Vámonos, Mateo, ya llegaste tarde. Sebastián Montemayor corre por los pasillos de la mansión buscando ropa vieja. Mateo, de 8 años aparece cargando una camiseta rota. Papá, ¿el va a funcionar de verdad? Claro que sí, mijo. Hoy vamos a descubrir quién tiene corazón de verdad. Pero, ¿por qué no

podemos ir con ropa normal? Porque cuando la gente nos ve bien vestidos, actúan diferente.
Hoy vamos a ver quién ayuda de a de veras. Sebastián toma tierra del jardín y se ensucia. Mateo se ríe mientras su papá les despeina el cabello a los dos. Órale, ahora sí. Nadie nos va a reconocer. Toman el carro más sencillo del garaje y se van al Zócalo. Sebastián escoge un rinconcito en la

banqueta cerca de la salida del metro.
¿Te acuerdas del plan? Tenemos hambre y no tenemos donde dormir. Las primeras personas pasan corriendo. Una mujer de tacones altos voltea para otro lado. Un hombre de traje les avienta una moneda sin parar. Pasa una hora. Mateo se desanima. Papá, la gente es muy mala. No, mi hijo, es que todos

andan con prisa, pero vamos a encontrar a alguien especial. Pasa otra hora más.
Varias personas les avientan monedas sin mirar, otras se hacen como que no los ven. Mateo ya se está poniendo triste cuando una mujer se para enfrente de ellos. Es joven como de veintitantos años, con uniforme de limpieza azul y tenis gastados. Su cara está cansada, pero sus ojos son tiernos.

¿Tienen hambre? Sebastián y Mateo se sorprenden. Es la primera persona que de verdad se para a platicar. La mujer se agacha hasta quedar a la altura de los dos, sin importarle que el pantalón se le vaya a ensuciar en el suelo. Espérenme tantito. Abre una bolsita toda gastada y cuenta monedas y

billetes arrugados.
280 pesos es todo lo que tengo para los próximos dos días. Pero mira a Mateo con cariño. Los niños no se pueden quedar con hambre. Mateo le susurra al oído a su papá. Es igualita a mi mamá del cielo. A Sebastián se le hace un nudo en la garganta. Esta mujer acaba de darles todo su dinero a unos

desconocidos. Muchas gracias, señorita. ¿Cómo se llama usted? Esperanza. Esperanza Hernández.


¿Y ustedes? Yo soy Roberto y este es Mateo. Esperanza le sonría al niño. Hola, Mateo. ¿Cuántos años tienes? Ocho, tía esperanza. Ay, qué niño tan educadito. Hay una panadería ahí en esa esquina. Cómprale algo de comer a Mateo. Sí. Se levanta acomodándose la bolsa. Y usted, señorita, ¿no va a

almorzar? Esperanza se encoge de hombros. Ay, yo me las arreglo como pueda.
Lo importante es que el niño no se quede con hambre. Tengo que regresar al trabajo, si no mi jefa me mata. Pero cuando salga a las 6 regreso por aquí para ver si necesitan algo más. Sebastián no lo puede creer. No nada más les dio todo su dinero, sino que prometió regresar. Muchísimas gracias, doña

Esperanza. Usted es un ángel. Ay, para nada.
No más hice lo que cualquier persona haría. Uno ayuda al que puede, ¿no? Esperanza entra al edificio comercial despidiéndose con la mano. Sebastián jala a Mateo. Ven, tenemos que cambiarnos rapidito. En el carro se ponen ropa limpia. En 5 minutos ya están normales, sin ni una pisca de suciedad.

Vamos a entrar donde trabaja. Quiero ver qué tipo de persona es cuando no está ayudando a limosneros.
En la portería, Sebastián pregunta dónde queda la empresa de limpieza. Tercer piso, pero ahorita están trabajando. Más una información rapidita. Arriba encuentran a Esperanza platicando con un guardia grandote y muy serio. Por favor, don Aurelio, no los corra. Eran un papá con su hijito. Pobrecitos.

El niño está chiquito.
Esperanza, tú sabes que es orden de la administración. Los limosneros ahuyentan a los clientes. Lo sé, lo sé, pero cuando salga los voy a ayudar a encontrar donde dormir, no más no los corra ahorita. Y si los ve el administrador, pierdo mi trabajo. Yo me hago responsable. Si alguien reclama, les

digo que yo le pedí que los dejara. Sebastián y Mateo escuchan escondidos detrás de una columna.
Les diste dinero, ¿verdad? Sí. Todo el dinero para mi lonche de los próximos dos días. Pero, ¿qué iba a hacer? El niño tenía cara de no haber comido en mucho tiempo. Esperanza, eres demasiado buena. Casi no tienes dinero ni para ti. Si uno no ayuda cuando puede, ¿quién va a ayudar? El guardia

suspira. Está bien.
Los dejo quedarse hasta que salgas, pero si alguien reclama, yo me encargo. Gracias, don Aurelio. Usted tiene muy buen corazón. Esperanza regresa al trabajo empujando un carrito de limpieza. Sebastián la observa trabajando, limpia cada mesa con cuidado, acomoda todo con mucho respeto. Mateo jala la

manga de su papá. Papá, ¿estás llorando? Sebastián se pasa la mano por los ojos.
Es que ya la encontramos, mijo, a la persona que estábamos buscando. A las 6 en punto Esperanza sale del elevador. Está más cansada con el uniforme sudado y los pies doliéndole. Aún así se para en la portería. Don Aurelio, ¿todavía están allá afuera? Sí están. El papá mandó dar las gracias. Ya

lograron comprarle comida al niño. Qué bueno.
Voy a pasar por ahí antes de irme a mi casa. Esperanza sale y busca a Sebastián y Mateo. No los encuentra en el lugar de la mañana y se preocupa. Sebastián toma una decisión rapidito. Mateo, ven. Vamos a hablar con ella. Se acercan. Esperanza se voltea sorprendida. Híjole, qué diferencia.

Ya están limpitos con ropa buena. ¿Lograron bañarse en algún lado? Sí. Un conocido nos dejó usar su regadera. Sebastián miente, sintiéndose fatal. Qué bueno. ¿Ya le compraron comida a Mateo? Ya compramos. El niño comió muy bien. Mateo mira confundido con todas las mentiras, pero se queda calladito.

Me da muchísimo gusto. Y ahora ya tienen dónde dormir hoy. Todavía andamos medio perdidos.
Soy de Guadalajara. Vine a buscar trabajo. Mi nombre es Roberto Silva. Soy vendedor, pero ya llevo varios meses sin trabajo. Esperanza mueve la cabeza. Está muy difícil la cosa. Más todavía con niño. ¿Tienen algún lugar donde quedarse hoy? La mera verdad no. Estábamos viendo si conseguíamos lugar

en un albergue.
Mira, no tengo mucho espacio allá en mi casa, pero hay un sofá en la sala. Si quieren se pueden quedar a dormir ahí hoy. Mañana ya vemos cómo le hacemos. Sebastián se queda pasmado. Esta mujer les está ofreciendo su propia casa a unos desconocidos. ¿Está segura? No queremos molestar para nada.

Uno ayuda al que puede y Mateo es muy educadito, no va a dar lata. Mateo sonríe. Tía Esperanza, usted es muy buena. Ay, qué lindo. ¿Te gustan las caricaturas, Mateo? Sí, me gustan, sobre todo el hombre araña. Qué padre. Tengo televisión de paga en mi casa. Puedes ver mientras les hago una cenita.

Sebastián se acuerda de la promesa que le hizo a su esposa hace dos años en el hospital. Paloma pálida en la cama agarrándole la mano. Sebastián, prométeme una cosa. Encuentra una mamá de verdad para Mateo. No una mujer que quiera nuestro dinero, una mamá de adeveras. Te lo prometo, amor. El

recuerdo pasa rapidito. Sebastián mira a Esperanza platicando con Mateo sobre caricaturas y siente que ya encontró lo que andaba buscando.
Doña Esperanza, ¿estás segura de que no vamos a molestar? Estoy segura. Y ya no me digas, señora, tengo 26 años. Perdón, Esperanza. Así está mejor. Vámonos. Mi casa está lejos. Vamos a tomar el camión. En el viaje, Sebastián observa a Esperanza saludar al chóer, ayudar a una abuelita, jugar con un

niño que está llorando.
La casa de esperanza es pequeñita, dos cuartos en una vecindad, sencillita, pero limpia y bien organizadita. Perdonen que esté tan pequeñita, pero está limpiecita y tiene todo lo que se necesita. Está padrísima, Esperanza. Muchas gracias de verdad por recibirnos. Para nada. Siéntense en el sofá con

Mateo. Voy a hacerles de cenar. Sebastián observa la casa sin lujos, pero arregladita con mucho cariño.
Plantitas en las ventanas, fotos de familia, cojines de colores. Papá, Mateo susurra, ¿por qué no le decimos la verdad? Ella es muy buena. Sebastián no sabe qué responder. ¿Cómo explicarle a un niño que están probando la bondad de alguien haciéndose pasar por pobres? Está complicado, mijo, se lo

vamos a decir, pero en el momento que esté bien.
¿Cuándo? Sebastián no lo sabe. No más sabe que se está enamorando de una mujer que ni siquiera conoce su nombre verdadero. Tr meses después. Sebastián inventó que consiguió trabajo como vendedor y que viven en una pensión. En realidad pasa todos sus días libres con esperanza. Mateo se adaptó a la

vida doble. En la escuela privada es el hijito del millonario.
Con esperanza es nomás Mateo, un niño normal. Hoy es domingo. Sebastián está en casa de esperanza ayudando con la comida. Roberto, muévele a los frijoles que voy a sazonar el pollo. Sebastián mueve los frijoles observando a esperanza. Ella convierte ingredientes sencillos en una comida sabrosa.

Esperanza, ¿puedo preguntarte algo? Claro.
¿Por qué nos ayudaste ese día de a de veras? Esperanza, deja de sazonar el pollo. ¿Quieres la respuesta bonita o la de adeveras? la de adeveras. Porque yo ya pasé necesidades, Roberto, muchas necesidades. Sé lo que es andar con hambre, no tener donde dormir. Se le llenan los ojos de lágrimas.

Cuando tenía 15 años se murió mi mamá. Mi papá había muerto cuando yo era bebé.
Me fui a vivir con una tía que no me quería, me ponía a trabajar y se quedaba con mi sueldo. ¿Y cómo le hiciste para salir adelante? Trabajando en lo que saliera. Limpieza, cocina, ventas. Viví en albergue hasta que pude rentar esta casita. Nunca nadie te ayudó cuando andabas pasando trabajos.

Algunas personas sí me ayudaron, gente humilde que compartió lo poquito que tenía.
Por eso, cuando veo a alguien que necesita, no puedo hacerme la desentendida. Por eso nos ayudaste, porque sé que la vida puede cambiar de un día para otro. Todo mundo merece una oportunidad. Mateo entra corriendo. Mamá, Esperanza, ya se acabó la caricatura. Esperanza se ríe y abraza al niño.

Entonces, vamos a comer. Mamá, Esperanza. Sebastián repite sorprendido.
Empezó a decirme así la semana pasada. Esperanza se pone colorada. Le dije que no tenía que decirme así, pero a mí me gusta decirle mamá esperanza. Cuando te cases con ella, va a ser mi mamá de adeveras. Sebastián y Esperanza se miran sin saber qué decir. Mateo, ve a lavarte las manos. Esperanza le

dice todavía colorada. El niño se va.
Esperanza y Sebastián se quedan solos en la cocina. Perdón, no le dije que hablara así. No tienes que pedir perdón. Sebastián se acerca. La verdad, yo también he estado pensando en eso. Ah, de verdad, Esperanza, estos tres meses han sido los mejores de mi vida. Me hiciste recordar lo bonito que es

tener familia. Sebastián está siendo sincero, aunque esté mintiendo sobre su identidad, sus sentimientos son verdaderos.
Yo también, Roberto, tú y Mateo llenaron mi vida de alegría. Se besan por primera vez en la cocina pequeñita con olor a comida en el aire. Después de comer se van a la azotea de la casa. Mateo juega con carritos mientras Sebastián y Esperanza platican. Esperanza. Nunca has querido salirte de aquí,

irte a un lugar mejor. Aquí está mi lugar mejor.
Esperanza señala las casas de alrededor. Esta comunidad me recibió cuando no tenía nada. Doña Remedios me prestó trastes cuando me cambié. Don Antonio me fió comida cuando andaba sin dinero. Aquí somos familia unos de otros. Cuando alguien anda pasando trabajos, todos ayudamos.

Cuando alguien está contento, todos festejamos juntos. Sebastián nunca había pensado en eso. En la mansión casi no conoce a los vecinos. Eres muy especial, Esperanza. No soy especial. Noás aprendí que uno ayuda al que puede y que el dinero no es todo en la vida. Sebastián siente una punzada de

culpa. Le está mintiendo a la persona más honesta que ha conocido.
Esperanza. Necesito contarte algo. ¿Qué cosa? Sebastián se detiene. No puede. Te amo. Esperanza sonríe. Yo también te amo, Roberto. Se besan mientras Mateo grita de alegría jugando. Por primera vez en dos años Sebastián se siente completo, pero en el fondo de su mente una voz le susurra. ¿Cómo

decirle la verdad sin perder todo? Sebastián decidió contarle todo hoy.
Ya no aguanta más las mentiras. Quedó de cenar con ella en un restaurante sencillo del centro. Mateo está emocionado porque Sebastián le dijo que después de la cena le puede contar el secreto especial. Esperanza llega preciosa usando un vestido que Sebastián nunca había visto. Órale, estás

preciosa. Ese vestido es nuevo. Sí, me lo compré esta semana. Gasté un dinero que no tenía, pero quería estar bonita para ti hoy.
A Sebastián se le encoge el corazón. Ella gastó dinero que no tenía para él, sin saber que él podría comprarle mil vestidos iguales. Siempre estás preciosa. No tenías que gastar dinero. Quise gastarlo. Te lo mereces. En el restaurante Mateo se queda impresionado. Papá, qué lugar tan bonito. Hasta

tiene meseros de corbata. Esperanza se ríe.
Está muy elegante. No debiste haber gastado tanto, Roberto. Sebastián respira profundo. Esperanza, necesito contarte algo muy importante. ¿Qué pasó? Estás muy raro. Es sobre quién soy en realidad. Mateo se mueve en la silla. Ahora sí le vas a decir, “Papá, papá.” Esperanza repite confundida.

Mateo, ¿por qué le dijiste papá a Roberto? Sebastián le toma la mano. Esperanza. Mi nombre verdadero no es Roberto Silva, es Sebastián Montemayor. Sebastián Montemayor. ¿Cómo? Soy dueño de constructora Montemayor. Soy millonario. Esperanza. La cara de esperanza se pone pálida, quita la mano de la

mesa.
¿Cómo está eso? Ese día en el Zócalo, Mateo y yo estábamos haciendo una prueba. Nos disfrazamos de limosneros para ver quién tiene buen corazón de verdad. Esperanza se queda viendo sin poder procesar. Estaban fingiendo. Me mintieron todo este tiempo. Esperanza, te puedo explicar. Se levanta con las

piernas temblando. Me mentiste por tres meses. Me hiciste quedar como una tonta. No fue así. Mateo se levanta asustado.
Mamá, Esperanza, no te enojes. Mateo, ¿tú también sabías? Esperanza pregunta con la voz quebrada. El niño mira a su papá sin saber qué responder. Esperanza, siéntate. Déjame explicarte. Explicar qué? Que jugaste conmigo, que me hiciste tu experimento. Nunca jugué contigo, me enamoré.

¿Cómo puedes hablar de amor? Tú no me conoces. ¿Conoces a una tonta que se creyó tus mentiras? La gente empieza a voltear a ver. Esperanza se da cuenta y se siente más humillada. Te di todo el dinero que tenía, todo. Pasé hambre para ayudarlos y todo era mentira. Esperanza, tú no entiendes. Sí

entiendo.
Toma la bolsa con lágrimas corriendo. Entiendo que eres un ricachón que se divirtió haciendo tonta a una pobre. Mamá, Esperanza, no te vayas. Mateo grita llorando. Esperanza mira al niño y se le parte el corazón. Por un momento duda, “Mateo, mi amor, mamá esperanza se tiene que ir, pero dijiste que

ibas a ser mi mamá para siempre.
Esperanza soya, perdón, mi amor. Perdón.” Sale corriendo, dejando a Sebastián y Mateo en la mesa. El niño llora fuerte. Sebastián paga rapidito y sale con Mateo. Busca esperanza, pero ya desapareció entre la gente. Papá, ¿por qué se fue mamá esperanza? Porque papá hizo algo muy malo, mi hijo. En la

casa, Rodolfo Montemayor espera en la sala, ve entrar a Sebastián con Mateo llorando.
¿Qué pasó? ¿Por qué está llorando el niño? Nada que usted necesite saber. Sebastián, soy tu papá. Tengo derecho a saber. Mateo para de llorar. Abuelo. Mamá esperanza se fue. Descubrió que papá le mintió. Mamá Esperanza, ¿quién es esa? Sebastián suspira. Una mujer que conocí. Una mujer especial.

¿Qué tipo de mujer? Una muchacha de la limpieza. Una muchacha de la limpieza a la que amo. La cara de Rodolfo se pone roja. Andas de novio con una sirvienta ya no ando con ella, terminó conmigo. Rodolfo sonríe fríamente. Menos mal que se acabó esa payasada. Papá, no hable así. Sebastián, tú eres

heredero de un imperio.
No puedes andar jugando al Romeo y Julieta con una empleada. Ella no es empleada. Es la mujer más increíble que he conocido. Era Ya se acabó. Es mejor así. Sebastián toma a Mateo y sube al cuarto dejando a Rodolfo solo. Rodolfo se queda parado pensando, “Toma el teléfono. Bueno, Leticia, necesito

que investigues a una tal Esperanza Hernández, muchacha de la limpieza.
Quiero saber dónde vive, dónde trabaja, todo. Y lo quiero mañana temprano.” Rodolfo cuelga con sonrisa malvada. Si su hijo no tiene juicio para acabar con esta historia, él va a tomar cartas en el asunto. A la mañana siguiente, Rodolfo está en la oficina cuando la secretaria Leticia entra con una

carpeta.
Señor Rodolfo, aquí está la información sobre Esperanza Hernández. Cierra la puerta y cuéntame todo. Leticia se sienta. Esperanza Hernández, 26 años. Trabaja en la empresa Limpieza Total. Vive en Nesaalcoyotl y la familia huérfana desde los 15. No tiene parientes, gana un salario mínimo, vive

apretada, pero no tiene deudas grandes. Rodolfo mueve la cabeza, perfecta para ser interesada.
Debe haber visto a Sebastián y pensó, “Aquí está mi suerte.” En realidad, señor, Leticia duda. Todo mundo habla bien de ella en la comunidad, ayuda a los vecinos, cuida a los niños de otros. Eso es pura fachada, Leticia. Mujer pobre que se acerca a hombre rico solo quiere una cosa. Rodolfo va hasta

la ventana. Mi hijo es ingenuo.
Cree que las personas son buenas, pero yo sé cómo funciona el mundo. ¿Qué quiere que haga? Quiero que vayas a la empresa donde trabaja. Te presentas como ama de casa buscando muchacha de limpieza. Le ofreces trabajo. Pero, ¿para qué? Si está lejos de Sebastián, se va a olvidar de él.

Y si está cerca de mí, yo controlo la situación. Leticia anota. ¿Cuánto le ofrezco? 15,000 pesos al mes, mucho más de lo que gana. No va a poder rechazarlo. Y si sospecha de qué, tú eres la señora Silvia, esposa de empresario. Nada raro. Rodolfo sonríe con maldad. Y Leticia, no menciones mi nombre,

este es nuestro secreto.
Mientras tanto, Esperanza está en casa de doña Remedios, su vecina de 70 años. Niña, ¿qué cara es esa? ¿No dormiste nada? Esperanza tiene los ojos hinchados de llorar. No pude dormir, doña Remedios. Me quedé pensando en todo. Cuéntame bien. Ayer no más llegaste llorando. Esperanza cuenta toda la

historia.
El encuentro en el zócalo, los tres meses de noviazgo, el descubrimiento de la mentira. Me engañó todo este tiempo. Me hizo quedar como una tonta. Pero, espérate, el hombre mintió sobre el dinero, pero también mintió sobre los sentimientos. ¿Cómo voy a saber si mintió sobre una cosa? Puede haber

mentido sobre todo. Doña Remedios mueve la cabeza. Esperanza, yo te vi estos tres meses. Estabas feliz como nunca. Y Mateo, él también estaba fingiendo.
Mateo es nás un niño. Exacto. Los niños no saben fingir. Si te decía mamá, lo sentía de verdad. Esperanza se limpia los ojos. Pero, ¿cómo confiar en una persona que empezó todo con mentiras? No te digo que perdones así no más, solo que tal vez las cosas no sean tan simples. Sí, son simples. Él es

rico.
Yo soy pobre. Para él yo era un juego. Alguien toca la puerta. Doña Remedios abre y ve a una mujer bien vestida. Buenas tardes. La señora conoce a Esperanza Hernández. Soy yo. Esperanza se levanta. ¿Necesita algo? Qué bueno. Soy Silvia. Ando buscando muchacha de limpieza para trabajar en mi casa.

Me la recomendaron. ¿Quién me recomendó? Leticia improvisa.
La señora Marcia, que trabaja en el edificio donde usted hacía limpieza. Ah, sí. Esperanza no se acuerda, pero no pregunta. El trabajo es de lunes a viernes, 8 horas al día. Pago 15,000 pesos al mes. Esperanza abre los ojos. 15,000. Así es. Es casa grande, pero viajo mucho. La mayor parte del tiempo

se queda sola. Doña Remedios le da un codazo a Esperanza. Niña, 15,000 pesos.
Esperanza necesita mucho el dinero. Perdió el trabajo porque faltó mucho para estar con Sebastián. Necesita referencias. No, la señora Marcia ya habló bien de usted. Puede empezar mañana. Esperanza duda, pero la necesidad puede más. Sí, puedo. Leticia le da la dirección en Polanco a las 8 en punto.

Pregunte por el señor Gilberto.
Después de que Leticia se va, doña Remedio celebra. 15,000 pesos esperanza. Es más del doble. Está raro. ¿Por qué alguien que no me conoce me va a pagar tanto? Deja de ser desconfiada. Te mereces esta oportunidad. Esperanza sonríe por primera vez. Tiene razón. La voy a aprovechar. Mientras tanto,

Sebastián está en el cuarto con Mateo.
El niño no para de preguntar por mamá Esperanza. Papá, ¿no vas a ir por ella? No es tan fácil, mi hijo. Mamá Esperanza está enojada conmigo, pero puedes pedirle perdón. Intenté ayer, ¿te acuerdas? No me quiso escuchar. Mateo se queda callado pensando, “Papá, ¿por qué le mentiste?” Sebastián suspira

porque quería estar seguro de que nos quería de verdad, no por el dinero. Pero ella nos ayudó cuando pensaba que éramos pobres.
Eso no prueba que es buena. Sebastián se sorprende con la lógica de su hijo. Sí, lo prueba. Entonces, ¿por qué no vas por ella y le dices que fuiste tonto? Mateo, papá, si no buscas a mamá esperanza, me voy a quedar triste para siempre. Sebastián abraza a su hijo. Está bien. Voy a pensar en cómo

hablar con ella.
¿Prometes? Prometo. Pero Sebastián no tiene ni idea de cómo va a lograr eso. Al día siguiente, Esperanza llega a las 8 a la mansión de Polanco. Es enorme, con jardines y portón eléctrico. El guardia llama para adentro. Llegó la nueva muchacha de limpieza. entra por la puerta de servicio.

Un hombre de 50 años, bien vestido y con cara seria la recibe. ¿Usted es esperanza? Sí, señor. Soy el señor Gilberto. Le voy a explicar las reglas. Esperanza no se da cuenta, pero es Rodolfo Montemayor disfrazado. Se cambió el corte de cabello y usa lentes diferentes. Primero, aquí se trabaja en

serio. Nada de hacérse la remolona. Sí, señor. Segundo, soy muy exigente.
Si le digo que haga algo tres veces, lo hace sin quejarse. Esperanza encuentra raro el tono, pero necesita el trabajo. Tercero, no platica con otros empleados. Aquí se trabaja en silencio. ¿Entendido? Rodolfo le enseña la casa. 12 cuartos, ocho baños, tres salas, mucho más grande que cualquier

lugar donde haya trabajado. Va a empezar por el comedor.
Quiero todo brillando. Esperanza toma el material y empieza. Limpia la mesa de caa, le pasa el trapo a cada silla, organiza la cristalería. Una hora después, Rodolfo regresa. ¿Qué limpieza tan mala es esta? Mire, aquí tiene una manchita. Esperanza. Mira, es una marca microscópica. Perdón, señor

Gilberto, voy a limpiar otra vez.
Es para hacerlo bien desde la primera vez. Haga todo otra vez. Esperanza rehace toda la limpieza. Una hora más de trabajo. Rodolfo regresa y encuentra otro defecto. Las sillas no están alineadas y hay polvo en la lámpara. Pero yo limpié la lámpara. Me está contradiciendo. No, señor, perdón.

Esperanza limpia por tercera vez. Ya le duele la espalda y apenas son las 10 de la mañana.
A la hora de la comida, Rodolfo le dice que coma en el área de servicio. La comida de los empleados está en el refrigerador. 15 minutos. Esperanza abre y encuentra solo un sándwich simple y jugo. Come rápido y regresa al trabajo. En la tarde, Rodolfo inventa otra humillación. Esperanza, se me cayó

un plato en la cocina. Límpielo.
En la cocina, comida regada por el piso. Es obvio que la tiró a propósito. Límpielo bien. No quiero ni una amigajita. Esperanza se agacha y limpia todo. Rodolfo se queda viendo con sonrisa cruel. Gente como usted nace para servir a gente como nosotros. No. Esperanza para y lo mira. Mande nada. Siga

limpiando. En el camión de regreso a casa, Esperanza le habla a doña Remedios.
¿Cómo te fue el primer día? Difícil. El patrón es muy exigente, pero está bien, ¿no? Por el sueldo vale la pena aguantar. Sí, creo que sí, pero Esperanza tiene un mal presentimiento. El segundo día, Rodolfo aumenta la persecución. El baño de la suite está hecho un cochinero. Vaya y déjelo brillando.

Esperanza sube. El baño está limpio, pero hace el trabajo.
Cuando termina, Rodolfo aparece con zapatos sucios y pisa el piso mojado. Mire qué cochinero. Hágalo otra vez. Pero usted acaba de ensuciarlo. Me está acusando Esperanza respira profundo. No, señor, voy a limpiar. El tercer día empeora. Hoy quiero todas las ventanas lavadas por dentro y por fuera.

Son más de 50 ventanas. Esperanza trabaja bajo el sol fuerte.
A media tarde, Rodolfo tira agua sucia en una ventana limpia. ¡Ups! ¡Qué descuido! Va a tener que lavarla otra vez. Esperanza lo mira con lágrimas en los ojos, pero no dice nada. ¿Cuál es el problema? Gente de su clase no puede quejarse de trabajo honesto. Esperanza aprieta los puños, pero sigue.

Necesita el trabajo.
Rodolfo piensa, “En una semana va a estar tan quebrada que ni se va a acordar de mi hijo.” Al final del día, Esperanza llega a casa destrozada. Niña, ¿qué te pasó? Estás pésima. Doña Remedios, ese hombre no es normal. Me humilla todo el día. Todo patrón rico es medio raro, tienes que aguantar. No

es solo raro, es como si le gustara verme sufrir. Esperanza no sabe que está en lo cierto.
Una semana después, Esperanza está limpiando la sala cuando encuentra una foto en la mesa. Es de un niño pequeño, como de 5 años con cabello chino. Toma la foto y se le para el corazón. Es Mateo. Encontró algo interesante. Esperanza se voltea. Rodolfo está en la puerta con sonrisa malvada. Este niño

yo lo conozco. Lo conoce.
Rodolfo entra a la sala. Interesante. ¿De dónde conoce a mi nieto? Su nieto. Esperanza siente que se le doblan las piernas. Usted es Rodolfo Montemayor, papá de Sebastián. Mucho gusto en conocerla oficialmente. Esperanza deja caer la foto. ¿Usted sabía quién era yo? Claro que lo sabía.

Cree que fue casualidad, pero ¿por qué? Porque quería que supiera cuál es su lugar en el mundo. Rodolfo se acerca intimidante. Mi hijo se ilusionó con usted, pero yo sé lo que es. Una oportunista que vio a un hombre rico y creyó que le tocó la lotería. No es cierto, ¿no? Entonces, ¿por qué aceptó

trabajar aquí por 15,000? ¿Por qué no rechazó cuando le ofrecí más de lo que vale? Esperanza se queda sin respuesta. Es lo que pensé. Usted es igual a todas. Solo piensa en dinero.
Usted no me conoce. Conozco muy bien su tipo. Mi hijo es ingenuo, pero yo sé cómo funciona el mundo. La puerta del frente se abre. Sebastián entra gritando, “Papá, necesito hablar con usted sobre esperanza.” Sebastián se para en medio de la sala impactado. Esperanza, ¿qué estás haciendo aquí?

Trabajando para su papá.
¿Dónde más iba a estar una muchacha de limpieza? La voz de esperanza está cargada de dolor. Hijo Rodolfo dice teatralmente, esta es esperanza, empleada excelente, muy dedicada. Sebastián mira de su papá a Esperanza. Papá, ¿usted sabía que era ella? Claro. Y la contraté justamente por eso.

¿Cómo? Porque quería mostrarles a los dos cuál es el lugar de ella en nuestra familia. Esperanza toma el balde y el trapo. Si me permiten, necesito terminar mi trabajo. Esperanza. Espera. Sebastián trata de hablar. No tenemos nada de que platicar, patrón. Usted ya dijo todo ayer en el restaurante,

pero puedo explicarte. Explicar qué? Que me trajo a casa de su papá para humillarme más, para demostrar que solo soy una empleada. Yo no sabía que estabas trabajando aquí. No sabía.
Esperanza se ríe con amargura. Claro que no, porque un millonario se iba a preocupar por una muchacha de limpieza pobre. Rodolfo observa satisfecho. Esperanza. Sebastián trata de acercarse. Escúchame. No. Esperanza se aleja. Ya escuché demasiado. Escuché mentiras por tres meses, pero no hay peros.

Ahora ya sé cuál es mi lugar. Su papá me lo dejó muy claro.
Esperanza va a la cocina. Sebastián la sigue. Mi papá no representa lo que yo pienso. No. Entonces, ¿por qué no dijo nada cuando dijo que mi lugar es servirlos a ustedes? Sebastián se queda sin respuesta. Es lo que pensé. Esperanza mueve la cabeza. Ustedes son iguales. No somos iguales. Sí son.

La única diferencia es que su papá, por lo menos, es honesto sobre su desprecio. Esperanza toma sus cosas y va hacia la puerta. ¿A dónde vas? Me voy. No me voy a quedar siendo humillada por ustedes. Y el trabajo. Esperanza se para y mira a Sebastián. Quédese con el trabajo. Podré ser pobre, pero

todavía tengo dignidad. Sale dando un portazo.
Sebastián se queda en la sala con su papá. Ya ves, Rodolfo dice, “Te dije que solo quería dinero. A la primera dificultad se largó. Usted hizo esto a propósito. Sí, lo hice y lo haría otra vez. Ahora ya viste su verdadero carácter. Sebastián mira a su papá con asco. El único carácter que vi fue a

usted humillando a una mujer trabajadora.
Sebastián, no quiero platicar más. Sebastián se va dejando a Rodolfo solo, pero satisfecho. Esperanza nunca más va a querer saber de su hijo. En los días siguientes, Rodolfo pone en marcha la segunda parte del plan. Sabe que Sebastián todavía ama a Esperanza y puede tratar de reconquistarla.

Necesita plantar veneno de los dos lados.
Rodolfo va hasta Nesahualcoyotl, deja el carro de lujo lejos y camina hasta la casa de Esperanza. Esperanza, soy Rodolfo Montemayor. Esperanza abre la puerta con cara fea. ¿Qué quiere aquí? Quiero platicar. ¿Puedo pasar? puede hablar ahí mismo. Vine a avisarle algo importante. Esperanza cruza los

brazos. ¿Qué cosa? Mi hijo está comprometido con Fernanda Aranda. Se van a casar en diciembre.
Esperanza siente una puñalada en el pecho, pero no lo demuestra. ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? Nada. Solo creí que debía saberlo para que no se haga ilusiones. Rodolfo saca el celular y le enseña fotos. Son imágenes de Sebastián con una mujer gerera bonita en eventos sociales. Estas fotos son

de anoche.
Fueron juntos a la inauguración de un restaurante. Esperanza mira las fotos. Sebastián está sonriendo al lado de la mujer. Se ven cómodos. Como le dije, era solo para que no se hiciera ilusiones. No me estoy haciendo ilusiones de nada. Perfecto, entonces nos entendemos. Rodolfo se va dejando a

esperanza destrozada. Ella no sabe que las fotos son de hace dos años antes de conocerla.
El mismo día, Rodolfo busca a Sebastián en la empresa. Hijo, necesito hablarte sobre esa muchacha de limpieza. No quiero hablar de esperanza. Pero necesita saber algo. Anda diciendo que ustedes fueron novios. Sebastián levanta los ojos. ¿Qué anda contando que le prometiste casarte con ella? Está

usando tu nombre para conseguir cosas.
¿Qué tipo de cosas? Préstamos. Fiado en el mercado. Estoy recibiendo llamadas de gente cobrando sus deudas. Sebastián frunce el ceño. No creo que ella haría eso. Sebastián, eres ingenuo. Vio la oportunidad y la está aprovechando. Rodolfo le enseña papeles. Mira aquí, tres préstamos a tu nombre.

Falsificó tu firma. Los papeles son falsos, pero Sebastián no lo sabe.
Dijo que se iban a casar y que tú pagarías después. Sebastián toma los papeles, incrédulo. No lo puedo creer, pues créelo. Y hay más. Les está contando a los vecinos que tú eres el papá del hijo que está esperando. ¿Qué hijo está embarazada, Sebastián? Y anda diciendo que tú eres el papá. Sebastián

se pone pálido. Embarazada.
Sí, pero no te preocupes. Llaman de investigar. El papá es un tipo con el que andaba antes de conocerte. Sebastián se sienta impactado. Ya ves por qué no quería que te metieras con ella. Gente así solo trae problemas. No puedo creerlo. Sebastián, la conociste fingiendo ser pobre. Ahora se está

aprovechando para salir adelante. Sebastián se siente confundido.
Por un lado, no quiere creer. Por otro, las pruebas parecen convincentes. ¿Qué hago? Nada. Ignórala completamente. Pronto se va a cansar y va a buscar a otro tonto. Mientras tanto, Esperanza está en casa de doña Remedios. Me enseñó fotos de Sebastián con una mujer hermosa. Se van a casar en

diciembre. Ay, niña, qué tristeza. Ya lo sabía, doña Remedios.
Los hombres ricos no se casan con muchachas de limpieza, pero dijiste que él te amaba. Amor. Esperanza se ríe con amargura. Solo estaba jugando conmigo. Ahora regresó a la realidad. ¿Y si vas a hablar con él, a explicar tu lado? No hay nada que explicar. Él mintió. Yo me enteré. Se acabó. Esperanza

se limpia los ojos. Es mejor así. Yo nunca iba a encajar en su mundo.
No digas eso. Es la verdad. Soy muchacha de limpieza. Él es millonario. Eso no existe en el mundo real. Esperanza no sabe que Sebastián está sufriendo tanto como ella y que toda la información son mentiras de Rodolfo. El plan del villano está funcionando perfectamente. Dos semanas después, Rodolfo

se da cuenta de que el plan no está completo.
Sebastián sigue triste. Pregunta por esperanza a los empleados. Mateo no para de llorar pidiendo por mamá esperanza. Necesito dar el golpe final. piensa algo que haga que Sebastián la odie de verdad. Le llama a Leticia. Necesito otro favor. ¿Qué es, Señor? Quiero que busques a Esperanza otra vez.

Invéntate cualquier historia y tráela aquí. No va a querer regresar. Sí va a querer. Ofrécele 25,000 para hacer limpieza de fin de semana. Una mujer pobre no se puede negar. El sábado, Leticia toca el timbre de la casa de Esperanza. Esperanza. Soy Silvia, ¿te acuerdas? Esperanza abre desconfiada.

¿Qué quiere? Tengo una propuesta. Trabajo de fin de semana. 25000 por dos días.
Esperanza abre los ojos. 25000. Sí. Mi esposo va a dar una fiesta el lunes. Necesito que la casa quede perfecta. Esperanza duda, sabe que es arriesgado, pero 25,000 es mucho dinero. ¿Qué tipo de trabajo? Limpieza general, sacar brillo a la plata, cristales, organizar todo. Pesado, pero bien pagado.

Y el señor Gilberto va a estar, ¿no? Se fue de viaje, solo yo y tú en la casa. Esperanza respira profundo. Acepto. El sábado por la mañana, Esperanza llega a la mansión. Leticia le enseña lo que tiene que hacer. Vas a empezar por el comedor, después la sala. El señor Gilberto quiere todo perfecto.

Pensé que se había ido de viaje. Se fue, pero dejó instrucciones.
Esperanza empieza a trabajar, limpia toda la sala, le saca brillo a cada objeto de plata, organiza los cristales. A media tarde, Leticia desaparece sin avisar. Esperanza sigue sola. A las 5, Rodolfo aparece en la sala. Tiene un reloj de oro carísimo en la mano. Esperanza, qué bueno que viniste.

Esperanza se pone tensa. Pensé que se había ido de viaje. Cambio de planes.
Vine a buscar unas cosas. Rodolfo pone el reloj en la mesa y se va. Sigue trabajando. No te preocupes por mí. Esperanza termina la sala y va a buscar material a la cocina. Cuando regresa, el reloj ya no está en la mesa. Qué raro, piensa. Debe habérselo llevado.

A las 6 esperanza está terminando cuando Rodolfo regresa acompañado de Sebastián. Hijo, vine a enseñarte algo importante. Sebastián entra y ve a Esperanza. Esperanza, ¿qué estás haciendo aquí? Trabajando. La señora Silvia me contrató para limpieza especial. ¿Qué señora Silvia? Rodolfo interrumpe.

Sebastián, no es por eso que te llamé. Mira a Esperanza fingiendo preocupación.
Esperanza, ¿dónde está el reloj que dejé en esta mesa? ¿Qué reloj? Un reloj de oro que puse aquí antes de salir. Muy valioso. No sé. Cuando regresé de la cocina ya no estaba aquí. Interesante. Rodolfo finge pensar. Solo estábamos tú y yo en la casa. Esperanza se pone nerviosa. Está insinuando que

yo lo tomé.
No estoy insinuando nada, solo constato el reloj desapareció. Sebastián observa sin entender. ¿Puedo revisar tu bolsa? Rodolfo pregunta. Claro que sí. Revise todo. Esperanza toma la bolsa y la pone en la mesa. Puede revisar. Rodolfo abre la bolsa y revisa las cosas. De repente saca el reloj de oro

de adentro. Mira nada más lo que encontré.
Esperanza se queda paralizada. Yo no puse eso ahí. Alguien lo puso. Así. ¿Y quién sería? Usted. Usted lo puso. Yo. Rodolfo finge indignación. ¿Por qué haría eso? Sebastián mira el reloj en la mano de su papá, después a Esperanza. Esperanza, ¿cómo llegó este reloj a tu bolsa? No lo sé. Juro que no

lo tomé. Sebastián Rodolfo dice con voz triste, siento mucho que tengas que ver esto, pero ahora sabes quién es ella en realidad.
Yo no robé. Él armó todo esto. Sebastián mira a los ojos de esperanza. Por un segundo duda, pero las semanas de mentiras de su papá surten efecto. Esperanza, estoy decepcionado. Pensé que eras diferente. Sebastián, ¿de verdad crees que yo haría esto? Las pruebas están aquí. Esperanza siente que el

mundo se le viene encima. Entonces, eso es todo.
Después de todo lo que pasamos, le crees a tu papá y no a mí. Esperanza. No, toma sus cosas. No necesitas decir nada más. Ya entendí todo. Esperanza va hacia la puerta. ¿A dónde vas? Me voy y esta vez es para siempre. Sale dando un portazo. Sebastián se queda parado con su papá. Hijo, sé que es

difícil, pero era mejor descubrirlo ahora. Parecía tan sincera.
Gente así es buena para fingir. Por eso te advertí desde el principio. Sebastián mueve la cabeza confundido y destrozado. Ven, vámonos. Rodolfo le pone la mano en el hombro a su hijo. Mañana le compro un celular a Mateo. Lo va a ayudar a distraerse. Salen de la sala. Rodolfo esconde la sonrisa de

Victoria. Su plan funcionó perfectamente.
Ahora Sebastián nunca más va a querer ver a Esperanza en su vida. Afuera de la mansión, Esperanza camina llorando por la calle. Siente que perdió todo, el amor de su vida y la confianza en un mundo donde creía que el bien siempre ganaba. Pero lo que ella no sabe es que un niño de 8 años estaba

escuchando todo desde la escalera.
Y Mateo Montemayor acaba de descubrir que su abuelo es una persona muy mala. Un mes después de la trampa del reloj, Esperanza está en una situación desesperante. Rodolfo regó por toda la ciudad que ella es ladrona. Ninguna empresa la quiere contratar. Perdón, Esperanza, pero no te puedo dar

trabajo. Dice don Ronaldo, dueño de una empresa pequeña. Recibí una llamada diciendo que les robas a los patrones.
Pero, don Ronaldo, usted me conoce desde hace años. Sí, te conozco, pero no puedo arriesgar mi empresa. Esperanza sale de ahí destrozada. Es la quinta empresa que la rechaza en la semana. En casa, Doña Remedios está preocupada. Niña, ¿no estás comiendo bien? Estás muy flaca, no tengo hambre. ¿Cómo

que no tienes? Casi no has comido en los últimos días.
Esperanza solo consigue trabajos de limpieza sueltos por 100, 150 pesos. Apenas le alcanza para comprar comida. Doña Remedios, creo que me voy a tener que regresar al pueblo. ¿Cómo? Aquí ya no consigo trabajo. Me voy a tener que ir. Pero niña, tu vida está aquí. ¡Qué vida! Nadie me da trabajo.

Estoy pasando necesidades. Esperanza siente un dolor fuerte en el estómago y se marea.
Doña Remedios corre a sostenerla. Esperanza, ¿qué te pasó? Estoy medio mareada. Debe ser del hambre. Doña Remedios le hace té, pero el mareo no se quita. Esperanza se desmaya en el sofá. Socorro, alguien me ayuda! Los vecinos llevan a esperanza al centro de salud.

Doña Esperanza, ¿cuándo fue su última menstruación? Pregunta el doctor. Hace como dos meses, doctor. Pero debe ser el estrés. Voy a pedir un examen de sangre. Por los síntomas la señora puede estar embarazada. Una hora después, el resultado lo confirma. Esperanza está embarazada de un mes. Doctor,

¿está seguro? Completamente felicidades. Esperanza no sabe si llorar de alegría o de desesperación. Está embarazada de Sebastián, pero él ni la quiere ver.
Doctor, ¿y si no tengo condiciones para criar a este niño? La señora necesita alimentarse bien. El bebé necesita nutrientes. Pero no tengo dinero. El IMS cubre el control prenatal. Pero la alimentación tiene que mejorar urgentemente. Esperanza regresa a casa con el examen en la mano.

¿Y qué dijo el doctor? Estoy embarazada, doña Remedios. Embarazada de Sebastián. Solo puede ser de él. Doña Remedios abraza Esperanza. Qué alegría. Voy a ser abuela postiza. Doña Remedios, ¿cómo voy a criar a un niño así? Apenas tengo que comer. Nos las arreglamos, niña. Siempre nos hemos las

arreglado, pero ahora es diferente.
Es un niño inocente. Esperanza mira el examen. ¿Cómo le voy a decir a Sebastián, “Me odia? Hijo es hijo esperanza. Él tiene derecho a saber. No tiene nada. va a pensar que estoy inventando para conseguir dinero. Esperanza guarda el examen. Nadie puede saber esto, por lo menos por ahora. Mientras

tanto, Sebastián está en el cuarto con Mateo.
El niño ya tiene celular nuevo, pero sigue triste. Papá, ¿por qué mamá Esperanza ya no viene? Hijo, ya platicamos esto. Mamá Esperanza no va a regresar. ¿Pero por qué era tan buena? Es complicado, Mateo. A veces las personas no son lo que parecen, pero yo estoy seguro de que ella es buena. Mateo,

papá, le voy a hablar por mi celular. No, Sebastián habla más fuerte.
No le vas a hablar. Mateo se asusta. Perdón, mijo, no quería gritarte, pero es mejor olvidar a mamá Esperanza. Nunca me voy a olvidar. Mateo toma el celular y sale corriendo en el pasillo se topa con su abuelo. ¿A dónde vas corriendo? Estoy triste, abuelo. ¿Por qué? Por mamá Esperanza. Papá dice que

ya no regresa. Rodolfo se agacha. Es mejor así, Mateo. Ella no servía.
¿Cómo? Era una persona mala. Trató robarnos. Mateo frunce el seño. No lo creo. Siempre fue buena conmigo. A veces las personas fingen ser buenas, mi hijo. No es cierto. Mateo sale corriendo enojado en su cuarto, prende el celular y se pone a jugar. Descubre que puede grabar conversaciones. Qué,

padre, voy a grabarme cantando.
Graba varias cosas. Su propia voz, ruidos de la casa, conversaciones de los empleados. Mateo no lo sabe, pero acaba de descubrir un arma poderosa contra su abuelo. Dos semanas después, Esperanza está embarazada de 2 meses. Trabaja escondiendo la panza, pero se siente mal constantemente.

Hoy hace limpieza en casa de doña Soledad, una señora simpática. Esperanza, ¿estás bien? Te ves medio rara. Sí, estoy bien, doña Soledad, solo cansada. ¿Quieres un vaso de agua? ¿Algo de comer? No hace falta. En medio de la limpieza, Esperanza siente náuseas fuertes y corre al baño. Doña Soledad va

detrás. Niña, ¿qué te pasó? Debe ser algo que comí. Esperanza, ¿puedo hacerte una pregunta? Sí.
¿Estás embarazada? Esperanza duda. Doña Soledad siempre ha sido buena con ella. Sí, estoy dos meses. Qué alegría. Y el papá, él no sabe y no va a saber. ¿Cómo? ¿Por qué? Es complicado, doña Soledad, peleamos. Ya no me quiere ver, pero hijo es hijo. En este caso no va a pensar que es mentira para

conseguir dinero. Doña Soledad se preocupa.
Esperanza, ¿te estás alimentando bien? Estoy tratando. Nada de estar tratando. Estás muy flaca. Ven a la cocina. Doña Soledad, prepara un plato de comida. Cómete todo y llévate este tapper a tu casa. No hace falta. Sí hace falta. Y vas a almorzar aquí siempre que vengas a trabajar. Esperanza se

emociona. Muchísimas gracias. De nada. Las mujeres nos tenemos que ayudar.
Mientras tanto, Mateo está en el jardín cuando escucha a su abuelo hablando por teléfono. Rodolfo está en la terraza creyendo que nadie lo escucha. Bueno, Ricardo, soy yo. Sí, sobre esa muchacha de limpieza. No le pueden dar trabajo de ninguna manera porque roba por eso no es chisme. Yo lo vi con

mis propios ojos.
Mateo se esconde detrás de un árbol. Díselo a todo mundo. Esa mujer no puede conseguir trabajo en ningún lado. Trató de aprovecharse de mi hijo. Exacto. Interesada. Mateo se queda impactado. Su abuelo está hablando mal de mamá Esperanza. Si alguien pregunta, diles que robó un reloj aquí. No es

mentira. Bueno, no es mentira completa. Mateo saca el celular y empieza a grabar.
Lo importante es mantenerla lejos de Sebastián. No puedo dejar que mi hijo se meta con gente de esa clase. Necesito proteger a mi familia de esa aprovechada. Mateo graba todo. No entiende completamente, pero sabe que su abuelo está siendo injusto. Cuando Rodolfo cuelga, Mateo corre a su cuarto.

Le voy a enseñar esta grabación a mi papá. Pero cuando va a buscar a su papá, lo encuentra platicando con Rodolfo en la sala. Sebastián, necesitas dejar de estar deprimido por esa mujer. Papá, yo la amaba. Amabas una mentira. Solo quería tu dinero. Aún así, es difícil olvidar. Olvídala. Fernanda

está interesada en conocerte. Mateo se queda en la puerta escuchando. Decide no enseñar la grabación todavía.
Quiere entender mejor. No quiero conocer a Fernanda ni a nadie. Sebastián, tienes responsabilidades. No puedes estar sufriendo por una muchacha de limpieza. Ella no es solo muchacha de limpieza. Ella es era era, ¿qué? Una interesada. Mateo aprieta el celular. Está grabando esta conversación también.

Papá, a veces pienso que usted exageró. Tal vez Esperanza no robó.
¿Cómo que no? Yo saqué el reloj de su bolsa. Sí, pero se me hizo medio raro. Raro. ¿Estás dudando de mí? No, es que es que nada. Yo soy tu papá, solo quiero lo mejor para ti. Mateo graba todo y se va calladito. En su cuarto escucha las grabaciones otra vez.

El abuelo le está mintiendo a mi papá y regando mentiras sobre mamá Esperanza. Mateo no sabe qué hacer. Es solo un niño contra un adulto poderoso. Pero una cosa sí sabe, mamá esperanza es buena y no se merece esto. Voy a descubrir más cosas y voy a probar que el abuelo es mentiroso. Mateo guarda el

celular. Su misión secreta comenzó. Dos meses después.
Mateo está cada vez más triste. No come bien, no juega. se la pasa todo el tiempo en su cuarto. Sebastián está preocupado. Mateo, ¿qué te pasa? Estás muy raro. Nada, papá. ¿Cómo nada? Casi no has salido del cuarto esta semana. Estoy jugando con el celular. Pero mijo, los niños necesitan jugar otras

cosas, correr, jugar fútbol.
No tengo ganas. Sebastián se sienta en la cama. Mateo, ¿todavía estás pensando en mamá Esperanza? Mateo lo mira con ojos tristes. Siempre pienso en ella. Mi hijo, ya platicamos de esto. Papá, ¿y si ella no hubiera robado? ¿Cómo? ¿Y si el abuelo se hubiera equivocado? Sebastián se sorprende.

¿Por qué dices eso? No sé, solo pregunto. Mateo, tu abuelo vio el reloj en su bolsa. Pero, ¿y si alguien lo hubiera puesto ahí? Mi hijo, ¿quién haría eso? Mateo casi habla, pero se detiene. Todavía no es el momento. No sé, solo estoy imaginando. Sebastián abraza a su hijo. Sé que la querías. Yo

también, pero a veces las personas nos decepcionan.
Papá, ¿todavía la amas? Sebastián duda. Es complicado. Pero, ¿la amas o no la amas? Mateo, di la verdad. Sebastián suspira. Sí, la amo, aunque sepa que me engañó. Mateo se anima. Entonces, ¿por qué no vas por ella? Porque ya no se puede, mi hijo. Pasaron muchas cosas, pero si se aman, ella ya no me

ama. Después de todo, Mateo abraza a su papá.
Papá, estoy seguro de que mamá Esperanza todavía nos ama. La semana siguiente, Mateo empieza a enfermarse de verdad. Tose mucho, tiene fiebre alta, no puede respirar bien. Sebastián lo lleva al doctor. Doctor, mi hijo tiene una tos terrible. El doctor examina a Mateo. Es neumonía. Va a tener que

quedarse internado. Internado. Sí.
El pulmón está comprometido en el hospital Mateo empeora. La fiebre no baja. Delira. Mamá Esperanza, ¿dónde está mamá esperanza? Sebastián se queda al lado de la cama. Mi hijo, papá está aquí. Quiero a mamá esperanza. Ella me cantaba. Mateo, ella no puede venir. ¿Por qué ya no me quiere? Sebastián

no sabe qué responder. Ve a su hijo desvaneciéndose. Doctor, ¿se va a poner bien? Hacemos todo lo que podemos, pero está muy decaído. A veces los niños responden mejor cuando la persona que buscan está presente.
¿Cómo está pidiendo por una mamá esperanza? ¿Sería posible traerla? Sebastián se queda en conflicto. Es complicado, señor Sebastián. Su hijo puede estar corriendo peligro. Si hay alguien que le puede dar fuerza, Sebastián sale desesperado. Le llama a su papá. Papá, Mateo está muy mal. Solo pide por

esperanza.
Y estás pensando en llamarla. No sé qué hacer. El doctor dice que se puede morir. Sebastián, no hagas eso. Pero, ¿y si Mateo? Mateo se va a poner bien, papá. ¿Y si no se pone bien? ¿Me voy a perdonar? Rodolfo se pone nervioso. Si Sebastián llama a esperanza, el plan se va a venir abajo. Hijo, estás

desesperado. No estás pensando bien. Tal vez sea hora de pensar con el corazón.
Sebastián cuelga, se queda parado enfente del hospital, necesita tomar una decisión. Regresa al cuarto. Mateo está peor, casi inconsciente. Mamá Esperanza, por favor, regresa. Sebastián ya no aguanta más. Enfermera, necesito salir. Claro, señor, cualquier cosa le hablamos. Sebastián va directo a

Nesa Coyotl.
Ya no tiene orgullo, solo miedo de perder a su hijo. Toca la puerta. Doña Remedios atiende. Sebastián. Doña Remedios, necesito hablar con esperanza. Es urgente. No está. Se fue a trabajar. ¿Dónde? En casa de doña Soledad en Roma Norte. Sebastián toma la dirección y sale corriendo. En casa de doña

Soledad. Esperanza está limpiando cuando la patrona grita.
Esperanza, hay un hombre que quiere hablar contigo. Esperanza va hasta la puerta y ve a Sebastián. El corazón se le acelera. Sebastián, ¿qué estás haciendo aquí? Esperanza. Sé que me odias, pero Mateo está muy enfermo. Mateo, ¿qué le pasó? Neumonía grave. Está internado y solo te pide a ti.

Esperanza se pone pálida. Está bien.
No, el doctor dice que se puede morir. Esperanza no duda. Llévame al hospital ahorita. Vas a ir después de todo. Sebastián, yo amo a ese niño más que a mi vida. Claro que voy. Doña Soledad aparece. Esperanza. B. Te doy permiso y no te descuento del pago. En el carro Esperanza pregunta cómo se

enfermó. No sé. Estaba muy triste. Dejó de comer, de jugar. Triste.
¿Por qué, Sebastián la mira por ti. No dejó de preguntar por ti ni un día. Esperanza siente que se le encoge el corazón y piensa en el bebé de 4 meses que lleva en el vientre. En el hospital, Esperanza corre al cuarto. Mateo está pálido con aparatos conectados. Dios mío. Mateo le toma la manita

caliente.
Mateo es mamá Esperanza. Estoy aquí, mi amor. Mateo abre los ojos despacio. Mamá Esperanza, ¿reaste? Sí, regresé, mi príncipe, y no me voy a ir hasta que te pongas bien. Pensé que ya no me querías. Esperanza se aguanta el llanto. ¿Cómo puedes pensar eso? Te amo más que a nada. De verdad, entonces,

¿por qué te fuiste? Fue problema de adultos, mi amor, pero ya no importa. Mateo sonríe por primera vez en días.
¿Te vas a quedar aquí? Me voy a quedar. Van a tener que sacarme a la fuerza. Sebastián observa desde la puerta. En 5 minutos, Esperanza logró lo que los doctores no pudieron, que Mateo reaccionara. Mamá Esperanza, ¿me cantas esa canción que me gusta? Claro, mi amor.

Esperanza canta bajito una canción de cuna. Mateo se relaja y se duerme sin delirar. El doctor llega impresionado. Órale, los signos vitales mejoraron muchísimo. Doctor, ¿se va a poner bien? Esperanza pregunta, “Si sigue así, sí. ¿Qué hicieron?” “Llegó mamá esperanza.” Sebastián responde.

Entonces se va a tener que quedar por lo menos hasta que se recupere. Esperanza pasa la noche cantando, contando cuentos, platicando con Mateo. Sebastián se queda en el sillón observando. Ve como Esperanza cuida a su hijo con amor verdadero. Como una persona que ama tanto puede haber robado,

piensa. Al segundo día, Mateo ya está mejor. Juega con esperanza, se ríe, come bien.
Mamá, Esperanza, ¿por qué tú y mi papá pelearon? Esperanza mira a Sebastián. Es complicado, mi amor. Pero se aman, ¿verdad, Mateo? Yo sé que se aman. Lo vi en sus ojos. Esperanza se pone colorada. Sebastián también. Mi hijo, no es tan sencillo. ¿Por qué no? Si se aman, se casan y ya. Porque pasaron

algunas cosas. ¿Qué cosas? Cosas que no vas a entender.
Mateo se pone serio. Papá, ¿puedo contar un secreto? ¿Qué secreto? Puede ser enfrente de mamá Esperanza. Puede. Yo sé que el abuelo mintió sobre ella. Sebastián se pone tenso. ¿Cómo? Lo escuché en el teléfono. Estaba diciendo que mamá Esperanza era ladrona, pero dijo, “No es mentira.” Bueno, no es

mentira completa. Sebastián siente que el mundo le da vueltas.
¿Estás seguro de lo que escuchaste? Estoy seguro. Y lo grabé. Lo grabaste. Mateo saca el celular. ¿Quieres escuchar? Sebastián lo toma con la mano temblando. Escucha la grabación y se queda pasmado. Dios mío, Mateo, ¿cuándo fue esto? Luego luego que mamá Esperanza se fue, Esperanza escucha y se

queda paralizada. Entonces fue una trampa.
Esperanza, Sebastián no sabe qué decir. No necesitas decir nada. Sé que le creíste a tu papá porque es tu familia, pero debía haber confiado en ti. Sebastián, déjalo así. Lo importante es Mateo. No lo dejo así. Sebastián le toma la mano. Perdóname, fui un tonto. Sebastián, perdóname, por favor. Te

amo.
Esperanza lo mira a los ojos. Yo también te amo. Nunca dejé de amarte. Entonces, ¿van a regresar? Mateo pregunta emocionado. Mi hijo, es complicado. No es nada. Se aman. Yo los amo. Ya. Esperanza se ríe. Si fuera tan fácil. Sí, es fácil. Mamá Esperanza, cásate con mi papá. Esperanza se pone

colorada. Mateo, papá, pídele que se case contigo. Sebastián también se pone colorado. Mi hijo, no es así. Sí es así. Pídeselo.
Sebastián mira a Esperanza. Esperanza, ¿te quieres casar conmigo? Sebastián, ¿me estás pidiendo porque Mateo te dijo? No te estoy pidiendo porque te amo y no quiero vivir más sin ti. Esperanza duda. Tiene tanto que contar. Sebastián, necesito decirte algo. ¿Qué cosa? Esperanza respira profundo.

Estoy embarazada. Sebastián se queda paralizado.
Embarazada de 4 meses. El bebé es tuyo. Mateo brinca en la cama. Voy a tener hermanito. Sí, vas a tener, mi amor. Sebastián todavía está procesando la información. ¿Por qué no me dijiste? Porque me odiabas. Ibas a pensar que era mentira para conseguir dinero. Esperanza. Sebastián le toma la mano.

Perdóname por todo, por todas las dudas, todo el sufrimiento. Perdóname tú también por haber escondido el embarazo. Se besan por primera vez en meses. Mateo aplaude. Ahora sí voy a tener papá, mamá y hermanito. Al día siguiente, Mateo sale del hospital. Al salir Sebastián toma una decisión.

Esperanza, vamos a mi casa. Necesito arreglar cuentas con mi papá.
Sebastián, no sé si sea buena idea. Sí, es buena idea. Él tiene que responder por lo que hizo. Papá, el abuelo se va a enojar. Mateo pregunta, sí, se va a enojar, mijo, pero a veces uno tiene que enfrentar a quien hace maldades. En la mansión, Rodolfo está en la oficina cuando escucha el carro.

sale a recibir a su hijo y ve a Sebastián entrando con esperanza y Mateo.
¿Qué significa esto? ¿Por qué está esta mujer en mi casa? Papá, tenemos que platicar. No tengo nada que platicar enfente de ella. Si tienes y mucho. Sebastián entra a la sala con esperanza y Mateo. Rodolfo lo sigue molesto. Sebastián, ¿te volviste loco después de todo lo que hizo esta mujer, papá,

siéntate ahí y escúchame. No voy a escuchar nada. Mateo se acerca a su abuelo.
Abuelo, ¿quieres escuchar algo interesante? ¿Qué pasó, mi hijo? Mateo prende el celular. Escucha. Esto, la grabación suena. La voz de Rodolfo, díselo a todo mundo. No puede conseguir trabajo. No es mentira. Bueno, no es mentira completa. Rodolfo se pone pálido.

Mateo, ¿dónde conseguiste eso? Lo grabé cuando usted estaba hablando por teléfono. Papá Sebastián habla duro. Explique esta grabación. ¿Puedo explicar? No, entonces explique cómo es que no es mentira completa. Rodolfo se queda sin respuesta. Usted armó todo para que esperanza pareciera ladrona.

Sebastián, lo hice por tu bien. Por mi bien. Sebastián se levanta furioso. Usted destruyó la vida de una persona inocente. Ella no vale nada. Es una interesada.
Interesada. Papá. está embarazada de 4 meses y no me dijo. Si fuera interesada, no lo habría escondido. Rodolfo se queda pasmado. Embarazada. Sí. Y aún así no vino a buscarme. Sebastián, ¿tú no entiendes? Sí entiendo. Usted mintió, manipuló, destruyó nuestra felicidad por prejuicio. No fue

prejuicio, fue protección.
Proteger de qué? de una mujer que ama a nuestro Mateo más que a la vida. Rodolfo mira a Esperanza que está callada. Y tú no vas a decir nada. Esperanza se levanta. Sí, voy a decir. Usted me humilló, me persiguió, regó mentiras, casi me mata de hambre. Esperanza. Pero, ¿sabe qué? Yo lo perdono.

Rodolfo se sorprende.
¿Me perdonas? Lo perdono porque guardar rencor solo hace daño y quiero ser feliz con mi familia. Papá Sebastián habla firme. A partir de hoy las cosas van a ser diferentes. ¿Cómo? Esperanza va a ser mi esposa, madre de mis hijos, y usted la va a respetar. ¿Y si no acepto? Sebastián mira a su papá a

los ojos, entonces usted pierde un hijo y se va a quedar solo el resto de su vida.
Rodolfo se queda callado sabiendo que perdió la batalla. Su manipulación fue descubierta y ahora va a tener que vivir con las consecuencias. Sebastián abraza a Esperanza y Mateo. Vámonos. Tenemos una boda que planear. Un mes después de la confrontación, Sebastián busca a Esperanza en casa de doña

Soledad. Está embarazada de 5 meses. La panza ya se nota. Esperanza, necesito hablarte. Hola, Sebastián.
¿Qué pasó? Quiero pedirte algo. Cásate conmigo. Esperanza deja de limpiar y lo mira. Sebastián, no, déjame hablar. Sé que te lastimé. Sé que dudé cuando debí haber confiado, pero te amo de verdad. Sé que me amas. Entonces, ¿por qué dudas? Esperanza se sienta en una silla. Porque tengo miedo,

Sebastián, miedo de sufrir otra vez.
No vas a sufrir, te lo prometo. ¿Cómo puedes prometerlo? Tu papá todavía vive en la misma casa que tú. Sebastián se sienta a su lado. Esperanza. Después de que descubrí las mentiras de él, nuestra relación cambió. Él sabe que perdió mi respeto, pero sigue siendo tu papá.

Es cierto, pero tú vas a ser mi esposa, madre de mis hijos. Y eso es más importante. Esperanza se pone la mano en la panza y si trata de separarnos otra vez, no va a poder. Ahora sé quién es en realidad. Sebastián no es solo eso lo que me preocupa. ¿Qué más? Soy una muchacha de limpieza pobre,

embarazada, que vive en la vecindad. Tú eres millonario. ¿Cómo va a funcionar esto? Sebastián le toma la mano.
Esperanza, ¿crees que eso me importa? A ti no. Pero, ¿y las otras personas, tus amigos, tus socios? No me importan los otros. Perdón por hablar así, pero es la verdad. Esperanza se ríe por primera vez. Casi dijiste una grosería. Casi nada. Solo dije que no me importa lo que piensen los otros.

Sebastián, va a estar difícil, muy difícil, lo sé, pero lo enfrentamos juntos. En ese momento, Mateo aparece corriendo en la casa. Mamá, Esperanza, papá, están aquí. Hola, mi príncipe. Esperanza abraza al niño. Mamá Esperanza, ¿te vas a casar con mi papá? Todavía lo estoy pensando, mi amor. Pero,

¿por qué se aman? Es complicado, no es nada complicado. Mateo se voltea hacia su papá.
Papá, dile que vamos a ser una familia. Sebastián sonríe. Mateo, mamá esperanza, necesita estar segura. ¿Segura de qué? De que todo va a salir bien. Mateo toma la mano de esperanza. Mamá Esperanza, yo prometo que te voy a cuidar a ti y a mi hermanito para siempre. Esperanza se emociona. Ay, mi

amor.
Y mi papá también promete, ¿verdad, papá? Sí, prometo, mi hijo. Mateo mira Esperanza. Y tú prometes que nunca te vas a ir. Esperanza mira al niño, después a Sebastián. Prometo. Entonces, ya está decidido. Se van a casar. Esperanza se ríe. Está bien, acepto casarme con ustedes dos. Sebastián la

abraza. En serio, en serio, pero con una condición.
¿Cuál? La boda va a ser sencilla, nada de lujos exagerados. Como tú quieras. Mateo brinca de alegría. Voy a tener una familia de verdad. Doña Soledad aparece en la sala. ¿Qué escándalo es este? Doña Soledad, se van a casar. Mateo grita. Qué maravilla. Felicidades. Gracias, doña Soledad. Esperanza

te mereces ser feliz. Y tú también, joven. Cuídense mucho. Nos vamos a cuidar. Sebastián responde.
Camino a casa. Mateo no para de hablar. Papá, ¿cuándo va a ser la boda? Todavía no sabemos, mi hijo. Tenemos que organizarla. Puede ser la próxima semana. Esperanza se ríe. Tranquilo, Mateo, las bodas tardan en organizarse, pero yo quiero que sea pronto. ¿Por qué? Porque quiero que todo mundo sepa

que tú eres mi mamá de verdad.
Esperanza se emociona. Ya me consideras tu mamá. Desde el primer día que te conocí, Sebastián mira por el espejo. Y yo te amo desde el primer día también. Aún cuando te enteraste de que era pobre, sobre todo cuando me enteré porque vi que me amabas de verdad, no por mi dinero. Y ahora, ¿no tienes

miedo de que la gente hable mal? Que hablen.
Lo importante es que somos felices. Mateo aplaude. Eso y al que no le guste que se aguante. Sebastián y Esperanza se ríen de la espontaneidad del niño. Papá, ¿puedo contar algo? Claro, el abuelo está muy triste desde ese día. Sebastián se pone serio.

¿Cómo? Casi no sale de su cuarto y cuando sale anda con cara de enojado. Mateo, tu abuelo está pasando por un momento difícil. Sí. ¿Por qué? Porque hizo cosas malas y ahora está arrepentido. Ya le pidió perdón a mamá Esperanza. Sebastián mira a Esperanza. Todavía no. Entonces tiene que pedirle

perdón. Mi hijo, no es tan fácil. ¿Por qué no? Cuando yo hago algo malo, tú me dices que pida perdón.
Esperanza interviene. Mateo, tu abuelo es orgulloso. Es difícil para él admitir que se equivocó. Pero si no pide perdón, ¿cómo se van a llevar bien? Nos vamos a llevar bien a nuestra manera, mi amor. Pero sería mejor si pidiera perdón, ¿verdad? Esperanza y Sebastián se miran. El niño tiene razón,

pero saben que Rodolfo nunca se va a humillar.
Sería mejor, mi hijo, sería mejor. Dos semanas después, los preparativos de la boda están a todo lo que da. Esperanza está embarazada de 5 meses y medio radiante. Doña Remedios está ayudando a escoger el vestido. Niña, estás preciosa, embarazada y novia, qué alegría. Gracias, doña Remedios. Usted

es mi familia de verdad y siempre voy a ser, pero ahora vas a tener una familia grande. Es cierto.
Esperanza se prueba un vestido sencillo, pero elegante. ¿Qué le parece? Perfecto. Vas a ser la novia más bonita de Ciudad de México. Mientras tanto, Sebastián está en la oficina cuando Mateo llega con el celular en la mano. Papá, ¿te puedo enseñar algo? Claro, mi hijo. ¿Te acuerdas de las

grabaciones que hice del abuelo? Me acuerdo. Hay más.
Sebastián se sorprende. ¿Cómo? ¿Seguí grabándolo a escondidas? ¿Quieres escuchar? Mateo prende el celular. Es una conversación de Rodolfo por teléfono. Bueno, licenciado Carballo, necesito un favor. Es sobre mi hijo. Se va a casar con una mujer que no vale nada. Quiero que la investigues. Busca

cualquier cosa, deudas, problemas con la ley, lo que sea.
Sebastián se queda pasmado. ¿Cuándo fue esto? Ayer estaba en la oficina. La grabación continúa. No me importa cuánto cueste. Quiero algo para probar que ella no sirve para mi familia. Si no encuentras nada, invéntate algo. No es la primera vez que hacemos esto. Sebastián cuelga el celular furioso.

Nunca se da por vencido. Papá, el abuelo es muy malo. Ya no sé qué pensar de él, mijo.
¿Le vas a contar a mamá esperanza? Seb. duda, “No sé, ya está estresada con la boda, pero tiene que saber por qué. Porque ya son una familia. Las familias no se esconden secretos.” Sebastián se queda impresionado con la sabiduría de su hijo. Tienes razón. Esa noche Sebastián va a casa de esperanza.

Hola, amor. ¿Qué pasó? Te ves muy raro.
Necesito contarte algo. Esperanza se preocupa. ¿Pasó algo? Es sobre mi papá. No se da por vencido. ¿Cómo? Sebastián le cuenta sobre las grabaciones. Esperanza se pone pálida. ¿Quiere inventar cosas sobre mí? Parece que sí, Sebastián. ¿Y si lo logra? ¿Y si inventa que tengo deudas o que ya estuve en

la cárcel? Esperanza. Tranquila.
¿Cómo me tranquilizo? Si riega mentiras otra vez, nadie me va a creer. Sebastián la abraza. Yo te creo. Mateo te cree y eso es lo que importa. Pero Isi logra cancelar nuestra boda. No va a poder. No lo voy a permitir. Sebastián, tengo miedo. Yo también tengo miedo, pero no podemos vivir con miedo

de él para siempre.
Esperanza se pone la mano en la panza. No es solo por mí, es por nuestro bebé también. Por eso mismo tenemos que enfrentarlo. ¿Cómo? Vamos a pensar en algo. Al día siguiente, Mateo busca Esperanza en su casa. Mamá, Esperanza, ¿te puedo decir algo? Claro, mi amor. Grabé más cosas del abuelo. Más.

Sí.
Estaba hablando mal de ti por teléfono otra vez. Esperanza se pone triste. Ay, Mateo, pero se me ocurrió una idea. ¿Qué idea? ¿Y si les enseñamos las grabaciones a todos en la boda? ¿Cómo? Así cuando trate de hablar mal de ti le enseñamos que es mentiroso. Esperanza se queda pensando, Mateo, ¿eso

estaría bien? ¿Por qué no estaría bien? Él es el que está haciendo cosas malas.
Sí, pero mamá Esperanza, no puedes dejar que destruya tu felicidad otra vez. Esperanza mira al niño. Tienes razón, mi amor, pero voy a platicar con tu papá primero. Está bien, pero no dejes que el abuelo gane. No voy a dejar mi príncipe. Esperanza abraza a Mateo pensando en cómo proteger a su

familia de las maldades de Rodolfo.
Esa noche le cuenta la idea de Mateo a Sebastián. ¿Crees que de verdad va a tratar de hacer algo en la boda conociendo a mi papá? Sí. Entonces vamos a estar preparados como llevando las grabaciones. Si trata de humillarnos, le enseñamos la verdad. Sebastián está de acuerdo. Es buena idea. Por lo

menos estaremos protegidos. Ojalá no tengamos que usarlas.
Yo también espero que no, pero es mejor estar preparados. El día de la boda llegó. La iglesia es sencilla, pero está preciosa, llena de flores. Esperanza está radiante con 6 meses de embarazo. El vestido adaptado perfectamente a la panza. Doña Remedios está llorando de emoción. Mi niña casándose,

qué alegría.
Gracias por todo, doña Remedios. Usted es mi mamá de corazón y tú eres mi hija, niña, siempre lo fuiste. En la entrada de la iglesia, Sebastián espera nervioso. Mateo está a su lado, bien arregladito, con el celular en la bolsa. Papá, ¿estás nervioso? Sí, estoy, mijo.

¿Por qué amas a mamá Esperanza? La amo muchísimo, pero casarse es algo muy serio. Lo sé, pero van a ser felices para siempre. La música empieza a sonar. Esperanza entra del brazo de doña Remedios. Está preciosa, emocionada. Sebastián se queda sin aliento cuando la ve. Órale, qué mujer tan hermosa.

Es mi mamá. Mateo susurra orgulloso, la ceremonia va tranquila cuando la puerta de la iglesia se abre con estrépito.
Rodolfo Montemayor entra acompañado de dos guardaespaldas grandes. Esta ceremonia no puede continuar, grita. Los invitados se quedan pasmados. Sebastián se pone furioso. Papá, ¿qué está haciendo? Salvándote de un error terrible. Lárguese de aquí. Ahora no me voy. Esta mujer es una farsa. Rodolfo se

acerca al altar. Engañó a todo mundo.
Esperanza se pone pálida. Señor Rodolfo, por favor, por favor, nada. Ustedes no saben quién es en realidad. Papá, ya basta. Ya hizo suficiente daño. Daño. Salvé a nuestra familia. Rodolfo se voltea hacia los invitados. Esta mujer tiene antecedentes penales. Murmullos se extienden por la iglesia.

Esperanza empieza a llorar.
Ya estuvo presa por robo. Tengo los documentos aquí. Rodolfo les enseña papeles al padre y a los invitados. Y no es solo eso. Tiene deudas enormes en varios bancos. Sebastián trata de parar a su papá. Eso es mentira. Mentira. Entonces explica estos documentos.

Mateo, que había estado callado hasta ahora, se para en el altar. Abuelo, usted es mentiroso. Mateo, quítate de ahí. No me quito. Usted se está inventando todo esto. ¿Cómo sabes, Esquincle? Mateo saca el celular. Porque lo grabé cuando se puso de acuerdo para inventar estas mentiras. Rodolfo se

pone pálido. ¿Qué grabación? ¿Quiere escuchar? Mateo le sube el volumen. La voz de Rodolfo resuena por la iglesia. Si no encuentras nada contra ella, invéntate algo.
No es la primera vez que hacemos esto. Los invitados se quedan pasmados. Rodolfo trata de negarlo. Eso es falso. Falso nada. Mateo sigue reproduciendo. Quiero algo para probar que ella no sirve para mi familia. No me importa cuánto cueste. La gente empieza a murmurar contra Rodolfo. Esperanza se

levanta todavía llorando.
Ahora todo mundo puede ver quién es el mentiroso aquí. Esperanza. Rodolfo trata de explicarse. No, ahora me toca hablar a mí. Esperanza se dirige a los invitados. El señor Rodolfo inventó que yo era ladrona. puso un reloj en mi bolsa para inculparme. Sebastián se acerca a su papá. Papá me avergonzó

por última vez.
Sebastián, no me cansé de sus manipulaciones. Sebastián se voltea hacia los invitados. Mi papá falsificó documentos contra la mujer que amo. Mintió, humilló, trató de destruir nuestra felicidad. Hijo, solo quería protegerte. proteger. Casi me hace perder a la persona más importante de mi vida. Ella

no vale nada. El que no vale nada es usted.
Mateo se acerca a su abuelo. Abuelo, usted es muy malo. Mamá esperanza es buena y usted se la pasa inventando mentiras. Mateo, ya no quiero ser su nieto. Rodolfo se queda pasmado. ¿Cómo puedes decir eso? Porque nieto de mentiroso no quiero ser. Esperanza se acerca a Rodolfo. Señor Rodolfo, usted me

hizo mucho daño, pero sabe qué, qué aún así lo perdono.
¿Me perdonas? Lo perdono porque no quiero que mi corazón se llene de rencor. Quiero ser feliz con mi familia. Sebastián se acerca a su papá. Papá, usted ya no es bienvenido en mi vida. Sebastián, ¿no puedes decir eso, sí puedo. Usted escogió el prejuicio en lugar del amor. Rodolfo se queda en

silencio unos segundos, viendo que lo perdió todo.
Se van a arrepentir de esto. No, papá, el que se va a arrepentir es usted. Rodolfo sale de la iglesia humillado, solo. Los invitados aplauden a Esperanza y Sebastián. El Padre, que vio todo en silencio, sonríe. Bueno, ahora que salió la verdad, ¿podemos continuar la ceremonia? Sí, podemos, padre.

Esperanza responde radiante. Entonces, por el poder que me confiere la ley, los declaro marido y mujer. Sebastián y Esperanza se besan bajo los aplausos emocionados de los invitados. Mateo brinca en medio de los dos. Ahora somos una familia de verdad. Toda la iglesia se emociona. Doña Remedios

llora de alegría.
Finalmente se hizo justicia y el amor triunfó. Tres semanas después de la boda, Sebastián y Esperanza están organizando la mudanza de ella a la mansión cuando reciben una visita inesperada. Es la comandante Patricia Vega, una mujer como de 40 años. seria pero simpática. Señor Sebastián Montemayor,

soy yo. Soy la comandante Patricia. Vine por una investigación. Sebastián y Esperanza se preocupan.
¿Qué tipo de investigación? Sebastián pregunta sobre falsificación de documentos y calumnia. ¿Cómo? Recibimos una denuncia con grabaciones comprometedoras. Esperanza mira a Sebastián. Grabaciones, sí, de un tal Rodolfo Montemayor arreglándose para crear documentos falsos contra la señora. Sebastián

se sorprende.
¿Quién hizo la denuncia? La hizo un abogado a nombre de ustedes, licenciado Morales. Sebastián frunce el seño. No conozco a ningún licenciado Morales. Mateo aparece en la sala corriendo. Hola, señora policía. Hola, mi niño. ¿Vino a hablar del abuelo malo? La comandante sonríe. Sí, vine a platicar

sobre él. Es que yo le pedí al licenciado Morales que nos ayudara. Sebastián se sorprende.
Mateo, ¿quién es el licenciado Morales? Es el papá de mi amigo de la escuela. Es abogado. Le enseñé las grabaciones y dijo que nos iba a ayudar. Esperanza se emociona. Ay, mi niño. La comandante continúa. El señor Rodolfo está siendo investigado por lo menos por tres delitos: falsificación de

documentos, calumnia y difamación.
¿Y eso qué significa? Sebastián pregunta, que puede estar de dos a 6 años en la cárcel. Esperanza se queda pasmada. Cárcel. Sí, señora. Sus delitos son graves, pero comandante Sebastián interviene. No queremos que vaya a la cárcel. ¿Cómo? Es mi papá y abuelo de Mateo. No queremos que termine así.

La comandante se sorprende. Aún después de todo lo que hizo, aún así sería posible hacer un acuerdo.
¿Qué tipo de acuerdo? Que admita públicamente que mintió y pague una indemnización justa. A cambio de qué, no seguimos con la denuncia. Esperanza está de acuerdo. Yo también acepto el acuerdo. ¿Está segura? Le hizo mucho daño. Estoy segura. No quiero cargar rencor en el corazón y no quiero que

Mateo crezca sabiendo que su abuelo está en la cárcel.
Mateo abraza a Esperanza. Mamá Esperanza, eres muy buena. La comandante mueve la cabeza. Son personas muy especiales. Comandante, Esperanza habla. ¿Cuánto tiempo tarda este tipo de proceso? Normalmente unos 3 meses para la investigación completa, después otros tres para el acuerdo si acepta. Y si

no acepta, entonces responde ante la justicia. Puede tardar años.
Sebastián suspira. Entonces vamos a esperar. Dos meses después, la comandante regresa con noticias. Aceptó el acuerdo. Aceptó. Esperanza se sorprende. Sí. Va a publicar una nota en los periódicos principales pidiendo perdón públicamente y va a pagar una indemnización a la señora. ¿Cuánto? 400,000

pesos. Esperanza casi se desmaya.
400,000 es una cantidad justa por los daños morales que causó. Sebastián abraza a su esposa. Amor, te mereces eso y mucho más. Pero es mucho dinero. Es lo que vales para mí. Mateo aplaude. Con ese dinero, mamá Esperanza puede ayudar a un montón de gente. Esperanza sonríe. Es buena idea, mi

príncipe. La comandante se levanta.
Bueno, mi trabajo aquí terminó. Felicidades. Gracias por todo, comandante. Para nada. Fue un placer conocer a una familia tan especial. Después de que se va, Sebastián abraza a Esperanza y Mateo. Por fin se acabó todo. Sí, Esperanza suspira. Ahora podemos ser felices. Para siempre. Mateo pregunta.

Para siempre. Una semana después, la nota de Rodolfo sale en todos los periódicos.
Yo, Rodolfo Montemayor, pido perdón públicamente a la señora Esperanza Hernández Montemayor por las falsas acusaciones que hice contra ella. Reconozco que actué con prejuicio y perjudiqué a una persona inocente y trabajadora. Lamento profundamente mis actos. Esperanza lee la nota emocionada. Nunca

pensé que haría esto.
A veces las personas cambian cuando pierden todo lo que es importante. Sebastián responde, “Ojalá haya aprendido de verdad. Dos años después, Sebastián y Esperanza están en el jardín de la mansión, ahora remodelada y más acogedora.” Esperanza carga a Valentina, una bebé de 2 años, mientras Mateo,

ahora de 10 años, juega con su hermanita.
Mamá Esperanza, Valentina quiere que veas cómo camina. Esperanza se ríe. Ya voy, mi amor. Sebastián se acerca y abraza a la familia. Qué preciosas están. Estamos felices. Esperanza responde, y yo también. La mansión ahora es muy diferente. Parte de ella se convirtió en una guardería comunitaria que

Esperanza administra con ayuda de profesionales.
Con el dinero de la indemnización y una parte de las ganancias de la empresa creó la Fundación Esperanza. Sebastián, ¿te acuerdas de cuando nos conocimos? Claro, diste tus últimos 280 pesos a dos limosneros.
¿Quién iba a decir que un día iba a tener dinero para ayudar a tanta gente? Siempre tuviste el corazón rico, amor. Mateo se acerca corriendo. Papá, mamá, miren, Valentina está caminando sola. Corren hasta donde está la bebé. Valentina da algunos pasitos sola antes de caerse sentada riéndose.

Caminó. Mateo grita, Valentina. Caminó. Esperanza se emociona. Nuestra bebé ya está creciendo. Y Mateo también. Sebastián dice orgulloso. Papá, cuando crezca voy a ayudar a la gente igual que ustedes.
Qué bueno, mi hijo. Y saben qué, ayer recibí una tarjeta del abuelo. Esperanza se sorprende. Tarjeta. Sí. Dice que nos extraña y que aprendió a ser mejor persona. Sebastián abraza a toda la familia. ¿Quién iba a decir que una prueba de limosnero cambiaría nuestra vida para siempre? La mejor prueba

que hiciste fue descubrir mi corazón.
Esperanza responde, y yo descubrí que familia es quien se ama de verdad. Mateo dice, Valentina aplaude como si estuviera de acuerdo. Al atardecer, la familia Montemayor se abraza en el jardín de la casa, que ahora está llena de amor, risas y esperanza. Finalmente todos encontraron su lugar en el

mundo. ¿Te gustó esta historia? ¿Crees que Rodolfo tuvo lo que se merecía y esperanza? ¿Crees que hizo bien en perdonar? Cuéntame en los comentarios. Hasta la próxima historia. M.