El esposo golpeó a su esposa con un bate de béisbol solo para complacer a su amante — pero la venganza llevada a cabo por los tres hermanos CEO de la esposa dejó a todos asombrados.

La sangre corría por la frente de Emily Carter mientras se arrastraba por el suelo de mármol, apretándose las costillas con fuerza.
El hombre que se suponía debía amarla —su esposo, Ryan— se erguía sobre ella, sosteniendo un bate de béisbol manchado con su sangre.
—Eres inútil —escupió él, con la mirada helada—. Sophia merece algo mejor de lo que tú jamás podrías ofrecerle.
Sophia —su amante—, la mujer que lo había convencido de que Emily lo estaba frenando.

Esa noche, la crueldad de Ryan fue demasiado lejos. Emily se había negado a firmar los documentos para transferir la casa a su nombre, y en un arranque de furia, él blandió el bate sin dudarlo.
Los vecinos oyeron los gritos, pero nadie se atrevió a intervenir —Ryan era poderoso en el pueblo, y la gente le temía—.
Cuando todo terminó, Emily yacía inconsciente, su cuerpo cubierto de moretones, su espíritu destrozado.

Pero Ryan cometió un error fatal: olvidó quién era realmente Emily Carter.
Olvidó que sus tres hermanos —Ethan, Lucas y Daniel Carter— no eran simples hermanos protectores.
Eran los CEO de tres de las corporaciones más influyentes del país.

Cuando Ethan recibió la llamada del hospital, su voz se volvió de hielo.
—¿Quién le hizo esto a mi hermana? —preguntó a la enfermera.
En el momento en que ella susurró el nombre, él no dijo ni una palabra más.

En cuestión de horas, tres jets privados despegaron de Nueva York, San Francisco y Chicago,
todos con destino al mismo lugar: el pequeño pueblo suburbano donde Ryan creía ser intocable.