Carcajadas y chapoteos resuenan por la casa. Es un sonido que no se escuchaba desde hace mucho tiempo en esa mansión. Ahora sumérjanse tres veces y canten el hechizo mágico, princesas. Grita Marisol animada. En la alberca todo parece una fiesta infantil.
Espuma de colores flota en el agua, pétalos de flores flotan por todas partes y dos niñitas de 7 años ríen sin parar. Valentina y Camila se sumergen y salen del agua cantando. Piojos, dragones, váyanse ya, que las princesas van a brillar. Marisol está dentro de la alberca con el uniforme mojado, pero no le importa. Sus ojos brillan al ver a las niñas tan felices.
Con cuidado les peina el cabello bajo el agua, quitando los piojos que nadie pudo sacar durante toda una semana. “Tía Marisol, sí está funcionando”, grita Valentina salpicando agua. Los bichitos están muriendo”, dice Camila aplaudiendo. Para ellas eso no es un tratamiento médico, es puro juego. Llega un coche.
Marisol no se da cuenta por el desorden, pero Valentina señala, “Mira, ya llegó papá.” Alejandro Garza camina hacia la casa después de una junta que terminó más temprano. A sus 36 años está cansado de ser padre y madre a la vez, preocupado por el problema de los piojos que ninguna niñera ha podido resolver. Cuando entra a la casa, escucha algo que lo hace detenerse.
A sus hijas riendo, riendo de verdad, de esa manera tan genuina que no escuchaba desde hacía meses. Curioso, sigue el ruido hasta la alberca. Lo que ve lo deja con la boca abierta. La señora de la limpieza está dentro de la alberca con sus hijas, todas empapadas, jugando como si fueran una familia.
La alberca parece una escena de película llena de espuma y flores. Las niñas están radiantes cantando una canción extraña. Alejandro se queda ahí parado unos segundos tratando de entender. Sus hijas, que se pasaron la semana llorando y gritando, ahora están serenas y alegres. Entonces finalmente dice, “Marisol, ¿qué le hiciste a mi alberca? Silencio total. Marisol se sonroja saliendo del agua deprisa.
Don Alejandro, yo puedo explicarlo, pero antes de que termine, Valentina y Camila corren hacia su papá, mojadas y felices. Papá, papá. Los piojos dragones se fueron. La tía Marisol hizo magia. Alejandro mira a sus hijas, luego a Marisol y de nuevo a las niñas.
Es la primera vez en la semana que no están llorando ni haciendo berrinche, están sonriendo. Alejandro se agacha para quedar a la altura de sus hijas y les revuelve el cabello. No puede creer lo que ve. El pelo que estaba pegajoso, apestando y lleno de bichos, ahora brilla bajo el sol. Ni un piojo ni un aliendre. ¿Cómo es posible? susurra pasando la mano por el cabello limpio. Valentina le jala la camisa.
Papá, la tía Marisol dijo que nuestra alberca se volvió mágica, que los bichitos malos se iban a morir en la pócima. Camila sacude la cabeza para mostrar lo ligero que está su cabello y funcionó. Mira qué bien huele. Alejandro se levanta lentamente. Recuerda la terrible semana que tuvieron. Tres niñeras diferentes intentaron solucionarlo.
La primera usó un producto químico tan fuerte que a las niñas les dio alergia. La segunda intentó cortarles el pelo a la fuerza y Camila la mordió. La tercera renunció el primer día diciendo que eran imposibles. Él gastó un dineral en tratamientos caros, médicos, productos importados. Nada funcionó.
Las niñas no dejaban que nadie se les acercara. Lloraban, gritaban, se escondían y ahora su empleada doméstica había logrado lo imposible en una sola tarde. Marisol, ¿cómo lo hizo? Marisol se retuerce las manos nerviosa, goteando agua en el piso. Don Alejandro, cuando yo era chiquita, mi mamá siempre me quitaba los piojos así. Vinagre de manzana en agua tibia.
El ácido mata a los bichitos, pero no lastima”, dice en voz baja, casi como disculpándose, pero yo sabía que a las niñas les iba a dar miedo, así que inventé esta historia de la poción. Le puse espuma de jabón para hacer burbujas de colores, flores de su jardín para que se viera bonito. “¿Y se lo creyeron?”, pregunta Alejandro impresionado.
“A los niños les encanta la fantasía. Si uno convierte el remedio en un juego, se dejan. Estuvimos dos horas aquí jugando, cantando, y yo les fui quitando los piojos poquito a poco, sin que se dieran cuenta. Alejandro mira a sus hijas, que ahora están sentadas al borde de la alberca chapoteando con los pies en el agua, superrelajadas.
Es la primera vez en meses que las vean tan tranquilas. ¿Cuánto costó este tratamiento? Marisol se pone aún más roja. Una botella de vinagre de manzana, señor, 20 pesos. Alejandro casi se ríe. 20 pesos. Había gastado más de 1000 pesos y la solución costó lo que un refresco. Marisol, me salvaste la vida.
No sé cómo agradecértelo. Antes de que ella pueda responder, una voz helada corta el aire. Alejandro querido, vine a ayudar con las niñas. y me encuentro con esto. Todos se voltean. Regina Elisondo está de pie en la puerta, elegante en su traje sastre color beige, con cara de espanto. A sus 45 años es la viva imagen de una mujer exitosa, cabello rubio perfecto, maquillaje impecable, postura erguida. El ambiente cambia al instante.
Las niñas dejan de mover los pies. Marisol da un paso hacia atrás. Alejandro aprieta el puño. Regina camina hacia ellos, sus tacones resonando en el piso mojado. ¿Qué es esta situación, Alejandro? Una empleada jugando en tu alberca con tus hijas. El ambiente se pone tenso. Regina mira todo con un asco mal disimulado.
Sus ojos recorren la alberca con espuma, las flores a Marisol empapada y se detienen en Alejandro. Alejandro, tenemos que hablar. Regina, no recuerdo haberte invitado. Valentina le susurra a Camila. Es la directora odiosa del colegio. Camila hace una mueca, la que se pelea con todos. Marisol conoce a Regina solo de vista. Sabe que es la directora del colegio de las niñas, una mujer importante.
Lo que no sabe es la historia que hay entre ellos dos. Regina ignora la frialdad de Alejandro. Supeio y vine a ayudar. Conozco a los mejores doctores de la ciudad. Mira a Marisol con desprecio. Pero veo que elegiste métodos alternativos. Los métodos funcionaron, dice Alejandro secamente. Que funcionaron. Regina suelta una risa sin gracia.
Alejandro, no puedes estar hablando en serio. Una sirvienta sin estudios usando remedios caseros en tus hijas. Marisol siente que la cara le arde. Aprieta el uniforme mojado contra su cuerpo, deseando desaparecer. Esto es una total irresponsabilidad. Continúa Regina alzando la voz.
Y si les hubiera dado alergia, ¿y si las hubiera lastimado? No puedes confiarle la salud de tus hijas a alguien sin preparación. Valentina se levanta del borde de la alberca. No nos lastimó, nos cuidó. Es verdad, la apoya Camila. Nadie podía quitarnos los piojos, solo la tía Marisol. Pero Regina ni les hace caso a las niñas.
Sus ojos están clavados en Alejandro. Y hay algo más que preocupación profesional ahí. Hay celos. Alejandro, fuimos novios dos años. Te conozco. Sé que eres un padre responsable. Esto no es propio de ti. La revelación toma a Marisol por sorpresa. Fueron novios. Mira de Alejandro a Regina empezando a entender la atención. Alejandro da un paso al frente interponiéndose entre Regina y su familia.
Lo que yo sea o deje de ser, ya no es tu problema, Regina. Lo nuestro terminó hace un año, ¿recuerdas? Terminó porque estabas de luto, traumatizado, replica Regina. Pero mira en lo que te has convertido, dejando que la sirvienta cuide de sus hijas. Marisol siente que se le vienen las lágrimas. Cada palabra de Regina es como una bofetada.
Ella siempre supo cuál era su lugar. Siempre se mantuvo en su rincón trabajando en silencio. Nunca debió haberse salido de la raya. Don Alejandro, creo que es mejor que me vaya. No! Grita Valentina corriendo hacia Marisol y abrazándola. No te puedes ir. Camila se une. Papá, no dejes que se vaya.
Alejandro mira a sus hijas aferradas a Marisol, luego a Regina con su mirada acusadora y finalmente a Marisol que está sufriendo. Regina, voy a tener que pedirte que te vayas. Regina abre la boca impactada. Alejandro, ya oíste. Sal de mi casa. Por un momento, silencio total. Entonces Regina endurece el gesto.
Está bien, Alejandro, pero que sepas que como directora del colegio de tus hijas tengo responsabilidades. No puedo hacer como que no vi esta situación. Se da la vuelta para irse, pero se detiene en la puerta. Esto no se va a quedar así. Cuando Regina desaparece, Marisol intenta soltarse del abrazo de las niñas. Don Alejandro, ella tiene razón. Conozco mi lugar. Renuncio.
Renuncia, repite Alejandro como si no entendiera. Marisol, acabas de salvarme la cordura. Marisol niega con la cabeza, don Alejandro, yo soy afanadora. Siempre lo he sido. No tengo estudios, no sé de niños. La directora Regina tiene razón. No debía haberme metido. No. Grita Valentina abrazándola más fuerte.
Tú sí sabes. Camila le jala la falda del uniforme a Marisol. Tía Marisol, eres la única que nos ha hecho reír. Alejandro se agacha frente a sus hijas. Niñas, suelten a Marisol un poquito. Papá necesita hablar con ella. Sí. A regañadientes. Las dos la sueltan y se quedan cerca con los brazos cruzados y haciendo un puchero. Alejandro se levanta y mira a Marisola los ojos.
Lograste en una tarde lo que tres niñeras profesionales, dos doctores y yo, no pudimos en una semana. ¿Cómo es posible si tú no sabes de niños? Fue suerte. Suerte. Alejandro casi se ríe. Marisol, convertiste un infierno en diversión. Hiciste que mis hijas se rieran por primera vez en meses. Eso no es suerte, es talento. Él se pasa la mano por el cabello.
Mira, sé que Regina te hizo pasar un mal momento. No tenía derecho. Pero por favor, no te vayas por su culpa. Marisol todavía duda. Don Alejandro, de verdad creo que es mejor, tía Marisol. Interrumpe Valentina con los ojos llenos de lágrimas. Si te vas, vamos a estar tristes para siempre y no nos vamos a bañar nunca más, añade Camila dramática. Alejandro ve a sus hijas a punto de llorar y decide, “Marisol, te tengo una propuesta.
¿Qué te parece si te duplico el sueldo y te conviertes en la niñera oficial de las niñas?” Los ojos de Marisol se abren de par en par. Don Alejandro se volvió loco. Yo soy la señora de la limpieza. ¿Y eso qué? Cuidaste a mis hijas mejor que cualquier niñera con título. Pero no tengo estudios, no tengo certificados.
Alejandro se acerca. Marisol, ¿puedo contarte algo? Hace dos años que mi esposa murió. Mis hijas se encerraron en sí mismas. Lloraban todas las noches. No jugaban, no sonreían. Intenté de todo. Psicólogo, terapeuta, niñeras especializadas. Se le quiebra la voz. Nada funcionó. Seguían tristes.
Hasta hoy que las veo reír como lo están haciendo ahora. Es la primera vez desde el funeral. Marisol siente que el corazón se le oprime. Don Alejandro, usted me devolvió a mis hijas, Marisol. ¿Cómo no voy a confiar en usted después de esto? Valentina y Camila se acercan de nuevo. Por favor, tía Marisol, suplica Valentina. Te prometemos que nos vamos a portar bien, completa Camila.
Marisol mira a las dos niñas con el cabello limpio y brillante, los ojos llenos de esperanza. Luego mira a Alejandro, un hombre desesperado que intenta ser padre y madre a la vez. Don Alejandro, yo acepto quedarme temporalmente solo hasta que usted encuentre una niñera de verdad, alguien que sepa. Perfecto. Sonríe Alejandro aliviado.
Y deja de decirme don, ahora somos un equipo. Las niñas celebran saltando y aplaudiendo. Marisol sonríe tímidamente sin poder creerlo todavía. Pero afuera de la mansión, escondida detrás del portón, Regina lo ve todo en su celular. Ya está marcando a las oficinas del dif. Necesito denunciar una situación irregular con dos niñas.
Tres días después, Marisol está en la cocina preparando el lunch de las niñas cuando suena el timbre. Alejandro está en el despacho en una videoconferencia importante, así que ella va a abrir. Una mujer de mediana edad con lentes y un portafolio negro sonríe amablemente. Buenos días. Soy la licenciada Carla Ramírez, trabajadora social. Vine a hacer una visita de rutina. A Marisol se le acelera el corazón. Visita de rutina.
Sí, recibimos una denuncia sobre posibles problemas en el cuidado de menores en esta casa. Es normal que investiguemos. Marisol se pone pálida, le tiemblan las manos mientras abre el portón. Pase, por favor. Voy a llamar a Ale, a don Alejandro. Carla Ramírez entra y observa todo con ojos profesionales. La casa está limpia. Las niñas juegan en el jardín.
Marisol con un uniforme impecable. De hecho, quisiera hablar primero con usted. ¿Es usted quien cuida a las niñas? Yo, sí. Es decir, por ahora. Carla Ramírez abre su portafolio y saca una pluma. Nombre completo: Marisol Hernández. Formación en cuidado infantil, Marisol Traga saliva. No tengo cursos de primeros auxilios.
Psicología infantil. Pedagogía. No, señora. Carla anota todo sin expresar nada. ¿Y cuánto tiempo lleva cuidando a estas niñas? Tres días como niñera, pero llevo 2 años trabajando en la casa como empleada doméstica. Entiendo. Carla escribe más. ¿Y qué métodos usa para disciplinar a las niñas? Marisol se ve confundida. Disciplinar.
Sí. ¿Cómo lidia con los berrinches, la desobediencia, los problemas de comportamiento? Yo hablo con ellas, trato de entender lo que están sintiendo y si no funciona, nunca he necesitado más que eso. Carla levanta una ceja con desconfianza. Nunca en tres días cuidando a unas gemelas de 7 años, nunca ha necesitado una disciplina más firme.
Antes de que Marisol pueda responder, Valentina y Camila entran corriendo. Tía Marisol, tía Marisol, mira lo que dibujamos. Se detienen al ver a la desconocida y se esconden detrás de Marisol. Niñas, ella es la licenciada Carla. Vino a hacernos una visita. Carla se agacha a la altura de las niñas. Hola, Valentina y Camila.
¿Puedo preguntarles una cosita? ¿Les gusta la tía Marisol? Las dos asienten con la cabeza. Es la mejor, dice Valentina. Hace magia. Completa Camila. Magia. Carla mira a Marisol con desconfianza. ¿Qué tipo de magia? Valentina explica emocionada. convirtió nuestra alberca en una poción que mató a los piojos dragones de nuestro cabello.
Piojos dragones. Eran piojos, explica Marisol deprisa. Usé vinagre de manzana en el agua de la alberca. Es un remedio natural que me enseñó mi mamá. Les aplicó sustancias químicas a las niñas sin supervisión médica. No es un químico, es vinagre natural. El vinagre es un ácido. Pudo haberles causado irritación, quemaduras.
Pero no nos pasó nada, protesta Camila. Nuestro cabello quedó hermoso. En ese momento, Alejandro aparece al escuchar el alboroto. Disculpen la tardanza. Alejandro Garza le extiende la mano a Carla. ¿En qué puedo ayudar, señor Garza? Soy trabajadora denuncia sobre métodos de cuidado infantil inadecuados en esta casa. El rostro de Alejandro se endurece.
¿Qué tipo de denuncia? Uso de sustancias no aprobadas en menores, personal no calificado y un entorno potencialmente peligroso. Alejandro mira a Marisol, que está visiblemente afectada, y luego a sus hijas, que parecen confundidas por la atención. Licenciada Ramírez, mis hijas están visiblemente sanas y felices.

¿Cuál es el problema exactamente? Carla consulta sus notas. La cuidadora no tiene preparación formal y admitió usar métodos poco convencionales sin supervisión profesional. Métodos que funcionaron a la perfección. Señor Garza, nuestra preocupación es la seguridad de las niñas. Necesitamos asegurarnos de que reciban el cuidado adecuado.
Alejandro siente cómo crece su enojo, pero se controla. ¿Y ustedes creen que no lo están recibiendo? Carla mira a su alrededor buscando claramente algo que esté mal. La casa está impecable, las niñas sanas, pero ella insiste. Es recomendable que los cuidadores estén certificados. Por precaución le sugerimos que contrate a profesionales calificados.
Después de que Carla se va dejando una serie de recomendaciones, Marisol se sienta en la cocina y llora. Alejandro se acerca. Marisol, no le hagas caso a eso. Solo fue una visita normal. No fue normal, Alejandro. Alguien hizo una denuncia. Alguien a quien no le gusta verme aquí. Y en ese momento afuera, Regina cuelga el celular con una sonrisa de satisfacción. La semilla de la duda ha sido sembrada.
Esa noche Marisol no puede dormir. Las palabras de la licenciada retumban en su cabeza sin preparación. Métodos inadecuados, entorno peligroso. Ella siempre supo que no tenía estudios, pero nunca se había sentido tan poca cosa, tan equivocada.
Al día siguiente, mientras prepara el café, escucha a Alejandro hablando por teléfono en el despacho. La puerta está entreabierta y sin querer escucha fragmentos. Entiendo la preocupación. Tal vez ustedes tengan razón. No puedo arriesgarme. A Marisol se le hunde el corazón. Él está de acuerdo con la licenciada. Voy a tomar una decisión. Lo mejor para las niñas. Marisol no necesita escuchar más. Está claro que Alejandro cambió de opinión.
La visita funcionó. Se dio cuenta de que ella realmente no es apta para cuidar a las niñas. Con lágrimas en los ojos termina de preparar el café y sube al cuarto de servicio. Si de verdad la va a despedir, por lo menos se irá con dignidad. Toma papel y pluma y escribe, “Don Alejandro, entiendo que la visita de ayer le abrió los ojos.
Yo de verdad no estoy calificada para cuidar de Valentina y Camila. Ellas merecen a alguien mejor, alguien preparado. No quiero causarle problemas a usted ni a las niñas. Por eso me voy. Cuídelas mucho. Son demasiado especiales para estar con alguien como yo. Gracias por darme una oportunidad, aunque haya sido por poco tiempo.
Marisol dobla la carta, la deja sobre la cama, toma sus cosas y sale por la puerta de atrás antes de que salga el sol. Dos horas después, Valentina y Camila bajan corriendo a la cocina. Tía Marisol y el desayuno. El silencio de la casa es extraño. Normalmente Marisol ya estaría tarareando en la cocina, preparando todo con cariño.
Tía Marisol, grita Camila, nada. Alejandro, que está en el despacho desde temprano intentando resolver los problemas que causó la denuncia, oye el grito de sus hijas y baja. ¿Qué pasa, niñas? Papá, la tía Marisol desapareció. ¿Cómo que desapareció? La buscan por toda la casa. Alejandro encuentra la carta en la cama de ella.
Al leerla se queda en shock. Entonces recuerda la llamada de ayer. Él estaba hablando con el licenciado sobre cómo defenderse de la denuncia, cómo probar que Marisol era adecuada, pero ella debió haber escuchado solo pedazos y entendió mal. No, no, no. susurra él corriendo hacia el teléfono. Pero es demasiado tarde. Marisola apagó el celular y desapareció de la ciudad.
Valentina y Camila empiezan a llorar. Papá, ¿dónde está nuestra tía Marisol? Ella no se iba a ir sin despedirse. En ese momento suena el teléfono. Es Regina. Alejandro, me enteré de que hubo un problemita por ahí. Qué situación tan complicada, ¿no? Su voz suena extrañamente satisfecha. Alejandro frunce el seño.
¿Cómo supiste que Marisol se fue de la casa? Ah, esas cosas se saben rápido en un pueblo chico. Regina, ¿cómo lo supiste exactamente? Se fue hace dos horas. Silencio del otro lado. Entonces Regina habla intentando sonar inocente. Bueno, si necesitas ayuda con las niñas, solo avísame. Y cuelga. Alejandro se queda quieto procesando.
¿Cómo lo supo tan rápido? ¿Y por qué parecía tan satisfecha? Entonces, todo encaja. La denuncia no trabajadora social, la conversación que Marisol escuchó a medias. Fue Regina. Fue ella quien armó todo desde el principio. Al día siguiente, después de que las niñas se van a la escuela, Alejandro le llama a Regina. Necesita estar seguro de lo que sospecha. Regina.
Sé que fuiste tú quien hizo la denuncia. Alejandro, no sé de qué estás hablando. Deja de fingir. Tú lo planeaste todo para sacar a Marisol de nuestras vidas. Regina suspira al otro lado de la línea. Está bien. Sí, fui yo, pero fue por tu bien. ¿No te das cuenta de que te estaba manipulando? Manipulando. Ella salvó a mis hijas.
Alejandro, necesitas ayuda. No puedes cuidar a las niñas tú solo en ese estado emocional. Déjame ir para allá. ni lo pienses. Pero dos horas después, Valentina y Camila tienen una crisis de llanto tan fuerte que Alejandro no puede controlar. Gritan, se tiran al piso, piden ver a su tía Marisol sin parar.
Desesperado le llama a Regina. Puedes venir, pero solo hasta que yo me organice. Claro, mi amor, ya voy para allá. Tres días después, la casa se ha convertido en un campo de batalla. Valentina y Camila se niegan a obedecer cualquier cosa que Regina les ordena. “Niñas, vamos a bañarnos”, dice Regina, perdiendo ya la paciencia. “No”, grita Valentina metiéndose debajo de la cama.
“Solo la tía Marisol nos puede bañar”. Camila corre al baño y se encierra. Valentina, sal de ahí ahora. Camila, abre esa puerta. No! Gritan las dos juntas. Alejandro llega del trabajo más temprano porque su secretaria le llamó diciendo que Regina estaba teniendo dificultades. Se encuentra con todo este caos.
¿Qué está pasando aquí? Regina sale a su encuentro intentando mantener la compostura. Alejandro, necesito hablar contigo sobre las niñas. ¿Qué pasa? Están imposibles, no obedecen, no cooperan, hacen berrinches todo el tiempo. Creo que desarrollaron un comportamiento problemático por la situación anterior. ¿Qué situación anterior? El vínculo emocional incorrecto que crearon con esa mujer.
Eso generó una dependencia afectiva. Es normal en estos casos. Mientras tanto, en el colegio, Regina aprovecha cada oportunidad para esparcir su versión de los hechos. Durante el recreo, ella platica con las otras mamás. Se enteraron de que Alejandro Garza dejó que una señora de la limpieza sin preparación cuidara a sus hijas. Marcia, la mamá de Clara, se asusta.
¿Cómo que sin preparación, sin ningún curso, sin certificado, nada? y usó métodos peligrosos con las niñas, remedios caseros sin supervisión médica. Fernanda, la mamá de Juan, se acerca curiosa. ¿Qué tipo de método? Ha sido en alta concentración. Pudo haberles causado quemaduras químicas a las niñas. Suerte que no pasó nada peor. Las mamás empiezan a cuchichear.
La historia va creciendo, ganando detalles que nunca existieron. Al final del día, cuando Alejandro va a recoger a las niñas, siente las miradas de las otras mamás. Algunas lo miran con lástima, otras con juicio. Papá, Valentina le jala la manga. ¿Por qué las mamás nos están viendo raro? No sé, hija. Vámonos a la casa.
Cuando llegan al coche, Camila dice en voz baja, “Papá, la directora dijo que le hiciste algo malo a la tía Marisol. Alejandro se le para el corazón. Ella dijo eso. Les dijo a las otras mamás que la tía Marisol era peligrosa, pero nosotras sabemos que no es cierto. Alejandro siente como le sube la rabia. Regina no solo alejó a Marisol, sino que ahora está destruyendo su reputación por toda la ciudad.
Esa noche el presidente de la Asociación de Padres de Familia llama, “Alejandro, necesita venir a una junta mañana. Algunas mamás están preocupadas por la situación de sus hijas.” ¿Qué situación? Lo del cuidado inadecuado que recibieron. Es mejor que aclare esto en persona. Cuando cuelga, Regina está en la sala. ¿Quién llamó? La asociación de padres.
Parece que alguien anduvo esparciendo rumores. Regina finge inocencia. Qué lástima. Pero era de esperarse, ¿no? La gente se preocupa cuando se entera de que un niño estuvo en riesgo. Marisol nunca puso a mis hijas en riesgo. Alejandro, querido, sé que quieres defenderla, pero tienes que ver la realidad. Una trabajadora doméstica sin preparación, usando remedios caseros, cualquier padre responsable se preocuparía.
Valentina, que estaba escuchando desde la escalera, baja corriendo. Tía Marisol no hizo nada malo. Valentina, vuelve a tu cuarto, dice Alejandro, pero ella no obedece. Papá, ¿por qué tía Regina sigue hablando mal de tía Marisol? Ella nos salvó el cabello. Regina se agacha. Valentina, eres muy pequeña para entender estas cosas de adultos. Tía Marisol no es peligrosa.
Claro que no, querida. Pero no sabía cómo cuidarlas bien. Por eso se fue. Valentina se pone a llorar. Se fue porque tú fuiste mala con ella y sale corriendo a su cuarto. Alejandro mira a Regina con una expresión que ella no logra descifrar. Creo que es mejor que te vayas a casa.
El mismo día que Marisol huyó, Alejandro ya había comenzado a buscarla. Le llamó a doña Elvira, pero ella le dijo que Marisol le había pedido que no dijera dónde estaba. Por favor, doña Elvira. Todo fue un malentendido. Esa muchacha está muy dolida, joven. Déjela en paz. Mis hijas no paran de llorar y usted cree que ella no está sufriendo también.
Tres días después, con las niñas en huelga de hambre, Alejandro le vuelve a llamar a doña Elvira. Doña Elvira, por favor, mis hijas no paran de llorar, no comen, no juegan. Necesito explicarle a Marisol que todo fue un malentendido. Silencio al otro lado de la línea. Después la voz de la señora se suaviza. Joven, esa muchacha lloró tres días seguidos. Apenas puede trabajar de la tristeza.
¿Cómo cree que voy a reaccionar cuando alguien lastima a mi hija? No la lastimé a propósito, pero la lastimó y ahora quiere arreglarlo. ¿Por qué debería ayudarlo? Porque si usted no me ayuda, cuatro personas van a seguir sufriendo. Yo, las niñas y Marisol también. un largo suspiro.
Está bien, te voy a dar la dirección, pero solo porque mis nietas necesitan a su mamá feliz. Sus nietas. Así es como les dice a las niñas cuando habla conmigo, mis niñas, mis hijas del corazón. Ahora anota la dirección. Encontré dónde está trabajando. ¿Y qué vas a hacer? Molestarla en su trabajo. Voy a explicarle el malentendido.
Alejandro, esa muchacha se ha pasado toda la vida siendo humillada por gente de tu clase. No la lastimes más. No voy a lastimar a nadie. Solo quiero que sepa la verdad. Y si no quiere escuchar, entonces lo respetaré, pero necesito intentarlo. Es medianoche cuando Alejandro llega al edificio de oficinas. El edificio está casi vacío, solo algunas ventanas encendidas.
Le pregunta al portero, “¿Marisol está trabajando hoy?” “Sí, aquí está, octavo piso, en el despacho de abogados.” Alejandro sube por el elevador con el corazón latiéndole fuerte. En el octavo piso encuentra una puerta entreabierta, luz encendida, ruido de aspiradora. Toca la puerta, la aspiradora se detiene. ¿Hay alguien ahí? Marisol, soy yo, Alejandro. Silencio total. Luego unos pasos lentos.
La puerta se abre lentamente y ahí está ella con un uniforme diferente, el cabello recogido, los ojos cansados, más delgada. Don Alejandro, ¿cómo me encontró? Tu mamá me ayudó. Marisol baja la cabeza. No debió haberla molestado. Marisol, necesitamos hablar. No hay nada de qué hablar. Usted hizo lo que tenía que hacer. Yo no era la indicada.
Eso no fue lo que pasó. Lo escuché hablando por teléfono, diciendo que yo era inadecuada, que las niñas merecían a alguien mejor. Alejandro cierra los ojos. Escuchaste mal. Estaba platicando con mi licenciado sobre cómo defenderte de la denuncia, cómo demostrar que eras perfecta para mis hijas. Marisol deja de limpiar y lo mira.
¿A qué te refieres? La llamada era para defenderte, no para atacarte. Cuando leí tu carta, entendí que solo habías escuchado pedazos de la conversación. Pero la licenciada dijo, “A la licenciada la engañaron. Alguien hizo una denuncia falsa solo para alejarte de las niñas.” ¿Quién haría eso? Alejandro duda, pero ella merece saber.
Regina, mi ex, no acepta que te elegí a ti en lugar de a ella. Elegirme, ¿para qué? Para cuidar a mis hijas, para ser parte de nuestra familia, para Se detiene a media frase. ¿Para qué, Alejandro? Respira. para ser más que una empleada, para ser alguien importante en nuestras vidas. Marisol siente que el corazón se le acelera, pero niega con la cabeza. Alejandro, estás confundiendo las cosas.
Yo hago el aseo. Tú eres millonario. Vivimos en mundos diferentes. Y si a mí no me importa que seamos de mundos diferentes, pues a mí sí. Ella se aleja, vete a tu casa, cuida a tus hijas. Búscate a alguien de tu clase. Marisol, por favor, vete. Tengo trabajo que terminar. Alejandro se queda quieto unos segundos, luego suspira y se va.
Desde el estacionamiento no ve la figura escondida detrás de una columna. Regina lo siguió hasta allí. Le toma una foto a Alejandro saliendo del edificio y ya está planeando cómo usarlo en su contra. Ahora tengo la prueba de que está obsesionado con ella murmura sonriendo. Es hora de terminar con esto de una vez por todas.
Regina pasa dos días planeando su jugada final. Va al centro comercial más caro de la ciudad y entra a una joyería elegante. “Buenas tardes, quiero ver esas pulseras”, dice señalando una vitrina. El vendedor le muestra las piezas. Esta es de oro blanco con diamantes. Es una pieza exclusiva. Perfecta. Quiero dos iguales. Dos iguales.
Es un regalo para gemelas. Algo así. Exactamente iguales. Por favor. Regina paga en efectivo y pide que la compra no se registre con tarjeta. No puede dejar un rastro digital. Al día siguiente va al edificio donde trabaja Marisol. Esta vez tiene un plan más elaborado. Durante el día observa el movimiento, ve que hay una supervisora Rosa que está a cargo del personal de limpieza.
Por la tarde, cuando el horario de oficina está terminando, Regina se acerca al edificio y se tropieza en la banqueta justo frente a Rosa. Ay, mi tobillo. Rosa se acerca para ayudar. ¿Se encuentra bien, señora? Creo que me torcí el pie. ¿Podría ayudarme a sentarme? Rosa ayuda a Regina a sentarse en una banca cercana. Mientras tanto, Regina le saca plática. ¿Usted trabaja en este edificio? Sí. Superviso la limpieza.
Qué bueno que haya alguien responsable. Hoy en día no se puede confiar en cualquiera, ¿verdad? Es verdad. Hay cada una. Me imagino, usted ya ha tenido problemas con alguna empleada deshonesta. Rosa la mira con desconfianza. ¿Por qué la pregunta? Regina improvisa. Es que estoy buscando una compañía de limpieza para mi casa, pero me da miedo.
El otro día a una amiga le robó una joya a la señora que le ayuda con la limpieza. Qué horror. Pues sí, por eso prefiero empresas que tengan un control estricto. Aquí sí tenemos mucho control. Revisamos las bolsas, checamos todo. Qué alivio. Pero usted hace eso siempre. No siempre, pero cuando se necesita. Regina siembra la idea.
Menos mal, porque los ladrones son listos, ¿sabe? esconden las cosas entre los productos de limpieza, pensando que nadie va a buscar ahí. Rosa se queda pensativa. Regina se levanta fingiendo que su tobillo ya mejoró. Gracias por la ayuda. Con permiso. Esa noche, cuando Marisol llega al trabajo, Rosa actúa de forma extraña.
Durante la madrugada, a la hora del descanso, Rosa decide hacer una revisión de rutina. Marisol, necesito revisar tus cosas. Revisar por qué es rutina de seguridad. Lo pidió la administración. A Marisol le parece extraño, pero abre su bolsa y sus cosas de la limpieza. Rosa busca y en el fondo del carrito de limpieza, entre los trapos, encuentra la pulsera que Regina le sembró por la tarde.
Dios mío, Marisol, ¿qué es esto? Marisol mira la joya impactada. Nunca en mi vida había visto esta cosa. ¿Cómo que nunca la habías visto? Estaba en tus cosas. Alguien la puso ahí. Te juro que no tengo idea de dónde salió. Pero Rosa ya está tomando el teléfono. Voy a tener que llamar a la policía. Rosa, por el amor de Dios, yo no soy ninguna ladrona.
Marisol, me caes bien, pero la prueba está aquí. No puedo hacer nada. Una hora después, Marisol está en la agencia del Ministerio Público siendo interrogada. Ella llora, jura que es inocente, pero la evidencia está ahí sobre la mesa. La joya fue encontrada entre sus cosas del trabajo. ¿Cómo explica eso?, pregunta el comandante.
Yo no sé. Alguien la puso ahí. ¿Y quién haría eso? Marisol piensa en Regina, pero ¿cómo explicar toda la historia? Va a aparecer un invento de alguien a quien cacharon con las manos en la masa. No sé. Y tal vez alguien a quien no le caigo bien. Esa no es una explicación, señora Hernández. Voy a tener que mantenerla detenida hasta que esto se aclare.
Mientras tanto, Regina le llama a Alejandro. Alejandro, te tengo una noticia terrible. ¿Qué pasó? Es sobre Marisol. ¿Qué pasa con ella? La arrestaron por robo. Alejandro siente que el mundo se le viene encima. ¿Cómo que detenida? Encontraron una joya carísima en sus cosas del trabajo. Fue detenida por robo. Regina, eso es imposible.
Marisol nunca robaría nada. Alejandro, sé que es difícil de aceptar, pero a veces uno no conoce a las personas como cree que las conoce. No, yo conozco a Marisol. Ella es incapaz de hacer algo así. El comandante me llamó porque di tu nombre como su referencia. Dijo que la prueba es irrefutable.
Alejandro cuelga y se queda quieto intentando procesarlo. Luego toma las llaves del coche. Niñas, papá tiene que salir. Su tía Regina se queda con ustedes. ¿A dónde vas?, pregunta Regina. a la agencia del Ministerio Público. Cuando Alejandro se va, Valentina y Camila se acercan a Regina. “La tía Marisol de verdad está detenida.”, pregunta Valentina. “Sí, mi niña, hizo algo muy malo.
” “¿Qué cosa? Robó algo brillante y muy caro.” Camila frunce el seño. ¿Qué tipo de cosa brillante? Una pulsera de oro con piedritas de diamante. Las dos niñas se miran entre sí. Valentina le dice en voz baja a su hermana, igual a la que tiene en el coche. Camila asiente. Entonces Valentina le pregunta a Regina, “Tía Regina, ¿cómo sabe que la pulsera es dorada con una piedrita?” Regina se queda un poco confundida.
¿Cómo dices? Usted no vio la pulsera, ¿verdad? Entonces, ¿cómo sabe de qué color es? Yo, el comandante me la describió, pero Camila, muy lista insiste. ¿Y por qué le iba a llamar el comandante? Usted ni conoce bien a la tía Marisol. Regina empieza a sudar frío. Yo di mi nombre como referencia, pero usted dijo que no le caía bien, completa Valentina.
Las dos niñas corren a su cuarto y cuchichean. Después Valentina baja. Tía Regina. ¿Puedo tomar agua de su coche? Olvidé mi botellita allá. Claro, mi niña. Valentina va hasta el coche de Regina y fingiendo que toma agua, mira dentro de la bolsa que está en el asiento. Adentro, justo como esperaba, hay una pulsera igual a la que Regina describió.
Corre de regreso, Camila, ven acá. Las dos suben al cuarto y Valentina le cuenta lo que vio. Camila se queda boqui abierta. Entonces ella mintió. Ella fue la que puso la pulsera en las cosas de la tía Marisol. Tenemos que decirle a papá. Cuando Alejandro regresa de la agencia del Ministerio Público, devastado porque no pudo liberar a Marisol, las niñas corren hacia él.
Papá, papá. La tía Regina mintió. ¿Cómo que mintió? Ella tiene una pulsera igualita a la que la tía Marisol supuestamente se robó. Alejandro se detiene. Igualita, ¿cómo? Igualita. Igualita dorada con piedritas brillantes. ¿Dónde la vieron? En su bolsa. En el coche.
Alejandro siente como todas las piezas del rompecabezas empiezan a encajar. Regina descubrió dónde trabajaba Marisol demasiado rápido. Sabía detalles de la joya que nadie le había contado. Y ahora las niñas encuentran una pieza idéntica en su poder. Niñas, ¿están completamente seguras? Segurísimas, papá. Alejandro toma su celular y le llama al comandante.
Comandante Ríos, necesito que investigue a una persona. Regina Elisondo. Sospecho que ella le tendió una trampa a Marisol. ¿Qué tipo de trampa? Pudo haber comprado dos joyas idénticas, una para plantarla, otra para quedármela como prueba del delito. Esa es una acusación grave, señor Garsa. Entonces investigue.
Sus hijas vieron la segunda pulsera en su carro. Una hora después, la policía llega a la mansión en las lomas. Regina atiende intentando parecer sorprendida. Oficiales, ¿qué pasó? Necesitamos registrar su casa y su carro, señora. Registrar. ¿Por qué? En el carro de Regina encuentran la segunda pulsera.
En la joyería las cámaras la muestran comprando dos piezas iguales. Confrontada con las pruebas, Regina intenta una última mentira. Las compré para regalarlas. Es una coincidencia. Pero cuando investigan más a fondo, descubren que visitó el edificio donde trabaja Marisol el día anterior al robo. Las cámaras de seguridad del edificio la muestran entrando y saliendo.
Finalmente, acorralada, Regina confiesa, “Está bien, yo la planté, pero fue para proteger a esa familia.” Proteger de qué? de esa mujer estaba manipulando a Alejandro, destruyendo a esas niñas. Eso no justifica un delito. A Marisol la liberan de inmediato.
Cuando Alejandro la encuentra en la puerta de la agencia del Ministerio Público, ella está visiblemente afectada. ¿Cómo están las niñas? ¿Fueron ellas las que te salvaron? Descubrieron la pulsera en el coche de Reguina. Marisol llora de la emoción. Son muy listas. y te quieren mucho. Hay un silencio entre ellos. Entonces Marisol dice, “Alejandro, gracias por creer en mí. Siempre creí, incluso cuando todo parecía demostrar lo contrario.
Aún así, porque te conozco, sé quién eres por dentro.” Al día siguiente, Marisol toca a la puerta de la mansión. Cuando le abren, Valentina y Camila se lanzan sobre ella como misiles. Tía Marisol, ustedes me salvaron ella abrazándolas fuerte. Gracias por ser tan listas. Sabíamos que tú nunca harías algo malo dice Valentina.
La tía Regina es la mentirosa. Completa Camila. Alejandro se acerca lentamente. Marisol, ¿vas a volver? Ella mira la casa a las niñas a él. Alejandro, antes que nada necesito que entiendas una cosa. Yo nunca voy a ser una mujer de tu clase. ¿Y eso qué? Pues que siempre va a haber gente como Regina intentando separarnos.
Siempre habrá quien juzgue, quien critique, quien invente chismes. Que se vayan al No es tan simple. Valentina jala de la falda a Marisol. Tía Marisol, ¿ya no nos quieres? Claro que las quiero. Las amo como si fueran mis propias hijas. Entonces, quédate con nosotras. Camila se une a su hermana.
Por favor, te prometemos que no daremos lata. Marisol mira a las dos, luego a Alejandro. Si regreso, tiene que ser diferente. Diferente como ya no puedo ser solo una empleada. Si vamos a intentar ser una familia, entonces hay que intentarlo de verdad. Alejandro, sonríe. ¿Qué estás proponiendo? Que nos conozcamos mejor como personas, no como patrón y empleada. Sin prisas, pero intentando construir algo juntos.
Marisol Hernández, ¿me estás pidiendo que sea tu novio? Ella se sonroja. Estoy proponiendo que lo intentemos. De verdad, a ver si puede funcionar. Valentina aplaude. Eso quiere decir que vas a ser nuestra mamá. Tranquila, Valentina, las cosas tienen que pasar a su debido tiempo. Pero, ¿vas a vivir aquí? Marisol mira a Alejandro.
Voy a vivir aquí como parte de la familia, no como empleada, cuidándolas a ustedes, ayudando a su papá siendo siendo yo misma. Alejandro se acerca a ella y yo voy a aprender a ser un mejor hombre, un mejor padre, un mejor compañero. Con calma, que no son enchiladas. ¿Puedo darte un beso? Sí. Cuando ellos se besan, Valentina y Camila hacen cara de asco. Guácala, besos de grandes.
Pero luego corren a abrazarlos a los dos juntos. Esa noche, por primera vez en semanas, la casa está en paz. Las niñas duermen tranquilas. Alejandro logra trabajar sin estrés y Marisol prepara el desayuno canturreando. De vez en cuando se cruzan en la cocina e intercambian sonrisas tímidas, como dos adolescentes descubriendo el amor. Regina, ella enfrenta un proceso penal y perdió su trabajo.
A veces la gente mala de verdad paga por lo que hace, pero la vida enseña que cuando encuentras el amor verdadero, siempre aparece alguien queriendo destruirlo. Y en el fondo de su corazón todos saben que esta historia aún no ha terminado. Dos semanas después de que Regina fue arrestada por sembrar la joya, consiguió salir bajo fianza y ahora está libre en espera de su juicio.
En la mansión de las lomas, la vida finalmente encontró la paz. Marisol cuida de las niñas como si fueran sus propias hijas. Alejandro trabaja más tranquilo y el amor entre ellos crece cada día, pero la calma no va a durar mucho. En su departamento, Regina recibe al abogado, el licenciado Castillo. Regina, voy a ser directo.
El caso está complicado. Tenemos las cámaras de la joyería del edificio, el testimonio de las niñas. ¿Y qué sugiere? Aceptar un acuerdo, una sentencia alternativa, servicio comunitario. Jamás. Regina golpea la mesa con la mano. No voy a humillarme por culpa de esa intrusa. Usted sembró evidencia. Eso es un delito grave. Yo protegí a una familia.
Después de que el abogado se va, Regina se queda sola planeando su venganza final. Si va a caer, va a arrastrar a Alejandro con ella. Toma el teléfono y comienza una nueva campaña de mentiras. Llama a gente influyente de la ciudad, a excompañeros de la escuela, a padres de familia. Bueno, Marcia, habla Regina.
Necesito contarte algo terrible sobre Alejandro Garza. Bueno, Fernando, ubicas a su niñera. Pues descubrí unas cosas. En cada llamada inventa una historia diferente, que Marisol está descuidando a las niñas, que les pega cuando Alejandro no está en casa, que le está robando dinero poco a poco.
A la mañana siguiente, Alejandro recibe una llamada que le hiela la sangre. Señor Garza, hablamos de la fiscalía. Necesitamos agendar una reunión urgente sobre la situación de sus hijas. ¿Qué situación? Llegaron nuevas denuncias graves a las oficinas del DIF. Maltrato, negligencia, apropiación de bienes. Alejandro siente que el mundo se le viene encima.
¿Quién hizo esas denuncias? Son múltiples y anónimas, pero necesitamos investigar de inmediato. Cuando cuelga, Marisol ve que algo anda mal. ¿Qué pasó? Fue Regina. No se ha rendido. ¿Cómo qué? Nuevas denuncias. Esta vez más graves. Dicen que maltratas a las niñas que estás robando. Marisol siente que las piernas le flaquean otra vez. No, Alejandro. No aguanto pasar por esto de nuevo.
No va a ser como la última vez. Ahora sabemos quién es. Y si le creen. Y si te quitan a las niñas. Alejandro le toma las manos. No nos las van a quitar. Pero esta vez vamos a estar preparados. Esa tarde le llama a su abogado. Licenciado Castillo, volvió a atacar. Necesito su ayuda. ¿Qué tipo de denuncia? Maltrato, negligencia, robo? Todo es mentira, pero lo está esparciendo por toda la ciudad.
Alejandro, ¿tienes idea de cómo probar que es mentira? Sí, la tengo. Vamos a hacer que confiese. Frente a testigos. ¿Cómo? Haciéndole creer que ganó, que logró convencerme de que Marisol es peligrosa. Eso es arriesgado. Más arriesgado es dejar que siga destruyendo a mi familia. Alejandro llama a Marisol y a las niñas para hablar.
Familia, vamos a tener que fingir algo. ¿Qué tipo de cosa? Pregunta Valentina. Que Regina logró engañarnos. que le creo sus mentiras. ¿Por qué quiere saber Camila? Para que confiese todo lo que anda haciendo. Marisol frunce el seño. Alejandro, ¿y si sale mal? No va a pasar, pero necesito que confíen en mí. Tres días después, Alejandro está en la agencia del Ministerio Público con Marisol, frente a una mesa llena de autoridades.
La licenciada Carla Ramírez, una trabajadora social, un psicólogo infantil y un representante del DIF. Señor Garza, comienza la licenciada Carla, las denuncias esta vez son muy graves. ¿Qué tipo de denuncias? que la señorita Marisol golpea a las niñas cuando usted no está, que se está apropiando de su dinero, que las niñas están siendo descuidadas.
Marisol siente ganas de llorar, pero Alejandro le aprieta la mano. Licenciada Carla, estas denuncias vienen de la misma persona que le sembró pruebas a Marisol. No tenemos cómo confirmarlo, ya que son anónimas. El psicólogo, el Dr. Enrique interviene. Hablamos con las niñas ayer. Ellas niegan cualquier maltrato.
Entonces, ¿cuál es el problema? La trabajadora social responde, “El problema es la cantidad de denuncias. Son cinco personas distintas reportando problemas. cinco personas distintas o cinco llamadas de la misma persona. Carla revisa los papeles. No tenemos cómo verificar eso ahora.
Por precaución, la señorita Marisol debe mantenerse alejada de las niñas hasta que lo resolvamos. Marisol no puede contenerse. Esto es un acoso. ¿Cuántas veces voy a tener que demostrar que soy inocente? Señorita Marisol, entendemos. Pero Alejandro interrumpe. No, esta vez no. Si ustedes quieren alejar a Marisol de mis hijas basándose en mentiras, entonces quizá sí me equivoqué.
Marisol lo mira confundida. Alejandro, quizá las personas que me advirtieron tienen razón. Tal vez estoy siendo manipulado. ¿De qué estás hablando? Alejandro evita mirarla a los ojos. Marisol, creo que es mejor que te vayas de la casa. hasta que esté seguro de quién eres realmente. El silencio en la sala es denso. Marisol se levanta temblando.
No puedo creer que estés haciendo esto otra vez. Es mejor así. Está bien. Entendí el mensaje. Y sale de la habitación siguiendo el plan que acordaron. Cuando llegan a casa, Valentina y Camila están esperando. Y bien, ¿cómo les fue? Alejandro actuando su papel. La tía Marisol se va a tener que ir de la casa. ¿Qué? Gritan las dos.
Las autoridades creen que es lo mejor y quizá tengan razón. Papá, ¿te volviste loco? Valentina se indigna. Marisola aparece con una maleta. Niñas, su papá tiene razón. Es mejor que me vaya. No, tía Marisol, no te vayas. Camila se aferra a ella. Prometiste que nunca más te ibas a ir.
A veces las promesas se rompense Marisol con lágrimas de verdad en los ojos. Sale por la puerta principal para que todo el vecindario la vea. Dos horas después, como era de esperarse, suena el teléfono. Alejandro, soy Regina. Supe que tu empleada se fue otra vez. ¿Cómo te enteraste tan rápido? Ay, esas cosas vuelan.
Sobre todo cuando alguien sale cargando una maleta a plena luz del día. ¿Qué quieres, Regina? Nada en especial, solo llamaba para ofrecerte mi ayuda. Necesitas a alguien de confianza que cuide a las niñas. Alejandro respira hondo. Puede ser. Ven para acá. En serio, por fin abriste los ojos. Creo que sí.
Perfecto, ya voy para allá. Cuando cuelga el licenciado Castillo, que estaba escondido grabando todo, dice, “La primera parte salió bien. Ahora hay que esperar a que se entregue.” Esa misma tarde, Regina llega a la mansión en las lomas con aire triunfante. Incluso trajo una maleta pequeña como si fuera a quedarse unos días. Alejandro, sé que fue difícil para ti aceptar la verdad sobre esa mujer.
Sí que lo fue, pero ahora verás lo bueno que es tener a alguien adecuado cuidando de tus hijas. Valentina y Camila bajan por la escalera visiblemente molestas. Papá, ¿cuándo regresa la tía Marisol? Ella no va a regresar, responde Regina antes que Alejandro. No te queremos aquí”, dice Camila enojada.
“Camila, no hables así”, la regaña Alejandro sin convicción. Regina se agacha a la altura de las niñas. “Niñas, van a ver que soy mucho mejor que esa mujer. ¿Por qué le tienes tanto coraje a la tía Marisol?”, pregunta Valentina. Porque las engañó. Fingió que las quería solo para volverse rica. Eso no es cierto. Claro que sí. Las mujeres como ellas son peligrosas.
Alejandro grabando discretamente la provoca. Regina, ¿cómo estás tan segura de eso? Por favor, es obvio. Una mujer que hace la limpieza jamás se interesaría en ti si fueras pobre. ¿Y tú te habrías interesado en mí si yo fuera pobre? Regina vacila. Eso es diferente. Tú siempre me has gustado de verdad. Incluso cuando esparciste mentiras sobre ella, yo no esparcí mentiras.
Yo le advertí a la gente del peligro. ¿Qué peligro, Alejandro? Eres muy ingenuo. ¿No ves que te estaba usando? ¿Que iba a acabar contigo? Valentina, siguiendo el plan, pregunta, “Tía Regina, ¿fuiste tú la que le dijo a la gente que tía Marisol nos pegaba?” Regina se pone nerviosa.
Yo yo solo conté lo que oí, pero tú nunca la viste pegarnos. No necesito verlo para saberlo. Las mujeres como ellas siempre hacen eso. ¿Y cómo lo sabes?, insiste Camila. Porque conozco a las de su tipo. Alejandro presiona más. Regina, ¿a cuánta gente le llamaste para advertirles sobre Marisol? Yo no recuerdo exactamente. Fuiste tú la que hizo las denuncias anónimas otra vez, Regina, suda, frío.
Hice lo que cualquier persona responsable haría. Entonces, admite que lo hizo. Admito que protegía a esta familia y lo volvería a hacer. En ese momento, el licenciado Castillo sale de detrás de la cortina. Gracias por la confesión, señora Regina. Regina palidece.
¿Quién es usted? El abogado de Alejandro y testigo de su segunda confesión de un delito. ¿Qué confesión? Yo no he confesado nada. El licenciado Castillo muestra la grabadora. Hice lo que cualquier persona responsable haría y lo volvería a hacer. Denuncia falsa con reincidencia. Regina intenta correr, pero Alejandro le bloquea la puerta. ¿A dónde vas? Aún no hemos terminado. No voy a decir nada más. Claro que sí.
Vas a explicar cuántas otras mentiras inventaste. Y entonces suena el timbre. Alejandro abre la puerta. Afuera están la licenciada Carla Ramírez, la trabajadora social y dos policías. Buenas tardes, señor Garza. ¿Podemos pasar? Claro. Cuando ven a Regina en la sala, la licenciada Ramírez no oculta su sorpresa. Señora Regina, ¿qué está haciendo usted aquí? Yo vine a ayudar a Alejandro con los niños. Qué coincidencia, dice uno de los policías.
Estamos investigando las denuncias anónimas y descubrimos algo interesante. El licenciado Castillo se acerca. ¿Qué descubrieron? Las cinco llamadas salieron del mismo teléfono y triangulamos la señal. El policía le muestra un papel a Regina. Reconoce este número, señora. Es su teléfono. Regina se queda sin reacción.
La licenciada Ramírez niega con la cabeza, “Señora Regina, usted hizo cinco denuncias falsas usando nombres diferentes. Yo yo no tenemos las grabaciones de las llamadas. Un peritaje de voz lo confirmará, pero ya es reconocible. El segundo policía interviene. Además, aquí tenemos la grabación que el licenciado nos acaba de entregar. Él pone el audio. La voz de Regina resuena en la sala.
Hice lo que cualquier persona responsable haría y lo volvería a hacer. Regina intenta una última defensa. Yo solo estaba tratando de proteger a estas niñas. ¿De qué? Pregunta la licenciada Carla. De esa mujer peligrosa. Señora Regina. La señorita Marisol fue investigada dos veces. Nunca encontramos nada porque ustedes no buscaron bien. La trabajadora social interviene.
Señora Regina, hablamos con los vecinos, las maestras, el doctor de las niñas, los empleados de la casa. Todos confirman que las niñas están bien cuidadas y son felices. Mintieron. 15 personas mintieron, pero solo usted dice la verdad. Valentina se acerca a Regina. ¿Por qué quieres separarnos de ti a Marisol? Regina mira a la niña y por primera vez su máscara se cae por completo.
Porque ella me quitó lo que era mío, su papá era mío, esa familia era mía. Pero ustedes ya habían terminado, dice Camila. Terminamos porque él estaba de luto, confundido. Si ella no hubiera aparecido, él habría vuelto conmigo. Alejandro niega con la cabeza. Regina, yo nunca iba a volver. Nuestra relación se terminó porque no funcionaba. Mentira. Claro que funcionaba. Éramos perfectos juntos.
éramos convenientes, no es lo mismo. La licenciada Ramírez interviene. Señora Regina, necesita venir con nosotros. ¿A dónde? De regreso a la agencia del Ministerio Público. La difamación reincidente es un delito grave. Cuando los policías se acercan, Regina tiene un último arrebato. Ustedes no entienden. Yo salvé a esta familia.
Esa mujer iba a destruirlo todo. La única cosa destruida aquí fue tu propia vida, responde Alejandro con tristeza. Mientras se llevan a Regina, quien sigue gritando que estaba protegiendo a todos, la casa finalmente queda en silencio. El licenciado Castillo guarda la grabadora.
Con esta segunda confesión y la evidencia de las llamadas le van a dar varios años. Y las niñas, caso cerrado, no hay nada en contra de Marisol. Valentina y Camila corren hacia Alejandro. Papi, ahora sí puede volver tía Marisol. Claro que sí, para siempre. Para siempre. La licenciada Ramírez se despide. Señor Garza, lamentamos toda esta molestia. Es evidente que sus hijas están en buenas manos.
Después de que todos se van, Alejandro le llama a Marisol. Amor, ya puedes volver a casa. Una hora después, Marisol regresa a casa. Valentina y Camila se le echan encima. Tía Marisol, me salvaron otra vez, dice abrazando a las dos. Nosotras siempre te vamos a proteger, promete Valentina, igual que tú nos proteges a nosotras. Completa Camila.
Alejandro se acerca. ¿Cómo estás? Bien, cansada de que me persigan, pero bien. Regina fue arrestada de nuevo. Esta vez se va a quedar un buen rato. Y las denuncias todas archivadas. Ya no hay nada en tu contra. Marisol se sienta en el sofá todavía procesando. ¿Será que ahora sí se acabó? Se acabó. Ya no puede hacernos daño. Valentina se sube al regazo de Marisol.
Tía Marisol, ahora que todo terminó, ¿te vas a casar con mi papá? Marisol se sonroja. Valentina, es que queremos que seas nuestra mamá de verdad. Camila se une también en el papel. Alejandro se ríe. Niñas, esas cosas no se deciden así. ¿Por qué no? Pregunta Valentina. Porque primero necesito pedirle matrimonio como se debe. Entonces pídeselo aplaude Camila.
Marisol mira a Alejandro Curiosa. Me ibas a pedir matrimonio estaba esperando el momento perfecto. ¿Y cuándo sería el momento perfecto? Cuando estuviera seguro de que nada nos iba a separar. Y ahora lo estás. Alejandro le toma las manos. Lo estoy. Hemos pasado por tanto juntos engaños. mentiras, la cárcel, humillaciones y a pesar de todo, aquí seguimos. Aquí seguimos.
Eso demuestra que nuestro amor es más fuerte que cualquier problema. Valentina interrumpe. Pues pídeselo ya a papá. Valentina, deja que papá hable. La regaña Camila. Alejandro se ríe y se arrodilla en el suelo frente a Marisol. Marisol Hernández, cambiaste mi vida y la de mis hijas.
Trajiste alegría donde solo había tristeza, amor donde solo había un vacío. Alejandro, ¿aceptas casarte conmigo? ¿Aceptas ser oficialmente la mamá de mis hijas? ¿Aceptas construir una familia de verdad? Marisol lo mira a él y luego a las niñas que esperan ansiosas. Y si aparece otra regina, y si alguien más intenta separarnos, entonces lo enfrentaremos juntos. como una familia.
¿Estás seguro? Absolutamente. ¿Y ustedes niñas, ¿quieren a tía Marisol como su mamá oficial? Sí, queremos. Gritan las dos al mismo tiempo. Marisol ríe con lágrimas en los ojos. ¿Cómo voy a decirles que no a ustedes tres? Entonces, ¿aceptas?, pregunta Alejandro. Acepto, claro que acepto.
Alejandro se levanta y la besa, mientras Valentina y Camila hacen una mueca de asco. Guácala otra vez, pero enseguida corren a abrazarlos a los dos. Esa noche, después de que las niñas se durmieron, Alejandro y Marisol se quedan en la terraza conversando sobre el futuro. ¿Cuándo te quieres casar?, pregunta él. No tiene que ser nada muy grande.
¿Por qué no? Porque no tengo una familia grande. No conozco a mucha gente. Marisol, nos tienes a nosotros y nosotros somos tu familia ahora. Es verdad. Además, quiero que toda la ciudad vea que eres mi esposa, que nadie más intente meterse con nosotros. ¿Crees que todavía pueda aparecer gente que quiera separarnos? Siempre es posible, pero ahora van a saber que se metieron con la familia equivocada. Marisol se acurruca en su pecho.
Te amo, Alejandro, y yo te amo a ti, futura señora Garza. Una semana después, Alejandro toma una decisión que sorprende a todos. Organiza una rueda de prensa en su empresa. Amor, ¿por qué vas a hablar con la prensa? pregunta Marisol nerviosa. Porque quiero que le quede claro a toda la ciudad quién eres y cuál es tu lugar en mi vida. No es necesario.
Claro que lo es. Ya has sufrido demasiadas humillaciones. Ahora es momento de que recibas el respeto que mereces. En la rueda de prensa, Alejandro se coloca frente a los micrófonos con Marisol a su lado y las niñas en primera fila. Buenas tardes. Los he convocado aquí para aclarar algunos hechos sobre mi vida personal.
Los periodistas se preparan para escribir. En los últimos meses mi familia ha sido blanco de acoso y mentiras. Una persona usó la posición de poder que tenía para intentar destruir nuestra felicidad. “Señor Garsa, ¿puede darnos más detalles?”, pregunta una reportera. Claro. Regina Elisondo, exdirectora del colegio Santa Teresa, no aceptó el fin de nuestra relación.
Ella plantó pruebas, hizo denuncias falsas y esparció mentiras sobre la mujer que amo. “¿Y esa mujer es la señorita Marisol?”, pregunta otro periodista. “Esa mujer es Marisol Hernández, mi prometida y la futura madre de mis hijas. Un murmullo recorre la sala. Señor Garza, ¿es verdad que la señorita Marisol era su empleada? Era mi empleada doméstica y se convirtió en la persona más importante de mi vida.
¿Cómo pasó eso? Alejandro mira a Marisol, quien está visiblemente conmovida. Ella salvó a mis hijas cuando nadie más podía. Nos cuidó cuando más lo necesitábamos. Nos amó cuando estábamos rotos. Y ahora se van a casar. Así es. Y quiero que toda la ciudad sea testigo, porque el amor verdadero no conoce de clases sociales.
Una periodista le pregunta a Marisol, “Señorita Marisol, ¿cómo se siente al ser perseguida de esta manera?” Marisol se acerca al micrófono tímida. Fue muy difícil, pero me enseñó que cuando amas de verdad vale la pena luchar. Y sobre las críticas de que usted está interesada en el dinero. Quien me conoce sabe que eso no es verdad. He trabajado toda mi vida.
Siempre me he mantenido sola. Lo que yo quiero de Alejandro no es su dinero, es su amor. Y el de las niñas, Valentina se levanta de la silla. Puedo hablar. Los periodistas se ríen. Claro, pequeña. La tía Marisol es la mejor persona del mundo. Ella nos cuida, juega con nosotros, nos quiere de verdad.
Quien habla mal de ella no la conoce. Camila se une. Es verdad. Ella va a ser la mejor mamá del mundo. La sala se conmueve. Algunos periodistas están visiblemente conmovidos. Alejandro concluye, eso es lo que quería decir. Marisol Hernández ya no es mi empleada, es mi familia y a la familia se le protege. Cuando salen de la conferencia de prensa, Marisol está radiante.
Gracias por hacer esto. Gracias a ti por existir. Por primera vez en mucho tiempo caminan por la calle sin miedo a ser juzgados. Su amor ahora es público, oficial e incuestionable. Y en dos semanas también será bendecido por Dios en la iglesia.
Dos semanas después de la conferencia de prensa, la vida en la mansión en las lomas era perfecta. Los preparativos de la boda iban a todo vapor y las niñas no paraban de hablar de que serían las pajes. Una mañana de sábado, Marisol organizaba las invitaciones en la mesa cuando Valentina corrió hacia ella. Tía Marisol, ¿cuántos días faltan? 15 días, mi amor. Ay, qué tardado. Camila apareció.
Ya sé qué canción voy a cantar cuando entres a la iglesia. Tú no vas a cantar, tonta. Nosotras vamos a aventar pétalos. La corrigió Valentina. Puedo hacer las dos cosas. Alejandro bajó sonriendo. ¿Qué es todo este escándalo? Papá, Camila quiere cantar en la iglesia y por no podría. En ese momento sonó el timbre.
Alejandro regresó con cara seria. ¿Quién era?, preguntó Marisol. Un actuario. Regina salió de la cárcel. Le concedieron una apelación. El ambiente cambió al instante. Marisol sintió que se le revolvía el estómago, como que le concedieron una apelación. Su abogado alegó que la confesión fue obtenida mediante una trampa.
El juez lo aceptó. ¿Y ahora qué? Ahora ella está libre hasta el juicio. Valentina se acercó. Regresó la tía mala. Regresó mi hija, pero no se nos puede acercar. Esa tarde el teléfono no paró de sonar. Bueno, Marisol, hablamos de la florería. Usted canceló las flores de la boda.
Yo no cancelé nada, pero alguien llamó haciéndose pasar por usted. Marisol colgó y corrió al despacho. Alejandro, está cancelando todo lo de la boda. El teléfono sonó de nuevo. Era del servicio de banquetes. Señor Garza. Su prometida llamó para cancelar todo. Dijo que descubrió que usted tiene otra. Mi prometida no canceló absolutamente nada.
Luego llamaron de la iglesia. Señor Garza, la señorita Marisol llamó muy molesta para cancelar la ceremonia. Padre Juan, es mentira. Alguien se está haciendo pasar por ella. Cuando colgó, Marisol estaba pálida. Va a lograr arruinar nuestra boda. No lo hará. Voy a llamarles a todos para explicarles.
Pero esa noche las cosas empeoraron. El comandante Ríos llamó. Señor Garza, la señora Regina Elisondo levantó una nueva denuncia. ¿Y ahora qué fue? Dice que su prometida la amenazó, que le dijo que iba a acabar con ella si no se detenía. Eso es mentira. Marisol estuvo conmigo todo el tiempo.
Señor, sé que es complicado, pero va a tener que declarar. Alejandro le explicó a Marisol. Ella no se va a rendir nunca. Entonces, casémonos antes, el lunes solo por el civil. Y la fiesta, las niñas están muy ilusionadas. La fiesta la hacemos después. Lo importante es hacerlo oficial. Ya. Valentina, que estaba escuchando, bajó, “¿Se van a casar el lunes? ¿Solo en el registro civil? La fiesta después.
¿Por qué? Porque la tía mala está tratando de arruinarlo todo otra vez. Camila apareció. Entonces, cásense el lunes. No nos importa la fiesta. ¿Están seguras? Segurísimas. Solo queremos que estén juntos para siempre. Lunes por la mañana en el registro civil. Alejandro, Marisol, las niñas y doña Elvira estaban listos para la ceremonia. Nerviosa mi hija?”, preguntó doña Elvira.
Un poquito, pero de los nervios buenos. Valentina y Camila insistieron en usar vestidos de fiesta, aunque fuera en el registro civil. El juez, el señor Antonio, sonríó. “Pocas veces veo a unos novios tan felices un lunes por la mañana. Ya no podíamos esperar más”, explicó Alejandro.
Entonces, ¿podemos comenzar? Pero justo en el momento en que el señor Antonio iba a hablar, la puerta se abrió. Regina entró con un actuario judicial. “Detengan esta ceremonia”, gritó ella. Todos se voltearon impactados. “Señora Regina, ¿qué está haciendo usted aquí?” impidiendo un error, mostró unos papeles. Tengo aquí una orden judicial que suspende esta boda.
Marisol sintió que las piernas le flaqueaban. ¿Con base en qué? En las denuncias que presenté. Hasta que se resuelvan, ustedes no pueden casarse. Alejandro se puso delante de Marisol. ¿Qué denuncias? Amenazas que ella me hizo. Intento de intimidación. Señor Antonio miró los papeles. Es una orden válida. No puedo continuar. Valentina comenzó a llorar.
¿Por qué no nos deja ser felices? Camila se escondió detrás de doña Elvira. Le tengo miedo a la tía mala. Regina miró a las niñas. Pobres niñas, no saben la clase de persona que es esa mujer. ¿Qué clase de persona? Preguntó Marisol enojada. Una interesada. Se aprovecha de un viudo y de unas niñas huérfanas. Eso es mentira. Ya veremos cuando el juez analice las pruebas.
Alejandro se acercó. Regina, ya basta. Ya perdiste. No he perdido nada. Ustedes van a perder cuando descubran la verdad sobre ella. ¿Qué verdad? Regina sonrió con malicia. Ah, ya lo descubrirán muy pronto. El oficial intervino. Señores, por favor, salgamos. El registro civil no es lugar para discutir.
En el coche, de regreso a casa, las niñas estaban calladas. “Papá, ¿va a lograr detenerlos?”, preguntó Valentina en voz baja. “No, mi amor, es solo otra de sus mentiras. Pero, ¿y si el juez le cree? Valentina, hazle caso a tu papá. Me voy a casar con tía Marisol, aunque sea lo último que haga en mi vida. Marisol le tomó la mano.
Lo vamos a lograr. ¿Cómo estás tan segura? Porque ya hemos pasado por cosas peores. Doña Elvira, que se había quedado callada, dijo, “Esa mujer está enferma. Necesita ayuda. Es una obsesión, mamá. Si ella no puede tener a Alejandro, nadie puede. Esa tarde el licenciado Castillo llamó, Alejandro, logré posponer la audiencia para el viernes. ¿Cómo? Impugné sus pruebas, dije que son falsas.
¿Y funcionó? Sí, pero hay una condición. ¿Cuál? No pueden casarse hasta que esto se resuelva. Alejandro colgó molesto otra semana sin podernos casar. No importa. Lo importante es que al final lo vamos a lograr. ¿Estás segura? Sí. ¿Sabes por qué? ¿Por qué? Porque por primera vez en mi vida tengo algo por lo que vale la pena luchar. La semana fue un infierno.
Regina aparecía en todos los lugares a los que iban, el supermercado, la escuela, la iglesia, el parque. “Papá, ¿por qué nos está siguiendo?”, preguntó Camila. Porque está mal de la cabeza, mi hija. ¿Cómo que mal? No puede aceptar que perdió. Valentina miró por la ventana del carro. Se está riendo. Deja que se ría, ya llorará.
Regina no solo lo seguía, andaba esparciendo mentiras por toda la ciudad, en la panadería, la farmacia, el banco. ¿Supiste que Marisol amenazó de muerte a Regina?, comentó una vecina. No te creo. Regina lo contó. Dijo que hasta tiene una grabación. Marisol escuchaba los murmullos y sentía que el corazón se le encogía. Alejandro, la gente le está creyendo otra vez. No importa.
La verdad siempre sale a la luz y si no sale, va a salir. Siempre sale. La víspera de la audiencia. Marisol no podía dormir. Se quedó en el balcón mirando las estrellas. Alejandro se acercó. No puedes dormir. Tengo miedo. ¿De qué? ¿De que mañana todo salga mal? ¿De que le crean a ella? Alejandro la atrajo hacia él. Marisol, mírame.
Ella lo miró a los ojos. Aunque el mundo entero se ponga en tu contra, yo nunca me voy a rendir. Aunque perdamos, aunque perdamos, nos escapamos al fin del mundo si es necesario. Y las niñas vienen con nosotros. Ellas te quieren tanto como yo. ¿Lo prometes? Lo prometo y mi promesa vale más que el papel de un juez.
El sábado toda la familia se arregló para la audiencia. Doña Elvira los acompañó para apoyarlos. Hija, sea cual sea el resultado, recuerda que ya ganaste lo más importante. El qué, mamá, una familia que te quiere. Valentina se volteó. Tía Marisol, si ustedes no se pueden casar en el papel, se casan en el corazón.
¿Cómo es eso? Ustedes prometen estar juntos para siempre, aunque no haya un papel. Claro, Valentina. Entonces, está bien. El papel es solo papel. Lo que importa es el amor. Camila estuvo de acuerdo. Es cierto. Nosotras ya te consideramos nuestra mamá. Marisol llegó a la audiencia más tranquila. Tenía razón. Su amor era más grande que cualquier papel.
El juzgado familiar estaba lleno. Varios vecinos vinieron a presenciar el caso que era el tema de conversación en toda la ciudad. La jueza Patricia era conocida por ser estricta, pero justa. Estamos aquí para analizar las alegaciones que impiden el matrimonio. Señora Regina, ¿puede comenzar? Regina se puso de pie, segura de sí misma, pero a diferencia de las veces anteriores, esta vez se había preparado mejor. Su señoría, esta mujer representa un peligro real.
Tengo aquí una grabación de ella amenazándome. Puso a reproducir un audio. Era una voz de mujer, pero distorsionada, diciendo cosas amenazantes. El licenciado Castillo se puso de pie. Su señoría, la calidad de esa grabación es pésima. Podría ser cualquiera. También tengo testigos que escucharon las amenazas, continuó Regina.
llamó a dos mujeres que juraron haber escuchado a Marisol amenazar a Regina en el supermercado. La jueza se quedó pensativa. Las pruebas eran débiles, pero existían. “Señorita Marisol, usted amenazó a la señora Regina. Nunca, su señoría, yo ni siquiera le hablo. Las testigos afirman lo contrario.
El licenciado Castillo pidió la palabra. Su señoría, ¿puedo interrogar a estas testigos? Proceda. Se dirigió a la primera mujer. Señora, ¿a qué distancia estaba cuando escuchó la supuesta amenaza? A unos 10 m en un lugar cerrado o abierto en el estacionamiento del supermercado con el ruido de los coches pasando. Sí. Y aún así pudo escuchar una conversación a 10 metros de distancia. La mujer titubió.
Yo sí la escuché, señora. La señora Regina le prometió algo a cambio de su testimonio. Regina se levantó. Objeto. Pero la mujer ya estaba nerviosa. Ella ella dijo que era para ayudar. La segunda testigo, al ver a la primera flaquear, también se puso nerviosa. Entonces el licenciado Castillo jugó su mejor carta.
Su señoría, tengo aquí las grabaciones de las cámaras de seguridad del supermercado del día en cuestión. Mostró las imágenes. Marisol y Regina ni siquiera se encontraron en el lugar. ¿Cómo es que las testigos escucharon una conversación que nunca ocurrió? Hubo murmullos en la sala. Regina palideció, pero ella no se rindió. Pudo haber sido otro día.
¿Qué día, señora Regina? Yo no recuerdo exactamente. La jueza estaba perdiendo la paciencia. Señora Regina, ¿usted tiene alguna prueba concreta? Tengo mi palabra, su palabra contra la de ella, y usted ya fue condenada por sembrar pruebas en contra de la misma persona. Pero esta vez es diferente. En ese momento, Valentina pidió la palabra.
¿Puedo hablar, señora jueza? La doctora Patricia sonrió. Claro, mi niña. La tía Marisol nunca hablaría mal de nadie, ni siquiera puede matar una cucaracha. ¿Cómo iba a amenazar a alguien? Camila se unió. Es verdad. Y la tía Regina miente mucho. Ya ha mentido sobre la tía Marisol un montón de veces. La jueza se conmovió.
Niñas, ¿ustedes quieren que la tía Marisol sea su mamá? Queremos, gritaron las dos. La doctora Patricia miró a Regina. Señora Regina, voy a ser clara. Sus pruebas son débiles. Sus testigos no son confiables y usted tiene un historial de acusaciones falsas. Pero no hay peros. La orden judicial queda revocada. La sala estalló en aplausos.
Alejandro besó a Marisol. Las niñas brincaron de alegría. Regina salió del juzgado familiar sola, una vez más derrotada. ¿De verdad se acabó?, preguntó Marisol. Se acabó. Nadie más puede separarnos. Una semana después, en una mañana de sábado, la iglesia de Santa Teresa estaba hermosa, decorada con flores blancas y rosas, llena de gente. El pueblo se había movilizado para ayudar.
Algunos vecinos prepararon botanas, otros trajeron refrescos. Nada muy caro, pero hecho con amor. En el cuarto de la novia, Marisol estaba nerviosa. Mamá, ¿y si me tropiezo? No te vas a tropezar, hija. Estás hermosa. Valentina y Camila, con sus vestidos rosas estaban radiantes. “Mamá, pareces una princesa”, dijo Valentina.
Era la primera vez que la llamaban mamá. Marisol se emocionó. Gracias, mis hijas. ¿Podemos llamarte mamá siempre?, preguntó Camila. Claro que sí. Ustedes ya son mis hijas desde hace mucho tiempo. Las dos la abrazaron. En la iglesia Alejandro esperaba en el altar. A su lado, el licenciado Castillo como padrino y el padre Juan sonriendo.
La iglesia no estaba a reventar como en una boda de telenovela, pero había suficiente gente, vecinos, algunos amigos, compañeros de trabajo. Cuando la marcha nupsial comenzó, todos se pusieron de pie. Valentina y Camila entraron arrojando pétalos. Después entró Marisol del brazo de doña Elvira. Alejandro no pudo contener las lágrimas. Estaba perfecta.
Estás hermosísima le susurró cuando llegó. Tú también. El padre Juan comenzó. Queridos hermanos, estamos aquí para celebrar el amor de Alejandro y Marisol. Un amor que ha vencido muchas dificultades. Miró a todos. Todos hemos acompañado la lucha de esta pareja. Los vimos ser perseguidos, pero también vimos crecer su amor. A la hora de los votos, Alejandro dijo, “Marisol, entraste a mi vida para limpiar mi casa y terminaste limpiando mi corazón. Prometo amarte y protegerte siempre.
” Marisol, emocionada. Alejandro, tú me enseñaste que no importa dónde nacemos, sino quién elegimos ser. Prometo amarte a ti y a nuestras hijas hasta el último día. Valentina y Camila lloraban en la primera banca. Yo los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia. El beso fue aplaudido por todos.
Las niñas corrieron hacia el altar. Ahora somos una familia de verdad, gritó Valentina. Para siempre, completó Camila. En la fiesta, en el jardín de la mansión todos se divirtieron. Había botanas y refresco, música sencilla, pero mucha alegría. Doña Elvira bailó con Alejandro. Gracias por hacer feliz a mi hija.
Gracias a usted por haberla criado. Cuando anocheció y los invitados se fueron, la familia se reunió en la sala. ¿Cómo se sienten?, preguntó Marisol. Completas. respondió Valentina. Felices completó Camila. Alejandro las juntó a todas en un abrazo. ¿Saben cuál es la mejor parte? ¿Qué? Que nuestra historia va a demostrar que el amor verdadero siempre gana.
Afuera, Regina pasó en su coche por última vez. En el asiento había una maleta. Se estaba yendo de la ciudad para siempre. Dentro de la casa la familia Garza comenzaba su nueva vida. Unidos y felices. 6 meses después de la boda, la vida había encontrado su ritmo. La mansión ahora se sentía como un verdadero hogar.
Juguetes en el jardín, dibujos en el refrigerador, fotos de la familia. Alejandro trabajaba más desde casa. Marisol había empezado a estudiar pedagogía por las noches y las niñas eran las más felices de la escuela. Una mañana de domingo, toda la familia estaba en la cocina desayunando cuando Valentina hizo una pregunta.
Papá, ¿crees que la tía mala va a volver? No, mi amor, se fue muy lejos y si regresa, entonces la enfrentaremos juntos como familia. Y Camila le dio un sorbo a su jugo. Papá, ¿por qué era tan mala con nosotras? Alejandro pensó en la respuesta. A veces las personas hacen cosas malas cuando están sufriendo por dentro, pero eso no lo justifica. Ella estaba sufriendo, sí, pero eligió hacer sufrir a los demás también.
Marisol se unió a la conversación. Lo importante es que ustedes aprendieron algo muy valioso. ¿Qué cosa?, preguntó Valentina. que la verdadera familia es la que está a tu lado en los momentos difíciles, como ustedes lo hicieron”, sonrió Camila, “como ustedes también me defendieron desde el primer día.” Alejandro miró a su familia reunida.
“¿Saben una cosa? Yo era un hombre muy triste antes de que ustedes llegaran. ¿Por nuestra primera mamá?”, preguntó Valentina. Por eso también, pero sobre todo porque se me había olvidado cómo ser feliz. Y ahora, ahora me despierto todos los días agradeciendo que existen. Marisol le tomó la mano. Hemos pasado por mucho, ¿verdad? Sí, pero cada minuto valió la pena.
¿Por qué? Porque ahora sé que nuestra familia puede enfrentar lo que sea. Valentina aplaudió. Somos como los superhéroes. ¿Cómo? Rió Marisol. Pues que cuando viene un villano a molestar, nosotros nos unimos y le ganamos. Camila asintió. Es cierto, la familia de superhéroes. Alejandro se levantó y abrió los brazos. Entonces, vengan acá, superfilia.
Todos se abrazaron en medio de la cocina riendo y apretujándose. Afuera la vida continuaba. otros dramas, otras historias, otras personas luchando por sus sueños. Pero dentro de esa casa, una familia había aprendido la lección más importante, que el amor verdadero no es perfecto, pero es fuerte, no evita los problemas, sino que los enfrenta juntos y que a veces, cuando menos te lo esperas, alguien entra en tu vida disfrazado de empleada y se convierte en lo más preciado que tienes.
Porque al final de cuentas la familia no es solo quien nace junta, es quien elige permanecer junta. ¿Te gustó esta historia? ¿Crees que Regina tuvo lo que merecía? ¿Crees que Marisol hizo bien en perdonar a Alejandro todas las veces? Cuéntame en los comentarios. Hasta la próxima historia. M.
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