Durante el funeral, un cuervo se posó sobre el ataúdimaginable. Los familiares y amigos se reunieron en la sala para despedir a la niña y todos entraban en silencio. Con pasos lentos y gestos serios. El ataúd estaba colocado al frente de color claro, con flores frescas encima que nadie miraba mucho porque la atención estaba en la niña.

 

 

 Su cuerpo estaba quieto y eso hacía que cualquiera que se acercara se sintiera incómodo y sin saber cómo reaccionar. Los más cercanos se sentaron al frente. La madre se veía agotada y con los ojos hinchados. La abuela lloraba sin parar y algunos familiares miraban fijamente el ataúd como si no pudieran creer lo que estaban viendo.

 Había niños pequeños que no entendían mucho, pero se notaba que también estaban incómodos. Todos trataban de mantener la calma, pero cada cierto tiempo alguien rompía a llorar y los demás bajaban la mirada porque no sabían qué hacer. El salón estaba lleno, pero nadie hablaba fuerte. Las conversaciones eran cortas y en voz baja.

 Solo se escuchaba el rose de las sillas cuando alguien se movía y el murmullo del aire entrando por la ventana. Los minutos pasaban lentos y aunque todos estaban presentes, cada uno parecía concentrado en sus propios recuerdos o preocupaciones. Algunos miraban el suelo, otros las flores, otros se agarraban de las manos sin soltarse.

 El cura se preparaba para dar unas palabras, pero el silencio era tan grande que cualquier sonido se notaba más de lo normal. Nadie sabía si debía hablar, moverse o esperar a que todo terminara. Todos permanecían tensos y en espera de que la ceremonia empezara de verdad, sin poder concentrarse en otra cosa que no fuera la niña y la situación incómoda que se había creado.

 Mientras la ceremonia seguía, un cuervo entró de golpe por la ventana abierta y se posó sobre el ataúdia. Nadie se movió al principio porque el movimiento fue rápido y sorprendió a todos. El ave miraba alrededor, movía la cabeza y raspaba la madera con las garras y eso hizo que varias personas se sintieran incómodas.

 Nadie esperaba algo así en un momento como ese y la tensión creció de inmediato. Algunas personas se miraban entre sí buscando una reacción, pero nadie se atrevía a acercarse. Los niños se pegaron a los adultos porque les dio miedo y los mayores tampoco sabían cómo actuar. Como es de imaginarse, algunos pensaron que era una señal de mala suerte, mientras otros solo lo veían como un animal perdido y no entendían por qué todos se alteraban tanto.

 Esa diferencia de pensamientos hizo que nadie se pusiera de acuerdo. Una tía se levantó un momento para acercarse, pero al ver que nadie la apoyaba, volvió a sentarse incómoda y sin saber qué hacer. Los niños seguían escondidos detrás de los adultos y algunos tenían lágrimas en los ojos porque el cuervo les parecía amenazante.

 El murmullo empezó a crecer porque ya no se podía mantener el mismo silencio y los comentarios cruzados aumentaban la tensión en la sala. El cura tampoco actuaba, solo miraba al avea solo, pero el cuervo permanecía firme. Ese detalle hacía que los minutos fueran aún más pesados, porque parecía que todo se había detenido alrededor. La ceremonia ya no avanzaba y los familiares estaban atrapados entre la tristeza y la molestia que provocaba el cuervo, sin encontrar una forma de resolver la situación, el cuervo seguía sobre el ataúd incomodidad crecía con

cada minuto que pasaba. La madre de la niña estaba sentada con las manos sobre la cara, llorando de manera constante y sin poder controlarse, mientras la abuela se secaba las lágrimas de forma desesperada, el padre se levantaba y caminaba de un lado a otro, claramente enojado y sin saber qué hacer con el ave, esperando que alguien más actuara, pero nadie se movía.

 Algunos pensaban que el cuervo era una señal de mala suerte y eso los puso nerviosos. Otros solo lo veían como un animal y no entendían por qué todos reaccionaban así. La gente se movía nerviosa y miraba al ave intentando calcular cuándo se iría o qué haría después. El cura permanecía quieto sin saber cómo manejar la situación y eso hacía que todos se sintieran aún más atrapados en el momento.

 El cuervo permanecía firme sin mostrar miedo y cada movimiento suyo parecía llamar más la atención de todos. La ceremonia que hasta ese momento había seguido su curso normal se detuvo por completo. Las personas dejaron de escuchar al cura, de mirar las flores y de prestar atención a cualquier detalle que no fuera el ave sobre el ataúd.

 La tensión aumentaba y nadie sabía cómo actuar mientras el cuervo mantenía la mirada fija en la sala como si nada lo afectara. Y eso mantenía a todos con incomodidad y ansiedad sin que pudieran resolver nada. El cuervo permanecía sobre el ataúdica, lo que hizo que varios se levantaran porque el ruido era molesto y nadie sabía cómo reaccionar.

 La madre lloraba más fuerte y la abuela se cubría la cara mientras trataba de controlar las lágrimas. El padre estaba de pie, tenso y con los puños apretados, pero no se atrevía a acercarse al ave porque parecía que podría reaccionar de forma agresiva. El cuervo abrió las alas y grasnó fuerte. Un sonido que hizo que varios retrocedieran y que los niños se echaran a llorar porque les dio miedo.

Luego el ave se movió un poco hacia un lado y estiró el cuello como si quisiera mirar dentro del ataúd, lo que hizo que algunas personas gritaran y otras se quedaran paralizadas sin saber qué hacer. Todo el ambiente se volvió más incómodo porque nadie tenía claro cómo actuar. De repente, el cuervo picoteó las flores que estaban sobre la tapa y las tiró al suelo.

 Y eso hizo que la abuela se alterara aún más y que varias personas se levantaran para recogerlas. Algunos familiares intentaron acercarse para espantarlo, pero el cuervo volvió a grasnar y aleteó con fuerza, levantando papeles y moviendo algunas coronas, y eso hizo que todos se mantuvieran a distancia sin atreverse a intervenir.

 El cura seguía sin poder actuar y todos los familiares estaban atrapados entre la tristeza de la despedida y la molestia por la situación. La ceremonia que hasta ese momento había avanzado de manera normal se detuvo por completo. Cada movimiento del cuervo generaba tensión y nadie podía relajarse.

 Todos estaban atentos al ave mirar ni al ataúd ni a las flores, y no sabían si esperar a que se fuera o intentara algo. El cuervo permanecía firme y parecía no tener miedo de nadie, y eso mantenía a todos con incomodidad, con miedo y sin poder encontrar una forma de retomar la ceremonia. La situación era completamente inesperada y nadie sabía qué pasaría después.

 El cuervo finalmente se movió y se posó en el respaldo de una silla y desde ahí miraba a todo sin moverse mucho. La madre estaba sostenida por dos mujeres porque se tambaleaba y no podía mantenerse de pie. Y el padre caminaba de un lado a otro sin saber cómo actuar, aunque claramente estaba molesto. Otros familiares estaban en silencio, mirando al Ave con incomodidad y sin atreverse a hacer nada porque temían que reaccionara de manera brusca.

 Algunos de los hombres jóvenes del funeral buscaron algo para espantar al cuervo y finalmente uno tomó una correa que había traído y la movió hacia el ave con rapidez. El cuervo dio un aleteo fuerte y grasnó antes de salir disparado por la ventana por la que había entrado. Todos respiraron con alivio, aunque todavía se sentían tensos y con miedo, porque no esperaban que pasara algo así durante la ceremonia.

 El salón quedó en silencio de nuevo. Solo se escuchaban los hoyosos de los familiares y la respiración agitada de los niños que habían estado escondidos detrás de los adultos. Nadie sabía qué hacer con la situación que acababa de pasar. Y aunque el cura retomó la ceremonia, todos seguían con la cabeza en lo que había ocurrido.

 Algunos recogían las flores que el cuervo había tirado y otros miraban el ataúd, todavía sin poder concentrarse en nada más. La ceremonia continuó, pero el ambiente ya no volvió a ser el mismo. Todos recordaban al cuervo y la forma en que interrumpió el funeral. Y aunque intentaron seguir con la despedida, la tensión y la incomodidad permanecían.

 La familia terminó de despedirse de la niña, pero nadie olvidaba la presencia del ave y cómo había alterado un momento que debería haber sido tranquilo. Cada persona salió del salón con la sensación de haber vivido algo inesperado y extraño y la imagen del cuervo sobre el ataúd quedó en la memoria de todos como un recuerdo incómodo que nadie esperaba.