En 1989 en Monterrey, nueve exploradores descieron en un campamento 22 años después hallan esto. Roberto Mendoza Herrera caminaba por el sendero rocoso que llevaba hacia la Sierra Madre Oriental, a 30 km al este de Monterrey. Había pasado 22 años desde que su hermana Carmen desapareció junto con
otros ocho jóvenes exploradores durante una expedición de fin de semana.
A sus 43 años, Roberto nunca había dejado de buscar respuestas. El constructor de obras civiles había decidido explorar personalmente la zona donde supuestamente habían acampado por última vez. Los reportes oficiales de 1989 indicaban que el grupo se había perdido en una tormenta y que sus cuerpos
probablemente fueron arrastrados por una creciente del río.
“Carmen tenía 18 años cuando desapareció”, murmuró Roberto mientras examinaba el terreno. Era la más experimentada del grupo. Conocía estas montañas mejor que nadie. El viento movía las ramas secas de los mezquites. Cuando Roberto notó algo extraño entre las rocas, un reflejo metálico llamó su
atención. Se acercó cuidadosamente y descubrió una pequeña placa de identificación militar parcialmente enterrada bajo años de sedimento.
Explorador: 447 Carmen Mendoza, herrera Grupo Scout Monterrey, leyó en voz alta. El metal estaba corroído, pero las letras seguían siendo legibles. Roberto sintió que el corazón se le aceleraba. Carmen nunca había sido scout militar. Su grupo era de exploradores civiles organizados por la
Universidad Autónoma de Nuevo León.
¿Por qué tenía una placa militar? Continuó excavando alrededor del área y encontró más objetos. Una cantimplora con iniciales grabadas MCV que reconoció como perteneciente a Miguel Castillo Vega, otro de los desaparecidos. También halló fragmentos de una tienda de campaña y lo más perturbador
cartuchos de bala calibre22 dispersos por el suelo.
Roberto tomó fotografías de cada objeto con su teléfono celular y marcó las coordenadas GPS 25 de 40 23 N 100 de Monde 15 47 Devvo. El lugar se encontraba a 5 km de donde supuestamente habían acampado según el reporte policial de 1989. Tengo que reportar esto inmediatamente”, se dijo mientras
guardaba cuidadosamente las evidencias en una bolsa de plástico. Se dirigió hacia su camioneta Ford y condujo directamente a las oficinas de la Procuraduría General de Justicia del estado de Nuevo León. Durante el trayecto de 40 minutos, Roberto recordó los detalles del caso original.
En septiembre de 1989, nueve estudiantes de 18 años habían partido para un campamento de fin de semana en la Sierra Madre Oriental. El grupo estaba conformado por Carmen Mendoza Herrera, Miguel Castillo Vega, Ana Patricia Moreno Silva, Fernando Gutiérrez Ramos, Sofía Delgado Martínez, Diego
Hernández Flores, Claudia Jiménez Pérez, Arturo Salinas Guerrero y Valeria Ochoa Mendoza.
Todos eran estudiantes de primer año de ingeniería en la Universidad Autónoma de Nuevo León y miembros del club de exploradores montañistas regios. Se suponía que regresarían el domingo por la tarde, pero nunca llegaron. La búsqueda oficial duró dos semanas. El comandante Esteban Villanueva Ruiz,
jefe de operaciones de la policía ministerial en 1989, había declarado que una tormenta torrencial había golpeado la zona el sábado por la noche.
Según su reporte, los jóvenes probablemente intentaron cruzar el río crecido y fueron arrastrados por la corriente. Nunca encontraron los cuerpos, recordó Roberto. Villanueva dijo que el río los había llevado hasta el río Bravo, caso cerrado. Al llegar a las oficinas gubernamentales, Roberto
solicitó hablar con el detective a cargo de casos fríos.
Lo atendió la detective Isabel Ramírez Santos, una mujer de 35 años con 15 años de experiencia en la Procuraduría. Señor Mendoza, he revisado el expediente de su hermana varias veces a lo largo de los años”, le explicó la detective Ramírez mientras examinaba las fotografías en el teléfono de
Roberto. “Siempre me pareció extraño que no se encontrara ni un solo cuerpo.
” Roberto le mostró la placa militar y los cartuchos de bala. Esta placa indica que Carmen era scout militar, pero eso es imposible. Ella estudiaba ingeniería civil y solo participaba en excursiones de montañismo recreativo. La detective tomó notas detalladas y solicitó que Roberto firmara una
declaración formal.
Necesitamos organizar una expedición oficial al sitio donde encontró estos objetos. También voy a solicitar la exhumación completa del expediente original. ¿Qué posibilidades hay de reabrir el caso? preguntó Roberto. Con esta nueva evidencia física muy altas, respondió Ramírez, especialmente por
los cartuchos de bala.
En 1989, el reporte oficial no mencionó ningún indicio de violencia. Si hubo disparos, estamos hablando de una investigación completamente diferente. Roberto entregó todas las evidencias y proporcionó sus datos de contacto. Al salir de la procuraduría, decidió visitar a los padres de los otros
exploradores desaparecidos.
Después de 22 años, era hora de que todas las familias conocieran la verdad. Su primera parada fue la casa de la familia Castillo en la colonia del Valle. Los padres de Miguel, ahora de 68 años, recibieron a Roberto con lágrimas en los ojos cuando les mostró la cantimplora de su hijo.
Miguel era muy cuidadoso con sus pertenencias, dijo la señora Elena Castillo Morales. Nunca hubiera abandonado esa cantimplora. Era un regalo de su abuelo. El señor Joaquín Castillo Herrera agregó, “Siempre sospechamos que algo más había pasado.” Miguel conocía perfectamente esos senderos. No era
el tipo de joven que se perdería en una tormenta. Roberto continuó visitando a las demás familias. Todas compartían la misma sensación.
Sus hijos eran exploradores experimentados que jamás habrían cometido errores fatales tan básicos como acampar cerca de un río durante temporada de lluvias. La última visita fue a la casa de la familia Ochoa. Valeria había sido la novia de Miguel y la mejor amiga de Carmen. Sus padres, los señores
Rodolfo Ochoa Vázquez y María Mendoza Torres, conservaban intacto el cuarto de su hija.
Valeria había hablado conmigo la semana antes del viaje, recordó la señora María. me dijo que habían cambiado el lugar del campamento. En lugar de ir a su sitio habitual cerca de García, iban a explorar una zona nueva cerca de los límites con Coahuila. Esta información contradecía directamente el
reporte oficial.
Según Villanueva, los jóvenes habían acampado en su lugar habitual, un área bien conocida y segura cerca del municipio de García. Roberto regresó a su casa esa noche con más preguntas que respuestas. Al revisar sus notas, una cosa quedaba clara. El reporte oficial de 1989 contenía inconsistencias
significativas que nunca habían sido investigadas adecuadamente.
Al día siguiente, Roberto recibió una llamada de la detective Ramírez. “Señor Mendoza, hemos programado la expedición para el próximo miércoles.” También encontré algo interesante en los archivos. El comandante Villanueva retiró el caso de la investigación activa apenas una semana después de
iniciar la búsqueda. Eso es inusualmente rápido para un caso de desaparición múltiple. “Villanueva sigue en activo”, preguntó Roberto.
Se retiró en 1995, pero sigue vivo. Ahora tiene 72 años y vive en San Pedro Garza García. Creo que necesitamos hacerle algunas preguntas. Roberto colgó el teléfono sintiendo por primera vez en 22 años que estaba cerca de encontrar las respuestas que había buscado durante tanto tiempo.
La detective Isabel Ramírez Santos llegó temprano a la oficina y extendió sobre su escritorio todos los documentos del caso de 1989. El expediente guardado en una caja de cartón amarillenta contenía apenas 30 páginas de reportes, fotografías y testimonios. demasiado delgado para una desaparición de
nueve personas”, murmuró mientras revisaba cada documento.
El reporte inicial, fechado el 18 de septiembre de 1989 había sido elaborado por el sargento Primo Fernando Salinas Rojas. Los padres de Carmen Mendoza reportaron que su hija no había regresado del campamento programado para el fin de semana. Grupo de nueve estudiantes universitarios partió el
viernes 15 de septiembre a las 16um horas hacia la Sierra Madre Oriental. Punto de destino declarado.
Área recreativa El Chorrito, municipio de García. Retorno programado. Domingo 17 de septiembre a las 180 horas. Ramírez notó que el reporte mencionaba el chorrito, pero las coordenadas donde Roberto había encontrado las evidencias estaban a 20 km de distancia. Continuó leyendo. El comandante
Esteban Villanueva Ruiz había asumido el control del caso el 19 de septiembre.
Su primer reporte establecía la teoría oficial. Tormenta intensa registrada en la zona durante la noche del 16 de septiembre. Precipitación pluvial de 120 mm. creciente del río Santiago, alcanzó nivel de alerta roja a las 02:30 horas del 17 de septiembre.
Las fotografías del área de búsqueda mostraban efectivamente un río crecido y lodasales extensos. Sin embargo, Ramírez notó algo extraño. Todas las fotos estaban fechadas del 25 de septiembre, una semana después de iniciada la búsqueda. El teléfono sonó interrumpiendo sus pensamientos. Detective
Ramírez, habla Roberto Mendoza. ¿Podemos reunirnos? Encontré algo más. Una hora después, Roberto llegó a la Procuraduría acompañado por Joaquín Castillo, padre de Miguel.
traían una caja llena de documentos personales. “Revisamos todos los papeles de Miguel que conservamos”, explicó Castillo. Encontramos su diario de exploración y algunos mapas que había marcado. Ramírez examinó el diario. La última entrada estaba fechada el 14 de septiembre de 1989, un día antes
del viaje fatal. Mañana partimos hacia la zona nueva que encontró Carmen cerca de Santa Catarina.
Las coordenadas son 251n 1530 Bilby. Carmen dice que hay cuevas interesantes que nadie ha explorado. Llevamos equipo para tr días por si encontramos algo importante. Las coordenadas del diario coincidían casi exactamente con el lugar donde Roberto había encontrado las evidencias. Esto confirmaba
que los jóvenes habían ido a un lugar completamente diferente al reportado oficialmente.
Santa Catarina, preguntó Ramírez. Eso está en dirección opuesta a García. Roberto asintió. Mi hermana me había mencionado esas cuevas algunos meses antes de desaparecer. Decía que había encontrado formaciones rocosas muy interesantes durante una exploración previa. Ramírez revisó nuevamente el
expediente oficial. No había ninguna mención de Santa Catarina. cuevas o exploración de formaciones rocosas.
Todo el reporte se centraba en el Chorrito García. “Necesito hablar con el Dr. Alejandro Sánchez Morales”, dijo Ramírez consultando sus notas. Él era el médico forense asignado al caso en 1989. Esa tarde Ramírez se dirigió al Hospital Universitario donde el doctor Sánchez había trabajado durante 30
años antes de jubilarse en 2010.
Según sus registros, ahora tenía 68 años y vivía en la colonia Cumbres. La casa del doctor Sánchez era una residencia elegante en una zona residencial exclusiva. Un hombre alto y canoso atendió la puerta, mostrando cierta nerviosidad cuando Ramírez se identificó como detective. Dr. Sánchez,
necesito revisar con usted algunos detalles del caso de los exploradores desaparecidos en 1989.
Ese caso, el doctor vaciló, fue hace muchos años, no estoy seguro de qué puedo recordar. Ramírez notó que las manos del doctor temblaban ligeramente. Según los registros, usted elaboró el reporte forense que concluyó que los jóvenes murieron ahogados. Así es. La evidencia era clara. Tormenta, río
crecido, jóvenes inexpertos.
Pero usted examinó algún cuerpo. El Dr. Sánchez se quedó en silencio por varios segundos. No, no se recuperaron cuerpos. Mi reporte se basó en las circunstancias del lugar y los testimonios de los rescatistas. Ramírez frunció el ceño. Dr. Sánchez, es altamente irregular que un médico forense
declare oficialmente una causa de muerte sin examinar cuerpos o evidencia física directa.
El comandante Villanueva me pidió que elaborara el reporte basándome en las evidencias circunstanciales. Era procedimiento estándar en casos donde los cuerpos no podían ser recuperados. ¿Y usted no cuestionó esa instrucción? El doctor evitó el contacto visual. Villanueva tenía mucha experiencia.
Confí en su criterio. Ramírez tomó notas detalladas. Recuerda algo más sobre el caso. ¿Algún detalle que le haya parecido extraño en ese momento? No, detective.
Todo parecía consistente con las circunstancias reportadas. Al salir de la casa del doctor Sánchez, Ramírez tenía la clara impresión de que el hombre estaba ocultando información. Su nerviosismo y evasivas sugerían que había algo más detrás del reporte forense de 1989. De regreso en su oficina,
Ramírez decidió investigar los antecedentes del comandante Villanueva.
Según los archivos de personal, Esteban Villanueva Ruiz había ingresado a la policía en 1975 y había ascendido rápidamente en el escalafón. En 1989, a los 50 años, era uno de los comandantes más respetados de la corporación. Sin embargo, había algo interesante en su historial financiero. En 1990,
un año después del caso de los exploradores, Villanueva había comprado una casa de lujo en San Pedro Garza García por 450,000 pesos, una cantidad significativamente superior a su salario oficial de policía.
También había registros de que Villanueva había establecido una empresa de consultoría en seguridad privada en 1992. Apenas 3 años después del caso, la empresa Seguridad Integral del Noreste había prosperado rápidamente y tenía contratos con varias empresas mineras de la región. Empresas mineras.
Ramírez verificó las coordenadas donde Roberto había encontrado las evidencias.
La zona estaba cerca de varios sitios de exploración minera que habían estado activos a finales de los años 80. Ramírez llamó a Roberto. Señor Mendoza, necesito que me ayude con algo. Su hermana Carmen había mencionado alguna vez haber visto actividad minera en sus exploraciones? Sí, de hecho sí.
Carmen se quejaba de que algunas empresas estaban dañando las cuevas naturales con excavaciones no autorizadas.
Ella quería reportarlo a las autoridades ambientales. ¿Recuerda el nombre de alguna empresa específica? No exactamente, pero creo que tenía fotografías. Después del campamento planeaba hacer un reporte formal. Ramírez sintió que las piezas empezaban a encajar. Señor Mendoza, ¿es posible que Carmen
y sus amigos hubieran descubierto algo que no debían haber visto durante esa expedición? Detective, ¿estás sugiriendo que los mataron para silenciarlos? Todavía es prematuro hacer esa afirmación, pero la evidencia sugiere que la versión oficial de 1989 no corresponde con los hechos reales. Al
día siguiente, Ramírez programó una cita con el comandante Villanueva. Era hora de confrontar al hombre que había cerrado prematuramente la investigación hace 22 años. El comandante retirado Esteban Villanueva Ruiz vivía en una mansión de estilo colonial en San Pedro Garza García. una de las zonas
más exclusivas del área metropolitana de Monterrey.
La propiedad, valuada en varios millones de pesos, contrastaba notablemente con la pensión modesta que correspondía a un policía jubilado. La detective Ramírez estacionó su vehículo oficial frente a la imponente reja de hierro forjado. Un intercomunicador electrónico controlaba el acceso a la
propiedad. Después de identificarse, las puertas se abrieron automáticamente.
Villanueva la recibió en la puerta principal. A los 72 años seguía siendo un hombre imponente, alto, de complexión robusta, cabello blanco perfectamente peinado y vestido con un traje de lino costoso. Sus ojos grises la evaluaron cuidadosamente antes de extender la mano.
Detective Ramírez, ¿verdad? Su secretaria mencionó que quería hablar sobre un caso antiguo. Comandante Villanueva, gracias por recibirme. Se trata del caso de los nueve exploradores desaparecidos en 1989. La expresión de Villanueva no cambió, pero Ramírez notó que sus hombros se tensaron
ligeramente. Ah, sí. Caso muy triste. Jóvenes inexpertos que subestimaron los peligros de la montaña.
¿Podemos hablar adentro? Villanueva la condujo a una elegante sala decorada con muebles de madera fina y obras de arte contemporáneo. Las ventanas ofrecían una vista panorámica de la ciudad. Se sentaron en sillones de cuero frente a una mesa de centro de mármol. Comandante, he estado revisando el
expediente de 1989 y me han surgido algunas preguntas.
Por supuesto, detective, aunque debo advertirle que han pasado muchos años y mi memoria ya no es lo que era. Ramírez abrió su carpeta y extrajo copias de los reportes oficiales. Según su investigación, los jóvenes acamparon en el Chorrito García.
Sin embargo, tenemos evidencia de que en realidad fueron a una zona cerca de Santa Catarina, 20 km de distancia. Evidencia nueva. Villanueva tomó los documentos y los revisó cuidadosamente. Después de 22 años aparece evidencia nueva. Roberto Mendoza, hermano de una de las víctimas, encontró objetos
personales en las coordenadas 25 de GR. 40 23 N, 100 de GRAC 1547 W. También encontró cartuchos de bala calibre2. Villanueva levantó la vista bruscamente.
Cartuchos de bala. Sí, comandante. Su reporte original no menciona ningún indicio de violencia. ¿Cómo explica la presencia de munición en el área? Detective Ramírez. Esas montañas son frecuentadas por cazadores. Los cartuchos podrían ser de cualquier época. El laboratorio determinó que los cartuchos
tienen aproximadamente 22 años de antigüedad, consistente con 1989.
Villanueva se levantó y caminó hacia la ventana. Aún así, no prueba nada. Los jóvenes podrían haber encontrado esos cartuchos y tomarlos como curiosidades. ¿Por qué cerró la investigación tan rápidamente? Apenas una semana después de la desaparición.
Las condiciones climáticas habían destruido cualquier evidencia útil. Continuar la búsqueda hubiera sido un desperdicio de recursos públicos. Ramírez se levantó también y se acercó a él. Comandante, hablé con el Dr. Alejandro Sánchez Morales. Él elaboró un reporte forense declarando muerte por
ahogamiento sin haber examinado ningún cuerpo. El Dr. Sánchez era muy competente. Su evaluación se basó en las circunstancias del caso.
¿Usted le pidió que elaborara ese reporte? Villanueva se dio vuelta ahora con una expresión más dura. Detective, no me gusta el tono de sus preguntas. Estoy colaborando voluntariamente para ayudar con su investigación, pero no voy a tolerar insinuaciones. No son insinuaciones, comandante.
Son preguntas legítimas sobre inconsistencias en la investigación original. Inconsistencias. Trabajé 30 años en la policía con un expediente impecable. No voy a permitir que una detective que ni siquiera había nacido cuando ocurrió este caso cuestione mi profesionalismo. Ramírez mantuvo la calma.
Comandante, tengo registros de que usted compró esta casa en 1990, apenas un año después del caso.
También estableció una empresa de consultoría que obtuvo contratos con varias mineras de la región. ¿Puede explicar de dónde vinieron esos recursos? La expresión de Villanueva se volvió amenazante. Detective Ramírez, creo que esta conversación ha terminado. Mis asuntos financieros personales no son
de su incumbencia.
se vuelven de mi incumbencia cuando están relacionados con una investigación criminal. ¿Me está acusando de algo específico? Estoy investigando la posibilidad de que los nueve exploradores fueran asesinados y que la investigación original fuera encubierta. Villanueva caminó hacia la puerta.
Detective, sugiero que tenga mucho cuidado con sus acusaciones. Usted no tiene idea de con quién está tratando. ¿Es eso una amenaza, comandante? Es un consejo. Hay casos que es mejor dejar en el pasado por el bien de todos los involucrados. Ramírez recogió sus documentos. Comandante Villanueva, voy
a reabrirse oficialmente este caso.
Si usted tiene información que pueda ayudar a encontrar la verdad, es mejor que coopere voluntariamente. No tengo nada más que decir sin la presencia de mi abogado. Muy bien. Si es necesario, regresaré con una orden judicial. Al salir de la mansión, Ramírez tenía la certeza de que Villanueva estaba
ocultando información crucial.
Su reacción defensiva y sus amenazas veladas confirmaban que había algo más detrás del caso de 1989. En su camino de regreso, Ramírez recibió una llamada de Roberto Mendoza. Detective, estoy en la Biblioteca Central revisando archivos de periódicos de 1989. encontré algo muy interesante. ¿Qué
encontró? Un artículo del 10 de octubre de 1989, tres semanas después de la desaparición, la empresa Minerales del Norte SA, anunció el descubrimiento de un yacimiento de plata en la Sierra Madre Oriental.
Las coordenadas publicadas están a menos de 1 km del lugar donde encontré las evidencias. Ramírez sintió que tenía la pieza clave del rompecabezas. Señor Mendoza, necesito que me traiga ese artículo inmediatamente. Creo que acabamos de encontrar el motivo. ¿Cree que los mataron por haber
descubierto la mina? Es la teoría más lógica hasta ahora.
Su hermana y sus amigos encontraron algo que valía millones de pesos y alguien decidió silenciarlos permanentemente. Esa noche, Ramírez trabajó hasta tarde investigando los antecedentes de minerales del norte SA. La empresa había sido establecida en 1988 por un grupo de inversionistas privados.
Sorprendentemente, uno de los accionistas minoritarios era una empresa llamada Inversiones BR, cuyo representante legal era Esteban Villanueva Ruiz. También descubrió que la empresa había comenzado las operaciones de extracción exactamente un mes después de la desaparición de los exploradores en
octubre de 1989. Para 1995, cuando Villanueva se retiró de la policía, la mina había generado ganancias por más de 20 millones de pesos. Ahora todo tiene sentido murmuró Ramírez mientras organizaba la evidencia.
Villanueva tenía participación económica en la mina. Cuando los jóvenes la descubrieron accidentalmente, se convirtieron en una amenaza que tenía que eliminar. Al día siguiente, Ramírez solicitó al Ministerio Público la reapertura oficial del caso y la emisión de órdenes de cateo para las
propiedades de Villanueva y del Dr. Sánchez.
También pidió autorización para exhumar el área donde Roberto había encontrado las evidencias. La investigación de los exploradores de Monterrey había tomado un giro completamente diferente. La excavación oficial en las coordenadas 2040 23N 100 de 1547. Bibi comenzó al amanecer del miércoles 16 de
marzo de 2011.
Un equipo de antropólogos forenses del Servicio Médico Forense, acompañados por peritos de la Procuraduría General de Justicia, estableció un perímetro de trabajo de 50 m². La detective Ramírez supervisó personalmente la operación junto con el Dr. Mario Elisondo Castañeda, perito en antropología
forense con 20 años de experiencia.
Roberto Mendoza observaba desde una distancia prudente acompañado por los padres de tres de las víctimas. “Detective, encontramos algo”, gritó uno de los técnicos después de dos horas de excavación cuidadosa. El equipo había descubierto los restos de una hoguera apagada hace décadas.
Entre las cenizas se encontraron fragmentos de ropa calcinada, objetos metálicos derretidos y, más significativo, restos óseos humanos parcialmente quemados. Estos huesos son de una persona joven, aproximadamente 18 años”, determinó el Dr. Elisondo después de un examen preliminar. “Hay evidencia de
trauma por proyectil en el cráneo. Ramírez sintió que se le aceleró el pulso.
¿Cuántos individuos estiman que están enterrados aquí? Basándome en los fragmentos óseos visibles, al menos cinco o seis personas. Necesitaremos varios días para excavarlo completamente. Durante las siguientes 6 horas, el equipo forense extrajo evidencia suficiente para confirmar que se trataba de
una fosa común. Los restos correspondían a múltiples individuos jóvenes, todos con evidencia de muerte violenta.
Entre los objetos recuperados estaban una billetera parcialmente quemada con la credencial estudiantil de Ana Patricia Moreno Silva, una pulsera de identificación médica perteneciente a Diego Hernández Flores, que era diabético, y los restos de una cámara fotográfica con el rollo de película
intacto. Esta cámara podría contener las últimas fotografías tomadas por las víctimas, explicó el técnico en evidencias.
Si el rollo sobrevivió, podríamos ver exactamente qué descubrieron. Ramírez ordenó que el rollo fuera procesado inmediatamente en el laboratorio con la máxima prioridad. También solicitó que se acelerara el análisis de ADN de los restos óseos para confirmar definitivamente la identidad de las
víctimas. Esa tarde, mientras continuaba la excavación, Ramírez recibió una llamada inesperada del capitán Luis Torres Aguilar, un veterano policía de 60 años que había trabajado bajo las órdenes de Villanueva en 1989.
Detective Ramírez, me enteré de que reabrió el caso de los exploradores. Necesito hablar con usted urgentemente. ¿De qué se trata, capitán? No puedo hablar por teléfono. Reúnase conmigo en el estacionamiento del Hospital Universitario a las 8 de la noche. Venga sola. Ramírez dudó. Encontrarse con un
desconocido en un lugar aislado podía ser peligroso, especialmente considerando las amenazas veladas de Villanueva. Sin embargo, Torres podía tener información crucial.
A las 8 en punto, Ramírez llegó al hospital. Torres la esperaba junto a su automóvil, fumando nerviosamente un cigarrillo. Era un hombre de estatura media, ligeramente sobrepeso, con bigote canoso y ojos preocupados. Capitán Torres, ¿qué es tan urgente que no podía hablar por teléfono? Detective,
estuve presente durante la investigación original de 1989.
Villanueva me asignó como segundo al mando. Lo que encontraron ustedes hoy confirma lo que yo sospechaba desde hace 22 años. ¿Qué sospechaba exactamente? Torres tiró el cigarrillo y lo apagó con el pie. Que Villanueva ordenó matar a esos muchachos. Ramírez sintió un escalofríos. Tiene evidencia de
esa acusación. Villanueva me ordenó falsificar reportes de la búsqueda.
Me dijo que escribiera que habíamos revisado la zona donde encontraron ustedes los cuerpos, cuando en realidad nunca fuimos ahí. ¿Por qué obedeció esas órdenes? Tenía 28 años y dos hijos pequeños. Villanueva controlaba mi carrera. Además, me amenazó con acusarme de corrupción si no cooperaba.
Torres sacó una carpeta de su automóvil.
Conservé copias de los reportes originales que escribí antes de que Villanueva me ordenara cambiarlos. Ramírez revisó los documentos. Los reportes originales de Torres indicaban que el equipo de búsqueda había encontrado evidencia de actividad minera ilegal en la zona, incluyendo excavaciones no
autorizadas. y maquinaria pesada. “Villanueva me ordenó borrar cualquier mención de la actividad minera”, explicó Torres.
También me dijo que reportara que la búsqueda había cubierto todas las áreas posibles, cuando en realidad había prohibido que nos acercáramos a la zona donde operaba minerales del norte. ¿Sabía usted que Villanueva tenía participación económica en esa empresa? Lo sospechaba. En 1990 de repente tenía
dinero para comprar casa nueva y automóvil de lujo. Su salario de policía no justificaba ese nivel de vida.
Ramírez tomó notas detalladas. Capitán Torres, ¿estaría dispuesto a testificar oficialmente sobre todo esto? Torres vaciló. Detective, tengo miedo. Villanueva sigue teniendo contactos poderosos. Si declaro en su contra, mi familia podría correr peligro. Capitán, necesito su testimonio para construir
el caso.
Sin su colaboración, Villanueva podría escapar de la justicia. Déjeme pensarlo. Le daré una respuesta mañana. Al día siguiente, el laboratorio entregó los resultados del rollo de película. Las fotografías mostraban claramente a los nueve exploradores durante las primeras horas de su campamento.
Las últimas tres fotos revelaban la razón de su muerte. habían descubierto y fotografiado una operación minera ilegal con maquinaria pesada, extrayendo minerales de una cueva natural. En las fotografías se podían ver hombres armados custodiando la operación. Una de las fotos mostraba claramente a
un hombre de mediana edad dirigiendo las operaciones. El análisis de la imagen lo identificó como Esteban Villanueva Ruiz.
Tenemos a Villanueva directamente involucrado en la operación minera que los jóvenes descubrieron. le explicó Ramírez al Ministerio Público. Las fotografías prueban que él estaba presente en el sitio durante el fin de semana del asesinato. Esa tarde, Ramírez recibió otra llamada inesperada. El Dr.
Alejandro Sánchez Morales quería reunirse con ella inmediatamente.
Detective, me enteré de lo que encontraron en la excavación. Necesito confesar algo que he guardado durante 22 años. ¿Qué quiere confesar, doctor? Villanueva me amenazó para que elaborara el reporte forense falso. Me dijo que si no cooperaba, él mismo se encargaría de que perdiera mi licencia
médica y mi trabajo.
¿Sabía usted que los jóvenes habían sido asesinados? Villanueva me mostró fotografías de los cuerpos antes de que fueran incinerados. Me dijo que había sido necesario eliminarlos porque habían descubierto algo que podía arruinar a muchas personas importantes. ¿Quiénes eran esas personas
importantes? No me dio nombres específicos, pero mencionó que tenía socios inversionistas que no podían permitir que se descubriera la operación minera. El Dr.
Sánchez también reveló que Villanueva le había pagado 100,000 pesos en efectivo por elaborar el reporte falso, una suma considerable para 1989. Con los testimonios de Torres y Sánchez, más la evidencia física de la excavación y las fotografías, Ramírez tenía suficiente material para solicitar
órdenes de arresto contra Villanueva y sus cómplices en la operación minera.
La red de complicidad que había mantenido oculto el asesinato de los nueve exploradores durante 22 años finalmente comenzaba a desmoronarse. La orden de arresto contra Esteban Villanueva Ruiz fue expedida por el juez segundo de distrito en materia penal a las 8 de la mañana del viernes 18 de marzo
de 2011.
La detective Ramírez, acompañada por un equipo de la Policía Ministerial, se dirigió inmediatamente a la mansión de San Pedro Garza García. Al llegar encontraron las puertas abiertas y la propiedad aparentemente abandonada. Un vecino les informó que había visto varios vehículos salir de la casa
durante la madrugada.
Villanueva huyó, le reportó Ramírez al Ministerio Público por radio. Necesitamos emitir una alerta para localizarlo en aeropuertos y fronteras. Ya está en proceso, respondió el fiscal. También tenemos órdenes de cateo para sus otras propiedades y cuentas bancarias. Mientras registraban la mansión,
el equipo encontró evidencia adicional comprometedora.
En la oficina personal de Villanueva había documentos relacionados con minerales del norte SA, incluyendo contratos de participación que mostraban que él había recibido el 30% de las ganancias de la operación minera entre 1989 y 1995. También encontraron fotografías de la operación minera que
coincidían con las tomadas por los exploradores asesinados.
En una caja fuerte descubrieron 500,000 pesos en efectivo y documentos que revelaban cuentas bancarias en las islas Caimán. Detective Ramírez. La llamó uno de los peritos. Encontramos algo en el sótano. En el sótano de la mansión había un cuarto secreto detrás de una biblioteca falsa.
Dentro encontraron un arsenal de armas, incluyendo rifles de asalto, pistolas y significativamente una pistola calibre22 que podría corresponder con los cartuchos encontrados en la fosa común. También había fotografías y documentos que revelaban la extensión de la corrupción. Villanueva había
mantenido expedientes detallados de otros funcionarios públicos que habían recibido sobornos de minerales del norte, incluyendo inspectores ambientales, funcionarios municipales y otros policías. “Esto es mucho más grande de lo que pensábamos”, murmuró Ramírez mientras revisaba los
documentos. Villanueva operaba una red de corrupción que involucró a docenas de funcionarios públicos. Entre los documentos más perturbadores estaban reportes detallados de vigilancia de las familias de los exploradores asesinados. Villanueva había mandado seguir a los padres de las víctimas durante
años para asegurar que no hicieran preguntas incómodas.
Uno de los reportes, fechado en 1995 mencionaba específicamente a Roberto Mendoza. El hermano de Carmen Mendoza continúa haciendo preguntas sobre el caso. Mantener vigilancia discreta. Si se convierte en amenaza, tomar medidas. Ramírez llamó inmediatamente a Roberto. Señor Mendoza, necesito que
venga a la estación inmediatamente.
Su seguridad podría estar en peligro. ¿Qué encontraron? Evidencia de que Villanueva lo ha estado vigilando durante años. Es posible que haya ordenado atacarlo si usted se acercaba demasiado a la verdad. Una hora después, Roberto llegó a la Procuraduría visiblemente alterado. Ramírez le mostró los
documentos de vigilancia.
Esto explica muchas cosas, dijo Roberto después de revisarlos. En 1998, mi casa fue asaltada y solo se llevaron documentos relacionados con Carmen. Nunca entendí por qué ladrones ignorarían objetos de valor para llevarse papeles viejos. También hubo el accidente de automóvil en 2003″, agregó
Roberto. “Los frenos de mi camioneta fallaron misteriosamente.
El mecánico dijo que parecía sabotaje, pero la policía lo catalogó como accidente. Ramírez revisó los reportes de vigilancia. Efectivamente, había referencias a incidentes disuasorios que correspondían con las fechas mencionadas por Roberto. Sr. Mendoza, Villanueva intentó intimidarlo y silenciarlo
durante años.
El hecho de que usted persistiera en buscar la verdad probablemente salvó la vida de otras personas. Esa tarde Ramírez recibió una llamada del capitán Torres. Su voz sonaba tensa y asustada. Detective, dos hombres vinieron a mi casa esta mañana preguntando por usted. Dijeron que si yo declaraba en
contra de Villanueva, mi familia tendría problemas. Pudo identificar a esos hombres.
Uno de ellos era Raúl Guerrero Soto, expolicía que trabajaba con Villanueva en los 80. Ahora maneja una empresa de seguridad privada. Ramírez conocía a Guerrero por reputación. Era un expolicía con antecedentes dudosos que había establecido una empresa de seguridad que empleaba principalmente a
expolicías y exmilitares. Capitán Torres, necesito que venga a la estación inmediatamente. Vamos a ponerlo bajo protección de testigos. No puedo.
Amenazaron específicamente a mi esposa y mis hijos. Dijeron que sabían dónde trabajan y van a la escuela. Capitán, si no testifica, Villanueva escapará de la justicia. ¿Es eso lo que quiere después de 22 años? Torres guardó silencio por varios segundos. Detective, me van a matar si hablo.
Villanueva tiene contactos en todos lados. No hay lugar donde pueda esconderme.
Tenemos un programa de protección de testigos. Podemos reubicar a su familia en otro estado y vivir el resto de mi vida mirando por encima del hombro. Detective, lo siento, pero no puedo arriesgar a mi familia. Torres colgó el teléfono, dejando a Ramírez sin uno de sus testigos clave. Al día
siguiente, el Dr.
Sánchez también se retractó de su testimonio. Llegó a la procuraduría acompañado por un abogado y declaró que había inventado todo lo que le había dicho a Ramírez. Doctor, usted me mostró evidencia específica de la participación de Villanueva en el encubrimiento”, le recordó Ramírez. Detective
estaba confundido.
“Soy un hombre mayor y mis recuerdos de 1989 no son confiables”, respondió Sánchez leyendo de un papel preparado. Su abogado, un hombre elegante con traje costoso, intervino. “Mi cliente retira cualquier declaración previa. No tiene nada más que decir sobre este caso. Ramírez se quedó sola con la
evidencia física y el testimonio de Roberto, pero sin los testimonios clave de Torres y Sánchez, el caso contra Villanueva se había debilitado considerablemente.
Esa noche, mientras revisaba el expediente en su oficina, Ramírez recibió una llamada anónima. Detective Ramírez, deje en paz el caso de los exploradores. No sabe con qué fuerzas está jugando. ¿Quién habla? Un amigo que quiere evitarle problemas. Villanueva tiene conexiones que llegan hasta Los
Pinos.
Si continúa con esta investigación, su carrera y su vida correrán peligro. No me intimidarán. No es intimidación, detective. Es la realidad. Pregunte le pasó al detective Marco Antonio Vega cuando investigó la corrupción en la policía en 1997. La línea se cortó. Ramírez conocía el caso del
detective Vega.
había sido encontrado muerto en su automóvil con un disparo en la cabeza, supuestamente por suicidio después de investigar la corrupción policial en Nuevo León. A pesar de las amenazas, Ramírez estaba determinada a continuar. Los nueve exploradores merecían justicia y ella no se detendría hasta
encontrarla. El laboratorio de criminalística de la Procuraduría General de Justicia del Estado trabajó durante el fin de semana procesando la evidencia recuperada de la mansión de Villanueva.
El lunes por la mañana, la detective Ramírez recibió resultados que cambiarían completamente el caso. “Detective, tenemos coincidencias balísticas”, le informó el perito Miguel Ángel Hernández Valdés. La pistola calibre22 encontrada en el sótano de Villanueva corresponde con las marcas en los
cartuchos hallados en la fosa común. Ramírez sintió una oleada de satisfacción.
¿Están seguros de la coincidencia? Completamente seguros. Las estrías en los cartuchos coinciden perfectamente con el cañón de la pistola. Es la misma arma que mató a los exploradores. El análisis de ADN de los restos socios también había arrojado resultados definitivos. Los restos correspondían a
ocho de los nueve exploradores desaparecidos.
Carmen Mendoza Herrera, Miguel Castillo Vega, Ana Patricia Moreno Silva, Fernando Gutiérrez Ramos, Sofía Delgado Martínez, Diego Hernández Flores, Claudia Jiménez Pérez y Arturo Salinas Guerrero. ¿Qué pasó con Valeria Ochoa Mendoza? Preguntó Ramírez. Faltan los restos de una víctima. Posiblemente
fue enterrada en otro lugar”, sugirió el antropólogo forense, “O restos fueron destruidos completamente.
Sin embargo, esa misma tarde llegó información que resolvió el misterio de Valeria. Un empleado de archivo del hospital universitario contactó a Ramírez después de ver las noticias sobre la reapertura del caso Detective. Trabajo en archivos médicos desde 1985. Recuerdo que en octubre de 1989
ingresó una joven con heridas de bala.
La trajeron como Jane D y murió tres días después sin identificación. ¿Conservan los registros de esa paciente? Sí. Y hay algo más. La joven recuperó la conciencia brevemente antes de morir. Alcanzó a decir algunas palabras que una enfermera anotó en el expediente. Ramírez se dirigió inmediatamente
al hospital.
El expediente médico de la paciente no identificada mostraba que había sido ingresada el 19 de octubre de 1989 con heridas de bala en el abdomen y tórax. Las heridas eran consistentes con disparos de calibre. Punto 22. La nota de la enfermera decía. Paciente murmuró repetidamente: “Villanueva nos
traicionó y la mina de plata. Solicitó que contactáramos a su familia en Monterrey, pero perdió la consciencia.
antes de proporcionar nombres específicos. ¿Por qué nunca se reportó esta información a la policía?, preguntó Ramírez. El empleado de archivos mostró otra nota en el expediente. El 22 de octubre de 1989, el comandante Esteban Villanueva visitó el hospital y ordenó que se clasificara el caso como
confidencial por razones de seguridad nacional.
prohibió que se contactara a medios de comunicación o familiares. Ramírez tenía ahora evidencia directa de que Villanueva había estado presente en el hospital para encubrir la supervivencia temporal de Valeria. También tenía el testimonio de la enfermera, quien aún trabajaba en el hospital y
recordaba vívidamente el incidente.
Enfermera Patricia Morales González, ¿estaría dispuesta a testificar sobre lo que escuchó? Le preguntó Ramírez. Por supuesto, detective. Siempre me pareció extraño que un comandante de policía prohibiera reportar a una víctima de violencia. Ahora entiendo por qué.
Con esta nueva evidencia, Ramírez tenía un caso sólido contra Villanueva, la pistola homicida, los restos de las víctimas, el testimonio de la última víctima antes de morir y los documentos que probaban su participación económica en la operación minera. El problema era encontrarlo. Villanueva había
desaparecido sin dejar rastro desde la emisión de la orden de arresto. La respuesta llegó de una fuente inesperada. El capitán Torres llamó a Ramírez esa noche. Detective.
Mi conciencia no me deja dormir. Voy a testificar sin importar las consecuencias. Capitán Torres, ¿está seguro? Usted mismo dijo que su familia corría peligro. Mi esposa me convenció. Me dijo que no podía vivir el resto de mi vida, sabiendo que había permitido que Villanueva se saliera con la suya.
Ya hice arreglos para que mi familia esté segura.
Torres también tenía información crucial sobre la ubicación de Villanueva. Villanueva tiene una casa segura en Reyosa, cerca de la frontera con Estados Unidos. Es propiedad de una empresa fachada llamada Inversiones Fronterizas. Mantiene esa casa desde los 90 para emergencias como esta. ¿Cómo sabe
eso? Porque yo mismo llevé dinero y documentos falsos a esa casa en varias ocasiones durante los 90.
Villanueva la usaba para reuniones con contrabandistas y traficantes. Torres proporcionó la dirección exacta y un plano de la propiedad. También reveló que Villanueva probablemente tenía documentos de identidad falsos que le permitirían cruzar a Estados Unidos si se sentía acorralado. “Necesitan
actuar rápido”, advirtió Torres. Villanueva sabe que ustedes están cerrando el círculo.
Si sospecha que conocen la ubicación de la casa segura, huirá a Estados Unidos y nunca podrán extraditarlo. Ramírez organizó inmediatamente un operativo conjunto con la policía federal para capturar a Villanueva en Reyosa. El operativo se programó para la madrugada del martes, coordinado con las
autoridades locales para evitar filtraciones. Sin embargo, Villanueva tenía una carta más que jugar. Esa misma noche, Roberto Mendoza recibió una llamada en su casa.
Roberto Mendoza habla Esteban Villanueva. Roberto se quedó paralizado. ¿Qué? ¿Qué quiere? Quiero que llames a tu amiga, la detective, y le digas que detenga su investigación. Si no lo haces, tu familia va a terminar como tu hermana Carmen. Usted no puede amenazarme. La policía lo está buscando.
Roberto, estoy viendo tu casa ahora mismo.
Puedo ver a tu esposa lavando platos en la cocina y a tus dos hijos haciendo tarea en la sala. ¿Realmente quieres arriesgar sus vidas por venganza? Roberto miró por la ventana y efectivamente vio un automóvil oscuro estacionado al final de la cuadra con dos hombres adentro.
¿Qué quiere exactamente? Llama a Ramírez y dile que tienes nuevas dudas sobre la investigación. Dile que crees que tal vez tu hermana sí murió en un accidente. Si haces eso, mi gente se irá y tu familia estará segura. Roberto se encontraba en una situación imposible. Traicionar la memoria de su
hermana o arriesgar la vida de su familia actual.
Roberto Mendoza caminó de un lado a otro en su sala durante una hora, debatiendo internamente qué hacer. Los hombres en el automóvil seguían vigilando su casa y su esposa María comenzó a notar su nerviosismo. Roberto, ¿qué pasa? ¿Te ves muy preocupado? Roberto decidió contarle todo. María escuchó
en silencio mientras él explicaba la amenaza de Villanueva y el dilema que enfrentaba.
“Roberto, no puedes ceder a sus amenazas”, dijo María con firmeza. “Si lo haces, Carmen nunca tendrá justicia y Villanueva continuará siendo una amenaza para otras familias.” Pero María está amenazando a nuestros hijos. Entonces llamemos a la detective Ramírez y digámosle lo que está pasando. Ella
sabrá qué hacer. Roberto llamó a Ramírez y le explicó la situación.
La detective respondió inmediatamente, “Señor Mendoza, vamos a proteger a su familia y usar esta oportunidad para capturar a Villanueva. ¿Está dispuesto a cooperar con un plan? ¿Qué tipo de plan? Usted va a llamar a Villanueva y decirle que acepta sus términos, pero que quiere reunirse con él
personalmente para discutir los detalles.
Mientras tanto, nosotros rastrearemos la llamada y prepararemos un operativo de captura. Roberto aceptó participar en el plan. A las 10 de la noche llamó al número desde el cual Villanueva lo había contactado. Villanueva, habla Roberto Mendoza. Acepto sus términos, pero quiero reunirme con usted
cara a cara. ¿Por qué quieres reunirte? Porque después de 22 años buscando respuestas, merezco escuchar la verdad directamente de usted antes de abandonar la investigación. Villanueva vaciló.
¿Cómo sé que no es una trampa? Porque mi familia es más importante que la venganza. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para protegerlos. Muy bien, nos reuniremos mañana a las 8 de la noche en el estacionamiento del centro comercial Galerías Valle Oriente. Ven solo.
Si veo cualquier presencia policial, tu familia pagará las consecuencias. Roberto colgó e inmediatamente reportó a Ramírez. El plan estaba en marcha. La detective Ramírez pasó toda la noche coordinando el operativo. Agentes encubiertos se posicionarían en el centro comercial horas antes de la
reunión.
Roberto llevaría un micrófono oculto para grabar cualquier confesión que Villanueva pudiera hacer. “Señor Mendoza, este plan tiene riesgos”, le advirtió Ramírez. Villanueva es un hombre desesperado y peligroso. Si sospecha que es una trampa, podría reaccionar violentamente. “Detective, he esperado
22 años por este momento.
No voy a echarte para atrás ahora.” Al día siguiente, mientras se preparaban para el operativo, llegaron noticias inesperadas. El doctor Sánchez había sido encontrado muerto en su casa, aparentemente por un ataque al corazón. Sin embargo, los paramédicos notaron signos sospechosos y solicitaron una
autopsia.
“¿Creen que Villanueva lo mandó matar?”, preguntó Roberto. “¿Es posible?”, respondió Ramírez. El Dr. Sánchez sabía demasiado. Con Torres y Sánchez muertos, la evidencia testimonial contra Villanueva se habría debilitado considerablemente. Sin embargo, la muerte del drctor Sánchez también reveló
información adicional. En su casa, los investigadores encontraron un sobre sellado dirigido para abrirse en caso de mi muerte.
Dentro había una confesión completa de su participación en el encubrimiento, junto con documentos adicionales que incriminaban a Villanueva. “El doctor Sánchez sabía que su vida corría peligro”, explicó Ramírez. “Esta confesión póstuma fortalece enormemente nuestro caso. A las 7 de la tarde,
Roberto se dirigió al centro comercial. Los agentes encubiertos ya estaban en posición.
Algunos como compradores en las tiendas, otros como empleados de mantenimiento y varios más en vehículos dispersos por el estacionamiento. Ramírez coordinaba el operativo desde una camioneta de comunicaciones estacionada a dos cuadras del centro comercial.
Los técnicos monitoreaban el micrófono oculto de Roberto y las comunicaciones de radio de todos los agentes. A las 8 en punto, Roberto estaba esperando en el estacionamiento cuando vio que un Chevrolet suburban negro se acercaba lentamente. El vehículo se estacionó a 20 met de distancia y Esteban
Villanueva salió del asiento del pasajero. Villanueva había cambiado considerablemente desde la última vez que Roberto lo había visto.
Su cabello estaba completamente blanco, había perdido peso y se veía demacrado. Llevaba una chamarra de cuero negra y lentes oscuros, a pesar de que ya había oscurecido. “Roberto Mendoza”, dijo Villanueva acercándose. Después de 22 años, finalmente nos conocemos cara a cara. Comandante Villanueva o
debería decir asesino Villanueva.
Villanueva se detuvo y sonrió fríamente. Cuidado con tus palabras, Roberto. Recuerda que tu familia sigue siendo vulnerable. Antes de hacer cualquier trato, quiero escuchar la verdad sobre lo que le pasó a Carmen y sus amigos. Villanueva miró alrededor del estacionamiento, aparentemente verificando
que no hubiera presencia policial visible. Realmente quieres saber la verdad.
¿Estás preparado para escucharla? He esperado 22 años. Dígame exactamente qué pasó. Villanueva se acercó más, ajeno a que cada palabra estaba siendo grabada y transmitida en vivo al equipo de Ramírez. Tu hermana y sus amigos fueron muy desafortunados. Descubrieron algo que no debían haber
descubierto, la operación minera. Una operación que valía millones de pesos.
Carmen tomó fotografías que habrían arruinado a muchas personas importantes, incluyéndome a mí. Entonces los mató por dinero. Villanueva se quitó los lentes y miró directamente a Roberto. Los maté porque no tenía opción. Cuando llegué al campamento esa noche para negociar con ellos, tu hermana se
negó a entregar las fotografías. Dijo que iba a reportar todo a las autoridades ambientales. Roberto sintió que se le aceleraba el corazón.
Finalmente estaba escuchando la confesión que había buscado durante más de dos décadas. ¿Cómo lo hizo? ¿Los mató mientras dormían? ¿No fueron cobardes? Te doy eso trataron de huir cuando se dieron cuenta de mis intenciones. Los perseguimos durante dos horas en la montaña antes de alcanzarlos. los
persiguió. ¿Quién más estaba involucrado? Llevé a tres hombres conmigo. Era necesario para controlar a nueve jóvenes.
En la camioneta de comunicaciones, Ramírez escuchaba con horror mientras Villanueva describía metódicamente los asesinatos. Una de las muchachas, Valeria, resultó herida, pero logró escapar. Continuó Villanueva. La encontramos tres días después y la llevamos al hospital, pero murió antes de que
pudiéramos silenciarla permanentemente y después quemó los cuerpos. Quemamos ocho cuerpos esa misma noche.
A Valeria la enterramos por separado después de que murió en el hospital. Roberto luchó por mantener la calma y durante 22 años ha vivido tranquilamente con ese secreto. Roberto, en este mundo hay dos tipos de personas. Los que toman lo que quieren y los que se quedan esperando que alguien se los
dé. Yo tomé lo que quería.
Súbitamente, Villanueva sacó una pistola de su chamarra, pero ahora tú sabes demasiado, al igual que tu hermana. En ese momento, los agentes encubiertos recibieron la orden de actuar. Agentes armados emergieron de varios vehículos gritando, “Policía, suelte el arma!” Villanueva apuntó su pistola
hacia Roberto, pero antes de que pudiera disparar, un francotirador de la policía le disparó en el hombro derecho.
Villanueva cayó al suelo soltando el arma. Esteban Villanueva Ruiz queda arrestado por el asesinato de nueve personas, gritó Ramírez mientras se acercaba con varios agentes. Villanueva, sangrando pero consciente, miró a Roberto con odio. Esto no termina aquí. Tengo amigos poderosos que se
encargarán de ti.
Sus amigos poderosos van a estar demasiado ocupados salvándose a sí mismos, respondió Ramírez. Tenemos todos los documentos de su red de corrupción. Mientras los paramédicos atendían la herida de Villanueva y los agentes lo esposaban, Roberto finalmente sintió que un peso enorme se había quitado de
sus hombros. Después de 22 años, Carmen y sus amigos tendrían justicia.
En el Hospital Universitario de Monterrey, Esteban Villanueva Ruiz fue atendido por su herida de bala mientras permanecía bajo custodia policial las 24 horas del día. Dos agentes ministeriales montaban guardia afuera de su habitación y otro se encontraba dentro del cuarto monitoreando
constantemente al prisionero. Tres días después de su captura, Villanueva fue declarado médicamente apto para ser interrogado.
La detective Ramírez, acompañada por el Ministerio Público y un escenógrafo judicial, se presentó en el hospital para realizar el interrogatorio formal. Comandante Villanueva tiene derecho a permanecer en silencio y a solicitar la presencia de un abogado”, leyó Ramírez sus derechos constitucionales.
“No necesito abogado”, respondió Villanueva con voz ronca. “Después de 22 años guardando este secreto, estoy cansado de mentir. El Ministerio Público activó la grabadora digital”. Declaración de Esteban Villanueva Ruiz, 23 de marzo de 2011, 10:15 horas. presentes.
Detective Isabel Ramírez Santos, licenciado Fernando Morales Guerrero del Ministerio Público y estenógrafo José Luis Hernández Vega. Ramírez comenzó el interrogatorio. Señor Villanueva, el 19 de marzo usted confesó voluntariamente haber asesinado a nueve exploradores en septiembre de 1989. Confirma
esa declaración. Sí, la confirmo.
Puede describir detalladamente los eventos del fin de semana del 16 y 17 de septiembre de 1989. Villanueva cerró los ojos y comenzó su relato. El viernes 15 de septiembre de 1989, mi socio en la operación minera, el ingeniero Carlos Mendoza Fuentes, me informó que un grupo de estudiantes
universitarios había sido visto en la zona donde estábamos extrayendo plata.
Según sus hombres de seguridad, los jóvenes habían tomado fotografías de la operación. ¿Quién era Carlos Mendoza Fuentes? El dueño legal de minerales del norte SA. Yo tenía una participación del 30% en la empresa a cambio de proporcionar protección policial y evitar inspecciones gubernamentales.
Villanueva continuó. Mendoza me dijo que los estudiantes representaban una amenaza crítica.
Si reportaban la operación no autorizada, perderíamos concesiones mineras que valían más de 20 millones de pesos. ¿Qué decidió hacer? Inicialmente planeaba hablar con ellos y ofrecerles dinero a cambio de su silencio. Llevé conmigo al sargento Raúl Guerrero Soto, al cabo Fernando Salinas Herrera y
a un hombre de seguridad privada llamado Joaquín Torres Mendoza.
Ramírez tomó nota de los nombres. Todos eran hombres que habían trabajado bajo las órdenes de Villanueva en 1989. ¿A qué hora llegaron al campamento de los estudiantes? Aproximadamente a las 9 de la noche del sábado 16 de septiembre. Los encontramos alrededor de una fogata preparando la cena.
¿Cómo reaccionaron los jóvenes cuando llegaron ustedes? Al principio se mostraron cooperativos. Les expliqué que eran sospechosos de tomar fotografías en propiedad privada. La líder del grupo Carmen Mendoza, admitió que habían fotografiado la operación minera durante su exploración de las cuevas.
Villanueva hizo una pausa para tomar agua.
Sus ojos mostraban una mezcla de cansancio y algo que podría haber sido remordimiento. Les ofrecí 1000 pesos a cada uno a cambio de que me entregaran las fotografías y prometieran no hablar con nadie sobre lo que habían visto. ¿Aceptaron la oferta? Carmen Mendoza se negó rotundamente. Me dijo que
lo que habíamos visto era una operación ilegal que estaba dañando formaciones rocosas protegidas.
Insistió en que iba a reportarlo a la Secretaría de Medio Ambiente. ¿Qué hizo entonces? Traté de negociar. Les ofrecí 5000 pesos a cada uno, pero Carmen convenció a los demás de que rechazaran el dinero. Dijo que tenían la responsabilidad moral de reportar el daño ambiental. Villanueva se quedó en
silencio por varios minutos. Ramírez esperó pacientemente.
Fue entonces cuando supe que no tenía otra opción, murmuró finalmente. ¿Qué significa no tenía otra opción? Significaba que si esos jóvenes reportaban la operación, yo perdería millones de pesos y probablemente iría a la cárcel por corrupción. Mi carrera, mi familia, todo estaría arruinado.
Entonces decidió matarlos. No inmediatamente. Primero traté de intimidarlos.
Les dije que conocía sus nombres y direcciones, que sabía dónde estudiaban y dónde vivían sus familias, cómo reaccionaron a las amenazas. Carmen se puso de pie y me dijo que no nos tenía miedo. Dijo que los jóvenes de su generación no iban a tolerar la corrupción como lo habían hecho las
generaciones anteriores.
Villanueva hizo otra pausa, claramente perturbado por el recuerdo. Fue en ese momento cuando saqué mi pistola. ¿Con qué intención? Solo quería asustarlos, pero uno de los jóvenes, Miguel Castillo, trató de desarmarme. Durante la lucha, la pistola se disparó accidentalmente y le dio a una de las
muchachas en el pecho.
¿Cuál de las víctimas fue herida primero? Ana Patricia Moreno Silva. Cuando la vieron herida, los demás jóvenes entraron en pánico y trataron de huir. ¿Qué hicieron ustedes? Los perseguimos. Mis hombres tenían órdenes estrictas de no dejar testigos vivos. Ramírez sintió náuseas. Escuchando la
descripción fría y calculada de Villanueva.
¿Cuánto tiempo duró la persecución? Aproximadamente 2 horas. Los jóvenes conocían bien la montaña, pero nosotros llevábamos linternas y radios de comunicación. Los fuimos acorralando gradualmente, donde los alcanzaron finalmente en un pequeño valle cerca del río. Estaban tratando de cruzar el agua
cuando los rodeamos. Todos fueron asesinados en el mismo lugar. Ocho de ellos.
Valeria Ochoa había resultado herida durante la persecución, pero seguía viva. La llevamos de regreso a la ciudad y la ingresamos en el hospital bajo nombre falso. ¿Por qué no la mataron inmediatamente? Esperábamos que se recuperara lo suficiente para decirnos si había otras personas que conocieran
sobre las fotografías, pero murió tres días después sin proporcionar información útil.
Villanueva describió entonces cómo él y sus hombres habían incinerado los ocho cuerpos en el lugar del campamento original, destruyendo toda la evidencia física. ¿Qué hicieron con las fotografías? Las quemamos junto con las cámaras y el equipo de campamento. No podíamos arriesgarnos a que alguien
las encontrara.
¿Cómo elaboraron la versión oficial de la investigación? Reporté que los jóvenes se habían perdido durante una tormenta. Falsifiqué los reportes de búsqueda para que pareciera que habíamos investigado exhaustivamente. El Dr. Sánchez elaboró el reporte forense que declaraba muerte accidental por
ahogamiento. El doctor Sánchez sabía la verdad. Le mostré fotografías de los cuerpos antes de incinerarlos.
Le dije que había sido necesario eliminar a los jóvenes por razones de seguridad nacional. El interrogatorio continuó durante 6 horas más. Villanueva proporcionó detalles específicos sobre cada víctima, describiendo cómo habían muerto y dónde habían sido enterrados inicialmente antes de la
incineración.
También reveló los nombres de otros funcionarios públicos que habían estado involucrados en la operación de corrupción relacionada con minerales del norte SA. Al final de la sesión, Villanueva había confesado completamente su responsabilidad en los asesinatos de los nueve exploradores y había
proporcionado evidencia suficiente para procesar a una docena de cómplices en diversos niveles de la operación criminal. “¿Tiene algo más que agregar a su declaración?”, preguntó Ramírez.
Sí, respondió Villanueva. Quiero que las familias de las víctimas sepan que nunca quise que las cosas llegaran tan lejos. Pero una vez que comenzó la violencia, no había manera de detenerla. Se arrepiente de sus acciones. Villanueva miró directamente a la cámara que había estado grabando toda la
sesión.
Detective, he vivido 22 años sabiendo lo que hice. Cada noche veo las caras de esos jóvenes. Eso cuenta como arrepentimiento. La confesión completa de Esteban Villanueva Ruiz proporcionó el cierre que las familias habían buscado durante más de dos décadas. Con la confesión completa de Villanueva en
sus manos, la detective Ramírez se enfocó en desarmar la red de corrupción que había mantenido ocultos los asesinatos durante 22 años.
Los nombres proporcionados por Villanueva durante su interrogatorio llevaron a una investigación que alcanzó los niveles más altos de la política y los negocios en Nuevo León. El primer arresto fue el del sargento retirado Raúl Guerrero Soto, quien dirigía la empresa de Seguridad Protección
Integral del Noreste. Guerrero fue capturado en su oficina de Monterrey mientras trataba de destruir documentos incriminatorios.
Guerrero queda arrestado como cómplice en el asesinato de nueve personas en 1989″, le informó Ramírez mientras los agentes lo esposaban. No sé de qué está hablando, respondió Guerrero. Nunca estuve involucrado en ningún asesinato. Su excandante Villanueva lo identificó específicamente como uno de
los hombres que participó en la masacre de los exploradores.
En la oficina de Guerrero, los investigadores encontraron archivos que documentaban pagos mensuales de minerales del norte SA desde 1990 hasta 2010. Los pagos catalogados como servicios de consultoría en seguridad sumaban más de 2 millones de pesos a lo largo de 20 años. También encontraron
correspondencia que revelaba que Guerrero había estado chantajeando a varios exfuncionarios públicos con su conocimiento de la operación criminal. El segundo arresto fue más complicado.
El ingeniero Carlos Mendoza Fuentes, dueño oficial de Minerales del Norte SA, había muerto en un accidente automovilístico en 1998. Sin embargo, su viuda, la señora Elena Fuentes de Mendoza, había heredado sus participaciones en la empresa y según los documentos encontrados sabía completamente sobre
los asesinatos de 1989.
Señora Mendoza, tenemos evidencia de que usted recibió reportes detallados sobre la eliminación de los exploradores que amenazaban la operación minera de su esposo”, le explicó Ramírez durante su arresto. “Mi esposo me contó que había habido un accidente, pero nunca me dijo que habían asesinado a
esos jóvenes”, respondió la viuda visiblemente nerviosa.
Sin embargo, entre los documentos personales de Elena Fuentes encontraron cartas escritas por su esposo en 1989 que describían explícitamente los asesinatos y expresaban su satisfacción porque la amenaza había sido eliminada permanentemente. También encontraron registros de que Elena Fuentes había
pagado anualmente 50,000 pesos a Villanueva y sus cómplices para mantener el secreto familiar.
La investigación reveló que Minerales del Norte SA había extraído plata por un valor de más de 45 millones de pesos entre 1989 y 2005, cuando la mina se agotó. Los beneficios habían sido distribuidos entre los accionistas originales con Villanueva recibiendo aproximadamente 13 millones de pesos
durante el periodo de operación.
Sin embargo, el descubrimiento más impactante llegó cuando los investigadores revisaron los archivos de otras empresas relacionadas. Villanueva estado involucrado en operaciones similares en al menos tres ubicaciones diferentes durante los años 90. “Detective, encontramos evidencia de que esto no
fue un caso aislado”, le reportó el analista financiero de la Procuraduría. Villanueva participó en operaciones mineras ilegales en Coahuila, San Luis Potosí y Tamaulipas.
Los archivos mostraban un patrón consistente. Villanueva y sus socios identificaban yacimientos minerales en tierras protegidas o ejidales. Establecían operaciones de extracción sin permisos y eliminaban cualquier amenaza a su negocio utilizando su posición en las fuerzas del orden. “¿Hay evidencia
de otros homicidios?”, preguntó Ramírez.
Posiblemente en Coahuila encontramos reportes de tres geólogos que desaparecieron en 1992 después de reportar actividad minera ilegal. En San Luis Potosí, una familia de campesinos fue encontrada muerta en 1994 después de quejarse de contaminación por una operación minera no autorizada. Ramírez se
dio cuenta de que había destapado algo mucho más grande que el asesinato de los nueve exploradores.
Villanueva había operado una empresa criminal durante décadas, utilizando su posición policial para proteger operaciones ilegales y eliminar testigos. Con esta nueva información, Ramírez regresó a interrogar a Villanueva. Comandante Villanueva, tenemos evidencia de que los asesinatos de 1989 no
fueron un caso aislado.
¿Cuántas otras personas murieron para proteger sus operaciones criminales? Villanueva, ahora trasladado a la prisión de Topo Chico, parecía haber envejecido 10 años en las dos semanas desde su captura. Sin Detective, si empiezo a hablar de todos los casos, estaré confesando crímenes durante meses.
¿Está dispuesto a hacerlo? ¿Qué gano yo con eso? La posibilidad de que el Ministerio Público considere su cooperación al momento de la sentencia. Villanueva se quedó pensativo por varios minutos.
Detective, durante mi carrera eliminé a cualquiera que amenazara mis operaciones de negocio. Geólogos, ambientalistas, funcionarios honestos, periodistas investigativos. Si alguien se acercaba demasiado a la verdad, desaparecía. ¿Cuántas personas estamos hablando? En total, aproximadamente 35
personas durante un periodo de 15 años.
Ramírez sintió escalofríos. Villanueva no era simplemente un policía corrupto, era un asesino en serie que había utilizado su posición oficial para operar una empresa criminal de gran escala. ¿Está dispuesto a confesar todos esos crímenes y proporcionar la ubicación de las víctimas? Sí, pero quiero
garantías de que mi familia no será perseguida. Mi esposa y mis hijos no sabían nada sobre mis actividades.
Eso dependerá de la evidencia que encontremos durante las siguientes tres semanas. Villanueva confesó su participación en docenas de crímenes. Su testimonio llevó al descubrimiento de múltiples fosas comunes en cuatro estados diferentes y al arresto de más de 20 cómplices en diversos niveles de las
operaciones criminales.
Las autoridades federales asumieron el control de la investigación debido a la naturaleza interestatal de los crímenes. Villanueva enfrentaba cargos por más de 30 asesinatos, además de corrupción, lavado de dinero y operación de empresa criminal. Roberto Mendoza, que había iniciado la investigación
buscando justicia para su hermana, se encontró en el centro de uno de los casos de corrupción y asesinato más grandes en la historia de México.
“Roberto, tu hermana Carmen no solo recibió justicia”, le dijo Ramírez. Su muerte ayudó a exponer una red criminal que había operado impunemente durante décadas. El caso de los exploradores de Monterrey se había convertido en algo mucho más grande de lo que cualquiera había imaginado. El juicio de
Esteban Villanueva Ruiz comenzó el 15 de agosto de 2011 en el Tribunal Superior de Justicia del Estado de Nuevo León.
Por la magnitud del caso y el número de víctimas involucradas, se designó una sala especial con capacidad para 200 personas que se llenó completamente todos los días del proceso. Roberto Mendoza se sentó en la primera fila junto con los familiares de las otras ocho víctimas de los exploradores de
1989. Durante 22 años habían esperado este momento y ahora finalmente verían a su verdugo enfrentar la justicia.
El Ministerio Público, representado por la fiscal especializada en delitos graves María Elena Castillo Moreno, presentó un caso meticuloso basado en la confesión completa de Villanueva, la evidencia física recuperada de la fosa común y el testimonio de múltiples testigos. Honorable juez, comenzó la
fiscal Castillo en sus alegatos iniciales, este caso representa uno de los actos más graves de abuso de poder en la historia de nuestro estado.
El acusado utilizó su posición como comandante de policía para proteger operaciones criminales y asesinar a ciudadanos inocentes que amenazaban sus intereses económicos. La defensa de Villanueva, a cargo del reconocido abogado penalista, licenciado Héctor Salinas Guerrero, argumentó que su cliente
había actuado bajo presión extrema y que los asesinatos no habían sido premeditados.
“Su señoría,” argumentó Salinas. “Mi cliente se vio envuelto en una situación que escaló fuera de su control. Los asesinatos fueron resultado de pánico, no de un plan calculado para eliminar testigos. Sin embargo, la evidencia presentada por la fiscalía contradecía completamente esta versión. Las
fotografías recuperadas del campamento mostraban que Villanueva había llegado al sitio con tres hombres armados y equipo para destruir evidencia, sugiriendo clara premeditación.
El testimonio más impactante vino del propio Roberto Mendoza. Su señoría, declaró Roberto desde el estrado. Mi hermana Carmen tenía 18 años cuando la asesinaron. Era una joven idealista que creía en hacer lo correcto sin importar las consecuencias personales. Su único crimen fue negarse a tolerar
la corrupción y el daño ambiental.
Roberto describió los 22 años de búsqueda de respuestas, los intentos de intimidación que había sufrido y el impacto devastador que la desaparición de Carmen había tenido en toda su familia. Carmen murió porque se negó a aceptar sobornos y amenazas. Su muerte debe servir como ejemplo de que en este
país ya no vamos a tolerar que funcionarios corruptos asesinen a ciudadanos honestos.
Uno por uno, los familiares de las otras víctimas ofrecieron testimonios similares. Los padres de Miguel Castillo, ahora de 70 años, describieron cómo la desaparición de su hijo había destruido su familia. La madre de Ana Patricia Moreno había desarrollado depresión severa y había muerto en 2005,
sin conocer nunca la verdad sobre el destino de su hija.
La familia de Diego Hernández había inmigrado a Estados Unidos en 1995. Incapaces de continuar viviendo con la incertidumbre sobre el destino de su hijo diabético, los padres de Sofía Delgado se habían divorciado 5 años después de la desaparición, cada uno culpando al otro por haber permitido que
su hija participara en el campamento. Claudia Jiménez había sido hija única y sus padres nunca se habían recuperado de su pérdida.
Arturo Salinas había sido el sostén económico de una familia de bajos recursos y su desaparición había sumido a sus hermanos menores en la pobreza. Finalmente, los familiares de Valeria Ochoa describieron cómo habían vivido durante años con la esperanza de que su hija hubiera sobrevivido en algún
lugar solo para descubrir que había muerto sola en un hospital mientras Villanueva encubría sus crímenes. El juicio duró seis semanas.
Durante ese tiempo, la prensa nacional cubrió extensivamente el caso, convirtiéndolo en un símbolo de la lucha contra la corrupción en México. El 28 de septiembre de 2011, el juez tercero de lo penal, licenciado Armando González Herrera, pronunció su veredicto. Después de revisar exhaustivamente
toda la evidencia presentada, declaró el juez, este tribunal encuentra a Esteban Villanueva Ruiz, culpable de nueve cargos de homicidio calificado, corrupción, abuso de autoridad y operación de empresa criminal. La sentencia fue de 60 años de prisión sin posibilidad de libertad
condicional. Villanueva, ahora de 74 años, moriría en prisión. Los familiares de las víctimas se abrazaron llorando cuando se anunció el veredicto. Después de 22 años, finalmente tenían justicia, pero el caso tuvo consecuencias que se extendieron mucho más allá de la sentencia de Villanueva. Las
revelaciones sobre su red criminal llevaron a una investigación federal que resultó en el arresto de más de 40 funcionarios públicos y empresarios en múltiples estados. La operación montaña limpia, como la denominaron las
autoridades federales, se convirtió en una de las investigaciones anticorrupción más grandes en la historia de México. Se recuperaron más de 200 millones de pesos en activos obtenidos ilegalmente y se identificaron los restos de 35 víctimas adicionales. En diciembre de 2011, las familias de los
nueve exploradores organizaron una ceremonia memorial en el lugar donde habían sido asesinados.
El gobierno de Nuevo León estableció oficialmente el sitio como parque memorial Carmen Mendoza y compañeros en honor a las víctimas. Roberto Mendoza pronunció un discurso durante la ceremonia. Carmen y sus amigos murieron defendiendo sus principios dijo ante una multitud de más de 1000 personas. Su
muerte no fue en vano si logramos construir un país donde los jóvenes honestos no tengan que temer a los funcionarios corruptos.
La detective Isabel Ramírez recibió reconocimientos nacionales por su trabajo en el caso. Fue promovida a coordinadora de investigaciones especiales y encabezó la creación de una unidad especializada en casos de corrupción y crímenes de estado. Este caso me enseñó que nunca es demasiado tarde para
buscar la justicia. declaró Ramírez en una entrevista.
Los crímenes del pasado pueden parecer olvidados, pero siempre hay alguien que recuerda y alguien dispuesto a luchar por la verdad. El capitán Luis Torres, quien finalmente había testificado contra Villanueva a pesar de las amenazas, también recibió protección federal y fue reubicado con su familia
en otro estado. Su testimonio había sido crucial para demostrar el patrón de corrupción y encubrimiento que había permitido a Villanueva operar impunemente durante décadas.
En su declaración final, antes de ser sentenciado, Villanueva ofreció una disculpa pública a las familias de las víctimas. “No puedo deshacer lo que hice”, declaró desde el banquillo de los acusados. “Solo puedo decir que el poder me corrompió hasta convertirme en un monstruo.
Espero que mi caso sirva como advertencia para otros funcionarios que puedan estar tentados por la corrupción. Sin embargo, sus palabras fueron recibidas con escepticismo. Roberto Mendoza, hablando en nombre de todas las familias, respondió, “Las disculpas no pueden devolver a nuestros seres
queridos. Solo la justicia puede honrar su memoria. El caso de los exploradores de Monterrey se convirtió en un precedente legal importante para la persecución de crímenes de Estado en México. Las reformas judiciales implementadas como resultado del caso facilitaron futuras investigaciones de
corrupción y abuso de poder. En 2015, 4 años después del juicio, se inauguró en la Universidad Autónoma de Nuevo León el Centro de Investigación Carmen Mendoza para la Integridad Pública, dedicado a formar nuevas generaciones de funcionarios públicos comprometidos con la honestidad y la
transparencia.
Roberto Mendoza, quien se había convertido en un activista anticorrupción después del caso, fue nombrado director honorario del centro. Carmen tenía razón”, dijo durante la inauguración. “Los jóvenes de su generación no iban a tolerar la corrupción. Su muerte inspiró una lucha que continúa hoy y
que debe continuar hasta que construyamos el país honesto que ella imaginaba.
” En agosto de 2025, 14 años después del juicio, Roberto Mendoza regresa anualmente al parque Memorial para honrar la memoria de su hermana y sus compañeros. Los nueve exploradores se habían convertido en símbolos de la resistencia ciudadana contra la corrupción. Su historia, una tragedia que había
permanecido oculta durante 22 años, finalmente había encontrado su lugar en la memoria colectiva de México como un recordatorio de que la justicia, aunque llegue tarde, siempre debe llegar.
Los nueve jóvenes de 18 años que habían partido hacia las montañas de Nuevo León en septiembre de 1989 buscando aventura y conocimiento, habían encontrado algo mucho más trascendente. Se habían convertido en mártires de la lucha por un México más justo y transparente. Su legado perdura en cada
investigación de corrupción que se realiza, en cada funcionario público que elige la honestidad sobre el beneficio personal y en cada ciudadano que se niega a aceptar la impunidad como el precio de la paz. Carmen Mendoza Herrera y sus ocho compañeros exploradores
habían encontrado al final la justicia que habían buscado en vida, un país donde la verdad puede prevalecer sobre el poder, donde los ciudadanos honestos pueden vencer a los funcionarios corruptos y donde ningún crimen, por muy bien encubierto que esté, puede permanecer oculto para siempre. M.
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Un hombre se pierde el funeral de su hija para irse de vacaciones de lujo: “Se arrepentirá de lo que…
Daniel se detuvo abruptamente, su respiración se atascó en su garganta. Un niño…
La nieve estaba cayendo en escamas lentas y silenciosas mientras Daniel Prescott salió de su elegante sedán negro y entró…
El viernes 19 de julio de 2019, Evan Michael Pike, un ingeniero civil de 36 años de Portland, Oregón, se dirigió hacia la parte central del estado. Su destino era el bosque nacional de Shutes, una vasta zona conocida por sus paisajes volcánicos. sus lagos cristalinos y sus densos bosques de pinos. El viaje estaba planeado como una breve excursión en solitario. Evan Pike era…
Hay lugares por los que pasan miles de personas sin sospechar que bajo una capa de tierra, hormigón o asfalto…
En una de las fotos se leía Navidad, 1995, escrito con pluma azul. ¿Hay algo más?…
En 1995 en Guadalajara, una familia desapareció en Nochebuena. 14 años después, un panadero haya. El martillo golpeó contra la…
SE AVERGONZABA DE SU ESPOSA POR SU APARIENCIA Y LLEVÓ A LA SECRETARIA A UNA CENA DE GALA, PERO
Pasó años escondiéndose en silencio, cocinando la cena con una sonrisa forzada, ignorando los insultos como si fueran polvo, fingiendo…
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