Iba solo al arroyo cuando vi una serpiente transformándose en una chica. Corrí a un arbusto cercano para esconderme. Pasó junto a mí sin darme cuenta, antes de que pudiera salir y correr directo al río a buscar agua.
Cuando regresé a casa, me sorprendí al verla en mi casa hablando con mi padre, ambos riendo.
Cuando mi padre me vio, me saludó y me dijo que Miriam me buscaba. Me quedé atónito porque no la conocía. Solo pensaba que me mataría por haberla visto.
Estaba perdido en mis pensamientos cuando Miriam me llamó y me preguntó si podía dar un paseo con ella.

Yo: Oye, disculpa la pregunta, pero no te conozco ni sé de dónde eres.
Miriam: Lo sé, pero te he estado observando durante dos años y me he enamorado de ti.
Yo: Estás enamorado de mí… ni siquiera me conoces. Miriam: Lo sé todo sobre ti. Sé que tu plato favorito es el egusi y el ñame machacado, que te encanta jugar al fútbol, que sabes bailar, que estás en 3.º de primaria, que odias a tu profesora de física porque te insinúa y, por último, que eres soltera y tímida.
Yo: Vaya, así que me conoces, pero yo no sé nada de ti y no te he visto en esta comunidad ni en mi instituto.

Miriam: Es mentira, sabes que puedo convertirme en serpiente, ¿no?
Yo: Yo… yo… yo (balbuceo) No sé nada. Por cierto, los humanos no se convierten en animales, ¿verdad? (Asustada).
Miriam: Odio a los hombres que pueden mentir. Quizás no merezcas mi corazón (luego desaparece).
Estaba un poco asustada, pero pensándolo bien, ¿por qué una chica tan guapa como Miriam se convertiría en serpiente y además desaparecería? .

Parte 2 – El Secreto de Miriam

Esa noche no pude dormir.

Cada vez que cerraba los ojos, veía sus pupilas alargadas, su voz suave pero amenazante, y el modo en que simplemente se desvaneció en el aire como humo empapado en misterio.

¿Quién era esa chica? ¿Era un espíritu? ¿Una bruja? ¿Una criatura del bosque disfrazada de humana?
Y lo peor… ¿por qué sabía todo sobre mí?

A la mañana siguiente, intenté actuar con normalidad. Desayuné con mi padre, que parecía no notar mi confusión, y luego me dirigí al colegio. Pero al salir de casa, la vi de nuevo.

Estaba parada junto a la acacia del camino principal, con un vestido azul celeste que brillaba al sol como escamas mojadas. Me miraba fijamente.

—¿Te asusté ayer? —preguntó sin moverse.

—Un poco —admití, evitando sus ojos—. Nadie desaparece así, y… eso de la serpiente…

—No te haré daño, si no intentas traicionarme —dijo con calma—. Pero si algún día cuentas lo que viste junto al arroyo, no solo yo volveré… también mi clan.

Mi corazón se detuvo por un momento. ¿”Su clan”?

—¿Qué eres tú? —le pregunté con voz quebrada.

Miriam sonrió con una dulzura que me puso aún más nervioso.

—Soy una Naga. Mitad humana, mitad serpiente. Vivo entre ustedes desde hace generaciones. Pero no todos podemos amar a un humano. Yo sí. Y te elegí a ti.

Dio un paso más cerca.

—Y tú tendrás que elegir pronto: o guardar mi secreto y quedarte a mi lado… o perderme para siempre. Pero cuidado, hay quienes me buscan, y si descubren que sabes lo que soy… también estarás en peligro.

Se giró lentamente y se desvaneció en una ráfaga de viento y polvo.

Desde ese día, supe que mi vida ya no sería normal.
Y lo peor era que… por más que me aterraba, yo también empezaba a sentir algo por ella.

Parte 3 – El Guardián del Bosque

Pasaron unos días sin que Miriam volviera a aparecer.

Intenté concentrarme en la escuela, en mis tareas, incluso en jugar al fútbol con mis amigos… pero nada tenía sabor. Cada esquina del camino me recordaba su rostro. Cada sombra parecía esconder su silueta. Me estaba volviendo loco.

Una tarde, mientras regresaba del río con un cubo de agua, vi a un anciano encorvado sentado bajo el mismo árbol donde Miriam había aparecido por última vez. Nunca lo había visto en la comunidad.

Tenía la piel arrugada como corteza de baobab, los ojos blancos sin pupilas… y un collar de dientes de animales colgando de su cuello.

—Muchacho —dijo con voz seca—. Te han marcado.

Me detuve de golpe, el cubo resbalando de mi mano.

—¿Qué… qué dijo?

—La Naga. Miriam. La tocaste. Y cuando una criatura del bosque marca a un humano, el bosque lo vigila.

Me acerqué, temblando.

—¿Quién eres? ¿Y cómo sabes su nombre?

—Soy Uwem, el Guardián. He vivido más de cien años protegiendo la frontera entre el mundo de los hombres y el mundo de las bestias. Miriam no debería haberte elegido… no sin permiso. Si la Reina Naga lo descubre, ambos estarán condenados.

—¿Reina Naga?

—Sí —dijo Uwem, bajando la voz—. Su madre. La más temida entre todos los seres del bosque. Si se entera de que Miriam se enamoró de un humano, enviará a los Serpientes del Silencio.

—¿Y qué me harán? —pregunté con la garganta seca.

—No te matarán, no tan rápido. Borrarán tu memoria, harán que olvides quién eres, quién es ella… incluso a tu padre. Y Miriam será desterrada de este mundo para siempre.

Me senté en el suelo, sin aliento.

—¿Entonces qué hago?

Uwem me miró fijamente.

—Tienes que decidir. O la olvidas por completo… o vas al bosque esta noche, la buscas, y juras tu lealtad a ella y a su clan. Pero si haces eso, ya no serás completamente humano.

Un búho cantó a lo lejos.

—Elige antes de que amanezca —susurró Uwem, y en un parpadeo… desapareció.

Parte 4 – El Reino de las Nagas

Esa noche no dormí. Cada sonido me parecía un susurro de advertencia. El viento rozaba mi ventana como si alguien —o algo— me llamara por mi nombre.

A medianoche, me vestí con lo que pude encontrar: una linterna, una bolsa de agua y un amuleto de mi abuela. Salí sigilosamente de casa, sin que mi padre notara nada, y me dirigí al bosque.

El mismo bosque donde la vi por primera vez.

El aire se sentía más denso que nunca. Cada árbol parecía observarme. A cada paso, las sombras se alargaban y los sonidos del bosque se silenciaban como si incluso los grillos supieran que estaba cruzando un límite prohibido.

De repente, escuché un susurro entre las hojas:

—Sabía que vendrías…

Giré. ¡Era Miriam! Envuelta en una túnica blanca que brillaba suavemente bajo la luz de la luna. Sus ojos ya no eran completamente humanos. Tenían un brillo esmeralda, como los de una serpiente… pero tristes.

—Miriam… ¿por qué me elegiste?

—Porque tú me viste cuando nadie más podía. Porque tu corazón no huyó, aunque tu cuerpo temblara. —Se acercó y tomó mi mano—. Pero no debiste venir.

—El Guardián me advirtió. Dijo que si la Reina Naga lo descubre…

—Ya lo sabe —interrumpió Miriam, con lágrimas en los ojos—. Y ha enviado a los suyos por ti.

Justo entonces, el suelo tembló. Las raíces de los árboles se alzaron. Tres figuras reptantes emergieron de entre las sombras. Eran las Serpientes del Silencio. Altas, cubiertas de escamas negras, con rostros sin boca y ojos blancos.

—¡Corre! —gritó Miriam—. ¡Vuelve a casa, ahora!

Pero en lugar de correr, di un paso al frente y grité:

—¡No! ¡Si me borran la memoria, también la borrarán de mi corazón! ¡Prefiero convertirme en uno de ustedes, pero recordarla!

Las criaturas se detuvieron. Una figura emergió de entre los árboles. Una mujer imponente, con un rostro tan hermoso como letal, con una corona de colmillos en la cabeza: la Reina Naga.

—¿Estás dispuesto a renunciar a tu humanidad por amar a mi hija? —dijo con voz que hizo temblar la tierra.

—Sí. —dije, temblando, pero firme.

Hubo un largo silencio… y entonces, la Reina Naga sonrió.

—Entonces no eres como los demás humanos.

Extendió su mano, y una luz verde me envolvió. Sentí un calor recorrerme, como si mis venas se encendieran. Mi piel se volvió más resistente, mis sentidos más agudos. Ya no era solo humano… era mitad Naga.

Miriam corrió a abrazarme.

—Ahora estamos ligados. Para siempre.

Y mientras el bosque entero se inclinaba ante la Reina, Miriam y yo desaparecimos entre los árboles, rumbo al reino oculto de las Nagas.

FIN… ¿o apenas comienza? 🐍✨