y quién cuidaba a su hija durante esas ausencias? Mi esposa y Carmen, nuestra empleada doméstica. ¿Le parece apropiado dejar a una niña de 6 años sin la supervisión de su padre por tanto tiempo? Ricardo objetó, pero el daño ya estaba hecho. Señor Torres, continuó Eduardo.

 Es cierto que al regresar de su último viaje tuvo una discusión violenta con mi clienta le mostré evidencia de que estaba maltratando a mi hija. Sí, me alteré, pero nunca fui violento. ¿Considera normal grabar a su esposa sin su consentimiento? Las cámaras son de seguridad, no fueron instaladas para espiar a nadie. Después de 4 horas de audiencia, el juez anunció, “Dada la complejidad del caso y las acusaciones serias de ambas partes, ordeno una evaluación psicológica completa de la menor y de ambos solicitantes. También solicito un estudio socioeconómico del hogar. La decisión se pospondrá hasta

tener todos los elementos.” “¿Qué significa eso?”, le preguntó Alejandro a Ricardo cuando salieron del juzgado. Significa que tendremos que esperar al menos dos meses para una decisión y Alejandro, hay una posibilidad real de que le otorguen custodia compartida a Mónica.

 Esa tarde, cuando Alejandro recogió a Valentina de la escuela, la niña inmediatamente notó su estado de ánimo. ¿Cómo te fue en el trabajo, papá? Bien, princesa. ¿Cómo te fue a ti en la escuela? Bien, papá. ¿Podemos ir por el lado? Claro que sí, mi amor. Mientras comían helado en el parque, Valentina le preguntó, “Papá, ¿tú siempre vas a cuidarme?” La pregunta le atravesó el corazón como una daga.

 Siempre, Valentina, pase lo que pase, siempre voy a cuidarte y protegerte. ¿Me lo prometes? Te lo prometo con todo mi corazón. Pero mientras veía a su hija sonreír con helado en la barbilla, Alejandro no podía evitar preguntarse si sería una promesa que podría. Esa noche, después de que Valentina se durmiera, Alejandro salió al jardín y llamó a Ricardo.

Ricardo, necesito preguntarte algo y quiero que seas completamente honesto conmigo. ¿Cuáles son las posibilidades reales de que pierda la custodia de mi hija? Hubo una pausa larga antes de que Ricardo respondiera. Alejandro, considerando la actuación de Mónica hoy, los testimonios en su contra y el hecho de que efectivamente estuviste ausente mucho tiempo, yo diría que las posibilidades son de 50 a 50.

 Alejandro se sentó en una banca del jardín y miró hacia el cuarto de Valentina, donde una luz nocturna creaba un resplandor suave en la ventana. No puedo perderla, Ricardo. Es todo lo que tengo. No vas a perderla. Vamos a luchar con todo lo que tenemos.

 Pero mientras colgaba el teléfono, Alejandro sintió por primera vez desde que comenzó toda esta pesadilla que tal vez no sería suficiente. Dos meses después, el día de la decisión final había llegado. Alejandro despertó antes del amanecer con un nudo en el estómago. Había pasado las últimas ocho semanas viviendo en una montaña rusa emocional entre las evaluaciones psicológicas, las visitas supervisadas que había tenido que permitir entre Mónica y Valentina y la constante incertidumbre de no saber si perdería a su hija. Las evaluaciones habían sido mixtas.

 La psicóloga infantil, Dra. García, había determinado que Valentina mostraba signos claros de haber sufrido maltrato emocional, pero también había notado que la niña se mostraba ansiosa cuando hablaba de los cambios en su rutina familiar. Papá”, le dijo Valentina mientras desayunaban, “hoy es el día que tienes que ir otra vez al lugar con el señor de la toga.

” Alejandro sonrió a pesar de su nerviosismo. Valentina siempre describía al juez como el señor de la toga. “Sí, princesa, pero no te preocupes, todo va a estar bien. Mónica va a volver a vivir con nosotros.” La pregunta que Alejandro había estado temiendo finalmente llegó. Durante las visitas supervisadas, Mónica había sido la perfección personificada, dulce, atenta, cariñosa.

Había llegado con regalos, había jugado con Valentina y había actuado como la madre amorosa que nunca fue. No lo sé, mi amor, pero sin importar lo que pase, yo siempre voy a estar aquí para ti. Una hora antes de la audiencia, Ricardo llamó con noticias inesperadas. Alejandro, tengo información nueva.

 Mi investigador privado descubrió algo importante sobre quién está pagando los honorarios de Eduardo Salinas. ¿Quién es Fernando Castillo, el hermano de Mónica? Es dueño de varias empresas constructoras y al parecer tiene un historial de demandas por fraude. Pero lo más importante es esto. Encontramos a alguien que está dispuesto a testificar.

¿Quién? Rosa Martínez. Fue empleada doméstica de Fernando Castillo durante 3 años. Dice que Mónica vivía en casa de su hermano antes de casarse contigo y que ahí maltrataba a los hijos de Fernando de la misma manera que maltrataba a Valentina. Alejandro sintió una chispa de esperanza por primera vez en semanas. ¿Está dispuesta a declarar? Sí.

 Ya no trabaja para Fernando, así que no tiene miedo de represalias. En el juzgado, la sala estaba más llena que la vez anterior. Alejandro notó que Mónica parecía más nerviosa, aunque trataba de ocultarlo. El juez Martínez entró y todos se pusieron de pie.

 “Hemos revisado todas las evaluaciones y testimonios del caso Torres contra Castillo”, anunció el juez. Sin embargo, antes de dar mi decisión, hay nueva evidencia que debe ser escuchada. Eduardo Salinas frunció el seño. Su señoría, no fuimos notificados de nueva evidencia. La evidencia fue presentada dentro del plazo legal, señor Salinas. Procederemos. Ricardo se levantó. Su señoría, llamamos a declarar a la señora Rosa Martínez.

 Una mujer de unos 45 años vestida sencillamente entró a la sala. Su rostro mostraba determinación y honestidad. Señora Martínez, comenzó Ricardo, conoce usted a la señora Mónica Castillo sí, señor. Trabajé como empleada doméstica en casa de su hermano Fernando durante 3 años. Mónica vivía ahí antes de casarse.

 ¿Puede describir el comportamiento de la señora Castillo con los niños de la casa? Rosa respiró profundo. Era cruel con ellos. Les gritaba por cualquier cosa, los castigaba severamente y constantemente les decía que eran una molestia. ¿Puede dar ejemplos específicos? Una vez el niño más pequeño, Andrés, que tenía 5 años, derramó jugo en la alfombra. Mónica lo obligó a estar parado en una esquina durante 4 horas.

Otra vez castigó a la niña Carolina de 7 años sin permitirle cenar porque había jugado muy ruidoso. Eduardo se levantó rápidamente. Objeción, su señoría. Este testimonio no es relevante al caso presente. Denegada, respondió el juez. Establece un patrón de comportamiento. Continúe, señora Martínez. Lo peor era lo que les decía.

Constantemente les repetía que su papá no los quería, que eran una carga, que ojalá se fueran de la casa. Los niños vivían con miedo. ¿Por qué nunca denunció estos hechos? Lo intenté. Hablé con el señor Fernando, pero él me dijo que Mónica era su hermana y que yo no debía meterme. Cuando insistí, me despidió.

 ¿Por qué decidió testificar ahora? Rosa miró directamente a Mónica porque cuando vi en las noticias que estaba peleando la custodia de una niña, no pude quedarme callada. Esa mujer no debe estar cerca de ningún niño. El contrainterrogatorio de Eduardo fue agresivo, pero Rosa se mantuvo firme en su testimonio. Después, Ricardo presentó algo que sorprendió a todos.

 Su señoría, también tenemos el testimonio de la señora Elena Ruiz, maestra de Valentina. La maestra de Valentina entró a la sala. Alejandro se sorprendió de verla ahí. Señora Ruiz, dijo Ricardo, usted ha observado a Valentina durante todo el año escolar. ¿Puede describir los cambios que notó en su comportamiento? Sí.

 Al principio del año escolar, Valentina era una niña retraída que comía poco durante el recreo y parecía constantemente preocupada. Pero en las últimas semanas, desde que vive solo con su padre, ha vuelto a ser participativa, alegre y confiada. ¿Notó algún cambio específico después de las visitas supervisadas con la señora Castillo? Elena dudó mirando al juez. Sí.

 Después de cada visita, Valentina regresaba a la escuela más callada y ansiosa. Una vez me preguntó si era cierto que los papás podían regalar a sus hijos cuando se portaban mal. Mónica palideció en su asiento. ¿Qué le respondió? Le dije que los papás que aman a sus hijos nunca se deshacen de ellos, que su papá la amaba mucho y que siempre iba a cuidarla.

 Finalmente llegó el momento que Alejandro había estado temiendo y esperando a la vez. El juez anunció que quería hablar directamente con Valentina. Por la edad de la menor, realizaré la entrevista en mis oficinas privadas sin la presencia de las partes. 30 minutos después, el juez regresó con una expresión seria.

 He hablado extensamente con la menor. Sus declaraciones han sido claras y consistentes. Se sentó en su lugar y miró a ambas partes. Este ha sido un caso complejo que ha requerido evaluar múltiples factores. El bienestar de la menor, la capacidad parental de ambos solicitantes y la evidencia presentada. Alejandro sintió que el corazón se le iba a salir del pecho.

 Después de revisar toda la evidencia, incluyendo las grabaciones de video, los testimonios de los testigos, las evaluaciones psicológicas y especialmente mi conversación con la menor, he llegado a las siguientes conclusiones. El juez miró directamente a Mónica. La señora Mónica Castillo, durante el tiempo que fungió como figura materna en el hogar, ejerció un patrón consistente de maltrato emocional hacia la menor.

Este maltrato incluye insultos, amenazas de abandono, restricciones alimentarias injustificadas y manipulación psicológica. Mónica se puso pálida y comenzó a temblar. El señr Alejandro Torres, aunque reconozco que sus ausencias prolongadas por trabajo no fueron ideales, claramente ama a su hija y ha demostrado capacidad para protegerla cuando descubrió la situación de maltrato.

 Alejandro contuvo la respiración, por lo tanto, la custodia completa de la menor Valentina Torres queda otorgada a su padre biológico, Alejandro Torres. Además, se emite una orden de restricción permanente que prohíbe a Mónica Castillo cualquier tipo de contacto con la menor. Alejandro sintió que las piernas le temblaban de alivio.

 Ricardo le apretó el hombro con una sonrisa. Adicionalmente, continuó el juez, dado que la evidencia sugiere que se cometieron delitos de maltrato infantil, este caso será remitido a la fiscalía para una posible investigación penal. Mónica se puso de pie bruscamente. Esto es injusto.

 Yo la cuidé durante dos años, señora Castillo dijo el juez firmemente. La cuidó mal. Un niño no necesita solo techo y comida. Necesita amor, respeto y seguridad emocional. Usted falló en proporcionarle eso. Eduardo trató de calmar a su clienta, pero Mónica estaba furiosa. Ese hombre te va a descuidar otra vez, le gritó a Alejandro. Vas a ver que en seis meses estará de viaje y la niña estará otra vez abandonada. El juez golpeó el mazo.

Orden. Señora Castillo. Si vuelve a dirigirse de manera irrespetuosa a la otra parte, la declararé en desacato. Cuando terminó la audiencia, Alejandro salió del juzgado con las piernas temblorosas. Ricardo lo abrazó. Lo logramos, Alejandro. Valentina está a salvo. Una hora después, Alejandro llegó a la escuela a recoger a su hija. Cuando Valentina lo vio, corrió hacia él como siempre.

 Papá, ¿cómo te fue con el señor de la toga? Alejandro se arrodilló y la abrazó fuerte. Me fue muy bien, princesa. El señor de la toga decidió que tú y yo nos vamos a quedar siempre juntos. Los ojos de Valentina se iluminaron. Para siempre, para siempre, para siempre, para siempre. Y Mónica, Mónica no va a volver a molestarnos nunca más. Valentina lo abrazó con fuerza.

 Papá, ¿me prometes que nunca más me vas a dejar tanto tiempo sola? Te prometo que siempre voy a estar aquí cuando me necesites. Voy a trabajar menos y vamos a pasar más tiempo juntos. Esa noche, mientras cenaban pizza en la sala, algo que nunca hubieran podido hacer cuando Mónica vivía ahí, Valentina le dijo, “Papá, ¿sabes qué le dije al señor de la toga cuando me preguntó con quién quería vivir?” “¿Qué le dijiste?” Le dije que contigo me siento segura, que tú me das abrazos cuando estoy triste, que me lees cuentos y que nunca me dices cosas feas. Y le dije que

Mónica me daba miedo. Alejandro sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. ¿Y sabes qué más? Le dije, “¿Qué más? Que tú eres el mejor papá del mundo.” Seis meses después, la vida había tomado un rumbo completamente diferente. Alejandro había reestructurado su empresa para poder trabajar desde casa la mayor parte del tiempo.

 Contrató a un equipo de gerentes para que manejaran los viajes y solo se ausentaba cuando era absolutamente necesario. Y nunca, por más de tres días. Valentina había florecido. Volvió a ser la niña alegre y confiada que había sido antes. Sus calificaciones mejoraron. Hizo nuevos amigos en la escuela y su risa llenaba la casa todos los días.

 Carmen había regresado a trabajar con ellos después de que Alejandro le ayudara a arreglar su situación migratoria. Ahora se sentía libre de hablar y se había convertido en una figura materna, cariñosa y protectora para Valentina. Una tarde, mientras Alejandro ayudaba a Valentina con su tarea de matemáticas, ella le dijo, “Papá, la maestra Elena nos pidió que escribiéramos sobre nuestro héroe favorito.” “¿Y sobre quién vas a escribir?” “¿Sobre Superman, Wonder Woman?” Valentina sonrió.

 “Voy a escribir sobre ti, sobre mí. Pero yo no soy un superhéroe, princesa.” “Sí lo eres. Me salvaste de la bruja mala.” Alejandro se rió. “Mónica era la bruja mala.” “Sí. Y tú fuiste como el príncipe que rescata a la princesa, excepto que yo no soy una princesa. Para mí, tú siempre vas a ser mi princesa. Esa noche, después de acostar a Valentina, Alejandro se quedó un momento mirándola a dormir.

 Tenía su osito de peluche en los brazos y una sonrisa serena en el rostro. Recordó aquella noche, hace casi un año, cuando había llegado de viaje y había encontrado a su hija llorando en el suelo rodeada de cristales rotos. Recordó su grito desesperado. Ya no puedo más. Nunca más volvería a escuchar ese grito.

Nunca más permitiría que nadie lastimara a su hija. Se acercó, le dio un beso en la frente y le susurró, “Te amo, Valentina, para siempre.” Y en ese momento supo que había cumplido la promesa más importante de su vida, ser el padre que su hija merecía. Tres años después, Alejandro recibió una carta inesperada. Era de Rosa Martínez, la mujer que había testificado en su favor.

Señor Torres, decía la carta, quería contarle que gracias a mi testimonio en su caso, otros padres se animaron a denunciar a Mónica. Resultó que había maltratado a niños en otras familias donde trabajó. Finalmente fue condenada a 3 años de prisión por maltrato infantil. Los niños de mi antiguo patrón también están recibiendo ayuda psicológica y están mucho mejor.

Su valentía para luchar por su hija ayudó a salvar a otros niños también. Alejandro le mostró la carta a Valentina, que ahora tenía 10 años y era una niña segura de sí misma, inteligente y bondadosa. Esto significa que ayudamos a otros niños también, papá. Sí, mi amor. A veces cuando uno defiende la verdad ayuda a más personas de las que imaginamos. Valentina sonrió.

Me alegra que otros niños ahora estén seguros como yo. Y así la pequeña niña, que una vez gritó, “¡Ya no puedo más!”, se había convertido en una niña fuerte que sabía que siempre podía contar con el amor incondicional de su padre.