Chica desapareció del cine en 1995. 12 años después, el empleado encuentra esto. El martillo de demolición de Roberto Hernández se detuvo cuando escuchó el eco hueco bajo sus pies. Era marzo de 2007 y llevaba tres días trabajando en la renovación del antiguo cine azteca en el centro de Guadalajara. El edificio había cerrado definitivamente en 2005 después de años de declive, pero ahora sería convertido en un centro comercial. Roberto se agachó y golpeó suavemente el suelo de concreto.
El sonido confirmó sus sospechas. Había un espacio vacío debajo. Llamó a su supervisor, pero este le dijo que continuara con el trabajo. Sin embargo, la curiosidad pudo más que las órdenes. Con una palanca, Roberto logró levantar una sección del piso que resultó ser una tapa de acceso camuflada. Debajo encontró una escalera de metal que descendía hacia un sótano que no aparecía en los planos del edificio. Encendió su linterna y bajó cautelosamente. El sótano era pequeño, aproximadamente 4 m por tr.
Las paredes estaban húmedas y había un olor extraño. En una esquina, Roberto vio algo que lo hizo retroceder. Restos de ropa, zapatos y lo que parecían ser huesos humanos. Pero lo que más lo impactó fue una cartera de mujer sorprendentemente bien conservada. Con manos temblorosas, Roberto abrió la cartera. Contenía una credencial de preparatoria con la foto de una joven sonriente. Carmen Velázquez Morales, 18 años. La fecha de nacimiento indicaba que en 1995 tenía exactamente esa edad. También había algunas monedas, un boleto de cine fechado el 15 de julio de 1995 y una nota manuscrita que decía: “Nos vemos después de la función.
Te amo.” Sé. Roberto conocía ese nombre. Recordaba vagamente el caso que había conmocionado a Guadalajara 12 años atrás. Carmen Velázquez había desaparecido una noche de verano y nunca más se supo de ella. La policía había concluido que probablemente había huído con algún novio o había sido víctima de algún delincuente común. Sin tocar nada más, Roberto subió inmediatamente y llamó a la policía desde su teléfono celular. También decidió contactar a la familia Velázquez. Después de varias llamadas, logró ubicar a Miguel Velázquez, el hermano mayor de Carmen, quien trabajaba como mecánico en un taller del barrio de Tlaquepque.
Miguel llegó al cine una hora después, acompañado por dos agentes de la policía judicial. Su rostro se descompuso cuando Roberto le mostró la credencial de su hermana. “Carmen tenía 18 años cuando desapareció”, murmuró Miguel. Nuestros padres murieron sin saber qué le había pasado. Mamá se fue hace tres años, todavía esperándola. El agente a cargo, el teniente Ramírez, inspeccionó el sótano y ordenó acordonar la zona. “Esto es ahora una escena del crimen”, declaró. “Nadie puede entrar hasta que llegue el equipo de la Procuraduría.” Miguel examinó los otros objetos encontrados junto a los restos.
Reconoció inmediato los zapatos rojos que Carmen llevaba la noche de su desaparición. y una pulsera que él mismo le había regalado para su cumpleaños número 18, apenas un mes antes de que desapareciera. “Carmen vino aquí el 15 de julio de 1995”, dijo Miguel mostrando el boleto de cine. Era sábado. Dijo que iba a ver una película con una amiga, pero nunca regresó. La reportamos como desaparecida el domingo por la mañana. El teniente Ramírez tomó notas. Recuerda los detalles de la investigación original.
Muy poco, respondió Miguel. El comandante a cargo era Esteban Ruiz. Nos dijeron que habían revisado el cine, hablado con los empleados, pero que no habían encontrado nada. Después de unas semanas, prácticamente abandonaron el caso. Decían que Carmen era mayor de edad y que probablemente se había ido por voluntad propia. Roberto interrumpió, “Señor, hay algo más que debes saber. Yo trabajé aquí como proyeccionista en los años 90. El gerente de entonces era don Aurelio Mendoza. Era muy respetado en el barrio, pero siempre me pareció extraño.
Tenía acceso a todas las partes del edificio, incluidas áreas que los empleados regulares no conocían. Miguel sintió una punzada de esperanza mezclada con dolor. Después de 12 años, finalmente había evidencia concreta de lo que le había pasado a Carmen. Teniente, necesito saber exactamente qué pasó aquí. Mi hermana merece justicia. El teniente Ramírez asintió. Vamos a reabrir el caso oficialmente. Primero, necesitamos que los forenses examinen los restos y determinen la causa de muerte. También vamos a revisar todos los archivos de la investigación original.
Esa tarde llegó el equipo forense de la Procuraduría General de Justicia de Jalisco. El Dr. Morales, médico legista, inspeccionó cuidadosamente los restos. Después de una evaluación preliminar, confirmó que los huesos correspondían a una mujer joven, aproximadamente de la edad que tenía Carmen cuando desapareció. Los restos han estado aquí varios años”, explicó el Dr. Morales. “La preservación se debe a las condiciones del sótano, fresco, seco y sellado. Necesitaremos hacer estudios más detallados para determinar la causa exacta de muerte, pero hay evidencia de trauma en el cráneo.” Miguel se aferró a la varanda de la escalera.
Su hermana había sido asesinada y ocultada en este lugar durante 12 años, mientras la familia la buscaba desesperadamente por toda la ciudad. El teniente Ramírez ordenó revisar los registros de empleados del cine correspondientes a 1995. También pidió una lista de todas las personas que habían tenido acceso al edificio durante los años posteriores al cierre temporal del cine en 1998 y su reapertura en 2001. Comandante”, dijo Roberto, “hay algo más.” Cuando trabajaba aquí, don Aurelio tenía un comportamiento extraño con las muchachas jóvenes que venían solas al cine.
Las invitaba a pasar a su oficina, les ofrecía refrescos gratis. Algunos empleados comentábamos entre nosotros, pero don Aurelio tenía mucha influencia en el barrio. Miguel apretó los puños. ¿Por qué nadie dijo nada en su momento? Era diferente en los 90, explicó Roberto. Don Aurelio conocía a mucha gente importante, era respetado en la comunidad, tenía negocios con políticos locales. Nadie se atrevía a acusarlo sin pruebas. El teniente Ramírez tomó nota de todo. Necesitamos localizar a Aurelio Mendoza y a todos los empleados que trabajaban aquí en julio de 1995.
También vamos a revisar si hay otros casos de desapariciones no resueltas en esa época. Cuando el equipo forense terminó de recolectar evidencia, Miguel se quedó solo un momento en el cine abandonado. 12 años después, finalmente tenía respuestas, pero también nuevas preguntas. ¿Qué había pasado exactamente esa noche de julio? ¿Quién había matado a Carmen? ¿Y por qué? ¿Había otros responsables además del posible asesino? La nota encontrada en la cartera de Carmen intrigaba especialmente a Miguel. Nos vemos después de la función.
Te amo. S. Eso sugería que Carmen había planeado encontrarse con alguien después de la película. Pero, ¿con quién? Y esa persona sabía lo que había pasado. Miguel decidió que no iba a descansar hasta obtener todas las respuestas. Su hermana había esperado justicia durante 12 años. Era hora de que la obtuviera. Al día siguiente, Miguel se presentó en las oficinas de la Policía Judicial de Jalisco para solicitar acceso al expediente original del caso de Carmen. El teniente Ramírez lo acompañó al archivo, donde después de dos horas de búsqueda encontraron una carpeta delgada marcada como Velázquez Morales, Carmen, desaparición, julio 1995.
El expediente era sorprendentemente escaso. Contenía apenas seis páginas. El reporte inicial de desaparición presentado por Miguel y sus padres, declaraciones de tres empleados del cine, una breve declaración del gerente Aurelio Mendoza y un reporte final firmado por el comandante Esteban Ruiz. Miguel leyó cuidadosamente cada documento. Según el reporte inicial, Carmen había salido de casa a las 7:30 pm del sábado 15 de julio de 1995, diciendo que iba al cine Azteca a ver Batman Forever con su amiga Patricia González.
Sin embargo, cuando Miguel llamó a Patricia esa noche, ella dijo que no tenía planes de ver ninguna película con Carmen. La declaración de Aurelio Mendoza, fechada el 18 de julio de 1995, era breve y aparentemente clara. La señorita Velázquez llegó aproximadamente a las 8 pm del sábado. Compró su boleto para la función de las 8:30 pm. No la vi salir después de la película, pero había mucha gente esa noche. No noté nada inusual. Las declaraciones de los empleados coincidían en lo básico.
Una joven que coincidía con la descripción de Carmen, había estado en el cine esa noche, pero nadie recordaba haberla visto salir del edificio. Miguel mostró los documentos al teniente Ramírez. Mire esto, teniente. El comandante Ruiz cerró el caso después de apenas dos semanas, concluyendo que Carmen se había ido voluntariamente, pero nunca investigaron a fondo. No hay menciones de haber revisado el sótano del cine. El teniente Ramírez examinó el expediente. Es cierto, la investigación fue muy superficial. Vamos a necesitar hablar con el comandante Ruiz, aunque creo que ya está retirado.
Esa tarde Miguel y el teniente Ramírez visitaron a Esteban Ruiz en su casa en el fraccionamiento Las Águilas. Ruis, ahora de 68 años, los recibió en su jardín mientras regaba sus plantas. Recuerdo el caso Velázquez, dijo Ruiz después de revisar el expediente. Una muchacha bonita, 18 años. Investigamos todo lo que pudimos en esa época. Pero no encontramos evidencia de delito. La familia insistía en que algo malo había pasado, pero muchas veces los jóvenes simplemente se van sin avisar.
Miguel se controló antes de responder. Comandante, acabamos de encontrar los restos de mi hermana en el sótano del cine. Estuvo ahí durante 12 años. ¿Cómo es posible que no revisaran ese sótano? Ruiz frunció el seño. ¿Qué sótano? Yo personalmente inspeccioné el cine, no había ningún sótano accesible. Mendoza nos mostró todo el edificio. El sótano estaba camuflado”, explicó el teniente Ramírez. La entrada estaba sellada con una tapa de concreto que parecía parte del piso normal. Ruiz se quedó pensativo.
Si ese sótano existía en 1995 y estaba camuflado, entonces alguien se tomó muchas molestias para ocultarlo. Mendoza conocía el edificio mejor que nadie. Miguel preguntó, “¿Qué impresión le causó a Aurelio Mendoza durante la investigación? Era un hombre respetado en la comunidad”, respondió Ruis. Tenía el cine desde hacía más de 10 años. Conocía a mucha gente influyente, colaboró completamente con la investigación. Nos permitió revisar todo el edificio, hablar con sus empleados. Nunca sospechó de él. Ruis negó con la cabeza.
No había razón para sospechar. No tenía antecedentes. Su reputación era intachable. Además, ¿por qué habría de dañar su propio negocio matando clientes en su cine? El teniente Ramírez tomó notas. Comandante, necesitamos localizar a Aurelio Mendoza. sabe dónde podemos encontrarlo? La última vez que supe de él fue hace unos 5 años, dijo Ruiz. Vendió el cine en 2005 y se mudó. Creo que se fue a vivir con una hija en Puerto Vallarta, pero no estoy seguro. Miguel y el teniente Ramírez salieron de la casa de Ruiz con más preguntas que respuestas.
Si Mendoza había ocultado la existencia del sótano durante la investigación original, eso lo convertía inmediatamente en el principal sospechoso. Esa noche Miguel visitó a su tía Elena, hermana de su madre, quien había vivido toda su vida en el barrio donde estaba el cine. Elena tenía 60 años y conocía a todos los comerciantes de la zona. Aurelio Mendoza, dijo Elena cuando Miguel mencionó el nombre. Claro que lo recuerdo. Era viudo. Su esposa murió en un accidente a principios de los 90.
Tenía dos hijas, pero vivían en otras ciudades. Era un hombre solitario, pero parecía respetable. “¿Notaste algo extraño en su comportamiento?” Elena se quedó pensativa. Bueno, había rumores. Algunas muchachas del barrio decían que don Aurelio las invitaba a pasar a su oficina, que les ofrecía trabajo como acomodadoras, pero eran solo rumores. Nunca nadie se quejó formalmente. ¿Recuerdas si hubo otras desapariciones en esa época? Ahora que lo mencionas, dijo Elena lentamente, hubo otra muchacha unos meses antes que Carmen.
Se llamaba Rosario. Rosario Méndez. también desapareció después de salir una noche. Su familia la buscó por todas partes, pero nunca la encontraron. Miguel sintió un escalofrío. También había ido al cine. No estoy segura, pero vivía cerca. Era clienta regular del Cine Azteca. Al día siguiente, Miguel y el teniente Ramírez revisaron los archivos de desapariciones de 1995. Encontraron el caso de Rosario Méndez, de 19 años, reportada como desaparecida el 25 de abril de 1995, casi 3 meses antes que Carmen.
El expediente de Rosario era aún más delgado que el de Carmen. La investigación había durado solo una semana antes de ser archivada. La última vez que fue vista, Rosario había salido de su casa diciendo que iba a encontrarse con unas amigas en el centro de la ciudad. Teniente, dijo Miguel, necesitamos hablar con la familia de Rosario Méndez y tenemos que encontrar a Aurelio Mendoza lo antes posible. El teniente Ramírez asintió. Ya puse a mis contactos a buscarlo.
Mientras tanto, vamos a revisar todos los casos de desapariciones de mujeres jóvenes entre 1994 y 1996. Si Mendoza es responsable de estas muertes, podría haber más víctimas. Miguel salió de la estación de policía con una mezcla de esperanza y terror. Finalmente había evidencia concreta del destino de Carmen, pero también la posibilidad de que su hermana no fuera la única víctima. La búsqueda de justicia se estaba convirtiendo en algo mucho más grande de lo que había imaginado. Ternila.
Capítulo 3. Las pistas del pasado. Miguel decidió investigar por su cuenta mientras esperaba que la policía localizara a Aurelio Mendoza. Su primera parada fue la casa de la familia Méndez, donde había vivido Rosario antes de su desaparición en 1995. La casa estaba en el barrio de Santa Tere, a solo 10 cuadras del Cine Azteca. Doña Carmen Méndez, madre de Rosario, tenía ahora 72 años y vivía sola. Cuando Miguel se presentó y explicó el propósito de su visita, la anciana comenzó a llorar.
Rosario tenía 19 años cuando desapareció, dijo doña Carmen. Era mi única hija. Trabajaba en una tienda de ropa en el centro y estudiaba contabilidad en las noches. Era una muchacha responsable. Nunca me había dado problemas. Miguel le mostró una foto de Carmen. Su hija conocía a esta joven. Doña Carmen examinó la fotografía. No estoy segura, pero Rosario tenía muchas amigas. Siempre iban juntas al cine los fines de semana. al cine azteca, específicamente. Sí, era el más cercano.
Rosario iba ahí casi todos los sábados. Decía que don Aurelio la trataba muy bien, que siempre le guardaba los mejores asientos. Miguel sintió que se le erizaba la piel. Rosario mencionó algo específico sobre don Aurelio? Bueno, doña Carmen bajó la voz unos días antes de desaparecer. Rosario me dijo que don Aurelio le había ofrecido trabajo. Quería que fuera su asistente personal, que lo ayudara con la contabilidad del cine. Le había prometido un buen sueldo. ¿Y qué pasó con esa oferta de trabajo?
Rosario iba a dar su respuesta ese jueves, el 25 de abril. Salió de casa después de cenar. dijo que iba a hablar con don Aurelio para discutir los detalles del trabajo. Nunca regresó. Miguel tomó notas cuidadosamente. El patrón se estaba volviendo claro. Mendoza había usado ofertas de trabajo para atraer a las jóvenes. La policía investigó esta conexión con don Aurelio apenas, respondió doña Carmen con amargura. Hablaron con él una vez. Don Aurelio dijo que Rosario nunca llegó a su cita, que la había esperado, pero que ella no se presentó.
La policía le creyó y no investigaron más. Antes de irse, Miguel pidió ver la habitación de Rosario. Doña Carmen la había mantenido exactamente igual durante 12 años. Entre los objetos personales de Rosario, Miguel encontró un calendario de 1995. En la fecha del 25 de abril, Rosario había escrito 8 pm, cita con señor Mendoza para trabajo. Miguel también encontró una agenda telefónica de Rosario, revisó las páginas y encontró el número del Cine Azteca, pero también había otro número anotado junto al nombre Aurelio Casa.
Miguel copió el número y se despidió de doña Carmen, prometiéndole que haría todo lo posible para averiguar qué había pasado con su hija. Su siguiente parada fue la biblioteca central de Guadalajara, donde revisó periódicos locales de 1995. En la sección de noticias policiales encontró menciones breves de ambas desapariciones. El caso de Rosario había recibido apenas un párrafo en la sección local. El caso de Carmen había tenido un poco más de cobertura, probablemente porque los padres de Carmen habían insistido más con los medios.
Pero Miguel encontró algo interesante en la sección social del periódico. En mayo de 1995 había una fotografía de una inauguración de un nuevo restaurante en el centro de Guadalajara. En la foto aparecía Aurelio Mendoza junto a varios políticos locales y empresarios. El pie de foto lo identificaba como prominente empresario del entretenimiento. Miguel pidió copias de todos los artículos relacionados y continuó su búsqueda. En junio de 1995 encontró otra mención de Mendoza en la sección comercial. El artículo describía sus planes de expandir su negocio de cines, posiblemente abriendo una segunda sede en Zapopan.
Esa tarde Miguel visitó el taller mecánico donde había trabajado en 1995. Su antiguo jefe, don Roberto Salinas, todavía dirigía el negocio. “Miguel, me da mucho gusto verte”, dijo don Roberto. “Súelo de Carmen. Después de tantos años, por fin van a saber la verdad.” Don Roberto, necesito que me ayude a recordar. En julio de 1995, cuando Carmen desapareció, usted conocía a Aurelio Mendoza. Don Roberto se quedó pensativo. Claro que lo conocía. Llevaba su camioneta aquí para servicios regulares, una Ford Pickup azul, modelo 1993.
Era muy cuidadoso con su vehículo. Siempre quería que usáramos las mejores refacciones. ¿Recuerdas si vino por servicio alrededor de las fechas de las desapariciones? Déjame revisar mis registros viejos”, dijo don Roberto. Después de 20 minutos buscando en cajas de archivos, encontró las facturas de 1995. Aquí está. Mendoza trajo su camioneta el 17 de julio de 1995, dos días después de que Carmen desapareciera, pidió una limpieza completa del interior y cambió de llantas. Miguel sintió que el corazón se le aceleraba.
Una limpieza completa dos días después de la desaparición de Carmen. Sí. Y pagó extra por un servicio urgente. Quería que se lo entregáramos el mismo día. Recuerdo que me pareció extraño porque el interior no se veía especialmente sucio. Don Roberto siguió revisando sus archivos. También trajo la camioneta en mayo de 1995, aproximadamente una semana después de que desapareciera la muchacha Méndez. pidió lo mismo, limpieza profunda del interior. Miguel pidió copias de todas las facturas relacionadas con Mendoza.
El patrón era demasiado coincidente para ser casualidad. Esa noche, Miguel se reunió con el teniente Ramírez para compartir la información que había recopilado. El teniente estaba impresionado por la evidencia circunstancial. “Miguel, has hecho un trabajo excelente”, dijo Ramírez. Todo apunta a Mendoza como el principal sospechoso. Las ofertas de trabajo, las limpiezas de la camioneta después de cada desaparición, el acceso exclusivo al sótano del cine. Han tenido suerte localizándolo. Estamos avanzando. Confirmamos que se mudó a Puerto Vallarta en 2005, pero se cambió de dirección varias veces.
Mis contactos en Puerto Vallarta lo están buscando. Miguel le entregó las copias de los artículos periodísticos. Teniente Mendoza tenía conexiones políticas importantes. ¿Cree que eso pudo haber influido en que las investigaciones originales fueran tan superficiales? Ramírez asintió. Es posible. En los 90 la corrupción era más común. Si Mendoza conocía a las personas correctas, podría haber presionado para que los casos no se investigaran a fondo. ¿Qué hacemos ahora? Seguimos recopilando evidencia. Mañana vamos a entrevistar a más empleados del cine que trabajaron en 1995.
También vamos a revisar los registros de ventas de boletos de esas fechas específicas, si es que todavía existen. Miguel se fue a casa esa noche con una extraña mezcla de satisfacción y ansiedad. Cada pieza de evidencia confirmaba sus sospechas sobre Mendoza, pero también se daba cuenta de que enfrentaban a un hombre que había logrado evadir la justicia durante 12 años. posiblemente con ayuda de contactos influyentes. La búsqueda de justicia para Carmen se estaba convirtiendo en una carrera contra el tiempo.
Si Mendoza se daba cuenta de que lo estaban investigando, podría desaparecer nuevamente. El teniente Ramírez recibió una llamada temprano en la mañana. Sus contactos en Puerto Vallarta habían localizado a Aurelio Mendoza. Vivía en una casa modesta en el fraccionamiento Las Palmas, bajo su nombre real. Al parecer no había intentado ocultar su identidad. “Miguel, lo encontramos”, dijo Ramírez por teléfono. “Vamos a ir a Puerto Vallarta esta tarde para interrogarlo. ¿Quieres acompañarnos?” Miguel no dudó un segundo. “Claro que sí.
Quiero ver la cara de ese hombre cuando sepa que sabemos la verdad.” Mientras se preparaba para el viaje, Miguel recibió una llamada inesperada. Era Patricia González, la supuesta amiga con quien Carmen había planeado ir al cine la noche de su desaparición. “Miguel, supe por las noticias que encontraron a Carmen”, dijo Patricia con voz nerviosa. “Necesito decirte algo que debería haber dicho hace 12 años.” Miguel se sentó. “Te escucho, Patricia. Carmen nunca planeó ir al cine conmigo esa noche.
Ella me mintió a ti y a tus padres. Carmen tenía un novio secreto, alguien mayor. Me dijo que era un hombre importante y que por eso tenían que mantener la relación en secreto. ¿Sabes quién era? Carmen nunca me dijo su nombre completo, solo lo llamaba Aurelio. Decía que le había prometido trabajo y que la iba a ayudar a estudiar una carrera. Carmen estaba muy emocionada porque él le había dado dinero para gastos personales. Miguel sintió que se le congelaba la sangre.
Carmen estaba teniendo una relación con Aurelio Mendoza. No sabía su apellido en ese tiempo, pero cuando vi las noticias y mencionaron al dueño del cine, todo tuvo sentido. Carmen me dijo que su novio era el dueño del cine Azteca. Patricia, ¿por qué nunca dijiste esto a la policía? Patricia empezó a llorar. Tenía miedo. Después de que Carmen desapareció, Aurelio me llamó. me dijo que si contaba algo sobre su relación con Carmen, me pasaría algo malo. Me amenazó con dañar a mi familia.
Miguel apretó el teléfono. ¿Te amenazó directamente? Sí. Me dijo que él conocía a mucha gente influyente que podía arruinar la vida de mi familia. Yo solo tenía 17 años, Miguel. Estaba aterrorizada. Miguel le pidió a Patricia que se presentara inmediatamente en la estación de policía para dar una declaración formal. Esta nueva información cambiaba completamente el caso. Carmen no había sido una víctima aleatoria. Había estado involucrada sentimentalmente con su asesino. Cuando Miguel llegó a la estación, encontró al teniente Ramírez hablando por teléfono con sus superiores.
La expresión de Ramírez era tensa. “Miguel, tenemos un problema”, dijo Ramírez después de colgar. Recibí órdenes de suspender temporalmente el operativo en Puerto Vallarta. Aparentemente Mendoza tiene conexiones políticas que aún funcionan. ¿Qué significa eso? Significa que alguien con influencia está protegiendo a Mendoza. Necesitamos más evidencia antes de poder arrestarlo. Miguel le contó sobre la llamada de Patricia. Ramírez inmediatamente ordenó que Patricia fuera escoltada a la estación para su protección mientras daba su declaración. Patricia llegó dos horas después, visiblemente nerviosa.
En presencia de Miguel y el teniente Ramírez, relató la historia de la relación secreta entre Carmen y Mendoza. Carmen me dijo que don Aurelio era muy romántico con ella, declaró Patricia. Le llevaba flores, la invitaba a cenar en restaurantes caros, pero siempre tenían que mantenerlo en secreto porque él era un hombre respetado y ella era mucho menor. Carmen, ¿te contó detalles íntimos de la relación? Me dijo que don Aurelio tenía una oficina privada en el cine con una entrada separada.
Ahí se encontraban después de las funciones. Carmen pensaba que él iba a proponerle matrimonio pronto. Miguel interrumpió. Carmen mencionó si había otras muchachas involucradas con Mendoza. Patricia se quedó pensativa. Una vez Carmen me dijo que había visto a don Aurelio hablando muy cariñosamente con otra muchacha en el cine. Carmen se puso celosa y lo confrontó. Él le dijo que solo estaba siendo amable con una clienta, pero Carmen no le creyó completamente. Describió a esa otra muchacha, dijo que era morena, como de su edad, muy bonita.
Vestía ropa elegante. El teniente Ramírez mostró a Patricia una fotografía de Rosario Méndez. Patricia la reconoció inmediatamente. Esa es. Carmen. Me mostró a esa muchacha. Dijo que había visto a don Aurelio hablando con ella. La conexión estaba clara. Mendoza había estado manipulando a múltiples jóvenes simultáneamente, probablemente prometiéndoles a todas una relación especial y oportunidades de trabajo. Esa tarde, Miguel y el teniente Ramírez visitaron la antigua oficina de registros del Cine Azteca, que ahora estaba almacenada en un depósito municipal.
Entre los documentos encontraron las aplicaciones de empleo de 1995. Para su sorpresa, encontraron aplicaciones tanto de Carmen como de Rosario para trabajar como asistentes administrativas. Ambas aplicaciones estaban fechadas solo días antes de sus respectivas desapariciones. “Miren esto”, dijo Ramírez señalando un documento. Mendoza había creado un puesto inexistente, asistente personal del gerente. Según estos papeles, el trabajo incluía tareas especiales fuera del horario normal y requería absoluta confidencialidad. Miguel examinó los documentos. Las aplicaciones contenían información personal detallada. direcciones, números telefónicos, nombres de familiares, horarios de trabajo y estudio.
Mendoza había recopilado información completa sobre sus víctimas antes de atacar. También encontraron algo inquietante, un archivo con fotografías polaroid de al menos ocho mujeres jóvenes diferentes, todas aparentemente tomadas sin su conocimiento en el cine. Algunas fotos tenían notas manuscritas en el reverso. Posible candidata, muy joven, familia problemática, descartada. Este hombre era un depredador sistemático dijo Ramírez. estudiaba a sus víctimas, seleccionaba cuidadosamente a quienes tenían menos probabilidades de ser buscadas intensamente. Miguel se sintió enfermo al ver las fotografías.
Su hermana había sido reducida a una candidata en los planes criminales de un psicópata. Esa noche, el teniente Ramírez recibió otra llamada de sus superiores. Las órdenes habían cambiado nuevamente. “Miguel, tenemos luz verde para arrestar a Mendoza”, dijo Ramírez. “Pero hay una condición. El arresto debe ser absolutamente discreto. No queremos alertar a sus posibles cómplices. Cómplices. Los documentos que encontramos sugieren que Mendoza no operaba solo. Había referencias a contactos útiles y amigos comprensivos. Es posible que tuviera ayuda para encubrir sus crímenes y deshacerse de las víctimas.
Miguel se dio cuenta de que estaban enfrentando algo mucho más grande que un asesino solitario. Mendoza había operado una red de depredación que posiblemente involucraba a otras personas con poder e influencia. La búsqueda de justicia para Carmen se había convertido en una investigación que podría exponer una red de complicidad que había operado impunemente durante años. A las 5 de la mañana del día siguiente, Miguel acompañó al teniente Ramírez y dos agentes más en el viaje a Puerto Vallarta.
El plan era arrestar a Aurelio Mendoza antes de que tuviera oportunidad de escapar o comunicarse con posibles cómplices. Durante el viaje de 4 horas, Ramírez recibió información adicional de sus contactos locales. Mendoza vivía solo en una casa pequeña. Trabajaba medio tiempo como contador en una empresa de construcción y aparentemente llevaba una vida tranquila y discreta. Es extraño comentó Ramírez. Un hombre que cometió crímenes tan elaborados ahora vive como si fuera un ciudadano modelo. O está muy seguro de que nunca lo atraparían o tiene un plan de escape muy bien preparado.
Llegaron a Puerto Vallarta a las 9 de la mañana. La casa de Mendoza estaba en una calle tranquila, rodeada de casas similares habitadas principalmente por jubilados. Los agentes locales ya habían acordonado discretamente el área. Miguel observó desde el auto mientras los agentes se acercaban a la puerta. Su corazón latía fuertemente. Después de 12 años, finalmente iba a ver cara a cara al hombre que había asesinado a su hermana. Aurelio Mendoza abrió la puerta al segundo toque. Era un hombre de 63 años, de estatura media, con cabello gris y lentes.
Vestía pans y una camiseta como si acabara de levantarse. Cuando vio a los policías, su expresión cambió inmediatamente de sorpresa a alarma. “Aurelio Mendoza”, preguntó el teniente Ramírez. “Sí, soy yo. ¿Qué necesitan? ¿Está usted bajo arresto por los asesinatos de Carmen Velázquez Morales y Rosario Méndez? ocurridos en Guadalajara en 1995. Mendoza palideció completamente, sus piernas temblaron y tuvo que agarrarse del marco de la puerta para no caerse. “No sé de qué están hablando”, murmuró, pero su voz sonaba completamente sin convicción.
Mientras los agentes lo esposaban y le leían sus derechos, Mendoza miró hacia el auto donde estaba Miguel. Sus ojos se encontraron durante un momento y Miguel vio en la mirada de Mendoza una mezcla de terror y resignación. En el trayecto de regreso a Guadalajara, Mendoza permaneció callado durante las primeras dos horas. Después comenzó a hacer preguntas nerviosas. “¿Cómo me encontraron después de tanto tiempo?”, preguntó Mendoza. El teniente Ramírez no respondió directamente, “Señor Mendoza, tiene derecho a permanecer callado.
Cualquier cosa que diga puede ser usada en su contra.” “Ya sé mis derechos,”, respondió Mendoza. “Solo quiero saber qué evidencia tienen.” Miguel no pudo contenerse más. Se volteó hacia el asiento trasero donde estaba esposado Mendoza. Encontramos los restos de mi hermana en el sótano de tu cine. Sabemos todo sobre tu relación con ella, sobre Rosario Méndez, sobre tus ofertas falsas de trabajo. Mendoza miró a Miguel con expresión de sorpresa. ¿Eres el hermano de Carmen? Sí, y he estado buscando respuestas durante 12 años.
Mendoza bajó la cabeza. Carmen era una muchacha muy especial, murmuró. No debería haber terminado así. Entonces, ¿dades que la mataste? Mendoza no respondió, pero su silencio fue más revelador que cualquier confesión. Llegaron a Guadalajara a las 3 de la tarde. Mendoza fue llevado directamente a la estación de policía para interrogatorio formal. Miguel esperó en el área de familiares mientras comenzaba el proceso. El teniente Ramírez salió del cuarto de interrogatorio después de 2 horas. Miguel Mendoza está pidiendo hablar con un abogado, pero ha admitido parcialmente su culpabilidad.
confirmó que conocía tanto a Carmen como a Rosario. “¿Ha confesado los asesinatos?” Todavía no directamente, pero está muy nervioso. Sigue preguntando exactamente qué evidencia tenemos y quién más está siendo investigado. ¿Quién más? Eso significa que sospecha que sabemos de sus cómplices. Ramírez asintió. Mendoza claramente está preocupado por otras personas. Durante el interrogatorio mencionó varias veces que él no era el único responsable y que había circunstancias complicadas. Esa noche el abogado de Mendoza, licenciado Fernando Aguirre, llegó a la estación.
Era un abogado local conocido por defender casos difíciles. Después de reunirse con su cliente durante una hora, pidió hablar con los investigadores. “Mi cliente está dispuesto a cooperar”, dijo Aguirre, “Pero necesita garantías de protección”. dice que hay otras personas involucradas que podrían ser peligrosas. El teniente Ramírez se mostró interesado. ¿Qué tipo de protección está pidiendo? Traslado a una prisión fuera de Jalisco y posiblemente inclusión en el programa de protección a testigos si proporciona información sobre otros criminales.
Miguel se sintió frustrado. Está tratando de negociar después de haber asesinado a mi hermana. El licenciado Aguirre lo miró. Señor Velázquez, entiendo su dolor, pero si mi cliente puede ayudar a capturar a otros criminales, todos se benefician. La justicia no es solo castigo, también es prevención. Ramírez pidió tiempo para consultar con sus superiores. Mientras tanto, ordenó que Mendoza fuera llevado a una celda individual para su seguridad. Esa noche Miguel no pudo dormir. Había esperado 12 años para este momento.
Pero ahora que tenían a Mendoza arrestado, surgían nuevas complicaciones. ¿Quiénes eran estos otros criminales que Mendoza estaba dispuesto a delatar? ¿Había más víctimas? ¿Y por qué Mendoza estaba tan asustado de sus propios cómplices? Al día siguiente, el teniente Ramírez le informó que las autoridades habían aceptado iniciar negociaciones con Mendoza a cambio de una confesión completa, información sobre otros criminales involucrados, podría recibir una sentencia reducida y protección en prisión. No me gusta, dijo Miguel. Ese hombre asesinó a mi hermana y a Rosario.
Debería pagar el precio completo. Miguel, entiendo tu frustración, respondió Ramírez. Pero si Mendoza puede ayudarnos a capturar a una red completa de criminales, podríamos salvar vidas futuras. Además, aún va a ir a prisión por mucho tiempo. Miguel aceptó reluctantemente. Lo que más quería era saber exactamente qué había pasado con Carmen y por qué había muerto. Si cooperar con Mendoza era la única forma de obtener esas respuestas, tendría que aceptarlo. La búsqueda de justicia estaba tomando un rumbo inesperado, pero Miguel estaba determinado a seguir adelante hasta obtener todas las respuestas que había estado buscando durante 12 años.
El licenciado Aguirre regresó a la estación al día siguiente con una propuesta específica de su cliente. Aurelio Mendoza estaba dispuesto a confesar completamente los asesinatos de Carmen Velázquez y Rosario Méndez, pero también a revelar información sobre una red de tráfico de personas que había operado en Guadalajara durante los años 90. El teniente Ramírez, Miguel y el procurador adjunto se reunieron en una sala de conferencias para escuchar la propuesta completa. “Mi cliente admite haber matado a ambas mujeres”, comenzó Aguirre.
“Pero dice que los asesinatos no fueron planeados. Ambas muertes ocurrieron durante intentos de secuestro para entregarlas a una red de traficantes.” Miguel se levantó de su asiento. “Traficantes, mi hermana iba a ser vendida.” El procurador adjunto licenciado Torres tomó notas cuidadosamente. Licenciado Aguirre, necesitamos más detalles específicos antes de considerar cualquier acuerdo. Aguirre consultó sus notas. Mi cliente dice que trabajaba como reclutador para una organización que enviaba mujeres jóvenes a Estados Unidos y otros países. Su trabajo era identificar víctimas potenciales, ganarse su confianza y entregarlas a otros miembros de la organización.
“¿Sabes quiénes eran estos otros miembros?”, preguntó Ramírez. Mi cliente mencionó nombres específicos, el comandante Esteban Ruiz, quien supuestamente protegía las operaciones, un empresario llamado Ricardo Salinas, quien financiaba el transporte, y varios otros individuos en posiciones de poder. Miguel sintió que el mundo se le venía encima. El comandante Ruiz había sido quien investigó originalmente la desaparición de Carmen. Si estaba involucrado en la red de traficantes, eso explicaría por qué la investigación había sido tan superficial. El licenciado Torres pidió un receso para consultar con sus superiores.
Era una situación extremadamente delicada que involucrata funcionarios públicos de alto nivel. Durante el receso, Miguel confrontó al teniente Ramírez. ¿Cree que es cierto lo que dice Mendoza sobre el comandante Ruiz? No lo sé, Miguel, pero explicaría muchas cosas. La investigación deficiente, la falta de seguimiento, la prisa por cerrar los casos. ¿Y qué pasa si Mendoza está mintiendo solo para obtener un trato mejor? Por eso necesitamos que proporcione evidencia específica, nombres, fechas, ubicaciones, métodos. Si puede probar lo que dice, entonces tomaremos en serio sus acusaciones.
Después del receso, el licenciado Torres regresó con autorización para escuchar la confesión completa de Mendoza, pero sin garantías de reducción de sentencia, hasta verificar la información proporcionada. Mendoza fue traído a la sala de interrogatorio. Se veía pálido y nervioso, pero parecía resignado a contar toda la verdad. Empecé a trabajar para la organización en 1994, comenzó Mendoza. Ricardo Salinas me contactó. Sabía que yo tenía el cine y que muchas muchachas jóvenes venían solas. Me ofreció mucho dinero por cada mujer que pudiera entregar.
¿Cómo funcionaba exactamente el proceso?, preguntó Ramírez. Yo identificaba a muchachas que cumplían ciertos criterios, jóvenes, bonitas, sin familias muy influyentes que pudieran causar problemas. Les ofrecía trabajo o una relación romántica para ganar su confianza. Cuando estaban listas, las llevaba al sótano del cine, donde otros miembros de la organización las recogían. Miguel apretó los puños. ¿Y qué salió mal con Carmen y Rosario? Mendoza bajó la cabeza. Rosario se dio cuenta de lo que estaba pasando. Cuando la llevé al sótano, vio evidencia de que otras mujeres habían estado ahí antes.
Empezó a gritar y trató de escapar. En la lucha se golpeó la cabeza contra la pared de concreto. Murió instantáneamente. Y Carmen, Carmen era diferente. Realmente creía que teníamos una relación genuina. Cuando la llevé al sótano, pensó que era para mostrarle mi oficina privada, pero cuando Ricardo Salinas llegó para llevársela, Carmen se dio cuenta de que había sido traicionada. Se puso histérica, amenazó con gritar. Salinas la golpeó para callarla, pero la golpeó demasiado fuerte. Las lágrimas corrían por las mejillas de Miguel.
Después de 12 años, finalmente sabía cómo había muerto su hermana, pero la verdad era aún más horrible de lo que había imaginado. “¿Cuántas mujeres entregaste vivas a la organización?”, preguntó el licenciado Torres. “Entre 1994 y 1996, aproximadamente 15. Todas fueron enviadas a diferentes lugares en Estados Unidos. No sé qué pasó con ellas después.” Ramírez tomó notas furiosamente. Necesitamos nombres, fechas, ubicaciones donde las entregas se realizaron. Mendoza proporcionó información detallada durante las siguientes 3 horas. Mencionó direcciones específicas, números telefónicos, nombres completos de al menos ocho personas involucradas en diferentes niveles de la organización.
El comandante Ruiz recibía 50,000 pesos por cada caso de desaparición que mantuviera sin resolver, reveló Mendoza. También tenía una lista de familias que no debían ser tocadas, parientes de políticos, empresarios importantes, familias con conexiones en los medios. ¿Por qué paró la operación en 1996?, preguntó Torres. Después de las muertes de Rosario y Carmen, me asusté. También la presión de las familias estaba aumentando. Decidí salirme de la organización, pero tuve que seguir pagando dinero para mantener el silencio.
Miguel finalmente habló. ¿Dónde están los cuerpos de las otras víctimas? No lo sé. Rosario y Carmen murieron por accidente, pero las otras fueron entregadas vivas. Ricardo Salinas se encargaba del transporte después de que yo las entregaba. El interrogatorio continuó durante dos días más. Mendoza proporcionó detalles específicos sobre métodos de reclutamiento, rutas de transporte, ubicaciones de casas seguras y nombres de contactos en Estados Unidos. La información era tan extensa y específica que las autoridades se vieron obligadas a tomar en serio sus revelaciones.
Se inició una investigación paralela para verificar cada detalle proporcionado por Mendoza. Miguel salió de la estación de policía esa noche sintiéndose abrumado. Había obtenido las respuestas que buscaba, pero también había descubierto que el crimen contra su hermana era parte de algo mucho más grande y siniestro de lo que nunca había imaginado. La búsqueda de justicia para Carmen se había convertido en una investigación que podría desmantelar una red completa de tráfico humano que había operado durante años con la protección de funcionarios corruptos.
La información proporcionada por Aurelio Mendoza desató una investigación masiva que involucró a múltiples agencias de seguridad. El teniente Ramírez fue asignado a un equipo especial que trabajaría directamente con la Procuraduría General de la República para verificar y actuar sobre las revelaciones. Miguel recibió una llamada del licenciado Torres tres días después del interrogatorio. Señor Velázquez, necesitamos que venga inmediatamente a la Procuraduría. Hemos verificado información suficiente para empezar los arrestos, pero hay una complicación. Cuando Miguel llegó, encontró a Ramírez en una reunión urgente con varios funcionarios federales.
La expresión en sus rostros era grave. Miguel, dijo Ramírez, confirmamos que el comandante Esteban Ruiz efectivamente recibió pagos de la organización criminal. Tenemos registros bancarios que muestran depósitos regulares durante 1994, 1995 y 1996, que coinciden exactamente con las fechas que Mendoza proporcionó. El licenciado Torres continuó. También verificamos la existencia de Ricardo Salinas. es un empresario del transporte que tenía contratos gubernamentales para mover equipos y mercancías a la frontera. Sus rutas habrían sido perfectas para el tráfico de personas.
¿Cuál es la complicación? Preguntó Miguel. Ricardo Salinas murió en un accidente automovilístico en 1998, respondió Torres. Pero antes de morir transfirió todas sus propiedades y negocios a su hijo Ricardo Salinas Junior, quien ahora es un empresario muy respetado en Guadalajara. Miguel se dio cuenta de las implicaciones. ¿Creen que el hijo está involucrado? Es posible. Mendoza dice que el hijo sabía del negocio de su padre y que ayudó en algunas operaciones cuando era joven. Si eso es cierto, podríamos estar hablando de una organización que siguió operando después de 1996.
Ramírez agregó, también hay otro problema. El comandante Ruiz se enteró de que lo estamos investigando. Desapareció de su casa hace dos días. Sus vecinos dicen que salió temprano en la mañana con una maleta grande. Miguel se sintió frustrado. Se van a escapar todos. No, si podemos evitarlo, respondió Torres. Ya emitimos órdenes de arresto contra Ruiz y tenemos vigilancia en todos los aeropuertos y fronteras. También vamos a arrestar hoy mismo a Ricardo Salinas Junior. Esa tarde Miguel acompañó al equipo especial a la oficina de Ricardo Salinas Junior en el centro de Guadalajara.
La empresa Transportes Salinas ocupaba un edificio moderno de tres pisos en una zona comercial exclusiva. Ricardo Salinas Jor era un hombre de 35 años, bien vestido y aparentemente confiado. Recibió a los agentes en su oficina ejecutiva con sorpresa aparente. ¿En qué puedo ayudarlos? preguntó Salinas Junior. El licenciado Torres le mostró la orden de arresto. Ricardo Salinas Jr. Está usted arrestado por participación en una organización criminal dedicada al tráfico de personas entre 1994 y 1996, así como por encubrimiento y complicidad en los asesinatos de Carmen Velázquez Morales y Rosario Méndez.
La confianza de Salinas Junior se desvaneció inmediatamente. Esto es un error. Yo no sé nada sobre esos crímenes. En 1995 yo tenía solo 23 años y trabajaba en los Estados Unidos. Tenemos testimonios que dicen lo contrario, respondió Torres. Aurelio Mendoza ha dado declaraciones detalladas sobre su participación en las operaciones de su padre. Mientras esposaban a Salinas Junior, Miguel observó cuidadosamente su reacción. Parecía genuinamente sorprendido, pero también extremadamente nervioso. En el auto de regreso a la procuraduría, Salinas Junior comenzó a hacer preguntas.
¿Qué exactamente les dijo Mendoza sobre mí? Ramírez no respondió directamente, “Señor Salinas tiene derecho a permanecer callado. Ya sé mis derechos, pero necesito saber de qué me están acusando específicamente.” Miguel se volteó hacia él de ayudar a asesinar a mi hermana y a otras mujeres inocentes. Salinas Jor lo miró con expresión de shock. “Señor, le juro por mi madre que yo nunca maté a nadie. Sí sabía que mi padre tenía negocios turbios, pero nunca participé directamente. ¿Qué tipo de negocios turbios?, preguntó Ramírez.
Salinas Junior se quedó callado durante unos minutos, claramente debatiendo internamente qué decir. Mi padre movía cosas ilegales a través de la frontera, drogas principalmente, pero también otras cosas, personas. Yo sospechaba, pero nunca lo confirmé. Mi padre me mantenía alejado de esos aspectos del negocio. En la Procuraduría, Salinas Junior fue llevado a interrogatorio separado. Durante las siguientes horas gradualmente admitió conocimiento parcial de las operaciones de su padre, pero negó participación directa en los secuestros o asesinatos. Mientras tanto, el equipo especial recibió noticias sobre el comandante Ruiz.
había sido arrestado tratando de cruzar la frontera a Tijuana con documentos falsos y una considerable cantidad de dinero en efectivo. “Miguel,” dijo Ramírez esa noche, “tenemos a dos de los principales sospechosos bajo arresto, pero necesitamos más evidencia para construcciones, casos sólidos contra ambos. ¿Qué tipo de evidencia? documentos, registros financieros, testimonios adicionales. Mendoza ha proporcionado mucha información, pero los abogados van a argumentar que está mintiendo para obtener un trato mejor. Al día siguiente, los investigadores registraron las oficinas de transportes Salinas y la casa de Ricardo Salinas Jr.
En el sótano de su casa encontraron cajas llenas de documentos relacionados con el negocio de su padre, incluyendo registros de viajes sospechosos. durante los años 90. Más importante, encontraron una agenda telefónica de 1995 que contenía los números de Aurelio Mendoza, el comandante Ruiz y varios otros nombres que coincidían con la información proporcionada por Mendoza. Esto confirma que todos se conocían y estaban en contacto regular, dijo Torres. Es evidencia circunstancial fuerte de una conspiración. Miguel se sintió aliviado.
Finalmente tenían evidencia física que respaldaba las confesiones de Mendoza. Los responsables de la muerte de Carmen no iban a escapar de la justicia. La red criminal que había operado durante años estaba finalmente siendo desmantelada. Pero Miguel sabía que el proceso judicial sería largo y complejo. Lo importante era que habían identificado a los responsables y que tenían evidencia suficiente para procesarlos. El comandante Esteban Ruiz fue traído de vuelta a Guadalajara bajo estrictas medidas de seguridad. Su intento de fuga había confirmado su culpabilidad en la mente de los investigadores, pero necesitaban una confesión formal para completar el caso.
Ruis, ahora de 68 años, se veía considerablemente envejecido y derrotado cuando fue llevado a la sala de interrogatorio. Miguel observó desde una habitación contigua a través de un vidrio de una sola vista. El licenciado Torres comenzó el interrogatorio. Comandante Ruiz, tenemos evidencia extensa de su participación en una organización criminal que operó entre 1994 y 1996. ¿Está dispuesto a hacer una declaración? Ruis permaneció callado durante varios minutos, mirando sus manos esposadas. Finalmente levantó la cabeza. “Quiero hablar con un abogado primero.
Ese es su derecho, respondió Torres. Pero le informo que tenemos registros bancarios, testimonios de testigos y evidencia física que lo conecta directamente con los crímenes. El abogado de Ruiz, licenciado Morales, llegó dos horas después. Después de reunirse con su cliente durante una hora, salió con una propuesta. Mi cliente está dispuesto a proporcionar información completa sobre la organización criminal, dijo Morales, pero quiere garantías de que será protegido en prisión y que su familia no será acosada por los medios.
El licenciado Torres aceptó considerar la propuesta. Primero, necesitamos escuchar qué información puede proporcionar. Cuando el interrogatorio se reanudó, Ruis comenzó a hablar lentamente. Entré en el negocio en 1993. Ricardo Salinas, padre, me contactó. Necesitaba protección policial para sus operaciones de transporte ilegal. ¿Qué tipo de transporte ilegal? Al principio solo drogas, pequeñas cantidades de cocaína y marihuana que movía hacia la frontera norte. Yo me aseguraba de que sus camiones no fueran inspeccionados en los retenes. Miguel observaba cada gesto de Ruiz, sintiendo una mezcla de rabia y disgusto.
¿Cuándo comenzó el tráfico de personas?, preguntó Torres. En 1994, respondió Ruis. Salinas dijo que había más dinero en mover personas que en mover drogas. Me ofreció 50,000 pesos por cada caso de desaparición que mantuviera sin resolver. ¿Y usted aceptó? Ruis asintió avergonzado. Necesitaba el dinero. Mi esposa tenía cáncer. Los tratamientos eran muy caros. Pensé que solo serían unas pocas veces. ¿Cuántas mujeres fueron víctimas de esta organización? Entre 1994 y 1996, aproximadamente 18 mujeres fueron secuestradas y trasladadas.
Carmen Velázquez y Rosario Méndez murieron por accidente, pero las otras fueron enviadas vivas a Estados Unidos. Miguel sintió que se le revolvía el estómago. 18 mujeres habían sido víctimas de esta red criminal. ¿Qué pasó con esas mujeres?, preguntó Torres. Eran vendidas a redes de prostitución en ciudades como Los Ángeles, Houston, Chicago. Algunas eran enviadas más lejos a Europa o Asia. El licenciado Torres mostró a Ruis fotografías de varias mujeres jóvenes. ¿Reconoce a alguna de estas víctimas? Ruis examinó las fotos cuidadosamente.
Esta, señaló una fotografía. Es Sandra Morales. Desapareció en agosto de 1994 y esta otra es Patricia Luna. Noviembre de 1995. Miguel tomó notas de todos los nombres. Estas familias también merecían saber la verdad sobre lo que había pasado con sus hijas. ¿Cómo funcionaba exactamente la operación? Continuó Torres. Mendoza identificaba y reclutaba a las víctimas en su cine. Cuando tenía una lista contactaba a Ricardo Salinas. Las mujeres eran llevadas al sótano del cine, donde un equipo de salinas las recogía durante la noche, y su papel específico.
Yo me aseguraba de que las investigaciones de las desapariciones fueran superficiales. Clasificaba los casos como huida voluntaria después de investigaciones mínimas. También proporcionaba información sobre qué familias tenían conexiones peligrosas que deberían ser evitadas. El interrogatorio continuó durante tres días. Ruis proporcionó detalles específicos sobre rutas de transporte, ubicaciones de casas seguras, nombres de contactos en Estados Unidos y métodos específicos usados para seleccionar víctimas. En una sesión particularmente emotiva, Ruis describió exactamente cómo había saboteado la investigación del caso de Carmen.
“Cuando la familia Velázquez reportó la desaparición”, dijo Ruiz, “yo ya sabía que Carmen había muerto accidentalmente. Mendoza me había llamado esa misma noche desesperado. Le dije que mantuviera la calma y que yo me encargaría de la investigación. ¿Qué hizo específicamente para sabotear la investigación? Retraté el inicio de la investigación por varios días. Cuando finalmente fuimos al cine, me aseguré de que no revisáramos el sótano. Le dije a mi equipo que Mendoza había sido muy cooperativo y que no había necesidad de una búsqueda exhaustiva.
Miguel cerró los ojos sintiendo una nueva ola de dolor. Su familia había confiado en este hombre para encontrar a Carmen, sin saber que él mismo era responsable de encubrir su muerte. ¿Por qué no destruyeron el cuerpo? preguntó Torres. Mendoza estaba demasiado asustado para moverlo. El sótano parecía seguro porque era secreto y el edificio era propiedad privada. Pensamos que nadie lo encontraría nunca. Al final del tercer día de interrogatorio, Ruis había proporcionado información suficiente para identificar y localizar a múltiples víctimas y sospechosos adicionales.
Su confesión confirmaba todos los detalles proporcionados anteriormente por Mendoza. Miguel se reunió esa noche con el teniente Ramírez y el licenciado Torres para evaluar el progreso del caso. Tenemos confesiones completas de dos de los principales responsables dijo Torres. Con esta información podemos proceder con cargos criminales sólidos contra todos los involucrados. ¿Qué pasa con Ricardo Salinas Jor? Preguntó Miguel. Su caso es más complicado, respondió Ramírez. Admite conocimiento de las actividades criminales de su padre. pero niega participación directa.
Podríamos procesarlo por encubrimiento y complicidad, pero sería más difícil probar asesinato. Miguel se sintió satisfecho, pero no completamente. Después de 12 años, finalmente tenía respuestas completas sobre lo que había pasado con Carmen. Los principales responsables estaban bajo arresto y habían confesado sus crímenes. Pero también se daba cuenta de que la justicia completa tomaría años de procesos legales y que algunas víctimas nunca serían encontradas. La búsqueda de justicia para Carmen había revelado una tragedia mucho más grande de lo que nunca había imaginado.
6 meses después de los arrestos comenzó el juicio más seguido en la historia reciente de Guadalajara. Los medios nacionales cubrían el caso diariamente y las revelaciones sobre la red de tráfico humano habían conmocionado al país. Miguel se presentó en la corte cada día del juicio, acompañado por familiares de otras víctimas que habían sido identificadas a través de las confesiones de Mendoza y Ruiz. En total, 18 familias habían descubierto el destino de sus hijas desaparecidas entre 1994 y 1996.
El primer día del juicio, el fiscal general del Estado, licenciado Herrera, presentó el caso contra los tres acusados principales, Aurelio Mendoza, Esteban Ruiz y Ricardo Salinas Junior. Este caso representa uno de los crímenes más sistemáticos y atroces cometidos en nuestro estado”, declaró Herrera. Los acusados operaron una red criminal que victimizó a mujeres jóvenes inocentes durante más de 2 años con la protección de funcionarios corruptos. La evidencia presentada incluía las confesiones grabadas, registros bancarios, documentos encontrados en los registros, testimonios de testigos y la evidencia física encontrada en el sótano del cine azteca.
Aurelio Mendoza fue el primero en testificar. había decidido cooperar completamente con la fiscalía a cambio de una sentencia reducida. Durante tr días describió detalladamente cómo había operado la red criminal. Reclutaba aproximadamente dos mujeres por m, testificó Mendoza. Buscaba muchachas que cumplieran criterios específicos, entre 18 y 25 años, físicamente atractivas, de familias de clase media sin conexiones políticas importantes. Cuando el abogado defensor de Ruiz interrogó a Mendoza, trató de desacreditar su testimonio, sugiriendo que estaba mintiendo para obtener beneficios legales.
“Señor Mendoza, preguntó el abogado. ¿No es cierto que está inventando detalles sobre la participación de mi cliente para reducir su propia culpabilidad? Mendoza negó rotundamente. Cada detalle que he proporcionado puede ser verificado con evidencia física o testimonios independientes. Miguel observaba cada momento del proceso tomando notas detalladas. Ver a Mendoza describir los crímenes era doloroso, pero también necesario para obtener justicia completa. El segundo día de testimonio de Mendoza fue el más difícil para Miguel. Mendoza describió específicamente qué había pasado la noche que Carmen murió.
Carmen llegó al cine a las 8 de la noche, testificó Mendoza, compró su boleto y vio la película. Después de la función, vino a mi oficina como habíamos acordado. Le dije que quería mostrarle la parte del negocio que iba a manejar como mi asistente. ¿Qué pasó entonces? La llevé al sótano diciéndole que era mi oficina privada donde guardaba documentos importantes. Carmen estaba emocionada. Pensaba que le estaba dando acceso a información confidencial del negocio. Miguel apretó los puños mientras escuchaba.
Cuando se dio cuenta Carmen de que algo estaba mal, cuando Ricardo Salinas llegó con otro hombre, Carmen inmediatamente supo que la habían traicionado. Empezó a gritar y a tratar de escapar. ¿Qué hizo usted? Traté de calmarla, de explicarle que no le iba a pasar nada malo si cooperaba, pero Carmen era muy inteligente. Se dio cuenta de que iba a ser secuestrada. ¿Cómo murió? Mendoza bajó la cabeza. Salinas la golpeó en la cabeza para silenciarla. dijo que solo iba a noquearla, pero el golpe fue demasiado fuerte.
Carmen colapsó inmediatamente y nunca recuperó la conciencia. Miguel tuvo que salir de la corte durante unos minutos para recuperar la compostura. Escuchar los detalles exactos de cómo había muerto su hermana era devastador. Cuando el comandante Ruiz testificó la semana siguiente, su abogado trató de presentarlo como una víctima de circunstancias desesperadas. Mi cliente admite haber cometido errores terribles”, declaró su abogado, pero actuó bajo presión extrema debido a la enfermedad de su esposa y sus desesperadas necesidades económicas. Ruiz testificó durante dos días, confirmando todos los detalles de las operaciones criminales.
Su testimonio fue particularmente dañino para Ricardo Salinas Junior. “Ricardo hijo sabía perfectamente lo que estaba pasando”, testificó Ruiz. Participó en al menos seis operaciones de transporte entre 1995 y 1996. Manejaba uno de los camiones que llevaba a las víctimas hacia la frontera. El abogado de Salinas Junior, objetó vigorosamente, pero Ruiz proporcionó detalles específicos que fueron corroborados por evidencia documental. Durante la tercera semana del juicio, el fiscal presentó testimonios de familiares de las víctimas. Miguel fue uno de los primeros en testificar.
Carmen era una joven llena de vida y ambiciones declaró Miguel. Tenía planes de estudiar contabilidad y algún día abrir su propio negocio. Los acusados destruyeron no solo su vida, sino también la de toda nuestra familia. Doña Carmen Méndez, madre de Rosario, también testificó. Durante 12 años viví sin saber qué había pasado con mi hija. Los acusados me robaron la oportunidad de hacer el duelo apropiado y de darle a Rosario el entierro que merecía. Los testimonios de las familias fueron devastadores para la defensa.
Era imposible negar el impacto humano de los crímenes cometidos. En la cuarta semana, el fiscal presentó evidencia sobre el alcance internacional de la red criminal. Investigadores de Estados Unidos testificaron sobre víctimas mexicanas que habían sido identificadas en redes de prostitución en múltiples ciudades estadounidenses. Hemos identificado al menos 12 víctimas mexicanas que coinciden con las descripciones proporcionadas por los acusados”, testificó el agente federal Johnson. Todas fueron víctimas de tráfico humano durante mediados de los años 90. Cuando terminaron los testimonios, los abogados defensores presentaron argumentos desesperados tratando de minimizar la culpabilidad de sus clientes.
El abogado de Mendoza argumentó que su cliente había cooperado completamente y merecía clemencia. El abogado de Ruiz insistió en que su cliente había sido motivado por desesperación, no por malicia. El abogado de Salinas Junior mantuvo que su cliente había sido un participante menor que actuaba bajo la influencia de su padre. El fiscal general cerró su caso con un argumento poderoso. Los acusados operaron una empresa criminal que destruyó la vida de 18 mujeres jóvenes y sus familias. Ninguna circunstancia personal justifica la magnitud de sus crímenes.
Merecen el castigo completo de la ley. El jurado deliberó durante dos días antes de llegar a un veredicto. Miguel esperó ansiosamente junto a las otras familias afectadas. Finalmente, el juez anunció los veredictos. Aurelio Mendoza fue declarado culpable de dos cargos de asesinato en segundo grado y 16 cargos de secuestro. Esteban Ruiz fue declarado culpable de complicidad en asesinato y 18 cargos de obstrucción de la justicia. Ricardo Salinas Junior fue declarado culpable de complicidad en secuestro y lavado de dinero.
Las sentencias fueron pronunciadas una semana después. Mendoza recibió 40 años de prisión sin posibilidad de libertad condicional por 25 años. Ruis recibió 30 años. Salinas Junior recibió 15 años. Miguel salió de la corte ese día sintiéndose finalmente en paz. Después de 12 años de búsqueda, había obtenido justicia para Carmen. Los responsables de su muerte enfrentarían las consecuencias de sus crímenes y otras familias también habían obtenido respuestas sobre el destino de sus seres queridos. Tres años después del juicio, Miguel visitó la tumba de Carmen en el Panteón de Belén en Guadalajara.
Finalmente había podido darle a su hermana el entierro apropiado que merecía después de que los restos fueran liberados por las autoridades una vez completado el proceso legal. La lápida llevaba una inscripción simple. Carmen Velázquez Morales, 1977995. Hijaada, hermana querida, nunca olvidada. Miguel dejó flores frescas en la tumba y se quedó varios minutos en silencio. El proceso de obtener justicia había sido largo y doloroso, pero finalmente había terminado. Durante los años siguientes, a los arrestos y el juicio, habían surgido desarrollos adicionales en el caso.
Investigadores internacionales, trabajando con la información proporcionada durante el juicio, habían logrado localizar a seis de las víctimas mexicanas que habían sido traficadas a Estados Unidos. Tres de ellas habían sido rescatadas de redes de prostitución y repatriadas a México, donde recibieron apoyo psicológico y médico para reintegrarse a la sociedad. Desafortunadamente, dos habían muerto durante sus años de cautiverio y una permanecía desaparecida. El caso también había tenido impacto en reformas legales. El Estado de Jalisco había implementado nuevos protocolos para investigaciones de personas desaparecidas y se había creado una unidad especializada en tráfico humano dentro de la Procuraduría General de Justicia.
Miguel se había convertido en un defensor de los derechos de las víctimas, trabajando con organizaciones no gubernamentales para ayudar a otras familias que buscaban a personas desaparecidas. Su experiencia navegando el sistema legal había sido valiosa para orientar a otros que enfrentaban situaciones similares. Doña Carmen Méndez también había encontrado algo de paz. Los restos de su hija Rosario habían sido recuperados del sótano del cine junto con los de Carmen y finalmente había podido darle un entierro apropiado. Aunque el dolor nunca desaparecería completamente, tener respuestas sobre lo que había pasado había aliviado años de incertidumbre tortuosa.
El cine azteca había sido finalmente demolido en 2009. En su lugar se construyó un pequeño parque público con un memorial dedicado a las víctimas de tráfico humano. Miguel había participado en el diseño del memorial, asegurándose de que los nombres de Carmen, Rosario y las otras víctimas identificadas fueran incluidos. En 2010, Miguel recibió una llamada inesperada del teniente Ramírez, quien ahora había sido promovido a comandante. “Miguel, tengo noticias importantes”, dijo Ramírez. Los investigadores federales localizaron a Ricardo Salinas padre.
Miguel se sorprendió. No había muerto en un accidente. Ese fue el reporte oficial, pero nunca encontraron el cuerpo. Aparentemente falsificó su muerte para escapar de la investigación. Ha estado viviendo en Costa Rica bajo una identidad falsa. Lo van a extraditar. ya está en proceso. Si regresa a México, será procesado por los cargos originales más falsificación de documentos y evasión de la justicia. Miguel se sintió satisfecho al saber que otro responsable finalmente enfrentaría las consecuencias. El caso que había comenzado con el descubrimiento accidental de Roberto Hernández en el sótano del cine seguía desarrollándose años después.
En 2011, Miguel decidió escribir un libro sobre su experiencia buscando justicia para Carmen. El libro titulado 12 años de búsqueda, la historia de Carmen, se convirtió en un bestseller nacional y ayudó a generar conciencia sobre el problema del tráfico humano en México. Las ganancias del libro fueron donadas a organizaciones que ayudaban a víctimas de tráfico humano y familias de personas desaparecidas. Durante la presentación del libro en Guadalajara, Miguel se encontró con Roberto Hernández, el trabajador de construcción, cuyo descubrimiento había iniciado toda la investigación.
Roberto, si usted no hubiera tenido la curiosidad de investigar ese sonido hueco en el piso, nunca habríamos sabido la verdad sobre Carmen”, le dijo Miguel. Roberto sonrió modestamente. Solo hice lo que cualquier persona decente habría hecho. Su hermana merecía ser encontrada. En 2012, 5 años después del descubrimiento, Miguel organizó una ceremonia conmemorativa en el parque que había reemplazado al Cine Azteca. Familias de todas las víctimas identificadas asistieron junto con funcionarios gubernamentales y miembros de organizaciones de derechos humanos.
Durante la ceremonia, Miguel habló sobre el legado que Carmen y las otras víctimas habían dejado. “Mi hermana Carmen tenía 18 años cuando fue asesinada”, dijo Miguel. “Tenía sueños, ambiciones, una vida entera por delante.” Los criminales que la mataron pensaron que podrían enterrar la verdad junto con su cuerpo. Se equivocaron. La búsqueda de justicia para Carmen reveló una red criminal que había operado impunemente durante años. Su muerte, aunque trágica, ayudó a exponer crímenes que habían afectado a docenas de familias.
En ese sentido, su vida tuvo un significado que va más allá de su muerte. Miguel concluyó su discurso con una reflexión sobre la importancia de nunca rendirse en la búsqueda de la verdad. Durante 12 años, nuestra familia no supo qué había pasado con Carmen. Hubo momentos en que parecía que nunca obtendríamos respuestas, pero nunca nos rendimos. Y eventualmente la verdad salió a la luz. A todas las familias que todavía buscan a sus seres queridos, les digo, no se rindan.
La justicia puede tardar, pero si persistimos, eventualmente prevalecerá. Al finalizar la ceremonia, Miguel se quedó solo en el parque durante unos minutos, reflexionando sobre el viaje extraordinario que había comenzado con una llamada telefónica de Roberto Hernández en marzo de 2007. La búsqueda de justicia para Carmen había sido dolorosa y compleja, pero también había resultado en consecuencias positivas que él nunca habría imaginado. Las reformas legales, los rescates de víctimas, la conciencia pública sobre el tráfico humano. Todo había surgido de la determinación de una familia de no aceptar la desaparición sin explicación de un ser querido.
Mientras caminaba hacia su auto, Miguel miró hacia atrás una vez más al memorial de las víctimas. Carmen finalmente descansaba en paz y su memoria había contribuido a hacer de México un lugar un poco más seguro para las mujeres jóvenes. La justicia había llegado tarde, pero había llegado y eso después de todo, era lo que más importaba.
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