La generación de 1997 desapareció en campamento en Mérida 16 años después. Un descubrimiento perturbador. Carlos Mendoza observó las piedras que acababa de remover con la pala mecánica. El arqueólogo de la Universidad Autónoma de Yucatán había recibido autorización para realizar excavaciones menores
en una zona arqueológica poco explorada, a 30 km al sur de Mérida. Lo que encontró no eran vestigios mayas.
¿Qué diablos es esto?, murmuró mientras se agachaba para examinar los objetos que habían emergido de la tierra. Seis mochilas de lona descoloridas por el tiempo yacían parcialmente enterradas. Los colores originales eran apenas perceptibles, azul marino, verde militar, negro. Una de ellas tenía
bordado el nombre Alejandro Vázquez en letras mayúsculas.
Otra mostraba la inscripción Camping Juventud Yucateca 1997. Carlos sacó su teléfono celular y marcó al número de la Procuraduría General de Justicia del Estado. El caso que estaba a punto de abrir había permanecido cerrado durante 16 años. En la capital del estado, Rosa Elena Vázquez recibió la
llamada a las 3 de la tarde.
Había pasado 16 años esperando noticias de su hermano Alejandro. Ahora, a los 42 años trabajaba como secretaria en una escuela primaria y había resignado cualquier esperanza de encontrar respuestas. ¿Está usted segura de que quiere venir a identificar los objetos?, preguntó el agente ministerial
Roberto Camal por teléfono. He esperado toda mi vida para esto respondió Rosa Elena.
Estaré allí en dos horas. El campamento había sido organizado por la Fundación Educativa Mayab en julio de 1997. Seis jóvenes de 18 años participaron en lo que debía ser una experiencia de crecimiento personal de dos semanas. Alejandro Vázquez, Carmen Solís, Diego Herrera, Paola Mendizábal, Sergio
Góngora y Ana Lucía Chan, todos estudiantes de último año de preparatoria en diferentes escuelas de Mérida. Rosa Elena llegó al sitio arqueológico cuando el sol comenzaba a declinar.
El área había sido acordonada y varios técnicos forenses documentaban cada objeto encontrado. Reconoció inmediatamente la mochila de su hermano. Alejandro había insistido en bordar su nombre porque siempre perdía sus cosas. Era la primera vez que Alejandro participaba en algo así”, explicó Rosa
Elena a la gente Camal.
“Nuestros padres murieron en un accidente cuando él tenía 16 años. Yo trabajaba doble turno para mantenerlo en la escuela. Pensé que el campamento le haría bien, que conocería gente nueva. El agente revisó sus archivos. El reporte original, fechado el 23 de julio de 1997, indicaba que los seis
jóvenes habían abandonado el campamento voluntariamente durante la madrugada del quinto día.
Los coordinadores reportaron que no había señales de violencia y que los jóvenes habían dejado una nota indicando su intención de vivir libremente sin reglas de adultos. ¿Su hermano habría hecho algo así?”, preguntó Camal. “Camas.” Alejandro era responsable. Sabía que yo había hecho sacrificios
para que pudiera estudiar. No me habría abandonado así.
Carlos Mendoza continuó la excavación bajo supervisión ministerial. A un metro de profundidad de donde aparecieron las mochilas, los detectores de metal localizaron varios objetos más: seis credenciales de estudiante, dos relojes de pulsera, un collar con una cruz de plata y, más perturbador aún,
fragmentos de ropa desgarrada.
La credencial de Alejandro mostraba su fotografía. Un joven de rostro alargado, cabello negro ondulado y sonrisa tímida. La de Carmen Solís revelaba a una muchacha de ojos grandes y cabello rizado recogido en una coleta. Las otras credenciales correspondían a los cuatro jóvenes restantes.
Si abandonaron el campamento voluntariamente, ¿por qué enterraron sus pertenencias?, preguntó Rosa Elena. El agente Caal no tenía respuesta. Consultó nuevamente el expediente original. La investigación había sido dirigida por el entonces comandante Esteban Rosales, quien declaró el caso cerrado
después de dos semanas de búsqueda sin resultados. Rosales argumentó que no había evidencia de crimen y que los jóvenes probablemente habían huído a otra ciudad o incluso al extranjero. ¿Dónde puedo localizar al comandante Rosales?, preguntó Rosa Elena.
Se retiró hace 5 años. Ahora dirige una empresa de seguridad privada aquí en Mérida. es muy respetado en la comunidad. Rosa Elena anotó el nombre de la empresa Seguridad Integral Península. Decidió que visitaría a Rosales al día siguiente para obtener detalles que no aparecían en el reporte
oficial.
Carlos Mendoza, mientras tanto, había hecho otro descubrimiento inquietante. Los fragmentos de ropa encontrados mostraban cortes regulares, como si hubieran sido cortados con instrumento filoso. Uno de los fragmentos correspondía a una camisa de manga larga color beige, otro a unos pantalones de
mezclilla. Esto no parece ropa que se dañó naturalmente con el tiempo”, observó el arqueólogo.
El análisis forense preliminar reveló que los objetos habían estado enterrados durante aproximadamente 16 años, coincidiendo con la fecha de desaparición. Las condiciones del suelo, rico en minerales cálcios típicos del subsuelo yucateco, habían preservado relativamente bien los materiales
orgánicos. Rosa Elena examinó cada objeto personal de su hermano.
En el bolsillo frontal de la mochila encontró una libreta de apuntes que había pertenecido a Alejandro. Las páginas estaban húmedas y manchadas, pero algunas anotaciones eran legibles. La última entrada, fechada el 18 de julio de 1997, decía: “Carmen está preocupada. Dice que el coordinador Molina
actúa raro con las chicas. Diego piensa igual.
El coordinador mencionado en la nota era Rubén Molina, quien según el expediente había sido el responsable directo del grupo durante el campamento. Molina, de 35 años en 1997, trabajaba para la fundación educativa MJAB desde 1995. Fue interrogado este Rubén Molina durante la investigación original,
preguntó Rosa Elena.
Camal revisó los documentos. Sí, prestó declaración el 25 de julio de 1997. Dijo que los jóvenes habían mostrado actitudes rebeldes desde el primer día y que no se sorprendió cuando desaparecieron. ¿Dónde está ahora? Según nuestros registros, sigue trabajando para la misma fundación. Ahora es el
director general.
Rosa Elena sintió un escalofrío. El hombre que había estado a cargo de su hermano cuando desapareció ahora, dirigía la organización completa. ¿Cómo había logrado ascender después de perder a seis jóvenes bajo su supervisión? El día terminó con más preguntas que respuestas. Los objetos fueron
trasladados al laboratorio forense para análisis más detallados.
Rosa Elena regresó a su casa en el centro de Mérida con una copia del expediente original y la firme determinación de descubrir qué había ocurrido realmente con su hermano y los otros cinco jóvenes. Esa noche revisó cada página del expediente, notó varias inconsistencias. Las declaraciones de los
coordinadores del campamento no coincidían en algunos detalles menores, pero significativos.
La supuesta nota de despedida de los jóvenes nunca había sido encontrada, solo mencionada por Rubén Molina. Y más extraño aún, ningún familiar de los otros cinco jóvenes había sido contactado para el seguimiento del caso. Rosa Elena decidió localizar a las otras familias. Si iba a resolver este
misterio después de 16 años, necesitaría aliados.
El descubrimiento en las ruinas era solo el comienzo. Rosa Elena comenzó temprano en la mañana visitando la biblioteca municipal para consultar los archivos de periódicos de 1997. Encontró tres notas breves sobre la desaparición de los jóvenes, todas publicadas en los días posteriores al 23 de
julio.
Las notas eran prácticamente idénticas basadas aparentemente en el mismo boletín oficial. Seis estudiantes abandonan campamento educativo”, decía el titular del diario de Yucatán del 25 de julio de 1997. El artículo citaba únicamente al comandante Esteban Rosales y a Rubén Molina. No incluía
declaraciones de familiares ni detalles específicos sobre las circunstancias de la desaparición.
Rosa Elena anotó los nombres de los otros cinco jóvenes y comenzó a buscarlos en el directorio telefónico de 1997. Carmen Solís vivía en la colonia García Jiner, Diego Herrera en pensiones, Paola Mendizábal en el centro histórico, Sergio Góngora en fraccionamiento del norte, Ana Lucia Chan en la
colonia Maya. Su primera visita fue a la casa de Carmen Solís.
La familia seguía viviendo en la misma dirección. Patricia Solís, madre de Carmen, abrió la puerta con expresión recelosa que cambió inmediatamente cuando Rosa Elena se identificó. ¿Encontraron algo?, preguntó Patricia invitando a Rosa Elena a pasar. Ayer aparecieron las mochilas de todos los
chicos enterradas cerca de unas ruinas mayas. Patricia se cubrió el rostro con las manos.
Sabía que Carmen no se habría ido así. Era una niña responsable, estudiosa, quería ser médico. Rosa Elena mostró la credencial de Carmen que había sido encontrada. Patricia la tomó con manos temblorosas. Esta foto se la tomaron para el campamento. Carmen estaba tan emocionada, dijo que por fin
conocería a jóvenes de otras escuelas, que haría amigos nuevos.
¿Qué le dijeron a usted cuando desaparecieron? El comandante Rosales vino aquí el 25 de julio. Dijo que Carmen había dejado una nota diciendo que se iba a vivir su vida sin interferencias de adultos, pero Carmen jamás habría escrito algo así. Su vocabulario no incluía palabras como interferencias,
era más directa para expresarse. Patricia condujo a Rosa Elena a la habitación de Carmen, que había permanecido intacta durante 16 años.
Los pósters de cantantes de los 90 cubrían las paredes. Los libros de texto de preparatoria seguían ordenados en el escritorio. “Carmen mencionó algo extraño sobre el coordinador del campamento”, preguntó Rosa Elena. “Sí, el día antes de irse me dijo que el señor Molina la había mirado de forma
rara durante el primer día. Carmen era muy perceptiva para esas cosas.
” Rosa Elena mostró a Patricia la anotación encontrada en la libreta de Alejandro. Patricia leyó con creciente indignación. Esto confirma lo que Carmen me había dicho. ¿Por qué la policía no investigó a ese hombre? Eso es lo que voy a averiguar. La siguiente visita fue a la familia Herrera. Miguel
Herrera, padre de Diego, trabajaba como mecánico en un taller del centro de Mérida.
Cuando Rosa Elena explicó el motivo de su visita, Miguel dejó de trabajar inmediatamente. Diego era mi único hijo. Su madre murió cuando él tenía 15 años. Trabajé doble turno para mantenerlo estudiando. Miguel limpió sus manos manchadas de grasa y acompañó a Rosa Elena a una pequeña oficina en la
parte trasera del taller.
¿Qué le dijeron cuando Diego desapareció? Ese comandante Rosales vino el mismo día. dijo que Diego había dejado una nota, pero yo conocía la letra de mi hijo. Cuando pedí ver la nota, me dijeron que se había extraviado. Diego le comentó algo sobre problemas en el campamento.
La noche, antes de que desaparecieran, Diego me llamó desde un teléfono público del pueblo donde estaban. Dijo que algo no estaba bien, que querían regresar a casa, pero que el coordinador no los dejaba. Rosa Elena sintió escalofríos. Diego dijo específicamente que no los dejaban irse. Exactamente
eso. Dijo, “Papá, queremos regresarnos, pero Molina dice que tenemos que completar las dos semanas.” Diego sonaba preocupado.
Esta información contradecía completamente la versión oficial. Si los jóvenes querían regresar a casa, pero fueron obligados a quedarse, la teoría de la fuga voluntaria se desmoronaba. Rosa Elena visitó después a la familia Mendizábal. Paola había sido hija única de una familia acomodada del centro
histórico.
Sus padres, María Elena y Fernando, habían contratado detectives privados en 1997 para buscar a su hija. “Gastamos todos nuestros ahorros buscándola”, explicó María Elena. Los detectives encontraron inconsistencias en las declaraciones oficiales, pero cuando intentaron investigar más profundamente,
recibieron amenazas. ¿Qué tipo de amenazas? Les dijeron que dejaran de hacer preguntas o enfrentarían consecuencias legales.
Los detectives se retiraron del caso. Fernando mostró a Rosa Elena un archivo completo que habían compilado. Incluía fotografías del campamento, testimonios de otros coordinadores que habían trabajado con Molina en años anteriores y una lista de inconsistencias en la investigación oficial.
Molina había tenido problemas previos, explicó Fernando en 1996. Una joven de 16 años presentó una queja por acoso sexual contra él. La denuncia fue archivada sin investigación. ¿Tienen una copia de esa denuncia? La obtuvimos de manera extraoficial. La joven se llamaba Sofía Aguilar. Después de
presentar la denuncia, su familia se mudó a Cancún.
Rosa Elena copió toda la información. La familia Mendizábal había desarrollado la teoría de que Molina había abusado sexualmente de los jóvenes y después los había silenciado permanentemente para evitar denuncias. “¿Por qué nunca hicieron pública esta información?” “Intentamos hacerlo”, respondió
María Elena, pero el comandante Rosales nos amenazó con acusarnos de difamación.
Dijo que sin pruebas concretas cualquier acusación contra Molina resultaría en demandas legales contra nosotros. La visita a la familia Góngora reveló información igualmente perturbadora. Sergio había sido un estudiante brillante con una beca completa para estudiar ingeniería. Su abuela, Esperanza
Góngora, lo había criado desde pequeño.
Sergio me llamó la noche del 19 de julio, recordó la anciana. estaba llorando. Dijo que había pasado algo terrible, pero que no podía contarme por teléfono. Esas fueron sus palabras exactas. Dijo, “Abuela, pasó algo muy feo. No puedo hablar por teléfono, pero cuando regrese te voy a contar todo.”
Esa fue la última vez que escuché su voz. Rosa Elena terminó el día visitando a la familia Chan.
Ana Lucia había sido la menor del grupo. Cumplió 18 años apenas dos semanas antes del campamento. Sus padres comerciantes de la colonia Maya conservaban cada carta que Ana Lucía había escrito desde el campamento. Ana Lucía nos escribió todos los días hasta el 18 de julio”, explicó su madre Dolores
Chan.
En su última carta decía que ya no se sentía segura. Dolores mostró la carta a Rosa Elena. La letra de Ana Lucia. era clara y redonda. Queridos papás, espero regresar pronto a casa. El señor Molina nos dijo que no podemos usar el teléfono para llamar a nuestras familias porque es parte del
ejercicio de independencia. Pero yo no me siento bien aquí. Carmen y yo hablamos mucho. Algo no está bien.
Les escribo esto en secreto porque nos prohibieron mandar cartas después del tercer día. Si no saben de mí, pronto busquen ayuda. Rosa Elena había reunido suficiente información para confrontar tanto al excomandante Rosales como al director Molina. Las declaraciones de las familias pintaban un
cuadro completamente diferente al de la investigación oficial.
Los jóvenes no habían huído voluntariamente, habían sido retenidos contra su voluntad y aparentemente habían temido por su seguridad. Esa noche Rosa Elena organizó toda la información recopilada. Tenía testimonios de cinco familias que contradecían la versión oficial. Una denuncia previa contra
Molina por acoso sexual, evidencia de que los jóvenes habían sido impedidos de contactar a sus familias y ahora las mochilas enterradas con ropa desgarrada. Era hora de confrontar directamente a los responsables de la investigación
original. Rosa Elena llegó temprano a las oficinas de seguridad integral península. El edificio de vidrio y acero contrastaba con la arquitectura colonial de Mérida. En el directorio del vestíbulo leyó Esteban Rosales Herrera, director general.
La recepcionista, una mujer joven de unos 25 años, preguntó el motivo de la visita. Vengo por el caso de los seis jóvenes desaparecidos en 1997. Soy hermana de Alejandro Vázquez. 15 minutos después, Esteban Rosales apareció en el vestíbulo. A los 62 años conservaba la postura militar y el bigote
cano perfectamente arreglado. Su traje gris oscuro y la cadena de oro en el chaleco proyectaban prosperidad.
Señorita Vázquez, lamento mucho lo de su hermano. Fue uno de los casos más difíciles de mi carrera. Rosales la condujo a su oficina en el octavo piso. Las paredes estaban decoradas con fotografías suyas junto a políticos y empresarios locales. También había una placa conmemorativa por 25 años de
servicio distinguido en la Procuraduría General de Justicia.
Ayer encontraron las mochilas de los seis jóvenes enterradas cerca de unas ruinas”, informó Rosa Elena directamente. Rosales se reclinó en su silla de cuero. “Me enteré por mis contactos en la procuraduría. ¿Qué necesita saber? ¿Por qué cerró el caso tan rápidamente?” “Señorita, investigamos
durante dos semanas completas.
Interrogamos a todos los coordinadores del campamento. Revisamos el área donde estaban hospedados. Hablamos con las familias. No había evidencia de crimen. Rosa Elena sacó las copias de la información recopilada el día anterior. Cinco familias me dijeron que usted les informó sobre una nota de
despedida que los jóvenes supuestamente dejaron, pero nunca encontraron esa nota. La nota existió. Rubén Molina me la mostró.
Desafortunadamente se extravió durante el proceso de documentación. ¿No le pareció sospechoso que seis jóvenes de diferentes estratos sociales y personalidades decidieran huir juntos sin previo aviso? Rosales se levantó y caminó hacia la ventana que daba vista al paseo de Montejo. En 1997 era común
que los jóvenes tomaran decisiones impulsivas.
La cultura juvenil de la época promovía la rebeldía contra la autoridad adulta. Miguel Herrera me dijo que su hijo Diego lo llamó la noche del 19 de julio diciendo que querían regresar a casa, pero que Molina no los dejaba irse. Rosales se giró bruscamente. El señor Herrera nunca mencionó esa
llamada durante su declaración oficial. ¿Lo interrogó usted personalmente? Sí. Tomé declaración a todas las familias.
Rosa Elena consultó sus notas. Según Miguel Herrera, usted solo le informó sobre la desaparición. nunca le preguntó por detalles sobre el comportamiento previo de Diego. Han pasado 16 años. Es posible que el señor Herrera no recuerde con precisión. Y la denuncia de 1996 contra Rubén Molina por
acoso sexual la investigaron como antecedente relevante.
Rosales regresó a su escritorio y abrió un folder. Esa denuncia fue determinada como infundada. La joven había tenido problemas académicos y aparentemente inventó la acusación para justificar su bajo rendimiento. ¿Tienen documentos de esa investigación? Los archivos de casos cerrados se destruyen
después de 10 años.
Según el reglamento interno de la Procuraduría, Rosa Elena notó que Rosales había preparado respuestas para todas sus preguntas, como si hubiera estado esperando esta conversación durante años. ¿Por qué nunca se realizó una búsqueda extensiva en el área donde encontraron las mochilas?
Inspeccionamos toda la zona del campamento y los alrededores inmediatos.
Esa área arqueológica está a varios kilómetros del sitio donde se hospedaban los jóvenes. Pero si los jóvenes fueron secuestrados o asesinados, el responsable habría elegido un lugar alejado para ocultar evidencia. Rosales se puso de pie indicando que la reunión había terminado. Señorita Vázquez,
entiendo su dolor y su necesidad de respuestas, pero después de 16 años, sugiero que permita que los nuevos investigadores manejen el caso con evidencia fresca, en lugar de reabrir heridas basándose en especulaciones.
Rosa Elena abandonó el edificio con la certeza de que Rosales ocultaba información crucial. Su actitud defensiva y las respuestas preparadas sugerían que había anticipado esta confrontación. Su siguiente parada fue la fundación educativa Mayab, el edificio colonial en el centro histórico. Había
sido renovado recientemente.
Una placa dorada en la entrada anunciaba director general Rubén Molina Castillo. La secretaria informó que Molina estaba en una reunión, pero que podía esperarlo. Rosa Elena utilizó el tiempo para examinar las fotografías en las paredes del vestíbulo. Una sección completa estaba dedicada a
programas juveniles 1995-2010.
Encontró varias fotografías de campamentos, incluyendo una del verano de 1997. En la fotografía aparecía un grupo de aproximadamente 20 jóvenes junto a cuatro adultos. Rosa Elena reconoció inmediatamente a su hermano Alejandro en la fila posterior, sonriendo junto a Carmen Solís. Diego Herrera
estaba en la fila frontal junto a Paola Mendizábal. Sergio Góngora y Ana Lucia Chan aparecían en el centro del grupo.
Uno de los adultos era claramente Rubén Molina, un hombre de estatura media, cabello castaño y barba recortada. A los 35 años proyectaba autoridad y confianza. Los otros tres adultos fueron identificados en el pie de foto como coordinadores asistentes. “Disculpe, ¿es usted familiar de alguno de
estos jóvenes?”, preguntó una voz detrás de ella.
Rosa Elena se giró y vio a un hombre de aproximadamente 50 años vestido con guallavera blanca y pantalones de vestir. “Soy hermana de Alejandro Vázquez.” El hombre extendió su mano. “Soy Rubén Molina. He esperado esta conversación durante muchos años.” Molina la invitó a pasar a su oficina. El
espacio era amplio y elegante, decorado con arte popular yucateco y fotografías de eventos de la fundación.
Detrás de su escritorio colgaba un diploma de la Universidad Nacional Autónoma de México y varios reconocimientos por labor social. Antes de que haga cualquier pregunta, quiero expresarle mis condolencias por Alejandro. Su desaparición fue una tragedia que marcó profundamente mi carrera.
¿Qué pasó realmente en julio de 1997? Molina juntó sus manos sobre el escritorio. Los seis jóvenes formaron un grupo muy unido durante los primeros días del campamento. Eran más maduros que los otros participantes y constantemente cuestionaban las actividades programadas. Eso era problemático, no
necesariamente, pero comenzaron a influir negativamente en los otros jóvenes.
Cuestionaban la autoridad de los coordinadores y promovían la idea de que las reglas eran innecesarias. Rosa Elena tomó notas mientras Molina continuaba. El 18 de julio hubo una discusión fuerte durante la cena. Alejandro y Diego argumentaron que deberían poder llamar a sus familias cuando
quisieran. Carmen y Ana Lucía los apoyaron. Paola y Sergio se sumaron al reclamo.
¿Cuál era la política sobre comunicación con las familias? Permitíamos una llamada supervisada cada tr días para evitar home sickness y fomentar independencia. Era una práctica estándar en programas educativos de esa época. Supervisada, un coordinador estaba presente para asegurar que las
conversaciones se mantuvieran positivas y no generaran ansiedad innecesaria en los participantes. Rosa Elena recordó la llamada que Diego había hecho a su padre.
Aparentemente había logrado llamar sin supervisión. La noche del 19 de julio, después de que todos se durmieran, los seis jóvenes abandonaron sus cabañas. dejaron una nota explicando que habían decidido vivir su vida sin interferencias de adultos que no los comprenden. ¿Puede describir exactamente
lo que decía esa nota después de tantos años? No recuerdo las palabras exactas, pero el mensaje era claro. Se iban voluntariamente y no querían ser buscados.
¿No le pareció extraño que seis jóvenes diferentes decidieran hacer esto simultáneamente? Molina se levantó y sirvió dos vasos de agua de una jarra de barro. En los años 90, los jóvenes estaban influenciados por películas y libros que romantizaban la rebeldía y la vida libre de responsabilidades.
No fue completamente sorprendente porque enterraron sus mochilas. Molina se quedó inmóvil con el vaso en la mano. Perdón.
Ayer encontraron las seis mochilas enterradas junto con fragmentos de ropa desgarrada. ¿Por qué habrían enterrado sus pertenencias si planeaban irse a vivir libremente? Molina regresó a su asiento lentamente. No tengo explicación para eso. Quizás, quizás quisieron simular que algo malo les había
pasado para evitar que sus familias los buscaran. Rosa Elena estudió el rostro de Molina.
Por primera vez durante la conversación, él había mostrado inseguridad. ¿Sabe dónde están ahora los otros tres coordinadores que aparecen en la fotografía? Desafortunadamente, los tres fallecieron en años posteriores. Roberto murió en un accidente automovilístico en 1999. Carlos tuvo un ataque
cardíaco en 2003 y Luis se suicidó en 2005.
Rosa Elena sintió escalofríos. Los únicos testigos vivos de lo que había ocurrido en el campamento eran Rubén Molina y los seis jóvenes desaparecidos. Rosa Elena salió de la fundación con más sospechas que respuestas. La muerte de los tres coordinadores testigos parecía demasiado conveniente.
Decidió investigar estos fallecimientos antes de continuar. Su primera parada fue el archivo de la hemeroteca del diario del Sureste. La bibliotecaria Esperanza Vidal había trabajado allí durante 30 años y conocía la ubicación de todos los archivos. Busco información sobre tres muertes ocurridas
entre 1999 y 2005″, explicó Rosa Elena proporcionando los nombres de los coordinadores.
Esperanza localizó las notas necrológicas. Roberto Gamboa murió el 15 de marzo de 1999 cuando su automóvil se estrelló contra un árbol en la carretera Mérida Progreso. El reporte policiaco atribuía el accidente al exceso de velocidad y posible consumo de alcohol. Carlos Medina falleció el 8 de
agosto de 2003 por infarto agudo al miocardio.
Tenía 42 años y no tenía historial de problemas cardíacos. La nota mencionaba que había estado bajo estrés laboral significativo en los meses previos a su muerte. Luis Pacheco se suicidó el 12 de noviembre de 2005. La nota era breve. El educador Luis Pacheco, de 48 años, fue encontrado muerto en su
domicilio. Las autoridades determinaron suicidio. Sus familiares reportaron que había estado deprimido desde 2003.
Rosa Elena anotó las fechas y notó un patrón. Roberto murió dos años después de la desaparición. Carlos murió exactamente 6 años después. Luis se suicidó 8 años después, pero había estado deprimido desde 2003, también 6 años después del incidente. ¿Podría ayudarme a localizar artículos sobre la
fundación educativa Mayab durante los años posteriores a 1997?, preguntó a Esperanza. La búsqueda reveló información interesante.
En 1998, la fundación recibió una subvención gubernamental significativa para expandir sus programas. En 1999, Rubén Molina fue promovido a subdirector. En 2001 se convirtió en director general después de que el director anterior, Joaquín Cervantes, renunciara por motivos personales. Rosa Elena
solicitó información sobre Joaquín Cervantes.
Esperanza encontró una nota de 2001. El educador Joaquín Cervantes, director de la Fundación educativa MAYAP durante 6 años, anunció su renuncia para dedicarse a proyectos personales. Cervantes había dirigido la fundación desde su creación en 1995. “¿Podría darme el teléfono o dirección de este
señor Cervantes?”, preguntó Rosa Elena.
“Puedo intentarlo, pero tendrá que esperar. Necesito consultar archivos más detallados.” Mientras esperaba, Rosa Elena revisó más artículos sobre la fundación. Encontró algo perturbador. Entre 1998 y 2000, tres familias habían presentado quejas informales sobre el comportamiento de coordinadores
durante campamentos. Las quejas nunca fueron formalizadas, pero las notas periodísticas mencionaban preocupaciones sobre supervisión inadecuada y comportamiento inapropiado de staff adulto.
Esperanza regresó con una dirección en la colonia Itsimná. Joaquín Cervantes vive aquí desde 2001. No tengo teléfono actualizado. Rosa Elena se dirigió inmediatamente a la dirección. La casa era modesta, pero bien mantenida, con un pequeño jardín frontal lleno de plantas tropicales. Tocó el timbre
esperando que Cervantes estuviera en casa y dispuesto a hablar.
Un hombre de aproximadamente 60 años abrió la puerta. Su cabello completamente blanco y las arrugas profundas alrededor de sus ojos sugerían que había vivido bajo considerable estrés. Señor Joaquín Cervantes, sí, ¿en qué puedo ayudarla? Soy Rosa Elena Vázquez, hermana de Alejandro Vázquez, uno de
los jóvenes que desaparecieron en su fundación en 1997. Cervantes palideció inmediatamente.
Miró hacia ambos lados de la calle antes de invitar a Rosa Elena a pasar. “He esperado esta visita durante años”, dijo mientras cerraba la puerta con llave. La sala estaba llena de libros y fotografías familiares. Cervantes ofreció café y se sentó frente a Rosa Elena con expresión resignada. Sé por
qué está aquí. Encontraron las mochilas.
¿Usted sabía dónde estaban? No exactamente dónde, pero sabía que aparecerían eventualmente. Rubén no es tan inteligente como cree. Rosa Elena sacó su libreta. ¿Qué pasó realmente en julio de 1997? Cervantes miró por la ventana antes de responder. Yo estaba fuera de la ciudad durante el campamento.
Mi madre estaba enferma en Campeche y tuve que viajar de emergencia.
Dejé a Rubén a cargo de todo el programa. Cuando regresó el 21 de julio. Cuando llegué, Rubén me informó que los seis jóvenes habían huído durante la madrugada del 20. Ya había contactado a la policía y a las familias. ¿Le pareció creíble la explicación? Cervantes se levantó y trajo una caja de
cartón de otro cuarto. Esa noche revisé todas las cabañas donde se habían hospedado los jóvenes. Encontré esto.
Sacó de la caja una playera desgarrada con manchas oscuras. ¿Qué es eso? La playera de uno de los jóvenes. Estaba escondida debajo de una cama en la cabaña de los coordinadores. Las manchas son de sangre. Rosa Elena sintió que el cuarto daba vueltas.
¿Por qué no se la entregó a la policía? Intenté hacerlo, pero cuando contacté al comandante Rosales, él me dijo que el caso ya estaba cerrado y que cualquier evidencia adicional solo complicaría innecesariamente las cosas. Rosales se negó a recibir evidencia. Me amenazó. Dijo que si yo continuaba
inventando evidencia para reabrir un caso cerrado, enfrentaría cargos por obstrucción de justicia.
Cervantes sacó otro objeto de la caja, una fotografía polaroid. También encontré esto en la oficina de Rubén. La fotografía mostraba a los seis jóvenes sentados en el suelo de lo que parecía ser una bodega o sótano. Sus manos estaban atadas y sus rostros mostraban terror evidente. Carmen Solís
tenía una herida visible en la mejilla. Alejandro Vázquez tenía la camisa desgarrada.
Rosa Elena no pudo contener las lágrimas. ¿Cuándo fue tomada esta fotografía? Por la marca de tiempo de la cámara. El 19 de julio de 1997, el día antes de que supuestamente huyeron, ¿por qué Molina conservaría una fotografía así? Porque es un psicópata. Creo que colecciona trofeos de sus crímenes.
Cervantes explicó que después de encontrar la evidencia había comenzado su propia investigación discreta. descubrió que Molina había tenido incidentes con jóvenes participantes desde 1996, pero las quejas habían sido suprimidas. ¿Por quién? Por el comandante Rosales. Molina y Rosales habían
desarrollado una relación de protección mutua.
Molina proporcionaba información sobre familias prominentes que participaban en los programas de la fundación. Rosales protegía a Molina de Investigaciones. ¿Qué tipo de información? Datos financieros. problemas familiares, secretos personales. Molina tenía acceso a información confidencial a
través de las solicitudes de los programas. Esa información era valiosa para Rosales.
Rosa Elena comprendió la magnitud de la conspiración. No se trataba solo de un coordinador abusivo, sino de una red de corrupción que incluía a la policía. ¿Por qué renunció a la fundación? porque no podía dormir sabiendo lo que había pasado. Intenté varias veces exponer a Molina, pero cada vez
recibía amenazas más serias.
Finalmente decidí renunciar y alejarme, pero conservó la evidencia. Por si algún día aparecía alguien como usted, alguien que no se conformara con la versión oficial. Cervantes entregó toda la caja a Rosa Elena. Hay más cosas aquí. Documentos internos de la fundación, copias de quejas archivadas.
correspondencia entre Molina y Rosales, todo lo que pude reunir antes de renunciar.
Rosa Elena revisó el contenido de la caja. Encontró cartas manuscritas entre Molina y Rosales que confirmaban la relación de protección mutua. Una carta de Rosales decía, “El asunto de los jóvenes está controlado. No habrá más preguntas si mantienes tu parte del acuerdo. También había copias de
quejas de padres de familia sobre comportamiento inapropiado de Molina. Todas archivadas sin investigación.
Una queja de 1996 describía exactamente el mismo patrón de comportamiento que habían reportado las familias de los seis jóvenes desaparecidos. “¿Sabe dónde están enterrados los cuerpos?”, preguntó Rosa Elena. Cervantes negó con la cabeza. “Pero sé que Molina tiene una propiedad en las afueras de
Mérida.
La compró en 1998, un año después de los asesinatos. Es una finca apartada donde dice que cría ha ganado. Rosa Elena tenía suficiente evidencia para reabrir el caso oficialmente, pero primero necesitaba asegurar su propia seguridad. Si Molina y Rosales habían mantenido su secreto durante 16 años
eliminando testigos, no dudarían en eliminar a otra persona.
Rosa Elena contactó a la gente Roberto Caal para entregar la evidencia recopilada. Se reunieron en una cafetería del centro histórico, lejos de las oficinas gubernamentales donde Rosales podría tener contactos. Esta evidencia cambia completamente el caso”, dijo Camal después de revisar la caja de
Cervantes. “Necesitamos protección para usted y para el señor Cervantes antes de proceder.
¿Cuál es el siguiente paso? Vamos a obtener órdenes de cateo para la fundación y para la propiedad de Molina. También necesito que la Procuraduría General de Justicia asigne investigadores de fuera de Yucatán para evitar compromisos locales. Rosa Elena regresó a su casa esa tarde con la sensación
de que estaba siendo observada.
Un automóvil azul había estado detrás de ella durante varios kilómetros. Para confirmar sus sospechas, dio varias vueltas innecesarias. El automóvil la siguió hasta detenerse a dos cuadras de su casa. Esa noche, Rosa Elena organizó toda la información en su computadora y guardó copias en múltiples
ubicaciones. Si algo le pasaba, quería asegurar que la verdad saliera a la luz.
A las 11 de la noche recibió una llamada telefónica. Señorita Vázquez, soy Rubén Molina. Necesitamos conversar. No tengo nada que hablar con usted. Creo que sí, especialmente después de su visita a Joaquín Cervantes esta tarde. Rosa Elena sintió escalofríos. Molina la había estado vigilando. ¿Qué
quiere encontrarnos mañana a las 8 de la mañana en mi oficina? Venga sola.
Hay cosas que necesita saber antes de que cometa errores graves. Me está amenazando. Le estoy ofreciendo la oportunidad de conocer la verdad completa. Si decide proceder con su investigación sin escuchar mi versión, las consecuencias podrían ser desafortunadas. Rosa Elena colgó el teléfono e
inmediatamente llamó a la gente Ca no respondió.
Dejó un mensaje de voz explicando la amenaza de Molina y solicitando protección inmediata. A las 6 de la mañana siguiente, Rosa Elena recibió otra llamada. Esta vez era Esteban Rosales. Buenos días, señorita Vázquez. Espero que haya reflexionado sobre nuestra conversación de ayer.
¿Qué quiere, señor Rosales? Evitar que cometa un error que podría arruinar su vida. Las acusaciones falsas contra personas respetables tienen consecuencias legales severas. Las evidencias que tengo no son falsas. Se refiere a los objetos que le proporcionó Joaquín Cervantes. Cervantes tuvo
problemas de salud mental después de renunciar a la fundación.
es conocido por fabricar historias para justificar sus propios fracasos profesionales. Rosa Elena comprendió que Rosales y Molina habían coordinado sus llamadas para presionarla desde ambos flancos. “También va a decirme que la fotografía de los jóvenes atados es falsa.” Hubo silencio en la línea.
No sé de qué fotografía está hablando, respondió Rosales finalmente.
La fotografía que Molina tomó el 19 de julio de 1997, mostrando a los seis jóvenes secuestrados. Señorita Vázquez, si esa fotografía realmente existe, entonces Joaquín Cervantes ha estado involucrado en los crímenes que está tratando de resolver. Ha considerado esa posibilidad.
Rosa Elena no había contemplado que Cervantes pudiera estar mintiendo o involucrado en los asesinatos, pero la fotografía y otros objetos de la caja parecían auténticos. Le sugiero que tenga mucho cuidado con quien confía”, continuó Rosales. En casos como este, las personas desesperadas por
encontrar culpables a menudo terminan siendo víctimas de quienes realmente cometieron los crímenes. Después de colgar, Rosa Elena llamó nuevamente a la gente Kaamal.
Esta vez respondió inmediatamente. “¿Está usted en un lugar seguro?”, preguntó Kamal. Estoy en mi casa, pero creo que me están vigilando. Enviaré una patrulla inmediatamente. No salga hasta que lleguen los oficiales. Media hora después, dos policías estatales llegaron a la casa de Rosa Elena. La
escoltaron hasta las oficinas de la Procuraduría, donde Caal había preparado una sala de entrevistas segura.
Anoche revisamos toda la evidencia que nos proporcionó, informó Camal. La fotografía es auténtica según nuestro análisis preliminar. Las cartas también parecen genuinas. Molina y Rosales me llamaron esta mañana. Ambos me amenazaron de manera indirecta. Eso confirma que estamos en la dirección
correcta. Cuando los criminales comienzan a presionar testigos es porque se sienten acorralados.
Camal explicó que había solicitado investigadores federales para manejar el caso. La Procuraduría General de la República enviaría un equipo especial desde Ciudad de México para evitar interferencias locales. ¿Cuándo estarán aquí? Mañana por la mañana. Mientras tanto, permanecerá en custodia
protectora.
Rosa Elena pasó el resto del día en las oficinas gubernamentales, revisando su evidencia con otros investigadores locales. Uno de ellos, la agente ministerial Patricia Vega, había trabajado casos similares de abuso y corrupción institucional. “El patrón es muy claro,” explicó Vega. Molina
identificaba víctimas vulnerables, las aislaba de sus familias y después las silenciaba permanentemente para evitar denuncias.
Rosales proporcionaba protección oficial a cambio de información que utilizaba para sus propias actividades corruptas. ¿Por qué tardaron tanto en actuar? Porque casos como este requieren evidencia irrefutable. Sin cuerpos o testigos vivos es difícil procesar crímenes ocurridos hace tantos años. Esa
tarde Rosa Elena recibió noticias inquietantes. Joaquín Cervantes había desaparecido de su casa.
Los vecinos reportaron que había salido temprano por la mañana y no había regresado. Su automóvil seguía en el garaje. Esto confirma que Molina y Rosales eliminan testigos cuando se sienten amenazados”, dijo Camal. La desaparición de Cervantes aumentó la urgencia del caso. Los investigadores
federales aceleraron su llegada a Mérida.
También obtuvieron órdenes judiciales para arrestar a Molina y Rosales como sospechosos de secuestro y homicidio. “¿Vamos a encontrar a Cervantes vivo?”, preguntó Rosa Elena. “Esperamos que sí, pero también es posible que lo hayan eliminado para impedir que testifique.” Esa noche Rosa Elena
permaneció en un hotel seguro bajo protección policial. No podía dejar de pensar en su hermano Alejandro y en los otros cinco jóvenes.
Después de 16 años, finalmente estaba cerca de obtener justicia, pero el costo había sido alto. Tres coordinadores testigos habían muerto misteriosamente y ahora Joaquín Cervantes había desaparecido. Se preguntaba cuántas otras víctimas habría habido durante los años que Molina había continuado
operando bajo la protección de Rosales y se preguntaba si ella misma saldría viva de esta investigación.
A medianoche recibió una última llamada telefónica. Rosa Elena, soy Joaquín Cervantes. ¿Dónde está? Lo estamos buscando. Estoy escondido. Molina y dos hombres llegaron a mi casa esta mañana. Logré escapar por la puerta trasera, pero escuché que hablaban de eliminarme. ¿Dónde está ahora? En casa de
mi hermana en Tecax. Pero hay algo más que necesita saber.
Sé dónde están enterrados los cuerpos. Los investigadores federales llegaron a Mérida a las 5 de la mañana del día siguiente. El equipo estaba encabezado por el agente especial Fernando Medrano, un veterano de casos de crimen organizado y corrupción gubernamental. Casos como este requieren
coordinación precisa”, explicó Medrano durante la reunión matutina.
Vamos a arrestar simultáneamente a Molina y Rosales para evitar que se comuniquen o destruyan evidencia. Rosa Elena acompañó a los investigadores hasta Texas, donde Joaquín Cervantes había pasado la noche escondido en casa de su hermana. Cervantes estaba visiblemente asustado, pero decidido a
colaborar completamente. “La finca de Molina está a 40 km al sur de Mérida”, explicó Cervantes.
Es un terreno de 20 heectáreas donde supuestamente cría ganado, pero yo fui allí en 1998 y no vi ningún animal. ¿Cómo supo de la ubicación de los cuerpos? En 2000, Luis Pacheco me contó antes de comenzar a sufrir depresión. Él había ayudado a Molina a enterrar a los jóvenes después de los
asesinatos.
Rosa Elena recordó que Luis Pacheco había sido uno de los coordinadores que se suicidó en 2005. Pacheco participó en los asesinatos, no directamente, pero Molina lo chantajeó para que lo ayudara con la limpieza y disposición de los cuerpos. Pacheco vivió con esa culpa hasta que no pudo más. El
agente Medrano organizó dos operativos simultáneos: arrestos en Mérida y excavación en la finca.
Rosa Elena insistió en estar presente durante la búsqueda de los cuerpos. A las 8 de la mañana, los equipos estaban en posición. Molina fue arrestado en su oficina de la fundación mientras revisaba documentos. Su comportamiento tranquilo sugería que había estado preparándose para este momento.
Rosales opuso más resistencia. Cuando los agentes llegaron a su oficina de seguridad privada, intentó llamar por teléfono, presumiblemente para advertir a Molina. Los agentes interrumpieron la llamada y lo arrestaron inmediatamente.
En la finca, Rosa Elena observó mientras especialistas forenses utilizaban radar de penetración terrestre para localizar anomalías en el suelo. El terreno era extenso, pero Cervantes recordaba aproximadamente donde Luis Pacheco había mencionado que estaban enterrados los cuerpos.
Pacheco dijo que estaban cerca de un pozo de agua que había en la propiedad. recordó Cervantes. Los técnicos localizaron el pozo y comenzaron a escanear el área circundante. A los 30 m del pozo, el radar detectó seis anomalías rectangulares dispuestas en dos filas paralelas. Parecen ser fosas
individuales, informó el técnico forense. Rosa Elena sintió una mezcla de alivio y dolor. Después de 16 años, finalmente encontraría a su hermano.
La excavación comenzó cuidadosamente. Los antropólogos forenses trabajaron meticulosamente para preservar cualquier evidencia que pudiera ayudar a determinar la causa de muerte y identificar a las víctimas. La primera fosa contenía restos óse una persona joven junto con fragmentos de ropa y objetos
personales. Un anillo con una cruz que Rosa Elena reconoció inmediatamente.
Había pertenecido a Ana Lucía Chan. Encontramos a Ana Lucia, informó el antropólogo forense. Las siguientes cuatro fosas revelaron los restos de Carmen Solís, Diego Herrera, Paola Mendizábal y Sergio Góngora. En cada caso, los objetos personales permitieron identificación preliminar. La sexta fosa
contenía los restos de Alejandro Vázquez.
Rosa Elena se acercó cuando el antropólogo forense extrajo la billetera que su hermano había llevado al campamento. Contenía su credencial escolar y una fotografía de ambos hermanos tomada dos semanas antes del viaje. ¿Pueden determinar la causa de muerte?, preguntó Rosa Elena. Los análisis
detallados tomarán varias semanas.
Pero hay evidencia de trauma en varios de los esqueletos. Aparentemente fueron golpeados antes de morir. Rosa Elena se alejó del sitio de excavación para llamar a las familias de los otros jóvenes. Después de 16 años de incertidumbre, finalmente podrían comenzar el proceso de duelo real. Patricia
Solís, madre de Carmen, lloró durante varios minutos cuando recibió la noticia. “¿Sufrieron mucho?”, preguntó finalmente.
Los forenses están determinando eso, pero ya no tenemos que preguntarnos qué pasó con nuestros hijos. Miguel Herrera, padre de Diego, recibió la noticia en silencio. Van a pagar los responsables. Molina y Rosales están arrestados. Van a pagar por lo que hicieron. Mientras continuaba la excavación,
los investigadores interrogaron a Molina y Rosales en instalaciones separadas.
Inicialmente, ambos negaron cualquier participación en los crímenes, pero cuando les mostraron la evidencia física y la fotografía de los jóvenes secuestrados, sus defensas comenzaron a desmoronarse. Molina fue el primero en quebrar.
Admitió haber secuestrado a los jóvenes, pero intentó minimizar su participación en los asesinatos. Fue un accidente”, declaró durante su primer interrogatorio. Los jóvenes intentaron escapar y en la lucha algunos resultaron heridos gravemente. “¿Por qué los secuestró inicialmente?”, preguntó el
agente Medrano. Carmen Solís había amenazado con denunciarme por comportamiento inapropiado. Los otros la apoyaban.
Pensé que si desaparecían durante unos días, podrían reflexionar sobre las consecuencias de hacer acusaciones falsas. ¿Dónde los mantuvo secuestrados? En una bodega de la propiedad de la fundación. Era temporal solo hasta que se calmaran, pero decidió asesinarlos.
No lo planeé así, pero cuando comprendí que jamás iban a mantener silencio sobre lo que había ocurrido, no tuve alternativa. El interrogatorio reveló detalles horrendos sobre los últimos días de vida de los jóvenes. Molina los había mantenido sin comida ni agua suficiente, los había amenazado
constantemente y había abusado sexualmente de las dos mujeres cuando decidió matarlos.
El 19 de julio, Carmen Solís me dijo que tan pronto como regresara a casa, me denunciaría con la policía. Los otros la apoyaron. ¿Cómo los asesinó? Molina permaneció en silencio durante varios minutos. Los golpeé con un martillo mientras dormían. Quería que fuera rápido para que no sufrieran.
Rosa Elena observó parte del interrogatorio a través de un monitor en otra sala. Escuchar los detalles de los últimos momentos de su hermano fue devastador, pero también necesario para obtener justicia completa. El interrogatorio de Rosales reveló la extensión de la corrupción. Había protegido a
Molina no solo en el caso de 1997, sino en múltiples incidentes de abuso sexual durante años anteriores y posteriores. “¿Cuántas otras víctimas hubo?”, preguntó Medrano.
No lo sé exactamente. Molina tenía problemas, pero siempre negó que hubiera ocurrido algo grave. A cambio de qué protegía a Molina. Él me proporcionaba información sobre familias prominentes que participaban en los programas de la fundación. Información que utilizaba para investigaciones legítimas.
Información o chantaje.
Rosales no respondió directamente, pero su silencio confirmó que había utilizado la información de Molina para propósitos corruptos. Al final del día, ambos sospechosos habían confesado su participación en los crímenes. Molina enfrentaría cargos de secuestro, abuso sexual y homicidio múltiple.
Rosales sería acusado de complicidad, obstrucción de justicia y corrupción.
Rosa Elena regresó a Mérida sabiendo que finalmente había obtenido respuestas. Su hermano Alejandro y los otros cinco jóvenes habían sido víctimas de un depredador sexual protegido por la corrupción policial. Pero después de 16 años, la verdad había emergido y los responsables enfrentarían las
consecuencias de sus crímenes. Tres días después de los arrestos, Rosa Elena recibió una llamada alarmante del agente Medrano.
Rubén Molina escapó durante su traslado al penal estatal. ¿Cómo es posible? El vehículo que lo transportaba fue interceptado por hombres armados en la carretera Mérida Cancún. Mataron a un guardia y hirieron gravemente a otro. Rosa Elena sintió terror inmediato. Molina Libre representaba peligro
directo para todos los que habían testificado contra él.
¿Dónde está ahora? No lo sabemos, pero tenemos información de que cuenta con ayuda externa. Aparentemente, durante los años que operó bajo protección de Rosales, desarrolló conexiones con organizaciones criminales. El agente explicó que Molina había utilizado la fundación como fachada para
actividades ilegales adicionales. Además del abuso sexual sistemático, había estado involucrado en lavado de dinero para narcotraficantes que operaban en la península de Yucatán.
¿Por qué no sabíamos esto antes? Porque Rosales protegía esas actividades también. Molina pagaba sobornos regulares para mantener inmunidad completa. Rosa Elena fue colocada inmediatamente bajo Protección Federal. Su casa fue vigilada las 24 horas y recibió escolta armada para cualquier movimiento.
Molina es extremadamente peligroso ahora, advirtió Medrano.
Ha perdido todo y no tiene nada que perder. Su única opción para evitar cadena perpetua es eliminar testigos clave. Joaquín Cervantes también recibió protección, pero decidió permanecer escondido en casa de familiares en Campeche. Las familias de las víctimas fueron notificadas sobre la fuga y se
les ofreció protección policial.
Durante los siguientes días, Rosa Elena vivió en constante tensión. No podía salir de su casa sin escolta y cada ruido nocturno la despertaba con sobresaltos. La sensación de estar siendo casada era abrumadora. El quinto día después de la fuga, los investigadores localizaron el vehículo utilizado
en el rescate de Molina.
Había sido encontrado quemado en una zona rural cerca de Valladolid. Los análisis forenses revelaron que Molina había estado en el vehículo, pero no proporcionaron pistas sobre su ubicación actual. “Sabemos que sigue en Yucatán”, informó Medrano. Sus contactos criminales operan principalmente en
esta región. Rosa Elena insistió en participar activamente en la búsqueda. No puedo esconderme indefinidamente.
Si Molina quiere eliminarme, prefiero enfrentarlo directamente. Es demasiado peligroso. Molina conoce esta región perfectamente y cuenta con ayuda de criminales locales. Esa noche, Rosa Elena recibió una llamada en su teléfono celular desde un número bloqueado. Hola, Rosa Elena, soy Rubén. ¿Dónde
está? muy cerca de ti. Puedo verte desde aquí.
Rosa Elena miró por la ventana, pero solo vio a los agentes federales montando guardia. ¿Qué quiere que dejes de arruinar mi vida? Retira todas las acusaciones y declara que inventaste la evidencia. Nunca haré eso. Entonces vas a acompañar a tu hermano muy pronto. La llamada se cortó inmediatamente.
Los técnicos intentaron rastrear el origen, pero Molina había utilizado un teléfono satelital que hacía imposible la localización precisa. Los agentes reforzaron la seguridad alrededor de la casa de Rosa Elena, instalaron cámaras de vigilancia adicionales y aumentaron el número de guardias. Al día
siguiente, los investigadores recibieron una pista importante.
Un informante reportó haber visto a Molina en una cantina de Tisimin, acompañado por tres hombres armados. El grupo había preguntado sobre rutas hacia la frontera con Velice. “¿Está planeando huir del país?”, dedujo Medrano. Los agentes organizaron operativos de búsqueda en los cruces fronterizos
principales. También alertaron a las autoridades beliceñas sobre la fuga de Molina. Pero Molina no intentó cruzar la frontera.
En lugar de huir, decidió regresar a Mérida para eliminar personalmente a Rosa Elena. La noche del séptimo día después de su fuga, Molina y dos cómplices atacaron la casa donde Rosa Elena estaba bajo protección. Utilizaron explosivos caseros para crear una distracción en la parte frontal mientras
se acercaban por la parte trasera.
El ataque comenzó a las 2 de la madrugada. Rosa Elena despertó con el sonido de disparos y explosiones. Los agentes federales respondieron inmediatamente, pero Molina había planeado cuidadosamente el asalto. “Permanezca en el suelo”, gritó uno de los agentes mientras escoltaba a Rosa Elena hacia el
área más segura de la casa. Los disparos continuaron durante 15 minutos.
Rosa Elena escuchaba voces gritando órdenes y el sonido de cristales rompiéndose. En un momento escuchó la voz de Molina gritando su nombre. Rosa Elena, sal o vamos a quemar la casa contigo adentro. Los agentes solicitaron refuerzos por radio. Molina había subestimado la respuesta de las fuerzas
federales que llegaron en menos de 10 minutos.
Cuando se dieron cuenta de que estaban superados numéricamente, Molina y sus cómplices intentaron huir hacia un vehículo estacionado a dos cuadras de distancia. La persecución se desarrolló por las calles del centro histórico de Mérida. Molina condujo a alta velocidad, ignorando semáforos y
poniendo en peligro a peatones nocturnos.
La persecución terminó cuando el vehículo de Molina se estrelló contra una fuente colonial en la Plaza Grande. El impacto fue tan violento que uno de los cómplices murió instantáneamente. Molina sobrevivió al accidente, pero resultó gravemente herido. Tenía fracturas múltiples en las piernas y
heridas internas que requerían cirugía inmediata.
Los paramédicos lo estabilizaron en el lugar del accidente antes de trasladarlo al hospital bajo custodia federal. Esta vez la seguridad sería impenetrable. Rosa Elena llegó al hospital una hora después del accidente. Quería ver a Molina cara a cara después de 16 años de búsqueda de justicia.
Molina estaba consciente, pero débil cuando Rosa Elena entró a la sala de cuidados intensivos acompañada por agentes federales. ¿Por qué mató a mi hermano?, preguntó directamente.
Molina la miró con ojos vidriosos por los analgésicos. Porque tu hermano era un héroe estúpido. Trató proteger a las muchachas cuando comencé a, bueno, tú ya sabes. Alejandro trató de defenderlas. Él y el muchacho Herrera se pusieron en mi camino cuando estaba disciplinando a Carmen. No podía
permitir que interfirieran.
Rosa Elena comprendió que su hermano había muerto tratando de proteger a sus compañeras de campamento. El conocimiento era doloroso, pero también le proporcionaba una sensación de orgullo por el valor que Alejandro había demostrado. ¿Cuántas otras víctimas hubo además de los seis? Molina cerró los
ojos. Muchas durante 20 años.
Muchas las confesiones de Molina en el hospital revelaron la extensión completa de sus crímenes. Además de los seis asesinatos de 1997, había abusado sexualmente de docenas de jóvenes participantes en programas de la fundación. Rosa Elena abandonó el hospital sabiendo que finalmente había obtenido
las respuestas que había buscado durante 16 años.
Molina enfrentaría múltiples cadenas perpetuas y su capacidad de dañar a más jóvenes había terminado definitivamente. Molina pasó tres semanas recuperándose en el hospital bajo vigilancia federal constante. Durante ese tiempo, los investigadores documentaron confesiones detalladas de todos sus
crímenes. El agente medrano dirigió los interrogatorios desde la habitación de hospital convertida temporalmente en sala de entrevistas.
Rosa Elena observó muchas de las sesiones necesitando escuchar cada detalle para obtener el cierre completo que había buscado. Comencemos con los eventos específicos de julio de 1997, dijo Medrano durante el primer interrogatorio formal. Molina, con la pierna izquierda elevada y conectado a
múltiples monitores médicos, relató con una frialdad perturbadora. Los seis jóvenes llegaron al campamento el 14 de julio.
Desde el primer día, Carmen Solís y Ana Lucía Chan mostraron resistencia a seguir las reglas que habíamos establecido. ¿Qué tipo de reglas? Rutinas de higiene supervisada, ejercicios de confianza que requerían contacto físico, sesiones de consejería individual en espacios privados. Rosa Elena
comprendió que estas reglas habían sido diseñadas para facilitar el abuso sexual.
El 16 de julio, durante una sesión de consejería individual, intenté ayudar a Carmen con problemas de autoestima que había identificado. Ella malinterpretó mi ayuda profesional. ¿Qué hizo exactamente? Le expliqué que su ropa era demasiado provocativa para un ambiente educativo. Cuando intenté
demostrarle cómo vestirse apropiadamente, ella comenzó a gritar.
Medrano tomó notas detalladas mientras Molina continuaba su relato distorsionado. Alejandro Vázquez y Diego Herrera escucharon los gritos y entraron a mi oficina sin permiso. Acusaron falsamente de estar lastimando a Carmen. ¿Qué pasó después? Intenté explicarles que habían malinterpretado una
sesión terapéutica rutinaria, pero los seis jóvenes se confabularon para crear una versión falsa de los eventos.
Rosa Elena notó que Molina seguía negando la naturaleza sexual de sus agresiones, presentándolas como malentendidos o terapia legítima. El 17 de julio, los seis jóvenes exigieron llamar a sus familias para reportar el supuesto incidente. No podía permitir que difundieran acusaciones falsas que
destruirían mi carrera.
¿Qué medidas tomó? Decidí mantenerlos en el campamento hasta que reflexionaran sobre las consecuencias de hacer acusaciones infundadas contra un educador respetado, como los mantuvo contra su voluntad. Los transfiría a una instalación más segura donde podrían pensar claramente sin distracciones
externas.
Medrano mostró a Molina la fotografía que habían encontrado en los archivos de Joaquín Cervantes. Esta fotografía muestra a los seis jóvenes atados en lo que parece ser una bodega. ¿Puede explicar estas circunstancias? Molina observó la fotografía durante varios minutos. Habían amenazado con huir
durante la noche para ir directamente a la policía. Las ataduras eran una medida de seguridad temporal.
¿Por qué fotografió la situación? Para documentar que estaban siendo tratados humanamente, quería evidencia de que no había abuso en caso de que más tarde hicieran acusaciones falsas. La lógica perversa de Molina revelaba el nivel de su distorsión psicológica. Había documentado su propio crimen,
creyendo que demostraba su inocencia. Cuando decidió asesinar a los jóvenes, no fue una decisión.
Fue un accidente resultante de su comportamiento irracional. Explique lo que ocurrió el 19 de julio. Molina miró hacia el techo antes de continuar. Carmen Solís había convencido a los otros de que nunca cambiarían su versión de los eventos. Dijo que tan pronto como fueran liberados, irían
directamente a la policía y a los periódicos. ¿Qué hizo usted? Intenté razonar con ellos.
Les expliqué que acusaciones falsas contra educadores destruyen vidas inocentes y dañan el sistema educativo completo. Pero ellos mantuvieron su posición. Alejandro Vázquez dijo que me iban a hundir sin importar las consecuencias. Ana Lucía Chan dijo que yo era un enfermo, que no debería estar
cerca de jóvenes.
Rosa Elena sintió orgullo al escuchar que su hermano había mantenido su posición moral hasta el final. ¿En qué momento decidió matarlos? Cuando comprendí que nunca iban a reconsiderar su posición. Sus acusaciones falsas destruirían no solo mi carrera, sino también la reputación de la fundación y el
bienestar de cientos de otros jóvenes que se beneficiaban de nuestros programas. La racionalización de Molina era grotesca.
Había asesinado a seis jóvenes para proteger su capacidad de continuar abusando de otros. ¿Cómo los asesinó específicamente? Les dice antes en la comida para que no sufrieran. Después, cuando estaban inconscientes, utilicé un martillo para asegurar que la muerte fuera instantánea. Todos murieron de
la misma manera. Sí, quería ser humanitario en el método.
Rosa Elena tuvo que salir de la habitación temporalmente. Escuchar los detalles clínicos de cómo habían asesinado a su hermano superaba su capacidad emocional. Medrano continuó el interrogatorio sin ella. ¿Quién lo ayudó a disponer de los cuerpos? Luis Pacheco. Él no participó en las muertes, pero
lo convencí de que había sido un accidente y que necesitaba ayuda para evitar que el escándalo destruyera la fundación. Pacheco sabía la verdad.
Sospechaba, pero nunca le confirme todos los detalles. Le dije que los jóvenes habían muerto durante un intento de fuga. ¿Por qué enterró las mochilas separadamente? para crear confusión en caso de que los cuerpos fueran descubiertos eventualmente. Quería que pareciera que habían muerto en
ubicaciones diferentes.
Las confesiones de Molina continuaron durante tres días más. reveló detalles de docenas de otros casos de abuso sexual durante su carrera de 20 años como educador. También confirmó su relación corrupta con Rosales y explicó cómo había utilizado la fundación para actividades de lavado de dinero.
Cuántos otros jóvenes abusó además de las víctimas de 1997.
No llevaba cuenta específica, pero durante 20 años probablemente fueron más de 100. ¿Alguna de esas víctimas fue asesinada? No, los asesinatos de 1997 fueron únicos porque ese grupo se había organizado para presentar denuncias formales. Los otros casos fueron más manejables. Rosa Elena comprendió
que su hermano y los otros cinco habían muerto porque habían sido lo suficientemente valientes para resistir y organizarse contra Molina.
Al final de los interrogatorios, Molina había confesado seis asesinatos en primer grado, más de 100 casos de abuso sexual de menores, secuestro, corrupción, lavado de dinero y múltiples cargos relacionados. Sus confesiones también proporcionaron evidencia suficiente para procesar a Rosales como
cómplice en la mayoría de estos crímenes. Rosa Elena salió del hospital sabiendo que había obtenido justicia completa para su hermano.
Molina pasaría el resto de su vida en prisión y su capacidad de dañar a otros jóvenes había terminado definitivamente. Pero también salió con el conocimiento doloroso de que habían existido docenas de otras víctimas durante los años que los crímenes permanecieron ocultos.
Si la investigación hubiera comenzado antes, muchos jóvenes habrían sido protegidos. El juicio de Rubén Molina comenzó se meses después de sus confesiones. Rosa Elena asistió a cada sesión acompañada por los familiares de las otras cinco víctimas. Después de 16 años de incertidumbre, finalmente
verían justicia. La fiscal general asignada al caso, Diana Ortega había preparado meticulosamente la acusación.
Tenía confesiones completas, evidencia física irrefutable, testimonios de múltiples víctimas supervivientes y documentación extensa de la red de corrupción. Este caso representa uno de los sistemas de abuso más extensos y protegidos que hemos procesado en México”, declaró Ortega durante su
declaración inicial.
El abogado defensor de Molina, Manuel Guerrero, intentó argumentar incapacidad mental y coersión durante las confesiones. Mi cliente sufrió trauma psicológico severo durante su captura y fue forzado a confesar crímenes que no cometió, argumentó Guerrero. Pero las confesiones habían sido
videograbadas en presencia de múltiples testigos y Molina había proporcionado detalles que solo el perpetrador real podría conocer.
El primer día de testimonio se enfocó en la evidencia física, las mochilas, los fragmentos de ropa, la fotografía de los jóvenes secuestrados y los restos óseos recuperados de la finca. El antropólogo forense Dr. Ricardo Vega presentó los resultados de sus análisis. Los seis esqueletos muestran
trauma consistente con golpes de objeto contundente en la región craneal. La evidencia sugiere que las víctimas fueron asesinadas.
mientras estaban inmovilizadas o inconscientes. ¿Puede determinar si sufrieron antes de morir? Los análisis toxicológicos de los restos óseos detectaron residuos de sedantes fuertes. Es probable que estuvieran inconscientes durante los asesinatos.
Rosa Elena sintió alivio al saber que su hermano no había sufrido físicamente durante sus últimos momentos. El segundo día se dedicó a testimonios de víctimas supervivientes. Diana Ortega había localizado a docenas de personas que habían participado en programas de la fundación durante los años que
Molina operó. La primera testigo fue Sofía Aguilar, la joven que había presentado la denuncia arquivada en 1996.
Rubén Molina me dijo que las sesiones de consejería individual eran obligatorias para todos los participantes testificó Sofía. Durante esas sesiones me tocaba de maneras que me hacían sentir incómoda. Reportó estos incidentes. Sí, presenté una denuncia formal, pero el comandante Rosales me dijo que
no había evidencia suficiente y que acusaciones falsas podrían resultarme en problemas legales.
¿Qué hizo después de esa respuesta? Mi familia decidió mudarnos a Cancún. Mis padres tenían miedo de las represalias y continuábamos presionando. Testigo tras testigo relató experiencias similares: abuso sexual durante sesiones terapéuticas, intimidación para mantener silencio y amenazas de
consecuencias legales si reportaban los crímenes.
Miguel Santos, quien había participado en un campamento en 1999, testificó que Molina había abusado de él durante múltiples sesiones. ¿Por qué no reportó el abuso en ese momento? Molina me dijo que si contaba alguien me acusaría de mentir para evitar responsabilidad por mi mal comportamiento.
También dijo que mi familia perdería el trabajo si yo causaba problemas. Su familia trabajaba para la fundación.
Mi padre era conductor de autobuses escolares para la fundación. Molina amenazó con despedirlo y asegurar que no encontrara trabajo en ningún lugar de Yucatán. Los testimonios revelaron que Molina había utilizado múltiples formas de intimidación: amenazas económicas, chantaje social y manipulación
psicológica sistemática. El tercer día se enfocó en la red de corrupción.
Esteban Rosales, quien había declarado culpabilidad para obtener una sentencia reducida, testificó sobre su relación con Molina. ¿Cuándo comenzó a proteger a Molina de investigaciones? En 1996, después de la primera denuncia formal contra él, Molina me contactó y ofreció proporcionarme información
sobre familias que participaban en sus programas.
¿Qué tipo de información? Datos financieros, problemas familiares, secretos personales que las familias revelaban en las solicitudes de los programas. ¿Cómo utilizaba usted esta información? Rosales bajó la cabeza. para investigaciones no autorizadas y en algunos casos para chantaje personal. Sabía
que Molina estaba abusando sexualmente de jóvenes. Sospechaba, pero nunca investigué profundamente. La información que me proporcionaba era demasiado valiosa.
¿Qué sabía específicamente sobre los eventos de julio de 1997? Molina me informó que seis jóvenes habían desaparecido del campamento. Me pidió cerrar la investigación rápidamente para evitar publicidad negativa. ¿No le pareció sospechoso? Sí, pero para entonces ya estaba demasiado comprometido en
actividades corruptas.
No podía arriesgarme a que Molina revelara mi participación en chantajes y otros crímenes. El testimonio de Rosales confirmó que había sacrificado las vidas de seis jóvenes para proteger su propia carrera criminal. El cuarto día incluyó el testimonio más emotivo. Joaquín Cervantes describió su
descubrimiento de la evidencia oculta y sus intentos fallidos de exponer los crímenes.
¿Por qué no hizo pública la evidencia inmediatamente? Porque Rosales me amenazó con acusarme de fabricar evidencia y obstruir justicia. También sugirió que yo podría ser considerado cómplice si continuaba haciendo acusaciones. Pero conservó la evidencia. Sí. sabía que eventualmente alguien haría
las preguntas correctas. Rosa Elena testificó el quinto día relatando su búsqueda de 16 años y el proceso que había llevado a reabrir el caso, que la motivó a continuar buscando después de tanto tiempo.
Nunca creí que mi hermano habría abandonado voluntariamente. Era responsable y me amaba demasiado para desaparecer sin explicación. ¿Qué representa para usted este juicio? Justicia para Alejandro y los otros cinco jóvenes, pero también protección para futuras víctimas potenciales. Los padres de las
otras víctimas también testificaron, describiendo el impacto devastador de perder a sus hijos y vivir 16 años sin respuestas.
El sexto día se dedicó a testimonios de expertos sobre el patrón de comportamiento de Molina y la psicología de predadores sexuales en posiciones de autoridad. Dr. Laura Méndez, psicóloga forense, explicó cómo Molina había utilizado su posición para identificar y explotar víctimas vulnerables.
Molina desarrolló un sistema sofisticado para identificar jóvenes que tenían menos probabilidad de ser creídos si reportaban abuso, jóvenes de familias disfuncionales, con problemas académicos o con historial de comportamiento rebelde.
Los seis jóvenes asesinados encajaban en este perfil. No eran jóvenes estables de familias funcionales. Por eso representaban una amenaza única para Molina. Tenían la confianza y el apoyo familiar necesario para presentar denuncias creíbles. El séptimo día, Molina finalmente testificó en su propia
defensa.
Su abogado había aconsejado contra esto, pero Molina insistió. Sus declaraciones fueron desastrosas para su defensa. Mostró falta completa de remordimiento y continuó justificando sus acciones como necesarias para proteger la educación juvenil. ¿Se arrepiente de haber asesinado a los seis jóvenes?
Me arrepiento de que se hubieran puesto en una posición donde asesinatos se volvieron necesarios.
¿Cómo pueden ser necesarios los asesinatos? Cuando personas irracionales amenazan con destruir instituciones que benefician a cientos de otros jóvenes, a veces las decisiones difíciles se vuelven inevitables. Las declaraciones de Molina confirmaron su falta completa de humanidad y su percepción
distorsionada de la realidad.
El jurado deliberó durante menos de dos horas antes de regresar con veredictos de culpabilidad en todos los cargos, seis cuentas de homicidio en primer grado, múltiples cuentas de abuso sexual de menores, secuestro, corrupción y lavado de dinero. La sentencia fue cadena perpetua sin posibilidad de
libertad condicional. Rosa Elena lloró al escuchar el veredicto, no de tristeza, sino de alivio.
Después de 16 años, finalmente había obtenido justicia para su hermano y los otros cinco jóvenes. La sentencia formal de Rubén Molina se realizó una semana después del veredicto. Rosa Elena asistió acompañada por todas las familias de las víctimas. Era el momento que habían esperado durante 16
años.
El juez Francisco Morales leyó la sentencia con solemnidad. Rubén Molina Castillo. Este tribunal lo sentencia a cadena perpetua, sin posibilidad de libertad condicional, por los asesinatos de Alejandro Vázquez, Carmen Solís, Diego Herrera, Paola Mendizábal, Sergio Góngora y Ana Lucía Chan. Molina
escuchó la sentencia sin mostrar emoción.
Su comportamiento durante todo el juicio había revelado una personalidad psicopática incapaz de empatía o remordimiento genuino. Adicionalmente, continuó el juez, recibe sentencias concurrentes de prisión por 96 cargos de abuso sexual de menores, seis cargos de secuestro, múltiples cargos de
corrupción y lavado de dinero. Esteban Rosales recibió una sentencia de 25 años por complicidad en los asesinatos, corrupción sistemática y obstrucción de justicia.
Su cooperación con la investigación le había reducido la sentencia, pero seguiría en prisión hasta los 87 años. Después de las sentencias, Rosa Elena organizó una ceremonia conmemorativa para los seis jóvenes en el cementerio general de Mérida. Los restos habían sido entregados a las familias para
sepultura apropiada después de completarse todos los análisis forenses.
La ceremonia se realizó un sábado soleado de marzo. Asistieron más de 200 personas, familiares, amigos, compañeros de escuela, maestros y miembros de la comunidad que habían seguido el caso. Rosa Elena había preparado un discurso para honrar la memoria de su hermano y los otros cinco jóvenes.
Alejandro, Carmen, Diego, Paola, Sergio y Ana Lucia no murieron en vano. Su valor para resistir el abuso y organizarse para proteger a otros jóvenes nos enseña que la justicia vale cualquier sacrificio. Patricia Solís, madre de Carmen, también habló durante la ceremonia. Carmen siempre defendió a
quienes no podían defenderse solos. Su último acto fue organizar a sus compañeros para exponer la verdad sobre Molina. Estoy orgullosa de su coraje.
Miguel Herrera, padre de Diego, agradeció a Rosa Elena por nunca rendirse en la búsqueda de justicia. Diego estaría orgulloso de saber que su muerte ayudó a proteger a otros jóvenes de sufrir el mismo destino. La familia Mendizábal anunció la creación de una fundación en memoria de Paola para
proporcionar educación sexual y programas de prevención de abuso a jóvenes en situación vulnerable.
La abuela de Sergio Góngora, Esperanza, había muerto dos años antes de que se resolviera el caso, pero sus parientes hablaron sobre la determinación de esperanza de encontrar la verdad. Los padres de Ana Lucía Chan establecieron un fondo de becas para jóvenes de bajos recursos que quisieran
continuar la educación que Ana Lucía nunca pudo completar.
Después de la ceremonia, Rosa Elena visitó la tumba de Alejandro por primera vez desde el entierro formal. había traído una fotografía de ambos hermanos tomada durante su último cumpleaños juntos. Ya puedes descansar en paz, Alejandro. Los responsables van a pagar por lo que te hicieron y tu valor
ayudó a proteger a muchos otros jóvenes. La resolución del caso tuvo impacto más amplio en el sistema educativo de Yucatán.
El gobierno estatal implementó nuevas regulaciones para programas juveniles, incluyendo verificaciones de antecedentes más rigurosas. supervisión obligatoria durante sesiones individuales y protocolos claros para reportar comportamiento inapropiado. La Fundación Educativa MAYAB fue disuelta.
Su patrimonio fue transferido a organizaciones legítimas de protección infantil. Rosa Elena recibió reconocimiento del gobierno federal por su persistencia en exponer la red de corrupción, pero para ella el único reconocimiento importante era saber que había obtenido justicia para su hermano. 6
meses después del juicio, Rosa Elena recibió una carta en prisión desde Rubén Molina. La carta era una última tentativa de manipulación, alegando arrepentimiento y pidiendo perdón.
Rosa Elena leyó la carta una vez y después la quemó sin responder. Molina no merecía ni el reconocimiento de una respuesta. Un año después de las sentencias, Rosa Elena escribió un libro sobre su experiencia 16 años de búsqueda, La verdad sobre la generación de 1997. Los ingresos del libro fueron
donados completamente a organizaciones de protección infantil.
El libro se convirtió en bestseller nacional y ayudó a concientizar sobre la problemática del abuso sexual en instituciones educativas. Varias otras víctimas de abuso leyeron el libro y encontraron el valor para reportar sus propias experiencias. Rosa Elena también comenzó a dar charlas en escuelas
y universidades sobre la importancia de reportar abuso y no rendirse en la búsqueda de justicia.
Si mi hermano hubiera muerto sin que nadie supiera la verdad, Molina habría continuado abusando de jóvenes indefinidamente. Decía durante sus presentaciones. Su muerte tuvo significado porque eventualmente protegió a otros. En el segundo aniversario de las sentencias, Rosa Elena visitó nuevamente
las tumbas de los seis jóvenes. Esta vez llevó flores de cada familia y una placa conmemorativa que había mandado hacer la placa.
decía Alejandro Vázquez, Carmen Solís, Diego Herrera, Paola Mendizábal, Sergio Góngora, Ana Lucía Chan, héroes que dieron sus vidas defendiendo la verdad y protegiendo a otros. Su valor nunca será olvidado. Rosa Elena se retiró del cementerio sabiendo que había completado la misión que se había
impuesto 16 años antes. Su hermano y sus compañeros finalmente descansaban en paz.
Los responsables habían pagado por sus crímenes y futuras víctimas potenciales estaban mejor protegidas. La generación de 1997 había sido silenciada por la violencia, pero su legado vivía en cada joven que ahora estaba más seguro gracias a su sacrificio. La justicia había tardado 16 años en llegar,
pero finalmente había prevalecido sobre la corrupción y la impunidad. M.
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MI SUEGRA ME EMPUJÓ EMBARAZADA POR LAS ESCALERAS… PERO LO QUE PASÓ DESPUÉS NADIE LO IMAGINABA…
El grito desgarrador de Camila Ferreira resonó por toda la mansión colonial de San Ángel como un eco de muerte….
Un Padre Soltero Vio A Un Niño Amarrado Hasta Muerto En El Bosque. Su Acción Dejó A Todos En Shock…
En medio del bosque Blackwood, húmedo y frío, David se detuvo al escuchar un soyoso ahogado entre las hojas. Al…
Mujer Solitaria Acolhe A Una NIÑA FEA Abandonada… Años Después, El Padre Regresa…
Mujer solitaria acoge a un niño abandonado. Años después, el padre regresa con algo inesperado. Ru era una mujer marcada…
Niña Expulsada por Su Madrastra Tras el Funeral de Su Padre. Pero Un Millonario Irrumpió y Dijo…
Una niña de 6 años fue arrastrada al patio por su madrastra y el amante de esta justo después de…
Millonaria entró sin avisar y escuchó a su hijo gritando en el baño
La casa estaba en silencio, un silencio incómodo, denso, demasiado para ser un miércoles por la tarde. Rebeca no tenía…
Hermana desapareció en aeropuerto en 2007, 11 años después enviaron un mensaje desde su número
En agosto de 2007, María Elena Vázquez desapareció sin dejar rastro en el aeropuerto internacional de Ciudad de México, mientras…
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