Dios mío”, gritó Fernando y Turbide al abrir la puerta del cuarto de su hijo. La escena que vio lo dejó completamente paralizado. Su bebé, Sebastián, de apenas 3 meses, estaba en brazos de la empleada doméstica Guadalupe Hernández, sonriendo por primera vez desde que nació.

Pero no era solo eso lo que lo impactó. El pequeño tenía las manitas enredadas en una peluca rubia que acababa de arrancar de la cabeza de la muchacha. Guadalupe estaba ahí con la cabeza completamente rapada, los ojos muy abiertos del susto, tratando desesperadamente de cubrirse la cabeza con las

manos libres.
Señor Fernando, yo puedo explicar, tartamudeó ella, las lágrimas ya brotando de sus ojos, pero antes de que pudiera decir algo más, pasó algo extraordinario. Sebastián se echó a reír con una carcajada cristalina, un sonido que jamás había salido de ese niño desde que vino al mundo. El bebé jugaba

con la cabeza rapada de Guadalupe, pasando sus manitas pequeñitas por la piel lisa, como si fuera lo más natural del mundo.
Guadalupe, viendo la reacción del niño, se secó las lágrimas y susurró con voz dulce. Ahora somos iguales, Sebastián, sin cabello, pero con mucho amor en el corazón. A Fernando se le cortó la respiración. El hijo que lloraba sin parar desde que nació, que rechazaba el pecho de todas las nodrizas,

que nunca dormía bien, estaba ahí sonriendo, riéndose y jugando.
“¿Cómo? ¿Cómo lograste que dejara de llorar?”, preguntó Fernando con la voz entrecortada. Guadalupe lo miró con una mezcla de vergüenza y determinación. Creo que él reconoce a alguien que ya sufrió mucho, que sabe lo que es tener que ser fuerte cuando todo parece perdido. Sebastián seguía riendo,

ahora tratando de ponerse la peluca en su propia cabeza. La escena era divertida y conmovedora al mismo tiempo.
Fernando se acercó despacio. En los 5co meses desde que su esposa Catalina murió en el parto. Esta era la primera vez que veía a su hijo verdaderamente feliz. Guadalupe trabajaba en la casa desde hacía apenas dos semanas, pero aparentemente había logrado lo imposible. “¿Por qué usas peluca?”, le

preguntó más suave ahora.
Guadalupe dudó mirando a Sebastián, que seguía jugando con sus deditos en su cabeza rapada. “Es una historia larga, señor Fernando, una que preferiría guardar para mí.” En ese momento, pasos apresurados resonaron por el corredor. La licenciada Verónica Santibáñez apareció en la puerta jadeando.

Ella cuidaba a Sebastián desde el nacimiento y estaba visiblemente preocupada por el silencio inusual.
Sus ojos se agrandaron al ver la escena. Guadalupe sin peluca, Fernando parado como una estatua y Sebastián. Sebastián sonriendo. Pero lo que más llamó la atención fue la expresión en el rostro de Verónica cuando miró a Fernando. Una mezcla de celos y posesividad que pasó desapercibida para él,

pero no para Guadalupe.
¿Qué está pasando aquí? Preguntó Verónica tratando de sonar solo profesional, pero la voz le salió más dura de lo que pretendía. Puedo explicar”, dijo Guadalupe tratando de levantarse con Sebastián todavía en brazos. “No, quédate ahí”, dijo Fernando. “Quiero entender qué está pasando.” Guadalupe

respiró profundo y comenzó.
Hace un año descubrí que tenía cáncer, cáncer en la sangre que llaman leucemia. Verónica dio un paso atrás instintivamente. Fernando frunció el ceño. Los doctores dijeron que tenía que hacer quimioterapia. 6 meses de tratamiento pesado. La voz de Guadalupe se volvió más baja. Fue el periodo más

difícil de mi vida.
Sebastián balbuceaba en sus brazos, completamente ajeno a la conversación, jugando con lo que quedaba de la peluca. Perdí todo el cabello en las primeras semanas. Bajé mucho de peso. Hubo días que pensé que no iba a aguantar. Fernando la observaba con total atención. Verónica permanecía en silencio

en la puerta, pero sus puños estaban cerrados.
Mi mamá, doña Elena, estuvo a mi lado todo el tiempo. Ella me daba fuerzas cuando quería rendirme. Guadalupe sonrió al recordar. Siempre decía, “Mi hija, eres más fuerte de lo que te imaginas. ¿Y funcionó? Preguntó Fernando. Sí, hace 6 meses recibí el alta del hospital completa. Estoy curada. Los

doctores dijeron que las posibilidades de que el cáncer regrese son muy pequeñas.
Sebastián comenzó a adormecerse en sus brazos, arrullado por la voz suave. “¿Por qué no dijiste esto cuando viniste a trabajar aquí?” Guadalupe dio una sonrisa amarga. Porque, ¿quién va a contratar a una expciente de cáncer para trabajar cerca de un bebé? La gente tiene miedo, aunque sepa que no se

contagia. Tienen prejuicios.
Entonces, mentiste en la entrevista”, dijo Verónica hablando por primera vez con voz cortante. No mentí sobre nada importante, se defendió Guadalupe. No mentí sobre mi capacidad de trabajar, sobre mi experiencia, sobre cuánto me dedico. Fernando movió la cabeza lentamente. “¿Pero por qué lo dices

ahora?” Guadalupe miró a Sebastián, que dormía tranquilamente por primera vez en semanas, porque este angelito mío me mostró que a veces la verdad aparece aunque uno no quiera.
¿Y por qué dudó? Porque cuidarlo estas dos semanas fue lo mejor que me pasó después de la enfermedad. ¿Cómo que cuidarlo?, preguntó Fernando confundido. Yo cuando limpio su cuarto y él está llorando, canto bajito. Las mismas canciones que mi mamá me cantaba en el hospital y él siempre se calmaba.

Verónica dio un paso adelante claramente irritada. No deberías hacer eso. No es tu función cuidar al bebé. Es mía. Lo sé, dijo Guadalupe rápidamente. Perdón. Yo solo parecía tan triste y yo sé lo que es estar triste y necesitar cariño. Fernando miró a su hijo durmiendo pacíficamente en brazos de la

empleada doméstica.
En tres meses de vida nunca había visto a Sebastián tan relajado. Parece que tienes un don especial con él. Verónica no pudo ocultar su irritación. Fernando, creo que necesitamos hablar. En privado, Guadalupe entendió el mensaje, se levantó despacio y puso a Sebastián en la cuna con todo cuidado.

El bebé siguió durmiendo con una sonrisa pequeña en su rostro.
“Voy a regresar a mi trabajo”, murmuró. Pero cuando estaba saliendo, Sebastián despertó y comenzó a llorar. Un llanto fuerte, desesperado. Guadalupe se detuvo en la puerta con el alma en vilo. Verónica inmediatamente fue hasta la cuna, pero el llanto solo empeoró. Es solo una coincidencia, dijo

Verónica tratando de calmar al niño. Se va a acostumbrar.
Pero Sebastián lloraba como si estuviera perdiendo algo muy importante. Desde el corredor, Guadalupe escuchaba la desesperación en la voz del niño y sabía que al decir la verdad acababa de perder lo mejor que le había pasado en la vida. Tan pronto como Guadalupe salió, Verónica se volteó hacia

Fernando con una expresión que mezclaba preocupación profesional y algo más profundo. “Fernando, necesitamos hablar en serio.
” Sebastián seguía llorando en la cuna. Verónica trataba de calmarlo, pero sin éxito. “Habla”, dijo Fernando, tomando a su hijo en brazos. El llanto disminuyó un poco, pero no se detuvo. ¿No te parece extraño que haya ocultado una información tan importante? El cáncer no es una gripita, Fernando,

pero dijo que está curada. Eso dijo.
Pero, ¿cómo podemos estar seguros? Verónica se acercó más a él. Y si no es verdad, ¿y si mintió sobre estar curada también? Fernando la miró notando por primera vez como Verónica se ponía nerviosa cuando hablaban de Guadalupe. ¿Por qué te preocupa tanto esto? Verónica dudó. Hacía 5 meses que

cuidaba a Sebastián. Hacía 5 meses que veía a Fernando todos los días.
Lloraba con él cuando el bebé no paraba de llorar. Lo consolaba cuando la nostalgia por su esposa lo agobiaba. Sin darse cuenta se había enamorado del patrón. “Porque me importan ustedes dos”, dijo ella tratando de sonar solo profesional. “Cuidar a Sebastián es mi responsabilidad y cuidarte a ti

también de cierta forma.
” Fernando la miró con extrañeza. “Cuidarme a mí. Pasaste por tantas cosas. Perdiste a Catalina en el parto. Te quedaste solo con un bebé que no paraba de llorar. Yo solo quiero protegerlos. Su voz se volvió más suave, casi íntima. Fernando comenzó a sentirse incómodo. Verónica, te agradezco tu

dedicación, pero pero nada, Fernando.
Necesitas a alguien que sea totalmente honesta contigo, alguien en quien puedas confiar completamente. Sebastián siguió llorando. Verónica trató de tomarlo en brazos nuevamente, pero el llanto se hizo más fuerte. ¿Por qué no para de llorar? Preguntó Fernando frustrado. Va a pasar. Solo se

acostumbró a su presencia por unos días. Los niños son así.
En ese momento escucharon el sonido de una canción viniendo del corredor. Guadalupe estaba cantando bajito mientras limpiaba. Inmediatamente el llanto de Sebastián se detuvo. El bebé volteó la cabeza hacia la dirección de la voz, una sonrisa pequeña apareciendo en su rostro.

Fernando y Verónica se quedaron en silencio observando la reacción del niño. Es solo coincidencia, dijo Verónica rápidamente. Los niños se distraen con cualquier ruido. Pero cuando Guadalupe dejó de cantar, Sebastián volvió a llorar. Eso no es coincidencia”, murmuró Fernando. Verónica sintió que se

le movía el piso. Estaba perdiendo a Fernando por una empleada doméstica, por una mujer que acababa de conocer.
“Fernando, escucha, entiendo que te impresionó la reacción de Sebastián, pero tienes que pensar con la cabeza, no con el corazón.” se acercó más poniendo la mano en su brazo. Una persona que oculta una información tan importante puede ocultar otras cosas. ¿Cómo puedes confiar en ella? Fernando miró

a su hijo, que lloraba cada vez que Guadalupe se alejaba. Pero mira su reacción.
La reacción no es todo. La seguridad es más importante. La voz de Verónica se volvió más firme. Y si mintió sobre estar curada, ¿y si todavía está enferma? ¿Puedes arriesgar la salud de tu hijo? Por primera vez desde que Guadalupe había dicho la verdad, Fernando sintió una punzada de miedo. Y si

Verónica tenía razón.
Y si estaba poniendo en riesgo a su hijo por un momento emotivo, ¿qué crees que debería hacer? Verónica trató de ocultar la sonrisa de triunfo. Creo que deberías mantener distancia hasta tener la certeza absoluta de que ella no representa ningún riesgo. Sebastián lloró más fuerte, como si pudiera

sentir la conversación que estaba sellando su destino.
Desde el corredor, Guadalupe escuchaba el llanto y sentía cómo se le partía el corazón. sabía que estaba perdiendo lo único bueno que le había pasado en la vida desde la enfermedad. A la mañana siguiente, Guadalupe llegó al trabajo sintiendo una mezcla de esperanza y miedo.

Había pasado la noche pensando en la conversación con Fernando, esperando que él entendiera su situación. Pero tan pronto como entró a la cocina, se dio cuenta de que algo había cambiado. Los otros empleados, don Ramón el jardinero, doña Rosa, la cocinera, dejaron de conversar cuando la vieron. La

miraron con una expresión extraña. Buenos días, saludó Guadalupe.
Buenos días, respondieron, pero nadie la miró a los ojos. Guadalupe fue a buscar los productos de limpieza cuando escuchó a doña Rosa susurrar. Verónica contó que ella escondió una enfermedad. Dice que puede ser peligroso para el bebé. ¿Qué tipo de enfermedad? Preguntó don Ramón. No sé bien, pero

debe ser algo serio. Si lo escondió.
Guadalupe sintió que se le revolvía el estómago. Verónica había esparcido la historia, pero de forma distorsionada. En ese momento, la propia enfermera apareció en la cocina. Guadalupe, ven acá. Necesito hablar contigo. Las dos salieron al jardín. Mira, comenzó Verónica fingiendo tono maternal.

Entiendo tu situación, pero tienes que entender la mía también. ¿Qué situación? Guadalupe estaba desconfiada.
Yo soy responsable de la salud de Sebastián, ahora que sé que ocultaste información médica importante. Verónica, estoy curada, completamente curada. No represento ningún riesgo. Pero, ¿cómo puedo estar segura? Ya mentiste una vez. No mentí, oculté. Es diferente. Verónica dio una sonrisa falsa. Para

los otros empleados no es diferente.
Están preocupados. Con razón le contaste a todo el mundo. Solo dije que ocultaste información médica importante en la contratación, lo cual es verdad. Guadalupe se dio cuenta del juego sucio que Verónica estaba haciendo. ¿Por qué me haces esto? ¿Hacerte qué? Proteger a un niño. En ese momento,

Fernando apareció en el jardín caminando hacia ellas.
Guadalupe sintió que el corazón se le aceleraba. Verónica Sebastián está llorando otra vez. ¿Puedes? Se detuvo al ver a las dos mujeres frente a frente. De hecho, Fernando, dijo Verónica rápidamente. Creo que deberíamos contratar una nueva niñera, alguien más. Confiable. Confiable. Fernando frunció

el seño.
Alguien que no oculte información importante sobre salud. alguien que sea totalmente transparente. Guadalupe sintió que las piernas se le aflojaban. Verónica, estás exagerando. Estoy siendo cautelosa. Es mi obligación. Fernando miró de una a otra. Desde el cuarto del bebé. El sonido del llanto de

Sebastián comenzó a resonar por la mansión. Un llanto desesperado. Está llorando desde que despertó, dijo Verónica.
Ya llamé a una nueva niñera. Tiene todas las referencias en orden y llega esta tarde. Fernando dudó mirando a Guadalupe. Tal vez, tal vez sea mejor estar seguros de todo. ¿Seguros de qué? Preguntó Guadalupe sintiendo las lágrimas llegar. De que no representas ningún riesgo para mi hijo. Las

palabras golpearon a Guadalupe como una bofetada.
Después de todo lo que había pasado, después de haberse abierto, después de la conexión verdadera que había creado con Sebastián, la estaban alejando nuevamente. El llanto del bebé se hizo más fuerte, más desesperado. “Él me necesita”, susurró Guadalupe. “Él necesita seguridad”, replicó Verónica,

“y tú no puedes garantizar eso.
” Sebastián lloró aún más fuerte, como si pudiera sentir que estaba perdiendo su única fuente de cariño. Fernando cerró los ojos dividido. Guadalupe, hasta que tenga la certeza absoluta de que no hay ningún riesgo, es mejor que no te acerques a Sebastián. Guadalupe sintió que su mundo se derrumbaba

por segunda vez en la vida, pero ahora no era su cuerpo lo que la traicionaba. Era la desconfianza de alguien que había comenzado a respetar.
Por favor, señor Fernando, es mi decisión final. Verónica apenas pudo ocultar su sonrisa de satisfacción. Desde arriba, el llanto de Sebastián resonaba por la mansión como un grito de auxilio que nadie parecía dispuesto a escuchar. Guadalupe miró una última vez hacia la ventana del cuarto del niño y

supo que la guerra apenas comenzaba.
Guadalupe pasó la tarde limpiando la casa con el corazón partido. Cada vez que pasaba cerca del cuarto de Sebastián, escuchaba su llanto desesperado. Verónica estaba ahí dentro tratando de calmarlo sin éxito. “Ven, Sebastián, deja de llorar. La tía está aquí”, decía Verónica, pero el bebé solo

lloraba más fuerte.
Los otros empleados evitaban a Guadalupe. Doña Rosa ni la saludó cuando pasó por la cocina. Don Ramón desvió la mirada cuando se cruzaron en el corredor. Por favor, trató Guadalupe cuando estaba en el área de servicio. ¿Puedo explicar? No necesitas explicarnos nada, dijo doña Rosa seca. Solo no

quiero contagiarme, ¿entiendes? Pero estoy curada.
hace 6 meses que curada o no mentiste, ¿cómo le vamos a tener confianza? Guadalupe sintió las lágrimas llegando. Era como si estuviera viviendo el prejuicio que siempre tuvo miedo de enfrentar. A las 3 de la tarde, una mujer elegante llegó a la mansión. Cabello recogido en un chongo perfecto, ropa

impecable, portafolio en la mano.
Buenas tardes, soy Patricia Mendoza, la nueva niñera. Verónica la recibió con una sonrisa amplia. Qué bueno que llegó. Venga, voy a presentarle a Sebastián. Guadalupe observó de lejos mientras Verónica le mostraba la casa a la nueva empleada. ¿Tiene experiencia con bebés de 3 meses?, preguntó

Verónica. 15 años cuidando niños pequeños. Tengo todas las certificaciones. Perfecto.
El bebé llora un poco, pero estoy segura de que va a poder con él. Cuando entraron al cuarto de Sebastián, el llanto se detuvo por unos segundos. Guadalupe sintió una punzada de esperanza. Tal vez Sebastián aceptaría a la nueva niñera, pero bastaron 5 minutos para que el llanto volviera a empezar

aún más fuerte. ¿Tiene hambre? preguntó Patricia. Acaba de comer. Debe ser cólico. El llanto continuó.
Guadalupe, que estaba limpiando el corredor, tuvo que controlarse para no entrar al cuarto. Puedo intentar, se ofreció Patricia. Claro, siéntase libre. Guadalupe escuchó a la nueva niñera intentando de todo. Cantó, lo meció, le hizo cariñitos. Nada funcionaba.

Cuando Fernando regresó del trabajo dos horas después, Sebastián seguía llorando. “¿Cómo estuvo hoy?”, le preguntó a Verónica. Patricia es muy profesional, solo va a tomar tiempo para que Sebastián se acostumbre. Fernando entró al cuarto y encontró a la nueva niñera visiblemente cansada. “Perdón,

señor Iturbide, nunca vi un bebé tan difícil. Ya intenté todo lo que sé. Fernando tomó a su hijo en brazos.
El llanto disminuyó un poco, pero no paró completamente. Desde el corredor, Guadalupe observaba la escena. Su corazón se partía viendo a Sebastián tan angustiado. “Va a pasar”, dijo Verónica, pero su voz sonaba menos confiada. Es solo cuestión de tiempo.

En ese momento, Guadalupe comenzó a atararear bajito en el corredor la misma canción que siempre le cantaba a Sebastián. Inmediatamente el llanto se detuvo. Sebastián volteó la cabecita hacia la dirección de la voz, una sonrisa pequeña apareciendo en su rostro. Fernando, Verónica y Patricia se

quedaron en silencio absoluto. Esto es, comenzó Patricia. Coincidencia, completó Verónica rápidamente.
Solo coincidencia. Pero cuando Guadalupe dejó de cantar, Sebastián volvió a llorar desesperadamente. Fernando miró a Verónica con una expresión que ella no pudo decifrar. Tal vez, tal vez deberíamos reconsiderar esto, ¿no? La respuesta de Verónica salió más fuerte de lo que pretendía. Quiero decir,

no podemos tomar decisiones basadas en emociones.
La seguridad de Sebastián viene primero. Pero por primera vez, Fernando comenzó a cuestionar si estaba tomando la decisión correcta. En los días siguientes, la situación solo empeoró. Sebastián lloraba casi todo el tiempo. Patricia estaba desesperada y comenzó a cuestionar su propia capacidad.

Señor Iturbide, en 15 años cuidando niños, nunca pasé por una situación así.
Confesó el jueves por la mañana. Fernando tenía ojeras profundas. Las noches, sin dormir estaban cobrando su precio. ¿Cree que algo está mal con él? alguna enfermedad. No sé, tal vez deberíamos buscar un pediatra. Guadalupe, que limpiaba la planta baja, escuchaba todo y se sentía inútil. Sabía que

podía ayudar, pero tenía prohibido acercarse.
Durante la limpieza, escuchó una conversación entre Verónica y Patricia en el corredor. “Mira, voy a ser sincera”, decía Patricia. “Este bebé no es normal. Nunca vi un niño tan difícil. Pasó por un trauma, explicó Verónica. Perdió a su mamá en el parto. Es complicado. Aún así, parece que está

rechazando a todo mundo como si se hubiera apegado a alguien específico. Verónica se puso tensa.
¿Qué quiere decir? No sé bien, pero cuando esa muchacha cantó ayer, dejó de llorar de inmediato. Tal vez tiene mano con los niños. Olvídese de eso dijo Verónica Seca. Ella no puede acercarse a Sebastián. Es peligroso. Peligroso. ¿Cómo? Ella tiene problemas de salud. Puede ser malo para el bebé.

Patricia frunció el seño.
¿Qué tipo de problemas? Prefiero no entrar en detalles. Solo confíe en mí. Guadalupe se alejó antes de ser vista, pero ya había escuchado suficiente. Verónica estaba esparciendo mentiras sobre ella. Más tarde, cuando estaba limpiando la sala, Fernando apareció con Sebastián en brazos. El bebé

lloraba bajito, un llanto cansado y triste.
“Guadupe”, dijo Fernando dudando. Ella dejó de limpiar inmediatamente. “Sí, señor Fernando, yo puedo hacer una pregunta. Claro que sí. ¿Está absolutamente segura de que no representa ningún riesgo para Sebastián?” Guadalupe sintió una punzada de esperanza. “Tengo todos los estudios que comprueban

que estoy curada. Se los puedo mostrar.
Sebastián, que estaba llorando bajito, se detuvo completamente cuando escuchó la voz de Guadalupe, volteó la cabeza hacia ella y estiró sus bracitos. Fernando observó la reacción de su hijo con atención. Él se acuerda de ti. Creo que sí. Creamos un cariño en estas dos semanas. ¿Puedes puedes cantar

algo? Solo para ver su reacción. Guadalupe miró alrededor con miedo de que Verónica apareciera.
No debería, por favor, solo una canción. Guadalupe comenzó a tararear bajito la canción que siempre calmaba a Sebastián. Era una canción sencilla que su mamá solía cantarle a ella. Duerme, angelito, duerme en paz. Mami está aquí y no se va más. El sueño viene a abrazarte y los sueños van a

arrullarte. Sebastián no solo dejó de llorar, sino que comenzó a sonreír.
Estiró aún más los bracitos hacia Guadalupe haciendo ruiditos de alegría. Fernando se emocionó viendo la transformación de su hijo. ¿Cómo es posible esto? Creo que él siente que entiendo su tristeza, que sé lo que es pasar por momentos difíciles. En ese momento, pasos apresurados resonaron por el

corredor.
Verónica apareció en la sala y vio la escena. ¿Qué está pasando aquí? Su voz estaba cargada de rabia mal disimulada. Solo le pedí que cantara, explicó Fernando. Mira su reacción. Fernando, ya hablamos de esto. No puedes arriesgar la salud de tu hijo por un momento bonito, pero mira qué tranquilo

está.
Y si mintió sobre estar curada y si todavía está enferma. Verónica se acercó a Fernando. Puedes arriesgar la vida de tu hijo. Sebastián, sintiendo la tensión en el aire, comenzó a llorar nuevamente. Ve, dijo Verónica. Él siente cuando algo está mal en el ambiente. Guadalupe se alejó sintiéndose

derrotada una vez más.
“Perdón por haber molestado”, murmuró ella. “Guadupe, espera, comenzó Fernando, pero Verónica lo interrumpió. Patricia está esperando a Sebastián en el cuarto, necesita mantener su rutina.” Fernando dudó, pero terminó subiendo con el bebé. Sebastián lloró durante todo el camino, mirando por encima

del hombro de su papá hacia Guadalupe.
Sola en la sala, Guadalupe sintió que estaba perdiendo una batalla que ni sabía que estaba peleando. Una semana después, la situación era crítica. Sebastián apenas dormía, comía poco y lloraba casi sin parar. Fernando estaba desesperado. “Doctor, perdió peso”, le dijo Fernando al pediatra durante

la consulta. “Estoy muy preocupado.” El médico examinó a Sebastián cuidadosamente.
Físicamente está bien, pero noto signos de mucho estrés. Estrés. En un bebé de 3 meses. Los bebés son más sensibles de lo que imaginamos. ¿Cambió algo en su rutina recientemente? Fernando pensó. El único cambio significativo había sido alejar a Guadalupe. Cambiamos de niñera hace una semana. Eso

puede explicar todo.
Si creó un vínculo fuerte con la persona anterior, la separación puede estar causando este comportamiento. Pero la persona ocultó información importante sobre su salud. ¿Qué tipo de información? tuvo cáncer de mama. Está curada desde hace 6 meses, pero no lo dijo cuando la contratamos. El médico

frunció el seño.
Si está realmente curada, no ofrece ningún riesgo para el bebé. El cáncer no se contagia. Fernando sintió que se le movía el piso. ¿Estás seguro? Totalmente. De hecho, las personas que pasaron por enfermedades graves generalmente cuidan mejor a otros. Puede ser por eso que su hijo se apegó tanto a

ella.
Cuando regresaron a casa, Fernando estaba profundamente perturbado. Encontró a Verónica tratando de darle biberón a Sebastián, quien lo rechazaba completamente. ¿Cómo está?, preguntó Fernando. No quiere comer casi nada. Patricia dijo que solo tomó un poquito del biberón de la mañana. Sebastián

estaba visiblemente más delgado. Sus ojitos estaban sin brillo, como si hubiera perdido las ganas de vivir.
Verónica, necesito contarte lo que dijo el doctor. Ella se puso tensa. ¿Qué dijo? que el cáncer no se contagia, que si Guadalupe está curada no ofrece ningún riesgo. Verónica tragó saliva. Pero, pero mintió Fernando. ¿Cómo podemos confiar? No mintió sobre estar curada. El doctor lo confirmó.

Sebastián comenzó a llorar nuevamente, un llanto débil, cansado.
Se está marchitando, Verónica. Está perdiendo peso, no come bien, no duerme, va a pasar, es solo cuestión de tiempo. Pero Fernando ya no estaba tan seguro. Miró por la ventana y vio a Guadalupe en el jardín limpiando el área externa. Aún de lejos, podía ver la tristeza en sus movimientos.

Y si cometimos un error, ¿qué tipo de error? ¿Y si separamos a Sebastián de quien él considera, de quien él ve como mamá? Verónica sintió el pánico subiendo. Fernando, estás siendo emocional. No puedes tomar decisiones basadas en sentimientos. ¿Y tú? ¿En qué se basan tus decisiones? La pregunta

tomó a Verónica por sorpresa.
Dudó demasiado antes de responder en la en la seguridad de Sebastián. Pero por primera vez, Fernando notó algo extraño en su tono, algo que no podía identificar, pero que lo hizo cuestionar si Verónica estaba siendo totalmente honesta con él. Sebastián siguió llorando y Fernando tuvo la sensación

de que estaba fallando como padre al no escuchar lo que su hijo estaba tratando de decirle.
El lunes por la mañana, Fernando despertó con un silencio extraño. Durante semanas se había acostumbrado al llanto constante de Sebastián, así que la quietud lo alarmó. Corrió al cuarto de su hijo y encontró una escena aterradora. Sebastián estaba en la cuna, pálido y respirando despacio. Parecía

no tener fuerzas ni para llorar. Verónica, Patricia, gritó él.
Las dos aparecieron corriendo. “Dios mío”, susurró Patricia. “Está muy débil.” Verónica tomó a Sebastián en brazos. El bebé estaba caliente y claramente deshidratado. “Tenemos que llevarlo al hospital ahora”, dijo Fernando tomando las llaves del carro. El camino al hospital fue desesperante.

Sebastián estaba casi inconsciente en brazos de Verónica, quien trataba de mantenerlo despierto. “Vamos, Sebastián, mantente despierto, mi niño”, murmuraba ella. Fernando manejaba a alta velocidad, con el corazón acelerado. En el hospital, los médicos llevaron a Sebastián inmediatamente a

emergencias. “¿Qué pasó?”, preguntó el doctor que los atendió.
No come bien desde hace una semana. Llora todo el tiempo y hoy amaneció así, explicó Fernando. Vamos a hacer algunos estudios. Pueden esperar afuera. Fernando caminaba de un lado a otro en la sala de espera. Verónica estaba sentada visiblemente nerviosa. Va a estar bien, trató de consolarlo.

¿Cómo puedes estar segura? Porque porque es fuerte, va a superar esto. Después de una hora que pareció eterna, el doctor regresó. El bebé tiene deshidratación y signos de mucho estrés emocional. ¿Estrés emocional en un bebé? Preguntó Fernando asustado. Es más común de lo que pensamos. Generalmente

pasa cuando son separados de alguien importante para ellos. Fernando sintió como si le hubieran dado un golpe en el estómago.
¿Qué significa eso? Significa que probablemente creó un vínculo muy fuerte con alguien y está sufriendo por la separación. Verónica se puso pálida. Pero, pero eso va a pasar, ¿verdad? Puede pasar si la persona regresa a su convivencia. Si no, el doctor dudó. En bebés tan pequeños, este tipo de

estrés puede ser peligroso.
En ese momento, Fernando supo exactamente lo que tenía que hacer. Necesito hacer una llamada. Salió de la sala de espera y llamó a casa. Guadalupe, soy Fernando. Necesito que vengas al hospital San José ahora. Sebastián está internado. Del otro lado de la línea, Guadalupe sintió que el mundo se

detenía.
¿Qué le pasó? Te explico cuando llegues. Por favor, ven pronto. Ya voy para allá. Cuando Fernando regresó a la sala de espera, encontró a Verónica visiblemente agitada. ¿Qué hiciste? Llamé a Guadalupe. Fernando, no puedes. Y si nada, Verónica. Mi hijo está sufriendo sin la persona que él considera

importante. No voy a dejarlo sufrir más.
Pero la seguridad, la mayor inseguridad para él ahora es estar lejos de quien ama. 20 minutos después, Guadalupe llegó corriendo por el pasillo del hospital. Estaba jadeando con los ojos rojos. ¿Cómo está? Deshidratado y con estrés emocional por la separación. Guadalupe sintió las lágrimas

brotando. Puedo verlo es lo que más quiero en el mundo. Verónica intentó una última jugada.
Fernando, piensa bien en lo que estás haciendo. Pero él ya caminaba hacia el cuarto de Sebastián con Guadalupe a su lado. Cuando entraron al cuarto, vieron a Sebastián conectado a sueros, pálido y frágil en la cuna del hospital. Guadalupe se acercó despacio y comenzó a tararear bajito la canción

que siempre lo calmaba. Duerme, angelito, duerme en paz.
Aonedado y débil, Sebastián abrió sus ojitos. Cuando vio a Guadalupe, una sonrisa pequeña y frágil apareció en su rostro. Mami llegó”, susurró ella pasando la mano delicadamente por su frente. Fernando observaba la escena con los ojos llorosos. Por primera vez en semanas, su hijo parecía en paz.

Desde el corredor, Verónica observaba a través del cristal, sabiendo que estaba perdiendo la guerra que ella misma había comenzado. Con Guadalupe en el cuarto, Sebastián comenzó a recuperarse rápidamente. En pocas horas logró tomar un biberón completo y durmió por primera vez en días. Es

impresionante, le dijo el doctor a Fernando. La mejoría fue inmediata después de que ella llegó.
Eso significa que significa que ella es claramente muy importante para él. Es como si fuera la figura materna. Fernando miró a través del cristal del cuarto y vio a Guadalupe cantándole bajito a Sebastián, quien dormía tranquilamente en sus brazos. Doctor, ella tuvo cáncer de mama hace un año. Está

curada desde hace 6 meses.
¿Eso peligroso para mi hijo? Para nada. Las personas curadas de cáncer no ofrecen riesgo alguno. Cuando Fernando regresó al cuarto, encontró a Verónica confrontando a Guadalupe. ¿Estás contenta ahora? ¿Lograste manipular todo para regresar? Ah, manipular. Guadalupe se levantó aún cargando a

Sebastián. Yo no manipulé nada, solo vine porque me llamaron. Hiciste que este bebé dependiera de ti a propósito. Qué dependencia.
Yo solo lo cuidé con cariño. Fernando entró al cuarto. Verónica, ya basta. El doctor confirmó que ella no ofrece ningún riesgo. Y vas a creer solo porque un doctor lo dijo. Los doctores se equivocan y tú eres doctora para cuestionar. Por primera vez Guadalupe decidió responder.

¿Sabes qué, Verónica? Desde el primer día trataste de alejarme de Sebastián y ahora sé por qué. ¿Por qué? La desafió Verónica. Porque estás enamorada de Fernando. El silencio en el cuarto fue total. Fernando miró de una mujer a la otra, finalmente entendiendo todo. Es verdad, le preguntó a

Verónica. Yo me importan ustedes dos. ¿No es eso lo que pregunté? ¿Estás enamorada de mí? Verónica dudó, pero la presión era demasiado grande.
¿Y si fuera, es un crimen que me importe alguien? Ser dedicada. Ser dedicada, no. Mentir y manipular para alejar a quien mi hijo necesita. Eso sí es un problema. Yo no mentí. Esparciste por toda la casa que yo tenía una enfermedad contagiosa, dijo Guadalupe con voz firme. Les dijiste a los

empleados que era peligrosa. Eso no es mentira.
Yo solo dije que ocultaste información médica. Insinuaste que le podía contagiar algo a Sebastián, que no estaba realmente curada. Eso sí es mentira. Fernando movió la cabeza finalmente viendo todo con claridad. Verónica, manipulaste todo por celos, no por celos, por amor. Te amo, Fernando. Cuido

de ti y de Sebastián desde hace meses. Merezco una oportunidad.
Una oportunidad basada en mentiras, poniendo en riesgo a mi hijo. Sebastián, que había despertado con las voces alteradas, comenzó a llorar. Guadalupe inmediatamente lo calmó. Sh, mi amor, todo está bien. Mami está aquí. La palabra mami golpeó a Verónica como una bofetada. Ella no es madre de

nadie, es solo una empleada doméstica.
Y tú, dijo Fernando con voz fría, eres solo una empleada que abusó de mi confianza. Guadalupe miró a Verónica con una mezcla de lástima y determinación. Verónica, entiendo que te enamoraste. Pasa, pero tratar de destruir mi vida por eso fue demasiado lejos. Tu vida y la mía. Llegaste aquí y lo

destruiste todo. Yo no destruí nada, solo cuidé a Sebastián con amor.
Si eso te molesta, el problema no es mío. Fernando se acercó a Verónica. Quiero que tomes tus cosas y salgas de mi casa hoy mismo. Fernando, no puedes. Puedo y lo haré. No te quiero cerca de mi hijo nunca más. Verónica miró a Sebastián en brazos de Guadalupe, después a Fernando y se dio cuenta de

que había perdido todo. “Se van a arrepentir”, dijo saliendo del cuarto.
Solos Fernando miró a Guadalupe. “Perdóname por todo. No necesitas disculparte. Estabas protegiendo a tu hijo, pero debía haber notado su juego antes.” Sebastián balbuceó algo y le sonrió a los dos. Creo, dijo Guadalupe, que lo importante es que ahora somos una familia de verdad. Fernando sintió

que el corazón se le aceleraba con la palabra familia, pero esta vez por todas las razones correctas.
Dos días después, cuando Sebastián ya tenía alta médica, Fernando llegó a casa y encontró una patrulla en la puerta. Señor Iturbide, recibimos una denuncia sobre maltrato infantil. ¿Cómo? Uno de los policías mostró un papel. La señora Verónica Santibáñez hizo una denuncia diciendo que usted permite

que una persona con historial médico dudoso cuide al niño.
Fernando sintió que la sangre le hervía. Esto es venganza. La despedí hace dos días. Aún así, necesitamos echar un vistazo. Podemos pasar. No había opción. Fernando dejó entrar a los policías. Guadalupe estaba en la sala jugando con Sebastián, que sonreía y balbuceaba alegremente. “Usted es

Guadalupe Hernández”, preguntó uno de los policías.
“Sí, puede mostrarnos sus estudios médicos. Tenemos información de que usted ocultó problemas graves de salud.” Guadalupe se puso pálida, pero se mantuvo firme. Sí, puedo. Tengo todos los resultados que comprueban que estoy curada. Fue a buscar la carpeta con sus documentos médicos. Los policías

examinaron todo con cuidado.
Según estos estudios, usted está curada desde hace 6 meses. Exactamente. Ah, ¿y por qué no informó esto cuando fue contratada? Guadalupe respiró profundo por miedo al prejuicio. Mucha gente no contratacientes de cáncer, aunque estén curados. El policía miró a Sebastián que estaba sonriendo en sus

brazos.
El niño parece bien cuidado y feliz porque ella lo cuida muy bien, dijo Fernando. Sebastián se estaba marchitando cuando fue alejado de ella. Tuvo que ser internado. Los policías conversaron entre ellos. Y después se dirigieron a Fernando. No vemos evidencia de maltrato. El niño está visiblemente

bien cuidado. La denuncia parece ser infundada. Era lo que me imaginaba.
Después de que los policías se fueron, Fernando se volteó hacia Guadalupe. Ella no se va a dar por vencida fácilmente. Lo sé, pero no voy a dejar que me intimide. Esa tarde, mientras Guadalupe bañaba a Sebastián, sonó el teléfono. Bueno, Guadalupe, soy Marisa, del hospital donde hiciste tu

tratamiento. Hola, Marisa, ¿cómo estás? Mira, una mujer llamó aquí pidiendo información sobre ti. Dijo que trabajaba contigo y necesitaba saber detalles de tu tratamiento.
Guadalupe sintió que se le revolvía el estómago. ¿Y qué le dijiste? Nada, por supuesto. La información médica es confidencial, pero me pareció extraño y decidí avisarte. Gracias por contarme. Cuando colgó, Guadalupe se dio cuenta de que Verónica estaba investigando su pasado médico, probablemente

buscando algo para usar en su contra.
Esa noche, Fernando encontró a Guadalupe en la cocina preparando el biberón de Sebastián. ¿Estás preocupada? Tu exempleada llamó al hospital donde me traté. Está tratando de conseguir información sobre mí. ¿Qué tipo de información? No sé, pero una mujer despechada puede ser muy peligrosa.

Como si fuera una premonición, sonó el teléfono. Fernando contestó, bueno, Fernando, soy Verónica. Guadalupe pudo escuchar su voz por el teléfono. ¿Qué quieres? Darte información importante sobre tu querida empleadita. No me interesa. Te va a interesar cuando sepas que mintió otra vez.

Fernando miró a Guadalupe que se puso tensa. ¿De qué hablas? ¿No te contó toda la verdad sobre su cáncer, Fernando? ¿No te dijo que puede tener secuelas? ¿Que tal vez no pueda tener hijos en el futuro? Fernando colgó el teléfono. Es verdad, le preguntó a Guadalupe. Guadalupe bajó los ojos. Puede

ser. Los doctores dijeron que existe esa posibilidad.
¿Por qué no me dijiste? Porque porque no quería que me vieras como alguien rota, defectuosa. Fernando se acercó a ella. Guadalupe, mírame. Ella levantó los ojos esperando ver decepción, pero solo encontró comprensión. No me importa si puedes o no tener otros hijos. Salvaste a Sebastián. Eso es lo

que importa. Guadalupe sintió las lágrimas brotando. Gracias por entender, pero no puede haber más secretos entre nosotros.
Si vamos a cuidar a Sebastián juntos, tiene que haber confianza total. Juntos, preguntó Guadalupe con el corazón acelerado. Fernando la atrajo hacia él. Guadalupe, ¿quieres ser parte oficial de esta familia? Antes de que pudiera responder, el sonido de vidrio rompiéndose resonó por la casa.

Corrieron a la sala y vieron una piedra en medio de la alfombra con un papel amarrado. Fernando abrió la nota y leyó en voz baja, “Si no me pueden tener a mí, no van a tener tranquilidad.” Guadalupe abrazó a Sebastián más fuerte, dándose cuenta de que Verónica estaba lejos de darse por vencida.

A la mañana siguiente del episodio de La Piedra, Guadalupe regresó a casa de su madre destrozada. Elena Hernández la recibió con los brazos abiertos, viendo a su hija llorar como no había llorado desde los tiempos de la enfermedad. ¿Qué pasó, mi hija? Mamá, lo perdí todo otra vez. Guadalupe le

contó todo a su madre.
El trabajo en la mansión, la conexión con Sebastián, el cariño que estaban haciendo por Fernando y ahora las amenazas de Verónica. Esa mujer no va a parar hasta destruirme y tú la vas a dejar. ¿Qué puedo hacer? Ella tiene más poder, más influencia, pero tú tienes algo que ella nunca va a tener, mi

hija. ¿Qué? La verdad y el amor de ese bebé.
Mientras tanto, en la mansión y turbide, Fernando caminaba por la sala con Sebastián en brazos. El bebé lloraba sin parar desde que Guadalupe se había ido la noche anterior. “No para de llorar”, murmuró Fernando para sí mismo. Patricia, que se había quedado para ayudar, estaba claramente cansada.

“Señor Fernando, intenté de todo.
No quiere el biberón, no quiere dormir. Sé lo que quiere”, dijo Fernando mirando por la ventana. Quiere a Guadalupe, pero después de lo que pasó ayer, lo que pasó ayer solo me mostró lo peligrosa que es Verónica y lo importante que es Guadalupe para él. Sebastián lloró más fuerte, como si estuviera

de acuerdo con su papá.
“Señor Fernando,” dijo Patricia dudando, “¿Puedo dar una opinión?” Por supuesto. En 15 años cuidando niños, nunca vi un vínculo tan fuerte. Es como si ella fuera como si fuera su mamá de verdad. Fernando cerró los ojos. Sabía que Patricia tenía razón. ¿Crees que estoy siendo irresponsable dejándola

cuidarlo? Al contrario, creo que sería irresponsable no dejarla.
Esa tarde Fernando tomó una decisión, tomó el teléfono y llamó a un detective privado que conocía. Ricardo, soy Fernando y Turbide. Necesito una investigación. Claro, Fernando, ¿qué necesitas? Una empleada que despedí, Verónica Santibáñez. Solo quiero saber si ya trabajó en otras casas y cómo le

fue. Motivo específico está amenazando a mi familia.
Necesito saber con qué tipo de persona estoy tratando. Entiendo. Voy a ver qué puedo descubrir esta semana. Mientras tanto, Guadalupe estaba sentada en el pequeño patio de la casa de su madre, mirando el celular. Quería llamar para saber cómo estaba Sebastián, pero no tenía valor. “Llámale”, dijo

Elena sentándose al lado de su hija. “No puedo, mamá.
” Después de lo que pasó, lo que pasó fue que una mujer envidiosa trató de destruir tu felicidad. Eso no es motivo para que te rindas. Y si tienes razón. Y si soy un problema para Sebastián. Mi hija, luchaste contra el cáncer y ganaste. En serio crees que no puedes luchar contra una enfermera loca.

Guadalupe sonrió por primera vez en días. Tienes razón, mamá. Siempre la tengo.
Ahora ve a luchar por lo que es tuyo. Esa noche Guadalupe se armó de valor y llamó a Fernando. Bueno, Fernando, soy Guadalupe. Guadalupe, ¿cómo estás? Preocupada. ¿Cómo está, Sebastián? Llorando desde que te fuiste. No quiere comer bien, no duerme. Guadalupe sintió que se le apretaba el corazón.

¿Puedo puedo al menos cantarle por teléfono? Claro, está aquí a mi lado. Fernando puso el teléfono cerca del oído de Sebastián. Guadalupe comenzó a tararear la canción que siempre lo calmaba. Del otro lado de la línea, el llanto del bebé se detuvo inmediatamente. “Funcionó”, dijo Fernando

emocionado. “Dejó de llorar. Fernando, necesito contarte algo.
¿Qué? Tengo miedo de Verónica, pero no voy a dejar que me intimide. Voy a luchar por Sebastián y por ti también. Fernando sintió que se le aceleraba el corazón. Guadalupe, déjame terminar. Sé que todavía tenemos mucho que resolver, pero quiero que sepas que me enamoré de ustedes dos y no me voy a

rendir fácilmente. Entonces, regresa a casa, nuestra casa.
Una semana después, Ricardo llamó a Fernando con información preocupante. Fernando, conseguí información sobre Verónica. Cuéntame. Ya trabajó en tres casas en los últimos 4 años. En todas fue despedida por problemas con los patrones. Fernando frunció el seño. ¿Qué tipo de problemas? En la primera

casa fue acusada de crear celos pareja.
En la segunda trató de seducir al patrón viudo y la cacharon saboteando sus citas con una novia. Y en la tercera, en la tercera fue peor. La esposa del patrón comenzó a enfermarse constantemente. Solo mejoró después de que despidieron a Verónica. Fernando sintió un frío en el estómago. ¿Crees que

ella No puedo probar nada, pero el patrón es preocupante.
Siempre elige familias con hijos pequeños y usa a los niños para acercarse a los papás. Dios mío. Fernando, hay algo más. Hablé con el portero del edificio donde vive. Dice que sale de su casa todos los días a la misma hora y se queda horas parada en la calle de tu casa. ¿Me está siguiendo? Parece

que sí. y tiene fotos tuyas y de Guadalupe pegadas en su refrigerador. Fernando colgó el teléfono perturbado.
Miró a Sebastián, que dormía tranquilamente después de una llamada nocturna de Guadalupe. Es más peligrosa de lo que imaginaba mi hijo. Esa tarde Fernando fue a casa de Guadalupe. Necesitaba contarle todo y traerla de regreso. Cuando Guadalupe escuchó los descubrimientos sobre Verónica, se asustó.

¿Me está siguiendo? Ricardo cree que sí y tiene fotos nuestras en su casa. Fernando, tengo miedo. Por eso quiero que regreses a casa. Ahí puedo protegerte mejor. Y si le hace algo a Sebastián para lastimarme. Por eso mismo, lejos de nosotros estás más vulnerable y él te necesita, Elena. que

escuchaba desde la cocina, apareció en la sala. Mi hija, ve con él. Aquí estás sola.
Allá por lo menos hay seguridad. Mamá, ¿y tú? Me voy a quedar en casa de tu tía unos días hasta que se resuelva esta historia. Fernando tomó la mano de Guadalupe. Regresa a casa conmigo, por favor. Está bien, pero si ella aparece, si aparece la enfrentamos juntos. Guadalupe regresó a la mansión el

viernes por la tarde.
Sebastián estaba en la nursery cuando llegó y tan pronto como escuchó su voz, comenzó a balbucear alegremente. “Hola, mi príncipe.” Mami regresó. Fernando observaba desde la puerta del cuarto sonriendo al verlos juntos otra vez. “Durmió mejor esta semana por tus llamadas.” Y yo dormí mejor sabiendo

que él estaba bien. Bajaron a la sala y Fernando le sirvió café. Guadalupe, quiero platicar sobre algo.
¿Qué? Sobre nosotros. Lo que está pasando entre nosotros. Guadalupe se puso nerviosa. Fernando, déjame hablar primero. Sé que todo esto comenzó por Sebastián, pero ahora, ahora es más que eso. Para mí también. Entonces, cuando todo esto pase, cuando Verónica ya no sea una amenaza, ¿te animas a que

tratemos de construir algo juntos? ¿Una familia de verdad? Sebastián, como si entendiera la conversación, sonrió y estiró los bracitos hacia los dos.
“Creo que él ya decidió por nosotros”, rió Guadalupe. “¿Y tú qué decides?” Decido que que también quiero intentar. Fernando se acercó a ella en el sofá. ¿Puedo darte un beso? Guadalupe asintió y se besaron por primera vez. Un beso dulce lleno de promesas. Sebastián aplaudió como si estuviera

aprobando. Fue entonces cuando sonó el interfón rompiendo el momento mágico.
Bueno, señor Fernando, hay una mujer aquí abajo. Dice que es Verónica y que quiere platicar. Fernando y Guadalupe se miraron. Dile que no quiero platicar. dijo que si usted no baja, va a hacer algo de lo que se va a arrepentir. No voy a bajar. 5 minutos después, el interfón sonó nuevamente. Señor

Fernando, ya se fue, pero dejó unos papeles aquí abajo.
¿Qué papeles? No sé. Están en un sobre con su nombre. Fernando bajó hasta la portería y tomó el sobre. Dentro había fotos de Guadalupe entrando y saliendo de casa, de la casa de su madre e incluso del hospital donde se había tratado. También había una carta. Fernando, ¿crees que conoces a esta

mujer? ¿Sabes todos sus secretos? Mañana a las 3:00 pm en el café de la esquina de tu calle. Ven solo si quieres saber toda la verdad sobre tu empleadita.
Cuando regresó a casa, le mostró todo a Guadalupe. “Me ha estado acosando por semanas”, dijo Guadalupe mirando las fotos y quiere encontrarse conmigo mañana. ¿No vas a ir? Sí voy. Necesito acabar con esto de una vez. Y si es peligroso, va a ser en un lugar público y le voy a avisar a Ricardo para

que esté al pendiente.
Guadalupe abrazó a Sebastián más fuerte. Solo quiero que todo esto termine pronto. Va a terminar, te lo prometo. El sábado a las 3 pm, Fernando llegó al café de la esquina. Verónica ya estaba ahí, sentada en una mesa del fondo con una carpeta en la mano. “Qué bueno que viniste”, dijo cuando lo vio.

“¿Qué quieres, Verónica? Quiero mostrarte quién es realmente tu querida empleadita.” Fernando se sentó a regañadientes.
Habla de una vez. Verónica abrió la carpeta y mostró varias fotografías. ¿Reconoces esto? Era una foto de Guadalupe en una fiesta, aparentemente de hace algunos años. ¿Y qué? Ella en una fiesta. Mira la fecha, hace 6 meses. Fernando miró y vio que la foto era reciente. ¿Qué tiene eso? te dijo que

terminó el tratamiento hace 6 meses y que quedó débil sin poder trabajar, ¿verdad? Así es.
Entonces explica cómo estaba en una fiesta de cumpleaños bailando y tomando cuando se suponía que se estaba recuperando. Fernando se confundió. Pudo haber sido después de que se sintiera mejor. Fernando mintió sobre el tiempo de recuperación. mintió sobre haber quedado debilitada. Y hay más.

Verónica mostró otras fotos. Esto es ella saliendo de un motel hace tres meses con un hombre casado.
Fernando sintió que se le revolvía el estómago. ¿Cómo conseguiste estas fotos? No importa. Lo que importa es que tu santa empleadita no es tan santa. Eso no prueba nada. Está soltera, puede salir con quien quiera, aún sabiendo que el tipo está casado, aún destruyendo una familia. Fernando miró las

fotos sin saber qué pensar.
¿Por qué me muestras esto? Porque mereces saber con quién te estás involucrando y porque ese bebé merece una figura materna decente. ¿Y crees que eres tú? Sé que soy yo. Los cuidé a ustedes dos por meses con dedicación, con amor verdadero. Fernando movió la cabeza. Verónica, eso no justifica todo

lo que hiciste. Todo lo que hice fue por amor. Ella ella solo está interesada en tu dinero. Tú no la conoces.
La conozco mejor que tú. ¿Quieres apostar? Verónica tomó su celular y mostró una grabación de audio. Escucha, esto. Era una conversación entre Guadalupe y alguien, aparentemente por teléfono. Tiene mucho dinero, mamá. Si sale bien, nuestra vida va a cambiar completamente. Solo necesito ganarme su

confianza con el bebé.
Si se enamora de mí, nunca más vamos a pasar necesidades. Fernando se puso pálido al escuchar. Esto, esto no puede ser verdad. Es su voz, Fernando. La grabé la semana pasada cuando estaba en el jardín hablando por teléfono. Fernando se levantó de la mesa conmocionado. Necesito irme. Piensa bien en

lo que vas a hacer. mereces a alguien que te ame de verdad, no por tu dinero.
Fernando salió del café sin saber ya en qué creer. Cuando Fernando llegó a casa, encontró a Guadalupe jugando con Sebastián en la sala. Estaban riendo y la escena era tan natural, tan llena de amor, que por un momento olvidó la conversación con Verónica. ¿Cómo te fue?, preguntó Guadalupe.

Complicado.
Fernando se sentó pesadamente en el sofá. Me mostró unas fotos tuyas. ¿Qué fotos? De ti en una fiesta hace 6 meses y saliendo de un motel. Guadalupe se puso roja. Fernando, ¿puedo explicar? Y hay más. Una grabación tuya hablando sobre mi dinero. El silencio se instaló en la sala. Sebastián,

sintiendo la tensión comenzó a llorar bajito.
Fernando, déjame explicarte todo. Entonces, explica. Guadalupe respiró profundo. La fiesta fue real. Fue el cumpleaños de mi prima dos meses después de que terminé el tratamiento. Me sentía viva por primera vez en meses y quise celebrar. Y el motel fue con un tipo que conocí en una aplicación. Sí.

Estaba casado, pero yo no lo sabía. Me enteré después y terminé todo inmediatamente. Fernando la observaba tratando de decidir si creerle. Y la grabación sobre mi dinero. ¿Qué grabación? Nunca hablé nada sobre tu dinero con mi mamá. Verónica te grabó por teléfono. Guadalupe frunció el seño.

Fernando, pudo haber sido una conversación sobre otro tema que editó o puede ser completamente falsa. La voz se parecía mucho a la tuya. Parecida no es igual y tú mismo dijiste que está obsesionada. Sebastián lloró más fuerte. Guadalupe lo tomó en brazos. Fernando, mírame. Él levantó los ojos. Si

hubiera tenido interés en tu dinero, ¿crees que habría rechazado todas las veces que trataste de darme regalos? ¿Crees que me habría regresado a casa de mi mamá cuando me despediste? Fernando pensó.
Realmente Guadalupe siempre había rechazado cualquier ayuda económica. Y más importante, continuó ella, ¿crees que podría fingir el amor que siento por este bebé por meses? Sebastián había dejado de llorar y miraba a Fernando como si le pidiera que creyera en Guadalupe. Yo ya no sé en qué creer.

Entonces cree en lo que ves, en lo que sientes.
Fernando miró a los dos, a Guadalupe cargando a Sebastián con tanto cariño, al bebé que solo sonreía cuando ella estaba cerca. Juras que nunca tuviste interés en mi dinero. Juro por todo lo más sagrado. Juro por la vida de Sebastián y sobre la grabación. Fernando, trabajo como empleada doméstica

desde hace años. Me gano la vida, honestamente.
Si quisiera un hombre rico, ¿crees que lo buscaría en una casa donde soy empleada? tenía sentido. Fernando comenzó a sentirse tonto por haber dudado. Perdóname. Verónica logró plantar dudas en mi cabeza. Exactamente lo que quería. Fernando se acercó y los abrazó a los dos. No voy a dejar que vuelva

a hacer esto.
¿Qué hacemos ahora? Ahora vamos a la policía. Con las fotos que tiene de ti, podemos probar que te está acosando. ¿Crees que eso la va a detener? Tiene que hacerlo. No podemos vivir así. Pero Fernando estaba equivocado. Verónica estaba lejos de darse por vencida.

El lunes por la mañana, Fernando y Guadalupe fueron a la comandancia a levantar una denuncia contra Verónica. Llevaron las fotos y contaron sobre las amenazas. Vamos a investigar”, prometió el comandante. “Pero mientras tanto, tengan cuidado, los casos de obsesión pueden escalar rápidamente.”

Cuando regresaron a casa, encontraron la puerta del departamento abierta. “Quédate atrás de mí”, dijo Fernando entrando despacio. La casa estaba revuelta.
Cajones abiertos, cojines tirados en el piso, armarios registrados. Sebastián, gritó Guadalupe corriendo hacia la Narcery. El bebé estaba en su cuna llorando, pero aparentemente ileso. “Gracias a Dios”, dijo ella tomándolo en brazos. Fernando revisó el resto de la casa. No faltaba nada de valor,

pero había una nota en la mesa de la cocina.
Ahora ya saben de lo que soy capaz. Si quieren que esto pare, encuéntrenme hoy a las 8:0 pm en el estacionamiento del centro comercial. Vengan solos. Entró a nuestra casa dijo Guadalupe temblando. Pudo haberle hecho daño a Sebastián. Por eso esto tiene que terminar hoy. Fernando. Puede ser una

trampa. Puede ser. Pero si no vamos, va a seguir escalando.
La próxima vez puede ser peor. Esa noche, Fernando y Guadalupe llegaron al estacionamiento del centro comercial a las 8:00 pm. Dejaron a Sebastián con Patricia, quien se comprometió a llamar a la policía si no tenían noticias en dos horas. Verónica estaba recargada en un carro negro al fondo del

estacionamiento. Qué bueno que vinieron los dos. ¿Qué quieres, Verónica?, preguntó Fernando.
Quiero que paren con esta farsa de familia feliz. No es una farsa. Nos amamos. Amor. Verónica rió amargamente. Se conocen desde hace tres semanas. ¿Y tú me amas desde cuándo?, replicó Fernando. También no son meses, pero yo te cuidé, dediqué mi vida a ustedes. ¿Te dedicaste o te obsesionaste?,

preguntó Guadalupe.
Verónica se volteó hacia ella con odio en los ojos. Tú ni siquiera deberías estar aquí. Deberías haberte quedado en tu lugar. Mi lugar es al lado de ellos. Tu lugar está lejos de mi familia. Verónica, dijo Fernando firmemente. No es tu familia, nunca lo fue. Y de ella sí, una empleada doméstica que

mintió sobre todo.
Ella no mintió sobre lo que importa, que es que ama a Sebastián y que me ama a mí. Verónica sacó algo de su bolsa. Era un sobre. Hay algo más que necesitan saber. tiró fotos al suelo. Eran imágenes de Guadalupe en el hospital durante el tratamiento. Sabían que tal vez no pueda tener hijos, que el

tratamiento pudo haber afectado su fertilidad.
Fernando miró a Guadalupe, quien bajó los ojos. Es verdad, le preguntó. Es una posibilidad. Los doctores dijeron que puede pasar. Y no me dijiste, porque no quería que me vieras como alguien defectuosa. Fernando le tomó la mano. Guadalupe, eso no cambia nada. Sebastián ya es nuestro hijo. Si no

podemos tener otros, él es más que suficiente.
Qué escena tan linda. Dijo Verónica sarcásticamente. Pero se olvidaron de algo. ¿De qué? Yo no voy a permitir esto. Verónica abrió la cajuela del carro y mostró un bidón de gasolina. Si no puedo tener la familia que quiero, nadie va a tener familia. Verónica, estás loca. Loca de amor. Y la gente

loca de amor hace cosas locas.
Fernando y Guadalupe se miraron dándose cuenta de que la situación se había salido de control. ¿Qué quieres que hagamos?, preguntó Fernando tratando de calmarla. Quiero que ella desaparezca de tu vida para siempre. Y si desaparece, ¿nos vas a dejar en paz? Si desaparece y me das una oportunidad. Sí.

Guadalupe miró a Fernando.
Haces esto por mí, le susurró. Acepta y después vemos qué hacer. Fernando entendió el plan. Está bien, Verónica. Ganaste. En serio, en serio, Guadalupe se va hoy mismo. Verónica sonrió por primera vez en semanas. Sabía que en el fondo me elegirías a mí. Guardó la gasolina en la cajuela y se acercó a

Fernando.
Ahora podemos ser una familia de verdad. Fue cuando Fernando le hizo una seña a Guadalupe, quien ya había llamado discretamente a la policía. Verónica, hay algo que necesitas saber. ¿Qué? Nunca te voy a amar, ni hoy ni nunca. La sonrisa desapareció de su rostro. ¿Cómo que no? Amo a Guadalupe y ella

no va a ningún lado. Verónica se puso furiosa. Me engañaron.
Corrió hacia el carro, pero en el momento en que abrió la cajuela para tomar la gasolina, las sirenas de la policía resonaron por el estacionamiento. Policía, manos arriba. Verónica se quedó parada unos segundos mirando de Fernando a Guadalupe, después a los policías que se acercaban. Si no los

puedo tener, gritó, “nadie los va a tener.
” Tomó el bidón de gasolina y comenzó a derramarla en el suelo, pero los policías fueron más rápidos. Dos de ellos la tiraron antes de que pudiera encender algo. “Destruyeron mi vida”, gritaba mientras la esposaban. Los amaba, los cuidaba. “Señora, ¿tiene derecho a permanecer callada”, dijo el

policía mientras Verónica era puesta en la patrulla, aún gritando, Fernando abrazó a Guadalupe. “Se acabó”, dijo él. “Finalmente se acabó.
” “¿Estás seguro?” “Estoy seguro. Va a estar presa mucho tiempo.” Regresaron a casa donde encontraron a Sebastián durmiendo tranquilamente en brazos de Patricia. ¿Cómo les fue?”, preguntó ella. “Fue arrestada”, dijo Guadalupe. “Ya no nos va a molestar.” Patricia sonríó. Entonces, ahora están

seguros. Fernando miró a Guadalupe y a Sebastián.
“Finalmente podemos respirar en paz.” Guadalupe tomó a Sebastián en brazos y él sonrió aún dormido, como si supiera que el peligro había pasado. “¿Y ahora qué?”, preguntó ella bajito. Fernando la atrajo hacia él. Ahora construimos nuestra vida como debe ser, sin miedo.

Por primera vez en meses durmieron tranquilos, sabiendo que estaban seguros. Pero aún había algo importante que tenía que decirse, algo que cambiaría sus vidas para siempre. Tres semanas después del arresto de Verónica, la vida en la mansión y turbide había encontrado una rutina dulce y tranquila.

Sebastián cumplió 4 meses y estaba creciendo rápidamente, siempre son veía a Guadalupe.
“Mira nada más”, dijo Fernando una mañana soleada, observando a Guadalupe darle papilla a Sebastián en la cocina. “Está tratando de hablar, pa. Pa, pa balbuceaba Sebastián mirando directamente a Guadalupe. Creo que está tratando de decir papá, rió ella. O mamá, sugirió Fernando acercándose a los

dos. La palabra quedó flotando en el aire por un momento.
Desde que Verónica había sido arrestada, no habían hablado sobre el futuro de manera definitiva. Vivían el día a día disfrutando la paz recuperada. Pero sin hacer planes concretos. Fernando dijo Guadalupe limpiando la boca de Sebastián. Necesito platicar contigo sobre algo. Él sintió que se le

revolvía el estómago. Se iría. Dime. Es sobre mi trabajo aquí como empleada doméstica.
¿Qué pasa? Ya no tiene sentido que siga siendo solo empleada. No. Después de todo lo que pasó. Fernando tragó saliva. ¿Te quieres ir? No, dijo ella rápidamente. Quiero quedarme, pero quiero quedarme como como parte de la familia, no como empleada. Guadalupe, déjame terminar. Sé que es muy pronto

para hablar de estas cosas.
Sé que puedes pensar que es precipitado, pero estos meses cuidando a Sebastián, viviendo aquí con ustedes, me siento en casa por primera vez en la vida. Sebastián aplaudió como si estuviera de acuerdo. Y yo me siento completo por primera vez desde que murió Catalina, confesó Fernando. Entonces,

¿qué hacemos? Fernando le tomó la mano. Vamos despacio, paso a paso.
¿Qué tal si primero somos novios como debe ser? Guadalupe sonrió. Novios. A los 34 años con un hijo que criar. ¿Por qué no? Nos merecemos vivir esto como debe ser. Está bien, seamos novios. Entonces, Sebastián soltó una carcajada alta como si aprobara la decisión. Creo que Sebastián está de acuerdo

dijo Fernando dándole un beso en la mejilla a Guadalupe.
Fue cuando sonó el teléfono rompiendo el momento dulce. Bueno, señor Iturbide, soy el licenciado. Tengo noticias sobre el proceso contra Verónica Santibáñez. Fernando puso el teléfono en altavoz para que Guadalupe también escuchara. ¿Qué pasó, licenciado? Fue sentenciada.

3 años de prisión por amenazas, acoso, allanamiento de morada y perturbación de la tranquilidad. más tratamiento psicológico obligatorio durante todo el periodo y la orden de restricción se mantiene. No puede acercarse a ustedes por 10 años después de que salga de prisión. Fernando y Guadalupe se

miraron aliviados. Gracias por todo, licenciado.
Ah, y una última cosa, durante el juicio pidió disculpas públicamente. Dijo que reconoce que estaba enferma y que ustedes no merecían pasar por eso. ¿Cómo estaba? Aparentemente más tranquila. El tratamiento parece estar haciendo efecto, pero va a ser un proceso largo. Después de que colgó,

Guadalupe abrazó a Fernando. Finalmente terminó. Sí, ahora podemos construir nuestra vida sin miedo.
Sebastián comenzó a llorar bajito. Guadalupe lo tomó en brazos. Hola, mi amor. ¿Qué pasa? ¿Tienes sueño? Pa pa ma. Trató de decir Sebastián. Órale, ya casi puede, dijo Fernando emocionado. Ma, ma, continuó el bebé haciendo un esfuerzo enorme. Está tratando de decir mamá, dijo Guadalupe con los ojos

llorosos. Fernando abrazó a los dos sintiendo que finalmente podían respirar en paz.
Ahora sí, ahora podemos ser felices sin mirar atrás. Seis meses después, una tarde de domingo, Fernando llegó del trabajo y encontró a Guadalupe en el jardín jugando con Sebastián. El bebé, ahora de 10 meses, ya gateaba por el pasto, riéndose mientras ella lo perseguía. ¿Cómo estuvo el trabajo?, le

preguntó cuando lo vio. Bien, pero prefiero mil veces estar aquí con ustedes.
Sebastián vio a su papá y gateó rápidamente hacia él. Pa pa dijo claramente estirando los bracitos. Dijo, “Papá!”, gritó Fernando tomando a su hijo en brazos. Escuchaste, dijo papá. “Sí, escuché.” Y ayer logró decir mamá completito. En serio, te juro. Lo estaba bañando y de repente me miró y dijo,

“Mamá.
” Fernando giró con Sebastián en brazos, quien se carcajeó fuerte. Mi hijo se está volviendo un parlanchín. Entraron a la casa y después de darle de cenar a Sebastián y acostarlo, Fernando llamó a Guadalupe al jardín. “Quiero platicar sobre algo”, dijo pareciendo nervioso. “¿Está todo bien?” “Sí,

está, de hecho está perfecto.
” “Y de eso quiero hablar.” Se hincó en el suelo sacando una cajita pequeña del bolsillo. Guadalupe Hernández. ¿Te quieres casar conmigo? Ella se quedó sin reaccionar por unos segundos mirando la cajita. “Fernando, sé que dijimos que íbamos despacio, pero estos se meses me mostraron que no quiero

nada más en la vida que a ti y a Sebastián.
Ustedes son mi familia. Pero si crees que es muy pronto, podemos comprometernos y casarnos hasta el próximo año. No tengo prisa. Solo quiero que sepas que es para siempre. Guadalupe también se hincó en el pasto, quedando a su altura. Fernando, acepto. Por supuesto que acepto. En serio, en serio. Yo

tampoco quiero nada más que ustedes dos. Él le puso el anillo en el dedo.
Era sencillo pero hermoso cuando nos casamos. ¿Qué tal en 6 meses? Quiero hacer una fiesta pequeña, pero bonita, con mi mamá, tus amigos. Perfecto. Desde el cuarto escucharon a Sebastián llorar bajito. Debe haber sentido que pasó algo especial, rió Guadalupe. Se lo decimos. Subieron juntos y

encontraron a Sebastián despierto en su cuna, mirando hacia la puerta como si los esperara.
“Hola, mi amor”, dijo Guadalupe tomándolo en brazos. “¿Adivina qué papá y mamá se van a casar?” [Música] ma pí balbuceó Sebastián aplaudiendo. Creo que aprobó, Río Fernando. Ahora sí somos una familia completa. 6 meses después, una tarde soleada de sábado, la mansión Iturbide estaba adornada con

flores blancas y amarillas.
No era una gran fiesta, pero estaba perfecta. Guadalupe se miraba en el espejo del cuarto, arreglándose el vestido sencillo, pero elegante que había elegido. A su lado, Elena le acomodaba el velo. Mi hija, te ves radiante. Estoy nerviosa, mamá. Es normal, pero mira hasta dónde llegaste. Del hospital

pasando por el desempleo. Hasta aquí. Eres una guerrera.
A veces todavía no creo que todo esto esté pasando. Puedes creerlo. Te lo mereces. Un toquecito en la puerta las interrumpió. Era Patricia con Sebastián en brazos. El niño, ahora de un año y 4 meses, estaba todo arregladito con un traje azul. El novio se está poniendo ansioso allá abajo, rió ella.

Y Sebastián, ¿cómo está tratando de decir boda todo el tiempo? Sale algo como boda. Guadalupe tomó a su hijo en brazos. Hoy papá y mamá se van a casar oficialmente. Vas a ser nuestro paje, bo. Da dijo Sebastián claramente, haciendo que todas se rieran. Aprendió la palabra nueva, observó Elena.

Abajo en el jardín de la mansión, Fernando se arreglaba la corbata por décima vez.
Ricardo, el detective que se había vuelto amigo, estaba a su lado como padrino. Relájate, hermano, ya casi termina. ¿Y si cambia de opinión a última hora? Después de todo lo que pasaron, imposible. La música comenzó a sonar. Era la misma canción que Guadalupe siempre le cantaba a Sebastián, pero en

versión instrumental. Los pocos invitados se voltearon hacia la entrada de la casa.
Primero apareció Patricia, después Sebastián, caminando solo con la ayuda de Elena, cargando los anillos en un cojincito. Se tropezó una vez, pero siguió decidido. “Papá!”, gritó cuando vio a Fernando arrancando risas de todos. Y finalmente, Guadalupe Fernando sintió que se le llenaban los ojos de

lágrimas cuando la vio.
Estaba hermosa, con una sonrisa que iluminaba todo el jardín. Cuando llegó a su lado, Fernando susurró, “Te ves perfecta. Tú también, el padre, un señor simpático que Fernando conocía desde hacía años, comenzó la ceremonia. Estamos aquí reunidos para celebrar la unión de Fernando y Guadalupe, que

ya son una familia en el corazón, pero hoy lo hacen oficial. Sebastián, en brazos de Elena, comenzó a balbucear como si quisiera participar.
“Bo, da”, dijo fuerte, haciendo reír a todos. “Fernando,” continuó el padre, “¿Aceptas a Guadalupe como esposa para amarla en la alegría y en la tristeza? En la salud y en la enfermedad. Acepto y prometo ser el mejor esposo y papá que pueda ser. Guadalupe, ¿aceptas a Fernando como esposo para amarlo

en la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad? Acepto y prometo cuidar a nuestra familia con todo mi amor.
Los anillos, por favor. Sebastián trató de entregar los anillos solo, pero terminó tirando uno. Fernando lo levantó del suelo riéndose. Gracias, hijo. Cuando Fernando le puso el anillo en el dedo a Guadalupe, ella estaba llorando de emoción. Con este anillo te recibo como mi esposa. Con este anillo

te recibo como mi esposo.
Por el poder que me ha sido conferido, los declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia. El beso fue dulce, lleno de amor. Los invitados aplaudieron, pero el sonido más bonito vino de Sebastián. “Papá, mamá!”, gritó aplaudiendo. “Primera foto de la familia”, dijo el fotógrafo. Los tres posaron

juntos. Fernando y Guadalupe besándose, y Sebastián entre ellos haciendo muecas a la cámara.
Era la imagen perfecta de una familia que había vencido todas las dificultades. Más tarde, durante la pequeña fiesta, Sebastián fue de persona en persona presumiendo a sus papás. Mi papá, mi mamá, les decía orgulloso a todos los que quisieran escuchar. Se está presumiendo, rió Ricardo. Con razón,

dijo Fernando. Él ayudó a que esta familia sucediera. Cuando llegó la noche y los pocos invitados se fueron, Fernando, Guadalupe y Sebastián se quedaron solos en el jardín. ¿Y ahora qué?, preguntó Guadalupe.
Ahora vivimos un día a la vez siendo felices. Sebastián, cansado de la fiesta, se acurrucó entre los dos en la banca del jardín. “Duerme, angelito, duerme en paz”, comenzó a cantar Guadalupe bajito. “Mami está aquí y no se va más”, continuó Fernando, quien había aprendido la canción. El sueño viene

a abrazarte y los sueños van a arrullarte. Terminaron juntos.
Sebastián se durmió ahí mismo entre sus papás bajo las estrellas. Era el final perfecto de un largo camino de superación, amor y familia. ¿Te gustó esta historia? ¿Crees que Verónica tuvo lo que se merecía? ¿Crees que Guadalupe hizo bien en perdonar y seguir adelante? Cuéntame en los comentarios.

Hasta la próxima historia. M.