Capítulo 1: La Entrada Prohibida
—¡Largo de aquí, mocoso! —escupió la dependienta, con una mirada de desprecio.
El pequeño, con los pies cubiertos de barro y el rostro sucio, temblaba al cruzar el umbral de la lujosa confitería de la calle principal, iluminada por grandes lámparas de gas que titilaban suavemente. Era diciembre en Londres, y el viento frío se colaba por las rendijas de la puerta, haciendo que el enorme candelabro de cristal tintineara con un sonido casi melancólico. La confitería era famosa por sus bombones y caramelos, un lugar donde la alta sociedad acudía a saciar sus antojos. Y ahí, en medio de ese lujo, un niño harapiento osaba entrar.
—Solo quiero un dulce… por mi cumpleaños —dijo el niño con la voz quebrada, extendiendo una pequeña moneda que apretaba en su mano mugrienta.
La dependienta, vestida con un impecable uniforme de volantes, lo miró con repugnancia.
—¿Tu cumpleaños? —rió con sarcasmo, mostrando unos dientes perfectos—. ¡Este no es lugar para miserables como tú! ¡Tu dinero no vale nada aquí!
El niño apretó los labios, conteniendo las lágrimas, pero no retrocedió. La dependienta, furiosa por su resistencia, alzó la mano, lista para golpearlo.
—¡Quédate quieto, asqueroso! ¡Te enseñaré a no volver a pisar un lugar como este!
Capítulo 2: La Intervención del Dueño
—¡Detente! —La voz del dueño de la confitería resonó desde el fondo de la tienda. Alto y corpulento, con un bigote cuidadosamente peinado, avanzaba entre los estantes llenos de caramelos y chocolates—. ¿Qué demonios crees que estás haciendo?
La mujer se quedó petrificada, pero intentó excusarse.
—Señor… este niño… está ensuciando el suelo y no tiene ni un penique decente para gastar…
—¡Silencio! —gritó el dueño, dándole una bofetada tan sonora que hizo eco en la tienda. La dependienta tropezó hacia atrás, tocándose la mejilla roja, pero no osó replicar.
El hombre bajó la mirada hacia el niño, que aún sostenía su moneda con una mano temblorosa.
—Lo siento mucho, pequeño —dijo el dueño con una sonrisa insidiosa—. Aquí cualquier cliente es bienvenido, sin importar su aspecto. Ven, te mostraré algo especial para compensar esta falta de modales.
El niño lo miró con incredulidad y luego, asintiendo tímidamente, lo siguió hacia la parte trasera de la confitería. La tienda era aún más impresionante al pasar la cortina de terciopelo que separaba el mostrador del taller. Grandes calderos de cobre hervían azúcar y chocolate en una danza lenta, y las máquinas de rodillos giraban sin descanso. El olor dulce y denso llenaba el aire, envolviendo cada rincón del lugar.
Capítulo 3: El Ingrediente Secreto
—Aquí es donde hacemos nuestros exquisitos dulces —dijo el dueño, sus ojos brillando bajo la luz tenue de las lámparas de gas—. Pero, ¿sabes por qué son tan especiales?
El niño negó con la cabeza, incapaz de apartar los ojos de los inmensos calderos.
—Tienen un ingrediente secreto —respondió el hombre en un tono que hizo que el frío de la calle pareciera volver—. Un ingrediente que pocos pueden ofrecer.
Se detuvieron frente a una gran tina de chocolate oscuro, que giraba lentamente en un caldero.
—Acércate —dijo el dueño, señalando el borde—. Puedes probar si quieres.
El niño, con los ojos brillando de entusiasmo, se inclinó hacia adelante, atraído por el aroma del chocolate fundido.
—Solo un poco más —susurró el hombre detrás de él, sus manos acercándose lentamente a los hombros del niño—. Un alma pura como la tuya mejora cualquier receta.
Capítulo 4: El Accidente Fatal
Justo cuando el hombre iba a empujar al niño hacia el caldero, la dependienta apareció de nuevo, jadeando, con el rostro aún marcado por la bofetada.
—¡No lo hagas! —gritó.
El dueño se giró, pero era demasiado tarde. La mujer, con una fuerza inesperada, lo empujó hacia el borde. El hombre tropezó y, en un movimiento desesperado, intentó agarrarse a las cadenas del caldero, pero resbaló. Su cuerpo cayó pesadamente en la tina de chocolate fundido, y el líquido espeso lo envolvió mientras gritaba, pero el sonido fue silenciado rápidamente. El chocolate burbujeó una vez más antes de volverse a calmar, como si nada hubiera sucedido.
Capítulo 5: La Revelación
El niño retrocedió, horrorizado, mientras la dependienta se dejaba caer al suelo, exhausta.
—No quería que acabaras como los otros. —Su rostro mostraba el peso de un secreto oscuro—. Este lugar… muchos niños han entrado aquí buscando ayuda, pidiendo limosna. Ninguno salió. Él… los usaba para sus malditos dulces.
—Por eso te traté mal —continuó la mujer—. Quería asustarte, que te fueras antes de que fuera demasiado tarde. Pero… no podía dejar que él… no otra vez.
El niño no dijo nada, ni siquiera atrevía a moverse. La atmósfera en la confitería se había vuelto pesada, y el aire se sentía denso con el horror de lo que había presenciado.
Capítulo 6: La Advertencia
—Aquí tienes —dijo, sacando un caramelo de su delantal—. Este es para ti. Como regalo de cumpleaños.
El pequeño indigente tomó el caramelo, pero no lo abrió. Mientras se dirigía a la puerta, miró por última vez el lujoso escaparate y la luz cálida de la confitería. Luego, sin una palabra, desapareció en la noche fría de Londres.
La confitería cerró sus puertas poco después de la desaparición del dueño. Nadie supo nunca qué había sucedido realmente, aunque los rumores en la ciudad decían que había huido, dejando todas sus deudas impagas. Pero los años pasaron, y ningún negocio que ocupó el local duró mucho tiempo. Cualquiera que abriera allí, inevitablemente, terminaba en quiebra.
Capítulo 7: Los Rumores de la Ciudad
La gente empezó a hablar de cosas extrañas. Decían que, cuando caía la noche y las calles de Londres se sumían en el silencio, un extraño olor a chocolate invadía el aire, tan fuerte y dulce que resultaba nauseabundo. Y, si te quedabas el tiempo suficiente, podías ver una figura oscura, corpulenta, moviéndose entre las sombras, buscando desesperadamente… su ingrediente secreto.
Los niños del vecindario contaban historias sobre la confitería. Algunos decían que podían escuchar risas y llantos provenientes del interior, mientras que otros afirmaban haber visto sombras danzando detrás de las ventanas polvorientas. Las leyendas crecieron y se transformaron en advertencias: nunca entrar a la confitería, nunca acercarse a la calle principal al caer la noche.
Capítulo 8: Un Nuevo Comienzo
Años después, un nuevo dueño decidió abrir un negocio en el antiguo local de la confitería. Era un hombre joven, lleno de sueños y esperanzas, que no había escuchado las historias que rondaban el lugar. Al principio, todo parecía ir bien. La gente acudía a su tienda, atraída por el aire fresco de un nuevo comienzo.
Sin embargo, a medida que pasaban los días, comenzaron a suceder cosas extrañas. Los dulces desaparecían de las estanterías sin explicación, y los clientes se quejaban de que escuchaban susurros en la tienda. El joven, decidido a no dejarse vencer por los rumores, ignoró las advertencias y continuó trabajando.
Capítulo 9: La Noche de los Susurros
Una noche, mientras el joven cerraba la tienda, sintió una brisa helada que le erizó la piel. Se dio la vuelta y, para su sorpresa, vio una figura oscura en la esquina de la tienda. La figura parecía moverse, pero cuando intentó acercarse, desapareció en la oscuridad.
—¿Hay alguien ahí? —preguntó, tratando de mantener la calma.
No hubo respuesta, solo un silencio inquietante. El joven decidió que era hora de irse a casa, pero antes de salir, sintió una extraña atracción hacia el sótano de la tienda. Había algo en su interior que lo llamaba, un impulso que no podía resistir.
Capítulo 10: El Descubrimiento
Bajó las escaleras, y al encender la luz, se encontró con un espectáculo aterrador. Había calderos oxidados y herramientas antiguas esparcidas por todo el lugar. En el centro del sótano, una gran tina de chocolate se encontraba cubierta de polvo.
—¿Qué es esto? —se preguntó, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
Mientras inspeccionaba, notó que había un viejo libro de recetas en una mesa cercana. Al abrirlo, se dio cuenta de que estaba lleno de recetas extrañas y oscuras, algunas de las cuales hablaban de ingredientes poco convencionales.
Capítulo 11: La Tentación
El joven sintió una mezcla de miedo y curiosidad. ¿Podría ser que el antiguo dueño había estado utilizando esos ingredientes para crear dulces especiales? La idea lo intrigó, y decidió experimentar. Comenzó a mezclar ingredientes, siguiendo las instrucciones del libro.
A medida que trabajaba, el aire se volvió más denso, y el olor a chocolate llenó el sótano. Pero también había algo más, un aroma que le hizo sentir incómodo, como si estuviera invocando algo que no debería.
Capítulo 12: El Regreso del Pasado
Esa noche, mientras dormía, el joven tuvo un sueño perturbador. En su sueño, se encontraba en la confitería, pero estaba llena de sombras danzantes. Podía escuchar risas y llantos, y en el centro de la habitación, la figura oscura del antiguo dueño lo miraba fijamente.
—Has despertado lo que había dormido —dijo la figura en un susurro—. Ahora deberás enfrentarte a las consecuencias de tus acciones.
Despertó de golpe, empapado en sudor, y recordó el libro de recetas. Sabía que debía deshacerse de él, pero la curiosidad lo había consumido. Decidió continuar con su experimento, ignorando las advertencias de su instinto.
Capítulo 13: La Creación
A medida que pasaban los días, el joven continuó experimentando. Cada dulce que creaba era más delicioso que el anterior, pero también había algo extraño en ellos. Los clientes comenzaron a regresar, pero cada vez que lo hacían, notaba que sus ojos parecían vacíos, como si algo en ellos se hubiera apagado.
Un día, una niña entró en la tienda. Tenía el cabello enredado y una mirada triste. Se acercó al mostrador y pidió un dulce.
—¿Cuál quieres? —preguntó el joven, sintiendo una extraña conexión con ella.
—Cualquiera… —respondió la niña, con una voz apagada.
El joven le dio uno de sus nuevos dulces, y la niña lo tomó con manos temblorosas. Cuando lo probó, su rostro se iluminó por un instante, pero luego volvió a la tristeza.
—¿Por qué estás tan triste? —preguntó el joven.
—No lo sé… —dijo la niña, con lágrimas en los ojos—. Solo… me siento sola.
Capítulo 14: La Revelación de la Verdad
Esa noche, el joven decidió investigar más sobre el antiguo dueño. Se dirigió a la biblioteca local y buscó información. Descubrió que el hombre había sido un conocido chocolatero, pero también había rumores de que había desaparecido sin dejar rastro, junto con varios niños que habían entrado a la confitería.
El corazón del joven se hundió al leer sobre las historias de los niños que nunca volvieron a casa. Empezó a conectar los puntos y se dio cuenta de que sus dulces estaban relacionados con el oscuro pasado de la confitería.
Capítulo 15: La Decisión Final
Desesperado, el joven decidió que debía hacer algo antes de que fuera demasiado tarde. Regresó a la tienda y se dirigió al sótano. Allí, encontró el libro de recetas y lo miró con desdén.
—No permitiré que esto continúe —dijo en voz alta, sintiendo la determinación crecer dentro de él.
Comenzó a quemar las páginas del libro, sintiendo una extraña liberación mientras las llamas consumían las recetas oscuras. Pero mientras lo hacía, sintió que una presencia lo rodeaba. La figura del antiguo dueño apareció entre las sombras.
—¡No puedes hacer eso! —gritó, su voz resonando en el sótano—. ¡Esos dulces son míos!
Capítulo 16: El Enfrentamiento
El joven se enfrentó al antiguo dueño, sintiendo que su corazón latía con fuerza.
—No te pertenezco —gritó—. No permitiré que sigas usando a los niños para tus malditos dulces.
La figura oscura se abalanzó sobre él, pero el joven se mantuvo firme, sosteniendo el libro en llamas frente a él.
—¡Te expulso de aquí! —exclamó, sintiendo que el poder de su determinación lo envolvía.
La figura se detuvo, y por un momento, el tiempo pareció congelarse. Luego, con un grito desgarrador, la figura se desvaneció en el aire, llevándose consigo la oscuridad que había plagado la confitería.
Capítulo 17: La Luz del Amanecer
Cuando el joven despertó a la mañana siguiente, el sol brillaba a través de las ventanas. Se sintió ligero, como si un gran peso hubiera sido levantado de sus hombros. La confitería parecía diferente, más brillante y acogedora.
Decidió que era hora de un nuevo comienzo. Comenzó a crear dulces con ingredientes frescos y naturales, alejándose de las recetas oscuras del pasado. La gente comenzó a regresar, atraída por el aire dulce y fresco que emanaba de la tienda.
Capítulo 18: El Regreso de la Esperanza
La niña que había entrado en su tienda volvió un día. Esta vez, su rostro estaba iluminado con una sonrisa genuina.
—He venido a ver tus dulces —dijo, con una chispa de alegría en sus ojos.
El joven le ofreció un dulce nuevo, hecho con amor y cuidado. La niña lo probó y su rostro se iluminó.
—¡Es delicioso! —exclamó, riendo.
El joven sonrió, sintiendo que había encontrado su propósito. No solo estaba creando dulces, sino también trayendo felicidad a los demás.
Capítulo 19: La Confitería Renacida
Con el paso del tiempo, la confitería se convirtió en un lugar de alegría y comunidad. La gente venía no solo por los dulces, sino también por la calidez que emanaba del lugar. El joven se convirtió en un conocido chocolatero, y su tienda prosperó.
Las historias sobre el antiguo dueño se convirtieron en leyendas, y la gente hablaba de cómo la confitería había sido salvada de la oscuridad. El joven nunca olvidó lo que había sucedido, y siempre se aseguraba de recordar a los niños que habían sido víctimas del pasado.
Capítulo 20: Un Legado de Amor
Un día, mientras el joven estaba en su tienda, la niña que había entrado años atrás regresó, ahora una joven.
—He venido a agradecerte —dijo ella—. Has cambiado mi vida y la de muchos otros.
El joven sonrió, sintiendo que su corazón se llenaba de gratitud.
—No soy solo yo. Todos hemos contribuido a este lugar —respondió—. La confitería es un símbolo de esperanza y amor.
Y así, el legado del joven chocolatiero continuó, uniendo corazones y creando recuerdos que perdurarían por generaciones. Aunque el pasado estaba lleno de sombras, el futuro brillaba con la luz de la esperanza.
Epílogo: Un Futuro Brillante
Con el tiempo, el joven se convirtió en un anciano, pero su pasión por hacer dulces nunca disminuyó. Cada año, celebraba un evento especial en la confitería, donde compartía historias de amor y esperanza con la comunidad.
La confitería se convirtió en un lugar donde los sueños se cumplían, y cada dulce que creaba era un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una luz que puede guiarnos hacia un futuro brillante.
Y así, el antiguo lugar de terror se transformó en un refugio de alegría, donde los corazones se unían y la felicidad reinaba, dejando atrás las sombras del pasado.
∞FIN∞
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