
Hoy quiero contarte la historia de Nay Moon, la hija que nadie deseaba. Cuando su cruel padre exhibió a ambas hermanas bajo un letrero humillante, el guerrero Apache Tahu Little Hawk, sorprendió a todos con su decisión y lo que vino después transformó por completo lo que la gente creía entender sobre el amor y el verdadero valor.
Ayúdanos hasta llegar a 300 me gusta en esta historia increíble de coraje y amor inesperado. El polvo searremolinaba en la plaza principal de Copper Ridge mientras el sol de la tarde caía a plomo sobre la multitud reunida. Mateo Iron Horse permanecía erguido como un monumento de crueldad junto a un cartel de madera.
Hecho con sus propias manos su rostro endurecido marcado por arrugas de un hombre que hacía tiempo había perdido la compasión. Las letras negras y toscas parecían burlarse del aire mismo. Cásate con la bella, llévate gratis a la gorda. A su derecha estaba a Luna Skye de 22 años radiante e indiscutiblemente atractiva. Su cabellera dorada atrapaba la luz como hilos de oro y sus ojos verdes brillaban con la seguridad de quien jamás había conocido el rechazo.
lucía su vestido azul más elegante, el que realzaba su cintura estrecha y atraía todas las miradas masculinas del territorio. A Luna alzaba el mentón con orgullo una sonrisa leve en los labios, disfrutando de la atención a la que estaba tan acostumbrada. Pero era Nay Moon quien soportaba otro tipo de miradas punzadas de desprecio, juicios crueles y burla.
Con 20 años, Naya era más robusta que su hermana y esa corpulencia la convertía a los ojos de su padre en un estorbo del que deshacerse. Su cabello castaño estaba recogido con rigidez y el sencillo vestido gris no favorecía en nada su figura. Lo que la gente no percibía era la inteligencia que ardía en sus ojos oscuros, la ternura que se desprendía de su sonrisa tranquila.
Hasta que Mateo Iron Horse tronó con voz que retumbó en la plaza como un látigo. El hombre lo bastante valiente para llevarse a mi hermosa aluna, tendrá una esposa digna y un futuro próspero. Pero si alguno se siente caritativo”, dijo señalando con desprecio Anaya, “puede llevarse a la gorda sin pagar nada.
Incluso añadiré una dote para endulzar el trato.” La multitud estalló en carcajadas incómodas. Aunque algunas mujeres intercambiaron miradas reprobatorias, el rostro de Naya se encendió de vergüenza, pero mantuvo la cabeza erguida, negándose a darle a su padre el gusto de verla quebrarse. Había soportado 20 años de crueldad y enfrentaría aquel espectáculo público con la dignidad que pudiera reunir.
“Padre, esto es una barbaridad”, susurró Naya apenas audible entre el murmullo. “Barbaridad”, escupió Mateo sin bajar la voz. Barbaridad es mantener a una hija incapaz de conseguir esposo. Al menos traerá honor al apellido a Luna. Por su parte disfrutaba de la atención.
Hizo una graciosa reverencia mientras varios jóvenes se acercaban con sombrero en mano y deseo escrito en sus rostros. Señorita Aluna clamó, “Cheno a Blackbird, hijo del banquero, sería un honor cortejarla con el permiso de su padre. Y yo intervino. Tacoda Greyfox. Heredero del rancho más grande de la zona, puedo ofrecerle una vida de lujo y comodidad.
Mientras más pretendientes se agrupaban en torno a Luna, Naya quedaba cada vez más sola al pie del letrero infame como mercancía que nadie quería. Los murmullos se hicieron más punzantes. “Pobrecita ser exhibida así”, murmuró una mujer. “¿Y qué esperaba?”, respondió otra con dureza. Compárala con su hermana. De pronto, la plaza se hundió en un silencio espeso. Una calma tensa, como antes de la tormenta, se apoderó del lugar.
Todas las miradas se giraron hacia el borde oriental del pueblo. Entre la nube de polvo apareció una figura que imponía respeto y temor. Era Tahu Little Hawk, a quien los colonos llamaban Dasan guerrero Apache, cuya fama antecedía su llegada como el trueno precede al relámpago.
Medía casi 2 met su cuerpo forjado por años de casa, batallas y supervivencia en el desierto. Su larga cabellera negra, adornada con plumas de águila y cuentas hablaba de su rango dentro de la tribu. Sobre sus pómulos altos brillaba la pintura de guerra en tonos rojos y negros, y en sus ojos oscuros habitaba la intensidad de un depredador.
Su torso desnudo, cubierto solo por un chaleco de cuero decorado, mostraba cicatrices de incontables combates. Se movía con la fluidez de un felino de montaña, cada paso seguro y sereno. La multitud se abrió instintivamente atrapada entre el miedo y la fascinación. Los niños se escondieron tras las faldas de sus madres. Los hombres tantearon sus armas sin atreverse a usarlas.
La mirada de Tahú recorrió a los presentes y se detuvo en el cartel de Mateo. Su rostro permaneció imperturbable, pero en sus ojos brilló un destello de asco, quizá de furia, ante aquella crueldad. Vendes mujeres como si fueran ganado, dijo en un castellano marcado por acento, pero claro y firme con la autoridad de quien está acostumbrado a ser obedecido.
El rostro de Mateo se tiñó de rojo entre miedo y rabia. Esto no es asunto tuyo, salvaje. Es un asunto civilizado entre gente civilizada. Tau dio un paso al frente y Mateo retrocedió sin pensarlo. Civilizado, replicó con desprecio. No hay nada de civilizado en lo que veo aquí. Aluna, siempre oportunista, avanzó con una sonrisa insinuante.
Había oído historias del fiero guerrero Apache y el peligro que representaba solo aumentaba su atractivo. “Quizá has venido a hacer tu propia oferta, guerrero”, coqueteó pestañando con coquetería. Pero la mirada de Taú apenas se detuvo en ella. Sus ojos se posaron en Nayamun, olvidada junto al cartel cruel. Él observó su rostro, no las mejillas redondeadas que la sociedad juzgaba, sino la firmeza en su mandíbula, la chispa de inteligencia en sus ojos y la manera en que se sostenía con dignidad a pesar de la humillación. Tú dijo con voz cortante como filo.
¿Cómo te llamas? Naya se sobresaltó sorprendida de que la interpelaran directamente. Soy Nayam Moun, balbuceó el corazón desbocado bajo la intensidad de aquella mirada. Naya, repitió él como probando el sonido. Es un hombre fuerte. Mateo Iron Horse soltó una risa nerviosa. Vamos, si lo que buscas es un trato, la joya esa luna.
Ella es la que vale, como dice el letrero, está gratis para el que la quiera. La multitud contuvo el aliento aguardando la respuesta del célebre guerrero. Algunos creyeron que se burlaría, otros pensaron que simplemente se marcharía indignado. A Luna Sky se pavoneó convencida de que cualquier hombre con ojos la escogería antes que a su hermana, pero Tahu Little Hawk se movió de pronto cruzando la distancia en tres zancadas poderosas.
se detuvo frente a Naya, imponiéndose con su altura. Durante un instante solo se miraron y algo invisible pasó entre ambos. Una comprensión que trascendía la crueldad del momento. Entonces, con voz clara que resonó en toda la plaza, declaró, “Yo solo la quiero a ella.” El silencio fue absoluto. Hasta el viento pareció detenerse sorprendido por aquel giro inesperado.
La sonrisa segura de Aluna se borró sustituida por incredulidad y rabia. La boca de Mateo se abrió y cerró como pez fuera del agua, incapaz de asimilar lo ocurrido. Naya sintió que el mundo entero se le volteaba. En sus 20 años jamás nadie la había elegido sobre su hermana.
Nunca alguien la había mirado con deseo o respeto. Y ahí estaba aquel hombre imponente y peligroso, proclamando su preferencia por ella frente a todo el pueblo. Tú logró soltar, Mateo. No puedes hablar en serio. Mírala, mira a mi luna. Ella es la bella. Ella es la que vale. El gesto de Tau se oscureció y su mano rozó el cuchillo al cinto. He mirado, respondió bajo amenazante. Y ya he elegido.
A menos que la mujer se oponga, el asunto está cerrado. Todas las miradas se clavaron en Naya, cuyo corazón golpeaba tan fuerte que juraba todos podían escucharlo. Esa era su oportunidad de escapar de la cárcel del hogar paterno de la humillación perpetua. Pero también era un salto al vacío.
¿Qué sabía de ese guerrero que había surgido como de un sueño febril? Yo susurró apenas audible. Después, tomando aire dijo con más fuerza. No me opongo. La multitud se agitó entre furia y estupor. Por primera vez en su vida, Naya había sido elegida por encima de su hermana. Mateo casi se desplomó de rabia. Esto es una locura, vocífero. No lo permitiré.
Es mi hija y yo decido su destino. Taú avanzó otro paso y el hombre hombre cayó de golpe. La mostraste como mercancía, dijo el Apache en voz baja letal. La has ofrecido. Yo tomo tu palabra. Sin dar espacio a más protestas, se volvió hacia Naya y le tendió la mano. Vendrás conmigo, Nayam. Ella miró aquella mano extendida, luego el rostro enfurecido de su padre y la expresión de incredulidad de Aluna.
Comprendió que no se trataba solo de escapar, era por primera vez ser deseada ser importante para alguien. Colocó su mano temblorosa en la de él y sintió la fuerza de sus dedos cerrándose sobre los suyos. Sí, afirmó con vos que crecía. Sí, iré contigo. Taula condujo fuera de la plaza.
La multitud se abrió ante ellos como mar partido. Naya no volteó, no vio la furia desbordada de Mateo, ni las lágrimas de coraje de de Luna. Solo sentía el calor de la mano de Tau y esa mezcla de miedo y maravilla de ser elegida. Detrás de ellos, la voz impotente de Mateo tronó. Esto no ha terminado.
¿Me oyes? No ha terminado, pero para Naya aquello era un comienzo. El campamento Apache reposaba en un valle oculto a 3 horas de cabalgata de Copper Rich, rodeado por murallas rojas que se alzaban como brazos protectores sobre un grupo de choas tradicionales. Cuando Tahula guió hasta aquel sitio sagrado montados en su imponente Corsel negro, Naya sintió que entraba en un mundo distinto donde las reglas que habían gobernado sus 20 años ya no tenían sentido.
El trayecto transcurrió casi en silencio. Naya percibía el ritmo firme de su respiración, el calor de su cuerpo y a pesar del nerviosismo, la invadía una extraña sensación de seguridad. Ese hombre que la había reclamado con tanta firmeza en público, ahora parecía casi tierno al sostenerla para que no perdiera el equilibrio, preguntándole de vez en cuando si necesitaba descansar.
Al entrar en el campamento, decenas de ojos curiosos lo siguieron. Naya esperaba hostilidad o desconfianza, pero recibió saludos respetuosos de las mujeres y los niños. Taju desmontó primero y luego la bajó con delicadeza a sus manos fuertes, rodeándole la cintura como si no pesara nada.
“Este es mi hogar”, dijo señalando una choa más grande apartada de las demás. La estructura estaba bellamente hecha con cuentas finas en la entrada y símbolos pintados en las pieles que revelaban la categoría de un guerrero respetado dentro de su pueblo. Naya dudó en el umbral consciente de golpe de la magnitud de lo que había aceptado.
“Yo no conozco sus costumbres”, confesó en voz baja. “No sé qué esperan de mí.” Tahu. Little Hawk se detuvo a observarla a contraluz del atardecer. Lo único que se espera”, respondió en tono sereno, “Es verdad, nada más y nada menos.” Apartó la cortina de piel e hizo un gesto para que entrara.
El interior era más amplio de lo que Naya imaginaba con tapetes tejidos a mano cubriendo el suelo y pertenencias acomodadas con cuidado. En el centro un fogón irradiaba calor y luz. A un costado unas pieles servían de lecho. “Tienes miedo”, afirmó Tahu sentándose con las piernas cruzadas junto al fuego. Sí, susurró ella, abrazándose a sí misma, sintiéndose pequeña y lejana de su hogar. “¿Estoy aterrada de mí?”, preguntó él.
Naya lo miró de verdad, apreciando la firmeza de sus hombros, la inteligencia en sus ojos oscuros, la seguridad tranquila con que se movía. No de ti, de esto de no entender, de decepcionarte cuando descubras lo que en realidad has escogido. Tahu permaneció callado un momento alimentando las brasas con ramitas.
Luego habló con voz suave y clara. “Háblame de tu vida en ese pueblo, Nayam Moon.” Ella no esperaba esa pregunta. Tardó en responder, pero finalmente se animó. “¿Qué quieres saber todo? ¿Quién eres más allá de la crueldad que vi hoy? Así comenzó a contarle la muerte de su madre cuando tenía 12 años, el peso de un padre que la veía solo como carga la belleza de Aluna Skye, que siempre la opacaba su amor por los libros, el conocimiento de hierbas curativas y su anhelo de una familia que la valorara por lo que era y no por su apariencia.
Para mi padre todo era demasiado cada comida, cada vestido, cada espacio que ocupaba. Clara era su orgullo, yo su vergüenza. El rostro de Tau se ensombreció al escucharla. Tu padre es un necio ciego al tesoro que tenía. Naya sintió calor en sus mejillas. No tienes que decirlo. Sé lo que soy.
¿De veras lo sabes? Preguntó él acercándose para quedar más próximo a ella. Lo que viste fue a una mujer que nadie quería respondió bajando la mirada. Lo que vi fue valentía afirmó con fuerza. Vi a una mujer que mantuvo su dignidad mientras era humillada en público.
Vi inteligencia en tus ojos, bondad en tu rostro, fuerza en tu manera de soportar el dolor. Vi belleza más profunda que la vanidad de tu hermana. Las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas de Naya. ¿Por qué susurró? ¿Por qué me escogiste? ¿Podrías tener a cualquier mujer? Taú extendió sus manos despacio, dándole oportunidad de apartarse.
Al hacerlo, le sostuvo el rostro con ternura, limpiando sus lágrimas con los pulgares. Porque en ese instante vi a mí igual, no en el cuerpo, sino en el espíritu. Se recostó hacia atrás sin apartar la mirada. Ambos hemos sido subestimados, juzgados por reglas que poco importan la vida. No soy solo Apache. Mi madre lo era, pero mi padre fue un trampero blanco que la amó y fue aceptado en la tribu.
Para algunos blancos soy solo un salvaje y para algunos apaches mi sangre no es pura. He pasado la vida demostrando mi valor como tú la tuya, escuchando que no tienes ninguno. Naya lo miró con nuevo entendimiento. Entonces, al verme reconociste a alguien que también aprendió a ser fuerte desde adentro. La belleza de mi hermana se acabará.
Mi carácter seguirá creciendo. Permanecieron un rato en silencio escuchando el crepitar del fuego. Finalmente ella preguntó, “¿Y ahora qué entre nosotros digo?” Tau se puso serio. Eso es tu decisión. Te he reclamado ante todos bajo mi protección, pero lo que surja más allá de eso deben hacer solo si ambos lo deseamos.
¿No esperas? Naya señaló vagamente las pieles de dormir. No espero nada que no quieras dar libremente, aseguró. Soy un guerrero, Naya, no una bestia. Lo que pase entre nosotros será porque ambos lo elijamos. El alivio la desbordó hasta casi Sollyozar. En un mundo donde las mujeres eran tratadas como propiedad, él le ofrecía algo que jamás soñó elección.
Quiero aprender de tu gente, dijo en voz baja. Tus costumbres, tu lengua, tu manera de vivir. Si voy a quedarme, quiero pertenecer, no solo existir. La expresión de Tahú se suavizó. Y yo quiero conocer más a la mujer que enfrentó la burla de un pueblo con tanta entereza. Tenemos tiempo, Naya, todo el tiempo que necesitemos.
Afuera de la chosa, los sonidos del campamento, acomodándose para la noche daban un fondo sereno a la conversación. Por primera vez en años, Nay Moun sin titió como la tensión constante en sus hombros empezaba a disiparse. “Tau,”, dijo probando su nombre en los labios. “¿Qué significa flor eterna?”, contestó él con una leve sonrisa. Mi madre tenía grandes esperanzas para mi destino.
Es hermoso murmuró ella y con un atrevimiento nuevo añadió, “Tú eres hermoso.” La sonrisa de Tau Little Hawk se ensanchó suavisando sus facciones hasta hacerlo parecer más joven, menos temible. Y tú también lo eres, Nayamun, mucho más de lo que crees. Cuando las llamas bajaron, Tahu se levantó y abrió un cofre al fondo de la chosa.
Volvió con un vestido de gamusa suave, adornado con cuentas de colores. “Fue de mi madre”, dijo ofreciéndoselo. Ella tenía más figura que muchas mujeres de la tribu. “Creo que te quedará bien.” Naya acarició la prenda con dedos temblorosos. ¿Estás seguro algo tan valioso? Ella querría que lo llevara alguien que supiera honrarlo, explicó con calma.
Alguien que entienda que la verdadera valía viene de adentro. Al posar el vestido sobre su pecho, Naya sintió algo que jamás había experimentado la certeza de ser vista reconocida, valorada. “Gracias”, susurró, “por escogerme, por traerme aquí, por darme una bondad que nunca soñé recibir.” Tau se acercó y tomó sus manos. “El honor es mío, Naya.
He vivido como guerrero, luchando y demostrando fuerza, pero nunca he tenido a alguien que me espere con quien compartir los silencios. Si me aceptas, me gustaría descubrir cómo se siente. Naya alzó la mirada a esos ojos oscuros y ya no vio al temido apache del que hablaba el pueblo, sino a un hombre tan solo y herido como ella. Yo también lo quiero”, respondió Quedo.
La noche se profundizó y siguieron conversando, compartiendo sueños y memorias, cimentando algo que ninguno esperaba encontrar. Mientras tanto, fuera de la chosa se gestaba una tormenta. La furia de Mateo Iron Horse se acercaba como un nubarrón, pero dentro dos corazones empezaban a reconocerse como hogar. Por primera vez en su vida, Naya se sintió verdaderamente hermosa.
Tres días después de su llegada cada amanecer, la había llevado más adentro de un mundo al que nunca pensó pertenecer. Las mujeres Apache la recibieron con calor inesperado, enseñándole costumbres y haciéndola partícipe de sus labores. Naya descubrió que tenía un don natural para las hierbas y las curaciones, un saber que encajaba con las tradiciones antiguas.
Pero lo más transformador era su vínculo creciente con Taú cada noche junto al fuego aprendiendo palabras, contando historias, compartiendo silencios. Empezó a mirarse con sus ojos ya no como la hija rechazada, ni la hermana menor, sino como una mujer digna con belleza propia. En la cuarta mañana, la calma se quebró. Naya tejía canastos con la tía de Taun Ana Willow cuando el estruendo de cascos retumbó en el valle. El campamento entero se puso en alerta.
Las mujeres reunieron a los niños. Los guerreros tomaron sus armas. Tahu salió de una reunión con los ancianos el rostro tenso. Por la entrada del cañón apareció un grupo de 20 jinetes. Al frente venía Mateo Iron Horsey, seguido de Aluna Sky, cuyo rostro hermoso estaba torcido por la rabia y la humillación.
Con ellos cabalgaban ciudadanos influyentes de Copper Rich, entre ellos el sherifff Elias Blackfather y el banquero Chenoa Blackbert. Todos llevaban rifles y semblantes de ira disfrazados de valor. Tahu Little Hawk tronó la voz de Mateo. Mateo, he venido por mi hija. No tienes derecho a retenerla contra su voluntad.
Los guerreros Apache formaron un muro protector, pero Tau avanzó solo firme imponente. Ella vino por decisión propia, respondió, y por decisión propia se queda. Decisión chilló a Luna. La has secuestrado, le has llenado la cabeza con tus barbaridades. Naya, sal ahora mismo. Los viejos temores de Naya amenazaron con ahogarla el miedo a decepcionar a ser culpada de todo.
Pero entonces Nana Willow puso una mano suave en su brazo. Ya no eres la misma mujer que llegó hace 4 días. Recuerda en quién te has convertido. Naya respiró hondo y caminó hasta colocarse junto a Tau. El asombro se extendió entre los jinetes. Al verla transformada, ya no vestía de gris, ni escondía su cabello. Lucía con orgullo el vestido apache que se ce señía a su cuerpo con cuentas y plumas enredadas en sus trenzas.
Su cabello caía libre por la espalda, adornado con cuentas y plumas. Pero más que su apariencia, lo que había cambiado era su porte erguida firme, ya no se encogía ante las miradas, ahora las enfrentaba de frente. “Hola, padre”, dijo Nay Moon con voz clara y firme. Al una cara de Mateo Iron Horse se tornó púrpura de furia. “Mírala. Mira lo que estos salvajes han hecho con mi hija.
Te han lavado el cerebro, te han corrompido, me han valorado, replicó Naya con sencillez. Por primera vez en mi vida me han visto por lo que soy. Por lo que eres rugió a Luna Sky acercando su caballo con los ojos ardiendo. No eres nada. Eres la hija gorda e inútil que ni siquiera pudo atrapar un marido decente.
Y ahora avergüenzas a toda la familia yéndote con este este pagano. Palabras que antes habrían destrozado a Naya, ahora rebotaban como piedras contra roca. Veo que no has cambiado. Aluna dijo con calma. Sigues midiendo el valor con la vara equivocada. El sheriff Elias Black Feather avanzó intentando imponer autoridad. Escuche, señorita, su padre tiene derecho a llevarla de regreso. Usted es su propiedad hasta que esté casada.
Propiedad, la voz de Tahu Little Hawk, sonó baja y mortal su mano ya en el cuchillo. Ella no es propiedad de ningún hombre. Es mi hija! Bramó Mateo. Y no permitiré que viva en pecado con un salvaje. Naya, súbete a un caballo ahora mismo. O yo. O me qué interrumpió ella con dureza, sorprendiendo incluso a sí misma.
Me golpearás, me encerrarás, me dejarás sin comer hasta que obedezca. He soportado tu crueldad 20 años, padre, pero ni un día más. La transformación de Naya fue tan completa que incluso Aluna se quedó sin palabras. Esa ya no era la hermana sumisa de siempre. ¿Quieres la verdad? Continuó avanzando hacia la línea de jinetes. En estos cuatro días he sido más feliz que en toda mi vida.
Aquí soy valorada, respetada, amada. Tau ve en mí una belleza que tú fuiste demasiado ciego para reconocer. Cheno Blackbird, deseoso de impresionar a Luna, se adelantó. Señorita Naya, esto es una locura. Regrese con nosotros y le encontraremos un marido apropiado entre nuestra gente. Naya se echó a reír una risa franca que incomodó a varios.
Un marido apropiado. ¿Quieres decir alguien que me acepte por caridad? Alguien que me pase la vida recordando lo agradecida que debo estar por su sacrificio. Miró a Tahu. Y el amor entre ambos fue tan evidente que varios bajaron la mirada con incomodidad.
Este hombre me eligió no porque fuera gratis ni por lástima, sino porque vio algo en mí digno de desear. En 4 días me ha tratado con más respeto que mi familia en 20 años. La paciencia de Mateo estalló. Basta de tonterías, sherifff. Cumpla con su deber. Tráigame a mi hija. Elías tragó saliva incómodo.
La situación era mucho más peligrosa de lo que esperaba y los guerreros apaches que rodeaban la escena no eran poca cosa. Señorita Naya dijo con cautela, “Debo preguntar. ¿Está aquí contra su voluntad?” No respondió ella sin dudar. Estoy aquí porque lo elegí. ¿La tienen cautiva o bajo amenaza? No soy libre de irme cuando quiera. El sherifff asintió lentamente. Entonces, señor Iron Horse, no puedo hacer nada.
Ella es mayor de edad y toma sus propias decisiones. Esto es indignante, gritó Luna. Está claramente influenciada, corrompida. Mírala vestida como una de ellos. Esto no es natural. Lo que no es natural intervino Taú por primera vez desde que apareció Naya. Es un padre que exhibe a su hija como ganado.
Lo que no es natural es una hermana que disfruta la humillación ajena. Sus palabras cayeron como piedras. El rostro de Aluna se tornó rojo de rabia y vergüenza mientras la mano de Mateo buscaba la pistola. No advirtió Tahu, su voz cargada de amenaza. Estás superado en número y en fuerza. Toma a tu gente y lárgate. El orgullo de Mateo no lo dejó retroceder.
No aceptaré órdenes de un salvaje, Naya. Tienes 10 segundos para montar ese caballo o te consideraré muerta para mí. El viejo miedo volvió a la garganta de Naya, el temor a quedarse sola abandonada, pero sintió la presencia sólida de Taú a su lado y recordó la aceptación hallada en su gente. “Entonces considérame muerta”, dijo en voz baja, “porque no volveré a ser invisible, rechazada y sin amor.
Encontré mi hogar, padre, y no está contigo.” El rostro de Mateo pasó de la furia a la incredulidad y finalmente a un destello de dolor. Pero el orgullo pesó más que cualquier afecto. Seas y escupió. Ya no eres hija mía, escupió Mateo Iron Horse.
Y cuando este salvaje se canse de ti y te arroje a un lado, no vuelvas arrastrándote a mí. No lo hará. Contestó Nayamun con una calma firme, porque él es mejor hombre de lo que tú fuiste jamás. Mateo hizo girar su caballo para marcharse, pero a Luna Sky no resistió la tentación de clavar una última daga.
¿De veras crees que has ganado algo, Naya? ¿Piensas que esto te hace especial? Sigue siendo gorda, sigue siendo fea. Y cuando él entienda el error que cometió, no terminó la frase. Tahu Lidl Hawk se movió como rayo, tomó las riendas del caballo y la hizo inclinarse hasta quedar frente a frente. “Hablas de fealdad”, dijo con voz baja terrible.
Pero la fealdad de tu corazón te vuelve monstruosa en formas que no imaginas. Tu hermana tiene más belleza en un solo dedo que tú en todo tu ser. La máscara de seguridad de Aluna se quebró dejando ver a la mujer celosa e insegura escondida debajo. Por primera vez fue ella quien quedó en desventaja frente a Naya y no lo soportó. Blackbird, queriendo rescatar el honor de su amada, cometió el error fatal de llevar la mano a la pistola.
nunca la sacó. En un solo movimiento, Tahú desenvainó su cuchillo y se lo puso en la garganta. Les aconsejo, dijo con calma peligrosa, que se marchen ahora mientras todavía pueden. La tensión se tensó como cuerda de arco. Finalmente, Elias Blackfather, mostrando más sensatez que valentía, habló. Vamos, señores, ya conseguimos lo que vinimos a hacer.
La señorita Naya ha dejado clara su decisión. A regañadientes, los hombres giraron sus caballos. Aún así, Mateo lanzó un último veneno al aire. Recuerden mis palabras. Esto terminará mal para los dos, una rechazada y un salvaje. Se lo merecen. El ruido de los cascos se fue perdiendo en la distancia. Naya sintió sus rodillas flaquear. La confrontación la había drenado más de lo que pensaba.
Pero al caer en los brazos de Tao, no sintió debilidad, sino fuerza la que nace al defenderse por fin. ¿Estás bien? Susurró él. Mejor que bien, respondió ella. Estoy libre. Esa noche el campamento celebró su valentía con un banquete en su honor. Naya comprendió que su vida anterior había quedado atrás.
Ya no era la hija no deseada, era Naya, la amada de Tahu, parte del pueblo Apache y al fin en casa. Nana Willow se le acercó entre la música y las risas. “Hoy mostraste un gran valor”, dijo la anciana. “Y el valor merece recompensa. Tau te espera junto al río.” Naya lo encontró de pie bajo la luna junto al arroyo que cruzaba el valle.
Al acercarse, él tomó sus manos. “Hoy elegiste esta vida, Naya. Me elegiste a mí delante de todos los que fueron tu mundo y quiero pedirte algo. Se arrodilló y sacó un collar de turquesas y plata trabajado con arte apache entre mi gente cuando un guerrero halla a su compañera, a la mujer que completa su espíritu, le entrega su protección, su amor, su vida entera.
¿Quieres ser mi esposa Naya? Permitirás que te ame todos los días que nos queden en esta tierra. Las lágrimas corrieron por el rostro de ella ante ese hombre fuerte y orgulloso, arrodillado, ofreciéndole todo lo que había soñado sin atreverse a esperar. Solo pudo decir, “Sí”, susurró y luego más fuerte con alegría vibrante. “Sí, Tao mil veces sí.” Él puso el collar en su cuello y la besó.
Naya supo que su transformación estaba completa de la hija rechazada a la mujer por la que alguien daría la vida. Había encontrado no solo amor, sino a sí misma. Seis meses después, con su primer hijo creciendo en su vientre, veía a Taú volver al hogar y recordaba que un cartel cruel destinado a humillarla la había conducido a la mayor felicidad. A veces pensaba, “Lo mejor nace de lo más inesperado.
A veces ser rechazada por los equivocados te lleva directo a los brazos del indicado.” En la distancia las luces de Copper Rich titilaban como estrellas moribundas. Pero Naya no volvió la vista atrás. Había hallado su norte verdadero en el amor de un buen hombre y en la acogida de un pueblo que la valoraba por lo que era. La hija no deseada al fin había encontrado su hogar.
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