El 7 de enero de 2004, dos jóvenes turistas mexicanos se adentraron en los vastos paisajes de la Patagonia Argentina, ilusionados con vivir la aventura de sus vidas. Patricio Salinas, de 28 años, ingeniero civil de Guadalajara y Daniela Córdoba, de 26 años, bióloga marina de Puerto Vallarta.
Llevaban meses planificando esta expedición que los llevaría a explorar algunos de los rincones más remotos del Parque Nacional Los Glaciares. Sus familias recibieron una última comunicación el 9 de enero a las 18:47 horas. Un mensaje de texto desde el pueblo de El Chaltén que simplemente decía, “Todo perfecto. Mañana vamos al sendero más espectacular. A partir de entonces nunca más se supo de ellos.
Durante 20 años sus desapariciones se convirtieron en uno de los misterios más inquietantes de la región patagónica. Las autoridades argentinas movilizaron equipos de rescate, peinaron cada sendero conocido, interrogaron a decenas de testigos y siguieron cientos de pistas que solo llevaban a callejones sin salida.
Las familias nunca perdieron la esperanza. organizando búsquedas privadas año tras año, colocando carteles en cada pueblo de la zona y ofreciendo recompensas que alcanzaron los $100,000. Pero el 15 de noviembre de 2024, un dron empleado por un equipo de documentalistas para filmar la migración de guanacos captó algo anómalo en una zona hasta entonces inexplorada del Parque Nacional Los Glaciares.
Lo que las cámaras registraron a 847 met de altitud en un lugar donde ningún ser humano había puesto un pie en décadas, cambiaría para siempre la comprensión de lo que en verdad les había ocurrido a Patricio y Daniela. Lo que aquel dron descubrió no solo revelaría el destino final de los dos jóvenes, sino que expondría una verdad tan perturbadora que obligaría a las autoridades a reabrir no solo este caso, sino otros tres de desaparecidos, sin resolver en la misma región.
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Ahora vamos a descubrir cómo empezó todo. Para entender la magnitud de esta historia, es fundamental conocer el escenario donde se desarrolló. La Patagonia Argentina es una región de una inmensidad casi incomprensible con más de 673 00 km de territorios que incluyen desde estepas desoladas hasta bosques andinos, glaciares milenarios y montañas que superan los 3,000 m de altura.
El Parque Nacional, los Glaciares, donde ocurrieron los hechos, abarca 726,927 haáreas de algunos de los paisajes más espectaculares y desafiantes del planeta. El Chaltén, conocido como la capital nacional del treking, es un pequeño pueblo de apenas 100 habitantes permanentes que se encuentra a los pies del emblemático cerro Fitzroy.
Durante los meses del verano austral, de diciembre a marzo, esta población se multiplica por 10 con la llegada de montañistas, excursionistas y aventureros de todo el mundo que vienen a desafiar las rutas más extremas de la cordillera de los Andes. En enero de 2004, el Chaltén vivía una de sus temporadas más exitosas. Los albergues estaban completamente ocupados. Los guías de montaña tenían reservas hasta marzo y el clima había sido excepcionalmente favorable durante las primeras semanas del año. Las condiciones parecían perfectas para cualquier tipo de excursión.
Patricio Salinas había llegado a Argentina con una preparación meticulosa que había durado 2 años. Como ingeniero civil especializado en estructuras, había estudiado topografía y cartografía de forma autodidacta. Había completado cursos de supervivencia en montaña y tenía experiencia previa en expediciones por la Sierra Madre Occidental en México.
Su compañera de aventura, Daniela Córdoba, era una bióloga marina que había desarrollado una fascinación particular por los ecosistemas de alta montaña y los efectos del cambio climático en los glaciares patagónicos. La pareja se había conocido tres años antes en un curso de buceo en Cozumel, pero su relación había evolucionado hacia una amistad profunda basada en su pasión compartida por la exploración y la naturaleza.
Ambos eran solteros, sin compromisos familiares inmediatos, y habían decidido que 2004 sería el año de su gran aventura antes de que las responsabilidades profesionales los anclaran definitivamente. Patricio había documentado exhaustivamente su preparación para el viaje. Sus padres, Efraín Salinas y Blanca Aguirre, conservaban un cuaderno de 127 páginas donde había registrado cada detalle.
mapas topográficos de la región, información sobre refugios y campamentos, contactos de guías locales, pronósticos climáticos históricos y hasta un cronograma día por día de lo que planeaban hacer durante sus tres semanas en la Patagonia. Daniela, por su parte, había enfocado su preparación desde una perspectiva científica.
Sus padres, Octavio Córdoba y Patricia Rangel, recordaban cómo había convertido su habitación en un laboratorio improvisado donde estudiaba muestras de rocas patagónicas, analizaba fotografías satelitales de glaciares y practicaba técnicas de navegación con GPS que en 2004 aún eran relativamente nuevas para el público general.
La decisión de viajar juntos había sido natural. Ambos tenían ahorros suficientes para financiar la expedición. Habían negociado vacaciones extendidas en sus trabajos y compartían una filosofía de vida que valoraba las experiencias auténticas por encima de las comodidades. Sus familias, aunque preocupadas por los riesgos inherentes a una aventura en territorio tan remoto, habían terminado por apoyar sus planes al ver la seriedad con que habían preparado cada aspecto del viaje.
El vuelo de Patricio y Daniela había aterrizado en el aeropuerto internacional de Esisa. El 3 de enero de 2004, pasaron dos días en Buenos Aires comprando equipamiento de último momento y aclimatándose al uso horario antes de tomar un vuelo doméstico a El Calafate el 5 de enero.
Desde allí, un autobús de 3 horas los llevó hasta el Chaltén, donde llegaron en la tarde del 6 de enero. Su primera noche la pasaron en el albergue Patagonia, un pequeño establecimiento familiar administrado por Hortensia Tapia y su esposo macedonio. La señora Tapia recordaría después con claridad absoluta la llegada de los dos mexicanos. Llegaron muy cansados, pero emocionados.
El chico, Patricio, hablaba muy bien español, pero con ese acento mexicano tan característico. La chica Daniela, era más callada, pero se notaba que sabía mucho de montañas. Cenaron empanadas y se acostaron temprano porque querían madrugar. El 7 de enero se levantaron a las 5:30 de la mañana. Macedonio Tapia los vio desayunar.
Comieron bien, llevaron agua caliente en termos, revisaron su equipo dos veces. El muchacho me preguntó sobre las condiciones del sendero hacia el cerro Torre y yo le dije que estaba en buen estado, pero que tuviera cuidado con las piedras sueltas después del kilómetro 8. A las 7:15 horas fueron vistos por última vez por Roberto Fuentes, un guía de montaña local que estaba preparando su propio equipo para una excursión. Los saludé cuando pasaron por delante de la oficina de información del parque.
Llevaban mochilas grandes, bastones de treking y el chico tenía un GPS colgado del cuello. Se veían bien preparados, nada fuera de lo normal. El sendero que eligieron ese día era la ruta clásica hacia el mirador del Cerro Torre, una caminata de dificultad intermedia que normalmente toma entre 6 y 8 horas, ida y vuelta.
Es una de las rutas más populares del parque, claramente marcada y transitada por decenas de excursionistas durante la temporada alta. A las 13:45 horas, la pareja fue fotografiada accidentalmente por un grupo de turistas alemanes en el punto conocido como Mirador del Torre. En la imagen que sería analizada miles de veces durante los años siguientes, se puede ver a Patricio y Daniela de espaldas contemplando el glaciar.
Ambos aparecen relajados, sin signos de alarma o dificultad. Franz Beer, el turista alemán que tomó la fotografía, declaró, “No hablé con ellos, pero los recuerdo porque estaban un poco apartados del grupo principal de turistas. parecían muy concentrados en algo. El hombre estaba consultando un mapa y la mujer tomaba notas en una libreta pequeña.
Esta fotografía se convirtió en la última evidencia visual de Patricio y Daniela con vida. El 8 de enero, cuando no regresaron al albergue, Hortensia Tapia inicialmente no se alarmó. Es normal que los huéspedes cambien sus planes. A veces deciden acampar una noche extra o se quedan en algún refugio. Pero cuando llegó la noche y no habían recogido sus cosas, empecé a preocuparme.
El 9 de enero, a las 9:00 horas, la señora Tapia contactó a la comisaría de El Chaltén. El oficial Ramiro Castillo tomó la denuncia inicial, pero siguiendo el protocolo estándar explicó que debían esperar 48 horas antes de activar una búsqueda oficial. En la Patagonia, 24 horas de retraso puede ser cualquier cosa. Mal tiempo, cambio de planes, problemas menores de equipo.
Dos días sin comunicación ya es motivo de preocupación real. Sin embargo, ese mismo día, a las 18:47 horas, los teléfonos móviles de ambas familias en México recibieron un mensaje de texto desde el número argentino de Daniela. Todo perfecto. Mañana vamos al sendero más espectacular. El mensaje llegó cuando ya llevaban más de 24 horas sin ser vistos y sería la última comunicación que se recibiría de cualquiera de los dos.
Este mensaje, aparentemente rutinario, se convertiría en uno de los elementos más desconcertantes del caso. El análisis posterior de las torres de telefonía celular mostró que el mensaje había sido enviado desde una antena ubicada en el Chaltén, no desde las montañas. Esto significaba que o habían regresado al pueblo sin ser vistos por nadie o alguien más había enviado el mensaje.
El 10 de enero de 2004, cuando se cumplieron exactamente 48 horas desde la última vez que fueron vistos físicamente, se activó oficialmente el protocolo de búsqueda y rescate del Parque Nacional Los Glaciares. El operativo fue coordinado por el comisario inspector Eliceo Aguirre, un veterano con 23 años de experiencia en rescates de montaña.
Los primeros equipos de búsqueda recorrieron la ruta completa hacia el mirador del cerro torre, encontrando el sendero en perfectas condiciones y sin signos de accidente o problemas. Los refugios intermedios fueron revisados minuciosamente. Se interrogó a todos los excursionistas que habían estado en la zona durante esas fechas y se estableció un punto de comando en el centro de visitantes del parque.
Para el 12 de enero, la búsqueda había expandido su radio a un área de 340 km de tromtas que incluía senderos alternativos, zonas de acampada libre y terrenos fuera de las rutas oficiales. Se incorporaron helicópteros del ejército argentino, perros rastreadores y equipos especializados en rescate en glaciares. La cobertura mediática del caso fue intensa desde el principio.
Los medios argentinos se enfocaron en el aspecto humano de la historia, dos jóvenes extranjeros que habían venido a vivir un sueño y habían desaparecido en uno de los parques nacionales más emblemáticos del país, en México. Las noticias llegaron a través de la embajada argentina y rápidamente se convirtieron en una historia nacional. Efraín Salinas y Blanca Aguirre volaron a Argentina el 14 de enero, seguidos un día después por Octavio Córdoba y Patricia Rangel.
Las dos familias se instalaron en el Calafate y participaron activamente en las búsquedas durante las siguientes tres semanas. Era como vivir una pesadilla de la que no podías despertar. Recordaría años después Blanca Aguirre. Cada día salíamos con la esperanza de encontrar alguna pista, algún indicio de que estaban bien.
Recorrimos cada sendero, hablamos con cada guía, visitamos cada refugio. La gente local nos ayudó muchísimo. Nunca nos hicieron sentir como extraños. Los padres de Daniela organizaron un sistema de comunicación constante con las autoridades mexicanas y argentinas.
Octavio Córdoba, que era administrador de empresas, utilizó sus conocimientos para crear una base de datos de todas las personas interrogadas, todas las áreas revisadas y todas las teorías investigadas. Necesitaba mantener mi mente ocupada, explicaría después. Si me quedaba quieto pensando en lo que podría haberle pasado a mi hija, me volvía loco.
Así que me concentré en organizar información, en buscar patrones, en asegurarme de que no se nos escapara ningún detalle. Las búsquedas oficiales continuaron hasta el 2 de febrero de 2004, cuando las autoridades argentinas declararon que habían agotado todas las posibilidades razonables dentro del parque nacional y las áreas circundantes.
En total se habían revisado 1247 km mes de territorio. Se había interrogado a 312 personas y se habían seguido 73 pistas específicas, pero las familias no se rindieron. Durante los siguientes 5 años organizaron expediciones privadas dos veces por año, contratando guías locales y equipos especializados. Ofrecieron recompensas progresivamente mayores por información.
$10,000 en 2004, 25,000 en 2005, 50,000 en 2007, llegando finalmente a $100,000 en 2009. Estos esfuerzos privados produjeron decenas de pistas falsas y avistamientos sin confirmar, pero también mantuvieron el caso vivo en la memoria colectiva de la región. Cada temporada turística, los carteles con las fotografías de Patricio y Daniela aparecían renovados en los albergues, las oficinas de turismo y los centros de información del parque.
Macedonio Tapia del albergue Patagonia se convirtió en un coordinador informal de estos esfuerzos. Cada año venían las familias y cada año yo les prometía que mantendríamos los ojos abiertos. Se habían convertido en parte de nuestra comunidad en cierta forma. Sus fotos estaban en la pared del comedor y cada huésped nuevo que llegaba escuchaba su historia.
La comunidad de El Chaltén desarrolló teorías propias sobre lo que podría haber ocurrido. Algunos creían que habían muerto en un accidente en alguna zona muy remota fuera de las rutas de búsqueda. Otros especulaban que podrían haber cruzado ilegalmente a Chile y sufrido algún percance en territorio chileno. Había incluso quienes sugerían que podrían haber decidido desaparecer voluntariamente, aunque esta teoría era rechazada categóricamente por quienes habían conocido a la pareja. Con el paso de los años, la intensidad de las búsquedas
disminuyó, pero nunca cesó completamente. Las familias establecieron un fondo perpetuo que financiaba una búsqueda anual profesional y mantuvieron contacto constante con las nuevas tecnologías que podrían ayudar en la localización. En 2010, cuando Google Earth mejoró significativamente la resolución de sus imágenes satelitales de la Patagonia, el padre de Patricio Salinas pasó meses examinando cada píxel de territorio en un radio de 50 km alrededor del Chalten.
En 2015, cuando los drones comerciales se volvieron más accesibles, contrataron a un operador especializado para realizar búsquedas aéreas en zonas previamente inaccesibles. El 12 de noviembre de 2024 llegó a El Chalten un equipo de documentalistas de National Geographic Argentina dirigido por la bióloga y cineasta Natalia Espinosa. Su proyecto se titulaba Migración vertical, el impacto del cambio climático en los patrones de movimiento de la fauna patagónica y habían obtenido permisos especiales para utilizar drones de alta tecnología en áreas normalmente restringidas del Parque Nacional Los Glaciares. El equipo incluía a Rodrigo
Gallardo, un operador de drones con certificación internacional y especialización en vuelos en condiciones de montaña extrema, y a Cecilia Núñez, una especialista en comportamiento animal que había estado trabajando en la región durante los últimos 8 años. Su objetivo específico esa semana era documentar las rutas de migración altitudinal de los guuanacos durante el periodo de transición hacia el verano austral.
Estos animales que normalmente pastorean en las zonas bajas durante el invierno comienzan a ascender hacia pastizales de mayor altitud cuando las temperaturas se elevan y la nieve se retira de las pendientes más altas. El proyecto requería vuelos de drones a altitudes variables, siguiendo manadas específicas durante varios días y registrando sus patrones de movimiento con precisión GPS.
Para este fin estaban utilizando un Dua matriz 300 RTK equipado con una cámara Senmus P1 capaz de capturar imágenes de 45 megapíxeles y video en resolución 8K. El 15 de noviembre, Rodrigo había programado un vuelo de seguimiento que debía cubrir un área particularmente remota conocida como el valle escondido, una zona ubicada aproximadamente a 23 km al noroeste de El Chaltén.
Este valle que no aparece en los mapas turísticos estándar y no cuenta con senderos marcados se encuentra a una altitud promedio de 100 m y está rodeado por paredes rocosas que lo han mantenido prácticamente inexplorado durante décadas. Era el lugar perfecto para nuestro estudio, explicaría después Cecilia Núñez. Los guuanacos habían estado utilizando ese valle como corredor de migración, pero era imposible llegar allí a pie sin equipamiento técnico de escalada.
El dron era la única forma de documentar lo que estaba ocurriendo. A las 14:20 horas, mientras operaba el dron a una altitud de 847 m sobre el nivel del valle, Rodrigo notó algo inusual en las imágenes que transmitía la cámara en tiempo real. Al principio pensé que era un afloramiento rocoso o tal vez restos de una avalancha antigua.
Recordaría después, pero había algo en la forma, en la coloración que no encajaba con el entorno natural. Dirigió el dron hacia el punto de interés y activó la función de zoom de la cámara. Lo que apareció en la pantalla de su control remoto le heló la sangre a una distancia de aproximadamente 15 m de una pared rocosa vertical.
Parcialmente oculto por la vegetación de altura que había crecido durante dos décadas, había algo que claramente era de origen humano. Vi lo que parecían restos de una carpa de color naranja y verde y cerca de ella, esparcidos por el suelo, objetos que definitivamente no pertenecían a la naturaleza, relataría después en su declaración oficial. Inmediatamente detuvo el dron y llamó a Natalia y a Cecilia.
Cuando el equipo completo revisó las imágenes en la pantalla más grande de su estación base, la realidad de lo que habían encontrado se volvió innegable. No solo había restos de equipamiento de camping, sino que también se podían distinguir claramente las formas de dos mochilas de gran tamaño, restos de lo que parecía ser una estufa de acampar y más inquietante aún, lo que aparentaban ser huesos humanos parcialmente cubiertos por la vegetación.
Natalia Espinoa tomó inmediatamente la decisión de contactar a las autoridades. A las 15:47 horas, el comisario inspector Gabriel Restrepo de la comisaría de El Chaltén recibió una llamada que cambiaría para siempre la historia del caso de los turistas mexicanos desaparecidos. Cuando me explicaron lo que habían encontrado y me mostraron las imágenes del dron, supe inmediatamente que podía tratarse de Patricio y Daniela, relataría después el comisario Restrepo.
Era la primera evidencia sólida que teníamos en 20 años y estaba en una zona donde nunca habíamos buscado porque simplemente era inaccesible por métodos convencionales. La ubicación del hallazgo era extraordinariamente remota. El valle escondido se encuentra en una zona del parque que técnicamente está abierta al público, pero que carece de senderos marcados y requiere conocimientos avanzados de orientación y escalada para ser alcanzada.
Más importante aún, en 2004 no existían mapas detallados de esta área que estuvieran disponibles para el público general. Entendimos inmediatamente por qué nunca los habíamos encontrado, explicaría después el comisario Restrepo. Ese valle no estaba en ninguna de nuestras rutas de búsqueda originales, porque en 2004 no teníamos la tecnología ni los recursos para acceder a él.
Habían llegado a un lugar donde literalmente nadie había puesto pie en décadas. La confirmación de que los restos encontrados por el dron correspondían efectivamente a Patricio Salinas y Daniela Córdoba llegó el 18 de noviembre de 2024, 3 días después del descubrimiento inicial. El proceso de recuperación había sido extraordinariamente complejo, requiriendo un helicóptero del ejército argentino especializado en operaciones de montaña y un equipo de rescatistas especializados en terreno técnico.
El Dr. Augusto Leal, médico forense del Hospital Regional del Calafate, fue el encargado de realizar las primeras evaluaciones in situado de conservación de los restos era mejor de lo esperado, considerando que habían estado expuestos a los elementos durante 20 años. El clima seco de la Patagonia y la protección parcial que ofrecía la ubicación habían ayudado a preservar tanto los restos humanos como el equipamiento.
La identificación positiva se logró a través de tres métodos independientes. Primero, las características dentales coincidieron con los registros odontológicos que las familias habían proporcionado en 2004. Segundo, el análisis de ADN de los huesos correspondía con las muestras de referencia de los padres. Tercero, objetos personales encontrados en el sitio, incluyendo un reloj Casio con una inscripción personalizada y una cámara digital canon con fotografías intactas en su memoria, confirmaron definitivamente las identidades.
Pero fue precisamente el contenido de esa cámara digital lo que transformó este descubrimiento de una resolución trágica, pero esperada, en algo mucho más perturbador. Las 127 fotografías recuperadas de la memoria de la cámara contaban una historia que nadie había anticipado.
Las primeras imágenes mostraban el viaje normal de Patricio y Daniela. Llegada a Buenos Aires. Vuelo a El Calafate. Instalación en el albergue. Primeros días de excursiones. Pero las últimas 23 fotografías tomadas entre el 9 y el 11 de enero de 2004 revelaban que la pareja había estado viva mucho más tiempo de lo que se había creído y que su muerte no había sido resultado de un accidente.
La fotografía número 105, tomada el 10 de enero a las 16:33 horas según los datos de la cámara, mostraba a Daniela preparando comida en una pequeña estufa, claramente en un campamento establecido. Ambos aparecían en buenas condiciones físicas, sin signos de urgencia o pánico. Más inquietante aún, la fotografía número 118, tomada el 11 de enero a las 9:15 horas mostraba a Patricio consultando un mapa que no correspondía a ninguno de los mapas oficiales del parque que se sabía que tenían en su posesión. En la imagen ampliada digitalmente se podía
distinguir que el mapa tenía anotaciones escritas a mano y marcas que sugerían rutas no oficiales, pero fue la fotografía número 127, la última de la secuencia, la que heló la sangre de los investigadores. Tomada el 11 de enero a las 14:22 horas, mostraba a una tercera persona de espaldas, aparentemente masculina, vestida con ropa de montaña, parada a unos metros del campamento de Patricio y Daniela.
La persona estaba suficientemente lejos como para que no se pudieran distinguir características faciales, pero lo suficientemente cerca como para que fuera evidente que había establecido contacto con la pareja. Esa fotografía cambió completamente la naturaleza de nuestra investigación”, explicaría después el comisario Restrepo. “Ya no estábamos ante un accidente de montaña o una muerte por exposición.
Había evidencia clara de que una tercera persona había estado presente en el lugar y momento de sus muertes. El análisis forense de los restos humanos confirmó esta nueva dirección de la investigación. El doctor Leal encontró fracturas en el cráneo de Patricio que eran consistentes con traumatismo por objeto contundente, no con caídas accidentales. Los huesos de Daniela mostraban signos de fracturas defensivas en los antebrazos, indicando que había intentado protegerse de un ataque. “Los patrones de fractura eran inequívocos”, dictaminó el Dr.
Leal en su informe oficial. Ambas víctimas habían sufrido traumatismos intencionales causados por una tercera persona. No había ninguna duda de que se trataba de un doble homicidio. Pero lo que verdaderamente inquietó a los investigadores fue el análisis del equipamiento encontrado en el sitio. Junto con las pertenencias de Patricio y Daniela, había objetos que claramente no les pertenecían.
una navaja militar de fabricación argentina, un segundo GPS de marca diferente a la que ellos utilizaban y más perturbador aún, una libreta con anotaciones en español que documentaba movimientos de otros turistas en la región durante las mismas fechas. El contenido de esa libreta sería clasificado como evidencia sensible, pero fuentes cercanas a la investigación revelaron que contenía información detallada sobre al menos otros seis grupos de turistas que habían visitado la región durante enero de 2004, incluyendo horarios, rutas planeadas y evaluaciones sobre su nivel
de preparación y recursos económicos. Era como un manual de casa, declaró confidencialmente uno de los investigadores. Alguien había estado estudiando sistemáticamente a los turistas que llegaban a la región, identificando objetivos potenciales y documentando sus movimientos. Patricio y Daniela no fueron víctimas de un encuentro casual, fueron seleccionados.
El 25 de noviembre, el fiscal federal Armando Velasco anunció oficialmente que el caso había sido reclasificado como investigación por doble homicidio y que se había activado un operativo para revisar todos los casos de desapariciones sin resolver en la región patagónica durante los últimos 30 años. Tenemos razones para creer que estos homicidios no fueron un evento aislado”, declaró el fiscal Velasco en una conferencia de prensa que fue transmitida en vivo por los principales medios argentinos y mexicanos.
Estamos ante la posibilidad de que un predador serial haya estado operando en esta región durante años utilizando el aislamiento y la vastedad del territorio patagónico para encubrir sus crímenes. La noticia causó conmoción en ambos países. En México, las familias de Patricio y Daniela, después de 20 años de búsqueda infructuosa, finalmente tenían respuestas.
Pero esas respuestas planteaban preguntas aún más aterradoras sobre lo que realmente había ocurrido en aquellas montañas remotas. El 2 de diciembre de 2024, la investigación tomó un giro decisivo cuando Macedonio Tapia, el administrador del albergue Patagonia, donde se habían hospedado Patricio y Daniela, se presentó voluntariamente en la comisaría de El Chaltén con información que había mantenido en secreto durante dos décadas.
No pude seguir viviendo con esto después de que encontraron los cuerpos, declaró Tapia a los investigadores. Hay algo que nunca les dije sobre aquella noche del 9 de enero de 2004, algo que me ha atormentado todos estos años. Según el testimonio de Tapia, la noche del 9 de enero, aproximadamente a las 22:30 horas, había recibido una visita inesperada en el albergue.
Un hombre que se identificó como Luciano Zamora, guía independiente de montaña, preguntó específicamente por los turistas mexicanos que se habían hospedado allí. me dijo que había hablado con ellos durante el día en el sendero y que habían acordado encontrarse para planificar una excursión a una zona especial que él conocía”, relató Tapia. Me preguntó si habían regresado ya y cuando le dije que no, me pidió que les diera un mensaje cuando llegaran.
El mensaje era aparentemente simple. Luciano los esperaría a las 6er horas del día siguiente en el puente sobre el río de las vueltas y desde allí los guiaría hacia el sendero más espectacular de toda la Patagonia, uno que no aparece en ningún mapa turístico. “En ese momento no me pareció extraño”, continuó Tapia.
Los guías independientes a menudo ofrecían excursiones especiales a turistas experimentados, pero cuando Patricio y Daniela no regresaron y luego recibimos ese mensaje de texto que decía, “Mañana vamos al sendero más espectacular”, empecé a sospechar que algo estaba mal.
Tapia explicó que había decidido no mencionar esta información durante la investigación original por una razón terrible. Luciano Zamora era en realidad Luciano Fuentes, hermano menor de Roberto Fuentes, el guía de montaña que había sido uno de los últimos en ver a la pareja con vida. Roberto era uno de los guías más respetados de la región. Su familia había vivido aquí durante generaciones.
Acusar a su hermano sin pruebas habría destruido no solo a Roberto, sino a toda la comunidad de guías locales. Decidí quedarme callado y esperar a que aparecieran más evidencias. Pero Luciano Fuentes había desaparecido del Chaltén apenas una semana después del desaparecimiento de Patricio y Daniela, alegando que había conseguido trabajo en una empresa de turismo en Bariloche.
Roberto había explicado a todos que su hermano había tenido problemas económicos y había necesitado salir urgentemente de la región. Nunca más supimos de él”, admitió Roberto Fuentes cuando fue interrogado el 3 de diciembre. Luciano siempre había sido diferente, más solitario, más agresivo. Había tenido problemas con turistas antes, pequeñas discusiones sobre precios o rutas, pero nunca pensé que pudiera ser capaz de algo así.
La investigación de los antecedentes de Luciano Fuentes reveló un patrón perturbador. Había trabajado como guía independiente en la región desde 1998, pero había acumulado varias quejas de turistas por comportamiento errático y demandas de dinero adicional durante las excursiones.
En 2002, una pareja de turistas alemanes había presentado una denuncia formal, alegando que los había abandonado en medio de una excursión después de que se negaran a pagarle una tarifa extra por acceso a rutas especiales. Más inquietante aún, el análisis de registros de entrada al parque durante los últimos años había revelado que Luciano había estado presente en la región durante las fechas de al menos otras tres desapariciones sin resolver.
un montañista solitario francés en 2001, una pareja de mochileros canadienses en 2003 y un grupo de tres estudiantes universitarios chilenos en 2005. El patrón era claro, explicó el investigador principal, inspector Eliseo Aguirre. Luciano se enfocaba en turistas extranjeros, especialmente aquellos que parecían tener recursos económicos y que viajaban sin conexiones locales fuertes.
Los atraía con promesas de acceso a lugares únicos y luego los llevaba a áreas remotas donde podía actuar sin testigos. El 8 de diciembre, después de una búsqueda intensiva que duró 5co días, las autoridades localizaron a Luciano Fuentes en una cabaña aislada cerca de Villa La Angostura, en la provincia de Neuquen, a más de 400 km del Chaltén.
Había estado viviendo bajo una identidad falsa, trabajando ocasionalmente como operario en una empresa maderera. Cuando fue arrestado, los investigadores encontraron en su posesión una colección de objetos que confirmaron sus peores sospechas, identificaciones de turistas de múltiples nacionalidades, equipamiento de camping de alta calidad que claramente no había comprado con sus ingresos declarados y más perturbador aún, un detallado diario donde había documentado lo que describía como encuentros especiales con visitantes de la región durante más de una década. Era un depredador sistemático”, declaró el
fiscal Velasco después de revisar las evidencias. Había convertido el asesinato de turistas en una actividad planificada y rutinaria, utilizando su conocimiento del territorio y su posición como guía local para identificar víctimas y ejecutar crímenes que sabía que serían extremadamente difíciles de investigar.
Durante su interrogatorio inicial, Luciano Fuentes finalmente confesó no solo el asesinato de Patricio y Daniela, sino también otros seis homicidios cometidos en la región patagónica entre 1999 y 2007. Su método era consistente. Identificaba turistas que parecían tener recursos económicos, establecía contacto ofreciendo excursiones especiales, los llevaba a áreas extremadamente remotas.
los asesinaba, se apropiaba de sus pertenencias de valor y dejaba los cuerpos en lugares donde sabía que era poco probable que fueran encontrados. Los elegía cuidadosamente, confesó fuentes durante su interrogatorio. Turistas que viajaban solos o en parejas, que no tenían conexiones locales fuertes, que habían planificado excursiones largas donde nadie los extrañaría durante varios días.
Patricio y Daniela encajaban perfectamente en el perfil. El juicio de Luciano Fuentes comenzó el 15 de marzo de 2025 en los tribunales federales de Río Gallegos con una cobertura mediática masiva tanto en Argentina como en México. Las familias de Patricio y Daniela viajaron nuevamente a Argentina, esta vez no para buscar a sus hijos, sino para presenciar que se hiciera justicia por sus muertes.
Durante las tres semanas que duró el proceso se presentaron evidencias que demostraron que Fuentes había sido responsable de la muerte de al menos ocho turistas extranjeros durante un periodo de 9 años. Su patrón operativo había sido consistente y devastadoramente efectivo. Había utilizado su conocimiento íntimo del territorio patagónico para crear lo que uno de los fiscales describió como una zona de casa personal donde podía operar con impunidad virtual.
El testimonio más impactante vino de Roberto Fuentes, hermano del acusado, quien declaró entre lágrimas que había sospechado durante años que algo estaba mal con el comportamiento de Luciano, pero que había elegido ignorar las señales por lealtad familiar.
Luciano siempre regresaba de sus excursiones con equipamiento nuevo, con dinero que no podía explicar adecuadamente”, testificó Roberto. Cuando le preguntaba me decía que los turistas a veces le regalaban cosas o le pagaban propinas muy generosas. Yo quería creerle porque era mi hermano, pero en el fondo sabía que algo no estaba bien. Las familias de las víctimas ofrecieron testimonios desgarradores sobre el impacto que estas muertes habían tenido en sus vidas.
Blanca Aguirre, madre de Patricio, declaró, “Durante 20 años vivimos con la esperanza de que tal vez estuvieran perdidos en algún lugar, de que tal vez un día regresarían a casa. Saber la verdad duele, pero también nos da paz. Finalmente podemos despedirnos de nuestro hijo.” Patricia Rangel, madre de Daniela, añadió, “Lo que más me duele no es solo que mataran a nuestra hija, sino que robaron 20 años de nuestras vidas.
20 años de esperanza falsa, de búsquedas inútiles, de preguntas sin respuesta. Ese hombre no solo les quitó la vida a nuestros hijos, nos robó a nosotros la posibilidad de llorarlos y seguir adelante. El 5 de abril de 2025, Luciano Fuentes fue declarado culpable de ocho cargos de homicidio en primer grado y condenado a prisión perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
El juez Roberto Díaz al leer la sentencia declaró, “Los crímenes cometidos por el acusado representan no solo una tragedia humana individual, sino un ataque sistemático contra la confianza que permite que el turismo y la exploración de la naturaleza sean posibles en nuestra región. La resolución del caso llevó a cambios significativos en los protocolos de seguridad del Parque Nacional Los Glaciares.
Se implementó un sistema obligatorio de registro de excursiones que requiere que todos los visitantes declaren sus rutas planeadas y fechas de regreso esperadas. Se estableció también un programa de verificación de credenciales para guías independientes y se creó un sistema de comunicación satelital de emergencia que cubre las áreas más remotas del parque.
Más allá de estos cambios administrativos, el caso tuvo un impacto profundo en la comunidad local de El Chalten. La revelación de que uno de sus residentes de larga data había sido responsable de años de violencia contra visitantes, rompió la sensación de seguridad y confianza que había caracterizado a la región.
Todos nos conocíamos aquí, reflexionó Hortensia Tapia, la administradora del albergue donde se habían hospedado Patricio y Daniela. Luciano era parte de la comunidad, comía en los mismos restaurantes, compraba en las mismas tiendas. Es aterrador pensar que alguien puede vivir entre nosotros durante años, llevando una doble vida tan terrible. El cuerpo de Patricio fue repatriado a México y enterrado en Guadalajara el 20 de abril de 2025 en una ceremonia a la que asistieron cientos de personas, incluyendo compañeros de trabajo, amigos de la universidad y miembros de la comunidad de montañistas mexicanos. Sus
padres establecieron una fundación en su nombre dedicada a promover la seguridad en el turismo de aventura y a apoyar a familias de personas desaparecidas en el extranjero. Daniela fue enterrada en Puerto Vallarta el 22 de abril en una ceremonia que combinó elementos de celebración de su vida con el dolor por su pérdida prematura.
Sus colegas del Instituto de Investigación Marina, donde había trabajado, crearon una beca anual en su nombre para estudiantes de biología interesados en el estudio de ecosistemas de montaña. El impacto del caso se extendió más allá de las familias directamente afectadas. La investigación llevó a la reapertura de otros casos de desapariciones sin resolver en la región patagónica y se estableció una unidad especializada para revisar sistemáticamente desapariciones de turistas en parques nacionales argentinos. El descubrimiento realizado por el dron también tuvo
consecuencias tecnológicas significativas. El éxito de esta búsqueda llevó a la implementación de programas regulares de monitoreo aéreo en áreas remotas de parques nacionales, utilizando drones equipados con cámaras de alta resolución e inteligencia artificial para detectar evidencias de actividad humana.
Para las familias de Patricio y Daniela, la resolución del caso marcó el final de una pesadilla de dos décadas, pero también el comienzo de un proceso de duelo que habían estado posponiendo durante años de búsqueda infructuosa. Durante 20 años nuestra vida se detuvo reflexionó Octavio Córdoba. No podíamos llorar porque manteníamos la esperanza. No podíamos seguir adelante porque seguíamos buscando.
Ahora, finalmente podemos despedirnos de Daniela y honrar su memoria de la manera correcta. El caso de Patricio Salinas y Daniela Córdoba se convirtió en un estudio de referencia sobre la importancia de la tecnología en la resolución de casos complejos, pero también sobre las formas en que los depredadores pueden explotar la confianza y la vulnerabilidad inherentes al turismo de aventura. Minente.
Este caso nos muestra cómo la búsqueda de aventuras y experiencias auténticas puede hacernos vulnerables a personas que explotan precisamente esa búsqueda de lo extraordinario para sus propios fines siniestros. También demuestra el poder de la perseverancia familiar y cómo las nuevas tecnologías pueden finalmente proporcionar respuestas que parecían imposibles de obtener.
¿Qué opinan de esta historia? ¿Habían considerado los riesgos que pueden existir al confiar en guías no verificados en territorios remotos? Compartan sus reflexiones en los comentarios. Si les impactó este caso y quieren conocer más historias e investigaciones que utilizan tecnología moderna para resolver misterios del pasado, no olviden suscribirse al canal y activar las notificaciones.
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