El silencio de la mansión pesaba como una manta húmeda sobre cada rincón. Teo permanecía hundido en su sillón favorito con la mirada perdida en la pantalla del televisor, aunque hacía media hora que había terminado el programa. Sus dedos tamborileaban contra el brazo de cuero negro con un ritmo
monótono, como gotas de lluvia sobre el tejado.
Tiffany observaba a su hijo desde el umbral del salón, con los brazos cruzados y una expresión que oscilaba entre la preocupación y la exasperación. A los 52 años conservaba esa elegancia natural que le permitía llevar un simple vestido color marfil como si fuera a alta costura. Su cabello castaño,
perfectamente peinado en ondas suaves, enmarcaba un rostro que había aprendido a ocultar la frustración detrás de sonrisas calculadas.
“Teo, cariño”, murmuró, aunque sabía que obtendría la misma respuesta de siempre. Nada, ni siquiera un pestañeo. La mujer suspiró profundamente y caminó hasta la ventana, donde los rayos dorados del atardecer se filtraban entre las cortinas de seda. El jardín se extendía perfectamente cuidado más
allá del cristal, pero ni siquiera esa vista lograba suavizar la tensión que se había instalado en la casa desde hacía meses.
“Está bien”, anunció de repente, girándose hacia su hijo con una determinación renovada. Se acabó esta situación. Teis se inmutó. Su mandíbula permanecía tensa y sus ojos verdes, que antes brillaban con una chispa traviesa, ahora parecían apagados como velas después de una tormenta. “He contratado
a alguien”, continuó Tiffany subiendo ligeramente la voz.
“Una nueva cocinera por primera vez en semanas, Teo movió la cabeza hacia ella, aunque su expresión siguió siendo de total indiferencia. y murmuró con una voz ronca por el desuso. Se llama Teresa, llegará en cualquier momento. Fantástico replicó él volviendo su atención a la pantalla. Otra persona
más para que ignore mi existencia mientras cobra un sueldo.
Tiffany estaba a punto de responder cuando el timbre resonó por toda la casa con una melodía cristalina. Sus ojos se iluminaron con una mezcla de nerviosismo y expectación. Debe ser ella,” susurró alándose el vestido con las palmas de las manos. Los pasos de Tiffany resonaron contra el mármol del
vestíbulo mientras se dirigía hacia la puerta principal.
Theo permaneció en su sitio, pero algo en el ambiente había cambiado. Quizás era la anticipación de su madre o tal vez el simple hecho de que la rutina se viera alterada. Pero una extraña curiosidad comenzó a despertar en su pecho. La puerta se abrió con un suave click. Teresa, qué alegría
conocerte por fin.
La voz de su madre sonaba diferente, más cálida, más genuina de lo que había sido en meses. “Señora Tiffany, es un placer”, respondió otra voz ligeramente temblorosa, pero con un dejo de calidez que hizo que Teo frunciera el ceño sin saber por qué. Por favor, pasa. La casa es tuya ahora.
Teo escuchó el rose de paso sobre el suelo, seguido por un sonido extraño. Algo había caído, un golpe seco, como si una maleta hubiera resbalado. “¡Ay, Dios mío, lo siento mucho”, exclamó la voz desconocida con un acento que sonaba a provincia y risas nerviosas. Es que estas baldosas son tan
brillantes que pensé que podría resbalar.
Y no te preocupes, querida, rió Tiffany y su risa sonaba genuina por primera vez en semanas. Aquí todo está diseñado para impresionar, no para ser práctico. Tío encontró sus labios curvándose ligeramente. Hacía tanto tiempo que no escuchaba a su madre reír de verdad, que había olvidado cómo sonaba.
Ven, quiero presentarte a mi hijo”, continuó Tiffany. “Teo, ven aquí.” La mandíbula de Theo se tensó nuevamente.
Lo último que necesitaba era fingir cortesía con otra empleada que terminaría tratándolo como si fuera de cristal, o, peor aún, como si fuera invisible. “Está ocupado”, murmuró desde su sillón Theo Eduardo Martínez.
La voz de su madre adquirió ese tono que había perfeccionado a lo largo de años de criar a un hijo testarudo. Ven aquí ahora. El uso de su nombre completo hizo que Teo cerrara los ojos con resignación. Conocía esa voz. Significaba que su madre no se rendiría hasta conseguir lo que quería. Con un
suspiro que podría haber movido montañas, se levantó del sillón. Sus músculos protestaron por el movimiento repentino después de horas de inmovilidad, pero logró caminar hasta el vestíbulo con pasos lentos y deliberadamente renuentes, y entonces la vio. Teresa estaba de pie junto a su madre, con las
mejillas sonrojadas y un
mechón de cabello castaño rojizo que había escapado de su coleta improvisada. Llevaba una blusa blanca sencilla y una falda color mostaza que le llegaba hasta las rodillas. No era particularmente alta, pero algo en su postura, la forma en que mantenía los hombros rectos, a pesar de su evidente
nerviosismo, hizo que pareciera más imponente de lo que su estatura sugería, pero fueron sus ojos los que lo detuvieron en seco, grandes, de un color miel dorado que parecía cambiar con la luz y completamente honestos. No había lástima en ellos, ni esa incómoda mezcla
de curiosidad y precaución que solía ver en las caras de los desconocidos. Solo una calidez natural que hizo que algo en su pecho se agitara después de meses de dormancia. “Teres”, dijo Tiffany con una sonrisa que podría haber iluminado toda la habitación. Este es mi hijo Teo. Teresa extendió la
mano hacia él con un gesto simple y directo.
Encantada de conocerte, murmuró. Y su voz tenía esa misma cualidad cálida que había captado su atención desde la distancia. Teo bajó la mirada hacia la mano extendida. Era pequeña, con dedos delgados, pero que parecían fuertes, y tenía una pequeña cicatriz en el dorso que hablaba de años trabajando
con las manos.
Sin pensarlo, extendió la suya. El contacto fue breve, apenas un apretón de manos cortés, pero algo pasó. Una chispa, una corriente eléctrica sutil que hizo que ambos retiraran las manos un segundo más tarde de lo estrictamente necesario. Tiffany los observaba con los ojos muy abiertos, como si
acabara de presenciar un milagro.
“Milagre”, exclamó de repente, llevándose una mano al pecho con teatralidad. Alguien consiguió levantar a mi hijo de la silla. Su risa resonó por todo el vestíbulo, pero había algo más que diversión en sus ojos. Había esperanza. Teo sintió que el calor subía por su cuello hasta las mejillas, pero
no pudo apartar la mirada de Teresa, que parecía igualmente desconcertada por la reacción de su madre.
Teresa parpadeó varias veces, mirando alternativamente a Teo y a Tiffany, como si tratara de descifrar un código secreto que todos conocían menos ella. “Eh, ¿he hecho algo malo?”, preguntó con una voz pequeña y por primera vez desde su llegada pareció verdaderamente preocupada.
La cocina de la mansión parecía sacada de una revista de decoración. enzimeras de granito negro, electrodomésticos de acero inoxidable que brillaban como espejos y una isla central lo suficientemente grande como para preparar un banquete. Teresa permanecía inmóvil en el centro, girando lentamente
sobre sus talones mientras intentaba procesar la magnificencia que la rodeaba.
Santa María! Murmuró para sí misma, abriendo y cerrando varios cajones con la delicadeza de quien teme romper algo invaluable. Esto es más grande que todo mi apartamento anterior. Tiffany había desaparecido para ocuparse de unos asuntos, dejándola sola para que se familiarizara con su nuevo
territorio. La mujer había sido clara.
tenía carta blanca para cocinar lo que quisiera, cuando quisiera, pero con una advertencia curiosa. Teo come poco últimamente, pero cuando algo le gusta de verdad se nota. El refrigerador contenía ingredientes que Teresa solo había visto en programas de cocina. trufa negra, quesos importados,
cortes de carne que probablemente costaban más que su salario semanal anterior.
Sin embargo, algo en su instinto le decía que toda esa opulencia no era lo que necesitaba para conquistar el paladar del joven silencioso que había conocido una hora antes. Decidió empezar con algo sencillo, una pasta con salsa de tomate fresco, albahaaca y un toque de ajo. Nada pretencioso, solo
sabores honestos que hablaran por sí mismos. Mientras cortaba los tomates, su mente regresó al momento del apretón de manos.
La expresión de Teo había sido intensa, como si hubiera estado dormido durante meses y de repente alguien hubiera encendido las luces. Y esos ojos verdes, tan profundos que parecían guardar secretos que él mismo había olvidado. El sonido de pasos la sacó de sus pensamientos.
Teo apareció en el umbral de la cocina con las manos metidas en los bolsillos de sus jeans oscuros y una expresión que intentaba parecer casual, pero fallaba estrepitosamente. “Solo vengo por agua”, anunció, aunque había una docena de grifos más cerca de donde había estado sentado.
“Por supuesto”, respondió Teresa, concentrándose en no cortarse los dedos mientras él se acercaba al refrigerador. El silencio se extendió entre ellos como una cuerda tensa. Teo abrió la puerta del refrigerador y se quedó allí parado como si el agua hubiera desarrollado la capacidad de esconderse.
¿El agua está en huelga? Preguntó Teresa sin levantar la vista de los tomates, pero con una sonrisa jugando en las comisuras de sus labios. Teo la miró de reojo, sorprendido por el comentario. “Quizás está protestando por las condiciones laborales”, replicó. Y por primera vez desde su llegada,
Teresa detectó un atisbo de humor en su voz. “Las botellas de agua de marca son muy exigentes”, continuó ella fingiendo seriedad. “Seguramente quieren mejores prestaciones.
” Un sonido extraño salió de la garganta de Theo. Tardó un momento en darse cuenta de que había sido una risa ahogada. ¿Siempre hablas con la comida?”, preguntó cerrando finalmente el refrigerador con una botella de agua en la mano. “Solo cuando se porta mal”, respondió Teresa señalando los tomates
con el cuchillo.
Estos, por ejemplo, se niegan a cortarse en cubos perfectos, muy rebeldes. Teo se apoyó contra la encimera, claramente sin intención de marcharse, a pesar de haber conseguido su objetivo inicial. Sus ojos siguieron cada movimiento de las manos de Teresa mientras ella trabajaba. ¿Qué estás
preparando? La pregunta salió más suave de lo que pretendía. Pasta con tomate fresco. Nada del otro mundo.
En esta casa nada del otro mundo. Generalmente incluye caviar y champán. Teresa se detuvo y lo miró directamente. Eso es lo que te gusta, caviar y champán. La pregunta lo tomó desprevenido. Nadie le había preguntado qué le gustaba en mucho tiempo. Todo el mundo asumía que por vivir en una mansión
automáticamente desarrollaba gustos caros y sofisticados.
“No lo sé”, admitió, y la honestidad de su respuesta lo sorprendió tanto como a ella. Hace tiempo que no como nada que realmente me guste. Algo en el tono de su voz hizo que Teresa dejara el cuchillo y se girara completamente hacia él.
Por un momento, el joven malhumorado desapareció y en su lugar quedó alguien que parecía perdido en su propia casa. Bueno, dijo finalmente, “Entonces tendremos que averiguarlo juntos.” La palabra juntos flotó en el aire entre ellos como una promesa no pronunciada. Tiffany eligió ese momento exacto
para aparecer en la cocina con una sonrisa que podría haber alimentado a toda la ciudad.
Vaya, vaya, exclamó mirando alternativamente a su hijo y a la nueva cocinera. Mi hijo está teniendo una conversación voluntaria en la cocina sin que nadie lo amenace. Teo se enderezó inmediatamente, como si lo hubieran atrapado robando galletas. “Solo vine por agua”, murmuró. Pero su madre ya había
notado la botella intacta en su mano. Por supuesto, cariño.
Y yo solo vengo aquí para admirar los electrodomésticos, replicó Tiffany con una ironía tan afilada que podría cortar cristal. Teresa observaba el intercambio con fascinación. La dinámica entre madre e hijo era compleja. Había amor genuino, pero también una exasperación mutua que hablaba de años de
batallas silenciosas.
Teresa querida, continuó Tiffany acercándose a inspeccionar la preparación. Necesitas ayuda con algo todo bajo control, señora Tiffany. La comida estará lista en 20 minutos. Perfecto. Teo, ¿cenarás con nosotras? La pregunta casual hizo que se tensara visiblemente.
Durante meses había comido solo en su habitación o simplemente había saltado comidas enteras, no sé. comenzó, pero sus ojos se desviaron involuntariamente hacia Teresa. “Venga”, intervino Teresa con una naturalidad que sorprendió a todos, incluida a ella misma. “Necesito a alguien que pruebe la
comida y me diga si los tomates se han portado bien.” Teo la miró como si acabara de proponerle escalar el Everest en zapatillas.
“Además”, añadió Tiffany, captando la oportunidad como una red de pesca. Será bueno para mi digestión tener compañía agradable para variar. ¿Estás insinuando que yo no soy compañía agradable? preguntó Ceo, pero había un dejo de diversión en su voz que no pasó desapercibido para ninguna de las dos
mujeres.
“Cariño, últimamente has tenido la personalidad de un cactus con migraña”, replicó su madre sin perder el ritmo. “Pero hoy, hoy pareces casi humano.” Teresa contuvo una carcajada al ver la expresión indignada de Teo. “Un cactus con migraña,”, repitió él negando con la cabeza. “Eso es cruel incluso
para tus estándares, mamá. La verdad duele, pero libera”, respondió Tiffany, guiñándole un ojo a Teresa.
El aroma de la salsa comenzó a llenar la cocina, creando una atmósfera cálida que contrastaba hermosamente con la frialdad habitual de la mansión. Teo respiró profundamente y por primera vez en meses sintió algo parecido al apetito. Está bien, cedió finalmente. Pero si la comida está terrible,
volveré a mi cueva y no saldré hasta el año que viene.
Trato hecho dijo Teresa, extendiendo la mano para sellar el acuerdo. Teo miró la mano extendida durante un momento que se sintió eterno, recordando la chispa eléctrica de su encuentro anterior. Esta vez, cuando la tomó, la electricidad fue aún más intensa. Tiffany observó el intercambio con ojos
brillantes, como una directora de orquesta, viendo como sus músicos encontraban finalmente el ritmo perfecto.
“Teresa”, dijo de repente con una voz cargada de significado. “Creo que vas a traer muchos cambios positivos a esta casa.” Teresa sintió las mejillas arder bajo la mirada intensa de Teo, quien aún no había soltado su mano. “Que espero estar a la altura de las expectativas”, murmuró, aunque algo en
el ambiente le decía que las expectativas iban mucho más allá de cocinar.
Tres días después, la mansión había desarrollado una nueva rutina. Cada mañana Teresa llegaba con el sol naciente, llenando la cocina con el aroma del café recién molido y pan horneado. Y cada mañana Teo aparecía exactamente a las 8:15 con una excusa diferente, pero igualmente transparente.
El primer día había sido buscar aspirinas, el segundo revisar el termostato. Hoy había optado por verificar que las ventanas estuvieran cerradas, a pesar de que era obvio desde cualquier punto de la casa que todas estaban herméticamente selladas. Teresa había aprendido a no comentar estas visitas
matutinas. En cambio, había comenzado a preparar dos tazas de café automáticamente, dejando una en la isla central sin decir palabra.
Teo se acercaba, tomaba la taza y se apoyaba contra la encimera como si fuera la cosa más natural del mundo. Esta mañana, sin embargo, algo había cambiado. ¿Qué planeas preparar hoy?, preguntó Teo, rompiendo el silencio ceremonioso que habían mantenido durante sus encuentros anteriores. Teresa
levantó la vista de la masa que estaba amasando, sorprendida por la pregunta directa.
Risoto de champiñones”, respondió secándose las manos en el delantal. “Tu madre mencionó que te gustaban los platos cremosos.” “Mi madre dice muchas cosas”, murmuró Teo, pero había curiosidad genuina en su tono. “¿Alguna vez cocinas algo que no sea perfecto?”, la pregunta la tomó desprevenida.
Durante un momento se quedó sin palabras, procesando el cumplido indirecto que acababa de recibir.
Anoche quemé una tortilla, admitió finalmente en mi apartamento. La dejé demasiado tiempo mientras pensaba en otras cosas. ¿En qué tipo de otras cosas? La pregunta salió más íntima de lo que Teo había pretendido. Teresa sintió el calor subiendo por su cuello. No podía decirle que había estado
pensando en sus conversaciones, en la forma en que su sonrisa aparecía lentamente, como el amanecer después de una noche muy larga.
En recetas nuevas, mintió, volviendo su atención a la masa con una intensidad innecesaria. Teo estudió su perfil durante un momento, notando el rubor que había aparecido en sus mejillas. Algo dentro de su pecho se agitó, una sensación que había olvidado que existía. ¿Te gustaría que te ayudara?
Ofreció sorprendiéndose a sí mismo.
Teresa lo miró como si acabara de ofrecerse a construir un castillo con sus propias manos. “¿Sabes cocinar? Defin saber”, replicó él con una sonrisa torcida que hizo que el estómago de Teresa diera un vuelco. “¿Puedo hervir agua sin quemar la casa?” Eso cuenta como algo, ¿verdad? Es un comienzo
prometedor”, concedió ella intentando mantener un tono ligero.
A pesar de que su corazón había comenzado a latir como un tambor desafinado. Teo se acercó y de repente el espacio amplio de la cocina se sintió íntimo. Podía oler su champú, algo fresco y masculino, que se mezclaba perfectamente con el aroma del pan horneado. “¿Qué necesitas que haga?”, preguntó.
y su voz había adquirido una calidad más profunda. Teresa le tendió un cuchillo y señaló hacia una tabla de cortar donde había dispuesto varios champiñones. Córtalos en láminas finas, pero ten cuidado, ese cuchillo está muy afilado. ¿Dudas de mis habilidades con instrumentos peligrosos? Bromeó Teo,
tomando el cuchillo con una confianza que no sentía.
Digamos que prefiero mantener todos mis dedos intactos, respondió Teresa, y la sonrisa que acompañó sus palabras hizo que algo se encendiera en el pecho de Teo. Trabajaron en silencio durante unos minutos, pero era un silencio diferente al de los días anteriores. Este tenía una calidad eléctrica,
como el aire antes de una tormenta de verano.
Teresa se movía por la cocina con una gracia natural, agregando ingredientes a la sartén con movimientos fluidos y seguros. Teo la observaba de reojo mientras intentaba concentrarse en los champiñones, fascinado por la confianza que irradiaba cuando estaba en su elemento. “Tienes buen pulso”,
comentó ella echando un vistazo a su trabajo. “Las láminas están perfectas”.
El cumplido, simple como era, hizo que Teo se sintiera ridículamente orgulloso. “Quizás tengo talento oculto para esto”, murmuró, acercándose más para ver lo que ella estaba haciendo. Teresa estaba salteando cebolla en mantequilla y el aroma que se elevaba de la sartén era celestial. Sin pensar,
Teo se inclinó sobre su hombro para aspirar mejor el olor.
“¡Cuele increíble”, susurró y su aliento rozó la oreja de Teresa. Ella se quedó inmóvil, muy consciente de lo cerca que estaba. Podía sentir el calor de su cuerpo detrás del suyo. Y por un momento olvidó completamente lo que estaba haciendo. “Teres”, murmuró Teo, “y algo urgente en su voz.
Ella se giró lentamente y de repente se encontraron cara a cara con apenas unos centímetros de distancia entre ellos. Los ojos de Teo habían adquirido una intensidad que hizo que las rodillas de Teresa se sintieran como gelatina. El risoto”, murmuró ella débilmente. “Al demonio con el risoto”,
respondió él y su mano se alzó para tocar su mejilla.
En ese momento, como si el universo tuviera un sentido del humor perverso, la puerta de la cocina se abrió de par en par. “¡Buenos días, tortolitos”, exclamó Tiffany con una alegría exagerada que no engañó a nadie. Teo y Teresa se separaron como si hubieran recibido una descarga eléctrica. Él se
dirigió inmediatamente hacia el fregadero, fingiendo lavar las manos, mientras que ella se concentró en el risoto con una intensidad que habría hecho que los granos de arroz se sintieran importantes.
Tiffany los observó con una sonrisa que podría haber iluminado toda Europa. ¿Interrumpo algo importante? preguntó con una inocencia tan falsa que prácticamente tenía etiquetas de precio. “Solo estamos cocinando”, murmuró Teresa removiendo el risoto como si su vida dependiera de ello. “Por supuesto,
querida.
Y yo solo estoy paseando casualmente por mi propia cocina a las 8:30 de la mañana para admirar la arquitectura.” Teo le lanzó a su madre una mirada que podría haber derretido acero. “¿No tienes nada mejor que hacer?”, preguntó, pero había más diversión que irritación en su voz. De hecho, sí,
replicó Tiffany, acercándose a la isla central y apoyándose en ella con elegancia estudiada. Quería pedirle a Teresa un favor especial.
Tanto Teo como Teresa la miraron con curiosidad. Esta noche tengo una cena de negocios, continuó Tiffany. Pequeña, íntima, solo seis personas. ¿Podrías preparar algo especial? Algo que realmente impresione. Por supuesto, señora Tiffany, ¿tiene alguna preferencia? Dejo todo en tus manos expertas,
respondió Tiffany, pero sus ojos brillaron con algo que parecía una travesura planificada.
Ah, y Teo, espero que nos acompañes. Será una velada muy interesante. Teo frunció el seño. Interesante. ¿En qué sentido? Su madre sonrió como un gato que acabara de descubrir un bowl lleno de crema. Digamos que uno de mis invitados está muy ansioso por conocerte, especialmente después de todo lo
que le he contado sobre lo feliz que te ves últimamente.
Teresa sintió que algo frío se asentaba en su estómago. Un invitado ansioso por conocer a Teo. Una mujer quizás. Teo pareció llegar a la misma conclusión porque su expresión se endureció. Mamá, si esto es otro de tus intentos de emparejarme con la hija de algún socio de negocios, Tiffany se llevó
una mano al pecho con dramática indignación.
¿Cuándo hecho algo así? La semana pasada, el mes pasado, los últimos seis meses. Detalles menores. Desestimó Tiffany con un gesto de la mano. Pero esta vez es diferente. Esta vez tienes una razón para querer lucir en tu mejor forma. Su mirada se desplazó significativamente hacia Teresa, quien
fingía estar completamente absorta en el risoto.
Teo siguió la mirada de su madre y algo se encendió en sus ojos. Cuando volvió a hablar, su voz tenía una calidad peligrosa. ¿Sabes qué, mamá? Tienes razón. Esta vez sí quiero lucir en mi mejor forma. Se acercó a Teresa, quien seguía removiendo el risoto con movimientos mecánicos. ¿Estará sirviendo
la cena esta noche?”, le preguntó. Y había algo en su tono que hizo que ella levantara la vista.
“Si la señora Tiffany lo desea,” respondió confundida por el cambio en su actitud. Tío sonríó, pero era una sonrisa llena de promesas peligrosas. Perfecto. Entonces, asegúrate de preparar algo especialmente delicioso, algo que me haga quedar muy muy bien. La forma en que dijo delicioso hizo que
Teresa sintiera mariposas en el estómago. La tarde transcurrió con una tensión que podría cortarse con tijeras.
Teresa había transformado la cocina en un campo de batalla culinario con ingredientes dispuestos como soldados esperando órdenes. El menú para la cena había evolucionado hasta convertirse en una sinfonía de sabores. Medallones de cordero con reducción de vino tinto, risoto de azafrán y verduras
asadas que brillaban como joyas comestibles.
Pero cada vez que intentaba concentrarse en la preparación, su mente regresaba al momento interrumpido de la mañana. La proximidad de Teo, el calor de su aliento en su oreja, la forma en que había dicho al demonio con el risoto, como si estuviera dispuesto a quemar toda la casa por un beso. A las 4
de la tarde, cuando estaba batiendo la crema para el postre, él apareció nuevamente. Esta vez no fingió buscar nada específico, simplemente se dirigió directamente hacia donde ella trabajaba.
¿Necesitas ayuda?, preguntó arremangándose la camisa blanca que había elegido para la cena. Teresa casi derramó la crema al ver sus antebrazos expuestos. Tenía manos fuertes con venas que se marcaban ligeramente bajo la piel bronceada. “¿Podrías?”, comenzó. Luego se detuvo preguntándose si era
sensato involucrar a Teo en una tarea que requería concentración cuando su sola presencia la distraía completamente.
“¿Podrías batir esto mientras yo termino con las verduras?”, le tendió el batidor. Y cuando sus dedos se rozaron durante el intercambio, ambos sintieron esa chispa familiar que parecía encenderse cada vez que se tocaban. Teo tomó el bowl y comenzó a batir con movimientos decididos, pero claramente
sin técnica alguna. “Más despacio”, le indicó Teresa acercándose para corregir su técnica.
“Si bates demasiado rápido, ¿se cortará?” “¿Se cortará?”, preguntó él confundido. “¿La crema puede enojarse?” Teresa se rió, una risa genuina que llenó la cocina como música. No se enoja, se separa, pierde su textura y se vuelve granulosa como las personas”, murmuró Teo.
Y había algo más profundo en su comentario que hizo que ella lo mirara con atención. “¿Las personas se separan cuando las presionas demasiado rápido?”, preguntó con suavidad. Teo dejó de batir por un momento, sus ojos encontrándose con los de ella. “Algunas, sí”, admitió. Otras simplemente
desaparecen sin explicación. Había dolor en su voz, una vulnerabilidad que contrastaba completamente con la imagen del joven malhumorado que había conocido días atrás.
Teresa sintió el impulso de preguntarle más, de entender qué había creado esas sombras en sus ojos, pero algo le decía que debía esperar a que él decidiera compartir esos secretos. Bueno,”, dijo finalmente, cubriendo la mano de él con la suya sobre el batidor.
Entonces tendremos que encontrar el ritmo perfecto, ¿no te parece? La doble intención de sus palabras no pasó desapercibida para ninguno de los dos. Batieron juntos con sus manos superpuestas hasta que la crema alcanzó la consistencia perfecta. “Ves”, susurró Teresa. “Todo es cuestión de paciencia
y la técnica correcta.” Teo la miró intensamente y por un momento pareció que iba a decir algo importante, pero entonces el sonido de tacones contra el mármol anunció la llegada de Tiffany.
“¡Ay, por favor!”, exclamó la mujer deteniéndose en el umbral con una expresión de diversión exagerada. “¿Van a pasar toda la tarde susurrándose recetas al oído?” Teresa se alejó rápidamente, sintiendo las mejillas arder. Teo, por el contrario, no se movió ni un centímetro. ¿Hay algún problema con
que ayude en la cocina?, preguntó con un tono desafiante que Teresa no le había escuchado antes.
Al contrario, cariño, replicó Tiffany acercándose para inspeccionar el progreso. Me parece maravilloso que hayas desarrollado interés por las artes culinarias. La forma en que pronunció artes culinarias dejó claro que no se refería exactamente a la comida. Los invitados llegarán en una hora”,
continuó ajustándose los pendientes de perlas.
“Tereesa, querida, ¿necesitas que te ayude con el servicio?” “No será necesario, señora Tiffany. Tengo todo controlado.” Perfecto. Teo, ve a cambiarte. Esa camisa está bien, pero necesitas algo más. Impresionante. Teo frunció el seño. Impresionante. ¿Para quién exactamente? Su madre sonrió con esa
expresión misteriosa que había perfeccionado a lo largo de los años.
Ya lo verás, pero te aseguro que querrás causar una buena primera impresión. Después de que ambos se marcharan, Teresa se quedó sola en la cocina intentando procesar las ondas de tensión que parecían emanar de cada conversación entre madre e hijo. Había corrientes subterráneas que no entendía
completamente, pero una cosa estaba clara.
Tiffany estaba orquestando algo y ese algo la involucraba de alguna manera. Una hora más tarde, la mesa del comedor principal estaba dispuesta como una obra de arte. Cristalería que refractaba la luz de las velas, servilletas de lino color champán y un arreglo floral que había costado más que el
salario mensual anterior de Teresa. Los primeros invitados comenzaron a llegar.
una pareja mayor, claramente socios de negocios de Tiffany, seguidos por un hombre distinguido que parecía conocer cada rincón de la casa. Pero fue la última invitada quien hizo que el estómago de Teresa se contrajera en un nudo apretado. Era una mujer de unos 30 años, alta, elegante, con el tipo
de belleza que parecía salida de una revista de moda.
Su vestido negro se ajustaba perfectamente a su figura y se movía con la confianza de alguien acostumbrada a ser el centro de atención. Isabela, exclamó Tiffany, abrazando a la recién llegada como si fuera familia. Qué alegría verte, Isabela. El nombre resonó en la mente de Teresa como una campana
fúnebre.
Esta era obviamente la persona que Tiffany había mencionado, la que estaba ansiosa por conocer a Teo. Desde la cocina Teresa podía escuchar las conversaciones del comedor, risas elegantes, el tintineo de copas y por encima de todo, la voz melodiosa de Isabela, contando anécdotas que hacían reír a
todos los presentes. Cuando llegó el momento de servir el primer plato, Teresa se armó de valor y entró al comedor con una bandeja que, a pesar de sus nervios, no tembló ni un milímetro.
Teo estaba sentado directamente frente a Isabela, luciendo un traje azul marino que lo hacía parecer aún más guapo de lo habitual. Pero lo que hizo que el corazón de Teresa se detuviera fue la forma en que Isabela se inclinaba hacia él tocando su brazo mientras hablaba, riendo con una intimidad que
sugería una familiaridad previa. “Tereza,” dijo Tiffany cuando ella se acercó a servir.
“Quiero presentarte a Isabela Morales. Isabela, esta es nuestra nueva cocinera Teresa, la responsable de todos estos sabores maravillosos.” Isabella le dirigió una sonrisa cortés, pero claramente displicente. El tipo de sonrisa que las mujeres hermosas reservaban para otras mujeres que consideraban
irrelevantes.
“¡Qué encantador”, murmuró antes de volver inmediatamente su atención a Teo. “Como te decía, Teo, París estuvo increíble. Deberías venir conmigo la próxima vez. Tengo una suite permanente en el George Kington. Teresa sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago.
Mientras servía el cordero, mantuvo su expresión profesional, pero no pudo evitar notar como tío respondía a los comentarios de Isabela con cortesía, pero sin el calor que había mostrado con ella en la cocina. Cuando regresó a la cocina para preparar el siguiente plato, se sorprendió al encontrarse
temblando. ¿Qué le estaba pasando? Isabela era claramente de la misma clase social que Teo.
Era hermosa, sofisticada y obviamente interesada en él. Era la elección lógica la que cualquier madre aprobaría. Estaba tan absorta en sus pensamientos que no escuchó los pasos acercándose hasta que una voz familiar la sobresaltó. ¿Está todo bien aquí? se giró para encontrar a Teo parado en la
entrada de la cocina con las manos en los bolsillos y una expresión preocupada.
“Por supuesto”, respondió rápidamente, concentrándose en disponer las verduras en la bandeja. “¿No deberías estar con tus invitados? Mis invitados están perfectamente entretenidos con las historias de viajes de Isabela”, respondió con un tono que no pudo decifrar.
Parece una mujer muy interesante”, comentó Teresa, odiándose a sí misma por no poder mantener la neutralidad fuera de su voz. Teo se acercó más estudiando su perfil. “Interesante”, repitió. “Supongo que sí, si te interesan las conversaciones sobre spas exclusivos y boutiques de diseñador. Había
algo en su tono que hizo que Teresa levantara la vista. Sus ojos se encontraron y en ellos vio algo que hizo que su corazón se acelerara.
una intensidad que no tenía nada que ver con Isabela y todo que ver con ella. “Teresa,” murmuró acercándose hasta que apenas unos centímetros lo separaban. “Hay algo que necesito decirte.” Pero antes de que pudiera continuar, la voz de Tiffany resonó desde el comedor. “Teo Isabela está contando esa
historia divertida sobre Roma.” Teo cerró los ojos claramente frustrado.
Esto no ha terminado le dijo a Teresa con una voz cargada de promesas. Después de la cena, tú y yo vamos a hablar. La cena se extendió como una tortura exquisita. Cada vez que Teresa entraba al comedor para retirar platos o servir el siguiente curso, se encontraba con el espectáculo de Isabella,
monopolizando la conversación con anécdotas sobre galerías de arte en Milán y fiestas en yates privados.
Sus gestos eran calculadamente elegantes, cada movimiento diseñado para atraer la atención hacia sus brazos delgados o su sonrisa perfecta. Pero lo que más molestaba a Teresa no era la sofisticación de Isabela, sino la forma en que Tiffany parecía deleitarse con cada palabra que salía de sus
labios. La anfitriona asentía con entusiasmo, hacía preguntas que alentaban más historias y ocasionalmente dirigía miradas significativas hacia su hijo como si dijera, “¿Ves qué perfecta es?” Teo, por su parte, mantenía una expresión cortés, pero distante. Respondía cuando le hablaban
directamente, pero sus ojos buscaban constantemente la puerta de la cocina, como si esperara la próxima aparición de Teresa. Cuando finalmente sirvió el postre, una mousse de chocolate que había requerido horas de preparación, Isabela tocó el brazo de tío con familiaridad posesiva. Teo, querido,
debes probar esto.
a que ni siquiera los chefs de Lebristol podrían crear algo tan decadente. La palabra querido cayó sobre Teresa como una piedra fría. Se retiró rápidamente a la cocina, donde comenzó a lavar los platos con una energía que bordeaba la violencia. El agua caliente y el vapor le proporcionaban una
excusa perfecta para el rubor que había aparecido en sus mejillas.
Estaba tan concentrada en fregar una cacerola que había quedado perfectamente limpia después del primer lavado, que no escuchó los pasos que se acercaban hasta que una voz la sobresaltó. Si sigues frotando esa cacerola, vas a crear un agujero. Se giró bruscamente, encontrándose con Teo parado en el
umbral. Había aflojado su corbata y los primeros botones de su camisa estaban desabrochados, dándole un aspecto más relajado, pero igualmente magnético.
“¿No deberías estar disfrutando del postre con tus invitados?”, preguntó secándose las manos con más fuerza de la necesaria. “Mis invitados están encantados con Isabela”, respondió cerrando la puerta de la cocina detrás de él, especialmente mi madre. Había algo en su tono que hizo que Teresa lo
mirara más detenidamente. No parecía complacido por ese hecho.
Isabela parece muy agradable, logró decir, aunque las palabras le sabían amargas. Teo se acercó lentamente, como si se moviera a través de un campo minado. Agradable, repitió, es perfecta, según mi madre, rica, educada, con los contactos correctos. todo lo que un hijo obediente debería desear.
Entonces debes sentirte afortunado, murmuró Teresa volviendo su atención a los platos limpios que había comenzado a secar por tercera vez. Afortunado, la palabra salió cargada de una emoción que ella no pudo identificar. Teresa, mírame. El comando en su voz la obligó a levantar la vista.
Sus ojos verdes brillaban con una intensidad que hizo que el aire de la cocina se sintiera súbitamente escaso. ¿Crees realmente que me siento afortunado por estar atrapado en una conversación sobre la temporada de ópera en Viena mientras tú estás aquí sola pensando que no me importas? Las palabras
la golpearon como un rayo. Dejó caer el plato que estaba secando, pero tío lo atrapó antes de que pudiera estrellarse contra el suelo.
No digas eso susurró ella. No puedes decir eso. ¿Por qué no? Preguntó dejando el plato sobre la encimera, sin apartar los ojos de ella. Porque es inconveniente, porque no encajo en tu idea de lo que debería ser mi vida. Porque no es real, respondió, aunque su voz temblaba. Esto, lo que sea que esté
pasando entre nosotros, no puede ser real. Soy la cocinera, Teo.
¿Tú eres qué soy? La interrumpió acercándose hasta que apenas un metro lo separaba. Un príncipe en una torre de marfil, alguien demasiado importante para sentir algo genuino por una mujer extraordinaria que hace que cada día valga la pena vivir. Teresa sintió que las lágrimas amenazaban con
aparecer.
Todo en esa conversación era demasiado intenso, demasiado honesto, demasiado peligroso. “Tu madre espera que elijas a Isabela”, susurró. “Es obvio que planea esto desde hace tiempo. Mi madre planea muchas cosas”, replicó Teo con una sonrisa que no llegó a sus ojos. “Pero soy yo quien vive mi vida,
no ella.
” dio otro paso hacia adelante y ahora Teresa podía oler su colonia, una fragancia masculina que se había vuelto familiarly adictiva. Teresa, desde que llegaste, esta casa ha vuelto a la vida. Yo he vuelto a la vida. ¿Crees que voy a renunciar a eso por complacer las expectativas de otros? Antes de
que pudiera responder, Teo levantó la mano y rozó su mejilla con los nudillos.
El contacto fue suave como una pluma, pero envió ondas de electricidad por todo su cuerpo. No me importa lo que piense mi madre o Isabela o cualquier otra persona”, continuó con voz ronca. “¿Me importas tú? Me importa la forma en que te ríes cuando algo te divierte de verdad. Me importa cómo frunc
el seño cuando estás concentrada.
Me importa que seas la primera persona en meses que me mira como si fuera más que una decepción o un proyecto. Teresa cerró los ojos abrumada por la intensidad de sus palabras. Cuando los abrió, Teo estaba tan cerca que podía contar sus pestañas. Teo murmuró, pero cualquier protesta que hubiera
pensado expresar se desvaneció cuando él curvó las manos alrededor de su rostro. Dime que sientes algo”, susurró.
“Dime que no soy el único que se está volviendo loco aquí.” La vulnerabilidad en su voz la deshizo completamente. Todas las razones por las cuales esto era una mala idea, todas las diferencias entre sus mundos, todas las complicaciones que esto podría crear. Nada de eso importaba cuando lo miraba y
veía no al hijo mimado de una familia rica, sino al hombre que había encontrado razones para sonreír de nuevo. “¿Sientes todo?”, admitió finalmente.
“Más de lo que debería, más de lo que es sensato.” La sonrisa que apareció en el rostro de Teo fue como el amanecer después de la tormenta más larga del año. “Gracias a Dios”, murmuró y entonces la besó. El beso comenzó suave, casi irreverente, como si temiera que ella fuera a desvanecerse.
Pero cuando Teresa respondió, cuando sus manos se alzaron para enredarse en su cabello, todo cambió. El beso se profundizó cargándose de meses de tensión contenida y deseo negado. Teresa nunca había entendido realmente las metáforas sobre fuegos artificiales y terremotos, pero ahora con los labios
de Teo moviéndose contra los suyos y sus manos fuertes rodeando su cintura, todo tenía sentido.
Era como si hubiera estado viviendo en blanco y negro y de repente el mundo hubiera explotado en tecnicolor. se separaron cuando el aire se volvió una necesidad. Pero Theo mantuvo su frente apoyada contra la de ella, sus respiraciones entremezclándose. “Esto cambia todo”, murmuró él. “Lo sé”,
respondió ella, aunque una parte de su mente ya comenzaba a catalogar todas las formas en que esto podría salir terriblemente mal, Teo debió percibir su inquietud porque sus manos se movieron para tomarlas de ella. Oye, dijo suavemente. Vamos a resolverlo juntos.
Antes de que pudiera responder, el sonido de tacones aproximándose hizo que se separaran como si hubieran recibido una descarga eléctrica. Teresa se dirigió inmediatamente al fregadero, tomando el primer utensilio que encontró mientras Teo se apoyaba contra la isla central con una casualidad
estudiada.
La puerta se abrió y Tiffany entró con una sonrisa radiante. Aquí están mis tortolitos favoritos, exclamó. Pero había algo en sus ojos que sugería que sabía exactamente lo que había interrumpido. Isabela se está marchando y quiere despedirse de ti, Teo. Teo miró a Teresa, quien mantenía su atención
fija en el fregadero. Dile que salgo en un momento, respondió. Un momento.
Tiffany arqueó una ceja. Querido, es de mala educación hacer esperar a una dama, especialmente a una dama que ha viajado desde Europa específicamente para verte. La implicación colgó en el aire como una espada. Teresa sintió que su estómago se contraía, pero mantuvo su expresión neutral.
Está bien”, dijo Teo finalmente, “Pero esto no ha terminado”, añadió dirigiendo la última parte claramente hacia Teresa. Después de que se marchara, Tiffany se quedó en la cocina observando a Teresa con una expresión inescrutable. “¿Sabes, querida?”, dijo finalmente. Isabela mencionó que Teo
parecía distraído durante la cena, como si su mente estuviera en otra parte.
Teresa no respondió, pero sintió las mejillas arder. Es curioso, continuó Tiffany, porque últimamente he notado que mi hijo está mucho más animado, más vivo. Se acercó a la isla central jugueteando con una de las cucharas de plata. Espero sinceramente que quien sea responsable de este cambio
entienda lo precioso que es lo que está sucediendo aquí.
Sus ojos se encontraron con los de Teresa y en ellos había una advertencia velada que hizo que el corazón de la joven se detuviera por completo. El desayuno del día siguiente transcurrió en un silencio denso como melaza. Teresa había llegado temprano esperando encontrar la cocina vacía y poder
procesar en paz los eventos de la noche anterior.
En cambio, se encontró con Tiffany ya instalada en la isla central, bebiendo café de una taza de porcelana china y leyendo el periódico financiero con una concentración que parecía forzada. Buenos días, querida, saludó sin levantar la vista. Espero que hayas dormido bien.
La pregunta sonaba inocente, pero Teresa había aprendido que nada que saliera de la boca de Tiffany era completamente inocente. Muy bien, gracias, mintió, porque la verdad era que había pasado la noche dando vueltas en la cama, reviviendo cada segundo del beso de tío y analizando cada matiz de la
advertencia de su madre. Maravilloso”, murmuró Tiffany pasando una página con un movimiento deliberadamente dramático, porque tengo la sensación de que hoy va a ser un día muy revelador.
Antes de que Teresa pudiera preguntarle qué significaba eso, el sonido familiar de pasos masculinos anunció la llegada de Teo, pero hoy no vino con excusas elaboradas o pretextos transparentes. Simplemente entró en la cocina, se dirigió directamente hacia Teresa y plantó un beso en su mejilla como
si fuera la cosa más natural del mundo. El periódico de Tiffany se arrugó audiblemente en sus manos.
Buenos días, hermosa, murmuró Teo cerca del oído de Teresa, con una voz que contenía suficiente calidez como para derretir glaciares. Teresa se quedó inmóvil, consciente de que cada fibra de su ser había reaccionado a ese contacto simple, pero también terriblemente consciente de la presencia de
Tiffany a menos de 2 metros de distancia.
Buenos días”, logró susurrar, aunque su voz sonó más como un suspiro que como palabras coherentes. Tiffany dobló el periódico con movimientos precisos y lo dejó sobre la encimera con un golpe seco que resonó por toda la cocina. “Bueno, bueno,”, dijo levantándose con la elegancia de una reina.
Parece que anoche hubo más que una cena exitosa.
Teo se giró hacia su madre con una expresión desafiante que Teresa no le había visto antes. Había determinación en su postura, como si hubiera tomado una decisión durante la noche y estuviera preparado para enfrentar las consecuencias. Sí, la hubo”, respondió simplemente. Tiffany lo estudió durante
un momento que se sintió eterno, sus ojos moviéndose entre su hijo y Teresa, como si estuviera resolviendo una ecuación matemática particularmente compleja.
Ya veo,” murmuró finalmente. “Y Isabela, “Isabela es encantadora,” replicó Teo. Estoy seguro de que será muy feliz con alguien que comparta su pasión por los museos de arte moderno y los cruceros por el Mediterráneo. Pero no contigo, definitivamente no conmigo. Teresa observaba el intercambio como
si estuviera viendo un partido de tenis en cámara lenta.
Había algo ritualístico en la conversación, como si madre e hijo hubieran tenido versiones de esta discusión antes. Tiffany se acercó a la ventana contemplando el jardín matutino con las manos entrelazadas detrás de la espalda. ¿Sabes, Teo? Durante años me pregunté qué había pasado contigo.
Mi hijo, que antes podía iluminar una habitación con su sonrisa, que tenía planes y sueños y ganas de conquistar el mundo, de repente se convirtió en un fantasma que habitaba su propia casa. Tío se tensó, pero no respondió. Contraté doctores, terapeutas, incluso un consultor de vida que costó una
fortuna y que hablaba demasiado sobre chakras, continuó Tiffany. Nada funcionó. Y entonces, entonces llegó una cocinera de provincia con delantal manchado y manos trabajadoras, y en tres días consiguió lo que años de profesionales no pudieron lograr.
Se giró hacia Teresa y, para sorpresa de esta, había lágrimas en sus ojos. “Mi hijo volvió a la vida”, susurró. “Por primera vez en años lo escucho reír de verdad. Lo veo levantarse por las mañanas con propósito. Lo veo feliz. Teresa sintió que se le formaba un nudo en la garganta. Señora Tiffany,
yo no sin la interrumpió Tiffany levantando una mano. Déjame terminar.
Anoche, mientras veía a Isabela hacer todo lo posible por captar la atención de mi hijo, me di cuenta de algo. Durante años he estado tratando de arreglar la vida de Theo con las piezas equivocadas. Se acercó a donde estaban parados, tomando las manos de ambos en las suyas.
Isabela es perfecta sobre el papel, rica, conectada, de buena familia, todo lo que una madre ambiciosa podría desear para su hijo. Pero hay algo que nunca podría darle. ¿Qué? Preguntó Ceo genuinamente curioso. Autenticidad, respondió Tiffany sonriendo a través de las lágrimas. La capacidad de verlo
como el hombre que es, no como el hombre que debería ser, según las expectativas sociales.
Teresa sintió que las lágrimas amenazaban con desbordarse. Esta no era la conversación que había esperado. Cuando vi cómo te miraba anoche durante la cena, continuó Tiffany dirigiéndose ahora a Teresa. Cuando vi como él te buscaba con la mirada cada vez que entrabas en la habitación, entendí que
había estado luchando contra algo hermoso en lugar de nutrirlo.
“Mamá”, murmuró tío con voz ronca. “Sh, déjame ser dramática”, replicó Tiffany secándose los ojos con elegancia. “Es mi derecho como madre, pero también es mi derecho rectificar mis errores.” Se dirigió hacia la puerta, pero se detuvo en el umbral.
Teresa querida, espero que entiendas que mi hijo puede ser terco, posesivo y ocasionalmente imposible, pero también es el hombre más leal y cariñoso que conozco. Si decides quedarte con él, será tuyo para siempre. ¿Y si no decido quedarme? Preguntó Teresa, sorprendiéndose a sí misma por la
pregunta. Tiffany sonrió con una mezcla de tristeza y esperanza.
Entonces, supongo que tendremos que aprender a vivir con un fantasma otra vez, pero realmente espero que no sea necesario. Después de que se marchara, la cocina quedó envuelta en un silencio que palpitaba con posibilidades no expresadas. Teo se acercó a Teresa tomando sus manos entre las suyas.
¿Qué piensas?, preguntó suavemente. Teresa. Lo miró este hombre que había aparecido en su vida como una tormenta inesperada, cambiando todo lo que creía saber sobre sí misma y sobre lo que era posible.
“Pienso, dijo finalmente, que tu madre es más astuta de lo que creía.” Teo se rió, una risa genuina que llenó toda la cocina. “Recién te das cuenta. Ha estado orquestando esto desde el momento en que te contrató.” “¿Crees que es por eso que me eligió?”, preguntó Teresa. No por mis habilidades
culinarias. Oh, no, replicó Teo, acercándose hasta que sus labios rozaron los de ella.
definitivamente fue por tus habilidades culinarias, pero también porque eres exactamente lo que necesitaba, aunque no lo supiera hasta que apareciste. La besó entonces suave y profundamente, y esta vez no hubo interrupciones. Cuando se separaron, ambos estaban sonriendo. Entonces, murmuró Teresa,
“¿Qué hacemos ahora?” Teo la miró con una intensidad que hizo que su corazón se acelerara.
Ahora dijo con una sonrisa que contenía promesas peligrosas, te llevo a un lugar donde podamos hablar sin que mi madre aparezca en el momento más inoportuno. ¿Y dónde sería eso? Mi habitación, respondió. Y la forma en que lo dijo hizo que Teresa sintiera mariposas en lugares que no sabía que podían
albergar mariposas. Teo comenzó, pero él la silenció con un dedo sobre sus labios. Solo para hablar.
prometió, aunque sus ojos decían que la conversación podría incluir actividades que no requerían palabras, tenemos mucho que decidir sobre nuestro futuro. La palabra futuro flotó entre ellos como una promesa dorada, llena de posibilidades que ninguno de los dos se había atrevido a considerar antes.
La habitación de Teo era exactamente lo que Teresa había imaginado y completamente diferente a la vez. Esperaba opulencia y la había.
techos altos con molduras doradas, una cama que podría albergar a una familia completa, ventanas enormes que ofrecían vistas panorámicas del jardín, pero también había elementos inesperadamente personales. Libros apilados en torres precarias sobre cada superficie disponible, una guitarra acústica
apoyada contra la pared, fotografías enmarcadas de lugares que parecían más aventureros que lujosos.
Sorprendida, preguntó Theo, notando como sus ojos recorrían cada detalle. Un poco, admitió Teresa, acercándose a examinar una fotografía donde un téo más joven sonreía desde la cima de lo que parecía ser una montaña. “No sabía que fueras aventurero.
Solía serlo”, murmuró él con una melancolía que hizo que ella se girara hacia él antes de que, bueno, antes de que perdiera el rumbo por un tiempo. se acercó a la ventana apoyando las palmas contra el cristal, como si pudiera traspasar la barrera y escapar hacia el jardín. “¿Qué te pasó, Teo?”,
preguntó Teresa suavemente. “Tu madre mencionó que habías cambiado, pero nunca dijiste por qué.
” Él permaneció en silencio durante tanto tiempo que ella comenzó a pensar que no respondería. Cuando finalmente habló, su voz sonaba como si viniera desde muy lejos. Hace dos años estaba comprometido. Comenzó sin girarse con una mujer llamada Victoria. Era era todo lo que se suponía que debería
querer. Hermosa, inteligente, de una familia que mi madre adoraba.
Teresa sintió una punzada de algo que podría haber sido celos, pero se obligó a permanecer callada. Pensé que la amaba continuó. O quizás pensé que debería amarla. Durante meses planeamos la boda perfecta, la vida perfecta, el futuro perfecto. Y entonces, una semana antes de la ceremonia la
encontré en la cama con mi mejor amigo.
Las palabras cayeron en la habitación como piedras en un estanque silencioso. Teresa sintió que su corazón se contraía por el dolor que detectaba en su voz. Teo comenzó, pero él levantó una mano para detenerla. Lo peor no fue la traición. murmuró. Lo peor fue darme cuenta de que me sentía más
aliviado que devastado.
Me di cuenta de que había estado viviendo la vida que otros esperaban de mí, no la que yo realmente quería. Se giró finalmente y en sus ojos había una vulnerabilidad que hizo que Teresa quisiera abrazarlo y protegerlo del mundo entero. Después de eso, simplemente me rendí. Dejé de intentar, dejé de
salir, dejé de pretender que me importaba algo hasta que llegaste tú.
Caminó hacia ella lentamente, como si temiera que fuera a desvanecerse si se movía demasiado rápido. Contigo, por primera vez en años, no tengo que pretender alguien más. No tengo que actuar como el hijo perfecto o el novio ideal o el heredero responsable. Puedo simplemente ser. Tomó sus manos
entre las suyas, entrelazando sus dedos con una ternura que hizo que los ojos de Teresa se llenaran de lágrimas.
Eres la primera persona que me ve realmente, Teresa. No lo que represento o lo que podría darles, sino quién soy cuando nadie más está mirando. Eres extraordinario cuando nadie más está mirando susurró ella, liberando una de sus manos para tocar su mejilla. Divertido, inteligente, increíblemente
tierno. No entiendo cómo alguien podría no ver eso.
Teo cerró los ojos apoyándose en su toque como si fuera un ancla en una tormenta. “Te amo”, murmuró y las palabras salieron como si hubieran estado esperando meses para ser liberadas. “Sé que es rápido, sé que es complicado, sé que probablemente no es lo que planeaste cuando aceptaste este trabajo,
pero te amo de una forma que no sabía que era posible.
” Teresa sintió que su corazón se expandía hasta llenar todo su pecho. Durante toda su vida había escuchado esas palabras en películas y canciones, pero nunca había entendido realmente su poder hasta este momento. “Yo también te amo”, respondió. Y la sonrisa que apareció en el rostro de Theo fue
como ver el sol salir después del invierno más largo de la historia. La besó entonces, pero este beso fue diferente a todos los anteriores.
No había urgencia desesperada o pasión contenida. En cambio, había una ternura profunda, una promesa silenciosa de que esto era solo el comienzo de algo hermoso y duradero. Cuando se separaron, Teo apoyó su frente contra la de ella. ¿Qué hacemos ahora?, preguntó. ¿Cómo hacemos que esto funcione?
Teresa se rió suavemente.
Bueno, podríamos empezar por decirle a tu madre que ya no necesita fingir que no sabe lo que está pasando. Oh, créeme, replicó Teo con una sonrisa traviesa. Mi madre ya está planeando nuestra boda. Probablemente ya tiene el vestido elegido y el menú planificado.
¿Y eso te molesta? Para nada, respondió besando la punta de su nariz. De hecho, estoy bastante seguro de que ella tiene mejor gusto que yo para estas cosas. Se dirigieron hacia la puerta, pero Theo se detuvo antes de abrirla. Teresa dijo con una seriedad repentina, quiero que sepas que esto no va a
ser fácil. Habrá gente que no entenderá, que pensará que no somos una pareja apropiada. ¿Estás preparada para eso? Ella lo miró.
Este hombre que había aparecido en su vida como un huracán inesperado, transformando todo lo que creía saber sobre el amor y las posibilidades. Teo dijo finalmente, he pasado toda mi vida haciendo práctica sensata, haciendo lo que se esperaba de mí. Por primera vez quiero hacer algo completamente
loco e imprudente.
Quiero amarte sin importar lo que piense el resto del mundo. La sonrisa que apareció en su rostro podría haber alimentado a toda la ciudad durante una semana. En ese caso, murmuró abriendo la puerta, vamos a enfrentar juntos el siguiente capítulo de nuestra historia completamente loca e imprudente.
Bajaron las escaleras tomados de la mano y cuando llegaron al primer piso encontraron a Tiffany esperándolos en el salón principal. Estaba sentada en su sillón favorito con una copa de champán en la mano y una sonrisa que podría haber iluminado toda Europa. “Finalmente”, exclamó levantándose para
abrazarlos a ambos. “Pensé que iban a quedarse ahí arriba discutiendo detalles toda la tarde. ¿Cómo sabías que, comenzó Theo, pero su madre lo interrumpió con un gesto elegante.
Cariño, tengo 52 años y he estado casada. Reconozco la cara de un hombre enamorado cuando la veo. Además, añadió con una sonrisa traviesa, el servicio de Cathering ya está reservado para la primavera. Espero que no tengan inconveniente con una boda en el jardín. Teresa se rió hasta que las lágrimas
corrieron por sus mejillas y Teo la abrazó más fuerte, enterrando su rostro en su cabello. “Te dije que ya estaba planeando todo”, murmuró contra su oreja.
“¿Y sabes qué?”, respondió Teresa girándose en sus brazos para mirarlo. No me molesta para nada, porque finalmente había encontrado el lugar donde pertenecía, en los brazos de un hombre que la veía exactamente como era, y la amaba precisamente por eso. Y si ese lugar venía con una suegra que
planeaba bodas antes de que las parejas decidieran casarse. Bueno, eso solo hacía la historia más interesante.
La mansión, que una semana antes había estado envuelta en silencio y melancolía, ahora resonaba con risas, planes para el futuro y el aroma de la cena que Teresa había comenzado a preparar antes de que el mundo cambiara por completo. Y en el centro de todo, Teo y Teresa se miraban como si acabaran
de descubrir que los cuentos de hadas realmente podían hacerse realidad, especialmente cuando venían acompañados de suegras manipuladoras con excelente gusto para organizar eventos. M.
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