Capítulo 1: La Ruptura
—¡Fuera de aquí, malagradecida! —le gritaba su madre a Adelaida mientras la empujaba hacia la puerta.
Adelaida casi se cayó, intentando mantener el equilibrio. Su madre la miraba con un odio que dolía más que las palabras.
—¡No regreses! ¡No te quiero ver nunca más! ¡Pütà! —le dijo antes de azotar la puerta.
Adelaida se quedó paralizada en el umbral, sintiendo cómo su corazón se rompía en mil pedazos.
—Mamá, por favor, te juro que yo no… él… —intentó explicarse, pero ya no había nadie que la escuchara.
Su padrastro, borracho y asqueroso, había tratado de abusar de ella, y cuando Adelaida se lo contó a su madre, la mujer simplemente no quiso creerle. Para su mamá, Adelaida solo buscaba meterse en su nueva relación, arruinarle todo. Por eso, la echó de la casa sin pensarlo dos veces.
Capítulo 2: Vagando por las Calles
Sola, vagando por las calles empedradas del pequeño pueblo minero, Adelaida pedía limosna. El aire frío cortaba su piel, y el hambre la hacía sentir débil. Los hombres la veían con ojos que la hacían sentirse sucia, especialmente los que andaban solos o en grupos de otros borrachos. Sabía que esos eran los peores.
Las horas pasaban lentas, y el hambre se convertía en un compañero insoportable. Adelaida se sentía invisible, como si el mundo la hubiera olvidado. A medida que se acercaba el Día de Muertos, no podía evitar pensar en su papá. Recordaba cómo, cuando él vivía, la casa se llenaba de flores de cempasúchil y velas. Este año, su mamá no haría nada, eso lo sabía bien.
Capítulo 3: El Altar
Con lo poquito que había logrado llevarse cuando la echaron —entre eso, una foto de su papá—, decidió hacer un altar por su cuenta. Con flores que recogió de los caminos y algo de comida que había mendigado —unas tortillas duras y unas frutas pasadas—, armó su pequeña ofrenda en un rinconcito apartado, bajo un árbol viejo. Se hincó frente a la foto de su padre y, con el alma destrozada, rompió en llanto.
—Papá, si de verdad me quieres, ven por mí… Llévame contigo —susurró con la voz quebrada—. Ya no quiero estar aquí.
El viento le revolvía el cabello, suave, como si alguien invisible le estuviera acariciando la cabeza. Exhausta, se quedó dormida junto al altar.
Capítulo 4: La Revelación
Al amanecer, despertó. El hambre no había desaparecido, así que, aunque la comida ya no sabía a nada, no podía desperdiciarla. Se comió lo poco que quedaba de la ofrenda, y después volvió a caminar por las calles, buscando algo más entre los desechos.
De pronto, vio a su madre acercándose. Venía corriendo, llorando. Antes de que Adelaida pudiera reaccionar, la mujer la abrazó con fuerza.
—Perdóname, hija, por favor perdóname —dijo su madre entre lágrimas, abrazándola fuerte—. No te creí… pero anoche lo vi.
Adelaida la miró, sin moverse, aún desconfiada. No sabía si quería escuchar, pero su madre siguió hablando, con la voz rota.
—Lo dejé bebiendo, como siempre… y me fui a dormir. Luego escuché gritos… Bajé corriendo y lo vi… flotando en el aire, azotándose contra las paredes. ¡Parecía un muñeco! Él gritaba: “¡Por favor, no me mates! ¡Lo confieso, yo quería encamarme con Adelaida!” Y entonces… cayó al suelo. Estaba muerto, hija. ¡Muerto! —Sollozó—. Y entonces oí una voz… una voz que no era de este mundo. Me dijo: “Salte de la casa y busca a tu hija, o juro que el próximo año vuelvo y te arrastro al infierno.”
Adelaida sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, pero su rabia se desvaneció al ver a su madre tan vulnerable, tan destruida. Se abrazaron. En ese momento, decidió que la perdonaría, que intentarían empezar de nuevo.
Capítulo 5: Regreso a Casa
Antes de regresar a casa, Adelaida miró el cielo nublado, con una lágrima rodando por su mejilla.
—Gracias, papá —murmuró en voz baja—. Sabía que vendrías a cuidarme.
Cuando entraron a la casa, el ambiente era tenso. La sombra del padrastro aún parecía rondar por los rincones. Adelaida sintió un escalofrío, pero se esforzó por ignorarlo. Su madre había prometido que no volvería a dejar que él entrara.
—Voy a hablar con él —dijo su madre, con determinación—. No puedo permitir que vuelva a hacerte daño.
Adelaida asintió, aunque el miedo la invadía. Sabía que su madre había sido débil antes, pero esta vez, parecía decidida.
Capítulo 6: La Confrontación
Esa noche, su madre se preparó para enfrentar a su padrastro. Adelaida la observó desde la distancia, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. La conversación era tensa, y aunque no podía escuchar todo, las palabras que llegaban a sus oídos eran suficientes para entender que su madre estaba furiosa.
—Nunca más volverás a tocar a mi hija —gritó su madre—. Si no te alejas de nosotros, llamaré a la policía.
Adelaida, al escuchar esto, sintió una mezcla de alivio y ansiedad. ¿Sería suficiente? ¿Realmente su madre tendría el valor de mantener esa promesa?
Después de un rato, su madre regresó, visiblemente afectada pero decidida.
—Está fuera de nuestra vida, Adelaida. No volverá —dijo, abrazando a su hija con fuerza.
Capítulo 7: Sanando Juntas
Los días pasaron y, aunque la herida seguía abierta, Adelaida y su madre comenzaron a reconstruir su relación. Hicieron juntas el altar para el Día de Muertos, llenándolo de flores y recuerdos.
Adelaida se dio cuenta de que, a pesar de todo, todavía había amor entre ellas. Su madre había cometido errores, pero también había luchado por ella.
—Vamos a hacer esto juntas —dijo su madre mientras colocaban las flores—. Para que tu papá siempre esté con nosotras.
Adelaida sonrió, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, había esperanza.
Capítulo 8: Nuevas Tradiciones
El Día de Muertos llegó, y el pueblo se llenó de vida. Adelaida y su madre se unieron a las festividades, compartiendo historias sobre su padre y recordando los buenos momentos.
Las risas y las lágrimas se entrelazaban, y Adelaida se sintió más fuerte. Sabía que su padre siempre estaría con ellas, guiándolas en este nuevo capítulo de sus vidas.
Capítulo 9: El Futuro Brillante
Con el tiempo, Adelaida comenzó a soñar de nuevo. Se inscribió en la escuela, decidida a terminar sus estudios. Su madre, aunque aún lidiando con sus propios demonios, se convirtió en su mayor apoyo.
Ambas aprendieron a comunicarse, a confiar la una en la otra. Poco a poco, la casa se llenó de risas y esperanza.
Capítulo 10: Un Nuevo Comienzo
Un año después, Adelaida miró el altar que habían creado juntas. Las flores de cempasúchil brillaban bajo el sol, y una sensación de paz la envolvía.
—Gracias, papá —susurró—. Gracias por cuidarnos.
Su madre se acercó y la abrazó.
—Siempre estaremos juntas —dijo—. Siempre seremos fuertes.
Adelaida sonrió, sintiendo que, finalmente, había encontrado su lugar en el mundo. Aunque la vida había sido dura, había aprendido a levantarse y a luchar.
Y así, con el corazón lleno de amor y gratitud, Adelaida miró hacia el futuro, lista para enfrentar cualquier desafío que se presentara.
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