Una mañana neblinosa, John Peterson, de 70 años, y su perro Bella encontraron tres bebés fríos y temblorosos en un pequeño bosque de su tranquila granja. Estaban envueltos en mantas viejas y cada uno llevaba un collar en forma de luna, sol y estrella. Parecía que alguien los había dejado allí con cuidado.

John los llevó a su casa, les dio comida y calor, y llamó a su amiga Marta, una enfermera retirada. Mientras ayudaba a cuidar a los bebés, Marta encontró una nota que decía: “Por favor, ámenlos lo suficiente por mí.” Unos días después, llegó otra nota: “Ellos son todo lo que queda de nuestra familia rota. No intenten encontrarme. Por favor, cuídenlos.”

Todo el pueblo ayudó. Una vecina amable llamada Adriana se convirtió en su madre adoptiva, y los bebés—llamados Esperanza, Gracia y Ray—se quedaron en la comunidad, con John como un abuelo cariñoso para ellos.

Los tres misteriosos bebés trajeron una nueva felicidad no solo a John, sino a todo el pueblo. Al mostrar bondad, un hombre anciano encontró una alegría que no esperaba—y una nueva familia fue creada.