
Una historia de amor del viejo oeste por Fromwild West, perdida en una mortal ventisca de decora, la maestra Claro Webore llama a la puerta de un vaquero solitario y recluso, Gen Cole. Lo que comienza como una lucha por sobrevivir se convierte en una poderosa historia de confianza, redención y amor en el helado corazón del lejano oeste.
A través de tormentas, secretos y segundas oportunidades, construyen más que un rancho. Construyen una vida que vale la pena vivir. Capítulo 1. Cados por la nieve, el viento hullaba como una bestia hambrienta sobre las llanuras de Decora, arrastrando una cortina blanca que lo borraba todo.
El sendero que Claro Wetmore había seguido esa misma mañana había desaparecido por completo. Los árboles se desvanecieron. El sol se había ocultado tras una pared de nieve que caía sin tregua. Clara, maestra de escuela, se encorbó sobre su montura, su chal empapado pegado al cuerpo. Su yegua Daisy, tropezaba en la nieve, exhausta, con la cabeza baja ante el viento helado.
Clara había salido de Coppers Hollow al mediodía, planeando una visita corta a la cabaña de su prima, pero el quima había cambiado repentinamente, brutalmente. Ahora estaba perdida, fría, aterrada. Sus manos temblaban. Apenas podía mantener el control de las riendas. El frío ya no solo mordía, se le metía en los huesos.
Entonces lo vio un destello. Luz cálida a través del vendabal. Humo saliendo de una chimenea. Una cabaña. Un milagro. Daisy resopló dando los últimos pasos hasta el porche. Clara temblando bajó y golpeó la pesada puerta de madera. Nada. golpeó otra vez. Sus rodillas flaquearon justo cuando la puerta se abrió con un chirrido, un hombre apareció.
Alto como una montaña, cabello largo hasta los hombros, barba espesa, un farol en una mano, un rifle en la otra. Clara apenas logró murmurar. Por favor, él no dijo nada, solo se hizo a un lado. Ella entró tambaleándose hacia la calidez y se desmayó. Capítulo 2. El gigante despertó con calor. Un calor profundo que la hacía doler.
Estaba envuelta en mantas gruesas junto a una estufa de hierro fundido. Su ropa húmeda había sido reemplazada por una camisa de franela demasiado grande y unos calcetines de lana. Estaba seca, viva. La cabaña era rústica, pero acogedora. vigas expuestas, una cama, una mesa, herramientas colgadas ordenadamente. No era un lugar, era una fortaleza.
Y allí estaba él, sentado junto al fuego tallando algo con un cuchillo de casa. Su presencia era imponente. ¿Dónde estoy?, preguntó Clara con la voz ronca. Cabaña en Timber Redge, respondió él sin levantar la vista. A tres millas del cruce. Gracias. Pensé que iba a morir allá afuera. Estuviste cerca. Me llamo Claro Wedmore.
Soy maestra en Coppers Hallow. Finalmente él alzó la mirada. Sus ojos eran oscuros. Insondables. Gien. Ella parpadeó. Gyen K. Mi tío hablaba de ti. Decía que tú y tu hermano criaban los mejores caballos del territorio. Su expresión se endureció. Eso fue hace mucho tiempo. Silencio. No quiero molestar. Dijo Clara.
No molestas. Se puso de pie. Esta noche dormirás en la cama. Yo me quedaré en el suelo. No puedo aceptar eso. No lo estás pidiendo. Aún estás fría. Le lanzó una manta más y se volvió. La conversación terminó allí. Capítulo 3. La tormenta que se quedó la ventisca no se dio durante dos días más. Clara se quedó en la cabaña buscando cómo ayudar.
Hervía agua, ordenaba herramientas, reparaba una de las camisas de Gideon. Él nunca lo pedía, pero tampoco la detenía. Gideon apenas hablaba. Sus días los pasaba cortando leña, alimentando a la yegua, reforzando el techo. Siempre atento, siempre en silencio. Cada noche le daba a Clara la cama. y él dormía junto al fuego.
Al tercer amanecer, el sol rompió las nubes. Clara se asomó a la puerta. “Creo que hoy puedo irme”, dijo Gideon sentado en el porche. No la miró. “No estás lista. Ya he abusado mucho de tu hospitalidad. Si sales ahora, morirás. ¿Por qué te importa?” Él la miró finalmente. Porque ya vi morir a alguien por menos. Ella cruzó los brazos.
¿Y qué haces aquí, Gideon? escondido del mundo, porque los fantasmas no pierden a nadie. Capítulo 4. Lo que reveló el fuego. Esa noche Clara no pudo dormir. Se levantó envuelta en una manta y se sentó frente al fuego. Gideon estaba allí afilando su cuchillo. En silencio. ¿Qué pasó con tu hermano? Preguntó en voz baja.
Él dejó de afilar. Los hombres del ferrocarril querían nuestras tierras. No vendimos. Quemaron el establo. Mi hermano entró para salvar a los potros. El techo se vino abajo. Lo siento mucho. Después de eso me fui. Construye esta cabaña para no perder a nadie más. Silencio. Yo también huí. Dijo Clara de Boston. Mi prometido me dejó.
Mi padre murió. Lo único que me quedó fue enseñar. Gideon asintió. Pero sigues aquí. Sigo en pie. Capítulo 5. La promesa. Al amanecer, la tormenta había terminado. El mundo era blanco y puro. Clara se detuvo en el umbral. Creo que hoy sí podré partir. Gideon apareció tras ella. Si quieres irte, el camino está despejado. Ella no se volvió.
Eso quieres tú. Silencio. Él se acercó. No quiero que mueras congelada. Pero tampoco quiero verte partir. Ella giró lentamente. Sus ojos se encontraron. No sé qué está pasando entre nosotros, dijo él. Pero si te quedas, contuvo el aliento, dormirás en mi cama esta noche, dijo con suavidad. Y mañana te construiré un rancho.
Capítulo 6. El primer fuego. Esa noche no hubo promesas. Solo susurros, miradas, manos temblorosas, aprendiendo a tocar sin miedo. El fuego ardía. Sus cuerpos se buscaron como si siempre hubieran estado destinados a encontrarse. Y en la quietud, con su cabeza sobre el pecho de él, Clara susurró, “Tal vez la tormenta no fue una maldición, tal vez fue nuestra salvación”, respondió Gideón.
Capítulo 7. El rancho toma forma, la primavera trajo vida a la tierra y a ellos juntos arreglaron cercas, sembraron un jardín, criaron potros. Gideon volvió a sonreír. Clara volvió a cantar. Una tarde él le entregó unos planos enrollados. ¿Qué es esto?, preguntó. Tu escuela. ¿Hablas en serio? Te lo prometí. Yo construyo.
Tú enseñas. Ella lloró y luego lo besó. Capítulo 8.8. Vuelven las tormentas. No todas las tormentas traen nieve. Un día apareció un jinete. Era el alguacil roamp. Dicen que Gy Col está vivo. Dijo el ferrocarril. Aún tiene una recompensa por su cabeza. Gideon no se inmutó. Que vengan. Ven a Coppers Hollow.
Cuenta tu historia. Limpia tu nombre. Clara le tomó la mano. Vamos juntos. Segura frente a cada tormenta. Juntos. Capítulo 9. Redención en el pueblo. Gideon habló. Clara lo acompañó. Otros testificaron. Un juez, un viejo ranchero. La verdad salió a la luz. El pueblo votó. Su nombre fue limpiado. La recompensa retirada Clara lo abrazó.
Eres libre. No somos libres, dijo el capítulo 10. El rancho del mañana. El rancho floreció. La escuela abrió. Clara tocaba la campana cada mañana. Gideon enseñaba a montar a los niños. Una mañana Clara le entregó unos botinés diminutos. De verdad, ella asintió. Él la alzó entre risas.
Tendré que construir otra habitación. Epílogo, una vida que vale la pena llamaron a su hijo Yeremie. El rancho creció. La familia también. La historia de ellos se convirtió en leyenda. Gion Cole, el vaquero que reconstruyó su vida. Claro Wedmore, la maestra que enseñó a amar de nuevo y todo comenzó con una tormenta. Una noche, una promesa.
Dormirás en mi cama esta noche y mañana te construiré un rancho. Y lo hizo. construyó un mundo.
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