Lucía Mendoza tenía apenas 28 años cuando se convirtió en una de las actrices más prometedoras del cine mexicano. Con su cabello castaño ondulado y sus expresivos ojos verdes, había protagonizado tres películas exitosas y acababa de firmar un contrato millonario con Televisa para una telenovela que

prometía catapultar su carrera internacional.
En febrero de 2007, Lucía se encontraba en la cima de su popularidad. Las revistas de espectáculos la buscaban constantemente. Los paparazzi seguían cada uno de sus movimientos y los fans hacían largas filas para conseguir un autógrafo. Su rostro aparecía en portadas de revistas y comerciales de

televisión y su nombre sonaba fuerte para protagonizar una coproducción con Hollywood. Su vida personal también parecía perfecta.
Estaba comprometida con Ricardo Vega, un exitoso empresario del entretenimiento, y habían planificado una boda espectacular para finales de ese año. La pareja era considerada una de las más glamorosas del medio artístico mexicano, apareciendo constantemente en eventos de alta sociedad.

Lucía había crecido en una familia de clase media en Guadalajara. Su madre, Carmen, había sido maestra de primaria y su padre Miguel trabajaba como contador. Desde pequeña mostró talento para la actuación, participando en obras escolares y tomando clases de teatro. A los 18 años se mudó a la ciudad

de México con el sueño de convertirse en actriz. Los primeros años fueron difíciles.
Vivía en un pequeño departamento en la colonia Roma. Trabajaba como mesera en las noches y audenciaba durante el día. Su gran oportunidad llegó cuando el director Fernando Sánchez la eligió para un papel secundario en una película independiente que se convirtió en un éxito inesperado. A principios

de 2007, todo en la vida de Lucía parecía encaminarse hacia el éxito total.


tenía proyectos confirmados para los próximos dos años, una cuenta bancaria saludable y el amor de un hombre que la adoraba. Nadie podía imaginar que en pocos meses su nombre se convertiría en sinónimo de misterio y desaparición. Capítulo 2. Las últimas vacaciones. A mediados de marzo de 2007,

Lucía decidió tomarse unas vacaciones antes de comenzar las grabaciones de su nueva telenovela.
El estrés de la fama y la presión constante de los medios comenzaban a afectarla, y su agente, Patricia Morales, le sugirió que se tomara una semana de descanso total. Acapulco fue el destino elegido. Lucía había pasado varios veranos allí durante su infancia con su familia y el puerto guerrerense

representaba para ella un lugar de paz y buenos recuerdos. Reservó una suite en el hotel Pierre Marqués.
Un establecimiento de lujo ubicado en la playa Revolcadero, lejos del bullicio turístico de la zona tradicional. La actriz viajó sola contra los consejos de Ricardo y su equipo de seguridad. Quería libertad total, la posibilidad de caminar por la playa sin ser reconocida, de cenar en restaurantes

locales sin la presión de las cámaras.
era una oportunidad de reconectar consigo misma antes de enfrentarse a la intensidad de una producción televisiva de gran presupuesto. Los primeros días transcurrieron perfectamente. Lucía se levantaba tarde, desayunaba en la terraza de su habitación con vista al océano y pasaba las tardes leyendo

bajo una sombrilla en la playa.
Por las noches exploraba restaurantes locales, siempre usando gafas de sol y un sombrero para mantener cierto anonimato. El personal del hotel la recordaría después como una huéspedada y discreta. No organizó fiestas, no trajo invitados y raramente usaba los servicios del hotel más allá de su

habitación y el restaurante. Parecía estar disfrutando genuinamente de su tiempo de soledad y reflexión.
Ricardo la llamaba todas las noches. En sus conversaciones, Lucía sonaba relajada y feliz, comentándole sobre las puestas de sol espectaculares y lo bien que se sentía alejada de la Ciudad de México. Le prometió que regresaría renovada y lista para comenzar el proyecto más importante de su carrera.

Capítulo 3. La última llamada.
El martes 27 de marzo de 2007, Lucía mantuvo su conversación telefónica habitual con Ricardo. Eran aproximadamente las 9:30 de la noche cuando lo llamó desde su habitación del hotel. La conversación duró unos 20 minutos y transcurrió con normalidad, según recordaría Ricardo más tarde en sus

declaraciones a las autoridades. Durante esa llamada, Lucía le contó que había conocido a un grupo de artistas locales en el restaurante donde había cenado.
Eran pintores y músicos que trabajaban en las playas vendiendo sus obras a los turistas. Le habían hablado sobre una galería pequeña en el centro histórico de Acapulco, donde exponían trabajos de artistas locales emergentes. Ricardo recordaría que Lucía sonaba entusiasmada con la idea de visitar

esa galería al día siguiente. Hablaba sobre la posibilidad de comprar algunas piezas para su casa en México de F y sobre lo interesante que era conocer el lado cultural de Acapulco, más allá de las playas y hoteles turísticos.
La conversación terminó como siempre, con expresiones de amor y la promesa de hablar al día siguiente. Ricardo notó que Lucía sonaba particularmente contenta y relajada. No había ninguna señal de preocupación, miedo o conflicto en su voz. Era simplemente una mujer joven disfrutando de sus

vacaciones y compartiendo sus experiencias con la persona que amaba.
Esa fue la última vez que alguien habló con Lucía Mendoza. Al día siguiente, cuando Ricardo intentó llamarla a la hora habitual, el teléfono sonó sin respuesta. inicialmente no se preocupó pensando que tal vez había decidido levantarse temprano para visitar la galería de arte que tanto la había

emocionado.
Pero cuando las horas pasaron y los intentos de comunicación siguieron siendo infructuosos, una sensación de inquietud comenzó a crecer en el corazón de Ricardo. Para la noche del miércoles, esa inquietud se había convertido en pánico total cuando el hotel confirmó que Lucía no había regresado a su

habitación. Capítulo 4. La desaparición. El miércoles 28 de marzo por la noche, Ricardo Vega abordó el primer vuelo disponible de México DFA Acapulco.
Su corazón se llenó de terror cuando el gerente del hotel Pierre Marquez le confirmó que Lucía había salido de su habitación la mañana anterior y no había regresado. Sus pertenencias seguían intactas en la suite. La habitación de Lucía contaba una historia inquietante. Su ropa estaba ordenadamente

colgada en el closet.
Sus productos de belleza estaban organizados en el baño y su laptop estaba abierta sobre la mesa con el cargador conectado. Todo parecía indicar que esperaba regresar pronto, probablemente después de una salida de día. El personal del hotel recordaba haberla visto salir aproximadamente a las 10 de

la mañana del miércoles.
Llevaba un vestido blanco de algodón, sandalias cómodas y una bolsa pequeña de paja, típico atuendo para un día de turismo cultural. le había comentado al conserje que planeaba visitar el centro histórico y que regresaría por la tarde. Ricardo inmediatamente contactó a la policía ministerial del

estado de Guerrero.
La desaparición de una figura pública de la talla de Lucía Mendoza activó todos los protocolos de emergencia. En cuestión de horas, decenas de agentes se desplegaron por Acapulco buscando cualquier rastro de la actriz desaparecida. La búsqueda inicial se concentró en el centro histórico,

particularmente en la zona donde supuestamente se encontraba la galería de arte que Lucía había mencionado.
Sin embargo, después de interrogar a docenas de artistas locales y propietarios de galerías, nadie recordaba haber visto a una mujer que coincidiera con su descripción. Los medios de comunicación no tardaron en enterarse de la desaparición. Para el jueves por la mañana, la historia era portada en

todos los periódicos nacionales. Desaparece Lucía Mendoza en Acapulco.
Se leía en Letras Gigantes, acompañado de fotografías recientes de la actriz y detalles sobre las circunstancias de su desaparición. Capítulo 5. La investigación se intensifica en las siguientes 48 horas. Acapulco se convirtió en el epicentro de una de las búsquedas más intensas en la historia

reciente de México.
La Procuraduría General de Justicia del Estado de Guerrero, en coordinación con autoridades federales, desplegó más de 200 agentes para rastrear cada pista posible sobre el paradero de Lucía Mendoza. La familia de Lucía llegó desde Guadalajara. Carmen, su madre, lucía devastada mientras rogaba a

las cámaras de televisión que cualquier persona con información se comunicara con las autoridades.
Miguel, su padre, trabajaba incansablemente con los investigadores, proporcionando fotografías, información sobre los hábitos de su hija y cualquier detalle que pudiera ser relevante. Los investigadores revisaron las cámaras de seguridad de todos los establecimientos comerciales en el centro

histórico de Acapulco.
Las imágenes mostraban a cientos de turistas caminando por las calles ese miércoles por la mañana, pero ninguna figura que se asemejara claramente a Lucía Mendoza fue identificada. Se organizaron batidas con perros entrenados en búsqueda y rescate. Grupos de voluntarios civiles se unieron a la

búsqueda peinando playas, cerros circundantes y áreas remotas donde alguien podría haber sido llevado en contra de su voluntad.
Helicópteros sobrevolaron la costa y las montañas cercanas durante días consecutivos. La teoría principal de los investigadores era el secuestro. En 2007, Guerrero experimentaba altos índices de criminalidad y el secuestro de personas adineradas era una práctica tristemente común. El perfil de

Lucía, joven, famosa, económicamente exitosa, la convertía en un objetivo potencial para bandas criminales.
Sin embargo, ninguna llamada de rescate llegó jamás. Los teléfonos de Ricardo, de la familia y de la gente de Lucía fueron monitoreados continuamente, pero los secuestradores nunca hicieron contacto. Esta ausencia de comunicación comenzó a generar teorías alternativas entre los investigadores,

desde la posibilidad de un accidente hasta escenarios más oscuros. Capítulo 6. teorías y especulaciones.
Conforme pasaron las semanas sin rastro alguno de Lucía, las teorías sobre su desaparición se multiplicaron. Los medios de comunicación, la policía y el público general comenzaron a especular sobre qué podría haberle ocurrido a la popular actriz en las calles de Acapulco. La teoría del secuestro

seguía siendo la principal línea de investigación oficial.
Los detectives argumentaban que la falta de llamadas de rescate no descartaba esta posibilidad. Podría haber habido complicaciones. Los secuestradores podrían haber sido arrestados por otros crímenes o la operación podría haber salido mal de alguna manera imprevista. Una segunda teoría sugería un

accidente.
Lucía podría haberse caído de un acantilado mientras exploraba áreas escénicas de la costa. o podría haber tenido un accidente vehicular en una carretera remota. Los equipos de búsqueda expandieron sus operaciones para incluir áreas naturales más alejadas del centro turístico. Los tabloides

comenzaron a publicar teorías más sensacionalistas.
Algunos sugerían que Lucía había fingido su propia desaparición para escapar de la presión de la fama. Otros insinuaban que había sido víctima de una red de trata de personas. Las teorías más extremas hablaban de rituales satánicos o conexiones con el narcotráfico. Ricardo Vega rechazó

categóricamente cualquier sugerencia de que Lucía hubiera planeado su desaparición.
Entrevistas televisivas, con lágrimas en los ojos, insistía en que Lucía estaba feliz con su vida y emocionada por sus proyectos futuros. No había absolutamente ninguna razón para que quisiera desaparecer voluntariamente. La familia contrató a investigadores privados para complementar los esfuerzos

oficiales.
Estos detectives privados exploraron ángulos que las autoridades no estaban considerando, incluyendo la posibilidad de que Lucía hubiera sido víctima de alguien de la industria del entretenimiento con motivos personales. Conforme los meses pasaron, la atención mediática comenzó a disminuir

gradualmente. Aunque la búsqueda oficial continuaba, otros casos comenzaron a ocupar los titulares.
Para finales de 2007, Lucía Mendoza había pasado de ser una noticia diaria a una mención ocasional en programas de casos sin resolver. Capítulo 7. Los años de silencio. Los años siguientes, a la desaparición de Lucía, estuvieron marcados por una búsqueda desesperada que gradualmente se desvanecía

en resignación. Ricardo Vega nunca se recuperó completamente del trauma.
Canceló sus compromisos de trabajo durante meses. Desarrolló problemas de ansiedad y eventualmente tuvo que recibir tratamiento psicológico para lidiar con la pérdida. La familia de Lucía se convirtió en activistas involuntarios trabajando con organizaciones que ayudaban a familias de personas

desaparecidas.
Carmen y Miguel Mendoza aparecían regularmente en programas de televisión, renovando el llamado público para que cualquier persona con información se comunicara con las autoridades. En 2008 se estableció una recompensa de un millón de pesos por información que condujera al esclarecimiento del caso.

La familia hipotecó su casa en Guadalajara para contribuir a este fondo, demostrando su desesperación por encontrar respuestas sobre el destino de su hija.
Periódicamente surgían pistas falsas. Supuestos testigos afirmaban haber visto a Lucía en diversos lugares de México y el extranjero. Cada reporte era investigado meticulosamente por las autoridades, pero invariablemente resultaba en callejones sin salida. Las identificaciones erróneas y los

informes maliciosos causaban ciclos repetidos de esperanza y decepción para la familia.
En 2010, el caso fue oficialmente clasificado como frío por las autoridades de Guerrero. Esto no significaba que la investigación se cerrara completamente, sino que se reduciría significativamente el personal asignado al caso. La decisión fue devastadora para la familia que interpretó este cambio

como el abandono oficial de la búsqueda de su hija.
Patricia Morales, la agente de Lucía, mantuvo activo su perfil profesional durante años, esperando el momento en que la actriz regresara para reclamar su carrera. Rechazó ofertas de otros clientes potenciales, manteniendo la esperanza de que algún día recibiría una llamada telefónica de su cliente

más querida.
Para 2015, 8 años después de la desaparición, muchas personas cercanas a Lucía comenzaron a aceptar la posibilidad de que nunca regresaría. Sin embargo, la familia se negaba a realizar cualquier tipo de ceremonia memorial, insistiendo en que sin un cuerpo no podrían aceptar que estuviera muerta.

Capítulo 8. Una nueva generación. En 2016, 9 años después de la desaparición de Lucía Mendoza, una nueva generación de jóvenes que apenas recordaban el caso comenzó a interesarse en los misterios sin resolver de México. Las redes sociales y plataformas como YouTube se

convirtieron en espacios donde usuarios aficionados investigaban casos fríos y compartían teorías. Un estudiante universitario llamado Diego Ramírez, de 22 años, estaba cursando una carrera en periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Como proyecto para una clase sobre investigación periodística, decidió examinar casos de desapariciones sin resolver en México durante la década del 2000. El caso de Lucía Mendoza captó inmediatamente la atención de Diego. Le pareció extraño que una investigación tan intensiva con recursos

federales y atención mediática masiva no hubiera producido ni una sola pista sólida.
Esta ausencia total de evidencia le parecía más sospechosa que esclarecedora. Diego comenzó a recopilar todo el material disponible sobre el caso, reportes policiales públicos, artículos de periódicos, entrevistas televisivas y fotografías de la época. Se contactó con algunos investigadores

retirados que habían trabajado en el caso y varios le expresaron su frustración persistente por no haber encontrado respuestas.
Durante este proceso, Diego desarrolló una teoría personal. creía que la clave del misterio no estaba en lo que había ocurrido en Acapulco, sino en algo que había sido pasado por alto en los meses previos a la desaparición. Su hipótis era que Lucía había descubierto algo o alguien la había

amenazado antes de sus vacaciones.
En 2017, Diego decidió crear un canal de YouTube dedicado a casos sin resolver en México. Su primer video titulado El misterio de Lucía Mendoza. ¿Qué pasó realmente en Acapulco? Recibió más atención de la esperada. Comentarios de usuarios que recordaban el caso comenzaron a llegar, algunos

compartiendo teorías propias y otros proporcionando pequeños detalles que nunca habían sido reportados oficialmente. Capítulo 9.
El video viral. En marzo de 2018, exactamente 11 años después de la desaparición de Lucía, Diego Ramírez publicó su video más ambicioso sobre el caso. Había pasado meses recopilando material de archivo, entrevistando a personas relacionadas con la investigación y desarrollando una línea temporal

detallada de los eventos.
El video titulado Lucía Mendoza, 11 años de misterio, nueva evidencia, duró casi una hora y fue meticulosamente investigado. Diego presentó varias inconsistencias en la investigación original que nunca habían sido abordadas públicamente, incluyendo testimonios contradictorios y pistas que

aparentemente no habían sido seguidas adecuadamente.
Una sección del video se enfocaba en testimonios de personas que afirmaban haber visto a Lucía después de su supuesta desaparición. Aunque la mayoría de estos avistamientos habían sido descartados por las autoridades, Diego argumentaba que algunos merecían una segunda investigación, particularmente

los que habían ocurrido en comunidades rurales donde una persona podría pasar desapercibida más fácilmente.
El video se volvió viral en la comunidad de hablantes hispanos en YouTube. En cuestión de semanas acumuló más de 2 millones de visualizaciones y miles de comentarios. La historia comenzó a circular en otras plataformas de redes sociales, introduciendo el caso de Lucía Mendoza a una nueva generación

que nunca había escuchado sobre ella.
Los medios de comunicación tradicionales comenzaron a cubrir la renovada atención hacia el caso. Programas de televisión invitaron a Diego a discutir sus hallazgos y varios periodistas decidieron revisitar la investigación con ojos frescos. La familia de Lucía expresó gratitud por mantener vivo el

recuerdo de su hija, aunque también experimentaron una reapertura dolorosa de heridas que nunca habían sanado completamente.
Uno de los aspectos más intrigantes del video de Diego era su análisis de videos aficionados de turistas que habían visitado Acapulco durante los días de la desaparición. había logrado obtener docenas de videos caseros de esa época, buscando cualquier imagen que pudiera mostrar a Lucía en lugares

donde la investigación oficial no había buscado.
Capítulo 10. El descubrimiento asombroso. El 15 de julio de 2019, 12 años después de la desaparición, Diego Ramírez estaba revisando material de archivo para un nuevo video cuando hizo un descubrimiento que cambiaría completamente el caso de Lucía Mendoza. Entre los cientos de videos caseros de

turistas que había recopilado, había uno, particularmente Grainy, filmado en una playa remota cerca de Acapulco.
El video había sido subido a YouTube en 2009 por un usuario llamado Familia González 2007 con el título Vacaciones, Acapulco, marzo 2007. tenía solo 347 visualizaciones y ningún comentario. Era exactamente el tipo de contenido amatures de familias habían subido a la plataforma sin expectativa de

audiencia, simplemente un recuerdo digital de unas vacaciones familiares.
El video duraba 14 minutos y mostraba principalmente a niños jugando en la playa mientras adultos conversaban en segundo plano. calidad era pobre, filmado con una cámara digital básica de la época y el audio era difícil de entender debido al ruido del viento y las olas. Aproximadamente en el minuto

8:30 del video, la cámara hace una panorámica de la playa y se enfoca momentáneamente en un grupo de personas sentadas cerca de unas palmeras.
Entre ellas, apenas visible y ligeramente fuera de foco, hay una mujer con cabello castaño ondulado vestida de blanco. Diego tuvo que reproducir esa sección del video docenas de veces utilizando software de mejoramiento de imagen para analizar los fotogramas individualmente. Sus manos temblaban

mientras ajustaba el brillo y el contraste, porque cada vez que miraba esa figura borrosa, más convencido estaba de que estaba viendo a Lucía Mendoza.
La mujer en el video parecía estar en una conversación animada con otras tres personas, dos hombres y otra mujer. Parecían conocerse bien, no como turistas que se acababan de encontrar casualmente. Había algo en la postura corporal de la mujer en la forma como gesticulaba, que le recordaba a Diego

los videos de entrevistas de Lucía que había estudiado intensivamente. Capítulo 11. Análisis forense.
Diego sabía que necesitaba ayuda profesional para analizar el video. Contactó a un profesor de análisis forense digital en el Tecnológico de Monterrey, el Dr. Carlos Herrera, quien se especializaba en mejoramiento de evidencia visual para casos legales. El Dr. Herrera inicialmente fue escéptico

sobre las afirmaciones de Diego.
Había visto muchos casos donde el deseo de resolver un misterio llevaba a la gente a ver cosas que no estaban realmente allí. Sin embargo, acordó examinar el material usando técnicas forenses profesionales. Durante tres semanas, el Dr. Herrera utilizó software especializado para analizar cada

fotograma donde aparecía la mujer misteriosa.
Aplicó técnicas de mejoramiento de imagen, análisis de patrones faciales y comparación biométrica con fotografías conocidas de Lucía Mendoza. Los resultados fueron asombrosos. Aunque la resolución del video no permitía una identificación definitiva al 100%, el análisis mostró múltiples puntos de

coincidencia entre la mujer del video y Lucía Mendoza.
Estructura facial similar, altura aproximada, tipo de cabello e incluso ciertos gestos característicos. El Dr. Herrera también analizó los metadatos del archivo de video, confirmando que había sido filmado efectivamente el 29 de marzo de 2007, apenas un día después de la desaparición oficial de

Lucía.
La ubicación GPS en beebida en el archivo mostraba que había sido grabado en playa La Barrita, una playa remota aproximadamente 30 km al sureste de Acapulco. Pero el hallazgo más impactante vino del análisis de audio. Usando técnicas de filtrado avanzado, el Dr. Herrera logró aislar fragmentos de

conversación del grupo donde aparecía la mujer.
En un momento claramente se escucha una voz femenina diciendo, “No puedo regresar” en lo que parecía ser una conversación en español con acento del centro de México. El análisis de voz, aunque limitado por la calidad del audio, mostró patrones de entonación y cadencia consistentes con grabaciones

conocidas de la voz de Lucía Mendoza.
El doctor Herrera estimó una probabilidad del 73% de que fuera la misma persona. Capítulo 12. Buscando a la familia González. Con evidencia potencial en sus manos, Diego se enfrentó a un dilema ético y legal. ¿Debía hacer público inmediatamente su descubrimiento o debía primero intentar contactar a

las personas que habían filmado el video? decidió que lo responsable era intentar contactar primero a la familia González.
La cuenta de YouTube Familia González 2007 no había mostrado actividades de 2011. Diego envió múltiples mensajes a través de la plataforma, pero no recibió respuesta. Intentó rastrear la cuenta usando información disponible públicamente, pero se enfrentó a las limitaciones de privacidad de la

plataforma.
Diego publicó un video en su canal titulado Búsqueda urgente familia González, información crucial sobre Lucía Mendoza. En el video explicó que había encontrado material potencialmente relevante al caso y necesitaba contactar a la familia que había subido el video original. El video de Diego se

volvió viral en cuestión de horas.
Los usuarios de las redes sociales comenzaron a compartir masivamente el contenido, etiquetando a todos los gonzales que conocían y pidiendo que lo compartieran hasta encontrar a la familia correcta. Tres días después, Diego recibió un mensaje privado en YouTube. Era de María González, de 45 años,

quien se identificó como la persona que había subido el video familiar en 2009.
Había visto el video de Diego gracias a su sobrina, quien lo había etiquetado en Facebook. María recordaba perfectamente esas vacaciones familiares de marzo 2007. Habían viajado a Acapulco con sus dos hijos pequeños, su esposo y los suegros, para celebrar el cumpleaños de su suegra.

Se habían quedado en un hotel modesto y habían pasado la mayor parte del tiempo en playas menos turísticas para evitar las multitudes. Cuando Diego le mostró el fotograma específico donde aparecía la mujer misteriosa, María se quedó en silencio por un momento. Luego confesó que sí recordaba haber

visto a esa mujer en la playa y que había algo memorable sobre ella. Capítulo 13.
El testimonio de María. María González acordó reunirse con Diego en persona para discutir sus recuerdos de ese día en marzo de 2007. Se encontraron en una cafetería en la ciudad de México, donde María, acompañada por su esposo José, compartió detalles que habían estado enterrados en su memoria

durante 12 años.
María recordaba que la mujer del video había llamado su atención porque parecía fuera de lugar en esa playa. remota. Mientras la mayoría de los visitantes eran familias locales o turistas nacionales de clase trabajadora, esta mujer tenía una apariencia más sofisticada y parecía nerviosa o

preocupada por algo. La mujer estaba acompañada por tres personas que María describió como locales.
Personas que claramente conocían bien la zona y se movían con familiaridad por la playa. Uno de ellos, un hombre mayor de aproximadamente 50 años, parecía ser el líder del grupo y hablaba con autoridad. José, el esposo de María, recordaba haber notado que la mujer parecía estar en una situación de

estrés o conflicto.
Aunque no podía escuchar la conversación desde donde estaba sentada su familia, el lenguaje corporal del grupo sugería una discusión seria, no una reunión social casual. María mencionó un detalle que heló la sangre de Diego. Recordaba que en un momento la mujer había mirado directamente hacia su

familia y había hecho un gesto que parecía un pedido de ayuda.
María había interpretado esto como quizás queriendo que les tomaran una foto, pero ahora, en retrospectiva, se preguntaba si había sido algo más desesperado. El detalle más impactante vino cuando María describió cómo había terminado la escena. Después de aproximadamente una hora en la playa, el

grupo se había levantado para irse.
La mujer había caminado con ellos hacia el estacionamiento, pero su caminar parecía reluctante, como si no quisiera acompañarlos. José agregó que había visto al grupo subirse a una camioneta blanca con placas locales de guerrero. La mujer había sido la última en subir al vehículo y había mirado

hacia atrás hacia la playa antes de que la puerta se cerrara.
Ese había sido la última vez que la familia González había visto a la mujer misteriosa. Capítulo 14. La revelación final. Con el testimonio de la familia González y la evidencia visual del video, Diego se enfrentó a la decisión más importante de su carrera periodística Amateur. Tenía en sus manos

lo que potencialmente era la primera evidencia real sobre el paradero de Lucía Mendoza.
Después de 12 años de misterio, Diego contactó a las autoridades de Guerrero y les presentó toda la evidencia que había recopilado. Inicialmente hubo escepticismo. El caso había sido investigado exhaustivamente durante años sin resultados. Sin embargo, el análisis forense del Dr. Herrera y el

testimonio detallado de la familia González fueron lo suficientemente convincentes para reabrir oficialmente la investigación.
El video fue sometido a análisis adicionales por parte de expertos federales en criminalística. Los resultados confirmaron las conclusiones del Dr. Herrera. Existía una alta probabilidad de que la mujer en el video fuera efectivamente Lucía Mendoza, filmada un día después de su supuesta

desaparición. La revelación fue devastadora para la familia de Lucía.
Durante 12 años habían creído que su hija había sido víctima de un crimen violento o un accidente, descubrir que potencialmente estaba viva. Ah.