La Mujer que se Aparece por las Noches en Mi Cuarto: La Historia de Rodrigo Vargas
Rodrigo Vargas nunca fue un hombre impresionable. Técnico en informática, pasaba la mayor parte del tiempo lidiando con códigos, sistemas, y problemas lógicos. Su mundo era preciso, ordenado, todo tenía una razón. Las cosas inexplicables, las que no seguían un patrón, lo incomodaban. Por eso, cuando los eventos inexplicables comenzaron a ocurrir en su vida, su mente racional luchaba por asimilar lo que veía.
Rodrigo había pasado por una separación reciente y necesitaba un cambio. Al ver un pequeño departamento en el centro de la ciudad, decidió mudarse. Era asequible, tranquilo, y le ofrecía el espacio que necesitaba para reorganizar su vida. Sin embargo, desde la primera noche, algo extraño sucedió. En su pequeño departamento, en su nueva vida, comenzaron a suceder cosas que desbordaban todo lo que su lógica podría explicar.
La primera vez que sintió que algo no estaba bien fue cuando se despertó a las tres de la madrugada con la extraña sensación de no estar solo. La habitación estaba en total oscuridad, salvo por los pocos rayos de luz que se filtraban a través de las persianas. No veía nada, pero sentía la presencia de alguien cerca. Se quedó quieto, el corazón acelerado, pensando que tal vez era el cansancio o la ansiedad que le provocaba la separación. Pero sabía que algo no estaba bien.
Al principio, lo ignoró, lo racionalizó. Pero, con el tiempo, las señales aumentaron. La sensación de que no estaba solo se intensificaba cada vez más. Los crujidos en el piso, los susurros, y las presencias que sentía cerca de él en la oscuridad. La incomodidad creció hasta el punto de que, una noche, vio algo que nunca podría explicar con palabras.
La Primera Noche con la Aparición
Esa noche, después de un largo día de trabajo, Rodrigo se quedó dormido en su cama. Pero fue al abrir los ojos lentamente cuando vio algo que heló su sangre. A los pies de su cama había una figura. Una mujer, vestida con una bata blanca, el cabello largo y negro, cubriéndole parcialmente el rostro. No estaba completamente allí, su figura era difusa, como si fuera una proyección fantasmal.
Rodrigo quedó paralizado. No podía moverse, su cuerpo se negaba a reaccionar. Su mente no podía comprender lo que veía. La mujer no se movió, no habló, solo permaneció ahí, mirándolo fijamente. La sensación de frío se apoderó de su cuerpo, y el aire se volvió denso, cargado de una energía que le resultaba extraña.
Intentó gritar, pero su garganta no lo dejó. El miedo lo inmovilizó, y cuando finalmente logró mover los ojos hacia la lámpara, su visión se desdibujó. Cerró los ojos con fuerza, y cuando los volvió a abrir, la figura ya no estaba. ¿Había sido un sueño? Se preguntó, pero no pudo dejar de sentir que algo había ocurrido realmente.
El Encuentro con el Casero
Al día siguiente, aún con la mente perturbada, Rodrigo decidió consultar al casero sobre el departamento. Rubén, un hombre mayor, se mostró evasivo al principio, pero cuando Rodrigo insistió, se mostró más serio.
— Este lugar tiene historia. —dijo Rubén, con voz grave. No sé si crees en estas cosas, pero los inquilinos anteriores decían que aquí sucedían cosas raras. La anterior inquilina… la señora Lucía, vivió aquí durante años, pero después de su muerte, el lugar empezó a tener mala fama.
Rodrigo, aunque no creía en esas historias, no pudo evitar que una extraña sensación de incomodidad lo invadiera. La idea de que había algo más en su nuevo hogar lo inquietaba profundamente.
La Confirmación del Horror
Esa misma noche, mientras Rodrigo intentaba descansar, la presencia se hizo más fuerte. Se despertó en medio de la noche por un susurro suave, casi imperceptible, “Rodrigo”, como si alguien lo llamara. De inmediato se levantó, encendió las luces, y observó la habitación, pero no vio nada.
En el pasillo, los pasos retumbaban en la madera como si alguien caminara lentamente. Pero cuando Rodrigo miró, no vio a nadie. Sintió que la habitación se volvía más fría, y ese frío se instaló en su pecho. El miedo lo invadió de nuevo. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué no podía deshacerse de esta sensación?
La Revelación de la Mujer del Cuarto
Una noche, después de días de tensión, Rodrigo despertó al escuchar nuevamente los crujidos. Esta vez, el sonido no provenía del pasillo, sino de su propia habitación. Al abrir los ojos, la mujer estaba allí nuevamente, mucho más cerca. Su rostro seguía difuso, pero los ojos… los ojos… esos ojos vacíos y oscuros lo miraban fijamente. Un escalofrío recorrió su cuerpo.
— ¿Qué quieres de mí? —le preguntó, finalmente logrando hablar. Su voz sonó temblorosa, pero tenía que saber la verdad.
La mujer no respondió. En cambio, se inclinó hacia él, y en ese instante, Rodrigo sintió que todo su ser se helaba. La figura se acercó más y sus labios, que no se movían, comenzaron a susurrar:
— Te vi. Me viste. Eso es suficiente.
Rodrigo no entendió el significado de esas palabras, pero su corazón latió fuertemente. Sintió que la presencia de la mujer era más tangible que nunca. La sensación de terror lo paralizó, y la figura desapareció una vez más, como si se desvaneciera en la nada.
La Pesadilla se Vuelve Real
En los días siguientes, las visitas de la mujer en las noches se intensificaron. Cada vez se hacía más visible. Su presencia se hacía más densa, y las pesadillas se convirtieron en una constante. Rodrigo intentó ignorarlas, pero no podía. El miedo lo consumía. Algo dentro de él sabía que no estaba simplemente lidiando con un fantasma, sino con algo mucho más oscuro.
Una noche, mientras trataba de descansar, escuchó la voz de la mujer nuevamente:
— Rodrigo… no cierres los ojos.
Fue en ese momento cuando todo comenzó a desmoronarse. La mujer ya no solo era una visión nocturna, se había convertido en una presencia constante, que lo observaba en todo momento. El terror lo abrazó, y la realidad comenzó a desdibujarse.
La Verdad del Pasado
En una noche especialmente oscura, mientras Rodrigo investigaba sobre la historia del lugar, encontró algo inquietante. En el registro de inquilinos anteriores encontró el nombre de Lucía, la mujer que había vivido allí antes. Según el informe, Lucía se había suicidado en esa misma casa. Pero lo más aterrador fue lo que encontró en una carta sin firmar, escrita por ella:
— No puedo soportarlo más. La casa está viva, y yo no soy la única que está atrapada aquí. Alguien siempre está observando. Siento que me estoy volviendo loca. La voz me dice que cierre los ojos y que deje de luchar. Pero no puedo. No puedo.
El horror se apoderó de él cuando comprendió que lo que estaba viviendo era un eco de lo que le sucedió a Lucía. Ella también había escuchado la voz, también había sido consumida por la misma oscuridad que ahora lo acosaba.
La Confrontación con el Pasado
Desesperado, Rodrigo decidió enfrentar la presencia. Una noche, se preparó para hacer frente a lo que sea que estuviera en la casa. Apagó todas las luces y se quedó en la oscuridad, esperando. La mujer apareció ante él, más clara que nunca.
— ¿Por qué estás aquí? ¿Qué quieres de mí? —preguntó con valentía, a pesar del terror que lo inundaba.
La figura de Lucía lo miró fijamente, y en su rostro se dibujó una sonrisa, no de satisfacción, sino de desesperación.
— Te vi. Me viste. Eso es suficiente. —dijo, y su voz, llena de dolor, resonó en la habitación.
Rodrigo cerró los ojos, pidiendo perdón por su ignorancia, por no haber entendido la verdad antes. En ese momento, la figura desapareció, como si su tarea estuviera completa.
El Último Despertar
Al día siguiente, Rodrigo tomó una decisión. Sabía que no podía seguir viviendo en esa casa. No solo por lo que había experimentado, sino por la verdad que había descubierto. El tormento de Lucía debía ser liberado, y para eso, debía salir de ese lugar.
Con el corazón lleno de arrepentimiento, Rodrigo dejó la casa. Aunque no entendió todo lo que sucedió, algo en su interior le decía que el ciclo de sufrimiento debía terminar. Al mudarse, por fin sintió que la presencia de Lucía desaparecía.
Pero nunca olvidó lo que vivió en esa casa. La lección que aprendió fue que a veces, las almas perdidas no solo buscan venganza. Ellas esperan ser escuchadas.
FIN
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