El teléfono sonó con un timbre estridente a las 22:47 de un martes particularmente caluroso en la torre vértice 60. La pequeña Itzel Kuo levantó la mirada de su cuaderno escolar y observó el aparato con curiosidad. Su madre Jimena estaba a dos oficinas más allá limpiando los baños de la planta 28 como cada noche desde hacía 3 años.

 El edificio, uno de los más imponentes del distrito financiero de Mérida, quedaba prácticamente vacío a esas horas, excepto por el personal de seguridad y limpieza. Contesto, mamá! Gritó Itzel hacia el pasillo, pero el ruido de la aspiradora ahogó su voz. El teléfono continuó sonando. Cuatro, cinco, seis timbrazos. La niña de 10 años dudó mordiéndose el labio inferior.

 Doña Shimena le había enseñado a no meterse en asuntos de adultos, pero también le había inculcado que siempre debía ser servicial y si era una llamada importante. Su madre siempre decía que trabajaban para el señor Ancona, aunque nunca lo habían visto en persona. Al octavo timbrazo, Itzel tomó una decisión. Bueno.

 Contestó con voz tímida. Nicolás, por fin contestas. Escúchame bien, ya está todo listo para mañana. La voz al otro lado sonaba agitada, hablando en susurros apresurados. Los documentos falsos ya están preparados. Cuando Ancona firme el poder, tendremos control total de sus empresas. 15 años esperando este momento. Y el viejo ni siquiera sospecha.

 Itzel permaneció en silencio, paralizada. No entendía todo lo que el hombre decía, pero había algo en su tono que le provocó un escalofrío. Nicolás, ¿estás ahí? Insistió la voz. Creo que se equivocó de número, respondió finalmente la niña. Un silencio sepulcral se instaló en la línea. ¿Quién habla? La voz ahora sonaba fría, amenazante.

 Itzel colgó de inmediato con el corazón latiendo desbocado. Con manos temblorosas tomó su lápiz y comenzó a escribir frenéticamente en su cuaderno cada palabra que recordaba de la conversación. La maestra Jacinta siempre les decía que anotaran todo lo que les pareciera importante, que eso ayudaba a la memoria y a la concentración. Ahora, ese simple consejo escolar se convertiría en algo mucho más significativo.

 Mientras escribía, Itzel observaba nerviosamente el teléfono, temiendo que volviera a sonar. A sus 10 años poseía tres cualidades que la distinguían de otras niñas. una curiosidad natural que la hacía fijarse en detalles que muchos adultos pasaban por alto. Una fe inquebrantable heredada de su abuela Concepción y un valor inocente pero firme que le permitía actuar cuando otros dudarían.

 El sonido de la aspiradora cesó e Itzel guardó rápidamente el cuaderno en su mochila. Su madre apareció en la puerta con el uniforme azul de la empresa de limpieza y el cabello recogido en una cola de caballo. Ya casi termino, mi hijita. ¿Acabaste la tarea? Itzel asintió dudando si debía contarle sobre la llamada.

 Un conflicto interno la consumía. Su naturaleza obediente le decía que no se metiera en problemas, pero también sentía que aquella llamada escondía algo malo, algo contra el señor Ancona, el hombre que indirectamente les daba de comer. “Estás bien, Itzel. Te veo pálida”, comentó Jimena acercándose a su hija y poniendo una mano en su frente.

 “Estoy bien, mamá, solo un poco cansada.” Shimena Kuo, de 31 años, era una mujer delgada, pero fuerte, curtida por el trabajo duro y las dificultades. Había llegado a Mérida desde Valladolid hace 11 años, sola y embarazada, después de que el hombre que amaba partiera repentinamente a España por negocios, sin saber que esperaban una hija.

 Al menos eso era lo que siempre le había contado a Itsel. Trabajaba doble turno por mañanas en una escuela primaria y por las noches en la torre vértice 60, todo para que su pequeña Itzel pudiera estudiar en un buen colegio y tuviera oportunidades que ella nunca tuvo. Ya terminamos por hoy. Sonríó cansada. Recoge tus cosas.

 Pasaremos por unos panuchos antes de ir a casa. El trayecto desde el norte de la ciudad hasta su modesto apartamento en la colonia Chuburná era largo. Mientras el autobús avanzaba por las avenidas iluminadas, Itzel miraba por la ventana pensativa. Las palabras de aquella llamada daban vueltas en su cabeza.

 Documentos falsos, control total de sus empresas. El viejo ni siquiera sospecha. La pequeña se aferraba a su mochila, donde guardaba el cuaderno con las notas de la misteriosa llamada. En el reflejo del cristal podía ver a su madre cabecear exhausta después de otro largo día de trabajo. Jimena soñaba con volver a estudiar algún día, quizás terminar la preparatoria e incluso ir a la universidad. Siempre le decía a Itzsel que la educación era el único camino seguro para salir adelante.

Al llegar a su edificio de apartamentos, un edificio antiguo de tres pisos con paredes desconchadas pero limpias, Itzel tomó una decisión. le contaría todo a su madre, pero no esa noche, no cuando la veía tan cansada.

 En la pequeña habitación que compartían, adornada con imágenes de la Virgen de Guadalupe y fotos escolares de Itzel, la niña sacó sigilosamente su cuaderno mientras su madre se duchaba. Repasó sus notas, añadiendo detalles que había recordado durante el trayecto. Algo en su interior le decía que esto era importante, que no podía quedarse callada.

 A la mañana siguiente, mientras desayunaban huevos motuleños preparados por Jimena, Itzel finalmente habló. Mamá, ayer pasó algo raro en la oficina. Jimena dejó su taza de café sobre la mesa prestando atención. ¿Qué pasó, mi amor? Sonó el teléfono mientras limpiabas los baños, comenzó Itzel. Yo yo contesté. En vez de regañarla como esperaba, Jimena simplemente asintió, animándola a continuar. Un hombre habló.

 Creo que marcó un número equivocado porque buscaba a alguien llamado Nicolás. Itsel hizo una pausa reuniendo valor, pero dijo cosas raras, mamá, sobre documentos falsos y tomar control de las empresas de un señor Ancona. Dijo que llevaban 15 años esperando y que el viejo no sospechaba nada. El rostro de Jimena palideció visiblemente.

 Mateo Ancona era el dueño del grupo financiero Ancona, uno de los conglomerados más importantes de la península de Yucatán y propietario del edificio donde trabajaba. Un hombre que había construido su imperio desde cero, comenzando como vendedor de seguros hasta crear una red de empresas financieras inmobiliarias y tecnológicas. ¿Estás segura, Itel? Eso fue exactamente lo que dijo.

 Itzel asintió vigorosamente y corrió a buscar su cuaderno. Lo anoté todo, mamá. La maestra Jacinta dice que siempre debemos anotar las cosas importantes. Jimena leyó las notas meticulosas de su hija, escritas con su letra redonda e infantil. Un escalofrío recorrió su espalda. Si esto era cierto, alguien planeaba una estafa masiva contra su empleador.

 Itzel, esto es muy serio, dijo finalmente. Tenemos que decírselo a alguien. ¿Al señor Ancona? Preguntó la niña con ojos grandes y expectantes. Jimena dudó. ¿Cómo podrían dos mujeres humildes como ellas acceder a uno de los empresarios más poderosos de Yucatán? ¿Y quién les creería? No será fácil, mi amor.

 La gente como nosotras no siempre nos escuchan, pero la Virgen de Guadalupe nos ayudará, respondió Itsel con la convicción inquebrantable de los niños. La maestra de religión dice que siempre debemos hacer lo correcto, aunque sea difícil. Jimena sonrió ante la fe de su hija. Desde pequeña, Itzel había mostrado una conexión especial con la religión que les habían inculcado. La imagen de la Virgen que presidía su pequeña sala.

 No era solo decoración, era el centro espiritual de su hogar. Tienes razón, mi niña. Primero hablaré con mi supervisor, el señor Takun. Él sabrá qué hacer. Pero Jimena sabía que no sería tan simple. En sus años, limpiando oficinas corporativas, había aprendido que el mundo de los negocios podía ser despiadado.

 Si alguien planeaba estafar a Mateo Ancona después de 15 años de preparación, no se detendrían ante nada. Mientras se preparaban para salir, Jimena miraba a su hija con una mezcla de orgullo y preocupación. Itzel era inteligente, observadora y valiente, pero ahora esas mismas cualidades que tanto admiraba podrían ponerlas en peligro. “Mamá”, dijo Itzel mientras esperaba en el autobús que la llevaría a la escuela.

 ¿Crees que el señor Ancona es una buena persona? Shimena pensó en su respuesta. Nunca había conocido personalmente a Mateo Ancona, pero a diferencia de otros empresarios tenía fama de tratar bien a sus empleados. Los sueldos eran justos, siempre pagados a tiempo, y las prestaciones superaban lo que marcaba la ley. Para ser un hombre tan rico, parecía mantener ciertos principios. Creo que sí, Itzel.

 La gente dice que es justo con sus trabajadores. Entonces, tenemos que ayudarlo”, declaró la niña con determinación. La maestra Jacinta dice que debemos proteger a las personas buenas de las injusticias. El autobús se detuvo frente a ellas, abriendo sus puertas con un ciseo.

 Jimena abrazó a su hija con fuerza antes de dejarla subir. Ten un buen día, mi amor. No hables de esto con nadie en la escuela, ¿de acuerdo? Será nuestro secreto por ahora. Itzel asintió solemnemente. Mientras el autobús se alejaba, Jimena permaneció en la parada preocupada. Lo que había comenzado como una noche rutinaria de trabajo se había transformado en algo potencialmente peligroso.

 Durante su turno en la escuela primaria, Jimena no podía concentrarse. Fregaba los pisos mecánicamente mientras su mente elaboraba planes. Y si conctaba directamente con la oficina de Ancona, la tomarían por loca o peor por cómplice intentando ganarse la confianza del empresario. Al mediodía, tomó una decisión. buscaría el momento y lugar adecuados para abordar a Mateo Ancona en persona.

 Según los rumores entre el personal de limpieza, el empresario visitaba el gran café La Habana todos los jueves por la mañana para desayunar solo antes de comenzar su jornada. Faltaban dos días, dos días para prepararse y reunir el valor necesario. Lo que Jimena no sabía era que aquella simple llamada telefónica equivocada había activado una cadena de eventos.

 que transformaría completamente sus vidas. que su hija Itzel, con su cuaderno escolar y su fe inquebrantable acababa de interceder en los planes de una conspiración que llevaba años gestándose en silencio. Mientras tanto, en el piso 35 de la Torre Vértice 60, en una oficina lujosa con vistas panorámicas a la ciudad blanca de Mérida, Esteban Pech, asesor financiero principal de Grupo Ancona, colgaba furioso el teléfono.

 había cometido un error imperdonable al marcar un número equivocado. Después de 15 años de planificación meticulosa, un simple desliz podría arruinarlo todo. “Problemas”, preguntó Nayelica Amal, la eficiente secretaria de Mateo Ancona, al verlo salir precipitadamente de su oficina.

 “Ninguno que deba preocuparte”, respondió secamente Esteban ajustándose la corbata. Solo asegúrate de que todos los documentos estén listos para la junta del jueves. El futuro del grupo Ancona depende de ello. Nayeli asintió profesionalmente, aunque algo en la mirada de Esteban la inquietaba.

 Después de 12 años trabajando para Mateo Ancona, había desarrollado un sexto sentido para detectar cuando algo no andaba bien y definitivamente algo extraño estaba ocurriendo en la empresa. En su escritorio, Nayeli revisó discretamente la agenda de la semana. La reunión del jueves no estaba en el calendario oficial. ¿Por qué Esteban insistía tanto en ella y por qué parecía tan nervioso? A kilómetros de allí, en un aula de tercer grado, Itzel Cuo dibujaba distraídamente en los márgenes de su cuaderno mientras la maestra explicaba las tablas de multiplicar. Dibujaba una torre alta, muy alta, con una niña

pequeña en la cima, sosteniendo una luz brillante que iluminaba toda la ciudad blanca de Mérida. El miércoles transcurrió con una lentitud insoportable para Jimena. Durante su turno en la escuela primaria se encontró mirando constantemente el reloj, contando las horas hasta poder hablar con su supervisor en la torre vértice 60.

 Karim Takun, un hombre de mediana edad, con bigote espeso y expresión perpetuamente cansada, coordinaba al personal de limpieza nocturno. Llevaba más de 20 años trabajando para la empresa de servicios que atendía los edificios del grupo Ancona y conocía hasta el último rincón de aquellas oficinas. Hablar con don Mateo Ancona repitió incrédulo cuando Jimena le planteó su petición en el cuarto de sus ministros.

 Doña Jimena, con todo respeto, eso es imposible. El licenciado apenas pisa estas oficinas y cuando lo hace rodeado de asesores y guardaespaldas. Es importante, don Karim, insistió Jimena. Se trata de algo delicado. El supervisor se rascó la cabeza dubitativo. Mire, Jimena, llevo muchos años aquí. He visto a decenas de empleados intentar acercarse al patrón con ideas, peticiones o quejas.

 Ninguno lo ha conseguido. La única persona que tiene acceso directo a él es su secretaria, doña Nayeli Caal. El rostro de Jimena se iluminó. La señorita Camal, ella podría ayudarnos. Karim soltó una risa seca. Doña Nayeli es como un muro de contención. Nadie pasa sin su aprobación. Y créame, no aprueba a cualquiera.

 Jimena agradeció la información y continuó con sus labores, pero una idea comenzaba a formarse en su mente. Si no podía llegar directamente a Mateo Ancona, quizás podría intentar a través de su secretaria. Mientras limpiaba los pasillos del piso 35, se detuvo frente a la oficina principal.

 La puerta tenía una placa dorada que rezaba Mateo Ancona, presidente. Junto a ella, un escritorio impecable pertenecía a Nayélica Amal. Aunque a esas horas de la noche estaba vacío. Jimena observó la oficina a través del cristal, espaciosa, elegante, con vistas panorámicas de la ciudad blanca y muebles que probablemente costaban más que todo lo que ella poseía.

 Se preguntó cómo sería la vida de un hombre como Ancona. tan diferente a la suya. El sonido de tacones la sacó de sus pensamientos. Alguien se acercaba por el pasillo a esas horas intempestivas. ¿Qué hace aquí?, preguntó una voz autoritaria. Jimena se giró para encontrarse con Nayeli Camal, una mujer alta y delgada de unos 40 años, vestida con un traje sastre impecable y con el cabello negro ache recogido en un moño tan tenso que parecía estirarle las facciones. “Disculpe, señorita, estoy limpiando este piso”, respondió Jimena señalando

su carrito de limpieza. Nayeli la examinó con mirada crítica. Este piso ya debería estar limpio a estas horas. Son casi las 11. Sí, señorita, solo estaba repasando. O ¿cuál es su nombre? Guimena Cuo. Señorita Nayeli tecleó algo en su tableta. Dice aquí que usted trae a su hija al trabajo.

 ¿Es eso cierto? Guimena palideció. No estaba prohibido exactamente. Muchas trabajadoras lo hacían, pero tampoco era algo que se anunciara abiertamente. Sí, señorita. Mi hija Itel es una niña muy tranquila. No molesta a nadie, solo hace sus tareas mientras yo trabajo. Para su sorpresa, el rostro de Nayeli se suavizó ligeramente.

 Entiendo lo difícil que es ser madre soltera, señora Cuo. Yo misma me crié con una. Hizo una pausa. Pero debe entender que estas oficinas manejan información confidencial. No es lugar para niños. Lo sé, señorita. Le prometo que Itzel nunca toca nada. Ni siquiera Nayeli levantó una mano interrumpiéndola. No es necesario que se excuse, solo tenga más cuidado en el futuro.

 Mientras Nayeli pasaba junto a ella para entrar a la oficina principal, Jimena reunió todo su valor. Señorita Caal, ¿puedo hacerle una pregunta? La secretaria se detuvo sorprendida por la audacia. Sí. ¿Cómo cómo podría alguien como yo hablar con el señor Ancona? Es importante. Nayeli la miró con curiosidad.

 Importante para quién, señora Cuo para usted o para él. Para él, respondió Jimena con firmeza. Muy importante para él. Algo en la convicción de la limpiadora pareció intrigar a Naeli. Don Mateo es un hombre muy ocupado. Recibe cientos de solicitudes de reunión cada semana. Lo entiendo, pero esto esto no puede esperar.

 Nayeli extrajo una tarjeta de su bolso y se la entregó a Jimena. Mi número personal, llámeme mañana y explíqueme exactamente de qué se trata. Si considero que merece la atención de don Mateo, quizás pueda ayudarla. Jimena tomó la tarjeta como si fuera un tesoro. Gracias, señorita. Muchas gracias. No me agradezca aún”, respondió Nayeli con un tono más severo.

 “Y señora Cuo, si esto resulta ser una pérdida de tiempo, habrá consecuencias.” Cuando Nayeli desapareció dentro de la oficina, Jimena guardó la tarjeta en el bolsillo de su uniforme con manos temblorosas. Era una oportunidad pequeña pero real. Esa noche, mientras regresaban a casa, Jimena le contó a Itzel sobre su encuentro con Nayel y Kaamal.

 “¿Crees que nos ayudará, mamá? preguntó la niña a sus ojos brillantes con esperanza. No lo sé, mi hijita, pero al menos tenemos una posibilidad. Ya en su pequeño apartamento, madre e hija se sentaron a la mesa de la cocina a planear qué dirían exactamente. Itzel sacó su cuaderno y repasó sus notas una vez más. Mira, mamá, aquí escribí todo.

El hombre mencionó documentos falsos y dijo que cuando el señor Ancona firmara el poder, tendrían control de sus empresas. Jimena frunció el seño. El poder. ¿Estás segura que dijo eso? Itse la sintió vigorosamente. Sí, mamá. Cuando Ancona firme el poder, tendremos control total de sus empresas. Eso dijo exactamente.

 Un poder notarial, murmuró Jimena recordando documentos similares que había visto en las oficinas. Es un documento legal que permite a una persona actuar en nombre de otra. Si el señor Ancona afirma eso, podrían robarle todo, completó Itzel, comprendiendo la gravedad del asunto, incluso a su corta edad. Madre e hija se miraron en silencio, conscientes de la enorme responsabilidad que había caído sobre sus hombros.

 Finalmente, Jimena tomó las manos de su hija entre las suyas. Itsel, esto podría ser peligroso si estas personas descubren que sabemos sus planes. Pero mamá, la maestra Jacinta dice que el silencio nos hace cómplices y el padre Ambrosio siempre dice que debemos proteger a nuestro prójimo. Jimena sonrió con tristeza. Su hija, con apenas 10 años mostraba una integridad moral que muchos adultos habían perdido hace tiempo. Tienes razón, mi amor.

Mañana hablaré con la señorita Camal. Esa noche ninguna de las dos durmió bien. Itzel tuvo pesadillas donde hombres de traje perseguían a su madre. Shimena, por su parte, no dejaba de pensar en las posibles consecuencias. Si todo salía mal, podría perder su trabajo y con dos empleos apenas les alcanzaba para vivir dignamente.

 La mañana siguiente, después de dejar a Itsel en la escuela, Jimena llamó al número que Nayeli le había dado. Su corazón latía con fuerza mientras esperaba. Nayeli Amal, respondió la voz profesional de la secretaria. Buenos días, señorita Camal. Soy Jimena Kowo, la la señora de la limpieza. hablamos anoche. Ah, sí, la madre con la hija. El tono de Nayeli se mantuvo neutral. Dijo que tenía información importante para don Mateo. Así es, señorita. Mi hija.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Ella escuchó algo, algo sobre un plan para estafar al señor Ancona usando documentos falsos y un poder notarial. Hubo un largo silencio al otro lado de la línea. Eso es una acusación muy seria, señora Coo. Lo sé, señorita. Por eso necesitamos hablar directamente con don Mateo. ¿Quiénes están involucrados según usted? Preguntó Nayeli con tono cauteloso.

Jimena dudó. No tenían nombres, solo la voz de un hombre desconocido y una llamada equivocada. No lo sabemos con certeza. Mi hija contestó una llamada telefónica en el piso 28. El hombre buscaba a alguien llamado Nicolás. Otro silencio más prolongado esta vez. Nicolás Wap. Es el asistente personal de Esteban Pech, el asesor financiero principal de don Mateo, dijo finalmente Nayeli, y algo en su voz había cambiado. Señora Cu, esto es delicado.

 Necesito pensar cómo proceder. Por favor, señorita, la reunión es hoy. Si el señor Ancona firma ese poder, lo sé. interrumpió Nayeli. Escuche atentamente. Don Mateo tiene por costumbre desayunar solo en el gran café La Habana del centro histórico todos los jueves a las 8:30. Siempre se sienta en la mesa del rincón y lee el diario de Yucatán durante media hora.

 Es quizás el único momento en que está verdaderamente solo. Jimena contuvo la respiración. me está sugiriendo que no le estoy sugiriendo nada, señora Cuo. Simplemente comparto un dato curioso sobre los hábitos de mi jefe. Lo que usted haga con esa información es asunto suyo. Buenos días. Y con eso, Nayeli colgó. Jimena miró el reloj. Eran las 7:45.

Si salía ahora mismo, podría llegar al gran Café La Habana justo a tiempo. Llamó rápidamente a la escuela primaria para avisar que llegaría tarde por una emergencia familiar y luego a la escuela de Itzel para pedirles que la dejaran salir temprano. Es una emergencia, explicó apresuradamente. Pasaré por ella en 20 minutos.

 Mientras esperaba el autobús que la llevaría al centro, Jimena se preguntó por qué Nayeli había decidido ayudarlas. ¿Acaso la secretaria también sospechaba algo o simplemente sentía empatía por otra mujer trabajadora? Cuando recogió a Itzel de la escuela, la niña estaba confundida, pero emocionada. ¿A dónde vamos, mamá? A conocer al señor Ancona, respondió Jimena, apretando la mano de su hija mientras corrían hacia la parada del autobús.

 Tenemos una oportunidad, pero debemos darnos prisa. El centro histórico bullía de actividad esa mañana. Turistas, oficinistas y vendedores ambulantes llenaban las calles empedradas alrededor de la plaza grande. El gran café La Habana, con su decoración tradicional yucateca y más de un siglo de historia, era un oasis de elegancia colonial en medio del caos urbano.

 “Recuerda, Itzel”, instruyó Shimena mientras se detenían frente al café. “Debe ser educada y clara. Cuenta exactamente lo que escuchaste sin añadir ni quitar nada. Sí, mamá, asintió la niña solemnemente, aferrándose a su cuaderno escolar como si fuera un escudo. Entraron al establecimiento con sus altos techos y ventiladores de techo que giraban lentamente, combatiendo el calor tropical.

 El aroma a café yucateco y pan recién horneado impregnaba el ambiente. Jimena escaneó el lugar nerviosamente hasta que lo vio. Un hombre mayor, elegantemente vestido, sentado solo en una mesa del rincón, leyendo el periódico mientras tomaba café. Mateo Ancona tenía 65 años, pero aparentaba menos. Su cabello entreco, perfectamente peinado, y su guallavera de lino blanco inmaculada proyectaban una imagen de éxito y sofisticación con ese toque yucateco tradicional.

 A pesar de su riqueza, había algo en su rostro que transmitía cierta soledad, como si el costo de construir un imperio hubiera sido renunciar a conexiones más personales. Jimena tomó aire profundamente y avanzó hacia la mesa, sosteniendo firmemente la mano de Itzel. Señor Ancona, preguntó con voz temblorosa.

 El empresario levantó la mirada del periódico, claramente sorprendido de que alguien interrumpiera su rutina matutina. “Sí”, respondió con tono cortés, pero distante. “Disculpe la molestia. Mi nombre es Jimena Cuo. Trabajo en el servicio de limpieza de sus oficinas en la torre vértice 60 y ella es mi hija, Itzel.” Mateo Ancona las observó con expresión indescifrable. Sus ojos de un ámbar poco común se detuvieron un instante en Itzel y algo en su mirada cambió sutilmente.

 Señora Cuo, ¿en qué puedo ayudarla? Como puede ver, estoy desayunando. Lo sé, señor, y lamento mucho interrumpirlo, pero es urgente. Se trata de Jimena bajó la voz, un complot contra usted y sus empresas. Mateo dejó el periódico sobre la mesa y les indicó que se sentaran. Cuando el mesero se acercó, pidió chocolate caliente y marquesitas para Itzel, un gesto que sorprendió a Jimena.

 “Ahora, señora Cuo, explíqueme exactamente de qué se trata”, dijo con tono sereno pero alerta. Jimena comenzó a relatar la historia, pero pronto se dio cuenta de que Mateo Ancona prestaba más atención a Itzel que a ella. Había algo en la forma en que miraba a la niña, una expresión difícil de descifrar.

 “¿Y tú, pequeña?”, preguntó finalmente, dirigiéndose directamente a Itzel. “¿Qué escuchaste exactamente?” Itsel, nerviosa pero decidida, abrió su cuaderno y comenzó a leer sus notas con voz clara. El hombre dijo, “Los documentos falsos ya están preparados. Cuando Ancona firme el poder, tendremos control total de sus empresas.” 15 años esperando este momento.

 Y el viejo ni siquiera sospecha. Mateo Ancona palideció visiblemente. “¿Estás completamente segura de que esas fueron sus palabras exactas?”, preguntó con voz tensa. Itzel asintió vigorosamente. “Sí, señor, lo anoté todo justo después de colgar. La maestra Jacinta dice que siempre debemos anotar las cosas importantes para no olvidarlas.

” Una sonrisa fugaz cruzó el rostro del empresario. “Tu maestra Jacinta es muy sabia.” Se volvió hacia Jimena. Señora Cuo, ¿tiene idea de quién podría estar detrás de esto? No exactamente, señor, pero cuando mi hija contestó, el hombre preguntó por Nicolás y esta mañana la señorita Camal me dijo que Nicolás Wicap es el asistente de su asesor financiero, Esteban Pech.

 Mateo Ancona guardó silencio durante un largo momento como procesando la información. finalmente sacó su teléfono y envió un mensaje de texto. Tengo una reunión importante a las 10:30, una reunión donde efectivamente debo firmar un poder notarial que Esteban ha estado insistiendo que es crucial para la expansión internacional del grupo.

 Hizo una pausa mirando fijamente a Itzel. Si no fuera por tu valentía, pequeña, probablemente lo habría firmado sin pensar. Itel se sonrojó, pero sus ojos brillaban con orgullo. Señor Ancona, intervino Jimena preocupada, si estas personas descubren que nosotras, no se preocupe, señora Cuo. Me encargaré personalmente de su seguridad.

 Mateo Ancona extrajo una tarjeta dorada de su cartera y se la entregó. Este es mi número privado. Si nota algo sospechoso, cualquier cosa, llámeme directamente. El mesero llegó con el chocolate y las marquesitas para Itel. La niña, olvidando momentáneamente la gravedad de la situación, sonrió ante el festín inesperado.

 “Gracias, señor”, dijo educadamente. Mateo la observó con una expresión indescifrable. “¿Cuántos años tienes, Itzel?” “10 años, Señor. Cumpliré 11 en octubre. Algo pasó por los ojos del empresario como un recuerdo doloroso. Octubre, repitió suavemente, un buen mes para nacer.

 Mientras Itzel disfrutaba de su chocolate, Mateo y Jimena hablaron en voz baja, planificando los próximos pasos. El empresario estaba visiblemente conmocionado, pero mantenía la compostura. “Necesitaré pruebas concretas”, explicó. Su testimonio es valioso, pero para enfrentar a Esteban necesitaré evidencia sólida. ¿Qué podemos hacer?, preguntó Jimena. Mateo Ancona reflexionó un momento.

 De momento, actuar con normalidad. Usted siga con su trabajo como si nada hubiera pasado. Mientras tanto, movilizaré recursos discretos para investigar y pospondré la firma de cualquier documento importante. Cuando terminaron, Mateo insistió en pagar por un taxi que las llevara a sus destinos. Es lo mínimo que puedo hacer”, dijo.

 Y luego, mirando a Itzel con una sonrisa genuina, añadió, “Gracias por tu valentía, pequeña. No muchos adultos habrían hecho lo que tú hiciste.” Al salir del café, Jimena no podía evitar sentir que algo había cambiado fundamentalmente en sus vidas. La forma en que Mateo Ancona había mirado a su hija con esa mezcla de admiración y algo más profundo que no lograba identificar, la inquietaba y reconfortaba a la vez.

 Lo que no sabían era que desde una mesa distante, Nicolás Wikab los había observado durante todo el encuentro y ahora marcaba un número en su teléfono con el rostro contorsionado por la preocupación. “Esteban”, dijo en voz baja, “tenemos un problema. Ancona acaba de reunirse con una mujer de la limpieza y su hija, y por la expresión de su cara no creo que estuvieran hablando del servicio de mantenimiento.

 Mateo Ancona regresó a su oficina con la mente acelerada. El encuentro con Jimena Cuo y su pequeña hija había sacudido los cimientos de su existencia cuidadosamente estructurada. Mientras su chóer navegaba entre el tráfico de Mérida, Mateo miraba por la ventana sin ver realmente el paisaje urbano de casas blancas y calles arboladas que tanto caracterizaban a la capital yucateca. Sería posible.

 Esteban Pech, su mano derecha durante 15 años planeando traicionarlo. La idea resultaba casi inconcebible. Estebán había estado con él desde los tiempos difíciles, cuando el grupo Ancona era apenas un puñado de oficinas en un edificio destartalado del Paseo de Montejo. Juntos habían construido un imperio financiero que ahora se extendía por toda la península y más allá.

 Sin embargo, algo en la historia de la pequeña Itzel resonaba con verdad. Quizás era la precisión de los detalles o la inocencia con la que había relatado la conversación telefónica. Los niños, pensó Mateo, rara vez mienten sobre cosas que no comprenden completamente. Al llegar a la torre vértice 60, Mateo instruyó a su chóer.

 Hoy no entres al estacionamiento, Jacinto. Déjame en la entrada lateral y espera mi llamada. El chóer, acostumbrado a la rutina invariable de su jefe, lo miró sorprendido, pero asintió. Sin hacer preguntas, Mateo entró al edificio por una puerta de servicio, evitando el lobby principal donde seguramente sería reconocido.

 Quería tiempo para pensar, para observar a su gente sin que supieran que él estaba allí. Tomó el ascensor de servicio hasta el piso 27, uno por debajo de su oficina. Desde allí utilizó las escaleras de emergencia para subir al piso 28. Se detuvo un momento, respirando profundamente para calmar su pulso acelerado.

 A sus 65 años, Mateo se mantenía en excelente forma física, pero la tensión emocional de la mañana había tomado su cuota. Al abrir la puerta que daba al pasillo, se encontró con un área de oficinas vacías en renovación. Era allí donde Itzel había contestado aquella llamada fatídica. Mateo recorrió el espacio lentamente, imaginando a la pequeña niña sentada en algún escritorio abandonado, haciendo sus tareas mientras su madre limpiaba.

 El teléfono aún estaba allí, un modelo antiguo de línea fija que seguramente había sido pasado por alto en la renovación. Mateo lo examinó con curiosidad. ¿Cómo era posible que este teléfono siguiera conectado en un piso desocupado? ¿Y por qué alguien llamaría a este número específicamente? La respuesta le llegó como un rayo. No era casualidad.

 Este teléfono debía estar conectado a una extensión específica, probablemente al despacho de Nicolas Wikab. Alguien había alterado el cableado telefónico del edificio, creando una derivación que permitía comunicaciones que no quedarían registradas en el sistema central. Mateo tomó nota del número de extensión y continuó su recorrido sigiloso. Utilizando una llave maestra que pocos sabían que poseía, accedió a un pequeño cuarto de monitoreo en el piso 30.

 Allí un guardia de seguridad casi se cae de su silla al verlo. Don Mateo, no esperábamos su visita hoy. Tranquilo, Balam, solo estoy haciendo una inspección sorpresa. ¿Puedes mostrarme las grabaciones de las cámaras de seguridad del piso 28 durante la última semana? El guardia, nervioso pero eficiente, accedió al sistema y mostró las grabaciones solicitadas.

 Mateo observó con atención hasta que encontró lo que buscaba. Esteban Pech y Nicolás Uikab visitando el piso desocupado varias veces durante horarios inusuales. Interesante, murmuró Balam. ¿Podrías enviarme estas grabaciones a mi correo personal? Y, por favor, ni una palabra de mi visita a nadie. Por supuesto, don Mateo.

 Su siguiente parada fue la oficina de Nayeli Kaamal, utilizando nuevamente las escaleras de emergencia y su conocimiento íntimo del edificio, logró llegar sin ser detectado. Nayeli casi deja caer su taza de café cuando lo vio entrar silenciosamente. Don Mateo, no lo esperaba hasta las 10:30. Buenos días, Nayeli, respondió él con calma, estudiada.

 Necesito hablar contigo en privado. ¿Está Esteban en su oficina? No, señor. Salió hace media hora para encontrarse con los notarios. Dijo que regresaría justo a tiempo para la reunión. Mateo cerró la puerta y se sentó frente al escritorio de su secretaria. Nayeli, hemos trabajado juntos por más de 12 años.

 En todo ese tiempo nunca te he preguntado sobre tu lealtad, porque nunca tuve razón para dudar de ella. Nayeli palideció ligeramente. Mi lealtad siempre ha estado con usted, don Mateo. Lo sé. Por eso hoy te pido un acto más de esa lealtad. Mateo la miró fijamente. Esta mañana me reuní con Shimena Kouo y su hija Itsel. Me contaron una historia bastante perturbadora.

 Nayeli asintió lentamente. La señora de la limpieza y la niña que contestó el teléfono. ¿Sabías de esto? Tenía sospechas, señor. Desde hace semanas he notado comportamientos extraños en Esteban y Nicolás. Documentos que desaparecen, reuniones que no quedan registradas en la agenda oficial, llamadas en clave. Nayeli hizo una pausa, pero no tenía pruebas concretas hasta que la señora Cuo me llamó esta mañana.

 Mateo la estudió detenidamente. Nayelika Amal siempre había sido una mujer reservada, eficiente hasta la perfección, pero rara vez compartía sus pensamientos personales. ¿Por qué no viniste a mí directamente con tus sospechas? Nayeli bajó la mirada visiblemente incómoda. Porque Esteban tiene información sobre mí, información que podría perjudicarme.

¿Te está chantajeando? Un asentimiento silencioso fue su respuesta. Hace dos años, cuando mi madre enfermó gravemente, necesitaba dinero para sus tratamientos. Esteban me ofreció un préstamo personal que acepté. Más tarde descubrí que ese dinero provenía de fondos corporativos que él había desviado. Me convertí en cómplice involuntaria.

 Nayeli levantó la mirada con los ojos brillantes por lágrimas contenidas. He estado pagando ese préstamo religiosamente. Pero Esteban dejó claro que si alguna vez hablaba, se aseguraría de que yo cargara con toda la culpa. Mateo sintió como la rabia crecía en su interior, no solo por la traición de Esteban, sino por haber puesto a una empleada leal en semejante posición.

Nayeli, tienes mi palabra de que resolveremos esto. Nadie te culpará por las acciones de Esteban. Gracias, don Mateo. Nayeli pareció recobrar su compostura profesional. ¿Cuál es el plan ahora? Necesito pruebas irrefutables antes de confrontar a Esteban, el poder notarial que pretende que firme hoy. ¿Lo has visto? Sí, señor.

 De hecho, Nayeli abrió un cajón y extrajo una carpeta. Hice una copia. Algo en la redacción me pareció sospechoso, pero no soy abogada. Mateo examinó el documento con atención. A primera vista, parecía un poder notarial estándar para realizar operaciones internacionales en nombre del grupo Ancona.

 Pero al leer las cláusulas con detenimiento, Mateo detectó el engaño maestro, una sección aparentemente inocua que otorgaba a Esteban control total sobre todas las subsidiarias del grupo, con capacidad para vender activos sin aprobación adicional. “Brillante y despiadado”, murmuró Mateo. “Si hubiera firmado esto, habría perdido todo,” completó Nayeli. Mateo guardó silencio pensativo. Finalmente tomó una decisión.

Nayeli, necesito que hagas algo por mí. La reunión de las 10:30 procederá según lo planeado, pero con algunos cambios que Esteban no espera. Mientras Mateo explicaba su plan, Nayeli tomaba notas meticulosamente, como siempre había hecho. Pero esta vez había un brillo diferente en sus ojos, determinación y alivio.

 A las 10:25, Esteban Pech regresó a la oficina acompañado por dos notarios y Nicolás Uikab. Vestía un guayavera impecable color hueso y su sonrisa exudaba confianza. Buenos días, Nayeli. Don Mateo ya llegó. Buenos días, licenciado Pech. Don Mateo está en su despacho esperándolos.

 Esteban asintió satisfecho y guió a los notarios hacia la oficina principal. Nicolás se quedó un momento rezagado. “Nayeli, ¿todo en orden?”, preguntó con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. “Perfectamente, Nicolás, como siempre. Cuando todos entraron al despacho, Nayeli respiró profundamente y activó disimuladamente una grabadora que Mateo le había dado.

 Luego llamó a seguridad para implementar la segunda fase del plan. Dentro del despacho, Mateo Ancona recibió a los visitantes con cordialidad estudiada. Esteban, Nicolás, señores notarios, bienvenidos. Por favor, tomen asiento. Esteban parecía ligeramente desconcertado por la tranquilidad de Mateo. Esperaba encontrarlo distraído, como en las últimas semanas cuando la presión de la expansión internacional había comenzado a pasarle factura.

 Don Mateo, aquí tenemos el poder notarial que discutimos la semana pasada. Como le expliqué, es esencial para proceder con las operaciones en Centroamérica. Mateo tomó el documento y lo examinó con aparente casualidad. Sí, lo recuerdo. Pero antes de firmar, Esteban, me gustaría discutir un asunto curioso que surgió esta mañana.

 Esteban mantuvo su sonrisa, aunque un músculo se tensó en su mandíbula. Por supuesto, don Mateo, ¿de qué se trata? Recibí una llamada muy interesante. Alguien mencionó que este poder podría contener cláusulas que no son exactamente como me las describiste. Mateo observó cuidadosamente la reacción de Esteban.

 ¿Hay algo que debería saber antes de firmar? Por un instante casi imperceptible, el rostro de Esteban reflejó al arma, pero se recuperó rápidamente. Don Mateo, usted conoce estos documentos legales. Son complejos por naturaleza. Si tiene dudas específicas, estoy seguro que los notarios pueden aclararlas.

 Los notarios, visiblemente incómodos, intercambiaron miradas. De hecho, continuó Mateo, me tomé la libertad de invitar a mi abogado personal para que revise el documento antes de firmarlo. Debería llegar en cualquier momento. Ahora la sonrisa de Esteban desapareció por completo. No creo que sea necesario, don Mateo. Estos notarios son de absoluta confianza y el tiempo es esencial.

 Nuestros socios en Guatemala esperan la confirmación hoy mismo. La cautela nunca está de más, Esteban. Después de todo, estamos hablando del trabajo de toda mi vida. Un silencio tenso se instaló en la habitación. Nicolás miraba nerviosamente hacia la puerta, como calculando la distancia hasta la salida. El intercomunicador sonó. Don Mateo. Se escuchó la voz de Nayeli.

 Su abogado, el licenciado Kumul, acaba de llegar. Hazlo pasar, Nayeli. Cuando la puerta se abrió, no fue solo el abogado quien entró. Junto a él venían dos agentes de la unidad de investigación financiera, el director de seguridad corporativa del grupo Ancona y, para sorpresa absoluta de Esteban, la pequeña Itzel Kuo acompañada de su madre.

 El rostro de Esteban se transformó en una máscara de incredulidad. ¿Qué significa esto, Mateo? Significa, Esteban, que tu plan de 15 años acaba de desmoronarse gracias a una niña de 10 años que contestó un teléfono equivocado. Los siguientes minutos fueron caóticos. Nicolás intentó huir, pero los guardias de seguridad bloqueaban la puerta.

 Los notarios, al comprender que estaban siendo implicados en un fraude, comenzaron a protestar su inocencia, alegando que solo habían seguido instrucciones sin conocer el verdadero propósito del documento. Esteban, acorralado, mantuvo una calma glacial que resultaba más perturbadora que cualquier arrebato de ira. Esa niña no sabe lo que dice. Es absurdo que creas las fantasías de una criatura y la palabra de una limpiadora sobre la mía después de 15 años de lealtad.

 Mateo se levantó lentamente, imponiendo su presencia en la habitación. Lealtad, Esteban. Déjame mostrarte lo que he descubierto en las últimas dos horas. Con un gesto indicó a su asistente técnico que proyectara en la pantalla de la sala las evidencias recopiladas, las grabaciones de seguridad mostrando a Esteban y Nicolás en el piso vacío, documentos corporativos alterados, correos electrónicos encriptados que habían sido recuperados y finalmente una declaración firmada por Nayeli Kaamal, detallando el chantaje al que había sido sometida. Y por si fuera poco, continuó Mateo, este poder notarial que

pretendías que firmara contiene cláusulas ocultas que me despojarían efectivamente del control de mi propio grupo empresarial. Esteban miró a Mateo con un odio apenas contenido. Siempre fuiste un hombre afortunado, Mateo. Naciste en el lugar correcto con las conexiones correctas. Yo tuve que luchar por cada centímetro. Siempre a tu sombra, siempre el segundo al mando.

 15 años planeando cada detalle solo para ser descubierto por Su mirada se dirigió a Itzel con desprecio, una mocosa insignificante. Itzel, lejos de intimidarse, sostuvo la mirada del hombre con una valentía sorprendente para su edad. “Mi mamá dice que Dios utiliza a los más pequeños para realizar sus obras más grandes.” Respondió con sencillez. Un silencio asombrado siguió a sus palabras.

 Mateo miró a la niña con una mezcla de admiración y algo más profundo, un sentimiento que no podía nombrar, pero que le resultaba extrañamente familiar. Los agentes de la Unidad de Investigación Financiera procedieron a detener a Esteban y Nicolás para interrogatorio formal. Los notarios fueron citados como testigos materiales.

En cuestión de minutos la oficina quedó vacía, excepto por Mateo, Nayeli, Jimena e Itzel. “Señora Cuo, no sé cómo agradecerle”, dijo Mateo visiblemente conmovido. “Usted y su hija han salvado no solo mi patrimonio, sino el sustento de miles de empleados que dependen del grupo Ancona.” Jimena, abrumada por los acontecimientos, apenas podía hablar.

Solo hicimos lo correcto, señor. La rectitud es un bien escaso en estos tiempos, respondió Mateo, y debe ser recompensada adecuadamente. Nayeli, por favor, prepara un reconocimiento especial para la señora Cuo y su hija. Enseguida don Mateo. Mientras Nayeli salía de la oficina, Mateo se acercó a Itsel, quien observaba fascinada la vista panorámica de Mérida desde los ventanales del despacho. Desde esa altura, la ciudad blanca se extendía como un tapizante bajo el sol yucateco.

¿Te gusta la vista, pequeña? Itzel asintió entusiasmada. Es como ver todo el mundo desde arriba, señor. Mi escuela queda por allá, señaló hacia el este y nuestra casa está en esa dirección, indicó hacia el sur. Mateo siguió su gesto y, por alguna razón sintió una punzada de tristeza al imaginar el modesto hogar donde esta extraordinaria niña crecía.

 Itzel, me gustaría hacerte una pregunta personal, si me lo permites. Claro, señor. ¿Qué te gustaría hacer cuando crezcas? La niña no dudó ni un segundo. Abogada, señor, para defender a las personas buenas de las injusticias, como en las telenovelas que ve mi abuelita. Mateo soltó una risa genuina, la primera en muchos días.

 Es un excelente objetivo y creo que tienes exactamente el carácter necesario para lograrlo. Itzel sonrió mostrando un pequeño espacio donde recientemente había perdido un diente de leche. ¿Usted cree, señor? Estoy seguro. La justicia necesita personas valientes como tú. En ese momento, Nayeli regresó con varios documentos.

 Don Mateo, aquí está lo que solicitó y también la investigación preliminar que pidió sobre el otro asunto. Mateo tomó los papeles y los revisó rápidamente. Su expresión cambió al leer el segundo documento, volviéndose casi vulnerable por un instante. Gracias, Nayeli. Por favor, asegúrate de que la señora EEL reciban un transporte seguro a su casa y agenda una reunión con ellas para la próxima semana.

 Hay asuntos adicionales que me gustaría discutir. Cuando Jimena e Itzel se marcharon, escoltadas por el jefe de seguridad personal de Mateo, Nayeli se acercó a su jefe con expresión preocupada. Señor, los resultados preliminares muestran una correspondencia del 99.9%. ¿Cómo desea proceder? Mateo Ancona miró por la ventana observando la ciudad blanca que se extendía ante él.

 El imperio que había construido durante cuatro décadas, el mismo que estuvo a punto de perder hoy, de repente parecía insignificante comparado con la posibilidad que acababa de descubrir. Con cautela, Nayeli, con mucha cautela. Esta podría ser la noticia más importante de mi vida y no quiero apresurarme.

 Mientras tanto, en el taxi que las llevaba de regreso a su hogar, Itzell miraba fascinada el cheque que el señor Ancona le había entregado a su madre. La suma escrita allí era más dinero del que jamás habían visto. “Mamá, ¿esto significa que ya no tendrás que trabajar tanto.

” Jimena, todavía aturdida por todo lo ocurrido, abrazó a su hija con fuerza. Significa muchas cosas, mi amor, pero sobre todo significa que hiciste algo extraordinario. Estoy muy orgullosa de ti. Itsel se acurrucó contra su madre, satisfecha, pero con una sensación extraña en el pecho. Había algo en la mirada del señor Ancona que la intrigaba, una familiaridad inexplicable que resonaba dentro de ella como un eco lejano.

 Mamá, ¿por qué el señor Ancona me miraba así? Como si como si me conociera. Jimena se tensó imperceptiblemente. Un gesto que no pasó desapercibido para su observadora hija. Es un hombre amable. Itsel seguramente está agradecido por lo que hicimos. Pero Itzel, con esa intuición aguda que la caracterizaba, supo que había algo más, algo que su madre no le estaba diciendo. Sin embargo, decidió no insistir.

 Por ahora estaba contenta de haber hecho lo correcto y de haber ayudado a una persona buena. Lo que no podía imaginar era cómo esa simple decisión moral transformaría completamente el curso de sus vidas en los próximos días. Durante los días siguientes, la vida de Jimena Edzel experimentó cambios sutiles pero significativos.

 El generoso cheque Mateo Ancona les había entregado permanecía intacto en una cuenta bancaria recién abierta. A pesar de las insistencias de sus vecinas para que disfrutara un poco de esa bendición, Jimena se mostraba cautelosa. Algo en su interior le advertía que el dinero no era un final, sino el principio de algo mucho más complejo. “¿Por qué no compramos un televisor nuevo, mamá?”, preguntó Itsel mientras desayunaban huevos motuleños en su pequeño comedor. El nuestro ya tiene la pantalla amarillenta.

 Jimena sonrió acariciando el cabello de su hija. Pronto, mi amor, pero primero quiero estar segura de qué vamos a hacer con ese dinero. Quizás deberíamos usarlo para tu educación. Itzel hizo un moín de decepción, pero no insistió. Desde pequeña había entendido que su madre siempre pensaba primero en su futuro antes que en comodidades inmediatas.

 El teléfono sonó interrumpiendo el momento familiar. Jimena contestó limpiándose las manos en el delantal. Bueno, señora Cuo, buenos días. Habla Nayeli Camal, la secretaria del señor Ancona. Jimena se tensó instantáneamente. Buenos días, señorita Camal. El señor Ancona desea confirmar su reunión para mañana a las 160 horas.

 Enviará un automóvil a recogerlas a usted y a su hija a las 15:30, si le parece bien. Sí, por supuesto. Estaremos listas. Hubo una breve pausa al otro lado de la línea. Señora Cuo, si me permite un consejo personal, prepare a Itsell para posibles noticias importantes. El señor Ancona ha estado realizando algunas investigaciones que podrían afectar significativamente a ambas.

 Antes de que Jimena pudiera preguntar más, Nayeli se despidió cortésmente y colgó. Un escalofrío recorrió su espalda. Investigaciones. ¿Qué habría descubierto Mateo Ancona? ¿Era la señorita del edificio Alto, mamá?”, preguntó Itzel, siempre atenta a todo. “Sí, mi amor. Mañana tenemos una reunión con el señor Ancona.

” Los ojos de Itzel se iluminaron. “Vamos a volver a la torre. ¿Podré ver otra vez esa vista tan bonita de la ciudad?” Jimena asintió, intentando ocultar su preocupación. “Sí, mañana iremos a la torre. Pero recuerda, es una reunión seria, no una excursión. Lo sé, mamá. Me portaré bien, lo prometo. Esa noche, mientras Itzel dormía, Jimena sacó de debajo de su colchón vieja caja metálica que contenía sus documentos más importantes.

 Entre pasaportes y certificados de nacimiento había una fotografía desgastada, una versión mucho más joven de ella misma, junto a un hombre apuesto de unos 30 años. El hombre tenía el brazo sobre sus hombros y ambos sonreían a la cámara frente a las antiguas ruinas de Uxmal. Jimena acarició la imagen con dedos temblorosos. Mateo Ancona había cambiado mucho en 11 años.

 El cabello completamente entreco, las arrugas alrededor de los ojos, la postura más rígida, pero esa mirada, esa mirada seguía siendo la misma que la había cautivado aquella primavera en Valladolid, cuando ella trabajaba como guía en un sitio arqueológico y él era un empresario prometedor que empezaba a destacar. Tres meses.

 Solo tres meses habían durado juntos antes de que él tuviera que partir repentinamente a España por una oportunidad de negocios crucial. Ella había descubierto su embarazo apenas una semana después, pero cuando intentó contactarlo, le informaron que Mateo había decidido quedarse en Europa indefinidamente. Destrozada y orgullosa, Jimena decidió criar a su hija sola. Nunca volvió a buscarlo.

 Y con el tiempo la historia del padre que se fue al extranjero sin saber del embarazo se convirtió en la versión oficial para Itzel. Una mentira piadosa que ocultaba un dolor más profundo. El abandono. Lo que Jimena nunca imaginó es que el destino los reuniría de esta manera tan extraordinaria. Y ahora Mateo quería verlas nuevamente. Habría descubierto la verdad. Reconocería en Itsel sus propios rasgos.

 El corazón de Jimena latía desbocado ante estas posibilidades. Guardó la fotografía y cerró la caja metálica tomando una decisión. Si Mateo había descubierto la verdad, ella no la negaría. Después de todo, Itzel merecía conocer a su padre, aunque las circunstancias fueran complicadas. Mientras tanto, en su hacienda restaurada en las afueras de Mérida, Mateo Ancona contemplaba otro conjunto de fotografías esparcidas sobre su escritorio.

 Una mostraba a Shimena Kuo hace 11 años, otra a Itsel en distintas etapas de su desarrollo escolar obtenidas de los registros del colegio. Y finalmente un documento de laboratorio con resultados de ADN que confirmaban lo que su corazón ya sabía. Itzel era su hija biológica. Nayeli Ca Amal, sentada frente a él con una taza de té de chaya en las manos, esperaba pacientemente a que su jefe procesara toda la información.

 “Nunca lo supe, Nayeli,” murmuró Mateo finalmente. Cuando regresé de España tres meses después, Jimena había desaparecido. Nadie en el sitio arqueológico sabía dónde estaba. La busqué durante meses. ¿Qué ocurrió exactamente, don Mateo? si me permite preguntar. Mateo suspiró profundamente como liberando un peso guardado durante años. Conocí a Jimena en Valladolid durante un recorrido por la zona arqueológica. Ella trabajaba como guía.

Hubo una conexión inmediata, algo que nunca había experimentado. Mateo sonrió ante el recuerdo. Empezamos a vernos después de sus turnos. Era diferente a cualquier mujer que hubiera conocido, auténtica e inteligente, a pesar de su educación limitada, con un conocimiento profundo de la cultura maya que me fascinaba.

 Nayeli asintió, animándolo a continuar. Estuvimos juntos casi tres meses. Planeaba pedirle que viniera conmigo a Mérida, pero entonces surgió esa oportunidad en España, un contacto importante que podría abrir puertas internacionales para el grupo. Le dije que volvería en pocas semanas. Mateo hizo una pausa, su rostro ensombreciéndose.

 Cuando intenté comunicarme desde Madrid, nunca logré hablar directamente con ella. Siempre me decían que estaba ocupada o fuera de turno. Finalmente, un compañero me dijo que había renunciado sin previo aviso y cuando regresó a México, la busqué en Nayeli. Contraté investigadores privados. Visité su pueblo natal cerca de Valladolid, pero era como si la tierra se la hubiera tragado. Eventualmente tuve que aceptar que ella no quería ser encontrada.

 Mateo se levantó y caminó hacia la ventana, observando su jardín, donde las bugambilias y flamboyanes creaban un espectáculo de colores bajo la luz dorada del atardecer yucateco. Y ahora descubro que todo este tiempo tuve una hija. Una hija que nunca vi crecer, que nunca supe que existía. hasta que el destino la puso en mi camino de la manera más extraordinaria. Nayeli guardó silencio respetuoso.

 Conocía a su jefe lo suficiente para saber cuándo necesitaba espacio para sus pensamientos. ¿Crees que Jimena me ocultó deliberadamente a Itzel?, preguntó finalmente Mateo. No puedo saberlo con certeza, señor, pero por la forma en que la señora Cuo habla de usted a su hija, no parece guardarle rencor. Quizás hubo un malentendido. Mateo asintió lentamente.

 Mañana lo averiguaremos, pero necesito pedirte un favor, Nayeli. Quiero que estés presente en la reunión. Eres la única persona en quien confío plenamente ahora. Por supuesto, don Mateo, ¿desea que prepare algo especial para la niña? Quizás algunos dulces o un pequeño regalo. Una sonrisa genuina iluminó el rostro del empresario. Siempre tan previsora, Nayeli. Sí, pero nada ostentoso.

 No quiero abrumarla, quizás libros. Itzel mencionó que quiere ser abogada algún día. Mientras Nayeli tomaba nota, Mateo sintió una mezcla de emociones que no había experimentado en décadas. anticipación, miedo, esperanza. A sus 65 años, cuando creía que ya nada podría sorprenderlo, descubría que tenía una familia.

 Una familia que irónicamente le había salvado de la ruina. El día siguiente amaneció con un cielo despejado y brillante sobre Mérida, aunque la humedad anunciaba una tarde de lluvia típica de la temporada. Jimena lo tomó como un buen presagio mientras ayudaba a Itzel a prepararse para la reunión. Este vestido está bien, mamá, preguntó la niña dando una vuelta para mostrar un sencillo pero bonito vestido azul con bordados yucatecos.

 Está perfecto, mi amor. Te ves muy guapa. Jimena había elegido para sí misma un conjunto sobrio, pero elegante. Pantalón negro y blusa blanca con sutil bordado típico, las mejores prendas de su limitado guardarropa. Quería proyectar dignidad, no despertar lástima. A las 15:30 en punto, un automóvil negro con cristales polarizados se detuvo frente a su edificio.

 El chóer, un hombre de mediana edad con uniforme formal, les abrió la puerta con respeto. Señora Cuo, señorita Itsel, buenas tardes. El señor Ancona me ha enviado para llevarlas a la torre vértice 60. El viaje transcurrió en un silencio nervioso por parte de Jimena mientras Itzel bombardeaba al chóer con preguntas sobre el automóvil, sobre si conocía personalmente al señor Ancona y si todos los empresarios tenían coches tan bonitos.

 Al llegar a la torre, no entraron por el lobby principal como Jimena esperaba, sino por un acceso privado que las condujo directamente a un elevador exclusivo. “Este elevador es solo para don Mateo y sus invitados especiales”, explicó el chóer mientras introducía una tarjeta electrónica. Los llevará directamente al piso 35.

 Cuando las puertas se abrieron en el piso ejecutivo, Nayeli Amal las esperaba con una sonrisa cordial. Bienvenidas, don Mateo las está esperando en la sala de juntas privada. Por favor, síganme. Itzel estaba fascinada por todo lo que veía. Las oficinas elegantes, las vistas espectaculares de la ciudad blanca, los empleados en trajes impecables que caminaban con prisa por los pasillos.

 Todo parecía sacado de una de esas series de televisión sobre gente rica que a veces veía en casa de su vecina. Nayeli las condujo hasta una puerta de madera tallada al final de un pasillo. Antes de abrirla, se dirigió a Jimena en voz baja. El señor Ancona está algo nervioso, aunque intenta no demostrarlo. Es una reunión importante para él. Jimena asintió, comprendiendo el significado subyacente.

 Entonces, Mateo sí había descubierto la verdad. Al entrar en la sala, encontraron a Mateo Ancona de pie junto a un ventanal contemplando la ciudad. Se giró al escucharlas y Jimena notó que llevaba un traje menos formal que en su encuentro anterior, pantalón oscuro y guallavera de lino azul claro sin corbata, como intentando crear un ambiente más relajado.

 “Señora Cuo, Itzel, bienvenidas”, saludó Mateo avanzando para recibirlas. Su mirada se detuvo un segundo más en Itsel con una expresión que mezclaba asombro y ternura. Gracias por invitarnos, señor Ancona, respondió Jimena, esforzándose por mantener la compostura. Por favor, tomen asiento. Les ofrezco algo de beber, un jugo de pita quizás para Itzel.

 Sí, por favor, respondió la niña con entusiasmo. Me encanta la pita. Mateo sonrió, enternecido por la espontaneidad infantil. Por supuesto. Con un gesto indicó Anayeli que se encargara de las bebidas. Y para usted, señora Cuo, café, té, un café estaría bien, gracias. Cuando Nayeli salió discretamente, un silencio incómodo se instaló en la sala.

Mateo parecía buscar las palabras adecuadas, mientras Itzel observaba con curiosidad una serie de libros alineados en un estante cercano. “Mira, mamá, tienen leyendas mayas como el que leemos en casa”, exclamó la niña señalando uno de los volúmenes. “¿Te gusta leer, Itzel? preguntó Mateo aprovechando la apertura. Mucho.

 Mamá dice que los libros son como viajes que puedes hacer sin salir de casa. Mi favorito es Leyendas Mayas, pero también me gustan los de Aventuras y Misterios. A mí también me encantan las leyendas mayas, confesó Mateo. De hecho, tengo una edición especial ilustrada que me gustaría mostrarte después. Itzel sonríó estableciendo una conexión inmediata con este hombre que compartía su gusto literario.

 Jimena observaba el intercambio con el corazón acelerado, reconociendo gestos y expresiones idénticas en padre e hija, aunque ninguno de los dos fuera consciente de ello aún. Nayeli regresó con las bebidas y un pequeño plato de dulces típicos yucatecos que puso frente a Itzel. Gracias, señorita, dijo educadamente la niña tomando un dulce de coco.

 Señora Cuo, comenzó finalmente Mateo, primero quiero reiterarle mi profundo agradecimiento por lo que usted e Itsel hicieron por mí y por mi empresa. La investigación sobre la conspiración de Esteban Pechificaciones que ni siquiera imaginábamos.

 Al parecer formaba parte de un esquema internacional para apropiarse de empresas mexicanas exitosas. Me alegro que hayamos podido ayudar, señor Ancona. Mateo tomó un sorbo de su café como reuniendo valor. Sin embargo, no es solo por gratitud que las he invitado hoy. Durante nuestra investigación sobre Esteban, descubrimos algo inesperado, algo que me concierne personalmente.

 Hizo una pausa mirando directamente a Jimena. Algo relacionado con Uxmal hace 11 años. El color abandonó el rostro de Jimena. No había mencionado Uxmal, sino Valladolit, la fotografía. Habían encontrado la fotografía. ¿Qué es Uxmal, mamá?, preguntó Itzel, siempre atenta. Ya es donde conociste a mi papá. Mateo miró a la niña con intensidad antes de volver a Jimena.

 Eso es exactamente lo que me gustaría saber, Itzel. Shimena respiró profundamente. El momento había llegado. Itzel, cariño, ¿recuerdas que te conté que tu padre tuvo que irse a España por trabajo antes de saber que yo estaba embarazada? La niña asintió repentinamente seria al percibir la tensión en el ambiente. Pues hay partes de esa historia que no te conté completamente. Jimena miró brevemente a Mateo buscando valor.

Cuando tu padre se fue, yo intenté contactarlo para decirle sobre ti, pero hubo complicaciones. Nunca pudimos hablar directamente. Mateo se inclinó hacia delante, visiblemente afectado. Chimena, te busqué por todas partes cuando regresé de España. Nadie sabía dónde estabas. Me dijeron que habías decidido quedarte en Europa indefinidamente, respondió ella con voz temblorosa.

 Que habías encontrado mejores oportunidades allá y no planeabas volver. ¿Quién te dijo eso?, preguntó Mateo genuinamente sorprendido. Joaquín Tun, el administrador del sitio arqueológico, dijo que habías llamado para informarle que no regresarías a México en mucho tiempo. Mateo golpeó la mesa con frustración. Joaquín, debí imaginarlo.

 Siempre estuvo enamorado de ti, Shimena, pero te juro que nunca dije tal cosa. Regresé a las tres semanas como prometí, solo para descubrir que te habías ido sin dejar rastro. Itzel observaba el intercambio con ojos enormes, comenzando a comprender lo que sucedía. “Señor Ancona”, intervino con voz pequeña pero clara, “Usted es mi papá.” El tiempo pareció detenerse en la habitación.

 Mateo miró a la niña con ojos brillantes de emoción contenida. “Sí, Itzel, según todas las evidencias que hemos recopilado, soy tu padre.” Itsel procesó la información con una madurez sorprendente. Miró a su madre, luego a Mateo y finalmente a la vista de la ciudad a través del ventanal, como buscando un punto de referencia en medio de esta revelación que sacudía su mundo.

Por eso me miraba así el otro día, dijo finalmente, como si me conociera, pero no pudiera recordar de dónde. Mateo sonríó conmovido por la perspicacia de la niña. Desde el momento en que te vi, sentí una conexión inexplicable. Hay algo en tus ojos, en tu forma de hablar, que me resultaba extraordinariamente familiar.

 ¿Puedo? ¿Puedo verlo? Pidió Itzel, señalando un folder que Mateo mantenía cerrado sobre la mesa. Mateo miró a Jimena pidiendo permiso silenciosamente. Ella asintió con lágrimas contenidas. Mateo abrió el folder y extrajo varias fotografías. La primera mostraba a Jimena y él Enuxmal.

 La segunda era una comparación lado a lado entre sus ojos y los de Itzel, mostrando el mismo patrón inusual de color ámbar con pequeñas motas doradas. La tercera era un documento de laboratorio con resultados de ADN. “¿Qué significa ese papel?”, preguntó Itzel señalando el análisis. “Es un estudio científico que confirma que somos familia”, explicó Mateo con sencillez.

 Pero para mí la verdadera prueba está en lo que siento cuando te miro. Nayeli, que había permanecido discretamente en un rincón de la sala, se emocionó visiblemente ante la escena. Mateo Ancona, el empresario frío y calculador que había dirigido con mano firme uno de los conglomerados financieros más importantes de la península, mostraba una vulnerabilidad y una ternura que nunca había revelado en todos los años que llevaba trabajando para él.

 ¿Esto significa que ahora tengo un papá?”, preguntó Itzel con la inocencia propia de sus 10 años. “Si tú lo deseas.” “Sí”, respondió Mateo, conteniendo la emoción en su voz. “Me he perdido 10 años de tu vida, Itsel, y eso es algo que nunca podré recuperar. Pero si me das la oportunidad, me gustaría conocerte, ser parte de tu vida de ahora en adelante.

” Itsel miró a su madre buscando aprobación. Shimena, con lágrimas rodando silenciosamente por sus mejillas, asintió. Tu papá siempre ha sido un buen hombre, Itzel. Solo tuvimos un malentendido muy grande. Un malentendido que alguien provocó deliberadamente, añadió Mateo con cierto enojo contenido. Pero eso ya no importa. Lo que importa es el futuro, no el pasado.

 Itzel, en un gesto que sorprendió a todos, se levantó de su silla y caminó hacia Mateo. Sin palabras, extendió su pequeña mano hacia él. Mateo la tomó con delicadeza, como si fuera el objeto más precioso del mundo. Tienes las manos calientes como mamá, observó Itsel. Yo también. Mateo sonríó incapaz de hablar por la emoción.

 Este simple comentario infantil, esta observación de un rasgo compartido, significaba más para él que todos los éxitos empresariales de su vida. Nayeli, percibiendo la intensidad del momento, se levantó discretamente. Si me disculpan, tengo algunos asuntos que atender. Los dejaré solos para que puedan hablar con más privacidad. Cuando la puerta se cerró tras ella, Mateo finalmente encontró su voz.

 Jimena, Itzel, sé que esto es repentino y que tienen una vida establecida. No pretendo irrumpir y cambiarlo todo de la noche a la mañana, pero me gustaría proponerles algo. ¿Qué cosa?, preguntó Itzel, quien seguía de pie junto a Mateo, ahora examinando con curiosidad un reloj de pulsera que él llevaba. Me gustaría conocernos mejor, pasar tiempo juntos.

 Quizás podrían considerar mudarse a un lugar más cercano a mi oficina. Tengo varios apartamentos en colonia México Norte que están desocupados. Serían suyos, por supuesto. Jimena se tensó ligeramente. Señor Ancona, Mateo, por favor. Creo que después de todo lo ocurrido podemos usar nuestros nombres. Mateo, repitió Jimena, el nombre sintiéndose extraño en sus labios después de tantos años.

 Agradezco su oferta, pero no quiero que Itzel piense que esto se trata de dinero o comodidades materiales. Comprendo perfectamente, respondió él con respeto, y admiro tu integridad, Jimena. Siempre fue una de las cualidades que más me atrajeron de ti. Mateo hizo una pausa, pero piénsalo como una oportunidad para Itel.

 Mejores escuelas, más seguridad, la posibilidad de desarrollar todo su potencial. Itzel observaba atentamente el intercambio, su mirada moviéndose de uno a otro como si estuviera en un partido de tenis. “¿Podríamos tener un perro?”, preguntó repentinamente. “Siempre he querido uno, pero en nuestro edificio no permiten mascotas.” Mateo soltó una carcajada genuina.

 “Por supuesto que podrías tener un perro. De hecho, conozco un albergue de animales que está buscando hogares para varios cachorros.” Jimena no pudo evitar sonreír ante el entusiasmo de su hija, típico de Itzel centrarse en lo que realmente le importaba. No el lujo ni el dinero, sino la posibilidad de tener una mascota.

 Lo pensaremos, concedió finalmente. Es una decisión importante que no podemos tomar a la ligera. Por supuesto, asintió Mateo, tómense el tiempo que necesiten. Mientras tanto, ¿qué les parece si cenamos juntos este fin de semana? Podríamos ir a un lugar que le guste a Itzel. Cochinita pibil, exclamó inmediatamente la niña.

 Me encanta la cochinita píbil con tortillas recién hechas. Mateo sonrió ampliamente. Conozco el lugar perfecto en el mercado de Santiago. Hacen la mejor cochinita de Mérida. Sí, respondió Itzel entusiasmada. Vamos allí. Perfecto, dijo Mateo, encantado con el entusiasmo de su hija. Es una cita.

 Entonces, cuando terminaron la reunión, Mateo insistió en que su chóer las llevara de regreso a casa. Es lo mínimo que puedo hacer, dijo. Y luego, mirando a Itzel con una sonrisa genuina, añadió, “Hasta pronto, pequeña. Estoy deseando probar esa cochinita contigo el fin de semana.” Al salir del edificio, Jimena no podía evitar sentir que algo había cambiado fundamentalmente en sus vidas.

 La forma en que Mateo había mirado a Itzel con esa mezcla de orgullo y amor instantáneo le aseguraba que su hija tendría al fin la figura paterna que merecía. Lo que no sabían era que desde un edificio cercano un hombre observaba su salida a través de unos binoculares. Sacó su teléfono y marcó un número. Esteban. Son ellas.

 La mujer y la niña que te delataron acaban de salir de la torre vértice 60. Al otro lado de la línea, desde una elegante suite de hotel en Cancún, donde permanecía bajo arresto domiciliario gracias a sus influencias, Esteban Pechrió con malicia. Excelente. Sígalas. Quiero saber todo sobre ellas. donde viven sus rutinas, sus debilidades.

Mateo Ancona me ha humillado, pero esto no ha terminado, apenas está comenzando. Mientras tanto, en el automóvil que las llevaba de regreso a casa, Itzel miraba por la ventana con expresión soñadora. Mamá, ¿crees que algún día podríamos vivir en una casa grande como las de Colonia México Norte con jardín para que mi perro pueda correr? Jimena acarició el cabello de su hija, sintiendo una mezcla de emociones contradictorias.

Quizás, mi amor, la vida a veces nos da sorpresas maravillosas cuando menos lo esperamos. Como encontrar a mi papá, añadió Itzel con una sonrisa. Exactamente como eso respondió Jimena, permitiéndose por primera vez en mucho tiempo soñar con un futuro diferente al que había imaginado para ellas. Un futuro que sorprendentemente incluía a Mateo Ancona.

 Los días siguientes transcurrieron como en un sueño para Itsel. La realidad de tener un padre, y no cualquier padre, sino uno de los hombres más poderosos de Yucatán, era difícil de asimilar. En la escuela guardaba el secreto celosamente. Su maestra Jacinta había notado un cambio en ella, una especie de brillo especial en su mirada, pero respetaba su privacidad.

 “Estás diferente, Itzel”, le comentó Jacinta durante el recreo, mientras la niña leía bajo la sombra de un flamboyán. más contenta, más luminosa. Itzel levantó la vista de su libro y sonrió enigmáticamente. Tengo un secreto bonito, maestra, pero no puedo contarlo todavía. La maestra Jacinta asintió comprensivamente.

 A sus años sabía reconocer cuando un niño procesaba emociones importantes. Los secretos bonitos son como semillas, Itzel. Necesitan tiempo para crecer antes de mostrarse al mundo. Mientras tanto, Jimena enfrentaba su propia montaña rusa emocional. El reencuentro con Mateo había removido sentimientos que creía enterrados.

 Durante esos tres meses juntos en Valladolid se había enamorado profundamente de él. Su separación, agravada por la mentira de Joaquín Tun, había sido devastadora. Esa noche, mientras Sitzel dormía, Jimena recibió un mensaje de texto. Puedo llamarte. Hay detalles que me gustaría discutir antes del sábado. Mateo, con el corazón acelerado, respondió afirmativamente. Segundos después, su teléfono sonó.

Buenas noches, Jimena. La voz grave de Mateo resultaba extrañamente íntima a través del auricular. Buenas noches, Mateo. Un breve silencio cargado de palabras no dichas. ¿Cómo está, Itzel? Emocionada. No habla de otra cosa que no sea la cochinita del sábado. Mateo rió suavemente. Me alegra escucharlo, Jimena. He estado pensando.

 Quiero hacer las cosas correctamente, no solo por Itzel, sino por ti también. ¿A qué te refieres? He consultado con mis abogados. Quiero reconocer legalmente a Itzel como mi hija, darle mi apellido, asegurarme que tenga todos los derechos que le corresponden, pero solo si tú estás de acuerdo. Por supuesto. Jimena se sentó lentamente en la pequeña silla de su cocina, sintiendo que sus piernas flaqueaban. Mateo, eso es significativo.

Itsel siempre ha sido una cuo. Lo sé y respeto completamente tu decisión, cualquiera que sea. Solo quiero que sepas que estoy dispuesto a asumir todas mis responsabilidades como padre, no solo las financieras, sino también las emocionales y legales. Jimena cerró los ojos intentando ordenar sus pensamientos. Necesito consultarlo con Itzel.

 Es lo suficientemente grande para tener voz en esto. Por supuesto, tómense el tiempo que necesiten. Otra pausa más prolongada esta vez. Jimena, hay algo más que debo decirte. Algo relacionado con la investigación sobre Esteban Pech. El tono de Mateo cambió, volviéndose más grave, más profesional. La conspiración es más grande de lo que imaginábamos.

 Al parecer, Esteban trabajaba para un grupo internacional que se dedica a adquirir empresas yucatecas exitosas a través de diversos métodos, desde estafas legales como la que intentaron conmigo hasta tácticas más agresivas. ¿Qué tipo de tácticas?, preguntó Jimena sintiendo un escalofrío.

 Presiones, amenazas, incluso sabotajes industriales están especialmente interesados en empresas construidas desde cero por emprendedores locales, empresas como la mía. ¿Por qué? control económico principalmente. Pero también hay un componente xenófobo en todo esto. Muchos de los involucrados creen que los empresarios mexicanos, especialmente los de ascendencia maya como yo, no deberíamos controlar empresas de cierta envergadura. Shimena procesó la información con creciente preocupación. Estamos en peligro.

 Itsel está en peligro. He tomado todas las precauciones necesarias, Jimena. Contraté seguridad privada. que las vigilará discretamente. Pero sí, debemos ser cautelosos. Estebán logró salir bajo fianza ayer y aunque tiene prohibido acercarse a cualquiera relacionado con el grupo Ancona, no confío en que respete esa orden.

 “Dios mío”, murmuró Jimena, mirando instintivamente hacia la habitación donde Itzel dormía plácidamente. “Por eso, insisto en mi ofrecimiento anterior, el apartamento en colonia México Norte cuenta con seguridad las 24 horas. Estarían mucho más protegidas allí. Esta vez la propuesta sonaba menos como un lujo y más como una necesidad. Jimena lo pensó detenidamente. Lo consultaré con Itzel mañana.

 Si ella está de acuerdo, consideraremos mudarnos temporalmente. Gracias, Quimena, y lamento haberte involucrado en esto. No te disculpes, Mateo. Fuimos nosotras quienes te buscamos, ¿recuerdas? Al otro lado de la línea, Mateo sonríó. Lo recuerdo perfectamente y cada día agradezco que lo hicieran. Se despidieron con la promesa de hablar al día siguiente.

 Jimena permaneció largo rato sentada en la cocina, contemplando cómo su vida había dado un giro tan dramático en apenas una semana, de ser una madre soltera, luchadora, a estar vinculada con uno de los hombres más ricos de la península, de trabajar dobles turnos limpiando oficinas a considerar mudarse a colonia México Norte. uno de los barrios más exclusivos de la ciudad.

 Pero el dinero y el estatus no eran lo que la preocupaba ahora. Era la seguridad de Itsel y también, aunque no quisiera admitirlo, la posibilidad de reconstruir algo con Mateo. No necesariamente una relación romántica, pero sí al menos una amistad basada en el respeto mutuo y el amor compartido por su hija.

 La mañana siguiente, mientras desayunaban, Jimena planteó cuidadosamente el tema a Itsel. Mi amor, ¿qué pensarías si nos mudáramos a un apartamento más grande, en un barrio diferente? Itzel la miró con curiosidad, mordisqueando su panque de elote. ¿Por qué? ¿No te gusta nuestra casa? Me gusta mucho, pero Mateo nos ha ofrecido un lugar más seguro y más cerca de su oficina.

 Así podrías verlo con más frecuencia. Los ojos de Itzel se iluminaron ante la mención de su recién descubierto padre. Viviríamos cerca de él. podría visitarlo después de la escuela. Posiblemente si sus horarios lo permiten. Mateo es un hombre muy ocupado. Itzel reflexionó seriamente con esa expresión de concentración que la hacía parecer mucho mayor que sus 10 años.

 ¿Qué pasará con mis amigos de la escuela? Con la maestra Jacinta. Probablemente tendrías que cambiar de escuela, admitió Jimena, pero podrías visitar a tus amigos los fines de semana. La niña guardó silencio procesando la información. Y podríamos tener un perro, como dijo Mateo. Jimena sonrió. Para Itzel, ese detalle parecía más importante que todo lo demás. Sí, creo que sí.

 Entonces me gustaría intentarlo. Decidió finalmente Itzel. Pero mamá, tú quieres mudarte. Siempre dices que este barrio es nuestro hogar. La pregunta tomó por sorpresa a Shimena. Itsel como siempre demostraba una sensibilidad extraordinaria hacia los sentimientos de los demás. Para mí el hogar es donde estemos juntas, mi amor. Y si este cambio es bueno para ti, entonces sí quiero mudarnos.

 Itzel asintió satisfecha con la respuesta. Hay algo más que quiero preguntarte, Itzel. Es importante. La niña la miró atentamente. Mateo quiere reconocerte legalmente como su hija. Eso significaría que tendrías su apellido. Itsel Ancona Kuo. ¿Qué piensas al respecto? Itzel pareció genuinamente sorprendida. ¿Cambiaría mi nombre? Solo añadiría su apellido.

 Legalmente serías su hija con todos los derechos que eso implica. ¿Qué derechos? Jimena sonrió ante la precisión de la pregunta. Bueno, por ejemplo, derecho a heredar sus bienes algún día, a recibir su apoyo económico para tu educación, a estar protegida bajo su seguro médico privado y tendría que llamarlo papá.

 Solo si tú quieres y cuando te sientas lista, no hay ninguna obligación. Itzel reflexionó nuevamente con la misma seriedad. ¿Tú qué opinas, mamá? ¿Crees que debería hacerlo? Jimena tomó las manos de su hija entre las suyas. Creo que Mateo es sincero en su deseo de ser tu padre en todos los sentidos y creo que mereces tener esa relación si así lo deseas, pero la decisión final es tuya.

 ¿Puedo pensarlo hasta después de la cochinita del sábado? Preguntó Itsel pragmáticamente. Quiero conocerlo mejor primero. Jimena ríó, aliviada por la sensatez de su hija. Por supuesto que puedes. No hay prisa. Más tarde ese día, Jimena llamó a Mateo para informarle sobre sus conversaciones con Itzel.

 Él se mostró comprensivo y paciente, cualidades que Jimena recordaba de su tiempo juntos en Valladolid y que al parecer no había perdido a pesar de su ascenso en el mundo empresarial. Es una niña muy inteligente, comentó Mateo con orgullo evidente. Toma decisiones más meditadas que muchos adultos que conozco.

 Siempre ha sido así, respondió Jimena. A veces me preocupa que sea demasiado madura para su edad. Es una cualidad, no un defecto. Y hablando de cualidades, Nayeli me contó que eres una excelente organizadora, que mantienes los archivos del piso 28 en perfecto orden, a pesar de ser un área en renovación. Jimena se sorprendió por el cambio de tema.

 Bueno, me gusta que todo esté en su lugar. facilita el trabajo. Precisamente por eso quería preguntarte algo. Estamos reestructurando varios departamentos después del incidente con Esteban. Necesitamos gente de confianza en posiciones clave. Alguien como tú podría ser perfecta para coordinar el nuevo departamento de documentación legal.

 Yo, pero Mateo, no tengo experiencia corporativa, solo terminé la secundaria. Tienes algo más valioso, integridad y atención al detalle. Lo demás puede aprenderse. Además, Nayeli está dispuesta a mentorearte. Jimena quedó sin palabras. Un trabajo corporativo significaría no solo mejor salario, sino también horarios más regulares, prestaciones, estabilidad.

 No tienes que responder ahora, añadió Mateo, percibiendo su excitación. Piénsalo como una posibilidad, no como una obligación. y desde luego es completamente independiente de nuestra situación personal. Lo pensaré”, prometió Shimena y gracias por la confianza.

 Mientras tanto, en una elegante villa de Cancún, Esteban Pech mantenía una videoconferencia con cinco hombres de distintas nacionalidades. Hablaban en inglés con diversos acentos que delataban sus orígenes: estadounidense, británico, alemán, chino y árabe. Caballeros, comprendo su frustración, decía Esteban con tono conciliador.

 El plan con Grupo Ancona sufrió un contratiempo inesperado, pero aún podemos recuperar el control de la situación. Un contratiempo que nos ha costado millones, replicó el hombre de acento británico y ha puesto en riesgo toda la operación en la península. Ancona ahora está alerta, añadió el estadounidense y ha comenzado a alertar a otros empresarios sobre nuestras actividades. Precisamente por eso debemos actuar con rapidez, continuó Esteban.

 He descubierto algo que cambia completamente nuestra estrategia. Ancona tiene una hija de 10 años que desconocía hasta hace poco. Una niña por la que evidentemente está dispuesto a sacrificarlo todo. Los cinco hombres mostraron distintos grados de interés ante esta información. “¿Sugieres utilizarla como punto de presión?”, preguntó el alemán. “Sugiero una aproximación más sutil”, respondió Esteban.

 La niña y su madre se mudarán pronto a un apartamento en colonia México Norte, propiedad de Ancona. Si logramos tener acceso a ese lugar, podríamos obtener información privilegiada sobre sus movimientos, sus nuevas medidas de seguridad, sus contactos con otros empresarios. ¿Y cómo propones conseguir ese acceso? Inquirió el hombre de acento árabe. Esteban sonrió con suficiencia.

 Ya tengo a alguien infiltrado en el equipo de seguridad que supervisará la mudanza. Instalarán dispositivos de escucha en lugares estratégicos del apartamento. Además, la niña asistirá a una nueva escuela donde casualmente la hija de nuestro asociado Diego Katzin es estudiante. Las niñas podrían hacerse amigas fácilmente. El hombre de acento chino, que había permanecido en silencio hasta entonces intervino.

 ¿Quieres utilizar a una niña para espiar a otra niña? Eso cruza una línea ética que no estoy dispuesto a respaldar. No se trata de espionaje entre niñas”, aclaró rápidamente Esteban, “solo crear una conexión que nos permita mantenernos informados. La hija de Katzin no sabrá nada, por supuesto.” La conversación continuó por casi una hora discutiendo detalles, alternativas y plazos.

 Al final acordaron dar a Esteban dos semanas para implementar su nuevo plan. Si fallaba, sería removido permanentemente de la operación. Cuando la videoconferencia terminó, Esteban se sirvió un whisky y salió al balcón de la villa. Contempló el mar Caribe, aparentemente sereno, pero su mente bullía de planes y cálculos.

 Mateo Ancona le había arrebatado 15 años de trabajo meticuloso, le había humillado públicamente y ahora pagaría por ello. El sábado llegó con un cielo parcialmente nublado que prometía una de esas lluvias tropicales que refrescaban brevemente el calor de Mérida. A las 11:30, el chóer de Mateo recogió a Jimena e Itzel para llevarlas al mercado de Santiago, donde habían acordado encontrarse para probar la famosa cochinita pibil.

 Itzel llevaba un wipil amarillo con bordados coloridos que realzaba su tez morena clara y había insistido en peinarse ella misma. Dos trenzas perfectamente simétricas que enmarcaban su rostro redondo. Jimena, por su parte, había optado por un conjunto sencillo pero elegante, pantalón beige y blusa color turquesa con sutil bordado yucateco.

 Estoy nerviosa, mamá, confesó Itzel, mientras el automóvil avanzaba por las calles de la ciudad. ¿Por qué, mi amor? ¿Ya conoces a Mateo? Sí, pero ahora es diferente. Ahora sé que es mi papá. Jimena acarició su mejilla con ternura. Solo sé tú misma, Itzel. Es lo que él quiere conocer a la niña maravillosa que eres.

 Al llegar al mercado de Santiago, uno de los más tradicionales de Mérida, encontraron a Mateo esperándolas en la entrada. Vestía casual, pero impecablemente. Pantalón de lino claro y guayavera blanca tradicional. Al verlas, su rostro se iluminó con una sonrisa genuina. Bienvenidas. Llegaron justo a tiempo.

 Doña Pastora nos está esperando con la mejor cochinita de Yucatán, el mercado bullía de actividad con vendedores pregonando sus productos y el aroma de diversas comidas tradicionales flotando en el aire. Mateo las guió a través de los coloridos puestos hasta llegar a un pequeño local donde una mujer mayor, de rostro amable, preparaba tortillas a mano sobre un comal.

 “Buenos días, don Mateo”, saludó la mujer con familiaridad. “Su mesa está lista.” “Gracias, doña pastora.” Le presento a Jimena y a la pequeña Itzel. La mujer las miró con una mezcla de curiosidad y calidez. “Bienvenidas a mi humilde cocina. La cochinita está lista, recién sacada del PIB. Mateo explicó a Itel.

 El PIB es un horno subterráneo tradicional maya. La carne se cocina lentamente con achiote y especias envuelta en hojas de plátano. Es una técnica que se ha usado por siglos. Los ojos de Itzel brillaban con interés mientras tomaban asiento en una mesa sencilla, pero impecablemente limpia.

 ¿Los mayas antiguos comían cochinita?, preguntó. No exactamente”, respondió Mateo, complacido por su curiosidad. “La cochinita pibil es una fusión de técnicas mayas con ingredientes traídos por los españoles como el cerdo. Los mayas usaban el PIB para cocinar venado y otros animales locales. La comida transcurrió sorprendentemente natural.

 Mateo resultó ser un conversador atento haciendo preguntas a Isel sobre sus gustos, sus materias favoritas en la escuela, sus sueños. La niña, inicialmente tímida, fue abriéndose gradualmente, especialmente cuando descubrió que compartían el mismo gusto por la arqueología y las leyendas mayas. “¿Has visitado Chichen Itzá?”, preguntó emocionada cuando Mateo mencionó su interés por los sitios arqueológicos.

 Muchas veces, “De hecho ayudé a financiar algunas excavaciones recientes allí. ¿En serio? ¿Y encontraron tesoros?” Mateo sonrió ante su entusiasmo. No exactamente tesoros como los de las películas, pero sí artefactos muy valiosos para entender la cultura maya. Cerámica, herramientas, inscripciones. Cada pieza cuenta una historia sobre cómo vivían nuestros antepasados.

Nuestros, repitió Itzel notando el pronombre. Sí, nuestros, confirmó Mateo. Mi abuela era Maya pura, de un pequeño pueblo cerca de Isamal. me enseñó muchas de las tradiciones y algunas palabras en Maya yucateco. Es parte de nuestra herencia, Itzel. Tu herencia también. Jimena observaba el intercambio con una mezcla de alegría y nostalgia.

 Ver a Mateo e Itel juntos era como contemplar dos versiones de la misma persona separadas por décadas. Compartían gestos, expresiones, incluso la forma de inclinar ligeramente la cabeza cuando algo les intrigaba. ¿En qué piensas? le preguntó Mateo en un momento en que Itzel estaba distraída con el postre, un delicioso dulce de papaya.

 “En lo mucho que se parecen”, respondió Jimena en voz baja. Es como verte a ti en versión femenina y miniatura. Mateo sonríó visiblemente complacido por la observación. Nayeli dijo exactamente lo mismo ayer, que tenemos la misma expresión cuando nos concentramos. La mención de Nayeli recordó a Jimena la oferta laboral. Mateo, sobre el trabajo que me propusiste, has tomado una decisión. Me gustaría intentarlo.

Siempre he querido estudiar y desarrollarme profesionalmente. Esta podría ser la oportunidad perfecta. Excelente”, respondió Mateo genuinamente satisfecho. “Nayeli comenzará a entrenarte la próxima semana, si te parece bien, y por supuesto los horarios serán flexibles para que puedas adaptarte y seguir atendiendo a Itsel adecuadamente.

” La conversación se vio interrumpida cuando Itzell, que había terminado su postre, preguntó directamente, “Vamos a ver los sitios arqueológicos algún día.” Mateo rió ante su entusiasmo. Por supuesto. De hecho, estaba pensando que podríamos hacer una excursión a Uxmal el próximo fin de semana. Es menos turístico que Chichenitzá y tiene algunas de las estructuras mejor conservadas.

 Sí, exclamó Itzel emocionada. Siempre he querido ir. Vemos fotos en la escuela, pero nunca he estado allí de verdad. Entonces está decidido. El próximo sábado, Uzmal. Después de la comida, Mateo sugirió dar un paseo por el parque de Santiago, aprovechando que la amenaza de lluvia parecía haberse disipado. Mientras caminaban, Itzel se adelantó para observar a un grupo de ancianos que jugaban dominó bajo la sombra de un laurel de la India. Es una niña extraordinaria, Jimena, comentó Mateo en voz baja. Has hecho un trabajo increíble

criándola sola. Gracias. No siempre ha sido fácil, pero cada sacrificio ha valido la pena. Me hubiera gustado estar presente, dijo Mateo con cierta tristeza, ver sus primeros pasos, escuchar sus primeras palabras. No podemos cambiar el pasado, Mateo, pero el futuro está abierto. Él la miró con intensidad. Eso significa que estás considerando mi oferta sobre el apartamento.

 Sí, después de nuestra conversación sobre Esteban y los posibles riesgos, creo que sería lo más prudente. Además, Itzel está entusiasmada con la idea. Especialmente por el perro, añadió Mateo con una sonrisa. Especialmente por el perro, confirmó Jimena riendo. En ese momento, Itzel regresó corriendo hacia ellos.

 Mamá, papá, miren lo que me regaló ese señor. Ambos adultos se sorprendieron al escuchar como Itzel había llamado a Mateo papá por primera vez de forma tan natural. La niña sostenía en sus manos un pequeño trompo de madera pintado con colores brillantes. Un juguete tradicional yucateco. ¿Te lo regaló alguien?, preguntó Jimena repentinamente alerta.

 Sí, ese señor de allá, el que vende artesanías”, señaló Itzel hacia un puesto cercano donde un hombre mayor tallaba figuritas de madera. Mateo y Shimena intercambiaron miradas de alivio. Por un momento, ambos habían temido lo mismo. “Es un balcche”, explicó Mateo, refiriéndose al trompo. “Un juguete maya tradicional. Yo tenía uno cuando era niño.

 ¿Me enseñas a usarlo?”, pidió Itzel. Por supuesto, mientras Mateo mostraba a Itzel cómo lanzar correctamente el trompo, un hombre con gafas oscuras los observaba desde un banco cercano, aparentemente absorto en la lectura de un periódico. Cuando la improvisada familia se alejó, el hombre sacó disimuladamente su teléfono.

 “Están en el parque de Santiago”, informó en voz baja. La niña parece haberse adaptado bien a Ancona. Lo ha llamado papá. Interesante, respondió Esteban Pech al otro lado de la línea. Sigue observándolos. Quiere un informe completo de sus interacciones. Ajenos a esta vigilancia, Mateo, Jimena e Itzel continuaron su paseo por el parque, deteniéndose ocasionalmente para observar a los vendedores de artesanías o escuchar a un grupo de músicos que interpretaban música tradicional yucateca. Para cualquier observador casual, parecían una familia normal

disfrutando de un sábado en el parque. Cuando finalmente se despidieron, Mateo abrazó a Itzel con ternura. Gracias por este día, pequeña. Ha sido uno de los mejores de mi vida. ¿De verdad? Preguntó Itzel, sorprendida de que algo tan simple como comer cochinita y pasear pudiera significar tanto para un hombre que seguramente había vivido experiencias mucho más extraordinarias. De verdad, confirmó Mateo.

 Y recuerda, el próximo sábado, Uxmal, no lo olvidaré, prometió Itzel emocionada. Cuando el chóer las llevaba de regreso a casa, Itzel miró a su madre con expresión pensativa. Mamá, creo que ya tomé una decisión. ¿Sobre qué, mi amor? Sobre lo del apellido. Quiero ser Itzelan cono Jimena la miró sorprendida por la firmeza de su decisión.

 ¿Estás segura? Ayer querías esperar. Estoy segura. Es mi papá y me gusta cómo suena Itelancona. Jimena sonríó conmovida por la simplicidad con que su hija había resuelto algo que a ella le parecía tan complejo. Se lo diremos entonces. Se pondrá muy feliz. Y también quiero el perro, añadió Itzel con una sonrisa traviesa. No se me ha olvidado.

Jimena rió abrazando a su hija. A pesar de todos los cambios y desafíos que enfrentaban, Itzel seguía siendo la misma niña práctica y decidida de siempre. Lo que ninguna de las dos podía imaginar era que a pocos kilómetros de distancia, en un discreto edificio de oficinas, un equipo técnico preparaba cuidadosamente los dispositivos de vigilancia que serían instalados en su futuro hogar.

 Micrófonos del tamaño de una cabeza de alfiler, cámaras ocultas en detectores de humo e interceptores de señal que podrían capturar cualquier comunicación electrónica. Esteban Pch supervisaba personalmente los preparativos a través de una videollamada segura. Recuerden, necesitamos cobertura total pero discreta, especialmente en las áreas donde probablemente hablarán de negocios, estudio, sala, comedor y asegúrense de que todo esté listo antes de que se muden.

 ¿Qué hay de las habitaciones personales?, preguntó uno de los técnicos. Solo audio, sin video, especificó Esteban. No somos monstruos. Pero la sonrisa fría que acompañó estas palabras dejaba claro que sus escrúpulos tenían límites muy precisos y esos límites no incluían respetar la privacidad de una familia si eso interfería con sus planes. Una cosa más, añadió Esteban antes de terminar la llamada. Quiero un dispositivo especial en el cuarto de la niña.

 Algo que podamos activar remotamente en caso de necesidad. ¿Qué tipo de dispositivo, señor? Algo que pueda servir como persuasión. Si Ancona se vuelve demasiado problemático. El técnico asintió comprendiendo la implicación. En su maleta de equipos había varios dispositivos que cumplirían ese propósito, desde simples mecanismos para bloquear puertas hasta otros más sofisticados para crear situaciones de pánico controlado.

 Lo tendrá, señor Petch. Todo estará listo para cuando se muden. Mientras tanto, ajenas a estos oscuros preparativos, Shimena e Itsel llegaban a su modesto apartamento, sus mentes llenas de planes y esperanzas para el futuro. Un futuro que, sin saberlo, estaría lleno de desafíos mucho más peligrosos de lo que podían imaginar.

 La mudanza al apartamento de colonia México Norte ocurrió una semana después. Mateo había insistido en contratar un servicio profesional que se encargó de todo, empacar, transportar y organizar las pertenencias de Shimena e Itzel en su nuevo hogar. Para sorpresa de ambas, el apartamento resultó ser mucho más espacioso y lujoso de lo que habían imaginado.

 Tres habitaciones, dos baños, una cocina equipada con electrodomésticos de última generación y un balcón con vista al Parque de las Américas. Es demasiado, murmuró Jimena mientras recorrían el lugar por primera vez. Es perfecto, respondió Mateo con firmeza, y está a solo 10 minutos de la torre vértice 60, lo que facilitará tu nuevo trabajo y mis visitas.

 Itzel corría de habitación en habitación, maravillada por cada detalle. se detuvo especialmente en lo que sería su cuarto, una habitación amplia pintada en tonos suaves que recordaban los colores del amanecer en la costa yucateca, con una cama individual, un escritorio, estanterías para libros y un pequeño rincón junto a la ventana, ideal para leer.

 Mira, mamá, tengo mi propio espacio para estudiar. Pero lo que realmente capturó su atención fue el cachorro que esperaba en una camita en la esquina de la sala, un labrador color arena de apenas dos meses que la miraba con ojos curiosos. “Un perrito”, exclamó Itzel, acercándose lentamente para no asustarlo. “Es Es para mí.

” Mateo asintió complacido por su reacción. Se llama Chacal y es un macho. Lo rescaté del albergue hace tres días. Ha sido revisado por un veterinario y está perfectamente sano. Itzel se arrodilló frente al cachorro, ofreciéndole su mano para que la oliera.

 Chacal se acercó tímidamente, olfateó sus dedos y luego le lamió la palma como sellando un pacto de amistad. “Hola, Chacal”, susurró Itsel. Soy Itsel, tu nueva amiga. Cuidar de una mascota es una gran responsabilidad, explicó Mateo arrodillándose junto a su hija. Tendrás que alimentarlo, sacarlo a pasear, jugar con él y limpiar sus desastres. Lo haré todo. Lo prometo respondió Itzel con determinación. Siempre he querido un perrito.

 Aprenderé todo lo necesario para cuidarlo bien. Jimena observaba la escena con sentimientos encontrados. Por un lado, la alegría de ver a su hija tan feliz era inmensa. Por otro, sentía cierta inquietud ante los rápidos cambios en sus vidas. En apenas dos semanas habían pasado de su modesto apartamento en Chuburná a este lujoso piso, en una de las zonas más exclusivas de la ciudad.

 De ser completamente independientes, a estar vinculadas personal y profesionalmente con Mateo Ancona. Hay algo más que quiero mostrarles, dijo Mateo, guiándolas hacia un pequeño cuarto junto a la cocina. Al abrir la puerta revelaron un espacio perfectamente acondicionado como estudio, con una computadora de última generación, impresora y todos los suministros necesarios. Pensé que Itzel necesitaría un lugar adecuado para sus tareas escolares.

 Y tú, Jimena, para tu capacitación con Nayeli. Mateo, esto es Jimena se quedó sin palabras. Lo sé, es mucho de golpe, pero quiero que sepan que no hay ninguna presión. Este apartamento es suyo, independientemente de cómo evolucione nuestra situación personal, lo he puesto a nombre de Itsel con un fideicomiso que garantiza que puedan vivir aquí indefinidamente. La sorpresa de Jimena fue evidente.

 Lo has puesto a nombre de Itzel. Mateo asintió. Quiero asegurarme de que tenga estabilidad, pase lo que pase. Y hablando de estabilidad, he inscrito a Itsel en el Instituto Cumbres. Es una de las mejores escuelas bilingües de la ciudad con un excelente programa académico. Si están de acuerdo, comenzaría el próximo lunes. Itzel, que había estado escuchando mientras acariciaba a Chacal, intervino.

 Y mis amigos de la otra escuela y la maestra Jacinta. Podrás visitarlos cuando quieras. respondió Mateo. Y he pensado que podríamos organizar una fiesta de despedida este sábado para que puedas despedirte adecuadamente. Los ojos de Itzel se iluminaron. Una fiesta de verdad con pastel y todo. Con pastel, piñata y todo lo que quieras.

 La sonrisa de Itzel fue tan radiante que disipó momentáneamente las dudas de Jimena. Después de todo, ¿no era esto lo que siempre había deseado para su hija? oportunidades, educación de calidad, estabilidad económica. Si Mateo quería proporcionarle todo eso, ¿quién era ella para negarse? Esa noche, mientras Itzel dormía en su nueva habitación con chacal acurrucado a sus pies, Jimena y Mateo conversaban en la terraza compartiendo una botella de vino blanco de la región.

 Sigue pareciéndome un sueño”, confesó Jimena contemplando las luces de la ciudad, como si en cualquier momento fuera a despertar en nuestro antiguo apartamento. Mateo la observó con intensidad. Un buen sueño o una pesadilla. Un buen sueño mayormente, pero también aterrador en cierta forma. ¿Por qué aterrador? Jimena tomó un sorbo de vino antes de responder, “Porque ahora hay tanto que perder.

 Antes nuestra vida era sencilla pero estable. Sabíamos exactamente qué esperar cada día. Ahora, ahora todo es incertidumbre, completó Mateo. Lo entiendo perfectamente, pero créeme, Jimena, mi intención nunca ha sido complicar vuestras vidas. Solo quiero darle a Itzel lo que se merece y a ti también. Lo sé y te lo agradezco.

 Es solo que necesito tiempo para adaptarme a todo esto. Ha sido muy repentino. Mateo asintió comprensivo. Tómate todo el tiempo que necesites. No hay prisa. Un silencio cómodo se instaló entre ellos. El tipo de silencio que solo es posible entre personas que comparten una historia profunda. ¿Sabes? dijo finalmente Mateo. Cuando te fuiste de Valladolid, sentí que había perdido algo irreemplazable.

 Pasé años buscándote, Jimena. Ella lo miró sorprendida. Años. Pero, ¿por qué no me encontraste? Porque cambiaste tu nombre, al menos parcialmente. En Valladolíderas María Jimena Put. Después de desaparecer, comenzaste a usar solo Jimena Cuo. Los investigadores que contraté buscaban a la persona equivocada. Jimena bajó la mirada recordando. Cuo era el apellido de mi madre.

 Después de lo ocurrido quería un nuevo comienzo. No solo por mí, sino por el bebé que esperaba. Itsel, murmuró Mateo. Nuestra Itsel. Jimena sintió un escalofrío al escuchar ese nuestra. Era la primera vez que verbalizaban explícitamente la paternidad compartida. Mateo, hay algo que necesito preguntarte, algo que me ha inquietado desde que nos reencontramos.

Adelante. Si no nos hubiéramos encontrado de esta manera tan extraordinaria, si Itzell no hubiera contestado esa llamada telefónica, ¿habrías seguido buscándome? Mateo guardó silencio por un momento, considerando la pregunta. Honestamente, no lo sé. Después de tantos años sin resultados, había comenzado a aceptar que quizás nunca te encontraría.

 Pero ahora que estás aquí, que Itsel está aquí, siento que el destino tenía preparado este reencuentro de alguna forma u otra. ¿Crees en el destino? Después de lo ocurrido es difícil no creer. Mateo sonrió. piénsalo. De todos los edificios en Mérida acabaste trabajando en el mío.

 De todas las noches posibles, Esteban llamó precisamente cuando Itzel estaba cerca del teléfono. De todos los números equivocados que podría haber marcado, llamó a esa extensión específica. Jimena nunca lo había pensado así. Las coincidencias eran ciertamente extraordinarias. Quizás tengas razón. Quizás era inevitable que nos reencontráramos.

 Mateo acercó su mano a la de ella sobre la mesa sin llegar a tocarla, como respetando un límite invisible. Jimena, sé que es pronto, que todo ha ocurrido muy rápido, pero quiero que sepas que mis sentimientos por ti nunca cambiaron. Durante 11 años mantuve vivo tu recuerdo, la esperanza de encontrarte algún día. Y ahora que el destino nos ha reunido de esta forma tan extraordinaria, no quiero perder más tiempo.

 Sus palabras sinceras y directas removieron emociones que Jimena creía olvidadas. Antes de poder responder, el teléfono de Mateo sonó rompiendo el momento. “Disculpa”, dijo él visiblemente contrariado por la interrupción. “Es Nayeli. No llamaría a esta hora si no fuera importante.” Mateo se apartó ligeramente para atender la llamada.

 Jimena lo observó mientras hablaba, notando como su expresión cambiaba de la contrariedad a la preocupación y finalmente a la alarma. ¿Estás segura? ¿Cuántos? ¿Cuándo? Entiendo. Refuerza la seguridad inmediatamente. Llegaré en 20 minutos. Al colgar su rostro, había adquirido una seriedad que Jimena no había visto antes.

 ¿Qué ocurre? Problemas en la oficina. La unidad de investigación financiera ha descubierto más ramificaciones en la conspiración de Esteban. Al parecer no actuaba solo. Hay evidencia de una red internacional mucho más grande de lo que imaginábamos. Es peligroso. Potencialmente sí. Pero no te preocupes, el edificio cuenta con seguridad reforzada y he contratado guardaespaldas adicionales que vigilarán este apartamento las 24 horas.

 Jimena sintió un nudo en el estómago. Mateo, deberíamos estar asustadas. Itsel está en peligro. Él se acercó y esta vez sí tomó sus manos entre las suyas. No permitiré que nada les pase, Jimena. Lo juro por mi vida, pero necesito ir a la oficina ahora mismo para coordinar con las autoridades.

 ¿Estarás bien? Sí, no te preocupes, ve tranquilo. Mateo se levantó dudando un momento antes de inclinarse y depositar un suave beso en la frente de Jimena. Volveré tan pronto como pueda. Mantén las puertas cerradas y no abras a nadie que no conozcas. Mi chóer Jacinto se quedará en el vestíbulo por si necesitas algo.

 Cuando Mateo se marchó, Jimena permaneció en la terraza contemplando la ciudad con una nueva perspectiva. Las luces que antes le parecían hermosas, ahora escondían sombras amenazantes. ¿En qué se habían metido? ¿Estaban realmente seguras? decidió revisar a Itzel una vez más antes de acostarse. Al entrar silenciosamente en su habitación, encontró a su hija profundamente dormida con chacal vigilante a sus pies.

 La escena era tan pacífica que por un momento Jimena olvidó sus preocupaciones. Fuera lo que fuese lo que el futuro les deparara, enfrentarían juntas como siempre lo habían hecho. Lo que Jimena no podía saber era que en ese preciso instante cada palabra, cada movimiento dentro del apartamento estaba siendo grabado y transmitido a un centro de operaciones ubicado en un edificio cercano.

 Allí Esteban Pech y sus colaboradores analizaban meticulosamente la información recopilada. “La niña asistirá al Instituto Cumbres a partir del lunes”, informó uno de los técnicos. “Perfecto, respondió Esteban. Adelina Katzin, la hija de Diego, estudia allí. Asegúrate de que las coloquen en la misma clase.

 ¿Qué hay sobre la seguridad del apartamento?”, preguntó otro colaborador. Ancona ha contratado guardaespaldas adicionales, pero tenemos a uno de los nuestros infiltrado entre ellos. Tulum, el guardia del turno nocturno. Esteban observaba las pantallas que mostraban distintas áreas del apartamento. La sala vacía, la habitación donde Itzel dormía plácidamente, la terraza donde Jimena aún permanecía pensativa.

 ¿Qué sabemos sobre el nuevo trabajo de la madre? Comenzará el lunes como coordinadora de documentación legal. Tendrá acceso a información sensible, especialmente ahora que Ancona está reorganizando la empresa tras nuestra intervención fallida. Esteban sonrió con malicia. Eso podría ser útil.

 Si logramos manipularla adecuadamente, podría proporcionarnos acceso a documentos cruciales sin siquiera saberlo. Y la niña, ¿cuál es exactamente su papel en todo esto? preguntó el técnico principal, visiblemente incómodo. “La niña, mi estimado amigo, es nuestra póliza de seguro. Si algo sale mal, Mateo Ancona hará cualquier cosa para proteger a su recién descubierta hija.” “Cualquier cosa.

” El tono siniestro de sus palabras creó un silencio tenso en la sala. Uno de los hombres más jóvenes se removió inquieto en su asiento. Señor Petch, con todo respeto, involucrar a una niña de 10 años en esto. No recuerdo haber pedido tu opinión, cortó Esteban con frialdad. Límítate a hacer tu trabajo y recuerda, nadie resultará lastimado si Ancona coopera.

 Solo queremos lo que nos corresponde, control sobre sus empresas. Mientras tanto, en la Torre Vértice 60, Mateo se reunía con Nayeli y dos agentes de la Unidad de Investigación Financiera en su despacho privado. Según los documentos incautados del ordenador personal de Esteban, la operación tiene nombre clave: proyecto Kuculkanc, explicaba uno de los agentes desplegando fotografías y diagramas sobre el escritorio.

 Su objetivo no era solo apoderarse de Grupo Ancona, sino utilizarlo como plataforma para adquirir control sobre al menos 12 corporaciones yucatecas más. ¿Con qué propósito?, preguntó Mateo. Control económico estratégico. Estas 12 empresas juntas representan aproximadamente el 30% del PIB regional en sectores clave: turismo, agricultura, tecnología, construcción.

 Un golpe económico silencioso, murmuró Nayeli. Exactamente, confirmó el segundo agente. Y lo más preocupante es que hemos identificado operaciones similares en otros estados con fuerte presencia indígena, Oaxaca, Chiapas, Quintana, Roo, siempre siguiendo el mismo patrón. Empresas construidas desde cero por emprendedores locales, especialmente aquellos de ascendencia indígena, que han alcanzado posiciones dominantes en sus respectivos mercados.

 Mateo se pasó una mano por el rostro, visiblemente afectado. ¿Quién está detrás de todo esto? ¿Quién financia a Esteban? Esa es la parte más inquietante, respondió el primer agente extrayendo un documento sellado como confidencial. Hemos identificado conexiones con un consorcio internacional conocido como grupo Hunabku. Oficialmente se dedican a inversiones diversificadas en mercados emergentes.

 Extraoficialmente, bueno, digamos que tienen vínculos con intereses poco transparentes. ¿Qué tipo de intereses? Preferiríamos no entrar en detalles por ahora, don Mateo. Solo puedo decirle que son personas muy poderosas, con conexiones en las más altas esferas políticas. y financieras a nivel mundial. Mateo guardó silencio procesando la información.

 La conspiración era mucho más grande y peligrosa de lo que había imaginado inicialmente. ¿Qué sabemos sobre el paradero actual de Esteban? Oficialmente está en Cancún, cumpliendo con las restricciones de su libertad bajo fianza. Extraoficialmente, nuestros informantes sugieren que podría estar operando desde allí, coordinando la siguiente fase del plan. ¿Cuál sería esa siguiente fase? Los agentes intercambiaron miradas incómodas basándonos en los patrones observados en casos similares.

 Cuando la aproximación legal falla, suelen recurrir a métodos alternativos de persuasión. está diciendo que podrían intentar coaccionarme, amenazarme o a personas cercanas a usted”, completó el agente. “Por eso hemos recomendado reforzar la seguridad no solo suya, sino de su entorno inmediato.” Mateo sintió un escalofrío recorrer su espalda. “Jimena Eit, su familia recién encontrada. He tomado medidas adicionales”, informó.

“Mi hija y su madre se han mudado a un apartamento con seguridad las 24 horas. He contratado guardaespaldas privados y sistemas de vigilancia avanzados. Excelente, aprobó el agente. Pero recomendaríamos también cambiar rutinas, evitar lugares predecibles, limitar las comunicaciones no seguras.

 Entiendo, interrumpió Mateo. Haré todo lo necesario para protegerlas. La reunión continuó hasta altas horas de la madrugada, discutiendo estrategias, analizando documentos, identificando posibles vulnerabilidades. Cuando finalmente terminaron, Mateo se sentía física y emocionalmente agotado. Nayeli llamó antes de que su secretaria se retirara.

 Necesito que canceles todos mis compromisos del fin de semana. Quiero pasar ese tiempo con Itzel y Jimena. Por supuesto, don Mateo. ¿Algo más? Sí. Contacta con Pacheco, nuestro jefe de seguridad. Quiero una revisión completa del apartamento donde se están quedando. Cada rincón, cada aparato electrónico, cada mueble, buscando cualquier cosa sospechosa.

 Nayeli asintió comprendiendo la implicación. Cree que podrían estar siendo vigiladas. No lo sé, pero no pienso correr riesgos. Y Nayeli, que sea discreto, no quiero alarmarlas innecesariamente. Mientras tanto, en el apartamento de colonia México Norte, Jimena finalmente se había acostado, aunque el sueño tardaba en llegar. A su lado, sobre la mesita de noche, descansaba su teléfono móvil.

 De repente, la pantalla se iluminó con un mensaje de un número desconocido. Hermoso apartamento Jimena, especialmente la habitación de Itzel. Ese color del amanecer en las paredes combina perfectamente con sus ojos. Duerme bien. Estaremos observando. El terror paralizó a Jimena por un instante. Luego, moviéndose con rapidez silenciosa, corrió hasta la habitación de Itzel. La niña seguía durmiendo pacíficamente ajena a todo.

 Chacal levantó la cabeza alerta ante la entrada repentina, pero no ladró. Con manos temblorosas, Jimena tomó al cachorro y despertó suavemente a su hija. El cariño, despierta. Tenemos que irnos. Mamá, ¿qué pasa?, preguntó la niña adormilada. Silencio, mi amor. Vamos a jugar un juego. Imagina que somos arqueólogos en una exploración secreta y tenemos que salir sin que nadie nos vea.

¿De acuerdo? Algo en el tono de su madre alertó a Itzel. A pesar de su confusión, asintió con seriedad. ¿A dónde vamos? Con Mateo, con tu papá. Mientras ayudaba a Itzel a vestirse rápidamente, Jimena envió un mensaje a Mateo. Alguien nos vigila. Mensaje amenazante. Salimos del apartamento ahora.

 No confío en nadie aquí. Lo que Jimena no podía saber era que su mensaje, al igual que todo lo demás en el apartamento, estaba siendo interceptado. En su centro de operaciones, Esteban Pech maldijo al ver la reacción de Jimena. Gritó al técnico que había enviado el mensaje. ¿Quién te autorizó a contactarla directamente? El plan era observar, no revelar nuestra presencia.

Lo siento, señor. Pensé que un poco de presión psicológica aceleraría las cosas. Pues ahora has arruinado toda la operación. activen el planchak inmediatamente y tú, señaló al técnico responsable, considerarte despedido permanentemente.

 En el apartamento, Jimena e Itzel, con chacal en brazos, se preparaban para salir. Sin embargo, cuando Jimena intentó abrir la puerta principal, descubrió con horror que no respondía. Estaban encerradas. “Mamá, ¿qué pasa?”, preguntó Itzel percibiendo la atención. Nada, mi amor, solo buscaremos otra salida. Pero todas las puertas exteriores parecían bloqueadas electrónicamente.

 Las ventanas, diseñadas con sistemas de seguridad avanzados tampoco cedían. El apartamento de lujo se había convertido en una prisión de alta tecnología. En ese momento, el teléfono de Jimena sonó. Era Mateo. Mateo, estamos atrapadas. Las puertas no abren. Las ventanas tampoco. Lo sé, Jimena. He recibido una alerta del sistema de seguridad.

 Alguien ha activado el protocolo de emergencia sellando el apartamento. Estoy de camino con un equipo especial. Mantén la calma y aléjate de las puertas y ventanas. Mateo, hay alguien vigilándonos. Recibí un mensaje. También lo sé. Pacheco, mi jefe de seguridad, acaba de encontrar dispositivos de escucha en todo el edificio. Están interceptando nuestras comunicaciones.

Un escalofrío recorrió la espalda de Jimena. ¿Pueden oírnos ahora mismo? Probablemente, pero no te preocupes. Hemos identificado la fuente de la transmisión y las autoridades se dirigen allí en este momento. Mientras tanto, quiero que tú e Itzel se encierren en el baño principal. Es la habitación más segura del apartamento.

 ¿Por qué el baño? Porque es la única habitación sin dispositivos electrónicos y tiene una puerta reforzada con cerradura manual. Vayan allí y no salgan hasta que yo personalmente les diga la palabra clave. Vaya. Jimena comprendió. Mateo había elegido una palabra que solo ellos conocerían, un lugar significativo en su historia compartida. Entendido. Nos encerraremos en el baño. Jimena.

 La voz de Mateo se volvió más suave, más personal. Todo va a estar bien. No dejaré que nada les pase. Te lo prometo. Lo sé, respondió ella, sorprendiéndose de cuánto confiaba en él a pesar de todo. Mientras guiaba a Itzel y Chacal hacia el baño principal, Jimena se preguntaba cómo habían llegado a esta situación.

 ¿Cómo podía ser que en apenas dos semanas hubieran pasado de una vida sencilla pero segura, a estar atrapadas en un lujoso apartamento? vigiladas por personas desconocidas con intenciones oscuras. “Mamá, ¿estamos en peligro?”, preguntó Itsel una vez encerradas en el baño. Jimena abrazó a su hija intentando transmitirle seguridad. “No, mi amor, tu papá viene a buscarnos.

 Solo estamos jugando a escondernos, ¿recuerdas?” Pero Itzel, con esa percepción aguda que siempre la caracterizaba, no parecía convencida. Es por los hombres malos que querían robarle a papá, ¿verdad? Los que escuché por teléfono. Jimena asintió, comprendiendo que no tenía sentido mentirle. Sí, cariño, pero no te preocupes, Mateo.

 Tu papá es un hombre muy poderoso. Tiene muchos recursos para protegernos. Itzel acarició a Chacal, que parecía inquieto, pero se mantenía sorprendentemente silencioso, como si comprendiera la gravedad de la situación. ¿Sabes, mamá? La maestra Jacinta dice que a veces las cosas malas pasan para que ocurran cosas buenas después.

 ¿Y qué cosas buenas crees que ocurrirán después de esto? Itzel sonrió con esa inocencia mezclada con sabiduría que solo los niños poseen. Que seremos una familia de verdad. Tú, yo, papá y chacal. Jimena sintió como las lágrimas se acumulaban en sus ojos. A pesar del miedo, de la incertidumbre, su hija seguía viendo el mundo con esperanza. Y quizás, solo quizás, tenía razón.

Mientras aguardaban en el baño, con el sonido amortiguado de sirenas acercándose a lo lejos, Jimena se permitió imaginar por primera vez en años un futuro donde no estarían solas, un futuro donde efectivamente serían una familia. Lo que no podía imaginar era que ese futuro estaba mucho más cerca de lo que pensaba, aunque el camino hacia él estaría plagado de revelaciones inesperadas y una última decisiva confrontación con quienes amenazaban su recién encontrada felicidad.

 Los 45 minutos que Jimena e Itel permanecieron encerradas en el baño se sintieron como una eternidad. Chacal se había acurrucado en el regazo de la niña, ofreciendo un consuelo silencioso mientras el sonido de sirenas y voces se intensificaba en el exterior. Itzel, mostrando una madurez extraordinaria para sus 10 años, mantuvo la calma durante todo el tiempo haciendo preguntas ocasionales, pero mayormente permaneciendo en silencio, como si intuyera la necesidad de concentración de su madre. Finalmente, tres golpes

suaves sonaron en la puerta. Jimena, Itzel, soy yo, Mateo, falla, dolid. La palabra clave. Jimena sintió que un peso se levantaba de sus hombros. Con manos aún temblorosas, descorrió el cerrojo y abrió la puerta. Mateo estaba allí, acompañado por Nayeli y dos oficiales de policía.

 Su rostro mostraba signos evidentes de tensión, pero al verlas sanas y salvas, una expresión de profundo alivio lo transformó. Gracias a Junabku”, murmuró usando la antigua invocación maya al Dios creador. Abrazó primero a Itzel y luego, tras un momento de duda, también a Shimena.

 “¿Qué ha pasado?”, preguntó Shimena mientras se dirigían a la sala, ahora llena de policías y técnicos que examinaban cada rincón del apartamento. El edificio estaba completamente comprometido, explicó Mateo. Encontramos dispositivos de vigilancia en prácticamente todas las habitaciones. También descubrimos que uno de los guardias de seguridad, Tulum, trabajaba para Esteban.

 Fue él quien activó el protocolo de emergencia para encerrarlas cuando descubrió que intentaban salir. Lo han detenido. Sí, pero Esteban sigue libre. La policía allanó su centro de operaciones hace media hora, pero él ya se había marchado. Dejó atrás a su equipo y todos sus equipos. Itzel, que escuchaba atentamente mientras acariciaba a Chacal, intervino con una pregunta sorprendentemente perspicaz.

 ¿Por qué ese señor malo odia tanto a mi papá? Mateo, Nayeli y Jimena intercambiaron miradas, considerando cómo responder apropiadamente a una niña de 10 años. Finalmente, Mateo se arrodilló para quedar a la altura de Itzel. No es tanto odio, Itzel, sino envidia y ambición. Esteban trabajó conmigo durante 15 años, pero siempre sintió que merecía más, que debería estar en mi lugar.

 Y cuando la ambición se vuelve demasiado grande, algunas personas están dispuestas a hacer cosas terribles para conseguir lo que quieren. Itzel asintió procesando la explicación, como en las leyendas mayas donde el hermano celoso quiere el poder del rey y busca a un brujo para convertirlo en jaguar. Exactamente así, sonrió Mateo, impresionado por la analogía.

 Pero a diferencia de las leyendas, en la vida real los villanos no siempre reciben su merecido inmediatamente. A veces hay que ser paciente y confiar en la justicia. Un oficial se acercó a Mateo interrumpiendo la conversación. Señor Ancona, hemos terminado la inspección inicial. El apartamento está limpio ahora, pero recomendaríamos que no permanezcan aquí esta noche por precaución. Gracias, capitán.

 Ya he hecho arreglos alternativos. Cuando el oficial se retiró, Mateo se volvió hacia Shimena e Itel. Las llevaré a mi hacienda en Isamal. Es un lugar más seguro, con sistemas de seguridad independientes y personal de confianza que he tenido a mi servicio por décadas. ¿Y Chacal? Preguntó inmediatamente Itzel, abrazando protectoramente a su cachorro.

 Por supuesto que Chacal viene con nosotros”, respondió Mateo con una sonrisa tranquilizadora. “De hecho tengo un jardín enorme donde podrá correr libremente.” Mientras preparaban algunas cosas esenciales para pasar la noche, Nayeli se acercó a Jimena con expresión preocupada. “Señora Cuo, hay algo que debería saber, algo sobre don Mateo que quizás ayude a entender mejor la situación.

” “¿A qué se refiere?” Nayeli miró a su alrededor, asegurándose de que Mateo estuviera ocupado con Itzel y fuera del alcance de su voz. Don Mateo nunca se casó, nunca formó una familia, a pesar de tener numerosas oportunidades. Durante años, sus más cercanos colaboradores nos preguntábamos por qué un hombre con tanto que ofrecer permanecía solo. Y ahora entiendo por qué nunca dejó de buscar la Jimena.

 Incluso cuando los investigadores le dijeron que era imposible, él seguía intentándolo. Cambiaba de agencias, visitaba Valladolid personalmente cada año, mantenía contactos en todos los sitios arqueológicos donde usted podría haber trabajado. Jimena sintió que su corazón se aceleraba. ¿Por qué me cuenta esto, Nayeli? Porque merece saber que el hombre que ha entrado en vuestras vidas no está actuando por un sentido de responsabilidad repentina o por interés en limpiar su conciencia.

 La ha amado todo este tiempo y ahora con Itzel está experimentando una felicidad que nunca le había visto antes. Antes de que Jimena pudiera responder, Mateo regresó con Itzel, quien llevaba a Chacal en brazos y una pequeña mochila con sus tesoros más preciados. libros, su cuaderno escolar y un pequeño medallón de jade que le había regalado su abuela.

 Estamos listas”, anunció la niña ajena a la conversación entre las mujeres. El trayecto hasta la hacienda de Mateo en Isamal, la famosa ciudad amarilla de Yucatán, se realizó en un silencio tenso. Dos vehículos de seguridad privada escoltaban la limusina donde viajaban, mientras Mateo mantenía constantes comunicaciones telefónicas coordinando con las autoridades y su propio equipo.

 La hacienda resultó ser una impresionante propiedad restaurada del siglo XVIII, rodeada de altos muros y exuberante vegetación tropical, con un sistema de seguridad que incluía cámaras, sensores de movimiento y guardias armados. A pesar del lujo evidente, tenía un aire acogedor con suelos de pasta tradicional, hamacas yucatecas en los corredores y una decoración que mezclaba elementos mayas con piezas coloniales.

 “Bienvenidas a mi hogar”, dijo Mateo mientras Itzel y Chacal exploraban con asombro el espacioso patio central con su fuente. “Mandaré preparar habitaciones para ambas. Mientras tanto, ¿les gustaría cenar algo? Ha sido una noche intensa. Jimena asintió repentinamente consciente de que no habían comido nada desde antes del incidente. Una mujer de aspecto amable apareció como si hubiera escuchado la conversación.

 Don Mateo, ya está todo preparado en el comedor pequeño, como solicitó. Gracias, doña Concepción. Les presento a Jimena e Itel. Se quedarán con nosotros unos días. La mujer sonrió cálidamente. Bienvenidas, señoras. Es un placer conocerlas al fin, al fin, repitió Jimena intrigada. Doña Concepción intercambió una mirada cómplice con Mateo.

 He sido ama de llaves de don Mateo por más de 20 años, señora. Pocas cosas de su vida me son desconocidas, incluyendo su búsqueda de cierta joven que conoció en Valladolid. Itzel, quien había estado examinando un antiguo códice maya enmarcado, se giró con interés. Ahí fue donde conociste a mi mamá, papá.

 Mateo sonrió al escuchar como Itzel lo llamaba papá con tanta naturalidad. Así es, Itzel, en la zona arqueológica de Chichen Itzá, hace muchos años. Tu madre era la guía más conocedora de toda la región y se enamoraron como en las leyendas mayas? Preguntó Itzel, recordando las historias románticas que su abuela le contaba. Los adultos rieron ante la inocente pregunta.

 Algo así”, respondió Mateo, mirando a Jimena con un brillo especial en los ojos. Aunque nuestra historia ha tenido más giros inesperados que cualquier leyenda antigua. La cena transcurrió en un ambiente sorprendentemente relajado, considerando los eventos de la noche. Doña Concepción había preparado sopa de Lima, uno de los platillos favoritos de Mateo, que resultaron ser también del agrado de Itzel. Mientras comían, la conversación fluyó hacia temas más ligeros.

 Las aventuras escolares de Itzel, anécdotas de la infancia de Jimena en un pequeño pueblo cercano a Valladolid. Historias de los viajes de Mateo por las zonas arqueológicas del mundo maya. Cuando terminaron el postre, un delicioso postre de caramelo de calabaza que Itzel devoró con entusiasmo, Mateo recibió otra llamada. Esta vez su expresión al colgar era de satisfacción.

 Buenas noticias. La policía ha encontrado evidencia sólida en el centro de operaciones de Esteban. Documentos que implican directamente al grupo Junap en actividades ilegales en cinco estados mexicanos. Han emitido órdenes de arresto internacional para todos los involucrados. Y Esteban, preguntó Jimena. Aún no lo encuentran, pero han congelado todas sus cuentas y propiedades. No llegará lejos.

 Itzel, que escuchaba con atención mientras acariciaba a Chacal bajo la mesa, hizo otra de sus preguntas perspicaces. ¿Eso significa que ya no estamos en peligro? Mateo consideró cuidadosamente su respuesta. Consciente de la inteligencia de la niña y su capacidad para detectar evasivas.

 Significa que el peligro ha disminuido considerablemente, Itzel, pero hasta que Esteban sea capturado, seguiremos tomando precauciones. La niña asintió, aparentemente satisfecha con la honestidad de la respuesta. Entonces, nos quedaremos aquí por un tiempo, concluyó pragmáticamente. Si a ustedes les parece bien, sí, confirmó Mateo, mirando a Jimena en busca de aprobación.

 Es lo más sensato, accedió ella, al menos hasta que todo se resuelva completamente. Doña Concepción, quien había estado organizando discretamente a otras empleadas domésticas, se acercó para informar que las habitaciones estaban listas. Itzel, aunque intentaba mantenerse despierta, comenzaba a mostrar signos evidentes de cansancio.

 “Creo que es hora de que descanses, mi amor”, dijo Jimena, notando como su hija luchaba por mantener los ojos abiertos. Pero no tengo sueño”, protestó débilmente Itzel mientras un bostezo la traicionaba. Mateo sonrió. “Mañana tenemos un día muy especial planeado, Itzel. Necesitarás todas tus energías. ¿Qué haremos?” Es una sorpresa, pero involucra cenotes sagrados y leyendas mayas.

 Los ojos de Itzel se iluminaron momentáneamente antes de ceder al cansancio. Mateo, en un gesto que sorprendió a Jimena, se levantó y tomó a la niña en brazos. Te mostraré tu habitación, pequeña. Está justo al lado de la de tu mamá. Mientras Mateo llevaba a Itzel escaleras arriba, seguidos por Chacal, Jimena permaneció un momento en el comedor, procesando todo lo ocurrido.

 En apenas dos semanas, su vida había dado un giro completo. Su hija ahora tenía un padre, un padre que aparentemente las había buscado durante años. Y ella por primera vez en mucho tiempo se encontraba contemplando la posibilidad de un futuro diferente al que había imaginado. Cuando subió a las habitaciones, encontró a Mateo arropando a Itzel, quien ya dormía profundamente.

Chacal se había acurrucado a sus pies como si hubiera sido su guardián desde siempre. “Se parece tanto a ti cuando duerme”, comentó Mateo en voz baja mientras salían de la habitación. Esa expresión de paz absoluta. Jimena sonrió conmovida por la observación. Tiene muchas cosas tuyas también.

 Su curiosidad, su forma de analizar cada situación desde todos los ángulos posibles, se detuvieron frente a la puerta de la habitación designada para Jimena. Un silencio cargado de emociones contenidas se instaló entre ellos. “Gracias, Mateo”, dijo finalmente Jimena, “por todo lo que has hecho por nosotras. No tienes que agradecerme nada. Soy yo quien debería estar eternamente agradecido por la oportunidad de conocer a mi hija y de reencontrarte.

 La intensidad de su mirada hizo que Jimena desviara la vista repentinamente consciente de lo cerca que estaban. Nayeli me contó. Me dijo que nunca dejaste de buscarme. Mateo suspiró pasándose una mano por el cabello entre Cano. Nayeli habla demasiado a veces. hizo una pausa.

 Pero es cierto, nunca me rendí completamente, aunque con los años la búsqueda se volvió más esporádica, más una rutina anual que una obsesión diaria. ¿Por qué, Mateo? Han pasado 11 años. La mayoría de los hombres habrían seguido adelante, formado otra familia, porque nunca encontré a nadie como tú, Jimena. Esos tres meses en Valladolid fueron los más auténticos, los más reales de mi vida.

 Después de ti, todas las relaciones parecían superficiales, calculadas, especialmente a medida que mi fortuna crecía. Jimena sintió que su corazón se aceleraba ante la sinceridad de sus palabras. Yo también intenté rehacer mi vida, confesó. Hubo un par de hombres que mostraron interés genuino que habrían sido buenos padres para Itsel, pero siempre encontraba excusas para no avanzar en esas relaciones.

 ¿Qué excusas? que estaba demasiado ocupada con el trabajo, que Itzel necesitaba toda mi atención, que no era el momento adecuado. Jimena hizo una pausa reflexiva, pero creo que en el fondo ninguno se comparaba con el recuerdo que guardaba de ti. Mateo dio un paso hacia ella, acortando la distancia entre ambos. Jimena, no espero que retomemos nuestra relación donde la dejamos.

 Han pasado 11 años, somos personas diferentes, pero sí me gustaría que consideraras la posibilidad de intentarlo nuevamente, de darnos una oportunidad ahora que el destino nos ha reunido de esta forma tan extraordinaria. Antes de que Jimena pudiera responder, el teléfono de Mateo sonó por enésima vez esa noche. Él lo miró con evidente frustración.

 Lo siento, debo atender. Es el director de la Unidad de Investigación Financiera. Mientras Mateo se apartaba para hablar, Jimena entró en su habitación, una elegante suite decorada con arte textil yucateco en tonos turquesa y terracota. Se sentó en la cama intentando ordenar sus pensamientos y emociones.

 Estaba preparada para darle una oportunidad a Mateo para considerar una vida juntos. ¿O era todo demasiado repentino, demasiado intenso? Sus reflexiones fueron interrumpidas por un suave golpe en la puerta. Al abrir encontró a Mateo con una expresión que no supo interpretar.

 “Ocurre algo? Han encontrado a Esteban”, anunció Mateo. Intentaba salir del país en un jet privado desde un aeródromo clandestino en Río Lagartos. Está bajo custodia policial. Jimena soltó un suspiro de alivio. Entonces, se acabó. Estamos a salvo casi. Hay algo más que debes saber. Mateo entró en la habitación cerrando la puerta tras él.

 Durante el interrogatorio preliminar, Esteban reveló algo perturbador. ¿Qué cosa? La conspiración no era solo económica. El grupo Junap tenía un objetivo más amplio, adquirir control sobre empresas estratégicas en toda la región maya como parte de un plan para apropiarse de terrenos con valor arqueológico, una especie de saqueo cultural institucionalizado.

Eso es aterrador. Lo es. Pero hay algo más personal que Esteban confesó, algo relacionado con nosotros. Jimena sintió que su estómago se contraía con nosotros. Shimena Esteban fue quien convenció a Joaquín Tun para que te mintiera hace 11 años. Él le pagó para que te dijera que yo no regresaría a México.

 ¿Qué? ¿Pero por qué haría algo así? Mateo se sentó junto a ella en la cama, su rostro mostrando una mezcla de rabia contenida y dolor, porque incluso entonces Esteban ya planeaba su ascenso dentro de mi empresa. Me veía como un hombre solitario, dedicado exclusivamente a los negocios y eso le convenía porque significaba que yo confiaba plenamente en él, que lo consideraba casi familia y yo amenazaba esa dinámica. Exactamente.

 Durante esos tres meses en Valladolid, él notó cómo yo cambiaba, cómo comenzaba a considerar una vida más allá de la oficina, cómo hablaba de futuro, de familia. Esteban temió que si formaba una familia, mi enfoque cambiaría, que ya no le daría tanto control sobre las operaciones diarias. Jimena intentaba procesar esta revelación. está diciendo que todo fue por su ambición, que nos separó deliberadamente.

Eso parece. Según su confesión, cuando supo que yo tenía que viajar a España, vio la oportunidad perfecta. Contacto a Joaquín, a quien conocía por mis visitas anteriores al sitio arqueológico, y le ofreció dinero para que te diera ese mensaje falso. Joaquín siempre mostró interés en mí, recordó Jimena. Supongo que no fue difícil convencerlo.

 Y yo ingenuamente le conté a Esteban sobre ti, sobre lo importante que eras para mí. Incluso le pedí que intentara contactarte cuando yo estaba en España y no lograba comunicarme con el sitio arqueológico, así que él sabía exactamente cómo manipular la situación. Mateo asintió, su rostro sombrío.

 Lo que no sabía, lo que ninguno de nosotros sabía era que estabas embarazada. Un silencio pesado se instaló entre ellos mientras ambos contemplaban las ramificaciones de esta revelación. 11 años separados, 11 años perdidos, todo por la ambición de un hombre. ¿Sabes qué es lo más irónico?, dijo finalmente Jimena con una sonrisa triste.

 Si no nos hubiera separado, si hubiéramos formado una familia, entonces, Itzel habría crecido conociendo a su padre desde el principio. Y Esteban probablemente habría encontrado otra forma de manipularme, completó Mateo. Pero no habría tenido éxito afirmó Jimena con seguridad, porque habríamos estado juntos apoyándonos mutuamente. Mateo tomó sus manos entre las suyas, mirándola intensamente.

 Todavía podemos estarlo, Jimena. No podemos recuperar esos 11 años, pero podemos construir algo nuevo, mejor por nosotros y por Itsel. Antes de que Jimena pudiera responder, un suave golpe en la puerta los interrumpió. Al abrirla encontraron a Itzel con chacal a sus pies, frotándose los ojos con aspecto somnoliento.

 “Tuve una pesadilla”, murmuró. “Soñé que los hombres malos volvían y se llevaban a Chacal.” Mateo se arrodilló inmediatamente frente a ella. “Solo fue un mal sueño, pequeña. Los hombres malos han sido capturados. Estamos a salvo ahora. De verdad, de verdad. De hecho, justo estaba contándole a tu mamá que ya no tendremos que preocuparnos por ellos.

 Itzel pareció aliviada, pero no hizo Ademán de regresar a su habitación. Puedo quedarme con ustedes un ratito. Mateo y Jimena intercambiaron miradas, ambos conmovidos por la petición. Claro que sí, mi amor, respondió Jimena. Ven, siéntate aquí con nosotros. Itzel se instaló entre ambos en la cama con chacal acurrucado a sus pies.

 Por un momento, los cuatro formaron un cuadro perfecto de familia, algo que habría parecido imposible apenas dos semanas atrás. ¿Saben?, dijo Itzel repentinamente, más despierta. Esto es justo como lo imaginaba. El qué, cariño?, preguntó Jimena. Tener una familia completa, un papá, una mamá, una mascota, todos juntos.

 Mateo sintió que su corazón se expandía ante las palabras inocentes, pero profundas de su hija. ¿Te gustaría que fuera así siempre, Itzel?, preguntó con suavidad. La niña asintió vigorosamente. Podemos, podemos ser una familia de verdad. Mateo miró a Jimena dejando la respuesta en sus manos.

 Estamos trabajando en ello, mi amor”, respondió ella, sosteniendo la mirada de Mateo con una promesa silenciosa. Hay muchas cosas que resolver, muchas conversaciones que tener, pero lo importante es que pase lo que pase, tu papá siempre será parte de tu vida. Ahora Itzel pareció satisfecha con la respuesta y pronto volvió a quedarse dormida, esta vez con una expresión de paz absoluta.

 Mateo y Jimena permanecieron en silencio, contemplando a la extraordinaria niña que habían creado juntos. Es asombrosa susurró Mateo. Tan inteligente, tan valiente, tan intuitiva. Siempre lo ha sido confirmó Jimena con orgullo maternal. Desde muy pequeña mostró esa capacidad para comprender situaciones complejas para ver más allá de lo evidente, como cuando contestó esa llamada telefónica y supo instintivamente que algo andaba mal. Exactamente.

 Su maestra Jacinta siempre dice que Itzel tiene un sentido moral muy desarrollado para su edad. Mateo sonríó recordando algo. Cuando me salvó, cuando vino a contarme sobre la conspiración, me dijo algo que no he olvidado. Mi mamá dice que Dios utiliza a los más pequeños para realizar sus obras más grandes. Jimena asintió, reconociendo sus propias palabras.

 Es algo que mi abuela solía decir. Se lo transmitía a Itzel desde pequeña. Es una frase hermosa y resultó ser profética. En nuestro caso, permanecieron en silencio un momento más, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Finalmente, Mateo habló con voz suave, pero decidida.

 Jimena, sé que es pronto, que todo ha ocurrido muy rápido, pero quiero que sepas que mis sentimientos por ti nunca cambiaron. Durante 11 años mantuve vivo tu recuerdo, la esperanza de encontrarte algún día. Y ahora que el destino nos ha reunido de esta forma tan extraordinaria, no quiero perder más tiempo. Jimena lo miró, permitiéndose por primera vez en años reconocer lo que sentía. Yo también conservé mis sentimientos, Mateo.

 A pesar del dolor, a pesar de creer que me habías abandonado, nunca pude olvidarte completamente. Cada vez que miraba a Itzel, veía tus ojos, tu sonrisa, tu determinación. Mateo tomó su mano con delicadeza. No te estoy pidiendo una respuesta ahora, solo que consideres la posibilidad de que intentemos construir algo juntos por nosotros y por Itel.

 Lo consideraré, prometió Jimena, pero necesitaremos tiempo, Mateo. Tiempo para conocernos nuevamente, para adaptar nuestras vidas, para que Itsel se acostumbre a esta nueva realidad. Todo el tiempo que necesiten, aseguró él, no iré a ninguna parte esta vez. La promesa implícita en sus palabras envolvió la habitación como un manto protector.

 Afuera, el amanecer comenzaba a insinuarse con los primeros rayos tímidos del sol. Un nuevo día, un nuevo comienzo. Tr meses después, la torre vértice 60 bullía de actividad. En el piso 35, una reunión crucial estaba teniendo lugar. Mateo Ancona, junto con otros 11 empresarios yucatecos firmaban un acuerdo histórico de colaboración y protección mutua contra intentos de adquisición hostil o manipulación externa.

 Con la red Chakmul oficialmente establecida, anunció Mateo a los presentes, nuestras empresas estarán protegidas no solo legal y financieramente, sino también a través de un sistema de alerta temprana que identificará cualquier patrón sospechoso. Los empresarios, todos ellos fundadores de compañías construidas desde cero, aplaudieron con entusiasmo. La conspiración del grupo JUNAP, ahora desmantelada gracias a la investigación internacional, había servido como una llamada de atención para todo el sector empresarial regional.

 Nayeli, quien ahora ocupaba el puesto de directora de operaciones que anteriormente ostentaba Esteban, coordinaba eficientemente la reunión. A su lado, Jimena Cuo, recientemente nombrada coordinadora general de documentación legal, tomaba notas detalladas del histórico encuentro. En los tres meses transcurridos desde los eventos que casi destruyeron el grupo Ancona, Jimena había demostrado un talento natural para la organización y gestión corporativa.

 Había completado cursos intensivos, comenzado estudios universitarios en administración y ganado el respeto de todos en la empresa por su ética de trabajo impecable. Pero más importante que su desarrollo profesional había sido el florecimiento de su relación personal con Mateo. Paso a paso, día a día, habían reconstruido la confianza, redescubierto la complicidad que una vez compartieron y creado nuevos recuerdos.

Ahora con Itsel como parte central de sus vidas. La niña, por su parte, se había adaptado admirablemente a todos los cambios. En su nueva escuela destacaba académicamente, especialmente en historia maya y ciencias naturales. Su interés por el derecho se había intensificado, inspirado por los acontecimientos recientes y por las conversaciones con Mateo sobre justicia y responsabilidad social.

 Cuando la reunión finalizó, Mateo se acercó a Jimena con una sonrisa cómplice. Lista para esta noche, Jimena asintió con un brillo especial en los ojos. Itsel está muy emocionada. No ha hablado de otra cosa en toda la semana. Nayeli ha coordinado todo. La reserva está confirmada y el chef preparará ese postre de papaya que tanto le gusta a Itsel. ¿Crees que sospeche algo? Mateo negó con la cabeza.

 Piensa que solo celebramos los tres meses desde que nos mudamos a la hacienda. No tiene idea de lo que realmente planeamos anunciar. La hacienda a la que se refería era la propiedad de Mateo en Isamal, donde habían decidido establecerse permanentemente.

 Ni tan imponente como una mansión moderna, ni tan rústica como una hacienda tradicional sin restaurar. Un punto intermedio que representaba perfectamente la nueva vida que estaban construyendo. Elegante, pero acogedora, espaciosa, pero íntima. Esa noche, el restaurante favorito de Itzel, un acogedor establecimiento en el centro de Isamal, conocido por sus platos tradicionales yucatecos, había reservado un área semiprivada para ellos.

 La niña, vistiendo un hermoso wipil verde esmeralda bordado con flores mallas, hablaba animadamente sobre su proyecto escolar mientras disfrutaba de su pokchuk favorito. Y entonces la maestra Esperanza dijo que mi trabajo sobre las deidades mayas era el mejor de la clase. Relataba con orgullo. Me dio un 10 y lo colgó en el mural de excelencia.

 Eso es fantástico, Itzel. La felicitó Mateo. Tu dedicación está dando frutos. Es porque tú me ayudaste con los libros de investigación, papá, y mamá me ayudó a organizar toda la información en fichas, como hacen en su trabajo. Jimena y Mateo intercambiaron miradas de orgullo. Escuchar a Itzel referirse a Mateo como papá, con tanta naturalidad seguía siendo una fuente de alegría para ambos.

 Cuando llegó el postre, un elaborado dulce de papaya con queso de bola que hizo brillar los ojos de Itzel, Mateo carraspeó ligeramente, indicando que era el momento. “Itzel, tu madre y yo queremos hablar contigo sobre algo importante.” La niña los miró con atención repentinamente seria. “¿Es algo malo?” “No, cariño, todo lo contrario.” La tranquilizó Jimena.

 “Es algo muy bueno, pero queremos tu opinión sincera.” Mateo extrajo una pequeña caja de terciopelo de su bolsillo y la colocó sobre la mesa. Itsel, como sabes, estos tres meses han sido extraordinarios para los tres. Hemos aprendido a ser una familia, a conocernos, a adaptarnos el uno al otro y hemos descubierto, continuó Jimena, que los sentimientos que tu padre y yo compartimos hace tantos años nunca desaparecieron realmente, solo estaban esperando.

 Itzel miraba la caja con curiosidad, comenzando a entender lo que sucedía. Antes de dar el siguiente paso, prosiguió Mateo abriendo la caja para revelar un hermoso anillo con una esmeralda rodeada de pequeños fragmentos de jade. Queríamos consultar contigo porque esta decisión afecta a nuestra familia completa.

 ¿Van a casarse?, preguntó Itzel, sus ojos brillando con emoción. Me gustaría pedirle a tu madre que se case conmigo”, confirmó Mateo. “Pero primero quería asegurarme de que tú estás de acuerdo, que te parece bien que formemos oficialmente la familia que siempre debimos ser.” La respuesta de Itzel fue lanzarse a los brazos de ambos con lágrimas de alegría. “Es lo que más quiero en el mundo.

 Seremos una familia de verdad.” Mateo y Jimena se unieron al abrazo, formando un círculo perfecto de amor y esperanza. Cuando se separaron, Mateo tomó el anillo y con solemnidad se dirigió a Jimena. Jimena, Cuo, estos meses juntos han confirmado lo que mi corazón siempre supo, que eres la mujer de mi vida, que estamos destinados a estar juntos.

 ¿Me harías el extraordinario honor de casarte conmigo? Con lágrimas en los ojos, Jimena asintió. Sí, Mateo Ancona. Me casaré contigo. Mientras colocaba el anillo en su dedo con Itsel aplaudiendo emocionada, Mateo añadió en voz baja, esta vez nada ni nadie nos separará. Lo prometo. El restaurante entero estalló en aplausos cuando Mateo y Jimena sellaron su compromiso con un beso. Itzel, radiante de felicidad, pensó en todo lo que había ocurrido desde aquella noche en que contestó una llamada telefónica equivocada.

 Como un simple acto, una decisión tomada por instinto, había desencadenado una serie de eventos que transformaron no solo sus vidas, sino las de muchas personas más. Seis meses después, en una hermosa ceremonia que combinaba tradiciones mayas y occidentales, celebrada en los jardines de su hacienda en Isamal, Mateo y Jimena se casaron con Itzel como dama de honor principal y Chacal portando los anillos en un pequeño cojín atado a su collar.

 Entre los invitados estaban Nayeli, doña Concepción, la maestra Jacinta y varios de los empresarios que ahora formaban parte de la red Chakmall. Durante su discurso, Mateo agradeció especialmente a Itzel, la niña valiente que no solo salvó un imperio empresarial, sino que reunió a una familia que el destino había separado injustamente. Itzel, ahora de 11 años, sonrió con esa mezcla de inocencia y sabiduría que la caracterizaba.

 sabía que su historia era extraordinaria, casi como una leyenda maya moderna, pero también sabía, con la intuición aguda que siempre había poseído, que lo verdaderamente importante no era el imperio salvado ni los villanos derrotados. Lo importante era el amor. El amor que su madre había mantenido vivo durante 11 años de soledad.

 El amor que su padre había conservado a través de una búsqueda incansable. el amor que ella misma sentía crecer cada día en su corazón, expandiéndose para incluir no solo a sus padres reunidos, sino a todas las personas que habían contribuido a su extraordinaria historia.

 Mientras observaba a sus padres bailar bajo las estrellas de la noche yucateca con chacal dormitando a sus pies, Itzel pensó que tal vez la maestra Jacinta tenía razón. A veces las cosas malas ocurren para que sucedan cosas buenas después. Y a veces, solo a veces, los finales felices existen no solo en las leyendas mayas, sino también en la vida real.

 Queridos oyentes, esperamos que la historia de Itsel, Jimena y Mateo los haya conmovido. Para seguir este viaje emocional, hemos preparado una playlist especial con historias igualmente cautivadoras. Encuéntrenla aquí haciendo clic a su izquierda. Si les gustó esta historia, no olviden suscribirse a nuestro canal. y darle me gusta al video.

 Todos los días traemos historias únicas que exploran la complejidad de la vida y el poder transformador del amor y la familia. No se pierdan nuestros próximos contenidos donde seguiremos explorando las maravillas de las tradiciones mayas y las historias de superación personal. Los esperamos en los comentarios para conocer sus impresiones sobre este maravilloso reencuentro en la tierra de los mayas. M.