La Historia de un Ritual Oscuro: La Larga Noche de Descubrimiento y Huida
Mi vida cambió para siempre el día que conocí a mi esposo. Desde el principio, él me parecía el hombre perfecto: amable, atento, cariñoso. Nos conocimos durante mi primer año en la universidad, cuando él ya era un joven prometedor, trabajando en una empresa reconocida. Sus ojos brillaban de ambición, pero también de bondad, o eso me parecía. Después de unos meses de salir juntos, nos casamos y, como muchos, soñábamos con una vida tranquila. Pero todo se desplomó cuando comenzamos a vivir juntos. Los pequeños detalles, las señales que antes ignoraba, comenzaron a emerger como monstruos, revelando lo que en realidad era mi esposo.
Mi esposo, antes un hombre sencillo, trabajador y de buenos valores, empezó a cambiar cuando perdió su trabajo como gerente en Shell. Aquella pérdida fue lo que comenzó a rasgar la capa de lo que pensaba que era su personalidad. De ser un hombre confiado, pasó a convertirse en un ser extraño, consumido por la desesperación. Ya no solo luchaba por salir adelante, sino que se obsesionó con la idea de “recuperarse”, de regresar a la cima a toda costa, sin importarle cómo lo lograra.
El estrés comenzó a consumirlo, y me veía a mí misma cada vez más alejada. Mientras él se hundía en un mar de desesperación, yo intentaba mantenernos a flote. Mi marido, a pesar de los esfuerzos por recuperar algo de su estabilidad económica, comenzó a mostrar comportamientos extraños. Perdió su trabajo, vendió los autos, y empezó a tratarme de una manera que no era normal.
Al principio, traté de ser comprensiva, pero las semanas pasaban y las cosas solo empeoraban. Empezó a actuar de manera más posesiva, más demandante. Nuestro contacto físico cambió, y ya no era como antes, cuando las relaciones sexuales eran naturales, placenteras. Ahora, parecía que él estaba desesperado, como si estuviera buscando algo que no podía encontrar, algo que no entendía. Comenzó a presionarme todas las noches para tener relaciones sexuales, y siempre de la misma forma, con una necesidad que me resultaba abrumadora.
Una noche, después de un largo día de trabajo, me pidió que cambiara las bombillas de la sala. No era algo que soliera hacer, pero accedí porque estaba agotada y quería que todo estuviera en orden. Al día siguiente, algo extraño sucedió: cambió todas las luces blancas de la casa por luces rojas. Las bombillas rojas me parecieron fuera de lugar, pero no le di importancia, hasta que comenzó a pedirme que las encendiera todas las noches a las 12:00 AM. Cuando le pregunté por qué, su respuesta fue evasiva, pero algo en su tono me hizo desconfiar. No entendía qué quería realmente.
Lo peor vino cuando, una noche, después de tener relaciones sexuales, me pidió algo más. Quiero que vayas a la sala y enciendas las luces rojas a las 12:00 AM, me dijo. No entendía qué estaba pasando, pero algo en mi interior me decía que había algo más detrás de su insistencia. Pensé que era solo un capricho, una fase extraña que pasaría, pero pronto me di cuenta de que estaba atrapada en un juego que no comprendía.
La Verdad Comienza a Revelarse
El verdadero horror comenzó cuando noté que no solo era el comportamiento extraño de mi esposo el que me preocupaba, sino que todo a su alrededor parecía tomar un giro oscuro. Empezó a frecuentar a un hombre extraño, a quien presentó como su “socio de negocios”. Este hombre era de aspecto siniestro, y siempre hablaba de temas ambiguos y oscuros que nunca pude comprender del todo.
Una noche, después de varios días de comportamiento errático, mi esposo me confesó que había perdido su trabajo porque había rechazado una oferta de su jefa, una oferta que incluía una relación sexual a cambio de un ascenso. Mi esposo siempre había sido un hombre recto, pero la presión económica y su ego herido lo empujaron a hacer cosas que jamás hubiera imaginado. La culpabilidad lo carcomía, y esa culpa se reflejaba en sus ojos. Pero eso no explicaba lo que había comenzado a suceder después de su encuentro con ese extraño hombre.
Una tarde, cuando regresó de la casa de su “socio”, me pidió que lo acompañara a la sala. La luz roja brillaba intensamente, iluminando la habitación como si de algún ritual se tratara. A partir de ese momento, mis sospechas crecieron. Algo oscuro y malévolo estaba ocurriendo, y yo no sabía cómo escapar de ello. Estaba atrapada en una vida que no reconocía.
La Trampa Fatal
Mi marido comenzó a insistir cada vez más en la idea de que debíamos “intensificar” nuestras relaciones. La noche que su comportamiento se volvió más agresivo, me di cuenta de que su necesidad no era solo de sexo, sino que algo mucho más profundo se estaba apoderando de él. Él no era el hombre que había conocido. Lo que me aterraba aún más era su cambio físico: su piel parecía palidecer, sus ojos se volvían más oscuros y vacíos. Sabía que algo no estaba bien.
Una noche, después de que me pidió encender las luces rojas, mi esposo comenzó a gritar de dolor en medio de la oscuridad, su voz grave y llena de angustia. Grité su nombre, pero él no me respondió. Al acercarme a él, vi que sus ojos estaban vacíos, como si no estuviera allí. Una sensación de terror se apoderó de mí, y fue entonces cuando me di cuenta de la horrible verdad: mi esposo había estado involucrado en rituales oscuros y sacrificios, y yo, sin darme cuenta, había sido parte de esos rituales. La luz roja y su sed insaciable por mantenerme a su lado no eran una coincidencia.
La Huida
Con el miedo apoderándose de mí, sabía que ya no podía quedarme allí ni un minuto más. La vida de mi bebé, mi vida, dependían de mi decisión. Tenía que escapar. En ese momento, tomé una decisión drástica: huir con mi hijo antes de que fuera demasiado tarde. Aunque mi embarazo era reciente, sabía que la única manera de protegerlo era salir de esa casa, de esa vida.
Esa misma noche, mientras mi esposo estaba sumido en sus rituales, logré escapar con mi hijo. Sabía que él nunca me lo perdonaría, pero estaba dispuesta a arriesgarlo todo por salvar lo poco que me quedaba de humanidad. El miedo me seguía como una sombra, pero la esperanza de un futuro mejor para mi hijo y yo me mantenía en pie.
El Encuentro con la Verdad
Al día siguiente, mientras huíamos, me encontré con una mujer que me ofreció ayuda. Ella era parte de un grupo que luchaba contra las sectas y cultos oscuros que existían en la ciudad. Me dijo que lo que mi esposo había hecho no era raro, que había muchas personas atrapadas en esas redes. Sin embargo, me aseguró que aún había esperanza.
Con la ayuda de esta mujer, pude encontrar un refugio para mi hijo y para mí. Ya no tenía miedo, pero lo que me aterraba era el futuro. Sabía que mi esposo no dejaría que me escapara tan fácilmente. Lo peor era que ya no sabía quién era realmente él, ni qué se había convertido. La sombra del ritual y su cambio de personalidad me perseguirían por siempre.
El Confrontamiento Final
Una noche, meses después, recibí una llamada de mi esposo. Su voz sonaba diferente, como si algo lo estuviera consumiendo por dentro.
— ¿Qué quieres? —le pregunté, mi voz firme pero llena de miedo.
— Te voy a encontrar, no importa donde estés. —dijo con una frialdad que me heló la sangre.
Pude sentir que sus palabras no eran vacías. Algo se había desatado dentro de él, algo que no podía controlar. Lo que comenzó como un sacrificio trivial se había convertido en un monstruo que ahora no podía parar. El ritual que había comenzado con su propio sacrificio me había convertido en la última pieza que faltaba en su plan.
El Último Acto de Resistencia
Sabía que el enfrentamiento final se acercaba, y estaba dispuesta a hacer todo lo posible para proteger a mi hijo. A pesar de la angustia y el miedo, me aferré a la idea de que aún podía tener control sobre mi destino. El ritual que mi esposo había iniciado ya no era solo sobre él, sino sobre todos los que lo rodeaban. Pero yo no iba a ser su sacrificio final.
En ese momento, me di cuenta de algo fundamental: el amor verdadero es el que nos da la fuerza para liberarnos de lo oscuro. No importa lo que me haya hecho, no importa lo que haya planeado, mi hijo y yo seríamos libres de su poder.
Fin
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