Renacimiento en la Morgue: La Historia de Adam

Hace años, morí. Lo digo con toda tranquilidad, aunque aún me resulta difícil comprender cómo todo aquello ocurrió. Mi nombre es Adam, y mi historia está marcada por un giro de destino tan oscuro que, aunque haya pasado tanto tiempo, las huellas de esos días aún me siguen, como si el tiempo no hubiese hecho nada por borrar el sufrimiento. En 2006, me embarqué en un viaje que me cambiaría para siempre. Fue un viaje a un remoto bosque en Sanoe County, un lugar tan lejano que parecía ajeno a las prisas y complicaciones de la vida urbana. Pero lo que debía ser una expedición personal y liberadora se convirtió en un horror inexplicable.

Todo comenzó con un mal funcionamiento en mi equipo de comunicación. Estaba solo, lejos de la civilización, y al perder contacto con mi familia, creyeron que había muerto. La búsqueda que hicieron por mí resultó infructuosa, y, finalmente, tras días de incertidumbre, los aldeanos de una pequeña localidad encontraron mi cuerpo, inconsciente, y lo llevaron a la morgue.

La Muerte y el Renacimiento

Cuando los aldeanos me encontraron, pensaron que ya estaba muerto. Nadie esperaba que un hombre que había desaparecido durante tantos días pudiera estar vivo, pero algo en mí se resistía a irse, a sucumbir al destino que parecía haberme marcado. La morgue era un lugar frío, helado, impregnado de un olor penetrante a formaldehído. Pero, inexplicablemente, la muerte no me alcanzó, o al menos, no de la manera en que todo el mundo pensaba.

Esa noche, mientras mi cuerpo descansaba entre otros cadáveres, algo milagroso sucedió. Mi corazón comenzó a latir débilmente, mi cuerpo, que había sido dado por muerto, despertó. La sensación fue extraña, como si algo dentro de mí se hubiese despertado de un sueño profundo y oscuro. El primer instinto fue la desorientación. No entendía qué estaba sucediendo. Abrí los ojos con dificultad y, cuando mi vista se aclaró, lo primero que vi fue la luz tenue de la morgue, esas luces frías e inquebrantables que solo sirven para iluminar la muerte.

Me sentía atrapado en un limbo, un espacio entre la vida y la muerte. Mi mente trataba de entender lo que ocurría. Estaba en la morgue, rodeado de cuerpos fríos y muertos, pero lo peor de todo era el horror de saber que me habían dado por muerto. Traté de moverme, pero mis músculos estaban rígidos, y no entendía cómo mi cuerpo podía haber vuelto a la vida sin explicación alguna. Sentí un dolor profundo en mi pecho, como si algo estuviera impidiendo que mi cuerpo se restableciera por completo.

Sin embargo, mi mente ya no podía ignorar lo que sucedía a mi alrededor. Escuché pasos. Dos hombres entraron al lugar, vestidos con trajes de cirugía, hablando entre ellos sobre las tareas que debían realizar. Era como si la realidad se hubiera desvanecido a mi alrededor, dejándome con una sensación de vulnerabilidad, pero también con una extraña claridad. Los morticianos comenzaron a mover los cuerpos, preparando todo para el proceso de embalsamado. Al acercarse a mí, notaron algo extraño, una anomalía.

¿Qué pasa aquí? —preguntó uno de ellos, mirando mi espacio vacío con una mezcla de confusión y desconfianza.

¿Dónde está el cuerpo de este hombre? —respondió el otro con un tono algo más preocupado. Lo habíamos colocado aquí.

El pánico creció dentro de mí. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué no me habían notado aún? Traté de moverme, pero el dolor me recorría por completo. Sin embargo, al escuchar cómo discutían entre ellos sobre mi ubicación, sentí algo más aterrador: sabía que había algo mucho más oscuro en este lugar. Estaba atrapado en un ritual que no comprendía, en una ceremonia que solo podía ser desentrañada a través del miedo y el horror.

El Ritual Oscuro de la Morgue

La morgue no solo era un lugar donde los cuerpos eran preparados para el funeral. A medida que los morticianos hablaban entre ellos, escuché algo que me heló la sangre. La morgue era parte de algo mucho más grande, algo que no entendía. La verdad estaba oculta bajo las capas de formaldehído y sangre seca. Los cuerpos no solo eran embalsamados para ser enviados al descanso eterno; se realizaban rituales oscuros, sacrificios realizados en nombre de una entidad que no podía identificar.

Los dos morticianos comenzaron a moverme hacia una de las salas de embalsamado. Yo estaba paralizado por el miedo, sin poder entender lo que estaba sucediendo. Cada movimiento que realizaban me acercaba más a lo que creía ser mi final. Las luces de la sala brillaban débilmente mientras los sonidos extraños llenaban el aire, como si estuviera presenciando algo completamente inhumano.

Escuché la voz de uno de ellos, severa, como si estuviera dando órdenes.

Asegúrate de que cada cuerpo reciba la inyección de formaldehído. Si no lo haces, la maldición se desatará.

¿Malditos rituales? Pensé, confundido, aterrorizado. ¿Por qué estaba involucrado en todo esto? El sentimiento de horror me invadió mientras, con desesperación, trataba de encontrar una salida. Sabía que no podía quedarme ahí. Algo mucho más grande que yo estaba sucediendo, algo que no era solo una simple muerte.

A través de la neblina que se formaba a mi alrededor, sentí una presencia que no era humana. Una sombra oscura se acercó: una mujer, vestida de negro, con ojos penetrantes que brillaban con una intensidad sobrenatural. Era una bruja, una figura cuya energía parecía ir más allá de la comprensión humana.

Con una calma inquietante, comenzó a recorrer la sala, tocando a cada uno de los cuerpos, recitando palabras que sonaban a encantamientos. La sensación de peligro se intensificó, y su energía parecía absorber toda la luz que quedaba en la sala.

En ese momento, comprendí que mi vida no solo estaba en manos de los morticianos. Estaba atrapado en algo mucho más grande, mucho más oscuro.

La Noche de la Liberación

Mi cuerpo, agotado y débil, casi sucumbió al miedo. Pero en el fondo de mi ser, algo me impulsó a levantarme y luchar, aunque no sabía contra qué ni cómo. Recé en mi mente, sin saber si sería escuchado. Algo en mi interior me decía que si realmente estaba vivo, debía luchar por mi libertad.

De repente, la bruja se acercó a mí, su presencia llenaba el aire. Extendió su mano hacia mi rostro con una sonrisa malévola. Pero justo cuando su mano estaba a punto de tocarme, algo increíble sucedió. Una luz brillante, como una explosión de energía pura, iluminó la sala. La bruja gritó y retrocedió, mientras los murciélagos que volaban por la sala desaparecieron de inmediato.

La luz me envolvió, y sentí cómo el miedo se disipaba, como si fuera un sueño del que finalmente despertaba. No era solo una luz física, sino una luz espiritual, una presencia que me daba fuerzas para levantarme. La voz de un ángel resonó en mi mente.

Adam, hijo mío, has sido salvado. Esta prueba de tiempo ha sido enviada para que veas mi poder. Nunca olvides lo que has vivido, porque ahora tienes una misión: compartir mi palabra con el mundo.

La presencia celestial me dio una sensación de calma y seguridad que nunca había experimentado antes. Había regresado a la vida no solo para sobrevivir, sino para cumplir con un propósito divino.

El Milagro del Renacimiento

Cuando la luz se desvaneció, la bruja desapareció, y la morgue se volvió tranquila. Sentí que, por fin, había logrado escapar de la oscuridad. Mi alma había sido restaurada y mi vida había encontrado un nuevo propósito. Salí de la morgue, consciente de que mi misión en este mundo no había terminado, sino que solo comenzaba.

Decidí que iba a compartir mi testimonio, no solo sobre lo que sucedió en esa morgue, sino también sobre el poder de la fe y la vida eterna. Sabía que no sería fácil, pero algo dentro de mí me decía que tenía que contarle al mundo sobre la luz que me había rescatado.

Fin.