UN MILLONARIO LE PIDIÓ QUE FINGIERA SER SU NOVIA POR 5 MINUTOS… LO QUE ELLA HIZO LO DEJÓ EN SHOCK…

Un millonario le pidió que fingiera ser su novia por 5 minutos. Lo que ella hizo lo dejó sin palabras. Por favor, solo necesito 5 minutos. Santiago se arrodilló sobre el pavimento mojado, sosteniendo una pequeña caja entre sus manos temblorosas. Te pagaré lo que me pidas, pero necesito que finjas ser mi novia.
Valentina retrocedió un paso, casi tropezando con las cajas de naranjas que había estado protegiendo de la lluvia. El agua seguía cayendo a cántaro sobre el mercado de Coyoacán, pero ahora lo que menos le importaba era mojarse. “¿Estás loco?”, le gritó por encima del ruido de la tormenta. “Ni siquiera te conozco.
Es exactamente por eso que funcionará.” Santiago se levantó pasándose una mano por el cabello empapado. “Mira, sé que suena demente, pero mi familia, ellos creen que tengo novia. ¿Y esta noche? Esta noche, ¿qué?” Valentina cruzó los brazos. estudiando al hombre que había aparecido en su puesto como caído del cielo.
Dos horas antes, todo había comenzado de manera normal. Valentina había llegado temprano al mercado, como siempre, organizando las frutas que había comprado al amanecer en la Merced. Cada peso contaba. Cuando empezó a llover, Valentina no se inmutó. Había visto tormentas peores.
Extendió las lonas de plástico sobre su puesto y siguió atendiendo a los pocos clientes valientes que se aventuraban bajo la lluvia. Fue entonces cuando lo vio un hombre en traje elegante, completamente empapado, buscando refugio bajo cualquier techo disponible. Su teléfono no paraba de sonar y cada vez que contestaba su expresión se volvía más desesperada.
Mamá, ya te dije que sí la voy a llevar”, había dicho Santiago sin darse cuenta de que Valentina podía escucharlo. No, no es necesario que Isabel la vaya también. ¿Cómo que ya la invitaste? Valentina, sin poder evitarlo, le había ofrecido una naranja recién cortada. Era algo que hacía naturalmente con cualquier persona que se veía angustiada.
No esperaba que ese simple gesto cambiaría todo. “Gracias”, había murmurado Santiago tomando la fruta con sorpresa. “No tenía que Se ve como si hubiera visto un fantasma.” Valentina había sonreído. Una naranja no lo va a matar. Era entonces cuando Santiago la había mirado realmente por primera vez, no como el hombre rico y distraído que era, sino como alguien que acababa de encontrar exactamente lo que necesitaba.
Ahora ahí estaba, arrodillado en el suelo, mojado de su puesto, pidiéndole que fingiera ser su novia. Mi familia organizó una cena. Santiago se puso de pie guardando la caja en su bolsillo. Creen que voy a anunciar mi compromiso con la hija de un socio de mi padre, pero no puedo casarme con Isabela, no la amo. ¿Y por qué no les dices la verdad? Porque mi padre cerrará un negocio de millones de dólares si yo no. Espere, espere.
Valentina levantó las manos. Millones de dólares. ¿Quién es usted? Santiago vaciló. Normalmente su apellido abría cualquier puerta en México, pero con esta mujer algo le decía que sería diferente. Santiago Herrera, Valentina Parpadeo, incluso ella que apenas tenía tiempo para leer periódicos conocía ese apellido.
Los Herrera eran dueños de la cadena hotelera más importante del país. Usted está completamente loco si piensa que yo 5 minutos. La interrumpió Santiago. Solo necesito que aparezcas conmigo, saludes a mi familia. y después puedes irte. Te daré 10,000 pesos. Valentina sintió que le faltaba el aire. 10,000 pesos era más de lo que ganaba en dos meses buenos. Por 5 minutos.
Por 5 minutos. La lluvia comenzó a calmarse, pero ninguno de los dos se movió. Valentina pensó en Sofía, en los libros que necesitaba, en las cuentas que se acumulaban sobre su pequeña mesa de noche. ¿Y qué tengo que hacer exactamente? Solo estar ahí, sonreír, decir que eres mi novia si alguien pregunta. Eso es todo. Eso es todo.
Valentina miró sus manos manchadas de jugo de naranja y tierra. Miró su ropa sencilla, sus zapatos desgastados. Luego miró a Santiago con su traje de marca y su desesperación genuina. 5 minutos y ya. Te lo prometo sin saber exactamente por qué.
Quizás porque había algo en sus ojos que le decía que era sincero o quizás porque Sofía realmente necesitaba esos libros. Valentina asintió. Está bien, pero tengo una condición, la que sea. Si esto sale mal, si su familia me humilla o me hace sentir mal, me voy inmediatamente. No me importa su dinero. Santiago sonrió por primera vez desde que había llegado al mercado. Trato hecho.
Mientras caminaban hacia el auto de Santiago, una elegante camioneta negra que contrastaba brutalmente con el ambiente del mercado, Valentina no tenía idea de que esos 5 minutos cambiarían su vida para siempre. Tampoco sabía que cuando llegaran a la residencia de los Herrera, descubriría que la pequeña cena familiar era en realidad una recepción con más de 100 invitados de la alta sociedad mexicana.
El auto se detuvo frente a una mansión iluminada y Valentina sintió que el estómago se le encogía. Santiago murmuró, esto no parece una cena pequeña. Él siguió su mirada hacia las decenas de autos lujosos estacionados en el jardín y los meseros uniformados que entraban y salían de la casa. “Bueno”, dijo con una sonrisa nerviosa. “Mi madre tiende a exagerar un poco.” “Dos.” Dos. Valentina se quedó paralizada en la entrada de la mansión.
El vestíbulo era más grande que todo su departamento, con candelabros de cristal que colgaban del techo y escaleras de mármol que parecían sacadas de una película. “No puedo hacer esto”, susurró dando un paso atrás. “Mire cómo estoy vestida. Mire cómo están vestidos ellos.” Por todos lados había mujeres con vestidos elegantes y joyas que brillaban bajo las luces. Hombres en trajes impecables conversando con copas de champán en las manos. Estás perfecta.
Santiago le tomó la mano suavemente. Solo recuerda, 5 minutos. Santiago querido, por fin llegas. Una mujer elegante de unos 50 años se acercó a ellos. Sus ojos se posaron inmediatamente en Valentina. Y tú debes ser Valentina Morales. Santiago se adelantó. Mamá, ella es mi novia.
Carmen Herrera estudió a Valentina de pies a cabeza. Su mirada no era cruel, pero sí evaluadora. Valentina sintió el impulso de esconderse detrás de Santiago. Es un placer conocerla, señora Herrera. Valentina extendió la mano, pero su voz sonó más pequeña de lo que hubiera querido. El placer es mío, querida. Carmen tomó su mano con sorpresa. Santiago no nos había dicho que eras tan natural.
Antes de que Valentina pudiera preguntar qué significaba eso, un hombre mayor se acercó a ellos. Era alto, con cabello gris, perfectamente peinado y una presencia que comandaba respeto inmediato. Papá, Santiago se tensó. Te presento a Valentina. Don Eduardo Herrera miró a Valentina con la misma intensidad que su esposa, pero había algo diferente en sus ojos. Curiosidad genuina.
Así que tú eres la joven que logró conquistar a mi hijo dijo con una sonrisa. Dime, Valentina, ¿a qué te dedicas? Valentina sintió que todas las conversaciones cercanas se detenían, las miradas se dirigían hacia ella. Vendo frutas en el mercado de Coyoacán, señor. Un silencio incómodo se extendió por el grupo.
Valentina vio como algunas mujeres intercambiaban miradas y susurros. Sintió el calor subir a sus mejillas. Frutas. Don Eduardo se inclinó hacia delante. ¿Qué tipo de frutas? Principalmente naranjas, mangos, papayas. Valentina alzó la barbilla encontrando su fuerza. Tengo el mejor puesto del mercado. Mis clientes vienen específicamente a comprarme porque saben que siempre tengo la fruta más fresca. Santiago la miró con admiración.
No había vergüenza en su voz, solo orgullo por su trabajo. Interesante. Don Eduardo sonrió genuinamente. Hace años que no conozco a alguien que trabaje directamente con productos naturales. Debe ser un negocio difícil. Lo es, pero es honesto. Valentina se relajó un poco y me permite mantener a mi hermana menor. Ella estudia medicina. Medicina.
Carmen se unió a la conversación. Qué maravilloso. Debe estar muy orgullosa de ella. Sofía es la más inteligente de la familia. Los ojos de Valentina se iluminaron. Va a ser una doctora increíble. La conversación fluyó naturalmente después de eso. Valentina habló sobre su hermana, sobre los desafíos de manejar un negocio pequeño, sobre los clientes que se habían vuelto como familia para ella.
Don Eduardo y Carmen escuchaban con atención genuina, haciendo preguntas que demostraban interés real. Santiago observaba todo con creciente asombro. Había traído docenas de mujeres a eventos familiares antes, pero nunca había visto a sus padres tan comprometidos en una conversación.
Valentina no estaba tratando de impresionar a nadie, simplemente estaba siendo ella misma, Valentina querida. Una voz fría interrumpió la conversación. Qué sorpresa encontrarte aquí. Todos se voltearon. Una mujer joven y hermosa se acercaba a ellos. vestía un elegante vestido negro que probablemente costaba más que el ingreso anual de Valentina. Su sonrisa era perfecta, pero sus ojos eran como hielo. Isabela.
Santiago se tensó visiblemente. No sabía que vendrías. Tu madre me invitó personalmente. Isabela se colocó estratégicamente entre Santiago y Valentina. Pensé que íbamos a hacer un anuncio importante esta noche. El ambiente cambió instantáneamente. Valentina sintió la tensión y miró a Santiago confundida.
Isabela, ya hablamos de esto. Santiago se movió para volver a estar junto a Valentina. Te presenté a mi novia. Tu novia. Isabela rió, pero el sonido no tenía nada de alegre. Santiago, por favor. Todos sabemos que esto es temporal. Nuestras familias han estado planeando nuestra unión durante meses. Valentina sintió como si le hubieran dado una bofetada.
Miró a Santiago buscando una explicación, pero él parecía igual de incómodo que ella. Isabela, creo que hay un malentendido. Don Eduardo intervino. Su voz firme. Santiago nos presentó a Valentina como su novia. Respetemos eso. Por supuesto, don Eduardo. Isabela inclinó la cabeza, pero su sonrisa se volvió más afilada.
Solo espero que Valentina entienda en qué mundo se está metiendo. Antes de que alguien pudiera responder, don Eduardo levantó su copa y golpeó suavemente el cristal con un cuchillo. Las conversaciones se detuvieron y todos los invitados se voltearon hacia él. Queridos amigos y familia, su voz llenó el salón. Esta noche tenemos algo especial que celebrar.
Mi hijo Santiago finalmente nos ha presentado a la mujer que ha capturado su corazón. Valentina sintió que se le secaba la boca. Esto no era parte del plan. 5 minutos había dicho Santiago. 5 minutos. Valentina Morales. Don Eduardo continuó. Es una joven extraordinaria que ha demostrado que el amor verdadero no conoce fronteras sociales.
Por eso estoy orgulloso de anunciar que será presentada oficialmente como la futura esposa de Santiago en nuestra gala benéfica anual que se realizará en dos semanas. El salón estalló en aplausos. Valentina sintió que las paredes se cerraban sobre ella. Miró a Santiago, quien parecía tan sorprendido como ella. 5 minutos. le susurró cuando los aplausos comenzaron a calmarse. Dijiste 5co minutos.
Santiago tomó su mano apretándola suavemente. Lo sé, murmuró. Pero ahora necesito pedirte otro favor. ¿Qué favor? Que me des dos semanas más. Valentina miró alrededor del salón lleno de gente elegante, luego a Isabela, que la observaba con una sonrisa que prometía problemas, y finalmente a Santiago, cuyos ojos le suplicaban silenciosamente, sin saber por qué, quizás porque algo en su pecho se había movido cuando él la había defendido frente a Isabela o porque don Eduardo la había hecho sentir como si realmente perteneciera ahí. asintió lentamente. “Dos semanas”,
susurró, “Pero después de eso se acabó.” Santiago sonríó, pero ambos sabían que ya era demasiado tarde para pretender que esto seguía siendo solo un favor. “Dos, dos.” Un instructor de baile. Valentina se detuvo en seco frente al elegante estudio de danza. “Santiago, esto ya se está saliendo de control.
La gala es el evento social más importante del año. Santiago abrió la puerta del auto. Van a estar todos los ojos puestos en nosotros. Solo necesitas aprender algunos pasos básicos. Habían pasado tres días desde la recepción y Valentina seguía sintiendo como si estuviera viviendo la vida de otra persona. Santiago había aparecido en el mercado esa mañana con una lista de preparativos necesarios que incluía clases de baile, etiqueta y un vestido nuevo. Mira, yo bailo. Valentina cruzó los brazos.
Bailo salsa, cumbia, bachata. ¿Qué más necesito saber? Bals Santiago sonríó. En la gala siempre hay un bals de apertura. Por supuesto que hay, murmuró Valentina. El instructor, un hombre mayor llamado Maestro López, los recibió con una sonrisa profesional que se desvaneció ligeramente cuando vio la ropa casual de Valentina.
Bueno, dijo después de las presentaciones. Comencemos con lo básico. Los primeros minutos fueron desastrosos. Valentina pisó los pies de Santiago más veces de las que podía contar y Santiago parecía un robot tratando de seguir instrucciones demasiado precisas. Relájense, maestro López aplaudió. El bals es sobre conexión, no sobre pasos perfectos.
Mírense a los ojos, sientan la música. Es fácil decirlo, Valentina suspiró. Pero es difícil relajarse cuando sabes que vas a hacer el ridículo frente a cientos de personas. Santiago se detuvo y la miró directamente. ¿Sabes qué? Olvida la gala por un momento. Extendió su mano. Solo somos tú y yo, aquí ahora, como cuando me diste esa naranja bajo la lluvia.
Algo en su voz hizo que Valentina lo mirara realmente. Había sinceridad ahí, una vulnerabilidad que no había visto antes. Tomó su mano y esta vez, cuando la música comenzó, se movieron juntos naturalmente. No era perfecto, pero era real. Mejor, murmuró Santiago, acercándola un poco más. Mucho mejor. ¿Ves, maestro López? Sonrió.
La técnica se puede enseñar, pero la conexión viene del corazón. Después de la clase, Santiago propuso almorzar en uno de los restaurantes más exclusivos de Polanco, pero Valentina tenía una idea diferente. ¿Qué tal si mejor vienes a comer a mi casa? Sugirió. Sofía va a estar ahí y creo que es hora de que la conozcas oficialmente. Santiago vaciló.
Había estado en muchas casas elegantes, restaurantes caros, eventos exclusivos, pero una comida casera en un departamento modesto era territorio desconocido. Claro”, dijo finalmente, “me encantaría.” El departamento de Valentina estaba en un edificio de tres pisos en una colonia popular. No había elevador y las escaleras crujían bajo sus pies.
Pero cuando Valentina abrió la puerta, Santiago se encontró con algo que no esperaba, un hogar. Las paredes estaban llenas de fotos familiares. Había plantas en cada rincón disponible y el aroma de comida casera llenaba el aire. Sofía. Valentina gritó, “Ven a conocer a Santiago.” Una joven delgada con el mismo cabello oscuro que Valentina apareció desde la cocina.
Llevaba una playera con manchas de salsa y jeans desgastados. Pero sus ojos tenían la misma inteligencia brillante que los de su hermana. “Así que tú eres el famoso novio.” Sofía miró a Santiago de arriba a abajo. “Espero que sepas lo afortunado que eres, Sofía.” Valentina se sonrojó. “Sé amable.” Estoy siendo amable. Sofía se encogió de hombros. Podría haber sido mucho peor.
Santiago rió. Le gustaba la honestidad directa de Sofía, tan parecida a la de Valentina. Tienes razón”, le dijo. Soy muy afortunado. Durante la comida, Santiago escuchó historias sobre la infancia de las hermanas, sobre cómo Valentina había dejado sus estudios para mantener a la familia después de la muerte de sus padres, sobre los sueños de Sofía de especializarse en pediatría.
Pal siempre dice que yo soy la inteligente. Sofía tomó un sorbo de agua, pero ella es la que mantuvo todo unido. Dejó la universidad cuando yo apenas tenía 14 años. ¿Estudiabas? Santiago miró a Valentina con sorpresa. Administración de empresas. Valentina se encogió de hombros. Pero Sofía era más importante. No era solo más importante.
Sofía intervino. Ella tenía planes. Quería abrir su propia distribuidora de frutas, trabajar directamente con los productores. Tenía todo un plan de negocios. Santiago vio una nueva dimensión de Valentina. No solo era trabajadora y bondadosa, era inteligente, visionaria. ¿Todavía tienes ese plan? Preguntó. Los sueños no pagan las cuentas.
Valentina comenzó a recoger los platos. Además, el puesto en el mercado está bien. Está bien. Sofía se levantó abruptamente. Bal, estás desperdiciando tu talento. Siempre estás ayudando a otros vendedores con sus números, dándoles consejos sobre proveedores. Podrías hacer mucho más. Santiago observó la dinámica entre las hermanas.
Había amor profundo ahí, pero también frustración mutua. Esa noche, después de ayudar con los platos y escuchar a Sofía practicar terminología médica, Santiago se preparaba para irse cuando Valentina lo acompañó hasta la puerta. “Gracias”, le dijo, “por ser tan natural con Sofía. No todos, no todos, ¿qué? No todos entienden nuestra situación.
Algunos hombres se sienten intimidados por tener que lidiar con una hermana menor. Santiago se volteó hacia ella. Serio, Valentina. Lo que haces por Sofía es increíble. No es una carga, es amor. Y eso, eso me parece lo más atractivo del mundo. Se quedaron mirándose en el pequeño pasillo y por un momento Santiago olvidó completamente que todo esto había comenzado como una mentira.
El impulso de besarla era casi abrumador. Santiago Valentina murmuró. Esto no es real, ¿verdad? lo nuestro, digo. Él se acercó un paso más. ¿Te sientes real? Antes de que ella pudiera responder, la puerta se abrió y Sofía asomó la cabeza. ¿Van a seguir susurrando ahí afuera toda la noche?, preguntó con una sonrisa traviesa. Los vecinos van a empezar a chismear.
El momento se rompió, pero algo había cambiado. Mientras Santiago manejaba de regreso a su casa, no podía dejar de pensar en la pregunta que había hecho Valentina. Esto era real. Al día siguiente, cuando llegó al mercado para recoger a Valentina para otra clase de etiqueta, la encontró ayudando a una vendedora mayor. Con su puesto, doña María se lastimó la espalda.
Valentina explicó, “Solo estoy ayudándola a organizar su mercancía.” Santiago observó como Valentina no solo organizaba las verduras, sino que también le daba consejos sobre precios y la ayudaba a contar las ganancias del día. Otros vendedores se acercaban constantemente pidiendo su opinión sobre diferentes asuntos. Era como ver a un líder natural en acción. “¿Siempre haces esto?”, le preguntó mientras caminaban hacia el auto.
“¿Hacer qué?” Cuidar a todo el mundo. Valentina se encogió de hombros. Aquí somos como una familia. Nos cuidamos unos a otros. Esa noche, Santiago se quedó despierto pensando en las palabras de Sofía sobre los planes de negocio de Valentina, en cómo ella cuidaba naturalmente a toda su comunidad, en cómo había transformado una simple comida casera en algo especial y se dio cuenta de que en algún momento, durante la última semana había dejado de fingir.
Isabela Vega cerró la carpeta con una sonrisa satisfecha. El detective privado había hecho un trabajo excelente. Fotos de Santiago y Valentina en el mercado, en el estudio de baile, entrando y saliendo del departamento modesto en la colonia popular y lo más importante, el informe completo sobre cómo había comenzado todo.
¿Estás seguro de que empezó como una mentira?, le preguntó al detective por teléfono. Completamente. Tengo testigos en el mercado que vieron toda la conversación. Él le pidió que fingiera ser su novia por 5 minutos. Ahora, obvio, las cosas han cambiado. Isabel la colgó y marcó otro número. Valentina Morales dijo cuando contestaron, “Necesito que investiguen todo sobre su negocio en el mercado, permisos, licencias, impuestos, todo.
” Dos días después, Valentina estaba cerrando su puesto cuando Isabela apareció. Llevaba un traje elegante que contrastaba brutalmente con el ambiente del mercado. “Necesitamos hablar”, dijo sin preámbulos. “No tengo nada que hablar contigo.” Valentina siguió guardando las frutas que no había vendido. “Creo que sí.” Isabela puso una carpeta sobre el mostrador, especialmente después de ver esto. Valentina abrió la carpeta y sintió que se le helaba la sangre.
Ahí estaban las fotos. Santiago arrodillándose bajo la lluvia. Ella aceptando dinero, los dos riéndose durante las clases de baile. Me estás espiando. Estoy protegiendo lo que es mío. Isabela se acercó más. Santiago y yo estamos destinados a estar juntos. Nuestras familias lo han planeado durante años. Tú eres solo una distracción temporal.
Eso no es tu decisión. Valentina cerró la carpeta con fuerza. Es de Santiago. En serio, Isabela Rió. ¿Crees que un hombre como Santiago Herrera va a dejar su imperio familiar por una vendedora de frutas? Por favor, Valentina, sé realista. Santiago no es como tú piensas. Santiago es exactamente como yo pienso.
Isabela se inclinó sobre el mostrador. Es un hombre de negocios. Y tú, querida, eres muy mala para los negocios. Isabela sacó otra hoja de la carpeta. ¿Sabías que tu puesto tiene varias irregularidades? Permisos vencidos, declaraciones de impuestos incompletas, una llamada anónima a las autoridades y podrían cerrarte permanentemente. Valentina sintió que se le secaba la boca.
No puedes hacer eso. Puedo y lo haré. Isabela sonrió fríamente. A menos que desaparezcas de la vida de Santiago ahora. Y si me niego, entonces no solo perderás tu negocio, también me aseguraré de que todos en la alta sociedad sepan exactamente cómo comenzó tu relación con Santiago. Una mentira patética de 5 minutos.
¿Crees que don Eduardo seguirá respetándote cuando sepa que todo fue teatro? Valentina cerró los ojos. podía ver su futuro destruyéndose, sin trabajo, sin ingresos, sin forma de mantener a Sofía en la universidad. ¿Qué quieres que haga? Termina con él esta noche.
Dile que se acabó, que pertenecen a mundos diferentes cualquier cosa, pero hazlo convincente. Isabela se alejó, pero se detuvo. Ah, y Valentina, si intentas contarle a Santiago sobre esta conversación, las fotos y documentos llegarán mañana mismo a todos los periódicos de sociales de la ciudad. ¿Te imaginas los titulares? El heredero Herrera engañado por una vendedora ambulante.
Esa noche, cuando Santiago llegó al departamento para llevar a Valentina a cenar, la encontró sentada en la sala con las manos entrelazadas y una expresión que no había visto antes. ¿Todo bien? Preguntó sentándose junto a ella. Santiago, necesitamos hablar. Algo en su tono lo puso en alerta inmediata. ¿Qué pasa? Valentina había ensayado este momento toda la tarde, pero ahora que lo tenía frente a ella, las palabras se le atoraban en la garganta. Esto, lo nuestro, creo que fue un error.
Santiago parpadeó. ¿Qué? Somos de mundos muy diferentes. Las palabras salieron en un torrente. Tu familia, tu vida, tus responsabilidades. Yo no pertenezco ahí. Valentina, ¿de dónde viene esto? Santiago trató de tomar su mano, pero ella la retiró. Hace dos días estábamos perfectamente bien.
Hace dos días estaba viviendo una fantasía. Valentina se levantó, pero la realidad es que soy una vendedora de frutas del mercado y tú eres Santiago Herrera. Esto nunca iba a funcionar. Eso es lo que realmente piensas. Santiago también se puso de pie. Después de todo lo que hemos compartido, Valentina sintió que se le partía el corazón al ver el dolor en sus ojos, pero pensó en Sofía, en su futuro, en todo lo que perdería si Isabela cumplía sus amenazas. Fue divertido mientras duró.
Mintió. Pero ya es hora de volver a la realidad. No te creo. Santiago se acercó a ella. Hay algo más. ¿Qué no me estás diciendo? Nada. Valentina retrocedió. Solo que esto se acabó. Valentina, ya te dije que se acabó, gritó inmediatamente se arrepintió del dolor que vio en su rostro. Por favor, solo vete.
Santiago se quedó inmóvil por un momento, luego asintió lentamente. Si eso es lo que quieres, es lo que quiero. Cuando la puerta se cerró detrás de él, Valentina se desplomó en el sofá y comenzó a llorar como no había llorado desde la muerte de sus padres. Sofía salió de su cuarto, donde había estado fingiendo estudiar. ¿Qué pasó?, preguntó sentándose junto a su hermana.
Terminé con Santiago Joy. ¿Por qué? Se veía que se estaban enamorando de verdad. Valentina no podía contarle sobre las amenazas de Isabela. No podía arriesgar que Sofía hiciera algo impulsivo que empeorara las cosas. “Porque no era real, Sofía”, murmuró. “Nada de esto era real.
” Pero mientras se quedaba despierta esa noche mirando el techo, Valentina sabía que estaba mintiendo. Lo que había sentido por Santiago había sido lo más real de su vida y acababa de destruirlo con sus propias manos. Al día siguiente, cuando Santiago no apareció en el mercado como había hecho todas las mañanas de la última semana, Valentina supo que había funcionado, la había creído. Lo que no sabía era que Santiago estaba en su oficina.
mirando por la ventana hacia la ciudad, tratando de entender qué había salido mal y que Isabela Vega estaba sonriendo mientras revisaba las invitaciones para la gala, segura de que pronto estaría de vuelta en el lugar que le correspondía, al lado de Santiago Herrera.
La gala anual de los Herrera era exactamente lo que Valentina había imaginado, un despliegue deslumbrante de riqueza y poder. El salón del hotel más exclusivo de la ciudad brillaba con luces doradas, flores exóticas y el murmullo de conversaciones en varios idiomas. Santiago se ajustó la corbata por décima vez, observando a los invitados desde el palco principal.
Llevaba tres días sin dormir bien y las ojeras bajo sus ojos lo delataban. A su lado, Isabela sonreía radiante, saludando a conocidos como si ya fuera la señora Herrera. Estás muy callado esta noche. Isabela se acercó a él. Todo bien. Perfectamente, mintió Santiago. Don Eduardo se acercó a ellos con Carmen del brazo.
Santiago, es hora del anuncio dijo su padre. Los invitados están esperando. Santiago asintió mecánicamente. En cualquier momento subiría al podium y anunciaría su compromiso con Isabela. Era lo que todos esperaban, lo que siempre había estado planeado. Entonces, ¿por qué se sentía como si estuviera a punto de cometer el error más grande de su vida? Disculpen.
Una voz familiar interrumpió sus pensamientos. Santiago se volteó y vio a Sofía abriéndose paso entre la multitud elegante. Llevaba un vestido sencillo pero limpio, y su expresión determinada contrastaba con su evidente nerviosismo. Sofía. Santiago se acercó inmediatamente.
¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? Le dije al de seguridad que era tu cuñada. Sofía respiró profundamente. Técnicamente no mentí. Isabela se tensó al escuchar la palabra cuñada. Necesito hablar contigo. Sofía miró directamente a Santiago. Es sobre Valentina. Sofía, no creo que este sea el lugar. Isabela la amenazó. Las palabras salieron como una bala. La obligó a terminar contigo. El silencio que siguió fue ensordecedor.
Santiago sintió que el mundo se detenía a su alrededor. ¿Qué dijiste? Isabela fue al mercado hace tres días. Sofía habló rápido, como si tuviera miedo de perder el valor. Le dijo que si no terminaba contigo, cerrarían nuestro puesto y expondrían cómo había comenzado todo. Valentina está en casa llorando desde entonces, pero me hizo prometerle que no te diría nada.
Santiago se volteó lentamente hacia Isabela, quien había palidecido notablemente. Es cierto. Su voz era peligrosamente baja. Santiago, yo solo estaba protegiendo. Es cierto. Isabela alzó la barbilla desafiantemente. Sí. Y lo volvería a hacer. Esa mujer no es para ti. Solo iba a arrastrarte hacia abajo. Antes de que Santiago pudiera responder, don Eduardo se acercó.
Había escuchado toda la conversación. Isabela, dijo con voz fría, creo que deberías irte, don Eduardo, usted no entiende. Entiendo perfectamente. El patriarca de los Herrera miró a Isabela con disgusto. Y por cierto, las irregularidades que encontraste en el negocio de Valentina ya fueron solucionadas.
Me aseguré personalmente de que todos sus permisos estuvieran en orden desde la semana pasada. Isabela retrocedió. ¿Usted sabía? Sabía que alguien estaba investigando a Valentina. Lo que no sabía era quién hasta ahora. Don Eduardo sonrió fríamente. También sé sobre los problemas financieros de tu propia familia. ¿Deberíamos hablar de eso.
La cara de Isabela se descompuso completamente. Esto no ha terminado murmuró. Pero ya estaba retrocediendo hacia la salida. Santiago se volteó hacia Sofía. ¿Dónde está Valentina? En casa. Pero Santiago, ella cree que tú la odias, cree que nunca la vas a perdonar por haberte mentido. Santiago ya se estaba quitando la chaqueta del smoking.
Papá, se dirigió a don Eduardo. ¿Puedes manejar la gala sin mí? Ve por ella, hijo. Don Eduardo sonrió. Nosotros nos encargamos de todo aquí. Carmen tomó del brazo a Sofía. Querida, ¿te gustaría quedarte para la cena? Creo que tu hermana va a estar ocupada por un rato. Santiago corrió hacia la salida, aflojándose la corbata mientras corría.
La lluvia había comenzado otra vez, como si el cielo quisiera recrear la noche en que todo había comenzado. Mientras tanto, en su pequeño departamento, Valentina estaba recogiendo las fotos que Santiago había tomado con su teléfono durante las últimas semanas. Fotos de ellos riendo durante las clases de baile, de él conociendo a Sofía, de momentos que se habían sentido reales, demasiado reales.
El sonido de alguien subiendo corriendo las escaleras la hizo detenerse. Era casi medianoche. ¿Quién podría ser? Los golpes en la puerta fueron urgentes, desesperados. Valentina, abre la puerta. Se quedó paralizada. Era Santiago, pero ¿qué hacía ahí? Se suponía que estaba en la gala anunciando su compromiso con Isabela.
Valentina, por favor, sé que estás ahí. Con manos temblorosas abrió la puerta. Santiago estaba empapado, con el cabello pegado a la frente y la camisa del smoking transparentándose por la lluvia. Se veía como un hombre que había corrido kilómetros bajo la tormenta. “¿Por qué no me dijiste la verdad?”, preguntó sin aliento. Valentina sintió que se lebraba la voz.
Qué verdad sobre Isabela, sobre las amenazas. El mundo de Valentina se tambaleó. ¿Cómo? Sofía fue a la gala. Me contó todo. Valentina cerró los ojos. Por supuesto que Sofía había hecho eso. Su hermana nunca había sabido quedarse callada cuando veía una injusticia. Santiago, yo de verdad pensaste que me importaba más mi reputación que tú.
Santiago entró al departamento dejando un charco de agua en el piso. Pensaste que te iba a abandonar por un escándalo. No lo sé. Valentina se quebró. Todo pasó tan rápido. Isabela tenía fotos, documentos. Dijo que iba a arruinar todo, que iba a cerrar mi puesto, que iba a destruir tu relación con tu familia. Valentina. Santiago se acercó a ella. Mírame. Ella alzó los ojos llenos de lágrimas. Nada de eso importa.
Santiago tomó su rostro entre sus manos. Lo único que importa es esto, lo que hay entre nosotros. Pero comenzó como una mentira y se convirtió en la verdad más grande de mi vida. Santiago se arrodilló exactamente como había hecho esa primera noche bajo la lluvia, pero esta vez sacó una caja pequeña del bolsillo.
Valentina Morales, ¿quieres casarte conmigo? No por 5 minutos, no por dos semanas, para siempre. Valentina miró la caja, luego a Santiago, luego otra vez a la caja. ¿Estás completamente loco? Completamente. Santiago sonríó. ¿Es eso un sí? En lugar de responder, Valentina se lanzó a sus brazos, besándolo con toda la desesperación y el amor que había estado guardando durante los últimos tres días.
“Sí”, murmuró contra sus labios. “Sí, sí, sí.” Cuando finalmente se separaron, Santiago abrió la caja. Dentro no había un anillo de diamante gigante, sino una banda sencilla de oro con una pequeña inscripción. Para siempre, sin mentiras. ¿Cómo supiste? Porque te conozco. Santiago deslizó el anillo en su dedo. Y sé que preferirías algo con significado que algo ostentoso.
Afuera la lluvia seguía cayendo, pero ninguno de los dos la escuchaba. Por primera vez en días, todo en el mundo estaba exactamente donde debía estar. Santiago deslizó el anillo en el dedo de Valentina con manos que apenas temblaban. Era perfecto, sencillo, elegante, real. Todo lo contrario a la vida complicada que habían estado viviendo. No puedo creer que tengas un anillo, Valentina, murmuró admirando la banda dorada.
¿Cuándo? Lo mandé a hacer el día después de conocer a Sofía. Santiago sonríó cuando me di cuenta de que ya no estaba fingiendo. Se quedaron abrazados en medio de la sala, escuchando la lluvia golpear las ventanas. Por primera vez en semanas, Valentina se sentía completa y la gala preguntó de repente, “Tu familia debe estar esperándote.
Mi padre está manejando todo. Probablemente esté disfrutando ser el centro de atención otra vez, Santiago Río. Además, le caes mejor que a mí. Creo que preferiría que te quedaras con la empresa familiar y me desheredaras a mí. No digas tonterías. No son tonterías.
¿Has visto cómo te mira? como si fueras la hija que siempre quiso tener. Un nuevo golpe en la puerta los interrumpió. Esta vez eran golpes más suaves acompañados de risas familiares. “Abrán!”, gritó Sofía desde el pasillo. “Estamos empapados.” Valentina abrió la puerta y encontró a su hermana con Carmen y don Eduardo, todos riéndose bajo un paraguas que claramente no era suficiente para tres personas.
¿Qué hacen aquí? Valentina los ayudó a entrar. No deberían estar en la gala. La gala puede esperar. Don Eduardo se sacudió el agua del abrigo. Los momentos importantes no pueden. Carmen abrazó a Valentina inmediatamente. Bienvenida oficialmente a la familia querida. Señora Carmen. Yo. Carmen a secas. La interrumpió con una sonrisa. Ya somos familia.
¿Y Isabela? Preguntó Valentina todavía preocupada. Isabela ya no es problema de nadie. Don Eduardo respondió con una sonrisa que no llegaba a ser cruel, pero sí definitiva. Resultó que tenía algunos asuntos legales pendientes con los que le ayudamos a lidiar. Digamos que estará muy ocupada resolviendo sus propios problemas durante los próximos años.
Sofía se acercó a su hermana. “Perdón por no poder quedarme callada”, dijo, aunque no sonaba nada arrepentida, “pero no podía dejarte sufrir así.” “Gracias”, Valentina la abrazó. No sé qué habría hecho sin ti. Probablemente habría sido miserable para siempre. Sofía se encogió de hombros. Y yo habría tenido que soportar tu drama por el resto de mi vida.
Todos rieron y Carmen propuso hacer café para celebrar. Mientras preparaban bebidas calientes en la pequeña cocina, don Eduardo se acercó a Santiago. Hijo, ¿estás seguro de esto? Santiago miró hacia la cocina, donde Valentina estaba enseñándole a Carmen cómo preparar café con canela, mientras Sofía contaba anécdotas sobre los pretendientes anteriores de su hermana, “Más seguro que de cualquier cosa en mi vida.
” Bien, don Eduardo puso una mano en el hombro de su hijo, porque ya transferí las acciones de la empresa que le iban a tocar a Isabela a nombre de Valentina. ¿Qué? Santiago se volteó bruscamente. Papá, no puedes. Puedo y ya lo hice. Don Eduardo sonrió. Esa muchacha tiene más sentido para los negocios que la mitad de mi junta directiva. Vi cómo maneja a los vendedores del mercado, cómo resuelve problemas, cómo inspira lealtad.
Eso no se enseña en ninguna universidad, pero ella ni siquiera sabe. Se enterará mañana junto con su nuevo puesto como directora de desarrollo comunitario. Sant. Santiago no sabía si reír o llorar. Inventaste un puesto para ella. No lo inventé. Lo necesitamos. Alguien que entienda a las comunidades pequeñas, que sepa cómo trabajar con gente real.
Todos nuestros proyectos comunitarios han sido desastres porque no entendemos realmente a las personas a las que queremos ayudar. Y si ella no quiere, entonces respetaremos su decisión. Pero algo me dice que va a querer cambiar el mundo, un proyecto a la vez. En la cocina, Valentina estornudó. Alguien está hablando de mí, murmuró sonriendo.
Probablemente planificando tu futuro sin consultarte. Sofía comentó secamente, “Los hombres ricos tienden a hacer eso. Santiago, no es así.” Valentina defendió automáticamente. “Lo sé.” Sofía sonrió. “Es una de las razones por las que me gusta.” Carmen observaba la interacción entre las hermanas con cariño. Es hermoso ver lo unidas que están.
Eduardo y yo siempre quisimos más hijos, pero nunca pudimos. Ahora siento como si hubiera ganado dos hijas de una vez. Señora Carmen. Carmen. La corrigió otra vez. Y es verdad. Sofía me estuvo contando sobre sus estudios de medicina. Estaba pensando que podrías hacer tus prácticas en el hospital que financiamos.
Es uno de los mejores del país. Sofía casi se atraganta con el café. En serio, muy en serio, aunque tendrás que ganártelo con tus propios méritos. No creemos en los favores sin mérito. No esperaría nada menos. Sofía enderezó los hombros. Me ganaré cada oportunidad. Cuando regresaron a la sala, Santiago estaba parado junto a la ventana, mirando la lluvia que seguía cayendo.
¿En qué piensas? Valentina se acercó a él en que todo esto comenzó con una tormenta como esta y en que casi termina con otra tormenta también. Santiago la abrazó por detrás, pero no terminó. Estamos aquí. Estamos aquí. Valentina se recargó contra él. Aunque todavía no puedo creer que esto sea real. ¿Quieres que te pellizque para comprobarlo? No te atrevas.
Don Eduardo se aclaró la garganta. Bueno, ya que estamos todos aquí y ya que oficialmente son una pareja comprometida, ¿qué les parece si hablamos de la boda? Valentina y Santiago se miraron. Tan pronto. ¿Por qué esperar? Carmen se unió a la conversación. Cuando algo es correcto, es correcto. Además, Sofía añadió con una sonrisa traviesa.
Ya llevan semanas practicando ser pareja. Ya es hora de que sea oficial. Esa noche, después de que la familia Herrera se fuera y Sofía se retirara a su cuarto para estudiar, Santiago y Valentina se quedaron solos en la sala. ¿Te arrepientes?, preguntó Valentina de repente.
¿De qué? ¿De todo esto, de complicar tu vida, de cambiar todos tus planes? Santiago se volteó hacia ella completamente. Valentina, antes de conocerte, mi vida era una serie de obligaciones y expectativas. hacía lo correcto, decía lo correcto, salía con la persona correcta, pero nunca había sentido esto. Esto, ¿qué? Felicidad real, propósito real, amor real.
Se besaron otra vez suavemente, esta vez sin la desesperación de antes, pero con la certeza de que tenían todo el tiempo del mundo. Afuera, la lluvia finalmente se detuvo, pero ninguno de los dos lo notó. estaban demasiado ocupados planificando un futuro que apenas unas semanas antes ninguno de los dos había imaginado posible. Un año después, el mercado de Coyoacán nunca había lucido tan hermoso.
Guirnaldas de flores de sempasuchil y rosas blancas colgaban entre los puestos creando un techo natural de colores vibrantes. Luces cálidas envolvían cada columna y el aroma de comida tradicional se mezclaba con el perfume de las flores frescas. Valentina se miró en el pequeño espejo que había colgado en la pared de su antiguo puesto, ahora convertido en vestidor improvisado.
Su vestido era sencillo pero elegante, un diseño de encaje blanco que ella misma había elegido, con bordados discretos que brillaban suavemente bajo las luces. “Estás nerviosa?”, observó Sofía ajustando el velo de su hermana. “Terriblemente, Valentina sonrió. Es normal estar nerviosa el día de tu propia boda, considerando que te vas a casar en el lugar donde conociste a tu futuro esposo, rodeada de vendedores de frutas que te han visto crecer con el patriarca de una de las familias más ricas de México caminándote hacia el altar, yo
diría que un poco de nervios es comprensible. Habían pasado 12 meses extraordinarios. Después de la gala, todo había cambiado más rápido de lo que Valentina había imaginado posible. Don Eduardo había cumplido su palabra.
No solo le había ofrecido el puesto de directora de desarrollo comunitario, sino que había esperado pacientemente a que ella terminara su carrera de administración de empresas. Valentina había aceptado ambos desafíos. estudiando por las noches y trabajando durante el día, había logrado terminar sus estudios en tiempo récord mientras implementaba programas que conectaban a las comunidades pequeñas con las oportunidades de negocio de la empresa Herrera.
Su primer proyecto había sido crear una red de distribución directa que conectaba a los productores de frutas con mercados más grandes, eliminando intermediarios y aumentando las ganancias de las familias campesinas. El éxito había sido inmediato y había servido como modelo para otros proyectos similares. Lista. Carmen asomó la cabeza por la cortina que separaba el vestidor del resto del mercado.
Durante el último año, Carmen se había convertido en algo más que una suegra para Valentina. Era la madre que había perdido, la consejera que necesitaba, la amiga que nunca había esperado encontrar en la alta sociedad. Tan lista como se puede estar. Valentina respiró profundamente. Santiago está que no se aguanta los nervios. Carmen rió.
Lleva toda la mañana preguntando si ya terminaste de arreglarte. ¿Y cómo está mi hermana, la doctora? Valentina miró a Sofía con orgullo. Sofía había terminado sus estudios de medicina con honores y ya estaba haciendo su residencia en el hospital que financiaban los herrera. Pero lo más importante era que había logrado todo por mérito propio, exactamente como había prometido.
Tu hermana, la doctora, está bien, gracias. Sofía se ajustó el vestido de madrina. Aunque todavía no puedo creer que hayas insistido en casarte aquí en lugar de en la catedral. Este lugar es donde comenzó todo. Valentina miró alrededor del mercado transformado. Aquí es donde pertenecemos. La música comenzó.
Mariachis toando suavemente las mañanitas mientras los invitados tomaban sus lugares. Era una mezcla extraordinaria. empresarios en trajes de diseñador sentados junto a vendedores del mercado en sus mejores ropas, socialites, conversando animadamente con amas de casa del barrio.
Don Eduardo apareció en la entrada del vestidor, elegante en su smoking, pero con una sonrisa que lo hacía ver años más joven. ¿Lista para hacerme el hombre más orgulloso del mundo? Preguntó ofreciéndole el brazo. Gracias, Valentina. lo tomó del brazo por todo, por aceptarme, por creer en mí, por por nada. Don Eduardo la interrumpió suavemente. Nosotros somos los afortunados, Valentina.
Tú le diste a Santiago algo que nosotros nunca pudimos darle, la libertad de ser quien realmente es. Caminaron lentamente entre los puestos del mercado, ahora decorados como una catedral al aire libre. Los vendedores, muchos de ellos clientes y amigos de toda la vida de Valentina, la saludaban con sonrisas y lágrimas de alegría.
Doña María, la vendedora de verduras a quien Valentina ayudaba frecuentemente, le lanzó pétalos de rosa. Don José, el carnicero, se secaba los ojos discretamente. Los niños del mercado, vestidos con sus mejores ropas, aplaudían mientras pasaba. Y al final del pasillo improvisado junto al altar decorado con flores del mercado, estaba Santiago.
Se había cortado el cabello para la ocasión, pero seguía teniendo esa sonrisa un poco tímida que había enamorado a Valentina desde el primer día. Llevaba un traje elegante, pero no ostentoso, y, en lugar de una corbata tradicional, había elegido una hecha con hilos dorados que brillaban suavemente bajo las luces. Cuando sus ojos se encontraron, Santiago sonrió de esa manera que reservaba solo para ella.
Y Valentina supo que todo el nerviosismo había valido la pena. Don Eduardo le dio un beso en la mejilla antes de entregarla oficialmente a Santiago. “Cuídala”, murmuró. “Con mi vida.” Santiago respondió sin quitar los ojos de Valentina. La ceremonia fue sencilla, pero hermosa. El juez, un viejo amigo de don Eduardo, había aceptado realizar la boda en el lugar poco convencional.
Los votos fueron palabras que salieron del corazón, promesas de apoyo mutuo, de crecimiento conjunto, de amor incondicional. Santiago Herrera”, dijo Valentina cuando llegó su turno. “Prometo amarte no solo en los días fáciles, sino especialmente en los difíciles.
Prometo ser tu compañera en todos los sueños que construyamos juntos y prometo recordarte siempre que el amor verdadero no conoce fronteras sociales cuando nace del corazón.” Valentina Morales, Santiago, tomó sus manos. Prometo respetarte siempre como la mujer fuerte e independiente que eres. Prometo apoyar tus sueños como tú has apoyado los míos.
Y prometo que nunca jamás vamos a necesitar mentiras entre nosotros. Solo verdad, solo amor, solo nosotros. Cuando se besaron como marido y mujer, el mercado entero estalló en aplausos. Los mariachis comenzaron a tocar amor eterno y las familias y amigos se levantaron para celebrar. La recepción fue en el mismo mercado.
Las mesas estaban decoradas con manteles bordados a mano y centros de mesa hechos con frutas frescas. El menú incluía tanto alta cocina como los antojitos tradicionales que Valentina había crecido comiendo. Durante el bals de apertura, Santiago y Valentina se movieron perfectamente sincronizados. Ya no necesitaban pensar en los pasos.
Se conocían lo suficiente para moverse como una sola persona. ¿Te acuerdas de nuestras primeras clases de baile? Santiago murmuró mientras giraban. Me acuerdo de que pisé tus pies como 20 veces. Me acuerdo de que fue el momento en que supe que me estaba enamorando de ti.
En serio, en serio, porque no te disculpaste como habría hecho cualquier otra persona. Solo te reíste y dijiste que mis pies estaban en el lugar equivocado. Valentina rió. Técnicamente tenía razón. Cuando la canción terminó, los invitados los rodearon para felicitarlos. Carmen abrazó a ambos con lágrimas en los ojos. Sofía tomó cientos de fotos y don Eduardo levantó un brindis que hizo llorar a medio mercado. Pero el momento más especial llegó al final de la noche.
Cuando la mayoría de los invitados se habían ido y solo quedaban la familia cercana y algunos amigos íntimos, Santiago desapareció por unos minutos. regresó con una caja familiar, naranjas frescas del mismo tipo que Valentina le había ofrecido esa primera noche lluviosa. “Para la tradición”, dijo pelando una naranja cuidadosamente.
Valentina hizo lo mismo con otra naranja y se alimentaron mutuamente los gajos dulces, recreando exactamente el momento que había comenzado todo. “¿Sabes qué, Valentina?” Murmuró después de tragar el último pedazo. “¿Qué? Creo que esa lluvia fue lo mejor que me ha pasado en la vida. Santiago la besó suavemente con sabor a naranja en los labios y el sonido de la ciudad nocturna como banda sonora.
“A mí también”, murmuró contra su boca. “A mí también.” Arriba de ellos, las luces del mercado creaban un techo de estrellas artificiales, pero ninguno de los dos las estaba viendo. Estaban demasiado ocupados mirándose el uno al otro, sabiendo que habían encontrado algo que muchas personas buscan toda la vida sin encontrar.
Amor verdadero construido sobre bases sólidas de respeto, admiración mutua y la certeza de que juntos podían enfrentar cualquier cosa que la vida les pusiera por delante. El mercado de Coyoacán había sido testigo de muchas historias a lo largo de los años, pero ninguna tan hermosa como la de la vendedora de frutas y el millonario, que se enamoraron bajo la lluvia y decidieron que el amor verdadero puede florecer en cualquier lugar.
siempre y cuando se ha alimentado con honestidad, paciencia y la voluntad de construir algo hermoso juntos. Y así, entre el aroma de las naranjas frescas y el eco de las risas que llenaban el aire nocturno, Valentina y Santiago comenzaron oficialmente el resto de sus vidas, sabiendo que la mejor parte de su historia apenas estaba comenzando. No.
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