Valerie abrió su billetera, contó los pocos billetes arrugados dentro de ella y dejó escapar un suspiro pesado. El dinero se estaba agotando peligrosamente, y encontrar un trabajo decente en Chicago estaba resultando ser más difícil de lo que jamás imaginó. Repasó mentalmente su lista de necesidades, intentando calmar su corazón acelerado. En el congelador había un paquete de muslos de pollo y algunas hamburguesas congeladas. En la despensa, arroz, pasta y una caja de bolsas de té. Por ahora, podía sobrevivir con solo un galón de leche y una barra de pan del colmado de la esquina.

— ¿Mamá, adónde vas? — preguntó Tessa, su hija pequeña, saliendo de su habitación. Sus grandes ojos marrones la miraban preocupados.

— No te preocupes, cariño — respondió Valerie, forzando una sonrisa para ocultar sus nervios. — Mamá solo va a salir a buscar trabajo. Pero, ¿adivina qué? Tía Zoe y su hijo Parker vendrán pronto a pasar un rato contigo.

— ¿Parker viene? — La cara de Tessa se iluminó, y aplaudió con entusiasmo. — ¿Traerán a Muffin?

Muffin era el gato atigrado de Zoe, un paquete de afecto esponjoso que Tessa adoraba. Zoe, su vecina, había ofrecido cuidar a Tessa mientras Valerie iba a su entrevista de trabajo en el centro de Chicago, en una empresa de distribución de alimentos. Llegar a la oficina en la ciudad significaba un largo trayecto, mucho más tiempo en autobuses y trenes de lo que la propia entrevista tomaría.

Habían pasado más de dos meses desde que Valerie y Tessa se mudaron a la ciudad. Valerie se regañaba por esa decisión impulsiva: sacar su vida de Peoria, Illinois, con su hija pequeña, quemando la mayor parte de sus ahorros en alquiler y víveres, todo confiando en conseguir un trabajo rápido. Pero el mercado laboral de Chicago era brutal. A pesar de sus dos títulos universitarios y su determinación inquebrantable, encontrar una posición estable se sentía como perseguir un espejismo. En Peoria, su madre, Linda, y su hermana menor, Emma, dependían de ella como el pilar de la familia. No eran exactamente buenas para manejarse sin ella.

— Muffin se queda en casa, cariño — explicó Valerie suavemente. — No le gustan mucho los viajes. Pero pronto iremos a la casa de tía Zoe, y podrás abrazarlo todo lo que quieras.

— ¡Yo quiero un gato también! — dijo Tessa, cruzando los brazos en señal de puchero.

Valerie sonrió mientras le acariciaba la cabeza. Tessa siempre se ponía así cuando se hablaba de mascotas. En Peoria, en casa de su abuela Linda, dejaron atrás a Shadow, su gato negro y elegante, y un perrito ruidoso llamado Peanut. Tessa jugaba con ellos cada vez que visitaban, y ahora los extrañaba muchísimo.

— Cariño, estamos alquilando este apartamento — explicó Valerie. — El casero no permite mascotas.

— ¿Ni siquiera un pez de colores? — preguntó Tessa, con las cejas levantadas, sorprendida.

— Ni siquiera un pez de colores.

Ahora, las mascotas eran lo último de lo que Valerie se preocupaba. Su mente estaba enfocada en una sola cosa: encontrar un trabajo. El resto de sus ahorros se estaba agotando, y cada día llegaba con una nueva ola de ansiedad. Al menos había pagado seis meses de alquiler por adelantado, pero eso casi la había dejado sin nada.

El timbre de la puerta la sacó de sus pensamientos. Zoe y su hijo de cinco años, Parker, estaban en el umbral. Zoe, como siempre, llevaba un Tupperware con galletas de chispas de chocolate caseras y una rebanada del famoso pastel de limón de su madre. Al igual que Valerie, Zoe era madre soltera, pero vivía con sus padres en un apartamento pequeño cerca de allí. Ahorrar para un lugar propio en Chicago era como intentar ganar la lotería.

— ¿Lista para esto? — preguntó Zoe, mirando a Valerie en el pasillo.

Valerie respiró hondo y asintió. Le encantaba su nuevo vecindario en Logan Square: apartamento pequeño pero acogedor, bodegas amigables, calles llenas de vida. Chicago se sentía como una bestia viva y respirante, llena de reglas no escritas que aún estaba aprendiendo. Todo lo que necesitaba era un poco de agallas y paciencia para hacerla suya.

Metió la mano en el bolsillo de su blazer, sintiendo la pequeña botella de aceite de lavanda calmante que había colocado allí. Faltaban dos horas para la entrevista. Tal vez, solo tal vez, hoy sería su día de suerte.

El Entrevistador

Las manos de Valerie estaban sudando mientras se subía al tren del CTA, rumbo a la estación Monroe, donde se realizaría la entrevista. Había pasado por tantas entrevistas en los últimos dos meses, que se estaba volviendo difícil mantener la esperanza. Con dos títulos universitarios, algunos años de experiencia en ventas y un impulso casi imparable, las cosas no habían salido como esperaba. Los rechazos seguían llegando y la ansiedad aumentaba con cada uno. Esta vez, sin embargo, sentía que algo podría ser diferente. Necesitaba que fuera diferente. Tessa lo merecía.

En el tren, se apretó contra la ventana mientras veía pasar la ciudad. Pensó en las muchas veces que se había visto a sí misma en el espejo, luchando por encontrar una razón para seguir adelante. Tessa era su razón. Sin ella, Valerie no podría haberlo soportado.

Llegó al edificio de oficinas 30 minutos antes de lo programado. Con el corazón acelerado, entró al vestíbulo y encontró la recepción, donde le indicaron que tomara el ascensor. Una vez en el piso adecuado, respiró profundamente y ajustó su blazer. La última vez que se había sentido tan nerviosa había sido antes de su primera entrevista en la universidad. Pero esta vez, sentía algo diferente.

El nombre de la empresa era bien conocido, con una buena reputación en la distribución de alimentos locales. Valerie había revisado su página web varias veces, y parecía una buena opción, pero las dudas persistían. Estaba a punto de enfrentarse a su oportunidad.

Cuando entró a la sala de la entrevista, un hombre de mediana edad la recibió con una sonrisa cortés y una mirada atenta. “Bienvenida, Valerie. Qué bueno verte. He revisado tu CV, y parece que tu experiencia es impresionante.”

El hombre parecía muy accesible. A medida que conversaban, Valerie fue superando los nervios iniciales, comenzando a hablar con confianza. Cada respuesta parecía encajar, y poco a poco se fue sintiendo más cómoda.

“Creo que serías una gran adición a nuestro equipo,” dijo él, terminando la entrevista. “Te llamaremos pronto para continuar con el proceso.”

Valerie caminó de regreso a su casa, la sensación de haberlo hecho bien la seguía. Pero sabía que no podía quedarse tranquila. Había hecho todo lo posible, ahora solo quedaba esperar.

El Encuentro Inesperado

Cuando llegó a casa, encontró a Tessa jugando en el jardín. El sol ya se estaba poniendo, y la niña corría de un lado a otro con su amigo Parker. Valerie la observó, sintiendo una oleada de emoción por el simple hecho de ver a su hija tan feliz. Pero mientras observaba a su hija, un hombre se acercó a la verja del jardín.

Era el hombre del sombrero. El mismo hombre que había visto en el avión. Y su corazón se detuvo. ¿Qué estaba haciendo él aquí?

Valerie se acercó con cautela, mientras Ethan jugaba junto a Parker. El hombre del sombrero se acercó a la verja y se quedó mirando a Tessa. “Perdón, ¿conoces a mi hijo?” preguntó Valerie, su voz algo temblorosa.

El hombre sonrió, pero no dijo nada.

El Encuentro y la Verdad

El hombre del sombrero se quedó unos segundos más mirando a Tessa, pero luego sus ojos se posaron en Valerie. En ese instante, un sentimiento extraño recorrió su cuerpo. Valerie lo reconoció. Aunque el tiempo había pasado y su rostro estaba ligeramente más envejecido, había algo en la mirada de ese hombre que no podía ignorar. Era James. El hombre que había creído muerto. El padre de Ethan.

Tessa, ajena a la tensión en el aire, continuaba jugando con Parker, saltando de un lado a otro en el jardín. Pero Valerie no podía apartar la vista de él. Su corazón latía con fuerza en su pecho, y la sensación de que algo estaba fuera de lugar la invadió por completo. La pregunta que siempre había quedado sin respuesta estaba a punto de ser contestada.

La Revelación de la Mentira

Valerie tragó saliva y dio un paso hacia el hombre. Su voz temblaba cuando finalmente se atrevió a hablar.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — le preguntó, su tono vacilante pero firme.

El hombre del sombrero sonrió, pero no de la forma que Valerie recordaba. Había una tristeza oculta en su expresión, algo que se asomaba por debajo de la fachada de calma que trataba de mantener.

— Yo… — comenzó él, pero su voz se quebró por un momento. — No esperaba verte así. Pensé que habías superado todo esto.

Valerie sintió cómo el aire a su alrededor se volvía denso. El mismo hombre que había desaparecido sin dejar rastro, el que la había dejado a ella y a Ethan con una montaña de dudas y dolor, estaba aquí, de pie frente a ella, con una explicación que nunca pensó escuchar.

— ¿Superado? — dijo, sus palabras llenas de rabia contenida. — ¿Cómo se supone que supere lo que hiciste? ¡Me dejaste con nuestro hijo, creíste que habías muerto! ¿Cómo me pides que te entienda ahora, después de todo lo que pasó?

James bajó la mirada, sus ojos llenos de arrepentimiento. Valerie se sintió herida, pero al mismo tiempo, algo dentro de ella quería saber la verdad. Había tenido tantas preguntas durante todos estos años, tantas noches sin dormir, tantos días de angustia, sin saber qué había pasado con él.

— Yo… — dijo James, con la voz rasposa. — Necesitaba desaparecer. El peligro era real, Valerie. Tenían gente buscando a todos los que trabajaban con la empresa. No podía arriesgarme a que les pasara algo a ti o a Ethan. Pensé que si me iba, estaría a salvo.

— ¡Eso no te da derecho a desaparecer! — Valerie gritó, con lágrimas en los ojos. — ¡Me dejaste sola, James! Me dejaste sola con todo el peso del mundo sobre mis hombros, ¿y ahora vienes aquí como si nada? ¿A pedir perdón? ¿Qué se supone que haga con tus palabras ahora?

Ethan, al escuchar el griterío, se acercó a su madre, sin comprender del todo la gravedad de la situación, pero sintiendo que algo no estaba bien. James lo miró y, por un segundo, se sintió un extraño. No sabía cómo acercarse a su hijo después de tantos años.

— Ethan, hijo, ¿estás bien? — preguntó Valerie, agachándose para abrazarlo. — No te preocupes, todo está bien.

El Peso de la Culpa

James los observó desde lejos, el dolor en su rostro creciente. Lo había perdido todo. No solo había perdido la confianza de Valerie, sino también de Ethan, el niño al que había dejado atrás, el niño que ahora no lo reconocía. Era cierto, había tomado la decisión de irse para protegerlos, pero en el fondo, sabía que había sido egoísta. Le había arrancado la oportunidad de estar con su hijo, y no había forma de recuperar eso.

— No sé qué hacer ahora — susurró James, más para sí mismo que para Valerie. — Todo lo que he hecho ha sido un desastre. No quiero perderte, no quiero perder a Ethan.

Valerie lo miró, pero ya no sentía lo mismo. La rabia de antes había desaparecido, dejando un vacío. Sabía que tenía que tomar una decisión. No podía volver atrás, pero ¿y el futuro? ¿Lo podía perdonar? ¿Sería justo para ella, para Ethan?

— James, lo que pasó entre nosotros, eso ya no se puede reparar. — Dijo finalmente, con voz firme pero triste. — La verdad es que no sé qué hacer con todo esto. Pero no sé si tengo espacio para ti de nuevo en nuestras vidas.

El rostro de James se hundió. En su interior, sabía que ella tenía razón. Sabía que no tenía el derecho de pedirle nada. Solo podía mirar el daño que había hecho. Había vivido con el peso de su culpa durante todo ese tiempo, y ahora, frente a Valerie y Ethan, se dio cuenta de que no había forma de revertir lo que había hecho.

La Decisión de Valerie

Las horas siguientes fueron un torbellino para Valerie. Tenía que pensar en lo que quería para su futuro, no solo por ella, sino por Ethan. La promesa que había hecho de seguir adelante con su vida no podía verse empañada por la culpa de James. El amor que había tenido por él ya no existía de la misma manera, y lo que era peor, el dolor de esos años de incertidumbre nunca se iría.

Valerie se enfrentó a James una vez más esa noche, mientras él se preparaba para irse.

— No sé si alguna vez lo entenderás, pero te dejo ir — dijo ella, su voz firme. — Tú tienes que seguir tu camino, y yo el mío. Si alguna vez quieres ser parte de la vida de Ethan, tendré que pensar en eso, pero ahora no puedo prometerte nada.

James asintió, su rostro reflejando tanto la tristeza como la aceptación.

— Lo entiendo — dijo, mientras daba un paso hacia ella. — Solo quiero que sepas que siempre lo intentaré. Solo quiero ser parte de su vida, aunque sea un poco.

Valerie respiró profundamente. No sabía qué depararía el futuro. No podía borrar el pasado, pero tenía el control de lo que venía. Decidió que seguiría adelante con su vida, con su hijo, y con la oportunidad de crear una familia sólida para él, lejos de las sombras de lo que había sido su vida con James.

El Futuro de los Personajes

Valerie: Aunque nunca podría olvidar lo que pasó, decidió seguir adelante. Aprendió a ser más fuerte y a priorizar su bienestar y el de su hijo. Empezó a reconstruir su vida, a encontrar estabilidad en su trabajo, y a rodearse de personas que realmente la apoyaran. Aceptó que, aunque la herida nunca se curaría por completo, había encontrado un camino hacia la paz y la felicidad.
James: Después de perder a Valerie y darse cuenta de las consecuencias de sus decisiones, entendió que no podía volver a la vida que había dejado atrás. Aunque su deseo de ser parte de la vida de Ethan nunca desaparecería, aceptó que su familia ya no sería la misma. Aprendió a vivir con la culpa de su abandono, pero también entendió que el futuro de su hijo no dependía de él, sino de la madre que lo había criado con amor y determinación.
Ethan: Aunque Ethan había aceptado la presencia de su padre, también comprendió que el regreso de James no significaba que las cosas volvieran a ser como antes. Creció bajo el amor de Valerie, aprendiendo a adaptarse a una vida en la que no todo siempre salía bien. Pero también aprendió que el amor verdadero se encontraba en las personas que realmente se quedaban para apoyarlo, y en su madre encontró el ejemplo perfecto.

El Final

Valerie, aunque con cicatrices del pasado, supo que seguir adelante era la mejor decisión para ella y para Ethan. Aunque el dolor de la traición siempre la acompañaría, había encontrado una nueva fortaleza, y eso le dio la capacidad de reconstruir su vida, de soñar nuevamente. No sabía qué pasaría con James, pero su camino hacia la sanación, y el de su hijo, ya había comenzado.