Rafael Correa pensaba que Miley sería un blanco fácil, pero se equivocó. Usted, señor Miley, es un payaso peligroso. Silencio total. Las cámaras enfocaron el rostro de Javier Miley. Nadie esperaba lo que vino después. Señor Correa, entre un payaso elegido por el pueblo y un dictador que huyó de la justicia, prefiero ser el payaso.
La sala explotó. Rafael Correa se quedó mudo. En ese momento todos entendieron que habían presenciado algo histórico, pero nadie sabía aún cómo habían llegado a ese punto explosivo. El programa Contrapunto de CNN en español había prometido ser el debate del año. Rafael Correa, expresidente de Ecuador, el hombre que gobernó con Mano de Hierro durante una década, enfrentaría al fenómeno mi ley en televisión en vivo.
Para Correa era la oportunidad perfecta. Después de años en el exilio en Bélgica, huyendo de procesos judiciales en su país, necesitaba reconstruir su imagen internacional. ¿Qué mejor manera que demoler públicamente al loco de Argentina? Para los productores del programa era oro televisivo. Correa, experimentado, calculador, maestro de la retórica populista.
Mi ley impredecible, explosivo, fenómeno viral. La receta perfecta para rating. Nadie imaginaba que esa noche cambiaría para siempre la percepción sobre ambos líderes. Y lo que nadie sabía era que Miley había llegado preparado para algo que Correa jamás anticipó. Durante días, el equipo de Correa había estudiado las intervenciones públicas de Mi.
Vídeos de sus explosiones en televisión argentina, sus discusiones en el Congreso, sus momentos más polémicos. tenían un plan, provocarlo hasta que explotara, después presentarse como el adulto en la habitación. “Va a ser fácil”, le había dicho su equipo. Este tipo no puede controlar sus emociones. Lo saco de Quicio en 5 minutos.
Pero había un detalle que Correa no consideró. Desde que llegó a la presidencia, Miley había evolucionado. El político que una vez arrojaba insultos en programas de televisión ahora había aprendido algo más peligroso, el poder del control. El estudio de CNN en Miami estaba lleno. Políticos, empresarios, periodistas, todos esperando el espectáculo.
Las cámaras comenzaron a rodar. Fernando del Rincón, el moderador, hizo las presentaciones protocolares. Tenemos esta noche a dos de las figuras más polémicas de América Latina, comenzó del rincón. Rafael Correa, expresidente de Ecuador, y Javier Miley, actual presidente de Argentina. Correa sonrió con esa confianza que solo dan décadas de experiencia política.
Mi ley permaneció sereno, casi inmóvil, pero lo que verán en un momento iba a derrumbar todas las expectativas. Presidente Correa, comenzó del rincón. Usted ha sido muy crítico con el gobierno de mi ley. ¿Qué opina de sus primeros meses en el poder? Correa se acomodó en su silla como un depredador que ha visto a su presa.
Fernando, lo que vemos en Argentina es la demostración más clara de cómo el neoliberalismo extremo destruye países. Miley llegó prometiendo soluciones mágicas, pero solo ha traído sufrimiento al pueblo argentino. Mile no reaccionó. Ni un músculo se movió en su rostro. Correa interpretó el silencio como debilidad. Error fatal.
Estamos viendo continuó Correa, elevando la voz como un economista de escritorio sin experiencia política está experimentando con la vida de 45 millones de personas. Es irresponsable. Es peligroso. Nadie sabía todavía que Miley estaba dejando que Correa construyera su propia trampa. Del rincón se dirigió a Miley.
Presidente, ¿cómo responde a esas críticas? Por primera vez mi ley habló. Rafael dijo usando solo el nombre de pila. Antes de hablar de responsabilidad, deberías explicarle a la audiencia por estás transmitiendo desde Bélgica y no desde Quito. El golpe fue sutil, pero certero. Correa se tensó visiblemente. Estoy aquí por una persecución política, respondió Correa.
Mi gobierno fue el más exitoso en la historia de Ecuador. Redujimos la pobreza, construimos carreteras, hospitales y también lo interrumpió mi ley con calma quirúrgica. Concentraste el poder, perseguiste periodistas, modificaste la Constitución para reelegirte y cuando perdiste el poder, tus sucesores terminaron presos por corrupción.
Curioso concepto de éxito. La temperatura en el estudio subió 10 ºC. Correa ya no sonreía, pero lo más impactante aún no había llegado. Eso es mentira, explotó Correa. Mi gobierno transformó Ecuador. Ustedes, los neoliberales, siempre distorsionan la realidad. Usted, señor Miley, es un payaso peligroso. Ahí estaba la frase que había planeado como golpe de gracia.
En la cabeza de Correa, Miley explotaría, gritaría, se haría el loco game over. Pero Miley hizo algo que nadie esperaba. Sonrió. No fue una sonrisa nerviosa o defensiva. Fue la sonrisa de alguien que había estado esperando exactamente esa frase. “Señor Correa”, dijo Miley con una calma que eló la sangre.
Entre un payaso elegido por el pueblo y un dictador que huyó de la justicia, prefiero ser el payaso. El estudio se quedó en silencio absoluto. Las cámaras capturaron el momento exacto en que el rostro de Correa cambió de la confianza a la incredulidad, pero mi ley no había terminado. Lo que vino después fue aún más devastador.
Además, continuó mi ley, me resulta curioso que alguien que gobernó Ecuador durante 10 años y lo dejó con la misma pobreza que encontró me venga a dar lecciones sobre economía. Correa intentó interrumpir, pero Miley alzó ligeramente la mano. No he terminado, Rafael. La autoridad en esa frase era aplastante.
Por primera vez en décadas alguien le había ordenado silencio a Rafael Correa y él obedeció. Tu gobierno, continuó mi ley, gastó los precios altos del petróleo como si fueran eternos. Cuando bajaron, dejaste un país endeudado y sin reservas. Tus sucesores tuvieron que pedir prestado al FMI, el mismo FMI que tanto criticabas cuando estabas en el poder.
Suscríbete ahora y activa la campanita para no perderte el resto de esta demolición histórica. Comenta qué opinas de la respuesta de mi ley. Correa estaba visiblemente alterado. Eso no es cierto. Ecuador creció durante mi gobierno. Claro que creció. Lo cortó mi ley. Con petróleo a $100 el barril, hasta un chimpancé habría hecho crecer esa economía.
La pregunta es, ¿qué hiciste para preparar al país para cuando bajaran los precios? La pregunta quedó flotando en el aire. Correa no tenía respuesta. del rincón intentó mediar. Bueno, creo que no, dijo mi ley sin apartar la mirada de Correa. Quiero que Rafael responda. ¿Qué hizo su gobierno para diversificar la economía ecuatoriana? ¿Qué industrias desarrollaron? ¿Qué reformas estructurales implementaron? Correa balbuceó algo sobre revolución ciudadana e inversión social.
Nadie podía imaginar que Miley tenía preparado un golpe aún más contundente. Rafael, dijo Miley, hablemos de tu herencia real. Cuando dejaste el poder, Ecuador tenía la tasa de crecimiento más baja de la región. La deuda pública se había triplicado, la inversión privada había colapsado y lo más grave, había destruido la institucionalidad democrática del país.
Eso es falso! Gritó Correa. Falso. Mi ley se inclinó hacia delante. Es falso que cerraste medios de comunicación. Es falso que perseguiste periodistas. Es falso que modificaste la Constitución para perpetuarte en el poder. Cada pregunta era un martillazo. Correa intentaba responder, pero Miley no le daba respiro.
Es falso que tu vicepresidente terminó preso. Es falso que tu sucesor también está preso. Es falso que tú mismo tienes órdenes de captura en Ecuador. Y entonces llegó el momento que cambiaría todo. Correa, completamente descontrolado, se levantó de su silla. Usted no sabe nada. Yo transformé Ecuador. Usted es solo un loco que llegó por casualidad al poder.
Miley se levantó también, pero con una calma que contrastaba brutalmente con la histeria de Correa. Rafael, dijo Miley, la diferencia entre tú y yo es muy simple. Tú llegaste al poder prometiendo una revolución y terminaste huyendo de tu propio país. Yo llegué prometiendo cambios y estoy enfrentando los problemas de frente en mi país, dando la cara.
Pero nadie en ese momento podía imaginar lo que iba a suceder. Correa, completamente fuera de sí, cometió el error más grande de su carrera política. Al menos yo no tengo que explicarle a mi pueblo por qué los estoy empobreciendo. Miley sonrió. Era la sonrisa de quien acababa de recibir el regalo perfecto. Empobreciendo, repitió lentamente.
¿Cómo tú empobreciste a Ecuador? Porque cuando llegaste al poder, Ecuador tenía renta per cápita similar a Argentina. Cuando te fuiste, Argentina le sacaba 40% de ventaja. Háblame de empobrecer pueblos, Rafael. El golpe fue tan certero que hasta del rincón se quedó sin palabras. Pero mi ley no había terminado.
Y ya que hablamos de explicaciones, ¿por qué no le explicas tú a los ecuatorianos por qué tienes que vivir en el exilio? ¿Por qué no puedes pisar tu propio país sin ser arrestado? Lo que pasó después dejó a todos los presentes completamente perplejos. Correa, el hombre que había dominado debates durante décadas, que había humillado periodistas, que había silenciado opositores, simplemente se desplomó en su silla.
No tenía respuesta. Por primera vez en su vida política, Rafael Correa había sido completamente destruido en televisión nacional. Miley regresó a su asiento con la misma calma con la que se había levantado. Fernando le dijo al moderador, siguiente pregunta, pero la audiencia estaba demasiado impactada para continuar normalmente.
Del Rincón intentó retomar el control. Bueno, creo que hemos visto posiciones muy claras. No, lo interrumpió una voz desde el público. Era un periodista ecuatoriano. Quiero que el expresidente Correa responda sobre los casos de corrupción de su gobierno. Correa se negó a responder.

Por primera vez en décadas, el gran orador se había quedado sin palabras. MY aprovechó el momento. Ven, esto es lo que pasa cuando un político acostumbrado a controlar medios se enfrenta a preguntas reales. En Ecuador, Rafael podía censurar las preguntas incómodas. Aquí no. Y entonces Correa cometió su error final.
Ustedes no entienden, gritó Correa. Yo salvé Ecuador del neoliberalismo. Yo fui el mejor presidente de la historia. Mi ley lo miró con algo parecido a la lástima. Rafael, el mejor presidente de la historia de Ecuador, no estaría transmitiendo desde el exilio. El mejor presidente no tendría a sus colaboradores presos por corrupción. El mejor presidente no habría dejado el país más endeudado que cuando llegó.
El golpe de gracia estaba llegando. “Pero sabes qué es lo más triste de todo esto”, continuó mi ley. “Es que tú realmente crees tus propias mentiras. Has repetido tanto tu versión de la historia que ya no puedes distinguir entre realidad y propaganda. Correa intentó responder, pero solo salieron palabras inconexas.
Por eso, dijo mi ley, tu pueblo te echó. Por eso tu sucesor está preso. Por eso tú vives en el exilio, no por persecución política, sino porque la realidad finalmente alcanzó a tu relato. Comparte este vídeo si crees que era hora de que alguien le dijera estas verdades a Correa. Dale like si piensas que Miley manejó perfectamente esta confrontación.
El programa terminó abruptamente. Los productores cortaron la transmisión cuando se dieron cuenta de que Correa no podía continuar. En redes sociales, el clip se volvió viral en minutos. Almohadilla Correa Demolido y Almohadilla Miley Destructor se convirtieron en tendencia mundial. Pero lo más impactante no fueron los astacks, fue lo que pasó después, porque esa noche marcó el fin definitivo de la carrera política de Rafael Correa.
En las semanas siguientes, ningún medio internacional volvió a invitar a Correa como analista político. Su credibilidad había sido destruida completamente. Los líderes de izquierda latinoamericanos, que antes lo consultaban para estrategias dejaron de llamarlo. hasta sus propios seguidores en Ecuador comenzaron a cuestionar si realmente había sido tan buen presidente como creían.
Mientras tanto, algo extraordinario le pasó a M ley. La forma serena, calculada, casi quirúrgica con la que había manejado la confrontación cambió la percepción internacional sobre él. Ya no era visto como el loco impredecible de Argentina, era visto como un líder que sabía exactamente lo que hacía. Analistas políticos de todo el mundo comenzaron a escribir sobre la nueva diplomacia Miley, brutal controlada, directa pero estratégica.
Y Correa nunca se recuperó. 6 meses después del programa anunció su retiro temporal de la política. Nunca más volvió a aparecer en un debate televisivo. Sus seguidores en redes sociales comenzaron a abandonarlo. Sus aliados políticos dejaron de mencionarlo. El hombre que una vez dominó Ecuador durante una década se había convertido en una nota al pie de la historia.
Todo por subestimar a alguien que él creía que sería un blanco fácil. Pero quizás lo más revelador de todo fue lo que dijo Miley después del programa cuando un periodista le preguntó cómo se había preparado para enfrentar a Correa. No me preparé para enfrentarlo respondió. Me preparé para decir la verdad y la verdad siempre derrota a la demagogia.
Esa frase resume perfectamente lo que pasó esa noche. Un demagogo experimentado se había enfrentado a alguien que simplemente dijo la verdad. Y la verdad, como siempre, resultó ser más poderosa que décadas de retórica populista. Correa había llegado al estudio pensando que sería una noche fácil. Salió completamente destruido, sin carrera política, sin credibilidad, sin futuro.
Miley había llegado siendo subestimado. Salió siendo respetado, temido y admirado por igual. Y todo cambió con una simple frase: entre un payaso elegido por el pueblo y un dictador que huyó de la justicia. Prefiero ser el payaso. Una frase que no solo destruyó a Correa, sino que estableció a Miley como una nueva fuerza en la política latinoamericana.
Una fuerza que ya no se podía subestimar. Una fuerza que había aprendido que la mejor manera de ganar un debate no es gritar más fuerte, sino decir la verdad más clara. Y Rafael Correa aprendió demasiado tarde que hay algunos oponentes que es mejor no despertar. Pero la historia no terminó ahí. Lo que pasó en los días siguientes fue aún más revelador.
Al día siguiente del programa, medios de comunicación de toda América Latina analizaban lo ocurrido. En Ecuador, donde Correa aún tenía seguidores, las reacciones fueron devastadoras para el expresidente. “Nunca lo había visto tan vulnerable”, comentó un periodista ecuatoriano. Era como ver a un rey destronado dándose cuenta de que ya no tiene reino.
En las redes sociales, los clips más vistos no eran de Correa atacando, sino de Miley respondiendo con esa calma quirúrgica que había desarmado completamente al veterano político. Y entonces ocurrió algo que ni los analistas más experimentados habían previsto. Líderes de izquierda de toda la región comenzaron a tomar distancia de correa, no públicamente, pero sí en conversaciones privadas.
El miedo era palpable. Si Miley había podido destruir tan fácilmente a uno de los oradores más hábiles de la izquierda latinoamericana, ¿qué podría hacerles a ellos? Gustavo Petro en Colombia canceló una entrevista conjunta que tenía programada con Correa. Gabriel Borck en Chile evitó mencionar el incidente cuando le preguntaron.
Hasta Cristina Kchner en Argentina mantuvo un silencio estratégico. Porque todos habían entendido el mensaje, Miley ya no era el outsider impredecible, era un adversario formidable. En las universidades donde Correa solía dar conferencias, comenzaron a cancelar sus invitaciones, no porque estuvieran en contra de sus ideas, sino porque su credibilidad había quedado tan dañada que su presencia ya no atraía audiencias.
El golpe más duro vino desde Ecuador. Un grupo de exfuncionarios de su gobierno publicó una carta abierta distanciándose de su defensa del legado correísta. “Los hechos son claros, escribieron. Es hora de que nuestro país mire hacia delante. Mientras tanto, Miley experimentaba el efecto contrario. Invitaciones para debates internacionales comenzaron a llegar desde todas partes del mundo.
Universidades de Estados Unidos y Europa querían al presidente que había demostrado que podía mantener la calma bajo presión extrema y responder con precisión letal. Fondos de inversión internacionales que antes veían Argentina con escepticismo comenzaron a evaluar más seriamente las posibilidades de invertir en el país.
Si Miley puede manejar así a un veterano como Correa comentó un analista de Wall Street, tal vez pueda manejar también la economía argentina. Pero quizás el cambio más significativo ocurrió en la percepción doméstica. En Argentina, incluso los opositores más férreos de Miley reconocían que había representado dignamente el país.
“No me gusta su política económica”, admitió un dirigente peronista, pero la forma en que defendió la democracia argentina fue impecable. Las encuestas mostraron un incremento inmediato en la aprobación internacional de mi ley. Por primera vez desde que asumió la presidencia, más argentinos se sentían orgullosos de cómo lo representaba su presidente en el exterior.
Y Correa, desde su exilio en Bélgica, veía como se desmoronaba todo lo que había construido durante décadas. Sus apariciones en medio se redujeron a entrevistas en podcast marginales. Sus conferencias universitarias se cancelaron una tras otra. Hasta sus propios seguidores en redes sociales comenzaron a cuestionar si realmente había sido tan efectivo como líder.
El expresidente, que una vez creyó que mi ley sería un blanco fácil, había terminado siendo el mismo el blanco más fácil de todos. Y lo más doloroso era que había sido destruido no con gritos o insultos, sino con hechos, datos y una calma que evidenció todas sus contradicciones. La noche que Correa pensó que sería su regreso triunfal se había convertido en su despedida definitiva de la relevancia política.
Y Miley había aprendido una lección que marcaría su presidencia, que la mejor arma en política no es la más ruidosa, sino la más precisa, que la verdad, dicha con calma y respaldada con hechos, puede ser más devastadora que cualquier ataque emocional. Esa noche en CNN, dos hombres habían entrado al estudio.
Solo uno había salido con su reputación intacta y no era el que todos esperaban. Tres meses después, las consecuencias de esa confrontación seguían reverberando por toda América Latina. En Ecuador, el movimiento correísta se fracturó definitivamente. Dirigentes que durante años habían defendido ciegamente el legado del expresidente comenzaron a buscar nuevos referentes políticos.
Es hora de pasar la página”, declaró un exministro de Correa en una entrevista que marcó el fin de una era. Los jóvenes ecuatorianos que antes veían a Correa como un símbolo de resistencia comenzaron a cuestionar abiertamente su versión de la historia. Universidades que antes lo invitaban como conferencista estrella ahora estudiaban su gobierno como un ejemplo de populismo autoritario.
Mientras tanto, el fenómeno Miley se extendía más allá de las fronteras argentinas. Jóvenes de toda América Latina comenzaron a estudiar no solo sus propuestas económicas, sino también su estilo de comunicación política. La forma en que había manejado la confrontación con Correa se convirtió en caso de estudio en escuelas de ciencias políticas.
Lo que vimos esa noche, analizó un profesor de Harvard, fue la transición de Miley de fenómeno mediático a estadista. Demostró que puede mantener la compostura bajo presión extrema y responder con precisión estratégica. M.
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