Atada a Él: La Historia de Julieta Varela
Mi nombre es Julieta Varela, tengo 29 años, y lo que estoy por contar no es fácil de escribir. A veces me pregunto si todo fue real o si perdí la cordura… pero aún hoy, cuando cierro los ojos, puedo sentir ese lazo invisible que me sujetaba, que me arrastraba hacia él, como si aún no estuviera del todo libre.
El Comienzo de la Pesadilla
Mi relación con Ramiro comenzó como un cuento de hadas. Nos conocimos cuando tenía 26 años. Él era todo lo que había soñado: un hombre apasionado, cariñoso y lleno de planes de futuro. Ambos compartíamos sueños de un mañana mejor, y desde el principio me sentí cautivada por su calidez y su forma de hacerme sentir especial. En esos primeros días, sentí que nuestra relación era la más perfecta que podría tener. Pero, como suele ocurrir, todo cambió con el paso del tiempo.
Ramiro comenzó a mostrar su verdadera cara. Al principio, las señales fueron sutiles. Celos. Control. Poco a poco, las conversaciones se volvieron más tensas, las discusiones más frecuentes. Empezó a vigilarme más de lo que me hubiera gustado, cuestionaba mis amistades, mis decisiones y mi tiempo libre. Pensé que todo se debía a su amor, su preocupación por mí, pero pronto me di cuenta de que no era amor, era algo más oscuro.
Me pidió que no saliera con mis amigos, que no hablara tanto con mi familia. Un día, durante una discusión, él me empujó contra la pared. No fue una agresión física brutal, pero fue suficiente para que mi corazón se detuviera un momento. Me sentí atrapada, asfixiada, pero algo dentro de mí me decía que debíamos superar esa fase.
Pero lo peor llegó después.
El Quiebre
Tres meses después de que comenzamos a vivir juntos, me enteré de que estaba embarazada. Al principio, pensé que era una buena noticia. La vida iba bien, o eso quería creer. Pero la reacción de Ramiro me sorprendió. En lugar de emocionarse, me miró con frialdad y dijo: “Este no es el momento. No lo hagas.” Pensé que había malinterpretado sus palabras, pero cuando las repitió con más firmeza, la verdad me golpeó de lleno: él no quería el bebé.
La presión para que abortara fue insoportable. Me amenazó con que no lo haríamos como pareja si no tomaba esa decisión. “Esto destruiría nuestros planes,” decía. Cada palabra era un recordatorio de lo que había dejado atrás: su ambición, su futuro, su vida sin compromisos. Para él, yo era un obstáculo, un inconveniente. Eso me desgarró.
Finalmente, la presión de Ramiro y el miedo a perderlo me hicieron ceder. Tomé la decisión más dolorosa de mi vida: me sometí a un aborto, algo que nunca había planeado. Él estaba a mi lado, pero su apoyo era frío y distante. Me prometió que todo mejoraría después de eso, pero las cosas nunca volvieron a ser las mismas. Al salir del hospital, me sentí vacía, sola, y completamente abandonada.
La Brujería
Lo que siguió fueron días llenos de un vacío profundo. Al principio, pensé que solo era el dolor físico lo que me arrastraba, pero luego sucedieron cosas extrañas en nuestra casa. Una noche, al regresar del trabajo, encontré mi cama revuelta, con pelos que no eran míos en la almohada. Me tomé un momento para racionalizarlo, pero el miedo comenzó a instalarse en mí. ¿Quién estaba entrando a mi casa?
Luego, empecé a tener sueños extraños. En mis pesadillas, Ramiro me decía: “Estás atada a mí.” Sus palabras me perseguían, me despertaba en medio de la noche con el corazón palpitando con fuerza, como si algo me hubiera arrancado del sueño.
Las marcas comenzaron a aparecer en mi cuerpo: moretones, rasguños, señales de algo que no podía entender. Estaba cansada, desesperada, y no sabía qué hacer. Entonces, una noche, mientras caminaba hacia la cocina, vi algo en el suelo. Era una bolsita de tela atada con hilo rojo. La levanté, y dentro había tierra, pelos humanos, uñas, y un pequeño papel con mi nombre completo. Era una prueba de brujería.
No podía creerlo. Mi mente se nubló, y entonces decidí pedir ayuda. Llamé a Camila, una amiga que creía en estas cosas. Me llevó a ver a una mujer llamada Elvira, quien según ella, era conocida por ayudar a las personas que se veían atrapadas por energías oscuras. Lo que descubrí allí cambiaría mi vida para siempre.
Elvira: La Mujer que Sabía la Verdad
Cuando llegamos a la casa de Elvira, la mujer me miró con ojos penetrantes. No me dijo nada, pero sus ojos parecían leer mi alma. Después de unos segundos de silencio, Elvira comenzó a hablar:
— “Esa mujer no te ha soltado, querida. Está atada a ti. Te ha llevado en sueños, te ha manipulado. No es un simple hechizo. Ella te quiere en su altar.”
Elvira me mostró un libro viejo, con dibujos extraños y símbolos que nunca había visto antes. En una de las páginas, una muñeca vudú con un hilo rojo atravesando su pecho. Fue entonces cuando entendí lo que estaba pasando: Ramiro no solo me había manipulado emocionalmente. Había invocado algo mucho más oscuro, algo que me ataba a él, no solo físicamente, sino también espiritualmente.
Elvira me entregó una piedra negra.
— “Lleva esto contigo siempre. Si lo pierdes, todo puede volver. No es solo un amuleto. Es tu protección.”
Esa noche, dormí por primera vez sin ser acosada por los sueños de Ramiro. Por un momento, sentí paz. Pero esa paz no duró mucho.
La Desesperación de la Regresión
Días después, la piedra desapareció. La protección de Elvira se desvaneció. Me encontraba una vez más atrapada en un ciclo que no comprendía, pero ahora más aterrada que nunca. La aparición de Ramiro en mis sueños volvió, pero ya no me hablaba. Ahora estaba encima de mí, con una sonrisa macabra. Su rostro se desfiguraba, su piel rota y sus ojos, vacíos, me miraban con furia.
Desperté gritando, sintiendo una presión horrible en mi cuello. Las marcas quedaron allí durante días. Me di cuenta de que no solo se trataba de un hechizo, algo más profundo estaba sucediendo. Ramiro había ido más allá de lo que podía comprender.
El Confrontamiento Final
Una tarde, no pude más. Lo enfrenté. Lo llamé por teléfono, no podía soportarlo más. Lo que me dijo me heló la sangre:
— “Yo no hice nada, Juli. Eres tú la que no me puede soltar. Estás atada a mí.”
Fue entonces cuando decidí denunciarlo por acoso. Solicité una orden de alejamiento, pero lo que estaba sucediendo en mi vida no era simplemente un asunto legal o emocional. Era algo que no podía ver ni entender completamente.
Fui a ver a Elvira nuevamente, y cuando me vio, su rostro cambió. Esta vez ya no estaba tranquila.
— “Ya no es solo un lazo, querida. Ahora eres parte de su altar.” —me dijo, su voz grave y seria. “Lo alimenta con tu sangre, con tu energía. Si él sigue invocándote, nunca te dejará ir.”
Era tarde. El daño ya estaba hecho.
La Huida y la Larga Supervivencia
Decidí mudarme de nuevo. Cambié mi número, mi vida, pero los sueños nunca se fueron. El espíritu de Ramiro, o lo que había invocado, seguía acechándome. Siempre sentía que me observaba, que algo invisible me perseguía, y aunque intenté olvidar, esa sensación nunca desapareció.
La vida continuó, pero nunca volví a ser la misma. A veces, me despertaba con marcas nuevas en mi piel, con voces susurrando su nombre en la oscuridad. La brujería no se corta fácilmente, como me había dicho Elvira. Se arrastra, te sigue, y lo único que puedes hacer es sobrevivir.
Hoy, con el tiempo, ya no me atormentan las noches de terror. La piedra negra todavía está conmigo, y aunque no sé si funciona, nunca la dejo de lado. Pero el recuerdo de Ramiro sigue allí, en cada sombra, en cada rincón. Y, a veces, cuando camino por la calle, juro escuchar su voz detrás de mí:
— Te lo dije, Juli. Siempre vas a ser mía.
Atada a Él: El Último Acto de Ramiro
La noche continuó cayendo sobre el pequeño departamento de Julieta. Tras semanas de sufrimiento y miedo, Julieta se había convencido de que lo peor ya había pasado, que ella podía continuar con su vida. Sin embargo, el lazo oscuro que había sido invocado por Ramiro no se cortaba tan fácilmente. Las sombras que había comenzado a ver en las esquinas de sus ojos, las voces susurrando su nombre en el aire, lo que había sido un escape momentáneo, pronto reveló lo que aún no podía comprender: Ramiro no solo la había atado a él físicamente, sino que había invocado un mal mucho mayor.
El Origen del Mal
Ramiro nunca había sido el hombre que Julieta conoció al principio. Detrás de su fachada encantadora y su aparente éxito, se escondía un hombre desesperado por alcanzar algo más allá de lo que el dinero o el poder podían darle. Ramiro había hecho un pacto con una entidad oscura, algo que había comenzado mucho antes de su encuentro con Julieta. Su relación, que parecía ser una historia de amor, era en realidad la pieza final de un ritual macabro que él mismo había iniciado sin saber del todo las consecuencias.
El origen de todo comenzó cuando Ramiro fue introducido a una antigua secta ocultista en sus años de juventud. Un círculo secreto que prometía poder, riqueza y control absoluto a cambio de sacrificios personales. Ramiro, ambicioso y desesperado, aceptó las ofertas de la secta sin comprender el alcance de lo que implicaba. El precio fue su alma, y a cambio, fue iniciado en rituales que le otorgaron poder para manipular a aquellos que lo rodeaban. La esencia de los rituales de la secta se centraba en invocar a un ser demoníaco que tomaba posesión de la voluntad de su invocador.
Pero, como en todo pacto con lo oscuro, la magia y los encantamientos tienen su precio. Ramiro, al principio, usó sus poderes para manipular a las personas, para ganarse la confianza de los demás y acercarse a ellos, especialmente a Julieta, sin que ella sospechara jamás. Todo esto fue parte de un plan
La primera vez que Ramiro utilizó su ritual con Julieta fue cuando ella quedó embarazada. Aquella fue la chispa que encendió su desesperación. Mientras Julieta creía que él estaba simplemente preocupado por su futuro, lo que Ramiro realmente quería era que su alma estuviera más atada a él, que no tuviera escape de su influencia. El ritual de la manipulación y el control empezó a tomar forma, y con cada paso, él la atraía más hacia el peligro que él mismo había desatado. La marca de la media luna que Julieta había visto en su piel no era una coincidencia. Era la marca del sacrificio, la señal de que ella también había sido elegida para un propósito mucho más oscuro.
La Caída de Ramiro
Una noche, cuando la presión de los rituales y los demonios invocados por Ramiro se volvieron insoportables, comenzó a darse cuenta de lo que había hecho. El ser oscuro que había invocado ya no solo lo controlaba a él, sino que se había apoderado de su voluntad, haciendo de Ramiro un simple peón en su macabro juego.
El demonio, que había estado esperando durante años en las sombras, comenzó a influir en su comportamiento. Ya no era solo un hombre manipulador, sino un hombre poseído por la entidad demoníaca. Su rostro, que antes era tan atractivo y confiable para Julieta, ahora se deformaba con una expresión maligna. Los ojos de Ramiro, antes llenos de vida, ahora estaban vacíos, y su voz, que había sido tan suave y encantadora, comenzó a sonar hueca, como si viniera de lo más profundo del infierno.
Fue entonces cuando Julieta comprendió que todo esto nunca había sido por amor. Todo lo que había sucedido había sido parte de un plan diabólico, una estrategia en la que ella, como un sacrificio final, sería utilizada para fortalecer el lazo entre Ramiro y la entidad que había invocado.
La Reacción de Julieta
La noche en la que Julieta, finalmente, decidió enfrentarse a Ramiro, algo dentro de ella cambió para siempre. No estaba sola. Elvira, la mujer que había intentado ayudarla, le había dado la última pieza del rompecabezas. Julieta sabía ahora lo que debía hacer, y aunque el miedo la invadía, ya no iba a permitir que esa criatura oscura siguiera controlando su vida.
Se acercó a Ramiro en su departamento, donde él ya no estaba. La casa estaba vacía, pero no la sentía sola. Era como si las paredes mismas retuvieran la esencia del mal que él había traído consigo. Julieta encendió la lámpara, iluminando la habitación donde Ramiro siempre había estado. Allí, sobre la mesa, encontró un antiguo libro de hechizos
De repente, sentió que una presencia se acercaba. El aire se enfrió y la luz de la lámpara parpadeó. Ramiro apareció de la nada, pero no era el hombre que ella había conocido. Estaba poseído, su cuerpo se movía de manera extraña, como si no fuera suyo.
— Te dije que siempre serías mía, Julieta. —dijo, su voz rota y distorsionada. “Nunca podrás escapar. Estás atada a mí.”
La Batalla Final
Julieta, con el corazón palpitante, no retrocedió. Recordó las palabras de Elvira y la piedra negra que había estado protegiéndola. Sabía que no podía seguir huyendo de él, y tampoco podía quedárselo para siempre. Tenía que hacer frente a la maldad que él había desatado, y si eso significaba sacrificar su propio ser, lo haría.
Ramiro, con su rostro deformado, avanzó hacia ella, pero Julieta, con toda la fuerza que le quedaba, empezó a recitar las oraciones que Elvira le había enseñado. La piedra negra brilló con fuerza en su mano, casi como si fuera un faro de luz contra la oscuridad.
El ambiente comenzó a cambiar. El demonio dentro de Ramiro empezó a gritar, mientras la energía oscura que lo rodeaba se desvanecía, debilitándose con cada palabra que Julieta pronunciaba. Una fuerza invisible comenzó a rodearla, y en ese momento, Ramiro cayó al suelo, convulsionando de dolor, como si el mal que había invocado lo estuviera destruyendo desde dentro.
— ¡Vete! —gritó Julieta con una valentía que ni ella misma sabía que poseía. “¡No eres bienvenido aquí! ¡Vete de mi vida!”
Ramiro, en su forma demoníaca, se levantó con dificultad, pero sus ojos vacíos se llenaron de terror. Una luz brillante emergió de la piedra y, con un estruendo ensordecedor, la entidad demoníaca fue expulsada. Ramiro, ahora completamente humano nuevamente, cayó al suelo, respirando pesadamente.
Julieta miró a su alrededor, agotada pero aliviada. La batalla había terminado, pero lo que quedó atrás era algo que la marcaría para siempre. Ramiro, en su forma humana, la miró con desesperación.
— ¿Qué has hecho? —murmuró, mientras su rostro volvía a recuperar algo de humanidad.
Julieta lo miró, pero ya no sentía nada por él. El hombre que había conocido ya no existía. Lo que quedaba era un hombre destruido, que había sido consumido por su propia ambición y oscuridad.
El Último Encuentro
Días después, Julieta decidió que la única manera de sanar era dejarlo todo atrás. Ya no tenía sentido continuar con alguien que había arrastrado su vida al abismo. Ramiro fue detenido por la policía por sus crímenes, aunque él nunca confesó la verdad de lo que había hecho. La maldad de sus acciones, sin embargo, fue suficiente para condenarlo.
Julieta se mudó a un lugar tranquilo, lejos de todo lo que había conocido. Con el tiempo, sanó y encontró la paz que tanto había deseado. Sabía que la batalla contra la oscuridad no era algo que se ganara fácilmente, pero al final, la luz y la fe en sí misma la habían liberado.
FIN
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