
Después del funeral de la esposa millonaria, el marido y su amante fueron al banco para sacar el dinero. Pero cuando llegaron, ¿qué secretos oscuros podría esconder una mujer millonaria que incluso después de su muerte sigue controlando el destino de quienes la traicionaron? Pero antes de continuar con la historia, cuéntanos en los comentarios desde dónde nos estás viendo hoy.
Y si disfrutas la historia, no olvides suscribirte. El cielo estaba gris, un reflejo perfecto del ánimo de los presentes en el cementerio. La lluvia había cesado justo a tiempo para el entierro de Dolores. Una mujer de 62 años, rica heredera de una dinastía de banqueros. Sus propiedades y cuentas en el banco sumaban una fortuna incalculable.
Su esposo, Alberto, un hombre 15 años menor, aparentaba una tristeza acorde a la situación. Aunque sus pensamientos estaban muy lejos del ataúd que descendía lentamente al suelo, Alberto había estado casado con dolores durante 10 años, aunque en su momento pensó que había hecho un buen trato casándose con una mujer rica y mayor, la relación había sido más dura de lo que imaginó.
Dolores era controladora, astuta y siempre supo que Alberto tenía otras intenciones. Aún así, lo mantenía cerca. Quizás por necesidad de compañía, quizás por mero entretenimiento. Sin embargo, Alberto no había soportado esa vida sin encontrar un escape. Su amante, Verónica, era joven y ambiciosa, con el mismo amor por el dinero que Alberto, pero con menos escrúpulos.
Ella había alimentado en él la idea de que una vida juntos sin dolores sería más que placentera. Con la tierra ya cubriendo el ataúd, Alberto se acercó a la lápida. Dejó caer una rosa blanca, su rostro una máscara de duelo. Sabía que todos los ojos estaban sobre él, juzgándolo, evaluando cada movimiento. Los murmullos en la multitud se mezclaban con el sonido del viento mientras los asistentes empezaban a dispersarse.
Finalmente, solo quedaron Alberto y Verónica. Ya está hecho”, murmuró ella, tomando su mano y apretándola suavemente. “Ahora todo es nuestro.” Alberto asintió, pero su mente estaba nublada. Había una sensación en su pecho que no esperaba. Era culpa. Nomber no podía ser. Todo había sido un plan perfecto, cuidadosamente calculado.
Dolores había muerto en lo que todos creían. Era un desafortunado accidente, una caída en las escaleras de la mansión. Los médicos dictaminaron que fue un golpe en la cabeza lo que la mató y nadie, ni siquiera la policía, sospechó de algo más. El día siguiente al funeral, Alberto y Verónica se dirigieron al banco.
Se había preparado todo para transferir las cuentas de Dolores a su nombre, algo que ella misma había autorizado en vida, confiando en su esposo, a pesar de su carácter desconfiado. Dolores nunca había creído en los testamentos complicados y eso era una suerte para Alberto. Cuando entraron al banco, el aire estaba cargado de tensión.
Verónica llevaba un sombrero ancho que ocultaba parcialmente su rostro. No quería arriesgarse a ser reconocida. Su relación con Alberto era un secreto bien guardado. El gerente del banco, un hombre mayor con gafas pequeñas, los recibió con una sonrisa forzada. Sabía quién era Alberto. Conocía su relación con Dolores y no podía evitar sentir que algo no encajaba.
Sin embargo, su trabajo era hacer su trabajo, no juzgar a sus clientes. “Señor Morales”, dijo el gerente mientras los invitaba a sentarse. “Lamento mucho su pérdida. Sé que la señora Dolores era una persona muy especial para todos nosotros”. Alberto asintió agradeciendo las palabras. Sin embargo, no estaba allí para escuchar condolencias.
Gracias, Ricardo”, dijo finalmente. Estoy aquí para finalizar algunos asuntos pendientes. Como sabrás, Dolores y yo compartíamos todas nuestras cuentas. “Vengo a transferir los fondos a mi nombre, como estaba estipulado.” Ricardo asintió lentamente y comenzó a teclear en su computadora. Sin embargo, a medida que avanzaba en las transacciones, su expresión comenzó a cambiar.
¿Hay algún problema?”, preguntó Alberto tratando de mantener la calma. “Bueno, esto es inesperado”, murmuró Ricardo, casi para sí mismo. “Parece que hay una nota en el sistema, una instrucción especial dejada por la señora Dolores.” Alberto sintió un escalofrío recorrerle la espalda. “¿Una instrucción especial?” Sí, dijo Ricardo frunciendo el seño mientras leía.
Parece que hay una autorización que necesita ser validada por un abogado. Necesitaré hacer una llamada. ¿Les importa esperar un momento? Mientras Ricardo se levantaba para hacer la llamada, Verónica miró a Alberto con preocupación en los ojos. ¿Qué está pasando? Swingó. Pero Alberto no tenía una respuesta.
No había anticipado ninguna complicación. Dolores había sido clara en sus instrucciones, o al menos eso pensaba. Ricardo regresó poco después con una expresión grave. Señor Morales, he hablado con el abogado de la señora Dolores. Hay algo que debe saber. ¿Qué es? Preguntó Alberto, su voz traicionando una pisca de ansiedad. La señora Dolores dejó instrucciones muy específicas en caso de su muerte.
Aunque usted es el beneficiario principal de sus cuentas, hay una condición que debe cumplirse antes de que los fondos puedan ser transferidos. Alberto sintió que su boca se secaba. Qué condición. Ricardo miró a Alberto directamente a los ojos como si intentara medir su reacción. La condición es que debe pasar una auditoría financiera completa.
La señora Dolores sospechaba que alguien podría intentar acceder a su fortuna de manera indebida y dejó instrucciones para que todas las transacciones financieras de los últimos 10 años sean revisadas antes de liberar los fondos. El silencio que siguió a esas palabras fue ensordecedor. Alberto intentó procesar la información, pero solo podía pensar en una cosa.
Estaba atrapado. Todas sus pequeñas maniobras financieras, todos los tratos ocultos ahora estaban en riesgo de ser descubiertos. “Esto es, esto es ridículo”, dijo Verónica tratando de intervenir. “¿Cuánto tiempo tomará esa auditoría?” Es difícil decirlo, respondió Ricardo con calma.
Podría tomar semanas, tal vez meses. Todo depende de lo que encuentren. Alberto se recostó en la silla sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Esto no era parte del plan. Dolores, incluso desde la tumba, había encontrado una manera de arruinarlo todo. Los días siguientes fueron un infierno para Alberto. Cada llamada del banco traía más malas noticias.
Las investigaciones habían comenzado y aunque no habían encontrado nada incriminatorio todavía, sabía que solo era cuestión de tiempo. Verónica, por su parte, estaba perdiendo la paciencia. Esto no puede estar pasando, repetía una y otra vez, paseándose por la casa como una leona enjaulada. Debemos hacer algo.
No podemos esperar a que nos destruyan. ¿Qué sugieres, Zrenia? Respondió Alberto agotado. Sabía que no podían hacer mucho sin levantar sospechas. Cualquier movimiento en falso podría atraer más atención sobre ellos. Entonces, una noche, mientras revisaban los documentos en la biblioteca de la mansión, encontraron algo que no esperaban, un sobre escondido en uno de los libros de Dolores.
En él una carta dirigida a Alberto. Si estás leyendo esto, entonces significa que mi plan ha funcionado. Comenzaba la carta. Sabía que nunca estuviste conmigo por amor. Sabía que había otra mujer, pero me negué a vivir con miedo. Así que preparé esto para ti como un último juego, una última prueba de tu codicia.
Alberto leyó en silencio mientras Verónica se acercaba para leer sobre su hombro. La auditoría es solo el principio. Si realmente quieres el dinero, tendrás que seguir mis reglas. Todo lo que has hecho en los últimos 10 años será revelado uno por uno. Si eres lo suficientemente inteligente, podrás salvar algo.
Pero si fallas, bueno, ya no estaré aquí para ver el final. La carta terminaba con una simple firma, Dolores. Alberto sintió un peso en el pecho que casi le impedía respirar. Dolores había anticipado todo, incluso su intento de escapar con Verónica. Había planeado esto desde el principio, un juego sádico para asegurarse de que él nunca pudiera disfrutar de su fortuna.
Verónica, por primera vez parecía realmente asustada. Tenemos que irnos”, dijo su voz temblando. “Podemos salir del país. No necesitamos todo el dinero, solo lo suficiente para empezar de nuevo.” Pero Alberto sabía que no sería tan fácil. Había hecho demasiados enemigos en el camino. Había dejado demasiadas pistas y ahora con dolores controlando todo desde la tumba, no había escapatoria.
Finalmente, después de una larga pausa, miró a Verónica y asintió. Tienes razón. Nos vamos ahora mismo. Recogieron lo poco que podían llevar y se dirigieron al aeropuerto sin mirar atrás. Pero incluso mientras abordaban el avión, Alberto no podía sacudirse la sensación de que Dolores aún estaba allí vigilándolo, asegurándose de que nunca encontrara paz. El avión despegó.
llevándolos a un futuro incierto. Pero una cosa era segura, nunca escaparían del juego de dolores, porque aunque estuviera muerta, ella había ganado. Y mientras las luces de la ciudad se desvanecían bajo ellos, Alberto no pudo evitar pensar que tal vez siempre había sabido que no podría ganar.
Meses después, en una pequeña isla del Caribe, una mujer sentada en una terraza recibió un sobre. lo abrió lentamente encontrando una carta en su interior. “Querida Verónica,” comenzaba. Espero que estés disfrutando de tu nueva vida, pero recuerda, la fortuna que tanto ansiabas no es tan fácil de conseguir. Hay más pruebas por venir y te estaré vigilando.
Siempre tuya, Dolores. Verónica dejó caer la carta, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. sabía que no importaba a dónde fueran, nunca escaparían del alcance de Dolores, porque al final ella era la verdadera ganadora de este juego macabro. Y así el juego continuaba sin un final a la vista.
News
Un Ranchero Contrató a una Vagabunda Para Cuidar a Su Abuela… y Terminó Casándose con Ella
Una joven cubierta de polvo y cansancio aceptó cuidar a una anciana sin pedir dinero. “Solo quiero un techo donde…
Esclavo Embarazó a Marquesa y sus 3 Hijas | Escándalo Lima 1803 😱
En el año 1803 en el corazón de Lima, la ciudad más importante de toda la América española, sucedió algo…
“Estoy perdida, señor…” — pero el hacendado dijo: “No más… desde hoy vienes conmigo!”
Un saludo muy cálido a todos ustedes, querida audiencia, que nos acompañan una vez más en Crónicas del Corazón. Gracias…
La Monja que AZOTÓ a una esclava embarazada… y el niño nació con su mismo rostro, Cuzco 1749
Dicen que en el convento de Santa Catalina las campanas sonaban solas cuando caía la lluvia. Algunos lo tomaban por…
The Bizarre Mystery of the Most Beautiful Slave in New Orleans History
The Pearl of New Orleans: An American Mystery In the autumn of 1837, the St. Louis Hotel in New Orleans…
El año era 1878 en la ciudad costera de Nueva Orleans, trece años después del fin oficial de la guerra, pero para Elara, el fin de la esclavitud era un concepto tan frágil como el yeso
El año era 1878 en la ciudad costera de Nueva Orleans, trece años después del fin oficial de la guerra,…
End of content
No more pages to load






