Capítulo 1: La Estación de Servicio
Trabajo en una estación de servicio en las afueras de un pueblo que no aparece en todos los mapas. Hay una carretera principal que conecta a los pueblos cercanos, y a unos quinientos metros, un camino viejo se adentra en el monte. Este cruce olvidado es perfecto para ocultar cosas, o para que pasen desapercibidas.
Mi nombre es David. Tengo 32 años y, durante cinco años, he trabajado el turno nocturno en esta gasolinera. Un turno que nadie quería, pero que yo acepté porque pagaba mejor. Al principio, era solo un trabajo: llenar tanques, vender bocadillos y atender a los pocos clientes que llegaban en la madrugada.
Las primeras semanas fueron normales. Llegaban algunos camioneros, gente perdida y algún local borracho volviendo a casa. Pero con el tiempo, empecé a notar patrones extraños.
Capítulo 2: El Chevrolet Impala
Siempre, entre las 2:40 y las 3:00 AM, pasaba un auto. Un Chevrolet Impala del 78, negro, con vidrios polarizados. Nunca se detenía. Nunca cargaba combustible. Solo cruzaba lentamente frente a la estación… y desaparecía en el camino del monte.
La primera vez que lo vi, pensé que era una coincidencia. La segunda, ya no tanto. La tercera, decidí anotar la matrícula, pero no tenía. Solo un símbolo pintado en la parte trasera: un círculo con una cruz invertida dentro.
Empecé a obsesionarme. Cada noche lo esperaba. Llegaba con la misma puntualidad, a la misma velocidad. Era como si me estuviera vigilando.
Capítulo 3: La Sombra Sin Conductor
Una madrugada, me animé a salir al camino para verlo más de cerca. El auto pasó lento… tan lento que pude ver que no había conductor. Solo había una sombra. Como si nadie lo manejara.
Volví adentro temblando. No podía creer lo que había visto. La sensación de que algo no estaba bien se intensificaba cada vez que el auto aparecía.
Capítulo 4: Los Sueños
Después de eso, comenzaron los sueños. Soñaba con la estación, pero vacía. Sin luces. Sin combustible. En el sueño, yo estaba atrapado dentro. Afuera, el auto negro daba vueltas en círculos. Cada vez más rápido. Hasta que el vidrio comenzaba a quebrarse desde afuera. Siempre despertaba antes de que entrara.
Durante el día, no podía dormir. Sentía ruidos en casa. Golpes secos, como pasos en el techo. Llamadas perdidas desde números que no existían. El timbre sonaba, pero no había nadie.
Capítulo 5: El Deterioro
Empecé a enfermarme. Me sangraban las encías. Tenía ojeras profundas. Me sentía drenado. Pero no podía renunciar. Algo… me ataba. La curiosidad y el miedo me mantenían en la estación, atrapado en un ciclo de insomnio y ansiedad.
Una noche, mientras limpiaba el mostrador, vi el reloj. Eran las 2:40 AM. Mi corazón empezó a latir con fuerza. Sabía que el auto aparecería. Y así fue. El Chevrolet negro pasó lentamente, como siempre. Pero esta vez, el motor se apagó.
Capítulo 6: El Susurro
Era la 2:53 AM. Las luces permanecieron encendidas. El motor, apagado. Me acerqué lentamente, como hipnotizado. El vidrio de la puerta del conductor comenzó a bajar. No completamente, solo unos centímetros.
Y del interior… salió un susurro. No un sonido común. Era como si alguien hablara dentro de mi cabeza. Palabras que no reconocía, pero que entendía. Promesas. Advertencias. O quizás ambas cosas.
Retrocedí. Corrí adentro. Llamé a la policía. Me dijeron que mandarían una patrulla. Nunca llegaron. Al día siguiente, pregunté por la llamada. Me dijeron que no había registro. Como si jamás hubiera marcado.
Capítulo 7: La Desaparición del Auto
Desde ese momento, el auto dejó de aparecer. Pero en su lugar, comenzaron las visitas. Gente extraña venía de madrugada. Siempre distintos. Siempre solos. Pedían direcciones, pero no sabían decir hacia dónde. Usaban palabras viejas. Vestían como de otra época. Tenían la piel… grisácea. Y los ojos apagados.
Una mujer me pidió combustible. Dijo que iba “al otro lado”. No explicó más. Al encender su coche, todas las luces de la estación parpadearon. Y luego… se cortó la energía.
Capítulo 8: Los Grupos Misteriosos
Volvieron en grupos. Hasta tres o cuatro por noche. Parecían saber quién era yo. Uno me dijo por mi nombre:
—Vos viste el auto. Por eso ahora te ven a vos.
Esa misma noche, un niño entró a la tienda. Solo. Pálido. Mojado como si hubiera salido de un río. Pidió chocolate. Le di uno sin cobrarle. Lo abrió, lo miró… y dijo:
—Esto no es de acá. Allá no hay dulces.
Salió caminando hacia el camino del monte. Lo seguí con la vista, pero desapareció antes de llegar al cruce. Como si se hubiera desvanecido en el aire.
Capítulo 9: La Conversación con el Jefe
Llamé a mi jefe. Le dije que algo raro pasaba. Me pidió que dejara de tomar café fuerte. Que descansara. Que no “me sugestionara”. Pero sabía que algo estaba mal. Esa sensación de ser observado nunca me abandonaba.
Una noche, mientras limpiaba el baño, escuché un ruido. Era un golpe sordo, como si alguien hubiera golpeado la puerta. Miré a través de la ventana y vi la silueta de un hombre. Tenía la misma figura que el conductor del Chevrolet negro. Me estremecí.
Capítulo 10: El Verdadero Conductor
Hasta que una madrugada, lo vi. Al verdadero conductor. Era yo. El mismo rostro. La misma ropa. Pero con la mirada vacía. Estaba dentro del Chevrolet negro, sentado al volante. Me observaba desde la carretera. No se movía. Solo me miraba. Y sonreía.
Entré al baño. Me mojé la cara. Pensé que estaba perdiendo la cabeza. Cuando salí… el auto ya no estaba. Pero había marcas de neumáticos frente a la tienda. Como si se hubiera detenido justo en la puerta.
Capítulo 11: La Decisión
Esa fue mi última noche. Renuncié sin dar explicaciones. Me mudé de provincia. Cambié mi número, quemé el uniforme y traté de rehacer mi vida. Y funcionó. Por un tiempo.
Comencé un nuevo trabajo en una tienda de comestibles. Todo parecía normal. Pero cada vez que miraba por la ventana, sentía que algo me observaba. Una sensación inquietante me seguía, como una sombra que no podía dejar atrás.
Capítulo 12: Regreso del Pasado
Hasta que hace tres noches, al volver del trabajo, encontré estacionado frente a mi departamento un Chevrolet negro. Sin matrícula. Vidrios polarizados. Encima del capó, una chocolatina. Abierta. Mordida.
El corazón me dio un vuelco. Recordé al niño pálido y la mujer de ojos apagados. Ahora entiendo lo que decía aquel hombre: “Vos viste el auto. Por eso ahora te ven a vos.”
Capítulo 13: La Confrontación
No sabía qué hacer. La paranoia se apoderó de mí. Decidí llamar a la policía, pero al hacerlo, sentí que no tenía sentido. ¿Qué les diría? ¿Que un auto negro me estaba siguiendo? No me creería nadie.
Pasé la noche en vela, mirando por la ventana, esperando que desapareciera. Pero el auto permanecía allí, inmóvil, como si estuviera esperando algo.
Capítulo 14: La Revelación
Al amanecer, decidí salir. Me acerqué lentamente al Chevrolet negro. Con cada paso, el miedo crecía en mi interior. Al llegar al auto, noté que la chocolatina estaba abierta, como si alguien hubiera estado esperando a que la probara.
De repente, el vidrio del conductor se bajó lentamente. No había nadie al volante. Solo un vacío. Un silencio abrumador. Entonces, escuché el susurro nuevamente. Palabras ininteligibles que resonaban en mi mente.
Capítulo 15: La Huida
Sin pensarlo, di un paso atrás y corrí. Corrí como nunca lo había hecho. Entré en mi departamento, cerré la puerta y me aseguré de que todas las ventanas estuvieran cerradas. Pero sabía que no estaba a salvo. La sensación de ser observado era intensa.
Esa noche, decidí no dormir. Me senté en el sofá, con las luces encendidas, tratando de mantener la mente ocupada. Pero el cansancio me venció. Cerré los ojos por un momento, y cuando los abrí, ya era de día.
Capítulo 16: La Nueva Vida
Decidí que era hora de mudarme nuevamente. No podía seguir así. No podía vivir con el miedo constante. Así que empaqué mis cosas y dejé el departamento.
Me mudé a una ciudad más grande, donde las luces nunca se apagan y la gente nunca duerme. Comencé de nuevo, encontrando trabajo en una cafetería. Pero cada vez que escuchaba el sonido de un motor, mi corazón se aceleraba.
Capítulo 17: El Eco del Pasado
Un día, mientras servía café, vi un coche negro estacionado frente a la cafetería. Mi corazón se detuvo. El mismo Chevrolet Impala. Me quedé paralizado, recordando todo lo que había pasado. Pero esta vez, no iba a dejarme llevar por el miedo.
Salí y me acerqué al coche. Pero no había nadie dentro. Solo el silencio. Miré a mi alrededor, buscando alguna señal. Pero solo había gente pasando, ajena a mi angustia.
Capítulo 18: La Decisión Final
Decidí que debía enfrentar mis miedos. No podía seguir huyendo. Así que volví a la estación de servicio donde todo había comenzado. Cuando llegué, la gasolinera estaba desierta, cubierta de polvo y telarañas. Todo parecía igual, pero diferente.
Me acerqué al lugar donde solía trabajar. El Chevrolet negro no estaba allí. Pero la sensación de ser observado seguía presente.
Capítulo 19: El Último Susurro
Mientras estaba en la estación, escuché el susurro una vez más. Esta vez, era más claro. “David”. Era mi nombre, pero no lo decía nadie. Era como si viniera de la misma tierra.
Sentí una oleada de miedo, pero también de determinación. Sabía que debía enfrentar lo que había estado evadiendo. Así que grité:
—¡¿Qué quieres de mí?!
El silencio fue abrumador. Pero entonces, el auto apareció. El Chevrolet negro se detuvo frente a mí. Las luces se encendieron, y el motor rugió.
Capítulo 20: La Conclusión
El vidrio del conductor se bajó lentamente. Allí estaba yo, mirándome desde el interior. La misma expresión vacía. La misma sonrisa.
—Es hora de elegir, David —dijo mi reflejo.
Y en ese momento, comprendí que no podía seguir huyendo. Tenía que aceptar lo que había visto y lo que había pasado. La sombra de mi pasado siempre estaría presente, pero yo decidiría cómo vivir con ella.
Epílogo: La Vida Después
No sé si puedo aguantar que sigan mirándome. Pero sé que debo enfrentar mis demonios. La vida sigue, y aunque el Chevrolet negro siempre estará en mi memoria, ahora tengo el poder de decidir cómo vivir con esa experiencia.
Así que, cada vez que escucho un motor en la distancia, no siento miedo. En cambio, me recuerdo a mí mismo que, aunque el pasado puede perseguirme, soy yo quien tiene el control de mi futuro.
Fin.
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