Me vas a dar un hijo y yo te voy a dar mi fortuna”, le dijo el millonario a la sirvienta. Ella casi dejó caer la taza de porcelana cuando escuchó esas palabras. Celeste Acosta, de 28 años, llevaba 3 años limpiando la biblioteca de la mansión de Joaquín Fierro, pero nunca había oído algo tan absurdo salir de la boca de su patrón.

El hombre de 45 años, conocido en todo Guadalajara por sus negocios exitosos y su vida solitaria, estaba sentado en su sillón de piel, mirándola directamente a los ojos. “Perdón, señor Fierro, pero no entendí”, dijo Celeste colocando la taza con cuidado sobre la mesa de Caoba. Joaquín ajustó sus lentes y repitió con la misma seriedad de siempre.
Me vas a dar un hijo y yo te voy a dar mi fortuna. El silencio se apoderó de la biblioteca. Solo se escuchaba a lo lejos el ruido del tráfico en la avenida López Mateos. Celeste sentía el corazón latiéndole a mil por hora. Conocía bien esa casa en el barrio de providencia, cada rincón, cada mueble antiguo, pero nunca imaginó que un día viviría una situación como esa.
“Señor, yo no puedo aceptar una propuesta así”, respondió ella tratando de mantener la compostura. Joaquín se levantó y caminó hasta la ventana que daba al jardín lleno de jacarandas. Celeste, sé que suena raro, pero necesito un heredero. Y tú eres la única persona en esta casa en la que confío. Ella lo conocía lo suficiente como para saber que no era hombre de bromas.
Joaquín Fierro había construido un imperio de restaurantes mexicanos que se extendía por todo el país. A sus 45 años nunca se había casado, nunca había tenido hijos y ahora parecía desesperado por encontrar una solución. ¿Por qué yo, señor?, preguntó Celeste, aún intentando procesar todo.

Porque en tr años te has convertido en la persona más honesta que he conocido. Nunca has tomado nada que no fuera tuyo. Nunca has mentido. Siempre has cuidado esta casa como si fuera tu propia familia, explicó Joaquín volteando para mirarla a los ojos. Y porque necesito a alguien en quien pueda confiar plenamente. Celeste pensó en su casita en la colonia Oblatos.
donde vivía sola desde que se mudó de Zacatecas a los 25 años. Pensó en su hermana Marisol, que necesitaba dinero para sus estudios. Pensó en todas las cuentas que apenas podía pagar con su sueldo de empleada doméstica. No sería un matrimonio de verdad, continuó Joaquín. Sería un acuerdo. Tendrías tu propio cuarto, tu privacidad y después del nacimiento del niño, la mitad de todo lo que tengo será tuyo.
Y si digo que no, preguntó Celeste. Entonces, sigues trabajando aquí como siempre y yo busco otra solución para mi problema, respondió él sin mostrar enojo. Cel este miró alrededor de la biblioteca con sus estanterías llenas de libros que ella había organizado tantas veces. Era un mundo completamente diferente al suyo, pero había algo en la propuesta que la intrigaba.
No era solo el dinero, aunque sabía que nunca tendría otra oportunidad como esa en la vida. ¿Puedo pensarlo?, preguntó ella. Claro, tómate el tiempo que necesites. Esa noche Celeste regresó a su casa en la colonia Oblatos con la cabeza llena de pensamientos. Preparó un té de manzanilla, como su mamá le había enseñado, y se sentó en el pequeño balcón a ver las luces de la ciudad.
Joaquín Fierro no era mala persona, al contrario, siempre la había tratado con respeto, le pagaba a tiempo y ella había notado pequeños gestos de amabilidad a lo largo de los años. Cuando se enfermó el año pasado, él personalmente llevó medicinas hasta su casa. Cuando supo que su hermana estudiaba enfermería, le ofreció una beca sin ella se lo pidiera.
Tres días después, Celeste volvió a la mansión con su respuesta. Joaquín estaba desayunando en el jardín como cada mañana leyendo el periódico mural. “Señor Fierro”, dijo ella acercándose a la mesa. Él levantó la mirada del periódico y la observó con expectación. “Acepto su propuesta, pero tengo una condición”, dijo Celeste, sorprendiéndose de su propio valor.
“¿Cuál?”, preguntó Joaquín. “Quiero que mi hermana Marisol pueda venir a estudiar a la universidad aquí en Guadalajara. Tiene talento, pero no tiene lana. Joaquín sonrió por primera vez desde que hizo la propuesta. Acepto. ¿Cuándo podemos empezar con los preparativos? Dos meses después se casaron en una ceremonia sencilla en el registro civil.
Celeste usó un vestido blanco sencillo que compró en la avenida Juárez y Joaquín llevaba su traje más sobrio. Solo hubo dos testigos, el abogado de Joaquín y Marisol. que había llegado de Zacatecas la semana anterior. La vida en la mansión cambió por completo. Celeste ahora tenía su propio cuarto, bien decorado, con vista al jardín.
Joaquín cumplió su palabra sobre la privacidad y el respeto, tratándola más como socia que como esposa de verdad. Pero había algo que ninguno de los dos había previsto. Conforme pasaban los días, las pláticas durante la cena, los paseos por el jardín los domingos por la tarde y la convivencia diaria empezaron a crear una cercanía inesperada entre ellos.
Seis meses después de la boda, durante una lluvia típica de septiembre en Guadalajara, Celeste descubrió que estaba embarazada. Estaba sola en el baño de su cuarto cuando vio el resultado de la prueba. Sus manos temblaron. El acuerdo estaba funcionando, pero su corazón había cambiado de una manera que no esperaba.
Y por cómo Joaquín había empezado a mirarla últimamente, tal vez el de él también. El olor a chocolate caliente con canela venía de la cocina cuando Celeste bajó a darle la noticia a Joaquín. Era una mañana de octubre y él estaba sentado en la mesa de la cocina leyendo correos en su tableta, como hacía todas las mañanas antes de ir a la oficina.
Los primeros rayos del sol entraban por la ventana iluminando sus canas en las cienes. “Joaquín”, dijo ella usando su nombre de pila por primera vez desde que se casaron. Él levantó la mirada, sorprendido por la familiaridad en su tono de voz. “Estoy embarazada”, anunció Celeste sosteniendo la prueba en la mano. Joaquín se levantó de inmediato y por un momento se quedó sin palabras.
Luego una sonrisa sincera iluminó su rostro. Esto es esto es increíble, Celeste, dijo él acercándose a ella. ¿Cómo te sientes? Bien. Un poco mareada, pero bien, respondió ella, notando que la alegría de él parecía genuina, no solo alivio por ver el acuerdo funcionando. Vamos a agendar un doctor hoy mismo, el mejor obstetra de Guadalajara.
Dijo Joaquín. ya tomando el teléfono. En los meses siguientes, algo cambió entre ellos. Joaquín empezó a llegar más temprano del trabajo, siempre preguntando cómo había pasado el día. Traía frutas frescas del mercado San Juan de Dios, recordando que ella había mencionado que se le antojaban mangos. Celeste, por su parte, empezó a interesarse más en los negocios de él.
Durante las cenas, Joaquín hablaba de los retos de los restaurantes y ella ofrecía ideas sorprendentemente prácticas basadas en su experiencia cuidando la casa y observando cómo se comportaba la gente. “Tú tienes una forma diferente de ver las cosas”, dijo Joaquín una noche después de que ella sugirió un cambio en el menú de uno de los restaurantes.
“Tal vez deberías acompañarme a algunas juntas.” Yo, río celeste. Joaquín, apenas terminé la prepa. La inteligencia no se aprende en la escuela, respondió él. Y tú tienes algo que muchos empresarios no tienen, sentido común. Marisol, que ahora vivía en el cuarto de huéspedes y estudiaba enfermería en la Universidad de Guadalajara, observaba la transformación de los dos con curiosidad.
Parecen pareja de verdad, comentó una tarde mientras ayudaba a Celeste a doblar ropa de bebé. No digas tonterías, Marisol. Es solo un acuerdo respondió Celeste, pero su hermana notó el rubor en sus mejillas. Acuerdo o no, él te mira de una manera diferente y tú también lo miras a él. Era cierto.
Celeste había empezado a sentir algo que no esperaba. No era solo gratitud por lo que Joaquín había hecho por ella y su familia. Era algo más profundo, más real. En el sexto mes de embarazo, una tarde de diciembre, cuando el clima estaba más fresco y las calles se llenaban de adornos navideños, Celeste tuvo su primera consulta de ultrasonido en 3D.
Joaquín insistió en acompañarla. Cuando vieron el rostro del bebé en la pantalla, ambos se emocionaron. Joaquín tomó la mano de Celeste instintivamente y ella no se apartó. “Es niño”, dijo el doctor y está muy sano. De regreso a casa pararon en un café en la avenida Chapultepec. Era un lugar sencillo con mesas pequeñas y el aroma a café tostado en el aire.
“¿Cómo quieres que nos llame?”, preguntó Celeste, revolviendo el azúcar en su chocolate caliente. “¿Cómo?”, cuestionó Joaquín. para ti, papá, para mí, mamá, pero y nosotros dos, dudó ella. Va a crecer pensando que somos una pareja de verdad. Joaquín se quedó en silencio un momento, mirando por la ventana hacia el movimiento de la calle.
“Tal vez no esté tan equivocado”, dijo él finalmente. Celeste sintió el corazón acelerarse. “¿Qué quieres decir, Celeste? Sé que empezamos esto como un acuerdo, pero en estos últimos meses se detuvo buscando las palabras correctas. Te has convertido en la parte más importante de mi día. Me despierto con ganas de desayunar contigo.
Regreso a casa pensando en contarte cómo estuvo mi día, “Jaquín”, susurró ella, “Estoy enamorado de ti”, dijo él mirándola directamente a los ojos. De verdad, no sé sientes lo mismo, pero necesitaba que lo supieras. Celeste sintió lágrimas en los ojos. Durante meses había intentado ignorar sus propios sentimientos, convenciéndose de que era solo gratitud.
También yo, admitió ella. También me enamoré de ti. Se miraron por un largo momento. El ruido de los otros clientes del café parecía lejano. Por primera vez desde que se casaron, Joaquín tomó realmente su mano y Celeste entrelazó sus dedos con los de él. Dime, de qué ciudad y país estás viendo este video. Voy a leer todos los comentarios.
Dos semanas después, en una noche calurosa de diciembre, cuando las luces navideñas brillaban por todo Guadalajara, Celeste despertó con dolores fuertes. Era muy pronto, aún faltaban dos meses para el nacimiento. Joaquín, llamó ella asustada. Él despertó de inmediato y al verla no lo pensó dos veces.
Vamos al hospital ahora. Durante el trayecto al hospital civil, Celeste apretaba la mano de Joaquín con fuerza. Los dolores eran cada vez más intensos y ella sabía que algo no estaba bien. En el hospital, los doctores la llevaron rápidamente a una sala de urgencias. Joaquín se quedó en el pasillo caminando de un lado a otro hasta que Marisol llegó para hacerle compañía.
Tres horas después, el doctor salió de la sala con una expresión seria. Señor Fierro. dijo el doctor. Tuvimos que hacer una cesárea de emergencia. El bebé nació, pero está en la unidad de cuidados intensivos neonatales y su esposa dudó. Hubo complicaciones. Está estable, pero perdió mucha sangre. Joaquín sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies.
En unas horas había descubierto que podía perder a las dos personas más importantes de su vida. Durante 5 días, Joaquín no salió del hospital. Celeste estaba internada, aún recuperándose de las complicaciones del parto, mientras el pequeño Diego, nombre que habían elegido juntos, luchaba por sobrevivir en la unidad de cuidados intensivos neonatales.
Joaquín dividía su tiempo entre los dos cuartos, durmiendo en un sillón incómodo cuando el cansancio lo vencía. Marisol traía comida y ropa limpia y se encargaba de los asuntos de la casa. Los empleados de los restaurantes llamaban constantemente, pero Joaquín había dejado claro que nada era más importante que su familia en ese momento.
Al sexto día, Celeste finalmente estuvo lo suficientemente bien como para ir a la unidad de cuidados intensivos neonatales a ver a su hijo. Joaquín la llevó en una silla de ruedas por los pasillos del hospital. Cuando llegaron a la puerta de la unidad, ella dudó. Y si no lo logra”, susurró Celeste con lágrimas en los ojos.
“Lo va a lograr”, dijo Joaquín tomando su mano. “Es tu hijo, tiene tu fuerza.” Cuando vieron a Diego por primera vez juntos, conectado a varios aparatos, pero respirando por sí mismo, ambos lloraron. El bebé tenía los ojos de Celeste y las manos grandes de Joaquín. Hola, Diego”, susurró Celeste tocando delicadamente el cristal de la incubadora.
“Mamá y papá están aquí.” Joaquín observó la escena y entendió que su vida había cambiado para siempre. Ya no se trataba de acuerdos ni de herencias. Se trataba de amor verdadero, amor por celeste y amor incondicional por ese pequeño ser que había llegado tan pronto al mundo. Dos semanas después, Diego fue dado de alta.
El día que salieron del hospital, Joaquín detuvo el coche en la entrada de la mansión y miró a Celeste, que sostenía al bebé en brazos. “Celeste, quiero romper nuestro acuerdo”, dijo él. Ella lo miró confundida. ¿Por qué? Porque quiero casarme contigo de verdad. Quiero que seamos una familia de verdad, explicó Joaquín.
No por dinero, no por herencia, no por obligación, por amor. Celeste sonríó con lágrimas en los ojos. Y tu fortuna. El acuerdo decía que la mitad sería mía después del nacimiento de Diego. Olvídate de la fortuna, ya es nuestra. Somos una familia ahora. Dijo Joaquín. besando suavemente su frente. Todo lo que tengo ya es tuyo, no por acuerdo, sino por amor.
Se meses después, cuando Diego ya estaba fuerte y sano, hicieron una segunda ceremonia de matrimonio. Esta vez fue una fiesta de verdad en el jardín de la mansión con todos los empleados de los restaurantes, Marisol y algunos amigos cercanos. Celeste usó un vestido blanco hecho especialmente para ella y Diego dormía tranquilamente en los brazos de su tía Marisol durante la ceremonia.
“Jaquín Fierro”, dijo el juez. “¿Aceptas a Celeste Acosta como tu esposa legítima para amarla y respetarla en la alegría y la tristeza, en la riqueza y la pobreza, en la salud y la enfermedad?” “Acepto”, respondió Joaquín, mirando a los ojos de Celeste. “Para siempre. Celeste Acosta, continuó el juez, aceptas a Joaquín Fierro como tu esposo legítimo para amarlo y respetarlo en la alegría y la tristeza, en la riqueza y la pobreza, en la salud y la enfermedad.
Acepto, dijo Celeste con una sonrisa radiante para siempre. Años después, cuando Diego ya caminaba por la casa y llenaba los pasillos de la mansión con sus risas, Celeste a veces recordaba aquel día en la biblioteca cuando escuchó por primera vez las palabras que cambiaron su vida para siempre. Joaquín había cumplido su promesa.
Ella había recibido su fortuna, pero descubrió que la verdadera riqueza no estaba en el dinero ni en los bienes materiales. Estaba en el amor que habían construido juntos, en la familia que habían formado y en la certeza de que a veces los mejores regalos de la vida vienen disfrazados de los acuerdos más improbables.
Una tarde, mientras veía a Diego jugar en el jardín entre las jacarandas y Joaquín llegaba del trabajo con su sonrisa de siempre, Celeste entendió una verdad sencilla. El amor verdadero no se puede comprar, negociar ni acordar. Simplemente pasa cuando dos corazones deciden abrir sus puertas el uno al otro.
Y así lo que empezó como un acuerdo de negocios se convirtió en la historia de amor más verdadera que ambos jamás podrían haber imaginado. A veces los mejores regalos de la vida vienen disfrazados de los acuerdos más improbables. El amor verdadero no se negocia, simplemente pasa cuando dos corazones están listos para abrirse. Si te gustó esta historia, comenta abajo, compártela con tus amigos y suscríbete para escuchar las próximas.
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