¿Alguna vez han oído hablar del autobús escolar que desapareció en medio del camino, llevando a cinco adolescentes que soñaban con futuras victorias en el campo de fútbol? Esta historia comenzó una tranquila mañana de 1994. Aquel día cinco chicos se reunieron para ir a la ciudad vecina a ver un partido.
Nadie pensaba que ese breve trayecto de apenas un par de horas sería el último lugar donde se les vería juntos. Pasaron los años, la gente hacía conjeturas y rumoreaba. La policía investigaba posibles pistas, pero el autobús nunca se encontró. No se sabía si estaban vivos o muertos, si habían huido o habían sido víctimas de un accidente.
Todos se resignaron a que el misterio quedaría sin resolver. Pero 26 años después, un hombre entró en la comisaría, se identificó con un nombre falso y dijo unas palabras que dieron un giro a toda la investigación. Me llamaba Alex y yo estaba en ese autobús. Aquella lejana mañana, cinco adolescentes, Alex, Richard, Danny, Sean y Kevin, se reunieron en el antiguo patio del colegio para esperar el autobús.
Tenían previsto jugar un partido amistoso con el equipo de otro colegio y estaban muy animados. Todos estaban orgullosos de poder representar a su colegio. Alex era el centrocampista, Richard era el portero, Dani jugaba en la delantera. Y Sew y Kevin eran jugadores polivalentes, preparados para cualquier tarea que les asignara el entrenador.
Desde fuera parecían chicos normales jugando con el balón mientras esperaban la salida y bromeando sobre el próximo rival. Ese autobús hacía a menudo el trayecto entre las dos ciudades. El conductor se llamaba Harry. En la escuela ganaba un dinero extra llevando a los niños a las competiciones.
Otros profesores habían notado su taciturnidad en más de una ocasión, pero nadie le daba importancia. Para la mayoría, no era más que un hombre discreto que hacía su trabajo. Ese día, Harry llegó un poco antes. Después de reunir a todos los pasajeros, comprobó el itinerario y salió de la ciudad. Nada presagiaba ningún problema. La carretera le era familiar.
hacía sol y los adolescentes estaban animados. El destino se encontraba a varias decenas de kilómetros. La carretera atravesaba un campo y unos pequeños pueblos y luego había que tomar la autopista para llegar a la ciudad vecina, donde se celebraba el partido. Aproximadamente media hora después, el autobús se detuvo en una gasolinera. Era algo habitual.

El conductor quería repostar y a los chicos les dejaban estirar las piernas un par de minutos. Algunos compraron refrescos o pequeños aperitivos. Nadie notó nada extraño, aunque después los testigos no pudieron recordar cuántas personas salieron exactamente del autobús. Parecía que se había visto a todos, pero no quedaban datos precisos. La gasolinera estaba apartada, había pocos clientes y el cajero no miraba a cada adolescente personalmente.
Varios conductores que pasaban por allí recordaban aquel viejo autobús escolar que estaba parado junto a la gasolinera. Tenía un aspecto característico, la pintura descascarillada y el nombre del centro educativo descolorido en algunos lugares. Luego el autobús se marchó y ninguno de los testigos ocasionales vio a dónde se dirigía. Según el testimonio del propietario de la gasolinera, Harry pagó la gasolina en efectivo.
No entabló una conversación larga y parecía tranquilo. Los adolescentes se comportaban de forma ruidosa, pero no había nada sospechoso en ello. Cuando el equipo no llegó a la hora acordada, el entrenador empezó a llamar al conductor, pero no había conexión. Pensó que el autobús podría haberse quedado atascado en un atasco o haber averiado.
Pasó otra media hora y no había noticias. Entonces el entrenador empezó a llamar a la escuela y a los padres, pero nadie sabía qué estaba pasando. Pronto se dieron cuenta de que había pasado algo grave. No solo Harry no contestaba, sino que ninguno de los chicos lo hacía.
Los padres dieron la voz de alarma y presentaron denuncias ante la policía. Las fuerzas del orden reaccionaron rápidamente, dieron el aviso del autobús, revisaron las carreteras más cercanas, pero no encontraron rastro alguno. No había ningún registro oficial de un accidente ni llamadas desde el lugar del siniestro. Era como si el autobús se hubiera desvanecido en el aire.
Un par de días después, voluntarios y policías iniciaron una búsqueda a gran escala. Peinaron los campos y los cruces de carreteras, movilizaron patrullas y helicópteros. Interrogaron a camioneros, pero todo fue en vano. La información sobre la desaparición de los cinco adolescentes apareció en las noticias locales y poco después en los canales federales.
La gente barajaba diferentes versiones. Algunos pensaban que los chicos podían haber sido secuestrados. Otros creían que se trataba de un trágico accidente y que el autobús se había caído al río o desde un puente. Otros suponían que los propios adolescentes habían decidido huir. Algunos no confiaban en el conductor. Decían que parecía demasiado extraño, pero no había pruebas contra él.
Nadie podía confirmar siquiera si estaba vivo. Resultó difícil obtener información. Además, no se encontró ningún testigo que hubiera visto a dónde se dirigió el autobús después de repostar. Poco a poco el caso llegó a un punto muerto. La policía descartaba una posibilidad tras otra, pero no tenía pistas.
Los padres de los jóvenes se unieron en un grupo de iniciativa. Exigieron a las autoridades que no abandonaran la búsqueda. Contrataron detectives privados, pegaron carteles con fotos de los adolescentes y ofrecieron recompensas por cualquier información.

En varias ocasiones se dijo que se habían encontrado testigos que habían visto a niños parecidos en diferentes estados, pero toda la información resultó ser falsa. 6 meses después, el interés por el caso decayó. La prensa pasó a otros temas y las familias quedaron en la incertidumbre. En el centro educativo, algunos profesores esperaban un milagro hasta el último momento.
Pero el tiempo pasaba y las nuevas generaciones de alumnos ya no sabían que en su día cinco niños habían desaparecido sin dejar rastro. A principios de la década de 2000 se produjeron varios intentos de reabrir la investigación, pero no dieron resultado. No se encontró ningún autobús ni en el río ni en ningún barranco. Hubo un periodo en el que la policía comprobó vehículos que coincidían con la descripción, pero las matrículas de ese autobús habían desaparecido.
En un momento dado corrieron rumores de que Gary podría haber robado el autobús y haberse dedicado a actividades ilegales. tal vez para pasar a adolescentes a la frontera. Pero estas versiones no se confirmaron.
Los padres no perdieron la esperanza, pero la mayoría de las personas que los rodeaban creían que había pocas posibilidades. Lo más terrible era que ni siquiera existían los cuerpos o pruebas materiales que pudieran arrojar luz sobre el destino de los chicos. Llegó el año 2020. Hacía tiempo que la gente no hablaba de aquella historia. Solo de vez en cuando se publicaban artículos conmemorativos en la prensa con motivo de cada nuevo aniversario de la desaparición.
Y de repente, una noche, un hombre se presentó en la comisaría de policía de un pequeño pueblo en las afueras del estado y pidió educadamente hablar con un oficial. Mencionó un nombre que nadie había oído antes. Por su aspecto, parecía tener poco más de 40 años. Tenía el rostro demacrado, el pelo corto y vestía ropa vieja.
No llevaba documentos, solo una cartera gastada con algunos billetes de poco valor. Al principio, el agente pensó que se trataba de un vagabundo o de una persona con trastornos mentales, pero el hombre habló con calma y seguridad. Dijo que quería denunciar la desaparición de varias personas. Luego añadió, “Me llamaba Alex.
Soy uno de los cinco adolescentes que desaparecieron en 1994. El agente reaccionó con recelo. Le pareció que el hombre podía estar haciéndose pasar por otra persona, ya que en casos como este a veces aparecen impostores. Pero las palabras del visitante son convincentes. Mencionaba detalles que solo se conocían por el antiguo caso.
Describía el uniforme del equipo escolar, recordaba los colores del autobús y hablaba de la ubicación de la gasolinera. se presentó con un hombre falso y dijo que había vivido así durante muchos años, cambiando de documentos y escondiéndose de cualquier mención de sí mismo como Alex. Al principio, los policías se mostraron escépticos ante su historia, pero decidieron comprobarla. Le pidieron las huellas dactilares y resultó que no había nada en la base de datos.
Sin embargo, esto no desconcertó a los agentes, ya que el chico había desaparecido mucho antes de que le pudieran tomar las huellas. Entonces decidieron tomar una muestra de ADN, recurriendo a una base genética donde se conservaban muestras de familiares de adolescentes desaparecidos. A los pocos días llegó la confirmación.

El ADN coincidía con el de Alex, desaparecido en 1994. La policía estaba conmocionada. Los agentes llamaron inmediatamente a los detectives, que en su día se ocuparon del caso, e informaron a los padres de Alex de que su hijo había aparecido vivo. A partir de ese momento, la historia tuvo un giro inesperado.
Cuando se reunió con sus padres, el hombre se mostró distante, no quiso dar detalles y luego empezó a decir que no recordaba muchos detalles. En su cuerpo se veían marcas de quemaduras antiguas y en las muñecas y los tobillos tenía cicatrices que parecían ser el resultado de esposas u otros medios de inmovilización.
Parecía dolorosamente delgado como alguien que había pasado muchos años con dificultades para llevar una vida normal. Los investigadores comenzaron a interrogarlo sobre lo que había sucedido después de la parada en la gasolinera. Alex respondió de forma evasiva. Recordaba haber entrado en la tienda de la gasolinera para comprar una bebida, haber vuelto al autobús y luego haber perdido el conocimiento durante un largo tiempo como si se hubiera sumido en la oscuridad.
Dice que se despertó dos días después, pero en el sótano de una casa desconocida no había ningún amigo cerca. En lugar de entrar en pánico, intentó escapar, pero la puerta estaba cerrada con llave y no había ventanas. Alex notó que en la habitación había objetos que parecían herramientas, así como restos de comida.
Según él, no vio quién lo mantenía encerrado porque prácticamente nadie le hablaba. A veces le traían agua y una pequeña ración de comida. No entendía dónde estaba ni por qué lo retenían. La policía interrogó a Alex sobre cualquier detalle que pudiera indicar la identidad del secuestrador, pero él dijo que ni siquiera había visto la cara de quién abría la puerta.
El hombre siempre entraba vestido de negro y con una máscara y nunca dijo una palabra. Alex oía pasos arriba. A veces pasaban coches por delante de la casa, pero nada más. Suplicaba que lo dejaran salir, pero él permanecía en silencio. Después de varios meses de cautiverio, Alex logró encontrar un alambre con el que intentó forzar la cerradura, pero no lo consiguió. Lo castigaron con quemaduras.
Aún no está seguro de con qué lo quemaron. Tal vez con un objeto metálico caliente. Después de eso, dejó de intentar escapar. Los detectives le preguntaron dónde estaban sus amigos. Richard, Danny, Sean y Kevin. Alex bajó la mirada y dijo que no lo sabía. Cuando se despertó en el sótano, ya no estaban allí.

Toda la información que pudo dar fue que Harry estaba en el autobús, pero después de la parada en la gasolinera, Alex no recordaba nada hasta el momento en que se despertó en el calabozo. A los investigadores les pareció que había algo que no cuadraba en la historia. Sospechaban que Alex ocultaba algo, tal vez por miedo o por un trauma psicológico.
Le exigieron que dijera más, pero él guardó silencio y luego pidió que se detuviera el interrogatorio. Sin embargo, no había pruebas de suplantación de identidad. La coincidencia del ADN se confirmó y el cuerpo del hombre presentaba signos evidentes de violencia. Cuando los médicos lo examinaron, le encontraron numerosas cicatrices antiguas y fracturas mal curadas.
Al parecer había pasado todos esos años en condiciones extremadamente duras. La policía esperaba que poco a poco Alex recordara algo más que pudiera dar alguna pista sobre el paradero del resto de desaparecidos. Sin embargo, parecía estar cerrado.
Solo decía que había encontrado el momento de huir unos 3 años después de su secuestro. Tuvo la suerte de escapar cuando un desconocido abrió la puerta para darle agua. Alex no sabía dónde estaba exactamente porque estaba oscuro. Salió y echó a correr sin saber a dónde iba. Según él, llegó al estado vecino haciendo autostop, se hizo pasar por huérfano y empezó a vivir de trabajos ocasionales.
Los investigadores no entendían por qué no había acudido a la policía hacía tantos años, pero Alex decía que tenía mucho miedo de que sus secuestradores lo encontraran. creía que el peligro no había desaparecido y pensaba sinceramente que no le creerían. Es muy posible que evitara el contacto con sus familiares por temor a que los encontraran y les hicieran daño.
Quizás se sentía culpable por haber sobrevivido sin saber qué había sido de los demás. La investigación tenía que determinar quién había secuestrado el autobús y dónde se encontraban los demás adolescentes. La policía llamó la atención sobre el hecho de que el apellido del conductor Harry no había aparecido en ningún caso penal en los años 90, pero en el año 2000 desapareció repentinamente.
Se le declaró en busca y captura, ya que había dejado de comunicarse y evadido impuestos, pero en aquel momento se consideró un delito menor, no relacionado con el secuestro. La policía revisó los archivos antiguos y descubrió que en 2010 Harry había muerto en prisión. Fue condenado en otro estado por intento de secuestro de menores.
Cuando el investigador que trabajaba con Alex se enteró de este hecho, el rompecabezas comenzó a encajar. Resultó que Harry podía ser un secuestrador en serie, pero oficialmente nadie lo acusó en los años 90 por el caso del autobús desaparecido. Simplemente no había suficiente información.
Pero se descubrió que a finales de los 90 había llamado la atención de la policía en varias ocasiones, tras lo cual se mudó, cambió de nombre y se dedicó a actividades sospechosas. Finalmente, en 2008, fue detenido cuando intentaba meter a un adolescente en un coche. La investigación determinó que estaba involucrado en otros casos de secuestro. En 2010, murió en prisión de una enfermedad cardíaca, sin confesar lo que había sucedido con el autobús escolar ni dónde estaban los niños.

Cuando Alex se enteró de esta información, se sumió en un largo silencio. Los detectives supusieron que podía tener recuerdos que relacionaban a Harry con la historia de su encarcelamiento. Pero Alex afirmaba que no había visto el rostro del hombre del sótano, ni había oído su voz.
Solo recordaba que al segundo día después del secuestro había percibido la presencia de alguien. Había oído pasos y ruidos sordos. La policía comenzó a sospechar que Harry podría no estar solo. Quizás actuaba con cómplices y alguien seguía reteniendo a los adolescentes en diferentes lugares. Pero el hecho era que Harry había muerto y aún no se había encontrado rastro alguno de los demás chicos. El caso volvió a ser objeto de atención mediática.
Los periodistas se agolpaban en los pasillos de la comisaría para intentar entrevistar a Alex. Los padres de los chicos desaparecidos presentaron solicitudes para que se reanudara la búsqueda. Esperaban que si Alex había aparecido con vida, aún hubiera alguna posibilidad de ver a sus hijos. Pero el hombre no pudo darles ninguna noticia reconfortante.
Dijo claramente que no había visto a nadie en el sótano, salvo su propia sombra. No sabía dónde estaban los demás. Tampoco sabía si alguno de ellos había regresado. Además, la memoria de Alex parecía fragmentada. Según los psicólogos, esto podía ser consecuencia de un trauma prolongado. Alex podía haber bloqueado parte de sus recuerdos para proteger su psique.
Para avanzar en la investigación, los detectives llevaron a cabo un análisis exhaustivo de las viejas pistas y los archivos. Revisaron todos los objetos que alguna vez habían pertenecido a Harry o a sus familiares. Encontraron un par de parcelas que él había alquilado donde tenía una pequeña granja.
En una de ellas encontraron un cobertizo cerrado con llave, pero estaba vacío, salvo por rastros de animales. No encontraron allí ni partes del autobús, ni rastros de los chicos, ni ningún tipo de anotaciones o documentos. Las declaraciones de los ancianos del lugar que afirmaban haber visto el autobús escolar resultaron ser inexactas. Se llamó a los perros policía, pero habían pasado demasiados años y los perros no pudieron detectar nada.
La policía no se detuvo ahí y comprobó la red de contactos criminales del conductor. Resultó que había estado en contacto con varias personas con un pasado turbio, pero no se encontró ninguna conexión directa con el secuestro. Según los documentos, ninguno de ellos poseía propiedades inmobiliarias donde pudiera haber un sótano secreto.
Lo más probable es que el lugar donde estuvo recluido Alex fuera una casa privada que posiblemente ya había sido vendida o demolida hacía mucho tiempo. Alex también contó que durante todo el tiempo que estuvo cautivo, una vez oyó el sonido de un tren que pasaba y hacía sonar la sirena cerca de allí.

Esto podía dar una pista sobre la proximidad de una vía férrea, pero los detectives analizaron muchas líneas ferroviarias en diferentes estados y las conclusiones fueron demasiado vagas. Después de tantos años, resultó casi imposible determinar el lugar exacto. Los investigadores continuaron interrogando a Alex con la esperanza de que revelara más, pero él se sumió en un silencio aún más profundo.
Decía que no recordaba cómo había escapado, salvo el hecho mismo de haberlo hecho. Dijo que corrió por el campo hasta que se topó con un camino rural donde un coche que pasaba por casualidad le dio un aventón. Luego alquiló una habitación barata en un hostal con un nombre falso. Empezó a trabajar para ganarse la vida. vivía como podía y evitaba cualquier contacto con las autoridades.
Es posible que leyera en los periódicos que Harry había sido detenido, pero seguía sin confiar en el sistema judicial, creyendo que había cómplices que podían encontrarlo y castigarlo. Para verificar esta versión, la policía obtuvo información de los archivos municipales sobre casos en los que hombres desconocidos de edad aproximada acudieron a hospitales.
Resultó que a finales de los 90 principios de los 2000 hubo varios pacientes sin datos personales. Algunos de ellos eran vagabundos o fugitivos. Pero la policía no supo si había registro sobre Alex. Una persona capaz de ocultar deliberadamente su identidad es capaz de proporcionar información falsa. Tras examinar numerosos documentos, los detectives llegaron a la conclusión de que Alex podía haber vivido en la clandestinidad durante años.
Cambiando de estado y ganándose la vida temporalmente con trabajos ocasionales. Los periodistas armaron un gran revuelo, acusaron a la policía y a las autoridades de inacción y escribieron artículos sobre la necesidad de llevar el caso hasta el final. Los padres de los demás chicos exigieron que se continuara con la búsqueda y organizaron una rueda de prensa.
Decían que si Alex había sido encontrado con vida, los demás chicos también tenían una oportunidad. Quizás alguno estaba encerrado en otro lugar. Quizás habían muerto hacía tiempo, pero sus familias querían al menos saber la verdad. Volvieron a aparecer voluntarios que pegaban carteles y publicaban mensajes en las redes sociales preguntando por el destino del autobús escolar. Pero el tiempo pasaba y no había más pistas.
Para la policía seguía siendo importante entender por qué Alex había decidido aparecer precisamente ahora. ¿Cuál había sido el motivo? El hombre confesó que estaba cansado de vivir con miedo y culpa. Sentía que ya no podía guardar silencio. Había descubierto que el conductor ya no estaba vivo, por lo que no tenía sentido temerle.
Quizás quedaban algunos cómplices, pero Alex decidió que si había alguna esperanza de encontrar a los demás, debía contar lo que sabía. Al mismo tiempo, confesó que recordaba parcialmente como Harry les había mostrado en el mapa un atajo a través de una zona rural.

Los chicos se rieron porque temían llegar tarde, pero el conductor les aseguró que era más rápido que ir por la carretera. Después, Alex cayó en un sueño profundo. También recordó que Richard había dicho que el conductor tenía un extraño rollo de cuerda en la cabina. Nadie le dio importancia. Pensaron que era para el equipaje. Los detectives se aferraron a esas palabras.
Encontraron en unos planos antiguos una carretera que realmente atravesaba las llanuras desérticas en dirección a la ciudad que buscaban. Enviaron equipos de búsqueda y registraron minuciosamente las zonas abandonadas de la zona. Encontraron las ruinas de un viejo hangar, en cuyo interior había vigas de madera podridas y algunos objetos que recordaban el interior de un garaje o un almacén.
En el suelo encontraron un trozo de tela que parecía ser parte de un uniforme escolar, pero el examen no dio una respuesta definitiva. Los materiales estaban desgastados y sucios. El registro de los alrededores tampoco dio ningún resultado. El autobús no estaba allí y era poco probable que después de tantos años se pudieran encontrar restos visibles. Quizás lo habían desguazado.
La policía pensó que algún grupo criminal podría haber contratado al conductor para que les llevara a los adolescentes, pero no había pruebas de ello. Al examinar las pertenencias personales de Harry conservadas en los archivos de su caso en otro estado, se encontraron algunas fotografías sin firmar en las que se veían adolescentes, pero los rostros estaban borrosos. Los expertos no pudieron identificar a las personas que aparecían en ellas.
Quizás se trataba de otras víctimas. Harry no colaboró con nadie, prefería actuar solo. Varios adolescentes que secuestró a finales de los 90 lograron escapar y prestaron declaración. Afirmaron que el conductor era un hombre mentalmente desequilibrado que podía retener a sus víctimas durante semanas en un cobertizo antes de liberarlas o intentar trasladarlas a otro lugar.
Nadie habló de secuestros en grupo, por lo que el caso del autobús siguió siendo una excepción. Alex seguía afirmando que no podía recordar lo que les había pasado a los otros chicos. Los detectives sugirieron que podrían haberlo separado y encerrado por separado o que podrían haber muerto si, por ejemplo, intentaron resistirse. Pero eso son solo conjeturas.
Alex contaba que había oído repetidamente lamentos y voces en su cabeza, pero no estaba seguro de si eran gritos reales de personas o ilusiones provocadas por el estrés y el aislamiento. Los médicos aseguraron que suque había sufrido un duro golpe, por lo que muchos de los acontecimientos podían percibirse como una pesadilla.

Cuando se le preguntó por qué tenía quemaduras y marcas de inmovilización en el cuerpo, Alex respondió que era una forma de castigo. Cada vez que intentaba revelarse lo castigaban con dolor. A los padres de los desaparecidos les costaba aceptar esa explicación, ya que no les daba respuestas sobre lo que les había pasado a sus hijos.
Esperaban que Alex se hubiera equivocado al hablar y que supiera la verdad. Algunos sospechaban que Alex estaba involucrado en la desaparición de sus amigos, pero los psicólogos afirmaban que no había indicios de que hubiera hecho daño a nadie. Sus traumas delataban años de abusos. La investigación no encontraba motivos para considerar culpable a Alex, pero seguían buscando cualquier pista que les permitiera averiguar algo sobre el paradero de los demás.
La situación se complicaba por el hecho de que Harry había muerto 10 años antes del regreso de Alex. Si hubiera estado vivo, tal vez podrían haberlo acorralado y obligado a hablar. Podrían haber encontrado el lugar donde tenía a los adolescentes, pero ahora todos los cabos quedaban sueltos. La gente se preguntaba por qué la policía no lo había investigado a fondo en su momento, pero los detectives de los años 80 y 90 disponían de la información que salió a la luz mucho más tarde.
En aquel entonces, la desaparición del autobús con los adolescentes no dejó pistas directas y Harry sabía cómo borrar sus huellas. En medio del debate que se desata en los medios de comunicación, Alex intenta mantenerse en la sombra. Se ha instalado en un lugar protegido y se le ha proporcionado un programa de protección de testigos por temor a que pueda haber cómplices desconocidos del crimen.
Al mismo tiempo, los psicólogos intentan trabajar con sus recuerdos utilizando técnicas para obtener una imagen más clara. Pero cada vez que se mencionan los últimos minutos en el autobús, él se queda en silencio. Dice que su mente se niega a reproducir los acontecimientos.

O bien le drogaron con algún tipo de sustancia, o bien se trata de un bloqueo mental. Han pasado varios meses desde la aparición de Alex. La policía sigue buscando cualquier rastro del autobús, ha solicitado información a los estados vecinos y ha revisado los archivos en busca de ventas de vehículos desde 1994. Algunos viejos chatarreros informaron de que alguien podría haber vendido la carrocería metálica a un vertedero o por piezas, pero no se conservaba ningún documento. Los agentes encontraron fragmentos de autobuses escolares similares, pero no había forma de
determinar que se tratara del mismo. Al final llegaron a la conclusión de que las posibilidades de encontrar pruebas físicas eran mínimas. Había pasado demasiado tiempo y las personas que podrían estar relacionadas con el caso ya habían fallecido o desaparecido sin dejar rastro.
La pregunta principal era, ¿por qué el secuestrador se llevó a los cinco chicos, incluido el conductor? ¿O había sido el propio conductor quien había organizado el secuestro actuando en connivencia con alguien? Nadie podía responder con certeza. Alex preguntaba si había noticias de Sean, Kevin, Richard y Danny con la esperanza de que alguno de ellos también hubiera logrado escapar.
Pero nadie más se presentó en la policía y su ADN no apareció en la base de datos. Muchos expertos se inclinaban por la peor conclusión. Lo más probable era que ya no estuvieran vivos, pero sin los cuerpos la tragedia seguía sin confirmarse. Los padres se negaban obstinadamente a creer en la muerte de sus hijos.
Uno de los detectives sugirió que Harry podría haber llevado a los chicos a otro lugar, haberlos vendido a una banda criminal o haberlos trasladado al extranjero. Pero las conclusiones eran escasas. Alex no confirmaba estas hipótesis y repetía que no había oído nada que indicara la presencia de sus amigos. Añadía que no había visto al conductor desde que repostó.
Desde el sótano no entendía cuánto tiempo llevaba secuestrado ni dónde estaban los demás. En varias ocasiones contó que al principio intentó gritar los nombres de sus amigos, pero nadie respondió. Quizás los habían separado en diferentes habitaciones o habían caído en manos de otros secuestradores. Con el tiempo, la prensa dejó de cubrir el tema con tanta intensidad, ya que no surgieron nuevos datos y la policía no tenía avances significativos.
Alex seguía siendo el testigo clave, pero no podía arrojar luz sobre la suerte de los demás. El caso continuó como una investigación sin resultados concretos, aunque oficialmente no se cerró. Los padres de los cuatro desaparecidos seguían viviendo en una situación de incertidumbre. Se reunían con abogados, escribían peticiones, pero nadie les daba previsiones claras. Los psicólogos señalaron que Alex sufría una ansiedad constante y posiblemente vergüenza.
Le costaba recordar aquel día en que todos estaban juntos en el autobús, bromeando y pensando en el próximo partido de fútbol. Mencionaba que Richard siempre llevaba consigo los guantes de portero, no quería dejarlos en la mochila y que Kevin no paraba de hablar del próximo partido.

Dani comentaba que la semana siguiente tenían otro partido y que él iba a hacer una jugada espectacular. Sean era el más tranquilo, escuchaba música en su reproductor. Todos esos detalles le causaban una gran angustia a Alex, ya que no tenía ni idea de si seguían vivos. Con el tiempo, los investigadores encontraron una pista remota. Un anciano de otro estado había visto en los años 90 un autobús escolar abandonado sin matrícula junto a una vieja granja. Su testimonio era impreciso.
No podía recordar la fecha. Solo decía que había sido a mediados de los 90. Se acercó a ver quién había aparcado en su campo y vio a un hombre alto que estaba descargando algo del autobús, pero no pudo ver los detalles. Cuando le pidió que se marchara de su propiedad, el hombre lo amenazó con una escopeta. El testigo se asustó y no volvió a intentar intervenir.
Más tarde dice, vio cómo se marchaba el autobús, pero aunque fuera el mismo autobús, no quedaron rastros concretos. Más tarde, la granja fue demolida, el terreno fue comprado y no se conservó ningún documento sobre los propietarios anteriores. Cuando los periodistas indagaron sobre los motivos del conductor, muchos conocidos de Harry dijeron que había estado en la cárcel por pequeños hurtos, que era introvertido y que no se llevaba bien con su familia.
Hay una versión que dice que desde niño sufrió maltratos y tenía trastornos mentales graves. Algunos afirmaban que Harry odiaba a los adolescentes ruidosos y los consideraba un problema social. Pero todos son conjeturas y ya nadie sabrá la verdad, teniendo en cuenta que Harry ha muerto. Si secuestró el autobús por venganza o tenía otro plan, solo podemos especular.
El caso se llenó de rumores, pero había pocos hechos. En conversaciones con un psicólogo, Alex comentó que a veces tenía pesadillas en las que veía una figura en un rincón oscuro del sótano y oía a Kevin llamarlo, pero tal vez sea solo producto de su imaginación. También menciona que de vez en cuando recuerda el golpe de la puerta del autobús y siente un dolor agudo en la nuca como si le hubieran golpeado.
Parece que le pudieron echar algo en la bebida y luego aturdirle y llevarle a un lugar apartado, pero nadie sabe con certeza cómo sucedió. La policía no tenía grabaciones de las cámaras de vigilancia de los años 90 y la gasolinera de ese lugar había cambiado de propietario hacía mucho tiempo. Una historia tan terrible no tuvo un final feliz. Un hombre llamado Alex, identificado oficialmente como uno de los cinco adolescentes, no pudo ayudar a encontrar a los demás.
La policía solo averiguó que el conductor Harry, fallecido 10 años antes, había sido acusado de secuestro de menores. Sin embargo, no aparecieron pruebas directas sobre el destino del autobús y los cuatro chicos. Alex, aunque contó una breve versión de su supervivencia, se encerró en sí mismo y no quiso continuar. Las familias de los desaparecidos no obtuvieron respuestas reales.
La investigación no logró encontrar los cuerpos ni pruebas de que hubieran muerto. Solo les quedaba la débil esperanza de que alguien como Alex hubiera podido salvarse y algún día contara la verdad. Con el tiempo, todo volvió a la calma. La policía mantuvo el caso abierto, pero no surgieron nuevos datos.

Alex vivía en condiciones especiales tratando de adaptarse a la vida moderna. donde desde hacía mucho tiempo existían los teléfonos móviles y las tecnologías digitales que no existían en su adolescencia. A veces salía a dar paseos cortos tratando de evitar los lugares públicos. La gente del barrio hablaba de él en voz baja, pero muchos ni siquiera sabían cómo era realmente.
Recibió ayuda de psicólogos, pero al parecer prefería no recordar ni intentar reconstruir todos los detalles. En los archivos de la policía quedó constancia de que Harry murió en la enfermería de la prisión de un ataque al corazón. Antes de morir estaba en una celda de aislamiento, ya que mostraba agresividad hacia los demás reclusos. Según los funcionarios de la prisión, durante los interrogatorios insistía en que no diría nada sobre sus asuntos para no darles motivos para sonreír.
Nadie entendió a quién se refería. No se logró descifrar el significado de sus palabras y, tras su muerte, todas las pistas que conducían a él se interrumpieron. La investigación lo declaró oficialmente culpable de una serie de secuestros, pero el caso del autobús escolar desaparecido quedó sin resolver. Así se perfilaba un triste panorama.
En la primavera de 1994, cinco chicos se fueron a un partido de fútbol y desaparecieron. En 2020, uno de ellos regresó desfigurado, con marcas de quemaduras en el cuerpo, sin saber qué había sido de sus amigos. La policía encontró información de que el conductor había muerto 10 años antes con varios secuestros a sus espaldas, pero ni una sola mención de aquellos adolescentes y el autobús.
Alex no pudo arrojar luz sobre por qué solo él había salido con vida y los demás no. Su silencio no era malintencionado, sino más bien el resultado de largos años pasados en un espacio cerrado y del miedo constante. Los padres de Kevin, Danny, Sean y Richard intentaron obtener acceso a material adicional a través de los tribunales, pero muchos documentos se habían perdido con el paso de los años.
Las pistas del conductor Harry en otros estados no dieron ningún resultado. A veces aparecían personas en foros de internet que afirmaban haber visto a esos mismos chicos, pero todas estas declaraciones resultaron ser falsas o sin fundamento. El tiempo hizo su trabajo, los hechos se olvidaron, los testigos murieron, las pruebas no decían nada. Aproximadamente un año después del regreso de Alex, el caso volvió a archivarse.
Solo quedaba la esperanza de que algún día apareciera un nuevo testigo o se encontraran documentos de archivo que pudieran responder a la pregunta de por qué desaparecieron los adolescentes y a dónde los llevaron. Alex siguió manteniendo conversaciones esporádicas con la policía, pero no recordó nada nuevo. Quizás su mente había bloqueado esos acontecimientos para poder seguir adelante con su vida.
Lo único que se sabía era que aquel día había terminado para él en un sótano con quemaduras y muchos años de miedo y para los demás adolescentes con su desaparición total. Al final las conclusiones siguieron siendo desalentadoras. Lo más probable es que el autobús cayera en una trampa tendida por el conductor o sus cómplices.

Harry tenía malas intenciones desde el principio y se aprovechó de que nadie controlaba su ruta, pero el motivo sigue sin esclarecerse. Si lo hizo por dinero, para satisfacer sus inclinaciones enfermizas o por el simple placer de causar sufrimiento, sigue siendo un misterio. Alex regresó, pero los demás no. Y solo un registro de archivo que indica que Harry había sido acusado anteriormente de varios secuestros y había muerto en prisión sugiere que él es el principal responsable.
Así, la historia de los cinco adolescentes que iban a un partido de fútbol no se resolvió por completo. Uno se salvó, pero sus palabras no ayudaron a encontrar a sus amigos. Ya era demasiado tarde para desvelar los secretos de la locura del conductor. La investigación no pudo determinar quiénes eran los demás culpables ni dónde podían haber retenido a los chicos.
Para las familias de los desaparecidos, esta historia sigue siendo una herida abierta y para la sociedad un sombrío ejemplo de lo inesperado que puede ser el final de un viaje escolar normal. En la parada de autobús de la escuela, todavía se recuerda a veces a aquel equipo que nunca llegó a jugar su partido. La gente se cuenta la versión del autobús gris que entró en la gasolinera y nunca más lo vio nadie, excepto un adolescente que regresó 26 años después con las manos vacías y sin respuestas a las preguntas más importantes. That’s