Mi nombre es Gabriel y tengo diez años. Mamá siempre dice que soy especial, pero yo no entiendo por qué. A mí me gusta que las cosas sean iguales todos los días. Mamá lo sabe.

Todos los días mamá me despierta a las siete en punto. Me da mi cereal en el tazón azul, el que tiene rayas blancas. Después vemos los dibujos animados hasta las ocho y quince, y entonces mamá me lleva a la escuela.

Pero hoy es diferente. Hoy me despertó la tía Carmen, y no me gusta cuando las cosas son diferentes.

—Gabriel, mi amor, tienes que levantarte— dice la tía Carmen con voz rara, como cuando la gente llora pero trata de no hacerlo.

—¿Dónde está mamá?— le pregunto —Mamá me despierta siempre a las siete en punto.

—Mamá… mamá no puede despertarte hoy, mi amor.

—¿Por qué?

La tía Carmen se sienta en mi cama. Yo no me muevo porque no me gusta que se siente ahí. Solo mamá se sienta en mi cama.

—Gabriel, ¿te acuerdas cuando se murió el pez dorado de tu clase?

—Sí. La maestra dijo que se fue al cielo y no iba a regresar más.

—Bueno… mamá también se fue al cielo.

No entiendo. Mamá no es un pez. Mamá es mamá.

—¿Cuándo regresa?

—No va a regresar, Gabriel.

—Sí va a regresar. Mamá siempre regresa. Cuando va al supermercado regresa. Cuando va al doctor regresa. Mamá SIEMPRE regresa.

Empiezo a moverme para adelante y para atrás en la cama, como hago cuando las cosas no están bien.

—Gabriel, por favor, quédate quieto.

—¡Quiero a mamá! ¡Quiero mi cereal en el tazón azul! ¡Quiero ver los dibujos animados!

La tía Carmen trata de abrazarme, pero yo no dejo. Solo mamá puede abrazarme.

—¡NO! ¡Tú no eres mamá! ¡Quiero a mamá!

Grito muy fuerte. Grito hasta que me duele la garganta.

Han pasado tres días. La tía Carmen me da cereal en un tazón diferente, uno blanco sin rayas. El cereal sabe diferente también.

—Gabriel, tienes que comer.

—Este no es mi tazón.

—Es solo un tazón, mi amor.

—No. Mi tazón es azul con rayas blancas. Mamá sabe cuál es mi tazón.

—Mamá no está aquí, Gabriel.

—¿Cuándo viene?

—Ya te expliqué. Mamá no va a venir.

—Sí va a venir. Mamá me prometió que siempre iba a cuidarme.

La tía Carmen empieza a llorar. No entiendo por qué llora tanto. Mamá a veces llora cuando estoy triste, pero después se pone feliz cuando yo me pongo feliz.

—Gabriel, mamá te amaba mucho. Por eso me pidió que te cuidara si algo le pasaba.

—¿Qué le pasó?

—Se enfermó. Su corazón dejó de funcionar.

—¿Por qué no va al doctor? El doctor siempre arregla todo.

—Esta vez el doctor no pudo arreglarla.

—El doctor SIEMPRE arregla todo. Cuando me dolía la panza, mamá me llevó al doctor y me arregló. El doctor puede arreglar a mamá.

La tía Carmen me mira con los ojos muy tristes.

—No, Gabriel. Esta vez no.

Yo me tapo los oídos. No quiero escuchar más.

Es de noche. La tía Carmen me acostó en mi cama, pero no me leyó el cuento de los dinosaurios. Solo mamá lee ese cuento bien.

Me levanto y voy a la ventana. Mamá siempre me dijo que si me perdía, tenía que esperar en casa porque ella me iba a encontrar.

Veo los carros que pasan. Cada vez que veo uno azul como el de mamá, pienso que es ella. Pero nunca es ella.

—Mamá— le digo a la ventana —no me gusta cuando no estás. La tía Carmen no sabe hacer las cosas como tú.

Espero a que mamá me responda, pero no dice nada.

—Mamá, ¿puedes venir mañana? Puedo portarme muy bien. No voy a gritar cuando cambien mis programas de televisión. No voy a llorar cuando corten mis uñas.

La ventana no me responde.

—Por favor, mamá. Te prometo ser el mejor niño del mundo.

La tía Carmen está hablando por teléfono con alguien. Yo estoy en la sala, ordenando mis carros de juguete por colores. Rojo, azul, verde, amarillo. Siempre en el mismo orden.

—No sé qué hacer— dice la tía Carmen —No entiende. Sigue esperando a que Elena regrese.

¿Quién es Elena? Yo no conozco a ninguna Elena.

—Sí, entiendo que es normal en niños como Gabriel, pero es desgarrador. Ayer puso un plato extra en la mesa para ella.

La tía Carmen no entiende. El plato es para mamá. Mamá va a tener hambre cuando regrese.

—El psicólogo dice que puede tomar meses, incluso años, para que procese que su madre no va a volver.

—¡Mamá SÍ va a volver!— grito desde la sala —¡Mamá SIEMPRE vuelve!

La tía Carmen cuelga el teléfono y viene hacia mí.

—Gabriel…

—Mamá me dijo que si me portaba bien, ella siempre iba a estar conmigo. Y yo me he portado muy bien.

—Sí, mi amor, te has portado muy bien. Pero a veces las cosas malas pasan aunque nos portemos bien.

—No. Mamá no miente. Si mamá dice que va a estar conmigo, va a estar conmigo.

Sigo ordenando mis carros. Rojo, azul, verde, amarillo. Rojo, azul, verde, amarillo.

—Gabriel, ¿qué te parece si hablamos con alguien que puede explicarte mejor sobre mamá?

—No necesito que me expliquen. Yo sé que mamá va a volver.

La tía Carmen se sienta en el suelo conmigo.

—¿Qué vas a hacer cuando mamá regrese?— me pregunta.

—Vamos a desayunar cereal en mi tazón azul. Vamos a ver los dibujos animados. Y le voy a enseñar cómo ordené todos mis carros mientras ella no estaba.

—¿Y si mamá no puede hacer esas cosas contigo?

—¿Por qué no va a poder?

—Porque… porque cuando la gente se muere, no puede hacer las cosas que hacía antes.

—Mamá no está muerta. Los peces se mueren. Los pájaros se mueren. Las personas no se mueren.

—Sí se mueren, Gabriel. Todas las personas se mueren algún día.

—¡No! ¡ESO NO ES VERDAD!

Me tapo los oídos y empiezo a mecerme. Rojo, azul, verde, amarillo. Rojo, azul, verde, amarillo.

La tía Carmen no entiende nada. Mamá no es como los peces. Mamá es fuerte. Mamá me cuida. Mamá me prometió que nunca me iba a dejar solo.

Y mamá nunca rompe sus promesas.

Esa noche, pongo dos almohadas en la cama de mamá para que esté cómoda cuando regrese. Le dejo su pijama favorita, la que tiene flores pequeñas.

También le dejo una nota que escribí con mi letra más bonita: “Mamá, te esperé. Soy un buen niño. Te amo.”

Me duermo abrazando mi dinosaurio de peluche, el que mamá me dio cuando tenía miedo de las tormentas.

En mis sueños, mamá está en la cocina haciendo mi desayuno. Todo está en orden otra vez.

Cuando me despierto, corro a su habitación.

Está vacía.

Pero eso está bien.

Mamá debe haber salido temprano al supermercado.

Va a regresar pronto.

Mamá SIEMPRE regresa.