La Madre Millonaria Contrató a Cuatro Chicas Desesperadas para Casarse Con Su Hijo Discapacitado, Lo Que Sucedió Después Te Sorprenderá

La lluvia caía con fuerza esa tarde. Las gotas golpeaban los charcos y se deslizaban por las ventanas del viejo apartamento de Emma. Ella caminaba rápidamente por la acera, protegiéndose con su delgada chaqueta que poco hacía para resguardarla del frío. El sonido del agua y los coches pasando a gran velocidad no lograban ahogar los pensamientos que la asaltaban. ¿Cómo voy a pagar el alquiler este mes?, pensaba, mientras apretaba con fuerza su bolso.

Emma llevaba una vida difícil, pero no le faltaba determinación. Había trabajado arduamente todo el mes, haciendo recados y trabajos esporádicos. A pesar de sus esfuerzos, su sueldo no bastaba para cubrir lo esencial. Sin embargo, el destino tenía otros planes para ella esa noche. Cuando giró la esquina, un grito agudo rompió el sonido de la tormenta. Al instante, una niña, no mayor de seis años, resbaló cerca del borde de una alcantarilla inundada. La pequeña luchaba por mantenerse a flote mientras las aguas la arrastraban peligrosamente.

Sin pensarlo dos veces, Emma corrió hacia la niña. Su corazón palpitaba con fuerza mientras extendía la mano para agarrar la muñeca de la pequeña y, con un tirón rápido, la levantó con fuerza, llevándola a salvo a la acera. “Está bien, cariño,” susurró, mientras apartaba el cabello mojado de la niña, buscando tranquilizarla. “Ya estás a salvo.”

Pero antes de que pudiera preguntar dónde estaban sus padres, una voz profunda y urgente llamó desde atrás. “¡Sofía!” Emma se giró rápidamente y vio a un hombre alto, con un elegante abrigo que ya estaba empapado, corriendo hacia ellas. Su rostro estaba pálido de miedo, y cuando llegó, se arrodilló rápidamente, abrazando a la niña con fuerza. “¡Papá!” Sofía sollozó, refugiándose en su pecho.

Los ojos del hombre se fijaron en Emma, llenos de gratitud. “La salvaste,” dijo, su voz rasposa por la emoción. Emma asintió, aún en shock, sin saber que este acto de valentía cambiaría su vida por completo.

“Soy Daniel Carter,” dijo, extendiendo la mano. Emma titubeó un momento, sorprendida, pero finalmente estrechó su mano, sintiendo el contraste entre su frío y el calor de él. “Emma,” respondió con suavidad.

Daniel la observó detenidamente. Notó sus zapatos gastados, su ropa mojada y la fatiga evidente en su rostro. “Estás congelada,” murmuró. Antes de que Emma pudiera decir algo, Daniel se quitó su abrigo y lo colocó sobre sus hombros.

“No hace falta,” intentó decir ella, pero Daniel la interrumpió con una sonrisa suave.

“Por favor, salvaste a mi hija. Lo menos que puedo hacer es asegurarme de que no te resfríes.”

Sofía, aún en los brazos de su padre, asomó la cabeza, curiosa. “¿Eres una superheroína?” le preguntó con los ojos grandes y brillantes. Emma no pudo evitar reírse, el sonido sorprendiendo incluso a ella misma. “No, cariño. Solo estaba en el lugar correcto en el momento adecuado.”

Daniel la miró pensativamente, como si algo en ella le intrigara más allá de lo que se podía ver. “Déjame llevarte a casa,” dijo de repente. “Es lo menos que puedo hacer.”

Emma no estaba acostumbrada a la amabilidad de extraños y tenía dudas, pero el frío ya se le estaba metiendo en los huesos, y la idea de regresar a su pequeño apartamento sin calefacción la desanimaba aún más. Finalmente, asintió. Mientras caminaban hacia el lujoso coche, Emma no sabía que este momento sería solo el principio de un giro inesperado en su vida.

Daniel no solo era un padre agradecido, sino también un multimillonario. Y su intención de cambiar la vida de Emma no solo era generosa, sino también inevitable.

El trayecto en coche fue silencioso, interrumpido solo por las ocasionales conversaciones de Sofía, que parecía estar encantada con la compañía de Emma. Ella observaba por la ventana, viendo cómo la ciudad pasaba rápidamente mientras se dirigían a una zona de lujo que solo había visto en revistas. Las mansiones alineaban las calles, sus imponentes entradas cerradas con grandes portones de hierro.

Cuando el coche se detuvo frente a una mansión aún más grande que las demás, Emma se quedó sin palabras. “¿Esta es tu casa?” preguntó, incapaz de ocultar su asombro.

Daniel sonrió ligeramente. “Una de ellas.”

Ayudó a Sofía a salir del coche antes de volverse hacia Emma. “Entra, cálmate, y come algo.”

Emma dudó. No se sentía parte de ese mundo. Pero antes de que pudiera negarse, Sofía tomó su mano con suavidad. “Por favor,” rogó la pequeña con los ojos suplicantes. Emma se sintió conmovida y, sin poder resistirse, susurró: “Está bien.”

El vestíbulo de la mansión por sí solo era más grande que todo su apartamento. Candelabros de cristal brillaban sobre ellos, y el aire olía a lavanda. Una sirvienta apareció al instante, tomando su chaqueta mojada con una sonrisa cordial. “Bienvenida, señorita,” dijo amablemente.

Emma tragó saliva, dándose cuenta de lo fuera de lugar que se sentía. Sus ropas mojadas y de segunda mano contrastaban enormemente con el lujo que la rodeaba. Daniel notó su incomodidad y se inclinó hacia ella. “Relájate,” le dijo en voz baja. “Eres mi invitada.”

Emma sintió una calidez inesperada al escuchar sus palabras. Lo que al principio había sido una simple invitación a cenar, ahora parecía ser algo mucho más grande.

Mientras Daniel la guiaba a través de la mansión, Emma se sintió abrumada por el lujo que la rodeaba. La alfombra suave, los muebles finos, las estanterías llenas de libros y adornos caros. Sofía la jaló suavemente hacia el sofá, saltando emocionada.

“¿Puede Emma quedarse a cenar?” preguntó Sofía, con las manos juntas y una mirada brillante en sus ojos. Daniel miró a Emma, como esperando su respuesta.

Emma dudó. “No debería intrusar,” dijo, apenada, pero Daniel la interrumpió con una sonrisa. “No estás intrusando. Después de lo que hiciste, lo menos que podemos hacer es ofrecerte una comida.”

Un chef apareció en la puerta. “La cena está lista, señor,” dijo con una sonrisa educada. Emma, incapaz de resistirse, sintió cómo su estómago rugía, traicionando su cansancio. Daniel sonrió de manera cómplice. “Mira, incluso tu estómago está de acuerdo.”

La cena fue como un sueño sacado de una película. La luz de las velas parpadeaba sobre la plata pulida, la porcelana delicada y los manjares que parecían sacados de una obra de arte. Emma dudó antes de levantar su tenedor, sintiéndose fuera de lugar. Pero cuando probó el primer bocado de pato asado, casi gimió de placer.

“¿Está bueno?” preguntó Daniel, observándola con una sonrisa divertida.

Emma asintió rápidamente, avergonzada por el gusto tan exquisito. “Es increíble.”

Sofía se rió. “El chef de papá es un mago.”

La sonrisa de Daniel se suavizó mientras miraba a su hija, pero cuando sus ojos volvieron a Emma, había algo más, algo más profundo, como si algo en ella le intrigara.

Emma aún no lo sabía, pero acababa de entrar en un mundo donde todo cambiaría para ella. Después de la cena, Daniel insistió en llevarla a su casa. Cuando llegaron a su apartamento, Daniel frunció el ceño al ver el edificio viejo. “¿Vives aquí?” preguntó, con preocupación en la voz.

Emma se tensó. “No es mucho, pero es mi hogar.”

Daniel estudió el edificio, sus ojos recorriendo los detalles desgastados y las luces parpadeantes. Sin previo aviso, dijo: “Quiero contratarte.”

Emma parpadeó, sorprendida. “¿Qué?”

Daniel la miró directamente. “A Sofía le encantas, y después de hoy, no confío en cualquiera con su seguridad. Necesito una asistente personal, alguien que la ayude, que la lleve al colegio, que esté ahí cuando yo no pueda.”

El corazón de Emma dio un salto. “Apenas me conoces,” dijo, sorprendida.

Daniel sonrió. “Sé que arriesgaste tu vida por una niña que no conocías. Eso es suficiente para mí.”

El salario que mencionó hizo que Emma se quedara sin aliento. Era más de lo que jamás soñó ganar. Pero la duda y el orgullo chocaban en su interior. “No lo sé,” susurró.

Daniel se inclinó hacia ella, con suavidad en su voz. “Emma, déjame hacer esto por ti. Salvaste a mi hija. Déjame salvarte a ti también.”

Las palabras flotaron en el aire, pesadas de significado. Emma tragó saliva, luego lentamente asintió. A la mañana siguiente, un coche negro elegante llegó para llevarla a la mansión de los Carter. Emma sintió un nudo en el estómago mientras subía al vehículo, con su pequeña maleta, que contenía todo lo que poseía.

Daniel la recibió en la puerta, impecable con una camisa blanca. “¿Lista para tu primer día?” preguntó con una sonrisa.

Sofía corrió hacia ella y la abrazó con alegría. “¿De verdad te quedas?” exclamó.

Emma se rió, abrazándola. “¿Solo por un tiempo?”

“Sí,” respondió Sofía.

La expresión de Daniel se oscureció un poco al escuchar sus palabras, pero no dijo nada. En su lugar, la guió por la mansión, mostrándole su nueva habitación. La cama era enorme, con dosel y un balcón que daba a los hermosos jardines. Emma giró lentamente, abrumada.

“Esto es demasiado,” susurró, sintiendo el peso de todo lo que había cambiado tan rápido.

Daniel cruzó los brazos, observando a Emma. “No es nada en comparación con lo que te mereces.”

Emma no sabía cómo había llegado allí, pero una parte de ella sabía que la vida le había dado una oportunidad que nunca imaginó. Y aunque aún quedaban muchas preguntas, algo dentro de ella le decía que esta historia recién comenzaba.

Con el tiempo, las diferencias entre Emma y Daniel se desvanecieron. A través de su hija Sofía, unieron sus corazones, y aunque el camino estaba lleno de desafíos, se dieron cuenta de que el verdadero amor se basa en el respeto y la conexión genuina. Emma no solo encontró un hogar, sino una familia. Y Daniel no solo encontró una persona que amaba a su hija, sino a alguien que lo entendía y lo aceptaba sin importar su riqueza.

FIN