Capítulo 1: El eco de los días tranquilos

En Timucuy, el tiempo parecía deslizarse con la parsimonia de un río dormido. Las casas blancas se alineaban bajo el sol, las bugambilias trepaban por las paredes y el canto de los pájaros era la única música en las mañanas. Ángela y Julián vivían en la última casa del pueblo, justo donde el camino de tierra se disolvía en los campos de maíz.

Llevaban ocho años casados. Ocho años de rutinas, de tardes compartidas en el porche, de sueños susurrados al oído antes de dormir. Julián era tranquilo, metódico, de pocas palabras y mirada profunda. Ángela, en cambio, tenía la risa fácil y la costumbre de hablar con las plantas del jardín. No tenían hijos, pero su vida estaba llena de pequeños rituales: el café al amanecer, la caminata vespertina, los domingos de mercado.

Pero todo cambió el día que recibieron la noticia de la muerte de Matías.

## Capítulo 2: Hermanos de sangre y sombra

Matías y Julián eran gemelos. Desde niños, el pueblo los conocía como “los dos de Ben”, porque su padre, Benjamín, había sido el panadero más querido de Timucuy. Los hermanos crecieron entre risas, travesuras y peleas que nunca duraban más de un par de horas. Compartían todo: la ropa, los secretos, los sueños y hasta los miedos.

De adolescentes, Matías era el extrovertido, el que se metía en problemas y arrastraba a Julián tras de sí. Pero cuando Benjamín murió, Julián se volvió el responsable, el que cuidaba de su madre y de Matías. Incluso después de casarse con Ángela, Matías seguía siendo parte de su vida: las cenas en familia, las tardes de fútbol, las historias al calor del fuego.

La muerte de Matías fue repentina. Un accidente en la carretera, una llamada en mitad de la noche, el mundo de Julián y Ángela se partió en dos.

## Capítulo 3: El velorio

El velorio se celebró en la casa de la familia, como dictaba la costumbre. Los vecinos entraban en silencio, dejaban flores, rezaban. Las velas parpadeaban en la sala, iluminando el rostro pálido de Matías dentro del ataúd. Ángela observaba a Julián, que no derramó una sola lágrima. Permanecía de pie, con la mirada perdida, sosteniendo las cuentas de un rosario con los dedos temblorosos.

Al final de la noche, cuando todos se fueron, Ángela intentó abrazarlo. Julián se dejó caer en una silla y murmuró:

—No siento nada, Ángela. Es como si estuviera vacío.

Ella le acarició el cabello, sin saber qué decir. El silencio era tan denso que parecía una sombra más en la habitación.

## Capítulo 4: Las primeras grietas

Después del entierro, la vida intentó recomponerse. Ángela volvió a sus plantas, Julián al taller de carpintería. Pero algo había cambiado. Al principio, eran detalles: Julián olvidaba dónde dejaba las llaves, no recordaba si había apagado la estufa, llamaba a su esposa por el nombre de su madre sin darse cuenta.

—Debe ser el dolor —se repetía Ángela—. Es normal que esté distraído.

Pero pronto, las distracciones se volvieron más inquietantes. Una tarde, Julián se quedó mirando el espejo del baño durante minutos. Cuando Ángela le preguntó qué hacía, él respondió:

—Pensé que vi a Matías detrás de mí.

Ella intentó tranquilizarlo, pero la inquietud creció en su pecho.

## Capítulo 5: Voces en la noche

La primera noche que Julián habló dormido, Ángela despertó sobresaltada. Lo vio sentado en el borde de la cama, mirando fijamente la pared.

—¿Julián? —susurró.

Él tardó en responder. Su voz era apenas un murmullo.

—Está aquí.

—¿Quién?

—Matías. Me está llamando.

Ángela sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Encendió la lámpara de la mesita de noche y le tomó el rostro a su esposo.

—No hay nadie aquí, amor. Fue un sueño.

Pero Julián se soltó de su agarre y se levantó. Caminó hacia la puerta como un sonámbulo y salió al patio. Ángela corrió tras él y lo encontró de pie, descalzo sobre la tierra húmeda. Susurraba algo en voz baja.

—¿Qué dices? —preguntó ella, abrazándose a sí misma por el frío de la madrugada.

Julián giró la cabeza lentamente y la miró con una expresión extraña.

—Dice que no debí dejarlo solo. Que ahora es mi turno.

Ángela sintió que el aire le faltaba. Esa noche, convenció a su esposo de volver a la cama, pero a partir de entonces, los episodios se hicieron más frecuentes.

## Capítulo 6: La sombra de Matías

Julián empezó a confundir su reflejo en los espejos con el de su hermano. Decía que Matías le hablaba, que lo veía en los rincones de la casa. A veces, lo encontraba sentado en la mecedora del patio, murmurando cosas sin sentido. Otras, lo sorprendía en la cocina, mirando fijamente la ventana, como si esperara a alguien.

Una tarde, Ángela lo encontró en el taller, rodeado de trozos de madera. Había tallado dos figuras idénticas: dos hombres tomados de la mano. Julián las miraba con ojos vidriosos.

—¿Para quién son? —preguntó Ángela, intentando sonar casual.

—Para Matías. Dijo que las necesitaba.

Ángela sintió un nudo en la garganta. Sabía que debía hacer algo, pero no sabía qué. El médico del pueblo le recetó pastillas para dormir, pero Julián se negaba a tomarlas.

—Si duermo, él vendrá por mí —susurró una noche.

## Capítulo 7: El cuchillo

Lo peor ocurrió una madrugada. Ángela despertó de golpe al escuchar un ruido en la cocina. Se levantó con cautela y, al llegar, vio a Julián de espaldas, de pie frente al fregadero. Parecía estar sosteniendo algo.

—¿Qué haces? —preguntó, encendiendo la luz.

Él giró lentamente y en sus manos había un cuchillo.

—Matías dice que debo ir con él —susurró.

Ángela sintió cómo el pánico la paralizaba. Con voz temblorosa, intentó razonar con él.

—No, amor… Matías ya no está. Eres Julián, estás aquí, conmigo.

Los ojos de su esposo se llenaron de lágrimas. Su cuerpo se tensó y, de repente, dejó caer el cuchillo al suelo. Como si despertara de un trance, comenzó a sollozar y Ángela corrió a abrazarlo.

Esa noche, Ángela supo que no podían seguir así.

## Capítulo 8: La curandera

Desesperada, Ángela buscó ayuda en una curandera del pueblo, Doña Aurelia, una anciana de ojos claros y manos firmes. La casa de Doña Aurelia olía a hierbas y a humo.

—El lazo entre los gemelos es fuerte —dijo la curandera—. A veces, cuando uno muere, el otro queda atrapado entre dos mundos. Su espíritu lo está jalando. Pero si Julián se aferra a la vida, puede liberarse.

Ángela lloró mientras la anciana preparaba una infusión de hojas amargas.

—Debes ayudarlo a despedirse. Solo así podrá volver a ser él mismo.

## Capítulo 9: El ritual

Con la guía de la curandera, Ángela y Julián prepararon un ritual de despedida. En una noche de luna llena, llevaron una vela blanca y una prenda de Matías al campo donde solían jugar de niños. Julián temblaba, pero sostuvo la vela con firmeza.

La voz de Doña Aurelia resonó en la oscuridad:

—Matías, tu camino ya no está aquí. Deja libre a tu hermano. Julián, despídete y agradece el tiempo compartido.

Julián, entre sollozos, habló con su hermano por última vez, pidiéndole que lo dejara ir. Cuando la vela se consumió, Julián sintió un peso desaparecer de su pecho. Ángela lo abrazó, ambos llorando bajo la luna.

## Capítulo 10: El regreso a la vida

A partir de esa noche, las voces cesaron. Julián volvió a dormir. Poco a poco, recuperó la sonrisa, aunque la tristeza seguía asomando en sus ojos. Ángela lo acompañó en el proceso, sin forzar, sin prisa. Aprendieron a vivir con la ausencia, a honrar la memoria de Matías sin perderse en su sombra.

El taller volvió a llenarse de figuras de madera, pero ahora Julián tallaba pájaros, árboles, pequeños soles. Ángela plantó nuevas flores en el jardín, y cada tarde, al regarlas, le hablaba a Matías, agradeciéndole por el tiempo que compartieron.

## Capítulo 11: La luz al final del duelo

El duelo es un camino solitario y a veces nos atrapa en sombras que parecen imposibles de vencer. Pero aprender a soltar no significa olvidar, sino honrar la memoria de quienes amamos sin perdernos en su ausencia. La vida sigue, y aunque el dolor nos acompañe, siempre hay luz esperando al final del camino.

Ángela y Julián aprendieron a caminar juntos de nuevo, llevando en el corazón el recuerdo de Matías, pero mirando siempre hacia adelante.

**Fin**