Desde niñas, Chulita y Romina parecían inseparables. En la colonia todos las conocían como “las dos caras de una misma moneda”: Chulita era noble, reservada y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. Romina, en cambio, era extrovertida, coqueta, con una sonrisa capaz de encantar a cualquiera… pero también con una sombra en el corazón que pocos veían.
Mientras Chulita soñaba con ser enfermera y formar una familia, Romina soñaba con tener siempre más que los demás. Más atención, más ropa, más seguidores en redes sociales y, sobre todo, más amor que nadie.
Todo cambió el día que Ezequiel llegó al barrio. Un joven trabajador, atento y educado, que comenzó a trabajar en la ferretería. Chulita se enamoró de él desde el primer saludo en la panadería, y Ezequiel parecía corresponderle. Pronto comenzaron a verse en pequeños encuentros, a compartir charlas y risas, hasta que Ezequiel le confesó que quería algo serio con ella.
Pero Romina, siempre atenta a lo que no era suyo, también puso sus ojos en él. No porque estuviera enamorada, sino porque a Chulita le gustaba, y eso era suficiente para desearlo. No era amor, era ego. Era envidia. Le dolía que su amiga tuviera algo que ella no.
Así empezó el juego sucio. Romina se acercó a Ezequiel, le contó mentiras sobre Chulita, le dijo que solo jugaba con sus sentimientos, que hablaba mal de él a sus espaldas, y que en realidad la que lo amaba era ella, Romina, desde antes de que él llegara.
Ezequiel, confundido y herido, empezó a alejarse de Chulita. Ella, sin entender nada, un día los vio juntos, besándose frente a su casa. Sintió cómo se rompía algo dentro de ella, no solo por Ezequiel, sino por la traición de quien creía su hermana.
—¿Cómo pudiste, Romina? ¡Tú sabías que yo lo amaba! —le gritó Chulita, con lágrimas en los ojos.
Romina, con una sonrisa venenosa, respondió:
—¿Envidia yo? ¡Chulita, para nada! Si hasta me quedé con el hombre que te gustaba a ti…
Ese día, Chulita cortó todo lazo con Romina. Decidió sanar sola, enfocarse en sus estudios y en sus sueños. Aprendió a confiar solo en quien realmente lo merecía. Con el tiempo, se graduó como enfermera, compró su propia casa y conoció a alguien que supo valorar su bondad y su corazón limpio.
Mientras tanto, Romina vivió una relación llena de celos, discusiones y desconfianza con Ezequiel. Lo que empezó con mentiras terminó en dolor. La felicidad que presumía en redes era solo fachada; su vida estaba llena de vacíos y reproches.
Años después, Chulita, feliz y realizada, recordaba las palabras de su abuela:
“Lo que empieza con mentira, termina con dolor.”
Y así, Chulita entendió que nunca había perdido nada. Al contrario: Romina se quedó con lo que ella quería… pero Chulita se quedó con lo que realmente valía.
FIN
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