La sala estaba en silencio. Solo se escuchaba el constante pitido de las máquinas y la tenue luz de la lámpara de noche iluminaba el lugar. La mujer llevaba casi tres meses inmóvil. Su esposo acudía cada día, le tomaba la mano, apoyaba la cabeza en la almohada junto a la suya y le susurraba palabras de amor. Para todos, él era el ejemplo perfecto de devoción.

 

La sala estaba en silencio. Solo se escuchaba el constante pitido de las máquinas y la tenue luz de la lámpara de noche iluminaba el lugar. La mujer llevaba casi tres meses inmóvil. Su esposo acudía cada día, le tomaba la mano, apoyaba la cabeza en la almohada junto a la suya y le susurraba palabras de amor. Para todos, él era el ejemplo perfecto de devoción.

 

Detrás de él, un agente de civil lo observaba. Semanas antes habían surgido sospechas de que el estado de la mujer no era consecuencia de un accidente.

Los análisis revelaron pequeñas cantidades de veneno en su sangre: no lo suficiente para matarla de inmediato, pero sí para mantenerla entre la vida y la muerte.

La policía decidió tender una trampa. Los médicos informaron al esposo del “final inevitable” mientras permitían una vigilancia oculta. Y así, la confesión susurrada en el vacío se convirtió en la clave. El marido se delató a sí mismo.

Al salir de la habitación, dos agentes uniformados lo esperaban. Al principio no entendió lo que ocurría, pero al ver las miradas frías intentó justificarse. Demasiado tarde. Lo condujeron esposado por el largo pasillo.

En la habitación, ella permanecía. Los médicos lo sabían: sin el envenenamiento continuo, su cuerpo empezaría a luchar. Y así fue: a los pocos días, los monitores mostraron mejoría por primera vez.

La mujer movió los dedos, luego abrió los ojos. El mundo la recibió con el susurro de una enfermera:

—Todo ha terminado. Estás a salvo.

Durante mucho tiempo, ella no entendió lo que había sucedido. Pero la verdad se le reveló después: el hombre que le había jurado amor y que se sentaba cada día a su lado, en realidad la había estado matando poco a poco todo ese tiempo.

Y fue salvada en el preciso momento en que él, confiado en su victoria, no pudo contenerse y reveló su secreto.