11 años después de que el hijo del dueño de un casino desapareciera en fiesta en Monterrey en 1996, limpiadora encuentra esto. Carmen Valdés llevaba tres semanas limpiando el edificio abandonado en el centro de Monterrey cuando encontró la mochila. Era martes 15 de mayo de 2007 y el calor matutino

ya se intensificaba mientras barría los escombros del tercer piso del antiguo hotel colonial.
El edificio había permanecido vacío desde 2003, cuando la cadena hotelera quebró. Ahora la constructora inmuebles del norte había comprado la propiedad para demolerla y construir un complejo comercial. Carmen trabajaba para la empresa de limpieza contratada para preparar el edificio antes de la

demolición.
¿Qué es esto?, murmuró Carmen al ver la mochila de cuero marrón parcialmente oculta detrás de una viga suelta en la pared. La mochila estaba cubierta de polvo, pero sorprendentemente bien conservada, considerando los años de abandono. Carmen abrió la mochila con cuidado. Adentro encontró una

cartera de piel, varios papeles doblados y una cámara desechable.
La cartera contenía una credencial de estudiante de la Universidad Autónoma de Nuevo León a nombre de Diego Herrera Montemayor. Fecha de nacimiento, 12 de marzo de 1978. Dios mío susurró Carmen. Reconoció inmediatamente el apellido Herrera. Todo Monterrey conocía a la familia Herrera, dueños del

Casino Royal, el establecimiento de juego más exclusivo de la ciudad en los años 90.
Carmen examinó los papeles. Había recibos de restaurantes fechados en octubre de 1996, entradas para conciertos y una nota manuscrita que decía: “Nos vemos en la fiesta del sábado. No faltes, Sofía.” La fecha en la nota era del 26 de octubre de 1996. La cámara desechable tenía el contador en 24 de

27 fotos.
Carmen sabía que no debía tocar más las evidencias, pero la curiosidad la dominó. Había escuchado la historia del hijo de Eduardo Herrera muchas veces. Diego Herrera había desaparecido durante una fiesta universitaria en octubre de 1996. Tenía solo 18 años. Carmen recordaba los titulares de los

periódicos de aquella época. Desaparece hijo de Magnate de Casinos.
Búsqueda intensa por joven Herrera. Familia ofrece recompensa millonaria. La búsqueda había durado meses, pero Diego nunca apareció. La policía había investigado exhaustivamente. Interrogaron a todos los asistentes a la fiesta. Revisaron hospitales, morgues y refugios. Incluso contrataron

detectives privados. La teoría oficial era que Diego había tenido un accidente o había sido víctima de un secuestro que salió mal.
Carmen tomó su teléfono celular y marcó el número de su supervisor, Raúl Medina. Señor Medina, soy Carmen Valdés. Estoy en el hotel colonial y encontré algo importante. Una mochila con identificación de Diego Herrera, el hijo del dueño del casino que desapareció hace años. ¿Estás segura, Carmen? No

hagas bromas con esto. Completamente segura. Tengo su credencial de estudiante y otros papeles de 1996.
Raúl guardó silencio por un momento. No toques nada más. Voy para allá inmediatamente y llama a la policía. Carmen marcó el número de emergencias. Buenos días. Quiero reportar el hallazgo de evidencias relacionadas con una desaparición. Diego Herrera, desaparecido en 1996. La operadora le pidió que

permaneciera en el lugar y no tocara nada. Una patrulla llegaría en 20 minutos.
Mientras esperaba, Carmen observó el lugar donde había encontrado la mochila. La viga estaba suelta, como si alguien la hubiera movido intencionalmente para crear un escondite. El hueco detrás de la viga era lo suficientemente grande para ocultar objetos pequeños. Carmen se preguntó cómo había

llegado la mochila de Diego hasta este edificio abandonado.
El hotel colonial estaba a 15 km de la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde Diego estudiaba. ¿Por qué estaría aquí? Raúl Medina llegó primero, seguido 5 minutos después por una patrulla policial. Los agentes acordonaron el área y tomaron fotografías de la mochila y su contenido antes de

embalarlos como evidencia.
El agente Fernández, veterano de la corporación, examinó cuidadosamente cada objeto. Esta credencial está en perfecto estado para haber estado 11 años perdida, comentó a su compañero. ¿Crees que alguien la puso aquí recientemente?, preguntó el agente Morales. Es posible. O tal vez este lugar la

protegió del clima. Necesitamos contactar al detective que llevó el caso original.
Carmen proporcionó su declaración completa, explicó cómo había encontrado la mochila, a qué hora y confirmó que no había tocado nada más después de ver la identificación de Diego. ¿Usted conocía la historia de Diego Herrera? Preguntó el agente Fernández. Sí, todo el mundo en Monterrey la conoce.

Fue un caso muy publicitado. El padre ofreció mucho dinero por información. El agente Morales tomó notas detalladas.
¿Ha visto a alguien sospechoso cerca del edificio en las últimas semanas? No, el edificio ha estado completamente vacío. Solo entro yo a limpiar y a veces mi supervisor viene a revisar el progreso. Los agentes se comunicaron por radio con la comandancia. El caso de Diego Herrera sería reabierto

inmediatamente.
El detective Roberto Ramírez, quien había llevado la investigación original, aún trabajaba en la corporación y sería asignado nuevamente al caso. Señora Valdés, dijo el agente Fernández, necesitaremos que venga a la comandancia más tarde para ampliar su declaración y mantenga esto en confidencia

por ahora.
Carmen asintió. sabía que había encontrado algo importante, algo que podría finalmente resolver el misterio que había obsesionado a Monterrey durante 11 años. Después de que la policía se retiró con las evidencias, Carmen continuó su trabajo de limpieza, pero su mente estaba completamente enfocada

en el hallazgo.
Se preguntaba si había más evidencias ocultas en el edificio, por qué Diego habría estado en este hotel, qué había pasado realmente la noche de su desaparición. El teléfono de Carmen sonó. Era su hija Lupita, que trabajaba como secretaria en un despacho de abogados.

Mamá, ¿es cierto lo que están diciendo en las noticias? ¿Encontraste algo sobre el hijo de los Herrera? Carmen se sorprendió. ¿Ya salió en las noticias? Sí, en Radio Nuevo León dicen que encontraron evidencias del caso Diego Herrera en un edificio abandonado. Carmen suspiró. La confidencialidad no

había durado ni dos horas. Sí, mi hija, encontré su mochila.
Mamá, ten cuidado. Los herreras son muy poderosos y si alguien lastimó a su hijo podría ser peligroso. Carmen no había considerado esa posibilidad. Hasta ahora solo había pensado en ayudar a resolver un misterio. Pero su hija tenía razón. Si Diego había sido asesinado, el asesino seguía libre y

podría no querer que la verdad saliera a la luz.
No te preocupes, Lupita. La policía ya tiene todo. Yo solo limpié y encontré la mochila por casualidad. Pero mientras colgaba el teléfono, Carmen no podía sacudirse la sensación de que había desatado algo que había estado dormido durante 11 años, algo que tal vez alguien había querido mantener

enterrado para siempre.
El detective Roberto Ramírez examinó la mochila de Diego Herrera en el laboratorio de criminalística de la Procuraduría General de Justicia de Nuevo León. Habían pasado 11 años desde la última vez que había trabajado en este caso, pero recordaba cada detalle como si hubiera sido ayer. “La mochila

está en excelente estado”, comentó la perita Alejandra Sánchez mientras fotografiaba cada objeto. Demasiado bien conservada para haber estado a la intemperie durante 11 años. Ramírez asintió.
Eso es exactamente lo que pensé. Alguien la guardó en un lugar protegido y la colocó en ese edificio recientemente o nunca estuvo expuesta a los elementos. La cámara desechable fue enviada inmediatamente al laboratorio fotográfico. Las 24 fotos reveladas podrían contener información crucial sobre

los últimos días de Diego. Mientras esperaban los resultados, Ramírez revisó el expediente original.
Diego Herrera Montemayor había desaparecido la noche del 26 de octubre de 1996 después de asistir a una fiesta de Halloween en casa de Sofía Mendoza, compañera de la universidad. La fiesta había comenzado a las 9 de la noche.
Los testigos confirmaron que Diego había llegado a la fiesta aproximadamente a las 10 de la noche. Llevaba un disfraz de vampiro y parecía de buen humor. Había bailado, conversado con varios amigos y tomado algunas cervezas, pero sin excesos. La última persona que vio a Diego fue Adrián Villareal,

su mejor amigo desde la preparatoria. Según su declaración original, Diego le había dicho que iba al baño y que regresaría en 5 minutos.
Eso fue aproximadamente a la 1 de la madrugada del 27 de octubre. Diego nunca regresó. Ramírez había interrogado a todos los 47 invitados a la fiesta. Nadie vio a Diego salir de la casa. No hubo peleas, discusiones o comportamientos extraños. Simplemente desapareció. El teléfono del detective sonó.

Era Eduardo Herrera.
El padre de Diego, Detective Ramírez, me acaban de informar sobre el hallazgo. ¿Es realmente la mochila de mi hijo? Sí, señor Herrera. La identificación es auténtica y los objetos personales coinciden con las descripciones que nos proporcionó en 1996. Eduardo Herrera guardó silencio por varios

segundos.
¿Dónde la encontraron exactamente? En el antiguo hotel colonial, en el centro, una empleada de limpieza la descubrió esta mañana. El hotel Colonial. Diego nunca mencionó ese lugar. ¿Por qué estaría ahí? Eso es lo que pretendemos averiguar. Necesito que venga a la comandancia para revisar las

evidencias y actualizar su declaración. Eduardo Herrera llegó a la comandancia una hora después.
A los 58 años, el magnate de los casinos se veía más envejecido de lo que debería. Los 11 años de incertidumbre habían cobrado su factura. He soñado con este momento durante 11 años. dijo Eduardo mientras examinaba cuidadosamente la mochila de su hijo. Pero también lo he temido. ¿Por qué lo ha

temido? Preguntó Ramírez.
Porque siempre supe que si encontrábamos evidencias después de tanto tiempo, significaría que Diego está muerto. Ramírez asintió comprensivamente. Señor Herrera, necesito preguntarle sobre el hotel colonial. ¿Suo tenía alguna conexión con ese lugar? No, que yo sepa. Diego era muy abierto conmigo.

Me contaba sobre sus amigos, sus actividades en la universidad. Nunca mencionó ese hotel.
¿Qué hay del Casino Royal? ¿Do trabajaba ahí o tenía acceso al negocio? Eduardo negó con la cabeza. Diego quería estudiar administración de empresas, pero yo insistía en que terminara sus estudios antes de involucrarse en el casino. Él solo venía ocasionalmente a las fiestas privadas que

organizábamos para clientes VIP. Ramírez tomó notas. ¿Quién más tenía acceso a esas fiestas? Nuestros clientes más exclusivos, algunos políticos locales, empresarios.
También invitábamos a personal de confianza, mi socio Víctor Salinas, nuestro gerente general Mauricio Castillo, el contador Jaime Aguirre. El nombre de Víctor Salinas llamó la atención del detective. Había sido interrogado en 1996, pero brevemente como socio minoritario del casino, tenía una

coartada sólida para la noche de la desaparición. Había estado en Ciudad de México, en una convención de la industria del entretenimiento.
¿Sigue trabajando con Víctor Salinas?, preguntó Ramírez. Sí, aunque nuestra relación se enfrió después de la desaparición de Diego, Víctor quería que vendiéramos el casino y nos enfocáramos en otros negocios. Yo me negué. El casino era el sueño de Diego para el futuro. El asistente de Ramírez entró

con un sobre Manila. Detective, llegaron las fotografías de la cámara desechable.
Ramírez abrió el sobre y examinó las 24 fotografías impresas. La mayoría mostraban escenas típicas de la vida universitaria. Diego con amigos en el campus, en restaurantes, en fiestas. Pero las últimas cinco fotos eran diferentes. Una mostraba a Diego en una oficina elegante, posando junto a un

hombre mayor en traje. La siguiente foto mostraba el mismo hombre entregando un sobre a Diego.
En la tercera foto, Diego examinaba documentos. Las últimas dos fotos mostraban a Diego en lo que parecía ser un almacén o bodega señalando cajas apiladas. “¿Reconoce a este hombre?”, preguntó Ramírez mostrando la foto a Eduardo. Eduardo examinó la imagen cuidadosamente. Su expresión cambió

gradualmente de curiosidad a preocupación.
Es Víctor Salinas, mi socio, pero no entiendo por qué Diego estaría en su oficina sin decirme y esta bodega. No reconozco el lugar. Ramírez estudió las fotografías con más detenimiento. La calidad no era excelente, pero se podían ver algunos detalles. En el fondo de una foto se alcanzaba a leer

parte de un letrero.
Hotel Col. Hotel Colonial, murmuró Ramírez. Las fotos fueron tomadas en el hotel colonial. Eduardo Herrera palideció. Pero, ¿qué hacía Diego ahí? ¿Y qué negocio tenía con Víctor que no me dijo? El detective organizó las fotografías cronológicamente basándose en el contador de la cámara.

Las primeras 19 fotos eran de actividades normales durante octubre de 1996. Las últimas cinco, incluyendo las del hotel colonial, parecían haber sido tomadas en los días inmediatamente anteriores a la desaparición. Señor Herrera, necesito que contacte a Víctor Salinas y le pida que venga para hacer

algunas preguntas de rutina. No le mencione las fotografías.
Eduardo asintió aunque se notaba visiblemente perturbado. Detective, ¿cree que Víctor tuvo algo que ver con la desaparición de mi hijo? Aún no puedo hacer esas conclusiones, pero las fotografías sugieren que Diego estaba involucrado en algo que usted desconocía. Necesitamos escuchar la versión de

Salinas.
Después de que Eduardo se retiró para contactar a su socio, Ramírez llamó a la perita Sánchez. Alejandra, necesito que examines minuciosamente estas fotografías, cualquier detalle que puedas extraer, fechas, ubicaciones, objetos en el fondo, cualquier cosa. Ya identifiqué algo interesante,

respondió Sánchez. En la foto donde Diego examina documentos se puede ver parcialmente un sello oficial, parece ser de alguna dependencia gubernamental.
Ramírez sintió que el caso estaba tomando una dimensión completamente nueva. Diego no había desaparecido por accidente o por un secuestro aleatorio. Había estado involucrado en algo lo suficientemente importante, como para que alguien conservara su mochila durante 11 años antes de decidir

deshacerse de ella. La pregunta ahora era, ¿por qué alguien había decidido que era momento de que la mochila fuera encontrada? Víctor Salinas llegó a la comandancia a las 4 de la tarde del miércoles.
A los 52 años, el socio minoritario del Casino Royal mantenía la apariencia impecable que lo había caracterizado durante décadas. traje italiano, zapatos de piel, cabello perfectamente peinado. Sin embargo, el detective Ramírez notó una tensión sutil en su comportamiento. Eduardo me dijo que

reabrieron el caso de Diego”, comentó Salinas mientras tomaba asiento en la sala de interrogatorios.
Es increíble que después de 11 años aparezcan nuevas pistas. Ramírez colocó las fotografías de la cámara desechable sobre la mesa, pero boca abajo. Señor Salinas, antes de mostrarle estas evidencias, necesito que me recuerde qué relación tenía con Diego Herrera. Una relación cordial. Era el hijo de

mi socio. Lo veía ocasionalmente en eventos del casino.
Diego era un joven brillante, muy maduro para su edad. Alguna vez tuvo reuniones privadas con él. Salinas dudó por un instante. Reuniones privadas. No, no, que recuerde específicamente. Ramírez volteó la primera fotografía, mostrando a Salinas y Diego en la oficina. Esta foto sugiere lo contrario.

El color desapareció del rostro de Salinas.
Sus ojos se fijaron en la imagen durante varios segundos antes de responder. Ah, sí, ahora recuerdo. Diego vino a mi oficina una vez en octubre del 96. Quería hablar sobre el negocio del casino. ¿Qué tipo de conversación? Nada importante preguntaba sobre las operaciones, los proveedores, ese tipo

de cosas. Yo pensé que su padre lo había enviado.
Ramírez mostró la segunda fotografía donde Salinas entregaba un sobre a Diego y esto Salinas se movió incómodamente en su silla. Eso eran documentos que Diego pidió revisar. Estados financieros, creo. Estados financieros en un sobre sellado. Información confidencial. Siempre manejábamos los

documentos sensibles de esa manera.
El detective mostró las fotografías de la bodega. ¿Puede explicar qué hacía Diego en este almacén? No reconozco ese lugar, respondió Salinas rápidamente. Tal vez sea de otro negocio. Las fotografías fueron tomadas en el hotel colonial. Tenía usted negocios en ese hotel en 1996. Salinas guardó

silencio por un largo momento. Ramírez podía ver las ruedas girando en su mente, calculando cuánto revelar.
Ocasionalmente usábamos el hotel para reuniones discretas con clientes internacionales. El casino tenía una suite reservada permanentemente. Eduardo Herrera sabía de estas reuniones. Él se encargaba de las operaciones diarias del casino. Yo manejaba las relaciones con proveedores y algunos clientes

especiales. Ramírez tomó notas meticulosamente.
¿Qué tipo de clientes especiales? inversionistas potenciales, empresarios de otros estados que querían conocer nuestras operaciones. Tenía autorización legal para operar como casino. Todos los permisos estaban en orden. Salinas se tensó visiblemente. Por supuesto, todo estaba perfectamente legal.

El detective sabía que había tocado un punto sensible. En 1996 la regulación de los casinos en México era compleja y muchos operaban en áreas grises legales.
Señor Salinas, ¿dónde estuvo usted la noche del 26 al 27 de octubre de 1996 en Ciudad de México, en la Convención Nacional de Entretenimiento, tengo registros del hotel, boletos de avión? ¿Alguien más del casino fue a esa convención? No fui solo. Eduardo se quedó para supervisar las operaciones del

fin de semana. Ramírez hizo una pausa estratégica.
¿Cómo explica que la mochila de Diego apareciera en el hotel colonial si él desapareció de una fiesta estudiantil a 15 km de distancia? No tengo explicación. Es tan misterioso para mí como para usted. Después del interrogatorio, Ramírez se dirigió al Archivo Central para revisar los expedientes de

la investigación original.
sobre los permisos del Casino Royal. Lo que encontró lo sorprendió. En octubre de 1996, el casino estaba operando con permisos temporales que habían expirado 3 meses antes. La Secretaría de Gobernación había iniciado un proceso de investigación por operación irregular. Ramírez llamó a la licenciada

Patricia Ruiz, quien en 1996 trabajaba en la oficina de regulación de casinos.
Licenciada Ruiz, necesito información sobre el Casino Royal en 1996. ¿Recuerda si había problemas con sus permisos? Por supuesto que lo recuerdo. Ese caso me causó muchos dolores de cabeza. El casino había estado operando ilegalmente durante meses. ¿Qué pasó con la investigación? Misteriosamente,

todos los expedientes desaparecieron de nuestras oficinas en noviembre de 1996.
El caso se archivó por falta de evidencias. Los expedientes desaparecieron justo después de que Diego Herrera desapareció. Exacto. Nunca pudimos probar conexión, pero la coincidencia siempre me pareció sospechosa. Ramírez sintió que las piezas comenzaban a encajar. Diego había descubierto que el

casino de su padre operaba ilegalmente.
Las fotografías sugerían que había obtenido documentos comprometedores, posiblemente de Víctor Salinas. El detective decidió visitar el hotel colonial antes de que fuera demolido. Carmen Valdés aceptó acompañarlo para mostrarle exactamente dónde había encontrado la mochila. “Aquí estaba”, indicó

Carmen señalando la viga suelta en el tercer piso.
Parecía como si alguien hubiera hecho este escondite a propósito. Ramírez examinó el lugar con una linterna. Detrás de la viga había espacio suficiente para ocultar objetos más grandes que una mochila. Carmen ha encontrado algo más mientras limpiaba. No en este piso, pero no he terminado de limpiar

la bodega del sótano. Está llena de cajas viejas del hotel. Muéstreme esa bodega. El sótano del hotel estaba oscuro y húmedo.
Docenas de cajas polvorientas contenían documentos, vajillas y suministros del hotel. Pero en una esquina Ramírez notó algo diferente. Tres cajas metálicas parecían haber sido colocadas más recientemente. No tenían el polvo acumulado de las otras cajas y estaban cerradas con candados nuevos.

Carmen, estas cajas estaban aquí cuando empezó a limpiar. No las había notado, pero el sótano estaba muy oscuro. Es posible que siempre hayan estado ahí. Ramírez llamó a la comandancia para solicitar una orden de cateo. Si las cajas contenían evidencias relacionadas con Diego Herrera, necesitaría

autorización judicial para abrirlas. Mientras esperaban la orden, Ramírez recibió una llamada de Eduardo Herrera.
Detective, necesito hablar con usted urgentemente. He encontrado algo en los archivos de Diego. ¿Qué tipo de cosa? un cuaderno donde escribía sobre irregularidades en el casino. También hay copias de documentos que yo nunca había visto. Ramírez sintió una descarga de adrenalina. No toque nada más.

Voy inmediatamente a su casa.
Mientras se dirigía a casa de los Herrera, el detective reflexionó sobre el caso. Diego había descubierto algo comprometedor sobre el casino de su padre. Víctor Salinas estaba involucrado. Los documentos oficiales habían desaparecido misteriosamente. La pregunta crucial era, ¿Dgo había sido

asesinado para silenciarlo? ¿Y quién había decidido después de 11 años que era momento de que saliera la verdad? La respuesta podría estar en esas cajas del sótano del hotel Colonial, esperando a ser descubiertas. Eduardo Herrera recibió al detective Ramírez en su estudio privado un amplio espacio

decorado con fotografías familiares y trofeos de sus éxitos empresariales. Sobre el escritorio de Caova estaban esparcidos documentos y un cuaderno de pasta negra. Encontré esto anoche mientras revisaba las pertenencias de Diego que guardé en su habitación, explicó Eduardo con voz quebrada. No había

tenido valor de revisar todo hasta ahora.
Ramírez examinó cuidadosamente el cuaderno. Las anotaciones estaban escritas con la letra clara de Diego fechadas entre septiembre y octubre de 1996. Las primeras páginas contenían apuntes universitarios, pero a partir de la página 15 comenzaban observaciones sobre el casino royal. Los permisos

están vencidos desde julio. Papá no lo sabe.
Ses maneja todo en secreto leyó Ramírez en voz alta. SS se refiere a Víctor Salinas, tiene que ser él. Víctor siempre usaba esas iniciales para firmar documentos. Ramírez continuó leyendo. Reunión con funcionarios de Gobernación en el hotel. Vs entregó sobres a dos hombres en trajes grises. Parecía

dinero. Eduardo se dejó caer pesadamente en su silla.
Mi hijo descubrió que Víctor estaba sobornando funcionarios públicos para mantener el casino operando ilegalmente. ¿Usted no sabía nada de esto? Nada. Yo confiaba completamente en Víctor. Él se encargaba de todos los trámites legales. Me aseguró que teníamos los permisos en orden. Ramírez examinó

las copias de documentos que Eduardo había encontrado junto al cuaderno.
Eran facturas falsas, contratos con empresas fantasma y registros de pago sospechosos. Diego fue muy meticuloso documentando todo observó el detective. Aquí hay evidencia suficiente para procesar a Salinas por corrupción y operación ilegal. En la última entrada del cuaderno, fechada el 25 de

octubre de 1996, Diego había escrito: “Mañana confrontaré a BS.
Le daré oportunidad de explicar todo a papá antes de ir a las autoridades. Espero hacerlo correcto. El día siguiente era la fiesta donde desapareció, murmuró Eduardo. Diego iba a confrontar a Víctor. Ramírez llamó inmediatamente a la comandancia. Necesito una orden de apreensón contra Víctor

Salinas por sospecha de homicidio y una orden de cateo para su domicilio y oficina.
Mientras esperaban las órdenes judiciales, Ramírez revisó los contactos en el expediente de Diego. Una entrada llamó su atención. Sofía Mendoza organizó la fiesta. Sabe sobre VS. Señor Herrera, ¿qué relación tenía Diego con Sofía Mendoza, además de ser compañeros universitarios? Sofía era su novia

desde principios de 1996. una chica muy inteligente, estudiaba derecho.
Siempre me pareció que influía positivamente en Diego. Ramírez decidió contactar a Sofía inmediatamente. Si Diego había confiado sus descubrimientos a alguien, probablemente habría sido a ella. Sofía Mendoza. Ahora Sofía Mendoza de García, trabajaba como abogada en un prestigioso despacho de

Monterrey.
Aceptó reunirse con Ramírez esa misma tarde en su oficina. “He pensado en Diego todos estos años”, confesó Sofía. Una mujer elegante de 29 años con ojos inteligentes. Siempre supe que su desaparición no fue accidental. ¿Por qué estaba tan segura? Diego me había contado sobre las irregularidades en

el casino de su padre. Estaba muy preocupado porque no quería traicionar a Eduardo, pero tampoco podía permitir que Víctor Salinas siguiera cometiendo fraudes. Diego le mostró evidencias.
Sí, me enseñó fotografías y documentos. Yo le aconsejé que hablara primero con su padre antes de ir a las autoridades. Ramírez mostró a Sofía las fotografías de la cámara desechable. Reconoce estas imágenes. Sofía examinó cuidadosamente cada foto. Sí, Diego me mostró algunas de estas, especialmente

las de la oficina de Salinas y la bodega del hotel.
¿Qué le dijo Diego sobre esa bodega? que Salinas almacenaba ahí documentos comprometedores y dinero en efectivo que usaba para sobornar funcionarios. Diego logró entrar una noche cuando Salinas no estaba. ¿Cómo logró acceso? Tenía una copia de las llaves del hotel. Su padre las guardaba en casa por

si necesitaban usar la suite reservada. Ramírez sintió que el panorama se clarificaba.
Sofía, ¿qué pasó exactamente la noche de la fiesta? Sofía respiró profundamente antes de responder. Diego llegó muy nervioso. Me dijo que había hablado con Salinas esa tarde y que había negado todo. Más tarde, alrededor de las 12:30, recibió una llamada telefónica.

¿Quién llamó? Dijo que era Salinas, que quería reunirse con él para aclarar las cosas y que tenía una explicación para todo. Diego decidió ir. ¿Por qué no lo acompañó o trató de disuadirlo? Traté de convencerlo de que no fuera solo, pero Diego pensó que si lo acompañaba alguien, Salinas se negaría

a hablar. Prometió regresar en dos horas máximo. Ramírez tomó notas detalladas a dónde iba a encontrarse con Salinas. En el hotel colonial.
Salinas le dijo que tenía documentos ahí que probaban su inocencia. El detective sintió un escalofrío. Diego había caminado directamente hacia una trampa. Sofía, ¿por qué no le dijo esto a la policía en 1996? Los ojos de Sofía se llenaron de lágrimas. Porque tres días después de que Diego

desapareció, recibí una amenaza telefónica. Una voz me dijo que si hablaba sobre el casino o Víctor Salinas me pasaría lo mismo que a Diego.
Reportó la amenaza. Tenía 18 años y estaba aterrorizada. Mis padres me enviaron a estudiar a Guadalajara hasta que terminé la carrera. Cuando regresé a Monterrey, ya había pasado tanto tiempo que pensé que no serviría de nada. Ramírez comprendió por qué la investigación original no había avanzado.

Los testigos clave habían sido intimidados al silencio.
Sofía, necesito que venga conmigo a identificar formalmente a Víctor Salinas y que preste declaración completa sobre todo lo que sabe. En la comandancia, Sofía identificó, sin dudarlo, a Víctor Salinas en una rueda de reconocimiento fotográfico.
también proporcionó una declaración detallada sobre las actividades ilegales del casino y la preocupación de Diego. Mientras tanto, la orden de cateo para el domicilio y oficina de Salinas fue aprobada. Un equipo de policías se dirigió inmediatamente a ejecutarla. Ramírez recibió una llamada desde

el hotel Colonial. Las cajas metálicas del sótano habían sido abiertas bajo supervisión judicial. Detective necesita venir inmediatamente.
Encontramos documentos, dinero en efectivo y algo más que lo va a impactar. ¿Qué encontraron? La cartera personal de Diego Herrera con una nota manuscrita dirigida a su padre. Ramírez se dirigió inmediatamente al hotel. En la nota escrita con la letra temblorosa de Diego estaban sus últimas

palabras. Papá, si estás leyendo esto es porque Víctor me hizo daño.
Los documentos en esta caja prueban todo. Perdón por no habértelo dicho antes. Te amo, Diego. La trampa se había cerrado finalmente sobre Víctor Salinas, pero había tomado 11 años encontrar la verdad que Diego había tratado desesperadamente de revelar.

El operativo de cateo en la residencia de Víctor Salinas comenzó a las 6 de la mañana del jueves. La casa, ubicada en el exclusivo fraccionamiento Valle Oriente reflejaba el éxito aparente del socio del casino. Arquitectura moderna, jardines impecables y un Mercedes-Benz estacionado en el garaje.

Salinas abrió la puerta en bata de baño, simulando sorpresa. Detective Ramírez, ¿qué significa esto? Una cateo a estas horas.
Tenemos una orden judicial. Apártese, por favor. El equipo de búsqueda se dispersó por la casa mientras Ramírez interrogaba a Salinas en la sala. “Señor Salinas, encontramos la nota de Diego Herrera. Su última comunicación antes de morir. El rostro de Salinas permaneció imperturbable, pero sus manos

temblaron ligeramente al tomar una taza de café.
No sé de qué me habla. También encontramos los documentos que Diego recopiló sobre las operaciones ilegales del casino. Facturas falsas, pagos a funcionarios corruptos, registros de dinero no declarado. Eso son invenciones. Diego era un joven fantasioso. El agente Morales interrumpió desde el

estudio. Detective, encontramos algo importante.
En el estudio privado de Salinas, oculta detrás de una pintura, había una caja fuerte abierta. Adentro encontraron 2002,000 en efectivo, documentos comprometedores y un revólver calibre pun38. Este dinero proviene de las operaciones ilegales del casino, afirmó Ramírez examinando los billetes.

¿Puede explicar su procedencia? Son ahorros personales, dinero legalmente ganado.
¿Y este revólver tiene licencia para aportarlo? Salinas guardó silencio. El arma fue embalada inmediatamente para análisis balísticos. En la oficina de Salinas, ubicada en el Centro Financiero de Monterrey, el equipo de investigación encontró evidencias aún más comprometedoras.

Un archivo completo documentaba pagos a funcionarios de la Secretaría de Gobernación, Hacienda y la Policía Local. Víctor Salinas manejaba una red de corrupción que incluía al menos ocho funcionarios públicos informó el agente Fernández a Ramírez por radio. También encontramos registros de otras

actividades ilegales, lavado de dinero y evasión fiscal. Ramírez confrontó a Salinas con las nuevas evidencias.
Su red de sobornos está completamente documentada. Diego descubrió todo esto, ¿verdad? No tengo nada que declarar sin mi abogado presente. Diego lo confrontó el 25 de octubre de 1996. Usted lo citó en el hotel colonial la noche siguiente con la promesa de darle una explicación, pero su intención

era silenciarlo permanentemente.
Salinas se mantuvo en silencio, pero el sudor en su frente revelaba su nerviosismo. El teléfono de Ramírez sonó. Era la perita Sánchez desde el laboratorio. Detective, tengo resultados preliminares del análisis del revólver encontrado en Casa de Salinas. ¿Qué encontraron? El arma fue disparada hace

aproximadamente 10 o 12 años. Según el análisis de residuos en el cañón. También encontramos rastros de sangre seca en la empuñadura.
¿Pueden determinar si es sangre humana? Sí, es sangre humana tipo o positivo. Coincide con el tipo de sangre de Diego Herrera según su expediente médico. Ramírez sintió una mezcla de satisfacción y tristeza. Finalmente tenían evidencia física que conectaba a Salinas con la muerte de Diego.

Víctor Salinas, dijo el detective regresando a la sala. queda arrestado por el homicidio de Diego Herrera, Montemayor. Esto es ridículo. Yo estaba en Ciudad de México esa noche. Su coartada para la noche del 26 de octubre fue verificada, pero usted regresó secretamente a Monterrey esa madrugada, se

reunió con Diego en el hotel colonial y lo asesinó.
Salinas finalmente perdió la compostura. No pueden probar eso. No hay testigos. No hay evidencias de que yo estuviera en Monterrey. ¿Cómo sabe que no hay testigos si usted no estuvo ahí? Preguntó Ramírez con una sonrisa fría. Salinas se dio cuenta de su error y guardó silencio. En la comandancia,

Ramírez reunió todas las evidencias: las fotografías de la cámara, el cuaderno de Diego, los documentos del hotel colonial, el revólver con rastros de sangre y los archivos de corrupción encontrados en la oficina de Salinas. Eduardo Herrera llegó para escuchar los avances de la investigación. Su

rostro
mostraba una mezcla de alivio y dolor al conocer finalmente la verdad sobre el destino de su hijo. Diego murió tratando de proteger nuestro negocio familiar, dijo Eduardo con voz quebrada. Descubrió que mi socio nos estaba utilizando para actividades criminales y pagó con su vida.

Su hijo era un joven muy valiente, respondió Ramírez. Sus evidencias no solo nos permitieron resolver su asesinato, sino también desmantelar una red de corrupción que operaba desde hace años. Sofía Mendoza llegó para ampliar su declaración. Al ver las evidencias dispuestas sobre la mesa, no pudo

contener las lágrimas. “Diego siempre tuvo un fuerte sentido de la justicia”, comentó.
“No podía tolerar la corrupción, aunque eso significara traicionar a alguien cercano a su familia.” Ramírez organizó un careo entre Salinas y Sofía. Al ver a la novia de Diego cara a cara, Salinas mostró por primera vez signos de remordimiento. “Sofía, tú sabes que yo apreciaba a Diego,”, dijo

Salinas con voz suplicante. “Nunca quise que las cosas llegaran tan lejos.” “Tha entonces admite que se reunió con Diego esa noche.” Intervino Ramírez.
Salinas se dio cuenta de que había vuelto a cometer un error. Su abogado, que había llegado minutos antes, le indicó que no dijera nada más, pero era demasiado tarde. Las evidencias eran abrumadoras y las contradicciones en sus declaraciones habían sellado su destino. Víctor Salinas, declaró

Ramírez formalmente, será procesado por homicidio doloso, asociación delictuosa, lavado de dinero y corrupción de funcionarios públicos.
Mientras Salinas era trasladado a la prisión preventiva, Ramírez reflexionó sobre el caso. Diego Herrera había mostrado una integridad admirable al investigar las actividades ilegales que amenazaban el negocio de su padre. Su valentía había costado su vida, pero 11 años después su sacrificio

finalmente había servido para hacer justicia. El misterio estaba resuelto. Pero aún quedaba una pregunta.
¿Quién había decidido que era momento de que la verdad saliera a la luz colocando la mochila de Diego donde pudiera ser encontrada? En la cárcel preventiva de Topo Chico, Víctor Salinas pasó su primera noche sin dormir. Las evidencias en su contra eran abrumadoras y su abogado, el licenciado

Gustavo Herrera, sin relación con Eduardo, le había explicado que enfrentaba entre 30 y 40 años de prisión. Las evidencias son irrefutables, le había dicho el abogado.
Su mejor opción es cooperar completamente con la investigación y buscar un acuerdo que reduzca su sentencia. El viernes por la mañana, Salinas solicitó hablar con el detective Ramírez. Parecía haber envejecido 10 años en una noche. Detective, quiero hacer una declaración completa, pero necesito

garantías de que mi familia no será involucrada en esto.
Su esposa e hijos no han sido señalados en ningún delito. Usted puede hablar libremente. Salinas respiró profundamente y comenzó su confesión. Todo empezó en 1995. El casino estaba perdiendo dinero debido a nuevas regulaciones gubernamentales. Los permisos se habían vuelto más costosos y

complicados de obtener.
Eduardo Herrera sabía de los problemas financieros. No, yo manipulaba los reportes mensuales para que pareciera que teníamos ganancias constantes. Eduardo confiaba completamente en mí. Ramírez tomaba notas detalladas. ¿Cuándo decidió recurrir a métodos ilegales? Cuando nuestros permisos vencieron

en julio de 1996, el proceso legal para renovarlos habría tomado meses y cerrar el casino nos habría causado pérdidas millonarias.
Decidí sobornar a los funcionarios para ganar tiempo. ¿Quién le sugirió esta solución? Mauricio Castillo, nuestro gerente general. Él tenía contactos en gobernación y sabía cuánto costaba acelerar los trámites. Ramírez anotó el nombre. Mauricio Castillo había sido interrogado brevemente en 1996,

pero no como sospechoso.
¿Cuánto dinero invirtió en sobornos? Aproximadamente 500,000 pesos entre julio y octubre de 1996. Pagamos a funcionarios de Gobernación, Hacienda y algunos policías locales. ¿Dónde obtuvo ese dinero? De las ganancias diarias del casino creé un sistema de contabilidad doble para ocultar los retiros.

Salinas continuó explicando cómo había usado el hotel colonial como centro de operaciones para sus actividades ilegales. La suite permanente del casino le proporcionaba un lugar discreto para reunirse con funcionarios corruptos. Cuando se enteró Diego de sus actividades, a principios de octubre,

Diego empezó a hacer preguntas sobre las finanzas del casino.
Era muy inteligente y notó irregularidades en los reportes. ¿Cómo reaccionó cuando Diego lo confrontó? Salinas guardó silencio por varios minutos, luchando visiblemente con sus emociones. Diego vino a mi oficina el 25 de octubre. Tenía fotografías, documentos, evidencia completa de todo lo que

habíamos hecho.
Me dijo que me daría 24 horas para confesarle todo a Eduardo antes de ir a las autoridades. ¿Qué decidió hacer? Entré en pánico. Si la verdad salía a la luz, no solo iría a la cárcel, sino que arrastraría a Eduardo conmigo. El casino sería cerrado permanentemente y docenas de empleados perderían

sus trabajos. Ramírez esperó pacientemente mientras Salinas reunía fuerzas para continuar.
Llamé a Diego esa noche durante la fiesta. Le dije que tenía documentos que probaban mi inocencia y que quería mostrárselos antes de que hablara con su padre. Diego accedió a reunirse. Sí, pero se notaba desconfiado. Acordamos encontrarnos en el hotel Colonial a las 2 de la mañana. Usted estaba en

Ciudad de México.
¿Cómo logró regresar a Monterrey? Tomé un vuelo de medianoche desde el Distrito Federal. Nadie sabía que había regresado. Mi plan original era convencer a Diego de darme más tiempo para arreglar las cosas legalmente. Pero no fue eso lo que pasó. Salinas comenzó a llorar silenciosamente. Diego llegó

al hotel con más evidencias. Había encontrado mi caja fuerte en la bodega del sótano y sabía exactamente cuánto dinero habíamos pagado en sobornos.
¿Cómo reaccionó Diego cuando se enfrentó a toda la evidencia? se puso furioso. Me dijo que había traicionado la confianza de su padre y que su familia podría perder todo por mis acciones. Amenazó con ir directamente a la policía esa misma noche. Ramírez se inclinó hacia adelante. ¿En qué momento

decidió matarlo? No fue una decisión premeditada. Diego intentó irse del hotel con todas las evidencias.
Yo traté de detenerlo físicamente y comenzamos a pelear. ¿Dónde ocurrió la pelea? En la bodega del sótano. Diego era joven y fuerte, pero yo tenía el revólver que siempre cargaba para proteger el dinero en efectivo. Diego sabía que usted tenía el arma, ¿no? Hasta que la saqué. Cuando vio el

revólver, se calmó y trató de razonar conmigo.
Me dijo que podíamos encontrar una solución que no destruyera a su padre. Salinas pausó por un largo momento, reviviendo claramente los eventos de esa noche. ¿Qué pasó después? Le dije que me diera las evidencias y que nos olvidaríamos de todo. Diego respondió que no podía permitir que el casino

siguiera operando ilegalmente. Dijo que su conciencia no se lo permitía. Ese fue el momento en que disparó.
Diego trató de quitarme el arma. Durante la lucha se disparó accidentalmente. La bala le pegó en el pecho. Ramírez había visto suficientes escenas de crimen para saber que los disparos accidentales durante peleas rara vez ocurrían sin intención. Diego murió inmediatamente. No vivió lo suficiente

para escribir esa nota a su padre.
Me pidió papel y un bolígrafo. Sus últimas palabras fueron que esperaba que yo pudiera vivir con lo que había hecho. La confesión era devastadora. Diego había muerto lentamente, consciente de que había sido asesinado por alguien en quien su familia confiaba.

¿Qué hizo con el cuerpo? Lo envolví en una lona y lo enterré en un terreno valdío en las afueras de Monterrey. Después limpié toda la sangre de la bodega y las evidencias que Diego había recopilado las guardé en las cajas metálicas del sótano. No podía destruirlas porque necesitaba saber

exactamente qué había descubierto.
En caso de que hubiera compartido la información con alguien más, Ramírez comprendió por qué las evidencias habían permanecido ocultas durante 11 años. Salinas las había conservado como una póliza de seguro. ¿Por qué decidió colocar la mochila de Diego donde pudiera ser encontrada ahora? Salinas lo

miró sorprendido. Yo no coloqué la mochila en ningún lado. Pensé que había desaparecido junto con Diego. Esta respuesta sorprendió a Ramírez.
Si Salinas no había colocado la mochila, ¿quién lo había hecho y por qué? La confesión de Víctor Salinas había resuelto el misterio del asesinato de Diego Herrera, pero había abierto una nueva interrogante. ¿Quién había colocado la mochila en el hotel Colonial para que fuera encontrada? El

detective Ramírez decidió investigar a todas las personas que habían tenido acceso a las evidencias durante los últimos 11 años.
Su primera sospecha recayó en Mauricio Castillo, el gerente general del Casino Royal, que había sugerido originalmente el esquema de sobornos. Castillo, de 48 años, había continuado trabajando en el casino después de la desaparición de Diego. Eduardo Herrera lo consideraba un empleado leal y

eficiente, pero Ramírez sospechaba que sabía más de lo que había revelado en 1996.
Señor Castillo, necesito que venga a la comandancia para aclarar algunos puntos sobre el caso Diego Herrera. Castillo llegó esa misma tarde, visiblemente nervioso. Durante 11 años había vivido con el secreto de su participación en las actividades ilegales del casino. Detective, ya sé que Víctor

confesó todo. Supongo que mencionó mi nombre.
Sí, dijo que usted le sugirió sobornar a los funcionarios públicos. Castillo asintió pesadamente. Es cierto, yo tenía experiencia en esos arreglos de cuando trabajé en otros casinos, pero nunca imaginé que llegaría al asesinato. ¿Usted sabía que Diego había descubierto las irregularidades?

Sospechaba que algo pasaba.
Diego había empezado a hacer preguntas muy específicas sobre la contabilidad. También noté que había estado revisando archivos sin autorización. Ramírez estudió cuidadosamente las reacciones de Castillo. Víctor le dijo lo que había pasado esa noche en el hotel. Al principio no.

Víctor regresó de Ciudad de México actuando normalmente como si nada hubiera pasado. Pero cuando Diego no apareció durante varios días, empecé a sospechar. Cuando le confesó Víctor la verdad. Una semana después de la desaparición. Víctor estaba desesperado porque la policía estaba haciendo muchas

preguntas.
me dijo lo que había pasado en el hotel, por qué no fue a las autoridades inmediatamente Castillo bajó la mirada porque yo era cómplice de todos los delitos financieros. Si Víctor era arrestado, él me habría implicado también. Decidí mantener el silencio para protegerme. Ramírez anotó

cuidadosamente cada detalle. Víctor le dijo dónde había enterrado el cuerpo de Diego. Sí, me lo describió con detalles. Incluso fuimos juntos al lugar unas semanas después para asegurarnos de que no había evidencias visibles.
¿Dónde está enterrado Diego exactamente? Castillo proporcionó direcciones específicas a un terreno industrial abandonado en la carretera Alaredo. Está enterrado a unos 2 metros de profundidad, cerca de unos tanques de almacenamiento oxidad. Ramírez ordenó inmediatamente un operativo de búsqueda en

el lugar indicado.
Finalmente, podrían recuperar los restos de Diego y proporcionarle un entierro digno. Mauricio, ahora la pregunta crucial. ¿Usted colocó la mochila de Diego en el hotel para que fuera encontrada? Sí, admitió Castillo después de un largo silencio. Fui yo quien la puso ahí.

¿Por qué? ¿Y por qué después de tantos años? Castillo se limpió el sudor de la frente. Mi conciencia me ha atormentado durante 11 años. Eduardo Herrera ha sido como un padre para mí y saber que su hijo fue asesinado por nuestro socio me estaba matando por dentro. Pero, ¿por qué ahora

específicamente? Porque descubrí que Víctor planea vender su parte del casino y mudarse a España.
Si se iba del país, la verdad nunca saldría y Eduardo nunca sabría qué le pasó realmente a Diego. Ramírez comprendió la lógica, cómo obtuvo la mochila de Diego. La semana después del asesinato, Víctor me pidió que fuera al hotel a limpiar completamente la bodega. Encontré la mochila de Diego en un

rincón.
Víctor había olvidado que estaba ahí. ¿Por qué no se la entregó a él? Porque ya había visto lo que Víctor era capaz de hacer. Decidí guardar la mochila como evidencia en caso de que algún día tuviera valor para hacer lo correcto. ¿Dónde la guardó durante 11 años? En mi casa, en una caja fuerte. Mi

esposa pensaba que eran documentos importantes del casino.
Castillo explicó cómo había planeado cuidadosamente la plantación de evidencias. Sabía que el hotel colonial sería demolido y que habría empleados de limpieza trabajando en el edificio. Esperé hasta que encontrara una limpiadora que pareciera honesta y confiable. Carmen Valdés me pareció la persona

correcta. Carmen, ¿sabía que usted colocó la mochila ahí? No, por supuesto que no.
Entré al hotel una noche antes de que ella llegara a trabajar esa zona y escondí la mochila detrás de la viga. Quería que pareciera un descubrimiento completamente accidental. Ramírez admiró la planificación de Castillo, aunque desaprobaba sus métodos.

¿Por qué no vino directamente a nosotros con la información? Porque necesitaba pruebas que me protegieran. Si simplemente confesaba mi participación en los delitos financieros, habría ido a la cárcel sin lograr que se hiciera justicia por Diego. Así que decidió orquestar el descubrimiento de

evidencias que dirigieran la investigación hacia Víctor Salinas. Exactamente.
Sabía que una vez que encontraran la mochila empezarían a investigar y eventualmente descubrirían toda la verdad. Ramírez tenía que admitir que el plan de castillo había funcionado perfectamente. Sin el descubrimiento de la mochila, el caso nunca se habría reabierto y Salinas se habría escapado a

España con su secreto. Mauricio, usted será procesado como cómplice después del hecho y por obstrucción de la justicia.
Pero su cooperación será considerada como circunstancia atenuante. Lo acepto. Solo quiero que Eduardo sepa finalmente la verdad sobre su hijo y que Diego pueda descansar en paz. Esa tarde el equipo de búsqueda en el terreno industrial encontró los restos óceos de Diego Herrera enterrados

exactamente donde Castillo había indicado.
Los análisis forenses confirmarían la identidad, pero la estatura y la edad estimada correspondían perfectamente con Diego. Eduardo Herrera lloró cuando Ramírez le informó sobre el hallazgo de los restos de su hijo. Después de 11 años de incertidumbre, finalmente podría darle a Diego un entierro

digno y cerrar ese doloroso capítulo de su vida.
Detective, ¿cómo puedo que haya resuelto este caso? Preguntó Eduardo con voz quebrada. No me agradezca a mí. Agradézcale a Diego por haber tenido el valor de documentar la verdad y a Mauricio Castillo por finalmente encontrar el valor de hacer lo correcto. La justicia había tardado 11 años en

llegar, pero finalmente Diego Herrera podría descansar en paz.
En la sala de audiencias del Juzgado Quinto Penal de Monterrey, el Ministerio Público presentó su caso contra Víctor Salinas y Mauricio Castillo. Los medios de comunicación locales cubrían extensamente el juicio que había captivado la atención de toda la ciudad. El fiscal Carlos Mendoza había

construido un caso sólido basado en las confesiones de ambos acusados, las evidencias físicas y los testimonios de Eduardo Herrera y Sofía Mendoza.
Señores del jurado, comenzó el fiscal en sus alegatos iniciales. Este caso representa una traición de la confianza más profunda. Diego Herrera fue asesinado por descubrir que alguien a quien su familia consideraba de confianza había convertido su negocio familiar en una empresa criminal. Los

análisis forenses habían confirmado que los restos encontrados en el terreno industrial pertenecían a Diego Herrera.
La causa de muerte fue un disparo de arma de fuego en el pecho consistente con la confesión de Salinas. El detective Ramírez fue el primer testigo en declarar. Presentó cronológicamente toda la evidencia. Las fotografías de la cámara desechable, el cuaderno con las anotaciones de Diego, los

documentos financieros falsificados y el revólver con rastros de sangre.
La investigación reveló que Diego Herrera había documentado meticulosamente las actividades ilegales del casino durante octubre de 1996, testificó Ramírez. Sus notas demuestran que tenía conocimiento completo del esquema de sobornos y la operación irregular del establecimiento. Eduardo Herrera

subió al estrado como testigo. Su testimonio fue devastador para los acusados.
Confié completamente en Víctor Salinas durante 15 años. declaró Eduardo con voz firme. Le di acceso total a las finanzas del casino y nunca sospeché que estuviera utilizando nuestro negocio para actividades criminales. ¿Suo Diego alguna vez le expresó preocupaciones sobre el casino?, preguntó el

fiscal. En retrospectiva, puedo ver que Diego estaba preocupado por algo en las semanas antes de su desaparición, pero nunca me imaginé que había descubierto corrupción en nuestro propio negocio. Sofía Mendoza.
también proporcionó un testimonio impactante sobre las últimas conversaciones que tuvo con Diego. Diego estaba dividido entre su lealtad a su padre y su necesidad de hacer lo correcto”, declaró Sofía. Me dijo que no podía permitir que el casino siguiera operando ilegalmente, pero tampoco quería

destruir a su familia.
“Diego le mencionó alguna vez que temiera por su seguridad”, preguntó el fiscal. No directamente, pero la noche de la fiesta estaba muy nervioso. Cuando recibió la llamada de Salinas, traté de convencerlo de que no fuera solo, pero él pensó que si llevaba acompañante, Salinas no hablaría

honestamente.
Los abogados defensores de Salinas y Castillo presentaron argumentos de circunstancias atenuantes. El licenciado Gustavo Herrera argumentó que su cliente había actuado en pánico, no con premeditación. Víctor Salinas nunca tuvo intención de asesinar a Diego Herrera”, argumentó el defensor.

“Mi cliente se vio atrapado en una espiral de delitos financieros que comenzaron como una medida desesperada para salvar el casino y terminaron en tragedia. Sin embargo, el fiscal Mendoza refutó este argumento durante su contrainterrogatorio de Salinas. Señor Salinas, usted regresó secretamente de

Ciudad de México, mintió sobre su ubicación, citó a Diego en un lugar aislado y llevó un arma cargada.
Esas acciones son consistentes con alguien que no tenía intención de cometer violencia. Yo llevaba el arma para proteger el dinero en efectivo que guardábamos en el hotel. No pensé en usarla contra Diego, pero la usó, ¿no es cierto? Fue durante una pelea. No fue intencional. Señor Salinas, un

disparo accidental explica por qué después enterró el cuerpo, ocultó las evidencias y mantuvo el secreto durante 11 años.
Salinas no pudo responder convincentemente. El testimonio de Mauricio Castillo fue igualmente revelador. Admitió su participación en el esquema de corrupción y explicó sus motivaciones para finalmente revelar la verdad. Durante 11 años viví con la culpa de saber que Diego había sido asesinado

mientras su familia sufría sin conocer la verdad”, confesó Castillo.
Cuando supe que Víctor planeaba irse del país, decidí que era tiempo de hacer justicia. Los peritos forenses presentaron evidencia técnica que corroboraba las confesiones. El análisis balístico confirmó que el revólver encontrado en Casa de Salinas era el arma homicida. Los rastros de sangre

coincidían con el tipo sanguíneo de Diego.
La contadora forense María Elena Garza, explicó al jurado cómo funcionaba el esquema de lavado de dinero. “Los acusados crearon un sistema sofisticado de contabilidad doble”, testificó Garza. “Registraban ganancias falsas para ocultar los retiros de dinero destinados a sobornos.

También emitieron facturas falsas para justificar gastos inexistentes. ¿Cuánto dinero fue desviado del casino para actividades ilegales? Preguntó el fiscal. aproximadamente 800,000 entre 1995 y 1996, una cantidad suficiente para comprometer gravemente las finanzas del negocio. Durante su alegato

final, el fiscal Mendoza resumió el caso de manera contundente.
Diego Herrera murió porque tuvo el valor moral de enfrentar la corrupción. Víctor Salinas lo asesinó no en defensa propia, sino para proteger un imperio criminal construido sobre la confianza traicionada. Mauricio Castillo, aunque finalmente cooperó con la justicia, fue cómplice de ocultar este

crimen durante 11 años.
El defensor de Salinas hizo un último intento de obtener clemencia. Mi cliente cometió errores terribles, pero pido consideración por el hecho de que su confesión completa permitió resolver este caso y dar paz a la familia Herrera. Sin embargo, el jurado deliberó durante menos de 4 horas antes de

emitir su veredicto.
Víctor Salinas fue declarado culpable de homicidio doloso, lavado de dinero, corrupción y asociación delictuosa. La sentencia fue 35 años de prisión sin posibilidad de libertad condicional por 20 años. Mauricio Castillo fue declarado culpable de complicidad después del hecho y obstrucción de la

justicia. Por su cooperación con las autoridades, recibió una sentencia reducida de 8 años de prisión.
Eduardo Herrera asistió a la lectura de la sentencia acompañado por Sofía Mendoza y Carmen Valdés, la limpiadora, cuyo hallazgo había desencadenado toda la investigación. Finalmente se hizo justicia por Diego, declaró Eduardo a los medios después del veredicto. Mi hijo murió defendiendo principios

morales que algunos considerarían ingenuos, pero que para nuestra familia representan todo lo que valoramos.
La condena de Víctor Salinas y Mauricio Castillo tuvo repercusiones que se extendieron mucho más allá del caso específico de Diego Herrera. La Procuraduría General de Justicia de Nuevo León utilizó las evidencias del juicio para lanzar una investigación amplia sobre corrupción en la industria del

entretenimiento durante los años 90.
El fiscal Carlos Mendoza estableció una unidad especializada para investigar a los funcionarios públicos que habían recibido sobornos del Casino Royal. Los documentos encontrados en la oficina de Salinas implicaban a ocho funcionarios de diferentes dependencias gubernamentales.

La red de corrupción descubierta en este caso representa solo la punta del iceberg”, declaró Mendoza en una conferencia de prensa. Tenemos evidencia de sobornos sistemáticos que se extendieron durante varios años y afectaron múltiples sectores gubernamentales. Javier Morales, quien en 1996 había

sido director de regulación de casinos en la Secretaría de Gobernación, fue arrestado en su domicilio en San Pedro Garza García.
Los documentos mostraban que había recibido pagos mensuales de 25,000 pesos por acelerar trámites y omitir inspecciones. Me limitaba a agilizar procesos burocráticos”, se defendió Morales durante su declaración. no sabía que estaba participando en un esquema criminal más amplio. Sin embargo, los

registros de Salinas mostraban que Morales había proporcionado información confidencial sobre investigaciones gubernamentales y había alterado reportes oficiales para beneficiar al casino. Roberto Aguinaga, exinspector de
Hacienda, fue encontrado muerto en su casa antes de ser arrestado. circunstancias sugirieron suicidio y dejó una nota confesando su participación en el esquema de corrupción. No puedo vivir con la culpa de haber contribuido indirectamente a la muerte de un joven inocente, decía la nota de Aguinaga.

Diego Herrera murió porque funcionarios como yo permitimos que la corrupción floreciera. La investigación también reveló conexiones con otros casinos y centros de entretenimiento en Monterrey y otras ciudades de Nuevo León. Al menos seis establecimientos habían utilizado métodos similares de

soborno para mantener operaciones irregulares.
Eduardo Herrera decidió cerrar permanentemente el Casino Royal después del juicio. “No puedo continuar operando un negocio que costó la vida de mi hijo”, anunció públicamente. “El casino será vendido y las ganancias se donarán a una fundación educativa en memoria de Diego. La Fundación Diego

Herrera fue establecida para proporcionar becas universitarias a jóvenes de escasos recursos que demuestren integridad académica y compromiso social.
Sofía Mendoza aceptó dirigir la fundación como homenaje a su novio fallecido. Diego siempre creyó que la educación era la herramienta más poderosa para combatir la corrupción, explicó Sofía durante la ceremonia de inauguración de la fundación. Esta organización continuará su misión de promover

valores éticos en las nuevas generaciones.
Carmen Valdés, la limpiadora cuyo hallazgo había destapado todo el caso, recibió reconocimiento oficial de la Procuraduría General de Justicia por su cooperación ciudadana. También recibió una recompensa económica de 50,000 pesos de parte de la familia Herrera. Nunca busqué dinero o

reconocimiento”, declaró Carmen. Solo quería ayudar a una familia a encontrar la verdad sobre su hijo.
Cualquier madre entendería mi motivación. El detective Roberto Ramírez fue promovido a comandante de la división de casos especiales como resultado de su trabajo ejemplar en la investigación. Su manejo meticuloso del caso se convirtió en material de estudio en la Academia de Policía Estatal. Este

caso demuestra que la verdad siempre sale a la luz.
Sin importar cuánto tiempo pase, reflexionó Ramírez durante una conferencia en la academia, la persistencia investigativa y la cooperación ciudadana son fundamentales para hacer justicia. Los cambios legales resultantes del caso fueron significativos. El Congreso de Nuevo León aprobó nuevas

regulaciones para la industria del entretenimiento que incluían inspecciones sorpresa, requisitos de transparencia financiera y penas más severas para funcionarios corruptos.
La ley Diego Herrera, como fue conocida la nueva legislación, estableció protecciones específicas para denunciantes de corrupción y creó un fondo estatal para recompensar a ciudadanos que proporcionen información sobre actividades ilegales. Esta ley asegura que ningún joven valiente como Diego

tenga que enfrentar solo la corrupción, declaró el diputado autor de la legislación.
Crear canales seguros para reportar irregularidades es esencial para una sociedad justa. El impacto del caso también se extendió al ámbito académico. La Universidad Autónoma de Nuevo León estableció el Centro de Estudios sobre integridad en memoria de Diego, donde estudiantes de derecho y

administración pueden estudiar casos reales de corrupción y sus consecuencias.
Varios funcionarios públicos que no habían sido directamente implicados en el esquema de sobornos renunciaron a sus cargos por presión social. La revelación del caso había generado una demanda ciudadana por mayor transparencia y responsabilidad en el gobierno. El periódico El Norte de Monterrey

publicó una investigación especial de ocho partes sobre el caso, examinando las fallas sistemáticas que habían permitido que la corrupción floreciera durante años sin detección.
El caso Diego Herrera expuso la necesidad urgente de reformar nuestras instituciones, concluyó el editorial del periódico. Un joven de 18 años demostró más integridad que funcionarios con décadas de experiencia. A nivel nacional, el caso atrajo la atención de organizaciones anticorrupción que lo

utilizaron como ejemplo de cómo la impunidad puede llevar a consecuencias trágicas.
Transparencia mexicana incluyó el caso Diego Herrera en su informe anual como evidencia de la necesidad de proteger mejor a los denunciantes de corrupción. Este caso ilustra perfectamente como la corrupción no es un crimen sin víctimas”, declaró la directora de la organización. Diego Herrera pagó

con su vida el precio de intentar hacer lo correcto en un sistema que premiaba el silencio cómplice.
Eleven años después de su muerte, Diego Herrera se había convertido en símbolo de integridad juvenil y valor moral en Nuevo León. 5 años después del juicio, en mayo de 2012, la ciudad de Monterrey inauguró el parque de la integridad Diego Herrera, en el lugar donde anteriormente había operado el

casino royal. Eduardo Herrera había donado el terreno al municipio con la condición de que fuera convertido en un espacio público dedicado a promover valores cívicos.
El parque contaba con una biblioteca comunitaria, áreas de recreación familiar y un memorial con los nombres de víctimas de la corrupción en Nuevo León. En el centro se alzaba una estatua de bronce de Diego leyendo un libro simbolizando el poder de la educación para combatir la injusticia. Mi hijo

soñaba con un México donde la honestidad fuera valorada por encima del beneficio personal”, declaró Eduardo durante la ceremonia de inauguración.
Este parque representa ese sueño hecho realidad. Sofía Mendoza, ahora directora ejecutiva de la Fundación Diego Herrera, reportó que la organización había otorgado 847 becas universitarias durante sus primeros 5 años de operación. Los beneficiarios debían mantener excelencia académica y participar

en proyectos de servicio comunitario.
Los becarios de Diego no solo reciben apoyo financiero, explicó Sofía. También participan en programas de liderazgo ético que los preparan para ser ciudadanos íntegros en sus futuras profesiones. Uno de los primeros becarios, Alejandro Moreno, había egresado de la carrera de derecho y trabajaba

como fiscal adjunto en casos de corrupción.
Su tesis universitaria había analizado precisamente el caso Diego Herrera y sus implicaciones legales. Diego Herrera cambió mi perspectiva sobre la responsabilidad civil”, declaró Moreno durante la ceremonia del parque. Su ejemplo me inspiró a dedicar mi carrera a combatir la corrupción desde el

sistema de justicia.
Carmen Valdés, ahora de 52 años, continuaba trabajando como supervisora de limpieza, pero también daba conferencias en escuelas sobre la importancia de la participación ciudadana. Su historia había sido incluida en libros de textos cívicos para estudiantes de secundaria.

Un ciudadano común puede hacer una diferencia extraordinaria”, les decía Carmen a los estudiantes. “El hallazgo de esa mochila me enseñó que todos tenemos la responsabilidad de actuar cuando vemos algo incorrecto. El detective Roberto Ramírez, ahora comandante general de la Policía Estatal, había

implementado protocolos específicos para casos de desaparición que incluían revisión obligatoria de evidencias físicas cada 5 años.
El protocolo, Diego, había resultado en la resolución de otros casos fríos. La lección más importante del caso Diego es que nunca debemos asumir que un caso está completamente resuelto”, explicó Ramírez durante un seminario internacional de investigación criminal. La persistencia y la revisión

periódica de evidencias pueden revelar verdades que permanecieron ocultas durante años.
Víctor Salinas cumplía su condena en la penitenciaría del Topo Chico. En 2010 había escrito una carta pública pidiendo perdón a la familia Herrera y advirtiendo a jóvenes empresarios sobre las consecuencias de la corrupción. Mi avaricia y cobardía destruyeron no solo mi vida, sino la de un joven

brillante que tenía todo su futuro por delante, escribió Salinas.
Si mi historia puede evitar que alguien más cometa mis errores, entonces mi sufrimiento habrá tenido algún propósito. Eduardo Herrera había perdonado públicamente a Salinas, aunque declaró que el perdón no eliminaba la necesidad de que cumpliera su sentencia completa. El perdón es liberador para el

alma, pero la justicia debe seguir su curso había explicado. Mauricio Castillo había sido liberado en 2010 después de cumplir su sentencia reducida.
Trabajaba como consultor en transparencia organizacional y dedicaba tiempo a programas de prevención del delito en comunidades vulnerables. Mi experiencia me enseñó que el silencio ante la corrupción nos convierte en cómplices”, declaró Castillo durante una conferencia sobre ética empresarial.

Tardé 11 años en encontrar el valor de hacer lo correcto, pero otros pueden aprender de mi error y actuar más rápidamente. La Universidad Autónoma de Nuevo León había establecido el premio Diego Herrera para reconocer anualmente a estudiantes que demuestren valor moral al reportar irregularidades

en sus instituciones. El premio incluía una beca completa para estudios de posgrado.
El primer ganador había sido una estudiante de medicina que denunció corrupción en un hospital universitario, resultando en la destitución de varios funcionarios y la recuperación de fondos desviados. En el ámbito nacional, el caso había inspirado reformas legislativas en varios estados.

La Ley General de Protección a Denunciantes, aprobada por el Congreso Federal en 2011, incluía protecciones específicas basadas en las recomendaciones derivadas del caso Diego. La historia también había sido adaptada para televisión y cine. La película El valor de la verdad había ganado varios

premios nacionales y había sido utilizada como material educativo en escuelas y universidades.
En 2012, la Organización de Estados Americanos había incluido el caso Diego Herrera en su manual de mejores prácticas para combatir la corrupción juvenil, reconociendo como un joven había demostrado más integridad que adultos con décadas de experiencia. El hotel colonial donde Diego había sido

asesinado había sido convertido en el Centro de Memoria y Derechos Humanos de Nuevo León.
El sótano donde ocurrió el crimen albergaba una exhibición permanente sobre víctimas de la corrupción. Los visitantes podían ver recreaciones de la investigación, documentos originales del caso y testimonios de las personas involucradas. La exhibición concluía con un mensaje de esperanza sobre el

poder de la verdad para superar la injusticia.
Diego Herrera demostró que una persona joven, armada únicamente con principios morales sólidos, puede desafiar sistemas corruptos enteros, concluía el texto final de la exhibición. Su legado nos recuerda que la integridad no es negociable y que la verdad, aunque tarde, siempre prevalece. En el 15º

aniversario de su muerte en 2011, Diego Herrera había sido declarado hijo predilecto de Monterrey por el Ayuntamiento.
La ceremonia había contado con la presencia de autoridades estatales, federales y representantes de organizaciones internacionales. Diego Herrera representa lo mejor de la juventud mexicana”, había declarado el alcalde durante la ceremonia. Su sacrificio no fue en vano. Se inspiró a futuras

generaciones a mantener principios éticos inquebrantables.
Eduardo Herrera, ahora abuelo de tres nietos, continuaba activo en causas sociales y había escrito un libro sobre su experiencia titulado Mi hijo, mi héroe, la historia de Diego Herrera. Los derechos del libro fueron donados íntegramente a la fundación. En las páginas finales del libro, Eduardo

escribió, “Diego vivió solo 18 años, pero su impacto en nuestra sociedad durará generaciones.
Murió defendiendo principios que algunos consideran anticuados, pero que son la base de cualquier sociedad justa. Su memoria nos obliga a ser mejores ciudadanos, mejores padres y mejores seres humanos.” La tumba de Diego en el Panteón del Carmen se había convertido en lugar de peregrinaje para

jóvenes que enfrentaban dilemas morales. Regularmente aparecían flores frescas y notas de estudiantes, agradeciendo su ejemplo.
Una de las notas más recientes, dejada por una estudiante de preparatoria decía: “Gracias, Diego, por enseñarnos que hacer lo correcto vale la pena, sin importar las consecuencias. Tu valor me inspira a ser honesta en mi propia vida. Seventin años después de su muerte, Diego Herrera Montemayor

había logrado algo que pocos consiguen en toda una vida, cambiar su sociedad para mejor y dejar un legado duradero de integridad y justicia.
Su historia continuaba inspirando a nuevas generaciones de mexicanos a elegir la honestidad por encima de la conveniencia, recordándoles que los verdaderos héroes no siempre usan capas, sino que a veces simplemente tienen el valor de hacer lo correcto cuando nadie más está dispuesto a hacerlo. Fin.

Epílogo. En agosto de 2025, 29 años después de la muerte de Diego Herrera, Carmen Valdés, ahora de 65 años, guiaba un grupo de estudiantes internacionales de criminología por el Centro de Memoria y Derechos Humanos.
Su cabello había encaneceado completamente, pero sus ojos mantenían la determinación que la había llevado a reportar el hallazgo de la mochila 18 años atrás. La lección más importante de esta historia, les decía a los visitantes mientras señalaba la recreación de la habitación donde había

encontrado la evidencia es que la justicia no tiene fecha de expiración.
La verdad puede permanecer enterrada durante años, pero siempre encuentra una manera de salir a la luz. Eduardo Herrera había fallecido pacíficamente en 2023 a los 84 años, rodeado de su familia y con la satisfacción de haber visto el legado de su hijo prosperar. Sus últimas palabras habían sido:

“Diego, finalmente nos volvemos a encontrar.
” La Fundación Diego Herrera continuaba operando bajo la dirección de Sofía Mendoza, quien nunca se había casado, dedicando su vida entera a honrar la memoria de su primer amor. En 2025, la fundación celebraba haber otorgado su beca número 2000. El caso Diego Herrera se había convertido en material

de estudio obligatorio en facultades de derecho, criminología y administración pública en todo México.
Su historia era citada regularmente por activistas anticorrupción en América Latina como ejemplo del poder transformador del sacrificio individual. Víctor Salinas había muerto en prisión en 2021 a los 76 años, habiendo cumplido 25 años de su sentencia. Hasta el final había expresado remordimiento

por sus acciones y había dedicado sus últimos años a escribir cartas de advertencia a jóvenes empresarios sobre las consecuencias de la corrupción. El parque de la integridad.
Diego Herrera seguía siendo uno de los espacios públicos más visitados de Monterrey, especialmente popular entre familias y estudiantes. La biblioteca del Parque había crecido hasta convertirse en el centro de información anticorrupción más importante del norte de México.

En la entrada del parque, una placa de mármol negro contenía las últimas palabras escritas por Diego en su cuaderno. La honestidad no es una opción, es una responsabilidad. Espero tener el valor de cumplir con la mía. Debajo, en letras doradas, estaba inscrita la respuesta de la historia. lo tuvo.

La muerte de Diego Herrera había demostrado que un solo acto de valor moral puede resonar a través de las décadas, inspirando a miles de personas a elegir la integridad por encima de la conveniencia y recordando a la sociedad que los verdaderos héroes no siempre viven para ver su victoria, pero su

legado perdura
para siempre. En Monterrey, cuando los padres querían enseñar a sus hijos sobre integridad, les contaban la historia de Diego Herrera. Cuando los maestros querían inspirar a sus estudiantes a hacer lo correcto, recordaban su ejemplo.
Cuando los funcionarios públicos enfrentaban tentaciones de corrupción, pensaban en las consecuencias que había tenido para un joven de 18 años que había pagado con su vida por defender la verdad. Diego Herrera había muerto a los 18 años. Pero su legado era inmortal.