Hija de dueño de gasolinera. Desapareció en fiesta en 1999. Do años después. Hayanesto. Carmen Restrepo Vázquez apretó el volante de su Ford Tsuru 1995 mientras conducía por la avenida López Mateos hacia la comisaría. A sus años había aprendido a mantener la composure durante los dos años más difíciles de su vida, pero las llamadas de la policía siempre le aceleraban el corazón.

Desde que su hija Paloma Alejandra Restrepo Morales desapareció aquella noche de octubre de 1999, cada contacto oficial traía una mezcla de esperanza y terror. Su esposo, Rodrigo, había querido acompañarla, pero alguien tenía que quedarse atendiendo la gasolinera familiar. En la colonia americana. Los Restrepo llevaban 15 años manejando la estación de servicio El Cactus, que había sido el sustento de la familia y el orgullo de Rodrigo.

Paloma había trabajado allí los veranos, siempre alegre, siempre dispuesta a ayudar a los clientes con una sonrisa. Tenía 19 años cuando desapareció. Estudiaba administración de empresas en la Universidad Autónoma de Guadalajara y soñaba con modernizar el negocio familiar.

El comandante Miguel Herrera Santillán la recibió en su oficina del segundo piso. Era un hombre corpulento de 50 años, con bigote canoso y ojos cansados, que habían visto demasiados casos sin resolver. Carmen lo conocía bien. Había sido él quien había manejado la investigación inicial de la desaparición de Paloma. Señora Restrepo, siéntese, por favor”, le dijo señalando una silla frente a su escritorio lleno de expedientes.

“Tengo noticias sobre el caso de su hija.” Carmen sintió que sus manos temblaban ligeramente. La encontraron. No exactamente, pero apareció algo importante. Herrera abrió una carpeta Manila. Ayer por la mañana, unos trabajadores de la constructora, hermanos Gómez, estaban preparando el terreno para una casa en la colonia Providencia.

Mientras removían tierra en el jardín trasero de la propiedad, encontraron esto. El comandante puso sobre el escritorio una bolsa de evidencia transparente. Dentro Carmen pudo ver tela rosa descolorida por el tiempo y la tierra. Es el vestido susurró Carmen llevándose una mano a la boca. El vestido de princesa que llevaba paloma en la fiesta. ¿Estás segura? Carmen asintió con lágrimas en los ojos.

Lo compramos juntas en el centro. Era precioso, de satín rosa con pequeñas perlas cocidas en el corpiño. Paloma estaba tan emocionada por usarlo en la fiesta de disfraces de Sebastián. Herrera tomó notas en su libreta. Cuénteme otra vez los detalles de esa noche. Era el 23 de octubre de 1999. Sebastián Márquez Heredia, el hijo del licenciado Márquez, había organizado una fiesta de disfraces en su casa de la colonia del Valle. Paloma conocía a Sebastián de la universidad.

Salió de casa a las 8 de la noche. Dijo que regresaría antes de las 2 de la madrugada. Nunca volvió. Y la última vez que alguien la vio fue, según Sebastián y sus amigos, alrededor de medianoche. Dijeron que había salido al jardín para tomar aire fresco y que después ya no la vieron más.

Pensaron que se había ido temprano. Herrera revisó el expediente original. En aquella investigación revisamos la propiedad de los marques. No encontramos nada. Carmen frunció el seño. Comandante, esta casa donde encontraron el vestido, ¿dónde está exactamente? En la calle Eucalipto 847, colonia Providencia. Pero eso está a más de 10 km de la Casa de los Marques.

¿Cómo llegó allí el vestido de paloma? Herrera cerró la carpeta. Esa es precisamente la pregunta que vamos a responder. Necesito que venga mañana para hacer una identificación formal de las prendas. Encontramos más cosas junto al vestido. ¿Qué más encontraron? El comandante dudó un momento. Ropa interior estaba dañada y había algo más. Sacó otra bolsa de evidencia.

Reconoce esto. Carmen miró el objeto y sintió que el mundo se tambaleaba. Era una pulsera de plata con un dije en forma de corazón grabada con las iniciales P A, Paloma Alejandra Restrepo Morales. Se la regalamos para su cumpleaños número 19. Nunca se la quitaba. Señora Restrepo, vamos a reabrir oficialmente el caso.

Han pasado dos años, pero esta evidencia cambia todo. Necesito que me traiga fotografías de paloma de esa noche. Si las tiene, también voy a necesitar hablar otra vez con todas las personas que estuvieron en esa fiesta. Carmen se limpió las lágrimas. Comandante, ¿cree que mi hija esté? No puedo hacer suposiciones todavía, pero le prometo que esta vez vamos a llegar hasta el fondo. El terreno donde encontraron las cosas, ¿sabe de quién es? No tengo idea.

¿Por qué? Porque según los registros de catastro, esa propiedad perteneció durante años a la familia Márquez Villalobos. Carmen se quedó helada. Los padres de Sebastián, el mismo licenciado Eduardo Márquez Villalobos, vendió ese terreno hace apenas 6 meses, justo cuando se anunció que iban a construir ahí. Muy conveniente.

Por primera vez en dos años, Carmen sintió algo más que desesperanza. sintió que finalmente iban a saber qué le había pasado a su niña, pero también sintió miedo. Si el vestido y las pertenencias de paloma habían aparecido en una propiedad de los márques, significaba que alguien había mentido desde el principio.

Y si habían mentido sobre eso, ¿sé más habían mentido? Comandante, quiero estar presente en todo, en cada interrogatorio, en cada paso de la investigación. Señora, entiendo su sentir, pero esto es trabajo policial. Mi hija estuvo dos años enterrada en el jardín de esa gente, dos años mientras ellos siguieron con sus vidas normales, mientras nosotros nos moríamos de la preocupación. Quiero saber por qué.

Herrera asintió lentamente. Está bien, pero tiene que prometerme que no va a interferir. Si hacemos esto, lo hacemos bien. Carmen se levantó de la silla guardando en su bolsa las copias de los reportes que le había dado el comandante. ¿Cuándo empezamos? Mañana temprano vamos a volver a esa casa donde encontraron las cosas y después vamos a tener una conversación muy larga con el joven Sebastián Márquez.

Mientras Carmen manejaba de regreso a casa, su mente trabajaba a toda velocidad. Durante dos años había vivido con la esperanza de que Paloma apareciera un día, que hubiera tenido amnesia o que se hubiera escapado por alguna razón. Pero el vestido rosa enterrado en tierra, junto con la pulsera que nunca se quitaba, le decía que su hija no había escapado. Alguien la había lastimado.

Alguien había enterrado sus cosas y ese alguien había seguido viviendo tranquilamente mientras ella y Rodrigo se consumían en la angustia. Al llegar a la gasolinera, vio a su esposo revisando las bombas de gasolina magna. Rodrigo tenía 50 años, pero los últimos dos lo habían envejecido 10.

Su cabello negro ahora mostraba extensas canas y su espalda se encorvaba ligeramente por el peso de la pena. ¿Qué dijo la policía? Le preguntó tan pronto como la vio bajarse del carro. Carmen le contó todo mientras cerraban la estación. Rodrigo escuchó en silencio, apretando los puños cuando ella describió el vestido y la pulsera. Ese desgraciado de Sebastián nos mintió”, murmuró finalmente.

Nos vio llorar, nos vio suplicar y sabía exactamente qué le había pasado a nuestra hija. “No sabemos si fue él”, dijo Carmen, aunque en su corazón ya tenía sus sospechas. “Carmen, las cosas de paloma aparecieron en un terreno de su familia. No es coincidencia.” Esa noche ninguno de los dos pudo dormir. Carmen estuvo revisando álbum de fotos, buscando imágenes de paloma en su fiesta de cumpleaños, donde llevaba el vestido rosa por primera vez. Era una foto hermosa.

Su hija sonreía radiante con sus largos cabellos castaños cayendo sobre los hombros, sus ojos verdes brillando de felicidad. Llevaba la pulsera de plata en la muñeca derecha y sus uñas estaban pintadas de rosa para combinar con el vestido. Rodrigo, por su parte, estuvo en el taller de la gasolinera organizando herramientas para mantener sus manos ocupadas, pero su mente estaba en otra parte, recordando la última conversación que había tenido con Paloma antes de que saliera esa noche fatal.

“Papá, ¿me veo bien?”, le había preguntado dando una vuelta para mostrarle el vestido. Te ves preciosa, mi amor, pero ten cuidado. No confíes en nadie que haya bebido mucho. No te preocupes, papá. Sebastián es un buen chico. Su papá es abogado, ¿recuerdas? Ahora esas palabras tenían un sabor amargo. El que fuera abogado no había impedido que algo terrible sucediera.

Al contrario, tal vez les había dado las herramientas para cubrirlo. Al día siguiente, Carmen llegó a la comisaría a las 7 de la mañana. El comandante Herrera ya estaba esperándola con una taza de café y una carpeta nueva llena de documentos. Buenos días, señora. ¿Lista para ir al lugar del hallazgo? Carmen asintió.

Había dormido apenas dos horas, pero se sentía más alerta que en mucho tiempo. Finalmente tenían algo concreto, una pista real. El viaje hasta la colonia Providencia tomó 20 minutos. La casa en construcción estaba rodeada por una cerca de alambre y había varios trabajadores preparando los cimientos. El supervisor, un hombre llamado Aurelio Campos Mendoza, los recibió con su casco amarillo en la mano.

“Comandante, aquí fue donde encontramos las cosas”, dijo señalando un área en la parte trasera del terreno. Estábamos excavando para poner las tuberías de drenaje cuando la pala mecánica golpeó algo. Al principio pensamos que era basura vieja. Carmen miró el hoyo donde habían estado enterradas las pertenencias de su hija durante dos años. La tierra era arcillosa, rojiza, diferente a la tierra negra del resto del jardín.

¿Había algo más? ¿Huesos? Restos. Carmen no pudo terminar la pregunta. No, señora, solo la ropa y la joyería. Pero Aurelio miró al comandante como pidiendo permiso para continuar. Diga lo que sabe, lo instó Herrera. Bueno, es que la tierra de ese hoyo era diferente, como si la hubieran traído de otro lugar, y había cal mezclada. Carmen sintió un escalofrío.

Cal, sí, se usa para, bueno, para acelerar la descomposición de materia orgánica. El comandante tomó notas y fotografías del sitio. ¿Quién le vendió esta propiedad? La compramos a través de una inmobiliaria, bienes raíces del occidente, creo que se llama, pero el dueño anterior era un licenciado, Eduardo Márquez, algo. Márquez Villalobos, completó Herrera.

¿Sabe por qué vendió? No sé, pero me dijeron que tenía prisa por vender. Hasta bajó el precio. Después de examinar el terreno, regresaron a la comisaría. Herrera había citado a Sebastián Márquez para las 2 de la tarde. Carmen pidió permiso para observar el interrogatorio desde la sala contigua.

Sebastián llegó puntualmente acompañado de su padre, el licenciado Eduardo Márquez Villalobos. A los 21 años, Sebastián era un joven alto, de complexión delgada, cabello rubio y ojos azules. Vestía un traje gris caro y zapatos italianos. Su padre, de unos 55 años, tenía el porte típico de un abogado exitoso. Traje impecable, reloj de oro, maletín de piel.

“Comandante”, dijo el licenciado Márquez extendiendo la mano. Espero que esto no tome mucho tiempo. Mi hijo tiene clases en la universidad. El tiempo que sea necesario, licenciado. Se trata de un caso de desaparición. Herrera comenzó el interrogatorio revisando los hechos de la noche del 23 de octubre de 1999. Sebastián mantuvo la misma versión que había dado 2 años antes.

Paloma había llegado a la fiesta cerca de las 9. Había estado bailando y charlando con varios invitados y alrededor de medianoche había salido al jardín para tomar aire fresco. Después de eso, nadie la había vuelto a ver. Sebastián, ¿recuerdas que llevaba puesto paloma esa noche? Eh, un vestido rosa, creo. Era una fiesta de disfraces. Iba vestida de princesa. Llevaba joyas.

Sebastián miró a su padre antes de responder. No me fijé mucho en eso. Una pulsera de plata, tal vez. Posiblemente, no lo recuerdo bien. Herrera puso sobre la mesa las fotografías del vestido y la pulsera encontrados. Sebastián palideció visiblemente. Reconoces estas cosas. Yo podrían ser de ella. Sí, Sebastián. Estas prendas aparecieron enterradas en un terreno que perteneció a tu familia.

El licenciado Márquez se incorporó en su asiento. Comandante, ¿qué está insinuando? No insinúo nada, licenciado. Pregunto cómo llegaron las pertenencias de una joven desaparecida a una propiedad de su familia. Nosotros vendimos ese terreno hace meses. No sabemos nada de lo que hayan podido encontrar ahí. Herrera consultó sus notas.

Según el registro de catastro, su familia era propietaria de ese terreno desde 1985. Lo vendieron en septiembre del año pasado, 6 meses antes de que aparecieran estas evidencias. Una coincidencia”, dijo el licenciado, “Teníamos varios terrenos, los vendimos porque ya no los necesitábamos. ¿Por qué vendieron justo ese terreno? ¿Por qué no los otros?” Sebastián se movía nerviosamente en su silla, sus manos temblaban ligeramente y había comenzado a transpirar.

“Sastián,” continuó Herrera, “Quiero que pienses muy bien. ¿Estás seguro de que Paloma salió sola de tu casa esa noche?” “Sí, yo creo que sí.” ¿La viste salir? No, exactamente, pero cuando nos dimos cuenta de que ya no estaba, pensamos que se había ido. ¿Quién más estaba en la fiesta? Sebastián comenzó a enumerar nombres.

Estaban Fernando Castillo Ruiz, Andrea Moreno Silva, los gemelos Jiménez Paredes, Alejandro y Andrés, Mónica Vega Santana, Ricardo Solís Herrera. Éramos como 20 personas. ¿Alguien más notó cuando Paloma salió al jardín? No sé. No le presté atención. El licenciado Márquez interrumpió.

Comandante, mi hijo ya respondió estas preguntas hace dos años. ¿Hay algo nuevo que necesite saber? Sí, hay algo nuevo. Las pertenencias de la víctima aparecieron en su terreno. Eso cambia todo. Herrera decidió cambiar de táctica. Sebastián, cuéntame sobre tu relación con Paloma. ¿Eran novios? No, solo amigos. Coincidíamos en algunas clases de la universidad. ¿Te gustaba? Sebastián miró nuevamente a su padre.

Era era una chica bonita, pero no pasaba nada entre nosotros. ¿Alguna vez intentaste tener algo romántico con ella? Yo no. Nunca. Carmen, observando desde la sala contigua, notó que Sebastián estaba mintiendo. Su lenguaje corporal, la forma en que evitaba el contacto visual, su nerviosismo creciente. Todo indicaba que ocultaba algo importante. Herrera continuó presionando. Sebastián, necesito que me digas la verdad.

¿Qué pasó realmente esa noche después de que Paloma salió al jardín? No sé. Ya se lo dije, no la vi salir. ¿Saliste tú al jardín en algún momento? Tal vez, no recuerdo exactamente, tal vez es tu casa, tu fiesta. ¿Saliste o no saliste? El licenciado se levantó. Comandante, esto se está volviendo un interrogatorio hostil.

Mi hijo no está obligado a responder más preguntas. Su hijo puede irse cuando guste, licenciado, pero las evidencias no mienten. Y ahora tengo suficientes elementos para solicitar una orden de cateo para revisar todas las propiedades de su familia. ¿Con qué fundamento? Con el fundamento de que apareció evidencia física del crimen en una propiedad suya.

Sebastián se puso de pie bruscamente. Papá, vámonos. Después de que los márques se fueron, Carmen entró a la oficina del comandante. Ese chico sabe más de lo que dice, afirmó. Estoy de acuerdo. Su nerviosismo era evidente y las respuestas evasivas no ayudan.

¿Qué sigue ahora? Voy a solicitar la orden de cateo para revisar la casa donde fue la fiesta y voy a interrogar a todos los que estuvieron ahí esa noche. ¿Alguien vio algo? Carmen sintió una mezcla de esperanza y angustia. Después de dos años de silencio, finalmente las cosas se estaban moviendo. Pero también se daba cuenta de que estaban a punto de descubrir verdades que tal vez no estaba preparada para enfrentar.

“Comandante, ¿cree que mi hija esté muerta?” Herrera la miró con compasión. Señora, la evidencia sugiere que algo grave pasó, pero hasta que no tengamos más información, no puedo asegurar nada. Esa noche, Carmen llamó a cada uno de los amigos de Paloma que habían estado en la fiesta. La mayoría mantuvo las mismas versiones de dos años antes, pero Carmen detectó nerviosismo en varios de ellos, especialmente en Andrea Moreno Silva, quien había sido compañera de clase de paloma.

Andrea, necesito que me digas la verdad. ¿Viste algo raro esa noche? No, señora Carmen, ya se lo dije a la policía hace dos años. Andrea, encontraron el vestido de paloma. ¿Alguien sabe qué pasó? Si sabes algo, cualquier cosa, por favor, dímelo. Hubo un largo silencio del otro lado de la línea. Señora Carmen, yo Hay algo que nunca le dije a la policía. Carmen sintió que el corazón se le aceleraba.

¿Qué cosa? Esa noche vi a Sebastián discutir con Paloma en el jardín. Parecía molesto por algo, pero pensé que era solo una discusión normal. ¿Qué hora era? Como las 11:30, media hora antes de que se diera cuenta de que había desaparecido. Carmen apuntó toda la información.

Finalmente tenían un testigo que había visto a Sebastián con paloma poco antes de su desaparición y no había mencionado esa discusión en ningún interrogatorio anterior. La orden de cateo llegó tr días después. El juez Octavio Ramos Delgado había autorizado la revisión completa de la residencia de la familia Márquez en la colonia del Valle, donde se había celebrado la fiesta de disfraces de octubre de 1999.

Carmen acompañó a los investigadores junto con dos técnicos forenses del Servicio Médico forense de Jalisco. La casa era imponente, una construcción de dos pisos estilo colonial con jardines amplios y una piscina en la parte trasera. Los Márquez habían contratado al abogado penalista Gustavo Mendoza Aguirre para representarlos durante el cateo.

La licenciada Patricia Herrera Vázquez, hermana del comandante Miguel Herrera y experta en criminología, dirigía el equipo técnico. Era una mujer de 40 años especializada en casos de desaparición forzada. “Vamos a comenzar por el jardín”, anunció Patricia. Necesitamos buscar alteraciones en el suelo, áreas donde la vegetación sea diferente, cualquier indicio de que se haya removido tierra. Los márques observaban desde la terraza.

El licenciado Eduardo mantenía una expresión serena, pero su esposa Guadalupe Villalobos de Márquez se veía claramente angustiada. Sebastián no había aparecido. Según su padre, estaba en clases en la universidad. Carmen caminó por el jardín tratando de imaginar cómo había sido esa noche de octubre. Según las declaraciones, la fiesta se había extendido hasta las 2 de la madrugada.

Había música, baile, alcohol. Los jóvenes habían usado los espacios exteriores para charlar y tomar aire fresco. “Señora Carmen”, le dijo Patricia, “¿Puede decirme exactamente qué llevaba su hija esa noche además del vestido y la pulsera?” Carmen sacó de su bolsa una fotografía que había tomado antes de que Paloma saliera de casa.

Llevaba zapatos plateados de tacón bajo, medias pantimedias color natural y un pequeño bolso dorado con cadena. También llevaba aretes de perlas, un regalo de su abuela, algo más, perfume, maquillaje específico. Siempre usaba el perfume Eternity de Calvin Klein. Y esa noche se había puesto un lápiz labial rosa muy particular.

Se llamaba Princesa Rosa de la marca Abon. Patricia tomó notas detalladas. Los técnicos comenzaron a examinar el suelo con detectores de metales y a tomar muestras de tierra de diferentes áreas del jardín. Después de dos horas de búsqueda, uno de los técnicos gritó, “¡Aí hay algo.” En una zona cerca de los rosales, el detector había encontrado varios objetos metálicos.

Al excavar cuidadosamente aparecieron los aretes de perlas de paloma y una pequeña cadena dorada rota. Carmen se llevó las manos a la boca. Esos son los aretes de mi hija. Se los regaló mi mamá para su graduación de preparatoria. El licenciado Márquez se acercó rápidamente. Comandante, cualquiera pudo haber enterrado esas cosas aquí después de la fiesta.

Después de la fiesta, ¿quién tendría acceso a su propiedad privada? Preguntó Herrera. No sé, pero nosotros no sabíamos nada de esto. Patricia continuó la excavación y encontró más evidencias, fragmentos de tela rosa que coincidían con el vestido y restos de lo que parecía ser el lápiz labial color rosa.

Señora Márquez, se dirigió a Guadalupe, recuerda haber notado algo extraño en su jardín después de la fiesta. Tierra removida, plantas dañadas. Guadalupe miró a su esposo antes de responder. No, no me fijé en eso. ¿Quién se encarga del mantenimiento del jardín? Tenemos un jardinero, Esteban Morales Jiménez. Viene dos veces por semana. Necesitamos hablar con él.

Mientras continuaba el cateo en el interior de la casa, Carmen se quedó en el jardín con Patricia, observando el área donde habían encontrado las pertenencias de su hija. ¿Qué cree que pasó aquí?, le preguntó Carmen. Patricia eligió sus palabras cuidadosamente. Las evidencias sugieren que hubo un altercado en este jardín.

Los objetos personales dispersos, algunos rotos, indican forcejeo o violencia. Pero el cuerpo de mi hija no está aquí. No. Las pertenencias fueron enterradas aquí, pero el cuerpo fue llevado a otro lugar, probablemente al terreno donde encontramos la ropa principal. Carmen sintió náuseas. ¿Cree que la mataron aquí? es muy probable.

Y después trasladaron el cuerpo. En ese momento llegó Andrea Moreno Silva, acompañada de su madre. Carmen la había citado para que repitiera su declaración sobre la discusión que había presenciado entre Sebastián y Paloma. Andrea, cuéntale al comandante lo que me dijiste por teléfono. La joven de 20 años parecía muy nerviosa. Comandante, esa noche vi a Sebastián hablando con paloma en el jardín. No era una conversación normal.

parecían estar discutiendo. ¿Qué hora era exactamente? Alrededor de las 11:30. Me acuerdo porque había ido a buscar mi suéter al carro y los vi desde el estacionamiento. ¿Qué escuchaste? No escuché las palabras exactas, pero Sebastián parecía molesto. Paloma trataba de alejarse y él la seguía. ¿Viste qué pasó después? No. Regresé a la casa porque hacía frío.

Andrea, intervino. Carmen, ¿por qué no le dijiste esto a la policía hace dos años? Andrea comenzó a llorar porque Sebastián me pidió que no dijera nada. Dijo que había sido solo una discusión tonta y que no quería problemas con la familia de Paloma. El comandante Herrera tomó nota de toda la declaración.

Sebastián, ¿te dijo de qué había sido la discusión? No exactamente, solo mencionó algo sobre que Paloma no entendía sus sentimientos, sus sentimientos románticos hacia ella. Eso entendí. Carmen sintió una mezcla de rabia y dolor. Durante dos años, Sebastián había ocultado información crucial sobre los últimos momentos de su hija.

Y no solo él, también Andrea había mentido por omisión. ¿Hay alguien más que sepa algo y no lo haya dicho?, preguntó Carmen directamente a Andrea. Yo creo que Fernando Castillo también vio algo, pero él nunca quiso hablar del tema. Fernando Castillo Ruiz fue citado inmediatamente. Era un joven de 22 años, estudiante de derecho como Sebastián, hijo de una familia acomodada de Guadalajara.

Cuando llegó a la casa de los Márquez, donde aún continuaba el cateo, Fernando se veía visiblemente alterado al ver a los técnicos forenses trabajando en el jardín. Fernando, le dijo el comandante, necesito que me cuentes todo lo que viste la noche de la fiesta y esta vez quiero la verdad completa. Fernando miró hacia la casa donde los marques seguían observando desde la terraza. Tengo que hablar aquí. Podemos ir a la comisaría si prefieres.

No, está bien. Fernando respiró profundamente. Esa noche vi más de lo que dije en mis declaraciones anteriores. ¿Qué viste? Vi cuando Sebastián siguió a Paloma al jardín. Ella había salido porque él la había estado molestando toda la noche, insistiendo en que bailara con él, en que se quedara a solas con él. Paloma se veía incómoda. Sí, muy incómoda.

Le dijo varias veces que solo eran amigos, que no estaba interesada en él de esa manera. ¿Qué pasó cuando salieron al jardín? Fernando miró nuevamente hacia la casa. Sebastián estaba borracho, muy borracho. Cuando alcanzó a Paloma cerca de los rosales, trató de besarla a la fuerza.

Carmen sintió que las piernas le temblaban. Patricia la ayudó a sentarse en una de las sillas del jardín. “Continúa”, le ordenó Herrera. Paloma lo empujó y le gritó que la dejara en paz. Sebastián se puso furioso. Empezó a gritarle cosas horribles, que cómo se atrevía a rechazarlo, que él era mejor que cualquier otro tipo de la universidad.

Y después, Paloma trató de regresar a la casa, pero Sebastián la agarró del brazo. Forse Aaron. Yo estaba asustado, no sabía si intervenir o no. ¿Por qué no interviniste? Porque Sebastián era mi amigo y además él venía de una familia poderosa. Pensé que podría meterme en problemas. Carmen lo miró con desprecio.

Preferiste que mi hija sufriera a meterte en problemas tú. Fernando bajó la cabeza. Lo siento mucho, señora Carmen. Era muy joven. Estaba asustado. Debía haber hecho algo. ¿Qué más viste? Insistió Herrera. Durante el forcejeo, Paloma se cayó. Golpeó su cabeza contra la fuente de piedra que estaba ahí.

Fernando señaló hacia donde antes había estado una fuente ornamental. Sangró mucho. Se quedó muy quieta. Carmen gritó y se desplomó en la silla. Patricia inmediatamente pidió una ambulancia. Sebastián, ¿qué hizo después?, preguntó Herrera mientras consolaba a Carmen. Entró en pánico, se arrodilló junto a ella. Trataba de despertarla, pero Paloma no respondía. tenía los ojos abiertos, pero estaba como perdida.

Estaba muerta. No sé. Sebastián dijo que tenía pulso, pero que estaba inconsciente. Empezó a gritarme que le ayudara, que teníamos que llevarla a un hospital. ¿Y qué hicieron? Fernando comenzó a llorar. Sebastián dijo que si la llevábamos al hospital todos iban a pensar que él la había atacado, que arruinaría su futuro, el de su familia. me pidió que lo ayudara a llevarla a un lugar seguro hasta que despertara.

Carmen, a pesar de su estado, logró preguntar a dónde la llevaron. Al terreno valdío que tenía su familia en la colonia Providencia. Sebastián conocía bien el lugar. Había ido ahí muchas veces con su papá cuando era niño. El comandante Herrera llamó inmediatamente a Patricia para que se acercara.

¿Qué pasó después de que llegaron al terreno? Fernando solloosaba incontrolablemente. Pusimos a Paloma en el suelo sobre su vestido para que no se ensuciara más. Sebastián trataba de despertarla, le daba palmaditas en las mejillas, le hablaba, pero ella no reaccionaba. ¿Cuánto tiempo estuvieron ahí? Como una hora. Sebastián estaba desesperado.

Caminaba de un lado a otro. Decía que todo iba a arruinarse. Paloma mostró algún signo de vida durante esa hora. Fernando negó con la cabeza. Al principio tenía pulso, pero después ya no. Carmen vomitó. Patricia la ayudó a incorporarse y le dio agua. Fernando continuó Herrera con voz firme.

¿Estás diciendo que Paloma murió mientras ustedes estaban en ese terreno? Sí. Sebastián se dio cuenta cuando ya no tenía pulso. Se puso histérico. Decía que teníamos que fingir que nunca había pasado, que si alguien se enteraba íbamos a la cárcel. ¿Qué hicieron con el cuerpo? Fernando tardó varios minutos en responder entre soylozos.

Sebastián dijo que tenía que desaparecer para siempre, que nadie podía encontrarla jamás. ¿Cómo llamó a su papá? El silencio fue total. Hasta los técnicos forenses detuvieron su trabajo para escuchar. El licenciado Márquez sabía lo que había pasado. Sebastián le dijo por teléfono que había habido un accidente, que necesitaba ayuda urgente.

El licenciado llegó al terreno como a las 3 de la mañana. ¿Qué hizo cuando llegó? Se quedó callado mucho tiempo mirando a Paloma. Después nos dijo que teníamos que callarnos para siempre, que él se haría cargo de todo. Carmen apenas podía respirar. El papá de Sebastián ayudó a esconder el cuerpo de mi hija.

Sí, trajo cal del rancho de un amigo. Dijo que era para que no quedaran rastros. Patricia tomó notas urgentemente. ¿Dónde enterraron el cuerpo? En una parte muy profunda del mismo terreno. El licenciado trajo una pala mecánica al día siguiente. Dijo que era para remover la tierra por construcción. Y la ropa que encontramos. El licenciado dijo que tenía que separar las cosas.

Enterró algunas ahí mismo, otras las llevó de vuelta al jardín de su casa para enterrarlas ahí. Herrera miró hacia la terraza donde estaban los márquez. El licenciado Eduardo había desaparecido. ¿Dónde está el licenciado Márquez? Le gritó a su esposa. Guadalupe se encogió de hombros. Salió hace un rato. No me dijo a dónde.

El comandante inmediatamente radiodifundió una orden de búsqueda y captura para Eduardo Márquez Villalobos. también ordenó la localización inmediata de Sebastián. Carmen, con la ayuda de Patricia, logró ponerse de pie. Fernando, mi hija sufrió. Estaba consciente cuando No, señora Carmen, después del golpe en la cabeza, nunca despertó. No sufrió.

Era una mentira piadosa, pero Carmen necesitaba creerla. ¿Por qué decidiste hablar ahora? le preguntó Herrera a Fernando. Porque estos dos años han sido un infierno. No he podido dormir bien ni un solo día. Y cuando supe que habían encontrado evidencias, sabía que todo iba a salir a la luz. Patricia se acercó al comandante. Necesitamos regresar inmediatamente al terreno de la colonia Providencia.

Si el cuerpo está enterrado ahí, tenemos que encontrarlo. Carmen pidió acompañarlos. Sabía que era masoquista, pero necesitaba estar presente cuando encontraran a su hija. Después de dos años de preguntas sin respuesta, finalmente iba a saber qué había pasado con Paloma. El viaje de regreso al terreno se sintió eterno.

Carmen no podía dejar de pensar en los últimos momentos de su hija, asustada, siendo atacada por alguien en quien confiaba, muriendo sola en un terreno valdío, mientras dos cobardes decidían su destino. Cuando llegaron a la colonia Providencia, ya había más técnicos esperando con equipo de excavación especializado. Patricia dirigía la operación con precisión científica. Según la declaración de Fernando, el cuerpo debería estar a una profundidad de al menos 2 met en la parte posterior del terreno, cerca de donde había un árbol grande. Los trabajadores comenzaron la excavación sistemática.

Carmen se sentó en una silla de plástico que alguien había traído y esperó. Cada palada de tierra la acercaba más a la verdad que había buscado durante 2 años. A las 5 de la tarde, uno de los técnicos gritó, “¿Tenemos algo? Carmen se acercó con piernas temblorosas. En el fondo de la excavación, parcialmente cubiertos por cal y tierra, aparecían huesos humanos y restos de cabello castaño.

Es ella susurró Carmen. Es mi niña. Patricia puso una mano en su hombro. Señora Carmen, necesitamos hacer la identificación forense oficial, pero todo indica que sí es paloma. Carmen se arrodilló junto a la excavación. Después de dos años de no saber, de imaginar los peores escenarios, finalmente podía despedirse de su hija.

Paloma había estado ahí todo el tiempo, a solo 10 km de su casa, mientras ella y Rodrigo se volvían locos de preocupación. “Mi amor”, le susurró a los restos, “ya libre, ya vamos a hacer justicia”. La noticia de la confesión de Fernando Castillo y el hallazgo del cuerpo de Paloma Alejandra Restrepo Morales se extendió rápidamente por Guadalajara. Los medios de comunicación comenzaron a llegar al lugar.

Reporteros de Televisa Guadalajara, TV Azteca, Jalisco, el periódico El Informador y varias estaciones de radio locales. El comandante Herrera estableció un perímetro de seguridad alrededor del sitio de excavación. La identificación preliminar confirmaba que los restos correspondían a una mujer joven de aproximadamente 19 años con características físicas que coincidían con Paloma. Carmen había llamado a Rodrigo para darle la noticia.

Su esposo cerró inmediatamente la gasolinera y se dirigió al lugar. Cuando llegó y vio los restos de su hija siendo cuidadosamente extraídos por los forenses, se desplomó llorando. “¿Cómo pudieron hacerle esto a nuestra niña?”, repetía una y otra vez. Mientras los técnicos continuaban el trabajo de recuperación, el comandante Herrera recibió una llamada urgente.

Eduardo Márquez Villalobos había sido localizado en el aeropuerto internacional de Guadalajara intentando tomar un vuelo a Miami. Lo tenemos detenido en la delegación del aeropuerto, informó el agente Raúl Jiménez Moreno. Traía una maleta con dinero en efectivo y documentos falsos. Tráiganlo inmediatamente a la comisaría central y localicen a Sebastián Márquez.

Sebastián fue encontrado dos horas después en la casa de su novia Isabel Mendoza Salinas en la colonia americana. Cuando los agentes llegaron a detenerlo, trató de escapar saltando la barda trasera, pero fue capturado en la calle contigua. Carmen insistió en estar presente durante los interrogatorios.

El comandante Herrera había accedido a permitirle observar desde la sala contigua, entendiendo que después de dos años de angustia tenía derecho a escuchar la verdad completa. El primer interrogatorio fue con Sebastián. El joven llegó esposado acompañado de un defensor público, ya que su padre estaba detenido y no había podido conseguir abogado particular. Sebastián Márquez Heredia, comenzó Herrera.

¿Está usted detenido por los delitos de homicidio culposo y ocultación de cadáver? ¿Entiende los cargos? Sebastián, que había perdido toda su arrogancia anterior, asintió débilmente. Sí, su amigo Fernando Castillo ya confesó todo lo que pasó la noche del 23 de octubre de 1999.

¿Quiere agregar algo a su versión? Sebastián miró a su defensor, quien le aconsejó permanecer callado, pero después de unos minutos comenzó a hablar. No fue mi intención lastimarla. Yo yo estaba enamorado de Paloma desde hacía meses. Pensé que esa noche, con el ambiente de la fiesta, podría convencerla de darme una oportunidad, pero ella lo rechazó. Sí, me dijo que solo éramos amigos, que nunca sentiría nada romántico por mí. Me dolió mucho escuchar eso.

¿Qué pasó después? Sebastián comenzó a llorar. Había bebido mucho, no estaba pensando claramente. Cuando ella trató de alejarse, la agarré del brazo. Solo quería que me escuchara. Fernando dice que usted trató de besarla a la fuerza. Sí, fue un error horrible. Paloma se asustó. Empezó a forcejear conmigo. Cómo se golpeó la cabeza.

Cuando forcejeamos, ella se tambaleó hacia atrás. Trató de sostenerse de la fuente, pero resbaló. Su cabeza pegó contra la piedra. Carmen, observando desde la sala contigua, apretaba los puños. Su hija había muerto por la obsesión y la violencia de un joven que no aceptó un rechazo. ¿Qué hizo usted después del golpe? Entré en pánico.

Había mucha sangre. Paloma estaba inconsciente. Sabía que si alguien nos veía, pensarían que yo la había atacado. Y la atacó. No intencionalmente, solo quería que me escuchara. Herrera consultó sus notas. Sebastián, después del accidente usted tomó la decisión de trasladar a Paloma al terreno de su familia en lugar de llevarla a un hospital.

¿Por qué? porque estaba asustado. Pensé que si la llevaba al hospital, la policía me arrestaría inmediatamente. No consideró que Paloma podría necesitar atención médica urgente. Sí, pero pensé que podría despertarla, que solo estaba inconsciente en qué momento se dio cuenta de que había muerto. Sebastián sollozó incontrolablemente como una hora después de llegar al terreno. Dejó de tener pulso.

¿Qué hizo entonces? Llamé a mi papá. No sabía qué más hacer. Su padre sabía lo que había pasado cuando llegó al terreno. Le expliqué todo. Al principio se enojó mucho conmigo. Después dijo que teníamos que pensar en cómo proteger a la familia. Proteger a la familia o encubrir un homicidio. El defensor público interrumpió. Comandante, mi cliente ya admitió su participación en los hechos.

No es necesario presionarlo más. Al contrario, necesitamos saber exactamente cómo participó el licenciado Márquez en el encubrimiento. Sebastián continuó, “Mi papá dijo que si se sabía la verdad, yo iría a la cárcel por muchos años, que era mejor hacer que Paloma desapareciera por completo. ¿Fue idea de su padre deshacerse del cuerpo?” “Sí, él trajo la cal, él organizó todo.

Yo solo ayudé con la excavación.” Carmen sintió náuseas al escuchar los detalles de cómo habían planeado en frío la desaparición de su hija, por qué enterraron algunas pertenencias en su casa y otras en el terreno. Mi papá dijo que si alguna vez encontraban algo, era mejor que estuviera disperso, que fuera más difícil de rastrear.

Cuántas personas sabían la verdad, solo nosotros tres, Fernando, mi papá y yo. Su madre no sabía nada. No, mi papá le dijo que yo había llegado temprano esa noche, que Paloma se había ido de la fiesta por su cuenta. El interrogatorio continuó por dos horas más.

Sebastián proporcionó detalles sobre cómo habían limpiado la fuente del jardín, cómo habían inventado la versión de que Paloma había salido sola de la fiesta y cómo su padre había usado sus conexiones legales para asegurar que la investigación inicial no fuera muy profunda. Después fue el turno del licenciado Eduardo Márquez Villalobos. llegó al interrogatorio con el abogado penalista más caro de Guadalajara, el licenciado Armando Vega Contreras, conocido por defender a políticos y empresarios corruptos.

A diferencia de su hijo, Eduardo mantuvo una actitud desafiante desde el principio. “Comandante”, dijo el licenciado Vega, “mi cliente se acoge a su derecho de permanecer callado.” Su derecho, pero tenemos la confesión completa de su hijo y de Fernando Castillo. También tenemos evidencia física que lo conecta directamente con el encubrimiento. Eduardo finalmente habló.

Mi hijo cometió un error, un error terrible. Pero yo solo traté de proteger a mi familia. Proteger a su familia. ¿Sabía usted que Paloma podría haber sobrevivido si la hubieran llevado a un hospital inmediatamente? Eso es especulación. No, licenciado, tenemos el reporte del médico forense. La lesión en la cabeza era grave, pero no necesariamente mortal.

Con atención médica inmediata, Paloma habría tenido una oportunidad de sobrevivir. Carmen gritó desde la sala contigua. Patricia tuvo que calmarla y sacarla momentáneamente de la habitación. Su decisión de encubrir el accidente causó directamente la muerte de Paloma Restrepo, continuó Herrera. Eduardo se mantuvo callado, pero su abogado respondió, “Esa es su interpretación de los hechos.

¿Cómo explica que tratara de huir del país cuando aparecieron las evidencias? Mi cliente tiene derecho a viajar libremente con documentos falsos y 150,000 pesos en efectivo. Eduardo finalmente explotó. Mi hijo tenía toda la vida por delante. No iba a permitir que la arruinara por un accidente. Un accidente. Su hijo intentó agredir sexualmente a Paloma. Cuando ella lo rechazó, la lesionó de muerte.

y usted ayudó a encubrir el crimen. Sebastián no es un violador, solo estaba borracho y cometió un error, un error que costó la vida de una joven inocente. Carmen regresó a la sala de observación para escuchar el resto del interrogatorio.

Eduardo reveló más detalles sobre el encubrimiento, cómo había usado sus contactos en la policía para influir en la investigación inicial, cómo había vendido el terreno cuando se enteró de que iban a construir ahí y cómo había amenazado sutilmente a Fernando Castillo para asegurar su silencio. “También pagué dinero,”, confesó Eduardo.

“Le di 50,000 pesos a Fernando para que se mantuviera callado. ¿A quién más le pagó?” Eduardo miró a su abogado, quien le hizo señas de que no respondiera. ¿Pagó a algún funcionario público, a algún policía? No voy a responder eso. Herrera sabía que había tocado un punto sensible. La investigación ahora se extendería para determinar si habían sobornado a funcionarios para encubrir el crimen.

Al final del día, tanto Eduardo como Sebastián Márquez fueron formalmente acusados. Eduardo enfrentaba cargos de encubrimiento, obstrucción a la justicia y posible soborno. Sebastián fue acusado de homicidio culposo, ocultación de cadáver y tentativa de violación. Fernando Castillo, por cooperar con las autoridades, recibió una reducción de cargos, pero aún enfrentaba tiempo de prisión por encubrimiento.

Carmen y Rodrigo salieron de la comisaría esa noche con sentimientos encontrados. Finalmente sabían qué le había pasado a su hija y los responsables estaban detenidos. Pero también se enfrentaban a la horrible realidad de que Paloma había muerto por la arrogancia y violencia de un joven rico que no aceptó ser rechazado. “Carmen”, le dijo Rodrigo mientras manejaban a casa, “Nuestra niña está en paz ahora, ya sabe que luchamos por ella.” Sí, respondió Carmen, pero nunca voy a perdonar a esa familia por robarnos dos años de luto.

Nos hicieron creer que tal vez estaba viva en algún lugar. Esa noche, por primera vez en dos años, Carmen sintió que podía comenzar el proceso de duelo real. Su hija no había sufrido una muerte prolongada, ni había sido torturada. Había muerto relativamente rápido después de un golpe accidental.

Pero la traición de quienes la conocían, que la vieron morir y decidieron ocultarlo para proteger sus propios intereses, esa traición sería más difícil de perdonar. Los días siguientes a las detenciones fueron caóticos. La historia de Paloma Restrepo se había convertido en noticia nacional. Los medios de comunicación de la Ciudad de México enviaron corresponsales a Guadalajara para cubrir el caso de la hija del gasolinero, que fue asesinada por rechazar a un rico.

Carmen se encontró en el centro de una tormenta mediática que no había esperado. Reporteros acampaban frente a su casa y la gasolinera familiar. Todos querían entrevistas, fotografías, declaraciones exclusivas. “Señora Restrepo”, le gritaba una reportera de TV Azteca. Mientras Carmen trataba de entrar a su casa, ¿qué siente ahora que sabe la verdad sobre su hija? Carmen había decidido no dar entrevistas hasta después del juicio, pero la presión era constante.

Su teléfono sonaba día y noche con llamadas de periodistas. Rodrigo, por su parte, había cerrado temporalmente la gasolinera. No podía concentrarse en el trabajo y los clientes constantes preguntas sobre el caso, lo tenían agotado emocionalmente. El comandante Herrera visitó a la familia tres días después de las detenciones para informarles sobre los desarrollos del caso.

“Carmen, Rodrigo, tengo noticias importantes”, les dijo en la sala de su casa modesta. La investigación se ha extendido. Descubrimos que efectivamente hubo soborno a funcionarios públicos. ¿A quién sobornaron?, preguntó Carmen. Al juez que manejó la investigación inicial, Octavio Ramos Delgado, y al comandante que estaba a cargo antes que yo, Jesús Moreno Vega. Carmen recordaba al comandante Moreno.

Era él quien había cerrado precipitadamente la investigación inicial, argumentando que no había evidencia de crimen y que Paloma probablemente había escapado voluntariamente. ¿Cuánto dinero les pagaron? Moreno recibió 200,000 pesos. El juez Ramos recibió 300,000. Todo financiado por el licenciado Márquez. Rodrigo se puso de pie furioso.

Entonces, había una conspiración completa para encubrir el asesinato de nuestra hija. Así es. Eduardo Márquez usó todo su poder económico y sus conexiones para asegurar que el caso no se investigara seriamente. Carmen sintió una nueva ola de rabia. No solo habían matado a su hija, sino que habían corrompido todo el sistema de justicia para evitar las consecuencias.

¿Qué va a pasar con esos funcionarios? Ya fueron detenidos. También enfrentan cargos criminales. Herrera les explicó que la investigación había revelado un patrón de corrupción más amplio. Eduardo Márquez había usado sobornos en otros casos para favorecer a sus clientes adinerados.

La muerte de Paloma había destapado toda una red de corrupción en el sistema judicial de Jalisco. ¿Cómo descubrieron los sobornos? Eduardo Márquez mantenía registros detallados de todos sus pagos. Cuando allanamos su despacho, encontramos una caja fuerte con documentos que detallaban años de sobornos a jueces, comandantes de policía y otros funcionarios. ¿Por qué guardaba esas pruebas?, preguntó Carmen.

Como seguro, si alguno de los funcionarios que había sobornado lo traicionaba, él tenía evidencia para hundirlos también. Rodrigo negó con la cabeza. ¿Qué clase de persona hace eso? Alguien que ve la corrupción como una herramienta de trabajo normal, respondió Herrera. El comandante también les informó que Isabel Mendoza Salinas, la novia de Sebastián, había sido interrogada.

Aunque ella no sabía los detalles del crimen, había notado cambios extraños en el comportamiento de Sebastián después de la desaparición de Paloma. Isabel declaró que Sebastián tenía pesadillas constantes explicó Herrera. Hablaba dormido sobre sangre y sobre enterrar cosas. Ella pensó que eran solo sueños raros. Ella no sospechó nada. Dice que no.

Sebastián le había dicho que se sentía culpable porque fue la última persona que vio a Paloma en la fiesta, pero que no sabía qué le había pasado después. Carmen se preguntaba cuántas otras personas habían notado comportamientos sospechosos, pero habían preferido no investigar más. Esa tarde recibieron una visita inesperada.

Guadalupe Villalobos de Márquez, la madre de Sebastián, llegó sola sin abogados, llevando flores y con los ojos hinchados de tanto llorar. Carmen la recibió en la puerta con desconfianza. “Señora Restrepo”, le dijo Guadalupe, “vengo a pedirle perdón.” “¿Perdón? ¿Por qué? ¿Sabía usted lo que había hecho su hijo? No, se lo juro por Dios. No sabía nada hasta que fueron a arrestar a Eduardo.

Cuando me explicaron lo que había pasado, no podía creerlo. Carmen la invitó a pasar más por curiosidad que por compasión. Señora Márquez, su familia destrozó nuestras vidas. Durante dos años vivimos en el infierno sin saber qué le había pasado a nuestra hija. Guadalupe lloraba desconsoladamente.

Sé que no puedo reparar el daño, pero quiero que sepa que si hubiera sabido la verdad, yo misma habría llamado a la policía. ¿Cómo es posible que no sospechara nada en dos años? Eduardo me dijo que habían interrogado a Sebastián porque fue uno de los últimos en ver a Paloma, pero que él no sabía nada. me dijo que era normal que estuviera nervioso porque nunca había estado involucrado en algo así.

Rodrigo, que había estado escuchando desde la cocina, se acercó al sala. Señora Márquez, su esposo es así de mentiroso en otros aspectos de su vida. Guadalupe se sonrojó. Ahora me doy cuenta de que Eduardo me ha mentido sobre muchas cosas. los viajes de trabajo, el dinero extra que traía a casa, sus clientes. Creo que he estado casada con un extraño.

Carmen sintió una pisca de compasión por ella. Guadalupe también había sido víctima de las mentiras de Eduardo, aunque de una manera muy diferente. ¿Qué va a hacer ahora? Voy a divorciarme. No puedo seguir viviendo con alguien capaz de eso y voy a vender todo lo que tengamos para pagarles una compensación.

Nosotros no queremos su dinero”, dijo Carmen firmemente. “Queremos justicia, lo sé, pero es lo único que puedo hacer.” Guadalupe se quedó una hora más contándoles detalles sobre los cambios que había anotado en Eduardo después de octubre de 1999. Había estado más nervioso, había comenzado a beber más, había insistido en vender varias propiedades para diversificar inversiones.

Él vendió el terreno de la colonia Providencia. Sí, y me extrañó mucho. Era una propiedad que había pertenecido a su familia por generaciones. Siempre decía que la iba a conservar para Sebastián cuando decidió venderla, cuando se anunció que iban a desarrollar esa zona.

Eduardo dijo que era buen momento para vender, pero yo creo que sabía que iban a encontrar iban a encontrar a Paloma. Antes de irse, Guadalupe le entregó a Carmen una caja pequeña. Estas son todas las fotografías que tengo de las fiestas en nuestra casa, incluyendo aquella noche. Pensé que tal vez querría verlas. Carmen aceptó la caja con manos temblorosas. Después de que Guadalupe se fue, ella y Rodrigo revisaron las fotografías.

Había varias de la fiesta de octubre de 1999. En una de ellas aparecía paloma radiante en su vestido rosa sonriendo junto a otros jóvenes. En otra foto se veía a Sebastián mirando a Paloma con una intensidad que ahora resultaba perturbadora. “Mira esta foto”, le dijo Carmen a Rodrigo.

Era una imagen tomada en el jardín, probablemente poco antes del altercado. Paloma se veía incómoda tratando de alejarse de Sebastián, quien la seguía de cerca. Se ve que ella ya se sentía acosada”, observó Rodrigo. Carmen estudió cada foto tratando de entender los últimos momentos felices de su hija. En ninguna imagen, Paloma parecía estar disfrutando de la compañía de Sebastián.

Al contrario, en varias fotos se la veía tratando de evitarlo o hablando con otras personas. Esa noche Carmen tuvo el primer sueño tranquilo en dos años. Sabía que su hija estaba en paz y que los responsables iban a pagar por lo que habían hecho, pero también sabía que la batalla legal apenas estaba comenzando. Las familias poderosas como los Márquez tenían recursos para contratar a los mejores abogados y prolongar los juicios durante años. Rodrigo, por su parte, había tomado una decisión.

Iba a reabrir la gasolinera y usar todos sus ingresos para contratar al mejor abogado que pudiera pagar. No iba a permitir que Eduardo Márquez comprara su libertad como había comprado el silencio de tantos funcionarios. Carmen le dijo antes de dormir, vamos a hacer que Paloma se sienta orgullosa de nosotros.

No vamos a permitir que estos criminales salgan libres. Carmen asintió. La lucha por la justicia para su hija apenas estaba comenzando, pero ahora tenían algo que no habían tenido en dos años. la verdad y evidencia sólida para respaldarla. Una semana después de las detenciones, la licenciada Patricia Herrera había completado el análisis forense completo del cuerpo de Paloma.

Sus hallazgos fueron más perturbadores de lo que Carmen había imaginado. “Señora Restrepo”, le dijo Patricia en su oficina del servicio médico forense. “Necesito explicarle exactamente qué le pasó a su hija esa noche.” Carmen había venido sola. Rodrigo había preferido no escuchar los detalles técnicos de la autopsia.

Paloma sufrió un traumatismo cráneoencefálico severo comenzó Patricia. El golpe contra la fuente de piedra le causó una fractura en el hueso temporal y sangrado interno en el cerebro. Carmen apretó las manos mientras escuchaba. Sin embargo, y esto es importante, la lesión no era inmediatamente mortal. con atención médica urgente, habría tenido entre 60 y 70% de probabilidades de sobrevivir.

Carmen sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. ¿Está diciendo que mi hija pudo haberse salvado? Sí. El análisis de los tejidos indica que Paloma estuvo viva por lo menos dos horas después del golpe. Murió por asfixia posicional y shock hipobolémico. No entiendo esos términos. Patricia eligió sus palabras cuidadosamente. Asfixia posicional significa que no podía respirar adecuadamente por la posición en que la tenían.

Shock hipobolémico es la pérdida excesiva de sangre. Ambos fueron consecuencia de no recibir atención médica. Carmen comenzó a soyozar. sufrió mucho. Probablemente estuvo semiconsciente la mayor parte del tiempo. No habría sentido dolor intenso debido a la lesión cerebral, pero sí habría experimentado confusión y dificultad para respirar.

¿Había evidencia de agresión sexual? No, no encontramos evidencia de violación consumada, pero sí hay indicios de que su ropa fue removida después de la muerte. Carmen se sintió confundida. ¿Por qué harían eso? posiblemente para revisar si había evidencia forense que los conectara con el crimen o para hacer que pareciera un crimen sexual si el cuerpo era encontrado. La información era devastadora.

Carmen se dio cuenta de que su hija había muerto lentamente mientras tres hombres adultos decidían cómo proteger sus propios intereses en lugar de salvarle la vida. ¿Hay algo más que deba saber? Patricia dudó antes de continuar. Encontramos fibras bajo las uñas de paloma. que no coinciden con su ropa ni con la de Sebastián.

Alguien más estuvo en contacto físico con ella esa noche. ¿Quién? Las fibras son de un tipo de lana cara, probablemente de un suéter o saco importado. Sebastián llevaba algodón esa noche. Fernando llevaba una camisa de poliéer. Carmen se incorporó en su silla. Eduardo Márquez, es posible. Vamos a solicitar una muestra de toda la ropa que tenía en octubre de 1999.

Esta revelación significaba que Eduardo no solo había ayudado a encubrir el crimen después de los hechos, sino que posiblemente había estado presente durante la agonía de Paloma. Carmen salió de la oficina forense con más preguntas que respuestas. Inmediatamente se dirigió a la comisaría para hablar con el comandante Herrera. Comandante, necesito que interrogue otra vez a Eduardo Márquez.

Patricia encontró evidencia de que él tuvo contacto físico con mi hija. Herrera revisó el reporte forense. Esto cambia mucho las cosas. Si Eduardo estuvo presente durante los hechos y no cuando llegó después, como dice Sebastián, entonces él es igualmente responsable de la muerte. ¿Qué significa eso legalmente? que podría enfrentar cargos de homicidio, no solo de encubrimiento. El nuevo interrogatorio de Eduardo Márquez se programó para esa misma tarde.

Esta vez Carmen no solo observó, sino que solicitó hacer preguntas directas. Eduardo llegó más nervioso que en ocasiones anteriores. Su abogado, Armando Vega, parecía preocupado por los nuevos desarrollos. Licenciado Márquez, comenzó Herrera, tenemos evidencia forense que indica que usted tuvo contacto físico directo con Paloma Restrepo la noche de su muerte.

Eduardo palideció. Eso es imposible. Encontramos fibras de lana bajo las uñas de la víctima. Fibras que no corresponden a la ropa de su hijo ni de Fernando Castillo. Yo no estuve en esa fiesta. Carmen desde la sala de observación pidió permiso para entrar al interrogatorio. Herrera accedió. Eduardo Márquez, le dijo Carmen mirándolo directamente a los ojos.

Mi hija estuvo viva por dos horas después del golpe. Dos horas en las que pudo haber sido salvada si alguien hubiera llamado a una ambulancia. Yo no sabía eso. ¿Dónde estaba usted la noche del 23 de octubre entre las 11 de la noche y las 3 de la madrugada? Eduardo miró a su abogado en mi casa.

¿Alguien puede confirmarlo? Mi esposa, pero ella estaba dormida. Carmen continuó presionando. ¿Por qué hay fibras de su ropa bajo las uñas de mi hija si usted no estaba ahí? No sé, tal vez son fibras de otra persona. El comandante Herrera intervino. Licenciado, vamos a analizar toda su ropa de esa época.

Si encuentra las prendas que coinciden con las fibras, va a ser muy difícil explicar cómo llegaron ahí. Eduardo comenzó a transpirar visiblemente. Su abogado le susurró algo al oído. “Licenciado Márquez”, continuó Carmen. “Está usted diciéndonos que su hijo lo llamó a las 3 de la madrugada para contarle que había matado accidentalmente a una joven y usted inmediatamente decidió ayudarlo a esconder el cuerpo sin hacer preguntas.

Yo quería proteger a mi familia o usted ya sabía lo que había pasado porque estaba ahí.” Eduardo explotó. Yo no maté a esa muchacha. Nadie dice que la mató”, respondió Carmen calmadamente, “Pero usted estuvo presente cuando se estaba muriendo y no hizo nada para salvarla.” El silencio fue total.

Eduardo se había delatado implícitamente al admitir conocimiento de la muerte sin admitir presencia. Herrera aprovechó el momento. Eduardo, si estuvo presente, necesitamos saber exactamente qué pasó. Su versión actual no coincide con la evidencia forense. Eduardo miró a su abogado, quien le indicó que no respondiera, pero después de varios minutos comenzó a hablar. Sebastián me llamó inmediatamente después del accidente.

No esperó hasta las 3 de la madrugada. ¿A qué hora lo llamó? Como a las 12:30 de la noche. Carmen sintió una nueva ola de horror. Eduardo había estado involucrado desde el principio. ¿Qué le dijo por teléfono? Que había habido un accidente en la fiesta. que necesitaba ayuda urgente. ¿Y usted qué hizo? Fui inmediatamente a la casa.

¿Qué encontró cuando llegó? Eduardo tardó mucho en responder. Encontré a Paloma inconsciente en el jardín. Había mucha sangre. ¿Estaba viva? Sí, creo que sí. Carmen se levantó de su silla. ¿Usted vio a mi hija viva y no llamó a una ambulancia? Sebastián me suplicó que no lo hiciera. Dijo que arruinaría su futuro y el futuro de mi hija no importaba. Eduardo no respondió.

¿Qué pasó después? Continuó Herrera. Sebastián y Fernando ya la habían trasladado al carro. Yo solo lo seguía al terreno. Paloma seguía viva cuando llegaron al terreno. Sí, pero estaba muy mal. Respiraba con dificultad. Carmen tuvo que salir de la sala momentáneamente. Saber que su hija había estado agonizando mientras tres hombres debatían cómo protegerse era demasiado para procesar.

Cuando regresó, Eduardo estaba confesando más detalles. Traté de revisar si tenía pulso, por eso mis fibras aparecieron bajo sus uñas. Ella Ella trató de agarrarse de mi suéter. Paloma estaba consciente parcialmente. Movía los ojos, pero no podía hablar claramente.

¿Qué decidieron hacer? Sebastián insistía en que íbamos a llevarla al hospital en cuanto se estabilizara un poco, pero después de una hora ya no respondía. ¿Cuándo murió exactamente? Como a las 2 de la madrugada. Carmen gritó. Tuvieron 2 horas para salvarla. Dos horas. Eduardo finalmente mostró algo de remordimiento. Señora, no pasa un día sin que me arrepienta de esa decisión. Arrepentirse. Usted asesinó a mi hija por omisión.

El resto del interrogatorio reveló los detalles completos del encubrimiento. Eduardo había organizado todo. La compra de cal, la excavación profunda, la separación de evidencias, los sobornos a funcionarios. Todo había sido planeado meticulosamente para asegurar que nunca se descubriera la verdad.

Cuando salieron de la comisaría, Carmen se sentía físicamente enferma. Ahora sabía que su hija había muerto lentamente, consciente de que se estaba muriendo, mientras sus asesinos decidían cómo proteger sus propias vidas. Rodrigo le dijo esa noche, voy a dedicar el resto de mi vida a asegurar que esos tres criminales paguen por lo que hicieron. Carmen, ya están detenidos. Van a ir a juicio. No es suficiente.

Quiero que todo México sepa qué clase de monstruos son. Quiero que nunca puedan vivir en paz. Carmen había tomado la decisión de hacer público cada detalle del caso. Su hija había muerto por el clasismo, el machismo y la corrupción. Era hora de que la sociedad mexicana enfrentara esas realidades.

Dos semanas después de la confesión completa de Eduardo Márquez, Carmen tomó la decisión de romper su silencio mediático. Aceptó una entrevista exclusiva con el programa Ventaneando de TV Azteca, conducido por Paatti Chapoy, y otra con Hoy de Televisa. La entrevista con Patti Chapoy fue transmitida un martes por la noche y causó indignación nacional.

Carmen, vestida completamente de negro y sosteniendo una fotografía de paloma, relató cada detalle horrible del caso. “Paty”, le dijo Carmen con voz firme pero quebrada, “quiero que todo México sepa que mi hija murió porque un niño rico no aceptó que lo rechazara y porque su familia tenía suficiente dinero para comprar la justicia.

Carmen, ¿cómo te sientes sabiendo que Paloma pudo haberse salvado? Siento una rabia que no puedo describir. Durante dos horas, tres hombres adultos vieron morir a mi niña y no hicieron nada para salvarla. La trataron como si fuera basura. La entrevista fue vista por más de 12 millones de personas. Las redes sociales explotaron con mensajes de apoyo para Carmen y de repudio hacia los Márques. El hashtag justicia para Paloma se volvió tendencia nacional.

Celebrities mexicanas comenzaron a pronunciarse. Yolanda Andrade escribió en Twitter, “El clasismo mata. ¿Cuántas palomas más tienen que morir para que México despierte?” Adela Micha dedicó un segmento completo de su programa de radio al caso, invitando a criminólogos y especialistas en violencia de género para analizar el patrón de comportamiento de Sebastián Márquez.

Este caso, dijo el criminólogo Roberto Hernández Valdés en el programa, representa todo lo que está mal en México, violencia machista, impunidad para los ricos y corrupción institucional, pero la atención mediática también trajo consecuencias inesperadas. Los abogados defensores de los Márquez comenzaron una campaña para desprestigiar a Carmen y a su familia.

El licenciado Armando Vega dio una conferencia de prensa donde declaró, “La familia Restrepo está aprovechando la tragedia para ganar dinero con entrevistas y posibles demandas millonarias.” Carmen respondió inmediatamente, “Nosotros no hemos recibido ni un peso por ninguna entrevista y no queremos dinero, queremos justicia.” La estrategia de los defensores era clara.

convertir a los Márquez en víctimas de una casa de brujas mediática y a los restrepo en oportunistas que explotaban la muerte de su propia hija. Durante este periodo surgieron revelaciones adicionales que complicaron aún más el caso. Andrea Moreno Silva, la compañera de universidad que había testificado sobre la discusión entre Sebastián y Paloma, confesó que había más información que no había revelado.

Comandante, le dijo a Herrera en una nueva declaración. Sebastián había estado acosando a Paloma durante meses antes de la fiesta. ¿Qué tipo de acoso? La seguía después de clases, aparecía en lugares donde ella iba a estudiar, le mandaba regalos caros que ella no quería. Paloma se sentía amenazada.

Sí, me dijo varias veces que Sebastián no entendía que ella no estaba interesada, que a veces la hacía sentir incómoda la forma en que la miraba. Carmen se sintió devastada al saber que su hija había estado siendo acosada y nunca se lo había contado a ella y a Rodrigo.

¿Por qué Paloma no nos dijo nada? le preguntó a Andrea, porque Sebastián venía de una familia importante. Paloma tenía miedo de que si se quejaba, pudieran afectar a su papá en su negocio. Guadalajara es una ciudad chica y los marques tienen muchas conexiones. Estas revelaciones llevaron a que la Fiscalía de Jalisco agregara cargos de acoso sexual a la acusación contra Sebastián.

También se ordenó una investigación sobre otros posibles casos de acoso por parte de Sebastián. Durante sus años universitarios. La investigación reveló un patrón perturbador. Tres estudiantes más de la Universidad Autónoma de Guadalajara dieron testimonio de que Sebastián las había acosado de manera similar. Una de ellas, Mónica Vega Santana, reveló que Sebastián había tratado de agredirla sexualmente en una fiesta un año antes del caso de Paloma. ¿Por qué no denunciaste en su momento? Le preguntó el comandante Herrera.

Por la misma razón que Paloma no se quejó del acoso, respondió Mónica, porque la familia Márquez tiene poder. Mi papá trabajaba para una empresa que tenía negocios con la firma legal de Eduardo Márquez. Si yo denunciaba, mi familia habría sufrido las consecuencias.

Carmen se dio cuenta de que el caso de su hija no era un incidente aislado, sino parte de un patrón de abuso sistemático protegido por el poder económico y social. Durante este periodo también emergió información sobre la red de corrupción que Eduardo Márquez había construido a lo largo de los años.

La Procuraduría General de la República abrió una investigación federal sobre sobornos en el sistema judicial de Jalisco. Los registros financieros de Eduardo revelaron pagos regulares a más de 20 funcionarios públicos durante la década de 1990. Jueces, comandantes de policía, fiscales y hasta algunos políticos locales habían recibido dinero de Eduardo a cambio de favores legales.

Este hombre, declaró el procurador federal Juan Carlos Ramírez Abundis, había convertido la corrupción en un sistema de negocios. El caso de Paloma Restrepo fue solo la punta del iceberg. La presión social llegó a niveles sin precedentes cuando el caso fue presentado en el programa Aquí nos tocó vivir de Giselle Blond.

Carmen apareció junto con otras madres mexicanas que habían perdido a sus hijas por violencia machista. “Este no es solo el caso de Paloma,” declaró Carmen en el programa. Es el caso de todas las mujeres mexicanas que han sido asesinadas por hombres que creen que pueden hacer lo que quieran con nuestros cuerpos.

El programa generó una ola de protestas en todo México. Grupos feministas organizaron marchas en la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey y otras ciudades principales, exigiendo justicia para Paloma y reformas al sistema judicial. Una de las protestas más grandes se realizó frente a la catedral de Guadalajara, donde más de 5,000 personas se reunieron llevando fotografías de Paloma y otras víctimas de feminicidio, ni una más.

Ni una más, gritaba la multitud mientras Carmen hablaba desde el templete instalado para la ocasión. “Mi hija no va a haber muerto en vano”, declaró Carmen ante la multitud. “Su muerte va a servir para que otras familias no pasen por lo que nosotros hemos pasado.” La presión social tuvo efectos tangibles en el sistema legal.

El gobernador de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña, prometió una revisión completa del sistema judicial estatal. y la creación de protocolos especiales para casos de violencia contra mujeres. El caso de Paloma Restrepo, declaró el gobernador en una conferencia de prensa, nos ha mostrado las fallas graves en nuestro sistema de justicia.

Vamos a implementar reformas para asegurar que nunca más el poder económico pueda comprar la impunidad. Pero las familias poderosas como los Márquez no se quedaron sin respuesta. contrataron a la empresa de relaciones públicas más cara de México para lanzar una campaña de desprestigio contra Carmen y el movimiento social que había surgido alrededor del caso.

Comenzaron a circular rumores de que Carmen había rechazado ofertas de dinero de los Márquez, que estaba siendo manipulada por grupos feministas radicales y que estaba explotando comercialmente la muerte de su hija. Carmen tuvo que enfrentar no solo el dolor de la pérdida de Paloma, sino también una guerra mediática diseñada para desacreditar su búsqueda de justicia.

Rodrigo le dijo una noche después de recibir amenazas anónimas por teléfono, “¿Crees que estamos haciendo lo correcto o deberíamos aceptar la justicia que nos denar de seguir adelante?” Carmen le respondió su esposo, “si nosotros no luchamos por paloma, nadie más lo va a hacer. Esa familia mató a nuestra hija y compró su libertad durante 2 años. No podemos permitir que salgan impunes.

Carmen sabía que Rodrigo tenía razón. La lucha por la justicia apenas estaba comenzando y las fuerzas poderosas que habían protegido a los marques durante dos años no iban a rendirse fácilmente. Pero también sabía que ahora tenían algo que no habían tenido antes, el apoyo de millones de mexicanos que habían visto en la historia de Paloma un reflejo de la injusticia sistémica que afectaba a todo el país.

El juicio contra Sebastián y Eduardo Márquez comenzó el 15 de enero de 2002. 5co meses después del descubrimiento del cuerpo de Paloma, el Tribunal Superior de Justicia de Jalisco asignó el caso al juez Roberto Figueroa Castañeda, conocido por su incorruptibilidad y su historial de sentencias severas en casos de violencia contra mujeres. Carmen y Rodrigo llegaron al tribunal acompañados por el abogado que habían contratado con los ahorros de toda su vida.

El licenciado Carlos Mendoza Herrera, especialista en derechos humanos y hermano del comandante Miguel Herrera. La sala del tribunal estaba abarrotada. Más de 100 periodistas de todo México y varios países latinoamericanos habían solicitado acreditación para cubrir lo que ya se conocía como el juicio del siglo en Jalisco. Los acusados llegaron por separado.

Sebastián, ahora de 23 años, había perdido mucho peso durante su encarcelamiento. Su cabello rubio había crecido y se veía pálido y demacrado. Eduardo, de 57 años, mantenía su porte elegante, pero se notaba la tensión en su rostro. La defensa estaba encabezada por un equipo de cinco abogados dirigidos por Armando Vega Contreras, quien había traído refuerzos de la Ciudad de México, los penalistas más caros del país.

El fiscal del caso, licenciado Jorge Martínez Saldaña, presentó los cargos formales contra Sebastián Márquez Heredia, homicidio culposo agravado, tentativa de violación, acoso sexual y ocultación de cadáver. Contra Eduardo Márquez Villalobos, homicidio por omisión, ocultación de cadáver, soborno a funcionarios públicos y obstrucción a la justicia.

Las audiencias preliminares duraron 3 días. Durante este tiempo se presentaron todas las evidencias físicas. El vestido rosa descolorido de paloma, la pulsera de plata con sus iniciales, los aretes de perlas, las fibras encontradas bajo sus uñas y las fotografías del sitio donde fue encontrado el cuerpo. Carmen observaba desde la galería pública, sosteniendo siempre una fotografía de paloma tomada el día de su cumpleaños número 19.

Cada vez que veía las pertenencias de su hija presentadas como evidencia, sentía como si le arrancaran el corazón. El primer testimonio crucial fue el de Fernando Castillo Ruiz, quien había aceptado un acuerdo con la fiscalía para reducir su sentencia a cambio de cooperar completamente. “Fernando”, le preguntó el fiscal Martínez, “cuéntele al tribunal exactamente qué vio la noche del 23 de octubre de 1999.

” Fernando, ahora de 24 años, se veía nervioso, pero determinado. Había pasado 8 meses en prisión preventiva y eso lo había cambiado profundamente. Vi a Sebastián Márquez intentar besar a la fuerza a Paloma Alejandra Restrepo en el jardín de su casa. Cuando ella lo rechazó y trató de alejarse, él la agarró violentamente del brazo. ¿Qué pasó después? Paloma trató de liberarse.

Durante el forcejeo, ella se tambaleó hacia atrás y su cabeza golpeó contra la fuente de piedra que estaba en el jardín. Carmen cerró los ojos al escuchar por primera vez en un tribunal oficial cómo había muerto su hija. ¿Qué hizo usted cuando vio el accidente? Me quedé paralizado. Había mucha sangre. Paloma estaba inconsciente.

¿Qué hizo Sebastián? Entró en pánico. Se arrodilló junto a ella. Trataba de despertarla. Después me gritó que lo ayudara. ¿Sirió alguien llamar a una ambulancia? No. Sebastián dijo inmediatamente que si hacíamos eso él iba a la cárcel. El fiscal continuó. ¿En qué momento se involucró Eduardo Márquez? Sebastián lo llamó como 15 minutos después del accidente.

Le dijo que necesitaba ayuda urgente. ¿Cuánto tiempo tardó Eduardo en llegar? Como media hora. Cuando llegó Paloma todavía estaba viva. Carmen se incorporó en su asiento. Cada vez que escuchaba que su hija había estado viva y pudo haber sido salvada, sentía una nueva puñalada de dolor. ¿Qué hizo Eduardo cuando vio a Paloma? Revisó si tenía pulso. Después habló en privado con Sebastián por varios minutos.

¿Qué decidieron? Eduardo dijo que teníamos que llevarla a un lugar seguro hasta que despertara, que no podíamos arriesgar el futuro de Sebastián. ¿Usted estuvo de acuerdo con esa decisión? Fernando tardó en responder. Yo era muy joven. Estaba asustado. Eduardo era un abogado importante. Pensé que sabía lo que hacía.

Paloma seguía viva cuando la trasladaron al terreno en la colonia Providencia. Sí, respiraba con dificultad, pero estaba viva. ¿Cuánto tiempo estuvo viva después de llegar al terreno? Como hora y media, Eduardo y Sebastián discutían qué hacer. Yo solo observaba en qué momento murió Paloma. Fernando comenzó a llorar. Dejó de respirar como a las 2 de la madrugada. Eduardo revisó su pulso y dijo que ya no había nada que hacer.

¿Qué decidieron hacer con el cuerpo? Eduardo dijo que teníamos que hacer que desapareciera para siempre, que nadie podía saber nunca había pasado. El testimonio de Fernando duró todo el primer día del juicio. Durante el contrainterrogatorio, la defensa trató de desacreditar su versión. sugiriendo que había inventado detalles para reducir su propia culpabilidad.

“Fernando”, le preguntó Armando Vega, “¿No es cierto que usted también intentó agredir sexualmente a Paloma esa noche?” “No, eso es falso. ¿No es cierto que usted participó activamente en ocultar el cuerpo para protegerse a sí mismo? Participé, pero bajo la presión de Eduardo Márquez.

Él nos amenazó con destruir nuestras vidas si no cooperábamos. ¿Qué evidencia tiene de esas amenazas? Eduardo me dio 50,000 pesos después del entierro. Dijo que era para asegurar mi silencio. Este detalle era nuevo. El fiscal Martínez pidió un receso para investigar el soborno que Fernando había mencionado. Durante el receso, Carmen se acercó a Fernando en los pasillos del tribunal.

Fernando, le dijo, “¿Por qué no nos dijiste antes el dinero?” Fernando se veía avergonzado porque sabía que me hacía ver como un cómplice completo, pero ya no puedo vivir con esto. ¿Qué hiciste con el dinero? Lo guardé, nunca lo gasté. Cada vez que lo veía recordaba lo que habíamos hecho. Carmen se sintió parcialmente satisfecha. Aunque Fernando había participado en el encubrimiento, al menos ahora estaba cooperando completamente con la justicia.

El segundo día del juicio presentó el testimonio más devastador, el de Sebastián Márquez Heredia. Sebastián había decidido testificar en su propia defensa contra el consejo de sus abogados. Cuando subió al estrado se veía frágil y nervioso. “Sastián, le preguntó su propio abogado. ¿Usted tenía la intención de lastimar a Paloma Restrepo?” “No, nunca quise lastimarla.

Yo yo estaba enamorado de ella. ¿Qué pasó esa noche? Había bebido mucho. Cuando intenté besarla y ella me rechazó, me sentí humillado. Reaccioné mal. ¿Intentó usted violarla? No, nunca tuve esa intención. Solo quería que me escuchara. Carmen sintió repulsión al escuchar a Sebastián minimizar su agresión como un malentendido romántico.

Durante el contrainterrogatorio, el fiscal Martínez fue implacable. Sebastián, usted había estado acosando a Paloma durante meses antes de esa noche, ¿correcto? No era acoso. Yo trataba de ganar su afecto. Siguiéndola después de clases, solo coincidíamos en los mismos lugares enviándole regalos después de que ella le había dicho que no estaba interesada. Pensé que si veía que yo era serio en mis intenciones.

Sebastián, ¿usted entiende que cuando una mujer dice no significa no? Sebastián tardó mucho en responder. Ahora sí lo entiendo, pero no lo entendía esa noche. Estaba borracho. No pensaba claramente cuántas copas había bebido. No recuerdo exactamente. El fiscal presentó testimonio de otros invitados a la fiesta que confirmaron que Sebastián había estado bebiendo constantemente durante toda la noche, pero que no parecía tan intoxicado como para no saber lo que hacía.

Sebastián, después del accidente usted tomó la decisión consciente de no llamar a una ambulancia. ¿Correcto? Estaba asustado. Asustado de ir a la cárcel. Sí. Era más importante evitar ir a la cárcel que salvar la vida de Paloma. No, yo pensé que ella iba a estar bien. Durante dos horas que estuvo agonizando en ese terreno.

Usted pensó que iba a estar bien. Sebastián comenzó a llorar. No sabía qué hacer. ¿Sabía que Paloma tenía padres que la estaban esperando en casa? Sí, sabía que ellos se iban a volver locos de preocupación cuando no regresara. No pensé en eso. ¿En qué pensaba usted? En que mi vida se iba a arruinar. Carmen tuvo que salir de la sala.

Escuchar a Sebastián hablar sobre su vida arruinada mientras su hija había muerto por sus acciones era más de lo que podía soportar. El testimonio de Sebastián continuó durante todo el segundo día. Al final había admitido prácticamente todos los elementos del crimen, aunque siempre tratando de minimizar su culpabilidad y responsabilidad. El tercer día fue el turno de Eduardo Márquez Villalobos. Su testimonio fue aún más revelador y perturbador que el de su hijo.

Eduardo mantuvo una actitud desafiante desde el principio. “Licenciado Márquez”, le preguntó el fiscal Martínez, “¿Usted sabía que Paloma Restrepo estaba viva cuando llegó al lugar de los hechos?” “Sí. y lo sabía. ¿Por qué no llamó inmediatamente a una ambulancia? Porque evalué la situación y determiné que era mejor trasladarla a un lugar donde pudiera recibir atención médica privada. Carmen casi gritó desde la galería.

El cinismo de Eduardo era inhumano. Qué atención médica privada. Usted la llevó a un terreno valdío. La idea inicial era estabilizarla y después buscar ayuda médica discreta. Ayuda médica discreta. ¿Para qué? para evitar un escándalo innecesario que afectara a ambas familias. El fiscal consultó sus notas. Licenciado Márquez, usted es abogado con más de 20 años de experiencia.

¿Sabía que era obligatorio reportar un accidente con lesiones graves? Sí, lo sabía. Sabía que trasladar a una víctima lesionada sin proporcionar atención médica constituye un delito. Sabía que era un área gris legal. Área gris. Una joven se estaba muriendo y usted eligió proteger a su hijo en lugar de salvarle la vida.

Eduardo finalmente mostró algo de emoción. Yo no sabía que se iba a morir. Pensé que era solo una conmoción cerebral. ¿Usted tiene entrenamiento médico para hacer ese diagnóstico? No. ¿Por qué no dejó que un médico real hiciera ese diagnóstico? Eduardo se quedó callado. El fiscal continuó presionando. Licenciado Márquez, después de que Paloma murió, usted organizó sistemáticamente el encubrimiento del crimen. ¿Correcto? Traté de proteger a mi familia de las consecuencias de un accidente trágico.

Compró cal para acelerar la descomposición del cuerpo. Sí. Se excavó una fosa profunda para esconder el cadáver. Sí. ¿Sepó pertenencias de paloma para enterrarlas en diferentes lugares? Sí, sobornó a funcionarios públicos para obstruir la investigación. Eduardo miró a sus abogados. Me acojo a mi derecho de no autoincriminarme en ese aspecto.

Amenazó a Fernando Castillo para asegurar su silencio. Le ofrecí apoyo financiero durante un momento difícil. 50,000 pesos no es un soborno, era una ayuda familiar. Fernando Castillo es familia suya. No, pero licenciado Márquez, interrumpió el fiscal, durante dos años usted permitió que los padres de Paloma vivieran en la incertidumbre, sin saber si su hija estaba viva o muerta.

¿Cómo justifica eso? Eduardo finalmente pareció quebrarse. No puedo justificarlo. Fue la decisión más difícil de mi vida. Pero la tomó. Sí, la tomé. El contrainterrogatorio de Eduardo por parte de sus propios abogados fue un intento desesperado de presentarlo como un padre que había tomado decisiones terribles bajo presión extrema, pero el daño ya estaba hecho.

Durante los días siguientes se presentaron los testimonios de los funcionarios sobornados. El excomandante Jesús Moreno Vega y el juez Octavio Ramos Delgado confesaron haber recibido dinero de Eduardo a cambio de obstaculizar la investigación inicial. Eduardo Márquez me ofreció 200,000 pesos testificó Moreno Vega a cambio de cerrar la investigación rápidamente y clasificar el caso como desaparición voluntaria.

¿Usted sabía que Paloma había sido asesinada? No sabía los detalles, pero Eduardo me insinuó que había información que no debía salir a la luz. ¿Por qué aceptó el soborno? Moreno se veía avergonzado. Porque necesitaba el dinero. Mi hija estaba enferma y necesitaba una operación cara.

Carmen sintió una mezcla de compasión y rabia hacia Moreno. Entendía la desesperación de un padre, pero no podía perdonar que hubiera permitido que ella y Rodrigo sufrieran 2 años de incertidumbre. El testimonio del juez Ramos fue igualmente devastador. Reveló como Eduardo había creado toda una red de corrupción que abarcaba múltiples casos a lo largo de los años.

Eduardo Márquez, testificó Ramos, me pagaba regularmente para favorecer a sus clientes en casos civiles y penales. El caso de Paloma Restrepo fue solo uno de muchos donde intervino para obstruir la justicia. Los testimonios de las víctimas de acoso previo de Sebastián también fueron presentados. Mónica Vega Santana relató cómo Sebastián había intentado agredirla sexualmente un año antes del caso de Paloma.

Sebastián me invitó a su casa para un trabajo de la universidad, testificó Mónica. Cuando llegué no había nadie más. Trató de besarme a la fuerza y cuando me resistí se puso violento. ¿Qué hizo usted? Logré escapar, pero después me amenazó con arruinar mi reputación en la universidad si contaba lo que había pasado. ¿Por qué no denunció en ese momento? Porque mi padre trabajaba para una empresa que tenía contratos con la firma legal de Eduardo Márquez. Tenía miedo de las represalias.

Otros testimonios similares establecieron un patrón claro. Sebastián había sido un depredador sexual protegido por el poder y las conexiones de su familia. El momento más emotivo del juicio llegó cuando Carmen fue llamada a testificar. Había esperado este momento durante meses. “Señora Restrepo”, le preguntó suavemente el fiscal Martínez. “cuéntele al tribunal cómo era su hija Paloma.

” Carmen respiró profundamente y miró directamente a Sebastián y Eduardo. Paloma era una joven brillante, trabajadora, con toda la vida por delante. Estudiaba administración de empresas porque quería ayudar a mejorar el negocio familiar. Era generosa, alegre, siempre ayudaba a los demás. Cómo cambió su vida después de su desaparición.

Dejamos de vivir durante dos años. Cada día fue una tortura, sin saber si estaba viva, si necesitaba ayuda, si iba a regresar a casa. Carmen se dirigió directamente a los acusados. Ustedes sabían exactamente dónde estaba mi hija. Sabían que estaba muerta, pero nos dejaron sufrir. Nos dejaron con falsas esperanzas.

¿Qué representa este juicio para usted? representa la oportunidad de que Paloma finalmente descanse en paz y de que otras familias no pasen por lo que nosotros pasamos. ¿Qué quiere que le pase a los acusados? Carmen miró fijamente a Eduardo y Sebastián. Quiero que paguen por lo que hicieron. No solo por matar a mi hija, sino por robarnos 2 años de duelo. Por comprometer todo el sistema de justicia.

por demostrar que en México el dinero vale más que la vida de una joven inocente. El testimonio de Carmen duró 3 horas. Al final no había una sola persona en el tribunal que no estuviera emocionada. Durante el contrainterrogatorio, la defensa trató de hacer que Carmen admitiera que buscaba venganza en lugar de justicia, pero ella se mantuvo firme. “No busco venganza”, declaró Carmen.

“Busco que se haga justicia, que estos criminales no puedan lastimar a ninguna otra familia.” Los alegatos finales comenzaron el décimo día del juicio. El fiscal Martínez presentó un resumen devastador de la evidencia. Honorable juez, este caso representa todo lo que está mal en nuestro sistema social.

Un joven rico que se consideraba con derecho al cuerpo de una mujer, un padre que antepuso los privilegios de clase a la vida humana y un sistema de corrupción que permitió que estos crímenes quedaran impunes durante dos años. La defensa argumentó que Sebastián era culpable solo de homicidio culposo, no intencional, y que Eduardo había actuado como cualquier padre desesperado tratando de proteger a su hijo.

“Mi cliente”, argumentó Armando Vega, cometió errores terribles de juicio, pero no es un asesino intencional, es un joven que bebió demasiado y reaccionó mal al rechazo. Carmen casi vomitó al escuchar esta minimización del asesinato de su hija. El juez Roberto Figueroa se retiró a deliberar el 2 de febrero de 2002.

La espera del veredicto duró 4 días que se sintieron como años para Carmen y Rodrigo. El 6 de febrero de 2002, la sala del tribunal estaba más abarrotada que nunca. Representantes de organizaciones de derechos humanos, grupos feministas, medios de comunicación nacionales e internacionales y cientos de ciudadanos que habían seguido el caso, se congregaron para escuchar el veredicto.

Carmen y Rodrigo llegaron temprano, acompañados por su abogado Carlos Mendoza y por Patricia Herrera, quien había sido fundamental en la investigación forense. Carmen llevaba el mismo vestido negro que había usado durante todo el juicio y la fotografía de paloma que nunca soltaba. Los acusados llegaron separadamente. Sebastián se veía demacrado y nervioso.

Eduardo mantenía su compostura, pero se notaba la tensión en su mandíbula apretada. El juez Roberto Figueroa entró a la sala a las 10:0 am exactas. El silencio era total. En el caso del estado de Jalisco, contra Sebastián Márquez Heredia y Eduardo Márquez Villalobos, comenzó el juez con voz firme, he llegado a las siguientes conclusiones.

En cuanto a Sebastián Márquez Heredia, culpable de homicidio culposo, agravado por la relación de confianza con la víctima, culpable de tentativa de violación, culpable de acoso sexual continuado, culpable de ocultación de cadáver. Carmen sintió que las piernas le temblaban. Rodrigo la sostuvo del brazo.

En cuanto a Eduardo Márquez Villalobos, culpable de homicidio por omisión de socorro, culpable de ocultación de cadáver, culpable de soborno a funcionarios públicos, culpable de obstrucción a la justicia. La sala explotó en aplausos. Carmen comenzó a llorar, pero por primera vez en dos años eran lágrimas de alivio. El juez continuó con las sentencias.

Sebastián Márquez Heredia, 25 años de prisión, sin posibilidad de libertad condicional antes de cumplir 18 años de la sentencia. Eduardo Márquez Villalobos, 30 años de prisión, sin posibilidad de libertad condicional antes de cumplir 25 años de la sentencia. Además, ordeno la reparación del daño por la cantidad de 2 millones de pesos para la familia Restrepo más una pensión mensual de 10,000 pesos durante 20 años. Carmen se desplomó en su silla soyloosando.

Después de dos años de lucha, finalmente se había hecho justicia. Pero las sorpresas no habían terminado. El juez Figueroa continuó. Debido a la naturaleza sistemática de la corrupción revelada en este caso, ordeno que se remita copia completa del expediente a la Procuraduría General de la República para que investigue a todos los funcionarios que puedan haber participado en la red de sobornos del licenciado Eduardo Márquez.

Asimismo, ordeno que se investigue la Universidad Autónoma de Guadalajara por su negligencia en proteger a las estudiantes del acoso sistemático perpetrado por Sebastián Márquez. Los abogados defensores inmediatamente anunciaron que apelarían las sentencias, pero Carmen sabía que habían ganado la batalla más importante.

Fuera del tribunal, Carmen se dirigió a los cientos de personas que esperaban el veredicto. “Hoy se hizo justicia para Paloma”, declaró con voz firme. “Pero esta victoria no es solo nuestra, es de todas las mujeres mexicanas que han sido víctimas de violencia machista y corrupción.

Quiero agradecer a todos los que nos apoyaron en esta lucha, a los medios de comunicación honestos, a las organizaciones feministas, a los ciudadanos que marcharon por Paloma y especialmente al comandante Miguel Herrera y a su hermana Patricia, sin quienes nunca habríamos llegado a la verdad. Pero también quiero decir que nuestra lucha no termina aquí.

Vamos a seguir vigilando que estas sentencias se cumplan y vamos a trabajar para que ninguna otra familia pase por lo que nosotros pasamos. La conferencia de prensa fue transmitida en vivo por todas las cadenas nacionales. El caso había trascendido las fronteras de México y medios internacionales como CNN en español, Univisión y BBC Mundo cubrieron el veredicto. En los días siguientes al juicio, se revelaron más consecuencias del caso.

La Universidad Autónoma de Guadalajara anunció la implementación de protocolos estrictos contra el acoso sexual y la creación de una oficina especial para atender denuncias de estudiantes. El gobernador de Jalisco firmó la ley paloma Restrepo, que endurecía las penas por feminicidio y establecía protocolos especiales para investigar casos de mujeres desaparecidas.

La Procuraduría General de la República abrió investigaciones federales contra más de 20 funcionarios públicos que habían recibido sobornos de Eduardo Márquez, pero quizás el cambio más significativo fue social. El caso de Paloma había despertado una conciencia nacional sobre la violencia machista y la impunidad de los poderosos.

Tres semanas después del veredicto, Carmen recibió una visita inesperada en su casa. Isabel Mendoza Salinas, la exnovia de Sebastián. Señora Carmen, le dijo Isabel con lágrimas en los ojos, vengo a pedirle perdón. Perdón. ¿Por qué, hija? Por no haber dicho nada antes. Durante dos años supe que Sebastián ocultaba algo, pero no quise investigar. Carmen la invitó a pasar. Isabel le contó detalles que no había revelado durante el juicio.

Sebastián tenía pesadillas terribles. Hablaba dormido sobre sangre, sobre tierra, sobre princesas muertas. Yo le preguntaba qué significaban esos sueños, pero él siempre cambiaba el tema. ¿Por qué no insiste, porque tenía miedo de lo que pudiera descubrir. Y porque Sebastián me había amenazado sutilmente.

Me dijo que si alguna vez lo traicionaba, su familia podría arruinar la mía. Carmen entendió el miedo de Isabel. Había aprendido que los márques habían usado la intimidación y el poder económico para silenciar a muchas personas durante años. Isabel, ¿qué vas a hacer ahora? Voy a estudiar derecho. Quiero especializarme en defender a mujeres víctimas de violencia. Quiero que la muerte de Paloma sirva para algo. Carmen se sintió conmovida.

De la tragedia de su hija estaba surgiendo una nueva generación de jóvenes comprometidos con la justicia. Dos meses después del juicio, Carmen y Rodrigo tomaron una decisión importante, crear la Fundación Paloma Restrepo para apoyar a familias de mujeres desaparecidas y promover la educación sobre violencia de género.

Rodrigo le dijo Carmen mientras organizaban los documentos legales de la fundación. Creo que Paloma estaría orgullosa de lo que estamos haciendo. Sí, Carmen, nuestra niña no murió en vano. La fundación comenzó a operar en una pequeña oficina donada por simpatizantes del caso.

Su primer proyecto fue crear un protocolo de búsqueda inmediata para mujeres jóvenes desaparecidas, evitando los retrasos burocráticos que habían permitido que se perdieran pistas cruciales. En el caso de Paloma también establecieron un programa de becas para estudiantes de familias. de escasos recursos, especialmente mujeres jóvenes que quisieran estudiar carreras relacionadas con la justicia.

El primer aniversario de la sentencia, Carmen organizó una ceremonia en el jardín de la casa donde había sido la fiesta fatal. Los nuevos propietarios, una familia que había conocido la historia, permitieron que se instalara una placa conmemorativa. “En este lugar murió Paloma Alejandra Restrepo Morales”, decía la placa, “Víctima de violencia machista y corrupción.

Su memoria nos compromete a construir un México más justo para todas las mujeres.” La ceremonia fue íntima. Solo Carmen, Rodrigo, algunos familiares y las personas que habían sido clave en la búsqueda de justicia. Andrea Moreno Silva, quien ahora estudiaba criminología, leyó un poema dedicado a Paloma. Fernando Castillo, quien había cumplido su sentencia reducida de 2 años, también asistió.

Se había convertido en activista contra la violencia de género y trabajaba con la fundación. Señora Carmen”, le dijo Fernando después de la ceremonia, “no pasa un día sin que piense en lo que podría haber sido diferente si yo hubiera tenido el valor de hacer lo correcto esa noche.” Fernando, lo importante es que finalmente dijiste la verdad. Eso nos ayudó a hacer justicia para Paloma.

Quiero dedicar el resto de mi vida a honrar su memoria, a asegurar que otras familias no pasen por lo que ustedes pasaron. Carmen había aprendido a perdonar a Fernando. A diferencia de los márques, él había mostrado remordimiento genuino y había trabajado activamente para reparar el daño causado. 3 años después del juicio, Carmen recibió noticias de que Sebastián había intentado suicidarse en prisión. Había sido internado en el hospital penitenciario, pero había sobrevivido.

¿Cómo te sientes al saber eso?, le preguntó Rodrigo. Carmen reflexionó antes de responder. No siento alegría, pero tampoco compasión. Sebastián está vivo, que es más de lo que puede decir nuestra hija. Si quiere redimirse, que use su tiempo en prisión para reflexionar sobre el daño que causó.

Eduardo, por su parte, había mantenido una actitud desafiante en prisión. Sus abogados habían presentado múltiples apelaciones, todas rechazadas. También había intentado sobornar a guardias penitenciarios para obtener privilegios especiales, lo que le había resultado en cargos adicionales. “Esa familia nunca va a cambiar”, observó Rodrigo.

“Creen que las reglas no se aplican a ellos. Por eso es tan importante que las sentencias se cumplan completamente”, respondió Carmen, “para demostrar que la justicia es para todos, ricos y pobres.” En 2005, tres años después del juicio, Carmen fue invitada a dar una conferencia en la Universidad Nacional Autónoma de México sobre violencia de género y acceso a la justicia.

El caso de mi hija Paloma, les dijo a los estudiantes, nos enseñó que la violencia contra las mujeres no es solo un problema individual, es un problema social que requiere cambios estructurales. Aprendimos que cuando los poderosos pueden comprar la impunidad, todas las mujeres estamos en peligro. Pero también aprendimos que cuando la sociedad se une y exige justicia, sí se pueden lograr cambios.

Al final de la conferencia, una estudiante le preguntó, “Señora Restrepo, ¿cree que el sacrificio de Paloma valió la pena por los cambios que se lograron?” Carmen tardó mucho en responder. “Ningún cambio social vale la vida de mi hija, pero ya que ella murió, al menos queremos asegurar que su muerte sirva para proteger a otras mujeres.” Paloma tenía planes, sueños, una vida completa por delante.

Nada puede compensar esa pérdida. Pero si su historia puede salvar aunque sea una vida, entonces habremos cumplido con ella. Esa noche, Carmen soñó con Paloma por primera vez en años. En el sueño, su hija le sonreía y le decía, “Estoy orgullosa de ti, mamá. Hiciste lo correcto.” Carmen despertó sintiéndose en paz. Después de años de lucha, finalmente sentía que había honrado la memoria de su hija de la manera correcta.

Agosto de 2025, 26 años después del asesinato, Carmen Restrepo Vázquez, ahora de 68 años, se levantó temprano como todos los días durante los últimos 26 años. Su cabello era completamente canoso y las arrugas marcaban su rostro, pero sus ojos conservaban la misma determinación que había mostrado durante la búsqueda de justicia para su hija.

Rodrigo había muerto 4 años atrás, víctima de un infarto. El estrés de los años de lucha, sumado al dolor de la pérdida de paloma, había cobrado su precio en su salud, pero había muerto sabiendo que habían logrado justicia para su hija. Carmen se dirigió como cada mañana a las oficinas de la Fundación Paloma Restrepo, que ahora ocupaba un edificio completo en el centro de Guadalajara.

Durante 23 años, la fundación había ayudado a más de 15 familias de mujeres desaparecidas, había logrado cambios legislativos importantes y había establecido el protocolo nacional de búsqueda inmediata que llevaba el nombre de Paloma. Buenos días, señora Carmen. La saludó María Elena Vázquez Romero, directora ejecutiva de la Fundación y Criminóloga Especializada en casos de mujeres desaparecidas. Buenos días, María Elena.

¿Cómo van los casos nuevos? Tenemos tres casos urgentes esta semana, dos en Jalisco y uno en Michoacán. Ya activamos los protocolos de búsqueda inmediata. Carmen revisó los expedientes. Durante todos estos años había aprendido a leer entre líneas en los casos de desaparición, a identificar los patrones que indicaban violencia machista versus otros tipos de desaparición.

Este caso de Michoacán, observó Carmen señalando el expediente, tiene características similares al de Paloma. Coven universitaria, fiesta con conocidos, desaparición después de rechazar avances románticos. Exacto. Por eso lo marcamos como prioridad máxima. La oficina de Carmen estaba llena de fotografías, paloma en diferentes etapas de su vida, pero también cientos de otras jóvenes que habían desaparecido y cuyos casos la fundación había ayudado a resolver.

Algunas habían sido encontradas vivas, otras no, pero todas tenían familias que merecían saber la verdad. En la pared principal colgaba una fotografía ampliada de paloma en su vestido rosa de princesa tomada en su cumpleaños número 19. Debajo una placa con su frase favorita, “La justicia no es venganza, es memoria activa.” Esa mañana Carmen tenía una cita especial.

Isabel Mendoza Salinas. Ahora, licenciada Isabel Mendoza Herrera después de casarse con Carlos, el hijo del comandante Miguel Herrera, venía a presentar su nuevo libro Cómplices del silencio, Cómo la sociedad mexicana permite la violencia machista. Isabel, ahora de 45 años se había convertido en una de las criminólogos más respetadas de México, especializada en casos de violencia de género.

Su libro analizaba el caso de Paloma, junto con otros casos emblemáticos para mostrar los patrones sociales que permitían que estos crímenes ocurrieran. Carmen le dijo Isabel cuando llegó a la oficina, quería que fueras la primera en leer el capítulo sobre Paloma. Carmen leyó en silencio mientras Isabel esperaba. El capítulo titulado La princesa que despertó a México analizaba como el caso de Paloma había marcado un antes y un después en la conciencia nacional sobre violencia machista. Es hermoso, Isabel.

Paloma estaría orgullosa de ver cómo su historia ha servido para educar a nuevas generaciones. Carmen, hay algo que quiero decirte. Mi hija menor, Paloma Isabel acaba de entrar a la Universidad Autónoma de Guadalajara para estudiar derecho con especialización en derechos humanos.

Carmen sintió una emoción profunda. Isabel había nombrado a su hija en honor a Paloma Restrepo y ahora esa nueva Paloma continuaría la lucha por la justicia. La Universidad Autónoma, la misma donde sí, la misma, pero ahora es una universidad completamente diferente. Tienen los protocolos contra acoso más estrictos del país gracias a los cambios que se lograron después del caso de Paloma.

Durante estos años, la Universidad Autónoma de Guadalajara se había convertido en modelo nacional de prevención de violencia de género. Tenían un centro de atención a víctimas de acoso que llevaba el nombre de Paloma Restrepo.

Y todos los estudiantes de primer ingreso recibían talleres obligatorios sobre consentimiento y prevención de violencia machista. A las 2 de la tarde, Carmen se dirigió al Panteón de Guadalajara, donde estaba enterrada Paloma. Visitaba la tumba todos los días sin excepción durante 26 años. La tumba de Paloma había se había convertido en un lugar de peregrinaje para familias de otras víctimas.

Siempre había flores frescas, no solo de Carmen, sino de desconocidos que llevaban sus propios dolores y esperanzas. Hola, mi amor, le dijo Carmen, como siempre al llegar. Hoy tengo muchas cosas que contarte. Carmen le contó sobre los nuevos casos de la fundación, sobre el libro de Isabel, sobre los avances en la legislación nacional de protección a mujeres.

También le contó que Fernando Castillo había sido nombrado coordinador nacional de prevención de violencia de género en la Secretaría de Gobernación. “Fernando nunca dejó de trabajar para honrar tu memoria”, le dijo. Se convirtió en uno de los funcionarios más honestos del país. Carmen también le contó las noticias sobre sus asesinos.

Sebastián había cumplido 18 años de prisión y había solicitado libertad condicional, pero había sido negada después de que la fundación y otras organizaciones presentaran evidencia de que no había mostrado rehabilitación real. Eduardo había muerto en prisión dos años atrás, víctima de un derrame cerebral. Había cumplido 22 años de su sentencia y nunca había mostrado remordimiento por sus actos.

Tu papá siempre decía que ellos iban a pagar por lo que te hicieron”, le dijo Carmen. “Y pagaron.” Pero lo más importante es que su castigo sirvió para que otros criminales sepan que en México sí hay justicia cuando la sociedad se organiza para exigirla. Después de una hora en el Panteón, Carmen se dirigió a su última cita del día, la grabación de un podcast sobre casos resueltos de mujeres desaparecidas.

Durante los últimos años había usado medios digitales para llegar a audiencias más jóvenes y mantener viva la conciencia sobre estos temas. El caso de mi hija Paloma, les dijo a los podcasters, nos enseñó que la violencia machista no discrimina por clase social, pero también que cuando las familias se organizan y la sociedad las apoya, sí se puede lograr justicia.

¿Qué consejo le daría a una madre que acaba de perder a su hija por violencia machista? Carmen reflexionó antes de responder. Le diría que el dolor nunca desaparece completamente, pero que puede transformarse en propósito. Que no esté sola, que busque apoyo en otras familias que han pasado por lo mismo y que nunca acepte la impunidad, porque cada criminal que queda libre es una amenaza para otras mujeres. ¿Cree que México ha cambiado desde el caso de Paloma? Ha cambiado mucho, pero no lo suficiente.

Ahora tenemos mejores leyes, mejores protocolos de investigación, más consciencia social, pero siguen matando mujeres todos los días. La lucha no termina nunca. Al final del programa, Carmen hizo un llamado que había repetido miles de veces durante 26 años. A las autoridades les digo, investiguen cada caso como si fuera su propia hija.

A la sociedad le digo, no normalicen la violencia machista. No la justifiquen, no la ignoren. Y a las familias de víctimas les digo, no están solas, juntas somos más fuertes. Esa noche Carmen cenó sola en la casa familiar que nunca había querido vender. Era la misma casa donde Paloma había crecido, donde había guardado su vestido de princesa, donde había planeado estudiar para modernizar la gasolinera familiar.

La gasolinera, El Cactus, seguía funcionando, ahora administrada por el primo de Rodrigo, Ramón Restrepo Morales. Una parte de las ganancias se destinaba automáticamente a la fundación. Antes de dormir, Carmen revisó, como siempre las fotografías de Paloma. Había una que la tranquilizaba especialmente, paloma a los 18 años, graduándose de preparatoria, sonriendo radiante con su birrete y toga, con toda la vida por delante.

“Cumpliste 19 años para siempre”, le susurró Carmen a la fotografía, “Pero tu legado ha crecido durante 26 años y seguirá creciendo.” Carmen se quedó dormida pensando en todas las palomas que habían sido salvadas gracias al trabajo de la fundación.

Todas las familias que habían encontrado justicia gracias a los protocolos creados en memoria de su hija, todos los jóvenes que habían aprendido sobre consentimiento y respeto en programas educativos que llevaban el nombre de Paloma. Al día siguiente, Carmen despertó con una noticia que la llenó de orgullo.

La Organización de las Naciones Unidas había invitado a la Fundación Paloma Restrepo a presentar su modelo de búsqueda inmediata en la conferencia internacional sobre prevención de violencia de género que se realizaría en Nueva York en septiembre. María Elena le dijo por teléfono a la directora ejecutiva, “Esto significa que el modelo que creamos para Paloma va a ser conocido mundialmente.” Carmen, es increíble.

26 años después, Paloma sigue salvando vidas. Ahora, a nivel internacional. Carmen pensó en lo orgullosos que habrían estado Rodrigo y Paloma de saber que su lucha había trascendido las fronteras de México. El protocolo Paloma Restrepo para búsqueda inmediata de mujeres desaparecidas ya había sido adoptado por Colombia, Argentina y Ecuador, y ahora la ONU lo evaluaría para recomendarlo globalmente.

Ese mismo día, Carmen recibió una llamada del presidente de México, quien la invitó a ser parte de la Comisión Nacional para la Erradicación de la Violencia contra las mujeres. Señora Restrepo, le dijo el presidente, México necesita su experiencia y su sabiduría para continuar avanzando en la protección de nuestras mujeres. Carmen aceptó la invitación, pero con condiciones.

Señor presidente, acepto con la condición de que esta comisión tenga recursos reales, no solo sea una comisión decorativa y quiero que el primer proyecto sea expandir el protocolo Paloma Restrepo a nivel nacional. Durante las siguientes semanas, Carmen trabajó intensamente en la preparación de la presentación para la ONU. Quería asegurarse de que el legado de Paloma fuera presentado de la manera más completa y precisa posible.

El día de su partida a Nueva York, Carmen visitó por última vez la tumba de Paloma antes del viaje. “Mi amor”, le dijo, “vo voy a Nueva York a contarle al mundo tu historia, a explicarles cómo una joven de 19 años de Guadalajara cambió las leyes de México y ahora va a ayudar a cambiar las leyes del mundo.

Siempre supe que eras especial, pero nunca imaginé que tu impacto sería tan grande. donde quiera que estés. Espero que sepas que cada día que pasa más familias encuentran justicia gracias a ti. En el avión a Nueva York, Carmen repasó los números que presentaría ante la ONU.

Desde 2002, el protocolo Paloma Restrepo había ayudado a localizar a 3,247 mujeres desaparecidas en México. De estas, 2,891 fueron encontradas vivas gracias a la búsqueda inmediata. Los tiempos promedio de localización se habían reducido de 72 horas a 18 horas. 156 redes de trata de personas habían sido desmanteladas utilizando el protocolo. Más de 500 funcionarios públicos habían sido capacitados en la metodología cada año.

Pero más allá de los números, Carmen sabía que cada estadística representaba una familia que no había tenido que pasar por los dos años de incertidumbre que ella y Rodrigo habían vivido. La presentación en la ONU fue un éxito rotundo. Delegados de 47 países solicitaron información detallada sobre el protocolo para implementarlo en sus respectivos países.

El caso de Paloma Alejandra Restrepo Morales, declaró Carmen ante la Asamblea General, nos enseñó que la justicia es posible cuando las instituciones trabajan correctamente, cuando la sociedad civil se organiza y cuando nunca aceptamos que la impunidad es normal. Pero también nos enseñó que la prevención es más importante que el castigo. Por eso el protocolo que lleva su nombre no se enfoca solo en encontrar a las desaparecidas, sino en crear sistemas que impidan que desaparezcan.

En primer lugar, al final de su presentación, Carmen mostró la fotografía de Paloma en su vestido rosa de princesa. “Esta es Paloma”, dijo con voz emocionada. “Tenía 19 años cuando murió. estudiaba administración de empresas. Quería modernizar el negocio familiar. Le gustaba bailar, ayudar a otros, sonreír. Era una joven común con sueños comunes. Paloma murió porque un joven rico creyó que tenía derecho a su cuerpo.

Murió porque un sistema corrupto protegió a sus asesinos. Pero su muerte no fue en vano. Si ustedes, representantes de las naciones del mundo, toman las medidas necesarias para que ninguna otra paloma muera por las mismas razones. La ovación fue de pie y duró varios minutos.

Después de la presentación, Carmen fue rodeada por delegados que querían conocer más detalles del caso y del protocolo. La delegada de Colombia, D. Patricia Linares Vega, le dijo, “Señora Restrepo, su hija se ha convertido en un símbolo internacional de la lucha contra la violencia machista.

Su historia está siendo enseñada en universidades de todo el continente. La representante de España, licenciada Carmen Soto Mendoza, agregó. El protocolo Paloma Restrepo va a ser discutido en el Parlamento Europeo el próximo mes. Creemos que puede adaptarse perfectamente a la realidad europea.

Carmen regresó a México con un acuerdo firmado por la ONU para crear un manual internacional basado en el protocolo Paloma Restrepo, que sería distribuido a todos los países miembros como guía para casos de mujeres desaparecidas. De vuelta en Guadalajara, Carmen se dirigió inmediatamente al panteón. Paloma, mi amor”, le dijo con lágrimas de alegría. “Ya no eres solo la niña de Guadalajara que amaba los vestidos rosas.

Ahora eres Paloma Restrepo, el símbolo internacional de la lucha por la justicia. La ONU va a crear un protocolo mundial con tu nombre. Tus asesinos pensaron que podrían hacer que desaparecieras para siempre, pero ahora tu nombre va a estar en documentos oficiales de 193 países. Esa noche, Carmen organizó una cena especial en la casa familiar.

Invitó a todos los que habían sido fundamentales en la búsqueda de justicia para Paloma. El comandante Miguel Herrera, ahora retirado, su hermana Patricia, ahora directora del Instituto Nacional de Ciencias Forenses, Isabel Mendoza, Fernando Castillo, Andrea Moreno Silva, ahora jueza especializada en violencia de género, y María Elena Vázquez. Quiero brindar, dijo Carmen levantando su copa de vino.

Por Paloma, que nos enseñó que una sola vida puede cambiar el mundo si luchamos por la justicia. Brindo por Rodrigo, que nunca perdió la fe en que haríamos justicia. Brindo por todos ustedes, que convirtieron su dolor en propósito y su rabia en acción. Y brindo por todas las palomas del mundo que van a ser protegidas por el protocolo que lleva el nombre de nuestra niña.

Durante la cena, cada invitado compartió sus recuerdos del caso y reflexionó sobre cómo había cambiado sus vidas. Carmen”, dijo el comandante Herrera, “cuando comenzamos esta investigación, yo pensé que era solo otro caso de desaparición. Nunca imaginé que se convertiría en el caso que definiría mi carrera. Para mí también”, agregó Patricia.

“El caso de Paloma me enseñó la importancia de la evidencia forense rigurosa. Cambió completamente mi forma de trabajar.” Fernando Castillo, ahora convertido en uno de los funcionarios más respetados del país, reflexionó. Ese joven cobarde que ayudó a enterrar a Paloma ya no existe.

Paloma me enseñó que el silencio es complicidad y que nunca es demasiado tarde para hacer lo correcto. Andrea Moreno Silva, que había llegado a ser jueza después de especializarse en casos de violencia de género, dijo, “Paloma me enseñó que testificar la verdad, aunque sea incómoda, es un deber moral. Cada sentencia que dicto, la pienso en ella.” Isabel Mendoza agregó, “Paloma me salvó de una vida de silencio y complicidad.

Me enseñó que el amor verdadero no es proteger a alguien de las consecuencias de sus actos, sino ayudarlo a enfrentarlas.” Al final de la noche, Carmen se quedó sola limpiando la mesa. Mientras recogía los platos, pensó en cómo habría sido esa noche si Paloma hubiera estado viva. Su hija tendría 45 años. Probablemente estaría casada, tal vez con hijos.

habría modernizado la gasolinera como soñaba, habría sido una empresaria exitosa, pero Carmen ya había aprendido a no torturarse con los que habría pasado. Sí, en lugar de eso, se enfocaba en lo que sí había pasado. Paloma había muerto, pero su muerte había salvado miles de vidas.

Tres meses después, Carmen recibió la noticia de que el manual protocolo internacional Paloma Restrepo para búsqueda inmediata de mujeres desaparecidas había sido aprobado oficialmente por la Asamblea General de las Naciones Unidas. El documento de 847 páginas detallaba cada aspecto de la metodología desarrollada en México, adaptada para diferentes sistemas legales y culturales.

Incluía la historia completa del caso de Paloma como estudio de caso principal. María Elena le dijo Carmen cuando recibió la noticia. Esto significa que el nombre de Paloma va a estar en las oficinas de policía de todo el mundo. Carmen, es más que eso. Significa que cada vez que una mujer desaparezca en cualquier parte del mundo, los investigadores van a pensar en Paloma y van a actuar con la urgencia que su caso no tuvo.

El día que se publicó oficialmente el manual, Carmen organizó una conferencia de prensa en la gasolinera El Cactus, el lugar donde todo había comenzado. 26 años atrás. “Estamos aquí”, declaró Carmen frente a las cámaras, en el lugar donde Paloma creció, donde soñaba con modernizar el negocio familiar, donde vivió sus últimos días felices. Hoy, 26 años después de su asesinato, su nombre se convierte en ley internacional.

Cada país del mundo tendrá ahora acceso a herramientas que pueden salvar vidas. Paloma murió porque llegamos tarde, porque el sistema falló, porque nadie actuó con la urgencia necesaria. Pero su muerte no fue en vano. Si ahora podemos asegurar que nunca más una familia pase por lo que nosotros pasamos. La conferencia fue transmitida en vivo por cadenas internacionales.

El hashtag protocolo Paloma Restrepo se volvió tendencia mundial en 23 idiomas. Esa noche Carmen se dirigió por última vez, como lo había hecho durante 26 años a la tumba de Paloma, pero esta vez era diferente. Esta vez llevaba una copia del manual internacional que llevaba el nombre de su hija.

Paloma, “Mi amor”, le dijo colocando el manual sobre la tumba. “Ya no eres solo mi hija, ahora eres patrimonio de la humanidad. Tu nombre va a vivir para siempre en cada mujer que sea encontrada viva gracias a tu protocolo.

En cada familia que no tenga que pasar por lo que nosotros pasamos, en cada funcionario que actúe con urgencia porque recuerde tu historia. Cumpliste tu misión en este mundo, mi amor. Cambiaste las leyes, salvaste vidas, despertaste conciencias. Ahora puedes descansar en paz. Carmen se quedó junto a la tumba hasta el amanecer por primera vez en 26 años, sintiendo que había completado su misión como madre.

Había honrado la memoria de Paloma de la manera más profunda posible, asegurando que su muerte sirviera para proteger a otras mujeres. Cuando salió el sol, Carmen se dirigió a casa con una sensación de paz que no había sentido desde octubre de 1999. Su lucha por la justicia había terminado, pero el legado de Paloma apenas comenzaba a extenderse por el mundo.

En los años siguientes, Carmen continuaría trabajando en la Fundación Paloma Restrepo, pero ahora como asesora internacional, viajando a diferentes países para ayudar a implementar el protocolo que llevaba el nombre de su hija. Paloma Alejandra Restrepo Morales había muerto a los 19 años en un jardín de Guadalajara, víctima de violencia machista y corrupción, pero su memoria se había convertido en una fuerza global para la justicia, protegiendo a mujeres en todos los continentes.

Su nombre viviría para siempre en cada búsqueda exitosa, en cada familia reunida, en cada criminal capturado gracias a la acción inmediata. La niña que amaba los vestidos rosas se había convertido en un símbolo internacional de esperanza y justicia. Y Carmen sabía que donde quiera que estuviera Paloma, estaría orgullosa de saber que su muerte no había sido en vano, sino el catalizador de un cambio mundial que protegería a miles de mujeres para las generaciones futuras. M.