Huele como a carne podrida, escondida bajo perfume caro. Lo que tengo ahora mismo en mis manos es la cara de mi esposa, pero está vacía. No es una máscara, es piel fría al tacto, casi húmeda por dentro. Es Rona, la mujer con la que llevo durmiendo 5 años. Y es una funda  vacía. Estoy temblando tanto que apenas puedo sujetarla.

Estoy en su vestidor privado, el que siempre cierra con llave biométrica. Se suponía que ella estaba en un vuelo a Dubai, solo buscaba el pasaporte corporativo. Forcé el sistema y al fondo, detrás de sus vestidos de alta costura, había un maletín de titanio negro. Cuando lo abrí, me golpeó el olor. Dentro había una figura humana plegada sobre sí misma, comprimida al vacío.

Al principio no entendí lo que vi, pero cuando la desplegué vi la incisión, una línea quirúrgica perfecta que recorría toda la columna vertebral, desde la nuca hasta el coxis y estaba abierta. Alguien o algo se había deslizado fuera de esto. Mi cerebro se está cortocircuitando. Esto no es solo una muda.

Reconozco esta cara. Es la cara que Rona tenía hace 6 meses. Tiene la pequeña imperfección en el lóbulo de la oreja izquierda. Impercción que desapareció de la noche a la mañana. Mi esposa no solo cambia de piel, se actualiza. Ahora todo tiene un sentido horrible. ¿Por qué su piel siempre está helada? ¿Por qué nunca suda? Nunca.

Y la forma en que bebe agua inclina la cabeza completamente hacia atrás, como si no supiera tragar correctamente. Si la piel de Rona está aquí, ¿qué es la cosa que está viviendo en mi casa? Tengo que volver a meter esta cosa horrible en el maletín. Estoy intentando doblarla, pero es resbaladiza y mis manos están sudando.

No, no, no, no. No estaba en ningún avión. El pánico me paraliza. Intento meterla de nuevo en el maletín. El cierre se atasca. Vamos, Brad, ¿estás en casa? Su voz resuena desde el pasillo. Melódica, perfecta. Consigo cerrar el maletín de golpe y lo deslizo al fondo del armario. Justo cuando ella gira el pomo de la puerta del vestidor.

Intento respirar. Tengo que parecer normal. La puerta se abre y ahí está ella. Impresionante. Sonríe, pero la sonrisa no llega a sus ojos. Hola consigo decir. Mi voz suena estrangulada. ¿Qué haces aquí? Ella se encoge de hombros con una fluidez casi antinatural. El vuelo se canceló. ¿Qué hacías aquí dentro, Brad? Me señala. Estoy sudando profusamente.

Ella, ella está impecable. Nada. Buscaba esa corbata de seda. Miento torpemente. Ella ladea la cabeza como un pájaro estudiando a un insecto. Se acerca a mí demasiado cerca. Ella levanta la mano y me acaricia la mejilla. Su piel es suave, pero increíblemente fría. Lucho contra el impulso de apartarme gritando.

“Estás muy tenso, amor”, susurra. Se inclina para besarme. No puedo moverme. Sus labios fríos presionan los míos. Y entonces, lo siento. Justo en la base de su cuello, algo se desliza debajo de la superficie, como si el traje no estuviera bien ajustado. Abro los ojos de golpe. Su cara está a centímetros de la mía.

Y por una fracción de segundos, solo una, su pupila perfecta y redonda se rompe. Se contrae en una hendidura vertical negra y amarilla. Ella parpadea y vuelve a la normalidad, pero entonces susurra contra mis labios y su voz ya no es melódica, es un siseo gutural y profundo. No deberías haber mirado. No deberías haber mirado.

Su voz era como grava mojada. El tiempo se detuvo. Seguimos ahí en el vestidor, sus labios fríos todavía presionando los míos. Siento el sabor metálico de la sangre en mi boca. Me he mordido la lengua. Entonces Rona se retira lentamente, me mira fijamente y parpadea lenta y deliberadamente de arriba hacia abajo. Sus ojos son de nuevo perfectamente humanos de un azul glaciar.

La hendidura reptiliana ha desaparecido y se ríe. Una risa seca, rítmica, casi artificial. Brad, cariño, estás pálido. Dice su voz melódica ha vuelto. Relájate. Solo estaba jugando contigo. Jugando vi sus ojos. Sé lo que olí en ese maletín. Está intentando hacerme dudar de mi propia cordura. Miro su rostro perfecto, su expresión de diversión tranquila y sé que si la confronto ahora, moriré.

Tengo que jugar a su juego. Sí, claro, me has asustado. Consigo decir forzando una sonrisa que se siente como si mi cara se fuera a romper. Ella me estudia un segundo más. Vamos, dice bruscamente. Tengo hambre. La sigo escaleras abajo. Estoy caminando detrás de un depredador alfa. En la cocina todo es cromo y mármol, frío como ella.

Rona saca un filete grueso de la nevera crudo, lo pone en un plato de porcelana, no lo cocina. Nunca la había visto hacer esto. Se sienta y empieza a comer. No usa cubiertos. Usa sus dedos perfectamente cuidados, desgarrando la carne con una delicadeza brutal. [Música] La velocidad a la que come es antinatural.

[Música] ¿No tienes hambre? Swing pregunta sin dejar de devorar. No mucha. Intento disimuladamente sacar mi móvil debajo de la mesa. Tengo que enviar un mensaje a alguien, a mi hermano, a la policía, a quien sea. Miro la pantalla, cero barras, sin señal, ni siquiera Wi-Fi. Eso es imposible. Vivimos en el centro de la ciudad.

¿Pasa algo con el teléfono? Logra, pregunta Rona. Ha terminado. El plato está limpio. Se lame una pequeña mota de sangre de la comisura de la boca y por un instante su lengua parece demasiado larga, demasiado puntiaguda. “Debe ser la red”, murmuro guardando el teléfono. Ella sonríe y se levanta. Se acerca al panel de control central de la casa.

La interfaz holográfica cobra vida. La tecnología moderna, tampoco fiable”, dice mientras teclea una secuencia compleja. Nunca la había visto usar esos comandos. Las persianas blindadas de toda la casa bajan de golpe, sumiéndonos en la penumbra. Las cerraduras magnéticas se sellan. Rona, ¿qué haces? El pánico sube por mi garganta. La cancelación del vuelo se debió a una alerta de seguridad.

Dice con calma. Protocolo estándar. Nadie entra, nadie sale. No está asegurando la casa, me está encerrando con ella. Estoy completamente aislado. Estoy atrapado. No hay salida. Pero entonces algo vibra. No es mi teléfono, es ella. Rona se queda rígida. La vibración parece venir de dentro de su cuerpo.

Lleva su mano a la 100 como si escuchara algo que yo no puedo oír. Una llamada subdérmica. Se aparta de mí dándome la espalda, pero en el silencio sepulcral de la casa blindada puedo oír cada palabra. Y su voz ya no se molesta en sonar humana. Es fría, gutural y llena de chasquidos rápidos. Base aquí unidad si tenemos una brecha. Hace una pausa escuchando.

Sí, descubrió la muda anterior. El activo humano. Brad está comprometido. Activo humano, así es como me llama. Otra pausa y luego las palabras que hielan mi alma. Entendido. Inicien el protocolo de extracción inmediata. Llegan en una hora. se gira para mirarme. No hay emoción en su rostro, no hay ira, solo una eficiencia fría y depredadora.

Brad, vienen a recogerte y créeme, preferirías que te matara yo. En el próximo capítulo, ¿luchará Brad por escapar o aceptará la oferta mortal de la criatura que fue su esposa? ¿Podrá un hombre solo burlar la jaula tecnológica más perfecta del mundo antes de que lleguen por él? Descubriremos por fin qué especie se esconde tras el rostro de Rona y cuál es su verdadera misión en la Tierra.

Y la pregunta más importante, ¿quiénes componen el equipo de extracción? ¿Y qué significa realmente que un activo humano sea comprometido? La elección final se acerca. El monstruo que conoces o los que están a punto de llamar a la puerta.